Bibliografía UNIDAD I

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con renglones, con el encabezado correspondiente y letra clara de tamaño legible.
- Correcta expresión escrita: Manejo adecuado de la ortografía y la sintaxis (escritura correcta de los
nombres de filósofos y corrientes de pensamiento).
- Utilización correcta de los conceptos.
- Coherencia argumentativa.
- Capacidad crítica, de síntesis y de construcción de conclusiones personales argumentadas.

Actividades
- Análisis de titulares y noticias de diarios nacionales y locales, de flyers y de información que circula por
redes sociales.
- Resolución de guías de estudio.
- Análisis de textos filosóficos breves (Selección de párrafos).
- Elaboración de informe monográfico.

UNIDAD 1
El proceso de construcción del sujeto y el pensamiento modernos

LA MODERNIDAD COMO FORMA DE CONOCER Y SER EN EL MUNDO


Mariela Fogar (2016)
Introducción
En esta materia vamos a hablar de corrientes del pensamiento contemporáneo, de diversos sistemas
de ideas (basados en tradiciones provenientes del pensar mítico, religioso, científico y filosófico) que,
desde el Siglo XVII, fueron configurando los modos en que el mundo occidental se piensa a sí mismo e
incidieron en la construcción de los Estados, el orden jurídico, las instituciones, y el ethos social. Para
comprender estas corrientes nos remitiremos a la Modernidad.
En el habla cotidiana, cuando decimos que algo es “moderno” queremos decir que es nuevo, actual,
reciente o innovador, en oposición a lo antiguo, tradicional o clásico. En sentido filosófico, lo moderno
se refiere a hechos, personas e ideas vinculadas con la Modernidad en cuanto “espíritu de época” del
capitalismo industrial. Como señala Habermas(1985: 19):“La frase «los antiguos y los modernos» nos
remite a la historia. La palabra “moderno” en su forma latina “modernus” se utilizó por primera vez en el
siglo V, a fin de distinguir el presente, que se había vuelto oficialmente cristiano, del pasado romano y
pagano. El término “moderno”, con un contenido diverso, expresa una y otra vez la conciencia de una
época que se relaciona con el pasado, la antigüedad, a fin de considerarse a sí misma como el resultado
de una transición de lo antiguo a lo nuevo. (…), el término «moderno» apareció y reapareció en Europa
exactamente en aquellos períodos en los que se formó la conciencia de una nueva época a través de una
relación renovada con los antiguos y, además, siempre que la antigüedad se consideraba como un
modelo a recuperar a través de alguna clase de imitación. El hechizo que los clásicos del mundo antiguo
proyectaron sobre el espíritu de tiempos posteriores se disolvió primero con los ideales de la Ilustración
10
francesa. Específicamente, la idea de ser «moderno» dirigiendo la mirada hacia los antiguos cambió con
la creencia, inspirada por la ciencia moderna, en el progreso infinito del conocimiento y el avance infinito
hacia la mejoría social y moral”.
La Modernidad reviste gran complejidad. En los años 80 del siglo XX, se desató un fuerte debate entre
defensores y críticos de la modernidad. En parte, las discusiones tienen que ver con la cuestión de los
inicios de la Modernidad.
Algunos pensadores ponen el acento en el proceso de modernización y definen la modernidad en
términos del maquinismo y la revolución industrial. Con modernidad se refieren así al proceso de
transformación de las nacientes metrópolis de la Europa del Siglo XIX, y su continuidad en el mundo
actual, marcado por las tecnologías.
Otros la consideran el fin del medioevo en el siglo XVI, y señalan como rasgos diferenciales de lo
moderno, el fin de la legitimación teológica del poder político, la emergencia de centros económicos y
culturales urbanos, la tendencia a la apropiación privada de la riqueza y la racionalización creciente de
los procesos de producción y acumulación económica. Todo ello, como consecuencia del surgimiento de
la ciencia moderna y el lugar central de la reflexión filosófica sobre el conocimiento, que se inicia con el
cartesianismo y el empirismo. Según esta concepción, la revolución industrial del Siglo XIX es una
radicalización de las tendencias ya existentes en el Siglo XVI; donde el uso sistemático de la ciencia y la
técnica se ponen al servicio del proceso económico, marcado por la producción en serie.
Habermas(1985:27-28)nos recuerda que para Max Weber, la modernidad cultural se caracterizó por la
separación de la razón - unificada anteriormente con la religión y la metafísica -, en tres esferas
autónomas: la ciencia, la moralidad y el arte. A partir de esta separación, cada una de esas esferas de lo
real, se organizan bajo aspectos específicos de validez: verdad, rectitud normativa, autenticidad y
belleza, son tratados por separado, y se institucionalizan. Cada dominio de la cultura se puede hacer
corresponder con profesiones culturales, que tratarían los problemas como preocupaciones de expertos
especialistas, considerados más dotados de lógica en estos aspectos concretos que otras personas. La
racionalidad se fragmenta así, en estructuras distintas (cognoscitiva-instrumental, moral-práctica y
estética-expresiva), bajo el control de especialistas. Como resultado de ello aumenta la distancia entre la
cultura de los expertos y la del público en general. Y si bien la cultura de expertos se acrecienta, la
reflexión no se traslada necesaria e inmediatamente a la praxis cotidiana. Este tipo de racionalización
cultural aumenta la amenaza de que el común de la gente se empobrezca más y más. Todo ello produjo
efectos contrarios a los esfuerzos de los filósofos de la Ilustración, que en el siglo XVIII se propusieron
desarrollar una ciencia objetiva, una moralidad y leyes universales y un arte autónomo, que liberaran
cada una de estas esferas de lo real, del esoterismo, posibilitaran organizar la vida social sobre bases
racionales y enriquecieran la vida cotidiana. Los pensadores de la Ilustración con la mentalidad de un
Condorcet aún tenían la extravagante expectativa de que las artes y las ciencias no sólo promoverían el
control de las fuerzas naturales, sino también la comprensión del mundo y del yo, el progreso moral, la
justicia de las instituciones e incluso la felicidad de los seres humanos. El siglo XX ha demolido este
optimismo. La diferenciación de la ciencia, la moralidad y el arte ha llegado a significar la autonomía de
los segmentos tratados por el especialista y su separación de la hermenéutica de la comunicación
cotidiana (…) Pero el problema subsiste: ¿habríamos de tratar de asirnos a las intenciones de la
Ilustración, por débiles que sean, o deberíamos declarar a todo el proyecto de la modernidad como una
causa perdida?
Más allá de estas discusiones, lo cierto es que la Modernidad constituye el ámbito del que aún hoy se
participa. Concepciones e instituciones, prácticas y creencias sociales, conservan total o parcialmente
rasgos de las ideas de modernidad.

11
Considerando la centralidad de la educación en la carrera, pretendemos reflexionar sobre la incidencia
de las corrientes de pensamiento en la construcción de cosmovisiones1,durante los procesos históricos
desatados en torno al desarrollo del capitalismo en su vertiente económico-política y socio-cultural.
La Modernidad implicó, como veremos más adelante, una ruptura con los supuestos sobre los cuales
se fundaba la vida social en Europa a fines de la Edad Media, la que, debido a profundos cambios
económicos y científico–técnicos, se iba transformando. A la par de la crítica del viejo mundo, la
Modernidad significó la construcción de una nueva subjetividad, que determinó nuevas formas de
conocer y de ser en el mundo, un mundo diferente que requería ser explicado, cuestión a la que
contribuyó la filosofía. Durante los siglos XVII, XVIII y mediados del XIX, el principal objeto de reflexión
de la filosofía era el conocimiento, pero también el poder político, ante la necesidad de fundamentar el
Estado burgués, el que posteriormente, y desde distintas posiciones, otros filósofos se ocuparon de
criticar.
La Modernidad se gestó en Europa entre los siglos XVII y XVIII. Con ello estamos señalando que el
conocimiento es siempre situado o, más precisamente, geopolíticamente situado. Todo conocimiento
está condicionado por las relaciones de poder en cuyo seno se gesta y desarrolla. Y no se trata sólo de
las relaciones de poder al interior de una misma sociedad, sino también entre distintas sociedades y
Estados. Así, la Modernidad se desplegó hacia América Latina, a través de la conquista de los territorios,
los sujetos y las ideas. Pero la cultura y el pensamiento, no surgieron en América Latina, por obra y arte
de la Modernidad. Además, nuestra región cuenta con una rica tradición teórica, que no es mera
reproducción del pensamiento europeo.
Hablar de Modernidad implica pues, necesariamente, hablar de un pensamiento dominante y de un
pensamiento emergente o subalterno gestado en los territorios conquistados, “los bordes”, “los
márgenes”, “la periferia”. Con pensamiento emergente nos referimos a aquel que se produce en
América Latina, en África, en los países conquistados por la misma Europa que, mientras predicó la
libertad y postuló la igualdad y la fraternidad como principios de las revoluciones burguesas (Holanda en
1651, Inglaterra en 1668 y Francia en 1789), puso en práctica mecanismos de dominación y explotación
sobre los que finalmente fundó su desarrollo económico, desatando, a la vez, en las colonias de
América, las luchas por la independencia, inspiradas en pensadores ilustrados como Diderot,
Montesquieu, Rousseau y Voltaire2. De allí en más, la relación de América Latina con Europa será una
relación contradictoria, conflictiva.
Walter Mignolo (2001) sostiene que hablar de Modernidad desde América Latina, implica hablar de la
“colonialidad del ser”3. Pues no se trató sólo de la conquista de un territorio, sino también de la
conquista cultural, a través de procesos tendientes a la configuración de las subjetividades requeridas
por el capitalismo. El ser se conquista vía imposición de un aparato ideológico y conceptual a través del
cual los hombres se representan el mundo. Esta conquista del ser fue posible sobre la base del genocidio
cometido primeramente contra los pueblos nativos de América, luego de Asia y África. En la nueva
sociedad ideada por la burguesía revolucionaria europea, no tenían cabida los indígenas de América ni
los negros de África, sino como mano de obra, sin la cual el desarrollo económico de los
autodenominados “países desarrollados” no hubiese sido posible.

La nueva imagen del mundo

1 Se denomina cosmovisión (o visión del mundo) al conjunto de ideas, creencias y valores que conforman una concepción
general acerca del mundo y su funcionamiento. Es compartida por un grupo social en una determinada época histórica, y le
permite interpretar su propia naturaleza y todo lo existente.
2Entre las figuras más destacadas del ámbito político e intelectual de la Revolución de Mayo, que se inspiraron en los

racionalistas franceses figuran Juan José Castelli, Manuel Belgrano y Mariano Moreno. Este último dispuso, por ejemplo, queEl
contrato social, de Jean Jacques Rousseau fuera una obra de lectura obligatoria en las escuelas.
3 Mignolo, Walter (comp.). Capitalismo y geopolítica del conocimiento. Ediciones del signo, Buenos Aires, 2001.

12
La Modernidad europea tuvo como antecedente cultural el Renacimiento de los siglos XV y XVI,
caracterizado por el avance inédito de la ciencia y el humanismo o retorno a la tradición clásica
(grecorromana) en el arte.
Para describir la cosmovisión que comenzó a gestarse en la Modernidad, se pueden destacar tres
grandes cambios o rupturas con respecto a la visión dominante durante la Edad Media: el cambio del
geocentrismo por el heliocentrismo, de una concepción orgánica del mundo por una concepción
mecánica y del teocentrismo por el antropocentrismo.

Edad Media Modernidad

geocentrismo heliocentrismo

teocentrismo antropocentrismo

mundo orgánico mundo máquina

En la Edad Media imperaba la concepción geocéntrica del universo postulada por Ptolomeo -y
sostenida por Aristóteles-en la antigüedad clásica, según la cual, la Tierra era el centro del universo
único, finito y esférico. Esta concepción era coherente con la doctrina cristiana del universo y del
hombre: “la distancia que separa al Creador de lo creado encuentra una expresión adecuada en la
finitud del universo; la importancia especial del ser humano, como criatura suprema, encuentra una
expresión igualmente adecuada en el geocentrismo: la Tierra, morada del hombre, se encuentra en el
centro del universo”4.
En 1543, gracias al empleo de cálculos matemáticos, el astrónomo Nicolás Copérnico postuló el
heliocentrismo, basado en la concepción formulada por Aristarco de Samos hacia el 300 a. C. La teoría
copernicana postuló el Sol como centro del universo, en torno al cual giran la Tierra y todos los planetas.
La noción de la Tierra en movimiento ponía en cuestión la noción de espacio finito. El heliocentrismo
significó así un quiebre de la cosmovisión dominante, ya que, al poner en duda el carácter irrefutable de
las verdades consagradas, daba cuenta de la posibilidad de conocer del hombre.
El desarrollo de la cartografía posibilitó la conquista de América por parte de España y Portugal, en el
contexto del capitalismo mercantil emergente. Los viajes de conquista también contribuyeron a la
ruptura de la concepción geocéntrica del mundo.
Hacia mediados del Siglo XVI, Giordano Bruno sostuvo la infinitud del espacio y la existencia de
innumerables sistemas solares, con probable existencia de seres racionales. Estas ideas se estructuraron
en torno a supuestos organicistas(del universo como ser vivo, animado) ya presentes en Platón, y
panteístas (identificación del universo con Dios).
Posteriormente, las investigaciones de Newton5 y la filosofía racionalista de Descartes, contribuyeron a
reemplazar la imagen orgánica, por una imagen mecánica del mundo físico, concebido como una
máquina, formado pormateria regida por leyes matemáticas. Esta concepción dominó el pensamiento
hasta el desarrollo de la física relativista de Einstein (siglo XX). La ruptura con la concepción geocéntrica,
sirvió de fundamento para una nueva forma de comprensión de lo real.
Durante la Edad Media, en que la iglesia romana (del Cristianismo) ejercía el poder de manera
hegemónica, la génesis y el funcionamiento del mundo se explicaban por la existencia de Dios, que

4Navarro Cordón, J. M. y Calvo Martínez, J. J. Historia de la Filosofía 2. Anaya, Madrid, 2003. Pp. 87-88.
5Isaac Newton(1642-1727) Estudió los principios de la ciencia formulados por Galileo, Bacon, Descartes, Kepler y otros. Fue
uno de los protagonistas de la “Revolución científica” del siglo XVII y el “padre de la mecánica moderna”. Sistematizó las
nuevas ideas sobre el universo que circulaban en el ambiente científico de la época, a través de la formulación de una teoría
general en que se apoyó la ciencia hasta la formulación de la Mecánica Cuántica en el siglo XX. Contribuyó al desarrollo de la
Física, a través de las leyes del movimiento, la más conocida de las cuales es laLey de la gravedad.
13
predestinaba la historia personal y social hacia su culminación en la vida eterna. Dios (teos) constituía el
centro de la vida humana (teocentrismo). Ese mundo sacralizado –y su sentido– se quiebran con la
Modernidad, dominada por la razón científica, que generó en el hombre una sensación de poder, no
experimentada antes. El quiebre condujo progresivamente a un proceso de secularización6, donde la
razón se constituyó en el tamiz por el cual necesariamente debía pasar todo conocimiento
pretendidamente verdadero; se trataba de una concepción de razón, separada de lo afectivo y de lo
trascendente.
Junto a los logros científico-técnicos, las traducciones de las obras clásicas, contribuyeron al
cuestionamiento del carácter absoluto de las verdades provenientes de la iglesia y de la tradición
académica. Dios dejó de ser la única fuente de conocimiento. El reconocimiento de la capacidad de
conocer del hombre, lo ubicó en el centro del universo. Se produjo así, el proceso que se conoce como
paso del teocentrismo al antropocentrismo.
Todos estos procesos fueron complejos, contradictorios y conflictivos en términos políticos y sociales.
En el siglo XVI, debido a disidencias dentro de la Iglesia Romana, se produjo en ella una fractura, que
devino en la Reforma Protestante, encabezada por los teólogos Juan Calvino y Martín Lutero y se
desataron guerras religiosas, se dividió el cristianismo y se debilitó el poder del Papa.
El avance de la ciencia incidió también en el pensamiento político. Es que la Modernidad coincidió con
el desarrollo del proyecto de la burguesía emergente, clase social que, para su desarrollo, requería una
profunda transformación política. La confianza en la razón, al servicio de la transformación de la
naturaleza y el trabajo, significaba también la posibilidad de su utilización al servicio de la
transformación del poder político, del gobierno, de las relaciones de poder.
La Modernidad es pues sinónimo de utopía7, basada en la convicción de que el hombre es capaz de
conocer y transformar el mundo gracias a la razón.
En la modernidad prima una confianza ciega en la razón universal, fuente del conocimiento, el
desarrollo y el progreso material y espiritual indefinidos. La cosmovisión moderna implica así una nueva
forma de comprender el mundo y la razón misma, una nueva forma de comprensión del sujeto, del “yo”
que conoce.
La Modernidad, como forma de racionalidad, acuñó la crítica (conocimiento y transformación) del
mundo y de sí misma.

La nueva concepción del conocimiento


Decíamos que en la Modernidad, la reflexión filosófica se centró en el conocimiento y el poder político.
Esto no quiere decir que ella haya inaugurado la reflexión sobre el conocimiento, sino que éste y su
sentido se definieron a partir de ese momento, de manera particular. Pues el cambio de perspectiva de
la ciencia está en estrecha relación con el surgimiento del capitalismo europeo.
En su concepción clásica, la ciencia se concebía como saber inútil, como especulación o reflexión no
orientada a la aplicación práctica. De aquí que en Grecia, donde la ciencia se desarrolló en estrecha
dependencia de la filosofía, aquella no haya estado orientada al desarrollo de la técnica. En esa
concepción elitista del conocimiento, su búsqueda era patrimonio exclusivo del hombre libre (el
ciudadano), mientras las actividades manuales, consideradas inferiores, eran propias de los esclavos. De
hecho, la mayoría de las ciencias actuales (Biología, Matemática, Psicología, Física, Historia) se
originaron en saberes desarrollados en la antigua Grecia, producto de intereses de intelectuales en una

6 “Secularización” proviene del latín saeculare, que significa “siglo”, pero también “mundo”. De ahí que secular se refiera a todo
aquello que es mundano, por oposición a lo espiritual y divino. La secularización es el proceso que experimentan lassociedades
a partir del momento en que la religión y sus instituciones pierden influencia sobre ellas, de modo que otras esferas del saber
van ocupando su lugar. Con la secularización, lo sagrado cede el paso a lo profano y lo religioso se convierte en secular.
7 “Utopía” proviene del griego ou (“no”) y topos (“lugar”) y significa literalmente “lugar que no existe”. Suele utilizarse para

referir a cualquier lugar, idea o proyecto, enormemente atractivo, ideal, pero inalcanzable o a un mundo idealizado y perfecto,
generalmente en términos fantásticos o aparentemente irrealizables.
14
sociedad jerarquizada, que contaban con suficiente mano de obra esclava como para desdeñar el interés
por la tecnología aplicada a la producción8.
Si bien la concepción clásica de la ciencia comenzó a ser cuestionada en el Renacimiento, en la
práctica, se mantuvo la división propia de la concepción antigua: “el médico ‘clínico’ es un egresado
universitario que diagnostica a partir de antiguos tratados de medicina hipocrática (y no desdeña
consideraciones astrológicas), mientras que el ‘cirujano’ es un artesano que se ocupa de realizar
intervenciones quirúrgicas tales como entablillar un hueso fracturado o extraer muelas”.9
En el siglo XVI, debido a la demanda de la incipiente industria, las ciencias de la naturaleza, alcanzaron
un status superior, gracias a la utilización de la observación controlada y la experimentación para la
especulación teórica, orientada a la aplicación técnica industrial.
En el siglo XVII, los postulados de Galileo (1564-1642) contribuyeron al desarrollo de la ciencia
experimental. En el ámbito de la filosofía, René Descartes postuló la duda como vía de acceso al
conocimiento “indubitable, claro y distinto”10. Pensadores protestantes, judíos y católicos, en busca de
una explicación racional de la historia, contribuyeron a desocultar las relaciones de poder subyacentes
en las tradiciones religiosas, a través de la desmitificación de los relatos bíblicos.
En 1620, en Novum organum scientiarum, Francis Bacon postuló la capacidad del hombre para
dominar la naturaleza, lo que contribuyó a instalar la idea del conocimiento como sinónimo de poder.

Transformaciones socioculturales y políticas


El desarrollo de la nueva industria se producía en clara contradicción con las estructuras políticas que
conservaban rasgos del sistema feudal. En Inglaterra (entre 1640 y 1688), esto generó la emergencia de
movimientos revolucionarios que lograron la constitución de un parlamento, integrado
mayoritariamente por la burguesía, que a través de su participación en el gobierno, logró consagrar la
libertad individual como derecho constitucional.
Hacia el siglo XVIII, se produjo el paso del capitalismo manufacturero al capitalismo industrial. En ese
proceso, la burguesía alcanzó gran acumulación de capital. Los artesanos, cada vez más empobrecidos,
migraron masivamente a las ciudades, en las que el trabajo fabril posibilitaba un salario.
Este proceso, producto del impacto de la ciencia y la tecnología en la economía y la organización de la
sociedad, se denomina Revolución Industrial, proceso fundamental en la formación de las modernas
sociedades europeas de occidente, cuyo desarrollo económico se aceleró a partir de la invención de la
máquina de vapor. La razón al servicio de la industria, se presentaba como garantía del desarrollo y el
progreso.
Con la Modernidad se instaló así la idea de razón universal como fundamento del conocimiento y del
progreso material (a través de la aplicación de la ciencia al desarrollo de las fuerzas productivas) y
espiritual (mayor autoconciencia, libertad y poder) de la humanidad.
Estas ideas, se plasmaron hacia mediados de 1700, en la Ilustración, programa cultural desarrollado
por la burguesía, basado en la convicción de que la difusión del saber o “ilustración” de los hombres,
acarrearía un estado de bienestar universal. Immanuel Kant, principal exponente de la Ilustración, se
abocó a explicar la razón y a fundamentar la idea de que, gracias a ella, es posible encontrar
fundamentos universales de las normas y principios morales.
Entre 1805 y 1806, Georg W. F. Hegel comenzó a dar forma a su filosofía política, en la cual la noción
de Estado ocupó un lugar central. Su obra puede considerarse como culminación de la modernidad;
pero es, al mismo tiempo, fuente de gran parte de la crítica de la Modernidad y del pensamiento
contemporáneo en general, en sus distintas vertientes ideológicas. La idea de que la realidad es

8 Autores Varios. Pensamiento Científico 1. ProCiencia (CONICET - Ministerio de Cultura y Educación de la Nación), Buenos
Aires, 1996.
9 Ídem.
10 En el mismo siglo, Baruch de Espinoza, filósofo sefaradí holandés, se abocó a la crítica de la religión y la moral.

15
dialéctica11, la concepción de la historia como proceso contradictorio y conflictivo, la idea del deseo
como motor de la subjetividad y de lo social, el lugar de la religión en la constitución de lo social, son
algunas de las ideas hegelianas que se corporizaron en teorías filosóficas, psicológicas y sociológicas
posteriores.

Algunas corrientes críticas de la modernidad


En el siglo XIX -momento de mayor esplendor de la idea moderna de progreso- surgen corrientes
críticas, representadas por el romanticismo, el marxismo y el perspectivismo de Friedrich Nietzsche. La
crítica romántica de la Modernidad (sobre fines del siglo XVIII) se expresó como crítica del racionalismo
ilustrado difundido en Europa mediante la conquista napoleónica12.
El Romanticismo surgió en Alemania y se extendió a otros países de Europa y América (sobre todo
Argentina y México). Tuvo gran influencia en la filosofía y el arte hasta el siglo XX13. “Lo romántico es
logos estético, primordialmente”14.
Para esta corriente, en la modernización -producto de la mecanización y la desacralización del mundo,
que escinde la relación del hombre con la naturaleza-, radica la tragedia de un destino irreversible, que
habrá que intentar torcer, para restituir, la unidad entre lo bello, lo bueno y lo verdadero. Para el
Romanticismo, la razón es pues, el instrumento necesario para despertar del engaño del discurso
racionalista, para expresar lo contradictorio de la experiencia moderna. Por eso, la razón se celebra
desde la angustia.
Mientras el Renacimiento, inspirado en la cultura dominante, significó una ruptura con los valores
medievales y un retorno a la tradición clásica, el Romanticismo cuestionó los cánones racionales
universales de esa tradición y reivindicó elementos de la cultura medieval. Contra el racionalismo
ilustrado postuló el valor de los sentimientos y de lo particular, lo local, lo individual (entendido como lo
original, creativo, no adecuado a los cánones de la cultura clásica). Reivindicó la naturaleza, la magia y la
superstición y exaltó los sentimientos y el instinto frente a lo racional. La conjunción entre la supremacía
de los sentimientos y la reivindicación de lo local dio origen a la noción de Volksgeist o “espíritu del
pueblo”.
El Romanticismo rompió con los cánones estéticos15 y recuperó expresiones populares (romances o
baladas anónimas, cuentos tradicionales, coplas y refranes) y lenguas regionales (gaélica, escocesa,
provenzal, bretona, catalana, gallega, vasca), consideradas “bárbaras”16 por la cultura dominante. En
general, en política, los románticos se inclinaron por el liberalismo, pero hubo un Romanticismo
conservador, que predicaba la vuelta a los valores de la Edad Media.

11 Término utilizado inicialmente por los griegos, nos interesa especialmente el sentido con que lo utilizan Hegel y Marx. La
dialéctica es la estructura de la realidad como totalidad. Lo particular remite a la totalidad y sólo puede ser comprendido y
explicado en relación con el todo, del que lo individual no es sino un momento, que se constituye y sintetiza en el todo. Según
Hegel "lo verdadero es el todo”. Por eso, es imposible pensar lo real (incluido el sujeto que piensa y el conocimiento mismo) de
manera aislada.
La dialéctica expresa tanto la contradicción del mundo como la necesidad de su superación. Que lo real es dialéctico quiere
decir que es contradictorio, indeterminado y dinámico (en constante transformación) Hay dos formas de contradicción:
interna, inherente a cada cosa o aspecto particular de la cosa y contradicción de la relación entre la cosa y aquello que aparece
frente a la cosa, como su contrario.
12 “Frankenstein”, la obra de Mary Schelley de 1816, denuncia los efectos de la concepción arrogante y soberbia de la ciencia,

concebida como saber incuestionable y todopoderoso.


13Incidió en corrientes artísticas como el modernismo hispanoamericano y el surrealismo europeo de principios del siglo XX.
14 Casullo, 2004, pág.32.
15 El Romanticismo concibe la obra de arte como imperfecta, inacabada, inconclusa.
16 Bárbaro (“el que balbucea”) es un término con una carga negativa o peyorativa, utilizado antiguamente por los griegos para

nombrar a los extranjeros que no hablaban griego y cuya lengua sonaba a sus oídos como un balbuceo incompresible u
onomatopeya. Esos extranjeros eran considerados inferiores (por incultos). La denominación de “bárbaros” se apoya en una
concepción etnocéntrica de la cultura, que sirve a la legitimación de la conquista y el sometimiento de los pueblos por parte de
países dominantes.
16
En el caso de Marx, la crítica de la Modernidad se centró en los efectos sociales del desarrollo
industrial, que evidencian que la desigualdad es inherente al desarrollo capitalista. “Como señaló Marx,
la historia de la humanidad es la historia del control creciente ejercido sobre la naturaleza en la cual y de
la cual vivimos. Si nos imaginamos dicha historia como una curva, ésta mostrará dos subidas muy
acentuadas. La primera corresponde a la “revolución neolítica” (…), la que trajo la agricultura, la
metalurgia, las ciudades, las clases y la escritura. La segunda es la revolución que trajo la ciencia, la
tecnología y la economía modernas. Es probable que la primera ocurriese de modo independiente, en
grados variables, en diferentes partes del mundo. La segunda ocurrió sólo en Europa y, por ende,
durante unos cuantos siglos convirtió a Europa en el centro del mundo y a unos cuantos estados
europeos, en los amos del globo”17.Marx postuló la lucha de clases18 como motor de la historia. A
diferencia de Descartes, Marx pensaba que el hombre se constituye como sujeto, ya no en el acto de
pensar, sino en la praxis, en el “hacer humano”. La praxis revolucionaria –producto de las
contradicciones del capitalismo- conduce al progreso inexorable e irreversible de la humanidad hacia
una sociedad sin clases. La idea de progreso postulada por Marx se opone a la noción mecanicista
newtoniana. Para Marx no hay progreso sin praxis revolucionaria, no hay praxis transformadora sin
conciencia de la opresión y no hay sujeto ni conciencia aséptica de la realidad, pues en el conocimiento
opera la ideología19.
Hacia mediados del siglo XIX se consolidó el capitalismo en Europa, de la mano de la burguesía, que se
convirtió en principal propietaria de la tierra, la industria, los bancos y las compañías de transporte. La
burguesía ejercía el poder político e ideológico-cultural, a través de cargos en el gobierno y de la
hegemonía20 en las universidades y academias. La política de expansión de los países capitalistas
europeos se extendió a África y Asia y adquirió dimensión imperial. También Estados Unidos se convirtió
en potencia de la mano de la burguesía, la que en América del Sur protagonizó las luchas contra los
imperios coloniales de España y Portugal. El desarrollo del capitalismo industrial generó una subjetividad
marcada por la confianza en la razón y el progreso indefinido de la historia. “Progreso, emancipación,
sujeto generador de los significados: lo histórico deja de ser, un paréntesis irracional, leído desde la
insondable racionalidad divina. Por el contrario, la historia, el hacerla, es el único camino posible para la

17 Lyotard, J.F. “Reescribir la modernidad” en Lo Inhumano. Bs. As: Manantial. 1998, 1998: 34-35).
18 A diferencia del estamento, al que se pertenece por nacimiento, la clase es la posición que ocupa un grupo de individuos en
una sociedad en relación con el proceso de producción. En el nivel inferior están los proletarios y en el superior, los dueños de
los medios de producción o capitalistas. La posición económica está relacionada con la posición política y cultural. Marx señala
que las clases dependen del desarrollo histórico de la producción y que el sistema social de clases puede ser abolido a través de
la lucha de clases.
19 Paul Ricoeur (1994) distingue tres significados del término “ideología”: 1) Como distorsión, disimulo o falsa conciencia, la

función de la ideología es producir una imagen invertida de la realidad. En sentido general la ideología es la manera como se
representa el hombre la realidad, “el procedimiento general mediante el cual el proceso de la vida real, la praxis, se falsifica por
medio de la representación imaginaria que los hombres se hacen de ella. Como falsa conciencia se opone a la ciencia que
proporciona conocimientos objetivos”; 2) Como justificación o legitimación de dominación, a través del uso de la retórica (arte de
persuadir) del discurso público; 3) Como integración, la función de la ideología se vincula con la constitución de la identidad de
una comunidad, grupo o clase, que adquiere así consistencia y permanencia, gracias a la imagen estable y duradera que se da
de sí mismo.
La función de integración se prolonga en la función de legitimación y ésta en la de disimulo en todos los ámbitos de la vida
social. Tan es así que, como señala Habermas, la representación científicay tecnológica de la realidad no escapa al carácter
ideológico de cualquier otra representación.
20 Según Antonio Gramsci la hegemonía es el rol de dirección política y cultural que ejerce un grupo social y sus aliados sobre la

sociedad y que condiciona la conquista y el ejercicio del poder por parte de los sectores subalternos. La hegemonía supone
alianzas de clases y grupos sociales. Es una síntesis de dirección y dominación, consenso y fuerza. SegúnWright Williams, la
hegemonía se ejerce a través de un cuerpo de prácticas y expectativas en relación con la totalidad de la vida, como sistema de
significados y valores que, en la medida en que son experimentados como prácticas, parecen confirmarse recíprocamente, por
lo que se convierte en un sentido de la realidad para la mayoría de la gente.
17
realización de la razón. En esta empresa, el mundo sólo adquiere lógica, es decir, acontece con sentido,
desde la racionalidad del sujeto, dueño de las identidades y de las clasificatorias”21.
La razón moderna reformó el mundo y a sí misma. El discurso de la razón traza los límites del mundo,
que coincide con los límites de su propia discursividad. Así, bajo el discurso iluminista, la razón moderna
devela y, a la vez, encubre lo no conceptualizable, todo lo que no puede relatar a través de la lógica
científica. Tanto en su fundamento -la razón poder-como en el ámbito de la experiencia vital, la
modernidad es un proceso contradictorio. Por un lado, la razón libera y sujeta, emancipa y domina; por
otro lado, la modernidad se experimenta como sensación de vivir en dos mundos al mismo tiempo. Esa
contradicción dialéctica es inherente a la modernidad y se expresa en la célebre afirmación marxista de
que “Todo lo sólido se desvanece en el aire”. Dice Marx en el Manifiesto comunista: “Por un lado, en la
vida industrial y científica se ha iniciado una variedad de fuerzas que ninguna época en la historia
humana sospechó. Por el otro, hay síntomas de decadencia que rebasan con mucho los horrores de los
últimos tiempos del Imperio Romano. En nuestros días todo parece estar impregnado de su contrario. A
la maquinaria que tiene el maravilloso poder de acortar y fructificar la labor humana la mantenemos
hambrienta y con exceso de trabajo. Las novedosas fuentes de riqueza se convierten en fuente de deseo
mediante un extraño hechizo (...) Al mismo tiempo que los amos dominan la naturaleza, el hombre
parece estar encadenado a otros hombres o a su propia infamia. Inclusive la luz pura de la ciencia parece
incapaz de brillar en otra parte que no sea el oscuro fondo de la ignorancia. Pareciera que la finalidad de
nuestros inventos y progresos es reducir la vida humana a una fuerza material…Todas las relaciones
fijas, estancadas, con su antigua y venerable sucesión de prejuicios y opiniones, se desechan, y todas las
recién formadas pierden actualidad antes de cosificarse. Todo lo sólido se desvanece en el aire, todo lo
que es sagrado se profana, y los hombres, al final, tienen que enfrentarse... a las condiciones reales de
sus vidas y sus relaciones con sus semejantes”22
Hacia fines del siglo XIX, Friedrich Nietzsche embistió contra la cultura europea, a través del
develamiento de las relaciones de poder subyacentes en la ciencia, la religión y la moral occidentales.
Nietzsche propone entender la verdad como metáfora, de acuerdo con lo cual, los hechos no serían más
que interpretaciones creadas desde una determinada perspectiva. Esta idea, al igual que la
revalorización de los instintos por sobre la razón, influyó en pensadores posteriores.
A inicios del siglo XX se desató la Primera Guerra Mundial (1914-1918), lo que marcó un punto de
inflexión en el pensamiento moderno. Este hecho revelaba, a los ojos de algunos pensadores brillantes
como Sygmund Freüd, que la sociedad fraterna es, en realidad, producto de la necesidad de goce del
sujeto. Se derrumbaba así el ideal de sociedad que la Modernidad suponía producto de la pura
racionalidad. Al sujeto, concebido por Descartes como esencialmente racional, Freüd lo pensará como
inconsciente, sujeto deseante y no ser, cuyo ser está dado porque habla y es hablado. La noción de
inconsciente como real psiquismo destruye la razón cartesiana considerada fuente de conocimiento
verdadero. La violencia se explica por la pulsión de muerte y la cultura como producto de la sublimación
de la libido.
A fines de la década del 60, los planteos de Michel Foucault contribuyeron a develar la lógica con que
operan los mecanismos de poder del sistema social, en la producción del saber. En América Latina,
mientras tanto, la crítica de la modernidad se despliega, desde mediados del siglo XX a través de
corrientes de pensamiento gestadas en torno a la necesidad de comprender y transformar lo real, de
dar respuesta a problemas estructurales generados por fuerza de las relaciones de dominación
construidas por la Europa colonialista, todavía presentes. Dentro de esas corrientes se pueden
mencionar la Filosofía de la Liberación y la Teología de la Liberación. Estas corrientes visualizan el
carácter de situado del conocimiento científico y filosófico y reconocen que la concepción universal del
tiempo - postulada por y desde Europa- por su carácter etnocéntrico, impide comprender los procesos

21 Casullo, N. El debate modernidad posmodernidad, 1991, pág. 26.


22 Citado por BERMAN, Marshall. “Brindis por la Modernidad”. En CASULLO, N. Op. cit., pp. 71-72.
18
de dominación, para lo cual se requiere asumir la asincronía temporal entre Europa y América (lo mismo
cabe para la relación de Europa con Asia y África). Como dice Mignolo (2001: 10) “El paralelismo entre la
historia del capitalismo y la constitución de una epistemología localizada en occidente es obvia. La
epistemología está geohistórica y políticamente situada y no es un espíritu que flota más allá de las
lenguas… La geopolítica del conocimiento presupone que no hay lugar abstracto… ni desincorporado
desde donde argumentar en pro o en contra del eurocentrismo… geopolítica del conocimiento y
diversalidad (diversidad como proyecto universal) son irreductibles a una conceptualización o narrativa
maestra…”.Según estos enunciados, no hay conocimiento neutral. Hay sujetos, comunidades, culturas,
de cuyas prácticas surgen conceptualizaciones y narraciones sobre la realidad. Más aún, el intento
totalizador y universalista dominante en la concepción eurocéntrica del conocimiento, nos aproxima a la
vez que nos aleja de la realidad, que se presenta efectivamente de manera diversa, al igual que la
dinámica de la historia.
Las corrientes de pensamiento que mencionamos hasta aquí son sólo algunas expresiones de la
Modernidad y las críticas que ésta ha desatado. En éstas y otras corrientes se fundan diversas teorías
sociológicas, políticas y educativas.

Bibliografía
Autores varios. Pensamiento Científico 1. ProCiencia (CONICET - Ministerio de Cultura y Educación de la
Nación), Buenos Aires, 1996.
Casullo, N. y otros. Itinerarios de la Modernidad: corrientes del pensamiento y tradiciones intelectuales desde la
ilustración hasta la posmodernidad. Bs. As. Eudeba, 2004.
Follari, R. Modernidad y posmodernidad: una óptica desde América Latina. Bs. As. Aique, 1994.
Habermas, J. “La modernidad, un proyecto incompleto”, en Foster, Hal y otros: La posmodernidad, Barcelona,
Kairós, 1985, pág. 19.
Horkheimer, M. y Adorno, T. Dialéctica del Iluminismo. Vinci Einaudi. Turín, 1976.
Lyotard, J.F. “Reescribir la modernidad” en Lo Inhumano. Bs. As.: Manantial. 1998.
Mignolo, W. (comp.) Capitalismo y geopolítica del conocimiento. Buenos Aires. Ediciones del signo, 2001.
Navarro Cordón, J. M. y Calvo Martínez, J. J. Historia de la Filosofía 2. Madrid: Anaya, 2003.
Ricoeur, P. Educación y Política: de la historia personal a la comunión de libertades. Buenos Aires. Docencia,
1994.

 Guía de estudio
1. ¿Qué relación hay entre las corrientes del pensamiento, las tradiciones y las instituciones modernas?
2. ¿Qué se entiende por “moderno” en el habla cotidiana y qué es la Modernidad en sentido filosófico?
3. ¿Qué relación hay entre Modernidad y capitalismo? ¿Qué papel desempeñó la burguesía en los siglos XVII y
XVIII en esos procesos?
4. ¿A qué posiciones arribaron las discusiones sobre los inicios de la modernidad en los años 80 del siglo XX?
5. ¿Qué postula la Modernidad con respecto a la razón? ¿En qué dos sentidos la modernidad es sinónimo de
crítica?
6. ¿Qué relación existe entre pensamiento dominante y pensamiento subalterno?
7. ¿Qué implica hablar de Modernidad desde América Latina?
8. ¿Cuáles son las tres grandes rupturas que produce la Modernidad, con respecto a la cosmovisión medieval?
9. ¿Qué utopías subyacen en la Modernidad?
10. ¿Qué plantea Habermas con respecto a la caracterización que hace Weber de la Modernidad?
11. ¿En qué consiste la crítica de la Modernidad en los Siglos XIX y XX?

 Actividad complementaria de reflexión


1. Ver el film TIEMPOS MODERNOS, de Charles Chaplin. https://www.youtube.com/watch?v=OTbELJn0JHo.
2. Seleccionar imágenes del film que guardan relación con el texto. Explicitar las relaciones.
…………………………………………………………………………………………………………………………………………………………
“La modernidad, un proyecto incompleto” (Pp. 25-26)
Jürgen Habermas

19
“De hecho, así es como Daniel Bell, el más brillante de los neoconservadores norteamericanos,
interpreta las cosas. En su libro Las contradicciones culturales del capitalismo, Bell argumenta que la
crisis de las sociedades desarrolladas de Occidente se remonta a una división entre cultura y sociedad.
La cultura modernista ha llegado a penetrar los valores de la vida cotidiana (…) infectada por el
modernismo. Debido a las fuerzas del modernismo, el principio del desarrollo y expresión ilimitados de
la personalidad propia, la exigencia de una auténtica experiencia personal y el subjetivismo de una
sensibilidad hiperestimulada, han llegado a ser dominantes. Según Bell, este temperamento
desencadena motivos hedonísticos irreconciliables con la disciplina de la vida profesional en sociedad.
Además, la cultura modernista es totalmente incompatible con la base moral de una conducta racional
con finalidad. De este modo, Bell aplica la carga de la responsabilidad para la disolución de la ética
protestante (fenómeno que ya había preocupado a Max Weber) en la «cultura adversaria». La cultura,
en su forma moderna, incita el odio contra las convenciones y virtudes de la vida cotidiana que ha
llegado a racionalizarse bajo las presiones de los imperativos económicos y administrativos. Hay en este
planteamiento una idea compleja que llama la atención… El modernismo es dominante pero está
muerto. La pregunta que se plantean los neoconservadores es ésta: ¿cómo pueden surgir normas en la
sociedad que limiten el libertinaje, restablezcan la ética de la disciplina y el trabajo? ¿Qué nuevas
normas constituirán un freno de la nivelación producida por el estado de bienestar social de modo que
las virtudes de la competencia individual para el éxito puedan dominar de nuevo? Bell ve un
renacimiento religioso como la única solución. La fe religiosa unida a la fe en la tradición proporcionará
individuos con identidades claramente definidas y seguridad existencial.
(…), los análisis como el de Bell sólo abocan a una actitud que se está extendiendo en Alemania tanto
como en Estados Unidos: el enfrentamiento intelectual y político con los portadores de la modernidad
cultural (…) La lucha toma la forma de exponer toda manifestación de lo que podría considerarse una
mentalidad oposicionista y descubrir su «lógica» para vincularla a las diversas formas de extremismo:
trazar la conexión entre modernismo y nihilismo… entre regulación gubernamental y totalitarismo,
entre critica de los gastos en armamento y subordinación al comunismo, entre la liberación femenina y
los derechos de los homosexuales y la destrucción de la familia... entre la izquierda en general y el
terrorismo, antisemitismo y fascismo (…).
El enfoque ad hominem y la amargura de estas acusaciones intelectuales (…) No deberían explicarse
tanto de acuerdo con la psicología de los escritores neoconservadores, sino más bien están enraizados
en la debilidad analítica de la misma doctrina conservadora.
El neoconservadurismo dirige hacia el modernismo cultural las incómodas cargas de una
modernización capitalista con más o menos éxito de la economía y la sociedad (…). Los
neoconservadores no revelan las causas económicas y sociales de las actitudes alteradas hacia el
trabajo, el consumo, el éxito y el ocio. En consecuencia, atribuyen el hedonismo, la falta de
identificación social, la falta de obediencia, el narcisismo, la retirada de la posición social y la
competencia por el éxito, al dominio de la «cultura». Pero, de hecho, la cultura interviene en la creación
de todos estos problemas de una manera muy indirecta y mediadora.
(…) Bajo las presiones de la dinámica del crecimiento económico y los éxitos organizativos del estado,
esta modernización social penetra cada vez más profundamente en las formas anteriores de la
existencia humana. Podríamos describir esta subordinación de los diversos ámbitos de la vida bajo los
imperativos del sistema como algo que perturba la infraestructura comunicativa de la vida cotidiana”.
(pp. 25-26).

Vocabulario
* Un enfoque ad hominem se funda en prejuicios contra las personas a quienes se dirige, para tratar de convencerlas o
confundirlas.

 Guía de estudio

20
1. ¿De qué “problemas sociales” acusan a la modernidad del siglo XX, los neoconservadores? ¿Qué preguntas se
plantean?
2. ¿En qué países se extiende el neoconservadurismo descripto por Habermas?
3. ¿Qué forma toma la lucha de los neoconservadores, contra cualquier manifestación de oposición?
4. Según Habermas, ¿cómo se explica el enfoque ad hominem de la doctrina conservadora, acusatoria de la
modernidad?

RACIONALISMO Y EMPIRISMO. Locke discute con Descartes


Mariela Fogar y Maximiliano Román (2016)

Durante los siglos XVII y XVIII se desarrollaron en Europa dos corrientes de pensamiento que se
sintetizaron en la Ilustración23 y nutrieron el pensamiento de los siglos posteriores: el Racionalismo y el
Empirismo. En esta época, la filosofía se desarrolló como epistemología, o teoría explicativa de los
orígenes, alcances y límites del conocimiento.
Aunque se las suele presentar como totalmente opuestas, ambas corrientes habrán de coincidir en
algunos elementos fundamentales.
Las coincidencias están determinadas por el contexto de su surgimiento, marcado por la revolución
tecnocientífica, que impactó en el desarrollo del capitalismo, esquema en el que el proyecto político de
la burguesía en ascenso requería de la construcción de un nuevo orden simbólico, al que contribuirían
estas dos corrientes filosóficas. Racionalismo y Empirismo24 comparten la crítica de la filosofía
medieval25 y la necesidad de establecer un método riguroso para el desarrollo de la ciencia.
Las dos corrientes constituyen expresiones de la filosofía burguesa, en el sentido de que ofrecen una
explicación de la realidad coincidente con los intereses y valores de la burguesía, cuyo proyecto se
propusieron fundamentar.
Su repercusión en el ámbito cultural estuvo determinada por la dinámica económica y social de los
países en que surgieron. El Racionalismo se desarrolló con fuerza, principalmente en Francia y Alemania.
Entre sus representantes se destacan René Descartes, Gottfried Leibniz y Baruch Spinoza. La corriente
empirista, que surgió en Inglaterra, fue sostenida por David Hume, John Locke y George Berkeley.
Nos ocupamos aquí de René Descartes y John Locke.

1. El racionalismo de René Descartes


El principio de la subjetividad
Con Descartes (1596 – 1650) y su filosofía de la conciencia o del sujeto, se inaugura la Modernidad
propiamente dicha.
Preocupado por la cuestión del conocimiento verdadero, Descartes emprende la tarea de edificar una
nueva filosofía que permitiera desmontar el aparato conceptual a través del cual se explicaba el mundo
en la Edad Media y el Renacimiento, y diera cuenta del mundo en que se estaban produciendo
profundas transformaciones económicas, políticas y sociales, impulsadas por la burguesía, nuevo sujeto
de la historia.
El primer paso, en este sentido, lo da Descartes postulando un método para llegar a la verdad. Ese
método es la duda. A través de ella va a afirmar la subjetividad, el yo, como principio de la certeza.
Para ello, se hacía necesario poner en cuestión el edificio filosófico sobre el que se habían construido las
aparentes verdades en las que se apoyaban la economía, la política y la vida cotidiana en el esquema
feudal. La duda es, entonces, primeramente, una actitud.

23 Ambas corrientes se sintetizaron en el Idealismo Trascendental de Kant, principal exponente de la Ilustración.


24
Empírico: Relacionado con la experiencia o referido a hechos reales.
25 Estas dos corrientes ponen en cuestión principalmente la creencia de la infalibilidad de los sentidos y la existencia de entes

metafísicos.
21
 Guía de estudio
1. ¿Cuál es la esencia y cuál el fin del Estado?
2. ¿Qué relación hay entre Estado y sujeto y entre Estado y ciudadanos?
3. ¿Qué finalidad debe perseguir la educación, según Hegel? ¿Qué piensa Ud. al respecto?
4. Identifique en el texto, todos los elementos de la modernidad ilustrada.
5. Opine fundadamente, acerca de la idea de Hegel sobre América.
6. Analizar la siguiente afirmación: “Otra diferencia es que la América del Sur fue conquistada, mientras que la del
Norte ha sido colonizada.”
_______________________________________________________________________________ _____
El proyecto educacional moderno: ¿Identidad Terminal?
Tomaz Tadeu Da Silva*.

La educación escolarizada y pública sintetiza, en cierta forma, las ideas y los ideales de la Modernidad
y del Iluminismo. Ella corporiza las ideas de progreso constante a través de la razón y de la ciencia, de la
creencia en las potencialidades del desenvolvimiento de un sujeto autónomo y libre, del universalismo,
de la emancipación y la liberación política y social, de la autonomía y la libertad, de la ampliación del
espacio público a través de la ciudadanía, de la nivelación de privilegios hereditarios, y de la movilidad
social. La escuela está en el centro de los ideales de justicia, igualdad y distribución del proyecto
moderno de sociedad y política. No sólo resume esos principios, propósitos e impulsos; ella es la
institución encargada de transmitirlos, de generalizarlos, de hacer que se tornen parte del sentido
común y de la sensibilidad popular. La escuela pública se confunde, así, con el propio proyecto de la
Modernidad. Es la institución moderna por excelencia.
Es pues precisamente esa institución la que se encuentra presa del fuego cruzado de dos ataques
centrales a sus fundamentos modernos e iluministas. De un lado tenemos el cuestionamiento
posmodernista – y posestructuralista – a los presupuestos modernos de la educación pública e
institucionalizada, la existencia de un sujeto esencial, centrado y unitario, las narrativas maestras de la
razón y del progreso, el ideal de emancipación y autonomía. Del otro, el asalto neoliberal al sentido
común sobre la educación pública producido por el modernismo y por el iluminismo, y el consecuente
dislocamiento de la educación de la esfera del espacio público al espacio privado del consumo y de la
“selección”. Una de las víctimas principales de esa guerra, además de la propia idea de educación
pública, es la teorización crítica sobre la escuela y el currículum, es el propio posicionamiento de la
izquierda en relación con las ideas – modernas – sobre la educación. La posición modernista e iluminista
constituía la base común del pensamiento liberal y del pensamiento crítico de fundamentación marxista
sobre la escuela. Aún los cuestionamientos más radicales sobre la educación institucionalizada,
representados en un cierto momento por las teorías de la reproducción, en cierta forma restringían el
cuestionamiento de la educación liberal y moderna a sus promesas no cumplidas de acceso universal, de
igualdad del tratamiento y de no discriminación. La educación liberal y capitalista era condenada no por
sus ideas sino por no haberlas realizado. (No deja de ser irónico que esas ideas sean ahora cuestionadas
cuando para una gran parte de la población ni siquiera fueron realizadas). En el fondo, estaba la
posibilidad de una educación y de una escuela no contaminadas por las distorsiones de una sociedad
capitalista y mercantil y de un Estado interesado, pero en la cual los ideales de un sujeto autónomo y
racional, de emancipación y progreso y triunfo de la razón, podrían, finalmente, ser cumplidos.
Los ideales modernos e iluministas sobre la escuela siempre constituyeron el criterio último a partir del
cual se fundaba la crítica a la escuela existente: “si por lo menos pudiésemos eliminar los obstáculos
colocados a esa realización – resultantes del funcionamiento de una organización económica espúrea –
llegaríamos, finalmente, a la educación auténtica y legítima”. La ironía es que esos ideales y principios
son colocados bajo sospecha y radicalmente cuestionados precisamente en una época en que el asalto a
algunos de sus fundamentos viene de otro lado: de una “nueva”derecha dispuesta a sentar las bases de
64
un nuevo sentido común sobre la educación y la escuela ¿Sobre qué bases se continuará haciendo, en
ese escenario, la crítica educacional de izquierda?
Retirados los fundamentos modernistas de nuestra crítica, ¿en qué basar nuestra evaluación del
presente asalto derechista a la educación pública? Es para intentar construir un comienzo de respuesta
a esta inquietante cuestión, que intento resumir, en la próxima sección, el cuestionamiento pos-
moderno y pos-estructuralista a la educación institucionalizada, así como los contornos de la ofensiva
neoliberal a las bases y a las justificaciones modernas de la escuela pública.

El interrogatorio pos moderno: la identidad en cuestión


Los ideales y principios de la educación moderna e iluminista, incluidos los de una vertiente crítica,
progresista y de izquierda, reposan en ciertos fundamentos que han sido colocados radicalmente en
duda por la discusión pos-moderna y pos-estructuralista. La idea de educación que es parte esencial del
sentido común moderno está montada sobre las narrativas del constante progreso social, de la ciencia y
de la razón, del sujeto racional y autónomo y del papel de la propia educación como instrumento de
realización de esos ideales. La ciencia y la razón son instrumentos de progreso, el sujeto moderno es
aquel que está imbuido de esos mismos propósitos e impulsos, y la educación institucionalizada es la
encargada de producirlo. El sujeto educacional así producido, encarna los ideales de la narrativa
moderna: emancipado, libre y racional.
Por encima de todo es el propio concepto fundamental de la epistemología el que es cuestionado
desde el posmodernismo. La racionalidad de la sociedad moderna reposa en un presupuesto
fundacional, el presupuesto de que existen ciertos principios y criterios básicos, universales, que
posibilitan determinar la “verdad” de las proposiciones de conocimiento. El presupuesto fundacional,
por su parte, se apoya en la ilusoria posibilidad de un conocimiento social abstraído de la Historia, del
contexto y de la política, esto es, de las relaciones de poder. Al ver todo conocimiento como
contingente, esto es, como dependiente de sus condiciones de producción, la perspectiva pos-moderna
y pos-estructuralista destruye la posibilidad del recurso a un abstracto reino epistemológico de
“verdad”. No hay una fundamentación última a la que recurrir para arbitrar disputas de conocimiento.
La propia idea de fundamentación última es cuestionada y vista como producto de luchas en torno a la
“verdad”.
Juntamente con la posibilidad fundacional se presenta el dominio de las llamadas grandes narrativas o
narrativas maestras, las explicaciones globales y totalizantes sobre el mundo y la sociedad. Las grandes
narrativas – de la ciencia, de la religión, de la política – nacen del deseo de contener el flujo constante
de la complejidad del mundo y de la vida social. Ellas representan tentativas de ordenar, clasificar,
controlar la organización y la interacción social. Según el rezo del pos-modernismo, en su voluntad de
poder y control, ellas, frecuentemente, han contribuido a oprimir, a suprimir, a excluir. Los mapas
explicativos totalizantes y universalizantes, en su ansia de control y contención, sólo han servido de
justificación para las más variadas formas de opresión y dominación. Las grandes narrativas son
encaradas, en esa visión, más como instrumentos de poder, como construcciones interesadas en lo
social, que como resultado de acciones epistemológicas neutras y desinteresadas. Las grandes narrativas
son puestas, así, en el incómodo contexto de la política y del poder, y retiradas del confortable dominio
de la epistemología. La destrucción de la ilusión de los referentes fijos, base de las narrativas maestras,
tiene su correlato en la destrucción de la soberanía y de la centralidad del sujeto moderno. El sujeto
moderno es, tal vez, la mayor víctima de las contestaciones y es aquí, probablemente, en donde el
proyecto educacional moderno sufre su mayor conmoción. Al final, la posibilidad de la educación y de la
pedagogía reposa precisamente en el presupuesto de la existencia de un sujeto unitario, y está centrado
en la finalidad de la educación, entendida como la construcción de su “autonomía”, “independencia” y
“emancipación”. Sin el sujeto moderno no hay educación moderna.
En la evaluación pos-moderna y pos-estructuralista, el sujeto moderno – racional, centrado, unitario –
es una construcción muy particular, una construcción precisamente de la época moderna y del proyecto
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iluminista de sociedad. El sujeto moderno es considerado como una esencia que preexiste a su
constitución en el lenguaje y en lo social. Es racional y calculador, esto es, su acción se basa en la
consideración conciente de hipótesis y de cursos de acción alternativos. Es visto como un ser capaz de
autonomía e independencia – convenientemente “educado” – en relación con la sociedad. Su conciencia
está dotada de un centro, origen y fuente única de todas sus acciones. Además de esto, esa conciencia
es unitaria, no dividida, partida o fragmentada. Él es auto-idéntico, teniendo como referencia última
sólo a sí mismo. Es ese sujeto el que constituye la posibilidad de existencia de la sociedad y la política
modernas. La organización económica y social de los modernos Estados-Naciones se basaba
precisamente en la existencia y en el presupuesto de este tipo de sujeto. La producción de esa clase
particular de sujeto constituye la tarea central de la educación y la escuela modernas.
Desde el punto de vista pos-moderno, el problema está en que la producción de ese tipo particular de
sujeto esconde exactamente eso: que se trata de una construcción social e histórica, contingente,
característica de una época histórica específica. El sujeto moderno sólo existe como resultado de los
dispositivos discursivos y lingüísticos que lo construyeron. Aquello que es visto como esencia y como
fundamentalmente “humano” no es más que producto de las condiciones de su constitución. El sujeto
moderno, lejos de constituir una esencia universal y atemporal es aquello que fue hecho de él. Su
presentación como esencia esconde el proceso de su manufactura.
La evaluación del sujeto moderno como una construcción discursiva demuestra el dislocamiento
central efectuado por el pos-modernismo y por el pos-estructuralismo: del paradigma de la conciencia al
paradigma del lenguaje. Ese desarrollo puede ser sintetizado por el concepto de discurso tal como es
utilizado por Foucault, y por el cuestionamiento del presupuesto de transparencia del lenguaje
efectuado por Derrida.
Con su concepto de discurso, Foucault, llama la atención sobre el papel ejercido por el lenguaje como
elemento de constitución de la “realidad” y su complicidad con relaciones de poder. Con esto queda
cuestionada también la noción de verdad como correspondencia epistemológica con algún supuesto e
independiente “real”. En vez de eso, Foucault destaca el papel de “efectos de verdad” realizado por el
lenguaje y por el discurso. En esa perspectiva, el sujeto y la subjetividad también son efectos de
operaciones discursivas, y no esencias que preexisten a su constitución. El propio “sujeto autónomo” es
el resultado no de una operación de desvinculación del poder, sino de una ocultación de su vínculo de
autorregulación con el poder. El sujeto autónomo no es más libre y sí más gobernable, en la medida en
que es auto-gobernable. El concepto de discurso es importante también para el inevitable nexo entre
saber y poder postulado por Foucault. A través de ese nexo, Foucault quiere demostrar que el “saber”
no constituye lo opuesto del poder, sino su correlato. El saber es necesariamente movido por una
“voluntad de poder” y el poder exige el conocimiento de aquello y de aquellos que deben ser regulados
y gobernados. Las ciencias humanas están particularmente implicadas en esa complicidad entre saber y
poder y, lejos de constituir una búsqueda desinteresada del conocimiento, ellas están implicadas en
operaciones de poder.Para gobernar es preciso conocer. No es difícil ver las consecuencias de todo esto
para el proyecto educacional moderno, incluida su vertiente crítica.
Derrida ataca los presupuestos de transparencia del lenguaje por otro flanco. Para Derrida no existe la
posibilidad de acceso a lo real sin mediación del lenguaje. Remite a la famosa expresión, “no existe lo
fuera-de-texto”. Por otro lado, el sueño de que el lenguaje sea la expresión de lo real es un sueño, en la
medida en que el significado nunca es aprehendido definitiva y cabalmente por la palabra - ella depende
de la diferencia y está retrasado, siempre, nunca plenamente presente como se pretende-. El lenguaje
es flujo, inestabilidad (aplazamiento). El desmontaje que Derrida hace de los presupuestos logocéntricos
del pensamiento metafísico occidental queda ejemplificado, sobre todo, en el análisis que realiza sobre
las oposiciones binarias. Derrida demuestra que los elementos de una oposición binaria no tienen
sentido en forma aislada ni constituyen solución simétrica de su opuesto, pero que entre ellos hay una
dependencia mutua y que uno de los dos términos tiene una posición dominante. Tampoco subsiste la
tentativa de solución de superación dialéctica extralingüística. Ese análisis de las oposiciones binarias es
66
particularmente importante para el examen del proyecto educacional moderno que estamos haciendo,
dada la centralidad, en ese discurso, de permanentes oscilaciones entre los términos de las oposiciones
binarias tales como emancipación/opresión, liberar/reprimir, autonomía/dependencia, educación
centrada en el profesor/educación centrada en el alumno, agente/estructura. Una reconstrucción a la
Derrida de esos pares binarios demostraría no la superación de uno de los términos por el otro, pero sí
su dependencia común de ciertos significados trascendentales que están supuestos en la oposición,
como por ejemplo el de una esencia de ser, liberada o reprimida en el par "liberar/reprimir”.
Finalmente, la respuesta que las perspectivas pos-modernas y pos-estructuralistas hacen de narrativas
privilegiadas, de fundamentaciones epistemológicas últimas y del sujeto moderno, implican desalojar
al/a la intelectual de su papel privilegiado de vanguardia y de fuente de toda autoridad, de saber, y de
intérprete esclarecido de los intereses de los grupos supuestamente oprimidos. La posición del/la
intelectual pos-moderno/a es colocada en la misma perspectiva de parcialidad de los otros actores
sociales, y el análisis de su discurso no toma su autoridad como dada, sino que por el contrario, ella es
igualmente cuestionada. El la intelectual pos-moderno/a no es absuelto/a de su complicidad con
relaciones de poder.
Los cuestionamientos pos-modernos y pos-estructuralistas a los principios modernos no pueden
separarse de la conmoción causada por los diversos movimientos sociales, que abarcan desde el
feminismo hasta las luchas ecológicas. La sospecha bajo la que se encuentra la propia idea de progreso
como esencialmente bueno y deseable, la caracterización de la ciencia y del conocimiento dominantes
como fuertemente atravesados por una visión masculina, eurocéntrica y blanca; la descripción de los
cánones educacionales y culturales como cargado de perspectivas muy particulares e interesadas de
nación, clase, género y etnia se une a los cuestionamientos del posmodernismo y del pos-
estructuralismo para cuestionar el status privilegiado, confortable y confiable de las narrativas
dominantes sobre la sociedad y la Historia. Evidentemente es la educación, como la corporización de
esos principios y, al mismo tiempo como la institución encargada de su difusión y transmisión, la que se
ve más afectada por ese interrogatorio. Desde la perspectiva de la respuesta epistemológica y política
de esos movimientos sociales, las narrativas dominantes sobre ciencia y conocimiento están lejos de ser
inocentes y benignas. Como consecuencia, tampoco puede ser absuelta la institución moderna que
encarna en forma más representativa aquellas narrativas: la educación oficial.
El desdibujamiento progresivo de las fronteras entre “alta” cultura y “baja” cultura es otro aspecto que
la pos-modernidad ha considerado, colocando en jaque tanto las narrativas modernas más amplias
cuanto la narrativa contenida en el proyecto educacional moderno. Al final, el privilegio de la cultura de
“elite”, esto es, de la “alta cultura” se apoyó en el presupuesto de las características inherentemente
“superiores”, tanto morales como estéticas, de aquello que la humanidad habría producido como mejor.
El escenario pos-moderno es un escenario en el que no sólo se evidencia la complicidad de esos
productos de la “excelencia” humana con ciertas relaciones de poder, sino en el que además, la “alta
cultura” es dislocada por productos de cultura mercantilizada, en los casos en los que ésta no se integra
a los circuitos mercantiles de la cultura. En este contexto se torna imposible sustentar la supuesta
superioridad moral, estética y epistemológica de la llamada “alta cultura”. Se vuelve insustentable,
también, el papel de aquella institución moderna más identificada con esa “alta cultura”, justamente, la
educación.
El carácter disciplinar de la organización moderna del saber y del conocimiento es otra característica
que ha sido destacada por las críticas pos-modernas y pos-estructuralistas. En esta perspectiva, la
disciplinarización del saber, su estricta y especializada división del trabajo, está teñida de relaciones de
poder, como demostró principalmente Michel Foucault. La disciplinarización del saber – en un sentido
epistemológico de organización y división del trabajo – guarda una estrecha relación con la
disciplinarización de la sociedad – en el sentido político, de gobierno y control que contiene esa palabra-
. Es a través de este proceso de disciplinarización que según Foucault, saber y poder se encuentran
mutuamente implicados. La educación moderna es la institución disciplinar por excelencia, esto es,
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como institución organizada en torno a disciplinas – en un sentido epistemológico - y como institución
encargada de la disciplina – en un sentido político – es tal vez ese el rasgo que la define más
fuertemente, su característica más permanente e impermeable. Una perspectiva que cuestiona esa
sociedad disciplinar encuentra en la escuela su principal blanco de ataque.
En su conjunto, esos desarrollos representan un golpe mortal al proyecto educacional moderno. Sin
narrativas maestras, sin sujeto (esto es, sin “aquel” sujeto), sin soluciones basadas en oposiciones
binarias, sin la posibilidad de traspaso dialéctico de oposiciones, sin significados trascendentales
(¿justicia?, ¿democracia?, ¿igualdad?), el proyecto educacional moderno es un paciente terminal, al
menos, teóricamente. El proyecto neoliberal de restauración de la sociedad parece estar cuidando que
también lo sea concretamente.

El asalto neoliberal: ¿cambio de identidad?


Son conocidos los contornos y los orígenes del proyecto neoliberal de reestructuración de la sociedad.
Como base en la construcción de un nuevo sentido común y de una nueva sensibilidad popular, el
proyecto neoliberal se propone reformar lo social y lo político de acuerdo con los renovados intereses
del capital, en el contexto de un escenario internacional radicalmente modificado por ciertos eventos
políticos recientes y por importantes desarrollos económicos. Esencialmente, el proyecto neoliberal se
propuso como objetivo redefinir los propósitos del Estado y de la política para realinearlos a los
objetivos e intereses de los grandes capitales, sobre bases que garanticen la acumulación del capital y a
la reproducción de la fuerza de trabajo. Desregulación, privatización, descentralización, son así palabras
–clave para estrategias de contención de gastos sociales. La educación ha constituido uno de los blancos
prioritarios del asalto neoliberal a las instituciones sociales inclusivas del moderno Estado capitalista. No
es casualidad: la educación es la institución social por excelencia, su expansión constante ha constituido
una de las fuentes de la crisis fiscal del Estado y, evidentemente, como agencia de cambio radical de lo
político y lo social. En cierta forma, la educación institucionalizada sintetiza todos los problemas de
gobernabilidad, para usar una expresión de Foucault, enfrentados por el Estado capitalista en una
situación de profundas transformaciones económicas y sociales. La educación no está sólo en el centro
del proyecto educacional moderno, está en el centro de los problemas de gobernabilidad del moderno
Estado capitalista.
Básicamente, el proyecto neoliberal busca transferir a la educación de la esfera pública a la esfera
privada. El objetivo del proyecto neoliberal de educación es el de gradualmente, retirar la
responsabilidad por la educación institucionalizada de la esfera pública, del control del Estado, y a
traerla al control y a la gerencia de las empresas privadas. En esa operación, la educación no sólo pasaría
al control de las empresas privadas, sino que estaría orientada directamente por las necesidades y
exigencias de mano de obra de las empresas capitalistas.
Dados los problemas de gobernabilidad, no sólo del Estado capitalista en general, sino de la educación
pública en particular, sobre todo en lo que respecta a su incapacidad de ofrecer aquello que está
prometido en sus objetivos, las cuestiones de derecho y de política pertenecientes a la definición de
educación pública del proyecto moderno son traducidas en cuestiones de gerencia, eficiencia,
productividad. Lo que el proyecto neoliberal de educación hace, esencialmente, es despolitizar el
proyecto moderno de educación, transformándolo en una cuestión de gobierno y de ingeniería.
Si se considera la localización del proyecto moderno de educación en la mentalidad popular, eso exige
una transformación radical del sentido común y de la sensibilidad popular sobre el papel y la función de
la educación sistematizada. El proyecto neoliberal de sociedad, en general, y de educación en particular,
dependen de una estrategia de transformación cultural intensiva. Lo que está en juego en muchos
casos, es una inversión de las categorías del sentido común sobre lo político, lo social, lo educacional. El
proyecto neoliberal implica una nueva racionalidad, entendida aquí como un complejo de justificaciones
que sustentan una determinada actividad social. Esa nueva racionalidad se apoya, obviamente, en una
continuidad de ciertos aspectos del proyecto moderno, pero en otros, exige una ruptura radical con
68
aquel proyecto. En los términos de Gramsci, el proyecto neoliberal construye una nueva hegemonía. Esa
construcción está basada en la utilización extremadamente eficaz de dispositivos lingüísticos. Ella tiene
como mecanismo central la utilización de una retórica construida en torno a términos que contienen
una carga positiva. Así, el discurso de la educación liberal – como el discurso neoliberal en general –
depende de la instauración de un sistema lingüístico que gira en torno de palabras, conceptos, y
expresiones en relación con los cuales, aparentemente, se torna muy difícil manifestar opinión en
sentido contrario: elección, eficiencia, derechos (del consumidos), excelencia, patrones, calidad (mejor
todavía si es “total”) La retórica educacional neoliberal depende también de una descripción catastrófica
del actual sistema educacional, de una descripción basada en una visión apocalíptica de la crisis, pero de
una descripción que, a la vez, absuelve a los poderes de cualquier responsabilidad por el actual y
supuestamente deplorable estado del sistema existente. Curiosamente, la culpa es transferida a las
víctimas (en general a los/as profesores/as y administradores/as educacionales), al mismo tiempo que
las supuestas soluciones generales tendieron a victimizarlos aún más: mayor control, perores
condiciones de trabajo, intensificación, descalificación.
El asalto liberal confiere, tal vez, un golpe mortal al proyecto moderno de educación. El sujeto
humanista y altruista de la educación moderna es sustituido por el consumidor adquisitivo y competidor
darwinista de la visión neoliberal de la sociedad. La educación deja de ser un derecho (Gentili, 1995),
destinado a compensar desventajas hereditarias, para ser un bien de consumo, obtenido en niveles
compatibles con el poder de compra de los “clientes”. La pedagogía y el currículo, asociados como la
transmisión desinteresada del conocimiento, ceden el lugar a la especificación gerencial de objetivos
estrechamente vinculados con la productividad empresarial. La conducción del emprendimiento
educacional por profesionales orientados por preocupaciones meramente “educacionales” es sustituida
por técnicas y procedimientos gerenciales dirigidos por preocupaciones vinculadas a la eficacia y la
productividad. El desdibujado profesionalismo docente que ha caracterizado al proyecto educacional
moderno es desterrado a favor del conocimiento “preciso” sobre la producción de productos
cuidadosamente especificados, conocimiento poseído por “experts” en economía, gerencia y
administración. Vagos conceptos sobre calidad, basados en una visión humanista y “entusiasta” de la
calidad, de la interacción social y educacional, son descartados y sustituidos por conceptos “precisos” de
calidad y de control del “producto”, importados del espacio fabril y empresarial también reorganizado
de acuerdo con los principios de la flexibilidad de la producción. Procedimientos imprecisos de
evaluación son sustituidos por medios estandarizados de control de calidad. En suma, el proyecto
educacional moderno es colonizado por el imperialismo de la gerencia y de la ingeniería administrativa
que están en el centro de las estrategias neoliberales de gobierno. Las oposiciones anteriormente
descritas apuntan a racionalidades opuestas para estrategias distintas de gobernabilidad: la del proyecto
educacional moderno y la del proyecto neoliberal de educación. También para la producción de nuevos
sujetos y nuevas identidades.
El proyecto neoliberal de educación reafirma el papel privilegiado del/la “experto”- el contrapunto
del/la intelectual del modernismo –en la reestructuración de los sistemas educacionales. Al dislocar el
foco de lo político a lo técnico, el proyecto neoliberal de educación pone en el centro de la
transformación educativa al expert en gerencia, en administración, reingeniería, evaluación, calidad
total. En eso se contrapone a las vertientes críticas del proyecto moderno: el neoliberalismo tiende a
dislocar el saber local, localizado y específico de los/las docentes sobre los materiales y condiciones de
aprendizaje a favor del conocimiento general y sistémico de los especialistas en administración y
gerencia. La supremacía de este tipo de expert tiende a instituir nuevas formas de control y regulación
sobre el trabajo docente, la pedagogía y el currículo. Como dice Stephen Ball (1990:157):”El discurso de
la gerencia es un discurso empirista. La teoría de la gerencia ve al mundo social como presa de un caos
irracional, como necesitando de ser traído a un orden redentor. Construye su superioridad a través de un
conjunto de poderosas oposiciones: el orden contra el caos, la racionalidad contra la irracionalidad, la
sanidad contra la locura, la neutralidad contra el sesgo político, la eficiencia contra la ineficiencia, la
69
meritocracia contra la influencia personal. Es la antítesis lingüística de la crisis y como tal tiene un papel
político central en los años ¨80. El lenguaje de la gerencia ofrece la racionalidad y la eficiencia para
promover el control; es un régimen de jurisdicción y veracidad”.
En suma, contrariamente a todas las autoproclamaciones de neutralidad, todavía siguiendo a Stephen
Ball, cabría señalar que la base gerencial del proyecto neoliberal es una tecnología moral y política. Los
autoproclamados objetivos utilitaristas, instrumentalistas y pragmáticos tienden precisamente a ocultar
su dimensión de regulación y de control moral, y su función como estrategia de resolución de los
problemas de gobernabilidad de las sociedades capitalistas en ese escenario económico transformado.
Al tornar la cuestión educacional en una cuestión de eficiencia y productividad, el discurso educacional
neoliberal recrea a la escuela y a la educación como nuevos objetos, como objetos de intervención
técnica y gerencial.
Esa dependencia en relación con los experts en gerencia y producción se combina con la racionalidad
pragmática y utilitarista del proyecto neoliberal para realizar una ruptura central en relación con el
proyecto moderno de educación. Una de las características centrales del proyecto moderno de
educación es la constitución de la escuela como espacio separado de la producción. Existe, es evidente,
un vínculo con la economía y la producción, pero ese nexo es esencialmente indirecto. Por un lado, un
vínculo franca y discursivamente directo sería antitético con las pretensiones humanistas del proyecto
moderno de educación, y tendría problemas de legitimidad. Por otro lado, en cierta forma la producción
capitalista históricamente ha eximido a la escuela de ese vínculo directo, porque éste se realiza
efectivamente en la práctica, como ha demostrado la sociología de la educación, a través del proceso de
credencialización y certificación de la educación. El proyecto neoliberal de educación rompe ese impacto
histórico, posibilitado por los resultados positivos de legitimación, obtenidos de la guerra cultural
trabada por la Nueva Derecha al postular un nexo directo y sin rodeos entre educción y producción. En
esa perspectiva, en forma cínica y desvergonzada, la escuela sí debe ajustarse a las necesidades del
capital: los flujos escolares deben ser regulados de acuerdo con las necesidades de mano de obra, las
curricula educacionales deben ser moldeadas de acuerdo con esas necesidades, y la escuela debe
regirse de acuerdo con normas gerenciales derivadas del ámbito de trabajo capitalista. Se rompe – o se
intenta romper – el vínculo histórico indirecto entre educación y producción. Esa ruptura sólo es posible
gracias al triunfo momentáneo de la racionalidad neoliberal.
Hay un doble cambio de identidad: el del proyecto educacional y el del sujeto de la educación.
Correspondiendo a la organización pos-fordista del trabajo, el sujeto educacional neoliberal debe ser
adquisitivo, competitivo, flexible, adaptable, manejable. El nuevo sujeto educacional neoliberal es el
sujeto del mercado y del ámbito de trabajo modificado por la reingeniería y por las nuevas técnicas de
gerencia. En su época, el proyecto educacional moderno tal vez nunca haya sido efectivamente
colonizado por los objetivos fondistas y tayloristas de la organización del trabajo y de la producción
entonces predominante. Es posible que el error básico del proyecto neoliberal consista en ignorar la
racionalidad específica del emprendimiento educativo, y tampoco acabe prevaleciendo. Las tendencias y
las tentativas de un cambio de de racionalidad, entretanto, están claramente expuestas.
En el medio de esas dos, y asediado por el interrogatorio posmoderno y pos-estructuralista, ¿dónde se
sitúa el proyecto crítico de educación, pedagogía y currículo?

El proyecto educacional moderno: ¿doble identidad?


Se puede argumentar que el cuestionamiento posmoderno y pos-estructuralista de la educación y del
asalto neoliberal a la escuela pública se complementan y se refuerzan en sus efectos regresivos. Es
posible argumentar también que aunque no sean propiamente regresivas, las perspectivas
posmodernistas y posestructuralistas nos dejan sin ningún criterio y sin ninguna base en relación con las
cuales valorar los efectos políticos de una ofensiva como la neoliberal. En consecuencia, eso significaría
no sólo el fin del proyecto educacional moderno, sino el fin de la propia posibilidad de una perspectiva
crítica en educación.
70
Es posible, en tanto, argumentar también lo contrario, y en esa dirección es que me inclino. Los
cuestionamientos posmodernistas y pos-estructuralistas representan una oportunidad de renovación de
la perspectiva crítica en educación. (…)
Algunos de los efectos de una perspectiva posmoderna/ pos-estructuralista en educación ya pueden
observarse. El cuestionamiento dirigido a los cánones epistemológicos del currículo educacional, por
ejemplo, aunque no orientados exclusivamente por esa perspectiva, proporcionó una ampliación en la
comprensión de los elementos de poder involucrados en la distribución del conocimiento educacional y
a una transformación de los currícula existentes. La caracterización del conocimiento y del currículo
existentes, como orientados en favor de una concepción eurocéntrica, blanca, masculina, permite la
construcción de un currículum cuyos vínculos con el poder no sólo se tornen más visibles sino también
debilitados. No se puede considerar que el cuestionamiento de las grandes narrativas contenidas en el
conocimiento oficial y en el currículum pueda constituir una contribución al proyecto conservador. Por
el contrario, es justamente la continuidad de su predominio lo que sirve a los proyectos conservadores.
Hay aquí un argumento fuerte en favor de una posición posmoderna en la educación y en el currículum.
También es posible argumentar que el énfasis posmoderno y pos-estructuralista en el lenguaje y en el
discurso, y en su papel constitutivo de la “realidad social” permite una crítica que esté menos anclada en
la afirmación de absolutos epistemológicos, de utopías y de impulsos teleológica, y más en la lucha
política constituida precisamente en la definición de campos discursivos regidos por leyes de poder. La
no existencia de criterios últimos, de fundamentos o de narrativas maestras significa no el fin de lo
político sino, y sí su ampliación. Si lo sigla es definido como una lucha en torno del establecimiento de
significados, entonces lo que está en juego no son criterios epistemológicos de adecuación de esos
significados a algún referente “real” último, sino las relaciones de poder que permiten que ellos sean
definidos como “reales”.
La perspectiva posmoderna/posestructuralista también permite que se extienda nuestra comprensión
de la doble identidad de la educación moderna: como proyecto emancipatorio y como estrategia de
gobierno. Nuestra defensa de la educación pública frente al asalto neoliberal no puede perder de vista
los impulsos contradictorios – de producción y reproducción, de liberación y de contención – presentes
en su historia. La educación moderna está involucrada en estrategias de gobierno, contención y
regulación. Sería irónico que ahora pasáramos a exaltar sus pretendidos potenciales de emancipación,
de “pureza” de origen contra los asaltos espureos de neoliberalismo. La escuela moderna, la escuela
existente, está involucrada en relaciones de poder como la escuela propuesta por el neoliberalismo.
Obedecen a ambas racionalidades presididas por objetivos de gobierno, regulación y control. Identificar
las relaciones de poder involucradas en el proyecto neoliberal no puede significar olvidar – y por lo tanto
afirmar - las relaciones históricas de poder en las cuales siempre estuvo involucrado el proyecto
moderno de educación de las masas.
El proyecto crítico de educación estuvo siempre bajo la presión de definir una alternativa concreta,
práctica, a la educación, a la pedagogía y al currículum existentes. En cierta forma, esa presión era
facilitada por el corolario de la actitud crítica convencional. Si existe algo espúreo en los arreglos
educacionales existentes, debido a sus vínculos con la organización capitalista, entonces se puede
vislumbrar otra situación, no contaminada por esos vínculos, un arreglo educacional finalmente puro y
liberado de las influencias del poder. Lo que la perspectiva posestructuralista permite comprender con
su formulación de la inevitabilidad de las relaciones de poder y su dependencia de las prácticas
discursivas, es que no existe esa deseada situación de no poder, ni tampoco su superación dialéctica. Los
arreglos de poder existentes deben ser cuestionados y combatidos por lo que son – arreglos de poder –
y no por causa de la posibilidad de instaurar una situación de no poder.
El presente asalto neoliberal a la educación debe realmente ser cuestionado y combatido. Ese
combate, mientras tanto, no se debe apoyar en los fundamentos de una educación moderna, cuya
complicidad con estrategias de gobierno y regulación ha sido tan resaltada por la tradición crítica en
educación. Ni tampoco debe juzgarse a la ofensiva neoliberal con dudosos criterios basados en grandes
71
utopías o verdades trascendentales. Pero ellas deben ser juzgadas, sí, por sus efectos discursivos y por
sus efectos de poder. Establecen nuevas y renovadas jerarquías, instituyen nuevas o renovadas
autoridades, amplían viejas exclusiones o crean nuevas, extienden y amplían los privilegios de algunos
grupos y suprimen los derechos de otros. La racionalidad del proyecto educacional neoliberal es,
ciertamente, opresiva por las renovadas relaciones de poder que establece. Oponerse a ella no debe
significar, en tanto, reforzar los aspectos opresivos de la educación moderna, incluyendo los de la
vertiente crítica. Los proyectos y las identidades hegemónicas probablemente no puedan ser
dialécticamente superados en vista de una finalidad o de un estado último y deseable. Ellos tampoco
pueden ser juzgados a partir de otra posición moral, supuestamente superior y más avanzada, o más
humanista, o más emancipadora, o más libertaria. Pueden, en cambio, ser continuamente dislocados,
subvertidos, contestados por sus efectos de poder. Esta, tal vez, deba ser la tarea de una teoría crítica
de la educación –la contestación y el cuestionamiento constante, pero no a partir de una posición
superior, vanguardista, epistemológicamente superior, y sí a partir del interior mismo de las relaciones
de poder y de su propio compromiso en el establecimiento de las jerarquías, posiciones y autoridades
privilegiadas. Se trata de una tarea en la cual la epistemología se subordina a la política, y no al
contrario.

 Guía de estudio
1. ¿Cómo concibe el sujeto la modernidad? ¿Qué relación hay entre el sujeto moderno y la sociedad y la política
modernas?
2. Según la perspectiva pos-moderna y pos-estructuralista, ¿qué problema esconde la producción de ese tipo
particular de sujeto?
3. ¿Cómo piensan el sujeto Foucault y Derrida, respectivamente? ¿Qué relación hay entre sujeto y verdad? ¿Cómo
piensan ambos filósofos el/ la intelectual?
4. ¿Qué acontecimientos sociales influyeron en los cuestionamientos pos-modernos y pos-estructuralistas a los
principios modernos?
5. ¿De qué ideas fundantes de la modernidad sospechan posmodernos y posestructuralistas?
6. ¿Cómo afectan los cuestionamientos pos-modernos y pos-estructuralistas a la educación? ¿Por qué?
7. ¿En qué consiste el “asalto neoliberal”? ¿Por qué este “asalto” tiene como blanco prioritario la educación?
8. ¿Qué objetivo persigue el proyecto neoliberal con respecto a la educación pública?
9. ¿Cómo traduce el proyecto neoliberal las cuestiones de derecho y de política, correlativas de la definición
moderna de educación pública?
10. ¿Qué estrategia de transformación cultural despliega el proyecto neoliberal y qué está en juego en esa
estrategia?
11. ¿Qué nueva racionalidad implica el proyecto neoliberal? ¿En qué aspectos del proyecto moderno se apoya y
con cuáles aspectos rompe radicalmente?
12. Según Gramsci, ¿en qué se basa la nueva hegemonía que construye el proyecto neoliberal?
13. ¿A través de qué noción de sujeto sustituye el neoliberalismo al sujeto humanista y altruista de la educación
moderna? ¿Qué consecuencias tiene esta sustitución en la política educativa, en la concepción del currículo, la
pedagogía, la función asignada a la educación, etc.?
14. Explicar la afirmación de Da Silva: “En suma, el proyecto educacional moderno es colonizado por el imperialismo
de la gerencia y de la ingeniería administrativa que están en el centro de las estrategias neoliberales de gobierno.”
15. Analizar el siguiente fragmento de Stephen Ball (1990:157):”El discurso de la gerencia es un discurso empirista.
La teoría de la gerencia ve al mundo social como presa de un caos irracional, como necesitando de ser traído a un
orden redentor. Construye su superioridad a través de un conjunto de poderosas oposiciones: el orden contra el caos,
la racionalidad contra la irracionalidad, la sanidad contra la locura, la neutralidad contra el sesgo político, la eficiencia
contra la ineficiencia, la meritocracia contra la influencia personal. Es la antítesis lingüística de la crisis y como tal
tiene un papel político central en los años ´80. El lenguaje de la gerencia ofrece la racionalidad y la eficiencia para
promover el control; es un régimen de jurisdicción y veracidad”
16¿En qué consiste la dislocación neoliberal del foco de lo político a lo técnico?
17. ¿En qué se contraponen el proyecto neoliberal y las vertientes críticas del proyecto moderno?
18. ¿Qué principios del proyecto educacional moderno exigen ser revisados para resistir a la ofensiva neoliberal?
72
19. ¿Qué reflexiones desató el texto en ustedes?
__________________________________________________________________________________________
COLONIZACIÓN DE LA SUBJETIVIDAD. Los medios masivos en la época del biomercado
Fichado temático (El destacado es nuestro)
Nora Merlin.

Prólogo
No hay diferencias sustanciales entre la forma de mirar la televisión y el altar de una iglesia (…)

Cap. 2 Neoliberalismo y masa


En primer término, el neoliberalismo es un sistema social caracterizado por el predominio absoluto del
mercado y el debilitamiento de los Estados nacionales, cuyos mecanismos de control y regulación se
vuelven cada vez más impotentes para contrarrestar sus embates. Constituye un error teórico concebir
al neoliberalismo exclusivamente como un plan económico, pues éste también apunta a la producción
de una cultura y una subjetividad colonizadas, organizadas por un ideal de consumo transformado en
imperativo y por el dominio de lo que llamamos la mercadocracia, en elcontexto de un mundo que, por
la influencia de internety las telecomunicaciones, se transformó en imagen virtual. El neoliberalismo
instaura un sistema social cerrado, una masa de consumidores de objetos (tecnológicos, en primer
lugar) que taponan la falta estructural del sujeto y el lugar de poder que, a diferencia de los regímenes
totalitarios, en las democracias debe permanecer necesariamente abierto e indeterminado (Lefort,
2004). La subjetividad neoliberal tiene una fascinación compulsiva por suturar los agujeros del cuerpo,
los límites, las imposibilidades, de la misma forma en que rechaza los vacíos existenciales. Nuestra
perspectiva es que la cultura de masas constituye el paradigma social del neoliberalismo (...)
Freud, en su artículo “Psicología de las masas y análisis del yo”, define a la masa como “una multitud
de individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del yo” (Freud, 1984c:
116). Se trata de una constitución libidinosa en la que una multitud de individuos pone en el mismo
objeto, el líder (que puede ser una persona, un objeto, una idea), el lugar del ideal del yo, operador
simbólico que sostiene la identificación de los yoes de los miembros entre sí. Dos operaciones
caracterizan y constituyen a la masa: la idealización del líder e identificación con el líder y entre los
miembros. La consecuencia (…) es el estado de hipnosis, que produce fascinación colectiva, y una
pasión: la del Uno que uniformiza y excluye. Para Freud las masas conforman grupos humanos
hipnotizados, de bajo rendimiento intelectual, que buscan someterse a la autoridad del líder poderoso
que las domina por sugestión.
Si bien los discursos producen lo social, la masa constituye una excepción a esta regla: ella es una
respuesta social no discursiva sino puramente libidinal, en la que el sujeto no es tratado como tal, no
tiene voz ni voto; en la masa opera una destitución subjetiva que en el neoliberalismo se evidencia en
la producción y circulación mercantil de objetos y de sujetos tomados como objetos. El consumo en
todas sus expresiones, en alianza con las nuevas tecnologías, internet y las comunicaciones configuran la
sociabilidad neoliberal. Los objetos tecnológicos se adquieren y descartan a la velocidad del zapping, lo
que pone en juego una erótica compulsiva. Se los fetichizaal modo en que Marx (2012) describe lo que
en el capitalismo sucede con las mercancías: los lazos amorosos entre las personas se sustituyen por un
goce oral y anal con los objetos (consumo y dinero) y por el predominio de relaciones virtuales: mails,
redes sociales, etc. En esta época en que los vínculossociales experimentan un proceso de
debilitamiento, asistimos a un cambio en relación al amor y a la sexualidad*. Respecto de la sexualidad,
las relaciones se virtualizan, por lo que ya no es necesario el cuerpo del otro para gozar. Por su parte, el
amor se encuentra en baja, “no cotiza en la bolsa”,caída que va acompañada de la imposición de la
pulsión de muerte. Thánatos, opuesto a Eros que busca la unión, se manifiesta como odio o
destrucción: desune, separa, implica ruptura o desintegración, tendiendo a la disolución de los lazos
entre los seres hablantes. En el neoliberalismo la sociedad toma consistencia en el odio,formando un
73
sistema cerrado de predominio de la imagen. La constitución de un todo tiene como condición la
existencia de una excepción que, al prevalecer el odio, conduce al establecimiento de un enemigo
externo (el cual puede recortarse del propio pueblo) que se vuelve imperativo desechar por su
peligrosidad, alimentándose así el monstruo de la violencia y de la inseguridad. En otras palabras, la
condición misma de la totalidad neoliberal es la segregación, que se expresa bajo distintas formas de
racismo y xenofobia. Aunque la democracia surge históricamente oponiéndose a los absolutismos y
siempre se presenta como inacabada, es decir, constituida alrededor de un vacío imposible de clausurar,
en esta transmutación del capitalismo llamada neoliberalismo la oposición entre democracia y
totalitarismo se ve debilitada. En efecto, el neoliberalismo tiende a la producción de un sistema social
totalitario que intenta recubrir el lugar de la causa -que en democracia debería quedar abierta e
indeterminada- con objetos de consumo y con la instauración, necesaria para el cierre del sistema, de
un “enemigo externo”. El neoliberalismo constituye un todo cerrado que no se caracteriza por el lazo
social sino por el individualismo y que toma consistencia en variadas expresiones de odio.
Si el lugar vacío es la condición democrática (Lefort, 2004), taponarlo conduce a la lógica del todo, lo
que en política se traduce como totalitarismo. (…) este último ya no se opone a la democracia (…) más
bien se encuentra entramado en su interior, como un cuerpo extraño que se ha infiltrado y (…)
lentamente permea las instituciones, los gobiernos, los valores y finalmente todo el tejido democrático,
para constituir, ahora sin la necesidad de golpes militares, un estado de excepción permanente.
La cultura de masas, paradigma del lazo social capitalista, segrega al sujeto. A partir de la última
enseñanza de Lacan -cuando incluye su teoría de los nudos borromeos- es posible pensar una modalidad
de lo simbólico que no hace cadena, es decir, un conjunto de Unos no encadenados. Para dar cuenta del
significante no encadenado, Lacan (1980) se vale de la imagen del grano de arena: un simbólico que no
hace cadena ni lazo social. Del mismo modo, la masa es una modalidad social individualista, un conjunto
de unos. Así concebida, la cultura no tiene ninguna posibilidad de establecer lazos amorosos, solidarios
o amistosos.
Desde esta perspectiva, la relación entre neoliberalismo y democracia se vuelve imposible, por lo que
será necesario volver a pensar una relación política posible entre democracia y capitalismo (…). Como
observó Freud en “El porvenir de una ilusión” (1986d), el experimento de una nueva relación entre el
sujeto y la cultura basada en el amor y el respeto aún está pendiente.
(…) solo una democracia soberana, efecto de una construcción colectiva, que introduzca una ruptura
con la colonización neoliberal, puede constituirse en un experimento de autonomía frente a la
civilización global. Solo la construcción de un pueblo y un Estado que hunda sus raíces en la voluntad
popular hará posible radicalizar la democracia.

Cap. 4 El consumo
El consumo constituye una categoría problemática (…). Por un lado, si el consumo es parte necesaria
del funcionamiento del sistema capitalista, entonces debería ser un derecho; por otra, puede ser
definido como el mal mismo en el seno del neoliberalismo. En tanto derecho (…) todas las personas se
inscriben con derecho al consumo y son potencialmente libres de consumir; (…) la imposibilidad de
consumir, se traduce como exclusión de la democracia. Pero la presunta libertad de consumir, en el
neoliberalismo se ve socavada por la propia libertad de mercado, su principio fundamental (…).
La afirmación de derechos incluye a todos los miembros de una comunidad y los inscribe
simbólicamente en la misma condición de posibilidad. El reconocimiento de un derecho universal
constituye una declaración de igualdad y tiene una función democrática. El filósofo Jacques Ranciere
(2007a, 2007b) plantea la suposición de igualdad como punto de partida de la democracia para todos los
miembros de una comunidad. Luego será posible señalar la desigualdad, resultado de una distribución
injusta de la riqueza y de la clasificación social impuesta por el orden económico imperante. Según
Ranciere (2007b), solo bajo la premisa de igualdad cierto sector que se reconoce en desventaja en la
cuenta y que no está conforme con el lugar otorgado en el orden económico y social establecido puede
74
desclasificarse e ir contra ese orden. Nombrar y reconocer la igualdad (…) permite también, la
inscripción de desigualdades y demandas de los sectores que se consideran desfavorecidos, o que no
tienen parte en el orden asignado por el Estado y el mercado.
Sin embargo, (…), a la par de ese derecho democrático (el de consumir libremente) en el seno del
orden capitalista se vuelve necesario cuestionar la categoría misma de consumo, que actualmente se
revela como el principal rasgo de nuestra época. En El capital (2012), Marx describió el sistema
capitalista como un modo de producción en el que todo adopta la forma de mercancía. El capital (…),
tiene como meta su acumulación mediante la generación de plusvalía. En un movimiento circular,
incesante, compulsivo, incondicional e insaciable, que se caracteriza por su magnitud creciente y
expansiva, la producción tiene como objeto la reproducción del capital. Marx formuló el concepto de
fetichismo de la mercancía, que consiste en mistificar un objeto atribuyéndole propiedades mágicas: en
el mercado, las mercancías se intercambian como si ellas en sí mismas establecieran relaciones sociales,
mientras que (…), las relaciones productivas humanas que produjeron esas mercancías, permanecen
ocultas.
Efectuando un desplazamiento del acento puesto en la estructura económica -tal como lo hacía Marx-
a la economía del goce, Lacanintentó pensar el lazo social en el capitalismo como un discurso, en
términos de pérdida y recuperación. En el seminario El reverso del psicoanálisis (1992), Lacan
matematiza la estructura de los discursos con una topología que dispone de cuatro lugares: Agente,
otro, verdad y producto, y cuatro términos: S1, S2, $ (sujeto tachado), a, generando en principio cuatro
discursos que permiten establecer distintos modos de articulación del vínculo social: el discurso del
Amo, el Universitario, el de la Histeria y el del Analista, delimitados por el giro de un cuarto de vuelta
hacia la izquierda de los términos, sin alterar el orden de las letras del álgebra. El llamado discurso
capitalista se presenta como una excepción a esta lógica discursiva, porque distorsiona los lugares y las
secuencias que Lacan establece en el Seminario 17. En consecuencia, Lacan concluye que el capitalismo
de ninguna manera es un lazo social, como es necesario que sea un discurso, sino más bien un modo
social excepcional al lazo social.
La ciencia, transformada en tecnología, produce y oferta continuamente, a través de la publicidad y los
medios de comunicación, objetos de consumo que portan la promesa de tapar la falta estructural del
sujeto. Se establece de este modo una dialéctica incesante y circular entre falta estructural y consumo
compulsivo, exceso, plus-valor, que produce acumulación de capital para el capitalista y una modalidad
de goce fundamentada en el consumo. El discurso capitalista rechaza los límites y la imposibilidad, y no
necesita al Otro para ser representado, porque es un sistema cerrado que se basta a sí mismo. Estas
características determinan que (…), el lazo social capitalista no pueda ser definido como un discurso,
pues constituye un modo social**. (…), la cultura de masas no se basa en el lazo social, sino en un
sistema libidinal ordenado exclusivamente por identificaciones alrededor del capital y los objetos de
consumo, que funcionan como organizadores simbólicos que dividen campos (“tener o no tener”). La
masa implica un modo social que no representa un lazo discursivo, aquello que hace posible el vínculo
social. El capitalismo produjo un creciente individualismo, a la par de la declinación de los lazos sociales
y de la palabra.
Ambas concepciones, la de Marx y la de Lacan, coinciden en diagnosticar que en el capitalismo, un
lenguaje de cosas tomó a la cultura, y las relaciones sociales adoptaron la forma mercantil de objetos de
uso y de precios en el mercado, en el cual las personas valen en tanto objetos o cantidades. En el
capitalismo todo se volvió contable: el amor en sus variadas formas, el arte, la ciencia, la política, etc. Si
el consumo es la ley que regula la cultura, en los lazos sociales se ponen en juego distintas modalidades
de esa actividad; una de ellas es la de comernos entre nosotros, el canibalismo: se empieza con los
objetos para terminar consumiendo a las personas. Se configura así una erótica del capital, que tiene en
el dinero un objeto fálico privilegiado y una modalidad de satisfacción que adquiere fijación en el
consumo. El sujeto queda capturado con el anzuelo del objeto tecnológico, que posee la propiedad del
encantamiento, cuya función principal es suturar la falta del sujeto y seducirlo con la posibilidad de
75
conseguir una aparente completud. Los objetos de consumo funcionan como una anestesia que tapona
la falta propia del sujeto que posibilita el deseo, el amor, la amistad y también la angustia como afecto
principal. Convertido en un consumidor, el individuo paga sus objetos acumulables no sólo con dinero
sino al precio de su propio adormecimiento. Sin embargo, (…) esos “quitapenas” solo consiguen
adormecerlo por un rato, razón por la cual el consumo debe volverse compulsivo en un movimiento
circular, sin salida entre la falta y el exceso.
El neoliberalismo (…), conduce al fracaso de los contratos sociales y a la caída de la representación de
los lazos sociales, factores que dificultan la resolución al problema de la hostilidad entre los semejantes.
El neoliberalismo es el nombre actual del “malestar en la cultura” establecido por Freud; no hay ninguna
razón para naturalizarlo o considerarlo el fin de la historia. Otra construcción de los lazos sociales
basada en un pacto político no determinado por el mercado y otra relación con los mandatos de esta
época globalizada son posibles, a condición de que se inventen nuevas formas de hacer lo común.

Consumo y marketing
El consumo y la publicidad, presentes en todos los aspectos de la vida social, en el actual capitalismo
neoliberal pasaron a ser las tropas dominantes, configuran un dispositivo de sugestión que produce una
subjetividad determinada. La publicidad está dotada de un poder que hechiza, somete, determina
identificaciones, valores y elecciones. Aunque (…) el consumo aparenta ampliar las libertades
individuales, (…) en realidad las elecciones que permite se encuentran condicionadas por el marketing,
una disciplina dedicada al análisis del mercado y los comportamientos de los consumidores con el
objetivo de optimizar las ventas. Desde la última mitad del siglo XX, el crecimiento de los medios de
comunicación sentó las bases para la penetración del marketing en la cultura, mediante un proceso que
comenzó en los países centrales y luego se expandió al resto del mundo. A fines del siglo XX, las técnicas
de venta (…) exitosas en el ámbito comercial comenzaron a ser utilizadas en la actividad política para
construir consensos, convencer, conseguir votantes, imponer valores, creencias, hábitos, etc. El
marketing permite posicionar una marca y un producto como también una idea o un candidato. Sus
principales soportes los constituyen el diseño de la imagen y la comunicación de los medios masivos; a
través de éstos, el mercado produce e instala opinión pública en la sociedad, donde busca lograr un
consenso que no es otra cosa que un sistema de identificaciones y de uniformidad propio de la
psicología de las masas, un orden homogéneo que obtura la política. Si bien Freud y Lacan han
observado que las demandas no son necesidades naturales, básicas ni biológicas, sino construcciones
discursivas, la mercadotecnia impone demandas que aparecen como una elección libre del ciudadano.
La bestia capitalista engorda su poder a costa de la subjetividad. El Leviatán, aquel monstruo marino
con el que Thomas Hobbes (2002) representó al Estado moderno, hoy parece derrotado frente a un
mercado triunfante e ilimitado que arrasa con casi todo. Pero la democracia no puede definirse por el
sentido común o el consenso de una masa de autómatas uniformados, generado por los medios de
comunicación y “regulado” por el mercado y el consumo. Para ser tal, la democracia debe construirse
con la política, esto es, el conflicto, la pluralidad, el debate y los antagonismos. Cuando los ricos y los
pobres dicen lo mismo (por ejemplo: “quiero un cambio”) y votan lo mismo, la igualdad y la libertad se
revelan ilusorias: lo político se debilita, el marketing triunfa y la elección se subordina a la imagen
publicitaria mejor diseñada. En estas condiciones, cabe preguntarse si la relación entre cultura de masas
y democracia es viable.
La política meritocrática, en contraposición al dispositivo del marketing que instala demandas, parte
del supuesto de igualdad como principio y condición, que no debe confundirse con la uniformidad
propia de la masa, ni con un efecto de la identificación. Las demandas en democracia, entendidas como
acciones en las que se inscribe simbólicamente una falta, un pedido a las instituciones, constituyen lo
que define la política, razón por la cual no pueden consistir en una manipulación de la subjetividad.
Cuando algunos, porque se consideran desfavorecidos en la asignación determinada por un orden
instituido, expresan e inscriben un pedido al Estado, al que articulan con otros pedidos en una lógica
76
diferencial, surgen las demandas como acción política. En cambio, las demandas instaladas por el
marketing implican una producción calculada de subjetividad cuyo objetivo se orienta a que el
ciudadano “compre” el mensaje construido por los expertos en marketing.
En el neoliberalismo el mercado se pone el disfraz de la política, cuando en realidad opera un
dispositivo planificado de sugestión y manipulación montado en la utilización de técnicas de venta, que
lleva a que el accionar de los ciudadanos permanezca indiferenciado entre la libertad de elección y la
sugestión. Se adquiere una marca, una identificación y una pertenencia imaginaria a un determinado
universo de significación, sin advertirse que tras ello hay un proyecto político y económico.
El actual modelo de los medios de comunicación de masas tiende a la producción de individuos
seriados por identificación, en una situación que echa por tierra la pretendida libertad de la información
y los mensajes comunicacionales. Freud (1984c) vio en la fascinación colectiva de la masa y su efecto de
homogeneización un prolegómeno del totalitarismo. Si bien en apariencia los mensajes mediáticos
amplían la libertad individual, en sentido estricto se imponen, condicionan elecciones, valores e
identificaciones y operan sobre la subjetividad, llegando al extremo de manipularla y enfermarla. Frente
a este panorama, surgen algunos interrogantes: ¿dónde quedan las categorías de verdad, decisión
racional y autonomía del sujeto para filtrar y administrar la información y los afectos que los medios de
comunicación instalan?
Estos planteos apuntan a poner en cuestión que el neoliberalismo y la concentración comunicacional
en manos de unos pocos grupos son compatibles con la democracia. Además de protagonizar una
distribución económica injusta, el monopolio de los medios ejerce una concentración simbólica de
sentidos que se imponen y construyen la opinión pública, la sociedad y “la verdad” en una batalla
cultural desigual***. Como corolario se obtiene una subjetividad manipulada y producida por el
marketing, reducida a una cifra y sometida constantemente a procesos de uniformidad y
homogeneización. Dada la circularidad del capitalismo en su actual versión neoliberal, ¿cómo pensar la
salida en este discurso? ¿Qué resta al circuito de la mercancía? ¿Qué alternativa plantear al mercado? La
hipótesis del sujeto efecto del lenguaje, permite hacer comparecer las diferencias singulares, cuya
existencia supone un límite al avance del totalitarismo y el racismo fogoneados por el monstruo tanático
neoliberal.

Cap. 5 El machismo
Platón (1975) cuenta una alegoría que permite entender cómo funciona el sentido común. Había
ciertos hombres que tenían sus espaldas vueltas hacia la entrada de una caverna, incapaces de
contemplar el mundo exterior. Sobre la pared interior de la caverna, se proyectaban las sombras de
otros hombres. Cierto día uno de los prisioneros logró escapar y contempló la luz del día; entonces
comprendió la falsedad en la que hasta entonces había vivido. La conclusión es evidente: aquello que
tranquilamente llamamos la realidad, puede revelarse como una mera apariencia producto de la opinión
corriente, la costumbre, los prejuicios o las creencias.
La cultura actual puede ser pensada como una oscura caverna neoliberal organizada por el poder
financiero, cuyos rasgos y valores supremos son el consumo y la circulación irrestricta del capital. El
mercado impone su lógica y ensombrece la vida con reglas del juego supuestamente “naturales”, que
orientan las conductas económicas y sociales. Según Marx (2012), en el capitalismo las relaciones
sociales adoptan la forma mercantil y las personas (…) valen como objetos o precios en el mercado.
Marx detecta en el fetichismo de la mercancía, un modo de intercambio paradigmático del capitalismo:
las relaciones sociales toman la forma del intercambio que asume la mercancía. Por su parte, Lacan
(1992) indica que el capitalismo, además de ser un modo de producción y una relación económica en la
que el trabajador libre vende su fuerza de trabajo, tal como lo estableció Marx, conforma también un
lazo social. Razón por la cual, la subjetividad asume las categorías de la empresa: se habla del capital
social, rendimiento, eficacia, el emprendedor o empresario de sí mismo, etc.

77
Marx concibe lo social y la cultura como superestructura determinada (…) por la estructura económica
de las relaciones de producción (…). El capital es el punto de partida de la producción capitalista, cuya
meta es su acumulación mediante la plusvalía (la ganancia que el empresario retiene del trabajo del
obrero). Entre capitalistas y proletarios, las relaciones son de explotación, dominación, uso, poder,
sometimiento, obediencia. Desde otra perspectiva, Lacan ubica al capitalismo como un discurso más
junto al del amo, el universitario, el de la histérica y el del analista. No obstante, este discurso no cumple
con la regla de los otros cuatro, que se constituyen cambiando sus lugares un cuarto de vuelta según el
movimiento de las agujas del reloj. El discurso capitalista se constituye invirtiendo las letras de la
izquierda del discurso del amo, por lo que (…) el capitalismo conforma una excepción a los otros cuatro:
paradójicamente, conforma un modo social no discursivo. Como afirmamos en “Neoliberalismo y masa”,
la masa es (…) un modo social que no es un discurso sino un enlace libidinal organizado por la
identificación y el sometimiento inconsciente. Integrada por un agrupamiento de yoes que no
establecen vínculos, la masa es una formación individualista, una subjetividad que rechaza los límites, la
imposibilidad, y busca relaciones con objetos (tecnológicos o de consumo) que suturan la falta
estructural.
Aunque el término patriarcado remite a la organización social primitiva en que la autoridad era
ejercida por un varón jefe de la familia, es precedente al capitalismo, este añadió al patriarcado el hecho
de que las personas sean tomadas con la lógica propia de la indignidad de los objetos: se usan, se
descartan y se tiran. Se establece de este modo una erótica, entre un sujeto y un objeto, carente de lazo
amoroso, pues este último refiere a los vínculos entre personas. Configurada como poder y
sometimiento, esta erótica cobró fijeza y se instaló como una relación “natural” en la lógica capitalista.
El sujeto impulsado a poseer ilimitadamente, buscará hacer un objeto de su partenaire amoroso y
establecer con él modos de servidumbre en los que predomina el valor de uso y abuso. Freud, en (…) “El
malestar en la cultura” (1986d), puntualiza que el prójimo constituye un motivo de tentación para
satisfacer la agresividad: explotarlo, apoderarse de sus bienes, humillarlo, martirizarlo y matarlo.
(…) en este régimen político el machismo se consolidó y profundizó, a punto tal que en esta época
designa una de las relaciones más frecuentes entre hombres y mujeres. Se trata de un vínculo entre
alguien que encarna el lugar de sujeto y otro el de objeto, definido por ser una cosa de propiedad
privada, susceptible de ser usada, explotada, abusada, para ejercer sobre ella poder, dominio y
maltrato. El machismo constituye un lazo social que no se explica a partir de un presunto antagonismo
determinado por la biología o la diferencia sexual anatómica sino por una articulación topológica, lógica,
gramatical y erótica. La topología recorta lugares, el del agente y del otro; una lógica binaria definida por
el par poder-sometimiento, mientras que la gramática refiere al sujeto (activo) y el objeto (pasivo). En el
vínculo machista el agente es (…) quien detenta el poder y se abusa de maneras múltiples del otro. Este
último se somete pasivamente a un imperativo de obediencia que se naturalizó y erotizó como una de
las formas que presenta el masoquismo. Es necesario aclarar que en la pasividad hay actividad, por lo
que hablamos de un sometimiento activo, una búsqueda inconsciente de permanecer en esa posición
(no nos referimos aquí a los casos de sometimiento forzado: secuestros, trata, etc.). Remover las
prácticas machistas implica un profundo cambio cultural que involucra actitudes, conductas, prácticas
sociales y creencias.
“Ni una menos” fue un acontecimiento producido en Argentina: designa una rebelión de mujeres que
puso en cuestión algunos “patrones” (…) organizadores de la cultura. Surgió porque hay un
convencimiento y un deseo colectivo de cambio cultural, que implica fundamentalmente otra
construcción de lazos sociales, no machistas ni determinados por el mercado y los mandatos
neoliberales orientados por el consumo. Esto incluye un tejido social basado en un pacto político
distinto, democrático, horizontal y emancipado del poder entendido como imposición.
Tal vez una mayor presencia de las mujeres colabore a introducir otra forma de hacer el mundo y la
política, a construir otro tipo de lazos sociales y a establecer nuevos modos de subjetivación, maneras
de ser y hacer con los otros, más allá del circuito de la mercancía, el mundo patriarcal y la lógica
78
imaginaria de la psicología de las masas; otra manera de estar, de vivir la sexualidad y el amor. La
feminización tiene que comportar algo nuevo, que implique un cambio radical, una superación del
rechazo de lo femenino y no una simple maternización en la vertiente de los cuidados.
Una política de mujer promete la posibilidad de una renovación (…) sostenida en el deseo singular y
colectivo de superar la lógica binaria del par “poder-sometimiento”, tejiendo lazos sociales no
jerárquicos y verticales del mando. Tampoco puede limitarse meramente al cambio de signo de las
representaciones conocidas, como la réplica falocéntrica invertida, la “mujer de hierro” o el maternaje.
Una política de mujer será una esperanza si somos capaces de realizar una búsqueda colectiva y
democrática que nos permita ir más allá de lo instituido y engendrar o “parir”, como afirmaba Arendt
(1997), una nueva manera de estar con los otros y habitar el mundo de los comunes con menos
patrones y mayor vida.
Esto puede tener inimaginables consecuencias para la vida.

Cap. 7 Nueva epidemia cultural


En 1987, debido a la influencia que la prensa ejercía en la sociedad inglesa, Edmund Burke la llamó
“cuarto poder”. Con el desarrollo tecnológico, en el transcurso del siglo XX esa denominación se hizo
extensiva al conjunto de los medios de comunicación, que paulatinamente fueron tomando el espacio
público y se convirtieron en la principal fuente de noticias, información, propaganda y publicidad. En la
actualidad los medios desempeñan un rol crucial: configuran la realidad y operan sobre las
subjetividades. Esto vuelve indispensable que una concepción democrática incluya no sólo una lógica de
las instituciones y de la división de poderes, sino también una distribución justa y equitativa de las
comunicaciones y el derecho a la palabra en el espacio público. Hoy más que nunca, resulta acuciante
considerar lo que se plantea como una amenaza para la sociedad: al alimentar la intolerancia, la
segregación y el aislamiento, los medios de comunicación están patologizando la cultura, generando
diversas formas de malestar -sentimientos negativos e inhibiciones- y la ruptura de los lazos sociales.
Dado que el amarillismo vende y aumenta puntos de rating, en forma reiterada y desmedida se emiten
mensajes agresivos y hostiles, que incrementan el miedo, producen angustia y terror. Los noticieros y
los programas de “información” producen informaciones falsas y teorías conspirativas, no
comprobadas, de sospecha y complot, dando sustento a la idea de la existencia de un enemigo, lo cual
provoca sentimientos persecutorios y estimula la aparición de los afectos señalados. Estos funcionan
como desencadenantes de enfermedad psíquica al despertar lo traumático, según la ecuación de las
series complementarias establecida por Freud (1986b) en 1915.
Laangustia es un afecto fundamental para el desarrollo de síntomas: señala una amenaza para el
aparato psíquico, que puede conducir a la inseguridad y al desamparo subjetivo. En el artículo
“Inhibición, síntoma y angustia” (1986a), Freud establece su última teoría de la enfermedad psíquica y
dos posibilidades para la angustia: esta se presenta como una señal o se desarrolla hasta constituir un
exceso económico. La primera señala un peligro que resulta amenazante para el aparato psíquico,
articulando la secuencia peligro-amenaza, angustia, defensas y síntomas. La segunda posibilidad de
angustia, que Freud denomina traumática, genera un peligro más grave y causa un daño psíquico mayor
al dejar fuera de juego a las defensas. Ella (…) avasalla al yo, dejándolo inoperante e impotente para
responder. Esta modalidad de la angustia conduce a la indefensión y al desamparo psíquico, pudiendo
llevar al acting-out o al pasaje al acto; es lo que actualmente se conoce como ataque de pánico. La
angustia (…) se define por su compromiso corporal: se manifiesta como taquicardias, ahogos,
sudoración, presión arterial, síntomas que nos indican una afectación somática, lo que da cuenta de que
el riesgo es de tipo psicofísico.
(…) los medios de comunicación (…) construyen realidad, manipulan significaciones, producen e
imponen sentidos y saberes que funcionan como verdades que, por efecto identificatorio, se
transforman en comunes: en resumidas cuentas, (…) forman opinión pública. Las facultades cognitivas,
la argumentación racional, resultan insuficientes para justificar el dispositivo de instalación de creencias
79
que se imponen como certezas. ¿Cuál es el mecanismo psíquico y social que da cuenta de la captura que
producen los medios de comunicación de masas? ¿En qué radica la fascinación de un poder que
determina identificaciones y elecciones y hechiza? ¿Por qué las personas cumplen órdenes y se
subordinan a distintos mandatos, independientemente de sus contenidos?
La problemática freudiana de la libido o el concepto de goce en Lacan -que articula libido y pulsión de
muerte- explican el apego o la subordinación y la obediencia. Estos dos conceptos, libido y goce,
permiten echar alguna luz sobre los efectos de los medios en la subjetividad. La función del ideal del yo
permite a Freud (1984c) explicar la fascinación amorosa, la sugestión, la dependencia frente al
hipnotizador y la sumisión al líder. En la masa, enamoramiento de muchos, un grupo de individuos han
colocado un mismo objeto -que puede ser una persona, una idea o una cosa- en el lugar de su ideal del
yo, a consecuencia de lo cual se identifican entre sí. La eficacia del ideal colectivo proviene de la
convergencia de los “ideales del yo” individuales. Basta con que muchas personas invistan
libidinalmente un mismo objeto, lo ubiquen en el lugar del ideal del yo y se identifiquen entre sí, para
que se sometan, obedezcan a ese ideal y formen una masa de autómatas que actúan cumpliendo
órdenes. Al percibir que el mensaje es transmitido por una fuente investida de autoridad, las personas
aceptan y obedecen de forma incondicional. El psicoanálisis explica esta manifestación como un vínculo
transferencial que se establece con un objeto de amor, y por ello se le supone saber, fuente de poder:
Freud aconseja a los analistas no abusar de ese poder (1986e).
(…) el individuo de la cultura de masas ubica a los medios de comunicación en el lugar del ideal, lo que
produce una hipnosis adormecedora que hace del sujeto un objeto cautivo que mira la televisión, se
somete inconscientemente y se consume. (…) una idea muy difundida (…) sostiene que la información y
los mensajes que transmiten los medios de comunicación amplían las libertades individuales y cumplen
con el requisito necesario democrático del derecho a la información y la libre elección de los
ciudadanos. Sin embargo, esto es contradictorio con la imposición invisible realizada por los medios, que
condicionan elecciones, valores e identificaciones, cuya contrapartida es la obediencia inconsciente de
los ciudadanos transformados en consumidores. Es decir que, más que ampliar la libertad, los medios la
restringen al operar la manipulación de la subjetividad.
(…) En el siglo XVI, Étienne de la Boétie (2014) llamó fenómenos “de servidumbre voluntaria” a ciertas
estructuras de poder que lograban instituirse generando apego a un orden jerárquico. Muchas personas
están dispuestas a someterse, llegando en ocasiones a mostrarse entusiasmadas y aliviadas cuando lo
hacen. En el mismo sentido el experimento que efectuara Stanley Milgram a principios de la década de
1960 comprobó que el sujeto se somete a una fuente a la que le confiere autoridad y obedece a ella
ciegamente, sin medir las consecuencias de sus actos y sin hacerse responsable de ellos.
El Estado, sus representantes e instituciones deben encarnar una función simbólica, de contención y
pacificación a nivel individual y social, capaz de garantizar el bien común. Por ello, con el objetivo de
proteger la salud de la población, resulta necesario democratizar la palabra en los medios de
comunicación para evitar el totalitarismo comunicacional del discurso único. (…) De la misma forma (…)
el Estado debe hacer respetar (…) que la información sea veraz y se difunda de formas responsables y
racionales.
A fin de evitar lesiones a (…) los integrantes de la comunidad, y ante la (…) manipulación patologizante
sobre la subjetividad que producen los medios de comunicación, entendemos (…) imperioso establecer
un marco legal regulatorio de las comunicaciones públicas y privadas. De otro modo, nos
encontraremos ante el riesgo de una epidemia de uniformidad en la cultura.
Frente a este panorama, surgen interrogantes: ¿dónde (y cómo) perduran las categorías de verdad,
decisión racional y autonomía del sujeto a la hora de filtrar y administrar la información y los afectos
que estas instalan? ¿Quién se hace responsable por los efectos patológicos (…) en la subjetividad y en
los lazos sociales? Responder a estas cuestiones resulta indispensable para una concepción democrática
que debe incluir tanto la lógica republicana de las instituciones y de la división de poderes como
también un debate plural que nunca se agote ni clausure, entre los distintos actores sociales
80
involucrados. Resulta altamente saludable que se expresen pluralidad de voces y que los mensajes sean
transmitidos libremente, evitando la monopolización de la palabra y la instalación de un discurso único.

Cap. 8El odio, un afecto antipolítico


(…) los medios de comunicación corporativos (…) generan diversas formas de malestar (…) y la ruptura
de lazos sociales, al alimentar la intolerancia, la segregación y el racismo; mensajes agresivos y hostiles,
con los efectos consabidos; informaciones falsas y teorías conspirativas de sospecha y complot que
postulan la existencia de un enemigo que, por lo general, es el adversario político devenido en hostil, o
el inmigrante.
En una lógica similar, degenerativa y antidemocrática, una de las “tareas” fundamentales de
regímenes totalitarios tales como la Alemania nazi y la Argentina de la última Dictadura cívico militar fue
lograr consenso social mediante la fabricación de una comunidad reunida en torno al odio y asustada,
pues el miedo y la sensación de inseguridad social facilitan la manipulación. Esta operación requiere de
dos instancias: primero de una exclusión radical, que consiste en la instalación del enemigo interno; a
continuación, se trata de desarrollar un odio sostenido frente a esa amenaza construida, que se
alimenta día a día generando miedo e inseguridad. Con ese objetivo, Hitler creó un ministerio de
propaganda encabezado por Joseph Goebbels, encargado de comunicar el mensaje nazi y obtener
apoyo social para implementar medidas orientadas a remover a los judíos de Alemania. La finalidad era
diseminar el antisemitismo, instalar el odio al judío -mostrándolo como un enemigo peligroso por su
maldad intrínseca- y un ser consumido por el dinero. De modo similar, la propaganda desarrollada por la
Junta Militar argentina apuntaba a crear un ambiente de hostilidad contra los “subversivos”, para lograr
de este modo la aceptación social de la mano dura del gobierno militar. Fue imprescindible por parte de
la Junta Militar el despliegue de una estrategia propagandística que, bajo el pretexto de restaurar el
orden quebrado por los excesos de los años 1970, permitiera imponer el terror, recuperar los valores
occidentales y cristianos y disciplinar a la sociedad. Esta función “normalizadora” era en realidad la
excusa para legitimar la represión y el autoritarismo. Para ello había que conseguir un cuerpo social
obediente, transformado en una serie de autómatas manipulables, atontados, que nieguen, que no se
pregunten, que no quieran saber.
Los regímenes totalitarios solo pueden instaurarse prohibiendo o desacreditando la política, mediante
la producción de una cultura unida por el miedo y nucleada en el repudio a un enemigo interno, odiado,
temido y desechado por su peligrosidad. Los sistemas totalitarios buscan homogeneizar: el ideal al que
aspiran es el de gobernar sin pueblo, sin política; apuntan a que la república sea un sistema de
instituciones, leyes y costumbres, obedecidas por una sociedad adoctrinada y carente de pasiones.
Creen que el pueblo en la calle es turba o caos, que la democracia buena es la que reprime el exceso
colectivo, el que supuestamente va en contra de la república y sus valores.

El espacio público
Hannah Arendt (1997) afirma que el lenguaje permite crear un mundo de relaciones humanas que, a
diferencia de la vida privada, es el lugar de aparición de los sujetos. El espacio público existe entre -y no
en- nosotros, y es allí donde los seres humanos se relacionan. Arendt cuenta que en la Antigua Roma la
expresión latina inter homines esse significaba a la vez tanto “vivir” como “estar entre los hombres”. El
espacio público, la polis para los griegos, era un lugar de encuentro con los demás, un estar entre los
hombres fuera del cual no podía concebirse una vida verdaderamente humana. Arendt concibe a la
política como una relación de lenguaje que se produce entre, espacio interhumano que subraya el
aspecto relacional. Lo público, eminentemente político y plural, es el espacio en el que se teje la trama
de los asuntos humanos, donde se muestra el deseo de vivir con otros. La comunidad (…) no configura
un dato de partida ni una esencia a la que se pertenece o que se tiene, sino (…) es un efecto que se
construye, una posibilidad y una libertad. Comunidad (…) no es algo que sucede a pesar de los miembros
que la forman ni se halla garantizado; ella depende de una producción y un deseo (…) de comunidad. Es
81
sabido que la política incluye conflictos, desacuerdos, antagonismos y divisiones de campos de intereses
contrapuestos, por lo que la comunidad no implica necesariamente unanimidad o acuerdo. Mediante la
acción, el ser hablante hace el mundo del que forma parte: invierte su tiempo, aporta un relato que
remite a la posibilidad humana de producir nuevos sentidos, asume su responsabilidad, que supone la
posibilidad de comprender lo que acontece en el mundo, pero también de hacerse cargo del presente y
de la inscripción histórica en un mundo común.
En la posmodernidad, los medios de comunicación de masas sustituyeron a los debates de la polis
griega, en un espacio público dominado y manipulado por corporaciones que, desde la afectividad y las
identificaciones, construyen la opinión y dan forma a sentidos que se imponen como comunes. En el
caso de la libertad de expresión democrática, en la segunda mitad del siglo XX surgió un mercado que
paulatinamente fue permeando el espacio público y que en la actualidad porta un totalitario monopolio
del sentido, que pone en cuestión el necesario lugar vacío del poder y del saber en la democracia, su
condición misma (Lefort, 2004). Los medios dirigen el espacio público con un discurso único que
homogeniza la cultura y que tiene como efecto una masa manipulada y una subjetividad colonizada,
uniformada y sometida al poder corporativo. Los “debates políticos” que se transmiten por televisión
simulan un intercambio plural pero configuran una disputa imaginaria, sede del odio y la agresión entre
las personas. La política se desvanece cuando en el espacio público se ataca al otro, a quien se concibe
como un enemigo o un objeto hostil al que se puede humillar, degradar, maltratar. En esta situación, la
cultura se convierte en un campo de guerra minado por la violencia y el odio entre los semejantes en sus
variadas expresiones, lo que contraría los pilares de la democracia y la comunidad: la libertad, la
igualdad y el contrato social.
El mal asume variadas formas en la cultura: una de ellas es hablar desde la perspectiva del odio y la
agresividad. Ambos son afectos antipolíticos, pues son destituyentes de los lazos y atentan contra la
salud de un pueblo. Con insistencia desmedida y desregulada, los medios emiten mensajes agresivos u
hostiles que incrementan el miedo y la angustia de sus receptores. En ocasiones, el derecho a la libre
expresión se confunde con la libertad de agresión verbal o las exhibiciones de odio en la escena pública.
La agresión, tal como la definió Freud (1986d), es la manifestación de la pulsión de muerte dirigida al
exterior. Cuando esa pulsión prácticamente no es acompañada por su par Eros, se presenta como una
irrupción violenta, desregulada, sin medida, y tiende a la desintegración o a la desunión de los lazos
entre los seres hablantes y del sistema social en general. En tal caso la pulsión de muerte no opera de un
modo instrumental o funcional respecto de la cultura; tampoco implica el conflicto o el desacuerdo
propios de la política, sino que conspira y atenta contra lo común.

Cap. 10 Adormecimiento social


Uno de los rasgos más salientes de la cultura neoliberal es el adormecimiento consumista y
despolitizado. (…) los medios de comunicación constituyen un dispositivo privilegiado de producción de
subjetividad fascinada y cautiva. Sin embargo, ¿no hay responsabilidad también en el consumidor
narcotizado, en el telespectador pasivo y en su deseo de continuar soñando? En (…) “¿Qué es la
ilustración?” Kant describe lo que denomina “minoría de edad”: una posición subjetiva en la que las
personas se conducen como si fueran un rebaño, pues transfieren a otro la dirección de su propia vida,
sin hacerse responsables de sus actos por cobardía e impotencia. Para alcanzar la (…) la mayoría de
edad, Kant sostiene que es necesario el ejercicio de la libertad que realiza la puesta en juego de un uso
público de la razón, lo que equivale a decir: hacer política, hacer el mundo entre todos, en términos de
Hannah Arendt (1997).
Para Arendt, pensar o (podríamos decir) “despertar” - a diferencia de conocer las verdades de la
ciencia- no es asunto de eruditos ni de elegidos. Si la democracia es el sistema político fundado en el
principio de igualdad, entonces pensar significa descolonizarse, subjetivarse y autorizarse a mejorar
entre todos el mundo común que nace de las acciones compartidas. En la democracia todos los
habitantes de una comunidad son iguales en relación al derecho de expresión y la libertad de
82
pensamiento, guía de la acción. Como esta última siempre afecta a otros, (…) todo pensar intersubjetivo,
aquel que pone en juego la palabra plural en lo público, determina un juicio reflexionante y, en
consecuencia, es un acto político. Arendt considera que cuando una comunidad no piensa surge el
“mal”; mejor dicho, éste irrumpe cuando una comunidad no piensa políticamente.
(…) La manipulación que realizan los medios tiene en la sugestión y la obediencia de los televidentes
sus aliados principales. La lógica comunicacional del discurso único y la repetición tienen un efecto
hipnótico, que atenta contra la libertad de elección y pensamiento de las personas. Para preservar la
salud de la democracia y evitar que se convierta en un sistema totalitario, urge distribuir más
equitativamente la pluralidad de voces, a efectos de mantener despierta la tensión perturbadora propia
del conflicto político. Es necesario establecer medidas que funcionen como límite a la imposición (a
veces difícil de percibir) de un sentido único (…), se trata de un acto político que consiste en oponer al
mercado y al discurso único promovido fundamentalmente desde los medios de comunicación que
responden a intereses económicos privados, una ética comunitaria, negociada democráticamente las
veces que haga falta. Una cultura política democrática, cuyos rasgos principales deben ser lo público y lo
solidario, a la vez que deje lugar al conflicto, el antagonismo y el disenso, se verá fortalecida con
acciones capaces de reinventar permanentemente lo común.
La vida activa pone en juego la palabra libre y plural, en virtud de la cual los hombres hacen y
transforman el mundo común. La democratización de la palabra debe constituir el horizonte, el mayor
capital de nuestra cultura política.

Lo que despierta, la política


Como la libertad de mercado sólo es posible con el sometimiento de muchos, en el neoliberalismo la
política funciona como “la piedra en el zapato” que perturba, despierta e impide continuar con el
adormecimiento que inocula el veneno de una subjetividad pasivamente calculada. No es casualidad
que en todos los países el neoliberalismo busque instalar los prejuicios de que la política conduce al
odio, la violencia y la intolerancia, lo que constituye la violencia simbólica.
En la Argentina de Cambiemos que, como sabemos, intenta poner en práctica un proyecto neoliberal,
se estimula desde los medios de comunicación el rechazo del semejante, al que se transforma en un
enemigo. Los medios estimulan el odio, aplauden los despidos de los trabajadores estatales, la represión
a manifestantes, la persecución a militantes y la “justicia” por mano propia; promueven bajar la edad de
imputabilidad, alientan la judicialización de la política y la protesta social. Son expresiones racistas o
segregacionistas que buscan chivos expiatorios y funcionan como cortinas de humo que evaden otros
problemas: el aumento de la desigualdad, la injusticia, el desamparo social, la precarización laboral y la
pérdida de trabajo, efectos todos del neoliberalismo. El odio y su poder destructivo de los lazos, que
alimenta la hostilidad de los vínculos sociales, pone a la cultura en peligro de extinción.

Cap. 11 Un feliz mundo neoliberal


Un mundo feliz (1985), la novela de (…) Aldous Huxley publicada en 1932, narra la realización de un
experimento consistente en producir una organización social feliz a través de la medicalización y la
hipnopedia -un método de manipulación basado en la repetición de frases cortas que se graban en el
cerebro de los recién nacidos y mientras se duerme, para que los humanos crean ciertas “verdades”.
Quienes dirigen la investigación administran, calculan y controlan procedimientos químicos sobre
cultivos humanos que se producen en botellas y adoctrinan a la población. También se fabrica un
narcótico llamado soma, droga que se suministra a los deprimidos para que se evadan de la realidad y
“curen” sus penas. En Un mundo feliz el Estado se encarga de repartir esta sustancia, una especie de
elixir de la felicidad, a fin de controlar las emociones y mantener a las personas contentas, factor
necesario para no poner en peligro la estabilidad de la Metrópolis (nombre de la ciudad). Para el óptimo
funcionamiento del sistema, los seres humanos se dividen en castas: Alfas, Betas, Gammas, Deltas y
Epsilons. Los Alfas son inteligentes, altos y musculosos; los Epsilons bajos, tontos y feos. Este mundo ha
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decidido que los integrantes de las castas inferiores se cultiven por lotes de copias exactas, continuando
tontos e inferiores de por vida, para lo cual se agregan ciertas sustancias en el tubo de ensayo,
condenando a estos seres inferiores a un destino “natural” e inamovible.
Este notable relato (…) de ciencia ficción llevó a su autor a afirmar, años después de su publicación,
que muchas de sus imaginadas truculencias se habían convertido en penosas realidades con una rapidez
que él no había imaginado. (…) la novela de Huxley presenta una similitud asombrosa con la subjetividad
producida por el neoliberalismo, en la cual la medicalización de la sociedad es un factor insoslayable. El
neoliberalismo configura un dispositivo biopolítico que avanza ilimitadamente sobre la cultura,
transformándola en un mercado en el que todo tiene precio. Organizada por imperativos de consumo, la
cultura neoliberal produce una subjetividad narcotizada, que se satisface consumiendo, e identifica la
felicidad con la posesión de bienes y la riqueza con la obtención y exhibición de éxitos, que siempre
resultarán insuficientes. (…) las personas son consideradas solo en tanto consumidoras o como recursos
humanos a los que hay que evaluar, decidir para qué sirven y en qué pueden convertirse. Lo social se
muestra atravesado por la falsa premisa de la meritocracia y la ingenua creencia de convertirse en un
empresario de sí mismo, el emprendedor, adiestrado por libros de autoayuda y coachings. (…) se
encubre así la realidad inamovible de los privilegios y los destinos de exclusión que se presentan como
“naturales”.
En el neoliberalismo la cuantificación y la cifra son ideales orientadores que funcionan como garantías
del ser, referenciados en las escalas de valores que establecen los departamentos de venta de las
empresas. Ellas imponen los criterios de normalidad, salud y enfermedad, los valores compartidos,
hábitos, costumbres y sentidos que luego serán comunes. Los grandes laboratorios deciden invertir en el
desarrollo de medicamentos en función de estrategias de mercado, para lo cual propagan determinadas
patologías: establecen una enfermedad, definen los percentiles de “anormalidad” y los síntomas que
aquella incluye, como también la estrategia para la expansión de ese diagnóstico, que en algunos casos
devendrá en epidemia. Estas empresas realizan grandes campañas de marketing, consistentes en
sponsorear congresos, publicaciones, capacitaciones, viajes para los profesionales, solventar
publicidades, campañas de difusión y prevención, etc. Si tenemos en cuenta que la industria
farmacéutica es una de las más poderosas del planeta, es fácil anticipar que obtendremos como
resultado una cultura cada vez más medicalizada y homogeneizada, basada en la idea de una supuesta
salud y de una no menos supuesta enfermedad: en suma, una verdadera colonización de la subjetividad.
La investigación en enfermedades mentales financiada por las neurociencias no es el producto de un
alma bella dedicada a hacer el bien por y para la humanidad, sino que se rige por esta lógica de
expansión del diagnóstico de determinadas enfermedades articuladas a las ventas de medicamentos.
Consideremos algunos ejemplos. El denominado “ataque de pánico” se puso de moda en los últimos
años gracias a una excelente campaña de marketing financiada por los grandes laboratorios. Los
síntomas que incluye el “novedoso” cuadro ya habían sido agrupados por Freud (1986a) en 1985 bajo el
nombre de neurosis de angustia: hipertensión arterial súbita, taquicardia, dificultad respiratoria, disnea,
mareos e inestabilidad, sudoración, vómitos y náuseas. El trastorno bipolar es un cuadro hace ya tiempo
conocido como psicosis maníaco depresiva, que se ha expandido enormemente en los últimos veinte
años como consecuencia de las políticas corporativas que describimos. Muchos sujetos están siendo
rediagnosticados como bipolares a partir de la observación de conductas o la evaluación de
rendimientos, estableciéndose parámetros sintomáticos sin que se realice un diagnóstico estructural. En
el caso de los niños, el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) está a la orden del día.
El déficit de atención, la hiperactividad e impulsividad son características de la infancia que fueron
elevadas a la categoría de trastorno neurobiológico: un desorden del cerebro. Los neurólogos afirman
que es fundamental realizar un diagnóstico temprano para evaluar si tales síntomas se presentan con
una intensidad y frecuencia superior a la normal y si interfieren en los ámbitos de la vida escolar familiar
y social. ¿Conocen a algún niño que no presente estos supuestos síntomas? ¿Cuál es la medida de la
normalidad y quién la establece?****
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En nombre de la salud y la normalidad, notamos un empuje que lleva a la ciencia hacia el dispositivo
del discurso capitalista y concretiza el plan macabro de una sociedad medicalizada a través de la
expansión de diagnósticos en serie, a la medida de las necesidades de los grandes laboratorios. En el
ámbito de la salud, uno de los grandes éxitos del neoliberalismo es haber instalado dos creencias
generalizadas: por un lado, la de una presunta normalidad psíquica que se debe alcanzar; por otro, la
suposición de que la vía para alcanzarla es la medicalización. Ambas creencias responden
sugestivamente a la alianza entre neurociencias e industrias farmacológicas. Funcionales al
neoliberalismo, las neurociencias deciden de manera autoritaria y lucrativa qué es la salud y qué la
enfermedad, cuantifican (miden) la subjetividad y la tristeza, sentencian que estar enamorado es bajar
la serotonina a menos del 40%. La neurona está por todos lados y todas las actividades humanas son
susceptibles de estar regidas por una lógica cerebral que hay que medir y medicalizar: vemos
claramente cómo el capital produce subjetividad y, además de la plusvalía, ahora también se apropia de
la verdad del sujeto.
Pese a ello, la dimensión subjetiva, la singularidad de un síntoma, no pueden localizarse en el sistema
nervioso central o en un circuito neuronal que no funciona bien. Lo humano no se reduce a los términos
de un cerebro ni a las conexiones neuronales; el sufrimiento no se refleja en las imágenes de
resonancias magnéticas. El sujeto del inconsciente es un efecto de los distintos discursos, y no se reduce
a las categorías de un mundo uniforme ni cuadra con la razón normatizante, la lógica positivista o la
evaluación meramente cuantitativa. El psicoanálisis produjo como novedad un cuerpo erógeno,
afectado, que se satisface y cuyo sufrimiento no coincide con el circuito neuronal.
Como en la novela de Huxley, el neoliberalismo instala el ideal de felicidad a través del
disciplinamiento: plantea una sociedad medicalizada, basada en un supuesto funcionamiento normal y
regimentado cuyo efecto es la homogeneización.
La buena noticia es que la angustia, ese afecto tan humano e inevitable, resiste la medicalización y no
se deja domesticar por un diagnóstico estigmatizante. La singularidad de la angustia impide que ningún
soma logre el objetivo colonizador de concretar una cultura identificada a la máquina, con un
funcionamiento normal, adaptado al mundo del poder. En resumen, la angustia no engaña y en muchos
casos contribuye a despertar del sueño cientificista que propone la industria farmacéutica.

Cap. 17La mentira en política


Verdad y mentira no necesariamente son términos opuestos: se puede decir la verdad mintiendo, y
viceversa, por lo que determinar las condiciones bajo las cuales un enunciado es una mentira entraña
una serie de dificultades. Para aproximarnos a este problema discursivo y político, tendremos en cuenta
los desarrollos de Jacques Derrida (2015) sobre la mentira en política. En Historia de la mentira.
Prolegómenos,Derrida definela mentira como un acto que consiste en engañar voluntariamente a otro
y que comporta el cálculo y la manipulación con la finalidad de “hacer creer” algo que no se sabe que no
es cierto. La mentira se diferencia del error -se ocasiona éste por prejuicio, ignorancia o incompetencia-
porque se trata de un enunciado cuyo emisor (“el mentiroso”) sabe que es falso. Desde otra perspectiva,
Lacan (1992) denomina canallas a quienes buscan manipular a los otros sin creer en la verdad y no se
hacen responsables de sus palabras y actos: los canallas inventan justificaciones, carecen de escrúpulos,
decencia y vergüenza, los diques culturales establecidos por Freud.
El 29 de junio de 2016, el presidente Mauricio Macri confesó en un discurso en el Congreso de la
Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas: “Si yo les decía a ustedes hace un año lo que iba a hacer
y todo esto que está sucediendo, seguramente iban a votar mayoritariamente por encerrarme en el
manicomio”. En el debate electoral con Daniel Scioli, realizado el 15 de noviembre de 2015, Macri tuvo
la intención premeditada de hacer creer a la gente lo que sabía que no realizaría, es decir, manipuló a la
opinión pública con el objetivo de ganar el ballotage (…). En mayor o menor medida, el triunfo electoral
de Cambiemos en 2015 no estuvo desvinculado de la utilización de la mentira respecto del pasado, el
presente y el futuro. El gobierno de Mauricio Macri construye su poder a través de operaciones que
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consisten en instalar mentiras, amenazar, despolitizar, debilitar a las personas, la democracia y las
instituciones. El uso de la mentira por parte de los funcionarios del gobierno actual se naturalizó y se
transformó en un modus operandi de la gestión: espectaculares puestas en escena y mensajes
mentirosos permanentes. Entre las primeras se encuentran los shows mediáticos con actores que se
hacen pasar por vecinos, alumnos, etc.: como ejemplos de estas performances podemos recordar el
colectivo, el avión, la escuela, simulacros publicitarios que funcionan al mismo tiempo como cortinas de
humo que buscan desviar la atención de la imposición de medidas económicas de ajuste. Los mensajes
mentirosos que emite el gobierno poseen dos componentes, un aspecto argumental o ideacional y un
elemento afectivo, que es el más eficaz: el primero funciona como justificación para imponer una
medida arbitraria e impopular, que en general no presenta una relación causal o racional con la
aplicación de la medida. Así, por ejemplo expresan: “nos preocupa la inseguridad, por lo que bajaremos
la edad de imputabilidad del delito” o “haremos la guerra al narcotráfico, restringiremos la entrada de
inmigrantes”. El argumento suele incluir la tergiversación de los indicadores económicos así como la
invención de un relato que “sincera” que la mejoría en las condiciones de vida y el consumo de los
sectores populares en la última década constituyeron una ilusión, una anomalía que debe
inmediatamente corregirse. El segundo es el elemento afectivo sostenido por el poder de las imágenes,
(…) base de las identificaciones (…): afectos tales como la indignación, el temor, el odio, el rencor y la
venganza son puestos en juego a través de un discurso que apela al mal y a la construcción de un
enemigo. Los supuestos desastres que el gobierno anterior habría dejado -expresados por la recurrencia
hasta el hartazgo de la consigna “la pesada herencia”, o la idea de “la bomba que hay que desactivar”,
etc. El énfasis puesto en la corrupción de los gobiernos kirchneristas, además de constituir un
justificativo para los problemas de la propia gestión, cumple la función de desprestigiar a ese
movimiento político al intentar reducirlo a una asociación ilícita, con el objetivo de dejarlo fuera de
juego e instalar el escepticismo político. Los dirigentes de Cambiemos inventan historias que justifican la
persecución y el desprestigio de adversarios políticos y militantes, a los que estigmatizan convirtiéndolos
en demonios, operación que profundiza la división social (la mentada “grieta” que el gobierno actual
venía a cerrar) e incentiva un clima de rechazo a la política al asociarla con la violencia.
Las comunicaciones buscan imponer consensos a través de lo que ahora se conoce como posverdad,
término que designa la apelación a ciertos afectos y valores que los emisores de un discurso dicen
portar y promover: aquí libertad de expresión, pobreza cero, diálogo, etc. La posverdad describe la
situación en la cual, a la hora de crear y modelar la opinión pública, los hechos importan menos que la
apelación a las emociones y a las creencias personales. El término (…) se resume en la (…) idea de que la
apariencia de la verdad de una cosa es más importante que la propia verdad. La posverdad permite
poner en circulación la hipocresía de una mentira que estaba para dominar, en el caso argentino, con el
argumento de que el modo civilizado de hacer política republicana es evitar la confrontación y buscar el
consenso de una supuesta corrección política.
El gobierno nacional pretende que sus afirmaciones no sean puestas en duda y sean defendidas como
dogmas de fe, inmunes a toda crítica o contradicción. Con este propósito dispone de un aparato de
imposición de “verdades”: compra los servicios de profesionales de la informática y el marketing, cuenta
con el apoyo de medios concentrados de comunicación con sus periodistas “neutrales e
independientes” y sus “intelectuales mediáticos” que justifican cada medida de gobierno, busca
condicionar las investigaciones y decisiones de jueces y fiscales, al tiempo que se granjea las voluntades
de dirigentes políticos a los efectos de que sus medidas antipopulares sean aceptadas. Cuando un
gobierno utiliza la mentira, falsea datos y recurre a la censura, (…) la libertad de expresar y recibir
diversos puntos de vista, se opone a la emergencia de la verdad, herramienta fundamental del espacio
público, y atenta contra el derecho de los ciudadanos a la información, lo que constituye un riesgo para
el libre albedrío. Manipular la opinión y la libertad de pensamiento buscando condicionar elecciones
supone una colonización de la subjetividad, el desprecio por la verdad y, en última instancia, el
desprecio por el Otro social. La mentira sistematizada como estrategia comunicacional privilegiada a
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través de los medios de comunicación concentrados implica una violencia simbólica que daña la
democracia, enferma el espacio público y transforma la cultura en totalitaria, al apropiarse de las
interpretaciones, lo que se logra imponiendo significaciones que manipulan la opinión pública. Los
señores del poder determinan qué es verdad y qué mentira, poseen la última y única palabra, clausuran
y solidifican sentidos según sus intereses. Aunque no hay verdades únicas y objetivas, es posible y
deseable asumir una posición respecto a la verdad o falsedad de los hechos sociales (…).El debate entre
ciudadanos en condiciones de igualdad, y merecedores de un respeto equitativo, es la mayor garantía
de veracidad. Las significaciones sobre un hecho determinado deben ser el resultado de un proceso
público, deliberativo, que incluya el mayor número de perspectivas diversas a fin de reducir las
opacidades.
El otro aspecto de la mentira en política refiere al engañado Freud (1984c), en “Psicología de las masas
y análisis del yo” articula hipnosis, sugestión y obediencia. Allí afirma que el hipnotizado otorga al
hipnotizador un gran poder, ubicándose en una posición de credulidad, sumisión y servilismo. El
engañado precisa creer en ilusiones, las más de las veces indemostrables e irrefutables, absurdas o
racionales, pero que le ofrecen seguridades existenciales. El receptor sugestionado no es solo una
víctima pasiva sino que tiene responsabilidad en la obediencia, la sugestión, la renuncia a pensar y en
convertirse en la pieza de un engranaje, lo que lo mantiene en una zona segura de confort. En este
sentido, la tarea de descifrar los mensajes, compararlos, confrontarlos y buscar la verdad le concierne a
cada miembro de la comunidad.
El gobierno de Cambiemos instala mentiras, busca despolitizar, debilitar a las personas, la democracia
y las instituciones, al tiempo que construye poder a través de operaciones comunicacionales que
conducen a la tristeza colectiva. Sin embargo, “la única verdad es la realidad”: los datos duros de la calle
resisten la manipulación mediática, mentirosa y antidemocrática. La angustia de la mayoría
desfavorecida por este gobierno no engaña. La realidad de carne, hueso, estómago y corazón exceden
las imágenes construidas y formateadas por los expertos comunicacionales, está a la vista para quienes
se animan a ver más allá de la pantalla del televisor. De lo dicho se desprende la imperiosa necesidad de
democratizar las voces de los medios de comunicación, de distribuir las verdades relativas a los efectos
de que unos pocos medios concentrados no detenten el monopolio de las significaciones e instalen el
sentido común.
El neoliberalismo no es posible sin la mentira como táctica actual de permanencia. El campo popular
debe dar la batalla por la verdad y disputar los significantes y sentidos de la democracia, la república, la
política, el populismo, la militancia y la solidaridad que fueron arrebatados, devaluados y apropiados por
el poder.

Referencias
*En un capítulo posterior, “La potencia de la imagen”, observaremos que las relaciones virtuales son de estructura narcisista,
por lo que en ellas cobra preponderancia un macado individualismo.
** De allí que en el capítulo anterior planteamos que la masa es el paradigma del neoliberalismo.
*** En los próximos capítulos abordaremos esta cuestión.
**** El neurólogo estadounidense Fred Baughman (2006) denunció en reiteradas oportunidades el falso diagnóstico del
TDAH, por el que presentó una demanda de fraude al consumidor en el Estado de California. Niños completamente normales
fueron diagnosticados con desequilibrios químicos cerebrales ficticios por médicos que les prescribieron la toma de drogas. El
exceso diagnóstico induce a medicalizar comportamientos que simplemente se separan de la norma, sin ser propiamente
trastornos psíquicos.

 Guia de estudio
1. ¿Qué es el neoliberalismo?
2. ¿Qué ocurre con el lazo social en el neoliberalismo? ¿En qué sentimiento humano se funda el plan neoliberal?
3. ¿Qué tipo de sujetos produce el neoliberalismo?
4. ¿Qué papel cumplen los medios de comunicación en la producción de la subjetividad? ¿Qué estrategias
utilizan?

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