El Libro de La Sabiduria de Dios

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1

CONTENIDO

Introducción............................................................. 2
Problemas que resolver.......................................... 4
Revelación, inspiración e iluminación................... 5
¿Profetas con una luz mayor?................................ 16
¿Qué significado le dio Elena G. de White a la
“luz menor”?............................................................ 19
Un desorden bien ordenado................................... 26
Estrategias divinas para que los profetas
escribieran voluntariamente lo que Dios se había
propuesto................................................................ 27
.....
Estrategias divinas para que la Biblia mantenga
siempre unidos los pensamientos del hombre con
la mente de Dios..................................................... 29
Estrategias divinas que permiten al hombre elegir
libremente su propio destino................................... 29
Estrategias divinas para que la Revelación nunca
sea destruida por sus enemigos............................. 31
Estrategia de Dios para dar lugar a la obra del
Espíritu Santo.......................................................... 32
Estrategias divinas para que la Revelación sea
comprendida en el momento oportuno................... 33
Y las complicadas “ruedas” de la inspiración
siguen 35
girando...........................................................
2

INTRODUCCIÓN

Este trabajo tiene como fin aportar nuevas informaciones e ideas que iluminen con
más claridad el camino por donde avanzamos en la verdad presente. Sabemos que
nuestra verdad es progresiva; y se nos instruye que crezcamos en “la gracia y el
conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Ped. 3:18). Gracias a Dios, este
pedido del Señor se está cumpliendo en nuestro pueblo. Pero no por eso debemos
conformarnos con los logros alcanzados.
Ya hace tiempo que se discute la infalibilidad de la Biblia. Y lo que llama la
atención, es que últimamente las dudas que carcomen los fundamentos de la cristiandad,
se generan entre los mismos estudiosos y predicadores del Libro de Dios. Los grupos
más peligrosos se ubican en dos extremos erróneos: Los que se levantan con la bandera
de la incredulidad, señalando en la Biblia expresiones “erróneas”, relatos “anticientíficos”;
discrepancias con la historia y entre los mismos profetas; y aquellos que tienen el buen
propósito de proteger la confiabilidad de las Escrituras, dándole poca importancia, o
tratando de ocultar aquellos pasajes bíblicos que creen que podrían hacer decrecer su fe
en su total inspiración.
Lo que ocurre, es que ambos grupos desconocen en buena parte el motivo de la
existencia de esas declaraciones en problema, y no toman en cuenta que la Biblia no sólo
fue escrita para guiar, corregir, consolar y señalar el futuro, sino también —sorpréndase—
para ocultar verdades importantes mediante símbolos claves, palabras secretas,
hipérboles, parábolas, intercalaciones, interrupciones cronológicas —sólo en el
Apocalipsis hay 35 de ellas— y discrepancias dirigidas por el Espíritu de Dios, con
propósitos estratégicos divinos.
En este trabajo no presento toda la inmensa información que tenemos, gracias a la
paciente investigación de nuestros estudiosos. Mi objetivo es añadir ideas y señalar
informaciones que se pueden ver mejor desde un nuevo punto de vista. Mi interés en este
tema surgió desde que nuestros teólogos se dispusieron a defender la inspiración de
Elena G. de White, mostrando que los problemas que ella presenta, también los tienen los
escritores del canon inspirado. Pero quedé preocupado, porque esa defensa de los
Testimonios se realizó resaltando las incorrecciones de la Biblia, sin explicar por qué Dios
permitió que esos “errores” fueran escritos en su Santa Palabra.
El problema se hizo mayor, pues se había generalizado la idea de que la Biblia no
“contiene” la revelación divina, sino que “es en sí misma su Palabra”. Y en cuanto a la
inspiración, se decía que es el proceso que capacita al hombre para transmitir los
mensajes divinos “en forma precisa, competente, y fidedigna”. De esta manera se
quería proteger al estudiante de la Biblia de hipótesis que sostienen que ella no es
totalmente inspirada.1 Pero lo que se hizo fue resaltar aún más las discrepancias y los

1
Todo el énfasis en negrita es y será mío.
Teorías como la del “Yo-Tú” o “Del encuentro”; de la inspiración “subjetiva” frente a la revelación
“objetiva”, etc.
3

“errores” que hay en ella —note que siempre que señalo la palabra “error” con relación a
la Biblia, la escribo entre comillas. Luego explicaré por qué.
Desde la equivocada hipótesis de George I. Butler (1884), publicando una lista de
versículos que creía que no eran inspirados; y con los niveles de inspiración de Uriah
Smith, que Milton C. Wilcox (1911) se opuso argumentando que las inexactitudes que
señaló no se encuentran en las escrituras hebrea y griega original; y la inspiración palabra
por palabra de Robert Hare y David Paulson, que Elena G. de White rechazó, hasta
Benjamín L. House (1926) y los seis modelos de inspiración de Juan Carlos Viera, hubo
en nuestra iglesia un entendimiento gradual del plan de Dios para revelar su Palabra. El
interés en el tema se ve especialmente desde que en 1967 la Asociación de Foros
Adventistas, con su revista Spectrum, se mostró a favor de la teoría del encuentro y del
método histórico-crítico, fuertemente criticados por Gerhard H. Hazle en 1980; y que en
1991 Alden Thompson presentara su teoría bíblica del “diario”, donde la revelación divina
se mezcla con la razón humana, también rechazada al año siguiente por la Sociedad
Teológica Adventista.1
Hoy ya se habla de la total inspiración de la Biblia a pesar de los problemas que
sorprenden al creyente; y ya se hace la temida pregunta: “¿Por qué el Espíritu Santo no
‘corrigió’ este error antes de que fuera publicado?”.
En este estudio trataré de mostrar, con la Revelación, que el proceso de la
“inspiración” es más complejo de lo que muchos creen. Y que los problemas que
presenta, entre ellos algunos “errores” señalados por la Hna. White, no están por
descuido de Dios, ni por falta de inspiración divina, como aseguran algunos, sino dentro
de los planes eternos de la Omnisapiencia. Y que el conocimiento de estas estrategias
divinas, nos ayudarán a encontrar en la Biblia más sabiduría infinita de lo que nos
habíamos imaginado.
El autor.
.

1
Alberto Timm, “Historia del desarrollo de la doctrina de la inspiración en la iglesia Adventista del
Séptimo Daía”, Theologika, (Lima: Facultad de Teología de la UPU, 1997), pp. 91-109.
4

PROBLEMAS QUE RESOLVER

Cuando nos referimos a la inspiración de la Biblia, viene enseguida a nuestra


mente el mensaje que el apóstol Pablo escribió al joven Timoteo: “Toda la Escritura es
inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en
justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda
buena obra” (2 Tim. 3:16,17).
Pero, si decimos que es cierto lo que dice el mensajero de Dios, ¿cómo
explicamos algunas cosas que se escribieron en el canon sagrado? Por ejemplo, cuando
dice: “Conozco a un hombre en Cristo Pablo, que hace catorce años (si en el cuerpo,
no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo”
(2 Cor. 12:2). ¿Cree que también es inspirada la escritura: “no lo sé; Dios lo sabe”?
¿Cree que se le permitiría seguir en el ministerio a un pastor que desde el púlpito,
o en una literatura adventista diga: “Si fui al cielo en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo
sé” (12:3)? El apóstol no se refiere aquí a un problema antropológico, sino a un posible
viaje al cielo en persona. Pero sabemos que nadie puede ir al cielo con el “cuerpo” sin
antes ser transformado (1 Cor. 15:51-53). Entonces, ¿por qué se expresó de esa manera,
y por qué durante 14 años no entendió que no podía haber sido arrebatado realmente?
Algunos creen mantener la confianza en la Biblia, argumentando que “mientras el
profeta está ‘en el Espíritu’, puede parecerle que realiza viajes por lugares distantes a
pesar de que no dé siquiera un paso”. Sabemos que esto es así mientras se está en el
sueño o en la visión. Pero, salvo los que creen en la inspiración verbal con escritura
automática, nosotros no creemos que los profetas escribieron durante el sueño o la visión,
sino después de recibirla, en un estado plenamente consciente. Por eso es que ningún
otro profeta presenta la duda de Pablo.
No sabemos si el apóstol todavía no entendía bien el tema de la inmortalidad
condicional del alma, por haber sido educado entre fariseos, o si quería escribir estas
palabras en el lenguaje común de la época. Cuando escribió a los corintios y a los
colosenses, señaló su deseo de estar presente. Y tuvo que conformarse con estar
“ausente en cuerpo, pero presente en espíritu” (1 Cor. 5:3; Col. 2:5). Si en lugar de esta
frase, Pablo hubiera escrito que estaría presente “fuera del cuerpo” (2 Cor. 12:2),
seguramente los hermanos le habrían pedido que fuera más preciso en lo que quería
decir.
Estos ejemplos nos indican que la definición que dice que la inspiración “es un
proceso por medio del cual Dios capacita a un hombre o una mujer de su especial
elección para recibir y comunicar en forma precisa, competente, y fidedigna los
mensajes de Dios para su pueblo”, no siempre se ajusta a la realidad.
Algunos creen que “la inspiración es un proceso, no un contenido”. Pero tanto los
escritos bíblicos que vinieron por revelación divina, como aquellos que fueron escritos
gracias a la investigación que hicieron los mismos escritores (Luc. 1:3) o basado en el
testimonio de un mortal —como lo fue Nicodemo—, 1 tienen un “contenido” de mensaje.

1
Elena G. de White, Él es la Salida, (Buenos Aires: ACES, 1991), p. 81. (En adelante será: ES).
5

Esto se debe a que no todo “contenido” inspirado fue escrito por revelación directa de
Dios, como lo anunció B. J. House desde 1929.
¿Entonces la Biblia no es toda revelación sino que la “contiene”, como asegura la
teoría del “encuentro”? Aunque no todo es revelación directa, sigue siendo la Palabra de
Dios. Luego veremos por qué las teorías como la del “encuentro” no se ajustan a la
realidad. No todo es “palabra” dictada Dios; no todo es una “revelación” especial; pero
nada de lo que se lee en el canon bíblico está fuera de lo que Dios quiso revelarnos; y
nada de lo que se escribió en él deja de ser inspirado por el Espíritu Santo.
Por supuesto, pronto surge la pregunta: Los “errores”, las dudas, las confusiones y
divergencias que se encuentran en la Biblia, ¿también fueron inspirados por el Espíritu
Santo? ¿Podemos esperar esto de él? Aquí llegamos al punto principal que da motivo a la
divulgación de este estudio. Pero ante todo, quiero dejar bien en claro que cuando se
habla de “errores” en la Palabra Santa, se está señalando un pequeño grupo de piedritas
negras perdidas en una gran playa, y no de una playa negra o parcialmente negra, como
lo hacen ver los incrédulos. Lo que pasa es que a todos nos llama la atención que en esta
hermosa “playa” de Dios se descubran esas “piedritas negras”, que algunos se proponen
enterrarlas para que no se vean, mientras que otros las llevan por todos lados anunciando
que es la playa de las piedras negras.
La teoría de la “intervención” sostiene que estos “errores” aparecen en la Biblia,
porque primero escribieron los autores, y luego Dios se encargó de corregirlos. Esto
parece ser cierto, pero sólo en algunos casos. El ejemplo que di de Pablo en 2 Corintios
12:2,3 había sido corregido por Dios varios meses antes. Así que el apóstol ya tenía que
saber que no podía haber ido al cielo “en el cuerpo” sin antes ser transformado (1 Cor.
15:51-53). Pero después veremos que esos llamados “errores” tienen fines estratégicos
divinos escritos bajo la inspiración. Aunque traen problemas y molestan a muchos
defensores de la verdad, fue el plan de Dios de permitir que aparecieran en su Palabra.
Pero recordemos: “Toda la escritura es inspirada”. Y Elena G. de White lo confirma,
diciendo que “cada capítulo y cada versículo es comunicación de Dios al hombre”
note que no dice revelación, sino “comunicación”. 1 No hay escritura bíblica que no haya
sido escrita sin que Dios no lo supiera y lo aprobara. Y para que esto se entienda,
debemos saber qué es “inspiración”.

REVELACIÓN, INSPIRACIÓN
E ILUMINACIÓN

LA REVELACIÓN (Apocálupsis):
Es la verdad que el Señor Jesucristo transmite al hombre a través de sus
enviados especiales, por él mismo, o por otros medios de comunicación divina, a fin de
que el pecador, que por su condición ha sido separado de la presencia directa de Dios,
pueda conocer lo que le sería imposible de otra manera.
Fue Cristo, quien reveló la verdad de Dios a su pueblo (1 Cor. 10:1-4; Gál. 1:12;
Apoc. 1:1). A veces lo hizo a través de un incrédulo o de un creyente incircunciso que
1
, Testimonies, tomo 4, p. 449.
6

sabía poco o nada de la verdad de Dios (Gén. 40:8-19; Jue. 7:13,14; 2 Crón. 36:22,23;
Dan. 2 y 4; Mat. 2:13,14; 27:19; Hech. 10:1-8). Aunque en estos casos estas personas
recibieron una revelación especial de Dios; con profecías importantes como las que
recibió Nabucodonosor, no por eso fueron considerados profetas. Sin embargo, no
podemos negar que participaron del don de profecía.
Otras veces Cristo dio su mensaje vestido como el Ángel de Jehová (Gén. 16:7-11;
22: 11,15; 24:7,etc.); como un “varón” (Gén. 18:1,2; Jos. 5:13, 14, etc.); directamente,
detrás de algo que ocultara su gloria (Éxo. 3:1-7; 33:11,20-23,etc.), o mediante el Urim y
el Tumín (sí o no) (Éxo. 28:30; Lev. 8:8, etc.). Unas pocas veces lo hizo mediante el acto
de echar suertes (Lev. 16:8; Jos. 7; Hech. 1:26); pero generalmente fue por revelaciones
especiales en visiones y sueños (Gén. 46:2; Eze. 1:1; Dan. 7:1, etc.), con escenas tan
vívidas que algunas veces los profetas no sabían si las habían recibido de Dios o las
habían vivido.
Vemos que es incorrecto hablar bíblicamente de una revelación divina sólo
inmanente; de un simple encuentro intrascendente o silencioso; o de una revelación
natural y general que el hombre puede captar sólo gracias a sus observaciones y
capacidades humanas. Se trata, pues, de revelaciones transcendentes y especiales
donde el hombre ve y oye, a fin de conocer lo que le es imposible de cualquier otra
manera. Por eso Pablo destaca:”El hombre natural no percibe las cosas que son del
Espíritu de Dios” (1 Cor. 2:14). Esto explica por qué los escritores bíblicos testifican más
de 3.800 veces con un “Así dice Jehová”, “La Palabra de Jehová”, etc. y me refiero en
este caso sólo al Antiguo Testamento.

LA INSPIRACIÓN:
Es la doble capacitación que da el Espíritu Santo al hombre, para —primero—
encontrar, recibir y comprender en forma parcial o total la revelación que Dios quiere dar;
y —segundo— para transmitir esa verdad como Dios la había planeado, mediante la voz y
la escritura.
Salvo unas pocas excepciones en que se oyó hablar a Dios el Padre (Gén. 1:26; 1
Mat.3:17), las revelaciones son de Jesucristo “por mandato de Dios” (1 Tim.1:1; Heb.
1:1,2; Apoc. 1:1). Desde la revelación a Moisés de su obra de creación (Gén. 1:3,etc.)
hasta el Apocalipsis revelado a Juan, es obra de él (Apoc. 1:1). El testimonio que da el
Espíritu en la revelación a los profetas (1 Tim. 4:1), es siempre el testimonio que da
primero el Hijo de Dios (Neh. 9:30; Efe. 3:5). Jesús dijo: “Él dará testimonio acerca de mí”
(Juan 15:26); “no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere [...]
tomará de lo mío, y os lo hará saber” (16:13,14). Y Elena G. de White escribió: “Toda la
Biblia es una revelación, pues toda revelación para los hombres viene a través de
Cristo y toda se centra en él [...] Jesucristo es el gran depositario de la revelación
divina”.2
Cada persona de la Deidad tiene una responsabilidad que cumplir; y el Espíritu
obra para que la revelación de Cristo pueda llegar a la mente del profeta como Dios se
había propuesto. A esto se le llama “inspiración”. Así que siempre la revelación necesita
1
, Primeros Escritos (PE), (Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas, 1962), p.
145.
2
, Cristo Triunfante, (Bs. As.: ACES, 1999), p. 369.
7

de la inspiración no se las pueden separar1, pues “Dios nos las reveló a nosotros por
el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios” (1 Cor. 2:10). Sin
embargo, no siempre inspiración es revelación directa. Ya volveremos a esto.
Entonces, la inspiración es siempre obra del Espíritu Santo (2 Ped. 1:21). Las
palabras griegas zeópneusis, de Zeos (Dios); pneuma: (soplo, aliento, espíritu) (2 Tim.
3:16), y feromeni, de fero: llevar algo, mover, enviar (2 Ped. 1:21), nos indican que la
inspiración es la obra del Espíritu de Dios para mover a los hombres que elige, a
encontrarse con una verdad y capacitarlos (soplarles, darles aliento o poder) para
transmitirla. En algunos casos, durante la visión, el Espíritu Santo podría haber creado o
insuflado literalmente aire (pneuma) en la corriente sanguínea del profeta (Dan. 10:17-19).
Evidentemente, lo hizo para mostrar más claramente la intervención divina en él.
El mensajero elegido depende de Dios no sólo para recibir la información, sino
también para comunicarla a los creyentes. La pluma inspirada escribió: “Dependo tanto
del Espíritu del Señor para relatar o escribir una visión como para tenerla”.2
Cuando era jovencito fui citado por la policía para testificar acerca de un accidente
de tránsito. Una señora había caído al pavimento al bajar del ómnibus en que viajábamos.
Y cuando me preguntaron en qué parada había ocurrido, me confundí con otra anterior.
Así que mi testimonio no fue totalmente verdadero; y por mi culpa hubo confusión
respecto al lugar en que ocurrió el problema. Eso ocurrió sin que por un momento tuviera
el propósito de apartarme de la verdad.
Sin la especial ayuda del Espíritu Santo, ¿qué seguridad podría haber de que el
testimonio que dieron los profetas fuera cierta? El rey David reveló: “El Espíritu de Jehová
ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua” (2 Sam. 23:2). Y Jeremías
escribió: “Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he
puesto mis palabras en tu boca” (Jer. 1:9).
La pluma inspirada comenta su experiencia, diciendo: “Tratando de recordar las
palabras que sobre este asunto escuché, al vacilar mi pluma por un momento, las
palabras apropiadas acudían a mi mente”.3
No escuchaba una voz, ni Cristo le repetía la visión, sino que el Espíritu le
ayudaba a recordar y a emplear las palabras a escribir. Además, de todas las escenas
que Elena G. de White y los demás profetas habían presenciado en visión o sueño, el
Espíritu les ayudaba a elegir los detalles que Dios quería que llegaran a nosotros: “Guió la
inteligencia de ellos en la elección de lo que debían decir y escribir”.4
Esto significa que generalmente la revelación que recibieron los profetas, fue
mayor a la que el Espíritu les llevó a escribir. Y esto puede ayudarnos a comprender por
qué

1
Francis Nichol, ed., Comentario bíblico adventista del séptimo día (CBA), vol. 7, (M. V., Calif.: Pub.
Iner., 1990), p. 931. Aquí se cita a E. G. de White.
2
White, Mensajes Selectos (MS), vol. 1, (M. V., Calif.: Pub. Inter., 1966), p. 41.
3
, Carta, 123, 1904.
4
MS, 1:29.
8

DIOS

POR “TESTIMONIO Apoc. 1:1,2


DE JESUCRISTO“ 19:10

“POR MEDIO
DE SU ÁNGEL“

“EN EL ESPÍRITU” SANTO Apoc. 1:10;


17:3; 21:10

2 Ped. 1:21;
DICHO Y ESCRITO
POR LOS PROFETAS 2 Tim. 3:16

MS, 1:18
Mat. 13:11;
Apoc. 1:3;
AL PUEBLO DE DIOS 22:7

2 Cor. 4:6
PARA CONOCIMIENTO 1 Cor. 2;12;
POR EL ESPÍRITU SANTO Jn. 16:12
9

algunas veces ellos se dieron la autoridad de escribir una opinión, sin necesidad de una
revelación específica recibida momentos antes (1 Cor. 7:6).
Esta doble capacitación lo señala la Santa Palabra cuando los escritores
comienzan diciendo: “Dijo Jehová”; “el Señor me dijo”; “el Dios de Israel ha dicho”; “vi”,
“miré” “me mostró”, etc. Y luego de recibir la verdad, transmitieron la Palabra diciendo:
“hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Ped. 1:21); y “toda escritura es
inspirada por Dios” (2 Tim. 3:16). Note que cuando transmitieron la verdad por la voz,
fueron “inspirados”. Pero cuando escribieron, parece que la inspiración fue más concreta,
pues dice: “Toda [...] es inspirada”.
Pero, aunque hay palabras claves que debían ser escritas con precisión
sobrehumana; y que en estos casos el profeta las transmitía porque Dios le había puesto
su palabra en su mente y en su “lengua”, sin entender una parte o nada de lo que recibía
(Núm. 23:5,12; Deut. 18:18; 2 Sam. 23:2; Jer. 1:9; Dan. 8:27), generalmente la inspiración
obraba en el profeta y no en las palabras:
“No son las palabras de la Biblia las inspiradas, sino los hombres son los que
fueron inspirados. La inspiración no obra en las palabras del hombre ni en sus
expresiones, sino en el hombre mismo que está imbuido con pensamientos bajo la
influencia del Espíritu Santo [...] La mente y voluntad divinas se combinan con la
mente y voluntad humanas”.1 Así que, salvo en algunos casos especiales que la
comunicación era semejante a la teoría llamada “verbal” incluso también la
“automática”, generalmente era más bien “plenaria”.
Los profetas de Dios no transmitieron la verdad en un estado de mediunidad, o
mediante un lavado de cerebro, sino con plena conciencia y en pleno dominio de su
voluntad. Esto explica por qué cada autor de la Biblia “se ocupa de puntos particulares
que su idiosincrasia y educación la capacitan para apreciar. La luz solar que cae sobre
diferentes objetos, les da matices diferentes [...] la mente no está sujeta, como si
hubiera sido forzada dentro de cierto molde”.2
Entonces, si las palabras son generalmente el fruto de la mente humana, ¿cómo
puede ser inspirada “toda la escritura” de la Biblia? Si recibimos la luz de Dios; no como
es originalmente, sino que al pasar por la mente de los profetas nos llega con “matices
diferentes” ¿qué seguridad podemos tener de que se nos enseña la verdad infalible?

FALIBILIDAD E INFALIBILIDAD:
De hecho, si la verdad nos llega en forma diferente, es muy difícil creer que posea
una precisión infalible. Según una posición, deberíamos diferenciar en la Biblia la
infalibilidad de la inerrancia. Sus escritores eran infalibles, pero podían errar. Nosotros no
estamos de acuerdo con esto, porque en algunos casos los profetas se equivocaron
porque eran falibles. Por eso, la Hna. White escribió acerca de la corrección pública que
recibió Pedro: “Pedro vio el error en que había caído, y se puso a reparar
inmediatamente el mal que había hecho, hasta donde pudo”.3 Por lo tanto él “no era

1
Ibíd., 1:24.
2
MS, 1:25.
3
, Hechos de los Apóstoles (HAp.), (M. V., Calif.: Pub. Inter., 1957), p. 161.
10

infalible ni superior a los otros apóstoles”. 1 “Dios entregó a hombres finitos la


preparación de su Palabra divinamente inspirada”.2 “Todo lo que es humano es
imperfecto”.3 “Acerca de la infalibilidad, nunca pretendí tenerla. Sólo Dios es infalible.
Su Palabra es verdad y en él no hay cambio ni sombra de variación”.4
Esto es lo que deben tener en cuenta los que dicen: “Dios capacitó a sus siervos a
expresar en forma completamente confiable lo que les había revelado”. No es el profeta
el plenamente confiable. No es él quien revela la verdad “en forma precisa, competente, y
fidedigna”, como muchos insisten, sino la Biblia como una unidad. La sierva del Señor es
bien clara: “Sólo Dios es infalible. Su Palabra se refiere a las Santas Escrituras, no a
sus profetas es verdad”. Sólo ella es “infalible”. Por eso leímos en los Testimonios que
“no son las palabras de la Biblia las inspiradas”. Salvo casos especiales, no es infalible la
forma como el profeta bíblico se expresa, sino la verdad expresada en el pobre lenguaje
humano. Por eso la Inspiración dice que “nunca”, es decir en ningún momento los
profetas del Señor pretendieron poseer la infalibilidad.
Puesto que los autores del canon de la Biblia fueron falibles y esto se ve mejor
al dar su opinión sin haber recibido una revelación divina (2 Sam.7:2-6), Isaías nos
advierte que la Biblia debe ser examinada comparando una declaración con otra (Isa.
28:10), a fin de que sus enseñanzas den como resultado una verdad infalible. Por eso, la
pluma inspirada declaró: “La Biblia no debe ser probada por las ideas científicas del
hombre, sino que la ciencia debe ser probada por esta norma infalible”.5 “El hombre es
falible, pero la Palabra de Dios es infalible”;6 y es la “autoridad absoluta”.7
Es muy probable que ahora se sienta confundido, y no pueda entender cómo la
suma de autores que se equivocan, dé como resultado la verdad “absoluta”. Algunos de
nuestros investigadores ya se adelantan diciendo que esto “nunca se resolverá
totalmente“. Es probable, pues somos finitos, pero no deberíamos ser tan pesimistas, ni
llegar a semejante conclusión sin tener suficiente información. Primero, permítame
mostrarle los “errores”8 de la Biblia, y luego la explicación del resultado infalible. Pero
recuerde, amigo lector, que lo que le mostraré será un número de “piedritas negras” en la
inmensa “playa” de la verdad de Dios, y no de la playa de las piedras negras. Por eso
luego trataré de mostrarle por qué está allí lo que no debería estar.
En 1 Samuel 16:10,11, David es el octavo hijo de Isaí; y en 1 Crónicas 2:15 es el
séptimo. En Lucas 3:36, Cainán está entre los ascendientes de Jesús. En Génesis 11:12,
no. Los detalles acerca de la ratificación del pacto en el desierto, que presenta Pablo
(Heb. 9:19), son diferentes a los que señala Moisés (Éxo. 24:3-8). En 2 Crónicas 14:5 dice
que el rey Asa destruyó de “todas las ciudades de Judá los lugares altos y las imágenes”.
Pero en 1 Reyes 15:14 dice que “los lugares altos no se quitaron”. En Hechos 7:15,16,
Esteban dice que Jacob y sus hijos fueron sepultados en Siquem. En Génesis 50:13,26

1
Idem.
2
MS, 1:18.
3
Ibíd., 1:23.
4
Ibíd., 1:42.
5
Ibíd., 3:352.
6
Ibíd., 1:487.
7
, El Conflicto de los Siglos (M. V., Calif.: CS), (Pub. Inter. 1968), p. 9.
8
Recuerde que para mí, en la Biblia no hay errores, sino “errores” entre comillas. Ya daré la explicación.
11

Moisés dice que fue en el campo de Macpela, “al oriente de Mamre” en Hebrón. Quien fue
sepultado en Siquem fue José. En Mateo 27:9,10 dice que la profecía de las “treinta
piezas de plata” que fueron entregadas a Judas, fue escrita por Jeremías; cuando en
realidad fue escrita por Zacarías (Zac. 11:12). Lo que fue escrito por Jeremías, que
también menciona Mateo en el contexto inmediato, es por la compra del campo para el
alfarero por “diecisiete siclos de plata” (Jer. 32:6-9). En Génesis 46:27 y Éxodo 1:5 el
número de hijos de Jacob sumaban 70. Todos ellos llegaron a Egipto. Pero en Hechos
7:14 dice que sumaban 75. En Mateo 8:5-9 es el centurión quien habla con Jesús (“vino a
él un centurión”). En Lucas 7:3-6 el centurión envía a unos ancianos de los judíos para
que ellos hablen con él. En Mateo 9:18, Jairo, el principal de la sinagoga, pide a Cristo
que resucite a su hija. Pero en Marcos 5:22,23 y Lucas 8:41,42, él pide que la sane antes
que muera. Mateo dice que la presencia de Jesús en gloria en el monte de la
transfiguración, fue anunciada por el Señor “seis días” antes (Mat. 17:1). Pero Lucas dice
que el anuncio fue dado “ocho días” antes (Luc. 9:28). En 1 Corintios 10:8, Pablo dice que
el número de idólatras muertos en Sitín, por orden divina, fue de 23.000. Pero en
Números 25:9 dice que fueron 24.000.
Es posible que en algunos casos, las discrepancias que existen entre los autores
bíblicos no evidencien equivocaciones. Por ejemplo, en Mateo 8:28-34, los endemoniados
que vociferaban y se acercaron a Jesús eran dos; pero en Marcos 5:2-19 y Lucas 8:26-39
era uno solo, porque es probable que sólo uno de ellos se adelantara para hablar con
Jesús. Algo semejante puede haber pasado con el número de ciegos curados cerca de
Jericó (uno: Mar. 10:46; Luc. 18:35; dos: Mat. 20:30); y el número de ángeles en la tumba
de Jesús (uno: Mat. 28:5; Mar. 16:5; dos: Luc. 24:4; Juan 20:12), si el escritor se hubiera
referido al que obró de los dos. En Mateo 20:20,21 es la madre de los hijos de Zebedeo
quien habla con Jesús. Pero en Marcos 10:35-37, quienes hablan con él son sus hijos
Jacobo y Juan. Posiblemente habló primero la madre, y sus hijos lo confirmaron, hablando
así los tres. Muchas otras declaraciones que parecían transmitir errores, hoy se las ve en
perfecta armonía con el resto de la Palabra de Dios.
Esdras fue un escriba, no un profeta. Puede ser por eso que en sus tres libros: 1
Crónicas, 2 Crónicas y Esdras, se encuentren la mayor cantidad de errores. Éstos se
pueden ver al compararlos con las declaraciones de los profetas Samuel, Nehemías y
Jeremías.
Comparar 1 Crón, 11:11 con 2 Sam. 23:8; 1 Crón. 18:4 con 2 Sam. 8:4; 1 Crón.
21:5 con 2 Sam. 24:9; 1 Crón. 21:12 con 2 Sam. 24;13; 2 Crón. 2:2 con 1 Rey. 5:16; 2
Crón. 4:5 con 1 Rey. 7:26; 2 Crón. 13:2 con 2 Sam. 14:27; 2 Crón. 22:2 con 2 Rey. 8:26; 2
Crón. 30:9 con 2 Rey. 24:8; Esd. 2:6 con Neh. 7;11; Esd. 2:12 con Neh. 7:20; Esd. 2:19
con Neh. 7:22; Esd. 2:28 con Neh. 7:32; Esd. 2:65 con Esd. 7:67.
Pero en algunos casos el profeta interpreta mal lo que ve en visión, y así lo escribe
en la Biblia. Por ejemplo, Moisés vio a los ángeles que custodiaban la entrada del huerto
de Edén. “De estos ángeles surgían rayos de luz por todas partes, que tenían el
aspecto de espadas resplandecientes”.1 Al ver Moisés esa escena en visión, creyó que
los “rayos de luz” eran “una espada encendida que se revolvía por todos lados” (Gén.
3:24). Pero no podía ser una espada, porque Adán y Eva nunca habían visto una, y no

1
, Historia de la Redención (HR), (Bs. As.: ACES, 1980), p. 42.
12

hubieran podido saber para qué se la podía emplear. Además, la historia bíblica nos
revela que los ángeles no necesitan esta clase de armas. Moisés sí sabía qué es una
espada; y creyó que si los ángeles estaban de custodia, esos “rayos de luz” que “tenían el
aspecto de espadas resplandecientes”, podían ser interpretados como “una espada
encendida” que se la hacía girar rápidamente.
Juan vio que Satanás era arrojado de la santa ciudad, y enseguida vino a nuestro
planeta con todos sus ángeles. Entonces interpretó que él vino porque Dios lo obligó a
venir a la tierra. Si esto fuera cierto, Dios sería el culpable de que los demonios sigan
haciendo su obra aquí (Apoc. 12:9). Pero otro profeta rectifica su declaración diciendo:
“Cuando Satanás fue expulsado del cielo, decidió hacer de la tierra su reino”.1
Satanás fue expulsado de la Santa Ciudad, pero no de la “tierra” celestial (Isa.
2
13:5; 33: 16,17; 46:11; Luc. 19:12). Por eso pudo volver a la tierra celestial hasta la
muerte de Cristo (Job 1:6; 2:1; Apoc. 12:10). Fue afuera de la ciudad —muy
probablemente en el inmenso “mar de vidrio” que está delante de la puerta principal de la
Santa Ciudad3 cuando Satanás reunió a sus súbditos y “decidió” venir aquí, porque
sabía que esta tierra sería habitada por seres que no vieron el mal que se desarrolló en el
cielo, y podría engañarlos más fácilmente.
En otros casos los “errores” de los escritores bíblicos llegan a ser más graves. Eso
ocurrió cuando Salomón escribió el libro de Eclesiastés. Debido a que hubo un tiempo
cuando el profeta se apartó de Dios y sufrió las consecuencias de su vida pecaminosa
(Ecle. 1:17; 7:23; 8:9),4 perdió su proverbial sabiduría y transmitió su nueva filosofía de la
vida en abierta oposición a la que había recibido cuando era creyente (Sal. 34:4,8; 112:1;
119:2), y al resto de las Escrituras (Prov. 3: 13; 16:20; Isa. 56:2; Mal. 3:12; Mat. 5:6).
Al ponerse los oscuros “lentes” del pecado, la alegría por conocer las leyes de la
naturaleza, que había visto con los “lentes” claros del Espíritu, se tornó en un aburrido
ciclo natural que no variaba ni terminaba (Ecl. 1:7,8). Llegó a creer que era inútil ser más
sabio que el necio (2:11); hasta que al fin aborreció la vida, porque le causaba fastidio y
aflicción. Todo llegó a ser para él una “vanidad”, incluyendo el hacer el bien (1:2,3,14;
2:15-17,21, etc.). Dudó que hubiera esperanza después de la vida, y creyó que el fin
último de los hombres, sean buenos o malos, llegaba a ser la muerte donde “nunca más
tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol” (9:6); ya que el sepulcro era para él
“su morada eterna” (12:5). Por eso una de sus mayores preocupaciones, era que los
descendientes se olvidaran de las obras del justo, y honraran a los malos (Ecl. 8:10,14).
Claro, si no había esperanza de una vida futura, lo único que le quedaba para alegrarse,
era saber que sería reconocido por los que vivirían después. ¿Una esperanza pobre? Sí,
por supuesto. Por eso para él todo era vanidad y aflicción.
Elena G. de White revela que Dios permitió que este hombre escribiera este libro
para mostrar humildemente “el error de sus caminos”. “No podía esperar que escaparía
a los resultados agostadores del pecado [...] pero se esforzaría fervientemente por

1
, Profetas y Reyes PR), (M. V., Calif.: Pub. Inter., 1957), pp. 55-58; , La Educación
E), (Bs. As.: ACES, 1958), pp. 147,148.
2
CS, 696. Ella le da también una aplicación escatológica, porque el mismo capítulo lo dice cuando habla
de las señales del sol,la luna y las estrellas que se cumplió en el s. XIX (Isa. 13: 9-11).
3
PE, pp. 16,17.
4
, Cada día con Dios, (Bs. As.: ACES, 1979), p. 167.
13

disuadir a otros de entregarse a la insensatez”. 1 “Los últimos escritos de Salomón


revelan que él fue comprendiendo cada vez mejor cuán mala había sido su conducta”.2
Si lee Eclesiastés, notará que no sólo habla de sus errores pasados, sino de los
que todavía sostuvo al escribirlos. Por eso varios de sus mensajes “erróneos” están
escritos en presente. Como la verdad la “fue comprendiendo cada vez mejor”, “los últimos
escritos” son más claros. Al final del libro renace en él la esperanza y cree que Dios hará
justicia de todo (12:14).
Pero quiero advertir que los que sostienen que esto prueba los grados de
inspiración, están muy equivocados. Es cierto que el Espíritu Santo puede obrar mejor
con los que viven de acuerdo a la voluntad de Dios. Pero la experiencia que pasó el
profeta3 Balaam, en su apostasía, es un ejemplo claro de que la inspiración no pierde su
autoridad por el estado espiritual del profeta. Para poder decir lo que dijo Balaam, el
Señor tuvo que usarlo en un estado más cercano a un trance o al tipo de inspiración
automática. Este hombre jamás hubiera podido decir lo que dijo con un grado menor de
inspiración (ver Núm. 24:4,16-24).
Por lo tanto, Eclesiastés no es un libro de la Biblia menos inspirado que los demás.
Los Testimonios nos dicen que fue escrito no sólo para dejarnos enseñanzas maravillosas
e inmortales, sino también para mostrarnos cómo el más sabio de los hombres que se
separa del Omnisapiente, pierde su sabiduría; y cómo aún después de su
arrepentimiento, su vida queda manchada por las consecuencias de su necedad. Aquí ya
podemos ver que el Espíritu Santo tornó los errores de este profeta en sabios “errores”.
Otras veces las equivocaciones de la Biblia están allí por causa del prejuicio que
sostuvieron sus escritores inspirados. Elena G. de White escribió: “Como los discípulos
se equivocaron en cuanto al reino que debía establecerse al fin de las setenta semanas,
así también los adventistas se equivocaron en cuanto al acontecimiento que debía
producirse al fin de los 2.300 días. En ambos casos la circunstancia de haber aceptado
errores populares, o mejor dicho la adhesión a ellos, fue lo que cerró el espíritu a la
verdad”.4 Note que la Hna. White le llama “errores”, a sus equivocaciones proféticas con
relación al tiempo del regreso de Cristo. No escribe la palabra “errores” entre comillas,
como lo hace el autor de este estudio, porque ella es uno de los profetas de Dios que
mejor explica el porqué de la presencia de ellos en la “Norma infalible”.
Después del Pentecostés los apóstoles entendieron mejor algunas cosas, pero no
con respecto a la profecía de los 2.300 días-años. Por eso, Pablo escribió: “Los muertos
en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos [...] seremos arrebatados
juntamente con ellos en las nubes” (1 Tes. 4:16,17). Él pensaba que los que lo
escuchaban no estarían entre los “muertos”, sino entre los que quedarían vivos en la
segunda venida.
Algunos intérpretes creen que, como Pablo sabía que sus escritos serían leídos
hasta el tiempo del fin, escribía proyectándose hacia ese futuro. Pero los Testimonios
1
PR, p. 57.
2
Ibíd., p. 58.
3
Como los demás escritores bíblicos no lo presentan como profeta, debido a su apostasía, algunos
creen que no lo fue. Pero Moisés revela claramente que él recibió visión nocturna y un así dice “el Ángel de
Jehová” (Núm. 22:9,12,20,31,35; 23:5,16,26; 24:2); y además revela en detalle el estado físico en que recibió
las visiones, para poder profetizar acerca de Cristo (24:4,16-24).
4
CS, p. 401.
14

dicen claramente que estaba equivocado por “haber aceptado errores populares” y “la
adhesión a ellos”. Acerca de lo que Pablo escribió en su primera carta a los
Tesalonicenses, Elena G. de White también comenta: “Entendieron [los tesalonicenses]
que él expresó la esperanza de que él mismo viviría para presenciar el advenimiento del
Salvador. Esto aumentó su entusiasmo y excitación”.1 Aunque Pablo había advertido a los
de Tesalónica que vendría una apostasía de la verdad, el Señor le reveló que su venida
no sería “inmediata”, como había pensado al principio. 2 No vendría antes que apareciera
“el hombre de pecado” con la apostasía de la iglesia (2 Tes. 2:3,4). Entonces Pablo creyó
que Cristo tardaría poco más de lo que había creído. Por eso, tres años después siguió
insistiendo: “No todos dormiremos [...] nosotros seremos transformados” (1 Cor.
15:51,52).
¿Nota Ud. cómo el prejuicio lo enceguecía? La verdad que nosotros conocemos,
Pablo la pudo entender recién ¡28 años después de ser llamado al apostolado!, diciendo
que posiblemente sería levantado con los resucitados de la venida (años 34 al 62: Fil.
3:11. Esta duda prueba que no entendía la profecía de los 2300 años). Pero no se
inquiete porque este “error” se encuentre en la Biblia, ni porque los liberales traten de
usarlo como prueba a favor de su causa, pues no está en la Inspiración por descuido
divino, sino con un sabio propósito. La misma Biblia lo venía diciendo con claridad por
medio del profeta Daniel (Dan. 12:4). ¿Cuándo decía que vendría el Mesías en toda su
gloria? No en sus días, ni en los tiempos apostólicos, sino en los tiempos finales (12:8,9).
Por lo tanto, ese “error” confirma la infalibilidad de la Biblia; la falibilidad de sus escritores
y la sabiduría de Dios al permitirlo, como veremos luego.
Para Pablo, el tema de la naturaleza del hombre estaba influenciado por los
errores helenistas que habían aceptado los teólogos de su época. Él había sido “fariseo,
hijo de fariseo” (Hech. 23:6). Es de esperarse, pues, que él creyera en la inmortalidad del
alma (2 Macabeos 4:14-16; Tobías 5:3; Sabiduría 3:1,4; 5:5; 16:15-19; Eclesiástico 12:19;
21:10; Judit 16:21, etc.). La Inspiración nos dice que éste era también el pensamiento de
la mayoría de los creyentes de entonces (Luc. 16:22-24). 3 Así que, cuando recibió la
revelación acerca de la resurrección con un cuerpo transformado, en lugar de almas
desencarnadas en el paraíso o en el infierno, al principio fue para él “un misterio” (1 Cor.
15:51).
Sin embargo, cuando leemos todos los escritos del apóstol Pablo acerca del
estado del alma en la muerte, esta verdad está tan clara como el agua más cristalina.
Esto nos hace entender que lo que escribió —aún antes de que él llegara a comprenderlo
bien— fue por revelación especial de Dios; de otra manera esto hubiera sido imposible.
Por esta misma autoridad divina, Pablo corrigió públicamente los errores de Pedro
cuando ya era profeta de Dios (Gál. 2:9-14). También lo hicieron los profetas Gad (1 Crón.
21:8-27), y Natán (2 Sam. 12:1-13) con David, cuando se apartó de Dios. Algunos creen
que los profetas con limitaciones y dificultades para mantenerse fieles a Dios, fueron
elegidos por el Señor porque en sus días no había otros mejores que estuvieran
disponibles. Pero vemos que esos profetas fueron corregidos por otros que eran

1
HAp, p. 214.
2
Ibíd., p. 215.
3
, El Deseado de Todas las Gentes (DTG),(M. V., Calif.: Pub. Inter., 1966), p. 511.
15

contemporáneos. Así que la respuesta no está en los problemas humanos, sino en los
designios estratégicos divinos. Ya volveremos a esto.
A los “errores” de palabras y conceptos escritos por los profetas inspirados y sus
ayudantes literarios (Jer. 36:4,17,18; Rom. 16:22; 1 Cor. 1:1; 1 Ped. 5:12), debemos
sumar los errores de los copistas de los manuscritos originales. La pluma inspirada
comenta: “Vi que Dios había guardado en forma especial la Biblia; sin embargo cuando
los ejemplares de ella eran pocos, hubo sabios que en algunos casos cambiaron las
palabras, pensando que estaban haciendo más claro su sentido, cuando en realidad
estaban confundiendo lo que era claro”.1
Y también dice que “aquellos que son tan estrechos para vacilar por esto y
tropezar en esta posibilidad, estarían también listos para tropezar en los misterios de la
Palabra inspirada, porque su débil mente no puede discernir los propósitos de Dios
[... Pero Todos los errores no ocasionarán dificultad”.2
Aquí, la Hna. White dice que los que no pueden aceptar “errores” en la Biblia por
causa de los copistas o de los mismos escritores inspirados, tienen una mente “débil”. Se
entiende que no se refiere a problemas psicológicos, sino porque son estrechos para
aceptar “los propósitos de Dios”, donde él puede incluir “errores” en el canon bíblico por
sabiduría divina. Cuando examinamos la historia de la formación del canon de la Biblia,
encontramos otras muchas posibilidades de cambios, de añadiduras y de eliminación de
partes importantes de la Revelación.
Pero es notable, porque aunque fue el papado desde el Concilio de Roma el 382,
hasta el Concilio de Cartago el 419, que estableció el canon de 66 libros; y que desde
1546 añadió los deuterocanónicos, confirmándolos en el Concilio de Trento con el buen
propósito de evitar que Lutero y los demás reformadores rechazaran los libros de
Santiago, Hebreos y Apocalipsis, esta tarea fue guiada por el Espíritu Santo. Fue por
orden divina, que a los judíos les fue “confiada la palabra de Dios” en el A.T. (Rom. 3:2); y
ya hace 12 siglos que Atanasio, obispo de Alejandría, nombró los 27 libros del N.T. que
hoy aceptamos. Es claro, pues, que se formó milagrosamente bajo la dirección de la
misma Sabiduría divina que guio a los profetas, en medio de centenares de problemas
que favorecieron toda clase de intromisiones contaminantes.
Los Testimonios aceptan que el canon fue cerrado. Pero en ninguna parte dice
que fue por obra directa de Dios, sino mediante el Omnisapiente que movió hasta sus
enemigos para poder conservar su Palabra santa. Y, contrariamente a lo que se podría
esperar en estos casos tan oscuros e inseguros de la historia de la inspiración, Elena G.
de White nos asegura que “cada capítulo y cada versículo es comunicación de Dios al
hombre”;3 “la Palabra de Dios es infalible” y es todavía la “autoridad absoluta” 4 en ropajes
humanos.
Pero no necesitamos recurrir a la revelación especial que recibimos por medio de
la Hna. White, para creer esto. Cuando investigamos el modo cómo se formó el canon del
Antiguo Testamento, también nos encontramos con partes históricas oscuras, que
razonablemente también nos darían suficiente apoyo para dudar de la fiel conservación
1
PE, p. 220.
2
MS, 1:18.
3
PR, p. 538.
4
CS, p. 9.
16

de las Escrituras. Pero así como Jesús y la pluma inspirada nos dan confianza en el
canon del Nuevo Testamento, también hay profetas que Dios usó para que podamos
confiar en el Antiguo. Tenemos el testimonio de Pablo, que pone a los escritores de los
evangelios (1 Tim. 5: 18,19 con Mat. 10:10; Luc. 10:7) al mismo nivel inspirado que al
escritor del Pentateuco (Deut. 25:4; 17:6; 19:15); y el del apóstol Pedro, que a su vez
ubica las epístolas de Pablo al mismo nivel que “las otras Escrituras” (2 Ped. 3:15,16). Y
para que no quede alguna duda, la autoridad de la Biblia fue confirmada por el mismo
Revelador de los 66 libros: el Señor Jesucristo (Luc. 24:25-27).
Entonces, ¿cómo se explica esto? Significa que aún los “errores” y problemas que
se encuentran en la Biblia; incluso cuando los escritores dicen: “yo digo, no el Señor” (1
Cor. 7:12); “si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe” (2 Cor. 12:3); “no
tengo mandamiento del Señor, mas doy mi parecer” (1 Cor. 7:25); “me ha parecido
también a mí, después de haber investigado [...] escribírtelas”, etc., es también
“comunicación de Dios al hombre”.
Pero antes de dar la explicación, quiero dejar en claro que si bien “toda la
Escritura es inspirada”; toda es “Palabra de Dios”; “comunicación de Dios” y “revelación”
divina, ya no podemos afirmar que toda es revelación directa de Dios, ya que no toda
inspiración divina es revelación especial.

ILUMINACIÓN:
Es la capacidad que da el Espíritu Santo al que escucha y lee las
Escrituras, a fin de que pueda comprender la verdad revelada e inspirada, y también la
verdad manifestada por otros medios de comunicación divina (Juan 14:26). Esta
capacidad tiene el mismo valor que la revelación y la inspiración. Se lo prueba por el
hecho de que hoy la mayoría del pueblo de Dios entiende la profecía de los 2300 días,
pero ninguno de los profetas del canon de la Biblia la pudo comprender plenamente. Por
eso tampoco la entendió el mismo profeta que escribió la profecía (Dan. 8:27; 12:8-10).
De ahí que, gracias a la enseñanza que impartió Cristo, para ciertas verdades los
discípulos “tenían una comprensión más clara que los mismos escritores originales”. 1

¿PROFETAS CON UNA LUZ MAYOR?

Como ya destaqué, algunos presentan la hipótesis de que los “errores” en la Biblia


muestran que hay “diferencia en los grados” de inspiración. Entre nosotros lo propuso por
primera vez George I. Butler, cuando era presidente de la Asociación General. Según esta
hipótesis, habría profetas con una luz mayor, cuyos escritos son infalibles; y profetas
inspirados con una luz menor, que nos traen buenos consejos, pero que no pueden ser
admitidos como nuestra autoridad respecto a doctrinas.
El primer problema que deben resolver los expositores de esta teoría, es quién
tiene la autoridad para saber cuál es el profeta falible y cuál no lo es. Y el segundo, cuáles
son los escritos confiables de la Biblia porque son una luz mayor, y cuáles son una luz
menor porque tuvieron un grado menor de inspiración.
1
ES, p. 239.
17

En 1889 Elena G. de White escribió al respecto: “Tanto en el tabernáculo de


Battle Creek como en el colegio se ha enseñado el tema de la inspiración, y hombres
finitos se han sentido llamados a decir que algunas cosas de las Escrituras fueron
inspiradas y otras no. Se me mostró que el Señor no inspiró los artículos sobre la
inspiración publicados en la Review ni aprobó su presentación ante nuestros jóvenes del
colegio”.1
¿Fue Moisés un profeta con luz menor, porque confundió los rayos de luz del
custodio del Edén con una espada? ¿Lo fue Salomón, porque se desvió del pensamiento
de todos los demás profetas, al enseñar que en la tumba toda esperanza concluye para
siempre; y que no vale la pena hacer el bien porque todo es vanidad? ¿Lo fue David,
porque fue reprendido por dos profetas, uno de los cuales no escribió en el canon
sagrado?2 ¿Lo fue Daniel, porque no entendió las revelaciones proféticas, al punto de
enfermarse de preocupación? ¿Lo fue Lucas, porque inicia su evangelio diciendo que sus
palabras fueron escritas por su investigación, y porque se equivocó en el número de hijos
de Jacob que llegaron a Egipto? ¿Lo fue Mateo, porque se cree que es el autor de los
Evangelios que más “errores” parece haber cometido?
Pablo, considerado el mayor teólogo de la Biblia, ¿puede ser una luz mayor,
siendo que se equivocó con respecto al número de idólatras muertos en Sitín; porque dijo
que él y sus discípulos quedarían con vida hasta la segunda venida y serían
transformados; porque por 14 años no supo que no se puede ir al cielo con el cuerpo sin
antes ser transformado; porque por 28 años no entendió que la segunda venida no podría
ser una realidad antes del cumplimiento de los 2.300 años; porque para él la resurrección
era “un misterio”, y porque dentro del canon sagrado decidió incluir comentarios sin que el
Señor se los haya revelado? También incluyó asuntos personales, como saludos a sus
amigos y hermanos, y el pedido de su capote y algunos pergaminos que dejó en Troas.
Estas expresiones, ¿no fueron escritas bajo la inspiración? Nadie nos dio la autoridad
para definir quién y qué es luz mayor y menor, ni tenemos los medios que nos den
suficiente luz para poder realizar esta tarea, porque no sabemos si Dios quiso que el
canon incluyera estas escrituras por razones divinas.
Nuestra confusión será mayor si nos proponemos buscar la luz mayor por la
cantidad de revelación que nos deja cada profeta. Por ejemplo: Pablo escribió más
epístolas que Santiago. Por lo tanto, ¿podemos concluir que este último tiene una luz
menor? Algunos, como Lutero, estuvieron a punto de hacerlo, pues no se ajustaba a sus
enseñanzas acerca de la salvación (Sant. 2:24 con Rom. 3:28, etc.). ¿Podemos decir que
los llamados “profetas menores” del canon del A.T., son una “luz menor”?
En el Antiguo Testamento se habla de profetas cuyos escritos no se incluyeron
dentro del canon sagrado: Jaser (Jos. 10:13; 2 Sam. 1:18); Gad y posiblemente Natán (1
Crón. 21:9; 29:29; 2 Crón. 9:29; 29:25); Ahías silonita (2 Crón. 9:29; 1 Rey. 11:29; 14:7);
Iddo el vidente (2 Crón. 9:29; 12:15; 13:22); Semaías (2 Crón. 12:15); Jehú (1 Rey. 16:1,7;
2 Crón. 19:2; 20:34), y Elías (2 Crón. 21:12). Entre ellos deberíamos incluir a los que
profetizarían después del cumplimiento de las señales en los cielos en 1833 (Joel 2:28-31.
Ver Efe. 4:11-15), como William E. Foy y Elena G. de White. Y en último lugar, podríamos

1
MS, 1:26.
2
Es probable que Natán sea el autor de 2 Sam. caps. 1-21,24.
18

mencionar a los profetas bíblicos que se los nombra en el canon de Dios, pero que no
dejaron nada escrito, como María, hermana de Moisés (Éxo. 15:20,21); Débora (Juec.
4:4); Hulda (2 Rey. 22: 14); la esposa de Isaías (Isa. 8:3); el mismo Jesús (Luc. 24:19);
Simeón, Ana (Luc. 2:25-28); Agabo (Hech. 11:27,28); las cuatro hijas de Felipe (Hech.
21:8,9); Juan el Bautista, su padre (Luc. 1:67; 7:28) y varios más (Hech. 11:27).
¿Son éstos los profetas que deben ser considerados con un grado de inspiración
menor? Si decimos que sí, ¿con qué autoridad Gad y Natán dieron órdenes a David, un
profeta del canon de la Biblia; y lo reprendieron por cometer graves errores (1 Crón. 21:1-
10,18,19; 2 Sam. 12:1-15)? ¿Por qué David les obedeció, reconoció que se había
equivocado y que había pecado gravemente? ¿Y con qué autoridad, Elena G. de White
corrigió a Moisés por el caso del custodio de Edén; a Daniel, explicando que las 70
semanas formaban parte de una profecía de tiempo mayor que llegaba hasta sus días; y a
Juan, por decir que Dios obligó a los demonios a venir a este planeta?
¿Y qué autoridad profética recibió Juan el Bautista, cuando preparó el camino de
Jesús, pero que no dejó nada escrito y “ninguna señal hizo” (Juan 10:41)? La respuesta
de Cristo da a la teoría de grados de inspiración un golpe mortal: “Os digo que entre los
nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más
pequeño en el reino de Dios es mayor que él” (Luc. 7:28). “Os digo que sí, y más que
profeta. (Mat. 11:9). Si Juan el Bautista fue inspirado por el Espíritu Santo para preparar
el camino del Salvador; y los “grandes” profetas de la Biblia fueron inspirados por la
misma Omnisapiencia, los mensajes tienen que tener la misma autoridad; y quienes dan
esos mensajes también. Si hubiera un profeta mayor que otro, Cristo dijo que entre los
hombres “no hay mayor profeta”, porque el menor, como podría ser Juan el Bautista,
sería “mayor que él [y que los demás]”; y él sería “más que profeta”.
Entonces, ¿por qué Elena G. de White escribió estas palabras que parecen
contradecir lo que dijo Cristo?: “Hacen poco caso de la Biblia, y el Señor ha dado una luz
menor para guiar a los hombres a una luz mayor”?1
Basándose en esta declaración, muchos estudiosos de nuestra iglesia consideran
que ella no puede ser autoridad para asuntos de doctrina. Pero en este caso, como Jesús
dijo de Juan Bautista, esta “luz menor” debería ser considerada “mayor que él [que los
demás], y “más que profeta”. Por eso Elena G. de White, que prefería no anunciarse como
“profetisa” sino como “mensajera”, una vez tuvo que aclarar: “Mi misión abarca la obra de
un profeta pero no termina allí. Abarca mucho más de lo que puedan comprender”.2

1
MS, 3:32.
2
Ibíd., 1:40,41.
19

¿QUÉ SIGNIFICADO LE DIO ELENA


G. DE WHITE A LA “LUZ MENOR”?

Nos es necesario definir si en los Testimonios, las expresiones “luz mayor” y


“menor” tienen relación con algún grado de autoridad de un profeta. Y estas declaraciones
pueden darnos la respuesta:
“[Juan el Bautista] era la luz menor, que había de ser seguida por otra mayor [...]
ninguna luz brilló ni brillará jamás tan claramente sobre el hombre caído, como la que
emanó de la enseñanza y el ejemplo de Jesús”.1 “Solo Dios es infalible”.2
Note que en estas citas, la relación “luz menor” y “mayor” no tiene que ver con la
autoridad y la claridad del mensaje de los profetas entre sí, sino entre “el hombre caído” y
el Autor de las revelaciones. Por eso la Hna. White no contradice a Cristo en su
declaración de Lucas 7:28.
En otra declaración ella dio a entender que todos los escritores del Antiguo
Testamento son luces menores, cuando se los compara con la revelación evangélica del
Salvador: “En ocasión de la primera venida de Cristo se inauguró una era de mayor luz y
gloria; pero indudablemente sería un pecado de ingratitud despreciar y ridiculizar la luz
menor, porque resplandeció una luz más plena y gloriosa. Los que desprecian las
bendiciones y la gloria de la dispensación judaica no están preparados para beneficiarse
con la predicación del Evangelio”.3
“Pasad de la luz a una luz mayor. Apoderaos más y más de los brillantes rayos
que proceden del Sol de justicia [Cristo] y brillad cada vez más hasta llegar al día
perfecto”.4
Con estas dos últimas citas, podemos entender que “la luz mayor” tiene más
relación con la plenitud y la perfección del mensaje, que con la cantidad de información o
el tamaño de los libros escritos por los profetas.5 El único profeta que es infalible y “la luz
mayor” es el Señor Jesucristo, que se revela en la Biblia en su conjunto. Por lo tanto,
Elena G. De White es una “luz menor” a pesar que presente más información que todos
los profetas bíblicos juntos. Ella escribió:
“El Señor me ha dado mucha luz que deseo que la gente tenga [...] Es luz que
ellos deben poseer, línea sobre línea, precepto sobre precepto, aquí un poquito y allí otro
poquito [...] ha sido dado para corregir errores sutiles y para especificar lo que es la
verdad”.6
“En ella [la Biblia] Dios ha prometido dar visiones en los “postreros días”, no para
tener una nueva norma de fe, sino para consolar a su pueblo y para corregir a los que
se apartan de la verdad bíblica”.7
Ella no niega que sus escritos pueden ser una “norma de fe”. Pero que no es una
nueva que deba ser añadida a la Biblia. Por lo tanto, nos advierte que los Testimonios no
1
DTG, p. 191.
2
MS, 1:142.
3
, Cada día con Dios, (Bs. As.: ACES, 1979), p. 244.
4
, Dios nos cuida, (Bs. As.: ACES, 1991), p. 124.
5
CBA, p. 968; MS, 2:432; RH, 7-6-1887.
6
MS, 3:34.
7
Ibíd., p. 31.
20

deben ser “una adición a la Palabra de Dios”. El que cree en esto “da así una falsa idea
sobre el asunto”. El propósito es claro: “Para dejar a hombres y mujeres sin excusa,
Dios da testimonios claros y señalados, a fin de hacerlos volver a la Palabra que no han
seguido”.1
Las declaraciones de Elena G. De White son asombrosamente claras, porque
fueron escritas con presciencia divina (1 Ped. 1:2), y con un lenguaje directo y al punto a
hombres y mujeres de este tiempo que se apartan de la verdad. La luz es tan clara
aunque no completa, pues no habla de toda la revelación bíblica que a los
descarriados solo les deja dos alternativas: Quedarse sin excusas o levantarse contra los
Testimonios.
¿Por qué los escritos de Elena G. de White no deben ser incluidos en el canon de
las Escrituras? ¿Por qué, si entre los hombres no hay mayor ni menor profeta, y todos son
falibles y luces menores? Luego lo veremos.
Recuerdo que cierta vez, en una reunión teológica, un erudito dijo que “no
podemos comparar la autoridad de la Hna. White con la de Pablo”. Pero, si examinamos
los “errores” doctrinales de este apóstol, notaremos que son más graves que los que
cometió ella. Si alguna vez la Hna. White hubiera dicho que no sabía si había ido al cielo
con el “cuerpo”, seguramente hubiera sido suficiente como para negársele su autoridad
como profetisa (1 Cor. 15:50).
Una nueva posición adventista niega que Apocalipsis 12:17 esté relacionado con
el don de profecía de 19:10, asegurando que “el testimonio de Jesucristo” es el Nuevo
Testamento. Por eso interpreta Apocalipsis 1:9; 20:4, diciendo que la expresión: “la
palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo”, está señalando a los dos Testamentos de
la Biblia.
Pero esta posición no es bíblica, pues en el A.T el vocablo “testimonio”, del hebreo
eduwth, equivalente al griego marturéo, abarca las tablas de la ley, toda la torah y todas
las “Escrituras” (Éxo. 16:34; 25:16, 21,22; 31:18; 32:15; 34:29; 40:20; Núm. 17:4; Sal.
19:7; Juan 5:39; Hech. 10:43). Y cuando el “testimonio de Jesucristo” se relaciona con la
“palabra de Dios” y los “mandamientos de Dios”, se refiere al testimonio que dio Jesús
mediante sus obras cuando éstas confirmaron a los profetas bíblicos (ver Apoc. 6:9). Por
lo tanto, “el testimonio de Jesucristo” es la revelación de toda la Biblia, y a “todos” los
profetas (Hech. 10:43) que según la Biblia incluye a los que Dios eligió fuera del canon
bíblico de las enseñanzas de Cristo, donde el evangelio de salvación es lo más
importante. Es por eso que creemos firmemente que en Apocalipsis 19:10 se habla
también del don profético. Y por la misma razón, la Hna. White dice que “Enoc” 2 y
hombres elegidos por Dios fuera de la nación judía 3, también vieron visiones “mediante el
espíritu de profecía” que se menciona en Apocalipsis 19:10.
Elena G. de White dice con claridad: “No hay medias conclusiones en el asunto.
Los Testimonios son del Espíritu de Dios, o del diablo”. 4 No hay grados medios de
inspiración, ni hay media luz, por la simple razón de que el Espíritu Santo no elige algunos
para inspirar una verdad a medias, mezclándola con algún error, y a otros para que
1
Ibíd., p. 33.
2
, La Verdad Acerca de los Ángeles, (Bs. As.: ACES, 1997), pp. 70,71.
3
DTG, p. 24.
4
, Joyas de los testimonios (JT), vol. 2 , (Bs. As.: ACES, 1956), p. 286.
21

reciban verdades totales. Aunque lo ha permitido por su sabiduría, Dios mismo no es el


autor de los “errores” bíblicos. Y si afirmamos que la Hna. White recibió la revelación, pero
su luz es menor porque al transmitirla cambió algunas verdades en errores, en primer
lugar tenemos que presentar las pruebas. Y en segundo lugar, tenemos que explicar por
qué los profetas bíblicos también oscurecieron algunas verdades por el prejuicio y los
errores humanos, y sin embargo forman parte del canon inspirado que Dios lo señala
como la “cadena” de los eslabones y la “luz mayor”.
Para tratar de explicar lo que significa “luz menor”, se dan las siguientes
propuestas:
1º La “luz mayor” es como el “Metro Prototipo” que se guardó como norma en
1893. “La luz menor”, serían las copias que conservaron exactamente la medida del Metro
Prototipo hasta 1960. Pero los Testimonios de Elena G. de White no son simples copias
de “la luz mayor”. Para eso no se requiere el don de profecía.

2º La inspiración de los 40 escritores bíblicos es mayor que la de Elena G. de


White, así como la luz de 40 velas es mayor que una sola. Esta ilustración puede explicar
muy bien el hecho de que ningún profeta que se separa de los 40 del canon, puede
mantener la misma cantidad de luz. No importa si es Moisés, Pablo, o un extra-bíblico
como Elena G. de White. Pero aquí no se explica cómo ella es “luz menor” y las
revelaciones de sus escritos suman cerca de 100.000 páginas, es decir que contienen –
como dice ella– “mucha luz”; más luz revelada que la que encontramos en toda la Biblia.

3º También se dice que “la luz mayor” es como el “mapa nacional” de los 48
estados de U.S.A., y la “menor” los planos estatales a pesar que contienen más detalles.
Aquí se resuelve el problema anterior manteniendo la misma autoridad. Pero todavía no
se explica por qué Juan el Bautista fue considerado profeta “mayor”, a pesar que no está
como uno de los 40 escritores bíblicos, y ni siquiera como un escritor extra-bíblico.

4º Según otra posición, Elena G. De White es “luz menor” porque Dios la llamó
para una misión distinta. Pero, si examinamos la vida de los profetas del canon, pronto
nos convenceremos que cada profeta tuvo una misión particular. También fue muy distinta
la misión que tuvo Juan el Bautista, que, como Elena G. De White, no escribió en la Biblia.
En segundo lugar, la luz de la Hna. White no se consideraría “luz menor” sino, en todo
caso, “luz distinta”, o “nueva luz”.

5º Otra postura más confiable, sostiene que la Hna. White es “luz menor” porque
sus escritos son “para un tiempo específico, el tiempo del fin, y para un pueblo específico,
la iglesia remanente”. Pero Daniel, Juan en el Apocalipsis, y varios otros profetas, también
escribieron para el tiempo del fin, y están en el canon bíblico. Juan el Bautista fue el
profeta del tiempo del fin de la teocracia hebrea, y del comienzo del remanente de ese
Israel literal, mediante la obra de Jesús y los apóstoles (Isa. 10:22; 49:6; Jer. 31:7; Eze.
11:13; Sof. 3:13; Rom. 9:27). Pero vimos que Cristo lo presentó con la misma autoridad
que los escritores del canon.
22

6º También se dice, con razón, que la Biblia es “la luz mayor” y Elena G. de White
el vidrio de aumento o el telescopio que aumenta el tamaño de la luz en forma
asombrosa. Pero entonces, ¿por qué a los Testimonios no se les llama “luz mayor”? Es
evidente que este problema requiere más estudio.
Elena G. de White dijo que su misión tiene como objeto guiar a los hombres a “la
luz mayor”, porque en los escritos del canon bíblico se nos asegura que contiene toda la
enseñanza necesaria, “a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente
preparado para toda buena obra” (2 Tim. 3:17). Es decir que, si bien su luz es adicional
a la Biblia —esto no lo podemos negar—, no es una luz que debe agregarse a la del
canon como para completar algo incompleto en él. 1 Como se lo señala en una ilustración,
su misión es como la de un telescopio o un microscopio que nos muestra más luz de la
que ilumina la Biblia, porque nos acerca más a ella. Eso ocurriría si viajáramos hacia el
sol. La luz aumentaría a pesar de ser el mismo astro que vemos desde la tierra.
Por ejemplo, en los evangelios, Cristo menciona a los terremotos entre sus
señales del fin. Ella aumenta la imagen de luz, y predice el terremoto de la ciudad de San
Francisco en los EE.UU.2 Aquí no hay nueva revelación, sino detalles nuevos de la misma
“señal”. Este “telescopio” inspirado llega a darnos tantos detalles de la revelación del
canon, que su luz llega a ser mayor que la suma de la de todos los profetas de la Biblia.
Es fácil saber, por comparación, que la luz de los Testimonios es mucho mayor a la que
da cualquier profeta del canon. Sin embargo, ella sola es “una luz menor”.
¿Por qué? ¿Porque no es nuestra autoridad sobre doctrina? Ella nos responde:
“El poder de Dios bajaba sobre mí, y yo recibía capacidad para definir claramente lo
que es verdad y lo que es error”.3 Como vimos, ella no niega que pueda ser nuestra
“norma”, porque fue “instruida con respecto a la relación de un pasaje con otro de las
Escrituras”,4 y para “corregir errores sutiles y especificar lo que es verdad”.5 Por lo tanto,
concluye que “todos los que crean que el Señor ha hablado por medio de la Hna. White y
le ha dado un mensaje, estarán seguros frente a los muchos engaños que vendrán
en estos últimos días”.6
¿Quiere decir que el árbitro final no es la Biblia, sino Elena G. de White? Hay
algunos que argumentan que ella no puede ser árbitro en asuntos doctrinales, porque
nuestra verdad se fundamenta en la “sola Scriptura”. Si la Hna. White dejó en claro que la
palabra final está en la Biblia como unidad, y no en unos pasajes aislados, ni en un
profeta separado del canon, como ella, es porque siempre “los espíritus de los profetas” –
o el “espíritu de la profecía”– deben estar sujetos a los demás profetas (1 Cor. 14:32). Esa
es la forma como todos nosotros podemos saber si el mensaje de un llamado profeta
viene de Dios o no. Y es así como todos podemos llegar a ser árbitros mediante la luz
que nos da la Biblia (Hech. 17:11; Gál. 1:8, 9). Y con mucha más razón lo puede ser una
profetisa de Dios que se basa en la Palabra de Dios. Por lo tanto, no podemos negar que

1
MS, 3:31.
2
, Manuscritos, 30, 1903, y 61, junio 3 de 1906.
3
, Obreros Evangélicos, (Bs. As.: C.E.S., 1926), p. 317.
4
MS, 3:41.
5
Ibíd., 3:34.
6
Ibíd., 3:92.
23

ella puede ser árbitro. Lo que sí aclaró, es que “la Biblia ha de ser presentada como la
Palabra de Dios infinito, como el fin de toda controversia y el fundamento de toda fe”.7
Este arbitrio final queda confirmado en Isaías 28:10, donde dice que los que
buscan la verdad en la Biblia, no deben apurarse a llegar a una conclusión doctrinal, sin
comparar antes un texto con otro; un libro con otro y un autor con los demás. La razón
salta a la vista: Nos está diciendo que no nos conformemos con las declaraciones de un
solo autor inspirado, sino que investiguemos la Biblia como una unidad, a fin de que lo
falible se torne infalible; que la luz menor se torne luz mayor. Porque vimos que cualquier
profeta aislado de esta Unidad inspirada, que es la voz de Cristo y “la luz mayor”, llegaría
a ser una “luz menor”. Por eso Pablo pidió que lo compararan con las Escrituras para
verificar sus verdades (Hech. 17: 11). Lo mismo pidió la Hna. White, porque los espíritus
dones de los profetas deben estar sujetos a los profetas” y no se los debe separar.
De esta manera los escritos más antiguos llegan a ser como el “canon”, la norma
para rechazar o aceptar a los nuevos. Esto es muy importante para poder entender qué
es “luz mayor”. Por ejemplo, cuando Moisés concluyó su obra, y el “canon” de la Biblia
llegó a estar compuesto de 6 libros (el Pentateuco y el libro de Job) y el Salmo 90, Dios
eligió “a Josué hijo de Nun” con esta condición: “Nunca se apartará de tu boca este libro
de la ley” (Jos. 1:8). Si Josué fue elegido por Dios como profeta verdadero (Jos. 1;1,5,
etc.), ¿por qué debía estar bajo la autoridad de los libros de Moisés, como si fuera una
“luz mayor”? ¿No bastaba sujetarse a las visiones y revelaciones del Señor, que es la
verdadera “luz mayor”?
Es obvio que ésta era la forma como el pueblo de Dios podía reconocerlo como el
siguiente profeta de Dios (1:17). Así que en esos días de prueba, el pueblo aceptó a
Josué como “una luz menor”, o como un profeta condicionado al canon. Pero después se
confió en su autoridad tan plenamente como a Moisés. Por eso llegó a ser parte del
canon. La condición del apóstol Pablo en sus días, fue la misma que la de Josué en los
primeros tiempos. Fue gracias a la confirmación del apóstol Pedro en el año 67 d.C., que
él fue aceptado por la mayoría como profeta de Dios, y más tarde se le dio validez a todos
sus escritos como parte del canon.
Entonces, vemos que la “luz menor” también tiene relación con la confianza que el
pueblo de Dios va teniendo por el último profeta que llega a conocer. Generalmente los
profetas fueron reconocidos ampliamente después de su muerte. Pero, debido a que la
Sra. White predijo que sus escritos serían, no solamente puestos en duda en sus días,
sino especialmente rechazados y atacados por muchos del pueblo de Dios hasta el fin del
tiempo de gracia, queda claro por qué deberá ser considerada hasta entonces, o hasta
cuando nos encontremos en el cielo, como una luz aparte del canon. Y, como todo
escritor de la Biblia que es separado del canon, deja de pertenecer a la luz mayor –de la
misma manera como una vela bíblica cuando es separada de las otras 39 que iluminan–,
ella también queda como una “luz menor”.
Aunque ella escribió más páginas que la que contiene el canon sagrado, no recibió
luz adicional de algunos pasajes de la Biblia, y por eso no pudo darles mayor explicación.
Esto significa que si poseemos en nuestra biblioteca todos los libros de Elena G. De White
y no tenemos la Biblia, la inmensa cantidad de información que da, no será suficiente para

7
––––, Palabras de vida del gran Maestro, (Bs. As.: ACES, 1960), pp. 21,22.
24

que conozcamos toda la verdad revelada. Entonces, a pesar del gran tamaño de esta
“vela”, al separarla de las otras 40 llegará a ser una luz menor. Además, sabemos que
ningún profeta humano puede ser “luz mayor” por sí mismo, ya que solo Cristo es infalible
y “la luz mayor”.

7º Para que podamos entender mejor por qué los profetas bíblicos son falibles y
luces menores, pero la Biblia no, Elena G. de White presenta otra ilustración. Ella dice que
cada escritor del sagrado Canon es como un “eslabón [...] de la cadena de la verdad”.1 Un
eslabón no es una cadena. Solo lo será cuando se lo una a ella. Por esta razón Isaías y
Pablo piden que comparemos cada declaración con la de los demás profetas, para ver si
está de acuerdo a todas las declaraciones de la Biblia. Si no se ajusta a una sola de ellas,
podría ser parte de una verdad; parte de la “cadena”. Pero una cosa sí podemos estar
seguros: No es la verdad; no es “cadena”. Si los teólogos tuvieran en cuenta esta regla
tan simple y tan conocida, ¡cuántos dolores de cabeza se podrían haber evitado! El
método de Satanás siempre ha sido el mismo: Usar la Biblia en forma parcial, para que la
luz mayor llegue a ser una luz menor, y poder así completarla con el error.
Por lo tanto, todo profeta de Dios es luz menor o mayor, según se lo considere
separado o unido a la “Cadena”. No es mayor o menor si está como escritor en el canon
bíblico, fuera de él o porque no escribió nada. Juan el Bautista es un ejemplo indiscutible;
y lamentamos que todavía se ponga esto en duda. San Pablo lo dijo con claridad: “Mas si
aún nosotros se incluye a sí mismo siendo profeta, o un ángel del cielo, os anunciare
otro Evangelio [...] sea anatema” (Gál. 1:8): Pablo es un “eslabón”, no una cadena; y
Elena G. de White tampoco es la cadena.
Entonces, ninguna enseñanza tendrá validez si no tiene el apoyo de la Palabra de
Dios en su totalidad. Elena G. de White advierte a los exégetas:
“Pero vi que la Palabra de Dios, en conjunto, es una cadena perfecta, de la cual
una porción se vincula con la otra y la explica”. 2 “No deseamos que nadie diga: ‘Esto
quiero rechazar y esto quiero recibir’, sino queremos tener fe implícita en la Biblia en
conjunto y tal como es”.3
Si el Señor nos diera la orden de separar del canon dos cartas de las que escribió
Pablo, éstas dejarían de formar parte de la “cadena” infalible, y por lo tanto tampoco
deberíamos tratarlas como norma final, a pesar de que el escritor siga perteneciendo al
canon de la luz mayor. Este es el caso de la tercera carta que Pablo escribió a los
Corintios, antes que escribiera las otras dos que forman parte del N.T.(1 Cor. 5:9), y
también la que escribió a la iglesia de Laodicea (Col. 4:16). Como corresponde, los
destinatarios aceptaron estas cartas como inspiradas por Dios. Pero para los cristianos de
las demás iglesias de Asia Menor y nosotros hoy, solo quedan como escritos con luz
menor. Si estas cartas fueran encontradas y distribuidas hoy entre nosotros, no las
podríamos aceptar como nuestra norma doctrinal, porque serían solo eslabones y luces
menores de Pablo. Seguramente estas cartas han tenido orientaciones, mensajes y
propósitos muy puntuales y locales, pero poco útiles para los cristianos de todas las
épocas y para todos los creyentes del mundo.
1
CS, p. 367.
2
PE, pp. 220, 221.
3
CBA, 7:931.
25

Pablo comenta en el canon el contenido de una de esas cartas extra-bíblicas, con


la siguiente orden: “Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (1 Cor. 5:13). ¿Se
puede imaginar a nuestro pueblo estudiando en la hora de la Escuela Sabática, y durante
todo un trimestre –como ya se ha hecho con varios libros de las Escrituras–, la carta de
los hechos de un perverso en la iglesia de Corinto? ¿Sería esto positivo? Para nosotros lo
sería si sólo se lo mencionara brevemente, como aparece en el canon.
Como ocurre con estas cartas, y otras escrituras que no fueron incluidas al canon,
los Testimonios no son una luz menor por causa de la calidad del don profético de la
escritora, sino porque el sabio Dios vio que esto no era prudente para todos. En el Centro
White de la Asociación General, hay cartas muy personales que no se han publicado por
esta razón.
Todavía hay muchos adventistas que no entienden por qué nuestra fe se basa en
la sola Scriptura de la Reforma protestante, y al mismo tiempo en los testimonios de
Elena G. de White, cuando la palabra final siempre es y seguirá siendo la Biblia. Pero
estas dos preguntas pueden ayudarnos: ¿Por qué las iglesias que dicen basarse en la
Biblia sola, sostienen doctrinas tan diversas y contradictorias? ¿Por qué somos nosotros
los que anunciamos la verdad más fiel a las Escrituras?
El problema es que hubo, hay y habrá autoridades teológicas muy respetadas en
el mundo que dicen basarse en la Biblia, pero sus enseñanzas oscurecen lo que es más
claro y sencillo, a tal punto que Dios se ve obligado a enviar nuevos profetas, para que los
que no son “nobles”, porque no examinan las Escrituras (Hech. 17:11), no se dejen
conducir por esos guías ciegos.
Cuando el apóstol Pablo escribió que la Biblia ya contenía todo lo necesario “para
toda buena obra”, fue durante el año 66 d.C. Entonces es lógico que nos preguntemos:
“¿Para qué Juan, el apóstol, fue llamado a escribir su evangelio, sus tres epístolas y las
grandes revelaciones del Apocalipsis, 30 años después? Porque en ese tiempo la Biblia
contenía todo lo necesario para los creyentes que vivían en los días apostólicos. Pero no
contenía entonces lo que iba a ser necesario después, hasta llegar a nosotros. Por eso
Dios eligió a Juan y a Elena G. de White. 1 Y es por eso que hoy sólo la Iglesia Adventista
del 7º Día es la iglesia verdadera, que prevalecerá hasta el regreso del Señor a través de
las peligrosas y complicadas contiendas de los días finales (Se entiende que en forma
individual debemos incluir a todos los santos fuera de la iglesia remanente).
En conclusión, podemos resumir diciendo que “la luz mayor” es Cristo, revelado en
la “cadena” de profetas de Dios. Moisés, Daniel, Pablo o Juan el Bautista son luces
menores porque son sólo “eslabones”. Y este último nos indica claramente que la
“cadena” no es solamente el canon de los 40 eslabones de la Biblia, sino el canon o el
número de eslabones que Cristo va eligiendo, para que encajen perfectamente en la
cadena de Dios. Pero, como los “eslabones” que Dios agrega a la Cadena, deben ser
admitidos condicionalmente, como lo pidió a Josué cuando la Biblia constaba de un solo
eslabón y 6 libros; a Pablo cuando en el año 66 d.C. el canon tenía 39 eslabones con 61
libros (Hech. 17:11up.) y era completo para “toda buena obra” (2 Tim. 3:17); a Juan
cuando en el año 96 llegó a sumar unos 40 porque entonces los 39 eslabones con los
61 libros ya no contenían lo suficiente para “toda buena obra”; por un corto tiempo a

1
JT, 1:61.
26

William Foy, y luego a Elena G. de White, el canon de la Biblia es todavía “nuestra única
regla de fe y práctica”; y lo seguirá siendo hasta el fin o hasta nuestra llegada al cielo.1
A continuación señalo cuatro motivos principales por qué Dios aconseja que los
Testimonios permanezcan separados del canon sagrado, a pesar que el Señor les da el
mismo valor inspirado.
Primero, los Testimonios no deben pertenecer al canon bíblico, porque no fueron
escritos para todos los cristianos de todas las épocas, sino para un pueblo en particular:
El remanente de Dios. Es por eso que no hay ninguna doctrina fundamental de nuestra
iglesia, que no esté basada en una declaración bíblica.
Segundo, no sólo fueron escritos para este tiempo en particular, sino también para
corregir problemas particulares en la Iglesia Adventista del Séptimo Día, y "para el
perfeccionamiento de los santos”.2 Esto, a pesar que sabemos que existe la iglesia de
Dios invisible. Es decir, que la mayoría de los testimonios tampoco fueron escritos para
los justos que todavía están en Babilonia, y son llamados a la iglesia visible de Dios.
Tercero, los extra-bíblicos Juan el Bautista y Elena G. de White fueron llamados
con el objetivo de preparar al remanente de Dios para recibir al Mesías. El primero, siendo
el último profeta del Israel literal; y el segundo como el último del remanente final del
Israel espiritual. Ambos recibiendo el mayor privilegio de todo profeta humano: El de
señalar personalmente al Salvador del mundo. Mediante una resurrección especial, que
ocurrirá antes de la gran resurrección3 y de la venida, Elena G. de White también tendrá el
privilegio de verlo y señalarlo, diciendo: "¡Este es nuestro Dios! Lo hemos esperado, y nos
salvará” (Isa. 25:9).
Cuarto, a diferencia de lo que ocurrió al principio con Josué, Pablo, y todos los
profetas de la Biblia, Dios aconsejó no añadir los Testimonios al canon, porque sabía que
no solo serían puestos a prueba por un tiempo, sino que debido a una creciente y
marcada oposición externa; y principalmente dentro de la iglesia, causarán finalmente “un
zarandeo en el pueblo de Dios”. Como los escritos de la Sra. White son tan claros y
directos, a los apóstatas no les quedará otra alternativa que levantarse abiertamente
contra ellos, y salir de la iglesia remanente.4
Sabemos que los escritores bíblicos no fueron ni serán los únicos que Dios eligió
para revelarles sueños y visiones (Joel 2:28,29; Efe. 4:11,13; 1 Cor. 1:7,8). Pero sus
mensajes serán aún más puntuales y locales que los escritos de Elena G. de White.

UN DESORDEN BIEN ORDENADO


En cierta ocasión Dios reveló a Ezequiel la forma cómo él actúa en algunos casos,
y cómo lleva a cabo sus planes. Se lo mostró con la figura de cuatro ruedas entrelazadas,
llenas de ojos de sabiduría. Éstas se movían hacia los cuatro ángulos de la tierra; es

1
JT, 1:61.
2
CS, p. 11.
3
Ibíd., p. 695.
4
JT, 1:61.
27

decir, cada una para su lado. Sin embargo, el profeta vio que todas terminaban tomando
una sola dirección planeada de antemano.
Elena G. de White comenta que “las ruedas eran tan complicadas en su
ordenamiento, que a primera vista parecían confusas; y sin embargo se movían en
armonía perfecta [...] Como las complicaciones semejantes a ruedas eran dirigidas por la
mano que había debajo de las alas de los querubines, el complicado juego de los
acontecimientos humanos se halla bajo el control divino [...] Por su propia elección,
cada uno decide su destino, y Dios lo rige todo para cumplir sus propósitos”.1
No nos sorprendamos, pues, si en la Biblia hay problemas y “errores”, pues todo
está bajo el control divino. Con relación a estos “misterios de la Palabra inspirada”, los
Testimonios responden diciendo que “todos los errores no ocasionarán dificultad a un
alma ni harán que ningún pie tropiece”.2 Y también dice: “Ni siquiera debemos
lamentarnos que estas dificultades existan, sino aceptarlas como permitidas por la
sabiduría de Dios”. 3
Los investigadores adventistas que insisten que los profetas del canon bíblico no
cometen “errores”, y ocultan aquellos que creen que pueden ocasionar dificultades, están
cumpliendo una labor que la Omnisapiencia no les ha asignado. Ningún “error” se
introdujo en las Escrituras por descuido del Espíritu Santo. Las “ruedas” de la inspiración
se mueven en gran confusión, pero las estrategias de Dios asombran al más
inteligente. Entonces, no metamos las manos en ese delicado mecanismo divino,
sacando y ocultando piezas que parecen estar en malas condiciones, a menos que
comprobemos que no se ajusta al texto de los manuscritos más confiables.

ESTRATEGIAS DIVINAS PARA QUE LOS


PROFETAS ESCRIBIERAN VOLUNTARIAMENTE
LO QUE DIOS SE HABÍA PROPUESTO

Dios no eligió a sus profetas y luego trató de ver cómo podía resolver los
problemas que sus escritores le causaran. La Biblia fue leída por Dios palabra por
palabra, mucho antes que los profetas se dispusieran a escribir lo que él reveló. Fue
desde la eternidad que Dios supo lo que iba a ocurrir en este planeta. Lo vio todo en sus
detalles más pequeños. Por eso fue que desde la eternidad, la segunda persona de la
Deidad tomó la decisión de ser el engendrado Hijo de Dios; el Mediador de la raza caída
(Prov. 8:24,25),4 y el “inmolado desde el principio” (Apoc. 13:8). Lo supo todo por la
capacidad de “la presciencia [prógnosis] de Dios” (1 Ped. 1:2).
Un erudito asegura que Dios no tiene conocimiento anticipado (prógnosis) de las
cosas. En su “teología del proceso”, ve al Omnisapiente aprendiendo y entendiendo los
acontecimientos en forma progresiva. De esta manera echa por tierra uno de los mejores
argumentos a favor de la inspiración que presentó Cristo: “Y ahora os lo he dicho antes
1
PR, p. 393.
2
MS, 1:18.
3
JT, 2:310.
4
, El Evangelismo, (Bs. As.: ACES, 1975), pp. 446,447.
28

que suceda, para que cuando suceda, creáis” (Juan 14:29). Dios desafía a todos los que
piensan conforme a la “teología del proceso” con estas inmutables palabras: “Acordaos de
las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y
nada hay semejante a mí, que anuncio lo porvenir desde el principio, y desde la
antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo
que quiero” (Isa. 46:9,10). Fue por este conocimiento anticipado de las cosas, que pudo
leer la Biblia en la eternidad. Vio cómo Pablo iba a escribir: “Si en el cuerpo, o fuera del
cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe” (2 Cor. 12:3). Cuando llegó el momento de revelarle la
verdad, no le dio más revelación que la que tenía, porque quería que esta declaración
apareciera en la Biblia. Era una de sus estrategias, aunque a los de “débil mente” les
parezca inaceptable.
Cuando Dios eligió a Pablo para que revelara su verdad acerca de la resurrección,
sabía que no la entendería plenamente. Para que esa verdad fuera escrita con más
claridad, podría haber elegido a otra persona; pero no era ese su plan. Dios leyó desde la
eternidad 2 Pedro 3:16, donde Pedro escribiría que hay partes de los escritos de Pablo
que son “difíciles de entender”. ¿Por qué en el momento de revelarlas, Dios no aclaró
mejor esas partes inspiradas? ¿Por qué no eligió a otro hombre para que escribiera más
sencillo? La respuesta del Omnisapiente es, que fueron “elegidos según la presciencia de
Dios [...] para obedecer” (1Ped. 1:2). Dios sabía a quién elegir para que le obedeciera
voluntariamente —aunque a veces sin darse cuenta—, escribiendo cada pasaje de la
Biblia conforme a sus estrategias divinas.
Por la presciencia divina, el Señor sabía de antemano cómo su luz pura y blanca
de su verdad se tornaría en colores y “matices diferentes”. Por eso, él presentó su
mensaje según el color que reflejaría cada uno, y cuidando que la suma de todos los
matices la Biblia en su conjunto concluyera en la luz blanca original. De esta manera,
los diferentes temperamentos, las diferentes ideas y prejuicios individuales, es decir la
falibilidad, no fuera un impedimento para que la verdad terminara siendo infalible.
La sierva del Señor escribió: “El Señor dio su Palabra justamente en la forma en
que quería que viniera. La dio mediante diferentes autores, cada uno con su propia
individualidad”.1
Por supuesto, este método divino podía ser peligroso, pues algunos podrían tomar
las palabras del autor que refleja un matiz de la luz original, y concluir que la luz de Dios
no es blanca, sino de color violeta. Pero, “hecha la trampa”, queda hecha con anticipación
“la ley” que la anula. Ya vimos que uno de los principales mandamientos acerca de la
lectura y de la inspiración de la Biblia, es comparar una declaración con otra, y un profeta
con otro, para que se vea la luz blanca (Isa. 28:10). Y al hacer esto, pronto notaremos que
por presciencia, Dios preparó de antemano la corrección para cada tergiversación.
De ahí que en la Biblia no va eso de “hecha la ley, hecha la trampa”.
De paso, la presciencia de Dios no sólo se ve en la Biblia. También lo ven los
ateos evolucionistas que reconocen que en la Naturaleza en este caso ellos la escriben
con mayúscula para destacar quién es su dios hay un “azar” inteligente que conoce el
fin desde el principio. Julian Huxley decía que tiene una dirección progresiva”. 2 Otros

1
MS, 1:25.
2
Theodosius Dobzhansky, La Evolución, la genética y el hombre, (Bs.As.: EUDEBA, 1966), p. 387.
29

señalaron esta presciencia como una “fuerza vital” que impulsa todo en forma “definida”
hacia un perfeccionismo;1 “una ley” autogenética la “epigénesis” de Kaspar Wolff y Karl
von Baer; la “nomogénesis” de L. S. Gerg; la “halogénesis” de Rosa; la “aristogénesis” de
H. F. Osborn, y la “ortogénesis” de Eimer y Haacke, con una “energía creadora” que se
dirige a su destino de manera fatal”2
Es lamentable que esta presciencia sea admitida por muchos ateos, pero
desconocida por algunos teólogos. Creo que la “presciencia” de Dios es la clave que
puede explicarnos por qué, a pesar que él se valió de escritores falibles, la Biblia terminó
siendo una verdad infalible sin necesidad de violar la voluntad de los escritores.

ESTRATEGIAS DIVINAS PARA QUE LA BIBLIA


MANTENGA SIEMPRE UNIDOS LOS PENSAMIENTOS
DEL HOMBRE CON LOS DE DIOS

Dios sabía que si la Biblia no se escribía como la conocemos, en poco tiempo los
creyentes dejarían sus Biblias llenas de polvo en los estantes de sus bibliotecas. Al
conocer toda la revelación, buscarían otras fuentes para satisfacer sus inclinaciones
espirituales, y calmar su apetito con nuevos conocimientos. Los resultados serían obvios.
Las dificultades que existen en el Libro de Dios son, pues, un estímulo benefactor para
una investigación constante y una comunión diaria y más íntima con el Señor (Hech.
17:11; Juan 5:39).
La Hna. White escribió: “También encontrará dificultades, secretos y maravillas
que le proporcionarán la más elevada satisfacción al estudiante durante una larga
vida”.3 Esta estrategia de Dios permite que los amados hijos del Altísimo sigan
interesados a su lado, y bien ocupados, con la “satisfacción” de encontrarse siempre con
algo nuevo.

ESTRATEGIAS DIVINAS QUE PERMITEN AL HOMBRE


ELEGIR LIBREMENTE SU PROPIO DESTINO

Si Dios hubiera permitido escribir la verdad con todo el peso de la evidencia y con
toda la claridad que viene de su infinita sabiduría, los incrédulos y los malos no tendrían
escapatoria. No podrían excusarse, y tendrían que seguir a Dios contra su voluntad. La
pluma inspirada escribió: “Si bien es cierto que Dios ha dado pruebas evidentes para la fe,
no quitará jamás todas las excusas que pueda haber para la incredulidad”.4
Aquí podemos entender más claramente por qué Dios permitió algunos “errores”.
Éstos son tan necesarios y tan inspirados como las preciosas verdades de Dios. Sí. Dios
1
Ibíd., p. 227.
2
Ibíd., pp. 366-368; Remy Collin, La Evolución, hipótesis y problemas, (Andorra: Edit. Casal I. Vall,
1960), pp. 85-90.
3
White, MS, 1:21.
4
CS, p. 582.
30

planeó los “errores” bíblicos desde la eternidad con una buena estrategia: Que los que no
quieren creer en Dios, puedan tener la libertad de negarlo. Las excusas que él les permite
tener son muy pobres, pues los “errores” bíblicos están presentados y ubicados
estratégicamente, como para que se pueda evidenciar que ellos no quieren creer. Pero, si
los incrédulos no tuvieran otro apoyo, todos estarían obligados a creer como nosotros.
¿Se puede Ud. imaginar a todo el mundo cristiano como está, pero llamándose
Adventista del Séptimo Día? ¿Cree que los ángeles y los mundos que no cayeron se
convencerían del plan de Salvación de la raza humana, al ver la maldad imperante?
¿Cree que se sentirían satisfechos, o con temor y llenos de duda? En muchos casos, ¿de
qué modo podría Dios revelarles claramente quiénes serían candidatos para el cielo y
quienes no? Sin una decisión voluntaria donde poder manifestarse claramente ante los
testigos del universo, la Norma del juicio no sería suficiente, pues sólo Dios podría leer las
verdaderas intenciones de cada corazón humano. Pero, para que la declaración de
Nahum 1:9 pueda ser efectiva, Dios necesita de esos testigos.
¿Y por qué esos “errores” bíblicos ayudan a definir mejor quien es creyente y
quien no lo es? Porque “todos los errores no ocasionarán dificultad a un alma, ni harán
que ningún pie tropiece”.1 “Las dificultades que hay en la Biblia no arrojarán sombra
sobre la sabiduría de Dios; no causarán la ruina a nadie”.2 En cambio, para los
incrédulos se transformarán en su propia trampa.
Si examinamos los “errores” de la Biblia, notaremos que se trata de asuntos
secundarios de poca importancia para la salvación. Y aquellos que sí son de importancia,
tienen siempre su corrección en el contexto. A veces, la corrección la hizo el mismo
profeta sin que se diera cuenta, porque, como vimos, Dios se la reveló poniendo su
palabra en su boca (Núm. 23:5,12; 2 Sam. 23:2; Jer. 1:9; Dan. 8:27).
En algunos casos, un “error” o una trasmisión defectuosa de los profetas, puede
llegar a ser el pensamiento más destacado en el canon bíblico, a fin de que sea una
trampa fácil para la mayoría de las religiones, que no acostumbran a examinar la Biblia
con verdadero interés, sino que basan más sus enseñanzas en la autoridad humana. Este
es el caso de la monstruosa doctrina del “infierno eterno”, que transforma a Dios en un ser
completamente opuesto a la justicia y al amor. La corrección está, pero se la encuentra en
un grupo minoritario de declaraciones que le dan el verdadero sentido de “fuego eterno”.
Recuerdo que por mucho tiempo, cada vez que llegaba a la declaración paulina:
“Por tanto nadie os juzgue [...] en cuanto a [...] días de reposo” (sábados: Col. 2:14-16),
me preguntaba —quizá como Pedro (2 Ped. 3:16), pero con cierta molestia—: “¿por qué
Dios no guió al profeta para que fuera más claro? De esta manera —pensaba— todos los
evangélicos serían guardadores del séptimo día; y no quedaríamos solos en el
cristianismo”. ¿Solos? Pues esto es justamente lo que Dios quiere, para que la iglesia
verdadera sea una y no varias. ¿Que los profetas no aclaran esos pasajes? Claro que sí,
pero buscando con interés, o preguntando a ... los adventistas —que es lo que Dios se
propuso (Hech. 8:26, 31,35-39)—. Hoy entiendo que esos, y otros textos “difíciles de
entender, los cuales los indoctos e inconstantes tuercen”, están para favorecer a nuestra

1
MS, 1:18.
2
JT, 2:306.
31

iglesia: Somos únicos, con una verdad que jamás podrá desmoronar toda la
confederación babilónica del fin.
Los que no llegan a encontrar la verdad, por causa de esta estrategia de Dios, no
se perderán, pues serán juzgados por lo poco que entiendan (Rom. 2:12,14; Sant. 4:17).
Por eso Lutero no perderá el cielo, aunque persiguió a los observadores del sábado. Y
muchos más podrán ser conducidos más fácilmente a la única iglesia verdadera, gracias a
estos métodos de Dios. En cambio, para aquellos que se escudan con estos problemas
de la Biblia para seguir en la oscuridad, el Señor se vale de la estrategia del
endurecimiento y la ceguera voluntaria, para que los testigos de los cielos tengan
evidencias más claras para el día del juicio aquí es donde caen en su propia trampa.
Un clásico ejemplo lo encontramos en el caso del Faraón, cuando se opuso a la
revelación que recibió de Dios por medio de Moisés. Primero él “se endureció” (Éxo. 5:2;
7:13; 8:14). Entonces Dios usó la “rueda” de la sabiduría, diciendo: “Yo endureceré su
corazón” (Éxo. 4:21).
Dios no dio al faraón más evidencias, sino que, conociendo de antemano su
manera de reaccionar, lo aprovechó para sus planes estratégicos. Desde entonces el
universo conoció el verdadero carácter del Faraón, y los hebreos los espectaculares
planes divinos. No niego que las estrategias divinas nos puedan traer algunos momentos
de incertidumbre y temor, como cuando los hebreos se vieron entre el mar Rojo y la
espada del ejército del Faraón. Muchas veces me vi frustrado; y algunas veces hasta
molesto por los problemas que encontré para encontrar la respuesta a muchos
interrogantes. Pero el resultado siempre llega a ser más positivo; y se participa del mismo
sentimiento del descubridor, cuando después se alegra que el precioso “tesoro” que
encontró estuviera escondido y no a la vista de la mayoría que se mantiene en el error.

ESTRATEGIAS DIVINAS PARA QUE LA


REVELACIÓN NO SEA DESTRUIDA POR SUS ENEMIGOS

Cierta vez, el apóstol Pablo hizo esta inquietante declaración: “Porque ya está en
acción el misterio de la iniquidad; solo que hay quien al presente lo detiene” (2 Tes. 2:7).
En la Biblia se desenmascara a los principales opositores de Dios y de su Palabra; y
algunas de sus profecías lo hacen mediante verdades que ellos tratan de ocultar con
astucia. Pero cuando no pueden hacerlo, se levantan contra los que divulgan las
Escrituras con ira satánica.
Hay “dos testigos” que el anticristo odia principalmente: Son los dos Testamentos
de la Biblia (Apoc. 11; Zac. 4:6). Hubo un tiempo cuando Roma papal pudo hacerlos
callar. Pero hoy es una de las iglesias cristianas que apoyan su lectura, a pesar que sus
enseñanzas no han cambiado en absoluto. ¿Cómo pudo lograrlo? Gracias a que ha
encontrado el modo de excusarse mediante las estrategias de Dios.
En el capítulo 12 del libro de Apocalipsis, encontramos el resumen da la gran
controversia entre Cristo y su iglesia y Satanás y su confederación del mal.
Contrariamente a lo que es de esperar de una síntesis literaria, el capítulo no sólo está
32

lleno de símbolos claves, sino que también presenta la historia con cinco interrupciones
cronológicas.1 Es como para hacer perder la paciencia a cualquiera, ¿verdad? Pero
sabemos que aquí, Dios quiere evitar que el poder papal no tenga otra alternativa que ser
descubierta o hacer desaparecer a los “dos testigos”.
Hoy, gracias a esta estrategia divina, los teólogos de Babilonia se esconden detrás
de interpretaciones preteristas y futuristas de las profecías bíblicas, y se sienten “seguros”
como para apoyar la lectura de la Biblia. Pero, al mismo tiempo, el Espíritu Santo y los
mensajeros del Señor, tienen las herramientas necesarias como para poder
desenmascararlos.
Elena G. de White comenta: “Lo que para las mentes limitadas parece enredado y
complicado, la mano del Señor puede mantenerlo en perfecto orden. El puede idear
medios y formas para desbaratar los propósitos de consejeros impíos y de los que
traman maldades”.2 Por eso algunas parábolas de Cristo no tenían un propósito didáctico
para que entendieran los simples, sino para que no las entendieran lo enemigos.

ESTRATEGIAS DE DIOS PARA DAR


LUGAR A LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO

¿Hemos pensado alguna vez por qué Jesús dijo a sus amados discípulos: “Os
conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; y
si me fuere os lo enviaré” (Juan 16:7)? ¿Por qué era mejor que viniera el Espíritu Santo y
ocupara su lugar? La obra del Espíritu no consistiría en dar más luz que la revelada por
Cristo (Juan 16:13, 14), sino permitir que esa luz pudiera penetrar más profundamente y
fuera más efectiva.
¿No es eso lo que sucede cuando un predicador nos presenta una verdad que
para nosotros es nueva? Nos cuesta comprenderla y aceptarla; muchas veces, porque
relacionamos las palabras con las características de quien las pronuncia, y con
experiencias agradables y desagradables con las cuales tuvo alguna relación. Todo eso
distrae nuestra mente, y a veces puede ser un impedimento para aceptar una evidencia.
Por eso, muchas veces se prefiere que la persona escriba sus declaraciones para poder
examinarlas a solas.
Seguramente Cristo tenía esto en mente cuando dio esa declaración. Y ésta fue la
causa por qué en ocasiones no dio más explicación a verdades que pronunció, cuando los
discípulos se las pidieron. La sierva del Señor escribió: “El Salvador no tomó tiempo
para darles más explicaciones porque sabía que cuando el Espíritu Santo
descendiera sobre ellos plenamente, sus mentes se iluminarían, comprenderían en
todo sentido la obra que se desplegaría ante ellos, y la emprenderían justamente donde él
la había dejado”.3
Sin la obra del Espíritu santo para iluminar las Escrituras, aún lo más sencillo y lo
más claro —como lo es el bendito evangelio de salvación— perdería su valor. Por él la

1
Ver , Testimonies for the Church, vol. 1, p. 20.
2
CBA, 4:1182.
3
HR, p. 251.
33

Palabra llega a ser “poder de Dios para salvación” (Rom. 1:16); y llega a ser “viva y
eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos” (Heb. 4:12). En cierto modo, las
dificultades que encontramos en la Biblia son un estímulo para buscar la ayuda del que da
“poder” a su Palabra. Lo interesante es que las verdades de Dios son como los eslabones
de una cadena, que cuando iniciamos la búsqueda de una verdad terminamos
comprendiendo otras.

ESTRATEGIAS DIVINAS PARA QUE LA REVELACIÓN


SEA COMPRENDIDA EN EL MOMENTO OPORTUNO

Cuando el Señor quiere que comprendamos algo sin demora, como su plan de
salvación, lo presenta relacionado con elementos pedagógicos insuperables. Algunas
veces Jesús habló en parábolas con el propósito de que sus adversarios no entendieran
lo que quería decir (Mat. 13:13). Pero, generalmente lo hacía para que la verdad fuera
más sencilla. Como Cristo fue el Revelador de toda la Biblia, podemos entender por qué
los métodos de enseñanza (Rom. 15:4) en los dos Testamentos, tienen el sello de su
sabiduría:
¿Cómo enseña el A.T.? Lo hace por medio:
del mensaje directo (sólo por las palabras.......................16%
de poesías y cantos (salmos)...........................................30%
de símbolos......................................................................12%
de hechos históricos.........................................................42%

¿Cómo enseña el N.T.? Lo hace por medio:


del mensaje directo...........................................................30%
de símbolos (especialmente Apocalipsis)...........................3%
de hechos históricos..........................................................67%

Vemos, entonces, que la enseñanza presentada directamente, sin acompañar las


palabras del mensaje con algo que lo ilustre, es apenas alrededor de un 20% en toda la
Biblia.
Pero cuando se trata de profecías, en algunos casos las ilustraciones no están allí
para ayudarnos, sino para detener nuestro conocimiento por otra razón divina que es
estratégica. Después del Pentecostés, los discípulos llegaron a comprender grandes
verdades que habían permanecido en la oscuridad. Pero algunas profecías, como la de
los 2300 días-años, siguieron en su mente en la lista de los misterios. La pluma inspirada
da la explicación:
“Si Cristo hubiese revelado a sus discípulos los acontecimientos futuros como los
contemplaba él, no habrían podido soportar la visión. Por misericordia hacia ellos,
fusionó la descripción de las dos grandes crisis, dejando a los discípulos estudiar por
sí mismos el significado”.1
1
DTG, pp. 581,582.
34

Si Jesús no les hubiera ocultado toda la verdad, seguramente se hubieran


desmoralizado, y la verdad no hubiera podido ser proclamada con el poder que se realizó.
Él sabía, también, que las expectativas acerca de las profecías de Daniel volverían a ser
tema de discusión desde el siglo XIV; y que el desconocimiento produciría al fin un gran
chasco dentro del pueblo de Dios. Pero también, que la misteriosa profecía de los 2.300
días-años llegaría a ser comprendida precisamente en el tiempo cuando su comprensión
sería necesaria.
Antes del chasco, los milleritas se encargaron de proclamar la fecha poco antes de
su cumplimiento. Y los adventistas remanentes, de interpretar su significado desde el 23
de octubre. Si este último descubrimiento hubiera ocurrido un día antes, la iglesia no
habría podido ser zarandeada, como Dios lo había dispuesto desde la eternidad (Zac.
13:9; Apoc. 10:8-10). No se asombre por esto. La Hna. White escribió al respecto: Ellos
“habían hecho la voluntad de Dios al seguir la dirección de su Espíritu y de su Palabra”.1
¿No se revela esto en el mensaje que el Señor le dio a Juan en Apocalipsis 10? De esta
manera “proclamaron un mensaje que la Inspiración había predicho que iba a ser dado al
mundo, pero que ellos no hubieran podido dar si hubiesen entendido por completo
las profecías que indicaban su contratiempo”.2 Esto significa que si el chasco no se
cumplía, probablemente nuestra iglesia no hubiera existido. Por lo menos con la
organización actual.
Entonces, mientras los justos de 1844 se lamentaban confundidos, ¿el cielo se
alegraba por el cumplimiento del chasco? Por supuesto que no. Debemos saber
diferenciar entre la voluntad divina y sus sentimientos. Dios nunca quiso el chasco, pero
vio que era un mal necesario para contrarrestar un mal mayor. La primera enseñanza que
recibió Laodicea, al nacer fue, pues, que sólo se debe confiar en la Palabra de Dios.
Nunca plenamente en la teología humana (Hech. 17: 11; Gál.1:8).
Pero esta lección tan importante que dejó Dios a su pueblo en Laodicea, ya desde
el primer día de vida, todavía no ha sido comprendida plenamente. Cuando la Hna. White
concluyó su último sermón en un congreso de la Asociación General, y se dispuso a
sentarse, se detuvo. Regresó al púlpito; tomó la Biblia; y levantándola dijo estas solemnes
palabras, que seguirán sonando como un eco a través de todo el tiempo de gracia:
“Hermanos y hermanas, les recomiendo este Libro”.3
Por mucho tiempo nuestra iglesia ha sido señalada como el “pueblo del Libro” y “la
iglesia de la Biblia”. Pero la sierva del Señor ya nos advirtió que “tenemos mucho más que
temer de enemigos internos que de externos”, 4 porque “de vosotros mismos se
levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos”
(Hech. 20:30).
Ya varios autores adventistas están cuestionando la necesidad de la muerte
expiatoria de Cristo por los pecadores; la pertinencia de la doctrina del santuario; el
espíritu de profecía; la observancia del sábado y la creencia en la proximidad de la
segunda venida de Cristo. “Más aún, desde la década de los 70, Spectrum, una revista

1
CS, p. 460.
2
Ibíd, pp. 456,457.
3
W. A. Spicer, The Spirit of Prophecy in the Advent Movement, (Wáshignton, D.C.: Review and Herald,
1937), p. 30.
4
MS, 1:142.
35

independiente de la Asociación de Foros Adventistas, es la publicación que fomenta y


defiende las opiniones del método histórico-crítico dentro del adventismo”, donde se pone
en duda la objetividad e historicidad de los primeros capítulos del Génesis, como así
también la total inspiración de la Biblia. 1
Pero estas voces no pueden impedir que la voz profética siga sonando en nuestros
oídos: “Hermanos y hermanas, les recomiendo este Libro”. La lección recibida desde
el nacimiento de nuestra iglesia no será olvidada; por eso nuestra iglesia terminará su
obra en triunfo. No dudo de esto, a pesar de la crisis que se ha iniciado, porque el
Revelador aseguró: ”Y la Escritura no puede ser quebrantada” (Juan 10:35): “Mi
consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Isa. 46:10). Alegrémonos por esto.

Y LAS COMPLICADAS RUEDAS DE


LA INSPIRACIÓN SIGUEN GIRANDO...

La perfecta y asombrosa maquinaria que vio Ezequiel sigue maravillando al


mundo. Dios se ha dispuesto morar con la humanidad; lo infalible con lo falible; la verdad
con el error, tornando el error en verdad absoluta. Así como Dios habitó entre nosotros
con el ropaje de “la doliente naturaleza humana, degradada y contaminada por el
pecado”,2 pero no llegó a ser pecador en absoluto (1 Juan 3:5), ni dejó de ser “Dios con
nosotros” (Mat. 1:23); así como permitió que el hombre le hiciera una tienda ¡y qué
pobre habitación, comparada con las lujosas y confortables que habitan los magnates del
mundo! para que habitase en ella sin perder su gloria eterna (Éxo. 25:8), así también la
sabiduría infinita decidió revelarse mediante escritores humanos ¡y qué insignificantes,
al compararlos con los grandes de la tierra! para que escribieran en el Libro más leído
del mundo (1 Tes. 2:13; 4:2; 2 Ped. 3:15,16; 2 Tim. 3:16,17).
Es por eso que la lectura del Libro Santo enlaza y cautiva a los sabios que son
humildes, pero es una Roca que quebranta a los necios que quieren hacerse sabios, y los
hace caer de espaldas grandemente asombrados. Por eso, no puedo concluir sin
recordar las palabras del profeta Isaías, que dicen:
“La palabra, pues, de Jehová les
será mandamiento tras
mandamiento [...] un poquito allí,
otro poquito allá; hasta que vayan
y caigan de espaldas, y sean
quebrantados, enlazados y
presos”.
Isa. 28:13.

1
E, pp. 124-126.
2
, Youth Instructor, 20-XII-1900.
36

Estoy realmente asombrado por la sabiduría de Dios.


*

E-mail: lebeskow@arnet.com.ar

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