Libro de Cholito

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 79

ME DIJERON QUE EN ESTE PUEBLO DE CÓLCAP, cruzando el río, en

los pastizales de un tal Carrasco, encontraría a Lucero, mi venado. "Ahí


está pastando. Yo lo he visto”, me dijo ayer nomás por la tarde un
hombre de Carhuamarca.
Lucero, que así se llama mi animal, nunca ha salido, pues, de Rayán,
mi pueblo. Quien se lo haya llevado lo habrá hecho con mala intención
seguro.
Mi padrino, don Alberto Montañez, cuando me vio llorar en la
quebrada, luego de habervisto mis pies llenos de ampollas, me dijo:
—No llores, hijo. Compra media librita de coca, y yo echaré la
suerte.
Él fue quien le dijo al Gumercindo: "Esa muchacha de Aliso no te
quiere. Finge nomás para que le compres aretes, anillos y otros lujos. El
día menos pensado te dejará". Y dicho y hecho, así fue. Por eso el
Gumercindo se ha ido ahora a trabajar a Jimbe. Su ayudante del
camionero Bruno es.
Cuando le traje su coca, mi padrino, después de escogerla bien,
soplándola varias veces, me preguntó:
— ¿Has traído alguna prenda de tu venado?
—Sí, padrino —le dije—, aquí está su cinta colorada que le puso al
cuello la señorita Amelia, mi maestra, cuando era tiernito.
—Suficiente, hijo. Agarrando esa cinta por la punta, tres veces vas a
decir el nombre de tu venado, como si le estuvieras llamando. Vamos
ahora a echar la suerte poniendo toda nuestra fe, suplicándole a la
milagrosa hojita que puede ver todo lo que nuestros ojos de cristiano no
ven.
Después que yo llamé con todas mis fuerzas por su nombre a mi
animalito, mi padrino alzó un puñadito de coca, y haciendo una cruz
sobre sus labios, sin meterlo a su boca todavía, calladito empezó a
rezar, a decir en quechua cosas que yo no pude oír.
Mientras hacía eso, yo observaba su cara trigueña Jlenita de arrugas,
sus dientes chiquitos gastados por la cal: su barba chorreada,
puntiaguda y rala; sus ojos desiguales, brilloso uno y opacado por una
nube el otro.
Al fin, después de mirar varias veces contra el sol los huesitos de la
coca, escupiendo al suelo, habló:
—Tienes que cruzar, hijo, dos ríos hacia el sur; por ahí lo vas a

Escaneado con CamScanner


encontrar,

Había salido de mi pueblo con lluvia cuando negras nubes Se


deshacían en un cielo que no era cielo. "Ponte tu poncho y lleva harta
cancha para tu fiambre”, me dijo mi madre antes de despedirme.
El arco iris brotaba como una faja de colores en las faldas de la
cordillera. De allí venía el viento rugiendo sobre las quebradas. Yo me
encaminé en esa dirección a la hora en que los loros, espantados,
chillaban al borde de los abismos.
Varios muchachos de mi pueblo me vieron bajar de la montaña hacia
el río.
¿Adónde va? —escuché preguntar a uno.
—A buscar su muerte, seguro.
Con once años que apenas tengo, mi madre me deja nomás ir a
cualquier sitio. Confía en mí. Sabe que puedo bastarme por mí mismo.
Yo sé que se preocupa, claro, porque cada vez que debo partir a algún
lugar, veo en sus ojos un brillo triste, igualito al del sol cuando se pierde
tras los lejanos cerros de mi aldea. Yo me hago el desentendido
entonces, como que no me doy cuenta. Y ella ya no me dice nada. Calla.
Y se vuelve para que yo no la vea llorar.
Los otros muchachos de mi edad, jamás van solos más allá del río.
Ellos, aparte de pastear sus guachos o sus cabras, sólo saben jugar a los
choloques y matar pájaros -con sus hondillas. Sus padres no les
consienten hacer cosas de hombres, como barretear o tirar lampa en las
chacras. "Son tiernos”, dicen. Así será pues. Como yo no tengo padre
que trabaje para la mantención de mi casa, tengo que hacer de todo,
como los grandes; para ayudarle a mi mamita, que está delgada y pálida
desde que mi hermanito el último se muriera con sarampión.
Al principio ella no quería que yo trabaje como ahora. "Te vaa hacer
daño”, me decía. Y sólo me dejaba desyerbar o regar. Pero yo sentia
peña al verla sola abriendo la tierra con su poca fuerza. Por eso dejé de
ir a la escuela, Para ayudarla. Para que mis hermanitos no se quedaran
nunca de hambre; para que susbarriguitas estuvieran siempre llenas y
no les dé así nomás ninguna enfermedad. ]
Ahora mi madre conversa conmigo tratándome como 4 alguien
ya mayor. El otro día me confió que el Rosendo Cerna le había p£-

10

Escaneado con CamScanner


dido que se case con él. Que le había ofrecido dizque trabajar duro para
criamos a todos. Pero que ella no pudo responderle ni con sí ni con no,
porque no sabía si yo estaba de acuerdo. Aunque el Rosendo es buena
gente, trabajador el cholo, yo no quiero que viva con mi mamita. Asíse lo
he hecho saber besándole sus manos ásperas por el trabajo. “Yo te voy a
criar, ¿no ves que ya-soy un hombre?", le he dicho. Y ella, dejando caer
sus lágrimas frías, me ha besado en mi frente, en mis ojos, acariciando mi
pelo.

— Señor, ¿este es el camino que va a Cólcap?


El hombre me miró de cabeza a pies.
— ¿De dónde vienes, hijo? ¿No ves que se avecina la mangada?
Vuélvete a tu pueblo, Cólcap está lejos todavía.
El trueno bramó entre la cerrazón y ahuyentó a los pájaros.
— Hay cuevas, señor. También peñas donde guarecerse. Tengo que
llegar a Cólcap.
— ¿Y se puede saber a qué vas?
El cielo se había oscurecido y una soledad tremante ses vaciaba
sobre el rudo paisaje.
—Voy en busca de Lucero, mi venado.
Me miró sin comprender. "¿Lucero? ¿Venado?", le oí hablar entre
dientes. Algo quiso preguntar. Pero prefirió callar. Y sólo pudo decir:
—Anda pues, hijo, entonces; con cuidado.
Y apuró el paso observando el cielo y, más que el cielo, la bandada de
palomas que cruzaba como una ráfaga. Ya lejitos le vi persignarse, en
tanto su voz me llegaba arrastrada por el viento:
— Jesús! .Cómo dejan solo a esta criatura!

Le puse de nombre Lucero porque sus ojos no podían ser otra cosa.
Brillaban como luz congelada, sin herir la vista. Y había en su mirada tal
mansedumbre que a uno le dulcificaba el alma. Por eso y porque lo críe
desde tiernito, porque lo salvé de las garras del puma cuando su madre
yacía muerta en la quebrada, es que yo lo quería con todas mis fuerzas.
Andaba suelto por el pueblo. Todos sabían que era mío. Hasta que
desapareció cuando esos hombres desconocidos, de otros pueblos,
vinieron para la fiesta del Rodeo. Yo me descuidé de mi Lucero por

11

Escaneado con CamScanner


estarles siguiendo como un ZONZO dl los músicos de Anguy. Por
no cansarme de ver cómo sus resucllos arrancaban de sus
instrumentos lindos huaynitos y pasacalles. Bonito tocaban Pues.
Alegraban y, emocionaban. Por eso será que el anciano don
Federico de la Cruz, borracho de alegría, tumbó un torito ya
arande con las fuerzas de un muchacho. Por eso será que la Isidora
no se perdió un baile en toda la fiesta. Y el Agustín Zapateó duro
dando huajidos todavía.
¿Tanta seria mi distracción como para olvidarme de mi
Lucerito, de mi venadito amado?

—¿Un tal Carrasco


, dices?
El hombre se ;
miran ó. tivo. , Movi
y añadipensa
: do el suelo, quedó a
á la cabeza ! negativan
OVIÓ vente
—El único que había
]
mataron porque dicen que con ese apelli
pellido murióió hace añños. LO
¿ra mal hombre.

12

Escaneado con CamScanner


Y se fue dejándome parado, a esa hora en que el sol calentaba las
cosas con fuerza, haciendo emanar vapores de la tierra.
Indeciso, sin saber qué hacer, me quedé un rato en medio de la calle,
escuchando el perezoso zumbido de un tumpush que hacía agujeros en
un madero viejo.
No me atreví a tocar ninguna puerta. En ese mcmento debían estar
almorzando o echando la siesta, aunque las puertas parecían no haberse
abierto nunca y las cosas tenían una fantasmal apariencia en esa sola
callecita donde se alzaban.
Me dio hambre. Desaté mi talega, y me puse a mascar mi cancha
sentado bajo el alero no muy alto de esas casas gastadas por el tiempo.
Largo rato estuve ahí, aburrido ya, sin ver gente por ningún lado.
Hasta que justo cuando me levantaba decidido a tocar cualquier puerta,
descubrí en el balcón de una casa llena de polvo y telarañas, el rostro
furtivo de un anciano que intentó esconderse pero ya no pudo y terminó
acercándose a la barandilla más bien, carraspeando, mientras parecía
mirar con cautela hacia arriba y hacia abajo de la calle, aparentando no
verme.
— Señor! —le grité ansiosamente—. ¿Por si no conoce a un tal
Carrasco?
Sólo entonces sus ojos redonditos, de brillo medio siniestro, se
fijaron en mí. A
—¿Carrasco? —dijo suavizando su mirada—, es mi pariente;
¿quieres hablar con él?
El hombre era medio colorado, de barba y cabellos blancos, cejas
pobladas. Vestía una sucia camisa de color oque.
—(¿Acá vive?
Se quedó pensando unos instantes sin responderme. —Espera —dijo
finalmente, y dándose la vuelta, lann!, cerró la puerta tras de sí.
Otra vez me quedé solo, aplastado por ese solazo fuerte que in-
movilizaba el aire y tonteaba la cabeza. Al poco rato, .reech!, sonó la
puerta del piso de abajo donde casi al frente me hallaba parado. Esa
puerta, descolorida por el sol, parecía que no la hubieran abierto en
años.
Apenas una hoja se separó de la otra, cuando el hombre asomó

13

Escaneado con CamScanner


la cabeza.
— Ven! .Pasa! —dijo ayudándose con la mano. Y desapareció de-
jando la puerta abierta.
Yo metí mi cabeza para aguaitar adentro, sin trasponer todavía el
umbral.
Lo vi al fondo. bajo el dintel de una puerta que daba posiblemente a
un patio por la gran luz que se veía.
—.Entra, hijo! .Por aquí...!
Y desapareció de nuevo avanzando por ese espacio abierto, al pa-
recer seguro que yo lo seguiría.
—.Apura! —volvía oír su voz ahora un poco débil—, ¿no quieres ver
a Carrasco?
—Sí. señor —respondí fuerte.
Y entré decidido.
scura y húmeda era la primera habitación. Allí estaba la escalera
que llevaba a la segunda planta y por donde debió bajar el hombre. No
había nada de cosas ahí, sólo piedras y basura.
Pasando esa habitación, tal como lo sospeché, apareció un patio
chico-nomás, donde se alzaba toda amarillenta una planta de tara, de
hojitas chushas, menudas, y flores de color aromo. Al final, donde
terminaba el patio, se erguía como una pared un cerro, enorme, de rocas
y puntas filosas que parecían hincar el cielo, en cuya base se abría una
docamina, con marco de madera toscamente labrada.
El túnel debía ser profundo por el gran tamaño que tenia la entrada
ruinosz.
El anciano se habría metido por ahí seguro, porque no se le veía por
ningún otro lado. Medio raro me estaba pareciendo ya ese hombre, que
no quería darme cara por ningún motivo.
Me quedé pues parado cerca de la bocamina esperando a ver qué
ocurría. Y ocurrió que al rato oí su voz bien al fondo, llamando:
—.Carrascooo000o!
Y casi ahí nomás oí como que le respondieran, o sería el eco nomás,
quién sabe; pero yo me alegré pensando en que por fin alguien me daría
razón de mi pobre animalito.
De puro curioso, para comprobar si ya se asomaban los hombres
por el túnel, me acerqué a la entrada. Y contra mi creencia que todo

14

Escaneado con CamScanner


ps] o
axis il
o »
4 de $ se E :
i $e GR
hi
15

Po Es Le . | > Ae
MA e |
Y A
E
q4

$
y

io
dE eE
A
j )
>
*

ae Ad
O
Escaneado con CamScamner
adentro estaría oscuro. observé más bien que desde el fondo venía un.
ligera claridad. de una luz que brotaba cerca de donde estaba el viejo,

Mo
quien pude ver claramente, de espaldas, los brazos en jarras. las piernas
separadas, tieso. como esperando a alguien.
espués de llamar dos veces más, se dio vuelta y. al verme en 1
entrada. indeciso. gritó:
—.Entra, hijo. no tengas miedo!. Entra!
De puro obediente di algunos pasos, aunque en mis adentros algo me
anunciaba que no debía hacerlo. Y como qué, ni bien crucé el umbral.
cuando lo vi lanzarse rapidito a una de las paredes del socavón y hacer
alocadamente una maniobra. En eso, pia ca; 'Ó una pesada

de triunfo se lo llenó todito el túnel.


Asustado, corrí a levantar la gruesa plancha de madera a como disra
lugar; pero no pude. Pesaba harto y mis fuerzas no daban.
De pura cólera empecé a darle puntapiés y empujones queriéndola

f
romper.
—.Ja!.ja!.ja!.ja! —seguía huajayllándose el viejo. mientras yo me
quedaba parado mirándolo con rabia.
Ahora avanzaba hacia mí con un largo cuchillo en una mano y unos
grilletes en la otra, sonriendo.
—Vamos, hijo, no temas. no te ocurrirá nada si eres obediente: sólo
quiero que te pongas esto en las muñecas; mi pariente está al fondo y 29
recibe a sus visitas de otro modo, .ja! .ja!; no te asustes.
Asina diciendo me extendió esos aros con cadena: pero yo. asustado
como estaba, en vez de recibirlo, traté de escaparme por un costado
dando un salto, pero con tan mala suerte que sentí que mi cabeza
chocaba con una roca saliente y que ahí nomás mi cuerpo $
desmoronaba como una ruma de papas...

16

Escaneado con CamScanner


vo 6 Pa
.” r Dr
A Alió Line,
ae opa pe et?
a e e
ot ad E a
A A
4
17
Escaneado con CamScamner

Qu A mr
e? ni
An da
rca cds tama e rail
FUE DURANTE LA ÉPOCA EN QUE EL TRIGO AMARILLA, hijo, por
todas partes, reventando todavía, cuando llegó hasta nosotros, para
consuelo de nuestras penas, el buen Lucero. Se parecía al cabritillo más
pequeño de los muchos que jugaban al borde de la acequia y la represa,
allí donde la hierba crece como una bendición del cielo.
Una tarde, ya a la oración, cuando yo cosechaba los chidayos de
flores amarillas y hojas grandes que crecen detrás de nuestra casa,
asomaste tú por el camino de la quebrada, trayendo
Di alegre entre los brazos ese animalito de piel tan suave y
X= , fina al que pusiste por nombre Lucero; según decías,
HE e porque sus ojos se parecían al lucero que tú veías
pe ELA cada tarde en el cielo que da paz y alegría a nuestra
aldea. ¿Cómo fue? ¿Dónde lo encontraste? Te
rodearon los hombres, asombrados y Suaves,
en cuyos ojos brillaba de cuando en cuando un
ninacuro, una luciérnaga de codicia.

18

Escaneado con CamScanner


Tú dijiste, hijo, que en la quebrada de Rumi Rumi tun gato tarmafazo
—un puma, hijo, así se llama-— saltó sobre una venada que ¡ba con su
cría. Que ambos rodaron levantando polvo por la ladera,
mientras la crúta corría asustada por el monte, Pú demoraste e
en bajar hasta el fondo, y cuando llegaste, el puma, después cn
de matar a la madre, se había lanzado a perseguir al is
venadito tierno. maHP
A puro hondazo lo ahuyentaste, pero al escapar cl df EL
puma se llevó arrastrando como pudo, por sobre las EPA
piedras y los espinos, el cuerpo todavía tibio de la
infeliz venada. Los hombres dijeron entonces,
hijo, que irían a buscar a la fiera y matarla,
porque si no, de noche, calladito, como cl
zorro, entraría a los corrales y chiqueros, y
se llevaría nuestros animales, sin importarle
las lágrimas de nuestros ojos.

he EN
. Ai

ES> És $
—. REA
B a
do € Ñ b Y
PON A 1d
ei ¿>
: e $
el
, ;
Ip Í /
ma A, ly 14
lí a A + Un ms
1 AL «de » $ 4
e « / E 7
> qa : 1 ES 5
Pr m ] Va ¿sa '
j pe ¿An
Ss” »

a e , 7
A >»
A e. A j
%

, A,
E

ó
p
'

p
A
de

57
;

a. "
y * A e po4 ¿> A 4 ” Ñ » A

e «alo sd z 5 18
¡tad MN y
idad A A A e La 248
e A , 4
DEA «a «an
1 e, 3ma 7
ade
AA dee ¿ , 5,
ti, AGE
ene 3
3

19

Escaneado con CamScanner


AL DESPERTAR, YO ESPERABA VER EL CIELO, los árboles lejanos,
los caminos hermosos orillados de azularías y amancaes. Esperaba oír
el murmullo del agua en las acequias y sentir, sentir junto a mí, echadito
sobre la huavlla, oliscando el vientecito helado de los campos, el cuerpo
liso v tibio de Lucero, mi venadito amado.
Pero al abrir mis ojos y esperar que se aclarasen las figuras que
borrosamente estaba viendo, sólo pude comprobar, con harta tristeza en
mi dentro, que me hallaba al fondo de la mina, en un espacio grande,
como un patio, bastante iluminado por un chorro de luz que entraba por
la alta chimenea abierta en el cerro.
El silencio en que estaba sumido todo empezó a inquietarse de pronto
cuando alguien se movió en un canto, seguido por un Carraspeo seco,
forzado. Cuando allí ávidamente puse mis ojos, descubrí los rostros
pálidos de varios niños que, amontonaditos, me observaban en silencio.
— ¿Y ustedes qué hacen? ¿Quiénes nomás son? —les pregunté por
preguntar, como dirigiéndome a seres que estuvieran saliendo de un
sueño.
Se miraron entre ellos.
— Estamos presos, niñucha —habló uno que llevaba puesto sobre
su cabeza un sombrero de paja como el que se usa por estos lugares—,
presos como tú ahora por ese hombre malvado que nos hace trabajar en
esta mina, de sol a sol, dándonos comer alimentos preparados como
para el chancho.
De lo que se hallaba mi cabeza medio apoyada sobre un costal contra
la peña, me senté. Ahora sí mi vista se aclaró, y pude verlos enteros,
reales.
Me quedé callado por unos instantes, fijándome bien en sus rostros,
tratando de reconocerlos.
—¿Y no han hecho la prueba de escapar? —pregunté conven-
ciéndome que no lo conocía a ninguno.
—Cómo pues, hermanito —respondió el mismo, alzando de su lado
una cadena que aseguraba su pierna a la pared rocosa—; mira cómo
estamos, sólo tiene algunos metros, lo justo para desplazarnos aquí
adentro.
Entonces me di cuenta que los demás estaban mirando fijamente
hacia mis pies, murmurando algo entre ellos, como recelosos de

20

—us

Escaneado con CamScanner


21

Escaneado con CamScanner


comunicarme aleo. Medio alarmado bajé entonces la mirada pensando
en lo que podría ser; y casi me caigo de espanto al comprobar que yo
también. como ellos, .estaba encadenado!

Privado de mi libertad, me acordé de las perdices que a esa hora,


sacudiéndose del pesado sol de la tarde, abandonan las sombras de sus
refugios, para desplazarse en vuelos cortos a las partes bajas donde
alegres crecen los trigales, de espigas altas y morenas como las sencillas
muchachas de mi tierra.
Ahora, sintiéndome enjaulado, igualito a la perdiz cuando está presa,
triste miraba yo a los niños que tenía en mi delante.
— ¿Y qué mineral nomás sacan de esta mina? —pregunté después
de estar callado un buen rato. |
—Oro. Esa es la veta —respondió el más pequeño de los cuatro
restantes, que eran más o menos de mi edad, señalando una de las
paredes donde había algo así como escamitas de color gris. Al pie, en el
suelo, se veía una ruma de astillas rocosas que esos mismos niños
habían desprendido, según podía verse, con esas herramientas que
algunos tenían empuñadas.
—(¿Oro? ¿Pero, eso es oro? —dije arrastrando mi pierna encadenada
mientras me acercaba.
—Sí —respondió otro, de mejillas chaposas y pelo cortito—, así
nomás es en la peña; cuando lo funden todavía se amarilla.
A poca distancia, bajo la chimenea, había una fragua llena de polvo,
como no usada en mucho tiempo.
—¿Y tú de dónde vienes? —me preguntaron.
—De Rayán —respondí—. Vine en busca de Lucero, mi venado.
—¿Venado? —dijo uno que hasta entonces no había hablado. Usaba
sombrero de paja, vueludo, igualito a los que vendía en mi pueblo don
Gerardo, negociante de la costa—. ¿Tú crías venados?
—No. Sólo uno tenía. Tomé noticia que lo encontraría por estos
lugares, por eso vine.
Se miraron entre ellos. Después uno preguntó:
—Y eso no te lo dijo un hombre de Carhuamarca?
—Sí —dije alegrándome, esperanzado en que me darían alguna
buena noticia—. ¿Lo conocen?
—Lo conocemos pues a ese maldesao —contestó malhumorado

22

—al

Escaneado con CamScanner


el niño que fue el primero en hablarme. Yo me desal
entó se mismo
es el que a todos nosotros nos engañó haci
éndonos venir por estos
lugares con el cuento de que aquí íbamos a hallar a
nuestros animales
perdidos, para luego caer en la trampa de este viejo, con
el que según
parece trabaja en combinación.
—¿Y qué señas tiene ese hombre? —pregunté,
— Huejro es, camina cojeando; bajito nomás, medio acholado
, De
nariz ancha y ojos achinados. ¿Era así el que te notició de tu venado?
—Sí, así mismito era.
—Ya ve —dijo el mismo niño—, ahí está la prucba que el huejro de
Carhuamarca es quien le consigue al viejo muchachos para su mina y
este le pagará seguramente.
— ¿Y ustedes qué animales buscaban? —me hice el curioso,
—Yo y mi hermanito —dijo señalando al más pequeño— buscá-
bamos a nuestro pollino, un burrito color pallar que se nos perdió
durante la trilla allá en mi pueblo de Lampanín...
—¿Lampanín? ¿Ustedes son de Lampanín? —le interrumpí. —Sí,
¿conoces mi pueblo?
—De lejos lo he visto —dije—. Desde Querocancha, donde viven los
Marchena. ¿Ustedes también son de allí? —pregunté a los demás,
— No —dijo el de mejillas chaposas y pelo cortito—, yo soy de
Cosma, familia Ayala. Bajé a Cólcap porque a mí también me engañó
ese hombre de Carhuamarca diciéndome que había visto a mí cabra en el
corral de un tal Carrasco.
Los dos restantes, el de sombrero grande y otro de cabellos sepa-
rados por una raya al centro, como un libro abierto, que no habían
hablado hasta entonces, dijeron ser el primero del pueblo de Moro y el
segundo de Racuaybamba y que llegaron tras sus animales también: un
potrito alazán y un carnerito patagón, uno de cada uno,
—Y los animales —dije—, ¿qué se hacen?
—Es el mismo huejro de Carhuamarca seguro quien se los Meva
—dijo el mayorcito de los de Lampanín—, porque el tal Carrasco no
dizque vive, así nos contó el otro día en que estaba de buen humor
el Viejo. Ese hombre fue hacendado de estos lugares y fue muerto
por sus propios peones. Debido a esa mucrte, para que las autorl-

23

Escaneado con CamScanner


presos, todos dizque huyeron
dades de la ciudad no les tomaran
gente en este pueblo,
abandonando sus tierras, y por eso no hay
Era cierto entonces lo que me dijo ese hombre que encontré afuera
s.
en la calle —dije—, que el tal Carrasco murió hace año
—¿Encontraste a un hombre afuera? —preguntó interesado el de
Moro.
—Sí —dije, y les detallé más o menos cómo era. Finalmente, después
de estar pensativos un ratito, concluyeron:
—Ese hombre es inocente de lo que ocurre aquí, debe ser el que le
trae a vender víveres al Viejo.
Mientras conversábamos se oía apenitas como que golpearan en
alguna parte del cerro. Yo me quedé orejeando.
—Son los demás prisioneros —dijo el de Racuaybamba, dándose
cuenta de mi distracción—. Están trabajando.
— ¿Hay más prisioneros en esta mina? —pregunté.
—Sí, son los niños que están arriba en el segundo nivel. —.Oh!
—exclamé—. Creí que era el mulo el que estaba golpeando.
— (¿El mulo? —se asombraron—, ¿qué es el muki?
—El duende de las minas —dije—. El dueño de los tesoros de la
Tierra, su pequeño guardián. Él sólo se deja ver en los lugares donde
están los filones y cuando quiere obsequiarle uno de estos a los mineros
que son de su simpatía o le hacen ofrendas; pero a este malvado
—agregué refiriéndome al Viejo— el mulo nunca por nunca lo va a
beneficiar; al contrario, cualquier día lo echa de su mina o lo mata.
—¿Y cómo es? ¿Lo has visto? —preguntó el cosmino.
—Yo no, pero cuentan —le dije— que es pequeño, medio colorado, y
viste ropa de aguas y lleva sobre su cabeza un casco de minero por
donde salen sus cuernitos, con los que rompe las rocas donde están las
vetas. Lleva casi siempre una lamparita en la mano para alumbrarse.
—¿Qué más? —preguntó el más pequeño de los de Lampanín.
—Bueno, le gusta que le hagan pagos u ofrendas, como ya les dije.
—¿Qué, por ejemplo?
—Un puñadito de coca, flores del campo, algún caramelito,
aguardiente o huesitos de zorro.

24

ka
Escaneado con CamScanner
—Nada de eso tenemos —se lamentó uno.
—No te preocupes —le dije—, él comprende. Y acaso nos ayude.
Pensativos se quedaron un rato los wambras, alguien suspiró; luego,
como saliendo de un sueño, se sacudieron.
—Pongámonos a trabajar —dijo uno de ellos—. No tardará en venir
el Viejo a revisar nuestra tarea.
Agarrando sus picos se pusieron a golpear la peña, mientras yo me
ponía a examinar el grillete que me aprisionaba, a ver si de alguna
manera podía soltarme. Estuve pendiente también de verlo aparecer al
anciano; pero nadie asomó ese rato, ni pasada una hora en que los niños
setendieron a descansar.

Escaneado con CamScanner


TODITOS SE FUERON A BUSCARLO, HIJO, ¿recuerdas? Unos
hombres llevaron escopetas, otros machetes y palos. Hasta los
muchachos noveleros se fueron tras ellos, Pero no le encontraron,
Cansados volvieron al atardecer, Sólo el Gumercindo, que llegó más
tarde, trajo noticias. Dijo que había encontrado medio cuerpo de la
vena-da, tapadita con ramas secas al fondo de la encañada. Que seguro
el puma estaba por ahí cerca escondido en alguna cueva O entre los
montes. Entonces tu padrino, don Alberto Montañez, dijo que esa
misma noche habría que poner veneno, Que él tenía uno muy bueno, y
N que la fiera con sólo probarlo quedaría muerta. Al Gumercindo le
encargaron entonces hacer ese trabajo, como que conocía el
y lugar exacto. No se negó el Gumercindo.
A Y dicen que esa noche, para llegar hasta
donde estaban los restos de la venada, tuvo
que ir avanzando con cuidado, poniendo
una piedra antes de dar cada paso. Y
S 3
que al llegar, echó un poquito nomás
del polvito que le había dado tu:
padrino, rociándolo por todas
partes del cuerpo.

Escaneado con CamScanner


Después, al volverse, tenía que retroceder reco giendo las pie
dras que
uso para llegar. Be ese modo dicen que el pum a no halla ni el rastro
ni
el olor de la persona, hijo.
Y como qué, al otro día encontraron los cuerpos de tres pumas
tendidos cerca de la venada: el macho, que era enorme, ahí nomás al
lado; más allá, la hembra; y más lejitos, un puma maltoncito que en su
desesperación había intentado llegar hasta un hilito de agua que pasaba
cerca. Dijeron que con la muerte seguro habían botado harta baba los
animales y que su cara y su cuerpo estaban todo arañados.
Ese día, cuando los hombres asomaron cargando los enormes
cuerpos, hubo fiesta, hijo, ¿recuerdas? e
Venían emborrachándose, dando guapidos... Nosotros, para- /
ditos a la puerta de nuestra casa, en vez de alegrarnos, Í
sentimos más bien un poco de lástima por esos animales
que, aunque fieros, formaban también una familia como
la nuestra, como las otras de nuestro pueblo. Y
Ñ cerrando la puerta con disimulo, entramos en la
casa, en silencio, acariciando con ternura el
cuerpo blando y liso de Lucero, nuestro
venadito.recién llegado.

Escaneado con CamScanner


MALHUMORADO ENTRÓ EL VIEJO esa noche alumbrándose con una
linterna de mano. Venía empuñado un baldecito con shintu para nuestro
alimento,
—Esos ociosos de arriba casi nada han hecho dijo, si no fucra
porque después me van a dar más afán enfermándose, no les daría ni de
tragar. Y ustedes, ¿me cumplieron la tarca?
—Señor —le dije, sin poder contenerme, dando un paso adelante—,
¿usted me ha traído aquí de esclavo oO qué? Quiero que me dé
explicación.
El hombre se puso en guardia.
—¿Esclavo? —dijo arrugando sus cejas—, yo hice un trato con
Pelayo Yupán, de Carhuamarca, para que me consiguiera trabajadores
para esta mina; y ustedes han venido mandados por él, ¿sío no? Nada
más tengo que decirles ni rendirles cuentas, sólo exigirles que me
trabajen. |
—¿Y si me niego? —le dije mirándolo enrabiado.
—Si te niegas; ah, si te niegas —dijo asentando al suelo el balde-cito
que traía—, mira aquí está el remedio —y enfocó con su linterna un
largo látigo de cuero trenzado con mango de llinllo que traía enrollado
alrededor de su cintura—. Y ahora —dijo dirigiéndose a todos— a
servirse, no quiero más reclamos, porque ya saben...
Ni bien dijo asina, los muchachos se lanzaron al baldecito a comer las
habas sancochadas, casi a las quitadas.
Sin ni pelarlas comían esos pobres, con cáscara y todo. De pronto,
medio avergonzados, al sentir que los observaba sin atreverme a coger
una habita, me dijeron volviéndose:
—.Come! Después te va a dar hambre vas a ver.. No seas zonzo.
Yo no tenía ganas de nada; mi barriga me dolía de cólera. Sin em-
bargo, por no desairarles, empuñé una que otra habita mirándole de
reojo al Viejo; quien, olvidándose de nosotros, estaba ahora que
alumbraba —observando con harta atención— las piedras veteadas con
mineral desprendidas de la peña. Con harto gozo las miraba y remiraba,
faltando poco para que las besara.
_ Después, cuando vino a pararse en nuestro delante, ya los demás
niñuchas habían barrido con las habas.
— Muy bien —dijo—, si así como comen trabajaran, qué buena
: sería la cosa. Pero para mañana les prometo traer más ración si me
[
|
|
| 28
|
|

Escaneado con CamScanner


sacan tarea y media, ¿bueno?
Nadie dijo nada. Sólo se miraron en silencio.
—Ya saben. Hasta mañana!
Empuñó su baldecito y, a paso, lento, alumbrándose, se perdió por el
túnel. .

;
>
>
;5
$
3
é.

Escaneado con CamScanner


SEGURAMENTE USTED HA DE ACORDARSE, DON RÓMULO. de ese
joven que llegó a Lampanin desde Cosma. Bajtto nomás, puesto un
sacón de cuero. con un pañuelo de seda amarrado a su cuello sudoroso,
correa ancha y botas. Llegó preguntando por un niño de su pueblo que
salió dizque en busca de una cabrita hace ya más de dos semanas y no ha
vuelto.
Yo estuve esa tarde en la puerta de mi casa torcelando una sosuilla
cuando me llamó la atención ver a un desconocido entrar en la placita,
garboso. haciendo corcovear su caballo. Harta sente me estará viendo
llegar diría seguramente. No sabía que sólo yo estaba v unos cuantitos
más en Sus casas. El resto estaba por el cerro o en sus chacras.
Después que hizo frenar su caballo. miró a todos lados v, al verme,
taconeó su bestia y llegó donde vo estaba. Ehh. amigo. dijo. está usted
trabajando! Sí, amigo. le dije. aquí pasando el tiempo, j de dónde
bueno? Soy cosmino, dijo. ando buscando a un wambra, una criatura
que se ha perdido. Y desmontó de su bestia, que era un animalito del
tamaño de un burro.

Lo invité a comer, don Rómulo. Pero antes de comer estuvimos


tomando. ¿A usted también no recuerda, pues, que le llamamos para
que se tome un vasito de cerveza? Pero usted se despidió rápido
diciendo que estaba de pasito para Santa Ana, que llevaba unas
borreguitas a vender. Ahí me habló con más detalles del muchachito que
andaba buscando. No era su familia ni nada. Me confió que estaba
enamorado de la hermana del wambra, una muchacha llamada
Alejandrina. Pero que ella, al parecer, no le hacía caso. Por eso, para
ganarse su aprecio, lo mismo que el de sus viejos, se había comedido en
hacer averiguaciones por su propia cuenta.
Me dio detalles del niño: de pelito corto, mejillas encendidas y de
nombre creo que Emilio, me dijo si mal no recuerdo. Yo le manifestó
que no habíamos visto ningún niño extraño por estos lugares.

XA AS

Escaneado con CamScanner


Después, cuando se emborrachó, se puso a cantar algunos huaynitos
en recuerdo dizque de su "conmina ingrata". Ese día no estaban ni mi
mujer ni mis hijos. Se hallaban por Cunca ayudando a mi tío Rosendo en
la cosecha de papas.

Bueno, don Rómulo, el recuerdo de ese joven buscando a un niño se


me ha venido por un mal presentimiento que ahora tengo. Resulta que
mi Román y mi Pedrito no vuelven hace más de una semana ya del viaje
que hicieron a Shonca en busca de un pollino que desapareció cuando
estábamos en plena trilla arriba en el cerro.
Pensamos que seguro el animalito, extrañando su querencia, se había
vuelto a Shonca, pues allí había nacido y allí vivía también su madre, la
burra Melchora. Yo con mi mujer hemos estado un poco tranquilos,
confiados en que seguro mi primo Uldarico, dueño de la madre del
pollinito, los ha atajado, tan cariñoso como es; pero que se demoren
hasta ahora ya es demasiado.
Por eso he venido a preguntarle, don Rómulo, sabiendo que usted
acaba de regresar de Tarapampa, cerca de Shonca, de repente me los ha
visto, diciendo. Pero usted me dice ahora que sólo se encontró en su
camino con un chico que iba en busca de un venado cuando la mangada
ya se venía encima. Quién sería, ¿no? Pobre criatura... Pero, fíjese, ¿no
le parece raro que otro niño ande perdido buscando un animal?
Tendré que mandar ahora mismo un propio a Shonca. No puedo
esperar más tiempo. No vaya a ser que algo les haya pasado a mis
hijos... Mi mujer también está muy preocupada y a mí esto de las
cosechas me tiene muy ocupado.
Ya me voy, don Rómulo, ya se está haciendo a
de noche; ya le visitaré otro día, gracias. TA

Escaneado con CamScanner


Y AQUÍ ESTABAS, LUCERO; libre entre los cerros, bajando y subiendo
por las laderas, bebiendo el agita limpia de los puquiales, besando la
húmeda huavlla de las lomas, respirando el aire fresco y juguetón de
octubre; Lucero, aquí estabas.
Te he traído agua en mis manitas, amigo. Bébela. Yun poco de mi
cariño entrará en tu Sangre.
áÁmado venadito de mis juegos, compañero de mis angustias y mis
penas, te he extrañado mucho en estos días...
Yo pensé que estarías también buscándome, sintiendo el mismo

Escaneado con CamScanner


anhelo mio de encontrarnos; pero sólo veo que mirabas el cielo y las
estrellas lejanas también seguro, porque tu mirada se ha vuelto más
dócil, mucho más serena que antes...
Yo no estaba tampoco fiera de los linderos de nuestras quebradas y
montañas, mi buen Lucero; ¿por qué tu mirada larga me buscaba
entonces por lugares que no conozco?
Yo vine desde el alba, trayendo una flor de retama para tu cuello
blando; para dejártela puesta en mi nombre y en nombre de Rayán
nuestro pueblo, por si ya no quisieras volvera él.
Siasí fuera, te quedarás aquí mismo junto a las vizcachas, a los lic-
lics y a las wachwas. Y yo te llevaré siempre, como ahora, juntito a mi
corazón. No lloraré. Feliz seré sabiendo que tú lo eres. Le rogaré todos
los días a los dioses de la montaña, a la Pachamama, a taita San Juan,
para que te cuiden; para que guíen tus pasos por las alturas y
hondonadas, y nunca jamás los cazadores encuentren tu camino...

—.Despierta!... Despierta!
Cuando, asustado, sin saber lo que pasaba, me senté; Román, el
mayorcito de los de Lampanín, dejó de sacudirme. —.Qué!... ¿Qué ha
pasado?... —dije todo tonteado.
—Nada. Sólo que hablabas en tu sueño. Me hiciste despertar. Volvía
echarme sobre el suelo duro, sintiendo el frío intenso de la madrugada.
—Soñaba con Lucero —dije—. Acababa de encontrarlo, lleno de
vida. Hermoso estaba mi animalito.
— ¿Harto lo quieres a tu venado?
—Claro, si por él es que estoy justamente padeciendo aquí. Román se
revolvió varias veces sobre su mismo sitio buscando un mejor
acomodo.
—Si salimos de aquí, ¿lo seguirás buscando?
—A donde sea también —respondi— tengo que buscarlo, hasta
encontrarlo.
Román se quedó pensativo, sin decir nada. Por el hueco de la
Chimenea clarito entraba el aire en ráfagas circulares.
—- ¿Tú y tu hermano no piensan buscar a tu pollino?
—dije—, pobre tu animalito, extrañándoles estará.

33

Escaneado con CamScanner


—Sí —respondió el wambracha, con voz triste—,
==y sólo que antes uno de nosotros siquiera tendría que ir a
"nuestro pueblo a avisar a nuestros taitas, preocupados
por demás ya estarán.
Ese rato vinieron a mi mente mi mamita, mis
hermanitos, sobre todo el Elmercha, el más chiquito, que dormía con-
migo y lloraba al despertarse cuando no me tocaba a su lado. Me acordé
también de Floria, mi amiguita que vivía en la cuesta de los alisos, en
ese lugar que le llamábamos Ticapampa. Siempre que me iba a
pastorear la encontraba con su perro Choloque, arreando sus cabras.
Entonces nos poníamos a jugar, correteando, sigueteándonos; yo
jalándola de su rebozo, ella de mi poncho. A veces me invitaba su
fiambre y yo me iba a traer lucmas de la quebrada para comer los dos.
Floria me gusta cuando se ríe. Dos hoyitos se hacen en su cara. Sus
hermanas, que son dos muchachas buenamozas, ya señoritas, cada que
nos ven juntos nos celebran, "Ahí están los novios” diciendo,
haciéndonos avergonzar...
—¿Ya estará amaneciendo? —dijo Román de un de repente, in-
terrumpiendo mis pensamientos. Tiritaba con el frío de la madrugada
haciendo entrechocar sus dientes.
Sin responderle, me puse de pie y, arrastrando la cadena con cuidado
para no despertar a los demás, me ful a la fragua, con intenciones de ver
si ya estaba aclarando; pero el cielo estaba negro, totalmente negro.
—Parece que falta harto todavía —dije. Y me volví corriendo a
abrigarme, a taparme con los costales viejos que me habían dado,
sintiendo que mi barriga se alborotaba de fea manera.
Al poco ratito, me senté apuradamente: mis tripas querían reventar.
—Román —llamé despacio—, dónde, ¿en qué lado nomás hacen su
necesidad?
—Detrás de la fragua —me indicó—, levanta la calamina. Hacia allí
me dirigí, tanteando en la oscuridad.

34

Escaneado con CamScanner


LOS MUCHACHOS SE ALBOROTARON, HIJO, cuando llevaste por vez
primera a Lucero a tu vieja escuelita de Junto al morro. Hasta tu
maestra, la señorita Amelia, no se cansaba, como ellos, de acariciarlo,
Fue ahí, ¿recuerdas?, que le puso en su cuello esa cintita colorada, de
seda, que ella usaba en sus cabellos, advirtiéndole como a un muchacho
que no se sintiera incómodo, porque esa cintita sería señal para los
cazadores que no se trataba de un animalito cualquiera, sino de uno que
tenía quienes por él respondicran,
Pero todo eso, hijo, fue cuando ya estaba grandecito nuestro Lucero.
Antes, para hacerlo zafar de lo que quedó tiernito, fue lo difícil.
Recordarás que al principio tuvimos que afanarnos harto dándole todas
las mañanas y en todo momento que pedía su lechecita en una botella
con chupón. Lechecita que a veces tenías que dejar de tomar tú mismo
para dársela al venadito. Fue un alivio, por eso, cuando parió una de
nuestras ovejitas; pues desde entonces fue ella que se convirtió en su
madre cuando le hacíamos mamar directamente de sus hinchadas ubres.
Ya grandecito, recordarás, comía no sólo su pastito, también re-
pollo, cáscaras y cebada. Ah!, y de veras, algo que no debía comer
porque malograba las sementeras: plantitas de habas y hojas de papa.

Te has de acordar seguro, hijo, de aquella vez en que el tranquilo y


noble Lucero hizo daño en la huerta de la viejita Jacinta, no de la
abuelita de Floria, que también así se llama, sino de la otra, la hilandera,
la que vive solita en la otra banda. ¿Recuerdas?
Metiéndose en su huerta, se había comido sus repollos y lechugas
atropellando sus demás plantitas. El alboroto de los sirguillitos entre los
alisos dizque la hizo reparar a la viejita hacía su huerta, descubriéndolo
en eso al pobre Lucero, que no se libró de que la viejita lo tumbara al
suelo agarrándole de las orejas, dándole después duros palmazos en las
ancas, santo remedio para que nuestro animalito nunca más por ahí se
asomara.
Yo fui, colérica, hijo, cuando me avisaron que lo había querido
pishtar a Lucero con un cuchillo filudo, según me dijeron.
Pero la pobre viejita juraba y rejuraba por taita San Juan y la Pac-
chamama que eso era falso, que le había dado sus palmazos sí, cIer-

35

A A A

Escaneado con CamScanner


to; pero eso de que lo hubiera querido degollar sí que era una calumnia
que estaba dispuesta a ir hasta a la autoridad a que se aclare.
Yo no quise darle el nombre de nadie, hijo, para que no hubiera
escándalo: diciéndole que me bastaban sus palabras que yo le creía...
No quiso cobrarme el valor de sus verduras. Estaba más bien
avergonzada y no acababa de pedir disculpas.
Un día vino trayéndole cebada de obsequio, ¿recuerdas?, y fue
bonito verlos reconciliarse: Lucero, comiendo la cebada con recelo

Escaneado con CamScanner


ella hablándole al oido, que la perdonara. que fuera en
adelante
14
2
u ántas Veces quisiera a su huerta y se comi
e, era todos los repollos y
lechugas que apeteciera.
.

El Ciriaco Rojas. hijo, decía que Lucero era cría


del dios de los
venados. de aquel que vive en el interior de los cerros y que junto a la
madre de las vicuñas v las vizcachas —Que son de oro y plata— forman
parte del sanadito del Wamani. el dios montaña. Que algo había en
nuestro venadito que se parecía al venadodios. Por su color, decía, entre
: canela. El, pensando que se trataba de un animal común y

El Ciriaco no tenía carne para su alimentación. Cargando entonces


y escopeta se fue a la puna. Allí, cuando bajaba por una quebrada, fue
gue descubrió. hijo, un enorme venado, el más grande que hasta
entonces jamás había visto, él que era un cazador de años. Caramba,
había dicho viéndolo, ese sí que es un tremendo machazo, y con cuidado

hacia él a embestirlo. Poniéndose nervioso, entonces, el Ciriaco Rojas,


asarrando su escopeta. echó a correr esa bajada, hasta que el animal,
sobreparándose. se volvió a la carrera.
Otro día vio al mismo animal a tiro de escopeta. Llenándose de valor
alzó el arma y disparó. El enorme venadazo cayó entre las piedras. Pero
Ciriaco tuvo miedo bajar a la quebrada a esa hora en que ya estaba
oscureciendo. Decidió regresar al día siguiente y recogerlo.
Cuando volvió al otro día, arreando su burrito y acompañado de su
señora. no encontró ni rastros donde él pensaba encontrarlo, ni una
mancha de sangre, ni nada, hijo.

37

Escaneado con CamScanner


SERIAN LAS CINCO DE LA MAÑANA seguramente la hora que lo
sentimos al Viejo venir por el túnel. De un salto, Román y yo nos pusi-
mos de pie y despertamos a los otros.
—Ja, ja, ja, ja! —rio el Viejo abriendo toda su boca al vernos des-
piertos, esperándolo—. Muy bien, hijos, .así me gusta!
Bien enrollado a su cintura, traía su largo látigo de cuero. Con una su
mano empuñaba su linterna e itacado al hombro traía una alforja vieja,
shilpirrotosa, llenecita de ramas de illauro, que se desparramaban
todavía.
—¿Y para qué traerá illauro? —pregunté bajito a Román, mientras
agarrábamos las herramientas. El Viejo depositaba ahora, con gesto
alegre, su alforja en el suelo, junto a la fragua. Estaba visto que había
despertado con buen ánimo.
—El illauro —dijo Román, respondiendo a mi pregunta— lo utiliza
para volverlo amarillo al oro, igual como hacían los gentiles, nuestros
antepasados. Ahora vas a ver. Todo el mineral que hemos juntado
durante la semana lo va convertir en bolitas amarillas.
Y de veras; más tarde, cuando nos hallábamos rendidos sacando a
golpe de pico, chotanas y puntas mineral del cerro, el hombre trabajaba
afanosamente en la fragua vaciando a cada rato el oro derretido en
moldes chiquitos que tenía al lado. De rato en rato se iba al batán y molía
illauro. Hacía entreveros con unos líquidos que vaciaba de unas
botellas, después iba a los moldes y echaba una sustancia verdosa sobre
el oro líquido que empezaba a enfriarse botando humito. Una vez
endurecido el metal, de lo negro que había estado, resultaba amarillito,
relumbrando todavía. Pero más relumbraba la cara de felicidad del
Viejo quien, limpiándose con un pañuelo el sudor que chorreaba sobre
su frente, decía:
— ¡Ja! .Muy pronto seré poderoso! Con lo que me dejen esta y la otra
mina, haré inversiones en este país y en otros. Daré préstamos y cobraré
los más altos intereses. Pronto toda la tierra será mía, ejércitos enteros
cuidarán mis bienes. ja!, ¿por qué no?
Nosotros sin dejar de trabajar lo escuchábamos en silencio. Uno de
los nuestros dijo, bajito:
—Loco está...
Eso lo oyó el Viejo, y se enfureció.
— ¡Ehh! ¿Cómo has dicho? ¿Loco yo?

38

Escaneado con CamScanner


Y desenrolló el chicote que llevaba enrollado en la cintura.
—¡Ehh ... ! Tú dijiste que estaba loco, ¿no? —dijo, acercándose
amenazadoramente a Sebastián, el niño de Moro; pero este, con el
miedo será o qué, lo señaló a Pedrito el hermano de Román:
—El ha sido, señor, yo no...
El Viejo se acercó entonces al wambracha, que se asustó feo y se
puso a gritar, abrazándose a su hermano antes que el hombre le hiciera
nada. .
—Está bien —dijo el Viejo teniéndole lástima, guardando su chi-
cote—, por esta vez te perdono; pero la próxima, ya sabes...
El Viejo volvió a su trabajo igual que todos nosotros. Al ratito,
disimuladamente, sin que el hombre lo advirtierayo , le pregunté a
Sebastián, medio enojado, ¿por qué lo acusó a Pedrito?, ¿por qué no se
quedó con la boca callada más bien?
—Tuve miedo —respondió—, discúlpame, no lo volveré a hacer— y
acercándose a Pedrito, que se limpiaba las lágrimas, le dijo:
—Perdóname, hermanito, fui un cobarde, perdóname...
En el momento de retirarme a mi puesto de trabajo, invoqué a los
Apus en mi mente: "Dioses —dije—, ayuden, pues; que todos estemos
unidos siempre para enfrentar a cualquier enemigo”. Y, agarrando la
chotana, furioso comencé a trabajar, cuando el solcito de la media
mañana, entrando por la chimenea, nos saludaba con su calorcito.

39

Escaneado con CamScanner


VUELTA HE VENIDO A VERLE, DON RÓMULO. Como usted me dijera
ayer que para mañana tenía pensado ir a Racuaybamba por negocio, he
venido a encargarle que por favor me lo tenga usted cuidado a mis
cholitos por ahí; porque, fíjese, no están en Shonca tal como era mi
5, creencia. El muchacho que envié ha regresado diciendo que mi
EN primo Uldarico no sabe nada de mis criaturas, que no se han
3», asomado por el lugar, tampoco el pollinito.
nm

ola! Ne" 2

das NS Esto me tiene preocupado. Tengo que ir a buscarlos


Ne?
q

>

á yo mismo. A mala hora, fíjese, justo ahora todavía


me?
78 e

que tengo harto trabajo. Mi mujer no sabe nada de


EE
RRA ao

> la mala noticia que ha traído el propio.


>

dl Para mañana tengo que pretextar algo para ir a buscarlos


sin darle de maliciar a ella nomás. Tocada de los nervios es, don
Rómulo, ómulo, y algo le puede pasar si sabe que mis hijos se han
perdido. Y lo peor es que no sé ni por dónde empezar a buscarlos.
Tengo que recorrer el distrito caserío por caserío. Empezaré por
Anguy, ellos se fueron en esa dirección.

40
Escaneado con CamScanner
TODO RONCOSO AMANECIÓ EMILIO ESA MAÑANA. Tenía harta
fiebre y decía que su garganta feo le ardía. Pálida estaba su caray
sus
ojos parecían haberse hundido en su rostro, Se quejaba de que su Cuerp
o
le doliera como si le hubieran dado una paliza, que no estaba
ni para
tocarlo,
El canto de una pichuchanka clarito ingresó por el hueco de la
chimenea iluminando nuestros adentros. haciendo que nuestros ojos
brillaran de alegría. Hubiéramos querido oírlo de nuevo. pero ya no se
repitió el canto, sólo su vibración parecía haber quedado en el aire
viciado que respirábamos. Yo me quedé pensativo. preguntándome si
esa pichuchanka no sería el espíritu de mi madre, que va por esos días
estaría preocupada seguramente, mirando en las tardes desde algún
altito los lugares por donde solía asomarme.
Adentro en la cueva aún estaba oscuro, pero acercándonos a la
chimenea pudimos observar que arriba, en el cielo, se insinuaba la
claridad del día. Era hora de levantarse y agarrar las herramientas. No
tardaría en venir el Viejo. Nos fajamos bien los pantalones y nos
dispusimos a empezar el trabajo. Sólo a Pedrito le dijimos que siguiera
durmiendo, que le avisaríamos oportunamente apenas ovéramos los
pasos del Viejo avanzando por el túnel. A Emilio, que envuelto con su
poncho acezaba y se quejaba, le advertimos que no se levantara por
nada, así viniera el hombre; que no tuviera miedo, que no le podía
obligar viéndole en el estado que estaba. Emilio obedeció quedándose
en su mismo sitio, pero ya no echado, sentado.
Se le notaba temeroso. Pedrito estornudaba de rato en rato, pero
menos mal no tenía fiebre ni le dolía su cuerpo, sólo tenía sueño. La
gripe estaría por darnos a todos, cómo no, si hacía harto frío en las
noches, un viento helado entraba en las madrugadas y hasta el sereno
caía por el hueco de la chimenea. El suelo también, harta humedad
tenía. Sería de algunas filtraciones que había en el cerro,
o. o ¿mer malo —le dito el Vieio a Emilio alzando s
—¿Qué tienes? ¿Estás mal? —le dijo el Viejo a Emulio alzando su
hocico cuando lo vio encogidito ahí a un lado, quejándose,
—Está con fiebre, señor —dijo Sebastián, el niño de Moro, dejando
de golpear con la comba en la roca dura—:; anoche toda la noche se ha
quejado. El Viejo torció feo su jeta y una arruga apareció entre sus
cejas.

41

Escaneado con CamScanner


Escaneado con CamScanner
—Qué fiebre ni fiebre —dijo amargo escupiendo en el suelo—.
Eso
es haraganía. Vas a ver cómo te sanas, ya anteayer intentaron hacerme
igualito esos bribones de allá arriba: y anda a verlos ahora cómo
trabajan. Lo que te falta quizá es un poco de sol, de naturaleza, y ahora
lo tendrás; es tu oportunidad.
Asina diciendo se perdió por el túnel y, al rato, regresó trayendo una
carretilla.
—Tu tarea de ahora va a ser —le dijo— botar todas esas piedras ahí
arrumadas.
Se refería a las piedras que ya no valían. Las que no tenían nada de
mineral y que harto había ahí a un costado, atajando.
—Pero..., ¿cómo, señor?... —dijo Emilio, enseñándole su pierna
sujetada con grillos. |
—De eso no te preocupes —le dijo el Viejo, levantándose con ambas
sus manos su pantalón que se había bajado más abajo de su cintura—,
alístate nomás.
Emilio se limpió su frente empapadita de sudor, dobló su pon-chito,
lo puso a un lado y alargó la pierna a una seña del Viejo que, con una
llavecita, se agachó a darle libertad. "Pucha —dije entre mí—, cómo no
me da a mí esa oportunidad. Emilio no podrá escapar porque además de
estar enfermo es tímido”.
Y mientras los demás nos AfMAbAMOS palanqueando con una barreta
una piedra que sobresalía de la peña impidiendo trabajar la veta, el
Viejo le ordenaba a Pedrito dejar de pallaquear (separar las piedras con
mineral de las que no lo tienen) y ponerse a llenar las piedras que Emilio
debía botar a la calle en la carretilla.
Cuando el Viejo se descuidó unos instantes, yo le aconsejé a Emilio
que no fuera zonzo, que escapara apenas viera una oportunidad;
después de esta, otra ya no habría. El niñucha de Cosma me respondió
que lo intentaría, pero en su ánimo claro estaba que no lo haría, se le
notaba temeroso, desganado.
A la hora que empuñó la carretilla, vimos que el peso lo hacía
trastabillar y se lo quería llevar contra la pared del túnel, estando varias
veces a punto de voltear su carga.
¡Lleva poco, Emicho! .No cargues mucho! —le gritamos sin
tomarlo en cuenta al Viejo; quien, al parecer, se hacía el disimulado.
Pero Emilio también, sin hacernos caso, tomando nuevo impulso se

43

Escaneado con CamScanner


perdió hacia la salida del socavón. — ': . ,
Al rato, cuando volvió, aprovechando que el Viejo venía un poco
retrasado, nos dijo que este no le permitía salir a botar las piedras a la
no
calle; sólo en el patio nomás le había ordenado amontonarlas. Y que
podía hacer nada para escapar porque el Viejo lo tenía cuidando en todo
momento. "Tiene una pistola —dijo— metida en la pretina de su
pantalón", y agregó que le había hecho advertencias de no intentar
nada. ;
A pesar de todo, su ánimo estaba mejor. Dijo que de veras, tal como
dijo el Viejo, recibir directamente los rayos del sol y respirar un poquito
más de aire le habían reconfortado. Nos mostró alegre los frutitos de la
plantita de tara que había recogido. Al escucharlo nosotros volvimos de
nuevo a nuestro anhelo de libertad. Yo me imaginé ese rato corriendo
por los cerros, revolcándome en la huaylla con Lucero, chapoleando en
las aguas tibias de los punles. .
Mientras recordábamos no podíamos dejar de golpear por nada la
roca. Eso era señal para el Viejo de que no estábamos "haraganeando”.

Pero Emilio no pudo acabar la tarea esa mañana. El airecito del patio
parecía haberlo empeorado. Ahora sudaba frío y su cuerpo se sacudía
como terciaria que tuviera.
De mala gana el Viejo le autorizó volver a tenderse sobre los
costales, sin olvidarse de engrilletarlo de nuevo. Amargo estaba el
hombre, paseándose alrededor de la fragua con las manos hacía atrás,
levantando la falda de su casaca de cuero. "Así nunca vamos a terminar
el trabajo —decía—, de ustedes depende, de ustedes depende el que más
tiempo permanezcan aquí encerrados...”.
Asina renegando que estaba, de un de repente desapareció. A
almorzar se iría seguro. Esa hora debía ser ya más de las doce, y Él
siempre se desaparecía al mediodía.
Nosotros pobres, recién en la noche probaríamos otra vez bocado
después del agua de yerbaluisa con canchita que nos traía en las
mañanas.
Todos los días, a esa hora, después que se alejaba, nosotros apro-
vechábamos para ponernos a descansar, porque era fijo que hacía Su
siesta hasta las dos de la tarde sin que asomara a molestarnos.

44

di
Escaneado con CamScanner
Lo mismo que nosotros debían hacer los niños que se hallaban en el
segundo nivel, pues este rato era que dejábamos de oír los golpes
aparentemente lejanos de sus herramientas en la peña.
Esta vez, sin embargo, no nos pusimos a descansar, sino que nos
preocupamos de la salud de nuestro amigo, que deliraba con la fiebre
que de nuevo le había subido. A alguien se le ocurrió moler los frutitos
de la tara que había recogido el mismo Emilio, y le dimos a beber el
juguito; pues por experiencia sabíamos que eso era bueno para
enfermedades como la gripe. Después lo hicimos que se arrope bien con
su poncho y con los costales que había.

Escaneado con CamScanner


AL MAESTRO DE LA ESCUELA LE HE CONTADO que no he podido
dormir en toda la noche pensando en mi hermanito el Emicho que hace
varios días ya desapareció de este pueblo de Cosma por irse tras una
cabrita que se nos ha perdido. Ese animalito lo compró mi taita, para
semilla diciendo, antes de viajar con mi mamita al pueblo de San jacinto
a visitar a nuestros parientes.
El maestro, después de escucharme, todo calmoso como es, me ha
confiado que el Evaristo Torres, que vive en la ladera de Cunca, lo ha
estado buscando a mi hermanito por diferentes lugares del distrito, al
enterarse de mi preocupación. "Está interesado en ti —me ha dicho—,
acéptalo, es buen muchacho, dice que te tiene recelo porque toda vez
que ha querido conversar contigo tú no le has hecho caso". Claro, qué
caso le voy hacer si una vez vino a darme serenata cantando de esta laya:

Mi caballo y mi mujer
se me han perdido al mismo tiempo.
Yo no lloro por ella
yo lloro por mi caballo. Ese caballo me llevaba
de una mujer a otra mujer.

-Mujeriego será, diciendo, por nada he querido darle cara cuando ha


querido hablarme de amores. Pero de repente no es mujeriego como
dice su verso. Y sí ha puesto voluntad en buscarlo a mi hermanito, quizá
pues buenos sentimientos tiene.
Por mi Emilio estoy pensando más bien que a lo mejor no en-
contrándolo al animalito se ha ido a San jacinto donde mis taitas. Si yo
tuviera un poquito más de confianza con el Evaristo, le diría que fuera a
preguntar por ahí; pero no, no vale.
Mis padres quién sabe demorarán todavía. Si mi tío Moshico le ha
conseguido cachuelo a mi papá en el corte de caña, entonces van a
quedarse más días seguramente.

46

Escaneado con CamScanner


PASARÍAN DOS O TRES DÍAS DESDE QUE EMILIO SE MEJORÓ. cuando
una noche, de lo más bien que estábamos, jugando tres en raya
en el
suelo, asomó el Viejo por el túnel alumbrándose con su linterna y
trayendo sobre el hombro una alforja, al parecer pesante, más una
portavianda en la otra mano. Nos pareció raro ya que
otras noches, a esa
misma hora, llegaba arrastrado su balde trayéndonos papas, ocas, o
choclos sancochados, si es que no nos traía sólo habitas hervi
das.
—¡Ehhh! mis muchachos —llamó con buen ánimo como nunca—, no
saben la sorpresa que les traigo; a ver adivinen de qué se trata.
Por lo que trascendía rico era fácil darse cuenta que alguna vez buena
comida nos estaba trayendo. Pero por la desconfianza que le teníamos
nos quedamos callados.
—Esta noche —dijo por fin, risueño, asentando en el suelo la
portavianda y la alforja— he decidido premiarlos por lo muy bien que
han trabajado hoy día, llegando a sacar más de una tarea. Si así
trabajaran siempre, quién les va a decir nada. Ustedes les han dado la
lección a los de arriba, esos ociosos jamás les igualarán.
—Y esos de arriba que dice, ¿quiénes son, señor? —se atrevió a
preguntar Sebastián, el morino, mientras se quitaba su sombrero
vueludo para rascarse la cabeza.
—Son muchachos igual que ustedes, vinieron contratados por Pelayo
Yupán desde el otro lado de la cordillera... pero, .vamos!, esto se
enfría, aquí está la sorpresa, amigos: perdiz asada, con papas fritas y su
ají!
— ¡Hurra! —saltamos llenos de felicidad olvidándonos de nuestro
rencor y del temor que le teníamos.
Y no sólo fueron las dos o tres perdices que con harto gusto comimos
todo lo que nos había traído, sino que hasta chichita de maíz morado
había hecho. Después supimos de su propia boca que él mismo había
cazado las perdices esa mañana.
—Salí a dar una vuelta por el río y ahí las cacé con mi escopeta
cuando estaban tomando agua —dijo.
Estuvo conversalón como nunca, sentado sobre una piedra plana
donde había puesto su alforja. Nos confió que ya faltaba poco para que
se agotara la veta de la mina.

47

Escaneado con CamScanner


—Apenas acabemos ya podrán irse —dijo sonriendo. Ansiosos le
acabaríamos.
preguntamos cuántos días más O menos calculaba él que
—Pocos, muy pocos —dijo sin querer precisar—. Ah, pero eso sí,
agregó—, si siguen trabajando como ahora. on
Luego, reparando hacia el techo del socavón, dijo: -
_A esos de arriba sí que tendré que echarles látigo, son muy
ociosos.
Empezamos a bostezar todos, él también.
— Están rendidos, muchachos, descansen; recuerden que hay que
levantarse temprano.
Poco después, luego que le dimos las gracias, alumbrándose con su
linterna, se perdió por el túnel. Por primera vez sentimos por él algún
afecto, nos dio lástima su orfandad, su soledad, su silencio; aunque nos
dio rabia también su avaricia y su desmedida ambición.
Sería a la medianoche seguro cuando un gran resplandor me despertó
de lo profundamente dormido en que me hallaba
Asustado
¡Í sustado me senté y entonces vi como en un sueño que un pequeño
hombrecito, con apariencia de enano, con una vela encendida sobre su
sombrero de cuero, me miraba sonriendo.
— ¡El muki! —dije fuerte como para que mis demás compañeros
también despertaran, pero el pequeño haciendo un ademán hacia ellos,
me ordenó callar.
— Ellos no despertarán —dijo después, con voz ronca— por lo
menos hasta que terminemos de conversar tú y yo.
—Y yo, ¿de qué voy a conversar contigo? —dije sobándome los ojos
para despertarme bien.
—De muchas cosas —dijo viniendo a pararse a pocos pasos de mí.
Ahí pude verlo a mi gustó. Este no era como me habían dicho, que tenía
cuernitos. Ni usaba casco. Vestía un chalequito gastado, de cuero, y lo
demás era ropa común de minero pobre. Traía un pico sobre el hombro
Como si hubiera estado trabajando. Llevaba amarrado a la cintura un
shicullo, soguilla hecha con las cerdas de la cola del caballo.
Era del tamaño de una criatura de tres o cuatro años.
Casi no tenía cuello. Su cabeza estaba directamente pegada a su cuerpo.
Tenía largos cabellos rubios, tirando a rojizo como la «candela.
Su piel, blanca; bien blanca. Sus orejas, no muy largas, ter-

48

Escaneado con CamScanner


49

Escaneado con CamScanner


minaban en punta. Calzaba unos Zapatones toscos, muy prandes para su
talla, quelo hacían verlo como a un pato,
—Yo no vivo acá —me dijo, he venido del otro cerro alertado por
este de que se lo están acabando su oro, Y es cierto, acabo de
comprobarlo.
— ¿Y qué vas a hacer? —le dije.
—Castigar a los responsables —dijo—. Sí, castigarlos a todos us-
tedes, tanto a los de aquí abajo como a los de arriba.
—Pero a nosotros nos están haciendo trabajar a la fuerza —Je
reclamé.
—A la fuerza o no, ustedes están contribuyendo a la extinción del
oro. Si cuando menos hubieran hecho ofrendas al cerro, este los habría
perdonado. Ahora al verlo pobre, sin sus tesoros, los otros cerros se
burlarán de él.
— ¿Qué debemos hacer? ¿Qué nos aconsejas?
—Ya nada se puede hacer a estas alturas. Tienen que esperar nomás a
que este viejo que les tiene prisioneros sufra su castigo para que puedan
irse. Ya verás —añadió—. Eso ocurrirá más pronto de lo que te
imaginas.
No dijo más. Dio media vuelta y sin prisa se alejó por el fondo del
túnel hasta desaparecerse.
Mis amigos estaban muerto dormidos, creo que ni respiraban. Yo ya
no pode agarrar sueño hasta el amanecer. El mulo me había perturbado.

50
Escaneado con CamScanner
ANOCHE TE HE SOÑADO, HIJO. Será porque piense y piense en tí no-
más paro, detantos días ya que te demoras.
En mi sueño caminaba por un campo de trigo, sintiendo el olor del
pan que me trata el viento desde algún horno lejano. Una palomita iba
por mi delante corre y corre, sin volar, En eso he dicho, esta palomita
seguro es mi hijo, tengo que chaparla, no se debe escapar. Y cuando me
afanaba por agarrarla, ha aparecido un hombre que me ha dicho, no
chapes esa palomita, mujer, no la chapes; esa palomita es el espíritu de
tu hijo, no es bueno que lo aprisiones, él necesita libertad, libertad,
¿entiendes?... Haciéndole caso entonces, la he dejado pasar por mi
delante, quedándome pensativa al despertar: ¿por qué me habrá dicho
asina? ¿Estará preso mi hijo o qué?...
Yo estoy segura, hijo, que ese hombre ha sido el Wamani, el dios
montaña; él, que desde las cumbres más altas puede verlo todo en su
forma de cóndor, debe estar viendo los apuros que pasas, los atajos que
tienes en tu camino. Es por eso que en la mañana, levantándome nomás,
he ido a hacerle ofrendas al padre Jirka, al dios Wamani, para que te
ayude, hijo, para que guíe tus pasos por buen camino...
A taita San Juan también, al patrón de nuestro pueblo, le he puesto su
velita, su limosnita, rezándole con harta devoción.
En la pavesa que cae de la vela, hijo, uno puede ver la suerte de las
personas. En esta velita que he puesto en tu nombre, la pavesa cae al
medio nomás. Eso significa que no te va ir ni tan bien ni tan mal.
Cuando tu hermanito Fabián estaba con sarampión —tú te acordarás—
puse mi velita entre una rosa blanca y una rosa roja encomendándome a
taita San Juan, y la ceniza cayó a la izquierda, ahí donde estaba la rosa
roja. Entonces recordarás, hijo, cómo derramé mis lágrimas y me dio
ataques. Es que ya no había duda que tu hermanito se iba a morir. Y,
como viste, se murió, por más que lo llevamos a don Enrique Loja, el
curioso de Jimbe, quien al verlo nomás, dijo: "Esta criatura ya no se va a
salvar". Y así fue.
Cuando la pavesa cae a la derecha, ahí donde se halla la rosa blanca,
te has de fijar qué bonito arde la mecha, derechita, con llama pareja. Esa
es buena seña. Pero Jas velitas, hijo, son para ver sólo cosas de
cristianos, no para los animales; ¿cómo querías, entonces, antes de
partir, que prendiera mi velita para saber el destino del buen Lucero?

Escaneado con CamScanner


aye
,
o
no. R>o
a
¿en
a S 5


> SR
S Po
S SS
ss
S
a ¿a
S AAN
RS vin
-
92
Escaneado
con
CamScanner
A MIS AMIGOS NO LES CONTÉ la aparición del mulo. Pensé que sería
mejor callar para no intrigarlos. A propósito, ¿se cumpliría su
maldición? Cada día que pasábamos en la mina, yo lo anotaba con una
rayita en la peña. Así, un día conté como trece rayitas que había trazado
desde que llegué a esta prisión. Eran demasiados días ya.
También harto había adelgazado. Para ajustar mi pantalón tenía que
correr como tres huecos más en mi correa. Cuando me sacaba mi
camisa mis costillas se veían clarito. Los demás wambras estaban peor.
Pálidos del todo, como que no tuvieran sangre. Emilio tosía feo. Decía
que su garganta le ardía de nuevo y que en su pecho sentía punzadas.
El Viejo, después de banquetearnos una noche, los demás días
empezó a tenernos hambrientos como antes. Ahora se quejaba diciendo
que nos estábamos volviendo ociosos igual a los de arriba. Pero
nosotros cumplíamos con la tarea que nos daba, sólo que él quería que
cada día rindiéramos más y más. Una madrugada, cuando me desperté
sobresaltado al oír un ruido extraño, lo descubrí a Pedrito comiendo en
un rincón las cáscaras frías de las papas y habas que habíamos dejado en
la noche. Sentí lástima y me quedé callado.
Todo eso nos tenía enrabiados ya y decidimos hacerle reclamos. Por
eso, cuando el hombre vino esa mañana sin traernos desayuno,
alegando que no tenía leña, amargos botamos las herramientas y le
dijimos:
—¡Tenemos hambre, señor! .Si no nos trae algo para comer no
trabajaremos!
—¡Queremos, además, frazadas para taparnos en las noches, por
culpa suya nos estamos enfermando!
—-¡Y remedios! . Necesitamos remedios para curarnos!
—¡Ah, caray! —dijo el Viejo llevándose la mano a la cintura para
desenrollar su chicote—. Esto es ya todo un pliego de reclamos. Ahora
verán... :
Amenazante dio dos pasos ondulando su látigo en el aire, cuando en
eso se oyó afuera algo come 2l estaliido de un petardo que nos dejó
orejeando a todos.
—Creo saber quién es —dijo el Viejo bajando su mano levantada
después de haberse quedado pensando unos instantes. Y antes de

53

Escaneado con CamScanner


marcharse por el túnel, dirigiéndose a nosotros, dijo: —Y ustedes sigan
trabajando, malcriados; acuérdense que están a mi merced, nada
pueden hacer.
Desde el lugar donde estábamos, luego que el Viejo salió, pudimos
advertir que la trampa que cerraba la bocamina quedaba abierta.
—¡Achallau, luz! —dijimos y observamos gozosos el patiecito,
donde apenas se veía la planta de tara, con su sombra que se estiraba
sobre el suelo. Ese ratito pensé en mi mamita, y me pareció verla,
apurosa apurosa, abriéndose paso entre las cortaderas, tras nuestro
ganado. Los demás niñuchas también, al ver ahora la luz clara del día,
estarían acordándose de sus padres, de su pueblo, donde brillaría, como
en todas partes, un sol grande, bondadoso y pleno. Aunque pensándolo
bien, no todos vivían con sus padres. Sebastián, el morino, por ejemplo,
decía que sus padres estaban separados, y que él vivía de su cuenta,
trabajando de chacra en chacra y, por último, nos confió que el potrito
alazán que buscaba no era de él, que se lo había robado de un lugar
llamado Huambacho, y que mejor dejaría de hacer averiguaciones
porque quién.sabe sus propios dueños lo habrían rescatado. Miguel, el
de Racuaybamba, también, vivía sólo con su padrino, que mucho
tomaba y a veces se desaparecía semanas enteras del pueblo,
obligándose él a ir a buscarlo y volverlo a su casa.
Nuestros pensamientos se interrumpieron . cuando oímos voces y
vimos que la entrada se oscurecía. Arrastrando las cadenas volvimos a
nuestro emplazamiento y empuñando rápido las herramientas nos
TI

pusimos a trabajar. Era la primera vez que alguien venía luego de tantos
días. Nerviosos nos pusimos de sólo pensar quién sería.
Nuestro corazón se alegró cuando le oímos decir al Viejo:
—Están buenos, están buenos; ahora los verás.
En toda nuestra creencia pensamos que sería alguien que se pre-
ocupaba por nosotros o que nos buscaba al menos para damos alguna
buena noticia. Pero totalmente nos desilusionamos cuando descubrimos
que el que avanzaba rengueando detrás del Viejo, era un mestizo de
nariz aplastada, bajito, de piernas chuecas, que usaba sobre su redonda
cabeza un sucio sombrero de cuero y a quien todos reconocimos como:

54

Escaneado con CamScanner


—¡El hombre de Carhuamarca!
—¿Y... chiuches? —dijo. juntando feo su jeta como para hacernos
bufonada—. ¿Se acuerdan de mío no?
Fuerte rabia me entró entonces. Tuve ganas de tirarle con cualquier
cosa por la cabeza al verlo ahí delante, tranquilo, como si ninguna
maldad hubiera hecho.
—Usted es un mal hombre —le dije—, nos engañó malamente;
¿dónde lo tiene a mi venadito?, ¿a dónde se lo ha llevado?
—¿Tu venado? —abrió los ojos más de la cuenta mientras una sonrisa
burlona asomaba a su boca de sapo—... ¡Oh, jo, jo, jo, jo! ¡Oh, jo, jo,
jo, jo! —empezó a huajayllarse quebrándose todavía, agarrándose con
una mano del hombro del Viejo y señalándome con el indice de la otra...
Está bien, no te preocupes. Te manda saludos. Oh, jo, jo, jo! Oh, jo, jo,
jo! Lo estoy engordando para mi cumpleaños, .oh, jo, jo, jo! Oh, jo, jo,
jo! o
El Viejo también reía, pero todo nervioso, sin ganas, como si algo le
preocupara.
—¿Y ustedes? —dijo, calmándose un poco, el hombre de
Carhuamarca, dirigiéndose a los demás wambras—, ¿también quieren
sus animales?
Pero ellos estaban muy asustados, sólo lo miraban sin decir nada. Ya
iba a soltar de nuevo la risa, cuando en eso una tos fuerte lo atacó,
haciéndolo doblarse todavía mientras se llevaba las manos al pecho. Así
la tos lo tuvo por un buen rato, sin soltarlo por nada. Cuando ya parecía
que le iba a calmar, de nuevo lo atacaba queriéndolo ahogar.
“Bienhecho —dije entre mí—, toma por maldesao”.
—¡Ayyy! —dijo de repente llevando su cabeza para atrás, haciendo
un feo gesto de dolor. De nuevo lo agarró la tos, y, echando su cuerpo
para adelante como un trapo, se arrecostó contra la pared del socavón,
apoyando su frente sobre sus brazos entrecruzados.
—Esa tos es de mal de mina —dijo el Viejo—. No te conviene volver
a la minería, Pelayo.
—Adgquirí mi mal en las minas de Quiruvilca y Parcoy —respondió,
tosiendo menos ya—, pero no te voy a dar gusto, Alcides, de quedarte
con el mapa. He venido a llevármelo.
Recién ahí supimos que el Viejo se llamaba Alcides y las referencias
que hizo el otro de las minas de Quiruvilca y Parcoy me hicie-

55

Escaneado con CamScanner


s
Se
SN
SS
SNS
Qi

56

Escaneado con CamScanner


ron recordar a mi taita, pues él también trabajó allí, donde agarró su mal
y murió joven nomás, cuando yo tenía sólo siete años.
—Claro, claro, te lo daré —dijo el Viejo, al parecer respondiendo
sólo por responder, porque se le notaba como pensativo en otra cosa
más bien, mientras se paseaba alrededor de la fragua, con las manos
para atrás, como era su costumbre cuando estaba preocupado.
Cuando al otro le dejó por fin la tos del todo, recién el Viejo habló lo
que seguro estaría pensando:
—Pero aún me debes, no te olvides, aún me debes. .
El hombre de Carhuamarca respingó como una mula. —¿Cómo?
¿Que te debooo? -
La rabia asomó clarito a su cara prieta, mientras el viejo zorro,
haciéndose el orejón, seguía paseándose reparando el suelo.
—Sí —afirmó parándose de pronto, mirándolo desafiante—. Aún me
debes. No puedo darte el mapa.
Apretando los dientes, el hombre de Carhuamarca, de un salto llegó
hasta el Viejoy lo agarró del cuello de la camisa, sin darle tiempo a
nada.
—¿De qué te debo, so carajo? —interrogó ajustándolo, poniendo su
cara casi pegadita a su cara del otro—. A ver di, vamos, ¿de qué te
debo? ¿Ya no cumplí con el contrato?
Al Viejo se le querían saltar los ojos de desesperación. Sus brazos los
tenía tiesos para adelante, hasta que el otro aflojó un poco para que
hablara.
—.Mentira! —gritó. Sus cejas lanudas temblaban todavía—. No has
cumplido aún. Quedamos que me conseguirías dos muchachos más; con
los que hay no es suficiente, se avanza muy lentamente el trabajo.
—¿Que yo te ofrecí dos muchachos más? —el hombre de Car-
huamarca volvió a ajustarle el cuello—. ¿No estás en tu juicio o qué te
pasa?
El Viejo medio se quería asfixiar.
—¿As-s-1... no... quedamos?
—¡Vamos, hombre, no friegues! —dijo dándole un empujón ha-
ciendo que el Viejo cayera a tierra, trastabillando, sin hacerse daño
nomás—. Lo que pasa es que quieres ganar tiempo conmigo. Te co-
nozco, viejo mañoso. Esta mina a lo más tendrá para una semana de

57

Escaneado con CamScanner


trabajo. Quieres terminar cuanto antes y mientras yo tontamente te 120
buscando los muchachos, tú agarras y te mandas mudar con el mapa...
o o
¿Crees que no me doy cuenta?
Ahí comprendimos por qué el Viejo tanto nos apuraba en a Bao
Su esperanza era terminar de explotar la veta antes que Megara El Ea
así escaparse con el mapa del que hablaban. Pero mal nomás le salió al
pobre su cálculo.

Cuando el Viejo se levantaba todo tonteado, luego de escucharlo'


discursear al otro, este ya había sacado de su mugrienta casaca de Cuero
un puñal que destellaba todavía en su mano.
Pedrito se asustó de fea manera, también Jos demás nos quedamos
pálidos. Pero Pedrito empezó a loriquear. Román, su hermano, para
que el huejro, que parecía haberse olvidado de nosotros, no nos tomara
en cuenta y su cólera no nos tocara, apretó bien la cabeza de su
hermanito contra su pecho, haciéndolo que se ahogera su llanto y dejara
de seguir mirando.
Menos mal que el huejro ni se volvió siquiera.
— ¡Ya me harté de ti, viejo!. Decide: tu vida o el mapa! Y se fue
acercando despacio, encorvando su cuerpo como un kullko,
Ese rato pasó por mi mente que acaso Pelayo Yupán sería el muki e
iba a matarlo.
—Está bien... está bien —dijo el Viejo, al verlo que se acercaba
amenazante—: ¡Ya basta! ¡Te daré el mapa!
Clarito cambió el semblante del hombre de Carhuamarca. —Aungue
me debes todavía —volvió a hablar cl Viejo—, te daré el mapa, no
quiero más problemas.
—Y dale con que "me debes” —le replicó el otro, ya sin cólera,
guardando su arma, volviéndose recién a mirarnos a nosotros, pre-
disponiéndose, al parecer, a hacernos bufonada; como ende veras asina
ocurrió—. Los chiuches pueden creer que no soy hombre de palabra.
Me estás haciendo quedar mal, viejo... ¡Oh ,jo!
jo, jo,
El Viejo disimulaba su cólera haciéndose que sacudía el polvo de su
ropa. Cuando alzó la vista, el hombre de Carhuamarca lo miraba
sonriendo. No, no era el muki,
—Ven, vamos —dijo irguiéndose el Viejo-—, ayúdame a retirar

50
q€_xIXáE)IOó ó-qáom

Escaneado con CamScanner


aquella piedra,
No me querrás hacer ercer que alu lo tienes el mapa, ¿no? dijo
sismendole de mala pana,
Ven nomas, vo se lo que te digo habló eb anciano con menos
tabla va,
Podo descontioso, el hombre de Carhuamaren se acercó punto dl
anciano Y le ayudo a tefiriar una enorme piedra, buena para batán, que
estaba arrumada acu de las paredes, aun costado de la Hrapua, ya
donde a veces el Viejo se ibaca sentar par vinilarnos: mientras
trabajabamos,
Una parte que quedo libre, luego que retiraron la piedra, no se vela
nada, ut en elo suelo ui en la peña adonde estuvo recostada, Sólo
tolavadtas habra,
Y iwmentras el hombre de Carhuamarca, eruzándose de brazos, serio
miraba al Viejo, este, retirando una piedea medio redondeada del
tamano de un cluelavo, que solo habtiestado metida en la pena, dejó ver
un hueco; por donde metiendo la mano, sacó un cuorme rollo envuelto
en plastico, y se lo entrego al huejro,
Lentamente, pero nutando con ojos Henos de codicia, el huejro
desplezgo el papel amarillento, enorme, que aparto del plastico, y se
puso a observarlo, El Viejo, pacha la cabeza, lo mirabade mala gana,
Quiero que me expliques dijo el hombre de Carhuamarca
despues de observar un ratito, dónde está el tesoro, para no fallar,
Auestatodo, bien claro dijo eb otro, acercándose,
Estos como aspitas, ¿que son?
Son arboles dijo el Viejo y, señalando con su indice, explicó,
Voda esta zona es Suechurán, El pueblo de Canchas estacaquí a la
rquierda. Eltestamento de mi abuelo dice: "La mina de oro se halla en
uno de los tres cuteus que, enla zona de Suechurán, forman un triangulo
auna distancia de tres metros une de otro, Como seña hay una piedra
grande, caliza, Debajo de esa piedra está eltesoro?,
—¡Huvuvuv! dijo el hombre de Carhuamarca,.. pero por ese
lugar hay cientos de esos arboles,
SÍ respondio el Viejo, pero no todos forman triángulo a tres
metros de distancia, ni abundan las piedras calizas poralí, ¿Y stya no
existen los arboles?
Son árboles que se renuevan generación tras generación, y si

|
J
Escaneado con CamScanner
no es así, cuando menos queda algún vestigio.
El hombre de Carhuamarca estaba medio desalentado. Se quedó
pensativo un rato, después preguntó: >
—Dime: ¿y por qué tú no buscaste antes la mina? El Viejo, alzándose
el pantalón hasta más arriba de la cintura, mientras el otro enrollaba el
mapa contestó:
—Eso ya lo sabes, te lo conté una vez: aperturas una mina no es fácil,
hay que hacer trámites, gestiones, tener capital y cuántas cosas más. Por
eso pensé explotar primero esta, para luego, ya con capital, iniciar los
trabajos en la otra. Pero después, como te lo he venido diciendo
siempre, me desanimé porque ya no estoy para esos trotes; ya mi edad
no lo permite, quiero descansar más bien. Sólo me interesa sacar el oro
de esta mina y largarme a cualquier sitio a vivir tranquilamente.
— ¿Es cierto que el mapa fue de tu abuelo?
—Claro. Eso también te lo conté cuando hicimos el contrato.

—(¿Contrato? ¿Qué contrato? —preguntó Pelayo Yupán al Viejo dos


O tres meses atrás cuando recién se conocieron.
—Un contrato que te va a convenir; ven, entra —le dijo el Viejo
haciéndole ingresar al socavón.
—¿Conoces este mineral?
—¡Oro! —exclamó el hombre de Carhuamarca con los ojos des-
mesuradamente abiertos—. ¿Quién iba a pensar que aquí hubiera un
pequeño bolsón de oro? Todos creíamos que en esta mina abandonada
las vetas estaban muertas.
—Y no sólo hay aquí —habló el Viejo, pasándose la lengua por los
labios resecos—, también en la galería de arriba. Pero tú tendrás mucho
más que yo, ¡uff !, mucho más, si aceptas mi propuesta.
—¿Qué propuesta es esa? —dijo el hombre de Carhuamarca.
interesándose.
—Mira —dijo el Viejo—, yo necesito mano de obra para explotar
esta mina, pero no tengo capital para contratar gente. Si tú me consigues
unos quince muchachos para hacerlos trabajar aquí, te daré a cambio un
mapa, un mapa que te hará rico.
—¿Qué mapa es ese? —dijo el hombre de Carhuamarca con los OJOS
brillosos de ansiedad.

60

Escaneado con CamScanner


—Un mapa que hallé junto con un testamento en el arpa de mi abuelo.
— ¿As? Que curioso... ¿Y..?
—Bueno —agregó el Viejo observando con disimulo los más leves
gestos del otro—, la verdad es que el arpa estuvo durante muchos años
arrumada en un rincón de la casa, hasta que en el último terremoto que
sacudió la región causando desgracias, una pared de la casa le cayó
encima y la hizo astillas. Ahí fue que descubrí que el instrumento había
tenido doble fondo y que escondía un mapa y un testamento.
—¿Y que dice el testamento? —preguntó secamente el hombre de
Carhuamarca haciendose de pronto el desinteresado.
—Que en un lugar no muy lejos de acá hay una mina de oro que fuera
trabajada antiguamente por los marru, unos indios huraños, que vivían
en Pacllé, al sur de Cosma. Y que un día cuando los cosminos trataron
de capturar sin éxito al hijo del curaca, para hacerle declarar de dónde
sacaban el oro, los marru, que se afectaron porque al muchacho lo
habían querido agarrar como a un chúcaro. a repique de campanas,
decidieron tapar la bocamina y retirarse para siempre de esos lugares
remontándose más a la altura. De ese modo. nadie más volvió a saber de
la mina.
Hasta que andando el tiempo; un día mi abuelo, más conocido como
el "erineo”, Artemio Hudson, solitario minero que andaba por los
cerros explorando y explotando en pequeña escala algunas minas, se
hizo amigo de un viejo marru, tal vez el último descendiente de esos
indios semisalvajes, quien, en agradecimiento por las innumerables
Veces que le prestó mu abuelo su escopeta para cazar venados, le contó a
este el secreto de la mina de oro enterrada en Succhurán. Así fue como
el viejo la encontró. y por años la estuvo trabajando solo, sin contar a
nadie, nia sus hijos.
—¿Y por qué no les participaba a estos? —inqu'rió el hombre de
Carhuamarca.
—Porque según dice en el testamento: "Mis hijos tienen mal ca-
rácter, se pelean, se odian entre ellos, y temo que la ambición del oro los
pierda, les vuelva unos caínes...".
— ¿Para quiénes dejó entonces ese documento?
—Dizque para sus nietos o bisnietos. Por eso lo escondió dentro

61

Escaneado con CamScanner


que a propósito hizo construir con doble fondo. Y allí
de esa arpa
hubiese seguido con el mapa, quién sabe hasta cuándo, si no era por el
terremoto...
— Bueno. bueno... —dijo el hombre de Carhuamarca bostezando—,
si traigo a los muchachos, ¿el mapa será mío?
—Desde luego —dijo el Viejo—, te juro que será tuyo. Por eso te
llamé.
—Bien —dijo el hombre de Carhuamarca, satistecho—, a partir de la
próxima semana ya te irán llegando los muchachos, aunque sea de uno
en uno si no puedo traerlos de golpe.
—Ahora pasemos para mostrarte el mapa —dijo el Viejo—, también
te invitaré un vinito mientras planeamos detalles acerca de los
muchachos.
—Magnífico —dijo el hombre de Carhuamarca sonriendo—, el
empresario sin plata y su socio pelan planearan cómo aprovecharse de
unos pobres e ingenuos muchachos, .oh, jo, jo, jo!
Y el Viejo, haciéndole coro, rió también de buen grado.
—¿Y ustedes qué miran? ¿Por qué no siguen trabajando? —dijo de
pronto el Viejo, volviéndose rabioso hacia nosotros, mientras el
hombre de Carhuamarca enrollaba cuidadosamente su mapa anun-
ciando que ya se iba—. Si no me sacan la tarea —agregó amena-
zadoramente sin hacerle caso al otro—, ya verán, les haré trabajar toda
la noche sin darles a probar bocado.
Nosotros nos pusimos a trabajar enfebrecidamente temiendo que con
la rabia que estaba pudiera hacernos algo.
— ¡Gracias por el regalo, Viejo! —oímos la voz zumbona del huejro,
despidiéndose. Y después que se hubo alejado un poco por el túnel,
acordándose de nosotros seguro, se volvió para gritar:
— ¡Adiós chiuches! .Procuren no aburrirse! Oh, jo jo,,jo!
Después sólo escuchamos sus pasos que se iban alejando y alejando.
Entonces nos ¡maginamos sus piernas: un alicate medio cojo andando.
Estaría ya cerca a la salida del túnel seguramente, cuando el Viejo
que se había quedado ahí parado como esperando algo, luego de alzarse
con ambas sus manos su pantalón casi hasta su pecho, se dirigió
lentamente, sin dejar de mirar al túnel, hacia donde estaba el
extremo del cable que servía para bajar y subir a distancia la trampa

62.

Escaneado con CamScanner


de la bocamina. El hombre de Carhuamarca, presintiendo que el Viejo
lo observaba, seguro, se volvió para gritar:
—¡Viejo! Te jodiste por...!
Dio un paso más y no pudo terminar porque ahí nomás, POJJJ!, sonó
al caer la pesada trampa sobre su cabeza, despatarrándolo, sin que
pudiera decir ni ay.
—Ja, ja, ja, Ja, ja, ja, ja! —alzó los brazos el Viejo, haciendo pu-
fletes, lleno de felicidad—..Ja, ja, ja, ja, ja, ja! .El oro será mío! ¡Ja, ja,
ja! .Sólo mío!
ja, ja, ja,
Pedrito se puso nervioso nuevamente. Comenzó a gemir; pero su
hermano lo apartó para que no mirara hacia la salida, donde el hombre
de Carhuamarca estaría muerto seguramente, aplastado por esa pesada
plancha de chachacomo.
Ya más calmado de su euforia, el Viejo empezó a jalar del cable, que
corría sobre poleas, quedando poco después nuevamente levantada la
trampa. Con la gran luz que entraba de afuera, pudimos

63

Escaneado con CamScanner


verlo clarito al hombre, botadito, sin moverse.
Medio temblequeando, el Viejo se dirigió presuroso a verlo.
Nosotros aguaitábamos sin dejar de golpcar la peña, para que no dijera
que estábamos ociosos.
Apenas llegó a su lado, lo primero que hizo fue recuperar su mapa.
Después se quedó mirándolo el cuerpo inerte del Pelayo Yupán. Y para
asegurarse seguro que ya no latía su corazón, se agachó a tocarle el
pulso y poner después sus orejas sobre el pecho de su víctima.
—Está muerto, bien muerto —dijo después sin ningún remordi-
miento, viniendo a guardar su mapa.
Nosotros nos hicimos como que no habíamos visto nada, y tra-
bajábamos sin descanso, medio furiosamente. Al ratito, lo sentimos
alejarse por el túnel.
Pero no demoró gran cosa, porque de nuevo estuvo de vuelta. Esta
vez venía haciéndolo jugar entre sus dedos una vieja pistola colt, todo
mogoseada.
. —¡Hey, tú! —habló señalándome—, te voy a dar libertad por
mientras para que me ayudes a arrojar el cadáver ai río; pero, ojo,
mucho cuidado con intentar algo, porque sino... PEN! Disparó a la
pared el viejo animal haciéndonos asustar.
—i¡ja, ja, jal —rio al ver que nos había dejado fríos—. ¿Ven? Fun-
. Ciona.
“eu. Las demás balas serán para cualquiera que intente escapar.
“;¿ Recuerden que están advertidos.
“+ Humeando aún hundió la pistola entre la pretina de su pantalón, y
sacando una llavecita del bolillo de su camisa se dispuso a abrir los
grilletes de mi pierna encadenada.

64

Escaneado con CamScanner


COMO USTED ESTA ATESTIGUANDO, DON RÓMULO. nadie me da
noticias de mis cholitos. ¿As¡ es que en Racu: 1ybamba le dijeron que +
había un chico que también ha desaparecido? ¡Que también se fue en
busca de un animalito? Vaya, vaya, aquí algo está pasando. Alguien se
está llevando a las criaturas. Y ese alguien puede ser ese negociante de
ganado piernas de alicate: Pelayo Yupán, pues por ahí me han dicho que
a mis hijos los vieron conversar con él al pie de Shonca, y también usted
me dice que antes de desaparecer el chico de Racuaybamba el Pelayo
había estado en ese lugar. Tengo que encontrarlo a ese hombre, aunque
sea para preguntarle qué nomás habló con mis criaturas. .

65
Escaneado con CamScanner
—AYÚDAME -DIJO EL VIEJO, de pie junto al cadáver—. Botaremos a
este infeliz al río.
de lo
Todo asustado, yo miraba al hombre de Carhuamarca. A pesar
bañadas en
que nos hizo, harta pena me dio. Su cabeza y su cara estaban
ojos,
sangre negra y cuajosa. Trass! se hizo mi cuerpo cuando lo vi. Sus
de
bien abiertos, feo blanqueaban. Botado a un lado estaba su sombrero
cuero. Y el mango de su puñal asomaba apenitas del bolsillo de su
casaca. |
El Viejo me ordenó que rebuscara bien todo lo que había en sus
bolsillos. Pero, aparte de su puñal, sólo unos cuantos billetes de poco
valor tenía; ah, de veras, también algunos documentos personales y
papelitos que se los alcancé al anciano.
En una frazada vieja lo hicimos echar al muerto. El hombre, que
tenía metida en su cintura su pistola, no se cansaba de advertirme que
me balearía a la primera intención que hiciera de escaparme.
Agarrando un extremo de la frazada, cada uno por una punta,
empezamos a arrastrar el cadáver, pasando primero por el patio, luego
por el cuarto medio oscuro, hasta ganar la calle. Achallau!, dije al sentir
el airecito fresco que subía del río y ver los cerros del frente,
alfombrados de pasto verde, bajo un cielo azul, purísimo. Sentí ganas
de correr al ver el caminito por donde vine. Pero el Viejo, maliciando
algo, había sacado su pistola y, apuntándome, me ordenaba seguir
tirando de la frazada.
De la casa al río distaba todavía regularcito. No estaríamos ni
siquiera a la mitad y ambos estábamos ya acezando. fucha! pesaba duro
el muerto. Menos mal que era bajada, si no no hubiéramos podido.
Como dos veces el muerto resbaló de la frazada, y casi el Viejo y
yo, que jalábamos caminando hacia atrás, nos vamos patas pa arriba
al suelo. Ahí fue cuando me entró la idea de escaparme en un descuido
y, en último caso, qué tanto ya, dije entre mí, lo voy a empujar
de nariz en cuanto me dé la espalda. Pero el Viejo, como buen zorro
que era, al cuidado nomás estaba. Y por estar a la malicia, no jalaba
bien siquiera. Trataba de infundirme miedo sacando su pistola cada
vez que hacíamos un descanso, o mirando a su cintura cuando la
tenía guardada. Pero todo eso, en vez de acobardarme, me dio más
valor todavía, haciéndome pensar que de veras yo era muy peligroso

66

Escaneado con CamScanner


para él.
Ya cuando estábamos asomándonos a la
bajadita del río, cerca del abismo donde me
anunció que tiraríamos el cadáver, me entró la
decisión de escaparme al notar que el terreno
donde ingresábamos era pedregoso.

Escaneado con CamScanner


Ahora es cuando, dije entre mé, y ahí nomás sia pensarlo más,
haciéndome que me resbalaba, dí, alo descuidado, un fuerte tirón de la
punta que yo jalaba, y el Viejo, .plajj!, se fue al suelo, Ahí mismo
aproveché yo para echar a correr como un loco esa travesía, sin
importarme de caer al abismo; pero no avancé gran cosa cuando
escuché ".pen!, .pen!%, dos disparos a mis espaídas, “Pemeroso, volví
un instante la mirada sin dejar de correr, y lo vi ventr a mi tras, co-
rriendo también con su humeante pistola apuntándome, Como sea traté
de trepar para ganar unos arbustos de más allá, cuando en eso of un grito
que hizo estremecer la montana. Al volverme, apenas pude ver su
cuerpo cayendo al abismo luego de haber resbalado en esa terra de
color llamada muki muki o excremento del duende, por donde yo pasé
Saltando,
Asustado, corrí al lugar de la caída, sin saber ni por qué lo hacía,
Pero el Viejo, o el cuerpo del Viejo, ya no estaba all, Corrí más abajo y
apenitas pude verlo, cómo la correntada se lo Hevaba su cuerpo muerto,
golpéandolo contra las rocas que sobresalían de las aguas...
"Es la maldición del muki -—pensé--. Así castiga a los malvados que
hurtan los tesoros de sus minas sin hacerle pagos",

dl
Escaneado con CamScanner
LA SEMANA PASADA YA ESTABA DECIDIDA A IR A BUSCARTE,
HIJO; pero no había a quien encargar tus hermanitos. Todos están ahora
ocupados en la siega o en la trilla. Estaba pensando dejarles solos en la
casa, con harta cancha y oquitas sancochadas para su alimento; pero en
eso que me voy al pozo a sacar agua, ni bien me agacho con mi balde,
cuando siento como si algo se enredara entre mis piernas y que me
empieza a hincar igualito como si fueran espinas o shisho o me
estuvieran latigueando con ortigas. Asustada he mirado entonces mis
piernas, diciendo "qué tengo, qué tengo”; cuando en eso he visto que un
arco de colores, el arco iris, hijo, salía de allí, del punle, y que enredado
en mis piernas me tenía inmovilizada. Con la desesperación he agarrado
entonces esas piedras que usamos para encender nuestra candela, las he
chancado con fuerza una contra otra hasta hacerles botar chispas, y
recién ahí el arco iris ha empezado a desenredarse y soltarme. Pisando
altos y bajos me he vuelto corriendo a la casa, sin voltear para atrás. Y
desde ese día no puedo moverme, hijo, con los pies que se me han
hinchado. Ojalá ya volvieras. Tu hermanito el Elmer vieras cómo te
extraña. Llora en las noches cuando al despertarse no te toca a su lado.
Al Rogelio y la Eleuteria, en cambio, ni se les da por preguntar siquiera,
ocupados en sus juegos. Ah, criaturas...

69

Escaneado con CamScanner


—¡CHOLITO ES] .AHÍVIENE! ¡Hurra! .Hipra!
Oí gritar alborozados a mis compañeros cuando entraba corriendo yo
por el túnel.
—Hermanito, ¿no te ha pasado nada? —diciendo asina vinieron a
tocarme, a abrazarme—, oímos dos disparos afuera y algo como un
grito.
— ¡Pronto! —les dije yo—. Vayámonos cuanto antes de este lugar, el
Viejo por perseguirme resbaló y cayó al río.
— ¿Ha muerto?
—Sí, ha muerto, vi cómo el río se llevaba su cuerpo golpeándolo
contra las piedras.
Seguidamente les arrojé las llaves que antes de volver al socavón
encontré en su cuarto.
Al poco rato ya estaban libres.
—Ahora sí, vamos.
—¿Y el mapa? —dijo alguien, acordándose.
—Tienes razón —dije—, llevémoslo; lo entregaremos a las auto-
ridades comunales. Ellas sabrán decidir.
Retirando la piedra grande y la chica, lo sacamos del lugar donde
. estaba escondido.
Cuando, emocionados, salimos hasta el patio —donde olorosa se
erguía la planta de tara—, nos acordamos de los wambras que se
hallaban en la galería de arriba. Sin pensarlo más, subimos a darles
nuestra ayuda llevando las llaves de los grilletes.

Escaneado con CamScanner


ANOCHE HA VENIDO NUEVAMENTE EL EVAKISTO TORRES a darme
serenata. Pero esta vez, a diferencia de la anterior, bonitas canciones ha
cantado. con harto sentimiento. Abriendo apenitas la ventana le he
pedido que por tavor se retirara, que me gustan mucho sus canciones,
pero que no quiero oír cosas de amor ahora, porque mi alma se halla
harto entristecida y preocupada por la desaparición de mi hermanito el
Emilio. Entonces me ha hecho saber ahí que él ha estado buscándolo y
que va a seguir buscándolo hasta encontrarlo, que mi pena es también su
pena de él, y es ahí donde llorando me ha declarado su amor,
diciéndome que sin mí dizque no puede vivir, que por favor lo acepte.
Aunque nunca antes me había fijado en el Evaristo Torres, al escuchar
la sinceridad de sus sentimientos, harto yo también me he conmovido, y
ahora siento que lo quiero. Te voy a aceptar, le he dicho, pero una vez
que mi hermanito Emilio vuelva a mi lado, antes no. Volviéndose a
mirar entonces hacia la montaña —enorme en la oscuridad, como si con
sus filosas crestas raspara las estrellas— en mi delante se ha
encomendado:
—Padre Wamani, gran jirka, tú que puedes convertirte en cóndor y
mirar desde lo alto todos los rincones de la tierra, dame tus ojos, padre,
para hallarlo al wambracha. Y a cambio te
brindaré ron, coquita, huiracoya, sebo de
vizcacha...
Diciendo asina, con su sombrero
agarrado a la altura de su pecho, en
señal de respeto, me ha hecho a mí
también reverencia, diciendo:
“Descuida, urpicha, paloma
mía, dios Wamani me ayudará a
gncontrarlo a tu hermano”.
En seguida, agarrando su
guitarra, ha montado en su
bestia, alejándose al trote por
el caminito que va a su choza,
alumbrado apenas por las
estrellas.

71

Escaneado con CamScanner


NUEVE ERAN LOS WAMBRAS QUE LIBERAMOS de la galería de
arriba. Estos pobres sí estaban peor que nosotros: puro hueso y pellejo y
medio enfermos. Eran del otro lado de la Cordillera Negra, de los
pueblos del Callejón de Huaylas. Ellos habían venido todos juntos,
enganchados por el Pelayo Yupán, con permiso de sus padres O
apoderados, a trabajar por tres semanas en la cosecha de trigo para una
hacienda, ganando harta plata, según les había mentido aquel; quien se
había comprometido, además, de volverlos él mismo; bajo firma de un
documento. Como el Pelayo iba y volvía por esos lugares negociando
sanado, no tuvieron desconfianza.
Los muchachos huaylinos habían estado más de un mes ya trabajando
en la mina del Viejo, y los suyos estarían alarmados por la demora.
—Ahora el Pelayo Yupán y el Viejo también están muertos —les
dijimos y, asombrados, oyeron el relato que les hice. Después pre-
euntaron por dónde podrían encaminarse a sus pueblos.
— ¿Qué pueblos?
—Marcará, Vicos, Mancos, Taricá, Jangas, Chancos y más otros al
pie del Huascarán.
Miguel, el muchacho de Racuaybamba, que se iba en esa dirección,
se comprometió a guiarlos hasta cierta parte.
—Llevemos algo de fiambre —dije—, entremos en la casa.
Después, rebuscando en el terrado, encontramos cántaros de trigo,
ocas y papas desparramadas, también charqui, jamones, quesos y hasta
licores. A nosotros el hombre nos daba comida como para chanchos,
pero él sí, ahí estaba a la vista, se alimentaba bien. Agarrando lo que
más nos apetecía, llenamos en alforjas, sacos o lo que fuera, y asma
cargando salimos.
Afuera el sol alumbraba rabiosamente, como que era el mediodía.
Sebastián, el morino, era el único que debía encaminarse en sentido
contrario a todos nosotros; su pueblo quedaba hacia la costa, donde
empezaban los arenales ardientes.
En la callecita silenciosa, bajo el alero de una casa, donde un
tumpush hacía, como en mi llegada, su hueco en un palo podrido;
- despedimos a nuestro amigo, deseándole mucha suerte.
De los muchachos huaylinos, el más conversador era Santiago.
Por él nos enteramos que ellos también oían los golpes que dába

72

Escaneado con CamScanner


mos a la peña trabajando en el socavón.
Ahora todos ellos estaban contentos de volver
a trabajar en sus
chacras.
—Nosotros también tenemos animalitos —dijeron—
y nuestras
chacritas, donde ayudamos a sembrar a nuestros taitas, papitas, ollucos,
mashuas, trigo y cebada.
Al escucharlos, yo no veía las horas de volver a mis amados cerros, a
cuidar mis papitas y mis oquitas que había sembrado en el paraje de
Llamacunca; su riego ya estarían necesitando, también su aporque y su
abonito. Pero, antes, tenía que hallarlo a mi Lucero, como sea. Para eso
me estaba encaminando a Carhuamarca. Tenía la esperanza de
encontrarlo allí. En mis adentros yo le rogaba de todo corazón a los
jircas, a los dioses protectores de los animalitos silvestres, que mi
Lucerito amado estuviera vivo, porque sin él la vida para mí sería triste,
muy triste. |

—¿Ven? ¿Vena ese hombre que viene arriba a caballo? —dijo


Román, cuando ya estábamos por llegar al lugar donde separaban los
caminos que iban a Carhuamarca y Cosma.
—Parece que lo conozco —dijo Emilio adelantándose. El hombre
apuraba el trote de ese caballito pequeño que montaba, como un burrito
nomás, pero bien aperadito. o
—¡Oh!, es el Evaristo, el Evaristo Torres, de mi pueblo! —gritó
emocionado Emilio al reconocer a uno su palsano.
El hombre también, reconociéndolo, agitó la mano con alegría,
¡Emilio! .Emilio!, diciendo.
El hombre, bajando de la bestia, corrió a su encuentro abriendo los
brazos. Ambos se abrazaron emocionados al encontrarse. Después, el
joven nos saludó a todos y nos preguntó de dónde veníamos, qué
hacíamos. Parándonos un ratito, le contamos apuradamente lo que
teníamos que contarle. o e os .
de escucharnos indignado contra el hombre de
Después
ya
Carhuamarca y el Viejo, aunque luego dizque perdonándolos porque
e
eran finados, nos dijo que apenas lo hiciera llegar a Emilio
e pl
hermana, que estaba muy angustiada, viajaría en la madrugada
a las autorida es de
siguiente a Jimbe, la capital del distrito, a dar parte
lo que había ocurrido.

73

Escaneado con CamScanner


fue que nos despedimos de Emilio, prometiéndole
De ese modo
metiéndose él a hacer
visitar alguna vez en la fiesta de su pueblo, compro
si la hallábamos,
lo mismo con nosotros. De su cabrita dijo, que
nos la regalaba.
dispusiéramos nomás como si fuera nuestra, que
agitando su
Al poco rato, vimos que nos hacía repetidas veces adiós,
vista.
mano, antes de entrar a un recodo donde desaparecería de nuestra
isto Torres,
No iba a pie, sino bien montado en el caballito de Evar
er
- quien, marchando al trote junto a la cabalgadura, parecía resplandec
de felicidad.
Paradito se quedó el hombre en su puerta al vernos llegar una tropa
de muchachos a Carhuamarca. Casi junto junto con el sol asomamos,
después de haber pernoctado en una cueva a mitad de camino.
—(¡De dónde vienen, hijos? —se aproximó el hombre, alto, grueso,
ya de edad madura, bien emponchado—. Soy el presidente de la
comunidad. ¿Buscan a alguien, quizá? Pero antes, .pasen! .pasen!
Ahí fue que después que nos hiciera tomar asiento y mientras nos
servía su mujer muñacito caliente con papitas y queso, le contamos
nuestra triste aventura. Cuando le mostramos el mapa, luego de
observarlo con harta atención, exclamó:
—¡Vaya! .Este mapa es de don Venancio Cotos! Lo deduzco por este
pequeñísimo rasgo que apenas se ve y sé que era su firma. —¿Y quién
nomás es don Venancio Cotos, talta?
—El último descendiente de los marru, hijo, quienes en tiempos
antiguos se establecieron en las punas de nuestra comunidad. Don
Venancio Cotos antes de morir hizo su testamento donde justamente
dona a los campesinos sin tierras, tanto de aquí como a los que se hallan
repartidos por la costa padeciendo otros trabajos que no son los de la
agricultura, los beneficios del tesoro que se señalan en este mapa. Y que
por milagro ustedes lo han recuperado. Yaya!
—¿Y como qué cantidad de oro habrá en esa mina, señor?
—pre-
guntó Santiago, el huaylino.
—:¡Or o? —dii
¿Oro? dijo don Tomás4 Callan medio. sorprendié
¡é ndose—. Oro
no, hijo; lo que ese mapa indica es un tesoro que vale más, mucho
más que el oro; porque el oro, ¿sabes?, no se come, y además

74

Escaneado con CamScanner


Y
AA
Ze

Y, BI hi 4: A
NS 4
E VALI
ASASNS,

4 TR Y) Ha E
75

RIOS
Escaneado con CamScanner

SS
SSau
oi
corrompe y vuelve ambiciosos y malos 4 los hombres.
—Si no hay oro en esa mina dijo Román, Impaciente, ¿qué es lo
que hay entonces? o
—Lo que en el mapa se indica como punto del tesoro, hijo empezó
a explicar don Tomás Callan, que así dijo lHamarse el presidente de la
comunidad—, es una reventazón de agua que aparecerá solo excavando
algunos metros.
—¿Una reventazón de agua? nos aSombramos.
—Sí, una reventazón de agua de un río subterráneo que Cruza estas
cordilleras, por donde corren cantidades incalculables de ese líquido de
la vida.
—Abh, caracho...
Don Tomás Callán tomó un respiro y continuó:
—Y que servirá para ganar a la agricultura extensos terrenos erlazos,
que se los daremos de preferencia a nuestros hermanos sin tierras, tanto
de aquí, como a los que se hallan viviendo en las grandes ciudades
costeñas y en la capital; tal como fue el deseo de don Venancio Cotos, el
último marru, verdadero descendiente de los incas.
—¿Y por qué a los que se hallan en la costa, talta? —preguntó
intrigado uno de los wambras huaylinos, que se cubría la cabeza con un
sombrero de lana, como de los conchucanos.
—Para que dejen, hijo, de ser pobres vendedorcitos ambulantes,
simples mozos de restaurantes, cargadores en los mercados 0
chofercitos de los ricos. Me refiero a los que no les va muy bien. Que
vuelvan y cultiven la tierra, que cosechen como se cosechaba antes:
enormes papas kusais, gordos granos de trigo, mazorcas de maíz de este
tamaño —hizo indicación con sus manos—, en esas nuevas tierras
descansadas.
—¿Y también para que críen, ¿no, taita? —dije yo.
—Sí, hijo. Esas Tomadas peladas que ahora vemos se cubrirán de
pasto verdecito, dulce y jugoso, donde aumentarán y engordarán
nuestros ganaditos.
Y dando término a la conversación, don Tomás Callán, con un brillo
alegroso en sus ojos, comentó:
—Cuando vuelvan nuestros hermanos de la costa, podremos
organizarnos quizá para construir la gran nación andina, o, mejor
dicho, la nueva nación andina, que es nuestro más grande anhelo

76

Escaneado con CamScanner


desde que tantos malos gobernantes mistis nos tienen por siglos
sometidos... Comunicaremos este acontecimiento hoy mismo a la
comunidad.
Diciendo asina llamó a uno de sus hijos y le ordenó que hiciera
repicar las campanas. Después, cuando volvió la atención hacia no-
sotros, el racuaybambino, dijo:
—Pero, taita, el hombre que nos tenía esclavizados, así como-el
Pelayo Yupán, sí parecían seguros de la existencia de la mina de oro.
—En un comienzo cuando los marru la explotaban, hijos —volvió a
explicar pacientemente don Tomás Callán—, la mina sí era de oro; pero
cuando los blancos y mestizos ambiciosos que vivían en Cosma
quisieron apoderarse a la fuerza aprisionando al hijo del curaca, ellos
taparon la bocamina y se remontaron a las punas.
— ¿Y qué pasó después, taita? —preguntó Román.
—Que muchísimos años después, un minero pobre, pero igualmente
ambicioso que los mistis cosminos, apellidado Hudson, justamente el
abuelo del viejo que ustedes dicen, roba el mapa al último descendiente
de los marru —don Venancio Cotos— y se lanza a buscar la mina.
—Ah, hombre maldesao —comentó alguien.
—Sin embargo, nuestros dioses, hijos —continúió don Tomás
Callán—, los que todavía nos socorren en estos tiempos: la Pachamama,
los wamanis, el Amaro y otros, convierten esas venas de oro en un río
subterráneo. De tal manera que cuando el gringo Artemio Hudson
excava y excava, sólo encuentra humedad y humedad, mas no siquiera
la reventazón de agua; porque cuando la Madre Tierra, hijos, no quiere
dar sus venas de agua, las profundiza.
—(Estás diciendo, taita —intervine yo— que ese hombre nunca
logró ver siquiera la veta ni mucho menos la explotó?
—Exactamente —respondió.
— ¿Y entonces qué ocurrió?
—Nada. Pues que aburrido de no encontrar el oro, dejó el mapa para
sus descendientes.
—¿Y ustedes están seguros de encontrar la reventazón de agua, talta?
—pregunté.
—Sí, hijo, absolutamente seguros. Desde hace tiempo ya, pegando
nuestros oídos a la tierra, hemos oído el rumor torrentoso de ese

77

Escaneado con CamScanner


pasa más cerca a la
río. Sólo nos faltaba saber cuál era el punto donde
y a ustedes,
superficie para ponernos a excavar. Ahora, gracias al mapa
ya lo sabemos. ne ,
—¿Y qué sabe de la vida de Alcides Hudson? —preguntó uno de los
huaylinos, que usaba un ponchito blanco con rayitas verdes.
— Bueno, lo que yo sé es que fue administrador de la hacienda de
la
Lorenzo Carrasco, un hombre: que corrompió a las autoridades de
provincia con su dinero, y a quien lo mataron sus propios paisanos,
según dicen por los muchos abusos que cometía. El viejo Alcides
Hudson era, además de su administrador, algo así como su consejero, y
el que se encargaba de la falsificación de títulos en el despojo de tierras.
Una solita vez lo vi yo a ese hombre cuando pasó por acá, rumbo a
Caraz. Iba acompañado del administrador de la hacienda San Jacinto y
del guardaespaldas de este, un tal Acras Botas, así apodado. Alcides
Hudson fue sobreviviente del último terremoto que asoló esta región,
donde murieron su mujer y sus hijos. e

—¿Y el Pelayo Yupán?


—Ese hombre era un traidor a nuestra comunidad. Vivía solo. Ni las
mujeres lo querían. Paraba poco acá. Más andaba por los demás
pueblos ocupado en negocios. Ah, pero tenía una virtud: tocaba lindo el
violín. :
Ese ratito, provenientes de todas direcciones, asomaron los co-
muneros que iban a reunirse para la asamblea. Don Tomás Callán les
hizo señas para que fueran tomando asiento en los poyos del corredor de
su Casa.
—Ahora que el mapa queda en manos de la comunidad, taita —le
dije—, queremos preguntarte por los animalitos que andamos
buscando; yo sobre todo ya no veo las horas de llegar a la casa de Pelayo
Yupán, donde tal vez lo encuentre a mi Lucero. ¿Podrías decirme en
qué lado queda?
—Mira, hijo, los únicos animales que he visto en su corral son un
potrito y un venadito. Un burrito tierno fue recogido por don Remigio
Chauca, de Lampanín, que ayer llegó y está hospedado arriba en su
casa
de Teodosio Chauca, su pariente.
—¿Remigio Chauca, ha dicho? —los niños de Lampanín se miraron
incrédulos, después saltaron sobre sus asientos—..Nuestro taita!

78

Escaneado con CamScanner


e nos en pe-

, ARO 0)
Y Y VR, a?
Pu, ¿e A dl

Escaneado con CamScanner


neficiados con las tierras, tenemos que iral lugar...
—Volveremos otra vez, taita —le dijimos con respeto—, si tenemos
ureencia de terrenitos: ahora estamos desesperados por recuperar
nuestros animales y encontrarnos con nuestras familias, que estarán
preocupadas.
—Tienen razón, hijos —nos dijo—, comprendo. Vayan entonces con
cuidado nomás y no se olviden que aquí señalaremos sus parcelas para
ustedes.
—Sí, talta, gracias; volveremos.
En el momento de despedirnos de don Tomás Callán, los otros
comuneros, también se acercaron, apenas enterados de la buena nueva.
Dándonos un efusivo abrazo a cada uno nos despidieron, lamentando
que no pudiéramos quedarnos por más tiempo para ser testigos de la
apertura de la reventazón de agua.
—¡Hurra! .Viva! .Hipra! —dirían algunos días después alborozados
al ver el cequión de agua que salía a torrentadas de la laderita donde
excavaban provistos de lampas, barretas, picos. Las mujeres,
alentándolos, repartían chicha, coca y cigarros; en tanto los músicos
arrancaban de sus flautas y tinyas alegres huaynos y cashuas.

80

Escaneado con CamScanner


Y YA CUANDO NOS ALEJÁBAMOS, nos encontramos en la calle con
don Remigio, padre de los niños de Lampanín, quienes corrieron a
abrazarlo, con lágrimas de alegría.
Después que conversamos apuradamente, don Remigio aconsejó al
niño de Racuaybamba, con aprobación de todos nosotros, que en
reemplazo de su carnerito del que nadie daba noticias, se llevara el
potrito de Sebastián, el morino, quien ya se había resignado a no
recuperarlo.
Así, con ese acuerdo, nos dirigimos con Miguel y los huaylinos a la
casa del Pelayo Yupán, mientras los de Lampanín iban por su pollinito
al hospedaje de su padre para reunirse después conmigo y
acompañarnos en el viaje hasta cierta parte.
Ganándoles a los demás, llegué hasta la pirca de un corral, desde
donde pude ver por fin a mi animalito querido. Allí estaba junto al
pequeño potro de Sebastián, comiendo su pastito, amarrado a una
estaca. |
—¡Lucerooooo! .Luceritoooo! —llamé con todas mis fuerzas,
sintiendo que el corazón se me salía por la boca de tanta emoción.
Lucero levantó la cabeza, se quedó perplejo por unos instantes,
luego dio un salto de alegría bien alto e intentó pegar la carrera hacia mí;
pero apenas avanzó unos pasos, el templón de la soga asegurada a su
pata, lo hizo caer malamente al pobre sobre el pasto.
Fue ahí que llegué yo, y abracé duro a mi animalito antes que se
incorporara, besándole en su frente, hablándole en su oreja, ha-
ciéndome el resentido, diciéndole que era un ingrato.
Lucero, parándose, me lamía, como un perrito cariñoso, mis oídos,
mis manos, mientras yo lo desataba.
Poco después llegaron Miguel y los huaylinos, quienes luego de
desamarrar al potrito se despidieron. Un buen rato nos quedamos con
Lucero mirándoles subir presurosos la elevada cuesta, donde
empezaban los pajonales de la puna. Por última vez agité la mano
cuando se volvieron. Ellos también agitaron la suya, con euforia.
Emprendí la bajada con mi animalito hacia la encañada, rápido
rápido... Eneso, silbaron de atrás: eran mis amigos de
Lampanín, arreando alegres su pollinito, acompañados de don
Remigio.
Les hice señas que se apuraran, mientras con Lucero avanzába-

81

Escaneado con CamScanner


/
<—

Escaneado con CamScanner


do Sh
7
E
a

Escaneado con CamScanner


CHOLITO ES UN NIÑO ANDINO de la zona comprendida entre el
Callejón de Huaylas y el Callejón de los Conchucos, en el departamento
de Ancash. a ate
Cholito habla castellano andino, muchas veces con palabras ac-
tualmente en desuso, porque la zona fue evangelizada directamente en
este idioma desde su colonización. Por esta razón, los hablantes utilizan
palabras en español en construcciones sintácticas andinas: quechua o
culli. o
Así, por ejemplo, los patrones de la narración y los diálogos tienen
las siguientes características:
e Las oraciones subordinadas preceden a la principal.
e Se utiliza el pronombre "lo" como refuerzo: ahí lo tienes el mapa;
lo descubría Pedrito.
e Doble genitivo para indicar propiedad.
e Diminutivos en castellano con terminaciones quechua: "— ucha”,
"—acha, "—icho". '
e Adjetivos en osa en vez de "—ado", "—ada": desconfloso.
o Repetición de palabras para indicar reforzamiento de la acción:
apurosa, apurosa. |
e Fluctuación de concordancia: cómo dejan solo a esta criatura;
medio apoyada; todo mogoseada.

Escaneado con CamScanner


GLOSARIO

achallau: qué bonito.


aperadito: diminutivo de apero, arreo de las bestias.
aporque: cubrir con tierra parte del tallo de una planta.
apu: espíritu de la montaña.
apurosa, apurosa. apurada, apurada. aromo: rojo oscuro.
arrecostó: Tecostó.
asina: así.
azularia: planta silvestre de flores amarillas.
barretar: trabajar con la barreta.
bienecho: expresa satisfacción de que algo malo le ocurra a otro.
caramba; denota extrañeza o enfado.
cashua: baile de alegría colectiva donde se alternan hombres y
mujeres formando rueda o círculo.
chachacomo: árbol de madera dura.
chapaleando: chapaleando, chapoteando.
chiclayo: calabaza.
chinche: chico, niño.
choloque: semilla de árbol del mismo nombre, con la que los niños
juegan a las canicas.
chotana: herramienta de minero. chúcaro: salvaje.
chushas: menudas.
desconfioso: desconfiado.
dizque: dice que.
Emicho: Emilito.
guachos: ovejas.

85

Escaneado con CamScanner


hiera: vivar: hip ra.
hondilla: honda pequeña.
huajayllándose: riéndose.
huajido. grito de alegría.
huaylla: tipo de pasto agreste.
huayno. verso, música y danza alegres. de origen antiguo.
huejro.: que tiene las piernas torcidas.
huiracoya: sebo.
illauro: planta silvestre.
itacado:terciado al hombro.
Jirka: apu, dios de la montaña.
kullko: jorobado.
kusai: tipo de papa.
lic-lic: ave de la puna.
llinllo: árbol, de madera lisa y dura.
lucma: lúcuma.
maldesao: maldito, maldecido.
mangada: tempestad, lluvia torrencial.
marru: nombre de una tribu de mineros antiguos.
mashua: tubérculo, parecido a la oca.
misti: hombre blanco o mestizo con poder.
muki: duende, espíritu de las minas.
muñacito: diminutivo de moña, yerba aromática.
ninacuro.: luciérnaga; de nina: fuego y kuro: gusano
(gusano de fuego).
niñucha: niñito.
oque: marrón oscuro.
patagón: especie de oveja.
pichuchanka: gorrión.
pishtar: degollar.
pucha: de puchka, expresión que denota acidez del ánimo.

86

Escaneado con CamScanner


punle, burile: pozo.
shilpirrotoso, -a: rotoso, desgarrado.
shinti o shintu: haba hervida.
shisho: espina pequeñita.
sirguillito: ave, especie de canario.
taita: padre.
terciaria: paludismo.
tinya: bombo pequeño.
tres en raya: juego que consiste en colocar tres piedrecillas
en línea recta en un cuadro dividido por líneas diagonales
y perpendiculares que pasan por un centro.
tumpush.: abejorro. urpicha: palomita.
wachwa: pato de laguna andina.
- wamani: espíritu de los cerros.
wambracha: niñito.

87

Escaneado con CamScanner

También podría gustarte

pFad - Phonifier reborn

Pfad - The Proxy pFad of © 2024 Garber Painting. All rights reserved.

Note: This service is not intended for secure transactions such as banking, social media, email, or purchasing. Use at your own risk. We assume no liability whatsoever for broken pages.


Alternative Proxies:

Alternative Proxy

pFad Proxy

pFad v3 Proxy

pFad v4 Proxy