El Arquetipo Del Guerrero Como Factor Determinante

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 20

El arquetipo del guerrero como factor

determinante para la creación de la


masculinidad hegemónica12
Ana María Gallego Patiño13
Presentado: febrero 23 de 2018 - Aprobado: abril 30 de 2018

Resumen
Esta investigación pretendió promover la adopción de una nueva causal de objeción
por conciencia en Colombia, generada a partir de la concepción y deseo que cada
varón tenga sobre cómo construir su propia masculinidad.
En un recuento histórico se evidencia en qué momento de nuestra evolución la guerra
se convirtió en patrimonio masculino y así se impuso el sistema simbólico que cono-
cemos hoy como roles de género; se explica cómo éstos han generado cargas des-
proporcionadas a los hombres con respecto a la construcción de su identidad; por lo
tanto se propuso aceptar que la construcción de la masculinidad apartada del modelo
hegemónico, es del ejercicio de los derechos fundamentales al libre desarrollo de la
personalidad, libertad de cultos o creencias y objeción de conciencia.
El diseño metodológico fue etnográfico. Analizó la masculinidad como construcción
cultural en contraposición de una ideología naciente como es el antimilitarismo, el
pacifismo y las posiciones críticas a la masculinidad.
Las conclusiones del ejercicio investigativo son:

12 Este escrito es el resultado de un análisis bibliográfico y conceptual dentro del proyecto de investigación “Con Armas
el varón: un análisis de objeción de conciencia al servicio militar a través de la categoría género”.
13 Egresada de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma Latinoamericana. Integrante Observatorio de Género.
Judicante ad honorem de la Corte Constitucional de Colombia.

Facultad
Facultad de Derecho
de Derecho • Vol.•4Vol.
núm.4 núm. 7 •59-78
7 • pp. ISSN:•2463-0098 • Enero-junio
ISSN: 2463-0098 de 2018de 2018
• Enero-junio |59
El arquetipo del guerrero como factor determinante para la creación de la masculinidad hegemónica

1. Perpetuar el arquetipo del guerrero en nuestra sociedad, mediante la creación de


ejércitos, es mantener vigente la violencia de género.
2. La masculinidad hegemónica, atenta contra la dignidad del hombre.
3. La decisión de no perpetuar la masculinidad hegemónica, puede ser una causal
válida para ser objetor de conciencia en Colombia.

Introducción

Este proyecto de investigación tiene su origen en el año 2015, cuando tuve la


oportunidad de pertenecer a un colectivo de jóvenes de la Comuna 13 que se prepa-
raban para declararse objetores de conciencia. Los argumentos usados para funda-
mentar ante los tribunales militares por qué no querían tomar las armas, así como sus
historias de vida que mostraban que, gracias al entorno donde crecieron, estuvieron
completamente permeadas por la militarización y la violencia, me hicieron cuestionar
sobre la imposición que se le hace a los hombres de prestar servicio militar, enten-
diendo esta realidad como la evidencia de una discriminación en razón del género
que, a pesar de la lucha que el feminismo ha emprendido desde la segunda mitad del
siglo XX por erradicar este tipo de violencias y conductas, sigue vigente.
Por lo tanto, la objeción de conciencia es abordada en este trabajo desde los
estudios de género, buscando en éstos el sustento teórico que nos permita esgrimir
un argumento válido para declararse objetor, supliendo así el requisito impuesto por la
Corte Constitucional, de presentar su solicitud basándose en motivos políticos, éticos
o religiosos.
Si hacemos uso de la analogía, un hombre que ha decidido construir su identidad
de género, alejado completamente de la masculinidad hegemónica, sino que decide
construir por su cuenta su masculinidad, también debe permitírsele su derecho a la
objeción de conciencia.
Si se tiene en cuenta que la imposición de la masculinidad hegemónica en el
aspecto de la guerra, ha dejado secuelas psicológicas de gran envergadura a quienes
han participado de conflictos bélicos, como el shock postraumático, la depresión y
el suicidio, tendríamos una clara evidencia de que el varón postmoderno no está pre-
parado para asumir esta imposición de género; obligarlo sería un golpe directo contra
su dignidad.
Así las cosas, es labor nuestra y de los estados, promover que tanto hombres
como mujeres, en especial los hombres, encuentren otras formas se asumir el género

60| Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018


Ana María Gallego Patiño

dentro de nuestra sociedad, de-construyendo las imposiciones dañinas que acumula


la historia millones de años atrás.

Metodología

La investigación buscó identificar la vigencia del discurso de la masculinidad


hegemónica, construida alrededor de la figura del soldado y todos los valores que
esta representación trae consigo, como la fuerza, el nacionalismo, la imposición y la
confrontación y definir si éstos siguen siendo legítimos para el varón contemporáneo
o si, por el contrario, una nueva representación de lo masculino, está empezando a
hacer presencia en el pensamiento actual.
El paradigma fue cualitativo. Según la intencionalidad de la pesquisa es el que
más se le adapta, puesto que la investigación cualitativa pretende más allá de predecir,
entender “la realidad social como fruto de un proceso histórico de construcción visto
a partir de la lógica y el sentir de sus protagonistas, por ende, desde sus aspectos
particulares y con una óptica interna (Sandoval, 2002).
La finalidad de la investigación era adentrarse a la concepción que se tiene ac-
tualmente de la masculinidad y ver si coincide con la construcción cultural que hizo la
sociedad hace milenios o, si por el contrario, se ha transformado.
Por el lado del enfoque epistemológico, principalmente se revisaron los datos
obtenidos a la luz de las teorías de género para que cobren sentido dentro de lo que
busca entender la investigación. Al pretender entender la postura que tiene el varón
frente al servicio militar, se hace necesario entender que esta obedece a una repre-
sentación cultural del hombre y que su características como la fuerza y la dominación
obedecen a un sistema jerárquico y bilateral que se desarrolla en nuestra sociedad
mediante relaciones de poder, donde los hombres (y todo lo que asimilamos como
masculino) son el polo dominante y las mujeres (junto con todo lo que entendemos
como femenino) constituyen el lado dominado.
También se hizo un enfoque epistemológico desde las masculinidades, ya que
los resultados obtenidos se pretenden leer desde las representaciones sociales que
tienen los varones de acerca del servicio militar, institución patriarcal por excelen-
cia que exalta la masculinidad hegemónica y todo lo que se supone simboliza lo
masculino.
Este enfoque está planteado desde una epistemología feminista, porque tal como
lo plantea Norma Blázquez (2012) en su texto Investigación feminista: epistemología,

Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018 |61


El arquetipo del guerrero como factor determinante para la creación de la masculinidad hegemónica

metodología y representaciones sociales las instituciones epistemológicas tradicio-


nales no permiten entender el conocimiento desde una perspectiva de género, por lo
tanto es necesario un enfoque epistemológico que cuestione esas autoridades epis-
témicas.
El tipo de investigación, según el objetivo general es descriptiva; pues pretende
verificar qué tanto se ha transformado el concepto de la masculinidad.
El diseño metodológico es etnográfico, ya que pretende hacer un análisis de una
construcción cultural como lo es la masculinidad en contraposición de una ideología
que nace en los sectores sociales como es el antimilitarismo, el pacifismo y las po-
siciones críticas a la masculinidad. También se quiere verificar si la concepción de la
masculinidad, frente al servicio militar, sigue inmutable a pesar del recorrido histórico
o gracias a la coyuntura del panorama de un posible posconflicto.

La etnografía en sus diversos matices ha tenido cabida en el análisis cultural de


espacios macro como comunidades enteras y en análisis de envergadura cada
vez menor como es el referido a las instituciones de tipo psiquiátrico, escolar,
laboral. En estos últimos casos se ha focalizado el esfuerzo hacia el desentra-
ñamiento de los sistemas de creencias, valores y pautas de comportamiento,
que por un lado sostiene el statu quo, pero, por otro, son las que hacen viable
impulsar el cambio y la innovación de esas realidades. Desarrollos más especí-
ficos han dado lugar a prácticas como las de etno-psiquiatría y etno-educación,
entre otras (Sandoval, 2002).

Conceptualización

Género. Es una categoría de análisis, que estudia de forma crítica la construc-


ción social, simbólica, histórica y cultural de lo que conocemos como “hombres y
mujeres” en el entendido de que estos últimos surgen gracias a las representaciones
simbólicas que se han hecho a partir de los comportamientos sexuados y las diferen-
cias biológicas de uno y otro. Es decir, hombres y mujeres, son creaciones culturales
que nacen gracias a lo que se ha interpretado, a partir de las diferencias naturales
entre macho y hembra, debe ser el comportamiento de estos dentro de una sociedad.
Por esta razón, se habla de un sistema sexo-género, donde el primero es de-
terminado biológicamente y el segundo una construcción cultural (Aguilar; 2008).
Este sistema ha sido utilizado desde ciencias como la antropología, la psicología o

62| Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018


Ana María Gallego Patiño

la sociología para darle explicación a la dicotomía existente entre naturaleza y cultura


humana; y así sustentar la existencia de diversas formas de asumir e identificarse
con lo masculino o lo femenino, además de darle validez a las luchas feministas que
buscan de-construir los roles sociales impuestos, en el entendido de que tal como lo
dijo la filósofa Simone de Beauvoir (1949) “No se nace mujer, se llega a serlo”.

Patriarcado. El patriarcado es un sistema de organización social, según el cual


los puestos claves de poder, económico, religioso, político y militar se encuentran en
cabeza de los varones (Puleo, 2005). Esto permite entrever que el patriarcado va más
allá de la dominación física de hombres sobre mujeres, también abarca los símbolos,
imaginarios culturales y representaciones, producto de lo que llegamos a entender
culturalmente como femenino o masculino; como lo explica Schongut (2012) citando
a Burin y Meler; esto nos sumerge en una lógica binaria que funciona de forma jerár-
quica, donde entendemos el sistema de género como una separación tajante entre
unos y otros, donde uno es exaltado e impuesto como modelo y el otro será reprimido
(Burin y Meler; 2000).
Esta relación binaria jerárquica entre ambos conceptos, fue explicada por Eleonor
Faur en su estudio: Masculinidades y desarrollo social.

En esta relación, se encuentran una serie de falacias o preconceptos que bus-


can “naturalizar” lo culturalmente creado. En primer lugar, la representación de
la relación masculino–femenino suele asociarse a dos polos de características
opuestas y con visos de complementariedad. Así, se observan que las nocio-
nes acerca de lo masculino se asocian con lo racional, fuerte, activo, producti-
vo, valiente, responsable y conquistador (de territorios y parejas ocasionales);
mientras que lo femenino suele asociarse con lo emotivo, débil, pasivo, asus-
tadizo, y dependiente. En segundo lugar este sistema de oposiciones binarias
presenta una doble particularidad: no solo se considera que las características
más valoradas en el mundo occidental moderno coinciden con lo socialmente
atribuido a lo masculino, sino que además se suelen crear estereotipos al
considerar que hombres y mujeres efectivamente son así y no admiten rasgos
de otro polo dentro de sí (Faur, 2004).

Masculinidad. Podemos asumir la masculinidad como la forma en que los varo-


nes deben asumir el hecho de ser hombres dentro de una sociedad y comportarse en

Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018 |63


El arquetipo del guerrero como factor determinante para la creación de la masculinidad hegemónica

razón a esto. Pero, cuando intentamos definir qué es ser hombres nos encontramos
frente a una definición difusa, porque generalmente no hablamos de lo que debe ser
un hombre, sino por el contrario de lo que no debe ser.
En este contexto entendemos que el concepto masculinidad es relacional, debido
a que este existe en tanto existe la feminidad como punto de referencia, la cual enten-
demos como su contraparte u oposición. Entonces, la definición de la masculinidad
parte del reconocimiento de lo que es diferente de sí, en palabras más simples, mas-
culino es lo que no es femenino (Faur; 2004) Como continua Faur, citando Badinter
(1997) “los hombres afirman su identidad masculina de tres maneras: mostrándose a
sí mismos y a los otros que no son mujeres, no son bebés y no son homosexuales”.
Por este motivo se afirma también que la masculinidad es, a su vez, un concepto
en negativo, su definición está en los antónimos de las otredades o contrapartes que
creo para afirmar su superioridad (Lynne, 1990, citada por Flaur, 2014).

Repaso histórico: El surgimiento del guerrero

El siguiente recuento histórico parte de los estudios realizados por el antropólogo


Joan Vendrell Ferré (2013) quien busca comprender y explicar el género desde la
antropología, con el fin de darnos una teoría sólida que pueda aproximarnos al surgi-
miento y posterior implementación de éste.
Para empezar, el autor asume que el género es un acontecimiento singular e his-
tórico, es decir tuvo un principio, apareció en un determinado momento de la historia
humana e indica que no hace parte de nuestro pasado biológico, sino que aparece
en la “evolución” no natural; cuando ya éramos especie apenas comenzábamos a
construir cultura.
La organización social de nuestros antecedentes primates obedecía a un esque-
ma de centro-periferia. En el primero, se encontraban las crías con un grupo indistinto
de hembras y machos encargados de su cuidado; en el segundo, estaban los forra-
jeadores encargados de la comida (Cucchiari, 2000 citado por Vendrell, 2013) Todo
parece indicar que inicialmente fuimos primates que se alimentaban fundamentalmen-
te de materia vegetal, pero en algún momento de nuestra evolución desarrollamos la
capacidad de comer carne. Cuando aparece el humano moderno, el sapiens sapiens,
lo hace en un contexto de forrajeadores omnívoros, para quienes el consumo de carne
ya era fundamental, no esperaban a comerse las sobras de los grandes depredadores

64| Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018


Ana María Gallego Patiño

sino que habían aprendido a procurarse la carne por su cuenta, supliendo las caren-
cias naturales de garras y colmillos con piedras, palos y huesos, y posteriormente de-
sarrollaron redes, trampas y herramientas para la caza. Además de esto, entre estos
machos se desarrolló un sistema de cooperación y trabajo en equipo, lo que generó
un sentimiento de identidad, tanto entre ellos, como con la actividad que realizaban;
el resultado de esto, es una figura que todos conocemos muy bien: el cazador. Pero
vale preguntarnos entonces ¿en qué momento los machos se apropiaron de la caza?
Todo parece indicar que fue la incursión en la caza mayor, o la caza de anima-
les grandes y peligrosos, lo que dio origen a la distinción de tareas entre machos y
hembras. La caza mayor desde el principio fue una labor destinada a los machos
que se encontraban en la periferia, quienes eran fundamentalmente machos jóvenes,
por la fuerza y la resistencia que precisamente esta requería. La caza mayor exigía
un elaborado sistema de cooperación, que permitió que surgiera una consciencia de
solidaridad entre los machos, que posteriormente, les daría fuerza para imponerse
como grupo antes las hembras, las cuales fueron repartidas junto con las crías, para
convertir a los machos nacidos en cazadores, mientras que a ellas les relegaron las
labores de reproducción, crianza y forrajeo o caza menor.
¿Por qué se da el reparto de las hembras? El antropólogo Serge Moscovici
(1975) citado por Vendrell (2013) explica que obedeció a cuestiones ecológicas. El
sistema de la caza mayor anudado a la organización centro periferia, donde los ca-
zadores seguían ubicados en el segundo, no estaba siendo adecuado para permitir el
acceso de los machos jóvenes a las hembras; además recordemos que la caza mayor
exigía un trabajo colectivo de machos, el tamaño de los grupos no iba a la par con las
exigencias del medio para la caza. Los primeros homínidos ya comprendían la función
reproductiva de la hembra, de eso dan cuenta las venus del Paleolítico, pequeñas es-
culturas de barro que representaba mujeres con senos y vientres enormes, exaltando
precisamente su natural maternidad, entendieron que la reproducción y el aumento de
los machos significaba fuerza para la caza y posteriormente poder.
Esto es lo que Vendrell llama, la revolución del género. Los machos toman con-
ciencia de su diferencia, convirtiéndose en hombres, y asumen el dominio de la otra
parte social, las hembras, convertidas en mujeres; las cuales son privadas de su
independencia y de su funcionar como grupo para pasar a depender únicamente de
un macho, quien probablemente será cazador, tendrá el uso reservado de las armas

Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018 |65


El arquetipo del guerrero como factor determinante para la creación de la masculinidad hegemónica

y la fuerza, lo que le dará poder para también apropiarse de las hembras y crías de
otros grupos.
A partir de este momento cualquier grupo de homínidos, que no hubiese pasado
por esta revolución y no contara con un grupo de cazadores, fuertes y armados se
encontraba indefenso, sus mujeres y crías serían raptadas e incorporadas a un nuevo
grupo y ellos estaban condenados a su desaparición frente a las inclemencias de
uno de los períodos más violentos de la historia humana, el Neolítico. Aquí aparece
una nueva figura histórica, la cual es nuestro objeto de estudio: El guerrero. En los
últimos veinte mil a treinta mil años, nos hemos convertido en la especie depredadora
por antonomasia, no solo de plantas, animales, sino de nosotros mismos. Somos lo
más violento que ha existido sobre la faz de la tierra desde que evolucionó nuestro
pensamiento simbólico. En nuestra especie los instintos están desactivados casi en
su totalidad y han sido remplazados por el razonamiento, lo que probablemente in-
cluya la agresividad heredada de nuestros ancestros, así que esta predisposición a
la violencia no es conducta genética, sino probablemente cultural; la prueba es que
ningún depredador animal se comporta como nosotros, y nosotros no tenemos el
límite que impide llevar la depredación más allá de un asunto de supervivencia, si no
está la programación cultural que nos inhiba tendemos a la masacre, el ensañamiento
y la crueldad (Vendrell, 2013).
Entendemos entonces que el sistema de género es el responsable en la aparición
del guerrero, figura que se convertiría en arquetipo gracias a que ha estado presente
en todas las civilizaciones y culturas, porque su existencia surge de la violencia que
representó que el macho se convirtiese en varón.

Como veremos también la caza y la guerra, y en general todo lo concerniente


a la masculinidad violenta, contribuyen al mantenimiento y perpetuación del
orden de género del cual derivan, así como a los del conjunto de instituciones
que le están asociadas (Vendrell, 2013).

La violencia humana desde su inicio ha sido privilegio masculino. Es más, la


masculinidad, o con más precisión la masculinidad hegemónica o tradicional, es en sí
misma una expresión de violencia porque está ligada inherentemente a una posición
de dominio, y le impone al hombre adoptar comportamientos agresivos.
Como lo explica la experta en masculinidades Paola Ehrmantraut (2013) “Analizar
los conflictos bélicos desde una perspectiva de género es adentrarse en un espacio

66| Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018


Ana María Gallego Patiño

compacto, ideológicamente rígido, que asume que hombre-guerra-violencia-masculi-


nidad forman parte de un núcleo inseparable”.

Consecuencias de la masculinidad hegemónica

Este argumento nos permite, empezar con la segunda parte del análisis hecho
a partir de los enunciados de Burin y Meler: ¿cuáles son las consecuencias que trae
a los hombres esa asignación simbólica con respecto al servicio militar y la guerra?
La primera consecuencia que vemos, es quizás la más evidente: la guerra afecta
de una forma totalmente diferente a hombres y a mujeres. Mientras ellas, tienen una
participación casi nula en el panorama bélico, donde su principal papel se limita al de
víctima y de objeto reproductivo que proporciona nuevos varones para engrosar las
filas. El hombre, por otro lado, es el instrumento que hace tangible la realidad etérea
que es la guerra en sí misma, los cuerpos masculinos son la materialización de las
intenciones bélicas de los estados y son ellos quienes sufren la crueldad y la violencia
propia de su masculinidad, víctimas y victimarios en sí mismos, la guerra pareciera
ser el castigo que merece quien nace con genitales externos.
No olvidemos que aparte de las posibles consecuencias físicas, se presentan
dolencias psicológicas de quienes acuden a la guerra. Según un artículo publicado en
el diario El País, en el año 2013:

En la última década, casi se ha duplicado el número de integrantes del Ejército


que se han quitado la vida. De tal magnitud es la “epidemia” –como la calificó el
presidente Obama en agosto [de 2013]– que el año pasado hubo más suicidios
de militares estadounidenses en activo (349) que bajas mortales registradas
en Afganistán (295). En el caso de los que ya están fuera del Ejército, las cifras
son mucho peores: se calcula que hay unos ocho mil suicidios de veteranos al
año, lo que equivale a un trágico promedio de veintidós al día.
“El Ejército afecta a tu identidad, te modela para que seas de un modo concreto
y luego cuando te quitan todo eso puede ser muy devastador. Una vez te reti-
ras, de golpe sientes que te lanzan de vuelta al mundo y tienes que encontrar
tu lugar. Te preguntas quién eres y cuál es tu propósito en la vida. Tu desarrollo
personal ha quedado en pausa o ha empeorado”, relata Ian Smith, un ex marine
de 38 años, que hasta 2005 estuvo desplegado en Irak en tres turnos de seis
meses, y que reconoce abiertamente que posiblemente se habría quitado la

Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018 |67


El arquetipo del guerrero como factor determinante para la creación de la masculinidad hegemónica

vida si no fuera por el apoyo que le brindaron su mujer, sus tres hijos y los
psicólogos que lo siguen tratando (Faus, 2013).

Sin embargo, las secuelas psicológicas de la guerra, no son vistas de buena


forma en la sociedad. Mientras las heridas físicas son condecoradas en Estados Uni-
dos por ejemplo y hace acreedores a los veteranos de pensiones vitalicias, las heri-
das psicológicas son las grandes olvidadas, debido a que se interpretan como una
exteriorización de debilidad, sentimiento contrario a lo que impone la masculinidad
hegemónica que las menosprecia y ridiculiza.
La segunda consecuencia se observa reflejada en la marcada dicotomía, entre lo
masculino y lo femenino, presente en toda la ideología militarista. Éste es un sistema
de valores erguido alrededor del modelo de la masculinidad hegemónica, donde lo
femenino y lo masculino trascienden de los cuerpos y se convierten en estructura.
Paola Ehrmantraut, lo explica mejor en su libro Masculinidades en guerra: “La
formación de un ejército nacional implica la instauración de un severo orden de divi-
sión de lo femenino y lo masculino, cuya función es preservar el orden homo-social y
mantenerlo fuera del campo de lo homo-erótico”.
El arquetipo del guerrero y su representación simbólica que lo asocia con un
tipo de masculinidad –que exalta características o comportamientos como, la fuerza,
la violencia, la competencia, la rivalidad y la imposición–, le han acarreado al varón
posmoderno una dificultad para asumir su propia masculinidad, ajena al modelo que
se impone socialmente como lo que entendemos como masculino, la masculinidad
hegemónica.

Masculinidad hegemónica en contraposición con otras manifestaciones de


la masculinidad

Tal y como sucede con las imposiciones que la cultura patriarcal le hace a las
mujeres, es apenas obvio esperar que los hombres también se sientan incómodos
frente a la injusticia que trae un modelo de comportamiento que están obligados a
alcanzar, con el agravante de que el reproche social por no cumplir con lo impuesto
trae consigo la humillación y el profundo malestar que conlleva perder todos los pri-
vilegios ya alcanzados.
Quizás por esto la masculinidad hegemónica persiste como un discurso vigen-
te, a pesar de los adelantos hechos en materia de estudios de género que buscan

68| Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018


Ana María Gallego Patiño

promover la iniciativa de los hombres para buscar una sociedad más igualitaria, por-
que los varones no quieren seguir perpetuando la violencia que implica el patriarcado
pero tampoco están dispuestos a renunciar a “ser masculinos” lo que da cuenta de un
profundo vacío a la hora de asumir la masculinidad desde una forma no hegemónica,
no tenemos ni idea de cómo ser hombres sin caer en estos estereotipos que tanto
queremos abolir.
En el aspecto de lo militar, la afirmación de la propia masculinidad, se dificulta
gracias a que entra a jugar un nuevo componente: el de nación y la obligación que
tiene cada hombre como ciudadano.

Mientras las relaciones de género y los conflictos internacionales han cambia-


do dramáticamente en el último siglo, el esfuerzo colectivo de la guerra está
determinado, en parte, por una forma particular de representación del Estado,
sus fuerzas armadas, y su rol internacional que no demuestran gran variación.
Estas ideologías e imágenes, así también como los discursos que justifican los
astronómicos presupuestos para el área de defensa, refuerzan la naturalización
de la militarización de la cultura.

La guerra es el punto culmen de la militarización, el objetivo de la gran inversión


de recursos, entrenamiento y preparación que realizan las fuerzas armadas,
mientras que el militarismo es un proceso que abarca mucho más, compuesto
por instituciones, prácticas de la vida cotidiana y valores culturales. Es decir,
el militarismo abarcaría tanto el fenómeno de la venta de armas de juguete
destinadas a los niños, los manuales de instrucción cívica que naturalizan la
participación de los ciudadanos en la guerra como un deber ineludible, el sis-
tema de valores que celebra el heroísmo de los que mueren en combate y
hasta la moda que se inspira en uniformes militares, de manera similar Cynthia
Cockburn favorece la llamada perspectiva cultural, que explora la cultura militar
más allá del conflicto bélico puntual y propone analizar las dinámicas de poder
presentes en la división de roles sexuales antes, durante y después del conflicto
(Ehrmantraut, 2013).

Frente a esto, el panorama para quienes deciden contraponerse a la masculini-


dad hegemónica, objetando el servicio militar se complica porque el reproche social
se acrecienta, ya no solo están faltando al modelo hegemónico de masculinidad al
mostrarse como un hombre no violento y por lo tanto afeminado, sino que además,

Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018 |69


El arquetipo del guerrero como factor determinante para la creación de la masculinidad hegemónica

su actitud puede interpretarse como una falta, o, en los casos más graves, traición al
Estado.
En la actualidad, es común ver que los estados donde el servicio militar es obli-
gatorio, desplieguen actos de represión y castigos arbitrarios contra quienes deciden
no tomar las armas por razones de conciencia, por ejemplo los hombres de Corea del
Sur, van a prisión si no prestan su servicio militar y en el caso específico de Colom-
bia el Ejército ha desplegado una serie de acciones que atentan contra los derechos
fundamentales de la objeción de conciencia y la libertad, como lo son las batidas y el
reclutamiento ilegal.

La objeción de conciencia desde la categoría género

En el caso de Colombia, la imposición del servicio militar está en razón de géne-


ro; los obligados a prestarlo son solo los varones mayores de 18 años (Ley 48, 1993,
art. 10).
Discriminación acentuada por la Corte Constitucional en sentencia C-514 de 1994,
donde se explica porque deben ser los varones quienes presten el servicio militar.

Esta distinción esencial hombre mujer, tiene relación adicional con cierta tra-
dición de los oficios, que al presente, tiene por mejor habilitados a los varones
para el desempeño de las labores de la guerra, y, consulta elementos culturales
relacionados con la educación, especialmente física, de la mujer en nuestro
medio, no resultando esta distinción violatoria de los deberes dispuestos de
manera amplia en la Carta para la “persona” y “el ciudadano” (art. 95), si no,
más bien un desarrollo legislativo que facilita su cumplimiento en las determi-
nadas áreas objeto de la ley (Corte Constitucional, 1994).

Habiendo clarificado que el servicio militar obligatorio es una consecuencia de


los roles de género, se pondrá de presente la figura jurídica de la objeción de concien-
cia, la cual es ese actuar legítimo que nos permite ir en contra de la norma porque
la consideramos injusta o porque atenta contra una postura, creencia, barrera moral,
entre otros.
Su carácter de derecho fundamental, es gracias a que dicha manifestación de
la voluntad se desprende del derecho humano a la libertad de conciencia, recono-
cido en el artículo 18 del pacto de derechos civiles y políticos, y desarrollado en la

70| Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018


Ana María Gallego Patiño

Observación General No. 22 del Comité de Derechos Humanos de la Organización de


Naciones Unidas.

Muchas personas han reivindicado el derecho a negarse a cumplir el servicio


militar (objeción de conciencia) sobre la base de que ese derecho se deriva de
sus libertades en virtud del artículo 18. En respuesta a estas reivindicaciones
un creciente número de Estados, en sus leyes internas, han eximido del servi-
cio militar obligatorio a los ciudadanos que auténticamente profesan creencias
religiosas y otras creencias que les prohíben realizar el servicio militar y lo han
sustituido por un servicio nacional alternativo. En el Pacto no se menciona
explícitamente el derecho a la objeción de conciencia pero el Comité cree que
ese derecho puede derivarse del artículo 18, en la medida en que la obligación
de utilizar la fuerza mortífera puede entrar en grave conflicto con la libertad de
conciencia y el derecho a manifestar y expresar creencias religiosas u otras
creencias.

La objeción de conciencia, aunque puede presentarse frente a cualquier norma


que pretendamos desconocer porque atente contra nuestra dignidad como individuos
al exigirnos ir contra nuestras creencias, se ha visto generalmente ligada al servicio
militar desde principios del siglo veinte con la Primera Guerra Mundial. Brevemente
puede decirse que el origen de la objeción de conciencia al servicio militar fue una
respuesta al reclutamiento obligatorio universal en ejércitos de carácter permanente
que se extendió por toda Europa tras la revolución francesa. Incorporar a los ejércitos
a quienes anteriormente no tenían esa obligación dio origen a grandes debates que
derivaron en el reconocimiento del derecho a la objeción de conciencia como derecho
individual.
Durante la Primera Guerra Mundial se hizo obligatorio el servicio militar. Más de
veinte mil personas se negaron a ir la a guerra; a partir de allí empezaron a llamarse a
sí mismos como objetores de conciencia (Naciones Unidas, 2012).
El surgimiento de dichos colectivos llamados objetores de conciencia, puso so-
bre el panorama jurídico de los Estados que tenían un servicio militar de carácter obli-
gatorio, la necesidad de reconocer tal derecho dentro de sus leyes o constituciones;
sobre todo con el reconocimiento de este derecho, como un derecho humano.

Desde la Segunda Guerra Mundial, cuando se generalizó el reclutamiento obli-


gatorio, la cuestión de la objeción de conciencia se ha planteado en todos los

Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018 |71


El arquetipo del guerrero como factor determinante para la creación de la masculinidad hegemónica

continentes, sobre todo en los países en que el reclutamiento es obligatorio.


Muchos países reconocen la objeción de conciencia en sus leyes o incluso en
su constitución. Con la aprobación de la Declaración Universal de Derechos
Humanos, y posteriormente del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Po-
líticos, la objeción de conciencia se convirtió en una importante cuestión de
derechos humanos (Naciones Unidas, 2012).

Desde el panorama colombiano, la objeción de conciencia es un derecho reco-


nocido como fundamental, por su relación con el derecho a la libertad de conciencia,
contenido en el artículo 18 de la Constitución Política. La objeción de conciencia ha
sido un derecho desarrollado en la jurisprudencia de la Corte Constitucional a partir
del año 2009 que le reconoce el carácter de fundamental, antes de ese año, y a pe-
sar de ser una obligación adquirida internacionalmente, la Corte no reconocía este
derecho. En sentencia C-728 de 2009 que fue la primera sentencia que reconoció el
derecho a la objeción de conciencia, la Corte Constitucional la define como:

La objeción de conciencia ha sido definida como la resistencia a obedecer


un imperativo jurídico invocando la existencia de un dictamen de conciencia
que impide sujetarse al comportamiento prescrito, por lo que la objeción de
conciencia supone la presencia de una discrepancia entre la norma jurídica y
alguna norma moral, siendo reconocido por la Corte que es posible objetar por
razones de conciencia deberes laborales, educativos y profesionales, y con re-
ferentes normativos del bloque de constitucionalidad como el que se desprende
de la Resolución 1989/59 adoptada por la Comisión de Derechos Humanos de
las Naciones Unidas, sobre objeción de conciencia al servicio militar, la cual se
da, entre otras, “reconociendo el derecho de toda persona  a tener objeciones
de conciencia al servicio militar como ejercicio legítimo del derecho a la liber-
tad de pensamiento, de conciencia y de religión enunciado en el artículo 18 de
la Declaración Universal de Derechos Humanos y en el artículo 18 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos” (Corte Constitucional, 2009).

De esta sentencia surge la orden dada al Ejército de crear una comisión multi-
disciplinar para revisar y decidir sobre las solicitudes presentadas para reconocer la
calidad de objetor de conciencia. Dicha comisión fue reglamentada hasta el año 2017
en la Ley 1861, que determina que estará conformada por “el comandante del distrito
militar correspondiente, un comité de aptitud psicofísica conformado por un médico y

72| Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018


Ana María Gallego Patiño

un sicólogo, el asesor jurídico del Distrito Militar y un delegado del Ministerio Público”
(Ley 1861, 2017, art. 7).
Los argumentos para que una persona sea declarada objetor de conciencia de-
ben ser de contenido ético, religioso o filosófico; los cuales deben ser demostrados
como razones sinceras, profundas y fijas. Esta exigencia es acorde a los parámetros
dados por la Corte Constitucional en sentencia T- 455 de 2014:
 
El objetor de conciencia tiene la obligación de demostrar las manifestaciones
externas de sus convicciones y de sus creencias. Es su deber, probar que su
conciencia ha condicionado y determinado su actuar de tal forma, que prestar
el servicio militar obligatorio implicaría actuar en contra de ella.

En cuanto a las características predicables de las convicciones del objetor de


conciencia (i) se consideran profundas cuando que no son una convicción o
una creencia personal superficial, sino que afecta de manera integral su vida
y su forma de ser, así como la totalidad de sus decisiones y apreciaciones.
Tiene que tratarse de convicciones o creencias que formen parte de su forma
de vida y que condicionen su actuar de manera integral; (ii) son fijas cuando se
trata de convicciones que no puedan ser modificadas fácil o rápidamente; y (iii)
son sinceras, en tanto son honestas o veraces, no son falsas, acomodaticias
o estratégicas. Tiene que tratarse de convicciones o creencias que constituyan
parte de su forma de vida y que condicionen su actuar de manera integral.

Por otra parte, vale resaltar que en la sentencia C-728 de 2009, se aclara que la
objeción de conciencia no se circunscribe a un tema religioso

Por otra parte, aclara la Corte, que las convicciones o creencias susceptibles
de ser alegadas pueden ser de carácter religioso, ético, moral o filosófico. Las
normas constitucionales e internacionales, como fue expuesto, no se circuns-
criben a las creencias religiosas, contemplan convicciones humanas de otro
orden, que estructuran la autonomía y la personalidad de toda persona.

De lo anterior podemos concluir que la manifestación de un varón, de no querer


reproducir modelos nocivos de masculinidad, es un argumento válido para objetar
por conciencia, en cuanto ha construido su personalidad desde un pensamiento an-
tipatriarcal, feminista, pacifista y, tal como lo ha reconocido la Corte en múltiples

Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018 |73


El arquetipo del guerrero como factor determinante para la creación de la masculinidad hegemónica

sentencias, que tratan de la libertad de conciencia, la falta de coherencia entre lo que


se profesa y los actos cotidianos de las personas, puede causar gran sufrimiento
(Corte Constitucional, 2015).
Un ejemplo de esto es una historia de vida de un joven que participó en una cam-
paña realizada el año 2015 en la ciudad de Medellín, denominada Bájate de camión;
él al ser reclutado en contra de su voluntad, se negó a cumplir con las actividades que
le exigían en el batallón, aunque eso le costara sanciones que incluso traspasaban al
plano de lo físico. Al ser requerido por las razones de su negativa, su respuesta fue
que simplemente no quería ser violento. Un argumento que calificado por un tribunal
militar, quizás no sea convincente, si éste no analiza la solicitud desde una perspectiva
de género.
Otras sentencias que refuerzan la postura defendida en este artículo, son la SU-
108 de 2016 que afirma la necesidad de reconocer la libertad de conciencia en una
sociedad pluralista, democrática y participativa como lo es el Estado colombiano; y la
sentencia T-409 de 1992 que dice:

La Corte Constitucional determinó que la libertad de conciencia consistente en 


la facultad que tiene una persona para actuar en determinado sentido, o para
abstenerse de hacerlo, se ve determinada en grado sumo por sus conviccio-
nes, por su propia ideología, por su manera de concebir el mundo. Reconoce
que las convicciones e ideologías son el producto de la formación social, mo-
ral, académica y dado el caso, religiosa, que condiciona a cada individuo, en
cuanto le impone modelos de comportamiento en la sociedad a la que pertene-
ce. La garantía de esa libertad implica que ese sistema de valores no puede ser
invadido ni modificado por acción del Estado.

Se propone entonces mirar la objeción de conciencia desde una epistemología


feminista, lo que nos permite entender que más allá de oponerse al militarismo y a la
guerra, la objeción de conciencia representa una manifestación del ejercicio del dere-
cho que tiene cada persona de definir, según le parezca, su identidad y una búsqueda
de la masculinidad propia, alejada del modelo hegemónico.
Es por esto, que la postura que se defiende con este trabajo, es la afirmación de
nuestro derecho a decidir el desarrollo que queremos darle a nuestra existencia, va
directamente ligado con el concepto que constitucionalmente se tiene de dignidad,
por lo tanto para declararse objetor.

74| Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018


Ana María Gallego Patiño

También podría ser un argumento válido el hecho de que, ajenos a motivos reli-
giosos o éticos, los jóvenes deciden no tomar las armas porque decidieron construir-
se como hombres alejados a los estereotipos de género.
Un avance significativo, a la hora de reconocer la objeción de conciencia desde la
perspectiva de género, es el tratamiento que se le ha dado a la mujer trans, como se
puede observar en el informe dado por la Defensoría del Pueblo en el año 2014, donde
explica las razones por la que una mujer transgénero no debería prestar el servicio
militar obligatorio.

A juicio de la Defensoría del Pueblo, una mujer trans no debe ser obligada
a prestar servicio militar obligatorio, dada su construcción de mujer. Pensar
lo contrario sería negar el sentido y la construcción identitaria, lo cual iría en
contravía de nuestros mandatos constitucionales. Tampoco se le debe obligar
a portar la libreta militar […].
El Estado está en la obligación de proteger, respetar y garantizar todos los dere-
chos humanos a las personas, sin ningún tipo de discriminación por su orien-
tación sexual, identidad o expresión de género, lo cual enmarca los derechos
al libre desarrollo de la personalidad y libertad de conciencia que reconoce la
Constitución Política.

Conclusiones

Si hacemos uso de la analogía, un hombre que ha decidido construir su identidad


de género, alejado completamente de la masculinidad hegemónica, sino que decide
construir por su cuenta su masculinidad, también debe permitírsele su derecho a la
objeción de conciencia.
Cabe recordar que la imposición de la masculinidad hegemónica en el aspecto
de la guerra, ha dejado secuelas psicológicas de gran envergadura a quienes han
participado de conflictos bélicos, como es el shock postraumático, la depresión y los
suicidios; lo que representa una clara evidencia que el varón postmoderno no está
preparado para asumir esta imposición de género y obligarlo sería un golpe directo
contra su dignidad.
El arquetipo del guerrero mantiene vigente la violencia que trae inmersa la mas-
culinidad hegemónica. Buscar que estos estereotipos se mantengan vigentes en la

Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018 |75


El arquetipo del guerrero como factor determinante para la creación de la masculinidad hegemónica

sociedad, es promover que la estela de muertes que ha dejado el patriarcado a hom-


bres y mujeres se siga acrecentando.
Por lo tanto es labor nuestra y de los estados, promover que tanto hombres
como mujeres, en especial los hombres, encuentren otras formas se asumir el género
dentro de nuestra sociedad, de-construyendo las imposiciones dañinas que trajo la
historia millones de años atrás.
Aunque la justificación de la existencia del ejército según Tomas Hobbes, es
proteger al hombre de su propio estado de naturaleza, ya vemos que según el análisis
histórico, este estado de naturaleza violento y beligerante obedece a una programa-
ción cultural más que a una biológica. Es contradictorio luchar contra una realidad
perpetuándola, no es posible luchar contra la violencia propia del género masculino
manteniendo en la sociedad arquetipos como el del soldado.

76| Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018


Ana María Gallego Patiño

Bibliografía

Aguilar Teresa. (2008). El sistema sexo-género en los movimientos feministas. 4 de mar-


zo de 2018, de Amnis sitio web: https://journals.openedition.org/amnis/537?lang=es
Burin Mabel, Meler Irene (1998). Género y familia: poder, amor y sexualidad en la cons-
trucción de la subjetividad. Buenos Aires Argentina: Paidós.
Congreso de la Republica (4 de agosto de 2017) por la cual se reglamenta el servicio
de reclutamiento, control de reservas y la movilización [Ley 1861 de 2017] recuperado de:
http://es.presidencia.gov.co/normativa/normativa/LEY%201861%20DEL%2004%20DE%20
AGOSTO%20DE%202017.pdf
Congreso de la Republica (3 marzo de 1993) “Por la cual se reglamenta el servicio de
Reclutamiento y Movilización”. [Ley 48 de 1993] recuperado de: http://www.alcaldiabogota.
gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=8633
Corte Constitucional (14 de octubre de 2009) C-728 de 2009 [MP Gabriel Eduardo
Mendoza Martelo].
Corte Constitucional (7 de julio de 2014) T-455 de 2014 [MP Luis Ernesto Vargas Silva].
Corte Constitucional (22 de febrero de 2015) T-077 de 2015 [MP Jorge Iván Palacio
Palacio].
Corte Constitucional (3 de marzo de 2016) SU-108 de 2016 [MP Alberto Rojas Ríos].
Corte Constitucional (8 de junio de 1992) T-409 de 1992 [MP José Gregorio Hernández
Galindo]
Corte Constitucional (16 de noviembre de 1994) C-514 de 1994 [MP Fabio Morón Díaz]
Defensoría del Pueblo (2014) Servicio Militar Obligatorio en Colombia: incorporación,
reclutamiento y objeción de conciencia. Bogotá, pp. 67-70
Ehrmantraut Paola B. (2013). Masculinidades en guerra: Malvinas en la literatura y en el
cine. Córdoba Argentina: Comunicarte.
Faur Eleonor (2004). Masculinidades y desarrollo social. Bogotá Colombia: Arango Editores.
Faus Joan. (2013). Las cicatrices invisibles de la guerra. 4 de marzo de 2018,
de Periódico el País. Sitio web: https://elpais.com/internacional/2013/10/31/actuali-
dad/1383239723_785609.html

Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018 |77


El arquetipo del guerrero como factor determinante para la creación de la masculinidad hegemónica

Ferré Joan Vendrell (2013). La violencia del género: una aproximación desde la antropo-
logía. Cuernavaca México: Universidad Autónoma del estado de Morelos.
García Puente Juan. (1986). Obras Completas de Simon de Beavoir. Madrid España:
Aguilar.
Naciones Unidas (1993). La Objeción de conciencia al servicio militar. Nueva York y
Ginebra, pp.1-5.
Observación General No. 22. Comentarios generales adoptados por el Comité de los
Derechos Humanos, Artículo 18 - Libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, 48º
período de sesiones, U.N. Doc. HRI/GEN/1/Rev.7 at 179 (1993).
Puleo Alicia (2005). El patriarcado: ¿una organización social superada? Temas para el
debate, 133, pp. 39-42.
Schongut Grollmus Nicolas. (2012). La construcción social de la masculinidad: poder,
hegemonía y violencia. Psicología, Conocimiento y Sociedad, 2, pp. 27-65.

78| Facultad de Derecho • Vol. 4 núm. 7 • ISSN: 2463-0098 • Enero-junio de 2018

También podría gustarte

pFad - Phonifier reborn

Pfad - The Proxy pFad of © 2024 Garber Painting. All rights reserved.

Note: This service is not intended for secure transactions such as banking, social media, email, or purchasing. Use at your own risk. We assume no liability whatsoever for broken pages.


Alternative Proxies:

Alternative Proxy

pFad Proxy

pFad v3 Proxy

pFad v4 Proxy