Mendoza
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CAPÍTULO I.
Entra Marcela y, acto seguido, Dª Margarita, para que su hijo vuelva a la Sala de Juntas.
- Y esto? – Pregunta la primera al verle abrazarla.
- Armando, te esperan para continuar. – Dice su madre muy seria.
- Qué se lleva usted de Ecomoda? Démelo! – Y Marcela extiende la mano para que Betty
la entregue la bolsa negra.
Armando, muy alterado, arranca la bolsa de la mano de Betty para que les dejen en paz y
se la alcanza.
- Qué va a llevar, Marcela? Serán papeles para reciclar! Y ahorita nos dejan acá solitos y
en un momento iré a la Sala de Juntas.
Dª Margarita va a replicar, pero Armando le dice enfadado al límite, mas controlando la
voz:
- Mamá, por favor!
Se quedan solos, cierra la puerta y la ruega-ordena que no se vaya.
- Doctor, cómo se le ocurre que me quede aquí? No puedo.
- Vaya a su casa, entonces. Yo iré en cuanto pueda salir de aquí.
- Me voy de Bogotá.
- QUÉ???
- No voy a dañarle el matrimonio.
- Qué matrimonio? NO HAY BODA! YO NO ME CASO!!!
- Adiós, doctor. – Se despide mansamente.
- Betty, espéreme en su casa! Betty?
Y ella asiente para que la deje marchar.
Betty toma un taxi y va a casa. Llama inmediatamente a Cata con el teléfono que se sube
a su habitación, y le explica con todo detalle cómo se han desarrollado los últimos
acontecimientos.
- Comprendo, Betty. Vuelvo en tres o cuatro días, y entonces le llamo y quedamos. Pero
mientras, vaya pensando en hacer un cambio drástico de imagen, incluso debería ir más
allá y también cambiar algunas cosas de su vida...
- Dª Catalina, una vez intenté y fue peor.
- Betty, puedo enviarle a un salón de belleza y a una tienda donde me conocen. Si quiere
les aviso que va a ir, y ellos la orientarán.
Betty piensa velozmente y responde:
- Adelante, Dª Catalina, estoy decidida. No tengo mucho que perder!
Por la tarde, casi a las ocho suena el timbre. Ella ya había avisado a su madre que si
venía D. Armando, les permitiesen hablar a solas.
Hace una seña a su madre y la buena mujer convence a su marido para que la acompañe
a la cocina porque le necesita allí.
Betty abre y le invita a pasar a la salita.
- Perdone, Betty. Pero no he podido salir hasta ahora. – Se deja caer en un sillón muy
abatido.
- D. Armando, debe ir a casa de sus padres o llegará tarde.
- Llegaré tarde a qué?
- A la entrega de regalos!
- Pero deje ya la cantaleta! Tengo que aprender chino para que entienda que no me
caso? Empiezo a creer que usted desea verme casado con Marcela. Carajo! – Se altera
ya hastiado de tanto repetir lo mismo.
- Se lo dijo usted?
-No hizo falta. Cuando Marcela terminó de leer su correspondencia, en un arranque de
dignidad me dio una cachetada y canceló el matrimonio.
- Entonces... - Betty esperanzada.
- Entonces... punto final a este asunto! – Armando da por zanjado el tema.
- Cómo acabó la junta?
- Mi padre se ha hecho cargo de la presidencia sólo por unos días. Hasta que se hable
con los abogados y el juez, y veamos cómo solucionar el problema. De todos modos,
usted es la dueña. La pedirán que acuda a las reuniones de los próximos días.
- Doctor, qué pena con ellos! Creen que me he apropiado de su empresa.
- Comprendo su disgusto, Betty. Pero ya les he explicado que Mario y yo elaboramos ese
plan y que usted sólo obedecía órdenes de su jefe.
- Aún así...
- Si usted accede a asistir a esas reuniones con los abogados y colabora en la
recuperación de Ecomoda, nadie podrá albergar dudas con respecto a su honorabilidad.
- Ojalá!
Armando se levanta y acerca a ella despacito, la rodea la cintura y dice en su oído:
- Betty, venga conmigo a mi apartamento.
- Ay, no! Eso sí que no, doctor! – Niega con total seguridad.
- Pero...
- El día ha sido muy largo y duro, especialmente para usted. Pero yo sólo tengo fuerzas
para acostarme, y no sé si conseguiré dormir.
Comprende que ella tiene razón y no insiste.
- Mañana la llamo. – Hace intención de darle un beso, pero Betty gira lentamente la cara
evitándole.
- Hasta mañana, doctor. Que descanse. – Le despide dulcemente.
- Buenas noches, Betty. – La acaricia la cara y se va a su apartamento.
Entra en casa abriendo con su llave y su madre sale a su encuentro. Se queda parada en
el recibidor mirándola con la boca abierta.
- Betty, es usted mamita?
- Claro! Qué le parece? – Y sonríe girándose.
- Está muy linda! Y cómo se decidió?
- Tenía que cambiar, mamá. Me he dado cuenta de que iba disfrazada. Oculta bajo una
máscara y unos ropajes de época.
D. Hermes viene del comedor al oírlas hablar y se queda parado al verla.
- Hija, es usted? Qué se hizo? Esa ropita la queda pequeña, estrecha... y la falda! Suba
inmediatamente a su cuarto a vestirse decentemente!
- Papá, me gusto más así y voy a usar esta ropa. La otra la tiraré porque no quiero tan
mal a nadie como para regalársela.
Betty no se amilana. Habla bajito, pero tan seria que su padre calla y vuelve al comedor.
Esto le confirma que Betty estaba muy extraña últimamente y sospecha que el cambio de
su hija es más profundo. Quizá ese doctorcito tenga algo que ver en el asunto.
Va a estar muy atento y a investigar por su cuenta.
CAPÍTULO II.-
Betty sube con su madre a la habitación y las dos disfrutan viendo los trajes, blusas,
suéters, lencería, zapatos y bolsos que ha comprado.
- M´hija, también tendrá que cambiarse la montura de las gafas!
- Sí, mamá. Pero esperaré a que regrese Dª Catalina para que me aconseje. Me ofrece
mucha confianza porque es elegante y sencilla.
- Ay, mamita! No se disguste por la reacción de su papá. Él es muy anticuado y ya se
acostumbrará. Pero a mí me gusta mucho su cambio.
Por la tarde la llama Armando para preguntarle qué tal está de ánimos y decirle que al día
siguiente la esperan en Ecomoda con los abogados Sánchez y Rosales para una reunión.
- Avíseles y paso dentro de un ratico por usted y le cuento.
- No, doctor. Cuénteme por teléfono.
- Betty, yo quiero verla. Usted a mí, no?
- Sí, pero es un poco tarde...
- La recojo y tomamos un café. Sólo eso!
- Está bien. Le espero.
Avisa a los abogados y queda en llamarles cuando sepa a qué hora deben presentarse en
la empresa. A continuación sube a vestirse y se pone el mismo traje que estrenó por la
mañana. Es de color cámel con la falda por encima de la rodilla y lo ha combinado con un
sweter marrón entallado de manga corta que insinúa sus formas.
Betty espera en la salita y cada poco rato mira por la ventana a ver si llega. Está
deseando verle, y además quiere comprobar si su cambio produce el efecto deseado. Ve
parar el coche y sale corriendo hacia él.
Armando se extraña al ver a esa joven que viene tan decidida y entra en el auto
sentándose a su lado muy sonriente.
- Betty? – Pregunta inseguro.
- Oj! Oj! Oj!
- BETTY! Qué cambio! – Se le ilumina la cara y se le encienden los ojillos, examinándola
encantado. – No sé qué decir.
- Pues yo sí! ARRANQUE!!! – Ha visto abrirse la puerta de casa y a su padre que salía.
- Voy! Voy! Qué afán! Y ahorita me va a contar cómo ha sido eso del cambio...
- No sé el por qué, pero sentí la necesidad de cambiar totalmente. Llamé a Dª Catalina y
ella me aconsejó dónde acudir.
- Pues ahora me gustas mucho más. – Y sus ojos lo confirman. – No entiendo por qué
ibas escondida tras el capul y aquellas ropas tan grandes... Me gustan tus rodillas. – Y le
roza una con la mano.
- No sé. Creía que yo era así y me sorprendí mucho al ver tan tremendo cambio.
- Pues ahora vas a atraer muchos moscones. Y yo no quiero competencia. – Mimoso.
- No lo he hecho con intención consciente de atraer a nadie, sino de agradarme a mí, pero
ha resultado una metamorfosis. Lo reconozco.
- Qué egoísta la doctora. Menos mal que a mí también me gusta... - Con ojos golosos.
- Dónde vamos a tomar café? – Pregunta Betty al darse cuenta de la calle por la que van
circulando.
- A la mejor cafetería de Bogotá. – Dice sonriéndole pícaro.
- D. Armando...
- No me llames Don Armando, y tranquila que tenemos tiempo. – La interrumpe porque
sabe lo que ella va a decir.
Todos son puntuales. Aprovechan esos minutos para tomar postura sobre lo que prevén
que pueda tratarse en la reunión a la que van a asistir y acuerdan devolver la empresa
dignamente.
Ya es la hora y se acercan a Wilson que la reconoce por la voz y las gafas. La saluda y
anuncia su llegada.
Suben a la segunda planta y sus amigas, primero se sorprenden y luego la examinan
alborozadas y con detalle. La dan su aprobación y la animan a completar el cambio.
Patricia se mantiene apartada y les mira despectiva, a ella y a los hombrecillos que la
acompañan. Finalmente se acerca y les dice ásperamente que esperen a que les anuncie.
Tan pronto avisa a presidencia, Armando sale a recibirles, saluda a los abogados y a ella
la invita a pasar con él al despacho.
D. Roberto la saluda muy amable:
- Buenos días, Beatriz, y muchas gracias por venir.
- No hay de qué, D. Roberto.
- Necesitamos su colaboración. Está dispuesta?
- Naturalmente. Nunca ha sido mi intención aprovecharme de las circunstancias.
- Pasemos entonces a la Sala de Juntas.
Y entran los tres por la puerta directa. Todos les esperan sentados, incluso el doctor
Santamaría. Se avisa a Patricia y esta hace entrar a los otros abogados.
Dª Margarita y Marcela la clavan los ojos como puñales, aunque como los demás también
la contemplan curiosos por el cambio que se ha producido en su persona.
Estas revisiones acrecientan su incomodidad y mira a Armando que la apoya con una
mirada cálida y le guiña un ojo.
La reunión termina después de mucha “movida”, nombrando a Betty presidenta hasta que
reflote Ecomoda.
Daniel, Marcela, Dª Margarita y Hugo no querían, pero lo ha propuesto el mismo
Santamaría y D. Roberto lo ha apoyado y ha forzado a los demás a aceptar.
- Mañana a las diez tenemos la cita con el juez que se ocupa del embargo y debe acudir
la dueña de Terramoda con sus abogados, y el apoderado de Ecomoda, conmigo. Si les
parece bien, podemos encontrarnos quince minutos antes en la sala de espera del tercer
piso. – Informa el doctor Santamaría.
- De acuerdo. Nosotros allí estaremos. – Responden Rosales y Sánchez.
- Y yo también. Dicen al tiempo Betty y Armando.
CAPÍTULO III.-
Pasan a presidencia y Betty llama a su casa para avisar que se queda a trabajar y no
sabe a qué hora regresará.
Armando la mira sonriente.
- Picarona... qué piensa hacer cuando salga del trabajo?
- Pues, no sé. Quizá proponga a mis amigas irnos de rumba.
La propina un pequeño azote.
- No pues! Si vas de rumba, será conmigo.
Betty se ríe devolviéndole el azote.
- Mira que te gusta provocarme! – Dice Armando. – Anda, siéntate en el sillón del
presidente. Ahora te corresponde a ti.
- No!
- Por qué, Betty? Eres la presidenta. – La toma de una mano, la lleva hasta allí y la sienta.
- No estoy cómoda. Y tú, ahí...
- Vamos, empieza a contarme los planes que tienes para reflotar esta empresa.
Y así pasan la jornada. Piden el plato del día a la cafetería y ni siquiera salen a comer.
Ya son cerca de las siete cuando Armando dice que ya está bien por hoy, aunque ella
quiere rematar una idea.
- Pues deja apuntado de qué se trata para que no se olvide y vámonos. Te invito a cenar y
luego... - Armando marca hoyuelos insinuante.
- Luego, qué?
- Nos vamos de rumba. No te apetecía?
- Es que sigo sin saber bailar. – Dice apenada.
- No importa. Bailamos pegaditos y mañana me compras unos zapatos nuevos... por los
pisotones!
Es casi medianoche cuando Betty entra en casa, y sus padres todavía están despiertos
viendo la TV.
- Buenas noches. Les saluda la nueva presidenta de Ecomoda.
Se la quedan mirando como si hubiera dicho que venía de la luna.
- Y cómo así? – Pregunta al fin D. Hermes y ya se olvida de amonestarla por la hora de
llegada.
Betty les cuenta a grandes rasgos que la compañía atraviesa por un momento delicado y
que ella tiene la titulación más adecuada para sacarla adelante. También les dice que sólo
es temporal, para unos seis meses y que luego volverá D. Armando a asumir el cargo.
A D. Hermes le extraña, pero orgulloso por la valía de su hija... se traga la bola.
Armando la recoge a las nueve y van derechos al juzgado. Poco después llegan los tres
abogados y, a su hora, les recibe el juez.
Santamaría, Sánchez y Rosales se encargan de exponer al magistrado el acuerdo a que
han llegado ambas partes y éste admite ese avenimiento.
Armando y Betty estampan sus firmas comprometiéndose a cumplir lo acordado, y sin
más se despiden del juez y salen de su despacho.
Los abogados se disculpan alegando que tienen citas a las que acudir y les dejan solos,
así que se encaminan hacia el ascensor despacio y parándose para charlar. Cuando
llegan a él, está vacío y con las puertas abiertas, como esperándoles.
Entran, pulsan el botón de la planta baja y arranca.
Armando aprovecha la soledad para darle un beso que Betty acepta de buena gana.
De pronto, el elevador da un bote y se para. Interrumpen el beso y se miran sorprendidos.
- No te preocupes, Betty. Voy a dar a algún botón.- Dice “McGiver”.
Y pulsa todos pero el ascensor no se mueve.
- Armando, no toques más los botones. Esperamos y ya está. – Dice Betty con la
esperanza de que pare ya con la tocadera de teclas. – No es lo tuyo!
- Insinúas que toco mejor otras cosas? – Pregunta levantando las cejas.
- Ay! Armando! Prueba con el teléfono. Anda!
La obedece, pero nadie contesta. Entonces ven el botón con las letras S.O.S. y lo pulsa.
Instantáneamente se oye un fortísimo timbre que les ensordece hasta tener que taparse
los oídos.
Poco después se hace el silencio, y de momento creen que se han quedado sordos, pero
por el altavoz oyen una voz tranquilizadora:
- Señores, ya estamos trabajando para liberarles. Permanezcan calmados y en breves
minutos serán rescatados.
Se miran encogiéndose de hombros: Paciencia...
Armando se acerca y la dice al oído:
- Nosotros podíamos aprovechar el tiempo. No crees?
- Pero, cómo se te ocurre? Es que sólo piensas en UNA cosa?
- Unos besitos y un abrazo. Es que ayer no hemos estado juntos...
- Bueno, no es imprescindible a diario!
- Para mí, sí. Quiero estar contigo a todas horas. – Ya la tiene abrazada y sus manos la
acarician bajo la ropa.
- Armando, por favor! Estamos en el ascensor del juzgado!
- Es que tengo “síndrome de abstinencia” de ti.
Betty intenta deshacerse del abrazo.
- Armando! Pareces un pulpo! Suéltame!
Acto seguido oyen de nuevo la voz:
- Caballero, retírese y no moleste a la señorita!
Los dos se miran con ojos como platos.
- Oiga, que es mi novia. – Se defiende.
- Lo será, pero no parece que en este momento desee recibir sus atenciones.
Compórtese!
Enfurruñado, se cruza de brazos en esa postura tan suya y se retira al otro extremo.
Betty hace lo que puede por no reírse, pero está a punto de explotar y soltar una
carcajada.
Armando la ve esforzarse por controlar su hilaridad y acaba siendo él quien rompe a reír
con estrépito.
- Tienen micrófonos los muy c...
- Y quizá cámara de TV... - Sugiere Betty.
Miran hacia el techo y descubren una muy pequeña en un rincón.
- Nos han estado observando todo el tiempo!
- Sí. Y escuchando tus proposiciones... - Le recuerda.
Se sientan muy modositos en el suelo, uno junto a otro y esperan pacientemente hasta
que consiguen arreglar la avería y les sacan de la cabina.
Mientras, D. Hermes sigue leyendo el diario: “Con que está enamorada del doctorcito...”
Cuando llega al cumpleaños de Betty y la primera noche que pasan juntos... al hombre le
cambia el color... Su niña! Y además reconoce que disfrutó!
Pasa la página y continúa. Comprueba que salen juntos con cierta frecuencia.
Llega a la noche que él la fue a buscar al museo, y acabaron en el apartamento de Mario.
Y Betty escribe que fue muy feliz, porque esta vez había nacido más de él que de ella... Y
describe unas sensaciones que sonrojan al bueno de D. Hermes.
Pero al llegar a cuando Betty descubrió la carta de Calderón y el engaño, monta en
cólera. No sabe si seguir leyendo, pero decide terminar porque quiere descubrir lo que
ese... bastardo, ha hecho sufrir a su hija.
Cuando acaba, las lágrimas corren abundantes por sus mejillas.
Pero esa debilidad dura sólo unos minutos. Ha tomado una decisión.
Se levanta con una energía que no proviene de sus músculos, sino de sus alterados
nervios y reponiéndose, baja al comedor.
Toma la agenda, busca el teléfono de Ecomoda y marca.
- Ecomoda, dígame!
- Señorita, quiero hablar con el doctor Mendoza.
Y le pasan con D. Roberto, que hoy está en presidencia.
- Aló?
- El doctor Mendoza?
- Sí. Qué desea?
- Soy Hermes Pinzón Galarza, el padre de Beatriz Pinzón, y quiero decirle que su
comportamiento para con mi hija no es de hombre, y menos aún de caballero! Es usted un
malnacido! – Está muy alterado.
- Oiga, señor! Con quién desea hablar?
- Con el doctor Mendoza. Acaso no es usted D. Armando?
- No señor! Yo soy el doctor Roberto Mendoza. Armando es mi hijo.
- Pues su hijo es un canalla!
- Señor Pinzón. Por qué no viene aquí y hablamos tranquilamente? – D. Roberto le
propone muy intrigado e inquieto.
Qué habrá hecho ahora Armando...?
Ya han logrado salir del ascensor, y enlazados por la cintura y riendo por la anécdota que
acaban de vivir, toman el coche y van a la empresa.
Aparcan en el garaje y al ir a entrar al elevador se miran indecisos, pero no les apetece
subir andando.
- Es poco probable que se repita la mala experiencia del ascensor en el mismo día. –
Razona Armando.
- Desde luego. Por índice de probabilidades no nos toca en mucho tiempo. – Asegura
Betty.
Después de darse ánimos mutuamente y de autoconvencerse de la sinrazón de sus
temores, se deciden y entran.
El aparato sube con toda normalidad salvo por el pequeño detalle de no abrir las puertas
al parar en la segunda planta.
Armando, ya exasperado, no soporta el fallo del mecanismo de apertura y da en el centro
de las puertas un golpe seco con el puño. Milagrosamente, las dos hojas se deslizan
abriéndose y ellos salen veloces y se miran resoplando.
Caminan hacia presidencia, pero Sofía hace una seña a Betty y ésta se acerca. Armando
la espera a unos pasos.
- Betty, su papá está ahí dentro con D. Roberto.
- QUÉ!!! – Exclama ella.
Armando se vuelve al oírla y la interroga con un gesto de la cabeza.
- Mi papá está hablando con el tuyo.
Sofía la mira sorprendida de que hable de tú a D. Armando.
- De qué? – Pregunta él.
Betty se encoge de hombros, preocupada. Entonces, Armando la toma de un codo y la
guía hacia el despacho.
- Entremos. – Y golpea la puerta con los nudillos antes de entrar.
CAPÍTULO IV.-
Lo primero que ve es SU diario sobre la mesa. Sus pies se niegan a entrar, incluso hace
un amago de darse la vuelta, pero Armando que no entiende qué le sucede, empuja su
codo hasta entrar juntos a la oficina.
Los dos hombres se vuelven al tiempo hacia ellos.
Siente que D. Roberto la observa unos instantes, para rápidamente mirar severamente a
su hijo.
D. Hermes, sin embargo, no deja de traspasarla con sus ojos. Tiene la expresión más
furiosa que le ha visto en la vida.
El ambiente está muy tenso. Los padres siguen echando fuego por los ojos al contemplar
a sus respectivos hijos.
Y el bello bobo no entiende NADA!!!
Está haciendo examen de conciencia de todo lo que ha hecho y dejado de hacer desde
que ayer se despidió de su padre... Y no encuentra motivo para que esté tan encolerizado
con él.
Y ahora también le está mirando el padre de Betty con la misma intensidad y acritud. Pero
QUÉ PASA?
- Ha sucedido algo grave? – Se aventura a preguntar.
D. Hermes se levanta y empieza a hablar acercándose a ellos dos.
- Pues sí, joven! Sucede que yo llevaba un tiempo muy preocupado por lo extraña que
veía a mi hija. Y como ella no daba ninguna explicación... - Toma aire y sigue. - ...decidí
investigar por mi cuenta. Esta mañana encontré su diario, y guiado por el interés que
tengo en protegerla y ayudarla en todo lo que pueda... lo leí. Y descubrí muchas cosas de
su vida de los últimos meses que yo ni podía imaginarme! - Se planta delante de ella.
Vuelve a hacer una pausa que aprovecha Armando para preguntar a Betty:
- Tú escribes un diario?
Ella asiente, tragando con dificultad y con los ojos clavados en el suelo.
- Y escribes TODO? – Insiste Armando.
- Sólo lo más íntimo... - Dice entre dientes, mientras recupera la voz y el orgullo, y se
atreve a levantar la vista para mirar y encarar a su padre. – Cómo has podido leerlo y
darlo a leer a otra persona? Es MÍO e ÍNTIMO!!!
- Todo lo que ha escrito aquí es cierto, Betty? – Pregunta D. Roberto.
Betty cierra los ojos y se tambalea, pero Armando la sujeta por la cintura con una mano y
por el codo con la otra, y la lleva hasta el sofá.
Se sienta apoyando la espalda y recostando la cabeza en el respaldo.
- Sí, D. Roberto. Todo es cierto. – Contesta lentamente.
- Armando, cómo has podido? Hijo, tu comportamiento me avergüenza! Eres un...
- D. Roberto, exijo que su hijo cumpla con su deber de caballero, aunque está claro que
no lo es... y restituya el honor robado a mi familia al seducir a mi hija casándose con ella!
- QUÉ??? – Betty incrédula.
- CÓMO DIJO??? – Armando está convencido de que no ha oído bien.
Miran alternativamente a sus padres.
- Estoy completamente de acuerdo con usted, señor Pinzón. Mi hijo cumplirá con la
responsabilidad que ha contraído por su mala cabeza y poca vergüenza.
Están decidiendo sobre sus vidas sin contar con ellos!!!
- Mi hija, que era PRÍSTINA como el sol, como un cristal inmaculado!!!
Armando la mira, desconcertado.
Esto ya es demasiado para Betty, que se desmaya y resbala por el sofá hasta quedar
desmadejada en el asiento.
Armando acude ignorando la cantaleta de D. Hermes y la coloca, estirándola a lo largo del
diván.
Le toma la mano y le da pequeñas palmaditas en la cara, diciendo dulcemente su nombre
hasta que abre los ojos.
- He tenido una pesadilla, verdad? – Pregunta ella.
- ES una pesadilla, pero REAL! – Contesta Armando levantándose.
D. Roberto y D. Hermes, al ver que Betty se recupera, vuelven a sus asientos y siguen
deliberando sobre el futuro inmediato de sus hijos.
Betty les mira desde el sofá. Permanece tumbada porque está segura de que volverá a
desmayarse más pronto o más tarde.
Armando está plantado en medio del despacho, oyéndoles tratar de “su” boda. Esto no
puede estar sucediéndole a él!
Y encomendándose a todos los santos, dice temerariamente:
- Señores, Betty y yo no queremos casarnos.
Y ella piensa: “Otro que habla por mí!”
- Tú te callas, Armando! Tu opinión no cuenta en este momento, - Le espeta su padre.
- Armando tiene razón! Yo no quiero casarme por imposición! Quiero decidir yo! –
Protesta apoyándole.
- Beatriz Aurora, no sea desvergonzada! Después de lo que ha hecho con este
caballerete dos veces! Qué le decía yo? “El diablo es puerco... tapa y destapa” No me
haga recordar las cosas que escribió en ese cuaderno! Hasta me sonrojé...
Armando la mira. Él tiene que leer ese diario porque es incapaz de imaginarse qué habrá
escrito Betty para que su padre se haya escandalizado tanto.
Mucho después, cuando ya no se oye ningún ruido fuera, sale y busca su diario, pero no
está.
- No pues! Ya veo que va a salir publicado por entregas en “La gaceta de Bogotá”!
Muy disgustada se queda en su nuevo despacho y continúa organizando la planta
ejecutiva hasta la hora de irse a su cita.
Sale al lobby y dice a Patricia que convoque a los ejecutivos para una reunión a las cuatro
de la tarde.
La peliteñida está a punto de contestar en su estilo, pero recuerda a tiempo que habla con
la nueva presidenta y...
- Sí, doctora. Ahora mismo.
Betty se extraña de esa prudencia que desconocía en ella.
Toma un taxi y se va al restaurante, coincidiendo con Cata que llega también en ese
momento. Se abrazan y entran.
El maître las coloca en una mesa, les entrega las cartas y ellas encargan un arroz a
banda y ensalada, y una copa de vino blanco para entretener la espera.
- Bueno, Betty. Cuénteme!
- No sé por dónde empezar... - Y sonríe triste. – Es alucinante.
Respira hondo y empieza a explicar a su amiga por qué decidió quedarse en Bogotá, su
tibia relación con Armando, y la historia de esta misma mañana.
- Betty, me deja muy sorprendida. Su papá leyó su diario sin su permiso y se lo mostró a
Roberto?
- Así es, y dispusieron nuestra boda.
- Y qué va a hacer?
- Lo primero, irme de mi casa! Esta tarde recogeré unas cuantas cosas imprescindibles y
me iré, aunque... - Duda.
- No sabe dónde! – Termina Cata. – Sabe que cuenta conmigo incondicionalmente. En mi
apartamento tengo una habitación con baño esperándola. Tenemos confianza. O no?
- Dª Catalina, perdone que le tome la palabra tan pronto, pero me encuentro hundida y
desorientada. Sí, le acepto el ofrecimiento para unos días.
- Para todo el tiempo que necesite, Betty. Vea, yo estaré hoy en casa a partir de media
tarde esperándola. Sabe la dirección?
- Sí, la sé.
- Ah! La invito a mi casa con la condición de que deje de llamarme Dª Catalina. Soy Cata!
- Gracias, Cata. – Y la sonríe agradecida.
CAPÍTULO V.-
Entra de nuevo en Ecomoda a las tres y pregunta a Patricia si están informados todos, y
ésta le confirma que sí, pero que Armando y Mario tenían una comida de negocios y
llegarán justo para la reunión.
Luego se va directamente al despacho para rematar los cambios, y a las cuatro en punto
entra a la sala de juntas.
Están Gutigut, Hugo y Marcela. El primero saluda servil y la comunica que cuando quiera
puede cobrar el finiquito como asistente de presidencia. Betty asiente. Y los otros dos
pasan olímpicamente de ella.
Se produce un silencio incómodo, pero afortunadamente Mario y Armando llegan pronto y
éste se sienta junto a ella.
- Bien, podemos empezar. El motivo de convocar esta reunión es comunicarles los
cambios que he dispuesto, aunque a ustedes sólo les afectan ligeramente. En primer
lugar, vamos a contratar al doctor Nicolás Mora como asesor financiero. – Se miran unos
a otros desconfiados y Armando frunce el ceño: “El muelón ese...” – Se puede quedar en
el antiguo despacho de Olarte. Pero usted, D. Armando no sé...
- Armando comparte conmigo el despacho sin el menor problema! – Interrumpe Mario.
Ella mira a Armando inquisitiva, y él asiente dando por buena la solución.
- Vamos, pues con las secretarias. Naturalmente, yo no deseo tener conmigo a Patricia
Fernández, así que he decidido trasladarla a puntos de venta, aprovechando su buena
relación con la doctora Valencia.
Sabe que es un golpe bajo y ríe para sus adentros.
Marcela la mira sorprendida, pero se muerde la lengua para no contestar.
- Continúo, Mariana puede quedar como su secretaria D. Armando, si a usted le parece
bien... - Él vuelve a asentir. – Sofía se ocupará de atender al doctor Mora y Aura Mª
trabajará conmigo. Así que sólo tendremos que contratar a alguien para recepción. –
Hace una pausa, pero como nadie desea intervenir, concluye. – La próxima semana nos
reuniremos nuevamente para proponer planes que ayuden a Ecomoda a recuperarse y
espero que todos aporten alguna iniciativa. Y por hoy, hemos terminado.
Van a casa de Betty y encuentran a Dª Julia sola. La mujer está muy preocupada y
nerviosa, porque no sabe qué sucede. Su marido se fue hecho un basilisco esta mañana
y la ha llamado hace rato para decirle que estaba con el doctor Roberto Mendoza tratando
un tema muy importante.
- Mamita, cómo me alegro de verla! Estoy muy angustiada. Qué ha pasado?
Betty le cuenta la historia a grandes rasgos y la dice que se va de casa, que Armando
está cerrando el coche y ahora entra para ayudarla con el equipaje.
- Pero, Bettica. Se va a vivir con él?
- No, mamá. Voy a casa de Dª Catalina. Aquí le dejo el número de teléfono de su casa.
- Pero... hay algo entre usted y D. Armando?
Betty respira hondo y reconoce que sí.
- Sí, mamá.
Y toma la bolsa de los trajes y la maleta, disponiéndose a bajar la escalera. Armando que
la ve, sube en dos zancadas, lo carga él y lo lleva al coche.
Madre e hija se despiden con un fuerte abrazo y la promesa de estar en contacto, pero
Betty tiene sentimientos encontrados: por una parte de liberación y por otra de pena, pues
siente que “abandona” a su madre.
Van en silencio, que Armando respeta porque la ve pensativa y afligida y cuando llegan a
casa de Cata, ésta les guía hasta la habitación que ha preparado.
- Betty, considérese en su casa. Tenga un juego de llaves para que entre o salga cuando
desee y, sintiéndolo mucho... ahora debo dejarles, porque tengo un compromiso para
cenar fuera. Volveré tarde. Ah! Hay comida en el frigorífico. Tomen lo que les provoque. –
Y dirigiéndose a Armando. – Cuide de mi amiga!
Él se queda un poco descolocado. No sabe qué ha querido decirle y contesta muy serio
mientras la sigue por el pasillo:
- Descuida. Y gracias por ofrecer tu casa a Betty.
- Betty se merece eso y muchísimo más. Tú lo sabes! – Y le sonríe con intención.
- Sí, Cata. Lo sé.
- Chao!
- Chao!
Y quedan solos.
Armando vuelve a la habitación y se sienta en un pequeño sillón contemplando cómo ella
guarda la ropa en el armario.
Cuando termina de colocar sus cosas, va a meter las bolsas en el altillo, pero no llega. Él
acude solícito, las toma de su mano y las sube sin esfuerzo.
Betty sigue a su lado. La ve tan desvalida y triste, que la abraza fuertemente pero con
gran ternura.
- Ay! Mi amor! Qué complicado nos lo están poniendo. Si pudiéramos tener un noviazgo
tranquilo y normal... - La dice bajito, al oído.
En respuesta, Betty se estrecha contra él.
Salen hacia la cocina. Betty va a abrir el frigo, pero él la sugiere salir a cenar o pedir
alguna cosa por teléfono.
- Armando, la verdad es que no tengo apetito, pero considero que debo comer aunque
sea muy ligeramente.
- Pues, vamos a ver qué encontramos y te ayudo a hacer algo sencillo.
- TÚ??? – Y Betty ríe por primera vez desde que volvieron del juzgado esta mañana.
- Y cómo se cree la señorita que sobrevive un hombre solo?
- Pues, comiendo fuera... con platos precocinados... pidiéndola por teléfono...
preparándola la mucama... a ver qué más posibilidades hay?
- Pues te equivocas. Yo sé hacerme platos sencillos.
El día transcurre con normalidad y llega la hora de salir. Armando la deja en casa de Cata
y se va a la de sus padres para intentar hablar con D. Roberto. Pero siguen sin estar allá.
Escribe una nota y se la da a la mucama para que se la entregue a su padre cuando
llegue.
El sábado por la mañana ya están saliendo del dentista y van a recoger las nuevas gafas,
cuando empieza a sonar el teléfono de Cata. Es Armando preguntando por Betty, así que
se lo pasa.
- Betty, he conseguido hablar con mis padres, les he dicho que tú y yo tenemos que
hablar con los cuatro y han quedado con los tuyos para que comamos todos juntos en el
club.
- En el club? Y si...
- No te preocupes. Yo creo que al tratar el asunto en un lugar público evitarán alterarse y
será más fácil plantearles nuestra postura.
- Cuándo me recoges, entonces?
- Dentro de media hora. Dónde estáis?
Betty le explica, él llega puntual y rato después entran juntos al restaurante del club.
Los padres de los dos ya están acomodados en una mesa apartada. Betty se acerca a su
madre, la besa y se sienta entre ella y Armando.
La comida transcurre como era de esperar, manteniendo una conversación forzada y con
muchos silencios.
Cuando terminan, salen a tomar café a una solitaria terraza, y toma la palabra Armando:
- Betty y yo hemos hablado y no queremos casarnos de momento. Yo la amo y deseo
estar con ella, incluso casarnos dentro de un tiempo, pero sin prisa. Ahora no me siento
preparado para asumir ese compromiso. Me voy a sentir atado!
- Como comprenderán, yo tampoco deseo casarme en estas condiciones. Ni siquiera
estoy embarazada! – Refuerza Betty.
- Y yo estoy de acuerdo con ellos. No se puede obligar a nadie a casarse contra su
voluntad, Roberto. – Dª Margarita no quiere que su hijo se case con la feíta y tan poco
tiempo después de anular su boda con Marcela.
- Doctor Mendoza, su hijo mancilló el honor de mi familia. Exijo una reparación! – Apunta
D. Hermes.
- Entre todos van a acabar conmigo! – Don Roberto hace un gesto de dolor, se lleva la
mano a la cabeza y parece que se desmaya.
Todos se asustan, y Armando se siente culpable. Atiende a su padre hasta que se
recupera y:
- No te preocupes, papá. No voy a volver a discutir, ni plantear ningún problema con
respecto a este asunto. Por mi parte, será como D. Hermes y tú habíais dispuesto.
Se sentó y no volvió a abrir la boca.
CAPÍTULO VI.-
Betty estaba indecisa. No sabía si hablar o callar. Al fin se decidió a preguntar por su
diario.
- Para qué quiere eso? Es vergonzoso! – Exclama su padre.
- Lo quiero porque es mío. Y lo vergonzoso es violar la intimidad de las personas.
- Cállese o no respondo! – Dice D. Hermes furibundo.
Armando se levanta y la dice:
- Betty, si quieres nos vamos.
- Creo que es lo mejor. Vámonos. – Se despide con un beso de su madre y de los demás
con un simple: - Nos vemos!
Armando la deja en casa y se va a su apartamento. Cada uno pasa la tarde rumiando sus
desgracias.
El domingo pasa para los dos sin pena ni gloria. Armando se va al club a montar y Betty
pasea por un parque cercano durante la tarde.
El lunes, como no habían quedado, Betty toma un taxi y llega temprano al trabajo. Rato
después, como está muy inquieta entra a su refugio, el hueco.
Oye un golpe en la puerta, y al volverse ve que es él quien entra.
- Te has comprado el vestido?
- No. Dado el entusiasmo que tenemos... servirá un traje de diario, no crees? – Dolida.
- Betty, sabes que te amo, pero así...
- Pues cualquiera se atreve a volver a intentarlo. Ya viste el susto que nos dio tu padre...
- Quiero pedirte un poco de comprensión y tolerancia... - No sabe cómo decirlo. – Me
gustaría salir algunas noches... para no asfixiarme, entiendes? A ver si paulatinamente
me hago a la idea de estar casado...
Betty se queda estupefacta. Le mira de arriba a abajo sin poder dar crédito a la
desfachatez del tipo. Pero será c...?
- Sin problemas, Armando. Podemos vivir como amigos, como compañeros de piso! Pero
yo también gozaré de esa libertad de acción para salir cuando y con quien quiera, no?
- Naturalmente. – Dice desinflado, pues no se le había ocurrido que ella reclamase
igualdad.
- Y aún no hemos acordado cuando nos divorciamos. O aceptamos el plazo que puso tu
padre? – Está rabiosa.
- Sí. Un año está bien. - Se da la vuelta y sale del despacho molesto. Cómo que ella va a
querer salir por ahí sola? Ella es una muchacha decente, una señorita de familia como
dice su papá. Para qué va a querer salir sin él?
“Queridos hijos:
La presente carta es para recordaros la cita que mañana martes, tenemos a las doce
horas del mediodía en el juzgado.
Por favor, confirmad a Cristóbal vuestra asistencia.
Con nuestra mejor intención de hacer lo correcto, recibid un fuerte abrazo de vuestros
padres:
Fdo. Hermes Pinzón y Roberto Mendoza”
Se miran incómodos.
- Qué harás, Armando?
- Ir y celebrar la boda. No queda otra. Y tú?
- Lo mismo.
Armando toma el teléfono y dice a Aura Mª que haga pasar al chófer. Y cuando éste se
presenta, le indica:
- Dígale a mi padre que allí estaremos los dos. El hombre asiente, inclina la cabeza y se
despide.
Se quedan en silencio hasta que finalmente habla él:
- Recoge ya y nos vamos. Voy a apagar mi ordenador.
Minutos después se encuentran en el lobby coincidiendo con Mario que espera el
ascensor. Entran y pulsan el botón del aparcamiento.
- Qué hay, tigre? – Saluda Calderón despreocupado.
- Nada especial. Voy a llevar a Betty a su casa.
- Le provoca entonces venir de cacería conmigo?
Armando mira de reojo a Betty, que tiene la vista clavada en el panel de mandos del
ascensor, y luego se vuelve directamente a su hermano, furioso con él por el poco tacto.
- Pues, NO. NO ME PROVOCA NADA!
- Pero, tigre. He quedado con una nena riquísima, que tiene una hermana gemela que se
quedará solita...
- Calderón, no estoy de humor! Qué jartera con usted!
- Vamos, Mendoza...
- Que no quiero, carajo!!! – Está que muerde.
Se abren las puertas en el garaje y Armando toma a Betty del codo, pero ella se suelta. Él
la mira comprendiendo.
Van en silencio en el coche y Armando siente verla tan asustada, pero no sabe qué hacer
o decir. Tiene que parar en un semáforo en rojo y la mira, sorprendiéndose al verla
temblar. Se compadece, extiende su mano y toma una de ella, que acerca a sus labios y
besa.
- No tengas miedo. Sólo son unos papeles. O me temes a mí?
- No sé. Estoy muy nerviosa.
- No sabes si me temes? – Incrédulo.
- No te temo a ti. Temo tu actitud áspera y dura. Tu ira por ser obligado a casarte...
- Betty, ya hemos acordado divorciarnos al cabo de un año. Así pues, dejemos que
transcurra ese tiempo sin amargarnos. Dentro de doce meses recuperaremos nuestra
libertad, para seguir el propio camino.
Betty piensa: “Armando Mendoza, tengo doce meses para hacerme imprescindible para ti.
No sé cómo, pero lo voy a intentar”. Y respira hondo varias veces intentando serenarse.
Llegan al juzgado y buscan las dependencias donde se celebran los matrimonios. Allí les
esperan los padres de los dos, Cata y Nicolás. Las madres se acercan a sus respectivos
hijos y hablan con ellos aparte unos segundos.
Armando observa muy serio a Nicolás, casi enojado; y se mosquea pensando que el
muelón está celoso.
Les llaman, entran y se celebra la boda. Cuando el juez pide los anillos, todos se miran
angustiados, pues se han olvidado de ese detalle, pero Armando saca una cajita del
bolsillo con dos alianzas, y se las intercambian.
Betty le sonríe agradecida y se le humedecen los ojos. Después viene el momento de
besar a la novia, y sorprende a todos y a Betty la primera, al abrazarla por la cintura y
darle el beso más dulce que le ha dado nunca.
Al separarse y notarla estremecerse, la dice sonriendo y marcando hoyuelos:
- Lo tenía reservado para mi boda...
Concluye la ceremonia y tomando a Betty de la mano, se despide de todos menos de D.
Hermes y D. Roberto y se van de allí.
- Dónde quieres que vayamos a celebrar?
- Tienes preferencias o hay algún lugar vetado? – Pregunta aún nerviosa.
- Dónde desee la señora de Mendoza. – Y la sonríe tranquilizándola.
- Siempre he deseado volver en otras circunstancias al Mesón de San Diego, pero no sé
si es oportuno. – Responde tímida.
- Es oportuno y adecuado lo que te provoque. Vamos allá!
Betty recuerda la desgraciada visita que hicieron la otra vez. Se sintió menospreciada y
desea sacarse la espinita.
Entran y sale al encuentro el maître.
- Doctor Mendoza. Bienvenido. Desea una mesa apartada? – El hombre recuerda las
preferencias de Armando.
- No. En el centro del salón estará bien.
Les sitúa donde solicita y trae las cartas.
- Mientras elegimos, tráiganos dos copas de vino blanco. – Se aleja el hombre y habla a
Betty. – Sabes? Desde que di el “sí” y te puse el anillo, me siento mejor.
- Armando, gracias por haberlo aceptado ya.
- No te lo he hecho fácil. Estos días he estado desquiciado y tú no tienes la culpa. Has
sido tan víctima como yo.
- Y, cómo te acordaste de las alianzas?
- Recuerdas que yo ayer miraba la hora en el auto? Iba a recogerlas y temía llegar tarde a
causa del tráfico. No quería ir con Mario & Cny.
Ella posa su mano sobre la de él encima de la mesa y le aprieta.
Empiezan a acudir clientes y van ocupando las mesas que quedaban libres. Varios
hombres y muchas señoritas saludan a Armando, y el les presenta a Betty.
- “Fulano de Tal...” mi esposa, Beatriz.
La primera vez, Betty se sorprende enormemente, pero luego saluda con naturalidad a
todas las amistades de su marido, las cuales se dirigen a sus mesas estupefactos porque
el soltero de oro de Bogotá haya dejado de serlo.
Betty nota sobre ella muchas miradas indiscretas, pero disfruta tanto que olvida el mal
rato que pasó la vez anterior.
Al salir, coinciden en las escaleras de la entrada con la mayor y mejor cotilla de la jet
santafereña: Mónica Agudelo.
Él la saluda primero en lugar de intentar evitarla como acostumbra.
- Mónica, me alegro de verte. Mira, te presento a mi esposa, Beatriz.
La correveidile oficial se queda como si le hubiera dado un pasmo.
- QUÉ??? Armando no te entendí!
- Sí me has entendido. Ja! Ja! Ja!
Y se va hacia el carro tan feliz, enlazando a Betty por la cintura.
- Satisfecha de tu estancia en el Mesón de San Diego?
- Te has pasado, Armando. Yo sólo quería venir a comer, sin más. Y tú has anunciado
nuestro matrimonio a los cuatro vientos.
- Se me ha ocurrido sobre la marcha. No han querido nuestros padres que nos
casáramos? Pues que lo sepa todo el mundo. Comprenderás que no voy a estar
poniéndome y quitándome la alianza todo el día. Me ha complacido encontrarnos con
Mónica, porque ahora tengo la certeza de que la noticia va a circular a la velocidad de la
luz!
CAPÍTULO VII.-
Y Armando conduce hacia Ecomoda de muy buen humor. Betty no se puede creer verle
así, pero parece que se ha resignado a pasar los doce meses lo más relajado posible.
Betty sale al baño, y de paso, avisa a Aura Mª que al día siguiente llegarán tarde.
- Claro, amiga. Como se dormirán tarde...
- Aura Mª...
Las del cuartel, al verla salir, convocan un 911 urgente y la hacen confesar que se ha
casado con D. Armando. Pero no les cuenta las circunstancias que han forzado a celebrar
ese enlace.
Vuelve a presidencia, donde Armando ya está esperando y salen al lobby. Él avisa a
Mariana que llegará tarde y que si le necesita, le llame al móvil.
Van al apartamento de Cata para recoger la ropa y demás cosas de Betty, y se despide
de su amiga agradeciéndola el apoyo que le ha prestado cuando más lo necesitaba.
Armando también da las gracias a Cata por haber ayudado a su mujer y se van a casa.
Cuando van a salir del ascensor la pide que espere. Él suelta las bolsas en el suelo de la
entrada, se vuelve, la toma en brazos y cruza con ella el umbral.
Se sonríen y Betty le da un dulce beso en la mejilla.
- Gracias!
La deja en el piso y dice:
- Te amo, pero tú me entiendes, verdad?
- Sí.
- Ven y te enseño el apartamento.
Y la precede mostrándole todas las habitaciones y dependencias. Al llegar al dormitorio
principal deposita allí las bolsas de Betty.
- Armando, yo no te voy a sacar de tu habitación.
- Mira, aunque tu papá lo dude, soy un caballero y te quedas aquí. Esta mañana trasladé
mi ropa. Que te parece si nos duchamos y luego vamos a ver qué podemos cenar?
- De acuerdo.
Betty se ha despertado a la misma hora de todos los días, pero como van más tarde a la
empresa, se queda desperezándose un rato en la cama.
Luego decide levantarse y va a la cocina. Empieza a preparar el desayuno y repara en
que la despensa está bajo mínimos.
Va a ver si acierta a encontrar el despacho, lo consigue y toma un bolígrafo y un
cuadernillo. Con ellos en la mano, vuelve a la cocina y va abriendo el frigorífico y los
armaritos, apuntando todo lo que falta.
Aparece Armando envuelto en una toalla, con gotitas por los hombros y el pelo revuelto
de haberlo frotado con la toalla y la contempla desde la puerta.
No está acostumbrado a que sus amigas nocturnas estén cuando él se levanta y Marcela
no es nada hogareña. Así que la visión de Betty le trastorna. Tiene que reprimirse para no
comérsela a besos.
Le gusta lo que ve. Si esto es calor de hogar...
Ella está con su camisola de muñecas, cola de caballo, de la que se escapa algún
mechón rebelde y la punta de la lengua asomando por la comisura de la boca, mientras
escribe concentrada.
Nota un movimiento, se vuelve y le ve. Piensa: “Armando, que no soy de piedra!” Y
desearía tirársele al cuello.
- Haces la lista de la compra?
- Buenos días. – Betty está radiante. – Pues, sí! Faltan muchas cosas.
- Si te parece, podemos ir a comprar por la mañana. Como nos hemos tomado la mañana
libre...
- Me parece muy bien. Iremos. – Acepta Betty.
Rato después y ya preparados los dos, van al hipermercado para hacer la compra. Betty
sigue al pie de la letra la lista que ha escrito, pero él, más caprichoso, coge cosas
innecesarias de los estantes y las echa al carrito.
De repente, aparece de la nada un antiguo ligue de Armando. Le saluda encantada, le
abraza y le besa.
Intenta deshacerse de ella antes de que Betty la vea, pero ésta viene hacia ellos, le
dedica media sonrisa falsa y echa unos paquetes al carro. Se va de nuevo.
Armando consigue despedirse y empuja el carro al encuentro de su mujer.
- Es mi pasado, Betty. – Dice lamentándose al reunirse con ella.
- Pues te informo que “tu pasado” te ha manchado los morritos de pintalabios.
Armando saca el pañuelo y la pide que le limpie.
- Cómo voy a borrarte el pasado yo que ni siquiera soy el presente? – Y se aleja.
Se limpia como puede y, mirándola con los ojos entornados, masculla:
- Eres más mala que los “jodíos tártaros!”
Betty le oye y se ríe divertida por la frase.
Llegan a MENDOZA y Armando dirige el coche a un enorme garaje que hay en un lateral
de la casa. Toman las bolsas y caminan hacia la puerta principal, por la que sale a
recibirles una mujer de mediana edad.
- Niño Armando! – Y le abraza con cariño. – Cuánto tiempo sin venir! – Y le da dos
sonoros besos.
Él también la abraza con fuerza.
- Carlota, te presento a mi esposa, Beatriz. – Y hablando a ésta. – Carlota es mi tata. La
tengo muy abandonada.
La mujer examina a Betty durante un buen rato sin disimulo. Y ya Armando la pregunta:
- Bueno, tata. La apruebas o tengo que divorciarme?
- Me gusta, niño. Esta sí, y no la niña Valencia ni esas frescas que has traído otras veces.
Betty se toma del brazo de la mujer y:
- En algún ratico, ya me contará cosas de este calavera, verdad?
- Carlota, ni abrir la boca, ah? - Y Armando la amenaza pasando el índice por la garganta
mientras ríe. – Vamos a ocupar la habitación de Camila y la mía.
A la mujer la extraña que recién casados ocupen habitaciones separadas, pero ya está
acostumbrada a las extravagancias de los ricos...
Suben a refrescarse y cambiarse de ropa. Los dormitorios son contiguos y cada uno tiene
su cuarto de baño independiente.
Betty ya ha terminado y espera que él venga a buscarla. Mientras, se entretiene mirando
unas fotos de Armando y Camila a distintas edades. Piensa que si la conociera, se
llevaría bien con ella. Nota un movimiento y se asusta.
- Te gusta mi hermana? – La pregunta desde la puerta de la terraza.
- Sí, me gusta. Pero, me has asustado. No te esperaba por ahí.
- La terraza comunica todas las habitaciones, ven a verla.
Sale con él y admira la amplia terraza cubierta, acondicionada con enormes tresillos de
mimbre con grandes y mullidos almohadones en colores alegres y vistosos.
Armando la toma la mano y recorren la formidable y acogedora terraza que rodea toda la
casa.
El paisaje que se contempla es espectacular por la exuberante vegetación que la
envuelve y Betty no se puede creer que todo lo que alcanza la vista pertenezca a la
hacienda.
Y cuando ya se queda sin habla es al completar la vuelta a la casa y ver un precioso lago
de aguas cristalinas, color verde esmeralda.
- Bueno, niña. Di algo.
- No puedo.
- No te podías imaginar que habías hecho tan buen negocio casándote conmigo, ah?
- Armando! Yo nunca...
- Todo esto es herencia de Camila y mía, con nuestros cónyuges si no hemos hecho
separación de bienes como es nuestro caso... – Sonríe orgulloso.
CAPÍTULO VIII.-
En ese momento aparece por la puerta de la cocina una niña pequeña, con el pelo suelto
y un camisón que le llega a los tobillos. Armando la mira descolocado.
- Cris, cariño. Ven que te presento a los señores. Este señor es D. Armando y la señora
es Dª Beatriz.
- Yo soy Betty. – Interrumpe ella acercándose a la niña sonriente.
- D. Armando, Es mi nietica Cristina, de tres años. Mi hija quedó viuda y tiene que trabajar
fuera, así que... pero sus papás ya saben que la tengo aquí! – Se justifica la mujer.
- Hola, Cris. – Betty se agacha ante la niña y la besa la mejilla.
- Hola, Betty. – Dice dulcemente y devuelve el beso.
- Señora, no me lo puedo creer. Cris es muy tímida y le cuesta mucho relacionarse hasta
tomar confianza.
- Pues ya ve, Carlota. Cris y yo ya somos amigas, verdad? – Pregunta a la pequeña.
- Sí. – Contesta con una sonrisa deslumbrante.
Y la abraza el cuello, plantándola un fuerte beso.
- Cris, ahora me voy. Pero esta tarde vuelvo y nos vemos, sí?
- Vale! – Y le dice adiós con la manita.
Salen de la casa y toman el camino de las cuadras.
Armando la mira socarrón y comenta:
- No sabía de tus aptitudes para relacionarte con los niños. Esos monstruitos!
- Por qué los llamas así?
- Porque berrean, muerden, dan patadas, te plantan en la ropa las manos manchadas de
chocolate, te llenan de mocos, te hacen pipí encima. Te esclavizan!!!
- Tú no quieres tener hijos, Armando?
- Supongo que no. Nunca me lo he planteado. Y tú?
- Yo sí quiero, por supuesto. Son parte de ti mismo. Y son dulces, tiernos, achuchables
como un osito de peluche. Y todas esas cosas que dices que hacen, sólo suceden si los
malcrías y consientes.
- Después de oír tu enfervorizada defensa de la infancia y de la paternidad que me ha
dejado bastante impresionado, me alegro de haber llegado a los establos y concluir esta
conversación, señora Mendoza. – Pero sonríe con los ojos.
Félix ya le tiene ensillado un caballo tranquilo como le ha pedido, pues lo necesita para
llevar con él a Betty. No se atreve a dejarla montar sola, aunque el caballo sea tan parado
como uno de cartón.
- Betty, sube y colócate en la silla. Te ayudo y luego monto yo. – Y le ofrece la mano.
- Que monte yo? – Pregunta espantada.
- Sí. Apoya ahí el pie, en el estribo, y luego pasas la otra pierna.
- Tú estás seguro? – Pero está emocionada a pesar del temor y sigue sus instrucciones.
Se sienta en la silla y le mira sonriendo desde arriba. A continuación, monta él ágilmente y
se coloca detrás de ella.
Armando la abraza por la cintura sujetándola con el brazo izquierdo y toma las riendas
con la mano derecha.
Van saliendo de las cuadras y le oye susurrar en el oído:
- Apóyate en mí y relájate.
Betty recuesta la espalda en el pecho de él y la cabeza en su hombro y, calmándose,
disfruta de sentirlo tan cerca después de tantos días. También la llega el aroma de su
loción y eso ya la transporta al séptimo cielo...
Recorren a paso lento una pequeña zona de la hacienda, pero a Betty le sirve para
hacerse idea de la inmensidad de la finca.
Varias veces ha notado como Armando la atraía hacia él y luego la besaba el cuello. Se
siente feliz. Está convencida de que sigue amándola, aunque reprima sus deseos por el
enfado causado por la coacción de la boda.
Comen en uno de los poblados de los trabajadores, y por la tarde vuelven a la casa.
Bajan después de ducharse y Cris sale a su encuentro dando saltitos muy sonriente. Betty
se sienta con ella sobre la alfombra, delante de la chimenea y hablan mientras juegan con
las muñecas que traía la niña.
Armando se ha sentado en un sillón y tiene un libro en las manos, pero sólo está
pendiente de ella. No la pierde de vista: dulce, relajada, risueña... Nunca la había visto
así.
Un rato después, Carlota llama a su nieta para darle de cenar. La niña obedece y Betty se
sienta en un sillón junto a él y cierra los ojos soñando.
Él sigue observándola en silencio.
Oyen la voz de Carlota diciendo:
- Qué bien ha cenado mi niña! Te vas a hacer muy grande. Y ahora a la camita!
- Pero quiero que Betty me cuente un cuento!
- Ni más faltaba! La señora no ha venido a MENDOZA para entretenerte a ti.
Betty se levanta y dice desde la puerta:
- Déjela, Carlota! – Y a Cris. – Ven, te contaré el cuento de cómo le creció la trompa al
elefante, pero luego te duermes, ah?
Armando levanta una ceja y piensa: “Esto no me lo pierdo”. Y las sigue unos minutos
después. Ve que la mujer acostó a la niña y que las deja solas. Va a hablarle al pasar
junto a él, pero se pone el dedo índice delante de los labios y Carlota se aleja sonriendo.
Betty se sienta en la cama y empieza a narrar la historia. Él escucha y observa desde la
puerta, pero sin dejarse ver.
- Érase una vez un elefantito...
Antes de terminar el cuento, ve que Betty besa la frente de Cris que se ha quedado
dormida, se seca una lágrima y apaga la luz de la mesilla.
Armando la espera, conmovido por la lágrima de Betty y por lo entrañable de la escena, la
besa cuando sale de la habitación y bajan juntos a cenar.
Comienza a verla distinta. Más mujer...? No sabe definirlo, pero le ha calado muy hondo.
Después de la cena y de la sobremesa, la acompaña hasta la puerta de su habitación y se
despiden hasta el día siguiente.
Pasan la mañana del domingo al aire libre, cerca de la casa. Cris se les pega y las dos
disfrutan más si cabe, porque esta vez participa Armando en sus juegos y las consiente y
mima.
Luego vuelven y él se sienta en la mesa del porche viéndolas peinarse la una a la otra.
Carlota le trae una copa de vino y un platito de la comida que está preparando como
aperitivo, y Armando agradece el detalle, ya que le gusta mucho ese plato que nadie
cocina como su tata.
- Niño Armando. Tu esposa quiere hijos y eso no se consigue durmiendo en habitaciones
separadas.
- Carlota, no te metas aunque seas de la familia y me hayas cocinado una de tus
exquisiteces.
- Os veo enamorados a los dos, pero hay algo... verdad? Es una mujer como no has
encontrado hasta ahora, ni encontrarás. Por qué te mantienes a distancia? Porque veo
eres tú el que te alejas...
Hace un esfuerzo para responder y no contesta mal por ser quien es.
- Carlota, si eres buena y dejas ahora la preguntadera, algún día te lo contaré. – Y sonríe
un poco triste.
Por la tarde regresan a Bogotá. Continúan durmiendo separados, pero se van sintiendo
más unidos y compenetrados.
Betty sigue el consejo de Cata y se matricula en una academia de baile. Va dos días a la
semana de siete a ocho.
Le gusta el baile de salón y la salsa, sobre todo, y empieza a moverse con soltura y
naturalidad.
Armando va a recogerla un día que está lloviendo y la ve salir charlando y bromeando con
compañeros/as de clase. Le molesta la camaradería, observa un rato y luego se acerca
con el coche cuando se despiden y ve que ella va hacia la parada de taxis. Betty reconoce
el auto y entra rápida para no mojarse.
- Viniste a recogerme! Gracias! – Y le agradece el detalle dándole un beso muy dulce y
totalmente espontáneo.
- Quiénes son esos tipos? – Pregunta Armando disimulando los celos.
- Compañeros de clase.
- Bailas con hombres?
- No, pues! Con quién voy a bailar? Soy chica, sabes?
- Apenas me acuerdo. Sólo lo intuyo por las respuestas de mis hormonas a tus estímulos.
Betty le mira sin parpadear, con la boca abierta.
- Pues en el pecado llevas la penitencia, Armando! – Le recrimina.
Él le mantiene la mirada mientras suben y bajan las aletas de su nariz.
Tocan el claxon los coches de detrás y Armando vuelve en sí y arranca.
Pasan unos días manteniendo buenas relaciones, aunque no vuelven a estar juntos.
Betty habla de cuando en cuando con su madre, y la tranquiliza con respecto al trato que
recibe de Armando, pues Dª Julia temía que fuera áspero con ella por haberse visto
obligado a casarse.
Están en Ecomoda. Han comido juntos y a media tarde, Armando va a decirle algo,
cuando al ir a entrar oye a Nicolás que pregunta:
- Cómo la trata su marido, Betty?
- Muy bien, Nicolás.
- Es que si el cabezón ese se porta mal con usted... lo fulmino! – Y hace gestos como los
boxeadores cuando entrenan.
Armando no espera más y entra malhumorado.
- No, pues! Desde cuando MI MUJER va a tener que informarle del estado de nuestro
matrimonio, de nuestra intimidad...?
- Armando, tranquilo! – Va hacia él y le pone la mano en el pecho frenándole. – Nicolás no
tiene mala intención.
- Nicolás es un cotilla! No entiendo que él te pregunte. Pero menos que tú le informes.
Desde cuándo le rindes cuentas?
- Desde nunca, pero es mi amigo y se preocupa por mí.
- Pues por ti sólo se preocupa tu marido.
- Pero...
- Le defiendes, Betty? – Les mira a los dos y muy furioso, se da la vuelta y se va.
A la hora de salir, Betty va a buscarle a su despacho, y Sandra la informa que se fue con
Mario, haciendo un gesto de impotencia.
La cosa está peor de lo que ella pensó.
Como tenían que hacer compra, toma un taxi, va al híper cercano a casa y compra lo
imprescindible porque lo tiene que llevar a mano.
Por la tarde, según regresan a casa, Betty se ducha y empieza a arreglarse pues han
quedado a las ocho en un restaurante de moda. Armando se ha pasado el rato
siguiéndola por la casa como un perrito faldero, sin poder disimular que los nervios y los
celos le corroen. No dice nada, pero está que se muere.
Se maldice a sí mismo por haber hecho el estúpido la noche anterior y tener ahora que
TRAGAR la venganza de su mujer.
Betty se pone bien bonita, pero discreta porque no le interesa el cliente, sino darle una
lección a Armando, y a las siete y media avisan que ha llegado el taxi.
- Armando, no me esperes despierto pues no sé lo que se alargará la velada. – Le dice
con descaro.
Ha estado ensayando la frasecita mientras se vestía y maquillaba, y ahora disfruta
enormemente al ver que ha dado en la diana y le ha dejado con la boca abierta. Sale de
casa con una sonrisa de oreja a oreja.
El cliente ya está esperando aunque ella llega temprano. Encargan la cena y hablan de
temas laborales. Parece que él quiere pasar a otros más personales, y es muy atento y
meloso, pero Betty no le para bolas y reconduce la conversación.
La propone ir a bailar y ella alega estar cansada de la jornada de trabajo, pero sí acepta
tomar un cappuccino porque no quiere volver a casa demasiado pronto.
Armando se muerde los puños, está desesperado. Se asoma cada vez que oye parar un
carro, hasta que al fin la ve bajar de un auto.
Se coloca ante las puertas del ascensor a esperarla, cruzado de brazos y apoyado en la
pared hasta verla salir.
- Ya está bien, Betty! Es medianoche y eres una mujer casada.
- Y en qué se nota eso? En los besos, caricias y atenciones constantes de un marido
enamorado? – Le pregunta acercándose a él provocadora. – O en los reproches de un
hombre atado a unos papeles durante un año, que ni me mira y que se va de rumba con
su compadre dejándome botada?
- Eres mía, Beatriz!
- LO SERÉ CUANDO TÚ SEAS MÍO! Sólo entonces! – Hace una pausa para darle tiempo
a digerirlo y continúa. - Y mientras tanto disfruta de lo que tenemos: una relación perfecta
en la que si queremos... estamos juntos, y si no... gozamos de libertad para que cada uno
se busque la vida como guste...
- Yo no tengo una relación perfecta. Te quiero sólo para mí!
- Armando, no seas antiguo y posesivo. Tú me quieres “de pascuas a ramos”. Cuando no
tienes plan con tu amiguito Calderón y sus nenas del Oráculo de las diosas... No nos
engañemos.
Sabe que eso le escuece, pero que se aguante. Bastante lleva ella pasado con sus
“amores intermitentes”. Que se decida de una vez!
Se queda callado. No se puede creer lo que está oyendo, y sin saber qué contestar, se
vuelve y se retira.
Van a salir a celebrar un cumpleaños los del grupo de baile, y Betty, que nunca había
participado, se anima y va.
En el mismo local están bailando Armando y Mario con unas amiguitas del segundo.
Calderón le pregunta:
- Aquella del vestido azul de allá no es su mujer?
Armando la localiza y observa bailar con los compañeros de clase.
Los dos se quedan pasmados al verla moverse tan sensual y seductora. El bello bobo se
pone enfermo de pensar que no baila así para él.
Termina la canción y Betty vuelve hablando animadamente con uno hasta la mesa del
grupo.
Armando ve que ése, al sentarse, pone el brazo en el respaldo del asiento, por detrás de
Betty. No se lo piensa más, va hacia allá y se planta delante de ella.
- Buenas noches, Beatriz. Te diviertes? – Pregunta sarcástico.
Betty se estremece al oír su voz, pero reacciona prontamente.
- Hola! Sí, lo estoy pasando bien rico. – Y hace un mohín poniendo morritos. – Te
presento a los compañeros del grupo de baile... – Y les nombra para que ellos vayan
saludando.
Cuando acaba se vuelve a él y dice:
- Es Armando Mendoza, un amigo.
- A...mi...go?
Cuando la oye llamarle “amigo” casi le da un síncope y la echa una mirada asesina.
Empieza a sonar una nueva canción, el grupo se disculpa y vuelve a la pista, pero él sigue
mirándola intensamente.
- Recoge tus cosas y vamos a casa.
- Ah! Sí? Y te vas a quedar allá o me vas a dejar a mí y luego te vuelas para seguir la
juerga con Calderón y vuestras amiguitas?
- Son conocidas de Mario. Él se encargará. Yo me voy a dormir.
Le ve tan alterado que no quiere tentar a la suerte y que vaya a armar un escándalo, así
que se deja tomar por el codo y salen.
Entran en casa, ella va hacia su habitación y le oye decir:
- No podemos seguir así, Betty.
- Empezaste tú. No me digas que esta medicina sólo la disfrutas cuando me pones los
dientes largos a mí.
Armando mueve la cabeza de lado a lado y entra en su cuarto. Esta mujer es la horma de
su zapato. Está bien brava y no va a ceder ni perdonarle como hacía Marcela. Está claro
que le va a tocar cambiar a él...
A la tarde siguiente va a esperarla a la salida de la clase de baile. Él está dentro del coche
viéndola despedirse de los compañeros, comentando anécdotas de la clase y riendo de
buena gana.
Cómo desearía tenerla así consigo: sonriente, feliz y relajada.
Les ve despedirse y ella echa a andar hacia la parada de taxis, pero él arranca hasta
ponerse a su altura y para a su lado.
Betty reconoce el coche y sube.
- Cómo es que viniste?
- No me gusta que vuelvas sola.
- Pero si tú no estás cuando llego...
- Eso va a cambiar! – Murmura cabizbajo.
- Estás bien?
Le encuentra muy serio y pensativo. Quizá triste? Pero ha venido a recogerla en vez de
irse por ahí...
- Y eso qué más da? – Responde como abatido.
Parece que empieza a serenarse la tempestad de los últimos días, y se van a trabajar en
el coche conversando de Ecomoda y evitando los temas personales.
A media mañana llega Cata, pues tienen que empezar a preparar el próximo lanzamiento.
Pasa al despacho de Betty y después de resolver los asuntos de la colección...
- Bueno, Betty. Cómo va ese matrimonio?
CAPÍTULO X.-
- Pues, no sé. Armando me desorienta muchas veces. Hay ocasiones en las que podría
jurar que me ama... pero otras... tiene unas reacciones tan inesperadas y
desconcertantes... Tan ilógicas...
- Tan MASCULINAS??? – Sugiere Cata.
- Sí. Esa es la palabra!
Mariana ha informado a Armando de la llegada de la relaciones públicas, y él en cuanto
puede, va a saludarla atravesando por la sala de juntas. Encuentra la puerta entornada y
oye a Betty nombrarle, así que se queda escuchando.
- No sé si llegaré a aguantar el año. Yo le amo y es posible que él a mí también. A veces
es maravilloso, pero empiezo a pensar que somos incompatibles. Si no madura y tiene
una forma de actuar más responsable... estoy considerando la idea de pedir el divorcio.
- Pero, Betty, confíe en él. Está intentando adaptarse a la nueva vida, pero es natural que
le cueste. Antes iba todas las noches “de cacería”... y ahora sólo se le ha volado tres o
cuatro noches y porque estaban enfadados!
- No sé, Cata. Estoy desanimada.
- Sé que no soy la más adecuada, ya sabe que me he divorciado varias veces, pero le
diré algo: El matrimonio es una carrera de fondo, y hay que considerar si merece la pena
soportar algunas contrariedades a lo largo del camino para ir atrayendo a su marido y
conseguir que acabe comiendo en su mano...
- No tengo nada que pensar, le amo total y absolutamente, pero creo que a la próxima
faena que haga, pediré el divorcio. Para mí es imprescindible saberle fiel, y si me da
motivos para dudar, le dejaré.
Armando se da la vuelta y va a su despacho. Tiene que convencer a Betty de su amor o la
perderá. Tiene que pensar algo...
De nuevo va a presidencia, pero por el lobby. Toca en la puerta y entra, saluda a Cata y
se sienta en el brazo del sillón que ocupa Betty, colocando una de sus manos en el
hombro de ella que le queda más alejado.
Betty no sabe qué pensar de esta demostración de afecto delante de Cata. Charlan los
tres y luego viene Mario a buscarle para ir a comer con unos proveedores.
- Vuelvo después de la comida. Tú qué vas a hacer?
- Comeremos juntas y luego vengo también.
- De acuerdo. Que lo pasen rico. – Besa a Betty y añade. – Y no seas cruel criticándome,
que te quiero mucho.
Betty mira a Cata y la pregunta cuando él sale:
- Nos habrá oído?
- No creo. Cuando entró estábamos hablando de mí.
- Has visto, ahora ha sido encantador. Pero me ve hablando con un amigo y cambia
totalmente. Se vuelve duro como el pedernal, áspero, me mira echando fuego por los
ojos...
- Eso son celos, Betty! Creo que te adora y no podría prescindir de ti.
- Cómo me gustaría!
Después del trabajo van al híper porque tienen que llenar el frigorífico y luego a casa.
Pasan una tarde apacible, pero ella le encuentra algo apagado.
Son las siete y media de la mañana y Betty se da cuenta que no oye ningún ruido en la
habitación de Armando.
Él está despierto, pero como vio que anteayer ella se preocupaba al verle serio y creerle
triste, ha pensado simular que está decaído para que le mime. Espera que dándole
lástima, se enternezca con él y puedan arreglar su relación definitivamente. Está decidido
a vivir su matrimonio plenamente, comprometiéndose con su esposa y sus obligaciones y
responsabilidades.
Pero hoy ve que pasa el tiempo y Betty no se interesa por él. Está a punto de levantarse,
cuando oye llamar a la puerta. Responde:
- Sí?
- Armando? – Y entra en la habitación que está a media luz. – Te sucede algo? Estás
bien?
- Sí, bueno... no. No sé...
- Qué te pasa?
- No tengo fuerzas...
Sonríe astuto ya que ha conseguido preocuparla, y espera importarle lo suficiente para
que ella quiera ayudarle.
- Bueno, voy a traerte el desayuno, y luego te levantas, sí?
- No sé...
Betty va a la cocina y le trae café, zumo de naranja y tostadas con mantequilla y
mermelada. Le encuentra en la misma postura.
- Armando, siéntate y te doy la bandeja.
- No me apetece, Betty.
- Por favor, no vas a querer el desayuno tan rico que te he preparado?
Se voltea quedando boca arriba y la mira triste.
- Qué buena eres conmigo! Ves como no te merezco?
- Deja de decir ya esas tontadas o me enfado! – Le dice Betty con firmeza.
Él no responde, pero se sienta en la cama y levanta las manos para que le entregue la
bandeja.
- Cómo lo siento, pero no tengo apetito.
Baja la cabeza y le cae una lágrima que seca apresuradamente.
- A ver, yo te doy. Con qué empezamos? – Dice Betty sentándose a su lado.
Y poco a poco, consigue que vaya tomando el zumo, el café y una tostada.
- Voy a llevar esto a la cocina y vengo a ayudarte.
- Está bien... – Aparentemente resignado ante su empeño.
Betty vuelve, le destapa, toma de la mano y tira de él, que pone los pies en el suelo, pero
al ir a levantarse cae sobre la cama.
- Las piernas no me sostienen... Te digo que no tengo fuerzas!
- Armando, me estás asustando! Estás haciendo teatro?
- Betty, cómo crees? Además, me cuesta tragar.
- Dime el teléfono de tu médico.
- No necesito. En uno o dos días, seguro que estoy bien.
Le ve muy seguro pero piensa: “Mañana llamaré al médico si no mejora...”
- Voy a avisar a Aura Mª para decirle que hoy no vamos a ir, y que si necesita algo, nos
llame o mande un e-mail. También encenderé el PC y trabajaré en el despacho.
En ese momento llega Juani y se sorprende al encontrarles en casa. Se interesa por la
salud de su jefe y después se pone con sus quehaceres.
Betty va al estudio, conecta el ordenador y trabaja un par de horas. Entonces se toma un
descanso y va al cuarto de él para ver cómo está.
Entra, se acerca a la cama y le encuentra dormido. Toca su frente y como le parece que
está algo caliente, se la besa.
Él abre los ojos. No estaba dormido profundamente, pero al hacerse el enfermito no
puede leer, ni oír música y ha dado una cabezada.
- Qué tal estás?
- Igual.
- Necesitas que te traiga algo o que te ayude...?
- Si me ayudas a llegar al baño...
- Claro!
Le ofrece su brazo para que Armando se apoye. Él se levanta aparentando debilidad,
pero esta vez no se deja caer pues ahora necesita ir al servicio. Cierra la puerta y Betty le
espera, por si la necesita. Cuando sale y vuelve a la cama, ella va al estudio y sigue
trabajando. Y en este plan transcurre el día.
Armando sigue con cara lánguida, Juani le ha preparado su comida preferida, y Betty está
empezando a creer que podría ser verdad que algo le ocurre.
Por la noche va a desearle que descanse bien y que se mejore; y él aprovecha a
mostrarse mimoso.
- Me vas a dejar solito?
- Naturalmente. Si una persona está enferma, hay que dejarla lo más cómoda posible, y
compartir la cama hará que no descanses bien.
- Betty, no te vayas! Me siento mejor si estás conmigo... – Insiste como un niño
consentido.
Ella le mira con los ojos entrecerrados, porque no se fía lo más mínimo. Le cree muy
capaz de estar simulando, y contesta finalmente:
- De acuerdo, pero si mañana no estás mejor, llamaré a un médico, y con lo que diga,
avisaré a tus papás.
Betty va al baño y a su habitación para cambiarse.
Él también aprovecha para ir apresuradamente a su servicio para asearse y perfumarse.
Luego vuelve, estira las sábanas, ahueca las almohadas y se mete de nuevo en la cama
con cara de niño bueno y sonrisa de oreja a oreja.
Oye venir a Betty y quita a tiempo la cara sonriente, para poner la de sufrimiento.
Ella llega con un libro, se acuesta en el lado libre y le pregunta si le molesta que deje
encendida la luz de su mesilla para leer.
- Desde luego que no.
- Armando, te has echado colonia? – Percibe su aroma inconfundible.
- Naturalmente. Y me he aseado. Todo el día acá metido! Una cosa es ser un tigre... y
otra bien distinta es oler a tigre! – Responde haciéndose el ofendido. – Quiero atraerte, no
ahuyentarte.
- Vale, no te molestes.
Comprende que haya querido lavarse, sobre todo yendo a compartir el lecho.
- Betty, quiero mimos.
- Cómo así? No estás enfermito?
- Por eso!
- Y cómo qué tipo de mimos desea el bebé?
- Besitos... alguna caricia... que me acunes...
- Armando, que tienes treinta años!
- Bueno, si no quieres... - Se voltea hacia su lado como desalentado.
- Anda, ven. Ya decía mi abuelita: “No siento que el niño enfermó, sino el mimo que le
quedó.”
Rato después, Betty decide que ya ha tenido suficiente ración de carantoñas y que hay
que descansar. Apagan las lamparitas y se duermen tomados de la mano.
Varias veces a lo largo de la noche, ella le ha tocado la frente y le ha notado algo
templado.
De madrugada empieza a toser con tos tan seca que se despiertan.
- Voy a traerte un vaso de agua y te vas a poner el termómetro.
- Bueno.
Se queda pensando: “Al final, voy a estar enfermo...”
- Bebe despacio para humedecer bien la garganta. – Aconseja Betty.
- Me duele al pasar el agua como si quemase. – Comenta al beber.
Le pone el termómetro y...
- 38´5ºC. Voy a darte algo para bajar la fiebre.
Está arrepentido de haber simulado enfermedad. “Lo que pensé, si seré desgraciado...
que ahora voy y me pongo enfermo de verdad!”
Por la mañana, Betty llama a un amigo de Armando que es médico y viene a visitarle.
- Compadre, tienes una faringitis. Pero tampoco es nada del otro mundo. Me parece que
eres un poco quejica.
- Cómo así, Carlos? – Le hace una seña hacia Betty. – Mi mujer va a creer que soy un
flojucho!
- Hombre, la faringitis es bastante molesta, y comprendo que te guste que te mimen. – La
mira sonriendo. – Te voy a recetar un antibiótico para que lo tomes cada doce horas, bebe
mucho líquido: agua, zumos... y dentro de dos días estarás nuevo.
Betty toma la receta y se la da a Juani con el dinero, para que vaya a comprarla a la
farmacia.
Luego regresa a la habitación y les encuentra despidiéndose, la dice:
- Armando es mi amigo, pero tengo que reconocer que es muy mal enfermo: exagerado,
consentido... como si se estuviera muriendo!
- Ayer me asustó un poco cuando dijo que no tenía fuerzas para levantarse.
- Pues, si le quiere tener recuperado pronto, siga las instrucciones de los dos: yo le receto
el antibiótico y muchos zumos, y él se autorreceta mimos.
Le miran y ven que asiente sonriendo.
Se estrechan la mano amistosamente y Betty acompaña al médico que se va.
CAPÍTULO XI.-
No pueden permitirse el lujo de perder a esta “loca”, ya que es un gran profesional. Eso
no admite discusión! Así que Betty decide seguirle a Cali.
- Aura Mª, tráigame todo el trabajo que esté preparado para que lo deje al día, porque me
voy tras D. Hugo. Tengo que hacerle reflexionar e incluso ayudarle si es posible.
Termina y se va a casa.
Armando está encantado. La ha convencido y van a compartir unos días solitos sin el
agobio del trabajo. Pero no puede confiarse porque si Betty se da cuenta de su engaño le
costará mucho recuperarla. No le dejará explicarle que no puede vivir sin ella. Creerá que
ha sido una burla...
Pero le va a resultar muy, muy difícil mantener su “depre”.
Hugo partió en el último avión que despegó de El Dorado y ya no salen más por la niebla.
Las previsiones meteorológicas desaconsejan viajar, pero no pueden dejar ir a Hugo
Lombardi.
Salen por carretera a la mañana siguiente y viajan despacio a causa de los frecuentes
bancos de niebla y por lo abrupto del terreno.
Armando propone turnarse al volante aunque mantiene su “pose” deprimida, alegando
que ocuparse de algo le ayuda a evadirse de sus negros pensamientos, y Betty accede.
Han conducido todo el día parando sólo para almorzar, y ahora que ya empieza a
anochecer entran al aparcamiento del primer hotel que encuentran con la esperanza de
tomar habitación para pasar la noche.
Ven muchos coches aparcados y eso les da mala espina. Piensan que no va a quedar
habitación libre... y queda una!
- Nos la quedamos! – Se adelanta Armando.
Betty le mira poco convencida, y él al verla así explica:
- Necesitamos descanso, comida y calor. Si sólo hay una, tendremos que compartir. No
podemos seguir viaje!
- Está bien. No queda otra! – Y espera que por lo menos tenga dos camas.
En eso sí se vio escuchada, ya que tenía dos camas gemelas.
La habitación es amplia y confortable y prometía buenas vistas del paisaje montañoso que
les rodeaba si por la mañana levantaba la niebla.
Subieron las bolsas de viaje, se asearon y bajaron a cenar al restaurante. La comida
caliente les entonó el cuerpo y luego pasaron a la cafetería.
Betty da largas a su café porque no tiene prisa por quedarse a solas con él, pero llega un
momento en el que no puede dilatar más la velada. Armando, que la observa, bosteza
ostensiblemente y la exhorta con dulzura:
- Vamos a dormir. Ha sido un día muy largo y cansado, y mañana nos espera otra jornada
parecida. Debemos descansar. – Dice según se levanta.
- Ella respira hondo y se dispone a seguirle, pero él la toma del codo y la guía al ascensor.
Ya en la habitación, Armando pregunta:
- Deseas pasar al baño antes o después?
- Me es indiferente.
- Entonces... Las damas primero! – Y esboza una leve sonrisa.
- Gracias, caballero. – Le sigue la broma.
Entra al baño y sale poco después con un pijama bastante coqueto. Armando se obliga a
mantener la expresión de indiferencia y entra él.
Cuando sale, Betty ya está acostada y tapada hasta el mentón, pero no terminaba de
calentarse.
Él comprueba que la puerta de la terraza está bien cerrada y se mete rápido en su lecho.
Pero poco rato después se levanta, abre el armario y vuelve a cerrarlo decepcionado.
- Armando, sucede algo?
- Que estoy muerto de frío y no me consigo dormir. Miraba si había más mantas, pero no.
Tú no tienes frío?
- Sí. No consigo entrar en calor!
- Betty, no me malinterpretes, por favor, pero si dormimos juntos podremos poner las
mantas de las dos camas en una y dormiremos calentitos. Eso sería bueno para mi
faringitis...
Le mira indecisa unos instantes reconociendo que tiene razón, y accede. Se hace a un
lado y dice:
- Está bien. Echa las mantas de tu cama y ven. Si pasas frío, seguro que recaes y vuelves
a tener fiebre.
Armando, satisfecho hasta el límite y congelado hasta la médula, se apresura a hacerlo
esperando que ella no se arrepienta en el último segundo... pero el frío es su aliado!
Entra de un salto y tiritando, y no es que a ella le sobren calorías, pero se compadece.
- Acércate, anda. Pero las manos quietas!
- Sí, sí, gracias. – Y se pega a ella.
Al rato, Betty nota un movimiento...
- Armando, te he dicho que las manos...
- Te juro que no son las manos...
- Armando!!!
- No puedo hacer nada! A pesar del frío, al estar junto a ti... mi cuerpo reacciona sin
pedirme autorización.
CAPÍTULO XII.-
Después, pasan a una sala de estar y Armando va a recepción para informarse de las
condiciones en que están las carreteras y de las previsiones meteorológicas.
Vuelve contento pero no lo exterioriza, pues no sabe cómo va a recibir Betty la noticia.
- Estamos bloqueados por la nieve. Hay muchos kilómetros de carretera en malas
condiciones y se calcula que las máquinas quitanieves no llegarán aquí antes de mañana.
La buena noticia es que ya ha pasado la borrasca y mejora el tiempo notablemente.
- Bueno, pues tendremos que aceptarlo como unas vacaciones forzosas. Espero que
cuando lleguemos a Cali, el señor Lombardi haya solucionado el problema y sea fácil
convencerle de volver a Ecomoda. Y nosotros qué haremos?
- Relajarnos, darnos una tregua e intentar entendernos. – Sugiere Armando. – Qué
opinas?
- Si fuera posible...
- Lo será a poco que lo intentemos. Tú me amas?
- Mucho. – Confiesa ella.
- Pues, yo... cómo te explico? Cuando tú me miras con amor no me afecta nada negativo
que suceda a mi alrededor. Sólo te veo a ti y la vida es de color de rosa. Pero cuando me
ignoras, y me rehuyes, y me miras enojada... todo se oscurece aunque luzca el sol y la
última colección sea un éxito. TÚ eres el SOL de mi vida! – Susurra en su oído.
Salen fuera bien arropados. El cielo ha quedado totalmente despejado y luce el sol.
Pasean alrededor del hotel, donde han abierto con palas unos caminos para los que
deseen salir al aire libre.
Armando considera que esta zona está muy concurrida y se van alejando hasta un
bosquecillo, con el pretexto de contemplar un espléndido paisaje.
Caminan de la mano entre los árboles dando continuos resbalones y riendo estremecidos
cada vez que alguna gota cae de las ramas y se les cuela por el cuello.
Finalmente ocurre lo que tenía que ocurrir, pero no como era previsible: Armando patina
al pisar una placa de hielo y resbala por la ladera arrastrando a Betty que iba de su mano.
Caen durante unos segundos que parecen eternos como por un tobogán, y cuando por fin
se detienen Betty queda sobre él, y rompe a reír a carcajadas, nerviosa por el susto.
Él se alegra de verla tan feliz como casi ni recuerda. Ha pasado tanto tiempo desde la
última risa espontánea y despreocupada...
Se voltea dejándola debajo con la intención de besarla y de llegar hasta donde se pueda.
Pero es totalmente imposible, pues Betty tiene tal ataque de risa que no puede parar
aunque lo intenta.
Se da por vencido y se tumba también boca arriba, contempla el cielo y agradece la
oportunidad de estar con ella, y quizá normalizar su relación.
- Armando, no te enfades. Oj! Oj! Oj! Me he asustado tanto... y luego... ha sido tan
divertido!
- No estoy enfadado, Betty. – Contesta cariñoso. – Sólo espero que la señorita deje de
reírse de mí y de mi dolorido trasero.
Betty consigue controlarse y, volviéndose hacia él, le besa. Armando se deja querer y sólo
permite libertad de acción a sus manos.
- Pero, bueno. Qué bien se saben el camino! Ya se han colado bajo mi ropa!
- Se me han escapado. Son ellas solas! – Pone cara inocente y sigue acariciándola.
- Armando, tus manos son muy atrevidas. – Le dice entre beso y beso.
- Tienes razón, pero a que te gustan sus exploraciones?
- Armando!!! – Se sonroja por la osadía de las caricias. – Oigo voces!
- Yo también. – Reconoce fastidiado. – Levantémonos. Se nos está mojando la ropa.
Se sacuden la nieve y suben la suave ladera que descendieron resbalando. La ropa sólo
está un poco húmeda y se secará pronto con el calor del sol.
Se toman uno a otro por la cintura y se aproximan al hotel.
Entran en el jardincillo que hay en la parte de atrás y se hacen alguna foto. Luego,
Armando ve a un empleado del hotel y le pide que les haga varias: al pie de un árbol, en
un mirador, junto a una fuente con el surtidor helado y lleno de carámbanos...
Recupera la cámara y da las gracias al muchacho cuando ve que Betty le mira a él y a la
máquina.
- No me mires así, que sé lo que estás pensando. La guardé en la bolsa por si había
oportunidad de hacerte alguna foto nuestra, pues no tengo. Y ves? Ahora tenemos varias
juntos!
Todavía se entretienen un tiempo en los jardines, luego entran a la cafetería y toman el
aperitivo, haciendo tiempo hasta que abren el restaurante.
Armando se duele al sentarse, por el aterrizaje forzoso que hizo esta mañana cuando
resbaló. Y al recordarlo, los dos vuelven a reír de buena gana.
Después de comer, pasan las primeras horas de la tarde leyendo y viendo TV. Los
noticieros informan que ya ha pasado la borrasca que provocó el temporal de frío y nieve,
y que se van restableciendo las comunicaciones por carretera. A media tarde, Armando la
propone pasear por el arcén de la calzada, para comprobar si han llegado las máquinas
quitanieves al alcance de la vista.
Pasean hablando de Ecomoda y de su recuperación, y al llegar a la primera curva, se
encuentran con la agradable sorpresa de ver que las máquinas ya están muy cerca. Con
toda seguridad podrán seguir el viaje por la mañana.
Vuelven animados al hotel y suben a su habitación para arreglarse. Al bajar a cenar, ven
un grupo de personas que escuchan atentamente al gerente del hotel, y atienden también
ellos.
- Señores clientes, les comunico que el Servicio Nacional de Carreteras nos acaba de
informar que mañana temprano estarán expeditas todas las vías, y ustedes podrán
continuar el viaje hacia sus destinos.
La gente muestra alivio por el final del bloqueo con alegría y aplausos.
- Señores, por favor. Tengo algo más que anunciarles. La dirección del hotel ha decidido
ofrecerles esta noche una velada de baile, para que no se lleven mal recuerdo de nuestro
establecimiento. Será después de la cena en el salón de celebraciones y quedan todos
invitados.
El grupo vuelve a aplaudir alegre y Armando la estrecha contra él.
Después de cenar pasan al salón acondicionado como discoteca y eligen una mesa de un
lateral, cercana a la pista.
Se acerca un camarero a tomar nota y les comunica que la primera consumición es
gratuita. Piden un licor de moras y un whisky.
Momentos después empieza a sonar música suave, unos boleros. Armando la mira
sonriente, la tiende la mano y dice:
- Señora Mendoza, ya es hora de demostrar a su marido todo lo que ha aprendido en esa
academia...
CAPÍTULO XIII.-
Betty baila con ritmo muy natural, para nada resulta “aprendido”. Le nace, y mueve los
hombros y las caderas muy provocadora, acercándose y alejándose de él.
Armando que siempre ha sido buen bailarín, da la réplica acompañando cada uno de sus
movimientos y disfrutan como nunca.
Se miran con ojos chispeantes de... deseo?
Después de varias canciones con ritmo y sabor tropical van a la mesa para descansar un
poco, y beber despacio los tragos.
- Betty, nos retiramos?
- Sí. Mañana debemos seguir hasta Cali y... - Aparenta no entenderle.
- Yo no lo decía por eso.
- Ah! Entiendo. Será que quieres seguir bailando en privado. No creí que fueras tan
vergonzoso...
La contempla enamorado y, tomándola de la mano, tira de ella y suben a la habitación.
Esta vez no buscan pretextos ni excusas y van directamente hacia la cama de Betty.
La rodea con los brazos y la atrae hacia él. Ella cierra los ojos mientras Armando empieza
a acariciarla lentamente. Una marea cálida y cosquilleante la inunda, su mente gira, se la
escapa un suspiro y le apoya la cabeza en el hombro.
Los labios de él se apoderan de su boca, posesivos.
Armando apoya una rodilla en la cama, la empuja suavemente y quedan tendidos. Betty
se pega a él casi sin aliento bajo las caricias de su marido. Siente el contacto duro y viril
contra ella, se unen y el placer aumenta tanto que ambos se preguntan si podrán tolerarlo.
Entonces llega un mágico estallido de éxtasis que la hace arquearse contra él con un
ardor tan intenso como el de Armando.
Todavía están dormidos cuando empieza a sonar el móvil de ella. Se da media vuelta
para seguir durmiendo y, Armando que sabe lo mucho que la cuesta madrugar, sonríe y
pasa el brazo sobre ella para tomar el teléfono y contestar.
- Aló?
- Betty...? – Reacciona. – D. Armando?
- Sí. Dígame.
- Soy Aura Mª, doctor y necesito hablar con Betty.
- Está dormida. Qué quiere? – Está de lado, apoyado en un codo y vuelto hacia ella. Betty
abre un ojo y saca una mano para acariciarle el torso y hacerle cosquillas.
- Verá doctor. Es que D. Hugo ha regresado y está trabajando en el taller. Yo sólo quería
avisarles...
Aprisiona la mano que le mortifica con las cosquillas, para poder concentrarse en la
llamada.
- Cómo, pues! Esa “loca” va a terminar trastornándonos a todos!
Betty saca la otra mano para continuar con la tortura.
- Parece que lo del secuestro de Bárbara Chesai sólo fue una broma pesada que le gastó
su chesito... D. Hugo le había botado y él se llevó a la perrita para obligarle a escucharle.
El caso es que han hecho las paces y volvió tan feliz con Barbarita. – Explica Aura Mª.
Armando tapa el micrófono del teléfono y la dice bajito:
- Me las vas a pagar!!! – Destapa y contesta a la secretaria. – Está bien. Gracias, Aura Mª!
Regresamos, pero no creo que nos dé tiempo a llegar a Ecomoda. Yo se lo diré a Betty.
Suelta de una vez el teléfono y se desquita sometiéndola a un suplicio chino de levísimas
cosquillas en lugares muy precisos de su anatomía. Pero la muy pícarona resulta ser
masoquista y disfruta enormemente.
Un buen rato después, Armando le cuenta lo que le dijo Aura Mª, y Betty llama a la
empresa.
Pide que le pasen con el diseñador y, después de asegurarse de que ha vuelto para
quedarse, se despide y corta la comunicación.
Y con esa convicción llegan a la hacienda, pero ya al dejar el coche en el garaje ven que
no va a ser tal como ellos han venido soñando y planeando.
Además del todo-terreno con el que se mueven por los caminos de la finca hay otro coche
allá, el de D. Roberto.
Se miran y hacen gesto de “nuestro gozo, en un pozo...” Sacan las bolsas del maletero y
van con ellas hacia la puerta principal, cuando ven que se abre y salen por ella los padres
de Armando sonriendo y dándoles la bienvenida.
Armando abraza a Dª Margarita y saluda frío a su padre. Betty saluda tímida a los dos,
pues sigue sintiéndose cohibida, especialmente con la reina.
La sorpresa mayor viene cuando entran al salón y ven a una pareja joven muy sonriente.
Armando suelta su bolsa y cruza la estancia en dos pasos.
- Camila!!! – Y la abraza fuertemente muy emocionado.
Los dos se separan con los ojos húmedos.
- Hermanito, qué ganas tenía de verte! Aunque hablemos regularmente, no es lo mismo!
Armando sale del shock y presenta a Betty a Camila y Álex, su marido. Luego abraza a su
cuñado y se palmean la espalda.
- Álex, perdona chico, pero la sangre es la sangre...
Camila y Betty se caen bien desde el primer momento. Sintonizan. Y su marido también
resulta muy natural y espontáneo.
Aparece Carlota, les saluda con un beso muy cariñoso y, llevándose a Armando aparte le
pregunta:
- Niño, dónde va a dormir tu esposa ahora que están Camila y su marido?
- En mi habitación, conmigo. Eso ya venía decidido. Satisfecha?
- Mucho, hijo. Mucho!
Y se va tarareando camino de la cocina.
Armando y Betty suben al dormitorio para darse una reconfortante ducha y tumbarse un
rato para descansar del pesado viaje y, cosa rara, eso es justo lo que hacen: dormir una
inocente y casta siesta aunque comparten la cama, pues venían muy cansados.
Ella despierta la primera, mas le ve tan dormido que se viste sin hacer ruido y baja a
sentarse en el porche, pero pasa antes por la cocina a por un jugo de moras fresquito.
- Carlota, dónde está Cris, que todavía no la he oído?
- Se ha ido al poblado cercano con su abuelo, pero ya tienen que estar a punto de
regresar. Se va a llevar tremenda alegría cuando la vea, Betty.
- Me voy al porche. Dónde están los demás?
- Hace rato que salieron a pasear, dizque hasta el lago.
Sale al porche y se sienta en una butaca de mimbre, dejando sobre la mesa el vaso y un
pequeño paquete.
Poco después ve llegar la desvencijada camioneta que usa Félix para desplazarse por la
hacienda, y parar ante la puerta de la cocina. Baja para ayudar a Cris, que entra llamando
a su abuela y él vuelve a subir al vehículo para aparcarlo.
Betty siente su aroma, al mismo tiempo que nota los labios de él posarse en su cuello. Se
encoge de placer y se vuelve a besarle ella también.
- Así que cuando desperté, la señora se había volado!
- Me cortaste las alas, Armando! Sólo puedo dar vuelos cortos.- Y le vuelve a besar.
- Tú sí que me las cortaste, pero de raíz.
CAPÍTULO XIV.-
- BETTY!!!
Llama la cantarina voz de Cris que viene con la merienda en la mano. Se separan y ella
contesta:
- Aquí estoy, Cris.
La niña echa a correr hasta los brazos de Betty y, Carlota que se había asomado, vuelve
a entrar tranquila a la cocina.
- Hola, mi niña. Cómo estás?
- Bien. Con los abuelos.
- Toma! Es para ti! – Y le alcanza el paquete.
- Qué es? – Pregunta la pequeña asombrada.
- Es un regalo que te hemos traído. Ábrelo!
La niña deja la merienda sobre el plato que le alcanza Betty, y muy nerviosa, lo abre
rasgando el papel.
Ellos dos disfrutan viendo la ilusión de Cris, que se queda con la boca abierta admirando
la pequeña muñeca de trapo con pelo de hilos de lana gruesa naranja, vestido azul con
florecitas blancas, zapatos rojos de tela, una simpática sonrisa, y el tamaño justo para que
las manitas de la niña puedan asirla perfectamente.
La abraza, y al notarla tan blandita, la estrecha contra sí con el mayor amor.
Va hacia Betty y le planta un beso y un abrazo espontáneos en agradecimiento.
- Me alegra que te guste, pero yo sólo la elegí. Te la ha comprado Armando. Espera que
te limpie bien para que no le llenes de “churretes” y le das las gracias también.
Después de limpiarla bien los labios y las manitas, pues recuerda las palabras de
Armando cuando la expuso sus reservas para con esos “locos bajitos...”, la anima a ir
hacia él.
- Vamos, dale un beso. No muerde! – Y aunque parece que se lo dice a la niña, realmente
a quien ella exhorta, es a él.
Armando se agacha, y en cuclillas acepta el beso y el abrazo de Cris. Siente tal ternura
que también la besa y abraza porque le nace de muy dentro.
Betty ve la emoción en su cara, y se da cuenta de que ha sufrido una conmoción.
D. Roberto sirve un aperitivo para todos y al rato Carlota viene anunciando la cena. Todos
se dirigen al comedor. Armando y Camila se emparejan y bromean felices de volver a
reunirse. Álex se acerca a Betty y hablan animadamente, dándose a conocer
mutuamente. Luego la conversación va unificándose y todos intervienen. Incluso Betty se
esfuerza en participar por no resultar adusta, a pesar de sentirse intimidada por Dª
Margarita.
Cuando Armando sale del baño, trae gesto de contrariedad y se le pone más acusado al
ver el sugerente camisón de su mujer.
- Betty, el último lo usamos ayer en el hotel. Estás en días de riesgo?
- No entiendo mucho...
- Bueno, iré a pedirle a Álex... - Y va hacia la puerta.
- No, pues!!! Y por qué no tomas un megáfono y te asomas a la terraza? Lo mismo le
sobra uno a algún trabajador de la hacienda y te lo trae!
Los dos rompen a reír.
- Anda, ven! Que hoy no hay peligro. - Confiesa.
- Pero no decías que...
- Algo sé, pero poco. Una amiga me explicó y voy a ir con ella a su ginecólogo para que
me informe.
- Quiero que hablemos sobre ese tema, Betty.
- De acuerdo, pero ahora ven conmigo, amor.
Y extiende las manos, invitándole.
Él no se hace de rogar, y con los ojos brillantes y despidiendo chispitas, va hacia la cama.
Se acuesta junto a ella, pasa el brazo por la almohada bajo su cuello y la atrae hacia sí.
Los labios de Armando rozan sus mejillas y sus párpados cerrados.
Betty permanece muy quieta, todo da vueltas a su alrededor de puro gozo. Siente como
lentamente él desliza los tirantes del camisón por sus hombros, para que a continuación
sus manos y su boca recorran palmo a palmo su cuerpo. Los labios se posan cariñosos
depositando tibios besos...
Bajo sus dedos, Betty percibe los huesos y músculos de los hombros de su marido, la
suave piel de su espalda...
Se coloca sobre ella sin dejar de besarla y acariciarla y un pequeño gemido escapa de la
garganta de Betty. Siente la presión de aquel cuerpo sobre el suyo, deliciosamente fuerte
y ya familiar. Se abandona a sus caricias... a aquel deseo que inunda todo su ser... y
cuando él entra en ella, la encuentra dispuesta y suave.
Por la mañana bajan a desayunar y coinciden con los padres de Armando. Hablan de la
hacienda y cuando están terminando, entra Carlota.
- Está ahí fuera una mujer del poblado, y solicita hablar con la señora Mendoza.
Dª Margarita se levanta con cara de paciencia para ir a verla y...
- No, Dª Margarita. Ella ha preguntado por la señora Mendoza, joven.
La reina mira a Betty muy ofendida, pues aunque la molestaba tener que atender a la
mujer, ella es la ÚNICA señora Mendoza de MENDOZA.
D. Roberto y Armando también la miran y ella, sorprendida como todos, se queda sin
palabras.
- Quién es? – Pregunta D. Roberto.
- Es Soledad, la mujer de Julián. Dice que conversó con la señora la otra vez que vino, y
que necesita volver a hablarle.
- Carlota, dile que tome asiento en el porche y que ahora mismo la recibe la señora. –
Dice Armando.
- Sí, niño. – Y la cocinera se retira.
- Qué puede desear hablar conmigo? Yo no entiendo nada de la finca... – Pregunta
mirando a todos, perpleja.
- Escúchala y actúa como te parezca. Te sobra sentido común. – La aconseja Armando. -
Luego me cuentas, o quieres que vaya contigo?
- No, en principio, no.
Va al porche donde se encuentra a la mujer esperando. Ésta se levanta respetuosa al
verla acercarse.
- Buenos días, Soledad!
- Buenos días, señora.
- Siéntese, por favor. – Ella también lo hace. – Dígame qué puedo hacer por usted.
- Señora, estoy arrepentida de haberme atrevido a venir a molestarla con mis problemas.
Mejor me voy.
Y hace ademán de levantarse, pero Betty la sujeta del brazo y la impide levantarse.
- Ha desayunado? – La pregunta con una sonrisa.
Soledad niega con la cabeza.
- Espere un segundico!
Betty entra en casa y le dice a Carlota que saque café y algún dulce para la mujer.
Vuelve al porche, se sienta y dice sonriente:
- Y ahora me va a contar lo que sea que le ha traído aquí!
- Verá señora, cuando vino con su marido al poblado, me pareció buena y cariñosa. Y por
eso me he decidido a venir a hablarle cuando oí a Félix que usted había vuelto.
Betty asiente con la cabeza dándole ánimos. Y ella sigue.
- Tengo dos hijos pequeños, estoy embarazada de seis meses y tuve muchos problemas
cuando nació el segundo. Casi me desangro, y ahora tengo miedo. Quizá sea peor... Me
sentiría más segura si pudiese atenderme un médico.
- Quién asiste en los partos?
- Las mujeres. Unas nos ayudamos a otras, y si viene bien, pues basta, pero cuando
viene mal y hay problemas...
Entra Carlota con el desayuno para Soledad.
- Y cuando alguien se pone enfermo, qué hacen?
- Si no es muy importante lo resolvemos con remedios caseros, pero si es más serio, Félix
nos lleva al hospital de San Felipe. Pero está lejos!
- No tienen un médico al que acudir en el poblado?
- No señora, en ninguno de los dos.
- Y cuántas personas son en total?
- Más de doscientos...
- Entonces, siempre habrá alguien que necesite atención médica. – Calcula Betty.
- Siempre, señora.
- Soledad, voy a hablar con mi marido. De usted y de los demás trabajadores de la
hacienda con respecto a este asunto. E intentaré resolverlo cuanto antes.
- Señora perdone, pero los Mendoza lo saben y no les preocupa! – Según lo dice, se
arrepiente sonrojándose.
- Soledad, aunque sea Mendoza, mi marido es bueno y comprensivo. Hablaré con él.
CAPÍTULO XV.-
Y así les encuentra Dª Margarita, que llega hasta ellos doblemente molesta.
En primer lugar, por ver a la pegajosa de la feíta sentada sobre su niño comiéndoselo a
besos, y además porque Armando da la impresión de disfrutar con el besuqueo.
Y en segundo lugar está ofendida porque Soledad buscó a Betty, una aparecida, una
recién llegada para pedir ayuda y no a ella que es la señora... la SEÑORA de MENDOZA!
- Bueno, Betty. Qué quería Soledad?
Va a levantarse, pero Armando la retiene.
- Quédate donde estás, por favor. – Y contesta él. – Mamá, Soledad pidió a Betty que si
es posible, la atienda un médico la próxima vez que dé a luz, porque tuvo una hemorragia
cuando nació su segundo hijo y teme que se repita esa circunstancia.
- Bah! Que haya pasado una vez, no supone que vaya a volver a suceder! – Dª Margarita
quita importancia a los temores de la joven. – Estos campesinos, siempre quejándose...
Claro! Ha preguntado por usted, porque como es joven y nueva acá, no conoce sus
mañas y sus continuos reclamos, y pensó que sería más fácil convencerla. Esta gente
siempre está descontenta! Voy a contárselo a Roberto.
Se levanta y va hacia la casa.
Armando ha hecho por quedar emparejado con su padre y aprovecha para decirle que
quiere tratar con él un asunto importante.
D. Roberto acepta inmediatamente, contento de que su hijo vuelva a hablarle sin tirantez,
como antes de que le obligara a casarse, y pasan los dos solos al despacho.
Armando se arrellana en un sillón mientras su padre abre el bar y le pregunta:
- Coñac o...?
- Sí, coñac!
D. Roberto sirve dos copas, ofrece una a su hijo y se acomoda en el sillón gemelo al de
Armando.
Permanecen unos minutos en silencio saboreando el licor. Finalmente se decide a hablar.
- Supongo que mamá te ha contado el asunto que trajo a Soledad acá esta mañana.
- Sí. Me ha dicho que quiere que la atienda un médico cuando dé a luz.
- Y qué opinas?
Armando, antes de llegar más lejos, quiere averiguar la opinión que tiene su padre al
respecto.
- Verás, hijo. Por una parte pienso que siempre han tenido a sus hijos ayudándose unas a
otras, pero también soy consciente de que los tiempos han cambiado. Que será mucho
mejor para la madre y el hijo ser atendidos por un médico y en un centro sanitario, lo
mismo que nosotros procuramos para nuestras esposas.
- Así que...
- Así que creo que deberíamos ocuparnos de cumplir los deseos de Soledad. Ella y su
familia, por generaciones, han sido buenos y leales trabajadores de MENDOZA.
- Me alegra oírte decir eso porque yo quiero ir más allá. He propuesto a Betty que el lunes
vayamos a San Felipe para contratar un médico que acuda dos o tres veces en semana a
pasar consulta a la hacienda y que también atienda urgencias y partos. Y por cuenta
nuestra, naturalmente.
- Es idea de tu mujer?
- Es idea de los dos! – Refuerza la sugerencia de Betty al presentarla también como
propia.
- Pues me parece justo, hijo! No necesitas insistir para convencerme. Yo lo he pensado en
varias ocasiones, pero siempre surgían otros asuntos urgentes que me distraían y esto se
quedaba aparcado en mi mente para mejor ocasión. Dile a Betty que le agradezco su
compromiso con MENDOZA. Hijo, tu esposa sólo trae influencias positivas a los que
comparten vida con ella... Valórala y no la pierdas.
- Lo sé, papá. Únicamente me enojé por obligarme, no por lo que suponía casarme con
ella. Yo pensaba hacerlo, pero decidiendo ella y yo el cuándo y el cómo.
Se abrazan reconciliándose del todo, apuran sus copas y salen al salón.
Después de la sobremesa se retiran a sus habitaciones, pues hace mucho calor para
dedicarse a cualquier actividad que no sea la siesta.
Armando se queda dormido apenas apoya la cabeza en la almohada, pero Betty sólo da
una cabezada en un sillón.
Tiempo después decide bajar a la piscina y se instala en una tumbona que coloca entre el
sol y la sombra. Como aún no ha llegado Camila, abre su libro, pero vuelve a cerrarlo y
entornando los ojos rememora la visión de MENDOZA desde la colina.
Está impresionada. Sabía que era una hacienda grande, pero nunca se imaginó que lo
fuera tanto!
Recuerda lo que dijo Armando sobre que ahora ella es parte de la hacienda y viceversa.
La asusta bastante, pues es consciente del compromiso que eso conlleva para con las
personas que viven y trabajan allá.
Las vidas de todas esas personas, el futuro de sus hijos... es en parte responsabilidad
suya. Se va a tomar esto muy en serio, y a pesar de la reina Margarita, conseguirá que
mejore la calidad de vida de los empleados.
CAPÍTULO XVI.-
Desde que la vio contar el cuento del elefante, desea tener un hijo pero no sabe cómo
planteárselo, y mientras encuentra la forma disfruta enormemente viendo la Betty más
tierna, la que le inspira los sentimientos más fuertes y profundos.
Él ya sabe desde hace tiempo que es de Betty para siempre porque es la dueña de su
corazón y de todo su ser. Desde que estuvo con ella la primera vez no ha vuelto a estar
con ninguna otra, simplemente porque sólo la desea a ella.
Ahora mismo su relación es muy buena, prácticamente inmejorable. Pero no sabe hasta
donde llega la confianza que Betty tiene en él.
Betty y Cris cantan juntas la canción, la niña se duerme pronto y cuando ella sale al
pasillo encuentra a un sonriente Armando que la envuelve en sus brazos besándola con
inmensa ternura.
- Tengamos un hijo, Betty. – La susurra al oído acariciándola con la nariz.
- Armando... Tú! El tigre de Bogotá! Cómo así?
- Te veo con Cris y me muero de ganas.
- Una decisión tan importante no puede tomarse a la ligera. A ti no te gustan los niños! Le
acaricia la cara.
- Los tuyos, sí!
- A ver. Te recuerdo tus propias palabras: los niños berrean, muerden, dan patadas,
esclavizan, embadurnan de chocolate...
- “Sólo si se malcrían”. Dijiste.
- O se parecen a su papá.
- A mí? Por qué? – Pregunta él sorprendido.
- Tú a veces, gritas y eres consentido...
- Sí, claro. Y también te puedo embadurnar de chocolate... - Risueño y retador. – Te
provoca?
- Pero... cómo así? Esas proposiciones! Soy una señora casada!
- En ese caso se lo diré bajito, para que no lo oiga su marido...
Se besan muy abrazaditos en el pasillo.
- Mi amor, no te digo que no, pero no nos apresuremos con algo tan importante, sí?
Démonos tiempo y veamos cómo evoluciona nuestro matrimonio. – Y deposita un dulce
beso en sus labios.
- Nena... no me dices que NO? Seguro? – Pregunta esperanzado.
- Seguro. Te prometo que si seguimos manteniendo buena relación...
Después del desayuno, Betty sale a dar un corto paseo, porque la mañana está tan
magnífica que le apetece disfrutar un poco de su pureza en soledad, pero... la descubre
Cris y se va con ella saltando y parloteando.
Rato después, Armando y su madre las oyen volver desde la terraza del primer piso.
Dª Margarita, mirándola, comenta:
- Tu mujer vale mucho para la economía y las finanzas, pero va a tener que cambiar
bastante para ser la SEÑORA de MENDOZA. Lo que más le gusta es jugar con la nieta
de la mucama como si fuera una muchachita cualquiera, en lugar de guardar la
compostura y dignidad precisas para la esposa del heredero de la finca y futura ama de
una hacienda de la categoría de la nuestra.
Termina de hablar la reina y se queda tan satisfecha, pero Armando echa humo.
- Mamá! Sé que Betty no llena tus expectativas como mujer ideal para mí, pero colma
totalmente las mías. Así que acéptala, porque por lo que de mí depende, será mi esposa,
la madre de mis hijos, y la señora de MENDOZA mientras yo viva.
Betty ha oído perfectamente a su marido y se siente feliz y satisfecha por esa declaración.
No sabe qué la habrá provocado, pero está segura de quién ha sido.
- Voy a arreglarme. Sólo queda una hora.
Concluye Armando y entra malhumorado a la habitación.
La ve parada en medio de la pieza y comprende que les ha oído. No sabe qué decir y
encoge los hombros en un gesto de impotencia.
- Es mi madre…
Betty se acerca y le abraza.
- Gracias por tu defensa, mi amor. – Le besa y pregunta. – Para qué sólo queda una
hora?
- Para la misa que todos los domingos celebra el padre Gonzalo en la ermita.
- También hay ermita en MENDOZA?
- También!
- Pues la otra vez que vinimos, no me dijiste...
- Es que soy bastante dejado.
- Y hoy, pues?
- Hoy va a ir toda “la familia feliz” al completo.
- Pues dime cómo debo vestirme para ir adecuada a la ocasión y no desmerecer a las
mujeres de la familia: en plan desenfadado, o vestida para “misa mayor” el día del patrón?
– Pregunta sarcástica.
- De sport. Yo me voy a poner un vaquero y un polo. Ah! Cuando estamos en la hacienda,
el padre Gonzalo viene a comer y a pasar la tarde acá, con nosotros. Es costumbre.
- Me alegra saberlo, pero no tengo problema. Aunque no acudo a la iglesia con
regularidad, soy cristiana.
Betty sigue las indicaciones de Armando y también se viste con un vaquero y un polo,
aunque amarillo, en vez de azul como él.
La ermita está bastante cerca de la casa y van andando con las cabezas protegidas del
sol por sombreros de paja hechos en la hacienda, como los que usan los empleados.
La capilla no es muy grande, pero tiene capacidad suficiente para albergar a los fieles
habituales.
Por los laterales y por detrás está rodeada por un bosquecillo que la sombrea, y allá
esperan ahora los campesinos, charlando en pequeños grupos.
Al terminar la misa salen a esperar al sacerdote a la sombra de los árboles, y allá les
aguarda el matrimonio Arroyo con su hija menor, Olga.
Son sus vecinos, los dueños de la hacienda que linda con MENDOZA y que suelen acudir
a misa a la ermita cuando están en su finca.
Todos se saludan contentos de encontrarse y la que más, parece ser Olga, que se lanza a
los brazos de Armando, se cuelga de su cuello y le planta un beso en la mejilla, muy cerca
de la boca, y eso gracias a que él, con buenos reflejos ha conseguido volver la cara a
tiempo.
Sólo Betty y Camila se han dado cuenta, pues los demás hablan entre ellos ajenos al mal
rato que Olga, con su descaro, está haciendo pasar a Armando.
Él no sabe dónde poner las manos para quitársela de encima, y al final opta por
apoyárselas en los hombros y empujar, pero ni así se le despega.
Betty la contempla y escucha atónita:
- Armando, cielo. Cuánto tiempo ha pasado! No sabes las ganas que tenía de verte! Sé
que has terminado con Marce y me hubiera encantado ir a consolarte... - Hace un mohín
provocativo. – Pero estaba en Europa y volví la semana pasada.
Betty, ni corta ni perezosa, la toma las manos que enlaza tras la nuca de Armando, la
separa de él y dice suavemente:
- Le agradezco mucho sus caritativas intenciones de “consolar” a mi marido, pero para
eso me basto yo...
Y se coloca delante de Armando.
Se ha hecho el silencio y todos la miran sorprendidos del arranque, incluido el padre
Gonzalo que llega en ese momento.
Olga la observa con los ojos entornados, pero D. Roberto, Camila y Armando disfrutan al
verla defender lo suyo.
- Te has casado? Armando Mendoza, casado? – Acierta a decir Olga.
Betty, también asombrada de su impulso se siente abochornada y echa a andar. Oye a
Armando contestar:
- Sí, Olga. Casado y feliz.
Va tras Betty y, al alcanzarla la abraza por la cintura y la anima a que ella también le pase
su brazo de la misma forma. Toman el camino de la casa.
- Mi amor, me ha gustado mucho lo que has dicho. – Y le da un beso en la sien.
- Qué pena con todos, Armando!
- A ti te sobra la vergüenza que le falta a ella. Te cuento, Olga y yo tuvimos un “affaire”
cuando éramos jóvenes, antes de Marcela. Parece que ahora pensó que yo volvía a estar
libre y... tan inocente e inexperto como entonces para volver a caer en sus garras.
- Tú, inocente? – Pregunta Betty irónica.
- Pues mira que sí! Aunque te extrañe, yo nací inocente. Luego las malas compañías... -
Sonríe cínico. – Perdí la inocencia con ella, pero la tengo que agradecer todo lo que me
enseñó sobre lo que os gusta a las mujeres... Y salí discípulo aventajado!
- Vamos, Armando! Que voy a tener que volver a darle las gracias...
La estrecha contra él y suelta una carcajada que oyen los que vienen andando tras ellos.
CAPÍTULO XVII.-
Llegan a la casa y Armando sube a la habitación tirando de ella. Cuando entran, la abraza
y besa apasionadamente.
- Armando, cómo tan fogoso?
- Es la primera vez que defiendes nuestro matrimonio. Anoche mismo me echabas un
jarro de agua fría diciendo que no podíamos ser superficiales y engendrar un hijo
alegremente, que si seguíamos teniendo buena relación... - Hace una pausa. - Y hace
unos minutos has declarado ante testigos que soy tuyo y que no vas a permitir
competencias.
- Yo...
- Betty, te amo! Quiero vivir contigo siempre, tener hijos contigo, verte con ellos en brazos,
y cantarles, y contarles cuentos y... formar nuestra familia. Jamás te concederé el
divorcio. JAMÁS!!!
Betty se estrecha contra él y se besan profundamente.
Según llegan al salón y se reúnen con los demás, son abducidos. Betty por el padre
Gonzalo y Armando por Olga.
El sacerdote habla muy seriamente, reclamando su ayuda para convencer a los Mendoza
de traer un maestro a la hacienda para que así los hijos de los trabajadores no tengan que
desplazarse hasta San Felipe, evitando de esa manera el cansancio de los chavales y el
peligro que conlleva hacer esos kilómetros dos veces al día y... en ese autobús que más
parece una vieja tartana.
Betty le escucha con interés pero escasa atención, porque tiene los ojos puestos en
Armando, que no da abasto a quitarse de encima las manos de la sobona de Olga. Ésta
intenta una vez tras otra acariciarle y acercar posiciones.
Él hace lo que puede por no explotar y ser mal anfitrión, pero está harto del acoso.
Si tarda unos segundos en retirar las manos de su vecina, corre peligro de que ser
magreado!
El cura sigue la mirada de Betty cuando la ve distraída por segunda vez, y contempla el
manoseo y atosigamiento que está sufriendo Armando.
Se levanta, va directamente hacia ellos y dice en un susurro a la joven:
- Olga, eres una desvergonzada! Deja en paz a Armando. Le estás molestando y además
está casado. Busca otro entretenimiento más...
No termina de hablar porque Olga, muy enojada, se levanta y sale al porche.
- Gracias, D. Gonzalo! Ya no sabía qué hacer.
- Hijo, ya veo que cuando un calavera sienta la cabeza, se queda sin recursos. Porque...
has sentado la cabeza, verdad?
- Desde luego! Qué cree?
- Anda, ven que estoy hablando con tu esposa.
Se acercan y Betty le dice:
- Gracias, padre. Creo que ahora le prestaré mayor atención.
- Te comprendo. – Y dirigiéndose a Armando. – Escucha...
Y le pone al corriente de todo lo que ha hablado con Betty. Los dos coinciden con el
sacerdote y le explican los planes que tienen para el lunes por la mañana, lo que le
satisface enormemente.
Armando continúa hablando:
- Apoyamos... - Y mira a Betty pidiendo su aprobación. - ...totalmente lo de la escuela,
pero ahora vamos a solucionar el asunto médico, que corre más prisa. Buscar un profesor
o profesora y el emplazamiento idóneo del colegio, iremos madurándolo de cara al
próximo curso. Le parece bien?
- Muy bien. Y me alegra mucho comprobar que te preocupas por las personas que, en
cierto modo, dependen de ti.
- Eso tengo que agradecérselo a mi ángel de la guarda particular, mi esposa, que nadie
sabe los milagros que ha obrado en mí. - Y la mira embobado.
- Por favor, Armando! – Y se sonroja.
El padre Gonzalo les mira complacido y vuelve a hablar:
- Armando, no sabes lo feliz que me haces al ver que por fin has ordenado tu vida. Me
tenías muy preocupado. Eres buena persona, pero llevabas una existencia totalmente
vacía, frívola, e incluso licenciosa.
- Pues ya no soy así, ella no me lo permite. – Bromea tomándola una mano.
- Cuándo y dónde os casasteis? No oí nada.
- En el juzgado... – Confiesa Armando esperando una explosión incontrolada.
- Cómo así? – Levanta la voz por la sorpresa.
- Es que teníamos bastantes dudas, padre. – Betty interviene echándole un capote.
- Pues yo os veo muy seguros, con una relación madura y estable, o me equivoco?
- No, no se equivoca, pero eso lo sabemos ahora!
- Pues hay que arreglarlo. Id poniendo fecha a vuestro matrimonio religioso y mientras...
cada uno a su habitación!
- Eso si que NO, D. Gonzalo! Lo de la boda, no se lo discuto, aunque digo yo que
podremos tomar nosotros la decisión? Le parece? – Pregunta socarrón porque está
viendo que siempre les van a imponer otros el cuándo, cómo y dónde de su boda. - Pero
lo de las habitaciones separadas, lo puede olvidar. – Le dice sonriendo. – En el
sacramento del matrimonio, si recuerdo bien, los ministros son los contrayentes, que se
comprometen ante Dios con la otra persona para toda la vida. Y así nos sentimos
nosotros: comprometidos el uno con el otro para la eternidad. De modo que no voy a
separarme de Betty ni de día, ni de noche. Pues no me ha costado convencerla de la
sinceridad y fuerza de mi amor...
Al sacerdote no le queda más remedio que sonreír ante la vehemencia de Armando.
Betty con los ojos húmedos, le acaricia la mejilla.
Armando habla todas las mañanas con Alejandra, y de primeras parece que se va a librar
de tener que personarse en Caracas.
Por otra parte, D. Roberto les comunica que fue a San Felipe y arregló el asunto del
médico a gusto de todos, así que los trabajadores de MENDOZA ya disponen de atención
sanitaria.
Ellos dos hablan por teléfono varias veces. La primera, según llega al hotel.
Al despedirse, Betty le recomienda:
- Saluda a Alejandra de mi parte.
- Sí, mi vida. Y cómo cuánto de afectuoso puedo ser? – La provoca.
- Tal como a ti te gustaría que yo saludase a un amigo... - Contesta irónica.
- Descuida, que soy juiciosito, monstris. Nos estamos hablando. Te amo.
- Te amo.
CAPÍTULO XVIII.-
El viernes a la vuelta de comer con las del cuartel, Betty está sola en el despacho. No la
apetece quedarse sola en Bogotá toda la tarde del viernes y el sábado. Tiene una idea y
llama a MENDOZA.
- Carlota, soy Betty. Cómo están?
- Estamos bien, m´hija. Y ustedes?
- Armando está en Caracas hasta mañana por la tarde, y he pensado que si no tiene
mucho trabajo en la casa...
- No. Ya todos se fueron y no vendrán este fin de semana. Así que estamos los tres solos.
Lo dice por venirse acá?
- Sí. Creo que iré allá y prometo darle poco trabajo.
- Cómo así? Usted no da trabajo, y aunque lo diera, qué? Es la señora! Ahora mismo voy
a ver si está arreglada la habitación. La de Armando, verdad?
- Exactamente. Chao!
Llama a Armando para decírselo, pero no consigue hablar con él y le deja un mensaje.
Al salir del trabajo, pasa por casa a coger varias cosas y se va a MENDOZA. Llega
pronto.
Al oír el coche, Félix sale a saludarla y a cargar con la pequeña bolsa de viaje para subirla
a la habitación.
Betty entra directamente a la cocina, abraza a Carlota y hablan un buen rato mientras Cris
reclama su atención para que juegue con ella.
Armando, que ha conseguido resolver todo por la mañana, vuelve satisfecho y entra en
casa pensando dar una sorpresa a su mujercita, pero la sorpresa se la lleva él al
encontrar la casa vacía.
Se queda desconcertado y no sabe qué hacer, ni dónde llamar, porque ve el celular de
Betty olvidado sobre su mesilla.
Después de un tiempo de reflexión desesperada, se le ocurre llamar a la hacienda y
Carlota le confirma que está allí, pero que no puede avisarla porque salió a pasear.
- Pues voy para allá, pero no se lo digas, tata.
Bastante más tranquilo, guarda el móvil de Betty en su bolsa de fin de semana, se ducha,
cambia de ropa y sale hacia MENDOZA.
Después de cenar, Betty pasa al salón con la niña para intentar contarle entero el cuento
del elefante, pero como siempre, se queda dormida antes de terminar.
Betty la contempla y despacito, ella también se adormece.
Llega Armando y entra al salón con Carlota, encontrándolas a las dos dormidas. Betty
recostada en un sillón, con Cris acurrucada en sus brazos.
Sonríe enternecido y propone:
- Tata, cargamos cada uno en brazos a nuestra princesita?
- Niño, no sabes lo que tienes. No la pierdas!
- Sí sé lo que tengo. Descuida.
La toma en brazos y sube las escaleras. Betty abre los ojos y, al verle se estrecha contra
él y susurra:
- Mi amor. Estás aquí! – Y vuelve a cerrar los ojos.
La deposita suavemente sobre la cama, pero ella no le suelta y abrazada a su cuello le
besa, murmura su nombre, empieza a desabotonarle la camisa...
- Cómo así? Pero no estás dormida? – Pregunta riendo.
- Casi, pero quiero jugar... - Sigue desabrochándole.
- Betty, me estás provocando mucho y llegado un punto, no hay marcha atrás. Seguro que
quieres?
- Mmm... sí! – Responde perezosamente.
- Betty, no hay! Recuerdas? – Buscando en la mesilla. – No quedan!
- Ya...
- Nena... estás despierta?
- Por favor... - Suplica.
Y entró!
Betty se despierta con la luz del sol que entra por la terraza, y al verle se sorprende, pero
luego recuerda el sabor de sus besos... lo pasó rico!
Se voltea y empieza a posar los labios en él, depositando suaves besos en su frente,
párpados, mejillas, labios...
Armando empieza a rebullirse, entreabre un ojo, sonríe y la deja hacer.
Betty sigue besando sus hombros, pecho, estómago... y más allá. Al poco, Armando se
despeja de golpe al sentirse excitado y recordar que no tienen para protegerse. Sabrá
Betty que la noche anterior...? Tiene que averiguarlo a riesgo de que se enfade y le deje
compuesto y sin...
- Betty, mi vida. No tenemos...
- Pero, anoche?
- Anoche... es que anoche tú estabas muy cariñosa y pues...
- Cómo así! – Simula enfado.
- Es que tú insistías, y yo creí que estabas despierta. Lo siento!
- Bueno, esperemos que haya suerte. – Se resigna fácilmente.
- Cariño, yo intenté controlarme, pero estabas muy fogosa. Seguro que no pasa nada?
Se queda extrañamente tranquila y no parece importarla. Siguen cariñosos, y de buenas a
primeras, Armando afirma:
- Anoche estabas despierta, seguro!
- Sí. – Reconoce traviesa.
- Me lo hiciste pasar mal! No sabía qué hacer!
- Pues lo pasamos bien rico! – Y le hace mimos.
La contempla con todo su amor, pero al ver que ha jugado con él, la dice lo mismo que
hace tiempo:
- Eres más mala que los jodíos tártaros!
Y los dos se ríen estrechando el abrazo.
Bajan tarde a desayunar y van derechos a la cocina. Armando está de muy buen humor y
abraza a Carlota dando con ella varias vueltas.
Mientras, Betty sirve el café que se mantiene caliente en la lumbre, en las tazas
preparadas sobre la mesa.
Luego se sienta, se echa zumo de naranja en un vaso y unta una tostada con mantequilla
y mermelada.
Armando se acerca a ella, la da un beso que la deja sin aliento y con el mayor descaro le
quita la tostada y la engulle en dos bocados. Con la otra mano toma su taza y va de
nuevo hacia Carlota.
Se sienta en la encimera y bebe sorbos de café con leche mientras balancea los pies
hablando y escuchando a su tata.
Betty le contempla hipnotizada, porque verle relajado y feliz la satisface enormemente.
Se aproxima a él y le ofrece otra tostada que Armando acepta sonriendo, y se la agradece
con un dulce beso que la da con un brillo muy especial en los ojos.
Betty vuelve a sentarse, y él habla de nuevo:
- Tata, ha venido ya el médico a MENDOZA?
- Sí, vino el miércoles y ayer, viernes.
- Tú le viste? Qué impresión te hizo?
- Yo conozco a D. Alfredo desde hace años. Es un buen médico, muy humano, que se
preocupa por los enfermos, y muy agradable.
- Pues yo no sé quién es. – Manifiesta Armando.
- Sí le conoces, niño! Es el que te atendió cuando te dislocaste el hombro! Te acuerdas?
Cuando te tiró Tormenta!
- Ese es D. Alfredo?
- El mismo.
- Ah! Pues me alegro! Y dónde pasa consulta?
- En EL Grande. Se ha acondicionado la casita que hay junto al almacén.
- Pero esa casa lleva abandonada desde...
- Todos han colaborado, m´hijo. Unos han reparado los desconchones de las paredes,
otros han arreglado el tejado, otros la han pintado; y las mujeres también. Unas han
limpiado y otras han confeccionado visillos para las ventanas y sábanas para las camillas
con las telas que compró tu papá en San Felipe.
- Armando, vamos a verla, sí? – Pide Betty.
- Ok! Nos cambiamos y salimos hacia allá!
Se despiden y salen de la cocina.
Al rato, llegan a las cuadras y Armando pregunta:
- Quieres cabalgar sola o conmigo? – Capcioso.
Betty no le para bolas y contesta como si no le hubiera entendido.
- Contigo en nuestro rocín favorito. Junticos!
- Sí, sí, junticos! Lo que sucede es que te da miedo montar sola.
Armando prepara el caballo con la silla doble, montan y salen camino del poblado. Van al
paso y disfrutando el paseo, pues no tienen prisa. Él la lleva rodeada con su brazo y ella
va como siempre, recostada en su pecho. Tan a gusto!
Entran en la calle principal y corresponden a los saludos de todos los trabajadores con los
que se cruzan, y Armando cree ver sus caras más alegres que otras veces.
Guía el caballo hasta la casa que se ha rehabilitado para pasar consulta, y cuando llegan
ven a Soledad esperándoles en la puerta con las llaves en la mano.
La buena mujer ha acudido tan pronto como se ha enterado que venía Betty con su
marido y les saluda con una gran sonrisa.
- Señora, muchas gracias! Sabía que no me equivocaba al acudir a usted!
- Bueno, Soledad. Yo lo único que he hecho ha sido transmitirle sus necesidades a mi
esposo.
- Pero usted me entendió...
- Ha visto como D. Armando, aunque sea Mendoza, es bueno y comprensivo? Y D.
Roberto, también. Él fue a San Felipe.
- Bueno, pero usted me escuchó. Entremos a la casa y verán lo bien que ha quedado.
Abre la puerta y les precede, mostrándoles la espaciosa sala de espera, llena de sillas
desparejadas, pues cada vecino ha cedido las que podía; y la inmaculada consulta donde
el doctor recibe a los enfermos.
- Me alegro al ver que ya está más tranquila, Soledad.
- Sí, señora. Me siento más segura al saber que puedo ir al médico cada vez que lo
necesite, aquí mismo, y que él vendrá a atenderme cuando me ponga de parto si no me
da tiempo de llegar al hospital. Y D. Alfredo! Que además de buen médico, es una gran
persona.
Recorren la casita con todas sus dependencias y observando las reformas efectuadas.
- Bueno, Soledad. Pues me satisface haber podido ayudar a que se sientan más
protegidos. Nos estamos viendo.
- Hasta pronto, señora.
- Adiós! Y cuando dé a luz mándeme aviso para que vaya a conocer a su hijo.
- Lo haré! Adiós.
- Adiós, Soledad y salude a Julián de mi parte. – Se despide Armando.
Armando ha estado dando vueltas por la casa comprobando el buen estado de la
construcción mientras las escuchaba hablar, pero no ha intervenido. Ahora vuelven a la
calle, él toma las bridas y van paseando tomados de la mano hasta salir de El Grande.
La ayuda a subir de nuevo al caballo, y luego monta él. La atrae con ternura, la muerde
suavemente el cuello y dice en su oído:
- Voy a llevarte al refugio de Camila y mío cuando nos enfadábamos con nuestros padres
y queríamos estar solos.
Betty se recuesta acomodando la espalda en el pecho de él.
- Os escapabais? – Pregunta incrédula.
- Siempre que nos regañaban o castigaban y nos parecía desproporcionado con la
trastada, desaparecíamos y no volvían a saber de nosotros hasta que se nos pasaba el
enfado o... teníamos hambre, y entonces regresábamos.
- Y no os castigaban más duro entonces?
- Generalmente, para entonces mis padres ya estaban en alguna reunión o cena con otros
hacendados amigos suyos y les bastaba con que Carlota les avisase que habíamos vuelto
en buenas condiciones.
- Si yo hubiera hecho eso, mi papá me hubiera puesto un castigo ejemplar!
Armando guía el caballo tranquilamente mientras hablan, hacia un bosquecillo situado al
pie de una vertiente del cerro...
CAPÍTULO XIX.-
La mañana del lunes transcurre con total normalidad en Ecomoda, hasta mediodía
cuando suena el teléfono.
- Alló?
- Betty, D. Hugo solicita que se convoque una reunión urgente de los ejecutivos porque
tiene que decirles algo importante.
Betty se echa a temblar. Qué querrá ahora esa “loca”?
- Pregúntele si le parece bien hoy a las cuatro, y si es así, me avisa y cita a los demás.
Aura Mª va hacia el taller buscando al diseñador. Minutos más tarde vuelve y llama a la
puerta.
- Betty, D. Hugo está de acuerdo.
- Convoque entonces a todos, por favor.
Sale del despacho hacia el de Armando y minutos después se van a comer juntos.
Faltan apenas unos minutos para las cuatro, Betty y Armando están en presidencia
estudiando los resultados finales de la colección anterior y al ver la hora, dejan todo y van
a la Sala de Juntas por la puerta directa.
Mario, Marcela, Nicolás y Gutiérrez entran al tiempo desde el lobby. Todos toman asiento
y comentan sorprendidos que el único que falta es el que hizo convocar esta reunión.
Éste entra un instante después disculpándose.
- Ayss! Esas niñas que tengo por modelos no valen nada! Creo que al elegirlas nuestros
apolíneos doctores, se fijaron más en sus esculturales cuerpos que en cómo modelaban!
Las seleccionaron para llevárselas a su cama y no para que luciesen mis delicadas
creaciones. Tan machos...
Armando, exasperado y picado, le contesta:
- Ya deje la cantaleta! Será que puede ir al asunto y decirnos de una buena vez qué tiene
que comunicar tan importante como para que todos tengamos que dejar nuestros trabajos
y escuchar sus quejas de vieja?
- Qué carácter Armani! No me hables así que me pones a mil! Señora presidenta, con
usted es también así de brusco?
- Señor Lombardi, ese asunto no figura en el orden del día de esta reunión, por lo tanto,
disculpará que no le responda.
Le contesta Betty sarcástica, aunque sonríe tranquila.
Por su parte, Armando recupera la calma y la mira aprobando su respuesta a Hugo.
- Bueno, ya que veo que el ambiente está tenso... - Mira a Armando provocándole
nuevamente con un guiño. – Iré al grano.
- Aleluya!!! – Exclama Mario.
- Tendré que tomarme una valeriana triple! Todo lo que tenéis de “tíos buenos”, lo tenéis
de ogros. Les cuento: mi próxima colección está inspirada en la Naturaleza, y por tanto,
exijo que la presentación tenga lugar al aire libre, en un jardín, parque, selva... Auggg! –
Hace un simulacro de rugido-zarpazo a Armando.
Betty lleva un rato dándole toquecitos en el zapato para que se controle, y no “pare bolas”
al provocador de Hugo. Y parece que empieza a conseguirlo, pero Armando continúa
mirándole amenazador.
- Señor Lombardi, puede hacer una sugerencia más concreta? Ha visto usted algún
emplazamiento que le haya gustado especialmente? – Le pregunta Betty sin mostrar
sorpresa.
- Eso quiere decir que van a atender mi exigencia sin discutir? Acaso su alma se ha vuelto
sensible a la Belleza desde que cambió de look, doctora?
Como siempre, demuestra su hostilidad hacia Betty.
- Le recuerdo que siempre que sus sugerencias son medianamente razonables, nadie de
esta junta se opone a ellas, pero vamos a proceder a la votación y según el resultado...
- Antes de votar, yo desearía que el doctor Mora nos diga si el gasto adicional que
supondrá la última extravagancia de nuestro caprichoso diseñador, nos apartará mucho
del presupuesto que destinamos habitualmente a estos eventos. – Dice Armando.
- No conozco exactamente la diferencia que pueden pedir por celebrarlo al aire libre, pero
se pide presupuesto, lo estudio y se somete a la próxima reunión. – Responde Nicolás.
Betty toma la palabra y propone:
- Sugiero que votemos, y si sale a favor, pediremos presupuesto en el lugar que el señor
Lombardi crea oportuno. Si el gasto resulta asumible no será necesario que volvamos a
discutirlo.
Aceptan la propuesta y la petición de Hugo es aprobada por unanimidad. Se le ve
emocionado al hombre (perdón, a la “locuela”), que se seca una lagrimita.
- Díganos si tiene preferencias por algún hotel o por otro lugar para empezar a tratar de
arreglarlo con los responsables y pedir costos. - Recuerda Betty.
Hugo se pone serio y contesta:
- Tengo vistos varios lugares, pero mi preferido es el jardín del hotel La Fontana.
Betty y Armando se miran entendiéndose.
- Conocen ese hotel? – Les pregunta el diseñador.
- Sí, Hugo. Hemos estado alguna vez en el restaurante, y también alojados. Pero nunca
hemos visto los jardines. – Responde Armando seco.
- Huguito! – Interviene Marcela. – Te has fijado si son suficientemente grandes para
albergar una presentación con tantos invitados como acuden a las nuestras?
- A mí me han parecido espaciosos.
- Pues habrá que verlos, hablar con el gerente y ponernos en marcha. – Dice Mario.
- Mañana mismo llamó a Cata y le explico todo. – Asegura Betty. – Alguien quiere añadir
algo?
Y como todos niegan con la cabeza, da por concluida la reunión.
Todos se levantan y salen de la Sala de Juntas. Betty va a su despacho y Armando la
sigue.
- Casi son las seis. Vas a llamar ahora a Cata?
- No. Lo haré mañana tan pronto lleguemos.
Responde Betty mientras ordena su mesa y recoge los documentos que estaban
estudiando antes de la reunión.
- Quieres que vayamos a cenar a La Fontana, veamos el jardín, y pasemos allá la noche?
Propone Armando guiñando un ojo.
- No, amor. Vamos a casita, hacemos una rica cena, leemos un libro u oímos musiquita...
y nos vamos a dormir. No te provoca?
- Como que me provoca más si entre la musiquita y el dormir, sugieres alguna actividad
lúdica. Eso a ti te provoca?
- Mucho, Armando. Mucho!
Se acerca a él, y le besa y abraza colándose por dentro de la americana.
Salen de Ecomoda, pasan a comprar algunas cosas y van al apartamento para hacer con
fidelidad todo lo que han planeado.
CAPÍTULO XX.-
A la mañana siguiente llama a Cata y quedan en que ella inspeccionará el jardín y hablará
con el responsable.
- Tan pronto como tenga todas las respuestas voy a Ecomoda e informo a la Junta.
- De acuerdo, Cata. Así decidimos, y si se da la aprobación, ya puedes empezar a
prepararlo.
- O.K. Betty! Y cómo marcha tu relación con Armando?
- Me da miedo decirlo e incluso pensarlo, pero desde hace aproximadamente un mes es
perfecta!
- Ves lo que yo te decía? Necesitaba adaptarse a su nuevo estado. Se le ve enamorado
hasta la médula.
- Si, ya voy estando bastante segura de sus sentimientos. Empiezo a creer y a confiar en
él.
- Me alegro, Betty. Los dos merecéis ser felices. Ah! En cuanto tenga toda la información
voy a contaros. Chao!
- Chao, Cata!
Dos días más tarde llama para decir que ya lo tiene todo y va a informarles de sus
averiguaciones. Se reúnen con ella todos los ejecutivos y Hugo.
- El presupuesto representa un incremento mínimo con respecto a otros eventos. – Pasa a
Nicolás la previsión de gastos para que la estudie. – Y el jardín del hotel tiene capacidad
suficiente para realizar la presentación, además es precioso, con unas plantas exóticas
muy cuidadas y muy bien seleccionadas.
- El problema principal temo que será el meteorológico. Cómo solventarían una inoportuna
tormenta? O una inesperada bajada de temperaturas? – Plantea Betty lo que está en el
pensamiento de todos.
- Tienen unos salones cuyas puertas dan al jardín y me han asegurado que en el caso de
tener la menor duda sobre la viabilidad del desfile en el exterior, montarían todo allá
dentro.
Armando pregunta a Nicolás.
- Doctor Mora, qué opina de los presupuestos que nos ha traído Cata?
- Que entran dentro de los gastos previstos, así que por lo que depende de la cuestión
económica, puede realizarse allá. – Asegura Nicolás.
- Bien, les recuerdo que ya habíamos aprobado el emplazamiento y sólo esperábamos
saber el monto económico para aceptarlo, si era adecuado. Así que si nadie tiene nada
que añadir... - Betty hace una pausa mientras va pasando la vista por las caras de todos
los presentes. - Adelante, Cata. Puedes empezar a preparar todo.
- La fecha es?
- El día 15 del próximo mes.
- Perfecto! – Dice la relaciones públicas mientras toma nota en su agenda. – Entonces
estamos en contacto como siempre. Chao!
Se levanta y despide, y sale de la sala. Tras ella, todos vuelven a sus ocupaciones.
Son casi las siete y media de la tarde. Armando consulta el reloj impaciente porque Betty
no ha llegado y la presentación de la nueva colección es a las nueve.
Oye abrirse las puertas del ascensor y va hacia allá.
- Betty, al fin! Cómo has tardado tanto en el salón de belleza? Empezaba a preocuparme!
Betty va hacia él, le abraza estrujándole y le besa profundamente dejándole callado y con
los ojos haciendo chirivitas.
- Mi amor, antes del salón de belleza fui a recoger los resultados de unos análisis. Ven,
siéntate conmigo.
- Pasa algo? – Sobresaltado.
- Sí, amor. Pasa algo estupendo que tú sugeriste hace tiempo.
- Estás...?
- Sigue... Dilo... - Le anima.
- ...embarazada? – Dice con un hilo de voz.
- Sí, mi amor. Vamos a tener un bebé!
La estrecha tiernamente y se besan.
- Qué feliz soy, Betty! Qué feliz! Cuándo fue?
- Creo que en MENDOZA, el fin de semana que volviste de Caracas.
- En la cascada, seguro! Pero tú decías que estabas en días infértiles!
- Pues me equivoqué. De todos modos ya no me importaba porque tú lo habías sugerido
un par de veces, te veía cómodo y relajado con Cris y yo ya estaba casi convencida de
que me amabas, así que... me arriesgué!
Vuelven a besarse.
Luego Betty se apresura para arreglarse y llegar a tiempo a la presentación de la nueva
colección.
Levanta la cabeza y busca a Armando. Le ve con sus padres y los tres hablan muy
animados. Imagina que ya lo saben. Va hacia ellos y según llega, Dª Margarita se la
acerca y la abraza y besa.
- Enhorabuena, hija. Qué gran noticia!
- Gracias, Dª Margarita.
- Betty, siento una alegría inmensa. De alguna manera, esto me confirma que no fue un
error absoluto aquella boda forzosa en el juzgado... - Razona D. Roberto.
- Vamos, papá. Olvida ya aquello! – Dice Armando a su padre, atrayéndola hacia él.
- Se os ve muy felices a todos! Acaso tenemos algo que celebrar? – Pregunta Daniel
sarcástico llegando al grupo.
- Nada que te importe, Valencia! – Le contesta Armando endureciendo el gesto.
Y tomando a Betty por la cintura, se alejan.
Van parando y charlan amistosamente con distintos grupos de clientes, proveedores y
otros invitados, y permanecen ejerciendo de anfitriones hasta que Cata va al atril y pide
por el micrófono que cada persona ocupe su lugar.
Entonces, Armando acompaña a Betty hasta allá y la ayuda a subir los escalones de la
pasarela.
A partir de ese momento todo se desarrolla como estaba ensayado y programado. Betty
saluda a los invitados y presenta a Hugo. Éste habla de lo que le ha inspirado para crear
esta colección. Las modelos pasan las creaciones con maestría, y finalmente todos
aplauden encantados y muy satisfechos.
Los de Ecomoda están dispersos hablando con los invitados o haciendo negocios con
algún cliente.
Betty vuelve a notar sobre ella la mirada seria de Marcela. Durante el desfile se ha sentido
observada, y al buscar quién la miraba, se ha encontrado varias veces con sus ojos
clavados en ella. De nuevo la ignora y sigue tratando con el comprador aunque empieza a
sentirse molesta.
Termina de cerrar el negocio y la mira. Se lo piensa un poco, pero decide ir hacia ella.
- Doctora Valencia, la he sorprendido observándome varias veces esta noche y no sé...
Marcela duda, pero finalmente habla lentamente:
- Beatriz, hoy por fin reconozco que he perdido la guerra por Armando. Llevo mucho
tiempo esperando que él se canse de su relación con usted y la bote. No quería aceptarlo.
Me engañaba a mí misma convenciéndome de que sólo era un capricho más, otro antojo
de niño rico. Pero no sólo no se cansa de usted, sino que cada día se le ve más feliz... Y
usted también ha evolucionado. Al principio parecía insegura y desconfiada, pero ya hace
tiempo que cree en él. Se les nota a los dos que son dichosos. Y esta noche... para qué
decirle, esta noche resplandecen... parecen flotar en una nube. Cada vez que se miran,
se acarician.
- Doctora Valencia, siento que esto haya resultado así, pero no fue premeditado.
Simplemente ocurrió. En mí nació cuando le conocí y en él... día a día. De verdad,
lamento haberle causado sufrimiento.
Armando las observa sentadas en unos asientos de los que bordean la pasarela y no
sabe si intervenir, pues es la primera vez que conversan. Están serias, pero hablan
relajadas, así que decide mantenerse vigilante.
- Beatriz, ya no quiero engañarme. Yo antes permanecía al acecho para lanzarme sobre
él tan pronto le viese menos entusiasmado... pero aunque me ha costado, he terminado
comprendiendo que Armando nunca, NUNCA, sintió por mí lo que siente por usted. Está
pendiente de su persona, le brillan los ojos cuando la mira, y si le sonríe... se derrite de
placer! Besa el suelo que usted pisa! – Hace una pausa. – Jamás demostró por mí, más
allá de un afectuoso interés. Comprendo que finalmente yo le ahogué con tanta
perseguidera y tanto reclamo... pero a mí no me amó. Ahora lo sé, al verle con usted.
- Dª Marcela, no sé qué decir...
- Deje de llamarme “doña”, por favor. Tengo que pedirle disculpas por mi comportamiento.
Creo que el motivo para ponerme en su contra desde el primer momento, sólo fue
causado por el interés que yo tenía en que Patricia manejase la agenda de Armando. De
no ser por eso, mi trato con usted habría sido normal, como con las otras secretarias.
- Acepto sus disculpas, porque comprendo el interés que la movía...
- Gracias, Beatriz. A partir de ahora considere que yo he firmado la paz y no voy a volver
a inmiscuirme, y menos aún a dañar su relación con Armando. Ah! Y muchas gracias por
la paciencia que ha tenido escuchándome. No se puede imaginar lo que me he ahorrado
desahogándome con usted, en lugar de ir al psicólogo. Me habría cobrado tremendo
pastón! Ja! Ja! Ja!
Betty de primeras se queda algo descolocada, pero termina riendo con ella.
- Oj! Oj! Oj!
Armando se frota los ojos seguro de estar viendo visiones y Dª Margarita le aprieta el
brazo.
- Hijo, qué satisfacción verlas hablar!
Marcela se levanta y la ofrece la mano. Betty también se pone de pie y tiende la suya.
- Ámele mucho, Beatriz. – Y agrega bajito. – Cuídemele...
- Deseo que encuentre un gran amor...
Y Marcela se aleja buscando los aseos para secarse los ojos.
Betty ve que Armando la observa y se aproximan uno a otro.
- Qué hablabais?
- Ya te contaré...
Está emocionada pensando en todo lo que le ha dicho Marcela. Se alegra de saber que
ha enterrado el hacha de guerra y ya no tienen que temer insidias por ese lado. También
comprende que esa mujer ha sufrido mucho porque ama de verdad a Armando, aunque
no haya sabido enfocar ese amor y lo convirtiese en algo opresivo y agobiante.
CAPÍTULO XXI.-
Las siguientes jornadas en Ecomoda son extenuantes, pues ha sido tal la aceptación de
la colección que no paran de reunirse con clientes para cerrar contratos y de hablar con
los proveedores para que les suministren más telas e insumos.
Armando vigila continuamente a Betty, pues le preocupa que realice tanto trabajo en sus
condiciones.
- Estás cansada, mi amor? Te llevo a casa después de comer y te quedas allá
reposando?
- Armando, no estoy cansada. Cualquiera que te oiga, creería que estoy descargando un
camión de ladrillos! Sólo tengo algo de fatiga mental de hacer tantos cálculos... la cabeza
me echa humo, pero no creo que eso afecte al bebé.
- Menos mal que mañana al fin es viernes, y según salgamos de trabajar nos podemos ir
derechitos a MENDOZA! – Propone él.
- Sí, monstris! Y nos relajamos! Si dejamos una bolsa de viaje preparada en el auto, ni
siquiera tendremos que perder tiempo en pasar por casa.
Cuando rato después, Carlota lleva lo prometido a la piscina y les encuentra muy
arrunchaditos, pero profundamente dormidos en una de las tumbonas grandes.
Como madraza que es, toma una gran toalla y se la echa por encima para que no se
queden fríos. Luego cubre con una servilleta los vasos de las bebidas y el plato.
Armando despierta el primero, la besa en los labios y se levanta con cuidado para no
despertarla.
Come algo, bebe un sorbo de su vaso y sube a ponerse un bañador. Cuando vuelve se
encamina a la piscina. No se tira de cabeza para no hacer ruido y opta por sentarse en el
borde y deslizarse hasta el agua.
Comienza haciendo varios largos a crawl, braza y espalda, pero lentamente para relajar
los músculos. Después se queda en el centro de la piscina flotando boca arriba.
Contempla el cielo tan azul y apacible y da gracias por la vida tan plena que disfruta junto
a Betty. Y ahora el bebé! No se le ocurre qué más podría desear...
Unos minutos después, oye la voz de Cris hablando con su abuela. Mira hacia la puerta, y
al verla aparecer, la hace señas para que se acerque a él en silencio.
La niña obedece y Armando le dice al oído:
- Dile a la abuela que te ponga un bañador y ven a bañarte conmigo hasta que se
despierte Betty.
- Sí!
Contesta Cris y sale corriendo hacia dentro de la casa. Un minuto más tarde vuelve de la
mano de Carlota y con cara enfadada.
- Armando, me dice Cris que la ponga un bañador...
- Es verdad, mujer. Anda, que la gusta mucho nadar y yo la cuido.
La niña cambia la expresión de la cara, y mira a su abuela con gesto de triunfo.
- Ves como le entendí bien?
- Veo, veo... Vamos, que sois los dos igual de liantes! – Y sube a cambiarla.
Cuando baja de nuevo se tira al agua sin pensárselo y da vueltas alrededor de Armando,
que la vigila con atención y comprueba que ha progresado mucho y nada con bastante
soltura.
Betty se ha despertado y, aún amodorrada, les contempla satisfecha: nadan, juegan y
chapotean.
Piensa que dentro de unos pocos años esa escena se repetirá, pero con sus propios
hijos.
De pronto, Armando y Cris descubren que está despierta, observándoles. Se dirigen una
mirada de entendimiento, salen del agua y vienen hacia ella para darla cariñosos y, sobre
todo, muy mojados besos y abrazos que la dejan empapada.
Luego, Armando sube a ducharse y vestirse para la cena y Betty se queda con la niña,
que como buena parlanchina, le cuenta todo lo que ha hecho desde la última vez que se
vieron.
Continúan hablando hasta que Carlota viene a buscar a su nieta para darle la cena.
Betty sube entonces a la habitación, y al entrar ve que Armando sale del baño con una
toalla enrollada a la cintura. Pone cara de viciosilla, le mira con descaro...
- Oh! Qué ven mis inocentes ojuelos? Un triplepapito en toalla!
Armando sonríe orgulloso como un pavo real.
Avanza hasta él y le acaricia, haciendo dibujos sobre su pecho con el dedo índice.
- Pá qué soy bueno, doctora?
A la mañana siguiente bajan a desayunar a la cocina, como siempre. Están charlando los
cuatro cuando llega Julián algo apurado para que Félix avise a D. Alfredo, el médico.
- Soledad lleva varias horas con leves dolores, pero cada vez se hacen más intensos y
frecuentes. Cree que se ha adelantado el parto.
- Vete con ella, que yo llamo ahora mismo. – Dice Félix tomando el teléfono y marcando el
número.
- Espere Julián, que yo también voy! – Exclama Betty.
- Betty, tú entiendes algo de partos? – Pregunta Armando extrañado.
- Nada de nada, pero estaré con ella hasta que llegue D. Alfredo.
- Váyase a casa, Julián, que voy a por las llaves de todo-terreno y llevo a Betty allá, con
su mujer, para que la acompañe. – Apunta Armando condescendiente.
Veinte minutos después Betty está con Soledad y alguna de sus amigas y vecinas, que
han acudido para ayudarla por si el médico tardaba.
Pero D. Alfredo llega poco después, cuando Soledad tiene contracciones cada diez
minutos.
Después de reconocerla, el médico sale y dice al marido que el parto va muy bien, pero
que aún falta bastante y quiere que se quede solamente la mujer que hacía de partera
hasta que le contrataron a él.
Así pues, Betty se despide y sale a reunirse con Armando, que la espera fuera junto al
carro, charlando con unos trabajadores.
Le explica la situación y se disponen a subir al auto cuando oyen una voz conocida que
les habla a sus espaldas.
- Armando, hijo. Me alegro de ver que últimamente vienes con frecuencia, y que además
no lo haces egoístamente, por hacer una excursión de fin de semana... Buenos días,
Beatriz!
- Buenos días, padre.
- A mí siempre me ha gustado venir, pero... y como ahora coincide que a Betty también le
agrada...
- Eso está bien. Y a lo mío... Habéis decidido ya cuándo contraeréis matrimonio religioso?
- No. No hemos hablado de eso. Esta semana hemos estado muy ocupados con el trabajo
y llegábamos a casa agotados.
- Pues si queréis mañana en la misa de la ermita... yo estoy dispuesto.
- D. Gonzalo, vamos a la cantina y le explico! – Dice Armando al sacerdote.
CAPÍTULO XXII.-
- Bueno, traía el postre, pero veo que no lo necesitan, pues ya están bastante
acaramelados...
Comenta Carlota entrando en el comedor con dos helados de dulce de leche y sin el
menor reparo por interrumpir el momento.
- Tata, no nos cortes! – La riñe Armando riendo.
Betty se sonroja un poco, pero al ver que los dos reaccionan con tanta naturalidad,
participa en la broma.
- Sí Carlota, interrumpa que luego nosotros seguimos, pero el helado se derretiría.
- Cómo así, la desvergonzada de la niña? Y si después de la interrupción ya no me
provoca? – Responde Armando sin dejarla levantarse.
- Por lo que te conozco... sé que te apetecerá, niño! – Afirma Carlota.
- Oj! Oj! Oj!
- No pues! Se han confabulado para mortificarme!
Por la mañana se levantan sin prisas, bajan a desayunar a la cocina y luego suben de
nuevo.
Betty va a arreglarse al cuarto de Camila. Se ducha, se pone la ropa interior y una bata y
se maquilla levemente mientras espera a Carlota, que vendrá para rizarle las puntas y
ayudarla a terminar de prepararse.
Oye el motor de un carro y sale a la terraza para comprobar si es Nicolás, pues está en
vilo porque aún no ha llegado. Es él.
- Nicolás, le costó encontrar la hacienda?
- No, amiga. Está bien señalizado. No tiene pérdida!
- Bueno, ya llegó. Me tenía preocupada.
- Pero... usted está segura de lo que va a hacer?
- Sí, Nicolás. Estoy segura. – Betty le responde con paciencia.
- Mire que es cabezón y gritón! – Insiste bromeando.
Armando que les está oyendo desde su habitación, alza los ojos al cielo y sonríe, pues ya
conoce el humor ácido del economista y no va a salir a darle el gusto de “pararle bolas”.
Betty ve a Félix que se acerca a Nicolás y le dice:
- Éste es el padrino. Acompáñele dentro, por favor, y ofrézcale algo de comer pues seguro
que está hambriento.
Y ella vuelve a entrar para terminar de prepararse.
CAPÍTULO XXIII.-
Se ha calzado antes de ponerse los pantalones y luego no puede meter los pies, así que
tiene que quitárselos para poder vestirse y, a continuación, calzarse nuevamente.
Minutos después se mira al espejo para comprobar que ha conseguido ponerse
correctamente y bien abrochados: camisa, pantalón y zapatos.
Esto tan sencillo los demás días... Hoy ha resultado un triunfo!
Se dice: “Vamos a por la corbata”. La pasa por detrás del cuello, toma cada extremo con
una mano, cruza, enlaza... y no hay forma!
“No puede estarme pasando esto a mí, que todas las mañanas durante años... y sin
pensar hago un nudo perfecto en la corbata!”
No entiende qué ocurre. Se sienta en la cama inquieto, pensando, y al fin se le enciende
la bombilla.
- Estoy NERVIOSO!!!
Se aplica a sí mismo un psicoanálisis de andar por casa y razona:
“Armando Mendoza, se puede saber por qué estás nervioso? Llevas ocho meses casado,
viviendo con ella... Claro, pero aquella ceremonia del juzgado nunca la consideraste más
que una pantomima... La de hoy, sin embargo, es de verdad! Tú estás seguro de lo que
vas a hacer... estás loco por ella! Mira, tigre, el tiempo vuela, respira hondo varias veces y
déjate de psicología barata. Llama a Félix o a Nicolás y pídele que te eche una mano con
la corbatita de las narices!”
Y así hizo.
Pasadas las once, Armando baja perfectamente acicalado, impecable. Entra al comedor y
saluda a Nicolás que está dando buena cuenta de un bizcocho y de la tercera taza de
café.
- Bienvenido, doctor Mora!
- Muchas gracias, doctor. Buenos días. – Contesta terminando de engullir.
Y hablan tranquilamente hasta que Carlota aparece muy elegante, se acerca a Armando
y, acariciándole la mejilla, declara:
- Niño, qué feliz soy de vivir este día! Y además siendo tu madrina!
Armando la abraza con gran cariño.
- Tata querida, no te vayas a emocionar y nos ahogues con tus lágrimas, ah? Vamos
hacia la ermita. – Se voltea hacia Nicolás. – Usted trae a Betty en su auto, sí?
- Tan pronto como ella baje partimos hacia allá.
- Y no tarden. – Recomienda finalmente Armando.
Él, Carlota, Cris y Félix salen de la casa, suben al carro de Armando y se dirigen a la
capilla.
Cuando Betty deja de oír hablar en el salón, baja y sorprende a Nicolás que ha vuelto al
comedor, ha cortado otro pedazo del gran bizcocho y lo moja en el café.
- No pues, Nicolás? Cree que podrá dejar de devorar para llevarme a la iglesia?
- Q´hubo, Betty? – Con la boca llena. – Ya paro de comer, pero supongo que “su
cabezón” habrá encargado tremendo banquete para celebrar, ah?
- No le llame así! Y descuide, no sufra! Seguro que habrá suficiente comida para que
pueda saciarse! Será que me va a llevar ya a casarme o tendré que salir a buscar otro
padrino?
- Cómo así, amiga? Vamos, apresurémonos! No sea que vaya a darle un ataque de celos
a “su amor”, y vuelva a liarse a trompadas conmigo.
- Muévase, que llegamos tarde!!!
- Por cierto, está preciosa! Lástima que no la hubiera descubierto yo antes! Pero debajo
de aquel capul y de aquellos ropajes de época quién iba a saber lo que había escondido...
- Se queda pensativo y pregunta impertinente. – Y el doctor la descubrió a través de la
ropa o...
- NICOLÁS!!! Usted está tomando café o tragos!
- Bueno, Félix se ofreció a echar aguardiente en la taza, “carajillo” lo llamó, creo!
Y arrastra un poco las palabras.
Betty se horroriza.
- GRRR!!! Vamos al carro! Conduciré yo!
- Ni más faltaba! Yo manejo. – Reacciona rápido el doctor Mora.
- Quiero llegar pronto y... entera!
- Bueno, no me vaya a pedir responsabilidades, que enterica no estará a estas alturas de
la historia... Oj! Oj!
- NICOLÁS!!! Usted no está en condiciones!
- Verá que sí!
Salen de la casa, se suben al Mercedes blanco descapotable de Nicolás y se encaminan
hacia la ermita.
Betty va en vilo todo el camino y rezando a todos los santos conocidos para que les
permitan llegar indemnes a su deseada boda, pues sabe que él está bebido y “el alcohol
conservará los cuerpos, pero... distorsiona las mentes.”
Afortunadamente están aproximándose cuando ven que Armando suelta una gran
carcajada. Todos se vuelven a mirarle, ya que no encuentran causa aparente.
Pero él se acerca al carro y abre la portezuela de Betty aún sin conseguir controlarse del
todo.
Betty le mira y se mira buscando el motivo, y al no encontrar ninguno sospecha que
también ha tomado algún trago.
- De pronto pensé hacerles una foto y mandársela a Patricia-Peliteñida Fernández, para
que viese para qué sirvió hoy su antiguo y adorado auto. JA! JA! – Habla al fin Armando.
- Doctor, cómo así? Respete, hombre! – Le espeta Nicolás discretamente.
- Disculpe, no fue mi intención molestar, pero... JA! JA! No puedo evitar...
Y Armando no consigue parar de reír al imaginar a Patsipat contemplando su amado
Mercedes, llevando a Betty a la iglesia para convertirse en la señora Mendoza.
Consigue calmarse al ver que Betty le mira con una media sonrisa. La manda un beso,
ofrece su brazo a Carlota y entran hasta el altar.
Allá saludan al padre Gonzalo y se vuelven hacia la puerta.
Por ella entra Betty del brazo de Nicolás.
Las buenas gentes que llenan la ermita asisten satisfechas al matrimonio de Don
Armando con esa señorita, tan humana y accesible que escuchó las preocupaciones de
Soledad y se tomó interés en solucionar el asunto para todos ellos.
Creen que la joven señora Mendoza será una buena señora para MENDOZA.
Bueno, todos, todos, no están en esa onda!
Olga Arroyo ha llegado a la capilla cuando ya había empezado la ceremonia y piensa que
es la boda de unos empleados de la hacienda. Avanza hasta el primer banco de la
izquierda, el que acostumbra a ocupar su “ilustre y distinguida” familia y que ya
consideran de su exclusivo uso por ser amigos de los dueños.
Rato después de instalarse presta atención a la pareja que se casa y se queda petrificada
al reconocer al novio.
Tiene que sentarse porque le fallan las rodillas.
Armando Mendoza se casa por la iglesia con aquella muchachita tan... común, tan...
insignificante!
Y como quien no se consuela, es porque no quiere, se dice a sí misma: si tanto han
cambiado sus gustos, cómo iba a fijarse en mí! Él se lo pierde... - Añade con tristeza. - Y
YO TAMBIÉN!!! Adiós, Armando...
Carlota habla a Cris al oído, y la niña avanza hasta ellos con una bandeja en la que
previamente habían depositado sus alianzas.
Don Gonzalo las bendice, Armando toma la más pequeña y se la coloca a Betty en el
dedo. Después, ella hace lo mismo.
El cura termina de recitar la fórmula matrimonial solemnemente:
- Yo os declaro marido y mujer hasta que la muerte os separe. Lo que Dios ha unido, no lo
separe el hombre.
Mira a los dos, les sonríe y dice a Armando:
- Puedes besar a la novia.
Y como era de esperar, él no pierde el tiempo y la besa en los labios tierna y dulcemente.
Después continúan con la misa hasta finalizar.
Salen de la ermita tomados de la mano y, un grupo de niños que les espera en la puerta,
arroja sobre ellos pétalos de flores multicolores.
Se paran bajo esa agradable lluvia y se besan más felices que nunca.
Y Félix continúa haciendo fotos con la cámara que le entregó Armando, para que
recogiera todos los bellos momentos de este día.
Armando y Betty juntos, se mezclan con sus invitados y con ellos celebran y brindan.
De improviso, Betty recuerda algo y se acerca a Carlota.
- Y qué pasó con Soledad? Con tanto jaleo me olvidé!
- Dio a luz una niña preciosa, a media tarde.
- Pero, todo fue bien?
- Todo perfecto, Betty. No se preocupe y disfrute su boda.
- Bien! Tendré que encontrar un momento para ir a verlas...
Después de bailar varias canciones más, deciden que ya es hora de retirarse, montan en
el coche y se van a casa.
Suben despacio a su habitación, cierran la puerta tras ellos y sin hablar empiezan a
desvestirse uno a otro.
Lentamente, como si de un rito se tratase, se acarician y besan con fervor.
Con un estremecimiento Betty se refugia en sus brazos, abandonándose a los dulces
besos que Armando va depositando sobre ella, trazando una estela que la recorre como
una corriente eléctrica.
Poco a poco una oleada de deseo cálido y fuerte, impregna todo su cuerpo.
Con labios entreabiertos, Betty alza el rostro hacia él y, dando rienda suelta a su pasión,
le besa como nunca lo había hecho antes. Es un beso profundo, como si quisiera formar
parte de él.
Se tienden sobre la cama, el brazo de Armando asciende hasta sus hombros, y pasa la
mano bajo la nuca de Betty mientras su boca responde con ardor a la de su esposa.
Con la otra mano la acaricia y recorre su piel sembrando un rastro de fuego.
Luego, con sumo cuidado, se coloca sobre ella y se unen balanceándose hasta que
estalla un torrente de placer.
Rato después, Armando se desliza y queda tumbado a su lado, abrazándola.
Y así, mecidos por su mutuo abrazo se entregan al silencio de la noche y no tardan en
dormirse.
CAPÍTULO XXIV.-
Ya hace rato que salió el sol cuando ellos despiertan. El primero es Armando que da un
salto en la cama.
- Betty, es lunes!
- Un ratico más...
- Son las siete, es lunes, y estamos en MENDOZA! Despierta!
Betty abre los ojos indolentemente, se ubica, recuerda... Mmm!
- Marido, anoche no tenías prisa por dormir y ya era lunes.
- Cómo así? La presidenta de Ecomoda no quiere llegar puntual y dar ejemplo a sus
amigas del cuartel?
- Sí, si querer sí quiero, pero es que... – Le mira mimosa. – Prefiero que me despiertes de
otro modo más romántico.
- Vaya con la “señorita de familia”, así que le gusta la vida libertina?
- Era tan aburrida mi vida antes de ti... Contigo, sin embargo, es de ututuy! Ven...
Armando vuelve a acostarse, la abraza y se resigna a llegar tarde a la empresa.
Betty llama a Ecomoda poco después de las ocho y comunica a Aura Mª que,
dependiendo del tráfico, llegarán aproximadamente en una hora pues ya han salido de la
carretera que lleva a MENDOZA y sólo les faltan unos kilómetros para tomar la autovía a
Bogotá.
Salen del ascensor unos minutos después de las nueve, se despiden con un beso y
entran directamente a sus despachos. Se esfuerzan mentalmente por concentrarse en el
trabajo y consiguen que les cunda el tiempo resolviendo los asuntos que tenían sobre sus
respectivas mesas.
Es casi mediodía cuando Betty sale a entregar unos documentos a Aura Mª.
- Fresca m´hija! Se habrá enterado de lo de Dª Marcela... - Susurra la secretaria.
- No! Qué ha pasado? – Repentinamente interesada Betty.
- Tremendo chisme. Se ha ido de Bogotá! De Colombia!
- Ah, bueno. Se habrá ido a Palm Beach. – Betty se tranquiliza.
- No, m´hija! Se ha ido al TIBET con su hermana, a visitar al gurú de Mª Beatriz, para que
la ayude a conseguir superar la decepción causada por el rechazo de D. Armando y
recobrar la paz interior!
- Nunca me lo hubiera imaginado... Y cómo lo sabe?
- La peliteñida. Nos ha echado en cara lo desgrrraciada que han hecho a su amiga, entre
usted y D. Armando...
Betty se queda pensativa un instante, pero al ver abierto el despacho de Nicolás, se
encoge de hombros y va hacia allá, toca con los nudillos en la puerta y entra.
- Q´hubo, Nicolás? – Y se sienta en una silla delante de la mesa.
- Buenos días, amiga. Cansada de la noche que la dio el cabezón?
- Nicolás! Usted se ha vuelto tremendo descarado! No quiero volverle a oír referirse a
Armando salvo por su nombre o su apellido. Y no me haga ese tipo de comentarios. Es
una grosería!
Betty le pone en su sitio, enfadada por la repetición de las impertinencias.
Venga, amiga. Perdone! – Contesta rápido y arrepentido por haberse tomado esas
libertades. – Comprendo que tiene razón, y no volveré a ser desvergonzado.
- Está bien. A qué hora salió de la hacienda? Cuando bajamos a desayunar, usted ya se
había volado.
- Salí antes de las siete. Encontré a Félix y me sirvió café recién hecho y bizcocho. Hemos
desayunado juntos y luego me vine.
- Y qué tal lo pasó en el baile desde que nos despedimos?
- Bien! Muy bien! Yo no sabía bailar esos ritmos tan sabrosones, pero me tomó como
alumno una muchacha muy linda, con unos ojos... y aprendí, vaya que aprendí! Me dejó
toda la noche con mirada tierna y sonrisa boba. Tengo que volver a verla!
- Oj! Oj! Oj! De acuerdo. Y otra pregunta: cómo es que comió? Acaso quedó hambriento?
- NO!!! Cómo así? Comí demasiado y todo bien rico.
- Pues me alegro. Como usted tenía sus dudas sobre si Armando habría encargado
suficiente comida? Mi marido no tiene nada de tacaño.
Siguen hablando de temas de la empresa, y luego Betty regresa a presidencia y telefonea
a su madre.
- Bettica! Cómo le va, m´hija? – La mujer se ha puesto muy contenta al oír a su hija.
- Muy bien, mamá. Hoy le llamo para darle una gran noticia!
- Ay, mamita! No me asuste. Diga, diga... - La anima muy intrigada.
- Armando y yo nos hemos casado ayer por la iglesia!
Silencio.
- Mamá! Está ahí? – Pregunta Betty preocupada.
- Sí, m´hija! Es que estoy tan emocionada que no puedo ni hablar. Y cómo así? Se aman
mucho? La hace feliz? Es bueno con usted?
Betty contesta sus preguntas, le cuenta todo tal como sucedió, y Dª Julia no cabe en sí de
alegría.
Luego Betty pregunta por su padre y la madre la informa que D. Hermes está muy
pesaroso de todo lo que hizo: leer el diario y obligarla a casarse en contra de su voluntad,
pero que su orgullo no le permite disculparse. Y así pasa el tiempo sin poner remedio a
ese distanciamiento.
Betty no la dice nada del embarazo porque han acordado dar la noticia juntos más
adelante.
Se están despidiendo con la promesa de verse pronto cuando Armando entra en el
despacho, se coloca tras ella y la besa y mordisquea el cuello. Betty cuelga el auricular y
se voltea para participar activamente en el achuchón.
Minutos más tarde salen de la oficina y se van a comer. Esperan que les traigan el
segundo plato cuando Armando cambia de tema.
- Betty, qué te parece si aprovechamos ahora que hemos concluido de firmar el grueso de
los contratos y tenemos por delante una temporada tranquilita, para irnos de viaje de
novios?
- Cómo así! Ausentarnos los dos al tiempo? – Pregunta Betty.
- Pues, como que no me imagino de viaje de luna de miel a solas... – Con cara traviesa.
- Me haría tremenda ilusión, Armando. Pero, seguro que podremos?
- Sí! Le digo a mi padre que nos vamos una semana, y si es posible... dos!
- Lo haces para darme contentillo?
- Lo hago para darme contentillo yo, doctora. Piensa. Dónde te provoca ir?
- No sé. Déjame pensar y te digo.
- Tienes hasta medianoche. Si no, elijo yo.
- Key! Key! Qué impaciente el doctorcito...
Después de cenar, están acurrucados en el sofá. Betty leyendo y Armando con sus
auriculares oyendo jazz.
De pronto, Betty se acuerda del plazo que la ha dado para decidir el destino del viaje. Mira
el reloj y ve que son las diez y media.
- Armando, ya sé dónde quiero ir.
Silencio. Le mira y ve que escucha la música con los auriculares puestos y los ojos
cerrados.
Le quita el auricular más próximo y le pregunta bajito en el oído.
- Aló! Hay alguien ahí dentro?
Armando no se inmuta ni abre los ojos, pero sonríe y contesta.
- Armando se reporta a la base. Estoy volviendo de un viaje astral para escuchar a mi
“santa” esposa...
- Retira lo de “santa”, que me suena a burla. – Responde haciéndose la ofendida.
- Ni más faltaba! Es una muestra de máximo respeto!
- No pues! Ya te diría yo para quien te puedes reservar esa muestra de respeto tan
elevado... - Riéndose pícara.
- Para quién? – Pregunta descolocado (tan inocente el bello bobo!).
- Déjalo! Era una broma tonta. – Betty se arrepiente de su atrevimiento.
- Vamos, di!
- Es que... Qué pena contigo! – Se sonroja.
Armando empieza a hacerle cosquillas.
- Confiesa. A quién debo llamar “santa” por ser tratamiento de gran respeto, aunque
suene a burla? – Él ya se ha hecho una idea. – A mi mamá, verdad?
Betty asiente, riendo algo avergonzada.
- Vas a tener un castigo por ser poco respetuosa con tu suegra y va a ser inmediato.
Se deshace del aparato de música, le quita el libro, y tomándola de la cintura se la sienta
encima y empiezan a besarse.
Mucho después, Armando recuerda y pregunta.
- Qué querías decirme?
- Ay! Casi es medianoche! Ya sé dónde quiero ir de viaje de novios... a Acapulco!
- Sus deseos son órdenes, señora Mendoza. Mañana hablo con la agencia y les pido que
me manden catálogos para que los mires y escojas el hotel que más te guste.
Por la mañana aparcan ante Ecomoda y ven al cuartel en pleno chismoseo en la misma
puerta junto a Wilson, que aunque no interviene, sí pone la antena para estar al corriente
de todos los cotilleos que pueda.
No les han visto llegar, ellos se miran sonriendo y Betty baja el cristal para intentar
averiguar de qué hablan. Armando la observa incrédulo y mueve la cabeza de lado a lado
mirando al cielo.
- Betty! Vas a escuchar tú también?
- Shhh! Sólo quiero saber de quién hablan!
Y como suponía, cotillean de ellos dos:
- Están viviendo juntos, estoy segura! – Declara Berta.
- A mí me pareció entender a mi jefa que se habían casado... – Dice Mariana. – Tan
romántico!
- Betty tiene desde hace tiempo una expresión tan dulce... – Refuerza Sandra.
- Sí, parecen muy felices! – Añade Inesita. - D. Armando la acaricia con la mirada...
- Desde luego, D. Armando ha cambiado mucho. Ya no es la hiena que era! – Mete la
pata Sofía, como siempre.
- Seguro que el doctor no la deja dormir mucho! Ja! Ja! – Afirma Aura Mª. – Y los dos lo
pasan bien rico...
Ellos se miran sorprendidos por el descaro de las secretarias. Armando abre la puerta del
carro y dice:
- Salgamos antes de que me entere que nos han instalado un micrófono o una cámara de
TV en el dormitorio. – Y sale.
Betty también lo hace y se acercan juntos por detrás de ellas, sorprendiéndolas e
interrumpiendo el cotilleo.
- Chicas, las invito a comer y prometo que contestaré todas sus preguntas para que no
tengan que seguir imaginando. Y ahora, a trabajar o se enojará el doctor Mendoza!
Todas se vuelven sobresaltadas al verse sorprendidas, y saludan a coro:
- Buenos días, Betty! Doctor...
- A trabajar, o convenceré a Betty para que no les cuente el último chisme.
Armando las amenaza divertido, pero se esfuerza por aparentar seriedad.
Llegan al ascensor y, cuando se abren las puertas, todos se ceden el paso. Él las invita a
subir las primeras con sarcasmo:
- Sigan, sigan... supongo que estarán de afán por llegar arriba, no vaya a ser que esté
sonando alguno de sus teléfonos...
Entran todas en silencio y suben. Cuando ellos aparecen a continuación en el lobby las
encuentran sentadas en sus respectivos escritorios trabajando.
A la una sale Betty de presidencia y hace una seña a Aura Mª para que avise a las demás
del cuartel. Se levantan y se acercan al elevador para esperar a Inesita.
Caminan por la calle hablando poco y bajito, aún cohibidas por haber sido sorprendidas
esa mañana.
Cuando llegan a El Corrientazo se acomodan en una mesa, ordenan la comida y se hace
el silencio. La miran impacientes e Inesita se atreve a decir:
- Betty, m´hija. Puede contarnos ahora lo que desee. Nosotras escuchamos...
Recorre las caras de todas con la mirada y nota que están ansiosas.
- Vamos, Betty! Decídase! Debe ser el chisme más sabrosito desde que encontramos la
carta del doctor Calderón! – Insiste Berta.
Las otras la miran horrorizadas por la descortesía de recordar aquello a Betty, y Sofía la
incrusta el codo en el costado.
Betty prefiere ignorar la falta de tacto y pregunta:
- Bueno, amigas. Quieren que les cuente o prefieren preguntarme?
- Cuente usted, por favor! Si nos queda alguna duda, la preguntamos, sí? – Responde
Sandra.
Y Betty empieza a contar desde que su papá descubrió el diario, obviando, naturalmente
las intimidades.
- Y eso es todo, chicas!
Se quedan, por primera vez, sin palabras. Sólo Berta comenta:
- Tremendo chisme! Mucho más de lo que yo era capaz de imaginar.
CAPÍTULO XXV.-
La agencia les ha enviado varios catálogos a la empresa. Se los llevan a casa y después
de cenar Betty se acomoda en el sofá y les da una ojeada.
Armando observa la atención que pone al leer la información sobre los servicios que
ofrece cada hotel. Le ha dicho que escoja el que más le guste sin preocuparse del precio,
ya que todos están dentro de sus posibilidades, y tras ardua reflexión, se recuesta sobre
él y le enseña las fotos de los que ha seleccionado como finalistas.
- Los dos están en primera línea de mar y tienen grandes jardines con plantas tropicales y
árboles que dan abundante sombra. También tienen playa privada y varias piscinas.
Asimismo ofrecen la posibilidad de realizar excursiones a lugares interesantes cercanos,
organizadas por el propio hotel.
- Y dice algo de la cocina?
- Sí! En el Hotel Turquesa dice que el chef, elabora los más selectos y variados platos,
todos especialidades de alta cocina internacional.
- Pues, si no tienes objeción yo prefiero ese. – Dice Armando dando señales inequívocas
de querer irse a acostar.
- Cómo me va a importar? Al contrario, prefiero que tú también opines. Así que mi maridito
selecciona los hoteles por la “cuisine”, ah? Me ha salido todo un gourmet el doctorcito...
Esa mano! – Simula que la molestan las exploraciones de la mano.
- Ja! Ja! Soy gourmet de varios tipos, y ahora tengo ganas de probarte a ti! Vamos,
monstris. Nos espera la camita. Te prometo que mañana llamo a la agencia y lo arreglo.
- Key! Y que la habitación tenga vistas al mar!
- Ni más faltaba! Si mi señora no ve el mar es como si me la olvido en Bogotá! – Bromea y
luego añade. - No te preocupes, sabes que yo también disfruto viendo el océano.
Unos días más tarde, Betty queda con su madre en un centro comercial, y cuando se
encuentran, se dan fuertes y sentidos besos y abrazos.
Luego, Betty la toma del brazo y la guía hasta una cafetería muy agradable. Piden café de
Colombia, se toman las manos sobre la mesa y sonríen dichosas de estar juntas.
- Mamita, qué ganas tenía de verla!
- Mamá, si sólo han pasado dos semanas desde la última vez que nos vimos...
- Pues, m´hija. Para mí es como si hubieran pasado varios años bisiestos! Ya verá cuando
tenga hijos lo que se les quiere.
- Tengo muchas cosas que contarle.
- Ay, Bettica, empiece. A ver si no nos va a dar tiempo! Viene a buscarla el doctor?
- Sí, pero queda más de una hora, y luego la llevamos a su casa.
- No es necesario. No se vaya a molestar D. Armando.
- Cómo así, mamá? Con el coche no cuesta nada. Además, sabe que Armando la quiere
mucho.
- Bueno, cuénteme que estoy de afán por saber.
Y Betty le cuenta que celebraron la boda religiosa en MENDOZA, pero que fue una
decisión repentina y no hubo tiempo para nada, y que va a ser mamá... y que se van de
luna de miel a Acapulco...
Dª Julia rompe a llorar mansamente.
- Mamá, por qué llora?
- Es que soy muy feliz por usted, m´hija! Cómo me alegra que ustedes dos se entiendan,
se amen y formen una familia...
Betty se cambia de silla y se sienta junto a su madre para poder abrazarla, luego siguen
hablando y haciéndose confidencias.
Dª Julia comenta sobre lo terco y cansón que es su marido y dice que le va a contar todo
y a “cantarle las cuarenta” para que se disculpe con Betty y Armando y puedan empezar a
llevar una relación de familia normal y bien avenida.
Al rato llega Armando, besa a su mujercita y saluda a su suegra.
- Qué tal está Dª Julia? La veo muy bien.
- Naturalmente que estoy muy bien después de todas las estupendas noticias que me ha
contado Betty. Soy muy feliz por ustedes, doctor!
Y de nuevo se le escapa alguna lágrima.
- Sí, vamos a ser felices por siempre. Y llámeme Armando, por favor. Sin “don” y sin
“doctor”, sí?
Siguen charlando y luego acercan a Dª Julia a su casa y ellos se van a la suya.
Llegan a Acapulco a media tarde y en el aeropuerto les espera un empleado del hotel con
un cartel: “Hotel Turquesa”. Se acercan a él y al verles pregunta:
- Señores Mendoza?
- Así es. – Responde Armando.
- Bienvenidos a Acapulco, y a México! Acompáñenme, por favor. He venido a recogerles
con una van del hotel.
Se agacha, toma dos maletas y echa a andar hacia el aparcamiento. Armando carga la
que queda, toma a Betty por el brazo y le siguen.
Entran en la suite y Betty la recorre curioseando feliz, mientras él toma la llave que le
ofrece el botones y le da una generosa propina.
Éste se va y Armando la sigue hasta el dormitorio, donde la encuentra delante de la
puerta de la terraza admirando el mar que ya refleja el ocaso del sol con brillos rojizos.
La abraza desde atrás.
- Ya estás tranquila? Has comprobado que ves el mar desde la habitación? Yo creo que
incluso desde la cama!
- Sí, mi amor! Ya me quedé tranquila. Me puedo pasar horas viendo romper las olas al
llegar a la arena. Para mí tiene un efecto sedante.
Lo contemplan un rato más, abrazados. Luego:
- Anda, vamos a arreglarnos y bajamos a cenar. Luego, si te provoca, damos un paseo
hasta la orilla y caminamos mojándonos los pies. – La propone.
- Oh! Sí! – Se vuelve y le besa agradecida por el ofrecimiento.
- Al final, acabaré sintiendo celos del mar! Yo sé...
- Tan bobo! – Y se aprieta contra él.
Al entrar al restaurante del hotel para cenar, Armando se detiene ante un mural que hay
en recepción con información sobre actividades turísticas para los clientes.
Cenan y suben a la suite con las más sanas intenciones de mimarse uno a otro.
Después, Betty descansa en los brazos de él, y éste recuerda.
- Sabes lo que vi en el tablón de anuncios?
- No. Dime.
- Había un aviso que me gustó mucho, sobre una excursión que organiza el hotel en
colaboración con la asociación “Protección Ecológica Subacuática”, para visitar un vivero
de tortugas o algo así.
- Y eso?
- Me ha parecido entender que cuidan especies de tortugas en peligro de extinción.
- Y podremos ir nosotros? – Pregunta Betty muy interesada.
- Supongo que sí. Es un servicio que ofrece el hotel a sus clientes. Si quieres, mañana
preguntamos.
- Sí, por favor! Ya estoy impaciente por verlo.
Media hora después de salir del hotel, el autobús traspasa la puerta de un gran
aparcamiento y ven un enorme cartel con una flecha indicadora: “Campo tortuguero”.
Se acerca al grupo una señorita con una camisa y un pantalón corto en color caqui y un
anagrama en el bolsillo de la camisa: CT.
- Del Hotel Turquesa, verdad?
Ellos asienten.
- Pues, bienvenidos al “Campo tortuguero”. Vamos a visitarlo durante la próxima hora y
media. Yo les voy a ir guiando y explicando nuestros objetivos y actividades. Por
supuesto, pueden interrumpirme y preguntar cuándo y cuánto deseen.
Echa a andar y todos la siguen.
- Esta asociación surgió con el fin de proteger las aguas de la bahía de Acapulco.
Les va mostrando las distintas dependencias al tiempo que habla con fervor de la labor
que hace el grupo, y todos la escuchan muy interesados.
- Nosotros recogemos huevos de tortuga marina de siete especies distintas que se
encuentran en peligro de extinción. Entre los 45 y 50 días de puestos por la madre van
eclosionando, y entonces depositamos a las pequeñas tortuguitas en esos estanques que
ven ahí. – Señala con la mano. – Así las mantenemos quince días alimentándolas y
cuidándolas, para el día decimosexto permitirlas ir al mar, como les exige su instinto
natural.
- Pero, aún serán muy pequeñas e indefensas... - Argumenta Betty.
- Eso nos parece a nosotros, pero para ellas son suficientes esas dos semanas, ya son
bastante independientes y tienen grandes posibilidades de sobrevivir.
- Veo que no necesitan cruzar la arena para llegar al mar. – Dice Armando.
- Efectivamente, nosotros las liberamos ya en el agua, pues donde son más vulnerables
es al recorrer la playa camino del océano. Las aves marinas causan tremenda mortalidad
de tortuguitas recién nacidas si no las protegemos. – Concluye la guía.
Por último les muestran la “Huerta Madre” de palma cocotera, que sirve de vivero para
reforestar las playas de Acapulco reponiendo las palmeras que se secan.
CAPÍTULO XXVI.-
Los dos días siguientes los pasan de playa, tumbona, comida, “siesta rica...”, cena, baile
y...
A la tercera mañana, Armando la ha dejado sola una media hora, y nada menos que en la
piscina. Le ve volver con sonrisa enigmática y ojos chispeantes, como de haber hecho
alguna travesura.
Le mira desconfiada y alza una ceja.
- Qué andas maquinando, marido?
- Tengo una sorpresa!
- Cuál? – Entre ilusionada y temerosa.
- Conseguí entradas para el concierto que va a dar Luis Miguel mañana por la noche acá,
en Acapulco.
Betty abre los ojos al máximo.
- Pero, Armando. Esas entradas estaban agotadas desde hace mucho. Qué hiciste?
- No pensarás que he seducido a alguna remamita o que he vendido mi tremendo
cuerpazo para conseguirlas...?
- Oj! Oj! Oj! Tranquilo. Ni se me ha pasado por la imaginación. Pero, cómo ha sido
posible?
- Pues mira que eso no tiene que preocuparte, pero como si no te lo digo... terminarás
pensando que tengo algo que ocultar... confieso que las compré pagando un porcentaje
sobre su precio original en la reventa. Y no me preguntes cómo de caro ha salido que eso
no lo digo aunque me tortures. Es un regalo y punto!
- Pero...
- Pero, nada! Te llevo a ver a un triplepapito, pero no le mires mucho, ah? Tú sólo le oyes
a él y me miras a mí, sí?
- Mi amor... – Le abraza.- Yo le oigo e imagino que me lo cantas tú. OK?
- OK!
Cuando termina, van caminando hacia el hotel y Betty se para varias veces para abrazarle
y besarle.
- Gracias, mi amor. No sabes cómo valoro que me hayas invitado a esta actuación, pues
sé que a ti te resulta demasiado romántico... Te adoro!
- Pues eso, señora Mendoza me lo vas a demostrar en cuantico lleguemos a nuestra
suite. Tú viste “9 semanas y media”?
Betty se da cuenta de por dónde va y responde:
- Otra vez reclamando? Es que no perdonas una!
- No perdono, y además reclamo que el agradecimiento no se pague en moneda, sino “en
especias.”
- Vale... Pero, mira que no vi esa película! Tendrás que indicarme.
- Sin problema, mi vida. Yo te voy diciendo...
Y entorna los ojos relamiéndose por anticipado.
Sólo quedan un par de días para volver cuando Betty ve una nueva propuesta en el tablón
de anuncios.
- Armando, quiero hacer algo y, por favor, no me digas que no. – Dice llegando donde él.
- Tú dirás. – Bastante extrañado.
- Es una locura, pero... – Añade repentinamente insegura.
- Vamos, explícate. – Armando la apremia.
- Me hace mucha ilusión, pero comprenderé que no lo apruebes...
- Bueno, Betty. Suéltalo ya, y si es posible nos inscribimos.
- Es que ya nos he apuntado... por si se agotaban las plazas... – Declara mordiéndose el
labio.
- Y... qué es? – Armando cada vez más intrigado.
- Buceo para aficionados... – Confiesa al fin.
- Creo que entendí mal.
- Entendiste perfectamente, Armando.
- Pero, Betty. Estás embarazada!
- Ya lo consulté y me dijeron que no hay el menor riesgo porque en ningún momento se
sobrepasan los cinco metros de profundidad.
Armando la mira y no se cree lo que oye. “Betty, la prudente” les ha inscrito, nada menos
que para bucear...
La oye hablar de nuevo.
- Mira, te explico. Hay buceo profundo para expertos al bajo de La Quebrada, a un barco
hundido, o a las cuevas de La Roqueta. Luego hay buceo poco profundo para aficionados
y turistas novatos, como nosotros: a ver una imagen sumergida de la virgen, a la
ensenada verde y la del león, o a los Bajos del Morro de La Roqueta... Y los fines de
semana organizan salidas de buceo ecológico para la recuperación de arrecifes, la
limpieza del fondo marino y la construcción de hábitats marinos.
- Y será que puedes decirme... a cual de ellos nos has inscrito? – Pregunta Armando
sarcástico.
- Al de novatos, naturalmente! Pero si no quieres, podemos borrarnos... – Dice Betty con
decepción.
- Jamás hubiera creído que te oiría hacerme semejante proposición, pero si lo deseas...
Betty se le tira a los brazos y le da un beso “a tornillo” de agradecimiento.
- Y qué zona elegiste? – Vuelve a hablar él entornando los ojos.
- Los Bajos del Morro de La Roqueta. Me dijeron que es precioso!
Llega el ansiado momento. Son las nueve de la mañana y el autobús del hotel acaba de
dejarles con otros clientes en el embarcadero.
Betty hoy se ha puesto las lentillas para poder usar las gafas de buceo sin dificultad.
Oyen la voz de un joven que les habla desde el barco.
- Señores, ya pueden ir subiendo a bordo y acomódense en los bancos que hay en la
cubierta de popa.
Se miran, y Betty entusiasmada le sonríe nerviosa. Armando, en cambio tuerce el gesto
porque no está muy decidido.
Principalmente está intranquilo por Betty y su embarazo.
- Prométeme que a la mínima sensación extraña me avisas y salimos a la superficie, ah?
Vas a ser juiciosita y prudente!
-Te lo prometo, Armando. Cómo crees que voy a arriesgar?
Pero además es que a él eso de sumergirse... como que no le va desde que siendo niño
Daniel le gastó una broma pesada, y lo pasó tan mal que no ha vuelto a bucear.
Se acerca el capitán y les habla:
- Ya pueden quedarse sólo con el bañador, pues van a empezar a repartirles las aletas y
las gafas de buceo. Y por favor, atiendan a las indicaciones de la monitora y síganlas para
que tengamos una experiencia segura, feliz e inolvidable.
Descansan el resto del día, y cuando suben después de la cena a pasar su última noche
de luna de miel en Acapulco...
- Qué preciosa eres, Betty!
- Tus ojos te engañan. Seguro que la inmersión te afectó y ahora te conformas con
cualquier potaje.
- Ni más faltaba! Lo que veo no es un potaje! Es el postre más exquisito!
La abraza apretándola contra él y Betty se rinde a esa boca y esas manos exigentes. Las
atrevidas caricias la arrancan grititos suaves y jadeantes de gozo.
La besa la boca con labios devoradores, que después descienden para difundir su calor
por todo el cuerpo.
Betty cierra los ojos por el hechizo que la produce esa boca voraz, y poco después siente
la urgencia de Armando, que la contagia con oleadas de pasión que la abrasan.
Siente en lo más profundo una calidez que la hace sollozar de placer, y luego él empieza
a moverse sin dejar de besarla, de acariciarla, de amarla... hasta que finalmente se elevan
juntos en una creciente marea de éxtasis.
CAPÍTULO XXVII.-
TEMPUS FUGIT!!!
Llega el momento del parto, y nace una preciosa niña a la que llaman Marina por la
atracción que siente Betty por el mar.
Tiene la cara dulce de su mamá, los hoyuelos de su papá, y los ojos y el pelo negro de los
dos. Armando, al verla dice:
- Tan linda...!
Y no es pasión de padre. Todos lo confirman.
Por la tarde empiezan a llegar las visitas y los primeros son los abuelos Julia, Margarita y
Roberto. La primera toma en brazos a su nieta según llega y no para de darle besos y
achuchones. La otra abuela, más aristocrática ella, es más comedida y sólo la mira a
distancia y la acaricia la mejilla con un dedo.
Después llegan las del cuartel y también la niña pasa por los brazos de todas, que están
encantadas y la miran con gran ternura.
Finalmente Dª Margarita recomienda discretamente:
- Dejen a la nena en la cuna y no la acostumbren a los brazos, que luego no va a querer
estar acostadita y la mamá no puede tenerla siempre con ella.
Pero, ni modo!
Todas continúan pasándose a Marina hasta que la pilla Armando y se la lleva a Betty para
que tenga a su hija, ya que apenas se la han dejado disfrutar.
Se van retirando todos. D. Roberto se ofrece a llevar a Dª Julia a su casa, ésta acepta y,
al despedirse asegura a Betty:
- La prometo que mañana o pasado traigo a su papá, aunque sea tirándole de las orejas!
A continuación, besa a su hija y a su nieta y sale.
Se quedan los tres y Armando dice aquello tan famoso de:
-Al fin solos!!!
Ríen y se miran sabiéndose absolutamente felices.
Betty tiene a la niña en los brazos y Armando se sienta junto a ella en la cama.
Permanecen un tiempo en silencio mirándola embelesados.
- Te das cuenta que es nuestra y sólo nuestra, Betty?
- Sí, mi amor. Qué linda nos salió! Y has visto que buena? Estuvo toda la tarde de brazos
en brazos y ni protestó!
- Mimosa, diría yo... Le gusta que la tengan abrazadita, como a su mamá.
- Cómo así? – Protesta Betty. – A SU mamá, sólo le gusta estar en los brazos de SU
papá!
- Como debe ser! - Concluye Armando bien orgulloso.
Los tres se durmieron pronto, pues se lo habían merecido.
Marina reclamó que tenía hambre a mitad de la noche, él se la alcanzó, Betty la dio de
comer, y los tres se volvieron a dormir como buenos camaradas sin molestarse unos a
otros.
Al día siguiente después de comer, están los tres solos. Armando en el sillón
contemplando a sus chicas: Betty tiene a la niña en brazos porque SÍ, porque es suya y
quiere besarla, acariciarla y estrujarla... Piensa que si se malcría y luego sólo quiere estar
en brazos lo asumirá, pero ahora quiere tenerla pegadita a ella.
Ve que Armando las mira.
- Quieres tenerla tú ahora? – Le ofrece con cara de adoración.
- Cómo así? Ya te cansaste? – Bromea según se levanta para tomar a Marina.
- Nunca me cansaré de vosotros.
Y le besa al entregarle a la niña.
Armando vuelve con ella al sillón y la observa dormir.
- Es un ángel. Como tú.
Dos días después dan el alta a Betty. Juani está en casa, pues antes de dar a luz habían
hablado con ella y acordaron que ampliaría el tiempo de permanencia en la casa,
quedándose a cuidar de Marina cuando Betty se reincorporarse al trabajo en Ecomoda o
cuando tuviesen que salir para acudir a un compromiso.
A la mañana siguiente llama Camila para saber cómo siguen las dos y promete venir para
asistir al bautizo de su sobrina.
Empieza una nueva rutina en sus vidas. Por la mañana, Armando se va a la empresa y
ella se queda dando el pecho y cambiando a la niña, que sigue siendo una santa y no
hace más que comer, dormir y dejarse querer.
Sobre las nueve de la mañana llega la mucama, y si las ve dormidas, va adelantando su
trabajo procurando no hacer ruido.
A media mañana es doña Julia la que viene a ver a sus niñas, y la buena mujer reconoce
a menudo:
- Ésta es la etapa más feliz de mi vida. Deseo que pase el tiempo despacico...
Y si el día es apacible y soleado, las tres generaciones salen a dar un paseo.
Armando viene a comer a casa para estar con ellas, vuelve después a Ecomoda y, con
extrema puntualidad, a las seis y media en punto, entra por la puerta nuevamente.
Lo primero que hace es ir a ver a su hija y, si la encuentra dormida, le da a Betty varios
besos de película pasional y se sienta con ella a contarse cómo han pasado el día.
Luego, después de que Marina meriende, la arreglan y salen a comprar o a pasear.
Viven una dulce monotonía y, al igual que doña Julia, ellos tampoco quieren que el tiempo
corra.
Marina ya tiene dos meses y los abuelos Mendoza quieren presentársela a sus amigos,
así que les animan a que pasen el sábado con ellos en el club.
Dª Margarita está en su salsa. Olvida su propia recomendación de no tomar a la niña en
brazos para que no se acostumbre y pasa con la nieta a cuestas casi toda la jornada.
Parece que la niña ha tocado la fibra sensible de la reina, y todos descubren que su
majestad también tiene corazoncito, aunque muy profundo y escondido!
El siguiente fin de semana van a MENDOZA para hablar con el padre Gonzalo sobre el
bautizo.
Carlota sale corriendo de la casa cuando oye llegar el carro, y Cris con ella.
Besa y abraza muy afectuosa a Betty, tira un beso al aire destinado a su niño y toma a
Marina en brazos, agachándose a continuación.
- Mira, Cris. Mira que niña tan linda tenemos! Es de Betty y Armando. Dale un besito.
Pero se queda por detrás de su abuela, bastante insegura de su situación actual. Intuye
que aquella mocosa es muy importante para su adorada Betty y teme haber sido
desplazada.
Betty la toma de la mano y la atrae hasta ella.
- No me quieres ya, Cris? Me has olvidado porque no he venido últimamente?
La pequeña niega con la cabeza.
- Será que quieres darme un beso y un abrazo fuerte?
Lo hacen y la niña empieza a sentirse mejor. Entonces Armando se acerca y la sube a
sus hombros.
- Cris, enséñame el potro que ha nacido la semana pasada. Tu abuelo me ha dicho que
es precioso!
De pronto la brillan los ojos y vuelve a ser como siempre.
- Es muy chiquito y está con su mamá, que no nos deja acercarnos a él!
Luego querrá conocer a Marina, cuando comprenda que la siguen queriendo aunque
ahora tengan un bebé.
Pasan la tarde en casa y Cris, poco a poco, se acerca a la niña, la observa con mucha
atención, la toca con un dedo...
- Betty, verdad que me sigues queriendo aunque tengas a Marina?
- Claro, mi amor. Tú siempre serás mi niña grande y Marina, mi niña chica.
- A que no sabe hacer nada?
- Sólo comer y dormir. Ya te pediré que me ayudes a enseñarle cosas cuando crezca,
quieres?
- Sí! – Piensa un rato y pregunta curiosa. – Y qué es mía?
- Pues digo yo que será tu amiga. – Contesta Armando. - Y cuando sea mayor jugaréis
juntas y lo pasaréis rico.
Y ya más tranquila se va a jugar, aunque viene cada vez que advierte que hay actividad
alrededor de la pequeña: cuando Betty la va a bañar, la da de comer, la cambia...
Cuando su abuela la llama para cenar, no quiere separarse de ellos.
- Carlota, por favor, permítela cenar con todos nosotros. Sólo hoy, ah? – Intercede Betty.
- Sí, abuela. Sólo hoy! Y luego Betty me cuenta el final del cuento del elefantito que
siempre me duermo antes!
- Di que sí, tata! – Interviene Armando divertido. – En mis tiempos no eras tan dura...
Carlota asiente con la cabeza dándose por vencida y vuelve sonriendo a la cocina.
Pasan el sábado en los alrededores de la casa, sin alejarse, y Cris no se les despega.
Dizque tiene que ayudar a Betty con la niña.
CAPÍTULO XXVIII.-
El domingo van a oír misa a la ermita, y cuantos les ven, se acercan a saludar, dar la
enhorabuena por el nacimiento de la niña y asomarse al cochecito para contemplarla.
Marina ha permanecido toda la misa dormida y empieza a rebullirse cuando pasan a la
sacristía para hablar con D. Gonzalo y fijar una fecha para bautizarla.
Después de comer se despiden de Carlota, Félix y Cris, llevan al carro todo lo que han
traído por si la niña lo necesitaba, y regresan a Bogotá.
Comienzan a avisar a la familia y a un reducido grupo de amigos que el bautizo de Marina
será dentro de dos semanas, el sábado 17 de abril en MENDOZA.
“Hoy tuve la noche más rara y maravillosa de mi vida. Estuve con Don Armando y lo
rescaté de un infierno. Nunca en su vida había dependido tanto de mí. Y lo tuve aquí en
mi casa, tan cerca de este sitio en donde tantas veces lo he soñado. Nunca pensé que se
me diera el milagro de compartir una noche con ÉL; aunque fuera su peor noche. Ojalá no
sea la última. Tengo miedo de ese negocio en que se metió Don Armando (El negocio de
Panamá). No sé, tengo un mal presentimiento. Ojalá que no sea nada más que eso: un
mal presentimiento. No soportaría que a Don Armando le pase algo malo.”
Por las mañanas van a Ecomoda a trabajar, y un día que Betty tiene un huequecito entre
dos citas aprovecha y llama a su mamá.
- Aló?
- Mamá, soy yo!
- Bettica, qué alegría oírla? Cómo está mi nieta? Y ustedes?
- Muy bien. Y papá y usted?
- Estupendamente, m´hija! Desde que su papá se disculpó con ustedes, estaba más
relajado y tratable. Pero cuando además le llamaron para que acudiera de nuevo al
trabajo... extraordinario! No me lo puedo creer. Él vuelve a estar feliz y YO estoy SOLA en
casa, haciendo las cosas sin tenerle detrás de mí diciendo lo QUE tengo que hacer y
CÓMO!
- Mamá, me alegro por los dos, pero sobre todo por usted que vuelve a estar tranquila, a
su aire.
- Sí, mamita. Porque es buen hombre, pero muy cansón!
- Mamá, llamo para decirle que hemos pensado ir a verles mañana por la tarde, para que
vean a Marina.
- Aquí estaremos, m´hija! Esperándoles.
- Chao, mamá!
- Chao, Bettica!
El resto del día transcurre sin incidentes dignos de mención, y después de pasear, bañar,
dar la cena y acostar a la niña, cenan ellos y se van a la cama.
Se acomodan como acostumbran.
- Vamos, Betty. Qué me vas a leer hoy?
- Esta noche te leo cuando tú, estando sobrio, me aseguraste que me amabas porque yo
tenía serias dudas, ya que la noche anterior me besaste estando ebrio y yo sospechaba
que aquel primer beso era producto del trago, y no del amor.
“No sé si estoy a las puertas del cielo o del infierno. Pero hoy, Don Armando me confirmó
que es real lo que siente por mí. Me despejó la duda de que todo se tratara de una noche
de tragos. Me dijo que había descubierto una belleza particular en mi. Dijo que parecía un
ángel Que le encantaba mi fragilidad. ¡Dios mío! Encontró cosas en mí que jamás soñé
que un hombre descubriera y menos un hombre como ÉL... Siento tocar el cielo con las
manos, pero siento también que puedo caer en el infierno igual. ÉL debe seguir su
relación con Doña Marcela cuando menos hasta que aclaremos lo que sentimos el uno
por el otro. Y no me afecta. Sé que no la ama, pero también sé que me esperan días
duros para afrontar. El temor a ser descubiertos, y la permanente sensación que me
convertiría en la amante de Don Armando. Yo sé que de cualquier modo no está bien
meterme con un hombre comprometido. No quisiera ni pensar en lo que me haría mi papá
si lo supiera. Yo no puedo negarme a una oportunidad tan importante y tan única que me
brinda la vida. No puedo negarme a vivir el sueño que ÉL me ofrece. Si no lo acepto,
cuándo podré vivir algo así? ¿Cuándo aparecerá otro Don Armando que me haga soñar?
Y no me interesa que existan otros Don Armandos. Lo amo a ÉL y sólo quiero estar con
ÉL. Y ÉL no ama a nadie. A lo mejor soy yo la llamada a ocupar el vacío de su corazón.
Así lo puedo sentir con sus besos, porque hoy me besó. Me besó dos veces. Y me regaló
la luna y la noche. Pero algo se me quedó atravesado cuando me preguntó que sentía yo
por ÉL. Mi timidez fue superior. No fui capaz de confesarle que lo amo desde hace mucho
tiempo... Que todo de ÉL me seduce. Su voz, su loción, su mirada. No fui capaz de
hablarle de mis sueños, donde siempre aparece ÉL, mientras que ÉL me habló de todo lo
que yo le inspiraba. Me acepta tal como soy. Me dijo que yo le parecía bella... Aún no lo
puedo creer.”
Al día siguiente por la tarde, salen de la empresa y pasan a recoger a Marina y Juani ya la
tiene preparada. Les reconoce al verles y les sonríe. Armando se adelanta y la toma en
brazos.
- Pa-pá! Pa-pá! A ver, mi reina, tienes que aprender a llamar a papá.
Y Marina, por no defraudarle, se echa una carcajada que le deja satisfecho y se la pasa a
Betty.
Ésta frota su nariz con la naricilla de su hija y la niña emite gorgoritos de felicidad.
Toman la bolsa con las cosas que pueden necesitar para Marina y se van al barrio de
Palermo.
D. Hermes acaba de regresar del trabajo y está detrás de los visillos, atisbando hasta que
les ve aparcar.
- Julia, ya están aquí! – Y sale a recibirles.
Saluda a su hija y al yerno, toma a la niña y va al salón con ella.
- Atiende, Marina! “A-bue-lo”. A ver, di: “a-bue-lo”. Por lo menos, di “le-lo...”
Todos ríen, incluso la niña. Todos excepto Armando, que se ve reflejado en su suegro y
no le hace gracia. Además ve que Betty le mira socarrona porque ha pensado en lo
mismo que él.
Dª Julia trae unos pasabocas y unos refrescos para ellas, y ofrece un whisky a Armando y
a su marido.
- Venimos a decir que el sábado, día diecisiete, bautizamos a Marina en MENDOZA y
queremos que vengan.
- Pues muy bien, mamita. Pero cómo se llega allí? – Pregunta la abuela.
- Por eso no se preocupen que nosotros pasamos por acá y nos siguen. Siento no
poderles llevar en el coche, pero es que tendremos que acarrear algunas cosas y no
tenemos espacio en el auto. – Dice Armando.
- Ah! Sin problema! Nosotros les seguimos y así no nos perdemos.
- Además, papá. Queremos pedirle que sea el padrino...
- Yo? Cómo así? – Emocionado. – Están seguros?
Armando y Betty asienten sonriendo.
- En ese caso, acepto encantado!
- Ahora tendrá que enseñarla a decir: pa-dri-no... - Bromea Armando.
Siguen charlando distendidos escuchando a D. Hermes, que les habla de su inesperada
vuelta al trabajo.
Esa noche, Betty le lee lo que escribió la primera vez que “estuvieron juntos”.
“Esta noche fui suya, completamente suya. Y fue la noche más bella de mi vida. Al fin el
amor me muestra una faceta hermosa, una faceta sincera, lejos de los desastres que me
dejó la primera experiencia. Fui suya y Él fue mío. Al principio, ÉL tuvo dudas y estuvo
renuente a estar conmigo. Yo me angustié. Pensé que... que no me deseaba, pero me lo
aclaró todo... con palabras. Porque me dijo por primera vez que me ama. Y me lo
confirmó con hechos. Allá en la oscuridad de esa habitación, confirmé y sentí que en
realidad me ama.”
Es viernes, 16 de abril y ya está toda la familia en MENDOZA.
Carlota avisó a varias mujeres para que vinieran a preparar la casa, como siempre que
hay alguna celebración. Así ella se ocupa exclusivamente de cocinar.
Armando y Betty llegan por la tarde, seguidos de los abuelos maternos. Suben a su
habitación y alojan a D. Hermes y Dª Julia en el dormitorio siguiente al suyo.
Una hora más tarde aparecen los abuelos Mendoza, con Camila, Álex y el hijo de ambos,
Rober.
Después de asearse y dejar colgada en los armarios la ropa que usarán al día siguiente,
bajan al salón y salen al porche de la piscina.
Al momento, Carlota les trae unos pasabocas y unos refrescos. Con ella viene una Cris
muy sonriente que se sienta sobre Betty para ayudarla a cuidar de Marina.
Ésta está despierta y muy tranquila en su cochecito y sólo de vez en cuando se la oye
“trabajar” con el chupete:
- Chuik! Chuik!
Entonces, Cris se asoma y la mete y saca el chupete varias veces, hasta que la pequeña
pierde la paciencia y da un gruñido como los que daba su papá hace tiempo.
- #$%&*Ç”#!!!
Cris da un salto hacia atrás y explica asustada:
- Yo sólo jugaba! No se lo iba a quitar! – Y hace pucheros.
Betty la sienta sobre ella para consolarla y le dice:
- No te preocupes, cariño. Es que Marina no entiende las bromas con la comida y con su
chupe...
Cris se tranquiliza, pero toma nota mentalmente de no volver a tocar el chupete de esa
cascarrabias.
Pasan la tarde relajada y tranquila en familia.
Ya por la noche, solos en su dormitorio y con Marina dormida, proceden a cumplir el ritual
de las últimas semanas y se disponen a leer y después comentar algo del diario.
- Vamos, mi amor. Empieza a leer que necesito mi ración diaria de inflar mi ego y elevar
mi autoestima. - Pide Armando con cara de niño bueno y sonrisa de oreja a oreja.
- Tan bobo...! Por qué dices eso? – Pregunta mientras le besa y se deja acariciar por él.
- Porque como sólo me lees lo que escribiste antes de saber que yo era un mal bicho...
pues dices lo importante que soy para ti y lo que me amas.
Sonríe marcando hoyuelos... y QUÉ HOYUELOS!
- Armando, leemos “u qué”?
- Primero “u qué”, y luego leemos, sí?
- Tengo muchas cosas en la cabeza...
- Relájate!
Betty se apoya suavemente contra su pecho y le acaricia, ofreciéndole sus labios.
Él acepta el ofrecimiento y la besa con gran ímpetu.
- Más suave, Armando. Casi no me dejas respirar!
- Respirar es opcional! – Susurra él con voz ronca.
Betty ríe por lo bajo y le acaricia el pecho y los hombros...
CAPÍTULO XXIX.-
Armando siempre alucina. Ella sabe tan bien... Y además, cálida por fuera y ardiente por
dentro. A medida que él sigue mordisqueándola los labios, ella le rodea el cuello con los
brazos.
Betty suspira y jadea levemente, y Armando al oírla, piensa que con ella siempre le
parece la primera vez...
Se encuentran los ojos de los dos y se quedan sin aliento. Luego la lengua de él la quema
como una llama y Betty se estremece mientras Armando recorre el borde de su oreja y
luego explora la cavidad de su boca con inmensa calidez.
Está enloqueciendo bajo sus manos que no cesan de acariciarla, y finalmente la liberan
del leve camisón.
Inmediatamente después, él se desprende del bóxer...
Se acomodan en la blanda comodidad de la cama con las bocas unidas y las
respiraciones fundidas en un solo aliento.
Las manos de los dos llegan a terrenos muy íntimos con el atrevimiento que da la
seguridad de ser bien recibido...
Es una unión total. Una fusión de la dulzura y la pasión. Gimen y se estremecen en
deliciosas oleadas de placer...
Luego, ya saciados, se relajan uno en brazos del otro.
Después, Armando coloca las almohadas mientras ella busca en el diario y selecciona el
fragmento que leerá hoy.
- Ahora te voy a leer lo que escribí después que estuvimos en el apartamento de Mario
Calderón.
“Hoy hicimos el amor de nuevo. Y fue mucho más bello que la primera vez. Nació más de
ÉL que de mí y eso me tiene feliz. Quería demostrarme que yo era la mujer más
importante, la que ama. Me demostró que estoy por encima de todas las mujeres, de las
más bellas. Se afanó por demostrarme que soy más que Adriana Arboleda y que
cualquier modelo. Hoy lo sentí más cerca de mí, lo sentí más mío. Fue más afectivo, más
entregado. Y tuve que contarle ese fragmento de mi pasado que quería olvidar. ÉL me
pidió que se lo contara y así lo hice. Su reacción fue muy bella, estaba conmovido
conmigo, pareciera que le hubiera afectado tanto como a mí. Me escuchó con atención,
como si le doliera cada paso de mi tragedia. Y fue fraternal, me abrazó varias veces. ¡Dios
mío! Gracias por ponerlo en mi camino. Gracias por demostrarme que todavía tengo la
oportunidad de amar y de ser amada. Gracias por devolverme la fe, por demostrarme que
todavía hay hombres como Armando Mendoza: transparentes, honestos, con una gran
capacidad para amar por encima de los prejuicios y de todas las cosas.”
Armando toma el diario de sus manos y lo deja sobre la mesilla. Se pone muy serio y la
hace una declaración solemne.
- Te amo tanto, Betty! No sabía que existía ese sentimiento hasta que tú llegaste a mi
vida. Y después de haber sentido así ya no tiene valor si no la compartes conmigo y te
tengo feliz a mi lado. – Hace una pausa y continúa. – Tampoco quería tener hijos... y
luego te oí contar un cuento a Cris, y otro día la hiciste darme las gracias y me dio un
beso... y en otra ocasión te encontré en un sillón dormida, con ella acurrucada en tus
brazos... y quise tener hijos contigo! Dentro de mí se produjo un terremoto que me rompió
todos los planes y esquemas! Has cambiado mi vida... y ya no puedo NI QUIERO vivir sin
ti! Eres para mí como MENDOZA, mi propia esencia. Pero... con una diferencia: si
perdiera la hacienda sufriría, pero si te perdiera a ti, no sobreviviría.
- Mi amor... - Dice Betty abrazándole y dejándose acunar por él.
Al día siguiente, con el todo-terreno, aprovechan la mañana para enseñar a los padres de
Betty algunas cosas de la hacienda: el lago próximo a la casa, el cerro central, el poblado
“El Grande” y el bosquecillo con la cascada, aunque no les dicen que sospechan que allá
fue concebida Marina.
Los Pinzón quedan verdaderamente impresionados con MENDOZA.
Comen todos juntos los exquisitos platos cocinados por Carlota, y pasan a tomar café al
salón y esperar a que lleguen Cata, Mario y Nicolás con las del cuartel, que vienen
repartidas en los coches.
Instantes después oyen el ruido de un motor que se acerca y Armando se levanta para
salir a recibir a los recién llegados.
Les indica dónde aparcar los carros y les invita a entrar a la casa. Las del cuartel se
encuentran algo cohibidas e indecisas y se ceden el paso unas a otras.
Armando viene del brazo de Cata y hablando con Nicolás y Mario, pero al darse cuenta de
la timidez de las secretarias, se adelanta y toma del brazo a la costurera.
- Cómo así, Inesita? Usted ya ha estado acá! No me diga que no se atreve a entrar.
Vamos!
Y con ella accede al salón seguidos por los demás.
Betty y Dª Margarita salen al encuentro.
- Buenas tardes, muchachas, Cata, Nicolás, doctor Calderón... Muchas gracias por haber
venido a acompañarnos! – Saluda Betty y abraza a la relaciones públicas con gran cariño.
- Buenas tardes! – Contestan todas muy formales.
- Siéntense y pónganse cómodas. Usted, Inesita, venga conmigo a este sofá. – Dice Dª
Margarita.
- Buenas tardes, Inesita. Se acuerda de mí? - Se acerca y la da dos besos.
- Camila, m´hija! Qué alegría me da verla. Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez?
- Mucho! La voy a presentar a mi marido, Álex y a nuestro hijo, Rober.
Luego, Camila se dirige hacia Cata para charlar con ella porque hace mucho que no se
ven.
Toman café y unos dulces que les ha traído Carlota. Se generaliza la conversación y
todas van sintiéndose más tranquilas e integradas, su permanencia allá se vuelve más
grata, y empiezan a fijarse en todos los detalles (para luego poder comentar y chismosear
entre ellas).
- Chicas, voy a subir a preparar a Marina y a vestirme yo porque dentro de una hora
debemos ir a la ermita. Vuelvo en un ratico.
- Siga, siga, Betty. – Animan todas.
Se aproxima a los hombres que hablan sentados en un tresillo más apartado.
- Armando, tenemos que ir a arreglarnos.
- Es cierto, voy. Nicolás, Mario... tómense otro tintico.
Se levanta y suben juntos.
- Ves como Mario se porta juiciosito, Betty?
- Espero que tengas razón y no se ponga ocurrente y chistoso...
Ella no le soporta, pero es el mejor amigo de Armando, casi su hermano. Y desde la
famosa junta no ha vuelto a faltarle al respeto. Armando habló con él muy seriamente y
parece que lo entendió. Se saludan educadamente, pero no tienen ningún tema común de
conversación excepto Ecomoda.
Rato después bajan ya listos: Betty, lleva un traje azul turquesa con la falda sobre la
rodilla. Tiene en brazos a Marina, vestida con el traje de cristianar con que fueron
bautizados su padre y su tía. Armando, con uno de sus trajes, está como acostumbra, de
ututuy! Y la sujeta por el codo bajando a su lado pendiente de ellas.
Se suben a los coches y van uno tras otro hasta la ermita. El padre Gonzalo les espera en
la puerta, acaricia la cara de la niña y entran todos. Tras ellos, también acceden algunos
trabajadores de la hacienda que quieren estar presentes.
D. Gonzalo oficia una sencilla y breve ceremonia en la que bautiza a Marina, actuando de
padrinos su tía Camila y su abuelo Hermes.
Después vuelven a la casa con el sacerdote y dan cuenta de la merienda que Carlota
tiene dispuesta para celebrar.
Empieza a caer la tarde cuando Mario, Cata, Nicolás y las del cuartel deciden que ya es
hora de regresar. Se despiden, besan a Marina y vuelven a Bogotá.
Ellos van a salir al porche, pero comprueban que se ha levantado viento frío y Dª
Margarita encarga a Félix que encienda las chimeneas de los dormitorios.
Siguen de tertulia familiar en el salón y D. Roberto invita a Félix y Carlota a sentarse
también y compartir el rato con ellos. Lo han hecho numerosas veces, cuando la familia
está sola, pues son muchos años de trato y leal amistad.
Marina lleva tiempo durmiendo en la habitación, pero la oyen llorar y Armando sale
corriendo escaleras arriba.
- Aprovecho para despedirme porque no sé lo que tardará en volver a coger el sueño.
Buenas noches a todos. – Dice Betty.
- Buenas noches, hija. Pero yo también me voy a acostar. – Se despide Dª Margarita.
- Y yo, que tengo sueño. – Afirma Dª Julia.
Y uno a uno van desfilando a sus respectivas habitaciones.
Marina no tarda mucho en volver a dormirse, y sus papás se disponen a colocar las
almohadas ante el cabecero e instalarse cómodamente para leer el diario.
- Hoy terminamos, Armando.
- Ya? Pero si has leído muy poco!
- Es que tampoco es tan largo. Escucha, esto lo escribí cuando supe que habías roto con
Marcela:
“Es la primera noche desde que lo conozco que Don Armando tiene libertad de hacer lo
que quiera. Es la primera vez que está libre de las ataduras de Doña Marcela. Imagino
que habrá regresado a su apartamento, sin afán, sin miedo, disfrutando de su libertad,
reorganizando su vida, planeando su futuro y, desde luego, yo no sé si estoy ahí o lo
estaré...” (Mientras Betty escribe esto, se ve a Armando en su apartamento solo).
- Yo creí que me decías que no te casabas con Marcela porque Ecomoda estaba en mis
manos...
- Si no hubieras estado tú, quizá me hubiera casado con ella aún convencido de que era
un error, pero desde que tuve claro que te amaba... jamás dudé!
- Ven conmigo, Armando.
- Dónde vas?
- Aquí mismo!
Y se sienta en el suelo delante de la chimenea. Armando le lee el pensamiento y obedece
sentándose a su lado.
Betty le ofrece el diario.
- Toma, mi amor. Quiero que lo hagas tú.
Y Armando va arrancando una a una las hojas y arrojándolas a las llamas.
Cuando termina pregunta:
- Por qué yo y no tú misma?
- Porque tú eres el único que sigue mortificándose a cuenta de lo que yo sufrí entonces.
Eres el único que no te has perdonado, y he querido que las quemases para que te
convenzas de que ya no existe aquel pasado, aquel karma que dices tú. Lo ha purificado
el fuego y el AMOR!
Armando se levanta, le ofrece la mano para ayudarla a ponerse en pie y la conduce hacia
la cama, donde comienzan a besarse ya sin fantasmas, ni remordimientos añejos.
FIN