Ficha - Inhelder Seminario Deficiencia
Ficha - Inhelder Seminario Deficiencia
Ficha - Inhelder Seminario Deficiencia
El objetivo del escrito es brindar a los alumnos del seminario las tesis centrales
desarrolladas por Inhelder B. en su trabajo publicado en el texto titulado El diagnostico
del razonamiento de los débiles mentales. Se intentó conservar la escritura original, por lo
cual se reproducen pasajes de la obra señalada indicando las páginas omitidas en
relación al texto original. Debido a que la autora utiliza un vocabulario propios de la época
histórica en que se escribió la obra se consideró interesante aclarar su significación, lo
que se hizo escribiendo a continuación del término y entre paréntesis y comillas su
significado de acuerdo al vocabulario actual en el campo de la educación especial.
Cabe aclarar que el texto original esta agotado y no se consigue en las librerías.
Prefacios a la primera y segunda ediciones francesas, escritos por Jean Piaget. (En
esta ficha se conserva la escritura original salvo algunos términos propios del campo de la
educación especial que en la actualidad ya no se usan y se los reemplazo por sus equivalentes).
una de estas nociones, que después de un período más o menos largo de evaluaciones
simplemente perceptivas o intuitivas, caracterizadas por relaciones centradas sobre las
actividades propias, el niño llegaba a descentrar sus juicios y a lograr una cierta
objetividad, a la vez racional y experimental. Ahora bien, este progreso se cumple
siempre de la misma forma: en lugar de seguir el curso irreversible de las
transformaciones perceptivas o de sus acciones, el niño llega en un momento dado a
remontarlo, sustituyendo así la intuición egocéntrica por un modo nuevo de pensamiento
fundado en la composición de las acciones entre ellas y principalmente en la posibilidad
de una composición reversible.
Esto es propiamente la operación: una acción que llega a ser reversible e
integrada en un sistema de acciones semejantes y mutuamente componibles. Por
ejemplo, después de haber negado que el peso de una bola de barro se conserva cuando
se la alarga en forma de salchicha, cuando se la aplasta en forma de galleta, o cuando se
la parte en trozos, el niño de 9 años aproximadamente, admitirá la constancia del peso,
porque se puede devolver a la forma inicial corrigiendo cada una de estas acciones por la
acción inversa, y concebirá así todas las relaciones en juego, como instituyendo un
sistema en el cual cada transformación es compensada por otras. Este sistema de
relaciones o de operaciones es lo que nosotros hemos llamado un agrupamiento, y el
criterio de la aparición de un agrupamiento es una noción de conservación (conservación
de la materia, del peso o del volumen).
Ahora bien, se habría podido considerar que estos resultados interesan
simplemente al mecanismo de la inteligencia conceptual o reflexiva: caracterizando un
dominio determinado, como un juego limitado al campo cerrado del pensamiento,
hubieran conservado una cierta importancia para los que analizan o forman la razón,
psicólogos de la inteligencia, educadores, o profesores de matemáticas, pero sin
franquear las fronteras de este universo puramente intelectual.
Sin embargo la Srta. Inhelder, absolutamente convencida de la realidad de la
operación, no ya solamente en los productos acabados del pensamiento, sino en el
mecanismo mismo de su desarrollo, ha osado emitir la hipótesis de que los retrasos y las
anomalías (“alteraciones”) de este desarrollo, deberían reconocerse como retrasos o
fijaciones en la elaboración de las operaciones mismas y de sus agrupamientos. Sobre
todo, ha tenido la audacia de suponer que un método, originariamente concebido para el
análisis de los agrupamientos operatorios propios de los niños normales, dirigidos a los
hábitos de la inteligencia verbal y escolar, podría aplicarse, tal cual, a las investigaciones
diagnósticas e incluso al pronóstico en el campo tan complejo de la debilidad mental
(“discapacidad mental”).
Encargada por el Departamento de Instrucción Pública del cantón de Saint Gall
para organizar un servicio de psicología escolar, cuya tarea esencial era la detectación y
la orientación de los niños anormales o retrasados, la Srta. Inhelder decidió someter a
sus alumnos a las mismas pruebas que había aplicado con tanta habilidad a los
escolares normales. Nos alegramos de ello, por el interés científico que iba a tener esta
comparación, pero reconocemos no haber sospechado que este método llegaría a ser
fundamental en su práctica cotidiana.
El primer motivo de asombro ha sido constatar –y si la Srta. Inhelder no dudaba
de este resultado preliminar, otros quizá estaban menos convencidos de antemano- que
los estadios observados en el niño normal, a lo largo del desarrollo operatorio, se
encontraban con una impresionante regularidad en las personas con discapacidad
mental. El hecho de que sobre más de 150 casos examinados, ninguno haya llegado a la
conservación del peso sin tener la de la materia, ni a la del volumen sin tener las dos
precedentes, mientras que a la inversa no era así, es un hallazgo que por sí solo
justificaría esta obra.
Pero el éxito profesional que la Srta. Inhelder ha sabido obtener en un cantón
donde sus servicios estaban organizados a título de experiencia, ha demostrado aún otra
cosa: la detectación, siempre tan delicada, de los niños retrasados (“niños con
discapacidad mental”), y sobre todo la determinación de su nivel intelectual exacto -
3
En la primera edición de esta obra, expusimos las razones por las cuales una
escala métrica del tipo Binet-Simon-Terman nos parecía insuficiente para establecer un
diagnóstico del razonamiento, y señalamos la necesidad de analizar cualitativamente los
procesos y estructuras de las operaciones del pensamiento, sin disponer no obstante por
el momento, de una gama de pruebas suficientemente amplia, ni de medios estadísticos
bastantes finos para establecer una escala operatoria propiamente dicha. Desde
entonces, una serie de experiencias genéticas nuevas, alguna de las cuales se prestan a
ser transformadas en pruebas de diagnóstico, combinadas con las antiguas, nos hacen
capaces de constituir una escala de este tipo.
Desde la aparición del libro: El desarrollo de las cantidades físicas en el niño1, los
estudios realizados por Piaget y nosotros mismos, se han extendido en efecto a otros
aspectos del conocimiento en el niño, en particular a la génesis de las nociones del
espacio 2 y de la geometría3, de la velocidad 4, del tiempo 5, del azar 6, a la formación de
una lógica elemental de clases 7, y, finalmente, se han centrado sobre el paso de las
operaciones concretas en el niño a las operaciones formales en el adolescente8. Más
recientemente todavía, nosotros hemos abordado, con Piaget y sus colaboradores en el
Instituto, un conjunto de investigaciones sobre la formación del simbolismo apoyado en
imágenes en sus relaciones con la constitución de las operaciones9
La extensión de estos estudios nos ha permitido tener una visión de conjunto, no
solamente ampliada, sino sobre todo más coherente, sobre la manera cómo los niños de
nuestra civilización construyen progresivamente su representación del mundo y sobre los
instrumentos de pensamiento indispensables para la elaboración de sus conocimientos.
Estas investigaciones, orientadas originalmente hacia una epistemología genética y un
análisis de las estructuras lógicas, nos han suministrado retrospectivamente un cuadro
bastante completo de la génesis de las operaciones que el niño elabora en el curso de su
1
J PIAGET Y B. INHELDER: le developpement des quantites physiques chez l’enfant. 1ª ed. 1941, 2ª ed.
1961, Delachaux et Niestlé, Neuchatel y Paris.
2
J PIAGET Y B. INHELDER: La representation de l’ espace chez l’enfant. 1947, presses Universitaires de
France.
3
J. PIAGET Y B. INHELDER y A SZEMINSKA: La geométrie espontanée chez l’enfant. 1948, P.U.F
4
J. PIAGET: Les notions de mouvement et de vitesse chez l’enfant. 1946, P.U.F.
5
J. PIAGET: Le développement de la notion de temps chez l’enfant. 1946, P.U.F.
6
J. PIAGET Y B. INHELDER: La genese de lìdée de hasard chez lènfant. 1951, P.U.F.
7
B. INHELDER y J. PIAGET: La genese des structures logiques elémentaires. 1959. Delachaux et Niestlé,
Neuchatel et Paris.
8
B. INHELDER y PIAGET: De la logique de l’enfant a la logique de l’adolescent. 1955, P.U.F.
9
J. PIAGET y B. INHELDER: Le developpement des images mentles chez l’enfant. Journal de Psychologie
normale et pathologique, nº 1-2, 1962, y Traité de psychologie expérimentale. Ed. P. Fraisse et J. Piaget,
1963, tomo VII, P.U.F.
6
Las pruebas llamadas operatorias tienen de particular (...) que permiten examinar
las etapas de formación de las operaciones de que dispone el niño (...) para resolver un
conjunto de problemas del mismo tipo o de la misma estructura, tales como, entre otros,
clasificar o seriar objetos, aceptar una invariación o variaciones cuantitativas después de
transformaciones figuradas, o imaginar un sistema combinatorio correspondiente a una
red de operaciones formales.
Recordemos que una operación -tal como Piaget la concibe- es una acción
susceptible de desarrollarse interiormente y cuya característica fundamental es su
reversibilidad. La actividad cognitiva del niño deviene operatoria a partir del momento en
que adquiere una movilidad tal que una acción efectiva del sujeto (clasificar, adicionar,
etc.) o una transformación percibida en el mundo físico (de una bola de plastilina, de un
volumen de líquidos, etc.) puede ser anulada en el pensamiento por una acción orientada
en sentido inverso o compensada por una acción recíproca. Si tales son las
características de una operación concreta, las operaciones formales pueden ser
consideradas como operaciones de segunda potencia porque constituyen, por ejemplo,
un sistema combinatorio de clases o un grupo de relaciones, que reúne en un conjunto
nuevo los sistemas de operaciones concretas.
Querríamos evocar brevemente, a título de ejemplo, algunas de las experiencias
relativas a la formación de las operaciones concretas y bosquejar otras, que dilucidan el
paso a las operaciones formales, sobre las cuales se podrían fundar hoy métodos de
diagnóstico del tipo descrito en este volumen, pero generalizándolos.
a) Pruebas de conservación
Las situaciones experimentales que nos permiten captar lo más claramente
posible las etapas de la formación de la operatividad concreta en el niño lo mismo que en
el débil mental (“discapacitado mental”), son aquéllas en que el sujeto, enfrentado a
modificaciones figurales, debe juzgar sobre la conservación de las cantidades totales a
través de las transformaciones de su disposición o de su apariencia. En efecto, para
llegar a afirmar con certeza esta invariación de la cantidad justificándola con argumentos
lógicos, el razonamiento debe apoyarse sobre un sistema móvil de operaciones que
implican la consecución de un cierto grado de reversibilidad sin el cual toda articulación
del razonamiento permanece oscilante.
Animados por el valor diagnóstico de las pruebas de conservación física en el
estudio de los débiles (“personas con discapacidad mental”), extendemos actualmente
nuestra escala a otras pruebas del mismo tipo tales como la conservación de
equivalencias numéricas establecidas por correspondencia de término a término o por
intercambio de uno por otro, la conservación de cantidades discontinuas o continuas en el
7
16
J. PIAGET: La formation du symole chez l’enfant. 1946, Delechaux et Niestlé, Neuchatel et Paris.
9
(...)
17
J. RANSON: Aplication des épreuves de Piaget-Inhelder a un groupe de débiles mentaux. 1950
18
R. ZAZZO: Nouvelles recherches sur la débilité mentale. 1960, nº 4-5, P.U.F.
11
Zazzo, asimismo, menciona esta noción de viscosidad genética que, según él,
concuerda con la extrema debilidad del dinamismo intelectual puesta en evidencia por
su colaborador M. Hurtig. Según el equipo parisino, el débil (“discapacitado mental”)
experimentaría más dificultades para adaptarse a situaciones verdaderamente
nuevas, porque el condicionamiento le priva o le dificulta la operación mental. Así se
explica, por lo menos en parte -hace notar Zazzo- la inercia oligofrénica (“de la
discapacidad mental”) descrita por Luria, y, sobre todo, la viscosidad genética
analizada por Barbel Inhelder: el niño débil (“discapacitado mental”) regresa más a
menudo que el niño normal a modos anteriores de pensamiento, de los cuales tiene
un hábito más prolongado. Recae en ellos como en carriles más profundamente
excavados.
c) Las investigaciones emprendidas en Marsella confirman por una parte el
hecho de que la construcción operatoria del niño débil (“con discapacidad mental”)
sigue el mismo camino que la del niño normal, pero queda inacabada. Por otra parte,
según una comunicación verbal llena de interés del Dr. Cahier, la desintegración
después del fin de la escolaridad en el débil (“con discapacidad mental”), se haría
más rápidamente que en sujetos normales. Si este fenómeno se revelara como
general, sería de una significación teórica evidente mostrando la importancia, para la
estabilidad del pensamiento, de la integración de las estructuras inferiores en las
estructuras superiores.
d) Incluso en Ginebra, investigaciones que están en curso en el cuadro de la
Policlínica psiquiátrica sobre las diferentes manifestaciones de la debilidad
(“discapacidad mental”) en los niños del mismo nivel mental pero de edades
cronológicas y etiologías diversas, utilizan nuestras pruebas, esperando así captar la
multitud de aspectos dinámicos del razonamiento en sujetos que han quedado fijados
a un mismo nivel de estructuras operatorias.
e) A propósito de los exámenes de niños en las diversas escuelas de
Ginebra, hemos tenido ocasión de analizar los procesos del pensamiento de
preadolescentes que presentan diversos trastornos de adaptación escolar. Importaba,
pues, poner en evidencia las potencialidades de desarrollo de cada sujeto y
determinar si las limitaciones de este potencial dependían o no de una verdadera
debilidad (“discapacidad mental”). Nos interesamos entonces más particularmente por
los casos límite, inferiores y superiores, de la debilidad (“discapacidad mental”). Como
disponemos hoy de un conjunto de pruebas que ponen en evidencia los diferentes
niveles del pensamiento concreto y formal, nos hemos preguntado sobre todo hasta
qué punto el razonamiento alcanzado por los débiles (“discapacitados mentales”) de
nivel óptimo estaba caracterizado o no por una homogeneidad de las formas de
pensamiento, para cierta clase de pruebas consideradas.
Si la operatividad estuviera esencialmente determinada por los contenidos sobre
los cuales trabaja, estando dichos contenidos formados por la experiencia diaria, por
las relaciones socio-lingüísticas y más particularmente escolares, podría esperarse en
los débiles (“discapacitados”) de 13-14 años que han seguido durante siete y ocho
años una escolaridad especial, una gran variedad de soluciones según los problemas
planteados. Por el contrario, si se pudiera admitir que la operatividad no está
determinada principalmente por los contenidos asimilados, sino que dependería más
fundamentalmente de una actividad constructora por parte del sujeto, debería
encontrarse una coherencia parecida a la que conocemos en el niño normal.
En efecto nuestros primeros sondeos -que exigen aún un examen más atento-
parecen indicar que en los débiles (“discapacitados”) gravemente afectados que se
sitúan en el límite de la Imbecilidad (“discapacidad moderada”) existe una
homogeneidad sorprendente entre los diferentes modos de razonamiento, una
concordancia que nos permite situar las estructuras operativas a un nivel preciso de la
evolución genética. Diríamos incluso que esta homogeneidad es aún más grande en
los débiles profundos que en los niños normales en plena evolución.
12
sin embargo, ser admitido en clase normal, si debía seguir una enseñanza especial o si
era necesario liberarle de la escolaridad obligatoria. No hay que decir que tales
decisiones, que implican muchas veces el internado en un establecimiento para
anormales, deben apoyarse en un estudio clínico preciso del nivel y del equilibrio mental.
En ciertos casos uno rápidamente se percata de la naturaleza y el grado de la deficiencia
mental, por ejemplo cuando se trata de un idiota (“discapacidad mental severa”) incapaz
de todo aprendizaje o de un imbécil (“discapacidad mental moderada”) a internar, con
preferencia, en una institución para retrasados. Tales casos exigen, muchas veces, un
diagnóstico a fondo. Las cosas se complican aun cuando no se trata de puros retrasos
sino de trastornos del equilibrio afectivo e intelectual.
El psicólogo encargado de la orientación escolar de estos sujetos está llamado
muchas veces si no a establecer un status completo de la organización mental, por lo
menos a hacer un diagnóstico diferencial del retraso, es decir, a discernir en el conjunto
de las manifestaciones anormales las que revelan una deficiencia intelectual, para
determinar el grado y las posibilidades de su evolución ulterior.
Ahora bien, los tests clásicos de desarrollo global que llegan a la determinación de
edades mentales, de cocientes intelectuales o de perfiles psicológicos, más bien miden el
rendimiento que analizan los procesos mismos y, por este hecho, nos parecen
insuficientes para establecer un diagnóstico de debilidad mental.
(...)
Habiendo estudiado, en colaboración con J. Piaget, la génesis de un mecanismo
operatorio del razonamiento, cuyas etapas sucesivas se construyen por diferenciación e
integración, hemos creído posible adaptar nuestras investigaciones genéticas al
diagnóstico mental. Según nuestra hipótesis, los estadios operatorios podrían
suministrarnos un modelo de desarrollo sobre el cual los fenómenos de debilidad del
razonamiento se dibujarían bajo forma de detenciones y fijaciones anormales.
Las pruebas que proponemos aquí han sido extraídas de nuestra obra El
desarrollo de las cantidades en el niño19. Así como interrogamos precedentemente a
jóvenes normales con respecto a la conservación de la materia cuando se deforma una
bolita de plastilina, cuando se disuelve un trozo de azúcar, y sobre las composiciones de
peso o de volumen, nos serviremos ahora de estas experiencias para estudiar el
razonamiento de los débiles mentales.
Las pruebas operatorias suponen naturalmente un mínimo de comprensión y de
intercambios intelectuales, y por este hecho se aplican con preferencia al diagnóstico de
los grados superiores de oligofrenia (“discapacidad mental”). Los análisis clínicos que
presentaremos en esta obra se limitan, a aquellos sujetos que se acostumbra a designar
bajo el nombre de débiles mentales (“discapacitados mentales”). Sobre todo nos
interesamos “los niños” de edad escolar, pero igualmente examinamos un número
suficiente de adultos que habían quedado definitivamente fijados a este nivel.
Al reunir así más de un centenar de sujetos, considerados todos ellos por médicos
y pedagogos especializados como afectados de debilidad (“discapacidad”), nos
sorprendió por otra parte, la ambigüedad de la definición, no obstante de uso corriente,
de la debilidad (“discapacidad”). Algunos autores se apoyan en indicios físicos o
psicomotores. Otros se basan más en las deficiencias de adquisiciones escolares o en
las dificultades de integración social; otros aún indican edades mentales o cocientes
intelectuales. Pero incluso en la evaluación cuantitativa, subsiste un amplio margen de
variabilidad según los tests. (...) Ahora bien, en el dominio del razonamiento, la práctica y
la experiencia diagnósticas nos han conducido a la siguiente delimitación: el
razonamiento del débil (“discapacitado mental”) está caracterizado por una construcción
operatoria inacabada. Mientras que el idiota (“discapacitado mental moderado”) y el
imbécil (“discapacitado mental severo”) son incapaces de llegar al empleo de los métodos
operatorios de pensamiento -no conocen más que los métodos preoperatorios,
19
J.PIAGET et B. INHELDER: le developpement des quantites chez l’enfant. Delachaux et Niestlé,
Neuchatel et Paris, 1941.
14
práctica del diagnóstico mental. Deseamos que él encuentre aquí la expresión de nuestro
profundo reconocimiento por el benévolo apoyo que nos ha testimoniado a lo largo de los
estudios.
En el Instituto de Ciencias de la Educación, fundado e inspirado por Edouard
Claparéde, hemos tenido el privilegio de encontrar el ambiente favorable para las
investigaciones de psicología genética y clínica.
Además, debemos agradecer, muy vivamente, a los Señores Directores Pluer
Grob Niedermann y Klaui la amabilidad con que han puesto a nuestra disposición los
sujetos de experiencias de los establecimientos que ellos dirigen.
B.I.
16
CAPITULO PRIMERO:
(…) Se desarrollará solo el punto III, si al alumno le interesa profundizar los puntos
indicados con los números I y II puede consultar la obra de la autora.
20
J. PIAGET: Le langage et la pensée chez l’enfant. Delachaux et Niestle, Neuchatel et Paris,1923.
19
Ahora bien, esta estructura, que según la expresión de Claparede, era hasta
entonces un puzzle en el que faltarían piezas esenciales, mientras que otras piezas que
parecen prestadas de otro juego, no pueden encontrar su sitio21, Piaget la ha explicado
primeramente por la existencia de dos planos de alguna manera antagonistas del
pensamiento; el primero de ellos está dominado por el egocentrismo, el segundo obedece
a las normas del intercambio social. El desarrollo del razonamiento, al desenvolverse
entre estos término durante el período de la infancia de 3-4 años a los 11-12 años, marca
así la desaparición progresiva de un sistema de pensamiento en favor de otro.
Detengámonos un instante en el egocentrismo, núcleo funcional y estructura
original del pensamiento infantil hasta los 7-8 años, y del que vamos a observar en el
curso de nuestra investigación, manifestaciones no menos claras en algunos débiles
(“discapacitados”) mentales. Ante todo, el interés de esta acción nos parece que es el de
postular la unidad y la coherencia de la mentalidad infantil, que difiere del pensamiento
adulto esencialmente en naturaleza y no solamente en grado. Esta mentalidad,
considerada hasta entonces esencialmente por sus caracteres negativos, tales como la
incapacidad para el pensamiento formal, la imposibilidad de hacer síntesis, la
insensibilidad a la contradicción, la impermeabilidad a la experiencia, la ausencia de
deducción, la dificultad de toma de conciencia, dilucidada por el egocentrismo, toma una
significación positiva, cuyos rasgos invocados señalan aspectos interdependientes y
complementarios, que testimonian una estructura sui generis del pensamiento.
Funcionalmente, el egocentrismo se manifiesta por el predominio de la búsqueda
de la satisfacción inmediata sobre la búsqueda de la verdad. Carácter que resalta entre
otras cosas por la ausencia de la necesidad de verificación en el niño. Es un pensamiento
cuyos intereses apuntan ya a una adaptación intelectual, pero cuya estructura queda sin
embargo penetrada de tendencias lúdicas. Desde este punto de vista, puede estar
situada, pues, como intermedio entre el pensamiento socializado y lo que Bleuler y los
psicoanalistas han llamado el pensamiento autístico. En lugar de situarse con relación a
la realidad objetiva, el pensamiento egocéntrico se ignora a sí mismo y como
consecuencia lo reduce todo al yo, sin saberlo.
En cuanto a su estructura, el razonamiento egocéntrico escapa a las normas de la
discusión y del intercambio intelectual en general. Por una feliz anticipación que no ha
encontrado su plena significación más que en la teoría del agrupamiento -llegaremos a
ello en seguida-, Piaget la define desde sus primeros escritos como esencialmente
irreversible, en los antípodas de las operaciones equilibradas y reversibles del
pensamiento lógico. La irreversibilidad del proceso se señala en principio por la
incapacidad del niño para hacer hipótesis, porque su pensamiento afirma de inmediato
cada idea bajo la forma de una creencia -estadio pitiático de Janet-. Una vez encaminado
en una dirección, aun cuando ésta es reconocida como falsa, no sabe volver al punto de
partida, para volver a emprenderlo de nuevo. -El estudio del orden de los acontecimientos
en el relato es un excelente ejemplo-22.
En segundo lugar, la irreversibilidad de los contenidos del pensamiento está
ilustrada por la ausencia de constantes físicas, ya que el mundo exterior está concebido
como el desarrollo de estados únicamente transitorios, sin permanencias subyacentes.
En tercer lugar, la irreversibilidad de estructura se manifiesta por el razonamiento
transductivo, distinto a la vez de la inducción y de la deducción, el cual razona por fusión
sincrética de juicios sin unión de necesidad lógica.
Si el pensamiento del niño constituye así un sistema coherente cuya expresión
más general es el egocentrismo, ¿cómo se consigue la evolución al término de la cual se
encontrará el equilibrio móvil de las operaciones lógicas? Evidentemente, no es ni la
adición de datos adquiridos, ni la aparición de funciones nuevas que se integran a
posteriori solamente, lo que podrá dar cuenta de una transformación tal, sino solamente
21
Le langage et l pensée chez l’enfant, préface de CLAPAREDE: p. VIII
22
J. PIAGET et KRAFFT: La notion de l’ordre des événemnts et le test des images en désordre chez l’enfant
de 6 a a10 ans. Archives de psychologie, t. XIX, 1925.
20
23
J. PIAGET: La représentation du monde chez l’enfant. Alcan, París, 1926.
24
J, PIAGET: La naissance de l’intelligence chez l’enfant. Delechaux et Niestlé, Neuchatel et Paris, 1941.
25
J. PIAGET: Les trois systemes de la pensée de l’enfant, 1929.
21
de construir una ley por vía inductiva, pero no llega de la misma forma a la explicación
correcta. Es solamente en el estadio final cuando la explicación alcanza la previsión. Por
ejemplo, la elevación del nivel del agua cuando se sumergen objetos sólidos, es prevista
y explicada en el estadio primitivo por el peso; en un estadio intermedio, la previsión es
correcta, es decir, en función del volumen solamente, siendo éste diferenciado del peso,
mientras que en la explicación el niño recurre todavía a la noción primitiva del peso.
La enseñanza que se obtiene de estos hechos es doble: si por una parte, hay
continuidad evidente entre la organización sensorio-motriz o inteligencia práctica y el
pensamiento racional, éste por otra parte, no es la prolongación directa del primero, como
querrían los positivistas; entre estos dos sistemas viene a intercalarse un tercero, que es
el pensamiento egocéntrico (…). Examinaremos sucesivamente los dos aspectos: la
continuidad del funcionamiento de la inteligencia y la variación de estructuras o de
sistemas que ella crea en el curso de su desarrollo.
¿Por qué mecanismos está asegurada la continuidad de la evolución intelectual?
La respuesta que Piaget da a esta cuestión, de significación central para toda teoría
genética, traduce de inmediato su punto de vista biológico, punto de vista que englobará
el pensamiento como un caso particular de adaptación, sin ser esto contradictorio con la
tesis de la socialización del pensamiento. La inteligencia, definida ahora como proceso de
adaptación, más restringida en sus comienzos que la adaptación biológica desbordándola
más tarde, es esencialmente una organización cuya función consiste en estructurar el
universo. Las invariantes funcionales comunes a todas las estructuras biológicas, que
constituyen como consecuencia también formas psicológicas, son la organización y la
adaptación, de las cuales la primera asegura la conservación del organismo y la segunda
su intercambio con el medio por dos mecanismos complementarios: la asimilación y la
acomodación. En la naissance de l’intelligence, en efecto, asistimos al desarrollo de este
proceso de adaptación continua, que comienza con el ejercicio de mecanismos
hereditarios, y se termina por la invención de medios nuevos y por la combinación mental.
Desde los reflejos a las primeras operaciones inteligentes, la asimilación, que organiza
los esquemas sensorio-motrices, y la acomodación, que los diferencia, antagonistas
ambos procesos en su principio, se completan en una colaboración cada vez más íntima,
y alcanzan el equilibrio en la composición reversible de esquemas de acción.
La continuidad funcional, observada en el plan sensorio-motor, se prolonga a nivel
del pensamiento reflexivo. Por no escoger más que el ejemplo de las constantes físicas
de las que hemos analizado la génesis en otra parte26, y que volveremos a tomar a título
de prueba de razonamiento en esta obra, se constatara en efecto en el curso de los dos
primeros años, la elaboración de la noción de objeto, primer principio de conservación
que el niño es capaz de elaborar. Durante un primer estadio, el universo no es más que
una serie de cuadros que aparecen y desaparecen, hasta que el niño termina por
introducir constantes. Tres procesos sincrónicos concurren en la elaboración de la noción
de objeto: la acomodación de los órganos que permiten la previsión, la coordinación de
los esquemas que organizan los múltiples aspectos y cualidades del objeto, y la
deducción sensorio-motriz que concilia la permanencia con los cambios y
desplazamientos aparentes. Así el niño sabe sortear los obstáculos para encontrar los
objetos escondidos, reconocerlos en sus diferentes perspectivas y reconstruir su
trayectoria.
Una vez establecida esta constante del objeto, el niño de 4 a 11-12 años pasa
exactamente por las mismas etapas de la construcción racional, cuando, en lugar de
encontrar el objeto desaparecido, trata de peguntarse su permanencia a través de
variaciones de forma o de estado sustancial, creyendo en principio; hasta los 6-7 años
aproximadamente, el niño, cree por ejemplo, en la desaparición completa del azúcar
disuelto en el agua, para atribuirle sucesivamente la invariancia de la cantidad, del peso y
del volumen. Los mecanismos de asimilación y de acomodación, al término de este
desarrollo, devienen de la interacción de la deducción y de la experiencia.
26
J. PIAGET et B. INHELDER: El desarrollo de las cantidades en el niño. Ed. Nova Terra, 1970.
22
Pero podría uno preguntarse por qué este desarrollo no es lineal, y sufre
desfases, es decir, ¿por qué las dificultades vencidas en el plano sensorio-motor
reaparecen a nivel de la inteligencia conceptual? Esto es precisamente debido a que hay
diferentes planos de la elaboración intelectual, y a que, de un nivel a otro, las invariantes
funcionales cambian de estructura. (…)
Enriquecido por el estudio de las primeras manifestaciones de la inteligencia
sensorio-motriz, Piaget aborda, en efecto, la noción de operación ¿Qué es una operación
en términos de acción adaptativa? Es una acción que ha llegado a ser reversible porque
la asimilación está en equilibrio con la acomodación. Ahora bien, Piaget va a examinar el
mecanismo del razonamiento lógico, por el doble método del análisis genético y
axiomático. El descubrimiento, que abre nuevas perspectivas sobre la significación
psicológica de la lógica y de sus relaciones con las matemáticas, consiste en que las
operaciones que constituyen las clases, las relaciones y los números forman siempre
agrupamientos o grupos27. En efecto, la operación lógica no aparece nunca en estado
aislado como un juicio sin contexto, sin siempre, como un sistema de conjunto, que
puede, a la vez, coordinarse con otros y desarrollarse en los dos sentidos. Este doble
carácter de composición y de reversibilidad, asegura la fecundidad y el rigor del
razonamiento. Toda la obra concerniente a Le développement des quantites chez
l’enfant, nos muestra que los principios de conservación descansan sobre los
agrupamientos de las operaciones físicas de colocación y de composición partitiva
constituidos por los cuatro mecanismos siguientes: la operación directa, la operación
inversa, la asociatividad y la operación idéntica.
Pero el agrupamiento, en tanto que modelo de equilibrio de las nociones
racionales, ¿no tiende quizá a suprimir la misma evolución? Esta es la cuestión que surge
necesariamente y a la que Piaget, en un artículo-programa28, intenta responder,
esbozando un cuadro genético en el que los diferentes niveles de evolución psicológica
se superponen según un orden de diferenciación de sus equilibrios. A nivel sensorio-
motor, habría un solo sistema de agrupamientos, el de los medios y los fines, mientras
que a nivel del pensamiento reflexivo, éste se diferenciaría simultáneamente en
agrupamientos prácticos, lógico-aritméticos y físicos. Del mismo modo, en cada uno de
los planos, habría diferenciación progresiva de las nociones elaboradas, ya que el
agrupamiento no es un mecanismos que opera sobre cualquier contenido, sino que lo
estructura en un orden de integración del cual son un ejemplo los desfases entre las
nociones de conservación de sustancia, de peso y de volumen en la física del niño. El
agrupamiento, coronamiento de un proceso evolutivo lejos de quedar exterior a él,
constituiría al mismo tiempo la ley inmanente de su estructuración progresiva.
Semejante teoría, que orienta de inmediato un conjunto de investigaciones de las
cuales se puede esperar que permiten un día precisar más finamente aún las etapas y el
desarrollo con la discontinuidad de las estructuras acabadas y cerradas sobre ellas
mismas. Contrariamente a la concepción del desarrollo por adición progresiva de
resultados adquiridos, éste no es seguido aquí solamente en sus efectos, sino en su
mismo desarrollo operatorio. Por otra parte, sin estar obligado a apelar a la creación
desde la nada de funciones nuevas, o a referirlas a la maduración de sistemas
neurológicos concomitantes para tener en cuenta su orden de integración, la teoría del
agrupamiento operatorio procura captar la ley interior del desarrollo.
(…)
El agrupamiento operatorio, que determina el equilibrio y la génesis de las
nociones racionales, ¿es, al mismo tiempo, un principio explicativo del desarrollo mental?
En particular, los estadios que caracterizan la formación y la integración de los principios
de conservación de la materia, ¿son niveles psicológicos tanto como etapas de la
construcción lógica? Esta es la cuestión que nos hemos planteado, y al estudio de la cual
27
J. PIAGET:Classes, relation et nombre. Ensayo sobre los agrupamientos de la logística y la reversibilidad
del pensamiento. Impreso en Vrin en París 1958.
28
J. PIAGET: Le mécaniisme du développement mental et les lois du groupement des operations, 1942.
23
querían contribuir los próximos capítulos. Situándonos en el punto de vista del desarrollo
individual, trataremos de poner de manifiesto la significación psicológica del desarrollo
operatorio. Las operaciones lógicas o, en el caso de la conservación de la materia, las
operaciones físicas que un individuo podrá efectuar, ¿pueden considerarse como un
índice de su nivel mental y de su equilibrio intelectual? Si esta hipótesis fuera exacta, se
podría esperar encontrar débiles (“discapacitados”) mentales que han quedado fijados en
estadios inferiores del desarrollo operatorio, o en oscilación entre dos niveles.
La observación de un paralelismo entre la construcción racional y el desarrollo
mental individual, lo mismo que la correspondencia de sus etapas respectivas, aportarían
un precioso apoyo a una teoría genética de la organización operatoria, por el hecho de
que las detenciones patológicas fijen quizá más exactamente que los estados transitivos
del desarrollo normal, los sistemas cerrados del agrupamiento y el orden de su
integración.
Además, y sobre todo, la cuestión se plantea bajo una forma esencialmente
práctica: ¿podrá el análisis operatorio servir de procedimiento de diagnóstico que
suministre signos clínicos dependientes de deficiencias del razonamiento, permitiendo,
así, determinar diferentes tipos o niveles de debilidad (“discapacidad”)? ¿Y los cuadros a
los que esperamos llegar, acaso serán a la vez bastante plásticos y bastante claramente
circunscritos para ser integrados en un diagnóstico de conjunto?
Para estudiar estas cuestiones, tanto desde el punto de vista teórico como
práctico, ¿con qué método vamos a proceder? Exactamente con el que hemos empleado
para el estudio de las normas racionales en la obra publicada en colaboración con Piaget,
Como anteriormente, en el caso de los niños normales, vamos a asociar los sujetos
débiles a algunas experiencias, incitándoles a efectuar operaciones físicas: elaborar
delante de nosotros los principios de conservación de sustancia, de peso y de volumen, o
componer igualdades cuantitativas. Para el estudio genético de las cantidades, era de
gran interés reunir una gran variedad de experiencias, cada una de las cuales analizaba
un aspecto particular de la cuantificación física, y cuya coherencia de resultados nos
parecía permitir la hipótesis de una construcción operatoria; cuando se trata del
diagnóstico de razonamientos individuales, se impone una elección entre las pruebas
posibles. En efecto, lo importante es asistir a un verdadero proceso de adaptación cuyas
operaciones determinen los niveles psicológicos. Ahora bien, las pruebas que responden
mejor a estos criterios nos parece que son las tres siguientes:
1- La deformación de las balitas de barro, cuyo mecanismo operatorio es
inequívoco, y los estadios de integración muy claros;
2- La disolución del azúcar en el agua, que además permite analizar las
operaciones en un contexto experimental interesante, ya que apela a la vez a la
construcción operatoria, al razonamiento experimental y a la composición de
esquemas representativos;
3- Solamente a título de contra-prueba, la experiencia llamada “de las barras”,
que exige una composición deductiva de objetos de pesos iguales, pero de sustancia
y de volumen heterogéneos.
Puede se interesante combinar las tres pruebas, ya que la homogeneidad o la
divergencia de sus resultados suministran índices para la determinación de los equilibrios
intelectuales.
Si bien estas experiencias de física nos parece que se prestan con preferencia al
diagnóstico operatorio, es de prever que otras pruebas, como por ejemplo las que hayan
sido estudiadas en La genése du nombre, llegarán a resultados parecidos, a condición
siempre de ser manejadas clínicamente.
Nuestro procedimiento de diagnóstico del razonamiento descansa, pues, sobre el
método de la conversación libre, tal como Piaget lo ha introducido en el análisis genético
del pensamiento del niño y que nosotros hemos adaptado con él al estudio de las
nociones de conservación y de atomismos29. Los principios del método llamado clínico y
29
J. PIAGET et B. INHELDER: El desarrollo de las cantidades en el niño. Ed. Nova Terra, 1970.
24
30
Ver en particular: J. PIAGET: La representation du monde chez l’enfant. Préface.
25
CAPITULO SEGUNDO
Al final del capítulo precedente, acabamos de recordar cómo en la física del niño,
el desarrollo operatorio del pensamiento conduce progresivamente a las nociones de
conservación de la sustancia, del peso y del volumen, y llega simultáneamente a las
explicaciones atomísticas y a la cantidad extensiva. Al pasar por cuatro estadios
genéticos, esta evolución lógica obedece a una ley inmanente de agrupamiento. Ahora
bien, si existen estadios claramente circunscritos de esta construcción lógica, como
hemos intentado mostrarlo previamente32, se plantea el siguiente problema: ¿pueden ser
considerados dichos estadios también como niveles del desarrollo mental en los que los
débiles quedarían tarde o temprano detenidos, sin alcanzar la madurez completa del
razonamiento?
Si el retraso fuera, en el sentido propio del término, una simple detención o retardo
del desarrollo mental, referida simultáneamente y de una manera homogénea a todas las
funciones psíquicas, el problema seguramente no ofrecería la menor dificultad. Pero no
es así. Y hemos tenido la ocasión de discutirlo a propósito de nuestra crítica de los tests:
la noción corriente de retraso, considerada como simple retardo, descansa sobre una
concepción artificial de la evolución mental, como si ésta pudiera ser determinada por la
acumulación de sus rendimientos progresivos. Pero ya Binet había atraído la atención de
los clínicos sobre la existencia de fenómenos paranormales (…). Y desde entonces, las
investigaciones en el dominio del diagnóstico genético y patológico han puesto cada vez
más en evidencia la íntima conexión de las funciones psicológicas las cuales, lejos de
seguir en su totalidad un desarrollo lineal, consisten en sistemas de integración cuyo
mecanismo interno es necesario determinar.
En cuanto al diagnóstico del retraso mental, se deriva la imposibilidad de captar
los índices clínicos por la simple reducción a tal o cual nivel mental de una escala lineal,
nivel que estaría calcado y estimado a partir de los rendimientos medios de un niño
normal.
Por el contrario, la cosa se simplifica de nuevo, si en lugar de procurar medir o
determinar cualitativamente un nivel mental de orden general, que englobe todas las
funciones psíquicas o intelectuales, se limitan las ambiciones, por lo menos previamente
a título de necesidad metodológica, al estudio del desarrollo y de los retrasos de una
función particular, como el razonamiento mismo; y si se procura simplemente establecer
estadios o niveles de este razonamiento como tal, aislando otros mecanismos tales como
la memoria, el hábito, la percepción, etc., en la medida en que la realidad lo permita. Esto
es lo que han intentado ciertos autores al combinar el nivel global y el perfil psicológico,
tal como ya hemos visto también en el primer capítulo.
Pero incluso en un terreno así circunscrito, de hecho, nos arriesgamos mucho a
encontrar simplemente atenuadas las dificultades propias del nivel psicológico global y de
los estadios lineales. En efecto. ¡Qué más complejo de evaluar que el nivel del
razonamiento de un sujeto, si uno no se limita a tal o cual tipo de operaciones lógicas
muy particulares, de las que se seguirá paso a paso la evolución en el curso del
crecimiento mental!.
En principio, al tomar como pruebas una serie de razonamientos escogidos al azar
según los esquemas usuales o seleccionados, uno se arriesga a no poder disociar del
problema propiamente lógico, un conjunto de factores de lenguaje, de atención de
memoria, de representación, etc., factores que se llegan a neutralizar si uno se limita a
ciertas operaciones muy estudiadas. Pero sobre todo, y es el obstáculo principal, el
razonamiento (y esto es sin duda verdad en todos los mecanismos psicológicos) consiste
31
Emplearemos la palabra “fijaciones” para las fijaciones tanto momentáneas como definitivas.
32
J. PIAGET et B. INHELDER: El desarrollo de las cantidades en el niño. Ed. Nova Terra, 1970.
26
La experiencia llamada “de las bolitas” se ha revelado como muy favorable para el
interrogatorio clínico. Interesa al sujeto sin pedir ni muchos conocimientos adquiridos, ni
27
de los métodos especiales, prueban que ese retraso es, en realidad más pronunciado.
Hacia los 15 años de edad, Sta. ya casi no ha tenido progresos notables a partir de su
decimocuarto año, y fue llevada entonces a un hogar de campesinos, donde, con un
seguimiento puntual, ayuda en los trabajos del campo.
He aquí sus reflexiones:
R- Iguala las dos bolitas y constata que son del mismo tamaño y peso. Ya se ha
familiarizado con el mecanismo de la balanza y da pruebas de una observación precisa.
E- Ahora tú vas a transformar una de las bolas en una larga salchicha.
R- Ella manipula la pasta con cuidado y se le nota que lo hace con agrado.
E-Si volvieras a poner la salchicha en la balanza, ¿tendría todavía el mismo peso que la
bola?
R- ¡Ah no! La bola es pesada, esto (salchicha) está extendido, está estirado, mientras
que esto es una bola.
E-¿Hay la misma pasta en la salchicha que en la bola, o hay más en una que en otra?
R- En la bola, hay más, la bola es más pesada.
E- ¿Por qué piensas que es pesada la bola?
R- Porque cuando se ha estirado en salchicha se vuelve más ligera.
E-¿Porqué hay más pasta?
R- Esto da menos cuando se estira.
E- ¿Se podría volver a hacer una bola?
R- SÍ, entonces se tendrá de nuevo una bola igualmente grande e igualmente pesada.
E-¿Por qué? ¿Estás segura?
R- (se ríe) Porque antes, era exactamente el mismo tamaño.
E- Ahora puedes cortar la bola en trocitos y luego nos preguntaremos cuanto pesan con
relación a la bola.
R- Es fácil, los trozos son más ligeros porque están estirados y luego cortados y esto (la
bola) es más pesado porque no se ha tocado nada.
E- ¿Hay siempre la misma pasta, o eso ha cambiado también?
R- En los trozos hay menos pasta y en la bola más.
E- ¿Estás completamente segura de que hay menos? ¡Mira bien!
R- Sí menos pasta.
E-¿Se podría también volver a hacer una bola?
R- Seguro, da lo mismo que antes, pero ahora es más ligero.
E- Vamos a ver en la balanza si lo que tú has pensado es cierto - Ella observa
largamente con un aire asombrado:
R- “Pero en la bola hay más pasta, no puede pesar lo mismo” (nos mira riéndose como si
se tratara de gastarle una broma).
E- Pero, tú ves que hay el mismo peso. ¿Puedes explicar cómo es esto posible?
R- Es usted que hace que esto se balancee y que ahora se pare (ella mira atentamente y
se muestra impermeable a la experiencia).
R- Vamos a volver a hacer una bola, y a aplastarla en forma de torta muy delgada.
29
R- Lo hace con gusto y dice espontáneamente: “la bola es más pesada, porque la torta se
ha apretado, está aplastada.
E- ¿Y la pasta?
R- En la bola siempre hay más.
E-¿Se podría volver a hacer una bola con ésta torta tan fina?
R- Sí la misma que antes, pero ahora hay menos pasta.
E-Nuevo control en la balanza -(La niña se obstina en no admitir la igualdad).
Tus es un niño cuya motricidad esta casi normalmente desarrollada. Las pruebas
psicológicas por medio de test dan un C.I. de 0.62. Este niño ha manifestado dificultades
de aprendizaje a pesar de su voluntad por aprender y haber puesto empeño para ello. La
docente solicita un diagnóstico del niño debido a que no puede aprobar segundo grado,
luego de haber repetido el mencionado curso cuatro años consecutivos. Según la
docente no puede aprender las operaciones básicas de matemática (sumar, restar).
Muestra mejores resultados en las actividades que requieren memorización y expresión
gráfica.
En el transcurso de nuestra entrevista muestra una afectividad muy infantil. Todo le
gusta, todo lo divierte.
E- Se adapta a la experiencia y confecciona con placer y precisión las dos bolitas, que
ajusta exactamente por medio de la balanza:
E- Puedes transformar una de las bolitas en una larga y delgada salchicha.
Lo hace y ríe a carcajadas
M – Ya no es lo mismo.
E- ¿Ya no es lo mismo qué?
M- Esto (señalando la salchicha) ya no pesa lo mismo.
E-¿Dónde crees que pesa más?.
M- En la bola, porque esto es más largo, más delgado, la salchicha es más liviana que
esto (señala la bola) porque está, como te digo, desenrollada.
E- ¿Plastilina hay lo mismo o no?.
M- En la salchicha hay más plastilina porque es más larga.
E- ¿Y cómo eran las dos bolas al principio?
M- Igual pesadas, igual en todo.
E- ¿Y ahora?
M- Hay más cosas en la salchicha.
E- ¿Dónde piensas que es más pesado?
M- La bola es más pesada.
E- Vamos a partir la salchicha en trocitos.
M- (Lo hace inmediatamente)
30
E- Te acordas que al principio las bolas eran lo mismo, ahora hemos hecho trocitos con
una, ¿Cómo estarán en la balanza si se los compara con la bola?.
M- Los trocitos son más livianos, porque están separados.
E- ¿Por qué son más livianos cuando están separados?.
M- Ya no están todos en un solo trozo.
E- ¿Y por qué son más livianos cuando no están todos en un solo trozo?.
M- No lo se, es liviano cuando son chiquitos, cuando están separados.
E- ¿Hay siempre la misma plastilina?.
M- No, ya no hay la misma, hay más en la bola, porque esto (los trocitos), están
separados, y esto no.
E- Se invita a M. a hacer una torta delgada
M- (Recoge los trocitos en una bola y lo aplasta con la otra mano). Lo mismo de pesado,
porque esto está junto como en la bola.
E- ¿Es lo mismo?. ¿No hace nada que este aplastado?
M- (Se ríe mucho). ¡Ah! Es la bola la que, a pesar de todo, es más pesada, lo sé porque
esto, está en torta, y en la bola hay más pasta.
E- ¿En qué ves que hay más pasta?
M- Porque es una bola, y la bola es más pesada.
E- ¿Se podría volver a hacer una bola con la torta?
M- Si, es lo mismo que la otra, no hay más que apretarlo.
E- ¿Vuelve a tener el mismo peso que la otra?.
M- ¡Oh! No, cuando se hace una bola con la torta, sin embargo la bola es más grande, si
se pone todo esto junto.
E- Control con la balanza
M- (Se queda sorprendido ante la igualdad entre las dos bolas en la balanza y no
encuentra explicación).
E- Y ahora vamos a ver como es una bola con una torta en la balanza.
M- La torta es más ligera.
E- Nuevo control (El niño queda desconcertado).
Si la experiencia de las bolitas nos permite así atribuir un cierto alcance general a
los signos clínicos que lleva a establecer, las experiencias siguientes nos ponen
concretamente en presencia de toda clase de trastornos del funcionamiento operatorio
cuya existencia acabamos de suponer.
Vamos a presentar a algunos “discapacitados mentales” una experiencia más
sintética que la precedente y cuya solución exige un esfuerzo de adaptación más
complejo: además de una construcción lógica propiamente dicha, pone en juego un
conjunto de representaciones y de actitudes experimentales. La prueba en cuestión
consiste en disolver uno o varios trozos de azúcar en un vaso de agua, y emprender una
conversación en el curso de la cual se pregunta a estos “sujetos” si el azúcar, que por la
31
diferencias de todo orden que se encuentran entre las debilidades mentales. En efecto,
es sorprendente descubrir, a un cierto grado de profundidad del análisis psicológico, un
mismo funcionamiento del pensamiento, cuya estructura más primitiva retienen ahora
nuestra atención.
E- ¿Por qué?
R- En todo caso es un poco pesado el azúcar.
E- Una vez fundido el azúcar, dónde se encontrará el nivel del agua, indícame el lugar.
R- El agua baja porque ya no está dentro el azúcar, cuando está fundido, y luego ya no
pesa nada.
E- ¿Por qué ya no pesa nada?
R- Pues porque ya no está ahí (asombrada de que podamos hacer una pregunta así.
Simplemente está lejos, se va cuando se funde.
E- Control después de la disolución ¿Vuelve a bajar del todo el agua hasta el primer
nivel?
R- No del todo.
E- ¿Por qué no del todo?
R- En todo caso es pesada el agua que hay dentro.
E-¿De dónde viene esta agua que es pesada?
R- Es agua del grifo
E- ¿Pero por qué es más pesada que la otra?
R- (Mira la balanza) No lo comprendo
E- Dime, ¿habría medio de encontrar el azúcar que hemos puesto dentro?
R- No, ya no está ahí, simplemente está lejos.
Si nos esforzamos, en fin, por extraer las enseñanzas suministradas por las (…)
pruebas que hemos procurado aplicar al diagnóstico del retraso, debemos insistir en la
doble convergencia que presentan las reacciones de nuestros sujetos a pesar de la
diferencia de las pruebas, por una parte, y a pesar de las circunstancias individuales, por
otra.
Pero antes, en lo que se refiere a las pruebas mismas, hemos utilizado en primer
lugar un problema sintético, el de las bolitas de barro que exige a la vez una construcción
lógica (la conservación de la sustancia a pesar de los cambios de forma) y una inducción
experimental (observación de la constancia del peso y, a veces, del volumen). Por el
contrario, la segunda prueba sobre todo en la utilización de hechos de experiencia: hay
también una construcción lógica (la conservación de la sustancia del azúcar), pero ésta
puede apoyarse en una serie de hechos que el niño conoce ya (la permanencia del
sabor) o que va constatando (permanencia del nivel del agua y del peso). En fin, la
tercera prueba insiste sobre todo en el mecanismo operatorio, aunque sigue estando
siempre en conexión con la verificación de los hechos.
Ahora bien, es muy interesante constatar que a pesar de esta diversidad, las
reacciones obtenidas son, a grandes rasgos, perfectamente coherentes: un débil que es
incapaz de creer que la totalidad del barro se conserva, tampoco cree en la conservación
del azúcar disuelto, y no llega a componer igualdades de peso-sustancia en el caso de
las barras.
A lo largo del capítulo siguiente, sin duda veremos que existen ejemplos de
desfases que dan testimonios del hecho de que un individuo puede ocupar una situación
intermedia entre dos estadios sucesivos. Pero casi nunca se encuentra un sujeto que
responda correctamente a todas las cuestiones relativas al azúcar y a las barras, y que
no llegue a concebir la conservación de la cantidad de barro, o a la inversa. Hay, pues,
claramente una coherencia intrínseca de las operaciones intelectuales observadas a
propósito de estas pruebas y que obedece a la unidad esencial de las operaciones de
34
agrupamiento. Decir que el sujeto no sabe agrupar las relaciones lógicas necesarias para
asegurar la conservación de la sustancia, en el caso de la bolita, es en efecto admitir que
en lugar de coordinar las transformaciones de longitud, de grosor, etc., en un todo
objetivo, el sujeto se interesa solo por las relaciones subjetivamente significativas, que
tratan, por ejemplo, de la impresión de peso que la bola deformada ejercerá sobre la
mano, etc. Todas estas relaciones subjetivas son contradictorias entre sí o incoordinables
objetivamente, y dan testimonio de una forma de pensar que sigue siendo egocéntrica, en
tanto que está ligada más a la percepción práctica que al razonamiento, o a la propia
actividad más que a las relaciones separadas del yo. Pero las reacciones del niño en la
prueba del azúcar o en la de las barras, no hacen otra cosa que reproducir esta misma
actitud mental diferenciándola. En el caso de las composiciones de peso, el sujeto se fía
solamente de la percepción, y no razona, revelando así una sorprendente incapacidad
para efectuar los agrupamientos lógicos más elementales. Ahora bien, en el caso del
azúcar, en lugar de tener en cuenta los datos experimentales que ofrecen, sin embargo, a
su percepción en el curso del interrogatorio, prefiere ignorarlos antes que corregir sus
esquemas iniciales, y esto de nuevo a pesar de la apariencia contraria; la lectura objetiva
de los hechos supone una renuncia previa a la percepción egocéntrica y un agrupamiento
lógico de las relaciones necesarias para interpretar los datos percibidos. Mecanismo
operatorio y sumisión a la experiencia revelan una misma actitud de la mente, que estos
sujetos no alcanzan, y que se opone a la actitud egocéntrica cuyo único modo de unión
es la asimilación a los esquemas de la actividad subjetiva.
Pero si existe así una convergencia en cuanto a la estructura de los
razonamientos analizados en el curso de nuestras tres diferentes pruebas, es más
sorprendente aún que se pueda establecer, gracias a estas pruebas, que estos sujetos
pertenezcan precisamente al mismo nivel mental.
En efecto, hemos expuesto, a propósito de cada caso, algunas indicaciones de
anamnesis o notas pedagógicas suficientes para que estemos de acuerdo sobre su
profunda diversidad. No solamente su edad real oscila entre diez y veintitantos años, sino
que su comportamiento social y escolar varía de un caso a otro. Unos salvan su
apariencia por su facilidad verbal relativa, su memoria o su carácter, mientras que otros
parecen acusar una decadencia intelectual mayor de lo que es en realidad. Tiene algo de
sorprendente el hecho de que todos estos individuos sean de un nivel equivalente en
presencia de nuestros tres problemas, y sobre todo que reproduzcan casi palabra por
palabra las reacciones observadas en los normales de 4 a 7 años.
Ciertamente, la práctica de los test suministra cotidianamente resultados de este
tipo, pero con toda seguridad es menos sorprendente encontrar un “Discapacitado mental
leve” de 15 años que fracase en definir una palabra, en interpretar una imagen, en
retener un número de cifras dado, en repetir una frase, etc., que verle razonando durante
una media hora como un niño de 6 años y construyendo poco a poco sus nociones ante
un problema nuevo para él. Por ello, en lugar de definir su nivel mental por fracasos o
resultados negativos, las reacciones que acabamos de resumir en este capítulo nos
autorizan a asimilar el razonamiento de estos retrasados a un estadio determinado de la
evolución normal del pensamiento, y por consiguiente a describir su mentalidad de una
manera positiva.
En efecto, si es más instructivo saber que para las operaciones del razonamiento,
nuestros sujetos están en el estadio de 5 a 7 años, que establecer, gracias a los test, que
tienen una edad mental correspondiente, es porque en lugar de estar simplemente en
posesión de resultados alcanzados por el sujeto en esta especie de examen métrico que
constituye el test, estamos asistiendo durante nuestras pruebas al desenvolvimiento del
pensamiento, a una adaptación que se construye ante nuestros ojos. Clasificar a estos
sujetos en el primero de los estadios de las nociones de conservación, es atribuirles una
mentalidad determinada de la cual nosotros conocemos, por los estudios genéticos
previos, su estructura operatoria y sus vínculos con el funcionamiento de la misma
inteligencia.
35
CAPITULO TERCERO
33
A. REY: D’un procédé pour évaluer l’éducabilité. (Quelques applications en psychopathologie) Archives de psychologie,
t. XXIV, 1934.
36
(...)
Se trata de una niña, que desde la primera infancia fue diagnosticada como Epiléptica,
sufriendo numerosas crisis.
Según los datos recogidos de diversas fuentes (entrevista a los padres, a los maestros),
el desarrollo intelectual siempre ha sido parcialmente retrasado. Sin embargo,
sorprendentemente, un test global como el Terman le asigna un C.I. de 0.92, es decir,
aún dentro de los límites de lo normal. Solo un análisis más detallado de los resultados
permite establecer la irregularidad de su desarrollo. El lenguaje y la memoria están por
encima de la media, mientras que la invención y la facultad de control, en el plan práctico
y en el plan reflexivo, están fuertemente disminuidas. El resultado engañoso de un C.I.
casi normal se debe esencialmente a las capacidades verbales de María.
Esta discordancia se manifiesta en el trabajo escolar. Todo lo que debe resolver
utilizando como herramienta el lenguaje, la lectura, la copia y aún la recapitulación de
adquisiciones anteriores lo supera; pero lo que en ella falla, o al menos está
comprometido, es la capacidad de adaptarse inteligentemente a situaciones nuevas. De
esa forma tiene serias dificultades para aprender los contenidos de matemática, no sabe
inventar por si misma problemas nuevos. Su dibujo es primitivo y su imaginación muy
pobre.
Da muestra de una comprensión inmediata de los datos del problema; hace dos bolitas y
constata la igualdad, luego trasforma una de las bolitas en una salchicha.
E- ¿Tiene la salchicha siempre el mismo peso que la bola?.
F- La bola pesa más, la salchicha es más liviana.
E- ¿Y la plastilina?¿hay lo mismo o cambia?.
F- Exactamente la misma, porque antes las dos bolas eran del mismo tamaño, aquella
con la que hemos hecho una salchicha era también lo mismo de grande.
E- ¿Y si pesáramos la bola y la salchicha, estás segura que no serían del mismo peso?.
F- La salchicha es más liviana.
E- ¿Por qué es más liviana?.
F- ¿Por qué es más liviana?. Si, ¿por qué? (se pregunta a si misma) ... no sé.
E- Puedes hacer trocitos con una de las bolas
37
F- (Secciona la bola). Todavía es más liviana que la salchicha; antes, la salchicha era así
de larga y ahora hay solamente trocitos.
E- ¿Y la pasta, hay la misma, menos o más?
F- Todavía la misma porque simplemente hemos cortado las partes.
E- Vas a hacer una pequeña torta y a decirme si ahora hay lo mismo de pasta o más o
menos.
F- Siempre lo mismo, no cambia.
E- ¿Y si se pesa la bola y la torta en la balanza?
F- Puede ser lo mismo. (Duda). No estoy muy segura, solo lo he pensado; ya que
siempre es la misma pasta, es también lo mismo de peso, ya que siempre es la misma
pasta, es también lo mismo de peso, aunque quizás es más ligera, ya que es bastante
delgada.
E- ¿Y cuando se hacen los trocitos?
F- ¡Oh!. Son mucho más livianos, los trocitos.
Para la pregunta del volumen, comprende enseguida.
F- El agua sube porque habrá algo adentro, vamos a probar (constata que la altura del
nivel es igual para las dos bolas).
E- Las dos bolas son iguales de grande, lo mismo de grande. Si en vez de la bola
metemos la salchicha en el agua, ¿hasta donde subirá en nivel? (se marca con una
bandita elástica).
F- Esto sube más arriba, en fin, no sé.
E- La bola y la salchicha, ¿ocupan el mismo lugar en el agua, qué crees tú?.
F- La salchicha ocupa más lugar porque es más larga.
E- ¿Se podría volver a hacer una bola con la salchicha?.
F- Si, entonces ocupara el mismo lugar en el agua.
E- ¿Y si pones todos los trocitos en el agua?.
F- Casi no ocupan lugar porque son muy chiquitos.
E- ¿Y si se vuelve a hacer una bola?.
F- Entonces la bola ocupa otra vez lo mismo de sitio que la otra.
Esta niña está en 2° clase especial en una institución para niños retrasados. La
anamnesis nos da los siguientes datos: Hija ilegítima, nacida antes de tiempo de una
madre psicótica. Primeros pasos y lenguaje hacia los dos años de edad A los cuatro
años, breve crisis pseudo-epiléptica seguida de un tratamiento apropiado. Trastornos de
la visión (cataratas), ligera mejoría después de operación. Al llegar a la edad escolar,
Ros. ha sido orientada por los médicos a una clase especial de la ciudad. Pero la niña se
manifiesta inestable, asocial, agitada y la educación recibida de su madre se añade al
desequilibrio constitucional; era mejor, pues, ingresada en una institución para niños con
necesidades educativas especiales. Ros. manifiesta allí una considerable dificultad de
adaptación; durante los primeros tiempos, corría sin un objetivo fijo en la nueva escuela, y
las fases de agitación (alternadas con períodos más calmos) vienen a ser cada vez más
38
raras. En el momento en la vemos por primera vez, incluso se muestra muy servicial y
llena de buena voluntad.
Desde el punto de vista escolar, siempre ha estado muy retrasada en la aritmética con
relación a las otras materias, de forma que seguía estas lecciones en una clase inferior a
su grupo habitual. Al principio de su escolaridad, se la juzgó como excesivamente débil, y
luego hizo notables progresos. Tres años después de nuestro primer examen, sus
maestros han asegurado que Ros. se había desarrollado favorablemente, poniendo así
en duda su mal pronóstico.
En cuanto a la evaluación por el test, se nos han indicado tres cocientes: uno de 0.60
establecido, salvo error, hacia los 6-7 años, un segundo de 0.86 tomado a la edad de 8
años y medio (en el momento del ingreso a la escolaridad especial) y finalmente un
tercero de 0.35 hacia los 9 años y tres meses (con la nota gran timidez). El segundo y
tercer C.l, han sido realizados por practicantes sin la suficiente experiencia para realizar
éste tipo de pruebas. Puede explicarse la sobre-estimación en una oportunidad y la sub-
estimación en la otra, por las propias dificultades de visión y el desequilibrio mental, de la
niña.
Las pruebas complementarias a las del razonamiento nos confirman el diagnóstico de
debilidad mental. El aprendizaje es lento y progresivo y el dibujo recuerda en su
estructura al de los niños normales de 7 - 8 años. El razonamiento operatorio de las
bolitas de barro suministra parecidos resultados.
R- Hace ella misma las dos bolitas y da testimonio de conocer el principio de la balanza.
E- De ésta bola puedes hacer una salchicha, y la otra la vamos a dejar tal cual.
R- (Lo hace con mucha aplicación)
E- ¿Entonces cómo serán la salchicha y la bola en la balanza?
R- (Dice inmediatamente) No pesan lo mismo, la bola es más pesada porque esto es
redondo y esto es largo.
E- ¿Podríamos hacer una bola con la salchicha?
R- No hay más que arrollarla.
E- Ésta bola que hacemos con la salchicha, ¿será como la otra o más pesada?
R- Lo mismo de pesada, ya que es lo mismo de grande.
E- ¿Y cuando es una salchicha?
R- La salchicha es más ligera.
E- Y de pasta ¿hay la misma o no?
R- Depende de cómo es de grande (reflexiona). Pero es la misma pasta, mire, es mucho
más largo que esto, pero se puede juntar y hacer de nuevo una bola y luego siempre es
la misma pasta.
E- ¿Entonces en la salchicha, hay lo mismo que en la bola?
R- Exactamente lo mismo.
E- (Se vuelve a hacer la bola y ella misma constata con satisfacción la igualdad, pero
añade espontáneamente)
R- Pero a pesar de todo es más ligera.
E- (Se hace constatar a la niña la igualdad de peso en la balanza) ¿Por qué es el mismo
peso?
R- Porque esto se balancea, porque la balanza hace que sea igual
39
OBS. 18:
R- “La bola es más pesada porque es redonda… porque la pasta está arrollada así.” La
torta es considerada más ligera porque está extendida, y los trocitos pesan menos
“porque son tan pequeños y delgados y separados, y lo otro está junto.”
OBS. 19:
R- “la bola es más pesada porque es redonda.” “La bola aún sigue siendo un trozo
grueso, siempre apretado, y ahí es todo delgado.”
OBS. 20:
R-“La salchicha es más ligera, los trocitos son más ligeros.”
OBS. 21:
R- “La salchicha es mucho más ligera porque es más larga.” “Uno se da cuenta de que la
bola pesa más, lo otro (la salchicha) está extendido a lo largo, entonces es más ligero y
del otro lado es una bola grande donde está todo junto”, etc.
OBS. 22:
R- “La bola pesa más porque está redonda, y esto es largo.” Para la partición de la pasta:
“¡Oh!, ahora seguramente ya no pesa lo mismo, está separado así, y ahí todo junto, ahí
en una pieza y ahí separado.” Para la torta: “Esto es delgado y grueso, la torta es mucho
más ligera que la bola.”
OBS. 23:
R-“La salchicha pesa más, es más grande, más alargada.” “Los trocitos son así de
pequeños, es ligero.” La torta es estimada como más ligera “porque es fina y la bola es
gorda.”
Como se ha visto, los niños (...) de este grupo están de cuerdo en sostener la idea
de que una sustancia que queda permanente en el curso de sus transformaciones, sin
embargo puede cambiar de peso según parezca más alargada, más dispersa, más junta
o aplastada, etc. Si bien su razonamiento se ha mostrado claramente superior al del
grupo precedente porque marca en nacimiento del pensamiento operatorio, queda
limitado por su incapacidad para sobrepasar este nivel y el estado de desequilibrio
persiste.
¿Puede éste sin más ser asimilado al desequilibrio dirigido a un equilibrio
progresivo que caracteriza todo crecimiento mental, o bien se desvía desde ahora por
manifestaciones paranormales que se van a acentuar, en relación directa con el desfase
del desarrollo débil respecto al normal? Esto es lo que deberemos examinar. Por el
momento, señalemos simplemente (aparte de completarla por índices más precisos) la
observación banal de que el interés de los “discapacitados mentales leves” (débiles),
atraído un instante por la situación imprevista y la atmósfera amistosa de la conversación
libre, decae más rápidamente que en la mayor parte de los normales y ello especialmente
cuando se presentan obstáculos intelectuales.
And. (obs. 19), interrogado sobre las causas del desplazamiento del nivel del
agua, no sobrepasa la constatación bruta: “porque ha subido justo ahora”. Str. (obs. 20),
en lugar de hacer un esfuerzo de reflexión, repite simplemente nuestra pregunta: “Sí,
¿por qué?... no sé”; y más tarde rehúsa pensar: “En fin, no sé”. Ros. (obs. 22)
igualmente, atento al hecho de que el peso queda constante, se limita a la explicación
fenomenista (característica del estadio I): “Porque la balanza hace que sea igual.”
Más que las palabras directas, el tono como se pronuncian, la mirada y la mímica
que les acompañan, el comportamiento psico-motor, pueden revelarnos esta inercia, tras
la cual el individuo poco dotado se esconde fácilmente cuando los problemas planteados
sobrepasan su capacidad inmediata de adaptación intelectual. Esperando poder precisar
41
el valor clínico de tales índices paranormales, vamos a completarlos con el análisis de las
reacciones relativas a la disolución del azúcar y a las composiciones de las barras,
correspondientes al segundo estadio del razonamiento.
Antes de su entrada en una institución para deficientes mentales, Píe, había pasado por
un examen psiquiátrico. Su expediente nos informa sobre su herencia y su desarrollo
anterior: nacido de un padre psicópata y de una madre muy retrasada, Pfe. es la décima
de once hermanos, de los cuales solamente tres son casi normales. Se trata, pues,
indudablemente, de una oligofrenia hereditaria. Al principio de su escolaridad, la niña se
encontraba en una institución para niños con severa deficiencia mental, pero, después de
un examen profundo, el psiquiatra le atribuyó un CI. de 0.69. Por una evolución
progresiva alcanza a cumplir con algunos grados de la enseñanza especial, sin poder, sin
embargo, aprobar el cuarto año a causa de sus dificultades en aritmética. A la edad de 17
años, ayuda en los trabajos domésticos de un gran establecimiento. Ella está adaptada a
tareas prácticas bien delimitadas (fregar la vajilla, preparación de legumbres, recados,
42
etc.), pero no es capaz de llevar a cabo actividades que requieran una organización
previa de su parte. Trabaja plenamente satisfecha y de ésta manera puede contribuir a su
manutención.
En el examen psicológico (a los 14 años), sorprende por su dibujo cuidadoso y una curva
bastante buena de aprendizaje. Pero en cuanto se tocan los problemas que exigen
comprensión lógica y observación experimental, rápidamente se evidencian sus
dificultades intelectuales.
E- Vas a poner los dos trozos de azúcar en el agua y luego veremos lo que pasa.
R- Ya sé, el azúcar se disuelve
E- ¿Qué significa: se disuelve?
R- Baja al fondo del agua y luego se vuelve muy fino, se separa, se dispersa
E- ¿Se ve todavía cuando está en el agua?
R- Es un poco blanco.
E- ¿El nivel del agua queda donde está ahora, o se mueve cuando se ponen los
terrones?
R- El agua no sube porque el azúcares muy ligero cuando está disuelto.
E- ¿Este vaso sería tan ligero como el otro que contiene sólo agua pura, o más pesado?
R- Esto no pesa más en absoluto.
E- (Experiencia: se echa el azúcar en el agua).
R- (Muestra asombro cuando se eleva el nivel) El agua sube, pero cuando el azúcar esté
disuelto, no quedará igual de alto. (Mira en la balanza lo que hace cuando se mete el
azúcar). Ahora pesa más.
E-¿Y una vez que esté disuelto el azúcar?
R- Otra vez lo mismo que antes.
E- ¿Entonces qué pasa con el azúcar?
R- Está en el agua ahora.
E-¿Por qué ya no se la ve cuando está disuelto?
R- Es fino, es azúcar muy fino.
E- ¿Con unas buenas gafas se podría distinguir algo?
R- Se verán trocitos muy finos.
E-¿Hay sabor todavía o no queda ya nada?.
R- Está dulce porque hay azúcar muy fino.
E-¿Se podría volver a encontrar el azúcar?
R-No, es imposible.
E- ¿Por qué no?
R- Porque ahora está en el agua, pero disuelto en el agua, y cuando está disuelto ya no
se le puede encontrar.
E- Mira el nivel del agua. ¿Ha bajado como tú habías previsto?
R- Esto no ha bajado del todo, ya lo se, porque siempre hay azúcar dentro.
E- ¿Y el azúcar que hay dentro, ocupa sitio todavía?
R- Sí (duda), quizás.
43
Todos estos sujetos llegan a conclusiones desconocidas por los del primer nivel:
sea que ellos afirmen la invariación cuantitativa de la sustancia (cuando se deforman las
bolitas de barro), sea que corrigen por sustitución una ilusión perceptiva (dos barras de la
misma longitud que parecen desiguales en posición oblicua).
Estos resultados en sí mismos son de un interés real, pues se oponen claramente
a los del nivel precedente. El débil (discapacitado mental) de este segundo estadio no
sólo ha enriquecido su saber, ampliado sus métodos de pensamiento o perfeccionado
sus técnicas de razonamiento, sino que una verdadera inversión de punto de vista se ha
producido en él. La conservación, claramente rechazada por los sujetos clasificados en el
estadio primitivo, está afirmada ahora con certeza y justificada por una motivación lógica
y una coordinación de los datos experimentales; igualmente la ilusión perceptiva a la cual
los primeros quedaban sometidos, cede aquí a una medida efectiva (...). Los mismos
datos (el sabor, las miguitas de azúcar aún visibles en la solución, la constancia del nivel
o del peso), interpretados primero en función de la desaparición de la sustancia, son
asimilados ahora en tanto que índices de permanencia sustancial. En resumen, para los
problemas precisos de conservación sustancial (...), los resultados que acabamos de
describir están en las antípodas de las reacciones características del primer nivel.
La observación de tal conversión del razonamiento en función de un mismo
material de experiencia, nos parece que es más revelador del nivel mental que la sola
comparación de resultados obtenidos por medio de pruebas graduadas pero
heterogéneas una con relación a otras. Pues, si en este último caso se juzga la
superioridad de una reacción con relación a otra por referencia a las edades medias de
los éxitos en el niño normal, nuestras pruebas operatorias nos ofrecen la posibilidad de
captar de cerca el proceso interno de la evolución genética. En efecto, la comparación de
las nociones y métodos de razonamiento que, en presencia de una misma situación, se
diferencian cualitativamente de un grupo de sujetos a otro, pone en evidencia el
mecanismo de transformación.
Como hemos intentado hacer patente, este mecanismo se halla caracterizado a
este nivel por el advenimiento del pensamiento operatorio progresivamente desprendido
de los métodos intuitivos y liberado de su egocentrismo inicial en ciertos aspectos. Si los
sujetos del estadio II afirman que se encuentra tanta pasta al término de las
deformaciones o particiones de la bolita de barro como en el estadio inicial, ello se debe a
que invoca la operación inversa (la posibilidad de volver al punto de partida sin alteración
de las partes), sea a que postula la identidad independientemente del desplazamiento de
las partes, o sea a que comprende la compensación de las relaciones extensivas
(coordinación en longitud, en anchura y altura), o a que admite la identificación de cada
parte a sí misma en el curso de la deformación: en estos cuatro casos distintos pero
solidarios, es, pues, gracias a un sistema de operaciones como llegan los sujetos a la
noción de conservación, desconocida en el estadio I. Dicho de otra forma, siempre es en
función de un agrupamiento, es decir, de un sistema de operaciones lógicas o físicas que
el débil (“sujeto con discapacidad mental”), como el niño normal de 6 a 8 años, construye
las nociones características de este segundo estadio. La prueba de la disolución de
44
azúcar muestra, mejor que cualquier otra, que no se trata de una simple yuxtaposición de
nociones nuevas, ni de una lógica que viene a añadirse casi ex nihilo al egocentrismo del
primer estadio, sino de una construcción verdadera y continua.
En efecto, nada hay más instructivo que observar la manera cómo los sujetos
coordinan e interpretan los datos experimentales en función de la idea central de la
continuación de la sustancia del azúcar en la solución. Sea que la idea de la
conservación necesaria fuerce al débil (“sujeto discapacitado) a buscar pruebas
experimentales para apoyarse o que, inversamente, el poner en relación diferentes
índices haga nacer la hipótesis de la conservación sustancial, en realidad siempre hay
penetración recíproca entre la coordinación operatoria y la inducción experimental.
Mientras que en el primer estadio no había ni deducción ni experimentación posible, y en
el nivel III la deducción parece tener más importancia que la inducción, en la fase
intermedia que es el estadio II, la interacción de los dos aspectos del razonamiento es
clara.
(...)
El progreso común a estas diferentes reacciones típicas del segundo estadio
consiste, pues, en la primacía de la reversibilidad lógico-intuitiva sobre la irreversibilidad
de la percepción inmediata; dicho de otra manera, en el nacimiento del pensamiento
operatorio, al desprenderse éste progresivamente de los métodos de asimilación
perceptiva e intuitiva propios del estadio precedente.
¿Acaso esta superioridad lógica y genética del razonamiento operatorio
corresponde a una progreso intelectual más general? ¿Los sujetos que están en el
umbral del nivel operatorio para las nociones de conservación o composición de
igualdades, se comportan de una manera adecuada en otras situaciones? Esta es la
cuestión que se plantea cuando se intenta reconocer un índice clínico de alcance general.
Es instructivo anotar que en el segundo estadio de las nociones de conservación,
todos los débiles (“sujetos discapacitados mentales”) eran igualmente capaces de
efectuar las operaciones aritméticas fundamentales, ya sea por manipulaciones prácticas,
ya sea recurriendo a un contenido intuitivo. Por el contrario, los del primer estadio, o bien
fracasaban completamente por ignorancia de la significación de las mismas operaciones,
o bien utilizaban simples automatismos verbales. Tal correlación entre el razonamiento
físico del que acabamos de analizar el mecanismo lógico y psicológico, y la comprensión
de la aritmética, descansa sobre la unidad profunda del pensamiento, es decir, sobre el
sincronismo de la formación de los primeros agrupamientos lógico-aritméticos (clases y
relaciones) y físicos (partición y desplazamiento). Llega a suceder que un niño o un
adulto débiles (discapacitado mental) parecen tener más facilidad en uno u otro dominio;
pero el análisis mostrará que este adelanto o retraso resultan de factores extra-
intelectuales (memoria, atención, técnicas escolares, freno afectivo, etc.) y no de una
diferencia real de nivel de razonamiento. Este, según nuestras observaciones, se ha
revelado como perfectamente coherente de una prueba a la otra, o solamente sufre
desfases insignificantes de los que trataremos en el siguiente capítulo.
¿Pero acaso puede ir más lejos y obtener conclusiones a partir de este índice de
nivel de razonamiento para toda la inteligencia o incluso para el comportamiento general
individual? Semejante generalización es imposible a priori: ¿Cuál sería la experiencia
crucial de la inteligencia o del comportamiento? ¿Sería necesario referirse al C.I., al
rendimiento escolar, a la adaptación en la vida práctica o quizás a un proceso particular
tal como la educabilidad? La dificultad de determinar un dato bastante general y preciso
para expresar la calidad de inteligencia o el grado de desarrollo mental, ¿acaso no
proviene justamente del hecho de que no exista en absoluto un nivel perfectamente
homogéneo de la organización mental? Sin abordar esta cuestión que sobrepasa en
mucho el cuadro de nuestra investigación, anotemos que cada vez que se trate de
establecer un nivel mental, se procurará justamente conocer la relación entre el
razonamiento operatorio y todas las otras funciones y datos en juego. Lo que finalmente
permite determinar el tipo particular de debilidad (“discapacidad mental”) que presenta
45
Hemos visto en el curso del estadio II a débiles mentales que llegan a un principio
de construcción operatoria correspondiente a la que lleva a los normales a la
conservación de la sustancia. Sin embargo, incluso en los casos en que el carácter
operatorio no cesaba de apoyarse en elementos intuitivos y empíricos de grados
variados. Subsiste, pues, un problema: ¿Se encuentra en los débiles un estadio superior
al segundo y caracterizado por un progreso de las operaciones mismas con respecto a
los datos perceptivos que sostienen el razonamiento? Recordemos que en la evolución
normal existe un tercer estadio, caracterizado por la conservación del peso, y que esta
noción sucede siempre en un orden constante a la de la conservación de sustancia.
Ahora bien, dato interesante, vamos a constatar que este estadio existe igualmente en los
débiles, y que está caracterizado precisamente por el progreso operatorio cuya hipótesis
acabamos de formular. Estos son los hechos que vamos a describir seguidamente.
¿Con qué derecho consideramos nosotros estos ejemplos como característicos de
un tercer estadio, en lugar de adoptar otro orden de sucesión distinto? En el normal, la
sucesión de los estadios corresponde al orden cronológico pero este orden ya no tiene
significación en los débiles (“sujetos con discapacidad mental) que se examinan a una
edad cualquiera sin conocer en detalle su desarrollo individual anterior.
Aquí es donde los criterios operatorios toman toda su significación. Si la
conservación del peso constituye un estadio superior al de la conservación de sustancia,
es necesario que todos los sujetos débiles que llegan a la primera de estas nociones,
posean igualmente la segunda, sin que la recíproca sea verdad. Ahora bien, hemos visto
en la primera sección a sujetos que afirman la conservación de la sustancia sin descubrir
la del peso. Analicemos ahora un grupo de débiles que llegan a la conservación del peso,
y vamos a constatar que conocen todos la de la sustancia.
R- Hace ella misma las dos bolitas de las cuales coteja la equivalencia; luego transforma
una en una salchicha.
E- ¿Si ahora las pusiéramos en la balanza?
R- Seguramente todavía pesa lo mismo porque no he quitado nada, hay siempre lo
mismo de pasta.
E- Vamos a cortar el pan en trocitos y luego vamos a comparar la bola con los trocitos.
R- También pesa lo mismo.
E- Pero otros niños me han dicho que esto pesa menos cuando la pasta está separada.
R- No, esto viene a ser lo mismo si tengo todo en un trozo o si lo tengo separado en
partes.
E- ¿Qué pasa con el nivel de agua si meto la bola en el vaso de agua?
R- El agua sube.
E- ¿Por qué?
R- Si meto algo de peso, esto debe subir.
E-¿Por qué debe subir esto cuando pesa?
R- Está la presión, esto hace algo, cuando la bola baja, esto empuja al agua para arriba.
E- He aquí una bolita de plomo y una grande de pasta, qué es más ligera ¿qué crees que
hace subir más el agua?
R- El plomo porque pesa más.
E- (Control experimental)
R- ¡Ah! A pesar de todo es la bola la que hace subir más, es más grande y ocupa más
sitio.
E- (Se hace constatar que las dos bolas hacen subir el agua lo mismo, porque son
iguales de grandes, es decir, ocupan el mismo sitio)
E- Se meten los trocitos en el agua en lugar de la bola entera ¿sube lo mismo o no?.
R- Con los trocitos un poco menos porque son más pequeños que la bola grande, están
cortados en trozos y cuando está cortado, ocupa menos sitio.
E- Y si en lugar de los trocitos se metiera la salchicha?
R- La salchicha no es tan alta como la bola, no es tampoco tan ancha y necesita menos
sitio.
E- ¿Y la galleta y la bola?.
R- Con la galleta el agua sube más, ocupa más sitio, es mucho más ancha y grande.
E-¿Se podría volver a hacer una bola con la galleta?
R- Sí.
E- ¿Y cómo sería esta segunda bola con relación a la primera?
R- Otra vez lo mismo, porque hay la misma pasta aquí que ahí.
E- ¿Pero cuando es galleta, piensas que ocupa más sitio en el agua?
R- Más.
E- (Control experimental)
48
OBS. 38:
R-“Cuanto más delgado, más extendido está, viene a ser lo mismo”.
OBS. 39:
R- “Esto viene a ser lo mismo, tanto si tengo todo en un trozo o si lo he separado por
partes”.
OBS. 40:
R-“No importa que este separado, porque si lo volviéramos a poner otra vez en bola,
tendríamos la misma bola”.
OBS. 41:
R-“Eso no puede cambiar el peso, es lo mismo junto o separado”.
OBS. 42:
R- “El mismo peso, porque ahora está a lo largo solamente”.
La diferencias entre las nociones de este estadio y las del nivel precedente no se
manifiesta, pues, en la misma estructura operatoria (como era el caso entre los niveles I y
II) sino en el contenido diferenciado sobre el que operan estas mismas estructuras.
Uno puede preguntarse por qué el débil, por otra parte igual que el niño normal,
una vez franqueado el estadio operatorio, tiene más dificultades en establecer la
invariación del peso que la de la sustancia. Este “desfase horizontal” en la elaboración de
las nociones de sustancia y de peso se explica por razones a la vez de orden psicológico
y lógico. Mientras que al postular la invariación de la sustancia, el niño debía simplemente
encontrarla cuando se efectúan los desplazamientos, al asegurar la del peso tiene
necesidad además de sopesarla. Ahora bien, a esta acción de sopesar se oponen de
nuevo factores de ilusión táctilo-kinestésica. (La bolita, sopesada con la mano, parece
aumentar o disminuir de peso según sus transformaciones). Al liberarse de ellos, el sujeto
hace un notable esfuerzo de descentración, renuncia a sus evaluaciones subjetivas para
adoptar instrumentos de medida, tales como la balanza. A esta liberación creciente del
egocentrismo inicial, corresponden la diferenciación progresiva y la implicación lógica de
las nociones de sustancia y de peso. En realidad, no solamente todos los sujetos, sin
excepción, que llegan a la noción de conservación de peso afirman también la de la
49
sustancia (hemos visto que a la inversa no era cierto para los sujetos del estadio II), sino
que la mayor parte se refieren a ello incluso en la argumentación.
OBS. 38:
R- “Es seguro, no puede cambiar, ya que no se quita nada”.
OBS. 39:
R- “Seguramente todavía pesa lo mismo, porque yo no he quitado nada; siempre hay lo
mismo de pasta”.
OBS. 40:
R-“Esto haría exactamente el mismo peso, hay siempre lo mismo de pasta, no hemos
quitado nada”.
OBS. 41:
R- “Porque he cogido la misma pasta”. -¿Puede ser que cambie de peso? – “¡Oh!, no,
imposible, ya que es la misma pasta”.
OBS. 42:
R- Afirma igualmente: “No hemos quitado pasta”.
OBS. 38:
R- “Con la salchicha, esto empuja el agua por los dos lados, y con la bola esto la presiona
directamente hacia abajo”, y una veces piensa: “Esto sube más con la bola a pesar de
todo” y otras veces: “La salchicha ocupa más sitio”, para explicar la contradicción: “En el
agua esto se posa de otra forma”.
OBS. 39:
50
R- “La salchicha no es tan alta como la bola, no es tan ancha y necesita menos sitio”.
“Con la galleta, el agua sube más, ocupa más sitio, es mucho más ancha y grande”.
OBS. 40:
R- “La salchicha hace subir más, ocupa más sitio, es más larga”, y la torta “menos, es
demasiado delgada”.
OBS. 41:
R- La salchicha “¡Ah! Esto ocupa menos sitio, es más delgada que la bola”.
OBS. 42:
R- (Caso de transición) Cree igualmente al principio que “la torta ocupa más sitio”.
OBS. 38:
R- “Todavía más arriba, porque se ha cortado en trozos, porque hay muchos trocitos”.
“Los trocitos no están juntos, no están en una pieza, no está sólido”. “Los trocitos ocupan
todavía más sitio porque son muy numerosos”.
OBS. 39:
R-“Los trocitos (hacen subir el nivel) un poco menos porque son más pequeños que la
bola grande; están cortados en trozos, y cuando una cosa está cortada en trozo, ocupa
menos sitio”.
OBS. 40:
R- “Esto sube porque entre los trocitos hay agua y eso no sube, y para la bola no hay
agua entre medio”, para contradecirse a continuación: “Yo creo que todavía más arriba de
la bola, hay muchos” (trocitos).
OBS. 41:
R-“Los trocitos más porque están separados… porque cuando esta en un trozo sólo, es
más pequeño, hace menos”.
OBS. 42:
R- Para la división, piensa primeramente: “Esto sube solamente hasta la mitad, porque
esto no ocupa tanto sitio”.
Los mismos sujetos que eran perfectamente capaces de comprender que el todo
queda sin variación a pesar del desplazamiento de las partes, cuando se trataba de
razonar sobre la sustancia o el peso de la bolita de pasta, rehúsan extender esta
operación al volumen. ¿Por qué una operación que trata sobre el volumen de un objeto
es más delicada que las precedentes y queda incluso inaccesible a los débiles mentales?
Este problema, esencial en el tercer estadio, hay que abordarlo desde ahora.
Notemos que en el niño normal por debajo de los 11-12 años, encontramos exactamente
la misma situación: él también choca con las resistencias de orden perceptivo e intuitivo y
no llega inmediatamente a la coordinación operatoria de todas las relaciones. La dificultad
común a este nivel de razonamiento, nos parece ligada al hecho de que no existe en
absoluto intuición directa de la cantidad de volumen. En efecto, éste no puede ser
evaluado más que por una coordinación abstracta de relaciones. Ahora bien, puede ser
que un sujeto (niño normal o débil de cualquier edad) sepa razonar a propósito de la
cantidad de materia y de peso, de lo cual posee una experiencia concreta (incluso si ésta
51
se halla sujeta a ilusiones) pero no llegue a agrupar relaciones abstractas. Esto es lo que
nos parece que es el caso de los sujetos del tercer estadio. Perfectamente dotados para
las operaciones concretas, son incapaces de pasar al plan de las operaciones formales,
es decir, sin recurso a la intuición sensible. Pero este doble carácter de un razonamiento
operatorio no formal que acabamos de establecer a propósito de las reacciones a la
deformación de la bolita de barro, ¿acaso es bastante general para ser considerado como
el índice de nivel del razonamiento? Esto es lo que vamos a examinar analizando
rápidamente como los sujetos débiles (“con discapacidad mental”) superiores al estadio II
descubren la disolución del azúcar (...)
(operaciones de implicaciones tales como el test de los tres colores de Burt 34, su análogo
en términos de peso, o las frases absurdas de Binet, hemos encontrado las mismas
dificultades. Hay ahí un problema que debe ser analizado, como haremos en el curso del
capítulo V después de haber examinado los aspectos paranormales del razonamiento
débil (“del sujeto con discapacidad mental”).
34
“Edith es más rubia que Suzanne y al mismo tiempo es más morena que lili, ¿Cuál es la más
morena de las tres?” Ver Piaget: Une forme verbale de comparación chez l’enfant. (Un caso de
transición entre el juicio predicativo y el juicio de relación.) Archives de Psychologie, t. XVIII, 1923.
55
CAPITULO CUARTO
Hemos reunido en los dos últimos capítulos algunos tipos de razonamiento débil
cada uno de los cuales puede ser situado a un nivel claramente circunscrito de la
evolución mental. Esta correspondencia entre las fijaciones o retardos de los débiles
(“sujetos con discapacidad mental”) y los estadios de los normales, ¿puede ser
generalizada sin más?, ¿acaso no debemos esperar encontrar, además, desviaciones y
alteraciones del pensamiento que se manifestarían por ciertas desintegraciones y que no
obedecerían a las mismas leyes de construcción? Además, el método de libre
conversación (que hemos adoptado en nuestras investigaciones porque es más propio
para desvelar los modos individuales de cada razonamiento) ¿no nos pone, quizás en
presencia de una cierta variedad de reacciones intelectuales sin relación alguna con el
núcleo operatorio del pensamiento? Dicho de otra forma, las reflexiones de los débiles
(“discapacitados”) mentales a propósito de algunas de nuestras experiencias de física
¿acaso no constituyen tanto un conjunto de fenómenos paranormales como simples
detenciones en ciertos estadios de desarrollo?
Ahora bien —digámoslo desde ahora— contrariamente a lo que esperábamos,
ninguno da los procesos de razonamiento que hemos observado hasta hoy (recordemos
que el campo de nuestras investigaciones se limita a los débiles (“sujetos con
discapacidad”) mentales y concierne sobre todo a los jóvenes) escapa a las estructuras
evolutivas del agrupamiento operatorio cuya génesis hemos descrito en otra parte35.
Incluso la manera de formular los juicios y la conducta intelectual frente a la experiencia,
pueden ser homologados a las reacciones estudiadas en los niños normales. La
construcción racional y experimental sería pues idéntica. Pero todos los casos no se
presentan bajo la forma de simples fijaciones a niveles determinados, y encontramos,
efectivamente, algunos fenómenos que sobrepasan este marco. Sólo que, dato
interesante, estos casos aberrantes, en lugar de constituir desviaciones propiamente
dichas “en para”, por oposición a los casos “en hipo”, se Iimitan a oscilar (en el sentido
en que Pierre Janet ha hablado de las oscilaciones de la tensión o del nivel psicológico)
entre varios niveles cada uno de los cuales constituye por sí mismo uno de los estadios
característicos de la evolución normal. Son estos razonamientos oscilantes los que
vamos a discutir en este capítulo.
Hagamos notar en seguida que no constituyen más que un grupo restringido con
relación a las reacciones clasificadas por niveles. En el conjunto de los casos que hemos
examinado hasta ahora, los razonamientos oscilantes representan apenas el 10%,
mientras que el 90% están provisionalmente o definitivamente fijados a niveles precisos
de la evolución mental.
Después de haber examinado la significación de las fijaciones, nos queda, pues,
por estudiar la naturaleza psicológica de las oscilaciones de razonamiento. Primeramente
podemos distinguir diferentes tipos de oscilaciones: 1) los razonamientos que señalan un
progreso en el curso mismo del interrogatorio; 2) las oscilaciones simples entre dos
niveles, y 3) los razonamientos de tipo retrógrado, es decir, que señalan un retroceso en
el curso del interrogatorio. Después de haber examinado las tres clases de oscilaciones,
todavía estudiaremos los desfases anormales que ponen de manifiesto un problema
análogo al de los casos procedentes.
35
J. PIAGET et B. INHELDER: Le développement des quantités chez l’enfant.
56
La niña comienza pues por negar la conservación del peso cuando se hace las
transformaciones en salchicha y la división en partes.
«La bola pesa más, porque así es una bola», «porque es una bola entera». Sin dar
razones más explícitas, aun afirmando, por otra parte, que la sustancia siempre es la
misma «porque no hemos quitado nada» o «porque ha sido una bola al principio». Como
los niños normales de menos de 9 años, Reg. no se ha sorprendido espontáneamente
por esta contradicción. Para ella, en este momento, la conservación de la sustancia no
implica necesariamente la del peso. Como hemos visto anteriormente, en efecto es más
fácil realizar una operación reversible cuando ésta trata sobre una sustancia extensa, que
58
cuando se trata de cuantificar el peso, ya que éste está impregnado durante más tiempo
de apreciaciones subjetivas.
Sólo que, y éste es el momento que nos interesa en este interrogatorio, una simple
pregunta que no contenga por si misma ninguna sugestión directa, incita al niño a revisar
su primera afirmación y a corregirla:
¿Por qué crees tú que esto se ha vuelto más pesado? — « No, aun así pesa lo mismo,
porque al principio era igualmente pesado.»
Podríamos suponer que Reg., al sospechar que no estábamos satisfechas de su primera
respuesta, repite por simple analogía verbal lo que acaba de afirmar a propósito de la
conservación de la sustancia. Pero no es así, y la manera como la niña motiva sus
previsiones prueba que se trata de una verdadera conversión del pensamiento hacia el
«agrupamiento» operatorio:
“porque podríamos volver a hacer una bola», «no hemos quitado nada»;
y a propósito de la comparación entre la bola y la galleta:
«Tendrá igualmente el mismo peso, porque esta (indicando la bola) podríamos también
hacerla delgada y luego sería exactamente lo mismo.»
Aunque la niña sea poco elocuente, algunas de las proposiciones que acabamos de
reunir, indican que en el curso del interrogatorio, ha hecho un progreso real. Al principio
era incapaz de considerar el peso coma una cualidad constante, y termina por
comprender la necesidad lógica de su invariación. Sin embargo, este progreso del
pensamiento queda limitado; las mismas preguntas que han dado lugar a la idea de la
conservación del peso, son ineficaces cuando se hacen con respecto a la conservación
del volumen: «Con la galleta esto sube mucho más arriba, porque es más ancha» y con
la pasta dividida «mucho menos arriba, porque esto siempre es más ancho y los trocitos
son muy pequeños».
¿Cómo interpretar un desarrollo del pensamiento de este tipo y qué diagnóstico formular?
Notemos en primer lugar que la niña no puede sobrepasar el nivel del tercer estadio de
las nociones de conservación, lo que a la edad de 11,07 años, tal como lo hemos
mostrado en el capítulo III, es índice de un ligero retardo de desarrollo mental. ¿Pero
hace falta ir más lejos, situando el razonamiento de Reg., según sus reacciones del
comienzo del interrogatorio al nivel del segundo estadio, y en este caso atribuirle un
retardo mental más considerable?
Para responder a estas preguntas, nos parece útil distinguir dos cosas: el diagnóstico del
nivel actual del pensamiento, y la determinación de su equilibrio, que permiten entrever
un pronóstico. En cuanto al diagnóstico del nivel, el razonamiento de la niña, en efecto,
se encuentra a medio camino entre el segundo y el tercer estadio operatorio. En cuanto al
equilibrio del pensamiento, está caracterizado por su movilidad y su consolidación en
función de la experiencia. La niña se ha mostrado capaz de hacer progresos en una
situación determinada, cuya significación genética y funcional conocemos por otra parte.
Este hecho permite formular la hipótesis de que Reg., aunque ligeramente retrasada,
podrá hacer ulteriormente progresos de razonamiento.
Nuestras previsiones han sido confirmadas. A causa de su retraso, se ha hecho salir a la
niña de su clase normal y se la ha puesto en una de enseñanza especial. Si la
constatación de un ligero retraso nos ha llevado a una intervención de este tipo, el
pronóstico que hemos podido deducir del interrogatorio que acabamos de leer, era más
favorable de lo que los resultados en los tests habituales nos hubieran hecho creer.
Efectivamente, el rendimiento escolar ha justificado nuestra opinión en lo siguiente: una
vez situada en un ambiente intelectual que tenía en cuenta sus dificultades y estimulaba
sus esfuerzos por métodos de trabajo adaptados, la niña ha hecho progresos reales y ha
podido seguir hasta el final el programa especial (…).
59
Como consecuencia, nada más natural que suponer que la niña, al principio del
interrogatorio, y en general en la clase normal, no había dado toda su medida, debido a
una falta de adaptación social, factor que se añade a la deficiencia de los medios
intelectuales. Del análisis de este razonamiento, «progresivo», retenemos una hipótesis
por otra parte plausible: el intercambio intelectual del individuo con su medio, puede
retrasar o acelerar, según los casos, el desarrollo del pensamiento.
2. Las oscilaciones propiamente dichas
Mientras que las oscilaciones progresivas de las cuales acabamos de ver algunos
ejemplos no se encuentran más que en los niños afectados de debilidad ligera
(“discapacidad mental leve”), las verdaderas oscilaciones, es decir, las fluctuaciones
constantes entre dos niveles, pueden observarse en todos los grados de la de debilidad
mental (“discapacidad mental”). Lo más frecuente es que el punto final no señale ni
progresos notables ni retrocesos con relación al punto de partida. Si se quisiera
representar gráficamente el proceso del pensamiento, éste tomaría la forma de un
movimiento ondulatorio. Las oscilaciones propiamente dichas generalmente dan
testimonio de trastornos acentuados del equilibrio intelectual.
Si la oscilación es el rasgo común a este grupo de razonamientos, un análisis más
fino permite distinguir varios tipos de factores dominantes. Por ejemplo, aquí tenemos
tres de ellos: la inquietud, la sugestibilidad y la duda, que se manifiestan los tres bajo
forma de fluctuaciones ondulatorias de los procesos de razonamiento (estos rasgos
pueden aparecer aisladamente o combinados en un mismo individuo).
Los jóvenes débiles (“con discapacidad mental”) que tienen el razonamiento
influenciado por la inquietud pasan constantemente de un sistema explicativo a otro, sin
que podamos atribuir estas fluctuaciones a una presión, ya sea de los datos
experimentales, ya sea del interlocutor. Cuando el niño propone una solución, se retracta,
y va incluso hasta contradecirse, por miedo a verse comprometido. Por el contrario, los
sugestionables, como la palabra lo indica, se someten a cualquier incitación, y procuran
más bien adaptarse a las personas que a los datos objetivos. En fin, los dudosos
confrontan continuamente las diversas opiniones posibles: no pueden decidirse por una
solución o por otra, pero no se manifiestan a la persona que les interroga por miedo a
equivocarse.
Vamos a presentar un ejemplo de cada una de estas tres formas de oscilaciones,
y a señalar los problemas que plantean para el diagnóstico del razonamiento.
R- Cuando esto (muestra uno de los platillos) está abajo, pesa más, esto pesa encima,
entonces esto debe bajar, y cuando es lo mismo, se balancea, eso se ve.
(Luego iguala las dos bolitas con mucho cuidado, verifica largo tiempo en la balanza, no
se satisface fácilmente.)
E- Con una de las bolas puedes hacer una salchicha, y la otra la vamos a dejar como
está.
R- Exclama espontáneamente: Simplemente una salchicha, podríamos hacer también
como una zanahoria. (Transforma la bola y todavía pregunta si está bien.)
E- Si pesamos las dos bolas en la balanza, ¿cómo estarán los dos platillos? Indícalo con
las manos.
R- Reflexiona largamente: Los dos pesan lo mismo, por que si enrollamos otra vez esto,
otra vez pesa lo mismo.
60
R- Sí, si la volvemos a poner en forma de bola da otra vez una bola lo mismo de grande.
(Luego pasamos al problema del volumen. Constata que el nivel sube lo mismo para las
dos bolas idénticas.)
E- ¿Hasta dónde subiría el agua para la salchicha?
R- Más arriba, ya que la salchicha es larga.
E- ¿Y para la torta?
R- Todavía más arriba, esto llena toda la parte baja del fondo, entonces el agua debe
subir.
E- ¿Y para los trocitos?
R- Apenas, son muy pequeños.
R- “Las dos lo mismo de pesadas, porque si la arrollamos otra vez, pesa igual.”
Tenemos aquí pues una excelente construcción reversible que por sí misma da
testimonio de un pensamiento normalmente desarrollado. Pero basta con que precisemos
la pregunta: “Y en forma de salchicha, ¿pesa igual?” para hacer vacilar la convicción del
niño. Se inquieta por si ha podido enunciar un juicio falso; se hunde su certeza lógica y no
resiste la impresión subjetiva. Sospesando la bola y la salchicha en la mano encuentra
que:
E- Entonces, ¿qué es mejor: lo que tú has creído al principio o lo que dices ahora?
Se decide claramente:
R- “La salchicha pesa más, porque está arrollada así, cuelga de los dos lados del
platillo y eso hace que pese.”
Pero, cosa curiosa, la pregunta ¿”Podríamos volver a hacer una bola? ¿Cómo
sería con relación a la otra”?. Que sugiere la reversibilidad sobre la que él fundaba su
idea de conservación de peso, esta vez embrolla al niño hasta hacerla creer:
Ahora todo se presenta como si el niño hubiera negado de una vez por todas la
idea de conservación y formara parte de los tipos de razonamiento retrógrado que, como
veremos a continuación, se sirven de nociones adquiridas verbalmente sin ser capaces
de elaboración personal.
Sin embargo, esto no es así, y sus reacciones a la verificación experimental
muestran claramente su comprensión inteligente y personal de los problemas planteados.
No sólo explica la igualdad de peso por una operación (por lo menos implícita) de
coligación:
R-“Hay igual de pasta, sólo que está repartida..., también pesa igual, sólo que está
extendido, viene a ser lo mismo...” “Si la volvemos a poner en forma de bola, da
otra vez una bola igual de grande.”
R- Porque hemos arrollado la bola, luego se ha vuelto más ligera, la salchicha más ligera
que la bola.
E- ¿Hay la misma pasta en la bola que en la salchicha?
R- La misma, tengo la idea de que también es el mismo peso.
E- ¿Por qué lo piensas ahora?
R- Porque antes también pesaban igual.
E- ¿Hay la misma pasta o no?
R- La misma.
E- Ahora, vas a controlar si esto es cierto, si lo has adivinado.
R- (Antes de pasar al control:) No, no, no pesan lo mismo.
E- ¿Cuál seria más pesado según tú?
R- La salchicha (Observa al experimentador, y no ve aprobación). No, la bola (es más
pesada).
E- Vamos a probar otra cosa: ¿Cuánto pesarán los trocitos? (Hemos dividido la salchicha
en trocitos.)
R- Son más ligeros.
E- ¿Por qué más ligeros?
R- Porque están cortados en trozos.
E- ¿Hay más pasta en los trocitos, o la misma?
R- Igual de pasta, pesa lo mismo.
E- ¿La misma pasta, o más de un lado que del otro?
R- En un platillo hay más pasta, están cortados en trozos así, y porque antes habíamos
hecho con ello una larga salchicha.
E- Entonces, si los pones en la balanza, ¿cómo será?
R- Los trocitos pesan más, o lo mismo a pesar de todo. Lo mismo de pesados, es la
misma pasta.
E- ¿Quieres hacer una galleta con una de las balas?
R- (Dice inmediatamente:) Es el mismo peso.
E- ¿Por qué?
R- El uno es más largo, y la otra más ancha, viene a ser lo mismo.
E- ¿Dónde pesa más, de qué lado?
R- La bola es pesada, la galleta no hace el mismo peso.
E- ¿Qué pasará, si meto cada una de las bolas en un vaso de agua?
R- El agua no se queda igual, sube un poquito más arriba.
E- ¿Por qué sube?
R- Porque hay pasta en el agua, entonces eso hace subir un poco.
E- ¿Pero por qué hace subir la pasta?
R- El agua sube un poco porque esto (muestra la bola) baja.
E- (Hacemos observar que el nivel sube exactamente lo mismo para las dos bolas.)
65
Mira, cada bola ocupa un sitio en el agua, entonces esto hace subir el nivel. Y si en lugar
de la bola metieras la galleta, ¿ocuparía el mismo sitio?
R- La galleta baja al fondo, eso hace subir el agua.
E- ¿Y hasta dónde subirá el agua?
R- (Indica el nivel igual al de la bola.)
E- Pero, antes, tú habías dicho que había más pasta en la gallera, ¿por qué esto hace
subir el agua lo mismo? ¿Por qué esto ocuparía el mismo sitio?
R- Sí, la galleta ocupa un poco más de sitio.
E- ¿Por qué más sitio?
R- No el mismo sitio, pesa lo mismo.
E- ¿Cómo sabes que ocupan el mismo sitio, lo bola y la galleta?
R- La bola es alta, eso hace lo misma que la galleta en anchura.
E- Y si metes la bola en un vaso, y en la otra la salchicha, ¿hasta donde subirá el agua
en cada uno de los vasos?
R- Sube lo misma, porque la pasta (de la salchicha) también va al fondo del agua y
empuja el agua todavía más arriba.
E- ¿Bola y salchicha ocuparán el mismo sitio, o no, qué piensas tú?
R- No, la salchicha ocupa más sitio.
E- Entonces ¿hasta dónde subirá el agua?
R- (Indica un nivel mucho más elevado) Sube más.
E- Y si se pesara ahora la bola y la salchicha, ¿cómo estaría en la balanza?
R- La salchicha, pesa más porque eso hace subir el agua más arriba.
(Control experimental).
R- ¡ah! Es lo mismo, sí, pesa lo mismo.
E- ¿Puedes explicar por que?
R- No, en fin, yo lo había dicho bien, siempre es lo mismo. (Ella manifiesta claramente su
falta de interés)
Mientras que en los casos progresivos podíamos asistir a un proceso continúo del
pensamiento, y en Wal. (Obs. 55) podíamos observar una búsqueda de lo verdadero,
contrarrestado momentáneamente sólo por su egocentrismo afectivo, en Ger., cuyo
interrogatorio acabamos de citar, las fluctuaciones son tan frecuentes que ya no es el
caso de un verdadero desarrollo del pensamiento, sino solamente oscilaciones entre
afirmaciones contradictorias.
La niña comienza por afirmar la conservación del peso “porque al principio las dos
han pesado lo mismo”; pero la única pregunta puesta con la intención de hacerle precisar
su argumentación: “Pero ahora, una está en salchicha, ¿viene a ser lo mismo?” basta
para desconcertarla:
“R- Porque hemos arrollado la bola, luego se ha vuelto más ligera, la salchicha es
más ligera.”
66
Y al no ver aprobación:
Primero:
”R- Los trocitos son más livianos..... Porque están cortados en trozos”, y después:
“E- ¿Los trocitos son más pesados, o a pesar de todo igual de pesados?
R- Lo mismo de pesados, a pesar de todo es la misma plastilina.”
Pero estas oscilaciones no se limitan al problema del peso, cosa que todavía
podía ser asimilado a un fenómeno de desarrollo del pensamiento, característico de los
casos intermedios, sino que se manifiestan igualmente cuando se trata de pronunciarse
acerca de la conservación de la sustancia:
Y momentos después:
“R- Sobre un platillo hay más plastilina, está cortado así en trozos porque ates
habíamos hecho con ellos una larga salchicha.”
C) El razonamiento dudoso
“R- No, es más liviana, a pesar de todo es más liviana que antes”
Notemos el empleo de la palabra “casi” lo cual nos parece traducir, mejor que
cualquier otra cosa, la indecisión y el miedo a comprometerse, fenómeno raro en los
niños lo mismo que en los débiles (“deficientes mentales leves”), en los cuales lo más
frecuente es que descuiden la exactitud de sus proposiciones. La duda del razonamiento
que acabamos de subrayar en Edi. aparece esencialmente cuando las preguntas y
problemas experimentales sobrepasan su nivel intelectual. Cada vez que se deja llevar
espontáneamente por la observación de los datos perceptivos sin corregir éstos por un
esfuerzo del pensamiento, se expresa con cierta vivacidad o por lo menos muestra
menos inhibiciones. Por ej., cuando ha confeccionado los trocitos de pasta, dice por sí
solo:
“R-Los trocitos ciertamente son más livianos porque los hemos hecho muy
pequeños, los hemos hecho migas”
Cuando le preguntamos:
“E-¿Hay todavía la misma pasta, más o menos?”, duda durante largo tiempo y no
puede decidirse en un sentido o en otro, renunciando finalmente a la reflexión:
“R- No sé.”
“R- Otra vez el mismo peso; no, un poco más pesado, no, no sé, no, un poco más
pesado a pesar de todo, porque será un poco más grande” (Sobreentendido: “Si
volvemos a hacer la bola”)
Y cuando le preguntamos:
“E-¿Tu crees que sí? (es decir que hay lo mismo de plastilina) o no estás seguro
R- No sé, yo creo, pero quizá sería a pesar de todo más grande”
“R- Decir lo mismo de pesadas es más exacto porque (las dos bolas) son igual de
anchas y redondas y grandes” o más tarde: “R- Ahora, ya sé porque sabemos que
siempre es el mismo peso…”
sin duda al desequilibrio actual del comportamiento intelectual y afectivo del niño. Éste, a
su entrada en la institución para niños anormales había sorprendido por su mutismo.
Muchas veces se escondía bajo los bancos de la escuela y se mostraba hostil a
todo el mundo. Poco a poco esta resistencia pasiva pudo ser superada pero persisten
una inhibición general entrecortada de explosiones agresivas.
Su maestro nos dice que cada vez que Edi. no resuelve de entrada un problema
que se le plantea, se pone nervioso, no quiere continuar y procura escapar a las
dificultades hasta llegar a estallar en crisis histéricas (paresia o parálisis del brazo
derecho, etc.)
Al examinar de nuevo al niño después de un intervalo de dos años hemos
constatado que su rendimiento escolar había mejorado mucho y su manera de pensar se
había consolidado poco a poco. Parece que una enseñanza adaptada, junto con una
atmósfera educativa armoniosa ha dado cierta seguridad al niño y por esto ha sido
posible un verdadero cambio intelectual en provecho del desarrollo de su pensamiento.
Como el terreno sobre el cual se desarrollan las funciones mentales será siempre
defectuoso, el niño nunca alcanzará el nivel del pensamiento adulto.
Pero el medio en el cual se adquieren los mecanismos racionales tendrá siempre
la influencia ya sea de estímulo o de inhibición que conducirá al equilibrio o a la
disgregación del razonamiento.
Las oscilaciones propiamente dichas entre dos niveles operatorios no son en sí
mismas un índice de retraso (“deficiencia mental”), sino que vienen a combinarse con
éste y nos ha parecido que ponen de manifiesto un desequilibrio momentáneo o
constante del pensamiento. Contrariamente a los casos progresivos se encuentran en
todos los niveles de la debilidad mental. Por sí mismas, las oscilaciones no permiten
establecer un pronóstico. Éste depende esencialmente de la interacción de los factores
constitucionales y sociales. Cuando el examen psiquiátrico no revela ningún trastorno
patológico de desequilibrio mental, hay esperanzas de que un enderezamiento de las
condiciones sociales permita volver a establecer el equilibrio.
“Esto no pesa, no tira hacia abajo” (los trocitos) o “porque es más grande y más gruesa”
(cuando ha transformado la bola en salchicha).
“E- ¿Pero tú habías previsto otra cosa?”, justifica su idea por la variación de la
sustancia:
“R- Porque cuando se vuelve a hacer una bola disminuye, la apretamos y hace
menos.”
Sin procurar poner sus últimas proposiciones de acuerdo con lo que afirmaba
momentos antes.
Vemos en seguida que se trata de una grave deficiencia del pensamiento.
Después de un hundimiento en la dirección inversa de la construcción operatoria llega
tranquilamente a negar toda conservación. Incluso queda sin efecto el retorno empírico al
estado inicial que le sugerimos. Cree que es “el mismo tamaño” ahora como antes pero
entre tanto “disminuye”. Así el niño no sabe sacar provecho de ninguno de los puntos de
referencia de la experiencia y este hecho prueba que el mecanismo operatorio del
pensamiento, refractario a los datos experimentales, queda fijo al nivel prelógico.
Esto es tanto más sorprenderte por cuanto que el sujeto se ha expresado al
principio a favor de la conservación de la sustancia. Podemos preguntarnos si es que
habría que disociar dos cosas: por una parte una mecánica formal del pensamiento
debida a la formación escolar o social o aún a las adquisiciones personales demasiado
recientes y que el niño intenta aplicar a cualquier contenido y, por otra parte; el nivel
ordinario de sus operaciones intelectuales que se mantiene en un estado de
incoordinación relativa. Este barniz de lógica aparente sería, por ej., el fruto de la
enseñanza. Aun siendo poco capaz de un pensamiento constructor el niño habría
adquirido en el curso de los años escolares algún método de cálculo o de razonamiento
más o menos preciso que se reflejaría aquí en los problemas que estudiamos. En efecto,
observamos que algunos anormales han adquirido técnicas sorprendentes de
multiplicación y de división sin comprender sin embargo la reciprocidad de estas
operaciones. Limitémonos a señalar una analogía de este tipo, volveremos sobre este
hecho en la discusión de conjunto de resultados.
Es importante no confiar excesivamente en las palabras e intentar alcanzar el
verdadero nivel del pensamiento. En el caso de Her. la determinación del nivel es
relativamente fácil. La enseñanza especial que ha recibido el niño durante varios años le
ha provisto de algunos esquemas de razonamiento que él se esfuerza en adaptar a la
situación presente.
Solo que, en el momento en que lo hacemos reflexionar sobre datos concretos en
contradicción con sus previsiones, se embrolla totalmente y el hundimiento a que
asistimos a continuación nos parece que es significativo de su mentalidad primitiva.
Habiendo restablecido en cierto modo mediante la conservación el equilibrio de su
pensamiento, realzado al principio por la adquisición de algunas nociones mal asimiladas,
deberemos estimar que su razonamiento, a los 14 años, casi no ha sobrepasado el nivel
lógico correspondiente a un niño de 5-6 años.
Según el nivel de razonamiento se trata aquí de un retraso profundo del grado de
imbecilidad (“una deficiencia mental moderada”). El fenómeno de la regresión da
testimonio de una pasividad intelectual y acusa una deficiencia grave. Las esperanzas de
desarrollo ulterior del pensamiento del niño son relativamente escasas y el pronóstico nos
parece malo. Contrariamente a los razonamientos progresivos que, en nuestros sujetos
son testimonio sin excepción de un pensamiento en formación, en todos los casos de
razonamientos retrógrados se debe esperar, o bien una fijación definitiva a su nivel real, o
bien ulteriores recaídas.
75
En Her., por ej., al cual hemos podido seguir durante algún tiempo, a pesar de
todos los esfuerzos pedagógicos no se noto ningún progreso escolar. Después de varios
años de una excelente enseñanza especial quedaba al nivel del segundo año escolar. En
cuanto a la comprensión de la aritmética ni siquiera sobrepasaba las nociones numéricas
de 1 a 10, las operaciones fundamentales eran aprendidas mecánicamente pero sin
ninguna comprensión real. Sin embargo el muchacho rendía a satisfacción de algunos
trabajos manuales como por ej. el de cestero. Pero aparte de esta destreza su estado
mental ha quedado estacionario.
El contraste entre una lógica recientemente adquirida y el funcionamiento
operatorio real del pensamiento todavía es más sorprendente cuando nos dirigimos a
sujetos de más edad. Si nuestro estudio no se limitara en principio más que al diagnóstico
del razonamiento de jóvenes débiles (“deficientes mentales”) tendríamos que dedicar un
capítulo especial a las alteraciones del pensamiento que se producen en el momento en
el que desarrollo intelectual de los débiles (“deficientes mentales”) se estanca mientras
que continúan adquiriendo algunas técnicas sociales y prácticas en función de sus
actividades. A título de ejemplo citaremos un solo caso típico, el de Zwe. (Obs. 59), quien,
a la edad de 20 años, todavía no ha sobrepasado el nivel de razonamiento más primitivo,
pero que, con alguna habilidad, consigue ocultar su profunda ignorancia.
R- La bola es más pesada (duda) o a pesar de todo ¿el mismo peso? No hemos quitado
ni agregado nada… pero por otra parte creo que la bola es más pesada porque la hemos
dejado a un lado.
E- ¿En la bola hay la misma plastilina o más?
R- La misma ya que lo hemos pesado al principio.
E- ¿Y cuando lo hemos transformado en salchicha?
R- Todavía lo mismo (duda), no, no lo creo, ha disminuido, porque esto es más largo.
E- Podes volver ha hacer dos bolas y dividir una en trocitos.
R- Manipula con placer
E- ¿Cuánto pesará, en un lado la bola y en el otro lo trocitos?
R- La bola pesa más, los trocitos ya no son tan pesados ahora.
E- ¿Podríamos volver a hacer una bola con estos trocitos?
R- ¡Oh! No hay la misma, hay más en los trocitos… (reflexiona) no, es lo mismo, cuando
lo he pesado era lo mismo.
E- ¿Es también el mismo peso o más liviano?
R- Se ha vuelto más liviano pero hay la misma plastilina, hay la misma plastilina.
E- ¿No importa que estén separados los trozos?
R- Cuando miro así veo que hay más en todos estos trocitos a pesar de todo hay más
plastilina.
E- ¿Cómo sería para la galleta? Podes hacer una y compararla.
R- Es lo mismo de redondo, solo que no hemos quitado nada, pesa también lo mismo.
E- ¿Podríamos volver a hacer una bola con la galleta?
76
R- Sí, pero espere, a pesar de todo hay más plastilina en la galleta entonces no sé muy
bien si esto da otra vez igual.
E- ¿Por qué decís que pesa lo mismo que la bola?
R- Sí lo he dicho, pero cuando reflexiono veo que es más delgada, creo que es más
liviana. (controla en la balanza). ¡Ah! A pesar de todo es como yo lo había dicho antes
que era más exacto.
E- (Le explicamos el desplazamiento del agua por la inmersión de las bolas. Zwe. señala
el nivel del agua desplazada) ¿Y si en lugar de una bola metiéramos esta pieza de metal?
R- Con el plomo esto subiría más, es más pesado.
E- Control experimental
R- ¡Ah! La bola es más grande, ocupa más sitio.
E- (Sumergimos las dos bolas)
R- Sube lo mismo para las dos, las bolas ocupan el mismo sitio.
E- ¿Y si metiéramos una bola y una galleta en cada uno de los vasos?
R- Sube más arriba con la galleta porque es más ancha.
E- ¿Y hasta donde subiría el agua con los trocitos?
R- El agua sube muy poco. (señala un nivel poco elevado)
E- ¿Por qué tan poco?
R- La bola llena más, es más pesada.
E- ¿Pero te acordás que el plomo pesaba “ocupaba menos” aun siendo “más pesado”?
R- Es que en la bola hay más adentro.
E- ¿Más que en los trocitos o lo mismo?
R- Más.
E- ¿Más de qué?
R- De plastilina.
E- ¿Y si comparamos la salchicha y la bola ocuparía el mismo sitio en el agua o no?
R- Sube más arriba con la salchicha porque es más largo
E- Control experimental.
R- (Constata simplemente:) Esto sube más arriba con la salchicha, la salchicha no es tan
larga como yo había creído.
“R- La bola es más pesada… o a pesar de todo ¿el mismo peso? No hemos
quitado ni agregado nada… pero por otra parte creo que la bola es más pesada porque la
hemos dejado a un lado.”
Igual para las cuestiones relativas a la constancia de la sustancia:
77
“R- Es evidente, cuando hacemos trocitos no importa” y “Hay más en los trocitos”.
“R- Es lo mismo de redondo, sólo que no hemos quitado nada, pesa lo mismo”
“R- Espere, a pesar de todo hay más pasta en la galleta, entonces no sé muy
bien... cuando reflexiono veo que es más delgada”, etc.
Y más tarde todavía, cuando pasamos al problema del volumen, y el sujeto debe
de alguna manera volver a reflexionar con nuevas formas, nos damos cuenta fácilmente
de cómo sus nociones de conservación descansaban sobre un formalismo superficial y
no sobre una madurez del pensamiento:
“R- La bola ocupa más, es más pesada....Es que en la bola hay más dentro.”
(3)
J. PIAGET: Le mécanisme du développement mental et les lois du groupement des opérations.archives de
psycholoqie t. XXVIII, 1942.
79
R- Es decir, igual de pesado que cuando está en trozos, porque en el fondo hay un poco
de azúcar dentro ya que el agua es todavía dulce; pero no, el azúcar ya no está dentro.
E- ¿Y cómo te imaginas tú que el agua pueda ser dulce?
R- Porque el azúcar se ha fundido en el agua, se ha vuelto húmedo y luego ha
desaparecido y ahora es exactamente lo mismo que el agua pura.
E- (Hacemos controlar en la balanza que el agua azucarada pesa más que el agua pura)
R- A pesar de todo, pesa más que el agua pura, ya que el azúcar no se ha fundido del
todo.
E- ¿Qué piensas del nivel del agua?, ¿Bajará como tú lo decías?
R- ¡Ah! El agua queda igual porque el azúcar todavía está dentro y eso hace algo.
E- ¿Pero todavía es igual de grande el azúcar fundido?, ¿Ocupa todavía sitio?
R- Pues no, ya no lo vemos, está fundido
E- ¿Veremos todavía algo mirando con una lupa?
R- Sí, algo, pero no mucho.
E- ¿Qué veremos?
R- ¡Ah! En el momento en que el azúcar esté fundido del todo ya no veremos nada.
E- ¿Pero de que viene el hecho de que donde hemos puesto el azúcar, pese más que el
agua pura?
R- Ahora hay más agua en el vaso.
E- ¿De dónde viene este agua?
R- En todo caso debe venir del azúcar.
E- ¿Pero cómo es eso?
R- Se ha transformado, pero no veo exactamente como.
“R- Hay un poco de azúcar dentro, ya que el agua todavía está dulce”
Y más tarde cuando le pedimos que explique el sabor dulce del agua:
Pero cuando observa la constancia del peso, ello no le hace concebir un modo
particular de conservación sustancia, sino que le lleva sólo a la idea de que:
“R- El azúcar todavía está dentro, eso hace algo, ya no hay agua en el vaso, eso
debe venir del azúcar, pero no veo exactamente cómo”
Obs. 60 B
R- No estoy seguro, me gustaría verlo primero, es la misma pasta, entonces esto quizás
ocupa el mismo sitio.
E- ¿Y si en lugar de meter la salchicha la cortáramos en trocitos y los metiéramos en el
agua, hasta donde subiría el nivel?
R- Son más pequeños, esto ocupa menos sitio, no, sube también igual, porque aunque
sean trozos pesan lo mismo.
E- ¿Pero depende del peso que suba?, ¿ves esta pequeña piedra y la bola? Pesan las
dos exactamente igual, ¿cuál de ellas hará subir más el agua más arriba?
R- La bola, porque es más grande, y con los trocitos, ahora ya lo sé, es necesario que
todos juntos tengan sitio, entonces esto sube lo mismo.
E- ¿Y si probáramos con la bola y la galleta?
R- (Después de una larga duda:) Esto y esto, son dos cosas, las dos tienen el mismo
peso, seguro, y ya que tienen el mismo peso suben lo mismo.
E- ¿Por qué sube el agua?
R- A causa del peso
E- ¿Pero te acuerdas de la experiencia con la bola y la piedra?
R- Sí, es el tamaño lo que cuenta, ya comprendo, mire: para la pasta y la galleta, no hay
una que sea más grande, no es más que de otra forma.
E- ¿Podríamos volver ha hacer una bola?
R- Sí, sería exactamente del mismo tamaño, si no quitamos ni perdemos nada al
arrollarla.
Para el peso:
“R- Con los trocitos, ya lo sé ahora, es necesario que todos juntos tengan sitio,
entonces esto sube lo mismo” o “no hay una que sea más grande, no es más que de otra
forma”
Todavía no nos habíamos encontrado nunca un niño que rehusara tomar contacto
con la tenacidad que ha mostrado Hop. Después de haber pasado un cuarto de hora en
un completo mutismo, comienza a proferir unos gruñidos cuyo sentido es poco más o
menos lo que sigue: “Es una niñería, yo no hago esas tonterías, ¿es que estoy en la
policía?”, etc., etc. Igualmente, el profesor no había logrado hasta entonces hacerle pasar
un examen psicológico.
Durante las primeras semanas de escuela, Hop. no había participado en la
enseñanza; cada vez que se le dirigía la palabra, escondía el rostro con el brazo en un
gesto de defensa. Quizás es útil anotar aún que Hop. había pasado largos años en un
asilo para niños idiotas (“niños con deficiencia mental severa”) y había sido considerado
como un sujeto sin ningún desarrollo posible. De allí había conservado una profunda
desconfianza y vivía en un completo aislamiento intelectual y afectivo.
Ahora bien, entre todas las experiencias que probamos para interesar a Hop., sólo
una hace efecto sobre él: la deformación de las bolitas. La manipulación de la plastilina le
cautiva inmediatamente hasta hacerle olvidar la situación de examen. La plastilina le
recuerda los ensayos que anteriormente había realizado en los trabajos de alfarería y su
deseo de perfeccionarse en este oficio. Trabaja con cuidado y nos habla con placer de
toda clase de cuestiones técnicas con las transformaciones de la arcilla; la discusión se
emprende así sin artificios.
Es innegable que el funcionamiento normal del razonamiento supone un interés
por los problemas planteados. Sabemos bastante bien cuántos malos resultados
escolares son debidos al hecho de que la manera de presentar las cosas no corresponde
a las necesidades intelectuales o afectivas de los alumnos; toda la escuela nueva, la
escuela a medida se ha inspirado en el conocimiento de las necesidades o intereses
funcionales del niño. Ahora bien, en el caso de Hop., la situación es más grave; la falta de
interés no está limitada a algunos problemas o métodos de enseñanza, se ha vuelto una
actitud general mental mucho más general; se trata de un negativismo frente a toda
cuestión que él no puede asimilar de inmediato.
Esta actitud mental le impide desplegar toda su capacidad y abordar los
problemas con calma y objetividad. Por el contrario, desde el momento que se le toca la
fibra sensible, un interés particular (en este caso, todo lo que concierne a sus
manipulaciones preferidas), la barrera cae y el niño reflexiona, en cierto modo a pesar
suyo.
Mientras que el razonamiento con retroceso (que puede igualmente manifestarse
bajo forma de desfases, o más exactamente de falsos desfases, ya que la superioridad
momentánea sólo es aparente) indica siempre un retraso mental acentuado, cuando
estamos en presencia de verdaderos desfases, es decir condicionados por bloqueos
afectivos, hay que preguntarse si no se trata de un pseudo-retraso de un sujeto
mantenido demasiado tiempo por debajo de su nivel intelectual. Sin duda es lo que ha
pasado con Hop.
Ciertamente, sería superficial querer reducir todas las oscilaciones intelectuales
anormales a las deficiencias del medio social y descuidar los factores constitucionales.
Por el contrario, creemos que las oscilaciones que acabamos de describir en este
capitulo serán siempre el índice de un campo mental deficiente. Tanto si este condiciona
los trastornos de intercambio, como éstos vengan a injertarse sobre él, las oscilaciones
serán siempre el producto de dos factores. Si la organización mental está intacta, los
trastornos de orden social casi no tienen importancia duradera sobre el desarrollo
intelectual. (Todos los niños llamados difíciles pero dotados de una inteligencia normal,
examinados por el mismo método, nos dan prueba de ello.) Si hay deficiencia intelectual
sin trastornos sociales, resultan de ellos fijaciones más o menos homogéneas, tales como
las que hemos descrito en los capítulos II y III. Pero cuando hay interacción de las
deficiencias mentales y de los trastornos afectivos y sociales, el equilibrio operatorio está
más o menos alterado. ¿En qué consiste este factor interno (por oposición al factor
interindividual) de desequilibrio operatorio en el caso de las oscilaciones y los trastornos
del intercambio intelectual con el medio? Esto es lo que veremos al momento.
84
resistir a las preguntas planteadas con el único objeto de hacer que los sujetos se
justifiquen, sus declaraciones corresponden más a una lógica adquirida que a una
elaboración personal. Por la enseñanza que nuestros sujetos han tenido, lo mismo que
por todo el ambiente social, se han formado esquemas de pensamiento que intentan
aplicar a su vez y que parecen responder aquí a los problemas planteados.
Sabemos que los mecanismos formales que aseguran la conservación, por
ejemplo en ocasión de los trasvases de una colección de perlas o de un líquido de un
recipiente a otro37, están ligados por todos los intermedios a los esquemas sensorio-
motores que permiten encontrar un objeto desaparecido. Un niño de 1 o 2 años ya sabe
que si transferimos dos perlas de una caja a otra, las encontramos en la segunda. Un
poco más tarde lo admitirá todavía para tres o cuatro perlas. Sólo los conjuntos más
numerosos o más complicados conducirán a la idea de la no-conservación.
Ahora bien, está claro que estas nociones intuitivas de conservación, cuando hay
un desplazamiento o un trasvase, pueden ser objeto de un adiestramiento por la
educación. Por ejemplo, en la iniciación aritmética, cuando los débiles (“sujetos con
deficiencia mental”) aprenden a reencontrar seis fichas según las diferentes figuras con
las cuales les enseñamos a cantar o a igualar dos colecciones distintas en apariencia,
pero formadas por el mismo número de elementos, está claro que son adiestrados en una
especie de composición que les prepara para manejar algunos esquemas de
conservación. Serían, pues, estas maneras adquiridas de razonar las que les dictarían
sus primeras respuestas en el interrogatorio, mientras que la continuación del mismo
muestra su nivel real. En otros términos, al principio darían simplemente la ilusión de un
pensamiento operatorio, mientras que la conversación prolongada muestra que son
incapaces.
Para hacer comprender nuestro pensamiento, tomemos como ejemplo el caso de
un débil (“sujeto con deficiencia mental”) que, ingresado en su clase especial, puede
repetir 3 x 2=6; 3x 3 = 9; 3x4= 12, etc. Desde el punto de vista de los conocimientos, será
superior a un niño de 6 años que ignora estas fórmulas. Hagámosle entonces comparar 4
paquetes de 3 fichas con tres paquetes de 4 fichas: es muy posible que después de
haber admitido la igualdad a causa de su esquematismo operatorio aprendido, duda
luego de la equivalencia real y se pierde hasta el nivel en que no quiera creer que 12
fichas puestas en correspondencia con otras 12 son aún equivalentes, después de
desplazarlas o de ponerlas en un montón; el pensamiento real estaría entonces por
debajo del pensamiento adquirido.
Para ilustrar mejor la cosa, podemos comparar estos sujetos adiestrados
escolarmente, con unos dementes de asilo que dan una impresión engañosa al principio
de un examen clínico, pero cuyo hundimiento real constatamos en cuanto pasamos a una
discusión precisa. Del mismo modo que los dementes tienen durante largo tiempo un
hábito residual de sus adquisiciones sociales, estos débiles (“sujetos con deficiencia
mental”) de 14 a 16 años, sin ser dementes, llevan una especie de máscara intelectual de
orden escolar que es, precisamente, lo que el examen por medio de una conversación
continuada nos hace descubrir.
Esta sería la fuente de las primeras afirmaciones encontradas en el interrogatorio
y que a primera vista parecen testimoniar un nivel superior al nivel real de estos sujetos.
El hecho de que la parte de la elaboración personal en estas nociones iniciales sea
mínima, es lo que muestra su hundimiento inmediato. Es interesante observar que la
relación con el otro, tal como se produce en el curso de nuestras conversaciones, ejerce
aquí un efecto contrario al que se produce en los casos progresivos. Si, en estos últimos,
el planteamiento de los problemas y la articulación de los datos experimentales han
ayudado a movilizar y a desembarazar el razonamiento, en los casos retrógrados este
mismo procedimiento ha hecho justo el efecto contrario. En cuanto el niño es obligado a
adaptar su esquematismo a datos precisos y variados de la experiencia, éste se
derrumba y da paso a una inadaptación profunda. Es cierto que los sujetos más hábiles
37
J. PIAGET et A. SZEMINSKA: La genèse du nombre chez l’enfant. Cap. I y II
87
CAPITULO QUINTO
CONCLUSIONES
(…)
Pero para que tales pruebas adquieran un valor funcional en el sentido que
Claparéde ha dado a este término, es necesario presentarlas clínicamente. Nuestras
experiencias no tienen nada de común con un test, sino que tienden a ser un intercambio
de puntos de vista, una conversación libre con respecto a experiencias de física
elemental que pueden despertar la curiosidad del niño. Mientras que en la mayor parte de
los test el niño, una vez recibida la consigna, se encuentra solo frente a problemas a
resolver, aquí el clínico de alguna manera toma parte en la misma experiencia. En efecto,
cuando se trata de problemas de conducta y más particularmente de inteligencia práctica,
la observación de las diferentes fases de la coordinación de esquemas sensorio-motores
en función de un dispositivo es suficiente para poner de manifiesto unos índices clínicos
interesantes; pero en cuanto se pasa del plan de la acción al de la inteligencia reflexiva,
el contacto del sujeto con los hechos de experiencia debe ser respaldado por el
intercambio interindividual, ya que la elaboración misma de las nociones racionales
supone una discusión que, a este nivel de desarrollo, todavía no puede ser interiorizada.
El papel de las preguntas, de las objeciones, de las incitaciones a la observación
experimental y al control, es justamente forzar al niño a tomar conciencia de nociones y
92
Dos cuestiones que, en suma, no constituyen más que una, deben ser discutidas
a este respecto:
1) ¿En qué medida estamos autorizados a creer que el débil (“sujeto con
deficiencia mental”) que afirma la conservación de la sustancia se apoya en una
construcción operatoria real y no está simplemente influenciado por sugestiones
conscientes?
2) ¿Con qué derecho atribuimos una superioridad intelectual a sujetos que, por
ejemplo, llegan a la conservación del peso respecto a los que postulan solamente la de la
sustancia?
En efecto, dada la docilidad y la sugestibilidad de algunos retrasados mentales
(“sujetos con deficiencia mental”), nos podríamos preguntar si los sujetos reunidos en los
estadios II y III llegan a las nociones de conservación porque se muestran más accesibles
al intercambio intelectual y a los datos de la experiencia, o aún porque son más
sugestionables que otros que quedan refractarios a nuestro método, y no únicamente por
el hecho de una superioridad intelectual real. ¿Acaso nuestro método de conversación
libre no corre el riesgo de imponer a sujetos, a quienes faltan opiniones personales, una
idea que ellos no habrían descubierto por sí mismos? ¿Es que las respuestas justas no
son testimonio de una necesidad de aprobación más que de una elaboración operatoria?
El clínico debe tener presente sin cesar en la mente una objeción de esto tipo. Y cuando
se trata de problemas cuya solución se apoya en conocimientos y hechos de memoria,
incluso será difícil muchas veces disociar la parte de sugestibilidad en su sentido más
general y la de la actividad personal del sujeto. Pero si pasamos a los problemas
operatorios como ejemplo, el de la conservación, hay un signo clínico que, mejor que
cualquier otro, nos parece que pone de manifiesto una construcción racional sui generis,
es el sentimiento de evidencia lógica y de certeza interior con el cual el sujeto afirma la
conservación, certeza que se traduce muchas veces por el profundo asombro que
manifiesta cuando le pedimos que justifique esta afirmación. Además, el mismo hecho de
que esta certeza queda limitada a una construcción parcial y no pueda ser generalizada
a cualquier contenido intuitivo, parece que confirma claramente nuestra hipótesis de que
en algunos sujetos débiles mentales (“con deficiencia mental”) existe una elaboración
racional, aunque parcial e inacabada.
Nos queda por responder a la segunda pregunta: ¿cómo probar, por ejemplo, que
un débil (“sujeto con deficiencia mental”) que sabe que el peso de una sustancia se
conserva, ha adquirido una madurez intelectual superior al que se limita a creer que
encontrará todavía la misma sustancia después de una o varias transformaciones, pero
sin dotar a esta sustancia de un peso permanente? Recordemos primeramente que
hemos observado en el niño normal una sucesión genética perfectamente regular, según
la cual el niño llega a la conservación de la sustancia antes que a la del peso, y a ésta
antes de concebir la del volumen, según una ley de diferenciación progresiva de estas
mismas nociones. Ahora bien, podríamos esperar que hubiera excepciones, es decir,
inversiones en el orden de la adquisición cuando se trata de débiles (“sujetos con
deficiencia mental”) en los cuales coexisten a menudo nociones que ponen de manifiesto
niveles muy distintos. Pero, tal como lo hemos visto a lo largo de todo el capítulo III la
progresión genética normal de los principios de conservación subsiste en el desarrollo
con retraso del débil (“sujeto con deficiencia mental”), y esto por la razón siguiente: los
principios de conservación no se suceden sólo superponiéndose, sino integrándose
psicológicamente, e implicándose lógicamente unos en otros. Afirmar la conservación del
peso implica de entrada y siempre la creencia en la cantidad constante de la sustancia,
ya que el peso supone este sustrato material que es la sustancia-cantidad. Ahora bien, el
orden constante de una integración de este tipo, nos parece que permite relacionar los
razonamientos de nuestros sujetos con una escala de desarrollo, y admitir que en el
cuadro de la debilidad (“deficiencia mental”) misma existen niveles intermedios de
construcción intelectual. De la correspondencia de estos niveles con los estadios
operatorios del desarrollo normal, se puede concluir que el débil (“los sujetos con
deficiencia mental”) sigue con retraso y fijaciones precoces el mismo proceso evolutivo
96
le hacemos avanzar o retroceder entre estos dos estados que coexisten en un mismo
estado de falso equilibrio por falta de movilidad interior.
-Por la oscilación lejos de resultar de una mayor movilidad que en el normal,
atestigua por el contrario la existencia de estas especies de viscosidad, de la que
hablábamos hace un instante-.
El análisis de las causas y de los factores de este falso equilibrio propio de la
debilidad (“deficiencia mental”) conduciría sin duda a ampliar las cuestiones en la
dirección del interés, de la afectividad, de la psicomotricidad, etc. La discusión del
problema sobrepasa pues el cuadro de nuestra investigación.
Por el contrario, estas nociones nos parecen indispensables en las aplicaciones
prácticas de nuestra investigación, en lo que concierne a la cuestión del diagnóstico y del
pronóstico.
La conclusión a la que conduce todo nuestro estudio es, pues, que la debilidad
(“deficiencia mental”) podría ser definida por la construcción operatoria inacabada y esto
por oposición a la imbecilidad (“discapacidad moderada”) y a la idiotez (“discapacidad
severa”), en las que no hay construcción, y con relación al estado normal, en el cual la
construcción se acaba tarde o temprano, completando las operaciones concretas
conocidas por el débil (“sujeto con discapacidad leve”) con las operaciones formales a la
que éste no llega.
Vale la pena insistir sobre esta definición de la debilidad (“discapacidad mental”).
En efecto, si consultamos los autores acerca de los criterios habituales de la debilidad
(“discapacidad mental leve”) por oposición a la imbecilidad (“discapacidad mental
moderada”) por una parte, y el retraso simple por la otra (“dificultades de aprendizaje”),
nos quedamos sorprendidos de la vaguedad e imprecisión de las nociones corrientes.
(…)
La noción de construcción inacabada a la que nosotros hemos llegado, nos
permite por el contrario proponer las definiciones siguientes. Notemos primeramente que
desde el punto de vista dinámico, cuando la velocidad de la construcción es superior a la
media tenemos en términos dinámicos la equivalencia de los CI superiores a 1, y cuando
la velocidad es inferior a la media, tenemos retrasos más o menos profundos. Entre estos
retrasos la debilidad comienza cuando el sujeto no podrá nunca recuperar su retardo de
construcción. Desde el punto de vista estático, es decir del equilibrio final –o del falso
equilibrio nunca sobrepasado- podemos decir entonces:
1) Que el idiota (“discapacitado mental profundo”) no sobrepasa las
composiciones sensorio-motrices -anteriores al lenguaje-,
2) Que el imbécil (“discapacitado mental moderado”) es capaz de pensamiento
intuitivo -egocentrismo, irreversibilidad, pero no operación-,
3) Que el débil (“discapacitado mental leve”) no sobrepasa el pensamiento
operatorio concreto. Nunca recupera su retraso de construcción quedando su
pensamiento en las operaciones concretas por oposición a las operaciones formales,
4) En fin que el retrasado simple –retardado- (“sujeto con dificultades de
aprendizaje) llega a las operaciones formales y recupera así la normalidad
En efecto, ¿cuál es la incapacidad, observada en nuestros débiles (“sujetos con
discapacidad mental”), para llegar a las composiciones de volumen con relación a las del
peso. Hemos visto que en el normal la noción de conservación de la sustancia se
adquiere hacia los 7-8 años, la del peso hacia las 9-10 años, de ahí la veracidad de las
edades de Binet: imbécil por debajo de los 7 años (está pues por debajo de la
conservación sustancial del volumen). Ahora bien, la gran diferencia entre la
conservación del volumen, es decir del acabamiento de las operaciones físicas
estudiadas hasta aquí, y la conservación de la sustancia y del peso, es que la noción de
volumen no se basa en una intuición directa corno la sustancia (acción de re-encontrar) o
el peso (acción de levantar), sino en un sistema de relaciones abstractas (el volumen no
es idéntico) a la voluminosidad perceptiva, sino que implica una coordinación de tres
dimensiones. Las operaciones físicas relativas al volumen están, pues, más próximas a
las operaciones formales, cuya adquisición se efectúa normalmente hacia los 11-12 años.
99
Así pues, el débil (“sujeto con discapacidad mental”) no alcanzaría en absoluto el nivel del
pensamiento formal. Ser débil significaría entonces: llegar a pensar por operaciones
concretas pero no formales. El débil (“sujetos con discapacidad mental leve”) se distingue
así del imbécil (“sujetos con discapacidad mental moderada”) por un principio de
construcción operatoria y del individuo normal o simplemente retardado (“sujetos con
dificultades de aprendizajes”) por la incapacidad para acabar esta construcción por
razonamientos formales o hipotético – deductivos.
Esta definición de la debilidad (“discapacidad mental”), en tanto que construcción
inacabada porque no es formal, al referirse necesariamente a la nación de la velocidad
del desarrollo, nos permite ahora presentar algunas observaciones desde el punto de
vista del pronóstico.
Cuando tenemos que diagnosticar la debilidad del razonamiento en un adulto, se
trata, en efecto, de establecer que es a la vez capaz de alguna construcción operatoria, y
que está fijado a un nivel que sólo sería transitorio para el normal, dicho de otra forma, se
trata de saber si se encuentra en un estado de falso equilibrio. Según que llegue al nivel
de la sustancia o al del peso (el estadio II o III de los agrupamientos correspondientes),
juzgamos el grado de su debilidad en esta etapa final de su desarrollo operatorio. En
efecto, dada su edad adulta, la velocidad de su crecimiento mental y operatorio sólo
puede ser nula; el pronóstico es, pues, el de una detención definitiva o de estancamiento
mental.
Pero el problema del pronóstico se complica singularmente cuando, en lugar de
adultos tenemos que trabajar con niños, pues los criterios indicados para la debilidad
(construcción posible pero inacabada) no son suficientes. En efecto, un niño que, por
ejemplo a los 10 años, no ha adquirido todavía la noción de conservación de la sustancia
no puede ser considerado de entrada como imbécil (“sujetos con discapacidad mental
moderada”) o ni siquiera corno idiota (“sujetos con discapacidad mental severa”). Es muy
posible que en el curso de los años siguientes todavía alcance el estadio II (pero sin
sobrepasarlo nunca), lo cual lo clasificaría según nuestra definición entre los débiles
(“sujetos con discapacidad mental leve”). Aunque sólo el término final de la evolución
lógica y mental pueda determinar con certeza el grado de retraso mental, no obstante, el
psicólogo clínico está obligado a expresarse sobre la probabilidad del desarrollo ulterior
del sujeto y fijar, por lo menos hipotéticamente su nivel superior futuro. Ahora bien, para
hacer esto nos parece indispensable el conocimiento de dos datos: 1°, la velocidad del
desarrollo del sujeto y 2., las aceleraciones positivas, negativas a nulas, que pueden
intervenir en el curso de la evolución. Admitamos en primer lugar una velocidad constante
del desarrollo, y supongamos a título de ejemplo, que un niño de 11 años haya alcanzado
el nivel de la conservación de la sustancia. Habría invertido, pues, 11 años para alcanzar
una evolución que un niño normal hace en promedio de 7 a 8 años. Hacia los 14-15 años,
o a la edad de la pubertad, cuando el desarrollo lógico puede considerarse como
acabado o detenido, él se encontrará a un nivel de 9 a 10 años, es decir, al nivel de la
conservación del peso sin poder alcanzar probablemente la del volumen. Dicho de otra
forma, debería ser tratado como débil ligero (“sujetos con discapacidad mental leve”). Si
por el contrario, a la misma edad de 11 años, todavía no hay nInguna noción de
conservación y razona por los mismos esquemas egocéntricos que un niño de unos 5-6
años (siempre admitiendo una velocidad de desarrollo constante), hacia la edad de la
pubertad alcanzará a duras penas el nivel de la conservación de la sustancia (nivel de 7
años aproximadamente) y se trataría entonces de un débil (“sujetos con discapacidad
mental leve”) en el límite de la imbecilidad (“sujetos con discapacidad mental moderada”)
Ahora bien, este tipo de pronósticos se basaría en un dato puramente ficticio, el
de la velocidad constante del desarrollo operatorio. Incluso en caso de CI constante con
la edad, nada prueba que la velocidad de este desarrollo sea uniforme. Además, en
realidad, no sabemos nada previamente sobre la forma de la curva de crecimiento
psíquico de nuestros débiles (“discapacitados mentales”).
(…)
100
por una verdadera petición de principio podremos considerar la detención de las diversas
funciones a un nivel débil determinado como la prueba de un sincronismo entre los
estadios respectivamente alcanzados por cada una de estas funciones.
Aunque sea imposible hacer derivar la determinación de los estadios sólo de la
observación patológica, hay, sin embargo, en el dominio de los estadios lógico-
psicológicos, un hecho sorprendente que apoya la concepción precedente: todos los que
han utilizado el método clínico y han procurado establecer estadios en la elaboración de
las nociones u operaciones en el niño normal, saben cuán delicado es a veces
circunscribir estos estadios a una edad o período determinados. Lo que se observa en
realidad, es un flujo continuo de transformaciones del pensamiento, y es por un corte en
parte artificial, cómo se llegan a constituir los estadios: éstos no son más que puntos de
referencia necesarios para la comparación de estructuras lógicas. Si es difícil asignar a
los diferentes estadios niveles de edad bien determinados, es porque permaneciendo
idéntico el orden del desarrollo, la velocidad de la evolución puede, sin embargo, variar
de un niño a otro, pues depende de las influencias del medio intelectual, las cuales
pueden estimular o inhibir la madurez del sujeto.
Los estadios no son, pues, en absoluto niveles estáticos o sucesivos de un
movimiento evolutivo discontinuo, y la mejor prueba de ello es la existencia de numerosos
casos intermedios es decir, de sujetos que construyen sus nociones en el curso del
examen y en contacto con la misma experiencia. Recordamos a niños particularmente
vivos de inteligencia, que con una sorprendente flexibilidad de pensamiento progresen en
el curso de la conversación y sobrepasan la media de sus compañeros de edad. Ahora
bien, cuando se pasa del normal al retrasado (“discapacitado mental”), y especialmente al
débil (sujeto con discapacidad mental leve”), las cosas se simplifican singularmente: los
casos intermedios que progresan entre dos niveles son raros, y tal como hemos mostrado
en el capítulo IV, son los que se aproximan más al niño normal. Aparte de los casos con
oscilaciones, que representan apenas una décima parte del conjunto de los sujetos
examinados hasta ahora, y señalan trastornos particulares del equilibrio operatorio, las
manifestaciones del razonamiento en el débil son en general más homogéneas que en el
normal, y por así decirlo, cristalizadas alrededor del núcleo común, que está
caracterizado por el egocentrismo o por agrupamientos parciales. Se tiene la impresión
de que los estadios operatorios señalan aquí una realidad psicológica natural. -Lo cual,
repetimos, no significa que se puede extender esta observación al conjunto de otras
funciones que no sean las del razonamiento.-
Por otra parte, la mayor homogeneidad de los estadios en el débil (discapacitado
mental) se explica fácilmente por la menos velocidad de su desarrollo y las fijaciones,
definitivas o prematuras, de éste. Al desarrollarse más lentamente, el débil permanece
durante más tiempo a un nivel dado, y por este hecho hay esperanzas de encontrar más
frecuentemente estructuras detenidas de razonamiento que momentos de transición.
Pero hay más: mientras que todo niño normal, interesado por la prueba, intenta resolver y
asimilar los datos de la experiencia en función de hipótesis nuevas, el débil
(“discapacitado mental”), por el contrario, se decanta más fácilmente por lo adquirido. Al
ser menos móvil su pensamiento, su interés menos vivo, y su necesidad de saber
fuertemente reducida o dirigida exclusivamente hacia objetivos prácticos, aprovecha
menos los estímulos ofrecidos por la experimentación y la conversación clínica. Y cuanto
más se acentúa la desviación de su nivel actual de razonamiento con respecto a su edad
real, más fijación hay al estadio alcanzado, y entonces éste toma la significación de un
nivel psicológico duradero.
Tales hechos muestran la ventaja de los estudios de psicopatología del
razonamiento para aclarar la determinación de los estadios en los normales. Más aún,
cuando en patología se quiere establecer si tal estadio es superior o inferior a tal otro, ya
no podemos referirnos a una sucesión empírica fundada en la estadística de las edades
medias: no se puede decidir más que en función de una real integración cuyo
conocimiento será útil a la psicología del desarrollo normal. En efecto, se deben cumplir
dos condiciones para estar seguro de hallarse frente a una manifestación psicológica
103
Bibliografía
38
J. PIAGET: Recherches sur le développement des perceptions chez l’enfant et l’analyse d’une
illusion relative à la perception visuelle de cercles concentriques (Del bœuf). Archives de
psychologie, t. XXVIII, Nº 113, 1942.
39
Gestalt