Monografia Salud Mental Jherald Albornoz (Uba)

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 13

INTRODUCCIÓN

La salud mental se trata de una cuestión de innegable oportunidad y la relevancia


porque, en contraste con lo mucho que se ha invertido en el desarrollo de modelos
teóricos de la enfermedad mental, poco se ha avanzado en sentido de construir
conceptualmente el objeto "salud mental". Este sesgo o la laguna teórica representa
tal vez una ironía, considerando las importantes contribuciones de la filosofía, del
psicoanálisis y de las ciencias sociales, en que asumida la centralidad de la cuestión
de la salud contrasta con el hecho de que, en esos discursos, se privilegia la
enfermedad en detrimento del trabajo teórico sobre la salud. No sin embargo, el
proceso de construcción de teorías estrictamente psicopatológicas o de
concepciones individuales de la salud sin duda puede ser útil como punto de partida
para que este esfuerzo, dado el carácter dialéctico y multidimensional del binomio
salud-enfermedad. De allí que nos enfocaremos sobre una aproximación del
concepto de salud mental, posterior a ello se hace un breve recuento histórico del
origen de ese concepto desde la antigua Grecia hasta la modernidad. De igual
manera, se hace una síntesis muy apretada y sucinta de los objetivos de la salud
mental, es decir cuál es su fin primario o su búsqueda constante. Por último se
detallan las características de las personas sanas mentalmente a la luz y a la
consideración de varios autores que explican de una manera congruente las
particularidades significativas de los individuos que se presentan como sanos
psicológicamente hablando.
LA SALUD MENTAL

1.1 Una aproximación al concepto de salud mental.

Para apuntalar una noción clara de salud mental se hace necesario referirnos
primeramente al concepto de salud propiamente dicha, que etimológicamente viene
del latín salus, entendida como “el estado en que el ser orgánico ejerce normalmente
todas sus funciones” (Davini, Gellon De Salluzi, Rossi 1968). Sin embargo, “El
concepto de salud está perdido, porque no puede ser utilizado como único ni como
uniforme, se lo debe relacionar con los aspectos individuales de cada persona”
(Davini, Gellon De Salluzi, Rossi 1968). La salud no es únicamente la ausencia de
enfermedades sino el efecto de un complicado proceso donde interactúan factores,
agentes y elementos biológicos, económicos, sociales, políticos y ambientales en la
generación de las condiciones que permiten el desarrollo pleno de las capacidades y
potencialidades humanas, entendiendo al hombre como un ser individual y social. En
ese sentido la atención de la salud se ha medido más en la recuperación y/o
rehabilitación de la enfermedad, que en la prevención de los elementos de riesgo y la
promoción de conocimientos, hábitos y estilos de vida que permitan y condicionen un
desarrollo más saludable de las personas. Por consiguiente se llegó a creer que una
respuesta exhaustiva y holística a los problemas de salud debe ser transdisciplinaria,
haciendo una autoevaluación de sus enfrentamientos; esto porque se toma a la salud
como consecuencia condicionante del desarrollo integral (Levav, 1992).

Ahora bien, en lo referente al tema de salud mental, ésta presenta gran


controversia respecto a su definición, toda vez que esta noción guarda relación con
los ámbitos clínicos, sociales, culturales. Como quiera que en el ámbito clínico, por
mucho tiempo se ha homologado el concepto de salud mental con el concepto de
enfermedad mental, es por ello que cuando se piensa y planifica en salud mental, las
propuestas y proyecciones empiezan y terminan en enfermedad mental; también se
han esgrimido los criterios de la medicina tradicional para referirse a la salud mental
(Dávila, 1994). En cuanto a la psiquiatría, esta considera que la salud mental “es el
estado de equilibrio y adaptación activa y suficiente que permite al individuo
interactuar con su medio, de manera creativa, propiciando su crecimiento y bienestar
individual, y el de su ambiente social cercano y lejano, buscando mejorar las
condiciones de la vida de la población conforme a sus particularidades” (Vidal, y
Alarcón, 1986). Ahora bien en el ámbito de la psicología cuando se habla de salud
mental se la entiende como un “estado relativamente perdurable en el cual la
persona se encuentra bien adaptada, siente gusto por la vida y está logrando su
autorrealización. Es un estado positivo y no la mera ausencia de trastornos
mentales”. También se considera un estado normal del individuo (Davini, Gellon De
Salluzi, Rossi, 1968). En este sentido la noción de la psicología refiere que la salud
mental tiene que ver con la vida diaria de todos los individuos, se refiere al modo
como cada uno se relaciona con las actividades en general en la familia, en los
grupos, en la comunidad; comprende la manera en que cada uno armoniza sus
deseos, anhelos, habilidades, ideales, sentimientos y valores morales con los
requerimientos para hacer frente a las demandas de la vida. En compendio la salud
mental depende de: cómo uno se siente frente a sí mismo, cómo uno se siente frente
a otras personas, y en qué forma uno responde a las demandas de la vida. En otro
orden pero en ese mismo sentido en el ámbito social se habla de salud mental
comunitaria que implica el desarrollo general de los aspectos psicosociales y
conductuales, la percepción de la salud y la calidad de vida por parte de la población,
la forma con que se cubren las necesidades básicas y se aseguran los derechos
humanos y la atención de trastornos mentales.

1.2 Breve cariz histórico de la salud mental

(Mebarak, De Castro, Salamanca y Quintero, 2009) refieren citando a (Barlow y


Durand, 2001) que desde la antiquísima Grecia, a la mente se le ha llamado alma o
psique y se imaginaba separada del cuerpo. Aunque muchos han pensado que la
mente puede influir en el cuerpo y, a su vez, éste puede influir en la mente, la
mayoría de filósofos griegos indagaban las causas de la conducta anormal en una u
otra. Este cisma dio lugar a las tradiciones de pensamiento sobre el comportamiento
anormal, resumidas como: Tradición sobrenatural, biológica y psicológica. Los
individuos siempre han puesto la existencia de factores externos a nuestro propio
cuerpo y ambiente que impactan en nuestro proceder, nuestro pensamiento y
nuestras emociones. Estos agentes o factores más allá de lo natural, concebidos
como divinidades, demonios, espíritus o algún otro fenómeno, como los campos
magnéticos o la luna o los astros, son las fuerzas impulsoras que hay tras el modelo
sobrenatural. En la usanza o tradición biológica, los trastornos se atribuyen a
enfermedades o a desequilibrios químicos. Ya el médico griego Hipócrates (460-
377a.C.), considerado el padre de la medicina moderna, puso en entredicho, entre
otras, la creencia de que la epilepsia era una enfermedad divina o sagrada,
atribuyendo tal creencia a quienes la temían y no la entendían. Hipócrates
consideraba que el cerebro era el lugar de la voluntad, la conciencia, la inteligencia y
las emociones. Él creía que los trastornos psicológicos podrían tratarse como
cualquier otra enfermedad, ya que consideraba que podían tener por causa alguna
patología o traumatismo cerebral y verse influido por la herencia. Por lo tanto, los
trastornos asociados con estas funciones se ubicarían, por lógica, en el cerebro;
Hipócrates diagnosticó y trató la manía, la melancolía, la paranoia y la histeria, así lo
señala (Barlow & Durand, 2001), citados por (Mebarak, De Castro, Salamanca y
Quintero, 2009) Así mismo, reconoció la importancia de las contribuciones
psicológicas e interpersonales a la psicopatología, como los efectos a veces
negativos de la tensión familiar; y, en algunas ocasiones, separó de sus familias a
sus pacientes. En la tradición psicológica, la conducta anormal se le atribuye a un
desarrollo psicológico imperfecto y al contexto social. Durante la primera mitad del
siglo XVIII hubo una aproximación psicosocial a los trastornos mentales, llamada
terapia moral. El término moral en realidad significaba “emocional “o “psicológico,
relacionado en mayor medida con un código de comportamientos Sus principios
primordiales comprendían en tratar a los pacientes internados en la forma más
natural posible en un medio que produjera y fortaleciera la interacción social normal,
lo que les proporcionaba muchas oportunidades de contacto social e interpersonal
apropiados. Se cultivó cuidadosamente las relaciones, y la atención individual se
concentró claramente en las consecuencias positivas de las interacciones y el
comportamiento apropiados. Aunque los principios de esta terapia moral se
remontaban a tiempos de Platón o anteriores, esta técnica se originó como sistema
con el conocido psiquiatra francés Philippe Pinel (1745-1826). (Davison y Neale,
2002; Barlow y Durand, 2001) En el siglo XX surgen escuelas de pensamiento muy
diferentes. Sin lugar a dudas el primer método importante que se tenga
conocimiento fue el psicoanálisis, fundado en la construcción teórica de Sigmund
Freud (1856-1939) sobre la estructura de la mente y la función de los procesos
inconscientes en la determinación de la conducta. La segunda fue el conductismo,
asociada a John B. Watson, Iván Pavlov y B. F Skinner, quienes se centraron sus
estudios en la forma en que influye el aprendizaje y la adaptación en el desarrollo de
la psicopatología. De allí que cada tradición cuenta con su forma de tratar a los
individuos que padecen trastornos psicológicos. (Mebarak, De Castro, Salamanca y
Quintero, 2009) indican que los tratamientos sobrenaturales comprenden el
exorcismo, que consistía en la práctica de una serie de rituales religiosos para librar
el cuerpo de los espíritus sobrenaturales. Los tratamientos biológicos por lo común
ponen el acento en el cuidado físico y la búsqueda de curas médicas, en particular
las cirugías y los fármacos. Los planteamientos psicológicos se sirven de
tratamientos psicosociales, que participan con la terapia moral e incluyen la
psicoterapia moderna. Durante casi toda la historia de que se tiene registro, la
situación de los enfermos mentales fue desesperada. Si bien algunos médicos y
romanos trataron de entender los trastornos de la mente, la decadencia de la
civilización grecorromana produjo un alejamiento en relación con las teorías
relativamente progresistas de Hipócrates, Antifón y Galeno. A quienes actualmente
se les diagnóstica una enfermedad mental, en aquellos tiempos se les trataba como
a individuos perversos y se les castigaba por sus pecados. Martín Lutero describió a
los débiles mentales como personas impías, poseídas por el demonio, y, al no tener
razón ni alma, se les confinaba permanentemente. Además, dado que los
perturbados no se comportaban como personas normales, durante siglos se les
consideró inhumanos y se les sometió a abusos horribles. También servían
convenientemente como chivos expiatorios cuando calamidades inexplicables, como
las plagas, azotaban a las comunidades.
Más adelante (Davison y Neale, 2002) citados por (Mebarak, De Castro, Salamanca
y Quintero, 2009) aducen que antes del siglo XX, a muchas personas que sufrían
retraso como enfermedades mentales, cuando no se les enjuiciaba por hechicería, se
les trataba como delincuentes comunes y se les encerraba en prisiones o en “torres
para locos”, “casa para locos” o “asilos para lunáticos”. En 1930, un convento de la
orden de Santa María de Bethlehem se convirtió en la primera institución para
enfermos mentales en Inglaterra; allí a los internos se les encadenaba, azotaba,
golpeaba y, se les practicaba purgas, vomitivas y se les sometía a sangrías. Debido
a las condiciones atroces y de hacinamiento de las instituciones para enfermos
mentales, se recibían con entusiasmo las “curas grandiosas y desesperadas” que
prometían un tratamiento exitoso para la demencia. La más desesperada de las
curas fueron las psicocirugías, donde se hacían perforaciones de cráneo, para
prensar o cortar las fibras nerviosas en su trayectoria. La segunda clase de
tratamientos radicales comprende el uso de medicamentos que ejercen efectos
psicológicos, y a mediados del siglo XX se crearon fármacos psicoactivos que si bien
no proporcionaban la cura, sí aliviaban ciertas formas de enfermedades mentales.
Los anteriores tratamientos, de igual forma, hacen evidente diversas tendencias
teóricas en salud mental que las sustentan, y que están enmarcadas, como se ha
mencionado, en un contexto histórico, que a manera de esquema se pueden resumir
en teorizaciones: a) Ligadas a la clínica, b) basadas en el análisis psicopatológico, c)
de la psiquiatría dinámica, d) provenientes de la neurobiología, neuroquímica,
estudios endocrinos y metabólicos, e) a partir de intervenciones comunitarias e
institucionales. (Galende, 1994).

1.3 Origen de la práctica de la salud mental moderna.

La salud mental, se inició como un movimiento en la salud que al principio fue


entendida muchas veces como higiene mental, su origen hundió sus raíces con el
intento de reintegrar a las personas curadas a su vida normal. Se originó con William
James y Meyer, quienes implantaron la Higiene Mental en los Estados Unidos. Su
propósito era cuidar del enfermo mental y emocional, mejorar el tratamiento y
clarificar el papel desempeñado por la perturbación psicológica y mental en la
educación del niño, el trabajo, los negocios y la criminología. La higiene mental ganó
terreno internacional con la obra de J.R. Rees en el 1º Congreso Internacional sobre
Higiene Mental en 1985 que fue cuando se fundó la Federación Mundial para la
Salud Mental que ha aglutinado 11 organizaciones internacionales, 146 sociedades
en 53 países diferentes. Actualmente la Salud Mental ha logrado ser una ciencia
multidisciplinaria, se ha desarrollado la psiquiatría social sobre los fundamentos de
Freud y Meng.

1.4 Objetivos de la salud mental.

Los objetivos que ha tenido y sigue teniendo la salud mental se pueden compendiar
en: el progreso sostenido de la capacidad de autodescubrimiento del ser humano; la
lucha por la autoafirmación del individuo; el otorgamiento a otras personas del mismo
valor que uno reclama para sí; el desarrollo de la capacidad de amar; la ejecución de
las funciones normales; la capacidad de emitir juicios apropiados. Es por ello que la
salud mental por mucho tiempo se ha confundido en la psiquiatría en cuanto a su
campo de acción, reducida al ámbito de la enfermedad mental; fácilmente se la
extendió en el mismo encuadre, considerándola como un mecanismo de control y
poder, para luego, en otro contexto demandarla como algo que pertenece y que es
obligación de los demás o de los encargados el proporcionarla o devolverla, sin
importar cual el uso o manejo que se hizo de ella, o que factores son imprescindibles
para su implementación, manutención y desarrollo. En este sentido la salud mental
es entendida como un proceso activo de adaptación permanente, tanto a
imposiciones del medio interno como a los requerimientos del medio físico y social.

1.5 Características de las personas mentalmente sana.

Entre algunas de las características de las personas mentalmente sanas, es harto


significativo destacar las mencionadas por (Pacheco, 2005):

 Están satisfechas consigo mismas. No están abrumadas por sus propias


emociones (rabia, temores, amor, celos, sentimientos de culpa o
preocupaciones). Pueden aceptar las decepciones de la vida sin alterarse
dramáticamente. Tienen una actitud tolerante y relajada respecto a la propia
persona y a los demás. Son capaces de reírse de sí mismas.
 Se sienten bien con los demás. Son capaces de amar y tener en
consideración los intereses de los demás. Sus relaciones personales son
satisfactorias y duraderas. Son capaces de confiar en los demás y están
abiertos experiencialmente a que los otros confían en ellos. Respetan las
múltiples diferencias que encuentran en la gente.
 Son capaces de satisfacer las demandas que la vida les presenta. Aceptan
sus responsabilidades ante los problemas que se van presentando. Modifican
su ambiente cuando esto es posible y se ajustan a él cuando es necesario.
Planifican el presente de cara al futuro, al que enfrentan, en vez de evadirlo, a
pesar del posible temor que puedan sentir.

En ese mismo sentido, Acosta (2004) y Schultz y Schultz (2002) refieren que en los
últimos años se ha venido promoviendo, desde la psicología humanista, una nueva
concepción de salud mental. Es por ello, que el psicólogo humanista Carl Rogers
habla de conducta madura y de personas de funcionamiento completo como
sinónimo de persona normal (o salud mental) y describe las siguientes
características como fundamentales en este tipo de personas:

 Apertura a la experiencia. Tanto a los sentimientos positivos como a los


negativos; no están a la defensiva y no necesitan negar o distorsionar las
experiencias. Viven cada momento de manera plena y rica. Cada experiencia
es fresca y nueva en potencia. No necesitan estructuras preconcebidas para
interpretar cada suceso rígidamente; son flexibles y espontáneas.
 Confían en su propio organismo. Es decir, confían en sus propias
reacciones en lugar de siempre guiarse por las opiniones de otros o por
juicios intelectuales (separados de las necesidades afectivas). Son personas
auténticas o satisfechas de sí mismas.
 Poseen un sentido de libertad para hacer elecciones sin restricciones o
inhibiciones forzadas. Esto produce una sensación de poder, porque saben
que su futuro depende de sus propias acciones y no está totalmente
determinado por las circunstancias presentes, los sucesos pasados o por
otras personas. Asumen responsabilidad por sus decisiones y conducta.
 Son personas creativas, y viven de manera constructiva y adaptativa
conforme cambian las condiciones ambientales. La espontaneidad y la
flexibilidad son características aliadas de la creatividad.

Aunado a esto, el autor Masterson, citado por Preston (2003), refiere que dentro de
las características principales para la salud mental se encuentran:

 La espontaneidad y viveza del afecto. Refleja la capacidad de experimentar


la amplia gama de emociones humanas y de poder (o permitirse) sentirlas
profundamente si es necesario, de acuerdo con el proyecto de vida
autoescogido.
 Capacidad de identificación de los propios sentimientos, deseos,
necesidades y pensamientos. Implica, hasta donde sea posible, la
descripción detallada de la propia experiencia, así como de la forma de
reaccionar y asumir una situación.
 Valoración positiva de uno mismo. Internalización de derecho a sentirse
bien consigo mismo al conseguir las cosas, del derecho a sentirse orgulloso y
a valorar lo que se hace. Autoafirmación. Implica la convicción interna de que
está bien expresar los propios sentimientos, necesidades y opiniones cuando
sea necesario, así como defenderse cuando estos han sido heridos por otros.
También se trata de la capacidad y la disposición para llevar las propias
convicciones a terreno de la acción.
 Intimidad. La capacidad de expresarse de forma abierta y honesta con
alguien a quien se quiere, lo que implica compartir la ternura, la necesidad o
el dolor emocional.
 Compromiso. Que viene a ser la capacidad y la disposición para perseverar
en los momentos difíciles.
Conclusiones

En compendio la salud mental es producto de todos los aspectos de nuestra vida


cotidiana, porque no solo depende de factores externos y físicos sino en gran parte
de factores psicológicos y ambientales. En este sentido, se puede decir que las
personas somos muy vulnerables, ya que estamos expuestos a sufrir un problema de
salud mental en cualquier momento de nuestras vidas. A lo largo de nuestra vida, es
fundamental que establezcamos vínculos afectivos, sentimentales, familiares, toda
vez que el aislamiento, la falta de estímulos o el estrés causado por hechos como la
enfermedad o la muerte de un ser querido, pueden predisponer a la depresión y otros
trastornos. Los individuos pueden estar expuestos a otros agentes o factores de
riesgo, tanto como poseer un nivel social y económico bajo, la inquietud o angustia
que puede provocar un trabajo mal remunerado, la exigencia a acomodarse y
supeditarse a los cambios vertiginosos que comportan las nuevas tecnologías y el
desarraigo que provoca la inmigración. Y estos son, sin duda, fenómenos crecientes.
Por consiguiente, se hace menester intentar posibilidades y oportunidades efectivas
de rehabilitación e integración social en la comunidad. Las familias forman el
primordial recurso de atención, cuidado y soporte comunitario de las personas con
enfermedad mental. En efecto la gran mayoría de estas personas viven con sus
familias. Sin embargo, la convivencia con el paciente puede suponer dificultades y
conflictos. Llevando a las familias a sentirse desbordadas y con escasos recursos
para hacer frente a dichos problemas. Asimismo, en algunos casos esta situación
puede degenerar en una importante tensión y sobrecarga para las familias. Es por
ello, que podemos concluir que una vez se penetra en el mundo de la salud y la
enfermedad mental es inevitable descubrir la complejidad de este campo, socavado
muchas veces por tópicos y mitos estigmatizantes. En tal sentido es ineludible
reconocer el propio desconocimiento, revelar los prejuicios que cada cual tiene y
predisponerse con sinceridad a la formación, aprendizaje y conocimiento sobre el
tema, toda vez que ante tanta complejidad la buena voluntad no basta, en virtud de
que es elevado el riesgo de agudizar el sufrimiento y la enfermedad, en detrimento
de una salud mental que todos debemos procurar de tener o no menoscabarla

Referencia Bibliográfica

Acosta, O. (2004). Salud mental y psicología. Informes psicológicos, 6, 57-63.

Dávila, H. (1994) La Salud mental. Difusión en Investigación. Ministerio de Desarrollo


Humano – Secretaria Nacional de Salud. P. 7, 11-15.

Davini, Gellon de Salluzi, Rossi. (1978). Psicología General. Argentina: Kapelusz.

Evang, K. (1974, enero). ¿Es la Salud Mental Salud Pública? Salud Mundial.

La Función del Psicólogo en los servicios de Salud Mental. (1974). Crónica de la


OMS. p. 122- 125.
Levav, l. (1995). Salud Mental en el Mundo: Problemas y Prioridades en Poblaciones
de Bajos Ingresos. Oxford: Organización Panamericana de Salud.
Mebarak, M, De Castro, A, Salamanca, M del P. Quintero, M. (2009) Salud mental:
un abordaje desde la perspectiva actual de la psicología de la salud
Moreno de Rivera, A. (1995). Promoción de la Salud Mental Humana. Panamá:
Centro Istmeño de Estudios de Salud.
Naveillan, P. (1979, febrero). Salud Mental Ocupacional. Boletín de la Oficina
Sanitaria Panamericana. p. 123-132.
Szasz, T. (1976). El mito de la Enfermedad Mental. Buenos Aires: Amorrortu.
Wig, N.N. (1989, enero-febrero). La Salud Mental Mejora la Calidad de Vida. Salud
Mundial.

También podría gustarte

pFad - Phonifier reborn

Pfad - The Proxy pFad of © 2024 Garber Painting. All rights reserved.

Note: This service is not intended for secure transactions such as banking, social media, email, or purchasing. Use at your own risk. We assume no liability whatsoever for broken pages.


Alternative Proxies:

Alternative Proxy

pFad Proxy

pFad v3 Proxy

pFad v4 Proxy