Libertad y Necesidad en Hannah Arendt
Libertad y Necesidad en Hannah Arendt
Libertad y Necesidad en Hannah Arendt
La distinción público-privado que hemos visto no estaba referida únicamente a una forma
de pensar el mundo, sino que cada esfera constituía un espacio concreto en donde se
desarrollaban formas materiales de vida. Esto puede verse en el papel que cumplían la
riqueza y la propiedad, las cuales se encontraban en el límite de dichas esferas, pues
representaban el acceso que permitía a los individuos libres participar en la esfera pública
en condición de igualdad con respecto a sus semejantes:
Está claro que la vida pública sólo era posible después de haber cubierto las mucho más urgentes
necesidades de la vida. Los medios para hacerles frente procedían del trabajo, y de ahí que a menudo la
riqueza de una persona se estableciera por el número de trabajadores, es decir, de esclavos que poseía.
Ser propietarios significaba tener cubiertas las necesidades de la vida y, por lo tanto, ser potencialmente
una persona libre para trascender la propia vida y entrar en el mundo que todos tenemos en común
[CITATION Han03 \p 72 \l 2058 ].
Por ello podemos decir que, en la antigüedad, las propiedades materiales, en tanto que
representaban la línea divisoria entre el sostén del mundo y el espacio de desenvolvimiento
del mismo, constituían una base material sólida sobre la que descansaban todos los demás
aspectos de la vida. En general, eran el sustrato que permitía la conformación de la
mundanidad, ese espacio que reúne y separa a los individuos que integran la comunidad,
que les permite gozar de un lugar visible e igualitario entre sus semejantes [CITATION
Han03 \p 62 \l 2058 ], así como percibir los objetos del mundo de una manera objetiva.
Poseer riqueza y propiedades significaba, entonces, contribuir a la manutención de un
espacio que se presentaba siempre constante y cerrado.
Lo que trajo la modernidad, con la conformación de las ciudades-estado y el auge del
capitalismo fue un mayor interés y relevancia en la gestión de la administración de la
economía y demás actividades domésticas que antes se encontraban ocultas ante el ojo
público, es decir, trajo la relevancia del ámbito privado. Esto debido a que la posesión de
riqueza ya no representaba el fin último para la vida de un individuo que se encontraba al
final del camino con la libertad, y tampoco significaba la construcción de una base sólida
para el desenvolvimiento de un mundo acabado; ahora se trataba más bien de un
crecimiento progresivo de la riqueza, la cual no fungía ya como un medio, sino que
constituía un fin en sí mismo. Para los propietarios, entonces, las posesiones materiales ya
no representaban en modo alguno una realización de vida, ahora ellos se encontraban al
servicio del proceso de crecimiento de la riqueza.
Asimismo, la organización familiar dejó de ser irrelevante ante el ojo público para
convertirse en un motor que movilizaba la totalidad de los aspectos de la vida en sociedad,
pues éstos sólo representan ahora un medio para la acumulación de la riqueza.
Cierto es que la riqueza puede acumularse hasta tal extremo que ningún período de vida individual es
capaz de consumirla, con lo que la familia más que el individuo se convierte en su propietario. No
obstante, la riqueza sigue siendo algo destinado a usarlo y consumirlo, al margen de los períodos de vida
individual que pueda sustentar. Únicamente cuando la riqueza se convirtió en capital, cuya principal
función era producir más capital, la propiedad privada igualó o se acercó a la permanencia inherente al
mundo comúnmente compartido. Sin embargo, esta permanencia es de diferente naturaleza; se trata de
la permanencia de un proceso, más que de la permanencia de una estructura estable. Sin el proceso de
acumulación, la riqueza caería en seguida en el opuesto proceso de desintegración mediante el uso y el
consumo [CITATION Han03 \p 74 \l 2058 ].
Las grandes hazañas que antes eran enteramente visibles y ovacionadas por los demás
resultan ahora inapropiadas para el rápido ritmo del uso y desuso del mundo de la
administración social, sin embargo, siguen conservando su encanto en la oscuridad,
convirtiéndose en una especie de tabú.
El mundo social, en cambio, ha adoptado un carácter mecanicista, pues la necesidad de
la organización y el control de una sociedad de masas tiende a la estratificación, al
acomodo en sectores, labor en la que no ha tenido éxito, pues la población es tal que resulta
imposible de manejar para una administración (razón por la cual han surgido disciplinas
como la sociología y la economía, que precisamente buscan estudiar a la población en
términos de contabilidad y secciones). Esto aunado a la tecnificación del trabajo y la
necesaria división del mismo que derivó de ello [CITATION Han03 \p 58 \l 2058 ] , provocaron
que el comportamiento y los intereses de los individuos se redujeran a uno solo: la
manutención de la administración que los controla y ordena. El pensamiento y las palabras
que les son permitidas compartir a los individuos están centrados únicamente en dicho
funcionamiento mecánico. Así, vemos que del lugar concreto que conservaban antes los
ámbitos público y privado representados por el hogar a puerta cerrada y el espacio al aire
libre se ha desdibujado para darle paso a la sociedad y a la intimidad, aspectos que no
poseen un lugar material y que se encuentran conviviendo simultáneamente en la vida
social del individuo. Vemos, por ejemplo, que algunas de las actividades íntimas de los
individuos, como el ocio o el deseo, también pueden ser absorbidas por el ámbito social,
creando aparentes necesidades nuevas que nada tienen que ver con el mantenimiento de la
vida.
Otro problema de la sociedad de masas es la difusión de la información y los
conocimientos. En efecto, a diferencia del ámbito público de la antigüedad, en donde todos
los miembros y objetos participantes eran completamente visibles y por lo tanto se tenía
una perspectiva objetiva de ellos, en la sociedad, debido a que todas las vidas privadas se
elevaron para relacionarse por medio de una especie de hilo que las ata unas a otras sin
relacionarlas ni conjuntarlas, cada quien tiene una perspectiva propia que, si bien se
encuentra moldeada por los intereses de la administración, también se encuentra ligada
directamente con sus intereses privados, ya que, al fin y al cabo, lo que rige sus vidas son
las necesidades. Esto hace que desde el exterior se maneje una información aparentemente
objetiva, pero que los individuos logran ver sólo a través del velo de sus necesidades que
acontecen en soledad, lo que deriva en una deformación de la información:
La privación de lo privado radica en la ausencia de los demás; hasta donde concierne a los otros, el
hombre privado no aparece y, por lo tanto, es como si no existiera. Cualquier cosa que realiza carece de
significado y consecuencia para los otros, y lo que le importa a él no interesa a los demás. Bajo las
circunstancias modernas, esta carencia de relación «objetiva» con los otros y de realidad garantizada
mediante ellos se ha convertido en el fenómeno de masas de la soledad, donde ha adquirido su forma
más extrema y antihumana." La razón de este extremo consiste en que la sociedad de masas no sólo
destruye la esfera pública sino también la privada, quita al hombre no sólo su lugar en el mundo sino
también su hogar privado, donde en otro tiempo se sentía protegido del mundo y donde, en todo caso,
incluso los excluidos del mundo podían encontrar un sustituto en el calor del hogar y en la limitada
realidad de la vida familiar [CITATION Han03 \p 68 \l 2058 ].
Esta carencia de objetividad en la relación de los unos con los otros y con la información
nos permite ver que en la sociedad no hay un espacio para la ejecución de la libre voluntad
en conjunto con los demás, puesto que se encuentra regida por la necesidad. Por lo cual
podemos concluir que necesidad y libertad, tanto en la vida antigua como en la modernidad,
se comportan como opuestos y que su distinción es enteramente real, sin embargo, no debe
confundirse con una oposición excluyente, de modo que una elimine a la otra, sino que
deben entenderse como los dos lados de una misma moneda, entendiendo que una abre el
espacio para la otra y viceversa. En general, podemos ver que la opresión violenta que han
sufrido los más desfavorecidos en ambas épocas no se debe como tal a la distinción de estas
dos esferas, sino a tanto al interés elitista que rigió en la antigüedad y el auge del
capitalismo que permea la modernidad.
Bibliografía
Arendt, Hannah. La condición humana. Barcelona: Paidós, 2003.