Ensayo Filosofia
Ensayo Filosofia
Ensayo Filosofia
21/junio/1905 – 15/abril/1980
Jean-Paul Sartre fue un filósofo que marco un nuevo pensar en su época, En una
primera etapa desarrolló una filosofía existencialista, a la que corresponden obras
como El ser y la nada (1943) y El existencialismo es un humanismo (1946). Desde
que en 1945 fundó la revista Les Temps Modernes, se convirtió en uno de los
principales teóricos de la izquierda. En una segunda etapa, se adscribió
al marxismo, cuyo pensamiento expresó en La crítica de la razón dialéctica (1960),
aunque él siempre consideró a esta obra como una continuación de El ser y la
nada.
Sartre considera que el ser humano está "condenado a ser libre", es decir,
arrojado a la acción y responsable plenamente de su vida, sin excusas. Aunque
admite algunos condicionamientos (culturales, por ejemplo), no
admite determinismos. Concibe la existencia humana como existencia consciente.
El ser del hombre se distingue del ser de la cosa mientras es consciente. La
existencia humana es un fenómeno subjetivo, en el sentido de que es conciencia
del mundo y conciencia de sí (de ahí lo subjetivo). Sartre se forma en
la fenomenología de Husserl y en la filosofía de Heidegger, de quien fue discípulo.
Se observa aquí la influencia que ejerce sobre Sartre el racionalismo cartesiano.
En este punto se diferencia de Heidegger, quien deja fuera de juego a
la conciencia.
Como prueba de ello, tenemos una frase famosa que es de su autoría que dice
así:
“El hombre es el único que no solo es tal como él se concibe, sino tal como él se
quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de
este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace.
Este es el primer principio del existencialismo.” (El existencialismo es humanismo)
Dicho esto, entonces ¿qué era lo que opinaba? Bueno, su opinión siempre fue
bastante directa en cuanto a estos temas: “El existencialismo es humanismo”,
decía Sartre, y lo es, porque descubrimos que no hay nadie que realmente pueda,
en última instancia, responsabilizarse de nuestros actos, salvo nosotros mismos, y
eso es lo que nos lleva a la angustia; escribía en su obra más famosa, El ser y la
nada: “La angustia se distingue del miedo en que el miedo es miedo de los seres
del mundo, mientras que la angustia es angustia ante mí mismo”.
Esta angustia se acrecienta por la naturaleza social del ser humano, cada acción
resulta un ejemplo para todos aquellos que nos rodean, si actuamos con
sinceridad. Si decidimos vivir una vida como la del aburrido burócrata, esperamos
que los demás nos sigan, porque creemos que es lo adecuado. Si decidimos salir
cada noche a divertirnos sin temor a las consecuencias, también de una manera u
otra estamos lanzando un mensaje ejemplarizante a todos aquellos que nos
conocen, diciéndoles, qué estáis haciendo con vuestra vida sin divertiros tanto
como yo. Pero no hay elecciones colectivas de este calibre sobre cómo vivir,
porque cada uno hemos de hacerlo por nosotros mismos, sin depender de los
demás. En última instancia eres libre, hasta para seguir un ejemplo concreto u
otro, o no seguir ninguno. No hay forma de renunciar a la libertad, pues incluso en
la sumisión de dejar que otros elijan por nosotros, hay una elección libre que en su
momento tomamos, de rendirnos.
Una opinión bastante fría y directa que resalta el tipo de vida que llevaban en esa
época sin duda alguna.
Las principales características de su pensamiento son:
En el pensamiento de Sartre, cabe destacar las siguientes ideas:
Conciencia prerreflexiva y conciencia reflexiva: La conciencia prerreflexiva es el
mero hecho de percatarnos de algo, el tener conciencia de algo, y la conciencia
reflexiva (el ego cogito cartesiano), surge cuando me doy cuenta de que me estoy
percatando de algo.
El ser-en-sí: Sartre rechaza el dualismo entre apariencia y realidad y sostiene que
la cosa es la totalidad de sus apariencias. Si quitamos lo que en la cosa es debido
a la conciencia, que le confiere la esencia que la constituye en tal cosa y no en tal
otra, en la cosa solo queda el ser-en-sí.
El ser-para-sí: Si toda conciencia es conciencia del ser tal como aparecer, la
conciencia es distinta del ser (no ser o nada) y surge de una negación del ser-en-
sí. Por tanto, el para sí, separado del ser, es radicalmente libre. El hombre es el
no-ya-hecho, el que se hace a sí mismo.
El ser-para-otro: Sartre defiende que mi yo revela la indubitable presencia
del otro en la relación en que el otro se me da no como objeto sino como un sujeto
(ser-para-otro).
Ateísmo y valores: Para el filósofo, la existencia de Dios es imposible, ya que el
propio concepto de Dios es contradictorio, pues sería el en-sí-para-sí logrado. Por
tanto, si Dios no existe, no ha creado al hombre según una idea que fije su
esencia, por lo que el hombre se encuentra con su radical libertad. Este ateísmo
tiene una consecuencia ética: Sartre afirma que los valores dependen
enteramente del hombre y son creación suya.
En cuanto a su legado, podemos encontrar lo siguiente:
su legado fue mucho más sustancial y consistió en haber reorientado la filosofía
-que desde finales del siglo XIX se había reducido a una teoría de la ciencia- hacia
el hombre, que es su elemento constitutivo. "Gracias a Sartre, los grandes
problemas humanos, como su relación consigo mismo y con la sociedad, pasaron
a ser centrales dentro de la filosofía, luego de haber quedado durante décadas
completamente olvidados", explica el director de la Escuela de Filosofía de la
Universidad de Chile, Jorge Acevedo. Del café al diván Además de filósofo, Sartre
es reconocido por su faceta de escritor. También en este campo intentó dejar algo
más de sí, asignándole un nuevo rol a la literatura, la que debía mostrar los
problemas de su época, para lo que necesitaba ser crítica y comprometida. Esta
concepción ha ido perdiendo fuerza y más bien se remitió a un momento histórico.
Fue en la psicología, en cambio, donde las ideas de Sartre calaron más
hondamente. Dentro de ella, surgió una nueva corriente, la humanista-existencial,
que se ha encargado de traducir la filosofía de Sartre a un lenguaje psicológico
"podando sus definiciones de café". Para esto ha tomado la tesis central de "El ser
y la nada" que propone que, más allá de la influencia de la sociedad o del
ambiente, es el hombre quien se hace a sí mismo debido a su capacidad de
escoger libremente su proyecto de vida. La psicología existencial se opone así a
poderosas corrientes deterministas, como el psicoanálisis -que plantea que el
hombre está condicionado por sus vivencias pasadas y por el inconsciente-,
proponiendo una terapia alternativa, donde el propio individuo interpreta sus
conflictos, a través del autoconocimiento.
"En psicología, Sartre tiene una fuerza muy importante, que no tiene en filosofía, y
se debe a que trae un discurso que entiende a las personas como poseedoras de
un sustrato más profundo al cual se puede apelar, recobrando el valor de la
libertad, que existe más allá de los trastornos del carácter", dice Arístegui. El
proyecto de ser El aporte más llamativo de Sartre es su postura militante y su
gesto ético, preocupado por los problemas del hombre de su tiempo, en especial
por los más sufrientes. Su constante deseo de ser consecuente, en cambio, lo
llevó en ciertas etapas de su vida a cometer grandes desaciertos, como haber
apoyado regímenes comunistas aun sabiendo de sus excesos. "Él fue
consecuente, pero no sé hasta qué punto eso es una virtud. A veces llevar hasta
el final las propias ideas puede ser desastroso. Pero Sartre fue capaz de asumir
muchos de sus errores y arrepentirse y eso es muy rescatable", opina Jorge
Acevedo. Sin embargo, su legado más fundamental se ve empañado por la estela
pesimista que dejó la corriente existencial, que se preguntaba por el absurdo de la
existencia. A esto se suma que la gente malentendió sus obras literarias como una
prolongación de su filosofía y algunas de sus frases más abrumadoras –como "El
infierno son los otros", la que sólo pertenece a una obra de teatro- fueron sacadas
de contexto y adoptadas como máximas. Por eso es necesario reconocer que,
más allá de la rotulación histórica, en el existencialismo subyace un mensaje
esperanzador, por el cual Sartre, el mismo que se condenó a ser libre, interpela al
hombre de hoy a asumir la enorme tarea de escoger su camino, y a aceptar el
riesgo y la responsabilidad de seguirlo, dondequiera que lo lleve.
Sentido de la vida Sartre, en su existencialismo denominado pesimista, concluye
que la existencia humana no tiene sentido, ya que no tiene propósito o dirección
fija. Sin embargo, es en esta problemática en la que, al no haber ninguna esencia
o fin claro, el humano tiene la libertad de construir su existencia y su realidad a su
antojo, haciéndose responsable plenamente de sus acciones. Para Sartre, fallecer
no le da sentido a la vida, sino al contrario, le resta cualquier significación. Traduce
ruptura, quiebre, caída al vacío. Pensaba que, con la muerte, el hombre perdía su
libertad y se quedaba sin posibilidades de realizarse. “La muerte es la
continuación de mi vida sin mí”, escribió también el filósofo, quien además es uno
de los padres del existencialismo. Esencia-existencia “La existencia precede a la
esencia”. Según Sartre, primero el hombre existe y a medida que pasa el tiempo,
es él mismo quien define su esencia. En contra de los dogmas que estaban
establecidos en aquel tiempo (en concreto, ideologías religiosas), no somos el
resultado de algún diseño o creación de una deidad, al contrario, no hay alguna
determinación o propósito que el humano deba cumplir, sino que es un
autoconstrucción producto de los actos y hechos que marquen la propia vida de la
persona. Por ejemplo, la esencia de un salmón es nadar, alimentarse, volver al
lugar de nacimiento para aparearse y morir; la esencia de un lápiz es escribir…
con el ser humano es distinto porque lo que le diferencia del salmón y del lápiz y
de todos los demás seres es que antes de existir, la esencia del resto ya está
dictada; pero en el ser humano no, es algo que iremos formando nosotros. La
libertad “El hombre está condenado a ser libre” es una frase del filósofo francés
Jean-Paul Sartre, Significa que la libertad es inherente a la condición humana y
que, por ello, el hombre es absoluto responsable del uso que haga de ella. La
libertad es la propia esencia humana, puesto que hace posible el despliegue de su
capacidad volitiva. Lo que supone la existencia de riesgos, ante la perpetua
elección de posibilidades propia de la existencia, por parte de cada sujeto. Desde
la perspectiva atea de Sartre cada individuo se hace a sí mismo a través de sus
decisiones y actos, y, por tanto, ejerciendo su libertad. Si bien, en una primera
época plantea la necesidad de una moral de situación que es un relativismo, sin
valores morales estables, en la segunda época cambia de registro, y afirma
planteamientos más positivos. La responsabilidad y la libertad son valores
absolutos en sí mismos que se complementan perfectamente.