Sanidad Interior 49

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Sanidad Interior – La Iniquidad y la Escasez Financiera 1

La iniquidad como hablamos en un principio, tiene su origen en Luzbel. Es el pensamiento


torcido que penetra su corazón haciéndolo creer que puede ser semejante a Dios. Esto
sucede por la abundancia de sus riquezas. En Ezequiel 27 y 28 la Biblia habla del poder de
las contrataciones comerciales que él hacía y se refiere a él como el Rey de Tiro; ya que
esta ciudad fue capital del comercio en su tiempo. La caída de Satanás está
íntimamente ligada al comercio y a la riqueza. Es de este amor al lucro que él hace
surgir Babilonia, la ciudad espiritual a través de la cual él gobierna los reinos del mundo.
Lee Apocalipsis 17:3-5 y 18.

Hay una parte del comercio y de la riqueza que es justo y necesario para los pueblos de la
tierra. Pero en forma muy sutil la iniquidad, la semilla del diablo, lo tomaron como el terreno
fértil para desarrollar en él su suprema maldad. Todas las naciones han participado de su
seducción y por ende están atrapadas en sus redes.

«Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la
tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia
de sus deleites. Y oí otra voz que decía: Salid de ella pueblo mío, para que no seáis
partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas» (Apocalipsis 18:3-4).

El comercio y la riqueza llegan a tener un ESPLENDOR que se vuelve la puerta por la cual
penetra la iniquidad. Este esplendor es una gloria que no es la de Dios. Es un brillo y una
sensación de seguridad artificial, de poder, que se levantan para competir y tomar el lugar
de Dios. Es un esplendor que fascina y seduce los ojos del mundo. La riqueza produjo en el
corazón de Luzbel una narcosis, un embelesamiento de sí mismo en el cual empezó a creer
que el poder de su abundancia lo ponía a la par del Altísimo.

«A causa de la multitud de tus contrataciones (comerciales) fuiste lleno de iniquidad, y


pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras de fuego,
oh querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu
sabiduría a causa de tu ESPLENDOR, yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te
pondré para que miren en ti» (Ezequiel 28:16-17).

Esta iniquidad que se formó en el corazón de Satanás, por causa de la belleza y


esplendor que produjeron sus tesoros, trastornaron todo su enfoque santo de
mirar a las riquezas. Todo se distorsionó dentro de él, creyendo a partir de este momento
que el poseer el oro y la plata y las piedras preciosas le daba un poder que lo haría no
necesitar de Dios.

Este mismo pensamiento es el que está sembrado en el corazón de los hombres en esa
semilla satánica que heredamos en nuestro nacimiento. Desde el principio de las edades, el
hombre en su iniquidad ha buscado más el oro que a Dios.
El comercio ha sido impregnado con iniquidad en todas las formas posibles. Y en mayor o
menor grado esto es una constante en la línea generacional de sangre de casi todos los
hombres. Por amor a las posesiones los pueblos se han matado entre en sí. El oro a través
de los siglos ha sido manchado de sangre una y otra vez.

¡El que más tiene es el más poderoso! Ha sido el slogan por excelencia de todas las
civilizaciones occidentales. El oro ha sido buscado para ser ofrecido a los dioses paganos, en
casi todas las culturas .Ha sido el símbolo de poder de los reinos Europeos.

Todo tipo de pactos satánicos, brujería y alta magia rodean las riquezas del mundo. Las más
abominables organizaciones del alto y del bajo crimen provienen del amor y la búsqueda de
la riqueza. Aún millones de cristianos, ponen mucho más énfasis en su búsqueda de
la riqueza que en la de Dios.

Nuestras iglesias se llenan de iniquidad cuando el pueblo está volcado en los bienes y la
comodidad de este mundo; y se olvida de los pobres de la tierra. Cuando son más impor-
tantes las joyas y los vestidos visibles, que los invisibles, cuando es prioritario luchar con
sacrificio por obtener algo de este mundo, que poner nuestra vida en sacrificio para
encontrarnos en niveles cada vez mayores con Dios, estamos llenos de iniquidad. Cuando
nuestras posesiones, nuestro sueldo o nuestro negocio son nuestra seguridad y no
Dios, hemos caído en las mismas contrataciones que hicieron caer a Luzbel.

La economía del mundo está llena de iniquidad, de derramamiento de sangre. Por dinero se
hacen guerras, se venden armas a grupos terroristas, se deja morir de hambre naciones
enteras, para mantener un precio en el mercado.

Los sistemas bancarios están llenos de corrupción, de usura y de mentira. Los gobiernos
venden su integridad por dinero. La justicia es corrompida. Con oro, se silencia el homicidio
y se persigue al desamparado. Se hacen fraudes con el dinero de los ciudadanos.

Es un sistema lleno de inmundicia, de fornicación, de robo, de mentira y de falsedad. Y no


creo estar equivocada si digo que el mayor número de pecados que se cometen es en torno
al dinero. El diablo teje vendas mágicas para justificar todo tipo pecado en el área
financiera.

Se roba a Dios por todos lados, en diezmos y ofrendas, el que no tiene justifica el defraudar
y mentir al hermano. Es tan fácil que alguien te pida prestado y nunca más lo vuelvas a ver,
porque es más importante el dinero que la amistad.

Es en el rubro de las finanzas donde menos temor de Dos he visto. Y lo que la gente no sabe
es que el refugiarse en el dinero y servirlo es hacer directamente un pacto con la muerte.

Fíjese como la iniquidad alrededor de las riquezas está íntimamente ligada a espíritus de
muerte: Salmo 49:5-6 y 13-15.

El Seol, es el lugar de los muertos, sin embargo en este Salmo, se ve como este lugar ejerce
una influencia y un poder aún sobre los vivos. De la misma manera que el cielo ejerce su
poder sobre justos e injustos también la muerte es un imperio que cautiva y pastorea a los
que están sujetos a ella a través de la iniquidad, la rebelión y el pecado.

El dinero, el cual debiera ser tan solo un instrumento, para muchos es un refugio que Dios
ya ha empezado a juzgar; por eso dice: ¡Salid de ahí pueblo mío! Refiriéndose a la
estructura financiera babilónica.

«Por cuanto habéis dicho: Pacto tenemos hecho con la muerte, e hicimos convenio con Seol;
cuando pase el turbión del azote no llegará a nosotros, porque hemos puesto nuestro
refugio en la mentira; y en la falsedad nos esconderemos. …Y ajustaré el juicio a cordel y a
nivel la justicia; y granizo barrerá el refugio de la mentira y aguas arrollarán el escondrijo»
(Isaías 28:15 y 17).

Confiar en las riquezas no es tan solo algo que se atribuye solo a los ricos y
poderosos, sino a todo aquel que dependa del dinero, de su sueldo, de sus ahorros,
o de sus seguros como fuente de sustento y seguridad. La iniquidad financiera atrae
en forma poderosa juicios de ruina.

«Por tanto yo os juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de Israel, dice Jehová el
Señor. Convertíos y apartaos de todas vuestras transgresiones y no os será la iniquidad
causa de ruina» (Ezequiel 18:30).

Esto lo he visto tantas veces, tanto en forma individual como en colectiva. En mi propia
vida, veía como en mi familia desde mis abuelos, todos venían de una posición financiera
buena, sin embargo todos sin excepción caían en la ruina. Cuando yo llegué al Señor, era
tremendamente pobre y cada vez que recibía una fuerte bendición económica en mi vida, de
inmediato el diablo me la arrebataba. Fui despojada muchas veces de cosas que
legítimamente me pertenecían. Aún la herencia tanto de mi padre como la de mi madre,
las dos me fueron quitadas injustamente. No sabía que estaba pasando. No fue sino hasta
que empecé a entender la iniquidad que pude cambiar el curso de mi destino.

Un día le pedí al Señor que me mostrara la iniquidad financiera en mi línea generacional. Y


tuve un sueño en que vi a uno de mis abuelos cometiendo un fraude tremendo con uno de
sus socios; este lo maldijo y declaró que todas sus generaciones sufrirían ruina. Cuando me
desperté, lo primero que hice fue pedir perdón por la iniquidad y el pecado de mi
abuelo y cancelar la maldición poniendo el sacrificio de Cristo entre mi abuelo y
sus descendientes. Luego empecé a sondear todas las áreas en que yo hubiera pecado
poniendo mi confianza en la riqueza o cualquier otro pecado en el área del dinero que
hubiera podido cometer. Y pedí perdón. A partir de ese día Dios me ha devuelto todo lo
que el diablo se robó y la bendición de Jehová permanece sobre mi vida.

Debido a que fue la riqueza y las contrataciones comerciales las que produjeron el orgullo y
la caída de Satanás, él busca siempre como infiltrarse en esta área. Por esta causa es
importante analizar el origen de toda actividad comercial y detectar la posible fuente de
iniquidad que tarde o temprano traerá ruina.

Por ejemplo muchos negocios han sido consagrados a ídolos, en otros pudo haber sido el
despojo injusto de alguna persona. O se da el caso de que fue hecho con dinero cuyo origen
no era limpio. En otros se pudo haber hecho una sociedad con alguien impío cuyo pecado
está afectando el negocio. Hay negocios hechos con mercancías ilegales, o con abuso de los
empleados, con medidas injustas, con fórmulas mentirosas. O puede existir cohecho en la
obtención de permisos. A veces se puede estar vendiendo un producto falsificado o estar
ofreciendo una calidad al promover el producto y dar otra al entregarlo. En fin los casos son
muy diversos, pero todos dignos de analizar.

Muchas personas piensan que Dios quiere bendecirles económicamente, no importando los
medios. He visto muchos abusos hechos por gente que se llama cristiana sobre inconversos
escudándose en que el dinero de los pecadores pasará a manos de los justos, como lo
estipula (Proverbios 13:22).

Hoy, muchos métodos de mercadotecnia están llenos de mentira y engaño, con tal de
atrapar al cliente de inmediato. Todo esto es muy serio delante de Dios y hace que no
escuche nuestras oraciones. Lee Isaías 59:1-2.

Para salir de esta situación hay que confesar nuestro pecado y nuestra iniquidad, y
en caso de haber agraviado a alguien es necesario restituir en la medida de lo
posible. Habrá casos que será imposible. En el caso de que se esté haciendo algo indebido,
hay que enderezar el curso y dejar de hacer lo malo, ya que esto tarde o temprano traerá
ruina sobre la persona y sobre sus descendientes.

La Iniquidad y la Obstinación.

«Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación.


Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no
seas rey. Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento
de Jehová y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos. Perdona, pues,
ahora mi pecado…» (1 Samuel 15:23-24).

El orgullo fue el pecado que introdujo la iniquidad en el corazón de Luzbel, éste va de la


mano con la obstinación. Una persona obstinada o terca es la que hace de su propia opinión
un ídolo. Ésta llega a ser tan fuerte cuando se trata de alguna tradición o una forma
teologíca de pensar que literalmente ya no dejan a Dios intervenir. Tal es el caso de los
fariseos y los religiosos actuales, quienes se han hecho ídolos de sus opiniones y doctrinas
de hombres que han quedado ciegos y sordos a la voz de Dios.

El Señor está continuamente revelando nuevas cosas y dándonos luz sobre otras que
conocíamos parcialmente. Métodos y revelaciones que fueron gloriosas en el pasado, quizás
el eje de un avivamiento, Dios las puede transformar o completar.

Si estamos tan atados a una forma de pensar o a una revelación o doctrina que no nos
permitimos ni que Dios la toque, estamos ante un caso de iniquidad por obstinación y
necesitamos arrepentimos. Dios tiene que ser soberano en cada minuto de nuestra
vida. No perdamos nunca la humildad que le permite a Dios moldearnos y usarnos como
quiera.

Extracto del libro “La Iniquidad”

Por Ana Méndez Ferrel

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