Sentencia 10-05-2021. Se Desestima La Demanda de Adverso

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA


: 202110408419844 10-05-2021
>> LUCIANO (LUCSAN) SANCHEZ SANCHEZ
paula.bonafuente@tarsso.com Tlf. 925229554 - Fax. 925229667
LEXER (ESPARTA) 75519 1/40

Expediente 2442 / Ref. Abogado 75519 / Ref. Cliente LEXER (ESPARTA)

Cliente... : SAREB S.A.


Contrario : A.LEGISTA IURE,S.L
Asunto... : NULIDAD DE LAUDO ARBITRAL 82/2020
Juzgado.. : TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA MADRID

Resumen
Resolución
10.05.2021 SENTENCIA
28/04/21DESESTIMAN DEMANDA INTERPUESTA POR CONTRAQRIO CON
IMPOSICION DE COSTAS (VOTO PARTICULAR)

Saludos Cordiales
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Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Madrid


Domicilio: C/ General Castaños, 1 - 28004
Teléfono: 914934850,914934750
31001590

NIG: 28.079.00.2-2020/0118139

Procedimiento ASUNTO CIVIL 82/2020-Nulidad laudo arbitral 66/2020


Materia: Arbitraje

Demandante: A. LEGISTAS IURE, S.L.


PROCURADOR D./Dña. JESSICA ROSAS NAVARRO
Demandado: SOCIEDAD DE GESTIÓN DE ACTIVOS PROCEDENTES
DE LA REESTRUCTURACIÓN BANCARIA S.A ( SAREB)
PROCURADOR D./Dña. PAULA BONAFUENTE ESCALADA

SENTENCIA Nº 26/2021

Excmo. Sr. Presidente:


D. Celso Rodríguez Padrón
Iltmos. Sres. Magistrados:
D. Francisco José Goyena Salgado
D. Jesús María Santos Vijande

En Madrid, a veintiocho de abril de dos mil veintiuno.

Ha sido visto por la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de


Justicia de Madrid el presente proceso, seguido sobre Nulidad del Laudo
Arbitral de la Corte de Arbitraje de la Cámara de Comercio e Industria de
Madrid de fecha 3 de julio de 2020 (aclarado por Laudo de 31 de julio), en

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virtud de demanda interpuesta por la Procuradora Dña. Jessica Rosas


Navarro, actuando en nombre y representación de la entidad mercantil A.
LEGISTA IURE S.L., contra la Sociedad de Gestión de Activos procedentes
de la Reestructuración Bancaria (SAREB), representada en este proceso por
la Procuradora Dña. Paula Bonafuente Escalada, y en atención a los
siguientes

ANTECEDENTES DE HECHO

PRIMERO.- Ante esta Sala de lo civil y penal del Tribunal Superior


de Justicia de Madrid interpuso en fecha 16 de septiembre de 2020 demanda
de nulidad de laudo arbitral la Procuradora Dña. Jessica Rosas Navarro,
actuando en nombre y representación de la entidad mercantil A. LEGISTA
IURE S.L., contra la Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la
Reestructuración Bancaria (SAREB), que enmarca en el hecho de que el
Laudo impugnado estima sustancialmente la demanda interpuesta por la
SAREB, y condena a la entidad mercantil A. Legista Iure a pagar a la actora
17.110,13 euros más interés legal, así como 6.792,63 euros en concepto de
costas. Considerando que dicho Laudo incurre en vulneración del orden
público, se alegan, sustancialmente, los siguientes hechos:
1.- El 1 de julio de 2013, se suscribió un contrato de prestación de servicios
(jurídicos) entre una entidad bancaria y Legista Iure, con pacto de sumisión a
arbitraje. Al haberse producido la transmisión de determinados activos por
parte del banco (Caja España) a la Sareb, se firmó anexo al contrato inicial,
novando la persona jurídica, y manteniéndose la relación de servicios con
esta nueva sociedad por parte de Legista Iure. En este marco, este despacho
jurídico promovió diversos procesos de ejecución hipotecaria, y el contrato
de asesoría se resolvió. Como quiera que Sareb adeudaba los honorarios
devengados por el Letrado D. Agustín García Rivas, éste promovió los
correspondientes procedimientos de jura de cuenta. 2.- No obstante la
sumisión a la jurisdicción civil, Sareb promovió procedimiento arbitral ante
la Corte de Arbitraje de la Cámara de Comercio de Madrid sobre la
interpretación de los contratos existentes y la correspondiente facturación de
los honorarios de este Letrado de acuerdo con dichos contratos. La entidad
Legista Iure se opuso al arbitraje porque la demanda no se dirigía contra ella,
y porque no se había ejercitado en los procedimientos civiles la oportuna
declinatoria de jurisdicción. 3.- El Letrado Sr. García Rivas sí que opuso en
el seno del procedimiento arbitral declinatoria de jurisdicción (a favor de los
tribunales civiles competentes para conocer de la jura de cuenta)
adhiriéndose la entidad mercantil. La pretensión resultó desestimada
mediante Laudo parcial de 12 de julio de 2019. 4.- Contra este Laudo, D.

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Agustín García Rivas interpuso demanda de anulación, que fue estimada por
STSJM Nº 11/2020, de 28 de febrero, que declaró la nulidad del laudo
parcial estimando la declinatoria de jurisdicción. 5.- Pese a la solicitud de
finalización del procedimiento arbitral impulsada por “A. Legista Iure”, éste
prosiguió hasta el dictado de Laudo final, que condena a dicha mercantil al
abono de las cantidades reseñadas.
Tras la alegación de los fundamentos de Derecho, procesales y de
carácter material, que la parte considera aplicables a sus pretensiones,
concluye suplicando la declaración de nulidad del Laudo final por
incompetencia de jurisdicción, o se anule por incongruencia omisiva en su
motivación, con imposición de costas a la parte demandada.

SEGUNDO.- Mediante Decreto de fecha 21 de octubre de 2020 fue


admitida la demanda a trámite, confiriéndose traslado con sus documentos a
la parte demandada por plazo de veinte días a fin de que procediese a su
contestación en forma, con eventual proposición de prueba, cosa que hizo
mediante escrito de 2 de diciembre de 2020, en el que formula su oposición a
lo esgrimido de contrario, fundándose –en síntesis- en las siguientes
consideraciones:
1.- Es inequívoca la existencia entre las partes de compromiso arbitral, con
sumisión a arbitraje de derecho para dirimir cualquier disputa que pudiera
surgir en relación con la ejecución e interpretación del contrato de servicios
que les unía. Así resulta tanto del contrato inicial (de 2013) como del Anexo
de 17.02.2014, en cuya cláusula quinta “El Despacho renuncia expresa e
irrevocablemente a instar el procedimiento judicial de Cuenta del Abogado
(Jura de Cuentas)”. En contra de ello, su representante legal inició varios
procedimientos de cuenta jurada, lo que ha de entenderse sin perjuicio de las
relaciones internas del despacho con sus abogados, frente a los que la entidad
mercantil podrá repetir las cantidades a cuyo abono se la condena si a su
derecho conviene. Resalta que Legista Iure no interpuso demanda de nulidad
contra el Laudo parcial de 12.07.2019, por lo que éste resultó firme para ella,
y el procedimiento arbitral continuó entre la Sociedad de Gestión de Activos
procedentes de la Reestructuración Bancaria (SAREB) y Legista Iure
(despacho). Esta entidad por lo tanto, ostenta legitimación pasiva en el
arbitraje y quedó sujeta a la “jurisdicción” arbitral. 2.- En cuanto se refiere a
la pretendida incongruencia del Laudo final que se demanda, se niega en la
contestación al sostener que el procedimiento de nulidad del laudo parcial
que concluyó por Sentencia de 28/02/2020 se desarrolló entre la Sareb y D.
Agustín García Rivas, y no fue parte en él la sociedad mercantil “A. Legista
Iure”, por lo que para ésta no concurre la excepción de cosa juzgada, ya que
ésta exige la concurrencia de la triple identidad de personas, cosas y

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acciones. Aquí no se da el requisito de identidad subjetiva. 3.- Respecto a la


supuesta valoración irracional y arbitraria de la prueba, sostiene la
demandada que de los correos que se citan de adverso (solo uno se aporta)
dirigidos al Sr. García Rivas, no se desprende ni la resolución unilateral del
contrato de servicios ni su aceptación por parte del Sr. García Rivas. La
interpretación que de este extremo lleva a cabo el árbitro es correcta, y
además no puede aceptarse que en este punto la entidad mercantil se
“mimetice” con el abogado mencionado. 4.- Con relación a la supuesta
incongruencia omisiva del Laudo, señala la demandada que no concurre en
absoluto, y llama la atención sobre lo confusa que resulta la argumentación
de la demanda. 5.- Por último, en cuanto a la condena en costas, tampoco
considera la hoy demanda que el Laudo incurra en vulneración de la
motivación, dado que la estimación de sus pretensiones arbitrales fue
completa y la imposición de las costas es ajustada a los criterios de la Corte
de Arbitraje de Madrid. Tras la invocación de los fundamentos de Derecho
que considera aplicables, concluye suplicando la íntegra desestimación de la
demanda de nulidad, con imposición de las costas a la parte demandante.

TERCERO.- Previo traslado a la parte demandante de la contestación


presentada a los efectos previstos en el artículo 42.1.b) de la Ley de Arbitraje
se dictó por el Magistrado Ponente Auto de fecha 9 de marzo de 2021, en el
que se acuerda recibir el pleito a prueba, con declaración de pertinencia de
las que en el mismo se contienen y sin que haya lugar a la celebración de
vista.
Por Diligencia de Ordenación de 25 de marzo se señaló la oportuna
deliberación, que se inició el día 6 de abril de 2021, formándose la decisión
de la Sala.

CUARTO.- Ha sido Ponente de la Sentencia el Presidente de la Sala,


Excmo. Sr. D. Celso Rodríguez Padrón, que expresa el parecer mayoritario
del Tribunal, formulando voto particular discrepante contra la misma el
Magistrado D. Jesús María Sanos Vijande.

FUNDAMENTOS DE DERECHO

PRIMERO.- Resumidos ya en el apartado anterior los argumentos


sobre los que se sustenta la demanda de nulidad que da origen al presente
proceso, así como las razones sobre las que la Sociedad de Gestión de
Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria (SAREB) edifica su
oposición, hemos de dejar constancia -muy sintéticamente- de que el Laudo
que es objeto de impugnación, aborda la reclamación que planteó dicha

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sociedad contra la entidad mercantil “A. Legista Iure S.L.” y el Letrado D.


Agustín García Rivas en relación con la interpretación del contrato de
arrendamiento de servicios profesionales que les unía, y más concretamente
sobre la liquidación del exceso en que se había incurrido en la facturación de
la llevanza de determinados procesos judiciales de ejecución hipotecaria por
parte de la asesoría jurídica.

1.- En el curso de las relaciones jurídicas entre ambas partes es


importante recordar que se produce una incidencia relevante: existiendo
pacto de sumisión a arbitraje para la resolución de todas las controversias
que pudieran surgir en torno a la interpretación y ejecución del contrato
aludido, el Letrado Sr. García Rivas decidió apartarse de lo pactado, y así
acudió a los tribunales de Justicia en procedimiento de Jura de cuentas contra
la Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración
Bancaria (SAREB) a propósito de varios asuntos que había llevado
personalmente. Ello determinó que, dado que se seguía en paralelo
procedimiento arbitral, el Sr. García Rivas demandase la nulidad de un
Laudo parcial dictado por el árbitro único de la Corte de Arbitraje de Madrid
que había desestimado la excepción de falta de jurisdicción, lo que
determinó la tramitación ante esta misma Sala de lo civil y penal del
Tribunal Superior de Justicia, del Asunto Civil 45/2019, que concluyó por
Sentencia Nº 11/2020, de 28 de febrero de 2020. Estimando la demanda, se
declaró la nulidad del Laudo parcial de 12 de julio de 2019. Decíamos
entonces que, aun habiendo pactado inequívocamente el demandante (el Sr.
García Rivas) un compromiso arbitral, el hecho de que luego se apartase de
su compromiso y acudiese al escenario judicial para reclamar sus honorarios
a la Sareb, tendría que haber sido impugnado por ésta mediante la oportuna
excepción. Dado que no lo hizo en forma legal, concurría en el
procedimiento arbitral una verdadera falta de jurisdicción, pues la
discrepancia con lo acordado por el Letrado de la Administración de Justicia
en el procedimiento de cuenta jurada del artículo 35 de la L.E.C. debía
ejercitarse en juicio ordinario (no arbitral). Así fue estimada la demanda
interpuesta por la Procuradora Sra. Rosas Navarro, en nombre y
representación de D. Agustín García Rivas.

2.- Es importante dejar constancia del resumen anterior sobre el


proceso de nulidad del Laudo parcial mencionado, al no tratarse de una
cuestión tangencial, sino ciertamente nuclear en cuanto ahora se discute.
Prácticamente todo el proceso de anulación actual descansa sobre la
alegación de la entidad mercantil “A. Legista Iure S.L.” de la incorrección
patente en la que incurre el árbitro al haber dictado el Laudo final por el que

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la condena a satisfacer las pretensiones de la Sociedad de Gestión de Activos


procedentes de la Reestructuración Bancaria (SAREB).
Los Fundamentos de Derecho de carácter material de la presente
demanda de nulidad desarrollan un auténtico catálogo de invocaciones de
vulneración del Orden Público que tachan de insostenible la motivación del
Laudo: por irrazonable, por vicio de incongruencia omisiva, por valoración
arbitraria de la prueba y hasta por la imposición de costas. Pero en realidad,
el núcleo de la impugnación se centra en la alegación primera –que dice que
pesan sobre este Laudo final los efectos de la cosa juzgada- y también en la
segunda, que censura el que no se hayan extendido a la persona jurídica
demandante los efectos de la STSJM dictada para D. Agustín García Rivas.
Sobre este punto concreto –por la importancia que reviste- hemos de
advertir que en la demanda (monográficamente orientada sobre una variada
proyección del concepto de orden público) no se invoca en ningún momento
como causa de anulación la prevista en el artículo 41.1.a) de la Ley de
Arbitraje (inexistencia o invalidez del convenio arbitral), causa que, dado el
texto de la propia norma, ha de ser expresamente “alegada y probada” por la
parte que la invoque, de tal modo que esta Sala ni puede entrar a valorar de
oficio tal cuestión, ni llevar a cabo una interpretación extensiva de ésta como
de ninguna de las demás causas en las que pueda fundamentarse la acción de
nulidad en virtud de la naturaleza extraordinaria de esta acción. Pero es más:
Resultaría incluso contradictorio con la actitud de la propia entidad mercantil
el que ahora se pretendiese acudir a la inexistencia del convenio como
alegato con pretensiones de nulidad. No olvidemos que, en virtud de lo
dispuesto en el artículo 9.5 de la misma Ley, se considera que hay convenio
arbitral cuando en un intercambio de escritos de demanda y contestación su
existencia sea afirmada por una parte y no negada por la otra. Esto es: la ley
establece una presunción favorable al escenario arbitral que se deduce del
comportamiento de las partes ante el árbitro al aceptar –y no negar- el
transcurso del procedimiento arbitral y actuar en él con patente sumisión. En
el supuesto que nos ocupa, la entidad mercantil con relación a la que se
pronuncia el laudo impugnado, actuó de manera ordinaria defendiéndose de
las cuestiones de fondo que en su contra sostuvo la Sociedad de Gestión de
Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria (SAREB), de modo
que, una elemental coherencia, impide siquiera considerar esa pretensión de
“extensión de efectos” de lo ocurrido con uno de los abogados de la
mercantil jurídica. Sería tanto como asumir este Tribunal una labor
fiscalizadora que –a falta de alegación y petición expresa- no le corresponde,
pues no le compete tutelar más allá de lo estrictamente necesario los
intereses de las partes, que por algo han renunciado a la efectiva tutela que,
en el ámbito jurisdiccional, sí proyecta como obligación absoluta la

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Constitución sobre los Juzgados y Tribunales. En esto reside una de las


grandes diferencias entre la jurisdicción y el arbitraje tal como ha resaltado
la STC de 15 de febrero de 2021 a la hora de acotar la delimitación precisa
del concepto de “equivalencia jurisdiccional”.

SEGUNDO.- Hemos de dar inicio a la fundamentación de la decisión


que nos corresponde adoptar recordando algunas consideraciones generales
en torno a la naturaleza del procedimiento establecido en la Ley 60/2003, de
23 de diciembre, de Arbitraje, para encauzar la impugnación por nulidad de
los laudos arbitrales.
No solo la doctrina, sino asimismo la Jurisprudencia –ordinaria y
constitucional- han venido dedicando a esta cuestión abundantes reflexiones,
que a modo de resumen, pueden condensarse en cuanto expresó el Tribunal
Constitucional, por ejemplo en su Auto 231/1994, de 18 de julio, cuyo FJ 3
señalaba que: “las causas de anulación judicial de un Laudo, las cuales, en
atención a la naturaleza propia del instituto del arbitraje, necesariamente
deben limitarse a los supuestos de contravención grave del propio contrato
de arbitraje (apartados 1 a 4 del art. 45) o de las garantías esenciales de
procedimiento que a todos asegura el art. 24 de la Constitución (art. 45.5),
sin extenderse a los supuestos de infracción del Derecho material aplicable al
caso. Y ello porque, de lo contrario, la finalidad última del arbitraje, que no
es otra que la de alcanzar la pronta solución extrajudicial de un conflicto, se
vería inevitablemente desnaturalizada ante la eventualidad de que la decisión
arbitral pudiera ser objeto de revisión en cuanto al fondo”.
Siguiendo esta misma línea –como no podía ser de otro modo- la STSJ
M 14/2015, de 3 de febrero de 2015 (ROJ: STSJ M 845/2015) señalaba en su
FJ 2º que: “la tutela que esta Sala está llamada a dispensar tiene lugar a
través de un cauce procesal, la acción de anulación, que dista mucho de ser
una segunda instancia. Así, como ha puesto de manifiesto esta Sala desde la
sentencia de 3 de febrero de 2012, la acción de anulación de laudo arbitral
diseñada en la Ley de Arbitraje no permite a la Sala de lo Civil y Penal del
Tribunal Superior de Justicia, a la que ahora se atribuye la competencia para
el conocimiento de este proceso, reexaminar las cuestiones debatidas en el
procedimiento arbitral. La limitación de las causas de anulación del laudo
arbitral a las estrictamente previstas en el artículo 41 de esa Ley de Arbitraje,
restringe la intervención judicial en este ámbito a determinar si en el
procedimiento y la resolución arbitrales se cumplieron las debidas garantías
procesales, si el laudo se ajustó a los límites marcados en el convenio
arbitral, si éste carece de validez o si la decisión arbitral invade cuestiones no
susceptibles de arbitraje. Así lo indica con claridad la exposición de motivos
de la Ley 60/2003 cuando precisa que "los motivos de anulación del laudo

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han de ser tasados y no han de permitir, como regla general, una revisión
del fondo de la decisión de los árbitros". Nunca podría, por tanto, este
Tribunal pronunciarse sobre las cuestiones que se debatieron en el
procedimiento arbitral. La esencia del arbitraje y el convenio arbitral, en
cuanto expresa la voluntad de las partes de sustraerse a la actuación del
Poder Judicial, determinan -como destaca la sentencia del Tribunal Supremo
de del 22 de Junio del 2009 ( ROJ: STS 5722/2009)- que "la intervención
judicial en el arbitraje tenga carácter de control extraordinario cuando no se
trata de funciones de asistencia, pues la acción de anulación, de carácter
limitado a determinados supuestos, es suficiente para la satisfacción del
derecho a la tutela judicial efectiva, en su modalidad de acceso a los
tribunales (SSTC 9/2005) y, según la jurisprudencia esta Sala, tiene como
objeto dejar sin efecto lo que pueda constituir un exceso del laudo arbitral,
pero no corregir sus deficiencias u omisiones (SSTS 17 de marzo de
1988, 28 de noviembre de 1988, 7 de junio de 1990)”.
No por conocido deja de ser importante la plasmación de este
planteamiento de arranque. En determinados supuestos, la pretensión que
formalmente se ampara en la invocación de una causa de nulidad, cuanto
pretende en el fondo es realmente abordar la revisión de la materia de fondo,
rebasando de tal modo lo que debe ser el correcto entendimiento del proceso
de anulación del laudo arbitral.

TERCERO.- Por otra parte, y dado que todos los motivos de índole
material que se invocan en la demanda de nulidad se presentan como
derivaciones -por infracción- del Orden Público, conviene dejar sentadas
algunas consideraciones básicas en torno a la delimitación que debe
otorgarse a la causa prevista en el artículo 41.1.f) de La Ley de Arbitraje en
cuanto contempla como una de las causas tasadas de impugnación por
nulidad del laudo arbitral la contrariedad al orden público.
Una Jurisprudencia constante, nacida ya en el seno de las Audiencias
Provinciales cuando detentaban la competencia para conocer de cuestiones
como la que hoy nos ocupa, y aquilatada por el Tribunal Supremo en
sucesivas sentencias, vino ocupándose del desarrollo del concepto jurídico
indeterminado en que consiste el orden público, tanto en su vertiente
material como desde el enfoque procesal.
Si la primera vertiente se relaciona directamente con la infracción de
los derechos y libertades fundamentales contemplados en la Constitución, el
orden público procesal se centra en los derechos que proyecta el artículo 24
del texto fundamental y la tutela efectiva. El arbitraje, no por su condición de
institución sustitutiva del proceso judicial puede obviar el cumplimiento de
las garantías esenciales que la Constitución reconoce en el ámbito citado. El

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carácter flexible del procedimiento arbitral no puede desligarse, por ejemplo,


de la consecuencia de cosa juzgada que resulta inherente al laudo que le pone
fin de acuerdo con lo establecido en el artículo 43 de la Ley de Arbitraje.
Desarrollando estos conceptos, esta misma Sala de lo Civil y Penal,
entre otras muchas en la Sentencia antes citada, vino a resumir cuanto dijo ya
en pronunciamientos anteriores (por ejemplo SS de 6 de noviembre de 2013
-Recurso de anulación nº 5/2013; 13 febrero de 2.013 - Recurso de anulación
nº 31/2012; y 23 mayo de 2.012 - Recurso nº 12/2011), en los siguientes
términos: “por orden público han de estimarse aquel conjunto de principios,
normas rectoras generales y derechos fundamentales constitucionalizados en
el Ordenamiento Jurídico español, siendo sus normas jurídicas básicas e
inderogables por la voluntad de las partes, tanto en lo social como en lo
económico (STC 54/1989, de 23-2), y por ende, a los efectos previstos en el
citado artículo, debe considerarse contrario al orden público, aquel Laudo
que vulnere los derechos y libertades fundamentales reconocidos en el
Capítulo II, Título I de la Constitución, garantizados a través de lo dispuesto
en términos de generalidad en el artículo 24 de la misma, incluyendo la
arbitrariedad patente referida en el art. 9.3 de la Constitución, y desde luego,
quedando fuera de éste concepto la posible justicia del Laudo, las
deficiencias del fallo o el modo más o menos acertado de resolver la
cuestión”.
Las Sentencias del Tribunal Constitucional de 15 de junio de 2020, 15
de febrero de 2021 y 15 de marzo de 2021 inciden con especial rigor en la
correcta delimitación del concepto de orden público, en clara advertencia
contra su entendimiento expansivo. Resulta innecesario recordar que con
arreglo a estos criterios es como debe llevarse a la práctica la interpretación
del ordenamiento jurídico a la luz del expreso mandado contenido en el
artículo 5.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial.

CUARTO.- Se considera en la demanda que el Laudo impugnado es


al orden público por no haber respetado el efecto de cosa juzgada que habría
de tener la Sentencia dictada por esta Sala del Tribunal Superior de Justicia
en el Asunto Civil 45/2019 (de impugnación de Laudo parcial) sobre el
conjunto del procedimiento arbitral.

1.- El Laudo dedica a esta cuestión precisos argumentos, en los


parágrafos 68 y siguientes. En síntesis, entiende el árbitro que, acatando el
efecto de cosa juzgada de nuestra Sentencia de 28 de febrero de 2020, ello
concierne al único “recurrente” en dicho procedimiento: al letrado D.
Agustín García Rivas (73), y por consiguiente, el laudo no le afectará,
limitando sus efectos a la Sareb y a la entidad Legista Iure (73). La

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institución de la cosa juzgada, de acuerdo con el artículo 222 de la LECiv


exige una serie de identidades que no concurren para la expresada entidad
(75 y 76).
No puede tacharse de irracional ni de arbitrario el razonamiento
resumido. Diferencia el árbitro entre la persona jurídica (empresa) y uno de
sus abogados, aunque ocupase en ella cargo de administrador. Lo importante
es observar que ejercitó los procedimientos de cuenta jurada como Letrado, a
título individual (no como empresa) y por ello tampoco resulta descabellada
la observación que se hace en la contestación a la presente demanda,
salvando el eventual derecho de repetición (o cualquier otro) que pueda
impulsarse internamente entre la persona jurídica y uno de sus abogados.
Llama la atención en este punto la contradicción que parece advertirse
dentro de las propias posiciones de la entidad jurídica. Ahora pretende que se
la tome como parte afectada por la cosa juzgada del proceso seguido entre el
Sr. García Rivas y la Sareb, cuando en su contestación a la demanda arbitral
(así se trascribe en el epígrafe 79 del Laudo final) dijo que “Ni ha sido parte
en ninguno de los referidos procedimientos de cuenta de abogado ni de
cualesquiera otros. Ni ha cobrado mandamiento de pago alguno…). Nos
hallamos ante una contradicción difícil de superar.

2.- Por descontado que la institución de la cosa juzgada ha de tenerse


por efecto nuclear de los procesos jurídicos, y por lo tanto de obligado
respeto. Pero hallándonos ante una acción de nulidad, lo que no se puede
pretender de esta Sala es que llevemos a cabo su aplicación de acuerdo con
nuestro criterio, sino que tan sólo nos corresponde verificar si la solución
otorgada por el árbitro se aparta clamorosamente, traspasando la barrera de
lo racional, de la lectura jurídica que merece el debate suscitado.
En anteriores ocasiones ya nos referimos con claridad a la proyección
de la autonomía de la voluntad en el escenario arbitral, y como una
derivación de este ámbito puede entenderse la autonomía decisoria de quien
es llamado a resolver la controversia. Podemos recordar así, por ejemplo, lo
expuesto en nuestro Auto de 9 de marzo de 2021 – NLA 1/2020: “Como
hemos sostenido otras veces, en el estricto margen de la acción de nulidad de
los laudos arbitrales, no corresponde a los Tribunales una labor de revisión
de la prueba, asumiendo funciones que, en palabras del Tribunal
Constitucional (STC de 21 de febrero de 2021) supondrían tanto como
“sustituir el criterio alcanzado por el árbitro” ni de validación general de las
conclusiones a las que –por ello- puedan llegar los árbitros. Es más: ni
siquiera nos corresponde enjuiciar el contenido de los laudos impugnados de
acuerdo con nuestros criterios valorativos o interpretativos del Derecho; no
cabe por lo tanto anular aquellos que alcancen incluso una conclusión a la

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 12/40

que nosotros no hubiésemos llegado” (solo cabe añadir: en la aplicación


judicial del Derecho).
Desde este punto de vista, no podemos acoger la tacha que se hace en
la demanda, de vulneración del orden público por parte del Laudo cuya
nulidad se persigue.

QUINTO.- Se considera también contrario al orden público el mismo


Laudo, en su vertiente del derecho a la motivación contemplado en el
artículo 24 de la Constitución, por no haber estimado la excepción de falta de
legitimación pasiva de la entidad Legista Iure en el procedimiento arbitral de
reclamación instando por la Sociedad de Gestión de Activos procedentes de
la Reestructuración Bancaria (SAREB).
Dice la demanda de nulidad que si el árbitro entiende que Legista era
parte contratante con la Sareb para los servicios de asesoría jurídica, y por
ello tiene legitimación pasiva, incurre en un contradicción que es causa de
nulidad pues le negó la extensión de los efectos de la cosa juzgada.

1.- Hemos de enmarcar la discusión de este punto en la premisa


establecida por el Tribunal Constitucional en su reciente Sentencia de 15 de
febrero de 2021 al decir: “que la validez de un razonamiento desde el plano
puramente lógico es independiente de la verdad o falsedad de sus premisas y
de su conclusión, pues, en lógica, la noción fundamental es la coherencia y
no la verdad del hecho, al no ocuparse esta rama del pensamiento de
verdades materiales, sino de las relaciones formales existentes entre ellas”.
En todo caso prosigue señalando el TC que al ser imposible construir el
Derecho como un sistema lógico puro, se une “a la exigencia de coherencia
formal la exigencia de que, desde la perspectiva jurídica, el razonamiento no
resulte irracional. Por ello no pueden considerarse razonadas ni motivadas
aquellas resoluciones que, a primera vista, y sin necesidad de mayor esfuerzo
intelectual o argumental, se comprueba que parten de premisas inexistentes o
patentemente erróneas o siguen un desarrollo argumental que incurre en
quiebras lógicas de tal magnitud que las conclusiones alcanzadas no puede
basarse en ninguna de las razones aducidas (STC 164/2002, de 17 de
septiembre)”.

2.- Bajo este prisma, la interpretación que lleva a cabo el árbitro sobre
la alegada falta de legitimación pasiva (epígrafe 80 y siguientes) no incurre
en la contradicción que se postula. Ya hemos dicho que la negación de la
extensión de efectos de cosa juzgada a la sociedad Legista se produce porque
no había sido parte en la demanda de nulidad del Laudo parcial y con ello se
rompía la exigencia de identidad subjetiva; no por otra causa. Ahora,

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cuando decide el árbitro –analizando con detalle los contratos suscritos entre
las partes- es considerar a la sociedad como arrendadora de servicios a Sareb,
y lo desgrana al recoger literalmente en el laudo la trascripción literal de la
mención con la que en sucesivas ocasiones se identifica a Legista: “el
Despacho”. El Despacho es quien se compromete “a través de sus abogados
colegiados en ejercicio” (epígrafe 83) a gestionar la dirección letrada de los
procedimientos ejecutivos… Es inasumible por lo tanto entender –a la luz de
tan evidente identificación- que la persona jurídica, como empresa
contratante y para la que trabajan sus abogados, carece de legitimación a la
hora de soportar la reclamación arbitral.
La interpretación realizada por el árbitro no puede considerarse
contradictoria ni arbitraria. El motivo de nulidad ha de verse por lo tanto,
igualmente desestimado, en inmediata relación con el punto III, que incide
(sobre breve referencia material) a la motivación contradictoria.

SEXTO.- La siguiente causa por la que sostiene la parte demandante


que concurre nulidad en el Laudo arbitral es también –a su juicio- infracción
del orden público, por cuanto dicho laudo incurre en incongruencia omisiva.

1.- En torno a este vicio denunciado, podemos traer a colación –sin


necesidad de más abundantes trascripciones- lo que afirma también el
Tribunal Constitucional en su STC 46/2020, de 15 de junio: “Es más,
respecto a la motivación de los laudos ha de aclararse que tan siquiera se
requiere una argumentación exhaustiva y pormenorizada de todos los
aspectos y perspectivas que las partes puedan tener de la cuestión que se
decide, pues el derecho a obtener una resolución fundada, favorable o
adversa, es garantía frente a la arbitrariedad e irrazonabilidad y ello, en
materia de arbitraje, implica que la resolución ha de contener los elementos
y razones de juicio que permitan conocer cuáles han sido los criterios
jurídicos o de equidad que fundamentan la decisión, que no deben resultar
arbitrarios”.
La profundidad de la exigencia de motivación es objeto de particular
precisión en la misma Sentencia: “Aunque es obvio que, desde la perspectiva
constitucional, la semejanza entre las resoluciones judiciales y los laudos
arbitrales no es desde luego absoluta, ello no significa que cuando hablamos
del deber de motivación de unas y otras no se pueda enjuiciar su
cumplimiento con parecido canon de control. Decimos que el deber de
motivación no posee la misma naturaleza en ambos tipos de resolución,
porque tratándose de resoluciones judiciales es una exigencia inherente al
derecho a la tutela judicial efectiva ex art. 24 CE. Sin embargo, para las
resoluciones arbitrales, dicha obligación aparece recogida en el art. 37.4 LA,

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siempre con la salvedad de que las partes, además, no hayan alcanzado un


pacto sobre los términos en que deba pronunciarse el laudo. En las primeras,
la motivación forma parte del contenido del derecho fundamental citado. En
las segundas es un requisito de mera configuración legal, por lo que resulta
indudable que podría ser prescindible a instancia del legislador”.

2.- Lo cierto es que la demanda de nulidad en este punto, después de


ocuparse en trascribir Jurisprudencia del Tribunal Supremo en torno a la
quiebra de incongruencia omisiva, dedica poco contenido a la que pudiera
referirse al supuesto concreto: solo el último párrafo de la página 21 a modo
de introducción, y las cinco líneas del párrafo siguiente, ya en la página 22,
donde se dice que el Laudo no contiene motivación fundada en derecho que
justifique la condena al Despacho a devolver una cantidad que no está
probado que haya cobrado.
No podemos compartir el argumento. Todo el Laudo es un análisis
jurídico en sí mismo de los límites a los que había de acogerse la facturación
entre las sociedades contratantes, y el fundamento que pueda tener la
reclamación que lleva a cabo la Sareb sobre lo que considera un exceso
pagado por los servicios de defensa jurídica. De nuevo aflora el juego
permanente de la vinculación/desvinculación del Despacho Legista Iure y
uno de sus abogados con la intención de eludir la reclamación planteada,
como una espiral de posiciones que ha llevado en el pasado a elegir
estrategias procesales y ahora a la insistencia en ocupar un espacio
alternativo a conveniencia. Esa es la cuestión esencial de toda la
controversia, que no puede ocultarse bajo el motivo de incongruencia
omisiva referida a un punto que –a juicio de la parte- debiera constar en el
Laudo arbitral y cuya ausencia no vemos en qué medida pudiera perturbar el
análisis de conjunto.
La debilidad de la alegación no tiene otra consecuencia que su
desestimación.

SÉPTIMO.- El siguiente punto de la demanda engloba también


dentro de la vulneración del orden público lo que considera que es una
valoración arbitraria de la prueba. Tras una larga inserción de cita
jurisprudencial en torno a la valoración irracional de la prueba y su
proyección en la acción de nulidad arbitral, la demanda se centra en el
análisis de los epígrafes 100 a 107 del Laudo impugnado.
En ellos se analizan documentos (correos electrónicos) que versan
sobre las relaciones entre la Sareb y el despacho de abogados Legista Iure y
lo que -según esta última- significó una clara y unilateral ruptura de la
relación contractual que el árbitro sin embargo no aprecia, pues lleva a cabo

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una lectura parcial de los documentos y comunicaciones entre las dos


entidades que no se corresponde con lo racional.
La importancia que se otorga al dato de la resolución unilateral del
contrato se engarza con la posición del despacho de abogados en cuanto
sostuvo que, una vez rota la relación contractual, ya no podía exigírsele la
facturación de honorarios con arreglo a las tarifas pactadas.

1.- La alegación del error en la valoración de la prueba como vertiente


del derecho a la motivación de las resoluciones arbitrales, y por ello posible
causa de nulidad (ex artículos 41.1.f de la Ley de Arbitraje y por elevación,
artículo 24 de la Constitución) es una de las cuestiones más complejas a las
que se enfrenta la acción de anulación. La valoración probatoria corresponde
en exclusiva al árbitro o colegio, y la opción por el arbitraje ya hemos dicho
que no implica la posibilidad de exigir –ni en éste ni en otros aspectos del
laudo- una motivación equiparable a la que sí resulta exigible a los órganos
judiciales (Cfr. la tan citada STC de 15.02.2021). Por descontado que –ni en
uno ni otro caso- no es defendible ninguna suerte de derecho al acierto. Por
todo ello, cuando se invoca como causa de la acción de nulidad el error en la
apreciación de la prueba, no puede pretenderse trasladar a la Sala de lo Civil
y Penal esa tarea interpretativa de cuanto sirvió de material probatorio en el
procedimiento arbitral, ni que proyecte sobre ello los parámetros
jurisdiccionales de valoración probatoria, ni que compare las conclusiones
analíticas del órgano arbitral con las nuestras propias. Tampoco, por último,
que analice la alternativa interpretativa que ofrece la parte que, descontenta
con el laudo, ejercita la acción de anulación. Según la misma STC: “hemos
de reiterar que la valoración del órgano judicial competente sobre una
posible contradicción del laudo con el orden público, no puede consistir en
un nuevo análisis del asunto sometido a arbitraje, sustituyendo el papel del
árbitro en la controversia, sino que debe ceñirse al enjuiciamiento respecto
de la legalidad del convenio arbitral, la arbitrabilidad de la materia y la
regularidad procedimental del desarrollo del arbitraje”.
Como fundamento de la acción de anulación, el carácter restrictivo de
este motivo lo reduce a aquellos supuestos en los que la valoración de la
prueba realizada en el laudo resulta irreconciliablemente enfrentada con la
lógica más elemental; palmariamente contraria a lo que –sin esfuerzo
interpretativo alguno- es obligado deducir. No se puede tratar de matices.

2.- En el supuesto que nos ocupa, el problema denunciado por este


cauce se centra en la interpretación de dos correos electrónicos (de fecha 7
de mayo de 2018 y 21 de mayo de 2018) en los que la Sociedad de Gestión
de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria (SAREB) traslada al

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despacho de abogados contratado determinadas peticiones para proseguir la


tramitación de diversos asuntos que llevaba Legista Iure (petición de
traspaso de venia y documentación y otras cuestiones), que el árbitro no
considera que constituyan una resolución del contrato vigente.
Puede que la interpretación otorgada en el laudo al texto de tales
comunicaciones resulte discutible, pero no alcanza a nuestro juicio esa
drástica deformación de contenidos que la parte demandante de nulidad
sostiene. Las expresiones en las que se articulan ambos correos no llegan a
ser lo tajantes que se quiere defender por esta parte, ni llegan a dejar clara
esa ruptura total del contrato. Insistimos: no nos corresponde suplantar la
labor interpretativa arbitral ni plasmar aquí cual hubiese sido nuestra lectura
de la prueba, de modo que no podemos apreciar ese desempeño irracional de
la tarea decisoria a la luz de la motivación que a este aspecto de la
controversia se desarrolla en los epígrafes 101 y siguientes del laudo
impugnado. La causa alegada, en conclusión, no puede ser apreciada.

OCTAVO.- En la última alegación se propone también la nulidad del


laudo –por contrario al orden público- dada la imposición de costas que
decide a la parte demandada arbitral.
El laudo se pronuncia en tal sentido “dada la sustancial estimación de
la demanda” (epígrafe 129) basándose tanto en el artículo 47 del Reglamento
de la Corte como en el artículo 37.6 de la Ley de Arbitraje, señalando
expresamente (128) que este último artículo no establece criterio alguno para
la determinación del contenido de la condena en costas. Se basa en árbitro en
su motivación (que no puede negarse) en la aplicación del criterio del
vencimiento, al estimar las dos principales pretensiones contenidas en la
demanda de las tres que integraban el suplico.
Discrepa de esta decisión Legista Iure diciendo que, toda vez que la
estimación de la demanda ha sido parcial, la imposición de costas que se
realiza es “totalmente irrazonable”.

Nuevamente tropezamos con lo que pretende ser una aplicación de la


legislación procesal en su integridad. El artículo 394 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil determina la imposición de las costas procesales en los
procesos declarativos a la parte que haya visto rechazadas todas sus
pretensiones, salvo que el tribunal aprecie, y así lo razone, que el caso
presentaba serias dudas de hecho o de derecho. No existe un
pronunciamiento idéntico en la Ley de Arbitraje que resultase, por lo tanto
imperativo para el árbitro, ni la Ley procesal civil es aplicable al arbitraje
salvo que concretamente disponga lo contrario (como sucede por ejemplo en
el artículo 42.1.a) al referirse a la forma de presentación de la demanda de

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nulidad). No puede por ello, examinarse la contravención al orden público en


materia de costas en al arbitraje fuera de aquellos supuestos en los cuales su
imposición resultase de un criterio que incurra en error patente, en
arbitrariedad, en manifiesta irrazonabilidad o por falta de motivación (tal
como indica la STSJ de Baleares 2/2019, de 20 de febrero, que se cita en la
demanda de anulación). No nos hallamos ante ninguna de estas quiebras: la
imposición (total) de las costas cuando se estiman las dos pretensiones
sustanciales de una demanda que contenía tres (siendo además la tercera un
tanto indefinida como bien observa el árbitro) no puede decirse que, en sede
arbitral, constituya una decisión irrazonable, contraria a los principios
constitucionales ni que vulnere el orden público al suponer un rechazo o
apartamiento claro del mandato de una norma imperativa. Tampoco, por
todo ello, puede acogerse esta pretendida causa de nulidad.

NOVENO.- Por todo ello, la demanda ha de ser desestimada,


procediéndose asimismo a la imposición a la parte actora de las costas
causadas, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 394 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil.

En virtud de todo lo expuesto, vistos los artículos citados y demás de


pertinente aplicación,

FALLAMOS

Que debemos desestimar y desestimamos, la demanda interpuesta por


la Procuradora Dña. Jessica Rosas Navarro, en nombre y representación de
la entidad mercantil “A. Legista Iure S.L.” contra la Sociedad de Gestión de
Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria (SAREB), y por lo
tanto declaramos no haber lugar a la declaración de nulidad del laudo
arbitral dictado por árbitro único de la Cámara Oficial de Comercio,
Industria y Servicios de Madrid, de fecha 3 de julio de 2020 (aclarado por
Laudo de 31 de julio) en el procedimiento CAM 2921/18YA-SG.
Todo ello con imposición a la parte demandante de nulidad de las
costas causadas en el presente proceso.

Así, por esta nuestra Sentencia, que deberá notificarse a las partes
haciéndoles saber que contra la misma no cabe interponer recurso, y de la

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 18/40

que se unirá Certificación al Rollo de su razón, lo pronunciamos, mandamos


y firmamos.

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PUBLICACIÓN.- Firmada la anterior resolución es entregada en esta


secretaría para su notificación, dándose publicidad en legal forma y se expide
certificación de la misma para su unión al rollo. Doy fe.

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Procedimiento: Asunto civil: 82/2020. Nulidad laudo arbitral 66/2020.

Demandante: A. LEGISTA IURE S.L.

Demandada: SOCIEDAD DE GESTIÓN DE ACTIVOS


PROCEDENTES DE LA REESTRUCTURACIÓN BANCARIA
(SAREB)

VOTO PARTICULAR DEL MAGISTRADO

D. Jesús María Santos Vijande

Con respeto a la opinión mayoritaria, debo, no obstante, dejar


constancia de mi discrepancia con la fundamentación y con el fallo de la
Sentencia, a través de la formulación de este voto particular, ex art. 260
LOPJ, con base en los siguientes motivos:

PRIMERO. Sustento mi parecer discrepante en una consideración


sustancial: creo que el Laudo impugnado debió ser anulado porque se dictó
decaídos los convenios arbitrales en que se ampara, ante todo y sobre todo
por la propia conducta procesal de SAREB, que, como dijimos en nuestra
Sentencia firme 11/2020, de 28 de febrero –y resulta hecho probado, amén
de admitido en esta causa-, no opuso la declinatoria de jurisdicción frente al
procedimiento de jura de cuentas iniciado contra SAREB por un Letrado
firmante de los convenios arbitrales tanto en calidad de administrador único
de LEGISTA como en su condición de Abogado concernido por los
contratos de prestación de servicios en los que se incluían los convenios
arbitrales.
Dicho de otro modo: mantener el Laudo final dictado por el Árbitro en
un procedimiento arbitral iniciado con posterioridad a la actuación
jurisdiccional precitada –jura de cuentas-, vulnera el derecho de acceso a la
jurisdicción de LEGISTA, núcleo duro del art. 24.1 CE, porque en buena
medida la Sala –lo digo con el máximo respeto-, entra en una dinámica
argumentativa, la adoptada por el Árbitro en el Laudo final para mantener su
competencia –en parte seguida por los litigantes- que desenfoca el verdadero
núcleo de la cuestión implicada, a saber: la decadencia de los convenios, la
ruptura de la bilateralidad del consentimiento imprescindible para la renuncia

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 21/40

válida a la jurisdicción, derivada del comportamiento procesal no ya solo del


Letrado que acude a la Jura de Cuentas, sino de la propia SAREB que lo da
por bueno.
Expresado más claramente: lo decisivo no es si nuestra Sentencia
11/2020, que estima la acción de anulación frente al Laudo Parcial
impugnado por el Letrado Sr. García Rivas ante la desestimación por el
Árbitro de su declinatoria de Jurisdicción por entender decaído el
procedimiento arbitral al haber acudido a la Jurisdicción civil –declinatoria a
la que se adhiere LEGISTA, aunque no impugne el Laudo parcial…-,
extiende su eficacia de cosa juzgada a LEGISTA, también firmante del
convenio, pero no interviniente en el proceso de anulación del Laudo
parcial… No es esto lo más determinante, aunque algo hayamos de decir
sobre la precariedad de los argumentos empleados –y dados por buenos- para
desestimar la cosa juzgada… Lo determinante es, frente al alegato explícito
de LEGISTA de que el Árbitro adolece de jurisdicción –que califica de
imporrogable- y de que el Laudo vulnera el art. 24.1 CE, examinar si los
convenios han decaído o no por la voluntad expresa o tácita, pero en todo
caso bilateral, de los intervinientes en los mismos…
Una breve acotación en este punto: es verdad que, en los enunciados
de los motivos de la demanda de anulación no se invoca formalmente la
decadencia del convenio; pero a lo largo de la demanda de anulación es
reiterado el alegato de que el Árbitro adolece de jurisdicción, que se tacha de
improrrogable, por el comportamiento procesal de SAREB ante los
tribunales ordinarios, por haber consentido sin oposición la tramitación de la
jura de cuentas. A esta Sala le corresponde calificar correctamente en
Derecho lo que aduce in factum la demandante, y más cuando el sentido de
su alegación es diáfano sobre lo que pretende, y tal es el caso. Estamos en
una situación, valga el ejemplo, que con frecuencia se da ante el Tribunal
Constitucional cuando el recurrente en amparo, exponiendo con claridad por
qué considera vulnerado un derecho fundamental, se equivoca en la cita
correcta del precepto constitucional concernido –o incluso no lo cita: con
toda lógica, es doctrina reiteradísima del TC que tal circunstancia ni aboca a
la inadmisión a trámite ni a la desestimación del recurso. Y ello, claro está,
con independencia de que en no pocos supuestos –aunque no sea aquí el
caso-, algunos por imperativo de la Jurisprudencia del TJUE, sí es apreciable
de oficio la inexistencia o invalidez del convenio arbitral, como ha recordado
con reiteración esta Sala –cfr. infra la transcripción de nuestra Sentencia
6/2021al hablar de la normativa tuitiva de consumidores y usuarios.
A mi parecer la Sentencia mayoritaria no ha conferido la debida
importancia a que cuando una de las partes firmantes de un convenio, de
forma expresa o tácita pero concluyente, renuncia al arbitraje –porque acude

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 22/40

a la Jurisdicción- y la otra no se opone, se entiende que ambas renuncian al


arbitraje y que el convenio o convenios decaen; y ello sin perjuicio, claro
está, de un pacto ulterior, expreso o tácito, de nueva sumisión a arbitraje.
Este es un criterio aceptado doctrinal y jurisprudencialmente con abierta
unanimidad, sobre el que la Sala Primera se muestra categórica –v.gr., STS
11/02/2010, roj STS 1669/2010- y que este Tribunal, empero, no ha asumido
en este caso.
Quizá esa falta de asunción se deba a que el debate sobre la cosa
juzgada ofusca la percepción de la realidad que acabo de expresar. Se repara
en que en la firma de los convenios de una parte está la propia SAREB y, de
otra, están LEGISTA y los Abogados que en esa asesoría trabajan, en
particular el Sr. García Rivas, quien firma los contratos de arrendamiento de
servicios como administrador único de LEGISTA, pero que también es
Letrado que presta esos servicios; abogados a los que se refiere el convenio
en una mismidad de relación jurídica con SAREB. Se arguye que quien
renuncia al arbitraje ha sido el Sr. García Rivas y SAREB, pero solo en
relación con él, no con LEGISTA, a la que no afectaría la cosa juzgada de
nuestra Sentencia 11/2020 por no haber sido parte en dicha causa.
Ese argumento olvida, insisto, algo fundamental: más allá de que
resulta evidente –a la vista del tenor de los convenios que más adelante
transcribo-, que la sumisión a arbitraje de LEGISTA y de sus Abogados es
inescindible por la naturaleza misma del contrato de prestación de servicios
de asesoramiento a SAREB, una vez que SAREB, en aplicación de dichos
convenios, acepta sin oposición el acudir a la Jurisdicción, no le puede
imponer a ningún otro de los firmantes del convenio una persistencia en la
voluntad de sumisión a arbitraje que SAREB ha contravenido de modo
concluyente en virtud de sus propios actos. Un postulado como el que
consagra la Sentencia mayoritaria no es conciliable, en mi opinión, con la
esencia misma del arbitraje en su vertiente de contrato asentado en la libertad
de las partes, sí, pero no en cualquier voluntad, sino en la libertad anuente de
las partes emitida en condiciones de igualdad, y no en la imposición de la
voluntad de una en virtud de su libre albedrío y haciendo caso omiso de la
contravención con sus propios actos: no se puede decir con el suficiente
fundamento, me parece, que habiendo renunciado al convenio SAREB en
una ocasión por haber acudido a la Jurisdicción, cabe después acudir al
arbitraje en virtud del convenio al que SAREB ha renunciado, sin el
consentimiento anuente de LEGISTA; consentimiento de LEGISTA que
claramente no se ha producido, pues su comportamiento en el procedimiento
arbitral y ante esta Sala ha sido inequívoco y persistente en negar
jurisdicción al árbitro. Hasta tal punto es así que el Árbitro vuelve a
pronunciarse en el Laudo final sobre su competencia en relación con

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 23/40

LEGISTA en prueba inequívoca del alegato de incompetencia que frente a él


se mantenía.
Otra breve acotación: aunque no es objeto de discusión en este litigio,
me remito a las justificadas consideraciones de nuestra Sentencia 11/2020
sobre por qué acudir al procedimiento de Jura de Cuentas entraña acudir a la
Jurisdicción propiamente dicha, pues frente a la decisión al respecto del
Letrado de la Administración de Justicia cabe, ex art. 35.2 LEC, la revisión
posterior por el órgano jurisdiccional (STC 34/2019, de 14 de marzo). Y
añado ahora, para que no quepa lugar al menor equívoco, que la Sala Primera
ha admitido y estimado con reiteración la interposición de declinatoria de
sumisión a arbitraje en los procedimientos de jura de cuentas (v.gr., ATS, 1ª,
21.09.2004, roj ATS 10586/2003; y ATS, 1ª, 10.06.2005, roj ATS
18575/2005).
No está de más transcribir, por su diafanidad, el FJ 4º del ATS de 10
de junio de 2005, que, en un caso muy similar al presente –prestación de
servicios de asesoramiento jurídico a entidad bancaria-, dice:
“CUARTO.- En otro orden de cosas, está fuera de duda la naturaleza
sumaria y especial del procedimiento de jura de cuentas, que posibilita hacer
efectivos de forma expeditiva los créditos derivados de la actuación
profesional desarrollada por los Abogados en los procesos.
Precisamente de su carácter sumario deriva que la resolución que
recaiga no producirá efecto de cosa juzgada que pudiera impedir la discusión
del tema en un proceso declarativo posterior.
Es decir, no nos hallamos ante un juicio especial por razones de interés
público, del tipo de los contenidos en el Libro IV de la Ley de
Enjuiciamiento Civil , respecto a los cuales la vía del arbitraje esté vedada en
atención a lo prevenido en el artículo 2.1 de la Ley 60/2003, de 23 de
diciembre , por constituir controversias sobre materias que no son de libre
disposición, sino ante un cauce procesal que tiende únicamente a establecer
una protección especial a los Letrados para el cobro del precio de los
servicios que han prestado, evitándoles acudir a la vía declarativa ordinaria,
la cual, de todas formas, no queda excluida ya que el interesado puede optar
por una u otra.
En tal contexto, lo relevante es que el Sr. Arturo y la Caja de Ahorros
de Madrid han convenido voluntariamente someter a arbitraje sus diferencias
en lo relativo a la interpretación y ejecución del Convenio que han suscrito
sobre prestación de los servicios profesionales del primero, y la validez y el
cumplimiento de dicha estipulación no puede quedar al arbitrio del
mencionado Letrado a través del sencillo expediente de acudir al
procedimiento de jura de cuentas para reclamar los honorarios que se le
adeudan, pues según dispone el artículo 11.1 de la Ley de Arbitraje , el

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 24/40

convenio arbitral obliga a las partes a cumplir lo estipulado e impide a los


Tribunales conocer de las controversias sometidas a arbitraje, siempre que
el interesado lo invoque mediante declinatoria.
Ciertamente, la Corte de Arbitraje designada al efecto en el caso que
nos ocupa no va a desarrollar su función ajustándose a las normas del
procedimiento sumario promovido, sino con arreglo a lo establecido en el
artículo 25 y siguientes de la norma citada. El resaltado es mío
Lo transcrito da una idea cabal del significado de que SAREB no haya
opuesto la declinatoria de sumisión a arbitraje en la jura de cuentas. El
convenio arbitral, su subsistencia y su cumplimiento no pueden quedar al
albur de la voluntad de una de las partes, que se imponga como
preeminente a la de los demás firmantes. Y tal es, en mi opinión, lo que esta
Sala ha permitido al no anular el Laudo: SAREB acude a la Jurisdicción
cuando lo estima oportuno y, cuando no, acude al Arbitraje precisamente
reclamando como excesivo según lo pactado contractualmente lo que la Jura
de Cuentas había reconocido; el camino a seguir hubo de ser otro: decaído el
convenio, debió plantear ante la Jurisdicción lo que estimaba ser
incumplimiento contractual de LEGISTA y, desde luego, del Letrado que
emitió sus minutas, en calidad de abogado y administrador único de
LEGISTA y que prestó sus servicios a SAREB en virtud del contrato
litigioso.
Esta es la ratio decidendi que debió abocar al fallo anulatorio, y ello
de acuerdo con una doctrina jurisprudencial que esta Sala ha reiterado en
numerosas ocasiones. Recientemente, por ejemplo, recordábamos en nuestra
Sentencia 6/2021, de 2 de marzo –asunto civil 12/2020-, lo siguiente:

<<Lo primero que, de un modo general, hemos de recordar, con


nuestra Sentencia 24/2018, de 24 de mayo (FJ 4º.1) –roj STSJ M 2724/2018,
es cómo la STC 1/2018, de 12 de enero, enfatiza los rasgos que ha de reunir
la voluntad de someterse a arbitraje y la trascendencia constitucional de que
dicha sumisión adolezca de tales caracteres: cuales son la claridad y no
equivocidad de la voluntad manifestada, y la libertad en su emisión y no la
imposición ni la indebida extensión a tercero.

Dice la STC 1/2018, en su FJ 3º:

El derecho a la tutela judicial efectiva que reconoce y consagra el


artículo 24 CE se refiere a una potestad del Estado atribuida al poder
judicial, consistente en la prestación de la actividad jurisdiccional por
jueces y tribunales. Esta actividad prestacional permite al legislador, como

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 25/40

se ha declarado reiteradamente, su configuración y la determinación de los


requisitos para acceder a ella, pues “al ser el derecho a la tutela judicial
efectiva un derecho prestacional de configuración legal, su ejercicio y
efectividad están supeditados a la concurrencia de los presupuestos y
requisitos que, en cada caso, haya establecido el legislador, que no puede,
sin embargo, fijar obstáculos o trabas arbitrarios o caprichosos que
impidan la tutela judicial garantizada constitucionalmente” (STC 17/2008,
de 31 de enero, FJ 3, por todas).

Ha de partirse de la idea de que la configuración del arbitraje como


vía extrajudicial de resolución de las controversias existentes entre las
partes es un “equivalente jurisdiccional”, dado que las partes obtienen los
mismos resultados que accediendo a la jurisdicción civil, es decir, una
decisión al conflicto con efectos de cosa juzgada (por todas, SSTC 15/1987,
de 6 de febrero, y 62/1991, de 22 de marzo). La exclusividad jurisdiccional a
que alude el artículo 117.3 CE no afecta a la validez constitucional del
arbitraje, ni vulnera el artículo 24 CE. En relación con el sometimiento de
controversias al arbitraje, este Tribunal ha reiterado que, si bien el derecho
a la tutela judicial efectiva (artículo 24.1 CE) tiene carácter irrenunciable e
indisponible, ello no impide que pueda reputarse constitucionalmente
legítima la voluntaria y transitoria renuncia al ejercicio de las acciones en
pos de unos beneficios cuyo eventual logro es para el interesado más
ventajoso que el que pudiera resultar de aquel ejercicio. A esos efectos, se
ha incidido en que dicha renuncia debe ser explícita, clara, terminante e
inequívoca y si bien, por la protección que se debe dispensar a la buena fe,
se ha declarado que la renuncia puede inferirse de la conducta de los
titulares del derecho, no es lícito deducirla de una conducta no
suficientemente expresiva del ánimo de renunciar (por todas,
STC 65/2009, de 9 de marzo, FJ 4). Esta circunstancia es lo que ha
determinado que se haya considerado contrario al derecho a la tutela
judicial efectiva (art. 24.1 CE) la imposición obligatoria e imperativa del
sometimiento a arbitraje (por todas, STC 174/1995, de 23 de noviembre, FJ
3).

Hay que subrayar, como se ha hecho en anteriores ocasiones, que el


arbitraje en cuanto equivalente jurisdiccional, se sustenta, en la autonomía

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 26/40

de la voluntad de las partes plasmada en el convenio arbitral. Es “un medio


heterónomo de arreglo de controversias que se fundamenta en la autonomía
de la voluntad de los sujetos privados (art. 1.1 CE)” (STC 176/1996, de 11
de noviembre, FJ 1). Dicha Sentencia, en su fundamento jurídico 4, resalta
la importancia de la nota de voluntariedad en el arbitraje “lo que
constitucionalmente le vincula con la libertad como valor superior del
ordenamiento (art. 1.1 CE). De manera que no cabe entender que, por el
hecho de someter voluntariamente determinada cuestión litigiosa al
arbitraje de un tercero, quede menoscabado y padezca el derecho a la tutela
judicial efectiva que la Constitución reconoce a todos. Una vez elegida
dicha vía, ello supone tan sólo que en la misma ha de alcanzarse el arreglo
de las cuestiones litigiosas mediante la decisión del árbitro y que el acceso a
la jurisdicción —pero no su ‘equivalente jurisdiccional’ arbitral,
SSTC 15/1989, 62/1991 y 174/1995— legalmente establecido será sólo el
recurso por nulidad del Laudo Arbitral y no cualquier otro proceso
ordinario en el que sea posible volver a plantear el fondo del litigio tal y
como antes fue debatido en el proceso arbitral. Pues como ha declarado
reiteradamente este Tribunal, el derecho a la tutela judicial efectiva no es un
derecho de libertad, ejercitable sin más y directamente a partir de la
Constitución, sino un derecho prestacional, sólo ejercitable por los cauces
procesales existentes y con sujeción a su concreta ordenación legal
(SSTC 99/1985, 50/1990 y 149/1995, entre otras)”.

Ello quiere decir que la falta de la necesaria concurrencia de la


voluntad de ambas partes litigantes para someterse a este mecanismo
extrajudicial de resolución de conflictos y su imposición a una de ellas, en
principio, no se compadece bien con el básico aspecto contractual del
arbitraje y con el derecho fundamental a la tutela judicial efectiva que
garantiza el derecho de acceso a los órganos jurisdiccionales (art. 24.1
CE). La razón estriba en que ha de entenderse que en el mecanismo arbitral,
la renuncia al ejercicio del derecho fundamental proviene de la legítima
autonomía de la voluntad de las partes, que, libre y voluntariamente, se
someten a la decisión de un tercero ajeno a los tribunales de justicia para
resolver su conflicto, y ello, correctamente entendido, no implica una
renuncia general al derecho fundamental del artículo 24 CE, sino a su
ejercicio en un determinado momento, no quebrantándose principio

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 27/40

constitucional alguno (SSTC 174/1995, 75/1996 y 176/1996). Precisamente


por su naturaleza alternativa a la jurisdicción ordinaria, la
STC 174/1995 afirmó que el artículo 38.2, párrafo primero, de la Ley de
ordenación de los transportes terrestres, que imponía un arbitraje
obligatorio e imperativo, excluyente del acceso la jurisdicción, resultaba
contrario al derecho a la tutela judicial efectiva. Allí se afirmó además que
“[n]o se opone a esta conclusión el posible control final por los órganos
judiciales, a que aluden el Abogado del Estado y el Ministerio Fiscal con
referencia al recurso de nulidad del laudo previsto en el art. 45 de la Ley de
Arbitraje. La objeción tendría consistencia si dicho control judicial no
estuviera limitado -como lo está- a su aspecto meramente externo y no de
fondo sobre la cuestión sometida al arbitraje; pero al estar tasadas las
causas de revisión previstas en el citado art. 45, y limitarse éstas a las
garantías formales sin poderse pronunciar el órgano judicial sobre el fondo
del asunto, nos hallamos frente a un juicio externo (STC 43/1988 y
Sentencias del Tribunal Supremo que en ella se citan) que, como tal, resulta
insuficiente para entender que el control judicial así concebido cubre el
derecho a obtener la tutela judicial efectiva que consagra el art. 24.1 C.E.”

En plena sintonía con estos criterios de la doctrina constitucional, esta


Sala ha venido recordando con reiteración ciertos postulados comúnmente
asumidos sobre las características que ha de reunir la voluntad de someterse
a arbitrarse para poder ser reputada como tal.
Así, hemos dicho en el FJ 2º de nuestra Sentencia 14/2017, de 28 de
febrero (roj STSJ M 1752/2017):
“la voluntad de someterse a arbitraje ha de poder ser apreciada de un
modo claro, sin que a ello obste la supresión legal del adjetivo “inequívoca”
con que se calificaba tal designio en la Ley de 1988. Como señala, por todas,
la STSJ País Vasco 8/2015, de 23 de septiembre (roj STSJ PV 3148/2015) –
FJ 2, con cita de sus precedentes Sentencias de 10 de noviembre de 2011
(NLA 9/11) y 25 de septiembre de 2012 (NLA 8/2012),
"El convenio arbitral, como es sabido, es el acuerdo de las partes
para someter a arbitraje las controversias que hayan surgido o puedan
surgir respecto de una determinada relación o ámbito jurídico, contractual
o no contractual. Tanto en la doctrina como en la jurisprudencia impera a la
hora de examinar su existencia o validez un criterio antiformalista, que
considera innecesarias fórmulas rituarias, aunque sea exigible, de acuerdo
con el artículo 9.3 LA, la forma escrita en un documento firmado por las
partes o en un intercambio de cartas, telegramas, teles, fax u otros medios

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 28/40

de telecomunicación que dejen constancia del acuerdo, o del intercambio de


escritos de demanda y contestación en que su existencia sea afirmada por
una parte y no negada por la otra (art. 9.5 LA). Es, por tanto esencial que
la voluntad de las partes de someter su controversia, actual o futura, a
arbitraje sea patente y perceptible.".
"La Ley 60/2003, de 23 de diciembre, de arbitraje, en su art. 9.1, ha
hecho desaparecer la exigencia de que el convenio arbitral debe expresar la
voluntad de forma "inequívoca" , término éste que sí se recogía
expresamente en el art. 5.1 de la anterior ley de arbitraje vigente hasta el 26
de marzo de 2004 (Ley 36/1988, de 5 de diciembre, de Arbitraje), lo que
tiene su sentido dada la proclamación del antiformalismo a que se refiere
incluso la Exposición de Motivos de la actual Ley en su apartado III”.
Pero la actual ley de arbitraje sigue exigiendo la existencia de
voluntad a fin de que sea válido el convenio arbitral, es decir, ha de ser
patente el deseo de las partes de acudir a arbitraje, extremo esencial (..), lo
que no es sino mera consecuencia de la naturaleza del convenio arbitral al
desplazar voluntariamente la jurisdicción, encomendando la resolución de
los conflictos que puedan surgir a los árbitros.(..). Y, (…) esta voluntad de
las partes de acudir a arbitraje puede expresarse en las diferentes formas
recogidas en el art. 9 LA, es decir, de forma expresa o de forma tácita, ya
que la voluntad contractual del convenio arbitral no tiene, en principio,
ninguna característica que la diferencie de la voluntad negocial general”.".
En la misma línea de pensamiento esta Sala ha proclamado con
reiteración que “es axioma incontrovertido que la interpretación extensiva
de la cláusula arbitral –a terceros que no la han suscrito o a situaciones o
ámbitos de aplicación no comprendidos claramente en ella- ha de estar
sólidamente sustentada, no solo por la exigencia de la voluntad de sumisión
y por escrito como fundamento de la existencia del convenio arbitral (arts.
9.1 y 9.3 LA) -- lo que no excluye su emisión tácita, deducida de actos
concluyentes, v.gr., por falta de oposición al arbitraje incoado (art. 9.5
LA), en particular en casos no concernidos por la normativa tuitiva de
consumidores y usuarios, donde no se trata solo de entender emitida una
libre declaración de voluntad, sino que se requiere una negociación
expresa del contenido del contrato--, sino porque, al fin y a la postre, la
inferencia de esa voluntad lleva aparejada una radical consecuencia
jurídica: nada más y nada menos que la renuncia al derecho de acceso a la
jurisdicción, “núcleo duro” –en locución del TC- o “contenido esencial” –
en expresión de la Constitución misma (art. 53.1 CE) del derecho
fundamental a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE)” (SS. 2/2015, de 13
de enero –FJ 4, roj STSJ M 197/2015-; 7/2015, de 20 de enero –FJ 2, roj
STSJ M 201/2015; 25/2015, de 25 de marzo –FJ 3, roj STSJ M 3279/2015;

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 29/40

79/2015, de 3 de noviembre –FJ 3, roj STSJ M 15511/2015; 31/2016, de 13


de abril –FJ 3, roj STSJ M 3292/2016), 14/2017, de 28 de febrero (FJ 2, roj
STSJ M 1752/2017) y 23/2018, de 22 de mayo (FJ 2, roj STSJ M
5933/2018). Y ello por la razón supra reseñada: la acción de anulación
responde a motivos tasados, que no permiten un nuevo y pleno
enjuiciamiento del thema decidendi sometido a la consideración de los
árbitros.
Y no cabe dudar –como dijimos en las Sentencias 75/2016, de 13 de
diciembre, y 2/2015, de 13 de enero, y señala también la STSJ País Vasco
8/2015, de 23 de septiembre, supra reseñada- de que a esa renuncia, de tanta
relevancia constitucional, le son aplicables los requisitos generales de la
renuncia de derechos, a saber: la claridad, el sentido terminante de la misma.
En palabras de la Sala Primera: “por su propia naturaleza, la renuncia ha de
ser clara, terminante, incondicional e inequívoca, aunque no resulta
imprescindible que sea expresa, ya que puede deducirse de actos inequívocos y
concluyentes” (v.gr., entre muchas, SS. 623/2013, de 26 de octubre –roj
4952/2013-, FJ 6, y 358/2014, de 20 de junio –roj 2486/2014-, FJ 2). En suma:
in dubio, pro Iurisdictione”.

“Conscientes de que nos hallamos ante una cuestión en según qué


casos muy discutida, también hemos reparado en la existencia de decisiones
dispares en la jurisprudencia atendiendo a las circunstancias de cada caso.
Así, como dijimos en las Sentencias de esta Sala 68/2014, de 16 de
diciembre (FJ 4, roj STSJ M 15736/2014), y 2/2015, de 13 de enero –FJ 4,
roj STSJ M 197/2015-, entre otras, no se puede ignorar que, en ocasiones, el
Tribunal Supremo ha negado la llamada extensión o transmisión del
convenio arbitral a quienes no lo han suscrito: por ejemplo, la STS 567/2007,
de 27 de mayo (ROJ STS 4499/2007), en que la Sala Primera no ha
permitido extender la cláusula arbitral que prevén los Estatutos de una
Comunidad para dirimir las controversias entre comuneros a las
reclamaciones de éstos contra la Comunidad o de aquélla contra éstos; o
también la STS 26/2010, de 11 de febrero (ROJ STS 1669/2010), que
tampoco ha autorizado la extensión de la cláusula arbitral firmada por la
empresa a su administrador, demandado junto con la empresa en su calidad
de tal. En otros supuestos, en cambio, la Sala Primera expresamente admitió
la extensión o transmisión del convenio arbitral incluso a tercero que no lo
ha suscrito, pero que está directamente implicado en la ejecución del
contrato, en el caso, por su condición de avalista (supuesto resuelto por la
STS de 26 de mayo de 2005, ROJ STS 3403/2005 –y analizado también por

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 30/40

la Sentencia de esta Sala 64/2015, de 16 de septiembre, FJ 3º, roj STSJ M


10502/2015)”.
En el mismo sentido, a modo de ejemplo, nuestra Sentencia 20/2017,
de 21 de marzo (FJ 4º, roj STSJ M 3280/2017), donde, en total congruencia
con lo que antecede, también recordábamos (FJ 4º), como doctrina
reiteradísima, que, a la hora de ponderar la existencia y efectos de un
convenio arbitral, es imprescindible preservar las exigencias de la buena fe
y de la congruencia con los propios actos: este Tribunal ha conferido
especial trascendencia a la coherencia que la pretensión de anulación
guarde con la propia conducta del recurrente, lo cual a su vez también es
expresión del principio general de buena fe, del que es concreción la
máxima ne venire contra factum proprium (v.gr., S 13.2.2013, ROJ STSJ
M 8205/2013; mutatis mutandis, S. 22.7.2013, ROJ STSJ M 8247/2013; y,
más recientemente, SSTSJ Madrid de 16 de diciembre de 2014, 13 de enero,
17 de febrero y 3 de marzo de 2015, 16 de febrero y 20 de diciembre de 2016
-en recursos de anulación 36/2014, 45/2014, 26/2014, 95/2014, 71/2015 y
69/2016, respectivamente).
De ahí que esta Sala venga aceptando sin dificultad alguna la
extensión de la cláusula arbitral a terceros en casos de sucesión contractual,
con la correspondiente asunción de derechos y obligaciones, y, entre ellas, la
de sumisión a arbitraje (S 13.2.2013, ROJ STSJ M 8205/2013; S. 68/2014,
de 16.12; S. 2/2015, de 13.1; y, mutatis mutandis, S. 22.7.2013, ROJ STSJ M
8247/2013). Teniendo presente, claro está, que en tales situaciones era
inconcusa la mismidad de la relación contractual, y sin que ello signifique
que el inicio de una relación jurídica con sumisión a arbitraje permita
extender ese consentimiento a contratos ulteriores, no previstos en el pacto
inicial y modificativos de sus condiciones –expresivos de una nueva relación
jurídica aun cuando guarde relación con otra precedente-, en las que aquella
sumisión no tiene lugar (v.gr., en tal sentido, STSJ Cataluña 16.05.2013,
ROJ STSJ Cat 5343/2013), o a situaciones de hecho anteriores al prístino
momento de vigencia del convenio arbitral –exégesis pro praeterito
reprobada por nuestra Sentencia 2/2015.
Una precisión más: no creo que se pueda pretender, con el debido
fundamento, que el Laudo Parcial que esta Sala anuló haya quedado firme
para LEGISTA al no haberlo impugnado: el Laudo declarado nulo no puede
vincular a LEGISTA lisa y llanamente porque desparece del ordenamiento
jurídico; lo relevante es si la conducta de LEGISTA en el arbitraje –y ante
esta Sala- permite inferir por actos expresos o tácitos, pero concluyentes, su
aceptación del arbitraje en un virtud de una suerte de novación de los
convenios decaídos: tal conducta en absoluto ha tenido lugar: al contrario, en
todo momento ha negado la Jurisdicción del Árbitro y ha afirmado la

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 31/40

violación de su derecho fundamental de acceso a la Jurisdicción por la


prosecución del arbitraje, pese a la anulación del Laudo Parcial.
En nada obsta a esta conclusión el que, subsidiariamente y ad
cautelam, LEGISTA se haya defendido en cuanto al fondo en el seno del
arbitraje. No me queda más remedio que recordar algo supra apuntado, un
criterio general claro en el Derecho Procesal español y europeo al menos
desde las SSTJUE –entonces TJCE- de 24 de junio de 1981 -FJ 14, asunto
150/1980, Elefanten Schuh c. Pierre Jacqmain-, 22 de octubre de 1981 -
asunto 27/1981, Etablissements Rohr Societé Anonyme c. Dina Ossberger -,
31 de marzo de 1982 - asunto 25/1981, Mme. C.H.N. c. G.J.H. - y 14 de
julio de 1983 - asunto 201/1982, asunto Gerling Kozern Speziale
Krediversicherungs AG et autres c. Amministrazione del Tesoro dello Stato-,
a saber: que el Derecho de la Unión–entonces al interpretar el art. 18 CB,
hoy art. 26.1 R. 1215/2012- exige entender que no incurre en sumisión tácita
quien alega como cuestión previa la declinatoria de jurisdicción –o la
excepción, si tal alegato estuviere así configurado en el Derecho interno- y se
defiende cautelarmente en cuanto al fondo. Planteada la declinatoria de
jurisdicción en el seno del arbitraje, la congruencia con los propios actos no
exige a quien formula ese alegato de incompetencia que permanezca inerme
en cuanto al fondo, si sus defensas de tal naturaleza son esgrimidas con
carácter subsidiario, tal y como por otra parte se sigue de modo evidente del
art. 22.3 LA.
Y en el ámbito particular del arbitraje he de insistir en que me parece
que la interpretación del art. 9.5 LA que propugna la Sentencia mayoritaria
parte de una concepción de la sumisión tácita que no se compadece con lo
que ésta es –según lo expuesto- ni con lo que el propio art. 9.5 permite
entender y esta Sala ha proclamado en repetidas ocasiones, según he
reseñado supra al transcribir nuestra Sentencia 6/2021, de 2 de marzo –roj
STSJ M 23/2021. Quizá convenga recordar que ese art. 9.5 LA dispone que
“se considerará que hay convenio arbitral cuando en un intercambio de
escritos de demanda y contestación su existencia sea afirmada por una parte
y no negada por la otra”. Pues bien, ¿dónde está en el proceder de
LEGISTA a lo largo del arbitraje su falta de oposición, expresa o tácita, al
arbitraje incoado? Se dice que al no impugnar el Laudo parcial –luego
anulado por esta Sala- acató el arbitraje; ni lo hizo, ni mucho menos lo hizo
de forma concluyente e inequívoca: no lo hizo porque estaba en su perfecto
Derecho de defenderse cautelarmente en cuanto al fondo ante la decisión del
Árbitro de proseguir el procedimiento arbitral desestimando la declinatoria
del Letrado y de LEGISTA. La inequívoca oposición de LEGISTA a la
competencia del árbitro adhiriéndose a la declinatoria formulada por el
Letrado y manteniendo durante todo el procedimiento arbitral su alegato de

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 32/40

falta de jurisdicción, no puede quedar empañada por el hecho de que no


impugnase el Laudo parcial; y máxime en las peculiares circunstancias de
este caso: ese Laudo ha desaparecido del Ordenamiento por nuestra
anulación y el propio Árbitro, en el Laudo final, vuelve a justificar su
competencia de un modo similar a como lo había hecho en el Laudo Parcial
–aunque de forma a mi juicio radicalmente insuficiente- ante el claro rechazo
de LEGISTA a su competencia. Argumentos que abundan no ya solo en la
inaplicabilidad al caso del art. 9.5 LA –que me parece difícilmente
discutible-, sino también del propio art. 6 de la misma Ley; precepto este
último que la Sentencia mayoritaria, con razón, no invoca.

SEGUNDO.- Aunque, como he dicho, la principal ratio de la


anulación que postulo es la precedente, proceden unas breves
consideraciones sobre lo argüido por la Sentencia mayoritaria en línea con la
desestimación de la cosa juzgada por el Árbitro.
En síntesis, acertadamente expresada en la Sentencia, “entiende el
árbitro que, acatando el efecto de cosa juzgada de nuestra Sentencia de 28
de febrero de 2020, ello concierne al único “recurrente” en dicho
procedimiento: al letrado D. Agustín García Rivas (73), y por consiguiente,
el laudo no le afectará, limitando sus efectos a la Sareb y a la entidad
Legista Iure (73). La institución de la cosa juzgada, de acuerdo con el
artículo 222 de la LECiv exige una serie de identidades que no concurren
para la expresada entidad (75 y 76).
No puede tacharse de irracional ni de arbitrario el razonamiento
resumido. Diferencia el árbitro entre la persona jurídica (empresa) y uno de
sus abogados, aunque ocupase en ella cargo de administrador. Lo
importante es observar que ejercitó los procedimientos de cuenta jurada
como Letrado, a título individual (no como empresa) y por ello tampoco
resulta descabellada la observación que se hace en la contestación a la
presente demanda, salvando el eventual derecho de repetición (o cualquier
otro) que pueda impulsarse internamente entre la persona jurídica y uno de
sus abogados”.
El árbitro entiende (§ 75) “que la cosa juzgada exige la más perfecta
identidad entre las partes en el proceso, y ya se ha indicado que A.
LEGISTA IURE, no fue parte en el proceso ante el TSJ de Madrid dirigido a
anular los laudos parciales”. Y añade, reconociendo que el convenio ha
decaído respecto del Sr. Agustín Rivas, que “LEGISTA IURE no fue parte
en ese procedimiento de jura de cuentas, y por tanto nada de lo allí sucedido
le repercute en este procedimiento arbitral”.
Creo haber argumentado que esta última afirmación es insostenible:
con o sin cosa juzgada, el proceder de SAREB en relación con los convenios

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 33/40

arbitrales vincula a la propia SAREB, y una elemental buena fe, e igualdad


de consideración en la libertad de contratación de las partes, obliga a
entender que los restantes firmantes de los convenios pueden oponer a
SAREB la renuncia que su conducta procesal evidencia, la falta de
mantenimiento de su voluntad de someterse a arbitraje.
Y en relación con la cosa juzgada, es conveniente reproducir los
convenios arbitrales suscritos del Contrato de Arrendamiento de Servicios de
1 de julio de 2013 y en el Anexo al Contrato suscrito por SAREB y
A.LEGISTA –sucesores de los prístinos contratantes, firmando ambos
contratos por la empresa asesora, como administrador único D. Agustín
García-, de fecha 17 de febrero de 2014: el objeto de los contratos era, en lo
que ahora concierne, “la dirección letrada de los procedimientos judiciales
(ejecutivos, ordinarios, hipotecarios, concursales y de cualquier otra
naturaleza”; a criterio de la Entidad también procedimientos extrajudiciales
de ejecución notarial y, eventualmente, labores de asesoramiento consultivo
a oficinas (estipulación 1ª.1 C. 1.07.2013)
Estipulación 11ª) del Contrato de 1.07.2013:
“El despacho (y los abogados que la conforman) y BCEISS –a quien
sucede SAREB) renuncian expresamente a acudir a cualquier otro fuero que
por Ley pudiera corresponderles, incluyendo la renuncia expresa a acudir al
procedimiento arbitral de jura de cuentas o de similar naturaleza,
sometiéndose expresamente a arbitraje de derecho, al nombramiento de un
árbitro que designe el Tribunal Arbitral de Madrid y al procedimiento y
reglamento de dicha institución, para que dirima la resolución de
cualesquiera disputas que pudieran surgir en relación con la ejecución e
interpretación del presente contrato y la prestación del servicio, obligándose
las partes a asumir a asumir y cumplir el Laudo que en su día se dictare”.
La Cláusula 5ª del Anexo –que precisa, pero no invalida la precedente-
, ya suscrita entre SAREB y A. LEGISTA –firmado por su Abogado y
Administrador Único D. Agustín García Rivas--, establece lo siguiente:
“Las partes acuerdan que todo litigio, discrepancia, cuestión o
reclamación que se produzca como consecuencia de la interpretación o
ejecución del presente Anexo y del Contrato relacionado con él, directa o
indirectamente, se resolverá definitivamente mediante arbitraje en el marco
de la Corte de Arbitraje de la Cámara de Comercio e Industria de Madrid, a
la que se encomienda la administración del arbitraje y la designación del
árbitro (un solo árbitro), de acuerdo con sus estatutos y reglamentos
Igualmente, las partes hacen constar expresamente su compromiso de
cumplir el laudo arbitral que se dicte.
Con el fin de que el sometimiento a arbitraje pueda operar en la
forma prevista por las partes, (EL DESPACHO) renuncia expresa e

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 34/40

irrevocablemente a instar el procedimiento judicial de cuenta de abogado


(jura de cuentas). El incumplimiento por (EL DESPACHO) de esta renuncia
dará derecho a BANCO CEISS –luego SAREB- a la indemnización que se
fije en el procedimiento arbitral a que se refieren los párrafos anteriores”.
La mera lectura de los convenios evidencia, de un lado, el alcance –ya
destacado- de que SAREB no haya opuesto la declinatoria de sumisión a
arbitraje en la jura de cuentas. Pero es que, además, no resulta discutible que
los contratos y los convenios de sumisión a arbitraje afectaban a LEGISTA y
a sus Letrados, dada la mismidad de relación jurídica en que se hallaban
insertos, más allá de la formal consideración de sus distintas
personalidades… Tan es así que la demanda arbitral de SAREB se dirige,
como pone de relieve el Laudo final, contra “el Letrado D. Agustín García
Rivas en su propio nombre y en su condición de administrador único de A.
LEGISTA”, en reconocimiento claro e inequívoco de esa mismidad de
relación jurídica del Letrado en cuanto tal y de su Despacho –LEGISTA- con
SAREB y de que, prima facie, a ambos vinculaba el convenio arbitral. Digo
esto, sin pronunciarme sobre la existencia o no de cosa juzgada, en
consideración a que A. LEGISTA plantea en su demanda de anulación por
extenso (FJ 1º.A.Cuarto), que la concisa respuesta del árbitro apelando al
tenor literal del art. 222 LEC sobre la identidad subjetiva infringe la doctrina
jurisprudencial del Tribunal Supremo sobre la cosa juzgada, declarada, v.gr.,
en STS 430/2019, de 17 de julio, conforme a la cual el requisito de la
identidad de los litigantes no puede consistir en la identidad física de los
sujetos intervinientes e uno y otro proceso, sino que ‘se debe identificar con
la calidad jurídica del interviniente en el primer proceso, pues lo relevante
será la titularidad de la relación jurídica, no la identidad física, sino la
jurídica”. En palabras del FJ 2º de la precitada Sentencia:
4.- El nuevo cuerpo normativo sobre la cosa juzgada recoge
básicamente los principios legales, doctrinales y jurisprudenciales que
respecto a la cosa juzgada existían en cuanto a sus efectos negativo y
positivo cuando aquella era la denominada material y a la clásica existencia
de las tres identidades entre nuevo y precedente pleito sobre la base del ya
derogado art. 1252 del C. Civil. Por el efecto negativo resulta inviable el
plantear un nuevo proceso sobre asunto ya resuelto y por el positivo
vinculara en el posterior proceso, de forma que en este no podrá decidirse
una materia litigiosa de manera contraria a la ya resuelta en el anterior pleito.
No se modifica la exigencia de la triple identidad, exigiéndose tanto
antes como ahora una comparación finalista entre los contenidos de
ambos procedimientos, no solo en su conjunto sino también referida a
cada una de las citadas identidades, de tal manera que se llegue a la
conclusión esencial de si la pretensión que fue resuelta en el primer

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 35/40

pleito es la misma que la que ahora se presenta como litigiosa, buscando


la paridad entre ambos procesos en la relación jurídica controvertida,
para lo cual habrá que atender no solo a la literalidad de las peticiones
sino a su real contenido, a cuyo fin, si preciso fuere, la comparación no
se hará sólo en atención a la parte dispositiva de la primera sentencia o
resolución firme, sino que ésta habrá de interpretarse en relación con los
hechos y fundamentos de derecho que sirvieron de apoyo a aquella
primera resolución.
(…) La finalidad de la cosa juzgada radica en impedir que un mismo
litigio se reproduzca indefinidamente y que sobre una misma cuestión que
afecta a unas mismas partes recaigan sentencias contradictorias o bien se
reiteren sin razón sentencias en el mismo sentido ( sentencia 164/2011, de 21
de marzo ).
5.- La identidad objetiva viene, se podría decir, impuesta por la
sentencia n.º 151/2015, de 17 de marzo , cuando declara que "el caso es el
mismo formulado en forma inversa", de ahí, que también declare que "la
contradicción es evidente" con independencia que se colija así mismo de la
doctrina antes expuesta.
La mayor duda surge en lo relativo a la identidad subjetiva, por cuanto
físicamente ambas partes demandantes son diferentes y no fueron partes en
los dos procesos.
No obstante, este requisito salvo las excepciones legales, se debe
identificar con la calidad jurídica del interviniente en el primer proceso,
pues lo relevante será la titularidad de la relación jurídica, no la identidad
física sino la jurídica.
A tal fin se habrán de tener en cuenta razones relativas a la
naturaleza del objeto del proceso como a la naturaleza de los vínculos
intersubjetivos entre quienes fueron parte en el juicio y los ajenos a él”.
Cierto que en el proceso de anulación del Laudo parcial no intervino
LEGISTA, sino el Sr. García Rivas, demandado en su condición de Letrado
y de Administrador Único de LEGISTA, y que a ambos les vinculaba el
convenio que este Tribunal consideró renunciado por el Letrado y por
SAREB. ¿Se puede decir, en verdad, que ese pronunciamiento no es
antecedente lógico de lo que hubiera de resolver el Árbitro, dado que
SAREB contrae obligación inescindible de sumisión a arbitraje con
LEGISTA y sus Abogados?
Con todo y con eso, mi discrepancia con la Sentencia radica en que da
por buena la invocación literal de la Ley por parte del Árbitro sin efectuar la
menor consideración sobre la exégesis suprema que de esa Ley ha hecho la
Sala Primera. Máximo intérprete de la ley civil y mercantil y de la ley
procesal civil que ostenta esa Sala del Tribunal Supremo ex art. 123 CE,

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cuya doctrina, lo digo categóricamente, aunque haya de abundar in extenso


sobre ello en otro momento y lugar, no puede ser ignorada –digo ignorada,
no que no sea susceptible de discrepancia fundada- sin quebranto de la
Constitución misma: la jurisprudencia de la Sala primera, cuando define el
orden público –y la delimitación del ámbito de la cosa juzgada lo es, porque
su racional observancia está incluida en el art. 24.1 CE, según doctrina
constitucional reiteradísima-, tiene el mismo efecto vinculante para Jueces y
para Árbitros que hayan de laudar en Derecho y aun en equidad, donde
también está vedada la infracción de reglas imperativas. El déficit de
motivación al respecto por un árbitro podrá no vulnerar el art. 24.1 CE al no
ser un poder público, pero la falta de reparación por esta Sala de ese déficit
de motivación o nuestra propia falta de motivación adquieren relevancia
constitucional porque sí infringen ese derecho fundamental.
Con esto quiero decir que el demandante de anulación no ha
encontrado la debida respuesta por parte de esta Sala a un alegato que era
merecedor de la misma ex art. 24.1 CE: el que expresaba invocando las
circunstancias del caso y la doctrina jurisprudencial expuesta en la STS
430/2019, de 19 de julio, la necesidad de efectuar una labor de
enjuiciamiento –en la comparación de ambos procesos, de sus objetos, de la
relación jurídica implicada y de la calidad con que actuaron los litigantes en
el primer proceso-, que, con todo respeto lo digo, ni el Árbitro ni la
Sentencia mayoritaria han efectuado. En este punto, la afirmación de la
Sentencia de que tan sólo nos corresponde verificar si la solución otorgada
por el árbitro se aparta clamorosamente, traspasando la barrera de lo
racional, de la lectura jurídica que merece el debate suscitado es compatible
con lo que estoy aseverando: parafraseando la plástica expresión de la
Sentencia, creo sinceramente que no ha tenido lugar, “la lectura jurídica que
merece el debate suscitado”, que se constituye en la premisa lógica de que la
solución adoptada por los operadores intervinientes traspasen la base de lo
racional y de lo constitucionalmente exigible en materia de motivación.
En conclusión: con la mayor consideración hacia la opinión
mayoritaria que plasma la Sentencia, ésta debió haber tenido la siguiente
parte dispositiva:

FALLAMOS

Que debemos estimar y estimamos, la demanda interpuesta por la


Procuradora Dña. Jessica Rosas Navarro, en nombre y representación de
la entidad mercantil “A. Legista Iure S.L.” contra la Sociedad de Gestión
de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria (SAREB), y por lo
tanto declaramos haber lugar a la declaración de nulidad del Laudo

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 37/40

arbitral de fecha 3 de julio de 2020 (aclarado por Laudo de 31 de julio),


dictado por D. Pablo Morenilla, árbitro único designado por la Cámara
Oficial de Comercio, Industria y Servicios de Madrid en el procedimiento
CAM 2921/18YA-SG.
Todo ello con imposición a la parte demandada de las costas
causadas en el presente proceso.

Madrid, a 30 de abril de 2021.

Fdo. Jesús María Santos Vijande.

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Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Madrid


Domicilio: C/ General Castaños, 1 - 28004
Teléfono: 914934850,914934750
31013000

NIG: 28.079.00.2-2020/0118139

Procedimiento Nulidad laudo arbitral 82/2020


Materia: Arbitraje

Demandante: A. LEGISTAS IURE, S.L.


PROCURADOR D./Dña. JESSICA ROSAS NAVARRO
Demandado: SOCIEDAD DE GESTIÓN DE ACTIVOS PROCEDENTES DE LA
REESTRUCTURACIÓN BANCARIA S.A ( SAREB)
PROCURADOR D./Dña. PAULA BONAFUENTE ESCALADA

PUBLICACION.- Dada y pronunciada fue la Sentencia por los/las Ilmos/as. Sres/as.


Magistrados/as que la firman y leída por el/la Ilmo/a. Sr/a. Presidente en el mismo día
de su fecha, de lo que yo, el/la Secretario Judicial, certifico.

En Madrid, a 04 de mayo de 2021.

EL/LA LETRADO/A DE LA ADMÓN. DE JUSTICIA

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 39/40

La autenticidad de este certificado se puede comprobar en www.madrid.org/cove


mediante el siguiente código seguro de verificación:1203957483199714518836

SALA DE LO CIVIL Y PENAL DEL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA DE


MADRID
C/ General Castaños, 1 - 28004
Tfno: 914934850,914934750

NIG: 28.079.00.2-2020/0118139
Procedimiento: Nulidad laudo arbitral 82/2020

Notificación telemática de la resolución 316490996_Sentencia nº 26-21 de 28-


4-21 desestimatoria, costas al dte. de fecha null y 2 adjunto/s a esta notificación dentro
del archivo comprimido 316490996_Sentencia nº 26-21 de 28-4-21 desestimatoria,
costas al dte..zip que se anexa.

En Madrid, a siete de mayo de dos mil veintiuno.

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PAULA BONAFUENTE ESCALADA 40/40

Mensaje LexNET - Notificación Fecha Generación: 10/05/2021 09:01

Mensaje

IdLexNet 202110408419844
Asunto Sentencia nº 26-21 de 28-4-21 desestimatoria, costas al dte. (F.Resolucion 28/05/2021)
Remitente Órgano T.S.J. MADRID CIVIL/PENAL de Madrid, Madrid [2807931000]
Tipo de órgano T.S.J. SALA DE LO CIVIL/PENAL
Oficina de registro OF. REGISTRO Y REPARTO TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA DE MADRID CIVIL Y
PENAL [2807900001]
Destinatarios BONAFUENTE ESCALADA, PAULA [2811]
Colegio de Procuradores Ilustre Colegio de Procuradores de Madrid
ROSAS NAVARRO, JESSICA [662]
Colegio de Procuradores Ilustre Colegio de Procuradores de Málaga
Fecha-hora envío 07/05/2021 15:38:50
Documentos
9433986_2021_I_317269793.RTF (Principal)
Hash del Documento: 341ef84a20fa28d5733f57b37216d3cb48eced3bfddf471913fa4e0ef0424262

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Hash del Documento: 3549231df111c12b55e7bf8ac5ca1a84890562bfc0afa270a0c5db785146c3ca
Datos del mensaje Procedimiento destino Sentencia nº 26-21 de 28-4-21 desestimatoria, cost Nº 0000082/2020
Detalle de acontecimiento Sentencia nº 26-21 de 28-4-21 desestimatoria, costas al dte. (F.Resolucion 28/05/2021)
DEMANDA DE ACCIÓN DE ANULACIÓN DE LAUDO ARBITRAL
NIG 2807900220200118139

Historia del mensaje

Fecha-hora Emisor de acción Acción Destinatario de acción


10/05/2021 09:00:49 BONAFUENTE ESCALADA, PAULA [2811]-Ilustre Colegio de Procuradores LO RECOGE
de Madrid
10/05/2021 07:06:30 Ilustre Colegio de Procuradores de Madrid (Madrid) LO REPARTE A BONAFUENTE ESCALADA, PAULA [2811]-Ilustre Colegio de Procuradores
de Madrid
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