Derecho Notarial en Chile

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KEVIN JOSHUA SOTO PAUCAR

DERECHO NOTARIAL EN CHILE

Según el artículo 399 del Código Orgánico Chileno define a los notarios como los
“ministros de fe pública encargados de autorizar y guardar en su archivo los
instrumentos que ante ellos se otorgaren, de dar a las partes interesadas los testimonios
que pidieren, y de practicar las demás diligencias que la ley les encomiende”. En esa
legislación la figura del notario se encuentra regulada como un auxiliar de la
administración de justicia, lo que remarca en la función que cumple como coadyuvante
en el desarrollo de la función jurisdiccional. La labor de los notarios se encuentra
supervigilada por las Cortes de Apelaciones y su fuente legal principal sigue
encontrándose en el Código Orgánico de Tribunales que regula materias como el
mecanismo para su nombramiento, sus funciones, organización e inhabilidades. En lo
que respecta a la naturaleza de su función, “si bien es un funcionario público algo
extravagante, en el sentido que no es remunerado por el Estado sino por sus clientes,
queda supeditado al control disciplinario de las respectivas Cortes de Apelaciones”,
agregando Peña y Velozo que “no son formalmente funcionarios de la administración
del Estado, pero están afectos a un régimen disciplinario y sujetos al sistema de
calificaciones del Poder Judicial”. El sistema chileno se enmarca dentro de lo que se
conoce como un notariado de corte latino, en que se dota al notario “de un especial
estatuto jurídico y se le encomiendan unas específicas funciones en el tráfico jurídico,
de tal modo que el notario sobrepasa el concepto de función para convertirse en una
institución”. Así, nos encontramos ante un funcionario público, profesional del derecho,
dedicado al ejercicio de la fe pública en las relaciones de derecho privado que los
particulares traten de establecer. En lo que respecta a sus funciones y en sentido amplio,
señala Figueroa, los notarios “cumplen diversos roles: dan validez y registran actos
jurídicos de relevancia para la sociedad; actúan como representantes de la fe pública
respecto de determinadas transacciones y, en ocasiones, cooperan con la función
jurisdiccional de los tribunales”, agregando que varias de estas acciones buscan entregar
certidumbre a las relaciones jurídicas y a los derechos de propiedad. A lo anterior
agrega Peña y Velozo que “la demanda por servicios notariales nace, la mayor parte de
las veces, por requerimientos legales”, porque cumplen una función para la que existe
una demanda garantizada por ley. Ratifica este criterio Casarino, cuando señala que “las
funciones esenciales de los notarios consisten en intervenir en el otorgamiento de las
escrituras públicas y en la expedición de las copias respectivas”. La doctrina más actual
ha querido darle también un rol preponderante en el sentido que el adecuado
cumplimiento de sus funciones permitiría descongestionar el sistema judicial, o incluso
asumir funciones que hoy se encuentran radicadas en sede jurisdiccional.

Los principios básicos que regulan la actividad del notario en la legislación Chilena, a
saber, el principio de veracidad, el principio de legalidad y el principio de
profesionalidad, de donde también deriva el catálogo de responsabilidades que los
regula. En lo que respecta al primero, señala Rodríguez que constituye el principal
efecto de la función notarial, esto es, la fe pública, y que implica “que lo que el notario
plasma en el documento es verdad (exactitud) y toda la verdad (integridad) en relación
con el negocio jurídico que se recoge, para lo cual previamente ha de indagar la
voluntad de los otorgantes y emplear su experiencia, sus conocimientos jurídicos y su
autoridad moral”. En cuanto a la legalidad que debe regir la función notarial, señala el
autor antes citado que sería complementario del principio anterior, porque “de nada
serviría que el ordenamiento reconociera la veracidad de lo que se ha otorgado en
presencia de un notario, si este no hubiera realizado una actuación más, consistente en
adecuar el negocio a lo querido por el ordenamiento jurídico”. En lo que respecta al
principio de profesionalidad, señala Rodríguez que se refiere ya a un aspecto privado
del ejercicio de la función pública de notario pero no por ello menos necesario, porque
la función se ajusta, como ya se señaló, al principio de la legalidad.

A este principio se adscribe también, en palabras de este autor, el respeto por la libre
elección en el acceso de los usuarios al servicio notarial, porque ello garantizaría la
imparcialidad del notario como ministro de fe. Agrega Rodríguez que “es precisamente
este principio el que diferencia al notario de otras profesiones liberales,
fundamentalmente abogados y asesores, porque, a diferencia de estos, el notario no
tiene clientes en sentido estricto o, mejor dicho, todos los otorgantes de un documento
son sus clientes, porque todos son usuarios del servicio público notarial”.

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