El Loco y La Triste

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El loco y la Triste

Juan Radrigá n, adaptació n.


EL LOCO Y LA TRISTE
Juan Radrigán

El lugar donde transcurre la acción, es la pieza principal de una casucha de población callampa recientemente erradicada. Pieza, es
sólo una forma de decir, en realidad se trata de una especie de cajón, al que le faltara un costado; es una verdadera ratonera, sórdida,
agrietada. Los «muebles», una desvencijada cómoda, un antiguo velador, un jergón, así como los demás objetos que la atiborran,
tablas, fierros, tarros, cajas de cartón, etc., yacen desparramados, como si una bomba o vendaval lo hubiese revuelto todo.
En medio de la devastación se ven los bultos informes de dos personas, una en el jergón y la otra tirada en el suelo sobre un montón
de tiras. Por entre las rendijas de las destrozadas paredes entran brillantes, alegres rayos de sol. Pasado unos instantes:

VOZ Huinca : ... Después que nos quedamos tiesos, o sea después que la gente dice que nos morimos, despertamos en la mitad de
la noche y la mitad de la tarde.
VOZ Eva : Chis, ¿Cómo es eso?
VOZ Huinca : No te pongas complicada po, si allá no es como aquí. La mitad de la noche y la mitad de la tarde, te da un color así
como cuando el sol se mete por entre medio de los troncos y de las ramas y alumbra el camino. Todo está callado y tibiecito,
no se ve a nadie ni se siente nada. Pero no te da miedo, porque es como si por fin hubieras llegado a un lugar que has
buscado desde el día en que naciste.
VOZ Eva : ¿Pero qué ves po, qué?
VOZ Huinca : ¡La casa po: la casa grande, la casa de todos!...

Tiempo
El Huinca –cualquier edad más allá de los treinta años- se remueve inquieto, murmura cosas –en un ritmo que recuerda vagamente
«La Rosa y el Clavel»-. Despierta, observa extrañado el lugar; trata de escuchar algún ruido, alguna voz: todo está en silencio.

VOZ Huinca : (Desconcertado) ¿Cómo es la cuestión? (Pausa) ¡Cómo es la cuestión! (Llama visceralmente) ¡”Pata e Cumbia”! ¡»Pata
e cumbia»!

(El bulto que yace en el jergón se yergue sobresaltado. Es Eva, la «Pata de Cumbia», una prostituta coja (pie equino), ebria y enferma
de soledad. Lo mira asustada)

Eva : ¿Qué pasó? ¿Quién gritó?


Huinca : Yo, no te había visto... No me acordaba... Pucha...
Eva : ¿Adónde estamos? ¿Dónde estamos?
Huinca : (Mirando hacia todos lados) Ah, ya me estoy acordando... Esta es la casa de mi compadre... Pero chuta la cuestión pa’ rara...
Eva : (Recordando súbitamente) ¡Me pegó, el Vitoco me pegó en la pierna buena! (Echa violentamente las tapas hacia atrás –está en
enagua-; se mira la pierna, se palpa) ¡Me va a quedar marcada, por culpa tuya me pegaron en la pierna sana, desgraciado!...
Me va quedar marcada... (Llora)
Huinca : (Confundido) Pucha... No llores, Pata la...
Eva : ¡No me digai Pata, infelíz!
Huinca : Perdona po... Es que no sé cómo te llamas.
Eva : ¡No tienes que saber!
Huinca : ¿Y cómo te voy a decir entonces?
Eva : (Mostrándole la pierna) ¡Mira como me quedó, mira como me quedó! (Furiosamente) ¿Por qué no te fuiste a la posta? ¡Yo no
quiero nada contigo, me das asco, a todas les das asco!... ¿Por qué no te fuiste a morir a la posta y me dejaste tranquila?
Huinca: (Ofendido) ¿Y quién te dijo que yo quería algo contigo? Estás más destartalada que trote de vaca y te vienes a mandar las
partes. Yo no te dije que fueras a la fiesta ni te traje para acá, fue mi compadre el que armó too el cagüín... Yo nunca he
querido tener ninguna cosa, el sol y la calle no más, así que échate a volar altiro, no te hagas ni un problema.

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Eva : (Sentándose al borde de la cama. Buscando los zapatos) Sabes que no me puedo ir: las chiquillas dijeron que me iban a amarrar
con el viejo de la zapatería si no estaba contigo; si te dejo botado no me van a dejar trabajar en la plaza. ¿Por qué me metes a
mí en tus cuestiones? ¿Cuándo he tenido nada que ver contigo yo?
Huinca : (Encongiéndose de hombros) Ya te dije que yo no sabía ni una cosa.
Eva : (Vistiéndose) Todo el tiempo cargan conmigo, creen que porque soy enferma no tengo estómago o que no sé pensar. Yo soy
decente, no soy como tú ni como ellas, por eso me tienen bronca.
Huinca : Yo no te tengo bronca, te tengo lástima por lo amargada que eres. Pero no tengo ganas de conversar; nunca me ha gustado
pelear y menos con locas como tú, así que chao nomás. (Saca una armónica del bolsillo del pantalón)
Eva : La que te tiró las patas será loca po, no yo. (El Huinca limpia la armónica, golpeándola contra la palma de la mano) ¿Y a quién le
tienes lástima? ¿No te has dado cuenta de que te andas deshaciendo solo? En vez de pedirle una receta para la cirrosis al
doctor deberías pedirle algún remedio para los gusanos. (Despectiva) Mire que se va a comparar conmigo el mugriento... (El
Huinca toca la armónica mirando para otro lado) ¿Por qué me hiciste tomar? ¿Por qué te metiste conmigo, te había pescado yo
alguna vez? ¡Contéstame po! (Dolorida) Yo no quería tomar... No quería volver a tomar nunca más...
Huinca : (Indiferente) ¿Y qué te abrieron la boca a la fuerza para echarte el vino?
Eva : Me dio la desesperación po ¿No ves que me pegaron en la pierna buena? (Se mira) Mi pierna...
Huinca : Esa cuestión estuvo mala, fue una chanchada re grande la que te hicieron. Pero mi compadre no sabía ese dato: fue el Piter
el que le dijo que cuando estabas chantada y no querías tomar había que pegarte en la pata buena y te ponías a tomar como
loca.
Eva : Pero él me pegó po, el Vitoco fue... Y encima me querían amarrar con el viejo de la zapatería, como no me iba a poner a tomar.
Huinca : Barretas nomás: si uno quiere chantarse se chanta. Nadie puede mandar más que uno en uno mismo, si no somos animales:
lo único que tenemos los pobres es la vida, ¿van a venir a decirnos lo que tenemos que hacer con ella también? No po. Mira:
en la posta un gallo bacán me dijo que si seguía tomando me iba a morir en una semana, pero yo tomo igual nomás, porque yo
soy el que tiene que ver lo que me conviene o no. He sido libre toda la via y no me voy a venir a echar para atrás ahora.
Eva : Es que tú no sirves para nada, no tienes a nadie: eres como los perros.
Huinca : Como los pájaros.
Eva : Como los perros, mierda; estás botado.
Huinca : ¿Y que tú te crees muy “pulenta”? Eres muy poco más que las guatas de los callejones nomás po cabrita. En tres meses más
ya no te van a dar trabajo ni los cura’os; acuérdate que tienes que andar robando para poder comer.
Eva : (Empezando a andar) Andate a la cresta.
Huinca : (Sonriendo) ¿Qué estás haciendo?
Eva : Me voy a lavar po.
Huinca : Ah, yo creía que estabas bailando, ¡pucha que le das color para andar! (Ríe alegremente).
Eva : (Deteniéndose) ¡Yo no te he dado nunca confianza, ya te dije ya! ¡Yo no me comparo contigo, muerto de hambre!
Huinca : ¡Buena, «Pata e Cumbia» Errázuriz!... Somos todos del mismo montón nomás, no seas desclasada.
Eva : Desclasado serás tú, que tienes que firmar con el dedo gordo. A mí me mandaron a la escuela desde que era niña. Y mi mamá
me obligaba a leer, porque era profesora y tenía puro libros buenos (Enumerando) Tenía la colección completa del Ridel,
empastada y todo, tenía Genoveva Brabante, tenía el Chilote, de Miguel Cervantes... (Despectiva) Que vas a saber tú de eso.
Huinca : ¿No ves que te caché que eres ignorante? Estás hablando puras cabezas de pescado: desclasada no es que no hayas ido a
la escuela, significa que eres “krumira”, o sea que apartas del ganado.
Eva : Te caíste, porque “krumira” es cuando uno va a trabajar y los demás no hacen nada. Tan macanudo que te crees y no sabes
nada.
Huinca : Se puede decir igual nomás, si las palabras no significan una sola cosa. Pero no discutamos más, porque la filosofía me da
sed. (Sobándose la boca) Tengo más sed que un pescado en el desierto.
Eva : (Con grandes aspavientos) ¡No, no me vengas con cuestiones: aquí no tomas ni una cosa; después te revientas y capaz que me
metan presa! Cuando yo me vaya, toma todo lo que quieras.
Huinca : ¿Sabes que más? Si me sigues molestando te voy a enderezar la pata a charchazos1. (Señalando) Parece que allá afuera
hay una pileta, lávate la cara y te mandas a cambiar altiro, a mi nadie me prohibe ninguna cosa.
Eva : Chis, puta que soy choro.
Huinca : No, si no soy choro; pero no le aguanto a nadie que me mande: amigo de todos, pero esclavo de nada, así soy yo.
Eva : (Saliendo) Córrete, podrido desgraciado... Quería discutir conmigo el patudo...

1
golpes
2
(El Huinca queda riendo. Toca un trozo de alguna alegre melodía. Luego se levanta. Sus movimientos son lentos, pesados, no posee
flexibilidad, su estómago es redondo, abultado. Comienza a revisar la pieza, abre los cajones de la cómoda, aparta trastos, farfulla.
Eva regresa, trae mojados el pelo y la cara).
Eva : (Buscando con la mirada) ¿Con qué me puedo secar?
Huinca : (Sin dejar de buscar) Qué sé yo po.
Eva : (Secándose con la punta de la frazada) ¿Y tú no te vas a lavar?
Huinca : Después.
Eva : A mí me enseñaron andar limpia desde chica, mi mamá... ¿Qué estás buscando?
Huinca : Algo po.
Eva : (Amenazante) Ya te dije ya.
Huinca : ¡Tengo sed! (Tocándose el estómago) Cuando no tomo me empieza a doler. (Viendo que Eva ha quedado de pronto rígida)
¿Qué te pasa?
Eva : (Desconcertada) No vi a nadie...
Huinca : ¿Dónde no viste a nadie?.... ¿Te está dando la de los pavos?
Eva : Allá afuera. No hay nadie.
Huinca : ¿No? (Va. Se asoma) Pucha, de veras po: no se ve a nadie.
Eva : (Yendo a mirar también) ¿No ves que era cierto?... No se oye nada, ni se ve nada: ni gente, ni perros, nada...
Huinca : ¡Ah, claro, ahora me acuerdo! Se los llevaron a todos, por eso mi compadre nos trajo para acá.
Eva : ¿Para dónde se los llevaron?
Huinca : No sé po.
Eva : ¿Así que estamos solos?
Huinca : Claro, solos.
Eva : (Deja de mirar. Señala las cosas de la pieza) ¿Y por qué no llevaron estas porquerías?
Huinca : Quizás po.
Eva : A lo mejor hacen un bulevar, ¿no ves que ahora están de moda?
Huinca : Nada de raro. (Se sienta sobre el camastro) Güeno, ¿tienes que me pases un resto de plata? Yo no tengo ni uno... Y me vino
toda la sed.
Eva : (Buscando algo por todos los rincones) Chis, ¿estás más fresco que te voy a pasar plata? ¿Eres mi lacho2 tú acaso?
Huinca : Tú no tienes lacho, ya te patearon hasta los últimos cafiches que habían en la plaza. Cómo será la alegría (Eva ha
encontrado una horrible cartera y busca algo en ella) que hasta “El Carne Amarga” se permitió decirte que no.
Eva : (Digna) ¡Yo los he rechazado a todos, a mí no me bota nadie! (Saca una peineta y un espejo, le pasa el espejo) Sujeta ahí, sirve
para algo.
Huinca : (Sosteniendo a duras penas el espejo con una mano) Mira cómo estoy, parece que me tragué un temblor.
Eva : Agárralo con las dos manos, no me puedo ver.
Huinca : (Mirándola atentamente) Pucha que eres fea oh, parece que andaban con la caña mala los viejos cuando te hicieron... Y
encima te falla la pata.
Eva : Fea, pero no podrida como tú.
Huinca : Avíspate, junta un billete luego para que salves le dignidad después, porque si no te vas a tener que arrastrar por el suelo
para que te tiren un pan para que comas. No seai tonta, Pata: ya te queda re poco hilo en la carretilla, no estés desper...
Eva : (Quitándole violentamente el espejo) ¡Ya te dije que no me digas Pata! (Afirma el espejo en cualquier parte y sigue
acicalándose).
Huinca : ¿Y cómo quieress que te diga entonces? ¿Quieress que te diga “Señorita Pata e Cumbia”? (Reflexivo) Pucha la cuestión
rara, estamos casados y no sé ni cómo te llamas... ¿Casados? (Tenso) ¿Te casaste conmigo?
Eva : Chis, ¿estás más loco?
Huinca : ¿De verdad? Pucha, si me hubieras hecho algo así, ahí si que te sacaba la cresta. Toda la vida he vivido libre, nunca he
tenido amarras con nadie. ¡No me pueden haber fregado a última hora, no me pueden haber hecho eso!
Eva : Si no oh, cómo vas a creer esa cuestión.

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Enamorado, enamoradizo.
3
Huinca : Mi compadre andaba hace tiempo con la lesera de que me iba a morir y que no había tenido nunca casa, hijos y todas esas
macanas. Decía que tenía que vivir como la gente, aunque fuera un par de días. ¡Pucha la gente intrusa que hay en esta vida,
todo el tiempo lo agarran a puñaladas a uno y le dicen que lo hacen por su bien... (Agresivo) ¿Qué fue lo que pasó?
Eva : Nada po. Cuando el Vitoco te llevó a la posta y le dijeron que te quedaba poco, empezó a hacer una colecta para despedirte, y
después nos fuimos todos a donde el Peter...
Huinca : ¿Y por qué amaneciste conmigo? Cuidado, mira que después yo me acuerdo de todas las cuestiones, al principio no más se
me borra la película.
Eva : Amanecí aquí po... Ninguna de las cabras quiso quedarse contigo, porque eres muy cochino y te estás muriendo; yo tampoco
quería, por eso me hicieron tomar a la fuerza.
Huinca : ... Y nos trajeron para acá, para que hiciéramos cuenta que estábamos casados.
Eva : Claro, pero no estamos casados, cómo se te puede ocurrir que alguien va a querer dormir contigo.
Huinca : ¿Estás segura que no? Me acuerdo que los cabros hacían salud a cada rato por nosotros.
Eva : Estaban leseando oh, estaban puro leseando. (Asombrada) ¿De verdad que habías creído todo?
Huinca : ¿Para casarse hay que tener carnet y todas esas cuestiones, cierto?
Eva : Y novia también po (Saca un lápiz labial de la cartera, se pinta) ¿tú crees que yo me iba a casar con un botado como tú? Chis,
antes prefiero ponerme a pedir limosna.
Huinca : Y en eso andas po, ¿o creís que los locos se acuestan contigo por las tierras que tienes? De lástima nomás, por fea, coja, de
pura lástima.
Eva : ¿Te he pedido algo alguna vez para que estés hablando? No tienes ni donde caerte muerto y te van a pedir...
Huinca : Sí tengo, la calle. Todas las calles son mías, me puedo caer en la que yo quiera. Y para que sepas, ya tengo escogid la
precisa, así es que en cuanto me sienta mal, me voy para allá. (Preocupado) Lo malo es que no me acuerdo dónde está. La vi
una vez que andaba borracho. (Nostálgico) Parece que de repente hubiera retrocedido hasta cuando yo era niño, se me llegó
hasta espantar la borrachera de la impresión... ¿Los lugares pueden repetirse, verdad?
Eva : (Sin entender) ¿Repetirse? ¿Qué se puede repetir?
Huinca : Los lugares po, las partes… Pucha, o sea los paisajes.
Eva : Ah, las ciudades dices tú. ¿Así que Santiago puede estar en otra parte también.
Huinca : Sí, pero no todo, un ladito no más
Eva : No, no pueden.
Huinca : ¿Cómo que no?
Eva : No pueden. Mira (Pone la cartera en una parte) si esta cartera está aquí, no puede estar en otra parte, no seas ignorante.
Huinca : Es distinto... Lo que yo te quiero decir es que me perdí una vez allá en el campo, cuando tenía siete años. Estábamos en una
parte que se llama Paillaco, para allá pal sur.
Eva : ¿Conoces de verdad el sur o lo has visto en la tele?
Huinca : Conozco todo lo que hay que conocer, por eso sé que aquí no hay nada para nosotros, si tienes una piedra tienes que
perderla. Pero no me cambies de tema; lo que yo te estaba contando es que una vez que andábamos por el sur, yo me perdí,
me perdí porque como siempre me ha gustado torrantear salí a andar solo... Me acuerdo tan bien del lugar a donde fui a dar...
Los árboles eran largos y flacos, cerca de ahí se sentía correr agua: como a media cuadra, así para el lado, se veían cuatro o
cinco casas todas destartaladas, pero no había gente por ninguna parte, para donde miraras se veía puro silencio y puro verde,
no corría aire y el sol se estaba arrastrando despacito para los cerros, así como cuando uno no quiere meter bulla; pero lo más
lindo era el gusto que tenía la tarde, un gusto fresquito, un gusto así como a caminos, como a cosa bonita que va a pasar...
Estaba perdido, pero no me dio nada de miedo, porque toda la vida era amiga mía. Entonces me senté a esperar a mi papá,
tranquilo, igual que cuando uno se acuesta a esperar que llegué el otro día, estaba seguro de que él iba a aparecer por ahí con
el camión. Y así fue: venía riéndose, como siempre, y le dijo a mi mamá: «¿No te dije, vieja, que lo íbamos a encontrar por el
camino? Si este cabro sabe que yo no le fallo». (Pausa) ¿Entretenida la cuestión, ah?
Eva : (Encogiéndose de hombros) No te entendí nada; estabas hablando de una calle y después saliste con una cuestión de tu papito.
(Guardando los utensilios en la cartera) Estás más loco...
Huinca : Es que lo que yo te quería decir, es que aquí en Santiago encontré un lugar igual a ese adonde me pasó a buscar mi papi:
están los mismos árboles, las mismas casuchas y hasta se siente correr agua. Para allá tengo que irme cuando sienta que me
queda poco, cómo sabes si vuelve a pasar el camión. Yo creo que sí, ¿cierto?. (Desasosegado) Pero no me acuerdo donde es,
no me puedo acordar... Y parece que ya me queda poquito...
Eva : Qué te vas a morir tú, esa es pura chiva para tomar gratis. (Mirándolo como experta) No tienes ni guata.
Huinca : ¿Y qué más guata quieres que tenga? Si no estoy embarazado.

4
Eva : A todos los que tienen cirrosis y están en las últimas, se les hincha bien la guata antes de morirse. Así le pasó al Chumingo y al
Cauquenes. Y a la china que andaba con el Lobito también, ¿no te acuerdas?
Huinca : (Mirándose) Yo tengo un buen resto de guata.
Eva : Sí, pero te falta. (pausa) ¿Cuántas veces has ido a la posta?
Huinca : Dos; aparte de los cuatro días que estuve en el Barros Luco.
Eva : ¿No ves?, tienen que ser más de tres, después sí que mueres altiro. A ver, ¿puedes agacharte?
Huinca : Claro po, eso sí. Siempre he sido bueno pa la gimnasia. Cáchate el estilo (Trata de tocar el suelo con las manos. Lo consigue
tras grandes esfuerzos, pero doblando las rodillas. Acesante.) Y si quieres te hago más.
Eva : No, está bien así, si era para ver no más. (Experimentada) Te falta; por lo menos te deben quedar dos semanas más. Lo que
pasa es que tienes mucho líquido, ¿desde cuando que no te sacas?
Huinca : No me acuerdes mejor. (Graficando) Así es la jeringa que meten en la guata. No, yo no voy más, ¿para qué?
Eva : Para que te puedas mover bien, si no te vas a morir igual que cuando atropellan a los perros y no se pueden mover. Si esa
cuestión de la jeringa no duele nada: yo acompañaba al Cacaraco cuando se iba a la posta, después de dos días volvía flor.
Huinca : No, si sé que no duele mucho, pero tú estás viendo el balde y todas esas cuestiones. Chis, y encima lo empiezan a retar a
uno. No, yo no voy.
Eva : Entonces, te vas a morir más rápido.
Huinca : Claro, si sé.
Eva : (Extrañada) ¿Y no se te da nada?
Huinca : Qué se me va dar. Y aunque me diera, ¿qué iba a sacar con patalear? ¿Te acuerdas del Lobito? Lo hicieron sufrir tanto en la
posta, que dijo “Duele mucho morirse compadre; mejor me voy a cuidar”. Y dejó de tomar, no nos quería acompañar a ninguna
parte; se parecía a Toribio el náufrago, afirmado de las palmeras en la plaza. Hasta que un día se dio cuenta y me dijo: ¿Sabe
que más, compadre? Duele re harto morirse, ¡pero puchaa que es pesado quedarse solo: mejor vamos a tomar nomás!”.
Eva : Y duró tres días, la media gracia.
Huinca : ¡Tres días, pero contento, si así es la cosa!. (Pausa) Pucha, yo sí que tengo suerte; siempre me quise cambiar para el otro
lado en verano, porque está todo alegre y calentito y uno se puede ir en mangas de camisa. Si la cuestión me empieza a dar en
la mañana, estaría flor, porque me aguantaría como pudiera hasta la tarde y me iría a esperar a ese lugar que te dije... Quisiera
estar allá a esa hora en que el sol se metió recién para adentro y parece que todo se quedara detenido de repente... ¿No te
has dado cuenta que a esa hora parece que alguien nos estuviera llamando?
Eva : (Queda mirándolo sin comprender. Luego se encoge de hombros) Cada día estas más huevón. (Se para, tira las ropas de la
cama hacia atrás).
Huinca : ¿Qué vas a hacer?
Eva : La cama po, en las casas hay que hacer las camas.
Huinca : Pero esa porquería no es una cama po, déjala así no más.
Eva : No, a mí me enseñaron desde chica a ser limpia y ordenada. (Pausa) Y también que me gusta hacer las cosas.
Huinca : ¿Tuviste casa alguna vez?
Eva : Siempre tuve.
Huinca : Pero yo no te estoy hablando de casas de huifa; te estoy hablando de las otras casas.
Eva : De esas po... Era una casa que tenía árboles y plantas. También había un banco de madera que estaba debajo de un castaño,
ahí nos poníamos a jugar con los otros hermanos... Al fondo del patio pasaba una acequia, ahí tenía la artesa mi mamá, una
artesa de cemento y mientras mi papito rastrillaba el suelo, ella lavaba y cantaba; tenía una voz tan bonita... Me acuerdo de un
valse que siempre cantaba, era un valse re antiguo... «Alma, si tanto te han herido, porque te niegas al olvido, por qué prefieres
pagar...». (El Huinca tararea y baila, intenta sacarla) Córrete, córrete picante, si no es para que te vengas a tirar al dulce,
conserva la distancia.
Huinca : Ah, pucha, de verás que tú bailas con puros guachacas importados. (Baila solo) ¿Y qué pasó con esa casa?
Eva : Cuestiones po.
Huinca : ¿De amor?
Eva : No, por cuestiones de amor no me amargo, nunca me ha faltado.
Huinca : ¿Entonces te lanzaste a la vida de acomplejada porque naciste con una pata chueca?
Eva : (irritada) ¡No te rias de mí, pelota de cebo desgraciado! ¿Me río de ti yo porque te estás pudriendo?

5
Huinca : Perdona, era una conversación no más. (Pausa) Cuando están borrachas toas las chimbirocas3 se caen a la tristeza, y dicen
que les gustaría volver a la casa: ¿a ti te gustaría?
Eva : ¿Volver?... No, para donde voy a volver, ya están todos muertos.
Huinca : Chis, ¿qué se fueron a la guerra? Cómo iban a morirse todos juntos, alguno tienen que quedar.
Eva : No, no queda nadie... Y aunque quedara alguno por ahí, ya estaría igual de hecho mierda que yo, ya no sería lo mismo.
Huinca : No te tires al suelo, que se te puede borrar el ombligo... ¿Sabes? Mirándote con paciencia, no estás tan mal. A ver, camina
un poco para mirarte bien.
Eva : Córtala, fresco.
Huinca : No, en serio, ahora que te acostaste curada, amaneciste penca, pero cuando no tomas parece que todavía sirvieras para
algo. Lo que pasa es que sueñas con cuestiones muy altas, por eso tienes que pasar llorando; si la felicidad de la gente está en
cuestiones chiquititas, cuestiones que están al alcance de la mano. Por ser, cuando me pego un pencacito helado y después
me voy a tirar al pasto, me llegan a dar ganas de gritar de puro gusto, pero si quisiera tener un auto me tendría que poner a
llorar, ¿entendís?
Eva : Es que como tú estás loco, te conformas con todo, no tienes nada, no quieres a nadie.
Huinca : ¿Cómo que no? Quiero mucho más que tú, yo los quiero a todos, ¿no ves que no le tengo mala onda a nadie? Ese es el
amor, no odiar.
Eva : Pero entiende po, cabeza de piedra, el hombre necesita a la mujer y la mujer necesita al hombre.
Huinca : Justo. Y como yo necesito mucho, los quiero a todos.
Eva : (Desorientada) Contigo no se puede hablar, estás muy rallado. (Toma la cartera) ¿Cómo lo vamos a hacer?
Huinca : ¿Cómo vamos a hacer qué?
Eva : (Insegura) Es que me tengo que ir...
Huinca : Ándate po.
Eva : Pero es que allá en la plaza dijeron que me iban a amarrar con el viejo de la zapatería si no estaba contigo un par de días… o
sea hasta que te mueras.
Huinca : ¿Por la cuestión del reloj? (Eva asiente con un gesto) ¿Y para qué se lo robaste?
Eva : Chis, después que estuvimos toda la noche, quería que me fuera por los puros aplausos.
Huinca : Pero ese viejo tiene billete.
Eva : Claro, si aparte de la zapatería tiene un montón de negocios más; pero es más apretado que abrazo de locos. Todo el tiempo
llega a la plaza cuando ya no hay ni un brillo, así que antes que pase la comisión y nos lleve tenemos que irnos con él, pero no
se pone ni con una taza de té.
Huinca : Entonces está bien; más era que le hubieras robado por abusador. Ándate tranquila nomás, no le hagas caso a los cabros:
no te pueden obligar a estar aquí.
Eva : No, si le tengo miedo a la pura Chofa, ella se puede poner a escapar, ¿no ves que me tiene mala porque uno de los clientes de
ella se ocupó conmigo y después quería ponerme una pieza para mi?
Huinca : ¿Y te la puso?
Eva : No, yo no quise, porque para estar pa siempre con una persona hay que quererla, y yo no lo quería a él.
Huinca : Mira, como también tienes tu corazoncito.
Eva : Chis, si ya te dije ya que yo no soy como ustedes; yo sé pensar, y tengo mi educación también po.
Huinca : De harto poco te sirvió… Bueno, si te vas a ir, marcha.
Eva : Pucha, es que no hayo como hacerlo: yo no pueo caer en la cárcel otra vez… Tengo ficha.
Huinca : Ah, ya estuviste adentro.
Eva : Sí, pero por hurto: fue liviana.
Huinca : ¿Por robo?
Eva : Por hurto, no te dicen. Robo es cuando le pegas a alguien para quitarle alguna cosa.
Huinca : ¿Y hurto?
Eva : Cuando se lo sacas sin dolor, así como la cuestión del reloj.
Huinca : La misma cosa…
Eva : No po, el robo es más pesado.
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prostitutas
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Huinca : ¿Y qué te robaste la otra vez?
Eva : Yo no fui, fue el “Carne Amarga”. Se robó un montón de herramientas y las escondió en el hotel adonde yo llevaba a los clientes,
así que cuando hicieron la redada nos llevaron a todos, estuve como tres meses adentro. (Pausa) No puedo caer otra vez,
quizás cuánto tiempo me darían ahora por reincidente… (Esperanzada) ¿Y si voy a hacerle empeño a la estación y así junto un
billete para comprarle un reloj al viejo? Total, en la estación tengo hartos clientes también, juntaría plata luego.
Huinca : Claro, hazlo así.
Eva : ¿Y tú?
Huinca : No… para qué voy a ir a hacerle empeño yo.
Eva : Te digo que vas a hacer, aturdido.
Huinca : No sé; voy a ir a la plaza, a ver si agarro algún trote.
Eva : Pero ya no te la puedes para acarrear maletas.
Huinca : Puedo sacar una lavada de auto.
Eva : Menos todavía, ahí tienes que agacharte. (Se encoge de hombros) Bueno, tú sabrás. Pero no les digas nada en la plaza que te
dejé solo, no seai chueco. (Abre la cartera) Aquí me queda un poco. Yo te paso para que te vayas.
Huinca : (Recibiéndo) Pulento, con esto tengo para pasarlo flor el resto de mi vida. ¿Eres generosa tú, ah? Pareces esmeril por lo
gastadora…
Eva : No tengo más, acuérdate que anoche te tuve que baldear las tripas con vino.
Huinca : No, si está bien. Cada uno da lo que puede, y eso es igual que darlo todo. (Trata de estirarse) Pucha que ando tieso, parece
que me hubiera curado con cemento... ¿Tú no vas a volver, verdad?
Eva : No, a qué. ¿Y tú?
Huinca : Si no hago para la hospedería, voy a tener que venir a dormir aquí. ¿No ves que ahora no se puede andar de noche por la
calle?
Eva : Claro, con esa agilidad que tenís, como no te van a tomar por extremista. Vámonos oh. (Salen).

FIN PRIMER ACTO

El mismo escenario, la tarde del mismo día.


El único cambio es que sobre el remedo de cómoda hay una bolsa de malla llena de paquetes, y encima del cajón que hace de
velador, se ve una botella de vino, que ha sido abierta. El Huinca está sentado sobre uno de los camastros, tratando de dibujar un
mapa en el suelo con un palo. Eva se pasea por el cuartucho, mirándolo todo con gran atención. Ambos visten la misma ropa del
primer acto. La cartera de Eva –una alevosa agresión al buen gusto- sobre una de las camas.

Huinca : ... Tendrías que empezar a andar por aquí (Señala con el palo), porque el Pato me dijo esa vez que íbamos a ir a un brillo por
Vivaceta. Después que cruzamos por esta calle ancha (señala) vi de golpe el montón de árboles y las casuchas al lado… y el
agua… ¡Entonces el agua que sentí era la del Mapocho! ¡Claro! (Mirándola) ¡Pero pescame po!
Eva : (De buen talante) Si te estoy oyendo, habla nomás.
Huinca : No, no me estás oyendo. Desde que llegaste que estay pensando en otra cosa. ¿Qué te pasó?
Eva : Nada. (Como al desgaire) Falta poco para el dieciocho...
Huinca : ¿Y eso qué tiene que ver? ¿Qué tienes que ir a desfilar?
Eva : Claro, desgraciado, por eso estoy ensayando el paso de ganso, ¿qué no estás viendo?
Huinca : Guarda el hacha, no te estoy peleando; si eres tú la que sales con cuestiones raras.
Eva : ¿Cómo que cuestiones raras? Si te digo que falta poco pal dieciocho, es porque falta poco.
Huinca : Claro, es que no estábamos hablando de eso.
Eva : Yo sí po, yo estoy hablando de eso. Siempre que se acerca alguna fiesta me duele más fuerte lo que no he tenido nunca.
(Pausa) Pero a lo mejor no es porque se acerca el dieciocho, a lo mejor es por alguna de las cosas que me dijiste en la
mañana; a veces pasa así, hay palabras que se meten donde una tiene cosas escondidas y las hacen salir... Pero tú eres muy
poca cosa, muy ignorante, qué saco con explicarte.
Huinca : Pucha, es que para que te vas a poner a hablar en inglés, háblame en castellano no más, como sabes si te cacho algo.

7
Eva : Es que me da rabia hablar contigo, porque te las das de que sabes de todo y no sabes nada. Eres igual que el choro Lucho, que
se mandaba las partes de que era honrado, y lo habían echado hasta de la cárcel por ladrón.
Huinca : Bueno, ¿volviste a pelear o viniste a acompañarme?
Eva : A ninguna de las dos cosas, tú no me importas para nada. (Se sienta en el camastro) Estuve pensando; mientras estaba parada
en la estación esperando a algún cliente, me puse a pensar... O sea, yo no lo pensé, la idea me vino sola... Y me dio tanta
felicidad... ¿Has visto tú que cuando corre un viento fuerte, las ventanas se abren de golpe y todo vuela y se revuelve?, así me
entró la alegría a mí, por la idea que tuve.
Huinca : ¿Qué idea?
Eva : No te puedo decir, porque si no entiendo yo, que tengo educación, menos vas a entender tú, que no sabes ni adonde estás
parado. O sea, que cuando vi que no pasaba nada conmigo, vine y me dije: “Estoy puro leseando aquí nomás, mejor me voy
para la casa”. Pucha, y cuando dije “mejor me voy para la casa”, quedé como clavada, y me vinieron de no sé dónde, unas
ganas paridas de hacer no sé qué cosa.
Huinca : ¿Cómo no ibas a saber? ¿Qué no estabas sintiendo tú la cuestión?
Eva : Claro, es que como nunca me pongo contenta, no sé qué se puede hacer con la alegría. (Se para) Pero no me hagas caso, son
tonteras... ¿Así que todavía estás con la cuestión de irte a morir?
Huinca : A morir no, a pasar para el otro lado. Pero tiene que ser pronto, porque ya estoy muy al, me deben quedar muy pocos días. Si
supiera dónde está ese lugar (Señala), me iría por ahí cerca y esperaría. (Viendo que Eva tironea las tablas que clausuran la
ventana) ¿Qué estás haciendo?
Eva : ¿Por qué clausuraron esta ventana?
Huinca : No sé. ¡Pero te estoy hablando!
Eva : Yo también, ¿o crees que estoy tocando el piano?
Huinca : (Ríe) Me gusta que estés contenta; pero no te pases de la raya, mira que te puedes arrebatar, ándate de a poquito.
Eva : No estoy contenta, yo no sé de eso. (Señala a la ventana) Lo que pasa es que la gente no sabe lo que tiene: cerrar las ventanas
es igual que taparle los ojos a las casas.
Huinca : Y no tomar en cuenta a los enfermos es igual que matarlos.
Eva : Tú no estás tan enfermo, a mí no me engañas. (Decidida) Voy a abrir esta ventana. (Busca algo para hacer palanca)
Huinca : ¡No, eso sí que no; déjala así nomás, ésta no es tu casa! (Reaccionando) ¿Cómo que no estoy tan enfermo?
Eva : No me hagas hablar mejor, mira que yo he vivido mucho. (Encuentra una tabla, va hacia la ventana)
Huinca : ¡Deja tranquila a esa porquería!
Eva : Tengo que abrirla, tú no te metas.
Huinca : ¡Te digo que me quiero ir!
Eva : Ándate.
Huinca : (Mostrándole) ¿No ves cómo tengo de hinchados los pies?
Eva : (Trabajando) Porque quieres no más, quién te mandó a tomar.
Huinca : Es que no me hallé encerrado; encerrado no se siente cuando la vidaa pasa a invitarlo a uno pa las ‘picás’ que tiene. “Prefiero
que me maten a palos, antes de dejar que me lleven preso”, así mismo le dije al carabinero ayer...
Eva : (Deja de forcejear) ¿Al carabinero? ¿A cuál carabinero?
Huinca : A uno que quería llevarme. Yo estaba hablando con don Rafael en el puesto de fruta cuando llegó la cuca, él me defendió, le
dijo que le estaba ayudando. (Sombrío) A cada rato me quieren llevar preso ahora. Y yo no hago nada, nunca le he hecho nada
a nadie.
Eva : Es que andas muy atorrante.
Huinca : ¿Y eso qué tiene que ver? ¿Así que porque no ando con buena pinta no me van a dejar andar por la calle? ¿Qué pasó?
¿Qué pasó que de repente se puso tan perra la vida? “No te quiero ver más por aquí”, me dijo. “¿Y por qué?”, le dije yo. “No,
no te vengas a poner choro conmigo- me dijo-; yo te digo así no más. Y te lo voy a decir una sola vez, así que ya sabes”... Yo
no le pido nada a nadie, lo único que ocupo es un poco de aire y un poco de sol... ¡No me pueden prohibir eso, no me pueden
meter preso por estar viviendo!
Eva : Dile a ellos po, qué me vienes a gritar a mí. (Vuelve a trabajar en la ventana)
Huinca : ¿Pero no te das cuenta cómo es la lesera? Si me ven por la calle me van a meter preso y me voy a morir en un calabozo,
¡voy a morir encerrado!, y yo tengo que morirme al aire libre. Por eso me tienes que ir a dejar, para que no me puedan agarrar
solo y me encierren.
Eva : ¿Y cómo te libraste cuando te viniste para acá?

8
Huinca : No me vine solo, me vinieron a dejar la señora Sabina con don Rafael. (Señala la bolsa y la botella) y también hicieron una
colecta para comprar comida. Se descuadraron para ser buena gente... ¡Pero déjate de lesear con esa ventana!
Eva : (Empecinada) No quiero, tengo que abrirla. Sigue hablando nomás. ¿Viste a la porquería de tu compadre?
Huinca : No, no lo vi. ¿Pero para qué quieres abrir eso, para qué?
Eva : Para mirar para afuera, no va a hacer para ponerme a vender pan amasado.
Huinca : ¿Y por qué no miras por la puerta?
Eva : Porque no es lo mismo.
Huinca : ¿Cómo no va a ser lo mismo? Y es mejor todavía, porque ves más.
Eva : Afuera es para sentarse a tomar el fresco después que una ha hecho las cosas; pero mientras una hace las cosas, la ventana
tiene que estar abierta, ¿entiendes?
Huinca : No, no entiendo ni jota.
Eva : Claro, si yo te dije que no ibas a entender, ¿no ves que yo tampoco entiendo? Son leseras mías. (Golpea la ventana con la
tabla) ¡Pucha que le metieron clavos a esta cuestión oh! ¿Por qué no me ayudas a abrirla? Si tú me ayudas, yo te voy a dejar
donde quieras.
Huinca : (Señala sus pies) No puedo moverme de aquí, no puedo andar.
Eva : ¿Y cómo quieres ir para allá entonces? ¿Crees que te voy a llevar al hombro?
Huinca : ¿Verdad que me vas a dejar si te abro esa cuestión?
Eva : Palabra; si después que haga lo que quiero no te necesito para nada más (El Huinca se para a regañadientes. Abre la ventana
tras algunos esfuerzos) ¡Buena, Huinca, buena! (La abre hasta atrás, alborozada) ¡Ahí sí que quedó bien, te pasaste!
(Se acerca a él, le toca la cara con las manos. Ríen, repentinamente se dan cuenta de la situación. Los coge un absurdo, un infantil
rubor)
Huinca : (Desasosegado) Ya, pásame la botella para el viaje y vámonos.
Eva : (Se retira prudentemente) No nos podemos ir todavía... Abrir una ventana no es arreglar una casa.
Huinca : ¿Una casa? ¡Ya po, no me vengas con cuestiones raras, yo te dije que...
Eva : Pero entiende po, tengo que sentarme.
Huinca : ¿Sentarte...? ¿Y no alcanzas en todo ese lado, no cabes?
Eva : (Confundida) No se trata de eso.
Huinca : ¿Y ahí en la cama, tampoco te puedes sentar?
Eva : No.
Huinca : ¿Por qué?
Eva : Tiene que ser en una casa... Por eso tengo que armarla primero, tengo que ir a buscar otras cuestiones... Pero no te asustes, no
es na para estar contigo; en una casa tú no sirves ni para estropajo. Y también que yo no me voy a quedar aquí.
Huinca : ¿Y entonces para qué querís arreglarla?
Eva : (Mientras habla, sigue haciendo cosas) Para saber lo que quiero saber, no me puedo sentar en una casa ajena. Y aunque esto
haya quedado botado, todo lo que hay aquí tiene las manos y el gusto de la señora de tu compadre, así que soy como una
visita. Pero cuando arregle todo al gusto mío y traiga otras cosas no voy a ser visita, porque aquí van a estar mis manos y mi
gusto. (Va hacia él) Es por un rato no más, Huinca; cuando tenga todo como quiero, me siento un resto, y después me voy y no
vuelvo más. Palabra, es un poquito, no más.
Huinca : (Yendo a sentarse a uno de los camastros) Lo que pasa es que quieres tener casa a costillas mías. ¿No digo yo que del árbol
caído todos quieren hacerse un ropero? No, no, córtala; yo no le aguanto a nadie que me agarre pa’l leseo: explícate bien lo
que quieres hacer y ahí vemos: con la verdad puedes hacer lo que quieras conmigo, pero con la mentira… Ya po, deja de
hacer cosas y conversemos. ¿Por qué decías que ya venía el dieciocho?
Eva : Porque es cierto po, faltan tres días.
Huinca : ¿Y qué, se te ocurrió poner una ramada?
Eva : (Ríe) Cómo voy a poner una ramada aquí po Huinca.
Huinca : ¿Entonces quieres recibir clientes?
Eva : Buena oh. ¿Por qué no te dedicaste a cabrón con ese ojito que tienes? Por aquí no pasa ni el viento.
Huinca : ¿Quieres arrancharte, quedarte aquí?
Eva : No, tampoco, ya te dije.

9
Huinca : Pucha, ¿y qué quieres entonces?
Eva: Sentarme po, ¿no te están diciendo?.
Huinca : Estás loca, estás más rayada que disco de remolienda.
Eva : Tú quieres ir a sentarte a esperar la muerte, yo me quiero sentar a probar cómo es la vida, ¿quién está más loco? Ya te dije que
era muy difícil de explicar, pero no es nada que se me haya ocurrido ahora, me viene andando esta idea desde hace mucho, es
como un sueño que no he tenido derecho a soñar... ¿Ves la gente que hay en todas partes? ¿dónde puedo entrar? Cuando
ando trabajando veo casas por todas partes, todas las calles, toda la ciudad, todo el mundo está lleno de casas, hasta los
perros tienen algunas veces; pero nunca ha habido ninguna para mí, como si no hubiera nacido gente, como si hubiera nacido
maldecida… Por eso allá en la estación se me ocurrió de repente, que podía arreglar aquí y hacer cuenta que esa era mi
casa... Pero no para quedarme, yo sé que no es mía, es para ver lo que se siente, para ver cómo es nomás, ¿entiendes?
Huinca : ¿Y después?
Eva : Después me voy po, después no importa.
Huinca : (Se para, va hacia el «velador», toma la botella) Así sí... A los locos son a los únicos que entiendo bien. Me tomo un traguito y
te ayudo en lo que quieras... Esta cuestión para la risa es la única cosa buena que has hecho en tu porquería de vida... Es
lindo.
Eva : Pero no tomes po, ¿no ves que te puede hacer mal y después no me puedes ayudar?
Huinca : No, no, ahí si que no te aguanto, esto es sagrado.
Eva : Pucha, es que si tomas me voy a tener que ir, porque yo sé que te hace mal, así como estás, ya no te aguantan las tripas. tú no
sabes cómo es esta cuestión. Una vez, cuando estaba asilada donde el Condesa, un viejo se murió de esto mismo; se reventó
entero, la sangre le salía por la boca y la nariz, saltaba para todas partes... Yo no quiero ver eso otra vez.
Huinca : (Deja la botella) Está bien… ¿Qué quieres hacer?
Eva : Quiero ir a buscar algunas cuestiones para allá (Señala hacia fuera)
Huinca : Anda po.
Eva : No, anda tú (Por la botella) La lechuga no se puede quedar sola con el conejo.
Huinca : (Sonríe) Pucha, no hay caso con la madres, se las saben todas, ¿sabes lo que me decía mi mamita a mí?, me decía: “No se
meta nunca con viejas, m’hijo, mire que son más atoradoras que el ulpo seco4”. (Camina. Antes de llegar a la puerta) Bueno, ¿y
cómo te fue en la estación? ¿Agarraste algo?
Eva : (Evasiva) Estuve muy poco rato... (Señala) ¿Para qué son esos diarios?
Huinca : No sé, mi compadre los pediría por ahí para venderlos. ¿Así que no ganaste nada?
Eva : No, pero yo sabía eso; sabía de más que con la pierna así, no iba a poder trabajar, me da vergüenza, quizás qué se pueden
creer de una... En eso salí a mi mamá, ella era así de delicada.
Huinca : ¿Trabajaba de puta también? Entonces, la cuestión es mal de familia.
Eva : ¡Cómo se te puede ocurrir que ella iba a trabajar en esto oh! Ella era limpia por dentro y por fuera, no se comparaba a ti ni a mí:
no se comparaba a nadie.
Huinca : ¿Y cuál era el cojo, él o ella?
Eva : Cabréate, no te pongas pesado. Yo no hablo de mí ni de mi familia con nadie, así que no te vengas a hacer el amigo.
Huinca: Está bien, se me olvidaba que tú eres de la sociedad. (Sale. Eva queda haciendo aseo. El Huinca regresa con una mesa toda
destartala) Mira, mira, ¿cómo está? Y afuera tengo las sillas.
Eva: (Alegre) Está buena, está bonita (La mira por todas partes) Claro, está flor. (La acomoda) Aquí la vamos a dejar. Este va ser el
comedor.
Huinca : (Va, trae un piso y una silla) Aquí está el resto. (Los deja de cualquier modo. Va a sentarse a uno de los camastros) Y no me
hagas trabajar más por favor, porque quedé muy cansado. Aquí vamos a ser igual que los indios: yo toco la trutruca y tú
trabajas. (Saca la armónica, toca. Eva limpia las mesas y las sillas. Luego sale; vuelve con un balde de agua y una escoba)
¿Vas a regar también? Pucha que te tomaste en serio la cuestión.
Eva : (Comienza a regar) Cierra la boca, no te vaya a entrar agua y te mueras de un viaje.
Huinca : No te vaya a entrar a ti nomás, acuérdate que pisas un corcho y quedas como una semana con la caña mala
Eva : Yo no tomo, ya no tomo más. En la mañana fui a... (Se encoge de hombros) Qué te importa a ti lo que haya hecho yo. (Regando
se ha acercado a él) Levanta los pies.
Huinca : (La retiene del balde. La mira) ¿A ver?
Eva : ¿Qué? ¿Qué es lo que miras?

4
Harina tostada
10
Huinca : Chuta que tienes bonitos ojos, no me había dado cuenta nunca.
Eva : (Apartándose halagada) ¿Te vas a reír de mi ahora?
Huinca : No, en serio: me dio una cuestión rara en el corazón. (Pausa) Mie acordé de un viejo que maté una vez, allá en Iquique.
Eva : (Espantada) ¿Qué mataste?
Huinca : Claro. Yo me había juntado con una chiquilla que vivía con un viejo que le decían «El viejo de la jaula», era abuelo de ella, y
le decían así porque una vez le regalaron un pájaro y él se puso a hacerle una jaula; pero el pájaro se murió de viejo y la jaula
no salió nunca. Entonces le regalaron otro, y la misma cosa.
Eva : (Vuelve a regar) Ah, estás inventando otras de tus historias.
Huinca : No, la firme. Lo que pasaba era que compraba unos palos bien gruesos y los iba adelgazando a pura lija... Era un viejo lindo,
un viejo más bueno que el sol. «Aquí estamos po –decía-, haciendo esta jaulita». Y se ponía a hablarme de su vida, había sido
de todo, pero ahora le quedaban las puras hilachas de los recuerdos. (Eva deja el balde, toma la escoba) Oye, y qué hombre
más porfiado, no me dejó nunca que le ayudara a hacer la jaula. A todo esto, la mujer se había puesto cargante conmigo y
quería que me quedara a vivir con ella, así que me tuve que ir no más. Pero antes junté los pesos que había ganado
mariscando y le compré al viejo la jaula más bonita que encontré, se la compré con canario y todo para que se dejara de
mosquear. (Pausa) Pucha, no me voy a olvidar nunca de la mirada que me dió...
Eva : (Barriendo) ¿Y por eso lo mataste?
Huinca : No, si no lo maté, le cagué la onda, que es cien veces peor. Lo dejé sin nada, ¿entiendes? Él había encontrado una lesera
flor para ocupar el resto de vida que le quedaba, por eso que dejaba que los palos se le quebraran de tanto adelgazarlos, pero
yo le dejé en pelota, sin nada que hacer... Pucha que la embarré.
Eva : ¿Y qué tengo que ver yo con ese viejo, que dices que te hice acordar de él?
Huinca : Tienes la misma mirada de perro apaleado, de vieja que están matando. (Suspira) Bueno, ¿te falta mucho?
Eva : No, no hay nada más que hacer. (Se sienta en un extremo de la cama) ¿Así... así que tengo ojos tristes?
Huinca : Claro, pero si los tuvieras revueltos con un poco de alegría, se te verían mucho más lindos. A ver, acuérdate de algo bonito
que te haya pasado.
Eva : ¿Algo bonito?... ¿Qué puee ser? No me acuerdo de nada. ¡Ah, una vez que estaba asilada vi por una ventana que un
matrimonio se puso a bailar... (El Huinca tirita) ¿Qué te pasa? ¿Te duele algo?
Huinca : No, es el frío. Ahora siempre tengo frío. (Se para) Me voy a tomar un trago mejor. Y ahora sí que te pego si me vienes a
atajar. (Toma la botella)
Eva : (Pesarosa) No la embarres, po Huinca.
Huinca : No, ya te dije que no me vienes con leseras. ¿Cómo se llamaba ese viejo que viste morirse?
Eva : No sé, le decían “el afuerino”, porque no lo dejaban entrar a ninguna parte.
Huinca : Entonces, este trago va como un homenaje para él, y para todos los viejos y viejas que no pueden entrar donde quieren.
¡Salúd!. (Bebe. Le ofrece) Toma, mándate un traguito tú también…
Eva : No, yo no puedo tomar, fui para donde la Yamilé5.
Huinca : ¿Para donde la Yamilé? (Ríe estruendosamente) ¿Fuiste para que te estirara la pata? Esa pata no te la endereza ni
Jesucristo ya po. (Sigue riendo. De pronto queda en suspenso, su rostro se desfigura, se toma el estómago con las dos manos.
Eva se paralogiza, se queda mirándolo sin saber qué hacer. El Huinca se queja, se deja caer sobre el jergón, crispado).
Eva : (Reacciona con violencia) ¿No ves, desgraciado? ¡Yo te dije que no tomaras...! ¡No te encojas tanto, para que se te pueda
pasar! (Toma un trapo y empieza a echarle aire, como si ese absurdo recurso pudiese alviarle en algo) . ¡Ya po Huinca, déjate,
yo no puedo hacer nada, aquí no hay nadie...! Pucha, quién me mandó a volver... Así como todo la olvida a una, por qué
crestas una no puede olvidarse de todo para siempre, pero no, todo el tiempo una tiene que andar arrastrándose como perra
detrás de la vida. (El dolor va amainando lentamente. Queda laxo, inmóvil). Me iba a ayudar el desgraciado, qué me iba a
ayudar. (Deja de echarle aire) Pero está bien que me pase, por bruta. (Decidida) Me voy a ir, no aguanto leseras. (Toma la
cartera. Al Huinca) Me voy a ir. (El Huinca no contesta. Lo toca.) No hago ninguna porquería, porque cuando una aguanta que
el corazón la mande una vez, después tiene que aguantarle que la mande todos los días. (Al Huinca) ¡A ti te estoy hablando...!
¿Me estás oyendo? Me voy, porque el desgraciao del corazón sabe lo que a una le gusta, pero no sabe lo que le conviene...
¡Me voy!... ¿Me estás oyendo?...
Huinca : (Cansadamente, sin moverse) Chao no más... Ya se me pasó.
Eva : ¿Puedes pararte?
Huinca : ¿Para qué? ¿Quieres bailar una cueca?
Eva : ¡Déjate de estupideces oh! (Decidida) Yo voy a ir a buscar a los Carabineros.
Huinca : Chis, re buena; encima de que me dio el tremendo ataque, me quieres mandar preso.
5
Animita a la que le hacen mandas.
11
Eva : ¡Pero no seas así po!... ¿No sientes nunca miedo? Te estás muriendo, ¿entiendes?... Te estás muriendo. Ellos tienen que
llevarte a la posta, allá te pueden hacer remedios.
Huinca : ¡Yo no quiero que nadie me haga remedios!
Eva : Pero es que si te mueres aquí, van a cargar conmigo ¿No ves que ellos saben que estoy contigo? Así que si te pasa algo van a
hablar, y como allá en la comisaría tengo ficha, no me van a dejar ni hablar.
Huinca : Mala suerte nomás.
Eva : No seas malo, tú no eres así.
Huinca : ¡Y qué quieres que haga, qué quieres que haga!
Eva : ¡Pero entiende, si voy a dejar donde tú quieres, es lo mismo nomás, igual me van a culpar!, ¡lo que tienes que hacer es irte para
la plaza!.
Huinca : ¿No te dije que me dijeron que no me querían ver aparecer más por allá? (Haciendo esfuerzos por sentarse) Ayúame a
ponerme con la espalda pegá a la paré. (Fiero) ¡No me voy a morir aquí, tengo que aguantar como sea!
Eva : ¿Pero, y yo?
Huinca : Ayúdame te digo, ya estoy bien. (Se pasa la cara por la mano) Pucha que quedé transpirado.
Eva : (Deja la cartera. Lo ayuda) Pucha que estás hediondo oh, con razón dice el Peter que cuando te mueras te vamos a vender para
que hagan sebo. (Le pasa el trapo) Toma, sácate la tierra de la cara. (Pausa) ¿Y qué hago ahora?
Huinca : Sigue haciendo tus cuestiones po, si estabas super bien.
Eva : (Desilusionada) No, para qué, no quiero saber leseras.
Huinca : ¿Qué te pasó?
Eva : No sé... Tú tuviste la culpa; me estabas ayudando tan bien... Pero te tuviste que poner a tomar, me estabas engañando, te
estabas riendo de mí. No te importaba nada de lo que yo estaba haciendo.
Huinca : No me estaba riendo de ti, de verdad. Pero eso no te tenía que importar, con que fuera bueno para ti estaba bien. Lo que
pasa es que para hacer cuestiones tan bonitas como la que querías hacer, hay que tener un corazón muy grande y muy limpio,
y tú en vez de corazón tienes un basural. Pero yo te voy a ayudar a limpiarlo antes de irme.
Eva : Tú no me puedes ayudar en nada, porque yo sé muchas más cosas que tú. (Pausa) ¿Para qué quiero casa yo? Ya no me
serviría de nada... Las casas no se llenan con puros muebles, se llenan con hijos, con cariño, con hacer almuerzo para alguien:
con vida por delante. ¿Pero qué vida puede tener una vieja fea y borracha como yo? ¿Para qué iba a querer estar alguien
conmigo? Eso habría sido antes, mucho antes, pero nadie me ofreció nada... Perdí todas las oportunidades, sin haberlas tenido
nunca...
Huinca: ¿No ves cómo estás llena de mentiras? Por eso te sale todo mal, habías dicho que no querías arreglar aquí para vivir.
Eva : Y era cierto, en ese momento era cierto, no pensaba en nada más.
Huinca : Puede ser, lo vamos a dejar así. Pero lo que sí es mentira, es que soy vieja y fea; no, si lo que pasa es que hay otras
chiquillas que son más jóvenes y más bonitas, por eso a ti te va más mal, pero...
Eva : (Exaltada) ¡Eso no es cierto, yo puedo trabajar mucho tiempo todavía, siempre he sido la que ha ganado más! Ahora me veo mal
porque no he tenido plata para arreglarme, pero cuando ando bonita, cuando tengo para comprar buenas pinturas...
Huinca : ¡No me vengas con cuentos: la carne joven te corrió de todas partes!
Eva : ¡Mentira, yo no estoy deshaciendome de a poco, como tú, borracho desgraciado! ¡Yo puedo trabajar, todavía puedo trabajar!
Huinca : ¡Claro que puedes trabajar, pero no de prosti..! Ahora las calles están llenas de cabras, hay chiquillas de hasta diez años
haciéndole empeño, y los viejos desgraciados las hacen chupete, qué te van a mirar a ti, con esa pata chueca y esa cara de
perrita guacha que tienes.
Eva : ¡Tú eres el que no sirves para nada, podrido infeliz, por eso te echan de todas partes, eres peor que los animales, porque te
tienes que esconder hasta pa’ morir!
Huinca : No, si no te enojes; si lo que te digo es cierto: ¿qué brillo puedes tener tú al lado de una cabra de quince? Por eso te han
echado hasta de los peores barrios, que me vienes con cuestiones de pinturas y leseras; como te pongas ya no te pesca nadie.
Eva : ¡Desgraciado, podrido, podrido!
Huinca : No sacas nada con insultarme, la cuestión se puso así, pero tú no tienes la culpa, te dejaron inservible, porque le torcieron el
pescuezo a la vida, pero no tienes ninguna culpa, ¿quién va a tener culpa de estar vivo y que le digan que ya no sirve? Lo
mismo que yo, ¿para qué quiero sanarme? ¿No ves que no me dejan estar en ninguna parte? Estamos jodidos, estamos hasta
las masas; pero no nos podemos arrastrar por el suelo, que se vayan a la cresta, ¡qué se vayan a las mismas re crestas!

Breve apagón, uno o dos minutos, durante el que se escuchará sonido de viento. El viento de la prepotencia, el viento de la desgracia,
que terminará arrasándolo todo. El Huinca –ahora más vital aun interiormente- aparece escogiendo diarios. Eva sentada.
12
Huinca : Ya po, yo te dije que te iba a hacer las aguirnaldas, pero tú tienes que hacer el tonto causeo6.
Eva : Déjate oh, si ya no pasa nada... Me voy a ir.
Huinca : No, conmigo estás frita, si yo te eché a perder la fiesta, yo te armo otra. Y no sacas nada con decirme que no, porque yo soy
más porfiado que el viejo Tomás. El viejo Tomás era un pescador que conocí en Talcahuano, las mulas eran una alpargata al
lado de él, pero la cuestión le duró hasta que una vez quiso acostarse con una sirena, ahí se ahogó el desgraciado buscándole
por donde, pero no le aflojó. (La mira a hurtadillas. Eva apenas intenta una sonrisa) Después tuve un amigo paralítico, ese sí
que se descuadró para ser vivaracho, fíjate que una vez entró robar a una fábrica de cascabeles, y después, cuando estaban
dándole la golpiza correspondiente... (La mira. Desanimado) Pucha, tú eres más difícil que pelar papas con una cuchara de
palo po. (Se para frente a ella) ¿Sabes que más? Si tienes ganas de tener una casa, y no te gusta como quedó ésta, yo te
regalo la mía: ya está, me espanté.
Eva : (Sin enojo) Qué vas a tener casa tú, pobre gallo.
Huinca : No, en serio; házte el causeo y conversamos. Si cuando yo me espanto, me espanto de un viaje. Ya, (Señala la bolsa de
malla.) Ve qué tenemos en la despensa.
Eva : (Interesada) ¿En serio que tienes una casa por ahí?
Huinca : Claro po, y te la puedo dar al tiro, si quieres, yo no ando con la lesera de los plazos como andan otros. Pero prepárate el
causeo antes de seguir conversando, mira que tengo un diente más largo que el despegue.
Eva : (Sonriendo) ¿Qué es lo que es eso? (Se para va a buscar la bolsa)
Huinca : Otra lesera po.
Eva : (Llevando la bolsa a la mesa) Calma, oh; no estés hablando tonteras, mira que andan como tontos pa mandar a la gente a la
pampa, y tú con las patas a la rastra no llegas ni a la esquina.
Huinca : (Trabajando en los diarios) Eso es lo bueno de aquí, ¿ah? A nadie se le ruega el derecho a no tener libertad.
Eva : (Yendo a cerrar la puerta) Córtala oh, mira que tienen unas cuestiones que escuchan de todas partes.
Huinca : No no, abre la puerta, ¿no ves que nos podemos ahogar?
Eva : Chis, contigo una se puede ahogar hasta en el desierto, por chancho.
Huinca : ¿Cómo que chancho?
Eva : Meeh, ¿y qué te crees muy limpiecito? Si a ti hasta en una fiesta de estropajos te dejan afuera por cochino.
Huinca : No, si lo que pasa es que me veo así porque ando vestido deportivamente. Bueno, ¿qué tenemos para comer?
Eva : Espérate po. (Comienza a sacar cosas de la bolsa) Salmón, azúcar, té, aceite... (Queda pensando) Oye, ¿el Chumingo no se
murió porque se comió un sandwich de sardina? (Le muestra el tarro de salmón) ¿Esta cuestión será igual?
Huinca : Dale no más, si para morir nacimos. Pero pásame un copetito para afirmar la guata.
Eva : ¿Y si te vuelve a dar la pataleta?
Huinca : (Indiferente) Mala suerte no más, dijo el conejo, y se fue a morir a otra cueva.
Eva : (Decidida) No, no te doy ninguna cuestión: la primera vez le pasan a una las cosas por ignorancia, pero la segunda le pasan por
huevona. (Pausa) Ya po... ¿Era cierto la cuestión de la casa?
Huinca : Lógico. (Soñador) Pucha, esa casa sí que es linda...
Eva : ¿Y dónde está?
Huinca : .... Es una casa más grande que toda la vida. Y ahí nadie trata mal a nadie; ahí vas a ser mucho más de lo que has querido
ser siempre.
Eva : ¿Pero dónde está po?
Huinca : Al otro lado. O sea que tendrías que morirte conmigo.
Eva : (Defraudada) Pucha ¿No ves que eres mentiroso?...
Huinca : No soy mentiroso, es cierto... Y es tan grande mi casa, que todos los que tú has querido alguna vez o te han querido, te están
esperando allá... ¿Te acuerdas que en la mañana te pusiste a llorar porque no tenías adónde volver? Ahora tienes; no seas
tonta, no me desprecies sin saber: mi casa también tiene un banco debajo de un castaño. Y una señora está cantando al lado
de una artesa7, ¿te acuerdas? (Canta) «Alma, si tanto te han herido, por qué te niegas al olvido, por qué prefieres...»
Eva : ¡Déjate de difariar8 oh!... Ellos y todo lo que había en la casa, han estado siempre muertos, la muerte les creció dentro antes que
pudieran nacer.
6
Ensalada compuesta de jurel, tomate y cebolla.
7
Bandeja grande de madera, que se utilizaba para lavar la ropa.
8
Sinónimo de alucinar.
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Huinca : Chis, ¿cómo es eso?
Eva : A ti no te importa, pero allá donde tú dices, tampoco hay nada, no hay casas, no hay gente, ni calles, ni nada: cuando una se
muere se acaba todo.
Huinca : En todas partes hay algo. Lo que pasa es que para encontrarlo hay que creer, hay que trabajar.
Eva : Yo trabajo, siempre he trabajado.
Huinca : Pero trabajas acostada po, eres más floja que yo. (Pausa) Pucha, eso es lo lindo de allá, nadie tiene que venderse a otro
para poder comer, asegurándote la comida y las pilchas, estás flor de té, porque eso es lo único que se necesita para vivir.
Eva : ¿Y vino? ¿Hay vino? Porque o si no tú vas a salir arrancando a cien por hora.
Huinca : No, allá no hay vino, la vida es el vino y todas las cosas. Chita, si Dios es muy encachado, se las sabe todas. ¿Sabes lo
primero que te va a decir cuando te vea llegar?... (Acomodándose) Mira, haz de cuenta que yo soy Dios.
Eva : Sale pa’ allá, ¿adónde has visto que Dios tiene cara e poto?
Huinca : (Riendo) Buena oh, así me gustas, alegre, buena pa’ la talla. Pero déjame decirte el discurso que te va a mandar el Hombrón:
(Doctoral) «Mire, hija, a usted le dieron como tarro al otro lado, porque le tocó ser pobre, y los pobres allá son igual que los
limones, en cuanto alguien los ve empieza a estrujarlos. O sea que lo que pasó fue que los que mandé primero, se avivaron y
empezaron a usar a los demás para que les hicieran la pega; eso está mal, muy mal. Pero lo más gracioso es que cargan
conmigo, y no, si es entre ustedes que tienen que arreglar las cosas ahora, yo ya les dije cómo tenían que hacerlo: no quiero
que la tierra sea un fundo mío, ¡si yo no soy capataz!... Pero eso no quiere decir que no me pueda enojar alguna vez, si me
siguen molestando mucho; claro que estoy seguro, de que si hago llover fuego, a los primeros que se comen asados es a los
pobres, pero si se me sube la mostaza, no me va a quedar otra. Pucha, usted me salió más porfiada que burro de curao, si
usted y todos los demás tenían que haber sido como el Huinca, m’hija. El Huinca anduvo por todas partes y vio y aprendió, y no
le hizo mal a nadie; pero no le aguantó a ningún vivaracho que lo viniera a usar, porque sabía que yo los había hecho a todos
iguales. Bueno, ahora que sabe lo que es canela, espero que no se me vaya más de aquí. Agarre un pedazo de tierra, hágase
una casita y sea feliz. (Hablando hacia el lado) Oye, Pedro, dale la dirección del Huinca a esta cabra, para que la acompañe
mientras se hace ambiente».
Eva : (Riendo a pesar suyo) Oye, que eres hereje tú.
Huinca : No, si es en serio, allá vas a tener hijos, casa, comida segura y mucho, mucho cariño.
Eva : ¿Tú crees?
Huinca : Claro, si el otro lado existe, cómo no voy a saber yo. Después de que nos quedemos tiesos, o sea después de cuando la
gente dice que nos morimos, despertamos en la mitad de la tarde y en la mitad de la noche.
Eva : Chis, ¿cómo es eso?
Huinca : No te pongas complicada po, si la cuestión no puede ser igual que aquí. La mitad de la noche y la mitad de la tarde, te da un
color así como el que da el sol en los bosques cuando se mete por el medio de los troncos y de las ramas y alumbra el camino:
ese es el color que ves en las cosas cuando despiertas. Y todo está callado y tibiecito, no se ve a nadie, ni se oye nada, pero
no se siente miedo, sientes el pecho fresquito, como si...
Eva : ¿Pero qué es lo que ves, qué hay?
Huinca : ¡La casa po, la casa grande, la casa de toos! Lo único que cambia es que allá no hay ciudades, y como no se conoce el
odio... ¡Pero no pongas esa cara!
Eva : ¿Qué cara?
Huinca : Así como que no me crees (Ofendido) Yo no te estoy contando mentiras.
Eva : No, si es bonito, sigue nomás. Si sé que eres loco, pero...
Huinca : ¿No ves? (Despectivo) Por amargada te vas a quedar afuera, porque para entrar ahí tienes que irte cantando de aquí: y tú no
cantas ni aunque te pongan la corriente. ¡Pucha, si lo único que tienes que hacer es creer!
Eva : ¿Cantando? Ahí sí que te pasaste, ¿cómo nos vamos a morir cantando? Será por lo bien que lo hemos pasado, no, todos nos
vamos llorando de aquí. ¿No ves que los han tratado a puras patadas no más? ¿De adónde vamos a tener ánimo pa ponernos
a cantar?
Huinca : No sé. Pero si quieres irte para el lado bueno tienes que irte cantando. Así me dijo una Machi allá en el sur; y ellas saben
todas esas cosas.
Eva : ¿Una Machi? ¿Qué es eso?
Huinca : Unas viejitas que saben todo. Es una bruja araucana, pero no de esas viejas locas que andan por ahí viendo la suerte, ni de
esas que andan arriba de una escoba, estas saben todo, hablan con el viento, con la tierra, con las plantas; si quieren pueden
hacer llover, si quieren pueden hacer salir el sol, son serias, calladas y nadie sabe qué edad tienen. Ella me dijo la cuestión del
canto.
Eva : ¿Y tú le crees?

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Huinca : Claro, como no le voy a creer: ellas saben todo.
Eva : Pero es que tú te vas a reventar, ¿cómo te vas a poner a cantar?
Huinca : (Tozudo) Si ella me dijo, por algo será.
Eva : ¿Y qué vas a cantar?
Huinca : No sé, cualquier cosa que sea alegre... «La rosa y el clavel».
Eva : (Riendo) ¿Y por qué no cantas «Adiós pampa mía», mejor?
Huinca : No te rías de esas cosas…
Eva : No, si no me río, Huinca... Yo me la sé. (Canta) «La rosa, la rosa con el clavel, mi vida, hicierón, hicierón un juramento»...
Huinca : (Contento) ¡Claro, esa! (Cantando) «¡No me tires con rosas, allavallavá que tiene espinas, tira...!
Eva : no po, no es así.
Huinca : ¿Cómo que no?
Eva : No, después sigue otra cosa (Pensando) A ver, deja acordarme… (Hablando) La rosá, la rosá con el clavel. Mi vida, hicierón,
hicierón un juramento… (Cantando) Y pusié, y pusieron de testigo, mi vida a un jazmín y un pensamiento…
Huinca : … No me tirís con rosas allavallavá que tiene espinas…

LOS DOS : «Tírame con violetas, allavallavá, que son más finas. Que son más finas ay sí, allavallavá rosa con dalia, donde irá mi
negrita allavallavá que yo no vaya, que yo no vaya ay sí, allavallavá rosá con daliaaaaa…
Huinca : ¡Esa era, ahora me acordé bien! (Admirado) Pucha que cantas bonito.
Eva : Y eso que no le quise poner mucho color. Chis, si una vez, cuando el Condesa andaba con la cuestión de hacer el festival de las
casas de Chimbirocas, a mí fue a la primera que le dijo si quería cantar, pero yo no quise porque no sabía inglés, así que como
me iba a poner a cantar.
Huinca : Justo, no podías ponerte a hacer el ridículo... ¿Sabes? Pensándolo bien, aquí quedan cuatro maneras de pasarlo bien y que
la gente no se ría de ti: ser norteamericana, ser japonés, tener billete; o ser como yo, libre de todas las cosas que amarran.
Eva : ¿Libre?... ¿estás seguro de que eres libre?
Huinca : ¿Por qué dudas? Claro que soy libre, soy igual que el viento y que el río: paso por todas partes, pero no echo raíces en
ninguna.
Eva : Toma (Tira el tarro de salmón a la cama) ahora que estás más loco que nunca aprovecha de abrir este tarro a mordiscos.
Huinca : No, ábrelo tú, yo estoy haciendo las aguirnaldas. (Mira hacia fuera) El día no va a durar mucho... Y tengo que estar allá antes
que el sol se vaya... ¿Me vas a llevar, cierto?
Eva : Claro... Pero no vamos a llegar nunca. (Canturrea) «La rosa, la rosa con el clavel...
Huinca : ¿Por qué no vamos a llegar?
Eva : (Corrida) Voy a buscar agua. (Ademán de salir) Abre el tarro, por mientras.
Huinca : (Se levanta) Espérate… ¿Por qué dices que no vamos a llegar?
Eva : (Después de una pausa) No, yo te digo nomás… Cuando hemos llegado nosotros a ninguna parte.
Huinca : (Aliviado) Ah, pucha que me diste susto, me llegué a poner helado. (Pausa) ¿No estarás tomando en serio la cuestión de que
nos casamos, no? Yo me tengo que ir, esta lesera a mí no me sirve.
Eva : ¡No es ninguna lesera, es una casa donde debes estar!
Huinca : Para ti, pero no para mí.
Eva : Claro, si las cosas tuyas nomás son las que valen.
Huinca : Valen igual, lo que pasa es que son distintas.
Eva : Bueno, yo no quiero discutir. (Toma el balde).
Huinca : (Reteniéndola del balde) Aguántate un poco. Mira, yo sé que ayudarle a una mujer es igual que ponerse una soga al cuello,
porque ustedes tienen más vueltas que un trompo, y uno no se da ni cuenta cuando lo tienen enredado, pero conmigo no te va
a resultar. ¿Está clara la cuestión?
Eva : ¿Qué vienes a pararme el carro a mi, piojo resucitado? ¿Crees que si quisiera enredar a alguien iba a escoger un pobre picante
como tú?
Huinca : No, si yo te digo nomás, para que después no estemos gritando. Ayudar a la gente es quererla, pero no te confundas: es
quererla de un modo más grande, más bonito.

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Eva : (Suelta el balde) ¿Quieres que te diga la firme, mandador de partes? Tú necesitas más ayuda que yo, porque yo tengo soledad,
pero tú tienes miedo. Y eso es peor.
Huinca : ¿Miedo? ¿A qué le voy a tener miedo yo?
Eva : A la vida, por eso te has puesto tan bueno para tomar ahora último: te diste cuenta de que te cambiaron la película, que ya no
puedes andar de vago. Por eso te estás muriendo, porque no quieres vivir, pero no porque estés tan enfermo; si dejaras de
tomar y quisieras vivir, te podrías sanar de más, porque te han dado dos ataques no más.
Huinca : ¡Tres, me han dado tres ataques ya! (Muestra) Y también tengo los pies hinchados.
Eva : De miedo, de puro miedo. La vida siguió andando y tú quedaste botado en el camino igual que basura, porque no tienes agallas.
Yo valgo mucho más que tú, porque he peleado toda la vida por tener algo, y voy a seguir peleando: a mí no me dejan tirada
así no más.
Huinca : ¿Y que has conseguido? Nada, ninguno de los dos tenemos ninguna cosa; pero tú te has pasado llorando y yo riéndome, tú
has tenido que venderte y yo no he vendido ni un pedazo de uña. Ahora no me gusta cómo está la cosa y me voy, ¿qué hay de
malo?
Eva : ¡Lo que hay de malo es que no has servido de nada! Es igual que si tu madre hubiera parido una piedra. ¡Tenías que tener casa,
tenías que tener hijos, ropa, cosas!
Huinca : ¿Y para qué? ¿Dónde dice que es obligación tener eso para vivir?
Eva : ¡Dice aquí, huevón, (Se toca el pecho) dice aquí adentro! Aquí es donde dice eso a cada rato.
Huinca : Bueno, pero no te enojes, no sacas nada. Nadie me ha podido cambiar en treinta años y vas a poder tú...
Eva : No, si no me enojo, te digo la verdad no más... ¿Treinta años dijiste? (Toma el balde) Treinta años tomando tendrás.
Huinca : No, en serio, debo tener eso más o menos.
Eva : ¿Y esa cara de viejo, se la pediste prestada a tu abuelito?
Huinca : Fue el trago... ¿Y tú, qué edad tienes?
Eva : Cosa mía no más. (Sale)

El Huinca queda preocupado. Va hacia la cama, coge el tarro. Luego parece decidir que apuran más las aguirnaldas, toma una, se
encarama en un cajón; está tratando de ponerla cuando entra Eva con el agua.

Eva : ¿Y para qué estás poniendo aguirnaldas? Si esta cuestión no es una ramada po, es una casa.
Huinca : ¡Pero si tú me dijiste que pusiera porque venía el dieciocho!
Eva : ¿Pero dónde has visto que en las casas se ponen aguirnaldas?
Huinca : (Se baja del cajón) ¿Qué hago entonces?
Eva : Abre el salmón, por ahí tiene que haber un clavo. (El Huinca toma el tarro) ¿Sabes... cómo vamos a saber que es dieciocho si no
tenemos más, y por aquí no hay nadie? Va a pasar igual que todos los días. Pónlas mejor. (El Huinca le pasa el tarro. Sube al
cajón) Oye, ¿tú te vas a ir, cierto?
Huinca : Clar.
Eva : Y yo también... ¿Entonces para qué vamos a dejar adornado? Capaz que se haga un incendio y nos culpen a nosotros.
Huinca : Sí, eso es lo que digo yo. (Se baja)
Eva : (Sibilina) ¿Viste cómo no te dolía nada?
Huinca : (Sorprendido) ¿Ah? (No encuentra qué decir)
Eva : No hay caso, te pillo en todas, y te agarro pa’l leseo cuando quiero. Y tan tremendo que te crees. Pónlas no más oh.
Huinca : No pongo ninguna lesera.
Eva : Tú sabrás; pero tenemos un trato. (Pausa) ¿Nunca viviste con una mujer?
Huinca : De pasada nomás.
Eva : Por eso eres tan debilucho por dentro. Por dentro eres como esos pájaros que les pegan un peñascazo y quedan arrinconaditos.
Huinca : ¿Se te está despertando la madre conmigo, vieja degenerada?
Eva : ¿Sabes que te agarré lástima Huinca... Tu papá también era borracho?.
Huinca : No, lacho sí, pero no borracho.
Eva : ¿Y tu mamá?

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Huinca : (Pensativo) ¿Mi mamá?... No, mi mamá lo único que hacía era esperar a mi papá. Él se iba... siempre se estaba yendo.
Eva : ¿Para dónde?
Huinca : No sé, los caminos eran el agua y el pan de una sed que no se le acababa nunca. (Comienza a poner nuevamente las
guirnaldas) Tenía un camión... De eso es lo que más me acuerdo, porque parece que nací en la cabina. Era un camión grande,
a petróleo. Y parece que estaba enfermo de los pulmones... ¿Por qué no vienes a sujetar un poco esto aquí?
Eva : (Yendo) ¿Quién estaba enfermo de los pulmones? ¿Tu papi?
Huinca : No, el camión. Así que cuando andaba más de tres horas seguidas se ponía a toser como condenado; y las tremendas
humaredas que armaba: nos cachaban como a diez kilómetros de distancia cuando íbamos llegando. Ahí vivíamos.
Eva : En el camión...
Huinca : Claro. (Pausa) Mi papi era una mierda. (Pausa) Pero a lo mejor no era una mierda. Ya, anda a hacer tus cuestiones no más.
Eva : (Poniéndose a abrir el tarro con un clavo) ¿Le tenías mala?
Huinca : Algunas veces, pero casi siempre lo quería. Nunca estuvimos en ninguna parte, siempre andábamos en el camión, para un
lado y para otro, invierno y verano, día y noche...
Eva : Igual que los gitanos.
Huinca : Igual que los perros, lo malo de la cuestión era que no éramos perros.
Eva : ¿Y en qué trabajaba tu papá entonces, si andaban pa’ arriba y pa’ abajo?
Huinca : Era mecánico, trabajaba en los fundos, arreglando cualquier máquina que le pasaran.
Eva : ¿Y por qué no aprendiste ese trabajo?
Huinca : Chis, ¿Qué iríamos a querer aprender? Mi mamá nos decía a cada rato «al primero de ustedes que pille tomando una llave,
le corto las manos de raíz». Le tenía pura mala al camión; Ella quería lo que quieren todas las mujeres: estar en alguna parte,
tener una casa segura, criar hijos y costumbres, echar raíces. Pero lo más que alcanzábamos a estar en alguna parte eran dos
o tres meses, y vuelta a subir al camión.
Eva : Entonces, por eso saliste tan patas de perro, tu papá te pegó el espíritu santo.
Huinca : Y eso que me bajé del camión cuando tenía doce años. Me bajé porque me empezó a dar mucha pena mi mamá. Siempre
lloraba en las noches. Pero, ¿sabes?, cuando me bajé me encontré con tanto espacio por delante, por detrás y por todos lados,
que no hallé para dónde ir, ¿es grande el mundo, ah?
Eva : Puede ser, pero para nosotros no; nosotros le damos la vuelta completa en un rato: te paras en Alonso Ovalle con San Diego,
tomas para Nataniel, doblas por ahí hasta que llegas a Diez de julio; por Diez de julio te metes hasta San Diego, agarras
derecho, llegas a Alonso Ovalle otra vez, y ahí tienes tu vuelta al mundo.
Huinca : Pero ese no es todo el mundo po.
Eva : Puede ser, pero es el mundo de nosotros. ¿Para dónde más puedes ir?
Huinca : Bueno, eso es ahora que estoy enfermo, pero...
Eva : Es lo mismo no más oh, enfermo o bueno y sano, estés adonde estés, le das la vuelta en un rato. Los únicos que pueden decir
que el mundo es grande son los bacanes, los que tienen el billete.
Huinca : El aire no se compra, el sol tampoco.
Eva : Se compran, por eso te lo han quitado, por eso tienes que estar arrinconado aquí, y yo también... Y ni siquiera el corazón tiene
como irse lejos.
Huinca : Se va, claro que se va. ¿No te estoy hablando de cosas que se quedaron muy lejos? Por ser, me acuerdo que mi viejo era
como hacha para los combos, y tenía la costumbre de pelear con un cigarro prendido en la boca: sobrado total.
Eva : O sea que encima de loco era rosquero.
Huinca : No, si no era rosquero. Lo que pasaba era que como nos quería mucho, cada vez que llegábamos a alguna parte, se ponía a
pelear y le sacaba la cresta al huasteco más bueno para los combos que hubiera, porque decía que así no nos iba a molestar
nadie cuando él no estuviera… Y partía quien sabe Dios para donde: algunas veces llegaba después de dos o tres días con un
quintal de harina y un montón de dulces, otras veces llegaba sin ni uno, pero siempre alegre y lleno de grasa… Le decían el
“Mucha gente”, porque no paraba nunca de hablar y de reírse. Él fue el que me enseñó a tocar la armónica.
Eva : Y a ser irresponsable también.
Huinca : No, si hubiera sido irresponsable me habría casado; pero tenía metida dentro esa cuestión de no poder estar nunca quieto…
Ella lo esperaba bonita, siempre lo esperaba bien bonita, pero él no llegaba, nunca llegaba…
Eva : ¿Y por qué no lo dejaba botado? Chis, yo iba a aguantar a un gallo así.
Huinca : Es que lo quería, y el que quiere a una persona se las aguanta todas. Cuando mi papi se reía y la abrazaba era peor que el
vino para ella. Además que era como tonto pal’ chamullo, nunca le faltaba una disculpa para cuando desaparecía: “pucha, fíjate

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que venía en lo mejor para acá, vieja, cuando de repente se me subió la Viuda al camión y me empezó a decir que fuéramos a
buscar las monedas de oro que había enterrado el marido antes que lo atropellaran. Pero como yo sabía que eran puras
leseras pa matarme, me tapé los oídos así. (lo hace) ¡Y ahí fué aonde me mandé contra un árbol! Por eso tuve que quedarme a
arreglar el camión”.
Eva : ¿Y ella creía esas mentiras? Era harto pava entonces po.
Huinca : Yo no sé si le creía, pero eso era más bonito que creer cualquier otra cosa. Otras veces le salía con que se había topado con
el Trauco, con el Invunche o con cualquier demonio. Nosotros nunca vimos na de eso; lo único que vimos en todos juntos fue
cuando el camión quedó preso en el monte de la esperanza.
Eva : ¿Preso en la esperanza?
Huinca : Claro, detenido, o sea que no quiso andar más. Fue por allá por Cauquenes, justo a la hora de la oración, cuando la tierra
está tibia y dorada igual que una presa de pescado frito. Íbamos saliendo del monte, cuando el camión empezó a toser y se
paró. «Bájate a ver qué pasa, Pedro», le dijo mi papi a mi hermano. «No –dijo mi mamá-; esto tienes que verlo tú». Entonces,
mi taita se baja y pega el tremendo grito: «¡Al camión le están saliendo raíces, al camión le están saliendo raíces!». ¿Qué te
parece?
Eva : Te pasaste, ahí sí que te pasaste.
Huinca : No, si era cierto, todos vimos la cuestión. Y mi mamá se reía nomás. Entonces llegó un huaso con una yunta e bueyes y
empezó a tirar, después llegó otro y otro, pero no había caso, mientras más tiraban, más raíces le salían al camión. Empezó a
llegar gente de los pueblos que habían cerca de ahí, Huechehue, Tutuben, y hasta de Chegua. El sol se escondió y volvió a
salir, y seguía llegando gente a mirar y a tirar de las cuerdas, pero el camión no se movía ni media pulgada. Y en eso le
empezaron a brotar alas por todas partes; Y las alas lo tiraban para arriba y las raíces lo sujetaban, así que el pobre camión
empezó a crujir como loco. Menos mal que en eso bajó del monte un viejo más viejo que todos y les dijo cómo era la cuestión:
o sea que por ahí, por el monte de la esperanza, no podía pasar nadie que no estuviera de acuerdo, así que si el viejo quería
tener alas y mi mamá soñaba con raíces, el camión no iba a salir nunca más de ahí; mira el problemita.
Eva : ¿Y qué pasó?
Huinca : Mi papá y mi mamá se corrieron para un lado a conversar; yo me acerqué al viejo, porque me tenía muy intrigado y le
pregunté que cómo podía vivir tan solo por ahí. «El hombre es un desierto poblado por la esperanza», me dijo.
Eva : Pero de qué hablaron tu mamá con tu papá.
Huinca : Ah, ella le dijo que le iba a dar la mitad de las raíces que soñaba, y él le dijo que le iba a dar la mitad de las alas que tenía.
Entonces, el camión quedó libre y pudimos seguir. Pero no sé si cumplieron, porque yo me bajé al poco tiempo... ¿Por dónde
andarán ahora?
Eva : Por ninguna parte, de ellos ya no tiene que quedar ni la sombra de los huesos.
Huinca : La gente no se muere, se cambia de casa, así como lo voy a hacer yo.
Eva : ¿Y los gusanos? ¿Qué me dices de los gusanos? A ellos no les vienes con tonteras, ellos te pillan tieso y comen nomás.
Huinca : (Molesto) Gusanos...
Eva : Claro que te van a comer los gusanos, ¿o tienes rompe filas tú?
Huinca : No te cuento ni una cosa más. Habla tú ahora.
Eva : Yo no tengo nada que contar.
Huinca : Habla nomás, si aquí estamos entre amigos.
Eva : Es que es cierto. Cuando a una no la ha querido nadie, es igual que si no hubiera vivido; o sea que se levanta y se acuesta, y
esa es toda la vida. Yo me quedé con todo lo que tenía adentro, o sea eso que se les da a los hijos y al marido... ¿No has visto
tú que algunas mujeres cantan mientras hacen las cosas en la casa? Es por eso, porque han encontrado a quien darle lo que
tenían adentro, pero a mí no me quiso recibir nadie el cariño. Es igual que si la vid hubiera sido un río y yo me hubiera quedado
sentada en la orilla viendo pasar el agua.
Huinca : Chistosa la cuestión: yo no me quise amarrar nunca, y tú lloras porque no te amarraste. (Suspira) Bueno, así es la vida.
Eva : Claro, así (Se para) ¿Se puede hacer fuego allá afuera?
Huinca : Sí, yo creo que sí. ¿Para qué?
Eva : Para hacer té, no vamos a comer puro causeo, tenemos que tomar té.
Huinca : (Escandalizado) ¿Té? ¡Cómo se te ocurre que vamos a tomar té con el causeo, criminal! Es igual que si quisieras comer
sandía con huevos fritos: vino, tenemos que tomar vino. Pucha que eres reaccionaria tú.
Eva : ¿Reaccionaria? ¿Qué es eso?
Huinca : Reaccionaria, o sea que tienes ideas absurdas en la cabeza: se nota que no lees los diarios tú ah.
Eva : ¡Pucha, es que yo quiero tomar té, no vino!

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Huinca : Y yo quiero tomar vino, no té.
Eva : Bueno, tú tomas vino y yo tomo té.
Huinca : (Sorprendido) Bah, pucha que es fácil arreglar las cosas. ¿Y cómo anda todo tan patas para arriba, entonces? (Se encoge de
hombros) Bueno, ¿tienes todo listo?
Eva : Falta hacer el té no más.
Huinca : No, yo te digo aquí. ¿Está todo cómo quieres? ¿Esta cuestión es una casa?
Eva : Ah, para eso dices tú. (Mira en derredor) Sí, esta es una casa...
Huinca : Ya po, listo nomás (Saca la armónica). Salimos para fuera, yo te toco algo y tú entras... ¿Estás lista?
Eva : Sí... ¿Pero tú crees…?
Huinca : Claro, apechuga no más, para que tengas algo que contarle a tus nietos.
Eva : No lesees po

Salen. El Huinca toca la armónica desde afuera. Eva entra, observa todo con tierno, deslumbrado interés. Recorre, palpa, se
emociona. La casa entra en ella como la visita del agua al desierto. Se sienta en uno de los cajones. Luego –aún un simulacro de
equidad es mucho para ella- llora, se tapa la cara con las manos.
Breve apagón.
El viento de la injusticia se escucha de nuevo.
El Huinca tirado en la cama. Eva lo regaña.

Eva : ¿Por qué hiciste eso? ¿Qué no sabes que te hace mal?
Huinca : Era para celebrar po. Estabas tan contenta.
Eva : Mentira. Mira cómo quedaste otra vez. Pucha, si no quieres vivir más porque no pones de una vez ese zapallo que tienes de
cabeza debajo de las ruedas de un camión.
Huinca : No, los camiones son sagrados. Pero no me retes más, si ya estoy bien. Ayúdame a pararme para ir a partirte unas tablas, y
déjate de reclamar tanto.
Eva : No te ayudo ni una lesera.
Huinca : Si es un empujoncito nomás, después parto solito. No te pongas caldo e chancho po, ¿no ves que así es como se aburren los
maridos después?
Eva : No me vengas con esa, ya te conozco ya. Yo no ando tan triste para que…
Huinca : De un loco y de una triste tiene que salir un revoltijo más o menos. No seas lesa, no desaproveches la ocasión ahora que
ando volando bajo.
Eva : Qué iba hacer contigo yo, si eres más flojo que las tortugas.
Huinca : Es que yo no soy para el bolsillo, yo soy para el corazón. O sea que tú ganas para vivir y yo te doy algo por qué vivir. Me
parece un trato justo.
Eva : ¿O sea que más encima de loco y borracho, eres cafiche?
Huinca : Como es la diuca es el nido, pos mijita. Cadaa oveja con su pareja.
Eva : Entonces, tendrías que casarte con otro pedazo de caca nomás po, charqui de uva.
Huinca : ¿Siempre te pones tan romántica cuando te declaran el amor?
Eva : Ya po, corta el leseo.
Huinca : No, es que a lo mejor es cierto que me estoy enamorando de ti; total, se han visto muertos cargando adobes... ¿Cómo te
llamas?
Eva : ¿Para qué preguntas, si los únicos nombres que te gustan a ti son Santa Rita o Santa Carolina.
Huinca : No, si no te corras, yo te hablo en serio… ¿Cómo te llamas?
Eva : Meh, cómo no vas a saber.
Huinca : No, ¿no ves que todos te dicen... así como te enojas?
Eva : Me llamo Eva.
Huinca : ¿Eva? (Riendo) ¡Con razón te echan de todas partes! Chis, te correteo hasta Dios y no te van a corretear aquí abajo, que son
como aguja para echar a la gente.
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Eva : No empieces a molestar po Huinca, estamos conversando tan bien.
Huinca : ¿Estamos bien?
Eva : Digo yo... ¿Y tú, cómo te llamas?
Huinca : Luis. Huinca para los amigos y Huinquita para los íntimos. Pero se acabó la conversación, anda a hacer fuego para que
tomes té, mira que se está pasando mucho la hora.
Eva : Chis, pucha que eres lanzado, inventaste recién el casamiento y empezaste a mandar al tiro, pololea primero patudo.
Huinca : Oye, son bromas no más, ¿ah? No vas a estar agarrando papas.
Eva : Cómo se te ocurre que voy a agarrar papas contigo, si sé que hablas puras cabezas de pescado.
Huinca : ¿Y entonces por qué se te alumbró tanto la cara?
Eva : ¿Cómo se me va alumbrar la cara? Si no soy ampolleta. (Ríe. Sale)
Huinca : ¿A dónde vas?
Eva : A hacer fuego, don Luis.

Instantes más tarde se escucha ruido de tablas al partirse y luego, chisporroteo de fuego. Después Eva canta. El Huinca la escucha
extrañado. Luego saca la armónica y la acompaña. Cuando termina.

Huinca : (Gritando hacia fuera) ¡Sigue, cántate la otra! (Eva no contesta. Toca unos compases, pero tampoco obtiene respuesta. Entra
Eva en un estado entre temeroso y asombrado)
Eva : No hay nadie. Allá afuera no se ve ni un alma...
Huinca : Bah, ¿y que no te dije que se los llevaron a todos?
Eva : Es que para donde mires, no hay nadie. ¿Para dónde se los llevaron?
Huinca : No sé.
Eva : Asómate. Está igual como te gusta a ti: el sol se está escondiendo, todo está callado y no se ve a nadie por ninguna parte.
Huinca : (Interesado) ¿En serio?
Eva : (Yendo a la puerta) Ven po.
Huinca : (Intenta levantarse) No, el viejo no me quiere soltar las tripas todavía.
Eva : (Mirando hacia fuera) Parece que estuviéramos desterrados... Pero no da miedo; es como si, las cosas fueran a empezar
recién...
Huinca : ¿Qué cosas?
Eva : Ven, ven a ver.
Huinca : (La mira preocupado) Dame un trago será mejor, no estés hablando leseras.
Eva : No, no te doy más tragos. Y no te voy a convidar causeo tampoco, te puede hacer mal.
Huinca : Ya no hay nada que me pueda hacer mal; o sea que no importa.
Eva : (Se acerca a él, se sienta en la cama) ¿Y si vivieras?
Huinca : ¿Vivir? ¿para qué?
Eva : No sé, para que vivas… Vieras lo lindo que esta allá afuera; está todo como limpiecito no hay ni una bulla, y parece que hasta el
aire se hubiera quedado parado para escuchar no sé qué cosa…
Huinca : No es allá afuera (le toca el pecho): es ahí.
Eva : (Se toca) ¿Aquí? (Se queda pensando) ¿Tú crees que yo?... Córrete, fresco ¿crees que estoy enamorada de tí? (Sobradora)
Chis, yo he tenido…
Huinca : A nadie, para el corazón no has tenido nunca a nadie; así dices a cada rato.
Eva : Claro a nadie. (Se para) No conocí ni a mi mamá siquiera.
Huinca : ¿Y la vieja que decías que cantaba tan bonito?
Eva : Era una vecina. Yo me crié con una tía medio loca que hacía jabones… Me echó cuando tenía como catorce años; o sea que yo
me fui.
Huinca : ¿Para dónde?

20
Eva : Para donde nos vamos todos los que no tenemos nada: para ninguna parte, para la calle. Me hacía levantar a las seis de la
mañana a prender el horno pa empezar a lesear con el sebo y la soda caústica. Y en invierno el sebo amanecía duro como
fierro, así que había que desarmar los barriles para sacarlo. Y encima ella se curaba y me retaba por todo.
Huinca : Ya no se puede hacer nada, quédate callada mejor.
Eva : Vivíamos solas en una tremenda casa… Nunca me llamaba por mi nombre, me decía siempre «Coja», hasta cuando hablaba
con la gente me decía así «La coja le va a llevar los jabones»; «La coja va a pasar a buscar eso»; «La coja no ha terminado de
cortar todavía»…
Huinca : Eso ya pasó, ya lo sufriste.
Eva : … En las tardes se lavaba bien y se llenaba la cara con polvo de arroz, se pintaba los labios y se ponía a pasear por el sitio,
como si estuviera esperando a alguien, y hablaba sola; a mí me daba miedo porque parecía un fantasma… De repente se
quedaba parada, como si estuviera escuchando algo; y después empezaba a retar a la señora del lado: “¡Cállate, cállate, vieja
desgraciada, que no me dejas oír si él viene!”, le gritaba. Y entonces se ponía a llorar y a tomar vino, tomaba hasta que
quedaba botada en el suelo, llorando a sollozos, pero yo no me le podía acercar, porque me tiraba con las botellas o con lo que
tuviera a mano…
Huinca : ¿Para qué me cuentas todo eso?
Eva : ¡Para que sepas po, para que sepas!… Y después que me fui, fue peor porque cuando una no puede entrar a ninguna parte
tiene que botarse a puta, y cuando una trabaja en eso lo único que hacen los cabrones y los cafiches es pegarte; te pegan igual
si les das harto o les das poco, porque la perra contenta no le hace empeño.
Huinca : No me cuentes más. Yo sé que la has pasado muy mal en la vida, pero yo no puedo hacer nada. Es cierto, aquí no hay nada
para los que no vinimos con un cuchillo en la mano… En cambio al otro lado…
Eva : (Se para enojada) El otro lado, el otro lado, qué te llenas tanto la boca: allá no hay nada, aquí es donde vale todo… Y para que
sepas, esa parte adonde quieres ir a esperar tampoco está; ya no hay nada ahí.
Huinca : ¿Cómo que no?... ¿Qué estás diciendo?
Eva : Que no está. Ya no hay nada.
Huinca : ¿Cómo que no va a estar? ¡Yo estuve ahí!
Eva : ¿Cuándo?
Huinca : No sé, hace tiempo pero estuve ahí.
Eva : Estarías, pero ahora hay un solo peladero. Yo fui para allá.
Huinca : ¿Y cómo no me habías dicho?
Eva : Para qué, que mal te iba hacer creer en eso.
Huinca : ¿Cómo creer? ¡Es mi lado, es mi lugar!… ¡El río!… ¿No ves como estás mintiendo?: el río no se lo pueden haber llevado!
Eva : El río no; pero ya no hay casas ni árboles por ninguna parte: botaron todo.
Huinca : No puede ser, eso no te lo voy a creer nunca. Tú quieres amarrarme, eso es lo que quieres, por eso inventaste eso,
(Autoconvenciéndose) ¡Claro, por eso fué!… ¿Verdad que es por eso?
Eva : No, no he inventado nada, Huinca: es la pura verdad.
Huinca : …Ese lugar existe, y el otro lado también. Pucha, si tú conocieras… Allá todo es tan distinto, tan bonito… Las casas son de
madera y están apartadas, no una al lado de la otra como aquí, están a media cuadra de distancia, para que pueda haber
espacio para las plantas y para todo eso; la mayoría son claritas. (Eva lo observa con lástima y ternura) Y todo está lleno de
ese sol que no quema, que no hace transpirar, de ese sol que alumbra y entibia no más. No hay micros, no hay autos, y como
no hay pobres no se conocen patrones, carabineros ni hospitales. Allá no se sabe lo que es el hambre ni los calabozos, ¿por
qué, quién va meter preso a alguien que es igual que uno? ¿Quién le va a negar la comida a alguien que es igual a ti?... Pucha
que es distinto allá, pucha que es lindo… ¿Me vas a acompañar?
Eva : Ya es muy tarde, Huinca. (Señala hacia fuera) Mira, el día ya se está muriéndo.
Huinca : ¿Mañana entonces?
Eva : Claro, mañana.
Huinca : Si es mejor; porque parece que está empezando hacer frío… (Contento), Pucha, estoy seguro de que allá te voy a encontrar
en una de las fogatas.
Eva : ¿Fogatas? ¿Cuáles fogatas?
Huinca : Esa es otra costumbre que hay allá. Se juntan varias familias y hacen un fuego al medio del campo, ¿sabes para qué? para
esperar el amanecer, para verlo todos juntos. Y a veces, mientras esperan, bailan una cuestión parecida al vals… Ahí es donde
te voy a encontrar alguna vez… ¿Te imaginas lo contentos que nos vamos a poner?
Eva : ¿Y para qué vamos armar ese tremendo cahuín para encontrarnos? ¿Qué no me estás viendo aquí?

21
Huinca : Claro, es que…
Eva : No, si no vengas con “es que”. Hay que ser harto pasado por agua tibia para pegarse el tremendo viajecito, para hacer algo que
uno puede hacer aquí. A un puro pasado por la cola del pavo como tú se le podía ocurrir algo así. (Ademán de salir) Voy a ir a
ver si ha hervido el agua.
Huinca : Espérate… ¿Eso que decías de que allá no había nada, ¿no era cierto, verdad? ¿Para qué iban a botar las casas y los
árboles?
Eva : Los únicos que saben por qué hacen tira las cuestiones, son los que las hacen tiras no más, pregúntales a ellos. (Sale regresa
con la tetera. Comienza a revolver la ensalada) Ya, anda acercándote, esta cuestión está lista.
Huinca : Tengo los pies muy hinchados, no me hallo capaz para andar.
Eva : Entonces espérate un rato para ir a trabajar un poco y te traigo en taxi. (Rie)
Huinca : Buena oh. Pucha que has cambiado.
Eva : La buena vida que me estás dando tú po. Y con esa tremenda agilidad que tienes ahora quizás adonde vamos a ir a parar. Ya,
ven.
Huinca : No puedo, en serio: no puedo andar. (Mirándoselos) Pucha, como se le pueden hinchar tanto los pies a un cristiano… (Eva lo
mira sonriendo) Pero no te rías po. Yo una vez tuve un perro que murió hinchado. Pero no de cirrosis, ¿ah?, él no le hacía al
trago, era lacho, eso sí, lacho y rosquero. Se llamaba «Torreja», o sea que yo le puse así. Lo conocí una vez que lo venía
persiguiendo un caballo para darle la fleta9: bueno, primero le echó él la caballería encima de puro peleador que era, pero el
caballo andaba de malas, porque parece que lo había retado la yegua; así que el pobre «Torreja» le cayó como anillo al dedo
para descargar la rabia. Era por allá por Temuco, o parece que esa vez yo andaba por otra parte. La cuestión fue que el caballo
lo acorraló en una pirca y le iba empezar a pegar, cuando vengo y lo agarro a piedrazos, entonces el caballo se paró y me pegó
una mirada así como diciendo «Bueno, ¿y a ti quién te pasó la guitarra?» Y entonces el «Torreja» aprovecha que está
descuidado, da un salto y le muerde un testículo. ¡Pucha, qué manera de gritar ese pobre caballo! Si esta cuestión fue en la
mañana, pero en la tarde todavía…
Eva : (Riendo) ¡Ya, déjate de contarme mentiras, yo no quiero saber nada!
Huinca : Chis, re buena, yo no puedo comer, no puedo andar, no puedo tomar, y ahora no quieres que hable. Pégame una patada en
los ojos para no mirar también.
Eva : (Va hacia él, lo queda mirando) ¿Sabes que más?, vamos a aclarar al tiro un asuntito los dos. Si esta cuestión no la tienen que
hacer los puros hombres, y menos cuando son tan caídos del catre como tú: ¿Estás interesado en mí?
Huinca : (Sorprendido) ¿Interesado?,,, O sea tu dices…
Eva : Claro po, para qué te haces el leso. Si yo sé, una se da cuenta.
Huinca : Pero de qué… No te pongas difícil.
Eva : ¿Sabes lo que te estoy diciendo o no?
Huinca : Es que… o sea que… Claro.
Eva : (Perdiendo sus arrestos) Ya po, tú tienes que hablar, yo ya te dije.
Huinca : Bueno po: eso. ¿Y tú?
Eva : Yo también po, por eso te digo.
Huinca : Pero dime po.
Eva : Tú tienes que decir, tú eres el hombre… O sea que hay que… ¡Pucha, yo no sé oh!
Huinca : Yo tampoco, si no es así no más la cuestión. ¡Pero haz algo!
Eva : Haz tú… A mí me da vergüenza… Ya po.
Huinca : Tienes… Tiene bonitos los ojos.
Eva : Y tú no eres tan… Ya po; es que es distinta la cuestión, no es llegar y… Pucha, me tienes que decir otra cosa.
Huinca : Cabréate po, córtala.
Eva : ¡Estás colorado!
Huinca : Córrete, mire que me voy a poner colorado… ¡No te rías po!
Eva : Si no me estoy riendo… Es que… Pucha, ¡es que tienes que abrazarme po pajarón!

(Se abrazan.

9
Golpearlo.
22
Breve apagón. Vuelve a sonar el viento del cuervo rencor humano. El Huinca está poniéndole diarios que simulan un mantel a la
mesa. Todo está, en la medida en que eso pueda notarse, limpio y ordenado.)

Eva : (Que se ha peinado de otra manera, entra agitada, descompuesta) ¡Huinca, nos tenemos que ir!
Huinca : ¿Ah?
Eva : ¡Nos tenemos que ir, van a demoler esta cuestión!
Huinca : ¿Cuándo? ¿Por qué la van a demoler?
Eva : ¡Había unos gallos midiendo y yo les fui a preguntar: dijeron que iban a venir con unas máquinas para limpiar esto.
Huinca : ¿Les dijiste que estábamos aquí?
Eva : No, les dije que andaba cachureando.
Huinca : Está bien. (Suspiro) Qué vamos a hacerle. ¿Alcanzamos a comernos el causeo dieciochero?
Eva : ¡Cómo nos vamos a poner a comer, nos tenemos que ir!
Huinca : ¿Para dónde?
Eva : ¿Para dónde?, no sé…
Huinca : (Se queda pensando) Buena la cuestión.
Eva : ¿Buena?
Huinca : Claro, habíamos encontrado la última casa del mundo y también vienen y la quitan, tu gente está cada día más loca. Sigamos
con la fiesta nomás, a esos no se les puede entender qué quieren.
Eva : ¡Pero es que vienen a echar abajo esto, no entiendes!
Huinca : La que no entiende eres tú: yo te dije que aquí abajo todos los encuentros duran hasta que los demás quieren. Pero no te
preocupes, todavía nos queda un resto. Y ese resto que nos queda es mejor que todo lo que has vivido, no puedes
despreciarlo. Mira (Señala en derredor): la casa está lista, la mesa está puesta y el corazón está contento, qué más quieres.
Eva : ¡Pero ellos estan allá afuera!
Huinca : Eso no importa: esto es lo que querís tener tú, ahora que lo conseguiste no puede dejarlo botado. Yo no creo en esto,
prefiero irme pal’ otro lado, que es seguro; pero no te voy a echar a perder la alegría, porque ahora eres mía y esta es una
manera de defenderte, así que dale nomás; aquí vamos a celebrar en una sola, todas las fiestas que no hemos celebrado. Ya,
muévete, dale color, que es dieciocho y nos queda poco.
Eva : Pero… ¿Y después?
Huinca : (Mirando) ¿Está bien con estas aguirnaldas o quieres poner más? Pucha, me acuerdo de un dieciocho que pasé una vez allá
en…
Eva : (Intranquila) Claro, es mejor no pensar en nada. Voy a ver si hirvió el agua.
Huinca : ¿Para qué quieres agua?
Eva : Para el té.
Huinca : ¡Cómo vamos a tomar té con causeo y en pleno dieciocho! Tú sigues igual que antes de mala de tu cabeza: vino, hay que
tomar vino.
Eva : ¡Pero yo quiero té, no vino!
Huinca : (Le toca la cara) Yo quiero vino, no té.
Eva : Ah, estás lesiando. (Va, vuelve sin nada) Todavía no hierve… (Contenta) ¡Parece que se fueron, Huinca!
Huinca : No te alegres mucho, a lo mejor fueron a buscar dinamita para terminar la pega de un viaje y irse a celebrar. (Ríe) ¡Ya te veo
volando por el aire!.
Eva : (Acercándose a él) ¿En serio que no tienes miedo?
Huinca : No, cómo voy a estar contento y voy tener miedo. Ya, yo me siento aquí en la cabecera (Lo hace), porque soy el jefe de la
familia, tú ahí al medio. Dale.
Eva : (Revolviendo el cauceo) Todavía no está el agua, no te dicen. Yo he visto que las mujeres no comen nunca tranquilas, porque
tienen que llevarse parando a hacer cosas, pero aquí no va a ser así.
Huinca : ¿O sea que quieres ser emancipada?
Eva : ¿Qué’s eso?
Huinca : Mira, anda por ahí no más con hacer tu pega pero sin cobrar.
Eva : ¿Por amor? Lindo po.
23
Huinca : No, no me vengas con leseras. Ya, anda a buscar el agua.
Eva : No ha hervido todavía, patrón.
Huinca : ¿Sabes?, estas igual que una vieja que conocí allá en la Unión: haces puro teatro con la comida.
Eva : ¿Qué vieja? ¿Ya me vas a contar otra mentira?
Huinca : ¿Cómo que mentira? (Ofendido) ¿Crees que te cuento mentiras?
Eva : No, son bromas. Me gusta que me cuentes esas cosas. (Pausa) igual que siempre: yo hago cosas y tú cuentas historias. (Mira
hacia afuera) ¿De qué te acordaste ahora?
Huinca : De una vez que la muerte amaneció en mi hermana, por allá cerca de la Unión, un pueblo que viene a quedar entre Valdivia y
Osorno. Como no la podíamos velar en el camión, tuvimos que pasearla con toda su muerte por el pueblo, hasta que un viejo
nos prestó una pieza donde guardaba las cosas para el invierno. Me acuerdo que estaba lloviendo a chuzo y por las rendijas
entraba un frío que nos llegaba a poner moradas las manos y la cara. Cuando ya estábamos medio congelados, los dueños de
la casa prendieron un tremendo brasero y se quedaron con nosotros. (Eva mira hacia afuera tratando de escuchar) Pero como
era la primera vez que veían un velorio tan rasca, nos daban unas miradas de lobos, y a cada rato le decían al viejo: “Los
velorios de por acá son con guitarra, con comida”. Mi taita se hacía el leso, o les mostraba a mi mamá, que no paraba de
mirarle la muerte a mi hermana. -¿No ves que todos saben que para el otro lado hay que irse contento? –(Eva asiente, sin
dejar de mirar hacia afuera). Bueno, la cuestión fue que ya estaba amaneciendo, cuando una vieja flaca como un cuchillo, se
paró y puso una tetera al medio de las brasas. Pero la alegría nos duró re poco, porque cuando hirvió el agua, la vieja
mandinga se mandó como diez mates seguidos, y después empezó a cebarle al viejo y a un guasteco re grande, que había ido
creyendo que la cuestión era con fiesta; así que justo cuando nos tenía que tocar a nosotros se acabó el agua. Después
cuando puso más y estuvo lista, a los perlas les había dado sed otra vez y pasó la misma cosa. “Los velorios de por aquí son
con guitarra, con comida”, decían enojados, mientras soplaban el matecito para tomárselo. Pucha, yo creo que de entonces se
me quedó pegada esta sed tan grande adentro. (Pausa) Chuta que pasamos cuestiones con los viejos… ¿Por dónde andarán
ahora? (Animoso) ¿Te imaginas cuando yo ande por ahí y vea el camión a lo lejos?
Eva : ¿Adónde lo vas a ver?
Huinca : Allá po, al otro lado. ¿Te gustaría conocerlos, Eva? Somos cuatro hermanos, dos mujeres y dos hombres, mi mamá…
Eva : (Sorprendida) Eva… ¿me dijiste Eva?
Huinca : Bueno, ¿y que no te llamás así?
Eva : Claro… Es que… O sea que a mí nunca me habían dicho así... (Emocionada) Parece que fuera otra persona.
Huinca : Y otra persona eres; hasta te peinaste de otra manera.
Eva : ¿Te diste cuenta?
Huinca : Justo, ¿Y yo, cómo quedé? Pucha, con el caracho lavado y esta peinadita, parezco bacán, ¿ah? Pucha, pero tú sí que te
pasaste para cambiar; chuta que tienen razón en el campo cuando dicen: “En la cara, agua limpia; que lo demás lo hace Dios”.
Y a ti te lo hizo harto bien, si lo que pasaba era que te estucabas mucho: ahora vas a tener que andar con cuidado en la calle
para que no te roben los gitanos. (Antes que ella pueda contestarle) Bueno, ¿me vas a dar comid o no? ¿Quién es el hombre
aquí?
Eva : (Contenta) Pucha que eres cargante oh, si te voy a dar. (Se acerca a él) ¿Tú crees que… (Confundida) Crees que…
Huinca : ¿Qué?
Eva : Nada, o sea, que tú y yo…
Huinca : ¿Adónde?
Eva : En cualquier lado, como toda la gente.
Huinca : Lo mejor que me ha pasado es verte contenta, pero no te vuelvas loca; nosotros no somos como toda la gente, aquí no; al
otro lado sí, pero aquí es distinto: aquí ya no me dejan ni andar por la calle.
Eva : Pero ahora no te van a llevar preso, yo voy a estar siempre a tu lado.
Huinca : A ti también te van a agarrar, ¿o ya se te olvidó lo del reloj? Ellos no saben que tú quieres pagar, que quieres ser como
todos; o sea, saben, pero no les importa. No, aquí no tenemos adonde ir, aquí está todo arreglado para que no tengamos nada:
lo que tenemos que hacer es irnos para la casa grande.
Eva : ¿Y por qué no podemos tener una casa aquí… En estos días la vida me entregó todo lo que me había escondido… ¿Te
acuerdas que yo te decía que una casa no se llenaba con puros muebles, con puras cosas? ¡Ahora tengo todo lo que me
faltaba! Mira (Le muestra como si tuviese algo entre los brazos), no se ve, pero lo tengo todo aquí. (Pausa) ¿Qué voy hacer con
todo esto? ¿Para qué me lo devolvió entonces?
Huinca: Te las dió para que te las llevaras para donde están las tierras buenas; para el lugar donde nos vamos a hacer una casa con
cobertizo, para sentarnos a mirar en la tarde cuando se va entran…
Eva : ¡Pero es que nosotros estamos vivos, estamos vivos!

24
Huinca : Qué sacas con estar viva si todos creen que estas muerta, oh. Aquí está vivo el que tiene plata nomás, los demás estan
todos muertos; yo los he visto bien: quieren entrar a un teatro y no tienen plata, quieren comprarse ropa y no tienen plata:
quieren comer y no tienen plata… yo no he necesitado nunca nada, por eso lo he pasado bien, pero he vivido entre puros
muertos; ahora creen que uno ha muerto hasta porque no tiene corbata: por eso me cansé y quiero irme… ¡Por qué crestas he
durado tanto! No sé que porquería de cirrosis me dio; no es la misma que le dio a los cabros.
Eva : ¿No? (Absurdamente ilusionada) ¡Claro, si te hubiera dado firme ya te habrías reventado! A lo mejor… ¡A lo mejor tú tienes
remedio!
Huinca : No, esta es peor; me está trabando entero, me está dejando como…
Eva : ¡Claro, tienes remedio!… Yo voy a trabajar harto y vamos a comprar cuestiones para que te mejores, vas a ver. (Se arregla el
pelo, se estira la ropa) Ahora que dejé de tomar, ahora que no ando cansada, puedo ganar plata: siempre he ganado; no
vamos a estar muertos, vamos a tener para todo… Mira (le muestra la pierna), ya no tengo nada en la pierna, ya se me
borraron todas las marcas, puedo trabajar.
Huinca : ¡No, ya no puedes trabajar en eso!
Eva : ¿No?
Huinca : No. Ahora eres otra cosa; no vas a trabajar más, nunca más de prostituta: ahora eres mi mujer. Pero mujer de verdad, yo no
soy cafiche.
Eva : ¿En serio?… ¿En serio que me quieres, Huinca? ¿Me quieres de otra manera?… ¿Así como a las que no son chimbirocas?
Huinca : Claro, te quiero como mujer. (Pausa, se queda mirándola) Oye, pero nosotros no nos hemos casado, estamos viviendo
emancebados. ¿Te quieres casar conmigo?
Eva : (Cortada) Ya po, no empieces otra vez, no te pases.
Huinca : No empieces tú, ¿No ves que yo tampoco entiendo mucho de esta cuestión. Dime po.
Eva : Ya.
Huinca : (Se para) Flor. ¿Qué se hace primero, la cuestión de la iglesia o la del civil?
Eva : Parece que es primero el civil.
Huinca : Entonces estamos fregados, porque Dios está en todas partes, pero para ir al civil hay que tomar micro. Y tú sabes que si
salimos de aquí… (Gesto de degüello) Pero no importa, ven para acá, que el amor es el que vale. Nos abrazamos, nos
mandamos un par de besos guachos; enseguida un trago, y nos declaramos marido y mujer hasta que la cirrosis nos separe.
¿Qué te parece?
Eva : (Yendo hacia él) No es así. Cuando no hay curas ni civil, hay que ponerse uno al lado del otro y cerrar los ojos un rato.
Huinca : ¿Quién te dijo eso?
Eva : Nadie, pero así tiene que ser.
Huinca : (Poniéndose en pose) Ah, bueno, hagámoslo.
Eva : Pero cuando uno se casa así, no se puede separar más, porque es la vida la que los casa.
Huinca : Dale nomás, si yo te dije que nos casáramos. ¿Qué hay que decir?
Eva : (Cohibida) Nada, o sea que me quieres y que te casas conmigo; yo digo lo mismo; pero sin hablar, hay que decirlo para uno no
más.
Huinca : Ya, macanudo.

(Lo hacen. Luego se abrazan. El Huinca ríe nerviosamente.)

Eva : No te rías Huinca, no te rías.


Huinca : Si no me estoy riendo… es que no hallo que decir… Ya, señora Eva, córtela… ¿No ve que yo no he llorado nunca? (Se
separan abochornados) Pucha, me acuerdo de un viejo que decía que aquí todo era puro barro, entonces una vez abrió una
puerta para arrancar, y al otro lado encontró otra puerta cerrada, viene, la abre, ¿y que no encuentra otra puerta cerrada?
Entonces miró para atrás así y…
Eva : (Vivamente) ¡El barro, el barro medicinal! ¡Ahora me acuerdo!
Huinca : ¿El barro? ¿Cuál barro?
Eva : ¡Hay un barro medicinal re bueno, se pone en el cuerpo y sana todo. Yo vi una vez una señora que…
Huinca : No oh; si ya no hay caso. Eso que dices es igual que si un tren me hubiera cortado los brazos y me los quisieras hacer crecer
con ventosas.
Eva : ¿No quieres vivir?... ¡Nos casamos!
25
Huinca : Y fue para siempre, así que ahora te tienes que ir obligada conmigo. Me acuerdo que una vez pasó un caso parecido al de
nosotros, por allá por Curanilahue… (Eva queda en suspenso. Lo hace callar con ademanes) ¿Qué te pasa?
Eva : ¿Escuchaste?
Huinca : (Tratando de oir) No, no siento nada, ¿qué cosa?
Eva : ¡Las máquinas, trajeron las máquinas!
(Se escucha un lejano ruido de máquinas)
Huinca : (Poniendo atención) Claro, son las máquinas.
Eva : (Acercándose a él) ¿Qué vamos a hacer, Huinca, qué vamos a hacer?
(El ruido se escucha más fuerte. Luego se detiene bruscamente.)
Huinca : (Va hacia la mesa) Ya, cuando se casa tiene que celebrar. Ven. Ya con mayor razón ahora que es dieciocho. (Tañe una
cueca)
Eva : ¡Déjate; déjame oir! (Escuchando) Pararon.
Huinca : ¿No vís? A lo mejor era una cuestión que iba pasando. Ya, ven a sentarte.
Eva : No, eran las máquinas.
Huinca : (Sentándose) Bueno, asómate.
Eva : (Asomándose tímidamente) No veo nada.
Huinca : ¿Y gente?
Eva : Tampoco.
Huinca : ¿No te decía yo? (Pausa) ¿Y si fuera el camión?
Eva : ¿Qué camión?
Huinca : ¡El camión de mi papi, a lo mejor es él: anda a ver.
Eva : ¡No, no quiero, son las máquinas! Tenemos que irnos; tienen que estar viendo por que lado van a empezar a demoler.
¡Vámonos, Huinca! (Se escucha ruido de máquinas) ¡No ves, ya empezaron, vámonos!
Huinca : ¡No seas tonta, esas máquinas te van a perseguir para donde vayas, no le eches tu vida a los perros, ándate conmigo!
Eva : ¡No, párate, párate!
Huinca : (Se para) ¡es cierto, todo lo que te digo es cierto, Eva, tienes que creerme: al otro lado nos están esperando!
Eva : (Acorralada) ¿Verdad que es cierto, verdad?
Huinca : ¡Claro, cuándo te mentido yo! (El ruido de las máquinas que van arrasando la población aumenta en intensidad) ¡Acuérdate
que hay que entrar cantando!
Eva : ¡No, así no: yo no me quiero morir!
Huinca : (Canta y baila ciegamente) ¡La rosá, la rosá con el clavel…
Eva : (Angustiada) ¡No, Huinca, no; déjate!
Huinca : ¡Viva el dieciocho, mierda! Mi vida, hicieró, hicieron un juramento…

(Descontrolada, Eva sale, entra, escucha los ruidos. (Crujir de tablas al quebrarse) Eva corre y toma su atroz cartera. Se para ante la
puerta, mira al Huinca, que canta y baila rabiosamente. Se arremolinan en ella los recuerdos de su feroz pasado: su encuentro con el
Huinca, y ese futuro de locura, que es, finalmente, lo único con forma de esperanza que la vida ha puesto frente a ella. Entonces se
pone a cantar y bailar, primero con temor, luego con enajenada decisión. Las cosas crujen, se vienen abajo.
Queda sólo el ruido de las máquinas.)

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