Dadme Un Laboratorio y Levantaré El Mundo Por Bruno Latour
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estudio de los indiciadores para seguir el crecimiento del I+D y la historia del detector de
ondas gravitacionales (Collins, 1975); o entre la investigación del caso Windscale y el
desciframiento de lo que murmuran unos pocos científicos durante una charla en el
laboratorio (Lynch, 1982). Tan difícil es detectar características comunes entre intereses
tan diversos, que la gente tiende a pensar que hay, en efecto, problemas
"macroscópicos", y que los dos conjuntos de temas deberían recibir un tratamiento
diferente, con métodos diferentes y por autores con formaciones diferentes. La creencia
de que existe en la sociedad una diferencia de escala real entre los objetos
macroscópicos y los microscópicos es muy común entre los sociólogos (Knorr y
Cicourel, 1981), pero está especialmente arraigada en la sociología de la ciencia.
Muchos especialistas en CTS están orgullosos de no ocuparse en absoluto del
contenido de la ciencia y del micronivel de las negociaciones científicas; mientras que,
en el otro extremo del espectro, algunos autores afirman que sólo les interesan las
controversias entre científicos (Collins, 1982), o incluso llegan a decir que la sociedad
no existe en absoluto o, al menos, que no existe ninguna macrosociedad acerca de la
cual se pueda decir algo serio (Woolgar, 1981). Lo gracioso de este malentendido es
que reproduce, en términos ligeramente distintos, la vieja polémica entre los enfoques
"internalistas" y "externalistas" en el estudio de la ciencia y la tecnología. Mientras que
los debates de tiempos pasados oponían las "influencias sociales" al "desarrollo
puramente interno" al dar cuenta del desarrollo de las disciplinas científicas, lo que se
contrapone ahora es la "política pública" y los "tiras y aflojas económicos a gran escala"
frente a las "micronegociaciones", el "oportunismo" y el "folcklore de laboratorio". Los
términos han cambiado, la creencia en la "cientificidad" de la ciencia ha desaparecido,
pero ambas escuelas de pensamiento siguen conservando el mismo respeto por las
fronteras de la actividad científica.
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científica rebosa artículos acerca del trabajo llevado a cabo en cierto laboratorio, el de
Monsieur Pasteur en la École Normale Supérieure. Día tras día, semana tras semana,
periodistas, científicos, médicos e higienistas centran su atención en lo que ocurre en
unas cuantas colonias de microbios en distintos medios: bajo el microscopio, dentro de
animales inoculados, en las manos de unos pocos científicos. La simple existencia de
tan enorme interés muestra la irrelevancia de una distinción demasiado clara entre el
"interior" y el "exterior" del laboratorio de Pasteur. Lo que es relevante es el breve
circuito establecido entre gran cantidad de grupos sociales, normalmente indiferentes
respecto a lo que ocurre dentro de los muros del laboratorio, y laboratorios normalmente
aislados de tal pasión y atención. De algún modo, algo está ocurriendo en esos cultivos
de microbios que parece ser directamente esencial para los proyectos de todos los
grupos sociales que expresan sus preocupaciones en los periódicos.
¿Cómo se las ha arreglado Pasteur para captar los intereses de grupos indiferentes?
Pues, utilizando el mismo método de siempre (Geison, 1974; Salomon-Bayet, 1982). Se
traslada a sí mismo y su laboratorio a la niebla de un mundo ajeno a la ciencia del
laboratorio. La cerveza, el vino, el vinagre, las enfermedades de los gusanos de seda, la
antisepsia y la posterior asepsia, ya han sido tratadas mediante esos movimientos. Una
vez más, hace lo mismo con un nuevo problema: el ántrax. Se decía que la enfermedad
del ántrax era terrible para el ganado francés. Para la administración, los veterinarios y
los granjeros, tal carácter "terrible" había sido "demostrado" por las estadísticas, y
muchas sociedades agrícolas de la época se hacían eco de estas preocupaciones.
Especialistas en estadística y veterinarios estudiaban la enfermedad, pero la ciencia del
laboratorio no se había ocupado de ella hasta Pasteur, Koch y sus discípulos. En
aquella época, las enfermedades era sucesos locales que se debían estudiar
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atentamente tomando en consideración todas las variables posibles (el suelo, los
vientos, el tiempo, el sistema de explotación ganadera, e incluso los campos, animales
y granjeros individuales). Los veterinarios conocían todas estas idiosincrasias, pero era
un conocimiento cuidadoso, variable, prudente e incierto. La enfermedad era
imprevisible y se repetía según patrones no demasiado claros, reforzando la idea de
que debían tenerse en cuenta las idiosincrasias locales. Este enfoque multifactorial
hacía levantar las sospechas generales ante cualquier intento de saltarse todas esas
idiosincrasias y relacionar una enfermedad con cualquier causa individual, como por
ejemplo, un microorganismo. Las enfermedades como el ántrax, con todas sus
variaciones, eran un ejemplo típico de lo que se creía que no estaba relacionado con las
ciencias de laboratorio. Un laboratorio en París y una granja en Beauce no tienen nada
en común. Nada de lo que ocurre en uno puede resultar interesante para la otra.
Pero los intereses, como cualquier otra cosa, pueden construirse. Utilizando el trabajo
de muchos predecesores que ya habían comenzado a relacionar los laboratorios con la
enfermedad del ántrax, Pasteur va un paso más allá y trabaja en un laboratorio
improvisado en una granja. No podía haber dos lugares tan extraños el uno para el otro,
como una sucia, maloliente, ruidosa y desorganizada granja de ganado del siglo XIX y
el obsesivamente limpio laboratorio de Pasteur. En la primera, grandes animales eran
parasitados de un modo aparentemente azaroso por enfermedades invisibles; en el
segundo, los microorganismos se hacían visibles para el ojo del observador. En una se
criaban animales grandes, en la otra, animales pequeños. Pasteur (el "pastor" en
francés) se contempla a veces, en momentos de entusiasmo, como el inventor de una
nueva ganadería y una nueva agricultura, pero en su época, estas dos formas de
ganado apenas tenían ninguna relación. Sin embargo, una vez en el campo, Pasteur y
sus asistantes aprenden de las condiciones en las granjas y de los veterinarios, y
comienzan a crear tales relaciones. Están interesados en señalar todas las variaciones
en la aparición y el desarrollo de las epidemias de ántrax y en ver hasta qué punto
podrían corresponderse con su causa viviente, el bacilo del ántrax. Aprenden del
campo, traduciendo cada ítem de la ciencia veterinaria a sus propios términos, de tal
modo que trabajar en sus términos sea también trabajo de campo. Por ejemplo, la
espora del bacilo (descubierta por Koch) es la traducción mediante la cual los campos
dormidos pueden de repente convertirse en infecciosos, incluso después de muchos
años. En el laboratorio se traduce como "fase de espora" lo que en el lenguaje del
granjero es un "campo infectado". Los pasteurianos comienzan aprendiendo este
lenguaje y poniendo nombres específicos a cada uno de los elementos relevantes de la
vida del granjero. Están interesados por el campo, pero aún son inútiles e indiferentes
para los granjeros y sus diversos portavoces.
Movimiento dos: mover el punto de apoyo de una posición débil a una fuerte
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suficiente como para mantener unidos los intereses y evitar su dispersión. La gente
dirige rápidamente su atención hacia cualquiera que afirme que tiene la solución a sus
problemas, pero también son rápidos para retirarla. La variación de la enfermedad es
especialmente misteriosa para todos los veterinarios y granjeros. A veces mata, a veces
no, a veces es fuerte, a veces débil. Ninguna teoría acerca de los contagios puede
explicar estas variaciones. Así que, el trabajo de Pasteur, aunque interesante, podía
convertirse fácilmente en una curiosidad o, más exactamente, en una curiosidad de
laboratorio. No sería la primera vez que los científicos atraen la atención del público
sólo para mostrar al final que no tienen nada que ofrecer. Los microestudios
permanecen siendo "micro" y los intereses captados durante un tiempo se trasladan a
otras traducciones de otros grupos que han tenido éxito en alistarlos. Esto era
especialmente cierto en la medicina, que en esa época estaba cansada de continuas
modas pasajeras (Leonard, 1977).
Sin embargo, en este caso, Pasteur hace algo dentro de su laboratorio con el cólera de
las gallinas y el bacilo del ántrax que modifica definitivamente la jerarquía entre la
ciencia veterinaria y la microbiología. Una vez que gran cantidad de microbios son
cultivados en laboratorios en forma pura y sometidos a numeras pruebas para que
aceleren su crecimiento o mueran, se desarrolla un nueva habilidad práctica de "saber
cómo". En unos pocos de años, los experimentadores adquieren la habilidad de
manipular conjuntos de materiales que no existían previamente. Esto es nuevo, pero no
milagroso. Entrenar y domesticar a los microbios es un arte, como la impresión, la
electrónica, la cocina cordon bleu o el video. Cuando estas habilidades se han
acumulado en los laboratorios, aparecen muchas posibilidades nuevas que antes, y en
cualquier otro lugar, hubieran sido impensables. La razón no está en ninguna nueva
actitud cognitiva, ni en que, de repente, el público se haga consciente de la existencia
de microorganismos previamente desconocidos. Lo único que ocurre es, simplemente,
que están manipulando nuevos objetos y, de este modo, adquieren nuevas habilidades
en un nuevo emplazamiento idiosincrático (Knorr, 1981).
El encuentro casual que hizo posible el primer cultivo atenuado del cólera de las
gallinas es bien conocido (Geison, 1974), pero la casualidad sólo favorece a los
laboratorios bien preparados. Las causas vivas de las enfermedades debidas al hombre
pasan por tantas pruebas, que no es en absoluto sorprendente que alguna de ellas deje
algunos microbios vivos pero débiles. Esta modificación podría haber pasado
desapercibida si el laboratorio no hubiera intentado imitar las características relevantes
de las epizootias inoculando muchos animales. La modificación invisible de los
microbios invisibles se convierte entonces en visible; lo pollos previamente inoculados
con la cepa modificada no contraen el cólera, sino que resisten la inoculación de
microbios intactos. Poner cultivos del cólera de las gallinas en contacto con oxígeno es
suficiente para hacerlos menos virulentos cuando se inoculan en los animales. Lo que a
través de la estadísitca del laboratorio se convierte en visible es la cadena de microbios
debilitados, luego microbios fortalecidos y, finalmente, animales fortalecidos. El
resultado es que los laboratorios pueden ahora imitar la variación de la virulencia.
Es importante comprender que ahora, Pasteur hace cada vez más cosas dentro de su
laboratorio que cada vez más grupos juzgan relevantes para sus intereses. Cultivar
microbios había sido una curiosidad; reproducir epizootias en el laboratorio era
interesante; pero variar a voluntad la virulencia de los microbios es algo fascinante.
Incluso aunque todo el mundo creyera en el contagio, nadie podía explicar lo azaroso
de los efetos. Sin embargo, Pasteur no sólo es el único hombre que ha demostrado la
relación un microbio/una enfermedad, también es el que ha demostrado que la
capacidad de infección de los microbios puede variar bajo condiciones controlables, una
de las cuales es, por ejemplo, el encuentro previo del cuerpo con una forma debilitada
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El lector se habrá dado cuenta de que estoy multiplicando las palabras "dentro" y
"fuera", "micro" y "macro", "pequeña escala" y "gran escala", para demostrar el papel
desestabilizador del laboratorio. Las complejas relaciones entre los microbios y el
ganado, los granjeros y su ganado, los veterinarios y los granjeros, los veterinarios y las
ciencias biológicas, se van a transformar gracias a las prácticas del laboratorio. Amplios
grupos de interés empiezan a considerar que hay un conjunto de estudios de laboratorio
que se dirige a ellos, les ayuda y les concierne. Todos dicen que las graves
preocupaciones de las ciencias francesas de la higiene y la veterinaria se solucionarán
dentro del laboratorio de Pasteur. Este es el sorprendente y breve circuito con el que
comencé: todo el mundo está ahora interesado por experimentos de laboratorio con los
que pocos años antes no tenían la menor relación. El laboratorio de Pasteur consiguió
atraer y captar su interés mediante un doble movimiento: primero, del laboratorio al
campo y, después, del campo al laboratorio, donde se había ganado una nueva fuente
de saber-cómo, manipulando un nuevo material: los cultivos puros de microbios.
Sin embargo, incluso en esta etapa del proceso, lo que estaba en el laboratorio podía
haber quedado allí. El macrocosmos está ligado al microcosmos del laboratorio, pero un
laboratorio nunca es más grande que sus muros y "Pasteur" aún no es más que un solo
hombre con unos cuantos colaboradores. No importa lo grande que sea el interés que
tienen muchos grupos sociales por lo que se hace en un laboratorio, no hay nada que
impida que el interés se desvanezca y disperse si lo único que hay son estudios de
laboratorio. Si Pasteur pasa demasiado tiempo dentro de su laboratorio y, por ejemplo,
modifica su programa de investigación utilizando el microbio del ántrax para aprender
sobre bioquímica, como su discípulo Duclaus, la gente podría decir: "Bueno, después
de todo, ¡no era más que una curiosidad interesante!" Sólo a posteriori podemos decir
que en el año 1881, Pasteur inventó la primera vacuna artificial. Al hacer esto,
olvidamos que Pasteur tuvo que hacer aún otro movimiento, esta vez desde el
laboratorio al campo, de la microescala a la macroescala. Como en todas las
traducciones, es posible y necesario distorsionar los significados, pero no traicionarlos
por completo. Los grupos que aceptan pasar por las manos de Pasteur para resolver
sus problemas sólo lo hacen de camino hacia sus propias metas. No se pueden parar
en su laboratorio.
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Este experimento de campo fue organizado bajo los auspicios de las sociedades
agrícolas. Los anteriores movimientos de Pasteur habían captado su atención, pero la
traducción ("resuelvan sus problemas a través del laboratorio de Pasteur") implicaba
que sus problemas (de ellos) podían resolverse, y no sólo los de Pasteur. La traducción
se entiende entonces en parte como un contrato; ahora se espera que Pasteur cumpla
su parte. "Estamos preparados para desplazar nuestros intereses a través de tus
métodos y prácticas, de tal modo que podamos utilizarlos para alcanzar nuestros
propios objetivos." Esta nueva traducción (o desplazamiento) es tan difícil de negociar
como la primera. Pasteur tiene vacunas para el ántrax en su laboratorio de París. Pero,
¿cómo es posible extender la práctica del laboratorio? Pese a todas las maravillas
escritas por los epistemólogos acerca de esto, la respuesta es simple: sólo extendiendo
el laboratorio mismo. Pasteur no puede distribuir sin más unos cuantos frascos con la
vacuna entre los granjeros y decir: "Muy bien, en mi laboratorio funciona, arréglenselas
con ella." Si hubiera hecho eso, no habría funcionado. La vacuna sólo puede funcionar
si en la granja seleccionada para la prueba de campo en el pueblo de Pouilly le Fort se
modifican algunas cosas de acuerdo con las prescripciones del laboratorio de Pasteur.
Se desarrolla entonces una dura negociación entre el equipo de Pasteur y los intereses
agrícolas acerca de las condiciones del experimento. ¿Cuántas inoculaciones? ¿Quién
será el juez? etc, etc. Esta negociación presenta cierta simetría respecto a la que tuvo
lugar cuando Pasteur llegó a la granja, intentando extraer los pocos elementos
pertinentes de la enfermedad que podría imitar en su laboratorio. Aquí, el problema
consiste en encontrar un compromiso que extienda el laboratorio de Pasteur lo
suficientemente lejos (para que la vacunación pueda repetirse y funcione), pero que sea
aún aceptable para los representantes de los granjeros, de tal modo que se perciba
como una extensión de la ciencia del laboratorio en el mundo externo. Si se excede en
esta extensión, la vacunación fracasará y los decepcionados granjeros enviarán a
Pasteur de vuelta a su laboratorio. Si la extensión es demasiado modesta, ocurrirá lo
mismo: Pasteur será considerado un científico de laboratorio sin nada interesante ni útil
que ofrecer al exterior.
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externo, entonces, sin duda alguna nos encontramos ante un milagro. En su laboratorio,
Pasteur dice: "todos los animales vacunados estarán vivos a finales de mayo; todos los
animales no tratados habrán muerto a finales de mayo; y, fuera del laboratorio, los
animales morirán o sobrevivirán". Un milagro. Una profecía tan buena como la de
Apolo. Sin embargo, si observamos cuidadosamente los anteriores desplazamientos del
laboratorio, primero para capturar los intereses de los granjeros, luego para aprender de
la ciencia veterinaria, y después para transformar la granja en una especie de
laboratorio, aún es interesante, extraordinariamente hábil e ingenioso, pero ya no es un
milagro. Mostraré más adelante que la mayor parte de las versiones mistificadas de la
actividad científica surgen de pasar por alto tales desplazamientos de los laboratorios.
Pero aún tenemos que dar un paso más para alcanzar nuestro punto de partida: las
epidemias de ántrax y su impacto sobre la agricultura francesa. Recordemos que el
ántrax era una enfermedad "terrible". Al decir esto, puedo escuchar como mis amigos
etnometodólogos saltan de sus sillones gritando que ningún analista debería decir que
"una enfermedad es terrible" o que "la agricultura francesa" existe, sino más bien que
son construcciones sociales. En efecto, lo son. Observemos ahora cómo el grupo de
Pasteur va a utilizar estas construcciones para su provecho y el de Francia. Pouilly le
Fort era un experimento montado para convencer a los inversores (de confianza y, más
tarde, de dinero) de que la traducción de Pasteur era un contrato justo. "Si quieren
resolver su problema del ántrax, pasen por mi microbiología". Pero, después de Pouilly
le Fort, todos están convencidos de que ahora la traducción es: "Si quieren salvar sus
animales del ántrax, pidan un frasco de vacuna al laboratorio de Pasteur, École
Normale Supérieure, rue d'Ulm, París". En otras palabras, si respetan un conjunto
limitado de prácticas de laboratorio (desinfección, limpieza, conservación, inoculación,
cronometraje y registro), pueden extender a todas las granjas francesas un producto
hecho en el laboratorio de Pasteur. Lo que en un principio era un científico de
laboratorio intentando captar el interés del público, se está ahora extendiendo a través
de una red que se parece mucho a un circuito comercial (no del todo, ya que Pasteur
envía sus dosis gratuitamente) que propaga los productos del laboratorio por toda
Francia.
¿Es ese "por toda Francia" una construcción social? Sí, desde luego; es una
construcción hecha por las instituciones de recogida de datos estadísticos. La
estadística es una ciencia fundamental en el siglo XIX, y es lo que "Pasteur" (ahora es
la etiqueta utilizada por la multitud de sus seguidores) va a utilizar para comprobar la
difusión de su vacuna, y para proporcionar al público aún no convencido una prueba
nueva y representada a lo grande de su eficiacia. A lo largo de Francia, tal y como está
geográficamente dividida por su burocracia centralizada, es posible registrar en mapas
y diagramas cuidadosamente confeccionados la disminución del ántrax allí donde se
distribuye la vacuna. Como en un experimento en el laboratorio de Pasteur, los
especialistas en estadística dentro de las oficinas de las instituciones agrícolas son
capaces de leer en los mapas cómo descienden los gráficos, lo que significa el
descenso del ántrax. En pocos años, la transferencia a todas las granjas de la vacuna
producida en el laboratorio de Pasteur se registró en las estadísticas como la causa del
declive del ántrax. Sin estas instituciones dedicadas a la estadística, hubiera sido
completamente imposible decir si la vacuna fue de alguna utilidad, así como, para
empezar, hubiera sido totalmente imposible detectar la existencia de la enfermedad.
Hemos alcanzado ahora el punto del que habíamos partido. La sociedad francesa se ha
transformado en algunos aspectos esenciales debido a los desplazamientos de unos
pocos laboratorios.
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modificar la agricultura francesa. Lo que tenemos que comprender después es por qué
en ese momento el laboratorio se fortalece para modificar el estado de cosas de todos
los demás actores.
Otra razón de que la distinción dentro/fuera sea irrelevante, es que, en este ejemplo, el
laboratorio se sitúa de tal modo que puede reproducir con precisión dentro de sus
muros un evento que parece estar sucediendo sólo fuera (primer movimiento) y, luego,
extender fuera, a todas las granjas, lo que parece estar sucediendo sólo dentro de los
laboratorios. Como en algún teorema topológico, el mundo interior y exterior pueden
intercambiarse mutuamente con facilidad. Obviamente, las tres relaciones (fuera,
dentro, fuera de nuevo) no son en modo alguno idénticas. Sólo unos pocos elementos
de las epizootias macroscópicos son capturados en el laboratorio; en el laboratorio sólo
se producen epizootias controladas sobre animales experimentales, del laboratorio sólo
se extraen los gestos específicos de inoculación para difundirse por las granjas. Es bien
conocido que esta deriva metafórica, que se compone de una sucesión de
desplazamientos y cambios de escala (vid. infra) es la fuente de toda innovación (Black,
1961). Para nuestro propósito aquí, es suficiente decir que los actores captados ven
cada paso de una posición a la siguiente como una traducción fiel, y no como una
traición, una deformación o un absurdo. Por ejemplo, la enfermedad en un plato Petri,
no importa lo lejana que esté de la situación en la granja, se ve como una fiel
traducción, de hecho como la interpretación, de la enfermedad del ántrax. Lo mismo
ocurre cuando los higienistas ven como equivalentes las pruebas a las que los
microbios son sometidos en el laboratorio de Pasteur, y las variaciones de las
epidemias a las que grandes masas de población son sometidas en una gran ciudad
como París. Es inútil tratar de decidir si estos dos emplazamientos son realmente
equivalentes (no lo son, ya que París no es un plato Petri), pero aquéllos que insisten
en que si Pasteur resuelve sus problemas en la microescala, el problema en la
macroescala secundaria también será resuelto, los juzgan como equivalentes. La
negociación sobre la equivalencia de situaciones no equivalentes es lo que caracteriza
siempre la amplitud de una ciencia, y lo que explica, la mayor parte de las ocasiones,
por qué hay tantos laboratorios involucrados cada vez que se tiene que resolver una
negociación difícil.
Para que la vacuna sea efectiva, tiene que extenderse fuera, en el "mundo real de ahí
fuera", como dice la gente. Esta es la mejor muestra de lo absurdo de la dicotomía
dentro/fuera y de la utilidad de los microestudios de la ciencia para comprender
macroproblemas. La mayor parte de las dificultades relacionadas con la ciencia y la
tecnología surgen de la idea de que, en cierto momento, las innovaciones están en los
laboratorios y, en otro momento, se ponen a prueba en un nuevo conjunto de
condiciones que invalidan o verifican la eficacia de esas innovaciones. Esta es la
"adequatio rei et intellectus" que tanto fascina a los epistemólogos. Como muestra este
ejemplo, la realidad es mucho más mundana y menos mística.
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Sin embargo, hay una segunda razón por la que los laboratorios no tienen exterior. La
existencia misma de la enfermedad del ántrax, en primer lugar, y la eficacia de la
vacuna al final de la historia, no son hechos "externos" dados para que todos los
puedan ver. Son, en ambos casos, el resultado de la existencia previa de instituciones
estadísticas que han construido un instrumento (en este caso la estadística), han
extendido sus redes a través de toda la administración francesa para recoger datos, y
han convencido a todos de que había una ""enfermedad", una "enfermedad terrible", y
de que había una "vacuna", una vacuna "eficiente". Normalmente, cuando hablamos del
mundo externo, estamos simplemente dando por supuesta la extensión previa de una
ciencia anterior construida sobre el mismo principio que vamos a estudiar. Por esto, los
estudios de laboratorio, al final, tienen la clave para comprender los macroproblemas,
como mostraremos en la conclusión de este artículo.
Para estudiar a Pasteur como un hombre que actúa sobre la sociedad, no es necesario
buscar fuerzas políticas, beneficios económicos o simbólicos a corto plazo o motivos
chauvinistas a largo plazo. No tiene sentido buscar ideologías inconscientes ni
retorcidos impulsos (impulsos que, por algún misterio, sólo están claros a los ojos del
analista). No tiene sentido hurgar en su vida. Lo único que hay que hacer es mirar lo
que hace en su laboratorio como científico. Resumiendo un largo estudio (Latour,
1981a), podríamos decir que lo que Pasteur hace es añadir a todas las fuerzas que
componen la sociedad francesa de su tiempo una nueva fuerza de la que él es el único
portavoz creíble: el microbio. No es posible construir relaciones económicas sin este
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Lo dicho acerca del ejemplo expuesto en la primera parte, nos conduce ahora al
problema más general de la práctica del laboratorio y de la relevancia de los
microestudios para comprender los problemas a "gran escala" suscitados por el campo
denominado Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS). Si tuviera que resumir el argumento
presentado en la segunda parte, podría decir que la sociología de la ciencia se paraliza
a sí misma desde el comienzo: o sea, si da por supuesto que existe una diferencia de
niveles o de escala entre el "contexto social" por una parte, y el laboratorio o el
"contexto científico" por la otra; y si no estudia el contenido mismo de lo que se hace
dentro de los laboratorios. Afirmo, por el contrario, que los laboratorios son uno de los
pocos lugares en los que las diferencias de escala son irrelevantes, y donde el
contenido mismo de las pruebas hechas dentro de sus muros puede alterar la
composición de la sociedad. La consecuencia metodológica de este argumento es, por
supuesto, que estábamos en lo cierto al comenzar con los estudios de laboratorio y
buscar una sociología del contenido de la ciencia (Latour y Woolgar, 1979). En los
estudios de laboratorio, no sólo se encontrará la clave para una comprensión
sociológica de la ciencia; sino también, creo, la clave para una comprensión sociológica
de la sociedad misma, porque es en los laboratorios donde se genera la mayor parte de
las nuevas fuentes de poder. La sociología de la ciencia no puede tomar siempre
prestadas de la sociología o de la historia social las categorías y conceptos precisos
para reconstruir el "contexto social" dentro del cual debería entenderse la ciencia. Por el
contrario, ya es hora de que la sociología de la ciencia muestre a los sociólogos y a los
historiadores sociales cómo se desplazan y reforman las sociedades con y por medio
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de los contenidos de la ciencia. Pero, para hacer eso, los sociólogos de la práctica
científica no deberían ser tímidos y restringirse sólo al nivel del laboratorio (porque este
nivel no existe), sino más bien estar orgullosos de bucear dentro de las paredes del
laboratorio, porque los laboratorios son los lugares en los que las relaciones
dentro/fuera están invertidas. En otras palabras, dado que las prácticas de laboratorio
nos conducen constantemente dentro/fuera y arriba/abajo, deberíamos ser fieles a
nuestro campo y perseguir nuestros objetos a través de todas sus transformaciones.
Esto no es más que buena metodología. Pero para hacer esto sin marearnos,
deberíamos comprender con mayor detalle la extraña topología que presentan las
prácticas de laboratorio.
El problema más difícil para comprender esta situación de la práctica de laboratorio es,
precisamente, definir por qué es sólo en el laboratorio donde se generan nuevas
fuentes de fuerza. Utilizando la metáfora de la palanca, ¿por qué es el laboratorio una
sólida palanca y no una débil caña? Al plantearnos está pregunta, regresamos al
problema de comprender qué se ha logrado con los microestudios de la ciencia. Antes
de que los estudios de laboratorio empezaran a proliferar, los epistemólogos ofrecieron
muchas respuestas para esta pregunta. Se decía que los científicos tenían métodos
especiales, mentes especiales, o, en formas de racismo más culturales, algún tipo
especial de cultura. Su fuente de fuerza se explicaba siempre con algo "especial",
normalmente una cualidad cognitiva. Por supuesto, en el momento mismo en que los
sociólogos entraron en los laboratorios y empezaron a comprobar todas esas teorías
acerca de la fuerza de la ciencia, desaparecieron sin más. Nada especial, nada
extraordinario, de hecho, nada con ninguna cualidad cognitiva estaba ocurriendo allí.
Los epistemólogos habían escogido el objeto equivocado, buscaban aptitudes mentales
e ignoraban el emplazamiento local material, esto es, los laboratorios. Lo mismo ocurría
con la mayor parte de la denominada sociología mertoniana. Ninguna relación
sociológica esencial podía explicar nada acerca de la fuerza de la ciencia. Las "normas"
se desvanecieron lo mismo que el "colegio invisible" y el "reconocimiento precapitalista
de las deudas", y fueron al limbo donde también la "falsación" y el "sexo de los ángeles"
están disfrutando de un bien merecido descanso eterno. Los primeros sociólogos
cometieron el mismo error que los epistemólogos. Buscaban algo especial en todas
partes excepto en el lugar más obvio y llamativo: los escenarios. Incluso los propios
científicos son más conscientes que muchos analistas de qué es lo que los hace
especiales. Pasteur, por ejemplo, un sociólogo y epistemólogo mucho mejor que la
mayoría, escribió una especie de tratado de sociología de la ciencia simplemente
señalando que el laboratorio es la causa de la fuerza que el científico tiene sobre la
sociedad (Pasteur, 1871).
Los estudios de laboratorio han tenido éxito, pero hasta el momento, sólo en el sentido
negativo de disipar las creencias previas que rodeaban a la ciencia. Nada especial está
sucediendo en el aspecto cognitivo y social de la práctica del laboratorio. Knorr-Cetina
ha estudiado esto (1981: cap. 5), y no hay mucho más que añadir, nada más excepto
que ahora tenemos que explicar qué es lo que ocurre en los laboratorios que los
convierte en una fuente tan irremplazable de fuerza política, una fuerza que no se
puede explicar por ninguna peculiaridad cognitiva o social.
En trabajos anteriores (Latour y Fabbri, 1977; Latour y Woolgar, 1979), he indicado una
línea de investigación para responder a la más engañosa de todas las preguntas. Este
enfoque puede resumirse en una frase: centrarse en los artefactos de inscripción. No
importa que la gente hable de quásares, producto nacional bruto, estadística o
microbios epizoóticos del ántrax, ADN o física de subpartículas; la única forma de que
puedan hablar y lo que dicen no quede minado por contrargumentos tan plausibles
como sus propias afirmaciones es que, y sólo que, puedan hacer las cosas de las que
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dicen que están hablando fácilmente leíbles. No importa el tamaño, el coste, la longitud
y amplitud de los instrumentos que construyen, el producto final de todos estos
instrumentos de inscripción es siempre un trazo escrito que hace más simple el juicio de
los demás. La carrera por la invención de estos instrumentos de inscripción y por la
simplificación de las inscripciones proporcionadas, conduce o bien a formas simples
(puntos, líneas, picos) o, incluso mejor, a otro texto escrito leíble directamente sobre la
superficie de la inscripción. El resultado de este interés exclusivo en las inscripciones es
un texto que limita el número de contraargumentos desarrollando, para cada
desplazamiento difícil, una de estas inscripciones simplificadas (diagramas, tablas,
dibujos). El propósito de la construcción de este doble texto que incluye argumentos e
inscripciones es alterar las modalidades que un lector puede añadir a las afirmaciones.
Transformar una modalidad de "es probable que A sea B" a "X ha demostrado que A es
B", es suficiente para obtener un "hecho" científico (Latour y Woolgar, 1979: cap. 2).
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laboratorio e insertándolo en las granjas, tal como hemos visto, domina el microbio (que
hace grande) y la epizootia (que hace pequeña), y multiplica los experimentos a un
coste reducido sin abandonar su laboratorio. Esta concentración de fuerzas lo hace
mucho más fuerte que sus competidores, que no pueden ni siquiera plantearse un
contraargumento, excepto en los pocos casos en los que, como Koch, están tan bien
equipados como él.
Para comprender la razón por la que la gente paga tanto por los laboratorios, que son
de hecho lugares vulgares, sólo hay que considerar estos lugares como instrumentos
tecnológicos adecuados para invertir la jerarquía de fuerzas. Gracias a la cadena de
desplazamientos (tanto del laboratorio como de sus objetos), la escala de aquello de lo
que la gente quiere hablar cambia para alcanzar la mejor de las escalas posibles: la
inscripción de letras y figuras simples en una superficie plana. Después, todo aquello de
lo que tienen que hablar, no sólo se hace visible sino también leíble; unas cuantas
personas entonces pueden señalarlo fácilmente y, al hacerlo, conseguir dominio. Esto
es tan simple y suficiente como el argumento de Arquímedes acerca de mover la tierra y
transformar al más débil en el más fuerte. Es, en efecto, simple, porque este
mecanismo consiste en hacer movimientos simples. "Conocimiento acumulado", dice la
gente con admiración, pero esta acumulación es posible gracias a un cambio de escala,
que, a su vez, hace posible la multiplicación de las pruebas y los errores. La
certidumbre no aumenta en un laboratorio porque los que trabajan en él sean más
honestos, más rigurosos o más "falsacionistas". Es, simplemente, que pueden cometer
más errores que los que están "fuera", que no pueden dominar los cambios de escala.
Cada error es a su vez archivado, guardado, y convertido de nuevo en fácilmente leíble,
cualquiera que sea el campo o asunto específico. Si se registran gran cantidad de
pruebas y es posible resumir sus inscripciones, este resumen será siempre más cierto
si disminuye la posibilidad de que un competidor haga una afirmación tan plausible
como la que tú estás defendiendo. Esto es suficiente. Cuando resumes una serie de
errores, eres más fuerte que cualquiera que se haya permitido menos errores que tú.
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El hecho de que el escenario del laboratorio sea la causa de la fuerza ganada por los
científicos se ve aún más claramente cuando la gente quiere establecer en algún otro
lugar conclusiones tan ciertas como las que se alcanzan en el laboratorio. Como ya he
mostrado, se puede decir que no hay un "fuera" de los laboratorios. Lo mejor que se
puede hacer es extender a otros lugares la "jerarquía de fuerzas" que una vez fue
favorable dentro del primer laboratorio. Mostré esto en el caso del ántrax, pero es
posible generalizar. La mistificación de la ciencia ocurre fundamentalmente debido a la
idea de que los científicos son capaces de hacer "predicciones". Trabajan en sus
laboratorios y, con seguridad, algo ocurre fuera que verifica sus predicciones. El
problema es que nadie ha sido nunca capaz de verificar esas predicciones sin extender
antes las condiciones de verificación que existían en el laboratorio. La vacuna se
extiende si las granjas se transforman en un anexo del laboratorio de Pasteur, y el
mismo sistema estadístico que hace al ántrax visible en primer lugar es utilizado para
verificar si la vacuna tuvo algún efecto. Podemos contemplar la extensión de las
condiciones del laboratorio, y la repetición de la prueba final que fue favorable, pero no
podemos ver las predicciones de los científicos extendiéndose más allá de los muros
del laboratorio (Latour y Woolgar, 1979: cap. 4).
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No hay una parte externa de la ciencia, pero hay largas y estrechas redes que hacen
posible la circulación de los hechos científicos. Naturalmente, la razón de esta
ignorancia es fácil de entender. La gente cree que la universalidad de la ciencia es algo
dado, porque olvidan considerar la importancia de la "métrologie". Ignorar esta
transformación que hace posibles todos los desplazamientos es como estudiar un motor
sin las redes de raíles y autopistas. La analogía es adecuada, dado que el
aparentemente simple trabajo de mantener constantes las constantes en una sociedad
moderna se evalúa como tres veces mayor que el esfuerzo de toda la ciencia y la
tecnología (Hunter, 1980). El coste de hacer que la sociedad se conforme con el interior
de los laboratorios de tal modo que la actividad posterior pueda convertirse en relevante
para la sociedad se olvida frecuentemente, porque la gente no quiere ver que la
universalidad es también una construcción social (Latour, 1981b).
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Pero también podemos comprender por qué los estudiosos de las prácticas del
laboratorio no deberían ser tímidos y aceptar una visión de su propio método que los
limite al laboratorio, dado que el laboratorio es sólo un momento en una serie de
desplazamientos que desmontan por completo las dicotomías dentro/fuera y
macro/micro. No importa lo divididos que estén en sociología de la ciencia, los
macroanalistas y los microanalistas comparten un mismo prejuicio: que la ciencia
termina o empieza en los muros de los laboratorios. Un laboratorio es un objeto con
muchas más trampas, es un gran y eficiente transformador de fuerzas. Por esto, siendo
fiel a su método, el microanalista terminará abordando también macroproblemas,
exactamente lo mismo que el científico que hace experimientos con microbios termina
modificando muchos detalles de toda la sociedad francesa. De hecho, creo que se
puede presentar un argumento para mostrar que la existencia del macronivel mismo, el
famoso "contexto social", es una consecuencia del desarrollo de muchas disciplinas
científicas (Callon y Latour, 1981). Para mí ya está claro que es la única manera de que
la sociología de la ciencia pueda reconstruirse teniendo en cuenta los límites señalados
por los estudios de laboratorio. También creo que ésta es una de las pocas maneras de
que la sociología de la ciencia pueda enseñar algo a la sociología, en lugar de tomar
prestadas de ella categorías y estructuras sociales que el laboratorio más simple está
constantemente destruyendo y recomponiendo. Dado que el laboratorio es mucho más
innovador en política y en sociología que muchos sociólogos (incluyendo muchos
sociólogos de la ciencia), ya es hora de que esto suceda. Estamos simplemente
empezando a aceptar el desafío que las prácticas de laboratorio presentan para el
estudio de la sociedad.
Referencias
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is Not: The Sociologic Translation", en: K. Knorr, R. Krohn y R. Whitley (eds.) (1981),
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Hunter, J.S. (1980), "The National System of Scientific Measurement", Science 210:
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