Las Virtudes Teologales y Cardinales
Las Virtudes Teologales y Cardinales
Las Virtudes Teologales y Cardinales
1. FE...La fe es la virtud teologal por la cual creemos en Dios, en todo lo que El nos ha
revelado y que la Santa Iglesia nos enseña como objeto de fe.
3. CARIDAD...La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las
cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios, con el amor filial y
fraterno que Cristo nos ha mandado.
Virtud es una propensión, facilidad y prontitud para conocer y obrar el bien. Se llaman
cardinales las que son el principio y el fundamento de las demás virtudes.
1. PRUDENCIA. Nos hace conocer y practicar los medios mas conducentes para obrar el
bien.
4. TEMPLANZA. Hace que frenemos las pasiones bajas . Hace que frenemos las pasiones
bajas
Las Obras Corporales y Espirituales de Misericordia:
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas, como también nosostros perdonamnos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Ave María
Gloria
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por
los siglos de los siglos.
Sin embargo, hay que aclarar que en la naturaleza humana existe una disposición y capacidad
para la virtud que facilita la adquisición de las mismas cuando se ponen los medios adecuados
para ello.
Virtud es una disposición habitual de la persona, adquirida por el ejercicio repetido del
actuar consciente y libremente, con la ayuda de Dios, en orden a la perfección o al bien. La
virtud para que sea virtud tiene que ser habitual, y no un acto esporádico, aislado. Debe ser
como una segunda naturaleza a la hora de actuar, pensar, reaccionar, sentir.
Lo contrario a la virtud es el vicio, que es también un hábito adquirido por la repetición
de actos contrarios al bien.
II. Virtudes teologales
Son tres: fe, esperanza y caridad. Fueron infundidas por Dios en nuestra alma el día de
nuestro bautismo, pero como semilla, que había que hacer crecer con nuestro esfuerzo,
oración, sacrificio.
Fin de las virtudes teologales: Dios nos dio estas virtudes para que seamos capaces de entrar
en diálogo con Él y actuar a lo divino, es decir, como hijos de Dios, y así contrarrestar los
impulsos naturales inclinados al egoísmo, comodidad, placer. Con estas virtudes podemos ser
santos. Es más, gracias a ellas podemos entrar en comunión con Dios que es la Santidad
misma.
Características de las virtudes teologales
a. Son dones de Dios, no conquista ni fruto del hombre.
b. No obstante, requieren nuestra colaboración libre y consciente para que se
perfeccionen y crezcan.
c. No son virtudes teóricas, sino un modo de ser y de vivir.
d. Van siempre juntas las tres virtudes.
Fundamento
La esperanza nos hacer vivir confiados porque creemos en Cristo que es Dios
omnipotente y bondadoso y no puede fallar a sus promesas. Así dice el Eclesiástico: “Sabed
que nadie esperó en el Señor que fuera confundido. ¿Quién, que permaneciera fiel a sus
mandamientos, habrá sido abandonado por Él, o quién, que le hubiere invocado, habrá sido
por Él despreciado? Porque el Señor tiene piedad y misericordia” (2, 11-12).
Efectos
a. Pone en nuestro corazón el deseo del cielo y de la posesión de Dios, desasiéndonos de
los bienes terrenales.
b. Hace eficaces nuestras peticiones.
c. Nos da el ánimo y la constancia en la lucha, asegurándonos el triunfo.
d. Nos proyecta al apostolado, pues queremos que sean muchos los que lleguen a la
posesión de Dios.
Obstáculos
a. Presunción: esperar de Dios el cielo y las gracias necesarias para llegar a él, sin poner
por nuestra parte los medios necesarios.
b. Desaliento y desesperación: harto tentados y a veces vencidos en la lucha, hombres y
mujeres se desaniman y piensan que jamás podrán enmendarse y comienzan a desesperar
de su salvación.
D) La Templanza
Definición: Virtud que modera la inclinación a los placeres sensibles de la comida, bebida,
tacto, conteniéndola dentro de los límites de la razón iluminada por la fe.
Medios: para lo referente al placer desordenado del gusto, la templanza me dicta la
abstinencia y la sobriedad; y para lo referente al placer desordenado del tacto: la castidad y la
continencia.
Virtudes compañeras de la templanza: humildad, que modera mi apetito de excelencia y me
pone en mi lugar justo; mansedumbre, que modera mi apetito de ira, y la castidad, que
modera rectamente el uso de la sexualidad.
Conclusión:
Estas virtudes morales restauran poco a poco, dentro de nuestra alma, el orden
primitivo querido por Dios, antes del pecado original, e infunden sumisión del cuerpo al alma,
de las potencias inferiores a la voluntad. La prudencia es ya una participación de la sabiduría
de Dios; la justicia, una participación de su justicia; la fortaleza proviene de Dios y nos une con
Él; la templanza nos hace partícipes del equilibrio y de la armonía que en Él reside. Preparada
de esta manera por las virtudes morales, la unión de Dios será perfecta por medio de las
virtudes teologales.
Lee la siguiente historia
La anciana campesina caminaba lentamente, cargando con dificultad un atado de leña para alimentar una hoguera
en la que cocinaba. Su rancho era un pedazo de techo caída sobre una pared, formando un espacio triangular
dentro de este.
Un joven juez que en su tiempo libre paseaba por el campo, se encontró con ella y conmovido por la edad y las
condiciones en las que vivía la humilde mujer, decidió buscar la manera de ayudarla.
La señora hablaba en forma alegre y determinada, le conto al juez que comía de lo que crecía en la granja,
que tenía algunas gallinas y una vaca que le producían lo indispensable. No había tonos de queja ni de
carencia en la conversación de la anciana, todo lo contrario, sus palabras estaban plenas de gratitud y
esperanza. Después de haber conversado un buen rato, el juez le preguntó a la campesina:
-Disculpe señora, ¿hay alguna forma en la que la pueda ayudar? ¿Tal vez ropa o medicinas? Si en algo
puedo colaborarle, solo dígame y con gusto haré la que pueda.
-Muchas gracias, en realidad no necesito nada para mí, pera si para el viejito.
-Sí-continuó la señora- está muy enfermo, está adentro en la casa, ya no se puede ni parar, tiene muchos
dolores, me toca hacerle toda porque el pobre no puede ni moverse.
-¿Y qué tiene su esposo? -replicó el juez, sorprendido.
-No es mi esposo -respondió la anciana-, es un viejito que encontré desamparado y ¿cómo lo iba a dejar
solito? Por eso, desde hace como dos años lo estoy cuidando.