Para Que La Historia Del Arte Prehispánico

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INSTITUTO POLITÉCNICO

NACIONAL

ESCUELA SUPERIOR DE TURISMO

ALUMNA: MARTÍNEZ RIVERA BRENDA VANESA

GRUPO 3V3

TAREA 1: PARA QUE LA HISTORIA DEL ARTE


PREHISPÁNICO

MATERIA: DESTINOS Y PRODUCTOS TURISTICOS DE


MEXICO I
Para que la
historia del
Arte
Prehispánico

La curiosidad y la historia Entre sus cualidades innatas, el humano se manifiesta como un ser
curioso, pregunta por su ser, por su entorno, por su pasado y por su futuro. Sin duda, como lo ha
dicho el paleontólogo André Leori-Gourhan, la búsqueda del misterio de los orígenes y los
sentimientos en que ella se funda nacieron con los primeros destellos de la reflexión del hombre. Al
preguntarse el hombre por sí mismo y al indagar sus orígenes, se inicia el sendero interminable de
la historia, ya que, desde sus principios, plantea las mismas inquietudes básicas y nace de la
misma curiosidad innata. Es de todos conocido que los últimos pueblos prehispánicos que
habitaron y dominaron el Altiplano Central mexicano hicieron su propia historia.

La historia es subjetiva, por ello los mexicas adaptaron a sus necesidades de dominio los hechos
gloriosos de tiempos anteriores y proclamaron su origen con antecedentes divinos. De tal suerte,
ellos pregonaban a sus ascendientes toltecas, pueblo elegido por los dioses y creador de la cultura
y las artes. La historia y el conocimiento La historia es un medio para conocer el pasado, descubrir
la actualidad y vislumbrar el futuro. La historia da sentido a la vida del hombre al comprenderlo en
función de una totalidad. Agrega al presente la inteligibilidad del pasado, fortalece y amplía la
conciencia colectiva y hace de la recuperación y el olvido selectivo del pasado un instrumento de
identidad crítica.

Es comprensible en la medida en que el espectador o receptor, al ser un elemento de la misma


cultura, comparte el sistema de formas visuales y sus contenidos. No obstante, con el paso del
tiempo, su mensaje se vuelve ininteligible porque se han dejado de compartir las prácticas
culturales que dieron origen a las obras de arte. Y es la historia del arte, con sus metodologías
específicas, la que pretende comprender estos objetos en su intrínseca condición histórica. La
historia del arte y el hombre En el ejemplo anterior se hace patente que la historia del arte es una
ilustre disciplina humanista que permite advertir al hombre no sólo como individuo aislado, sino
también como agente de acción comunitaria y social, capaz de crear las más altas expresiones de
las artes visuales, de la poesía y de la música, con una necesidad innata de establecer orden para
sí mismo y para el mundo que lo rodea, y con la obligación de conocer el pasado, a fin de afirmarse
en el presente y prever el porvenir.

Esta disciplina, campo de mi particular dedicación, toma de la estética y de la historia


conceptos y métodos, los hace suyos y los aplica en la apreciación de los hechos artísticos. Es una
tendencia fundamental del hombre, producto supremo de su actividad creadora y conducta
primordial de comunicación. El arte es expresión de la actividad y la voluntad del hombre, y
contribuye a formar la conciencia humana. En las artes plásticas, por medio de
formas, espacios, volúmenes, colores, líneas, integrados de maneras asombrosamente
variables y distintas, el hombre da presencia a asuntos que manifiestan sus inquietudes
naturales.

De este modo, las obras de arte comunican y educan a la comunidad que las mira, y afirman, ante
ella, la dignidad y el poder superior del hombre. Es claro que la tarea sustantiva del historiador del
arte es la de un investigador que hace avanzar el conocimiento. Ocurre que, si bien en todo
hombre existen, por lo menos en potencia, el sentido artístico y la capacidad de apreciación de las
obras de arte producidas en su medio, la experiencia perceptiva del hombre común es vaga e
imprecisa. Aún más si se trata de obras creadas en otros tiempos y culturas distintas, como es el
caso del arte precolombino.

De tal modo, la función del historiador del arte es comunicar su experiencia a un público amplio y
ayudarle a comprender los trabajos del arte, a asimilarlos a su perspectiva personal y, finalmente, a
disfrutarlos y extraer de ellos enseñanzas. La historia del arte mexicano se inicia con la de las
épocas más remotas, que se han agrupado tradicionalmente con el nombre de prehispánicas o
precolombinas. El territorio habitado por los pueblos de cuyo arte he de ocuparme es conocido
como Mesoamérica y su desarrollo en el tiempo abarca cerca de cuarenta siglos, entre los años
2500 a. La historia del arte antiguo tiene, de modo particular, fronteras extensas y mal definidas por
la arqueología, a lo largo de las cuales ocurren convergencias afortunadas y se empeñan ciertas
disputas en territorio.

Por ello, antes de proseguir, quiero destacar lo que distingue el quehacer del historiador del arte de
la tarea del arqueólogo. En tanto que este último se ocupa en el estudio científico de todas las
evidencias materiales del pasado que encuentra en sus trabajos de campo, el historiador del arte
se interesa solamente en los objetos artísticos, a los cuales se aproxima con el propósito de
conocer su significado, sus relaciones de estilo con otras obras de arte, su intrínseca liga con la
cultura de la cual forman parte y la información que guardan como testimonios históricos, entre
otros valores. También es conveniente apuntar que la historia del arte y la antropología recorren
juntas un tramo del camino, pero luego se separan, porque si bien ambas disciplinas se alimentan
entre sí y reciben información de otras ciencias humanas, la historia del arte maneja de modo
singular los mensajes que fluyen de ellas y los usa para sus propios fines. La antropología, por su
parte, se ocupa sólo marginalmente en los hechos artísticos.

Cabe destacar que en el estudio del México antiguo los objetos artísticos son la fuente principal, y
a veces la única, que tenemos para reconstruir nuestro pasado. Cuando los documentos escritos
escasean o no existen, el arte se vuelve la via regia para acercarse a un pueblo y su cultura.
Templos y pirámides, monumentales imágenes de piedra, efigies diminutas de arcilla o de piedras
semipreciosas, muros policromados en los que se desarrollan batallas y escenas rituales, vasijas
grabadas o pintadas y figuras realzadas en oro, plumaria y hueso han sido un testimonio
inigualable para aproximarse al mundo prehispánico.
Han sido precisamente los enfoques histórico-artísticos los que, de manera paulatina, lograron su
inserción plena dentro del arte universal. En efecto, ha sido sinuoso y accidentado el camino
recorrido por el arte prehispánico, desde la admiración y el asombro que produjo en Durero y
contemporáneos suyos del siglo xvi, así como su satanización y predominante rechazo e
incomprensión durante la época colonial, hasta que luego, en el siglo xix, surgirían los primeros
esfuerzos por aceptarlo y entenderlo en México, en el seno de una sociedad nacionalista, y más
tarde, bajo la luz de las estéticas pluralistas y de las vanguardias artísticas de finales de esta
centuria y principios de la siguiente, hasta su aceptación definitiva y la valoración de su carácter
único dentro del extenso panorama de las artes del mundo. Los estilos artísticos han sido las
fuentes primordialmente reveladoras de la diversidad de culturas del México antiguo. La noción de
estilo es un aporte de la historia del arte.

El estilo se aprecia en la técnica empleada, en su estructura o composición, en las dimensiones y


escalas, en los patrones o cánones utilizados, en las convenciones propias de cada uno y en los
temas e imágenes representados. De igual modo, los diseños o patrones ayudan a ubicar las obras
de arte en el espacio y en el tiempo, así como a establecer conexiones entre grupos de obras o
entre culturas. Las ideas antes mencionadas son sumamente amplias y se aplican cuando el
historiador del arte quiere indicar el carácter totalista de una obra o que un estilo particular
constituye el signo visible de unidad. De ahí que permitan hablar en términos tan generales como
«el estilo prehispánico» u otro más restringido, como el mesoamericano.

El análisis del estilo posibilita alcanzar una visión histórica de los hechos del hombre en su
trayectoria, a través de los cambios sutiles o radicales de las formas artísticas y de sus significados
en contextos específicos. Y, ya que el estilo es un medio privilegiado para identificar periodos y
lugares de realización, para reconocer una cultura, presentaré una breve síntesis de cómo el
amplio mosaico estilístico de Mesoamérica revela la enorme variedad de pueblos que lo habitaron.
L estilo olmeca Olmeca es el nombre con el cual se reconoce el primer gran estilo artístico de
Mesoamérica.

Planificación y arquitectura bien definidas, espectaculares esculturas de basalto y pequeñas obras


maestras de jade son los rasgos que lo caracterizan.

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