Concepciones y Enfoques de Aprendizaje
Concepciones y Enfoques de Aprendizaje
Concepciones y Enfoques de Aprendizaje
Lectura
Concepciones y enfoques
de aprendizaje
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propios procesos cognitivos son requisitos fundamentales para conseguir un
estudiante autónomo, independiente y que controle su aprendizaje.
Parece aceptado, por tanto, que aprender requiere disposición para ello,
además de la posesión y utilización de las estrategias precisas. Esta disposición
implica, necesariamente, motivación (o, más concretamente, un conjunto de
variables cognitivo-motivacionales como las metas de aprendizaje, las pautas
atribucionales o el autoconcepto), pero también qué concepción de aprendizaje
mantiene el estudiante y cómo lo aborda (enfoques de aprendizaje). Ambas
temáticas, relacionadas entre sí, serán el tema que trataré a continuación.
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Ya en la década actual, Watkins, Regmi y Astilla (1991), en un estudio
realizado con estudiantes nepaleses, encontraron evidencia de tres concepciones de
aprendizaje:
1. el aprendizaje como un incremento en el conocimiento, que refleja un claro
componente cuantitativo.
2. el aprendizaje como aplicación; el aprendizaje se considera como la
habilidad para aplicar conocimiento a nuestra vida diaria.
3. el aprendizaje como desarrollo personal.
Las dos primeras concepciones, que son las que aparecen con mayor
frecuencia, son muy similares a las citadas por Saljö (1979) y Watkins y Regmi
(1990), obtenidas de los análisis de comentarios abiertos de estudiantes suecos,
británicos y nepaleses universitarios, respectivamente.
La tercera concepción, también identificada por Watkins y Regmi (1990),
implica no sólo ver el mundo de forma diferente, sino también el cambio de la
persona debido a ello.
Sin embargo, no se encontró evidencia de las otras concepciones descritas
anteriormente, el aprendzaje como memorización y reproducción de hechos y el
aprendizaje como comprensión, identificadas en investigaciones suecas y británicas.
En la investigación de Watkins y Regmi (1992), realizada con estudiantes
nepaleses de primer curso de un máster, aparecieron cinco concepciones de
aprendizaje ya descritas en otros trabajos anteriores:
1. el aprendizaje como incremento en el conocimiento, que fue la respuesta
más común (el 44,00%).
2. el aprendizaje como aplicación, que es la segunda concepción más popular
(el 22,8%). Aplicación entendida como capacidad para resolver problemas
de la vida real (problemas prácticos).
3. el aprendizaje como comprensión, que refleja ya un papel activo del
estudiante en el aprendizaje. El énfasis se pone en el significado de lo que
se va a aprender.
4. el aprendizaje como visión diferente de las cosas, en la que el aprendiz
cambia la forma de pensar como resultado de la enseñanza (9,2%).
5. el aprendizaje como transformación de la persona. Esta concepción se
construye jerárquicamente sobre las dos concepciones previas: al obtener
insight sobre el objeto de estudio, se desarrolla una nueva forma de ver el
mundo y esto puede llevar a una transformación de la persona.
Pero también aparecieron dos concepciones adicionales, explicitadas por
aproximadamente el 10% de los sujetos:
- el aprendizaje más real se produce fuera del contexto escolar o académico.
- existencia de un conocimiento correcto o incorrecto que puede ser enseñado.
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Un estudio reciente, el de Bruce y Gerber (1995), realizado con profesores
universitarios, puso de relieve seis concepciones de aprendizaje. Cada una de ellas
se formula en términos de tres componentes: qué es el aprendizaje, cómo se obtiene
y cómo se demuestra el aprendizaje realizado.
En la primera concepción el aprendizaje se considera como la adquisición
de conocimiento a través del uso de habilidades de estudio en la preparación de
tareas de valoración.
Esto implica la utilización apropiada de estrategias de estudio para el
aprendizaje de textos, participación en lecturas y especialmente en la preparación
para tareas o exámenes. En esta concepción se resalta la capacidad del estudiante
para aprender a través de la aplicación de destrezas tales como la toma de notas, la
lectura de textos, la preparación de exámenes y las tareas escritas. El empleo de
capacidades analíticas apropiadas y la implementación de estas destrezas de estudio
académicas permite un aprendizaje más efectivo y un mayor grado de éxito.
En la segunda concepción el aprendizaje se considera como la asimilación de
nuevo conocimiento y la habilidad de explicarlo y aplicarlo en disciplinas relevantes
o en áreas profesionales. El foco se centra en el contenido.
Esta asimilación se facilita a través de diversas estrategias como la toma de
notas, el conocimiento de la estructura de la lectura, la revisión y contestación a
preguntas u otras, tales como la solución de problemas.
El aprendizaje se demuestra por la capacidad para explicar conceptos
importantes o para aplicar lo enseñado en contextos alternativos.
En la tercera concepción el aprendizaje se contempla como el desarrollo de
habilidades de pensamiento. Como consecuencia, los estudiantes desarrollan
estructuras cognitivas indicativas de que se ha producido aprendizaje. Mediante el
uso de estas estrategias cognitivas de alto nivel, los estudiantes son capaces de
construir significados de contenidos particulares en las distintas materias y
demostrar su conocimiento.
El foco está en las habilidades de pensamiento y abstracción. El aprendizaje
se demuestra mediante la capacidad para argumentar o contestar y es a veces
reforzado a través de la experiencia práctica.
En la cuarta concepción el aprendizaje se considera como el desarrollo de
competencias de profesionales principiantes. Estas competencias reflejan los
procedimientos mediante los que los profesionales aplican su conocimiento en sus
actividades profesionales, desarrollan conceptos claves y resuelven problemas. Se
piensa que la habilidad para realizar aplicaciones prácticas con éxito es un
importante aspecto de la experiencia de aprendizaje. El foco aquí está en el
desarrollo de competencias para el contexto profesional.
Se aprende mediante experiencias que facilitan la ejercitación de destrezas
básicas y asimilación de conceptos. Estas destrezas se desarrollan a través de
experiencias con problemas de la "vida real" y de la comparación de posibles
soluciones con las de un experto.
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En la quinta concepción el aprendizaje se contempla como un cambio en las
actitudes personales, en las creencias o en las conductas, en respuesta a diferentes
fenómenos. Las experiencias personales de los estudiantes dentro y fuera de las
aulas influencian tanto su aprendizaje académico como el desarrollo de perspectivas
personales acerca del mundo. Los profesores estiman que pueden influenciar su
aprendizaje mediante la organización de los ambientes de aprendizaje.
De acuerdo con esta concepción también el aprendizaje necesita ser
experimentado y construído sobre experiencias personales.
Diseñar la situación de aprendizaje para asegurar que los estudiantes tengan
acceso a otras perspectivas se convierte en una estrategia crítica para facilitar el
aprendizaje.
En la sexta concepción el aprendizaje se contempla como una experiencia
pedagógica participativa en la que los estudiantes tienen oportunidad de aprender
diferentes estrategias de aprendizaje; esto se reconoce en que aprenden
diferencialmente a partir de distintos enfoques. Mediante su activa participación en
las actividades de enseñanza y aprendizaje, los estudiantes aprenden a hacer y
experimentar. El aprendizaje es determinado mediante algunas formas de control de
su experiencia pedagógica.
El foco está en la exploración de cómo los estudiantes participan en la
experiencia de aprendizaje con la intención de optimizar las oportunidades
disponibles en un contexto de enseñanza/aprendizaje.
En esta concepción se producen con facilidad cambios en el enfoque de los
profesores del aprendizaje de los estudiantes. Se interesan por la investigación sobre
la naturaleza del aprendizaje de los estudiantes y se quedan con la mejor teoría del
aprendizaje.
El análisis de estas concepciones de los profesores acerca del aprendizaje de
los estudiantes pone de relieve algunas diferencias significativas en relación con
otros estudios previos, particularmente en relación a la primera y la última
categoría, que pueden ser consecuencia de que los sujetos empleados en esta
investigación son profesores. El énfasis puesto en la primera concepción en las
destrezas académicas de estudio puede ser el resultado de incluir en este trabajo a
profesores noveles. La aparición de esta sexta concepción puede deberse al fuerte
interés por la enseñanza y el aprendizaje en la cultura de la universidad en la que se
realizó esta investigación. En ella se ha prestado una significativa atención a la
creación de un ambiente en el que se fomente la calidad de la enseñanza y el
aprendizaje.
Las otras categorías reflejan concepciones similares a las encontradas en
investigaciones previas. Así, la segunda concepción es semejante a la concepción
del aprendizaje como un incremento de conocimiento. Esta visión del aprendizaje
puede también apuntalar concepciones de enseñanza como una presentación o
transmisión de información.
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La tercera concepción puede estar relacionada con la concepción de
enseñanza que propicia un cambio conceptual. Las relaciones entre estas categorías
dependen del significado del término "cambio conceptual". La descripción de
Dall´Alba (1991) identifica el foco de la concepción de la enseñanza como un
cambio en el conocimiento de los estudiantes. Esto puede implicar o no el cambio
de "estructuras cognitivas" descrito por los participantes en este estudio.
El aprendizaje en la cuarta concepción tiene claras relaciones con otras
identificadas previamente. Puede asociarse con la concepción de la enseñanza
descrita como "desarrollo de la capacidad de ser experto" (Dall´Alba, 1991). La
noción de "hacerse capaz" descrita por este autor se relaciona fácilmente con las
necesidades de los estudiantes por desarrollar destrezas y conocimientos que puedan
implementar. Esta concepción del aprendizaje del estudiante es también similar a la
concepción del aprendizaje de los estudiantes como una aplicación (Marton,
Dall´Alba y Beaty, 1993) y del aprendizaje como una adquisición de datos y
procedimientos que pueden ser utilizados en la práctica (Saljö, 1979).
La quinta concepción tiene también homólogos entre las concepciones del
aprendizaje y las concepciones de la enseñanza. P.e., cuando la enseñanza es vista
como una vía para explorar conocimiento desde perspectivas particulares
(Dall´Alba, 1991), la asunción subyacente es que los estudiantes aprenderían que
existen visiones alternativas a las que tienen otros estudiantes. Cuando se comparan
las concepciones de los aprendices, esta categoría es una amalgama de dos
categorías identificadas previamente (Marton y otros, 1993): el aprendizaje como un
procedimiento diferente y como un cambio en la persona.
Los resultados de las diversas investigaciones revisadas sobre las
concepciones de aprendizaje apuntan a la evidencia de ciertas diferencias en las
concepciones encontradas en función de los sujetos estudiados, y especialmente
cuando se comparan profesores y estudiantes. Puede apuntarse que estas
concepciones reflejan las influencias de contextos distintos en los que se
desenvuelven. Algo que, veremos, se observa de manera más acusada en los
enfoques de aprendizaje. Por ello, especialmente de cara a la investigación futura, es
necesario plantearse la investigación de las concepciones de aprendizaje en grupos
diversos.
Pero también observamos que, a pesar de estas diferencias, puede hablarse
de una notable coincidencia en las concepciones de aprendizaje descritas. En
concreto, pueden señalarse dos grandes tipos de concepciones de aprendizaje: 1) las
que podríamos denominar como cuantitativas o ingenuas o reproductivas, siguiendo
la terminología de Martin y Ramsden (1987) y de Van Rossum y Schenk (1984),
respectivamente; 2) las que podríamos denominar como cualitativas, sofisticadas o
constructivas, siguiendo la terminología de los autores ya señalados.
En líneas generales, las primeras conciben el aprendizaje como una
adquisición o incremento de conocimientos, apoyándose básicamente en una
memorización más repetitiva que comprensiva, que se aplica a diversas situaciones.
Por eso, puede afirmarse que está primera concepción está más asociada con los
enfoques superficiales (Marton y Saljö, 1984; Biggs, 1989). Las segundas conciben
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el aprendizaje como un proceso que lleva a un mayor conocimiento de la realidad,
que facilita una comprensión significativa y que puede generar cambios
conceptuales y personales. Esta segunda concepción se asocia más con el enfoque
profundo (Marton y Saljö, 1984; Biggs, 1989).
Dada la notable relación entre las concepciones de aprendizaje y las
concepciones de enseñanza, especialmente cuando los sujetos estudiados son
profesores, puede conjeturarse con la existencia de relaciones entre una concepción
individual de enseñanza y de aprendizaje. De hecho, Watkins y Regmi (1992)
encontraron alguna evidencia, aunque débil, de relación entre concepciones de
enseñanza y de aprendizaje cuando las concepciones de aprendizaje se agruparon en
dos categorías, cuantitativa y cualitativa, y las concepciones de enseñanza se
agruparon en otras dos, objetivos cuantitativos y cualitativos.
De los resultados obtenidos en el estudio de Bruce y Gerber (1995) podemos
extraer algunas conclusiones de interés para esta línea de investigación. P.e., puede
pensarse que las concepciones de la enseñanza como transmisión o presentación de
la información estén ligadas a una concepción del aprendizaje del estudiante como
una adquisición de nuevo conocimiento. De la misma manera, la concepción de la
enseñanza como el desarrollo de la capacidad para ser experto puede estar asociada
con la consideración del aprendizaje del estudiante como el desarrollo de
competencia profesional. Algunas investigaciones previas se han interesado ya por
el estudio de estas relaciones (Trigwell y otros, 1994).
En cualquier caso, parece posible hablar de una cierta consistencia en las
concepciones de aprendizaje, que son más difícilmente modificables. Ahora bien,
cuando se logra un cambio en ellas, normalmente ello tiene efectos inmediatos
sobre los enfoques de aprendizaje, sobre el proceso de aprendizaje y,
previsiblemente, sobre algunos de los componentes de la motivación (p.e., las metas
y las atribuciones).
Algunos estudios recientes han planteado la posibilidad de modificar estas
concepciones de aprendizaje. En concreto, el estudio de Norton y Crowley (1995)
investigó las concepciones de aprendizaje de estudiantes de primer curso de
psicología, la incidencia de un programa de cambio de estas concepciones y su
repercusión sobre las calificaciones obtenidas en el curso. Se aplicó un programa de
ocho talleres. El primer taller fue diseñado como una sesión introductoria del
programa completo destacando la naturaleza de la educación superior con particular
énfasis en la comunicación de las expectativas departamentales acerca del logro de
aprendices independientes. Los siguientes cuatro talleres fueron dedicados a ensayo
escrito, centrándose específicamente en la consecución de los objetivos que los
tutores de psicología querrían encontrar en los ensayos escritos de los estudiantes.
El sexto taller se dedicó al análisis de los beneficios del desarrollo de un enfoque
profundo. Finalmente, los dos últimos talleres se referían a los exámenes. El
séptimo taller tenía como objetivo animar a los estudiantes a adoptar un enfoque
profundo cuando repasaban y el octavo taller fue usado para dar consejos sobre
cómo los estudiantes podrían maximizar su rendimiento en los exámenes. Los ocho
talleres fueron desarrollados a lo largo del curso.
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Se pretendió que cada taller siguiera el formato de una corta introducción
seguida por algunos ejercicios prácticos o discusión en pequeños grupos.
A todos los estudiantes que iniciaron el primer taller se les pidió que
respondieran a la siguiente cuestión: ¿Qué significa para ti el aprendizaje? Se les
preguntó lo mismo en el penúltimo taller. De esta manera, se obtuvieron dos
registros de las concepciones de aprendizaje de los estudiantes: una medida antes
del programa y otra posterior. Al final del año académico, se recogieron medidas de
rendimiento académico y de asistencia a los diversos talleres que integraban el
programa. Concretamente, se registraron las notas en los trabajos de curso de los
estudiantes, las notas en los exámenes y los niveles de asistencia a los ocho talleres.
Las concepciones de aprendizaje utilizadas para el análisis del contenido de
las respuestas son las descritas por Martin y Ramsden (1987).
Uno de los resultados más significativos de este estudio fue que el 77% de
los 123 estudiantes a los que se les preguntó al comienzo sobre su concepción de
aprendizaje tenían una concepción ingenua del aprendizaje. Esto confirma la
afirmación de Van Rossum y Schenk (1984) de que una buena parte de los
estudiantes universitarios que comienzan sus estudios tienen una concepción de
aprendizaje reproductiva. La evidencia sugiere que la aplicación de un programa de
aprender a aprender, integrado dentro del currículum de la carrera, ayuda a los
estudiantes a desarrollar una concepción más sofisticada. En efecto, los resultados
muestran un significativo incremento en el porcentaje de estudiantes que tienen una
concepción sofisticada (del 29 al 60%).
Al mismo tiempo, se produce un decremento en el número de estudiantes
con concepciones 1 y 2 y un aumento paralelo de las concepciones 3, 4 y 5. El
porcentaje de estudiantes que mantienen una concepción de aprendizaje ingenua
descendió desde el 71% al 40%.
Otro de los resultados obtenidos puso de relieve que los estudiantes con
concepciones sofisticadas rendían mejor en los exámenes que aquéllos que tenían
una concepción ingenua. Sin embargo, estas diferencias no aparecían cuando se
midió el rendimiento en las pruebas de ensayo. La explicación de este hecho no
parece clara.
Finalmente, los datos apuntan a una confirmación de la relación entre
concepciones sofisticadas y enfoques profundos.
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En 1975, Saljö encontró que un grupo de estudiantes universitarios que
tenían que realizar una tarea de leer textos ponían nítidamente de manifiesto
estrategias diferentes: unos se centraban preferentemente en las palabras utilizadas
por el autor, intentando memorizar y recordar posteriormente las consideradas
claves; otros, por el contrario, emplearon estrategias que les posibilitaban la
comprensión del significado del texto. Unos usaban estrategias encaminadas a la
reproducción precisa, mientras que los otros pretendían una comprensión profunda
de la información, buscando su interrelación con otras informaciones. Mientras que
los primeros tenían la intención de reproducir la información, los segundos
pretendían comprender en profundidad.
Estos resultados le llevaron a introducir el concepto de aproximación o
enfoque ("approach"), buscando caracterizar lo que consideró una diferencia
fundamental en la intención con que grupos de estudiantes abordaban las tareas de
aprendizaje. Adoptando la denominación utilizada por Craik y Lockhart (1972)
acerca de los niveles de procesamiento en la memoria de trabajo, Marton se refirió a
estos enfoques como "procesamiento superficial" del texto, al nivel de las palabras y
las oraciones, y como "procesamiento profundo" del contenido semántico. El
posterior trabajo de Marton y Saljö (1976) confirmaba la existencia de estos
distintos niveles de procesamiento de un texto.
Estas diferencias señaladas en la forma en que los estudiantes abordaban las
situaciones de aprendizaje se evidenciaron, posteriormente, en muy diversas
actividades. Ello propició que se le atribuyera una mayor generalidad a esta
característica del estudiante a la hora de abordar la realización de una tarea, y que
surgiera una corriente investigadora, desarrollada en distintas universidades de todo
el mundo (Inglaterra, EE.UU., Suecia, Australia, Hong Kong, Sudáfrica....)
interesada en el estudio de los enfoques de aprendizaje. También aquí surgió la
dicotomía entre el uso de metodologías "cuantitativas", apoyadas en el empleo de
grandes muestras, la elaboración de cuestionarios y el uso de sofisticadas técnicas
multivariadas de análisis; y metodologías más "cualitativas", que estudian
minuciosamente un pequeño número de estudiantes, cuyas introspecciones acerca
de sus enfoques de aprendizaje proporcionan la mayor parte de los datos que son
sometidos a análisis.
En cualquier caso, desde ambos planteamientos metodológicos se observó
una notable consistencia en la identificación de dos tipos de enfoques de
aprendizaje: profundo y superficial. Marton, Hounsell y Entwistle (1984) señalaron
también la existencia de un tercer enfoque, el estratégico. Sin embargo, no parece
que pueda afirmarse con certeza que sea claramente distinto de los otros dos.
Richardson (1994), en un trabajo reciente, reitera la evidencia de la existencia
diferencial de estos dos enfoques: una orientación hacia la comprensión del
significado (enfoque profundo) y una orientación hacia la reproducción (enfoque
superficial). Considera, en cambio, que la evidencia existente de un enfoque
estratégico o de logro es inconsistente.
En la literatura especializada a estos dos enfoques se les ha considerado
contrapuestos y, por lo tanto, no combinables. Así, Biggs (1987) resumía sus
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características diferenciales tal como aparecen en el cuadro siguiente, distinción
muy similar a la ofrecida por Entwistle (1987).
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Manifiesta un interés intrínseco en el contenido a aprender, que se aborda
con la intención de comprenderlo. El estudiante pretende extraer significado
personal de la tarea.
Diversas investigaciones se interesan por estudiar las relaciones entre tipos
de motivación y enfoques de aprendizaje (p.e., Entwistle y Kozéki, 1985; Entwistle
y Ramsden, 1983). A partir de sus conclusiones, se mantuvo posteriormente la
íntima relación entre este enfoque profundo y la motivación intrínseca.
La asignación por parte del estudiante de un valor intrínseco a las diversas
tareas y al trabajo escolar lleva a un mayor compromiso cognitivo con el trabajo
diario en el aula y fuera de él. Hay, pues, una mayor implicación cognitiva. Esta
implicación favorece el empleo y mantenimiento de un esfuerzo prolongado.
El estudiante con un enfoque profundo utiliza estrategias cuyo objetivo es
encontrar el significado profundo del contenido, adquiriendo competencia mediante
la interrelación de los contenidos entre sí, relacionándolos, a su vez, con los
conocimientos previos pertinentes.
Construye, pues, su conocimiento mediante el establecimiento de una red de
conexiones significativas entre la nueva información y los conocimientos
previamente adquiridos. De esta manera, se facilita la realización de aprendizajes
significativos, posibilitando el establecimiento de relaciones entre conceptos en la
memoria semántica a largo plazo.
Suele propiciar aprendizajes de más alta calidad que el otro enfoque (Biggs,
1979; Dahlgren, 1984; Schmeck y Phillips, 1982), si bien esto no siempre se refleja
en las calificaciones académicas, aunque lo habitual es que los estudiantes con este
enfoque obtengan aceptables o buenos resultados académicos. En efecto, Watkins
(1982, 1983) comprobó la existencia de una correlación no excesivamente elevada
entre este enfoque y las calificaciones obtenidas por los estudiantes que lo
presentaban.
Su aprendizaje revela un elevado nivel de comprensión, puesto de relieve por
respuestas equivalentes al nivel de "relacionante" (la información relevante aparece
interrelacionada y las conclusiones se extraen de este análisis) o de "abstracta
extendida" (la contestación no sólo interrelaciona la información, sino que recurre a
conceptos abstractos y a teorías que permiten dar una explicación más completa y
formal) en la taxonomía SOLO, desarrollada por Biggs y Collis (1982, 1989). Los
conocimientos aprendidos poseen un alto nivel de estructuración. Sin embargo,
conviene señalar que, como han puesto de relieve estudios recientes (p.e., Boulton-
Lewis, 1992, 1994), este tipo de respuestas es poco frecuente entre los estudiantes, e
incluso entre los profesores, no hallándose, además, cambios significativos reales en
la calidad de los aprendizajes a lo largo de los años de enseñanza universitaria.
El ya citado trabajo de Selmes (1987) aporta una caracterización del enfoque
superficial. Basándome en él, sintetizo en el cuadro siguiente los componentes
fundamentales de este enfoque.
Basándome en el citado trabajo de Cabanach y otros (1992) sobre esta
temática, ampliaré la caracterización de este enfoque superficial.
16
pasividad en la realización aislamiento de partes del memorización
de la tarea material o la tarea
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Las estrategias utilizadas pretenden la organización y distribución del tiempo
y el espacio de trabajo, así como la cobertura más eficaz del programa de estudios.
Lo más distintivo es la utilización de métodos de estudio bien planificados y
adecuadamente organizados.
En consecuencia, hay un manejo sistemático del esfuerzo en función de las
demandas percibidas en los procedimientos de evaluación.
Se asocia generalmente con la obtención de resultados recompensados
institucionalmente.
Dadas las características de este enfoque, si se acepta su consideración como
tal, es muy posible su combinación con cualquiera de los otros dos. Así, Biggs
(1988b) aludirá a dos enfoques resultantes de esta combinación: (1) el profundo-
logro, que se caracteriza porque el estudiante tiene un alto nivel de motivación
intrínseca, pretende la consecución de altas calificaciones y se aproxima, por tanto,
al trabajo mediante la búsqueda estratégica y organizada del significado; (2) el
superficial-logro, en el que el objetivo fundamental es obtener buenos rendimientos
académicos, pero el estudiante concibe la reproducción precisa de detalles como la
manera más adecuada de conseguir estos resultados.
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tarea, el contenido.... o de intenciones que se ajustan a las demandas percibidas. Es
también posible, pues, que, en congruencia con ello, el estudiante despliegue las
estrategias más adecuadas para dar respuesta a estas intenciones diversas.
Algunas investigaciones aparecidas en los últimos años, que apuntan, según
sus autores, a la aparición de un nuevo enfoque de aprendizaje, que es combinación
de los dos anteriores, que conjuga la intención de comprender con la de memorizar,
vendrían a apoyar mi afirmación anterior. La mayor parte de estos estudios se han
realizado con estudiantes asiáticos que obtienen buenos o excelentes resultados
académicos, a pesar de estar constatado que emplean un aprendizaje
predominantemente reproductivo (ver, p.e., Ballard y Clanchy, 1994; Medrich y
Griffith, 1992).
Kember y Gow (1990) resumen así las características de este enfoque:
- las tareas de aprendizaje son definidas por el profesor.
- el conocimiento se obtiene a través de una sistemática aproximación paso a
paso.
- una vez comprendida cada parte de la tarea, se intentan memorizar los
detalles pertinentes.
Watkins (1994) explica la aparición de este enfoque en base a un proceso de
desarrollo que pasa por 3 ó 4 etapas. Inicialmente, la intención del estudiante es
aprender y obtener un buen rendimiento a través de la reproducción lo más literal
posible de la información. Dado que, a medida que progresa en la escuela, se
produce un aumento de la carga de trabajo, se hace precisa una selección de la
información, ante la imposibilidad de aprenderla literalmente. Se entra entonces en
la fase de aprendizaje memorístico de la información relevante. En la siguiente
etapa se descubre el beneficio de intentar comprender el material antes de la
memorización. La comprensión serviría, pues, para facilitar una más eficaz
memorización (memorización comprensiva). También creyó encontrar evidencia de
una 4ª etapa, en la que la intención es comprender y obtener buenos rendimientos
mediante la combinación de comprensión y memorización. Se conoce el valor de la
comprensión, pero se sabe la necesidad de reproducir material informativo para la
evaluación. Se pretende conjugar ambas cosas.
Apuntando en la misma dirección, Tang (1993) distingue subcategorías
dentro del enfoque superficial. Unos adoptan un "restrictivo enfoque superficial",
que memoriza material sin intención de comprender. Otros adoptan un "enfoque
superficial elaborativo", en el que, al menos, se intenta algún grado de organización
o interrelación de conceptos antes de su memorización.
Asímismo, Marton, Dall´Alba y Tse (1992) encontraron evidencia de dos
variantes de memorización con comprensión. En la 1ª, lo comprendido es,
posteriormente, memorizado. Esta forma parece corresponderse con la descrita por
Kember y Gow, en la que el conocimiento precede a la memorización. En la 2ª, la
memorización es utilizada como una estrategia para conseguir o aumentar
conocimiento.
19
Añadiendo el componente estrategia, Kember (1996) describe posiciones
intermedias dentro de los enfoques.
Enfoque Intención Estrategia
20
También es coherente con el planteamiento realizado el que se haya
encontrado una elevada presencia de enfoques superficiales, y también en
estudiantes con rendimientos académicos superiores, en sociedades donde se
demanda mucho la memorización en la enseñanza y se propicia la práctica de la
retención de datos (p.e., en las escuelas japonesas, donde es importante para
aprender los caracteres de la escritura).
21
Los resultados derivados de estos trabajos también indican que los alumnos
que utilizan estrategias de estudio y aprendizaje congruentes con un enfoque
profundo suelen creerse muy capaces para el trabajo escolar (competencia
percibida), influyendo tales percepciones en el desarrollo de una buena imagen de sí
mismo.
La utilización de un enfoque profundo de aprendizaje se encuentra
fuertemente relacionado con un alto nivel de motivación intrínseca. En términos de
la teoría de Dweck, estos alumnos poseen niveles elevados de metas de aprendizaje.
Pero, además de la motivación intrínseca, suelen también estar motivados para la
búqueda de refuerzo y reconocimiento social (metas de refuerzo social). En general,
los alumnos que utilizan estrategias propias de esta dimensión se sienten muy
interesados por la dirección de sus estudios y tienen buenas expectativas de éxito en
las tareas futuras.
22
motivos, empleándolas eficazmente. Sin embargo, el trabajo de Watkins (1988)
pone en duda la hipótesis de Biggs de que la congruencia motivo/estrategia se
relacione significativamente con el rendimiento académico.
En general, puede afirmarse que el enfoque de aprendizaje se considera
formado por dos componentes: una intención (por qué el estudiante adopta una
estrategia particular) y una estrategia (lo que el estudiante hace). A mi juicio, el
componente fundamental del enfoque de aprendizaje es la intención con la que el
estudiante aborda la realización de una tarea de aprendizaje. De hecho, las
investigaciones más recientes insisten en el papel relevante de la intención, que se
trata de un componente fundamental del enfoque, al mismo nivel, al menos, que las
estrategias en la determinación de los resultados de aprendizaje (Biggs, 1993).
Ya en el modelo 3P de enseñanza Biggs (1989) señalaba una estructura
similar en el enfoque de enseñanza: una intención y una estrategia, siendo la
intención una parte importante del enfoque. A los mismos componentes del enfoque
de enseñanza aluden en un trabajo reciente Trigwell y otros (1994).
El trabajo de Trigwell y Prosser (1996) confirma que las estrategias de
enseñanza adoptadas por los profesores se emparejan con la intención que tienen
para la enseñanza. Así, señala la existencia de cinco enfoques de enseñanza:
a. estrategia focalizada en el profesor con la intención de transmitir
información a los estudiantes.
b. estrategia focalizada en el profesor con la intención de que los estudiantes
adquieran los conceptos fundamentales de la disciplina.
c. estrategia focalizada en la interacción profesor-estudiante con la intención
de que los estudiantes adquieran los conceptos fundamentales de la
disciplina.
d. estrategia focalizada en el estudiante dirigida a que los estudiantes
desarrollen sus concepciones.
e. estrategia focalizada en el estudiante dirigida a que los estudiantes
cambien sus concepciones.
Creo que habría que incidir en la relación entre concepción de aprendizaje
(¿qué es el aprendizaje?), enfoque de aprendizaje (intención con que se aborda el
aprendizaje, el objetivo que se pretende lograr) y las estrategias que se utilizan
(¿qué se hace para cumplir con las intenciones?).
Es muy probable que estos tres aspectos estén relacionados y respondan a
una dirección: concepción ---> enfoque ---> estrategia. Y considero que lo que pone
en marcha esta secuencia son las demandas percibidas del contexto o de una tarea
concreta.
Conviene precisar, finalmente, que los enfoques hacen referencia a la manera
en que un estudiante aborda una tarea; no son, por tanto, una característica
permanente o estable del individuo. Así, un estudiante puede modificar este enfoque
de una tarea a otra, de una asignatura a otra, de un profesor a otro y también, como
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ya hemos puesto de manifiesto, dentro de una misma tarea. Ello no es incompatible,
por supuesto, con el hecho de que se observen tendencias individuales hacia el uso
de uno u otro enfoque.
24
de aprendizaje. La evidencia de que el ambiente de enseñanza influencia el enfoque
de aprendizaje utilizado por parte de los estudiantes se ha encontrado en diversos
estudios (Gow y Kember, 1990; Kember y Gow, 1991). Cuando se pusieron en
marcha experiencias concretas para incrementar la calidad de la enseñanza y el
aprendizaje, como, p.e., la investigación-acción, se produjeron incrementos en las
puntuaciones de enfoque profundo, que aumentaron a lo largo del curso (Kember,
Charlesworth, Davies, McKay y Sivan, 1994).
Ya Entwistle y Ramsden (1983) habían puesto de relieve cómo los
estudiantes adoptaban diferentes enfoques de aprendizaje en base a sus percepciones
de las demandas del contexto de aprendizaje (demandas de la tarea, ritmo de
presentación, entusiasmo del profesor, carga de trabajo o procedimientos de
evaluación). El modelo de influencias situacionales (aprendizaje en contexto),
formulado por Ramsden (1988), alude a tres campos contextuales que ejercen una
notable influencia en el uso de estrategias por parte del estudiante: a. las estrategias
de enseñanza utilizadas (el método de transmisión de lo que se aprende); b. la
evaluación (la forma en que se evalúa el aprendizaje); c. el currículum (el contenido
de aprendizaje).
Estos efectos contextuales operan tanto directa como indirectamente.
Directamente, estos tres campos pueden propiciar el uso de determinadas estrategias
(p.e., un material de aprendizaje que carezca de una estructura coherente puede
forzar su memorización no comprensiva). También pueden influir indirectamente, a
través de las percepciones que los estudiantes tienen de los requisitos de las tareas
de aprendizaje, lo que propiciará que utilicen estrategias que consideran adecuadas
para el logro de los objetivos perseguidos.
Otros trabajos más recientes (p.e., Entwistle y Tait, 1990; Chalmers y Volet,
1991) han proporcionado apoyo a este planteamiento. El trabajo de Volet, Renshaw
y Tietzel (1994) puso de relieve que los enfoques de aprendizaje de estudiantes
asiáticos y australianos se asemejaban después de un semestre de estudiar en el
mismo contexto académico.
Asímismo, el reciente trabajo de Volet y Renshaw (1995) aportó evidencia
de cómo estudiantes del sureste asiático que realizaban sus estudios en
universidades australianas eran altamente perceptivos a las demandas del nuevo
contexto académico, llegando a tener una gran semejanza con los estudiantes
locales tras un semestre de estudio en Australia. Algunos de los resultados se
exponen a continuación.
Por un lado, ambos grupos de estudiantes modificaron su forma de pensar
sobre el aprendizaje y en la misma dirección. Se produjo un acusado ajuste de sus
concepciones ante la influencia de los requisitos del curso y del contexto.
Estos datos apoyan la significatividad de las influencias contextuales no sólo
sobre la naturaleza de las metas de aprendizaje de los estudiantes y las estrategias de
estudio, como ya se observó en investigaciones previas (Ramsden, 1992; Volet y
Chalmers, 1992), sino también en la concepción sobre el aprendizaje.
25
Por otro, también sus niveles de metas de aprendizaje llegaron a ser
similares.
Además, al comienzo del curso los estudiantes se parecían en su falta de
seguridad sobre cuáles contextos de estudio serían más útiles para el logro de sus
metas personales, lo que parece reflejar la incidencia de la novedad del estudio
universitario. Algunos aspectos contextuales fueron percibidos como altamente
útiles (el estudio individual, las tutorías y las conferencias) y otros eran
considerados como poco o nada útiles (estudio con otros y consulta al tutor). Las
diferencias aparecían en este segundo apartado.
Al cabo del semestre se observó un patrón similar de cambios (estudio
individual y tutorías fueron percibidos como los aspectos del contexto más útiles).
Sin embargo, continuaba existiendo alguna discrepancia en cuanto a la importancia
de las conferencias y de la consulta al tutor. Esto último como consecuencia de que
los estudiantes asiáticos concedían una gran importancia para su aprendizaje al
apoyo de otras personas, especialmente de sus tutores.
En resumen, a pesar de que continúan existiendo algunas diferencias, puede
hablarse de una adaptabilidad estratégica a los requerimientos de un nuevo contexto
académico. Estos datos vienen a refrendar la afirmación ya realizada por Selmes
(1985) de que los estudiantes, especialmente los que tienen éxito, adoptan diferentes
enfoques de la tarea en función de su percepción del contexto.
En la literatura especializada se ha investigado el efecto de diferentes
variables contextuales. Una de las variables relevantes es el interés por la tarea o el
contenido. El interés y la asignación de valor a la tarea (valor intrínseco) lleva al
estudiante a una mayor implicación cognitiva y autorregulación de su aprendizaje.
Aunque no siempre determine más altas calificaciones, favorece un mayor
compromiso con el trabajo diario en el aula. Para sentir este interés, es necesario
que el estudiante sepa qué se pretende y sentir que ello cubre alguna necesidad (de
saber, de realizar, de informarse, de profundizar). Desde luego, si un alumno no
conoce el propósito de una tarea y no puede relacionar dicho propósito con la
comprensión de lo que la tarea implica y con sus propias necesidades, muy
difícilmente va a poder llevar a cabo lo que supone el estudio en profundidad. Al
contrario, cuando todo ello permanece desconocido, lo que emerge como guía son
las indicaciones del profesor para cumplir con los requisitos de la tarea, que al no
poder ser relacionadas con las finalidades a que responden pueden propiciar la
adopción de un enfoque superficial.
La gestión del esfuerzo y de la persistencia es una estrategia autorregulatoria
esencial para el rendimiento académico en distintos tipos de tarea (Pintrich y De
Groot, 1990). Una de las manifestaciones de esta gestión está en el tiempo de
estudio individual que emplea el estudiante, que mantiene una fuerte asociación con
la carga de trabajo.
La investigación de Svensson (1977) puso de relieve que muchos de los
estudiantes con un enfoque profundo ("holístico", en su terminología) manifestaban
dedicar al estudio más de tres horas diarias, mientras que los que utilizaban un
26
enfoque superficial dedicaban menos horas. Para este autor la explicación de esta
diferencia residía en que, si bien algunos estudiantes con enfoque superficial
("atomista") estaban lo suficientemente motivados para perseverar durante horas en
el estudio exigido por las diversas materias, la mayor parte de estos estudiantes
pensaban que ello era irrelevante y aburrido y, además, no conducía a la obtención
de éxito en los exámenes.
Posteriormente, Parer y Benson (1989) también sugirieron que aquellos
estudiantes que estaban intrínsecamente motivados y tenían un enfoque profundo
estudiaban durante períodos más largos de tiempo. Lee (1991), que replicó esta
investigación, señalaba que los estudiantes con un enfoque profundo se sentían más
capacitados para afrontar una fuerte carga de trabajo sin estresarse. Debido a su
interés por el contenido y a su implicación, afrontaban las tareas de aprendizaje
como un reto. Ello les permitía perseverar más en su trabajo.
Sin embargo, un estudio reciente (Kember, Jamieson, Pomfret y Wong,
1995) parece contradecir las aportaciones anteriores. En efecto, estos autores
hallaron que los estudiantes que utilizaban un enfoque superficial dedicaban mucho
tiempo al estudio individual. Lo explican como resultado de la falta de eficacia de
las estrategias de estudio utilizadas por ellos. En cambio, la facilidad que tienen los
estudiantes con un enfoque profundo para captar la información relevante hace que
no precisen tanto tiempo para comprenderla.
Kember y otros (1995) explicaron la aparente contradicción de los resultados
de estas investigaciones como resultado de analizar la relación entre el tiempo de
estudio y el enfoque de aprendizaje en función de la interrelación entre estrategias
de estudio, motivación y naturaleza de la materia.
El enfoque superficial no se encamina, primordialmente al menos, a la
comprensión del significado, por lo que los estudiantes ponen en juego estrategias
que les permitan memorizar repetitivamente la densa información. Ello,
lógicamente, les hace emplear una mayor cantidad de tiempo en la tarea.
Ahora bien, la persistencia en la tarea de estudio está relacionada con el nivel
de motivación del estudiante por la consecución del objetivo establecido. Si éste es
alto, el estudiante persistirá en su estudio el tiempo preciso para completar la tarea.
Ello le llevará a dedicar un mayor número de horas de estudio individual. No
ocurrirá lo mismo, en cambio, cuando el nivel motivacional sea menor, pues
entonces no persistirá lo suficiente, produciéndose más fácilmente un abandono. En
este caso, el tiempo de estudio individual será menor.
Pero también el tipo de materia, y más concretamente el procedimiento de
evaluación usado en ella, influencian el tiempo de estudio, ya que actúan sobre la
motivación del estudiante. Si, por ejemplo, se realizan controles o exámenes cada
cierto tiempo, el estudiante, aunque tenga un enfoque superficial, puede verse más
apoyado externamente y más motivado, lo que influenciará su persistencia en el
estudio.
Desde la perspectiva de la enseñanza, el tiempo de aprendizaje académico
tiene que ver con la facilitación de enfoques profundos o superficiales en el
27
estudiante. En efecto, cuando la carga de trabajo es excesiva y el tiempo de
aprendizaje es corto, es más fácil que se propicien enfoques superficiales, cuyo fin
es evitar el fracaso, que ponen en marcha estrategias de aprendizaje repetitivo. En
efecto, como puso de relieve Entwistle (1987), el enfoque profundo requiere tiempo
de aprendizaje para poder utilizar las estrategias que permitan interrelacionar la
información y una comprensión profunda del significado; es decir, para poder
profundizar en el contenido o la tarea.
También se han puesto de relieve conexiones entre carga de trabajo, ciertos
procedimientos de evaluación y la facilitación de enfoques superficiales (ver, p.e.,
Entwistle y Ramsden, 1983). Newble y Hejka (1991), tras estudiar las
aproximaciones al aprendizaje de estudiantes de medicina, señalan que los datos
encontrados parecen sugerir que el enfoque profundo, que teóricamente representa
el más consistente con los objetivos educativos establecidos, es infrautilizado, en
favor de los otros enfoques. Las razones parecen estar en la sobrecarga del
currículum y en una sobredependencia de los procedimientos de evaluación, que
exigen especialmente recordar y reproducir una gran cantidad de información.
Asímismo, una combinación de excesiva carga de trabajo y una limitada
selección de métodos de estudio estaba fuertemente asociada con altas puntuaciones
en enfoque superficiales en un estudio realizado con estudiantes universitarios
británicos (Ramsden y Entwistle, 1981).
El enfoque superficial prevalece en aquellas clases cuyo método de
enseñanza favorece la dependencia y en las que se combina el exceso de trabajo con
la falta de tiempo. Cuando la dinámica que se ha establecido en un grupo exige que
el profesor detalle minuciosamente las consignas que acompañan a una tarea o que
se atribuya en exclusiva su seguimiento, podemos esperar que se favorezca la
dependencia de los alumnos; conviene percatarse de que éstos no necesitan
preocuparse mucho por comprender lo que hacen, pues con seguir las indicaciones
del profesor se aseguran el éxito. Los alumnos tenderán a la autonomía y a
implicarse en el aprendizaje en la medida en que puedan tomar decisiones
razonadas sobre la planificación de su trabajo, se responsabilicen de él y conozcan
los criterios a través de los cuales se van a evaluar sus realizaciones y puedan irlas
regulando.
Cuando el profesor utiliza métodos de enseñanza muy formales cabe esperar
que facilite la adopción de enfoques superficiales. Caben esperar resultados
similares cuando el estudiante depende del profesor a causa de una estructura rígida
o cuando actúa para agradarle. Cuando la enseñanza es menos formal, como es el
caso de una discusión, o cuando existe por parte del profesor una intención clara de
fomentar la comprensión, se favorece el desarrollo de enfoques profundos.
La enseñanza efectiva y una gran libertad para elegir el contenido también
parecen ser importantes influencias positivas en el uso de enfoques profundos. La
enseñanza efectiva pone a los estudiantes en situaciones en las que se sienten
motivados para profundizar en el aprendizaje. Hay una notable coincidencia acerca
de las características de la enseñanza que están vinculadas al desarrollo de enfoques
profundos: habilidad para expresarse, elección del contenido y del método,
28
razonable carga de trabajo, objetivos claros y un factor denominado como
"orientación individualizada". Especialmente importante en la categorización de una
buena enseñanza era el hecho de que se prestara ayuda a los estudiantes con
problemas en su aprendizaje.
Diversas investigaciones han identificado los procedimientos de evaluación
de los estudiantes como las influencias contextuales más críticas (p.e., Watkins y
Hattie, 1985). Mientras que los profesores no consideran la evaluación como parte
de la tarea, los estudiantes, por el contrario, sí lo hacen, lo que justifica el notable
efecto que parece tener este componente instruccional. La elección de una
determinada forma de evaluación refleja en parte las características de una
determinada materia, pero también, y muy especialmente, la concepción del
profesor acerca de lo que significa el aprendizaje. La evaluación es, pues, la fuente
más importante de los mensajes que el profesor proporciona con su enseñanza.
Diferentes estudios han puesto de manifiesto la distancia existente entre lo que los
profesores manifiestan querer de sus estudiantes y las cuestiones de examen que
plantean (Bowden, 1988; Ramsden, 1985). Si el proceso de evaluación proporciona
a los estudiantes una clara indicación sobre los objetivos que se espera alcancen,
ellos se adaptan desplegando estrategias que, aparentemente al menos, les servirán
para maximizar las posibilidades de éxito académico.
En general, se está de acuerdo en que las pruebas de examen que son
"cerradas" (exigen la reproducción de datos o memorización no comprensiva del
material) se vinculan con el desarrollo de enfoques superficiales. Por el contrario,
las que implican preguntas "abiertas", que permiten una variedad de respuestas y
que estimulan el uso de diversas fuentes de información, que pueden proporcionar
la oportunidad de incluir opiniones o experiencias personales, son intrínsecamente
estimulantes y propician el desarrollo de enfoques profundos.
Entwistle y Tait (1990) pusieron de relieve cómo los estudiantes que tenían
una orientación hacia el significado preferían exámenes que les permitieran poner
de manifiesto su propio pensamiento y que interactuasen con sus ideas. En cambio,
los que presentaban una orientación de reproducción valoraban más positivamente
las pruebas que podían ser contestadas únicamente con los apuntes de clase y que
especificaran claramente la valoración de cada uno de los elementos que las
constituían.
Indudablemente, si la evaluación tiene tal influencia, es de esperar que una
intervención dirigida a modificar los procedimientos de evaluación propicie un
cambio en los enfoques de aprendizaje de los estudiantes. En esta línea, Newble y
Jaeger (1983) analizaron el efecto de pequeños cambios en los procedimientos de
evaluación en una Facultad de Medicina de Australia. Cuando, frente a la
evaluación tradicional, la facultad introdujo una forma más innovadora, que
demandaba un mayor impacto de la práctica clínica, se observó una mejora en el
aprendizaje de los estudiantes. Se encontró que las destrezas de estudio desplegadas
por éstos estaban menos influenciadas por la teoría y que era la forma de evaluación
la variable más relevante para la subsiguiente práctica.
También otra característica del contexto de enseñanza que tiene influencia en
el desarrollo de los enfoques de aprendizaje del estudiante es el clima de enseñanza
29
(Ramsden, Martin y Bowden, 1989). Los estudiantes informan de que el
entusiasmo y la empatía del profesor afecta a los enfoques de aprendizaje que tienen
(Hodgson, 1984; Ramsden, 1984).
30
estabilidad de las preferencias. No es sorprendente que las orquestaciones de
estudio permanezcan estables aun en un contexto diseñado para alterarlas (Meyer,
Parsons y Dunne, 1990b). Pero esta estabilidad no se encuentra en todos los
estudiantes. En efecto, otros ponen de manifiesto orquestaciones extremadamente
poco estables.
La cuestión de la sensibilidad contextual se relaciona primeramente con la
variación o permanencia, a nivel individual, desde un contexto de aprendizaje a
otro, definidos éstos por las distintas materias académicas, o en dos aspectos
diferentes de una misma materia. La sensibilidad contextual se refiere también a la
naturaleza generalizada de los constructos discretos en los que se basa la
manifestación perceptiva del concepto de orquestación. Con respecto a esta
propiedad, Meyer y Watson (1991) han encontrado evidencias que apoyan el
argumento de que los estudiantes individuales pueden manifiestar diferentes
orquestaciones en distintos momentos.
Diversas investigaciones han puesto de manifiesto que algunos estudiantes
tienen un control consciente de sus orquestaciones, pudiendo adaptarse a
variaciones sofisticadas de acuerdo con sus propios planes personales, lo que les
permite contextualizar sus orquestaciones más allá de la materia o, incluso, en el
caso de los estudiantes expertos, más allá del currículum en su totalidad (Meyer y
Watson, 1991). Estudiantes que manifestaban orquestaciones desintegradas fueron
incapaces de reflexionar sobre experiencias de aprendizaje intrínsecamente
satisfactorias.
Si para cada estudiante establecemos, como proponen Meyer, Parsons y
Dunne (1990b), unos orbitales de preferencia, que recojan el grado en el que se
prefieren los distintos constructos relativos a enfoques y contextos de aprendizaje
podremos conceptualizar y categorizar las distintas formas que pueden adoptar las
orquestaciones de estudio.
Un estudio de Meyer, Parsons y Dunne (1990a) concluye afirmando que, a
nivel individual, una orquestación significativa de aprendizaje se asocia con el éxito
académico, mientras que la ausencia o desintegración de tal orquestación se asoció
con el fracaso académico. A pesar de que, en líneas generales, puede postularse
esta relación entre orquestación y éxito académico, también se han encontrado
estudiantes que habiendo sido categorizados como "de riesgo" presentan un
rendimiento adecuado.
Inicialmente, se pensó que este fenómeno podría ser una característica típica
de estudiantes que fracasan desde antecedentes escolares desaventajados
educacionalmente. Posteriormente, se ha demostrado que este fenómeno ocurre
igualmente en muestras de estudiantes sin estos antecedentes (Meyer y Dunne,
1991; Meyer y Sass, 1993).
Un reciente trabajo de Meyer (1996) parece relacionar a estos estudiantes de
riesgo con características distintivas del locus de control. La variación de las
características distintivas del locus está asociada con pautas alteradas de conductas
de aprendizaje contextualizado. Esta observación es consistente con la idea de que
31
la motivación intrínseca es dirigida vía el grado de esfuerzo basado en la habilidad.
Además, el gasto de esfuerzo en relación a las demandas percibidas está
internamente regulado. La evaluación de la atribución causal está entonces indicada
en un modelo o proceso de control de aprendizaje del estudiante.
Como conclusión de todos estos trabajos se afirma que la base del éxito de
los programas de intervención no estaría en el trabajo con las destrezas, sino en
facilitar conciencia personal y de las percepciones contextuales, de las concepciones
y los enfoques de aprendizaje. En esta línea, se han descrito diferentes enfoques de
intervención: a. alterar las percepciones formadas por los estudiantes sobre el
contexto de aprendizaje (Parsons y Meyer, 1990; Parsons, 1992); b. alterar la
capacidad de metaaprendizaje del estudiante (Biggs, 1985); c. alterar su capacidad
de aprendizaje autorregulado (Vermunt y Van Rijswijk, 1988); d. reentrenamiento
atribucional basado en el testimonio de compañeros (Van Overwalle, Segebarth y
Goldschtein, 1989). Todas ellas se han mostrado potencialmente valiosas para
modificar y optimizar el aprendizaje de los estudiantes.
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