Aristóteles
Aristóteles
Aristóteles
El filósofo Aristóteles que nació en Stagira, fue discípulo de Platón, durante unos
veinte años, y más tarde preceptor de Alejandro Magno. Cuando éste subió al trono,
Aristóteles fundó su escuela en Atenas en el Gimnasio Liceo (dedicado a Apolo).
Trató de todos los ramos de lo cognoscible, y puede decirse que muchas ciencias
comienzan con él. Ahora bien, como gran parte de las obras de escritores anteriores
a él se han perdido no se puede determinar hasta qué punto. Aristóteles aprovechó
el fruto de investigaciones ajenas. El carácter de su genio es diverso del de Platón.
Éste es, por propia naturaleza más especulativo: Aristóteles, en cambio, más
inclinado a la observación de los hechos. Pero en las cuestiones cardinales de la
filosofía no se aleja mucho de su Maestro; y es, por tanto, erróneo presentarle,
según se hace a veces, como un adversario o antagonista de Platón. Cierto que
Aristóteles rehúsa expresamente algunas teorías de Platón: a menudo se ha hecho
referencia de discordias personales que se supone produjeronse entre maestro y
discípulo; pero probablemente se ha exagerado sobre este punto; y en torno al
mismo se ha tejido una leyenda. De todas maneras debe reconocerse que también
Aristóteles fue esencialmente metafísico. También debemos limitarnos en la
exposición de este filósofo al examen de las doctrinas que conciernen a la filosofía
del derecho. A este respecto las obras más importantes son la Política y la Ética
Eudemia, y la llamada Gran Moral o Magna Moralia, las cuales en muchas de sus
partes coinciden. Solamente la primera (Nicomaquea) es ciertamente obra de
Aristóteles, mientras que la Eudemia es probablemente obra de su alumno Eudemo;
y la Gran Moral, es un extracto de las dos precedentes. La política, en ocho libros
no ha llegado hasta nosotros. Otro escrito político que contenía la descripción de
158 constituciones, se ha encontrado la “Constitución de los atenienses” que es un
fragmento importante.
Para Aristóteles, lo mismo que para Platón, el sumo bien es la felicidad producida
por la virtud. El Estado es una necesidad: no es sólo una simple alianza, esto es,
una asociación temporal hecha para alcanzar algún fin particular, sino que
constituye una unión orgánica perfecta, que tiene por fin la virtud y la felicidad
universal. Es una comunión necesaria, encaminada hacia la perfección de la vida.
El hombre es animal político, esto es, llamada a la vida política por su propia
naturaleza: y el Estado lógicamente existe antes que los individuos; así como el
organismo es primero que sus partes. Es decir: así como no es posible pensar, por
ejemplo, una mano viviente separada del cuerpo, así el individúo sin el Estado no
puede ni siquiera concebirse.
El Estado regula la vida de los ciudadanos, mediante leyes. Éstas dominan la vida
entera, porque los individuos no se pertenecen a sí mismo, sino al Estado. El
contenido de las leyes es la justicia. Aristóteles hace de ésta un análisis profundo.
El principio de la justicia es la igualdad, la cual se aplica de varias maneras.
Aristóteles distingue varias especies o aplicaciones de la justicia. La primera entre
ellas es la justicia distributiva que se aplica al reparto de los honores y de los bienes
y consiste en que cada uno de los asociados reciba, tanto de los primeros como de
los segundos, una porción adecuada a sus méritos. Así, pues, dice Aristóteles, si
las personas no son iguales, tampoco deberán darse cosas iguales. Con esto,
patentemente, no se hace más que reafirmar el principio de la igualdad: la cual sería,
cabalmente, violada en esta función específica, si se diese un trato igual a méritos
desiguales. La justicia distributiva consiste; pues, en una relación proporcional, que
Aristóteles define algo artificiosamente como una proporción geométrica. La
segunda especie de la justicia es la correctiva o igualadora, que también podría
llamarse rectificadora o sinalagmática. También aquí se aplica el principio de la
igualdad; pero en una forma diversa de la anterior: porque aquí, se trata sólo de
medir impersonalmente la ganancia o el daño, esto es, las cosas y las acciones en
En cuanto a las relaciones entre el Estado y los individuos, mientras que Platón
quería destruir los grandes intermedios absorbiéndolos eternamente en aquél,
Aristóteles, en cambio, opta por conservarlos, concibiendo ciertamente el Estado
como la más alta síntesis de la convivencia, pero síntesis que no destruye los
agregados menores, cuales son la familia, la tribu, la aldea. De las primeras
agregaciones, que es la familiar, se pasa a la segunda (tribus o aldeas): la reunión
de varias de éstas da lugar a la ciudad o sea al Estado Griego, pues adviértase que
la polis helena constituía una unidad mucho más restringida que el Estado moderno.
La consideración favorable de dichos grados intermedios de convivencia demuestra
que Aristóteles tuvo una mejor concepción histórica que Platón. Tales agregados
son las diversas etapas para llegar al Estado.
La familia tiene como elemento el hombre, la mujer, los hijos, y los siervos; es una
sociedad establecida perpetuamente por la naturaleza. De la unión de varias
familias surge el municipio o comuna; de la reunión de varias comunas, el Estado,
que siendo único, posee la plena autarquía. Este constituye, pues, el fin de las otras
formas de comunidad y es dado por la naturaleza. El individuo para no necesitar de
la sociedad, debería hacer algo más, o algo menos que un hombre: esto es un bruto,
o un Dios.
Adviértase que en aquella época la esclavitud era mirada como una necesidad para
el Estado. Y lo mismo sucedió con el Estado Romano, una de cuyas bases consistía
en esta institución (esclavitud); piénsese, por ejemplo, en las grandes obras públicas
construidas por los esclavos. En gran parte, la posibilidad que tenían los ciudadanos
de participar libremente en la vida pública y de dedicarse a las letras y a las ciencias,
dependía de la esclavitud.
Esta era considerada como un efecto legítimo de la conquista militar. Mucho de los
esclavos más cultos, especialmente griegos, ejercían nobles funciones, sirviendo
de gran provecho para la instrucción cultural de sus propietarios.