Dimensiones Culturales Del Cambio Global

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LASDIMENSIONES CULTURALES DEL CAMBIO

GLOBAL:
Lourdes Arizpe
editora

Universidad Nacional Autónoma de México


Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias
Cuemavaca, Morelos, 1997
GN302
A75 Arizpe, Lourdes, ed.
Las dimensiones culturales del cambio global:
una perspectiva antropológica/lourdes Arizpe, ed.
Cuernavaca: UNAM, Centro Regional de Investi-
gaciones Multidisciplinarias, 1997.
432 p.
ISBN: 968-36-6382-6
1. Etnografia - Cambio global - Conferencias. 2. Etni-
cidad - Cambio mundial - Conferencias. 1. Congreso Intemacio-
nal de Antropología y Etnología, México, 13, Agosto, 1993.

Catalogación en publicación: Lic. Martha A. Frías - Biblioteca del CRIM 1

Traducción: Ana Aurelia Chávez Ursúa.


Corrección de estilo: Ma. Femanda Paz.
Asesoría técnica de traducción: Carmen A. León Saavedra.
Lectura asistida: Inna González y Carmen A. León Saavedra.

Portada: Poluqui

laedición 1997.

O Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, UNAM, 1997.


Av Universidad s/n, circuito 2, Col. Chamilpa.
Cuemavaca, Morelos.
http://www.crim.unam.mx
Correo electrónico: crim@servidor.unam.mx
ISBN: 968-36-6382-6

Impreso y hecho en México.


Tabla de contenido

Introducción
Lourdes Arizpe
1. Diversidad cultural global en un
"mundo de economía plena"
Fredrick Barth
11. Perspectivas globales de la antropo-
logía: problemas y prospectivas
Eric R. Wolf
111. La etnicidad: ¿está en juego la ética
global?
Roberto Cardoso de Oliveira 65

IV. El Occidente, ¿espejo o espejismo


de la evolución de la humanidad
Maurice Godelier 93
V. Vivir con la etnicidad: la necesidad
de un nuevo paradigma
David Maybury-Lewis 115
VI. Escala e interacción de los procesos
culturales
Lourdes Arizpe 135

VII. Campo social y constelaciones cul-


turales
Karl-Eric Knutsson 167

VIII. La mujer y la industrialización en


el Caribe
Helen I. Safa 21 1
IX. Las nacionalidades en los cam-
bios globales postsoviéticos.
Valery A. Tishkov 245

Michael Redclift

Philip Carl Salzman


XII. La etnografía del desarrollo: la

Paul Nchoji Nkwi 1

plinaria.
Paztl T, Baker 403
l
I
Colaboradores 42 1

Siglas utilizadas en el texto 427


En el siglo XXI, la cultura será, sin lugar a dudas, uno de
los principales temas de la sustentabilidad, el desarrollo
Y la gobernabilidad, porque confiere las bases de cons-
trucción de la identidad y la lealtad étnica; moldea las ac-
titudes hacia el trabajo, el ahorro y el consumo;
fundamenta el comportamiento político; y sobre todo,
construye valores que pueden impulsar la acción colecti-
va para un futuro sustentable en el nuevo contexto global.
Los científicos, las instituciones nacionales e inter-
nacionales y las organizaciones no gubernamentales de
todo el mundo están asumiendo ya este reto. Los antro-
pólogos tienen especial interés en aportar el conocimien-
to y las propuestas en este campo que, como lo afirma
Eric Wolf en su capi.tiilo, siempre han estado presentes en
su área de investigación. Sin embargo, la perspectiva tie-
ne que ser ahora distinta, así como lo es el lenguaje. En
lugar de estudios com~arativosen un mundo que conver-
ge en el ~stado-nación,hoy nos enfrentamos a un mundo
de micronacionalidades Y mercados macroregionales;
en lugar de pensar que las culturas se fusionarán even-
tualmente, imaginamos un mundo pluricultural y multi-
polar; con todo, este mundo nuevo está surgiendo apartir
de una nueva red de tecnologías de la comunicación y la
información. En pocas palabras, los parámetros para
pensar el mundo han cambiado. En este nuevo contexto
1,ourdes Arizpc

global, tenemos que repensar nuestra comprensión de la


cultura y el desarrollo.

I Los primeros siete capítulos, escritos por Fredrik


Barth, Eric Wolf, Roberto Cardoso de Oliveira, Maurice
Godelier, David ~aybury-Lewis,Lourdes Arizpe y
Karl-Eric Knutsson, respectivamente, proporcionan una
amplia perspectiva de los aspectos actuales del análisis
cultural en el nuevo entorno global. Los cinco capítulos
siguientes tratan temas específicos de la cultura y el desa-
rrollo en distintas regiones: género en el Caribe, por He-
len Safa; etnicidad en Europa del Este, por Valery
~ishkov; medio ambiente en Canadá, por Michael
Redclift; la televisión en el Mediterráneo, por Philip Carl
Salzman; y desarrollo en África, por ~ a bNchoji
l Nkwi.
Por último, Paul Baker analiza el papel de la multidisci-
plinariedad y de los programas internacionales de inves-
tigación en la cooperación entre las ciencias sociales y
las naturales en un entorno global.
El C m - I J N A M y la Unión Internacional de Cien-
cias Antropológicas y Etnológicas (UIAES) presentan
4
&
conjuntamente estas ponencias que fueron dictadas en la &
sesión plenaria del XIIi Congreso Internacional de Cien- @

del cambio global".*

* En 1996 la UNESCO y la lnternational Union of Anthropological and


Etnological Sciences publicaron la versión en ingles: The Cultural Di-
mensions of Global Change. An ~nihropologicalApproach. Editado
por Loures Arizpe, París, UNESCO, 1996.
En el capítulo inicial, Fredrik Barth declara que "la
diversidad cultural constituye una forma muy preciada
de capital o recurso, comparable a la biodiversidad". Ar-
gumenta que hoy día existe la necesidad de criticar la
conceptualización del desarrollo en los términos postula-
dos por una "condición de mundo pleno". 'Y más aún,
porque el hecho de transformar la organización de la pro-
ducción y la tecnología en el Sur ha dado como resultado
que, lo que en un momento sólo fueron diferencias cultu-
rales se han transformado, cada vez más, en diferencias
entre riqueza y pobreza. Explica que en el mundo actual,
la actividad industrial ha superado "un umbral de escala
fatídico en relación con el ecosistema global", por medio
del cual, entre otras cosas, las funciones de sumidero em-
piezan a fallar debido a una sobrecarga de los procesos
del ecosistema. Es entonces cuando se da un cambio cua-
litativo que pasa de una condición de mundo vacío, con
recursos nuevos por explotar, a una de mundo con econo-
mía plena. Por lo tanto, Barth concluye que los modelos
de desarrollo deben incorporar este nuevo conocimiento
mediante un enfoque cultural holístico que aporte un ma-
yor grado de conciencia de la diversidad cultural contem-
poránea, alejado de una visión homogeneizante,
unilineal y etnocéntrica. También se necesitan nuevas
instituciones que faciliten la toma de decisiones raciona-
les en lo individual y en lo colectivo dentro de una condi-
ción de mundo pleno, y una moralidad humana que
pueda dirigir tales decisiones de manera que aseguren un
futuro para la vida en el planeta. Finaliza diciendo que es
imperativo encontrar formas efectivas de reforzar la inte-
gridad de otros modos de vida cultural en este contexto
global.
1.ourdc.v Arizpc

Este proceso de globalización, como lo indica Eric


Wolf, ha conducido a una oleada de inmigración tr-,, r isna-
cional, un flujo mundial de productos básicos que atra-
viesan las fronteras nacionales Y un gran incremento de
la densidad e intensidad de las comunicaciones. Para en-
frentar este desafío, Wolf plantea que debemos volver a
examinar nuestro concepto central de culturaanalizando,
entre otras, la manera en que la cultura modela las obser-
vaciones y percepciones de la gente acerca de la sociedad
y la naturaleza, y ampliar cualitativa y cuantitativamente
una comprensión antropológica del mundo actual. En
vista de que gran parte del aprendizaje cultural de nues-
tros días depende de la situación y el contexto, Wolf se
pregunta cómo hace la gente para mantener una coheren-
cia cultural. Una manera de hacerlo es mediante la cons-
trucción de identidades, repertorios de comprensiones
culturales que se han diversificado en respuesta a una
movilidad social y geográfica más intensa y a nuevas for-
mas y procesos de producción. Concluye que, en la ac-
tualidad, cada grupo étnico puede tener una causa
legítima que le es característica y está expresada en su
bagaje particular de significados culturales. La perspec-
tiva antropológica tiene que ubicar esta causa legítima
dentro del contexto en que los formadores y buscadores
de identidad responden, y en el que tienen que operar.
Para Roberto Cardoso de Oliveira, la etnicidad es
"un reino privilegiado para la observación empírica de
factores morales y éticos"; en su capítulo discute la mo-
ralidad de los actos emprendidos por los gobiernos na-
cionales, que deben interpretarse a la luz de un código
ético global. Nos recuerda la "Declaración de los Dere-
chos Humanos" de Melville Herskovits, venerando el re-
lativismo cultural extremo y que fue sometida a

12
InrroditcciBtt

consideración de las Naciones Unidas. Ralph Beals


reaccionó diciendo que aunque el relativismo cultural
extremo busca impedir el etnocentrismo -en circuns-
tancias donde los sistemas políticos niegan a los ciudada-
nos el derecho de representación o buscan ayudar a los
pueblos más débiles- en realidad lo que hace es condu-
cirlo a la aceptación del etnocentrismo. Cardoso de Oli-
veira continúa diciendo que el pensamiento de
Herskovits lo atrapó en sus propias contradicciones y
afirma que "casi medio siglo después, debemos pregun-
tamos si nos hemos acercado, aunque sea un poco, a re-
solver esta contradicción". Este autor advierte que el
concepto de cultura por sí solo no será suficiente para
enunciar correctamente la cuestión de la moralidad;
como dijo el filósofo Ernst Tugendhal,

es inaceptable opinar que algo es correcto y bueno


porque así I'o estableció la costumbre, sin compro-
bar que realmente sea correcto y bueno.

Una de las soluciones a este dilema según Cardoso


de Oliveira es distinguir entre cultura y normas. Por últi-
mo, reconoce las dificultades humanísticas y políticas
que tienen que superarse en relación a un código ético de
responsabilidad aplicable en todo el mundo, por ejem-
plo, defender la preservación de nomas indígenas deter-
minadas, tales como la práctica del infanticidio tapirapé
que viola la ética universal según la cual se piensa que el
infanticidio, desde un punto de vista universal, es un cri-

1
men contra los derechos humanos. Estas reglas morales
universales se encuentran celosamente protegidas por
10s convenios proclamados por organizaciones interna-
cionales como las Naciones Unidas. No pueden ignorar-
se, insiste, y

13
mucho menos porque, en última instancia, reivin-
dican el discurso indigenista cuando se trata de o .:-
fender el derecho a la supervivencia(y esto es cada
vez más frecuente) de los pueblos indígenas o el
del- medio
- .--- - -- - ambiente
- - - -
-. .. - donde ellos v todos nosotros
-

vivimos.

Algunos piensan que la globalización es un riesgo


porque podría significar una mayor occidentalización.
Con gran habilidad, Maurice Godelier en su capitulo pre-
gunta
- si el Occidente es el espejo o el espejismo de la
evolución de la humanidad. Rastrea el proceso de occi-
dentalización del mundo a lo largo de tres períodos, en el
transcurso de los cuales, Europa Occidental y Estados
Unidos se convirtieron en el centro permanente de la ex-
pansión continua de la economía de mercado que ha teni-
do diversos efectos en las comunidades tribales y étnicas
de todo el mundo. Distingue entre sociedades tribales
como las de Nueva Guinea que pueden pertenecer a la
misma comunidad étnica y, sin embargo, hacerse la gue-
rra, y GI grupo étnico de tipo europeo donde la soberanía
política pertenece al Estado. En este último caso, un mis-
mo grupo étnico puede pertenecer a diversos estados, ser
dominante en uno y estar dominado en otro. Este tipo de
diferencias interactúa con la diversificación del proceso
de globalización que en la actualidad no solamente el Oc-
cidente está expandiendo, sino también el Lejano Orien-
te a medida que Japón y los cuatro "tigres" amplían sus
economías, conservando al mismo tiempo sus valores
asiáticos. Argumenta que hoy día mucha gente piensa
que el Occidente no debería imitarse para nada, o sola-
mente de manera parcial y muy selectiva. Debemos en-
tender estos actos de resistencia, este deseo de conservar
o reavivar la identidad cultural propia. Es interesante ob-
servar que Godelier afirma que

la defensa de patrones "tradicionales" de pensa-


miento y comportamiento, o aquellos quese consi-
deran conzo tales, sólo podrán alcanzarse,
paradójicamente, a través de la integración de co-
munidades que existen dentro de estructuras glo-
bales que, al mismo tiempo, debilitan su
existencia.

En este contexto, la antropologíajuega un papel im-


portante para levantar el velo de la violencia oculta en las
relaciones interculturales y dentro de cada cultura. Tiene
que hacer visible esta violencia para que pueda, even-
tualmente, moderársele y suprimírsele y, de esta manera,
conducir a la paz.
En el capítulo que le corresponde a David Maybury-
Lewis, titulado "Vivir con la etnicidad: la necesidad de
un nuevo paradigma", el autor destaca la necesidad de re-
pensar la etnicidad en el marco del Estado-nación. Seña-
la que la antropología ha establecido que la etnicidad no
es primordial ni circunstancial, sino más bien una combi-
nación de ambos atributos. De modo paralelo, los cientí-
ficos políticos han estado revalorizando su optimismo
original acerca del potencial que tienen los Estados-na-
ción para borrar los lazos étnicos. A continuación,
Maybury-Lewis analiza varios casos. Explica que las
naciones de Europa Occidental,

no se ajustan a la concepción cívica de un estado


uniforme, sino que más bien se les define en térmi-
nos de sistemas simbólicos manipulables de inclu-
sión y exclusión.
Afirma que,'en contraste, los países americanc-%que
tenían grandes poblaciones indígenas fueron estabieci-
dos como estados exclusionistasdonde a los indios se les
negaba la ciudadanía completa. Prosigue con ejemplos
de Áfiica y Asia. En particular, hace un llamado de aten-
ción con referencia al potencial de manipulación política
de la etnicidad en casi todos los estados, con excepción
de unos pocos homogéneos, agregando que dicha mani-
pulación también puede ser internacional. Maybury-
Lewis concluye afirmando que
es evidente que se requiere de un nuevo enfoque
que trate de abordar la etnicidad mediante el diseño
de sistemas sociales y políticos que le den cabida.

Lourdes Arizpe señala que el nivel y complejidad de


los fenómenos culturales y sociales de la actualidad, re-
quieren de una nueva comprensión de las interacciones
entre culturas, Estados-nación, mercados regionales y
sistemas globales emergentes de información y comuni-
cación. Se están traspasando umbrales culturales a medi-
da que los movimientos migratorios, los cambios
demográficos, las demandas étnicas y las interpretacio-
nes de los procesos culturales globales van cambiando
los dominios de referencia, donde los pueblos definen
sus identidades y patrones de comportamiento. Para
comprenderlo, es necesario georreferenciar la informa-
ción cultural, desarrollar conjuntos de información trans-
nacional más precisa y manejar la nueva "globalidad"
como una nueva "localidad". Arizpe utiliza los datos re-
cabados en un trabajo de campo realizado en la Selva La-
candona del sur de México, para demostrar cómo los
pueblos locales están reorganizando rápidamente su per-
cepción acerca de la relación entre su "localidad" -que
ahora está llamando la atención debido a la desforesta-
ción acelerada- y la nueva "globalidad" dentro de la
cual interpretan los intereses de otras comunidades y paí-
ses. Indica que se requiere de un nuevo enfoque antropo-
lógico de la cultura en un entorno global, que sirva de
guía para establecer políticas nacionales e internaciona-
les de desarrollo en este nuevo contexto.
Karl-Eric Knutsson trae a la discusión la "realidad de
10s pueblos", al describir cómo el mundo se está introdu-
ciendo en las colinas del pueblo de Tamang en el sector
rural de Nepal. Analiza una manera particularmente te-
rrible en que el mercado global se está ampliando,'y la
hace explícita en el titulo de la primera sección de su ca-
pitulo: "La venta de una hija para comprar un televisor:
la úlima frontera del consumismo global". Apunta direc-
tamente al problema estableciendo que

... el poteilcial generador de ingresos del mercado


sexual tiene muy pocos rivales, si no es que ningu-
no, a nivel de las aldeas... La brutalidad de las rela-
ciones entre las familias... agrava la desigualdad y
la inferioridad entre géneros.

Frente a estas realidades argumenta que una nueva


perspectiva debe v~ncularel análisis etnográfíco con las
reflexiones sobre la globalización. Sin embargo, afirma
que ]a cuestión realmente nueva no es que el mundo se
esté volviendo "uno solo", sino que -y por lo menos du-
rante mucho tiempo todavía- se está transformando en
"varios mundos'' que operan cada vez más anivel global.
¿Cómo podernos analizar estas nuevas realidades? El
autor cita una estimulante declaración de Wallerstein
quien sostiene que la cultura
1 Lourdcs Arizpe

1 es algo carente de tema que la ciencia social del si-


glo x~xinventóaran os otros [...] El hecho de haccr
hincapié en la "cultura" para equilibrar los énfasis
que otros han colocado en la "economía" o en la
c'política" no resuelve el problema [...] Así que re-
curro al uso del lenguaje conceptual existente para
comunicarme. Pero afirmo que estoy buscando un
término mejor.

Para resolver este problema, Knutsson propone el


concepto de "constelación cultural" para describir las
imágenes, los usos idiomáticos y las expresiones de sig-
nificado que tiendan a coincidir con campos de gravita-
ción social.
Los cambios en el papel de las mujeres y las relacio-
nes de género encabezan la agenda cultural, de desarrollo
y de globalización. Uno de sus efectos más visibles ha
sido la "feminización de la mano de obra" en la economía
global que Helen Safa analiza en su trabajo en Puerto
Rico, Cuba y República Dominicana. Sus datos mues-
tran cierto debilitamiento de la segregación ocupacional
por género a medida que un número creciente de mujeres
ingresa al campo profesional, ocupa puestos en oficinas
y en el sector público. i.Se están dando cambios cultura-
les a partir de este incremento en la participación de la
mujer en la mano de obra? Safa descubrió que, efectiva-
mente, el hecho de ganar un salario otorga a la mujer una
autonomía mayor y por lo tanto un mayor poder de nego-
ciación en el hogar; esto, empero, no se extendió al lugar
de trabajo o a nivel estatal, que siguen considerándose
corno dominio exclusivo de los varones.
Otro de los temas principales de la cultura y el desa-
rrollo, como bien se reconoce, es la etnicidad. Ésta ha
surgido con particular belicosidad en Europa del Este.
"Los sucesos recientes en los países po~tcomunistasllan
puesto al descubierto una tendencia bastante común", es-
cribe Valery Tishkov, "que está [...] dentro de un cambio
social profundo y una reforma radical [por] impulsar un
contenido étnico de una manera por demás manifiesta".
El autor procede a analizar cómo

la etnicidad se construye Y reconstniye mediante


ciertas acciones verbales que reflejan condiciones
contemporáneas. Entre estas condiciones se en-
cuentran las relaciones de poder entre grupos so-
ciales y aquellos significadosinterpretativos que la
gente confiere a estas condiciones.

Reconoce las grandes Y extranadamente dolorosas in-


justicias en el pasado en contra de 10s g r ~ p o s
étnicos en la ex Unión Soviética, y describe los intentos
por reconstruir alianzas émicas en Rusia y el norte del
Cáucaso, tomando en consideración el papel de la clase
ilustrada y la estmcWa de las relaciones de poder. El
problema más difícil, subraya Tishkov, es que las fronte-
ras políticas rusas no conesponden a las fronteras étni-
cas, por 10 que concluye diciendo que "el camino hacia
una nueva comprensión del Estado soviético consiste en
escoger una fórmula para una sociedad plural".
Evidentemente que el medio ambiente es otro tema
de actualidad dentro de la cultura y el desarrollo, y tal vez
uno que abarca a todos 10s demás, en términos de sus
efectos. Sin embargo, como sostiene Michael Redclift
en trabajo, "el problema de nuestro discurso sobre el
medio ambiente y el desarrollo es que responde a crite-
rios del pasadov. porque, argumenta,
el discurso global sobre el destino del planeta se
inició en el Norte... [pero]... el desarrollo sostcni
ble es un proyecto global. Es un discurso global
unilateral, a partir del cual estamos intentando
arrancar beneficios, sin analizar los procesos que
requieren del acuerdo global.

En su capítulo, analiza tres ejemplos, dos del Reino


Unido contemporáneo y uno sobre una Persona que emi-
gra a Canadá alrededor de 1840. Estos ejemplos mues-
tran que todas las evaluaciones del "medio ambiente"
están moldeadas por compromisos especiales que persi-
guen metas sociales específicas. Como un punto impor-
tante, al analizar los modelos de desarrollo y la "némesis
global", Redclift señala que los economistas no pueden
valorizar el medio ambiente, esto es, calcular su valor en
términos monetarios. Prosigue citando un ejemplo para
demostrar que el valor del medio ambiente para el hom-
bre y especialmente para la mujer en las comunidades fo-
restales, va más allá de su valor en término., monetarios.
Esta dimensión cultural de tópicos ambient,~lesdebe, por
lo tanto, incorporarse a los modelos de desarrollo.
Paramucha gente, el efecto más visible de la globali-
zación es la propagación de la televisión. Desde la región
montañosa de Cerdeña hasta Salle1y Rajaszán, la televi-
sión está creando, si no una "aldea global", ciertamente
una readaptación de las visiones culturales locales. Este
es el punto de vista de Philip Carl Salzman sobre el "ca-
ballo de Troya electrónico". Analizando el impacto cul-
tural de la televisión mediante ejemplos etnográficos de
Italia, Egipto y Sudán, y a partir de los datos que él mis-
mo obtuvo en Cerdeña, el autor identifica cinco tenden-
cias principales:
1 ) cn el flujo de información, las élites quedan re-
zagadas; 2) el consumo se vive como algo muy
conveniente; 3) los modelos urbanos, metropolita-
nos y cosmopolitas están legitimados como me-
dios de vida y de trabajo; 4) las ideologías
institucionales científicas y estatales se definen de
manera autoritaria; y 5) algunos idiomas, dialec-
tos, conceptos y términos se vuelven privilegiados.

Salzman concluye que:

de manera radical, aunque selectiva, la televisión


amplía los términos de referencia a partir de los
cuales los televidentes locales pueden elegir, y el
brillo de sus ofertas estimula la reconstrucción
creativa de las sociedades y de los individuos.

Sin embargo, algunos hallazgos muestran que las peque-


ñas comunidades locales pueden visualizarse a sí mis-
mas como víctimas de la llegada de la televisión,
mientras que comunidades más grandes pueden reaccio-
nar a través de la adaptación y explotación de recursos
1 del exterior.
Todos los temas destacados más arriba, convergen
en el problema de tomar en consideración la cultura den-
tro de los modelos de desarrollo. Según Paul Nchoji
Nkwi, "la culma es Para un pueblo lo que el corazón para
el organismo", Y el problema del desarrollo en África es
I que "los valores culturales autóctonos se lian abandona-
1
I do en favor de modelos occidentales importados que la
gente de la región no puede adquirir ni reproducir".
Nkwi analiza la historia africana desde los tiempos
precoloniales hasta la actualidad para describir las res-
tricciones y problemas enormes que los africanos han te-
Lourdu Anzpe

nido que enfrentar en el proceso de desarrollo La


postura de Nkwi es que

en África, el éxito de los programas de desarrollo


-en las áreas de producción y distribución de ali-
mentos, atención a la salud, vivienda y educa-
ción- depende cada vez más de la sensibilidad
ante la diversidad étnica, la variación intracultural,
e incluso hacia la cultura de las burocracias moder-
nas. Estas cuestiones sólo pueden abordarse desde
un ángulo multidisciplinario.

La multidisciplinariedad es, efectivamente, la única


manera de avanzar, como lo plantea Paul Baker en el tra-
bajo donde describe cómo se ha fracturado la investiga-
ción dentro de límites disciplinarios durante los últimos
veinte años. Hoy día, ningún investigador individual
puede dominar la amplitud de conocimiento requerida,
ni siquiera para formular una propuesta de investigación I
que atienda los problemas del cambio global o las conse-
I
cuencias de las panmezclas culturales que están produ-
ciéndose a gran velocidad. Baker describe el Programa
Biológico Internacional establecido por la UICS en la dé-
cada de los sesenta y el Programa del Hombre y la Biós-
fera de la UNESCO que muestran las ventajas de la
información básica y de alta calidad técnica como guía
de las acciones. El Proyecto Andino realizado en la Uni-
versidad de Cuzco, Perú y el Proyecto Tokelau del Pací-
fico del Sur, son ejemplos d e proyectos
multidisciplinarios que tuvieron éxito y que apoyan la
conclusión de Baker, en el sentido de que las ciencias
culturales deben unirse a otras ciencias sociales y bioló-
gicas en intentos de cooperación, si se pretende tener al-

')')
gún éxito real ante los retos para entender y hacer frente
al cambio global.
En un mundo donde el cambio global acelerado está
creando incertidumbre, es vital abrir espacios de discu-
sión y difundir nuevos hallazgos como los incluidos en
este libro. Esperamos que los lectores de esta obra, a su
vez, lleven adelante actividades para construir un futuro
sustentable en una "condición de mundo con una econo-
mía plena".

Lourdes Arizpe
Diversidad cultural global en un "mundo de
economía plena"

Fredrik Barth
El término "globalización" se utiliza a menudo para evo-
car la amplia gama de todas y cada una de las tendencias
presentes en el mundo. Será más útil si se emplea para se-
'ñalar aquellas transformaciones que ocasionan verdade-
ros cambios de paradigma, y que señalan la necesidad de
desarrollar nuevos conceptos y teorías para comprender
los acontecimientos que están sucediendo. Uno de estos
cambios se encuentra en los parámetros de la economía
global, con enormes implicaciones para el pensamiento
antropológico.
En pocas palabras, la necesidad urgente de cambiar
de una racionalidad de propósito único a una de múltiples
consecuencias en el pensamiento económico, surge del
hecho de que la actividad productiva industrial ha atrave-
sado un umbral de proporciones fatales con relación al
ecosistema global. Los economistas Goodland et al.
(1 991, p. 17) lo han representado en la Figura 1, donde el
subsistema económico (ahora, en rápido crecimiento) se
muestra haciendo contacto en dos interfaces con el ecosis-
tema global que lo rodea, sobre todo a través de la función
de fuente y de la función de sumidero, respectivamente.
- \
Ec~sistemaglobal finito

Pérdida
de calor

Figura l . El ecosistema global finito en relación con el subsistema económico en


crecimiento (segun Goodland et al., 1991)
Ilrvcr:\idad cu1111raldoha1 m tul "mundo dc cconomia plena"

Un "mnnndo de economía
En lo que Goodland, et al. han denominado un "mundo
de economía vacía", como lo hemos conocido hasta aho-
ra, existen ciertos supuestos básicos con respecto a las in-
terrelaciones dentro de este sistema total, que parecían
plausibles y factibles. En primer lugar, las funciones de
fuente del ecosistema se habían considerado expansibles
al infinito y capaces de satisfacer las necesidades del sub-
sistema económico en lo referente a energía y recursos.
Si la energía local o los recursos naturales eran insufi-
cientes -ya fuera porque se habían agotado o por el cre-
cimiento de la escala de la economía- podían
complementarse extrayendo energia o recursos de algún
otro lugar del mundo vacío. El estímulo principal para el
crecimiento del imperialismo y del "sistema mundial"
surge a partir de estas actividades de localización y ex-
plotación de nuevas fuentes. De igual importancia, el de-
sarrollo tecnológico ha aumentado la energia
aprovechable y la base de los recursos naturales, permi-
tiendo un mayor crecimiento, en particular durante la Nr-
bulenta industrialización del presente siglo.
La otra interface de contacto entre el subsistema eco-
nómico y el ecosistema circundante está representada
por las funciones de sumidero. Toda actividad económi-
ca prodoctiva genera lo que los productores consideran
desechos, y transforma en calor las otras formas de ener-
gía. Estos efectos se disipan y desechan; en el ecosiste-
ma global los desechos se reciclan de forma natural,
quedando así eliminados, mientras que el calor se disipa
y se pierde a través de la radiación.
Bajo condiciones de un mundo de economía vacía,
siempre ha habido nuevas existencias o recursos por des-
cubrir, y solamente ha debido lidiarse con acumulacio-
nes muy localizadas y temporales de calor y desechos,
sin consecuencias aparentes para el ámbito global. El
punto fundamental es que, en un mundo vacío, parecía
sensato y posible pasar por alto la mayoría de las conse-
cuencias directas materiales' de la actividad productiva,
por considerarlas bastante irrelevantes para la economía;
y, además, se pudo funcionar limitándose a una econo-
mía enfocada a la ~roducciónde bienes de consumo y a
los costos de energía y recursos. Por 10 tanto, en una eco-
nomía como la que se ha institucionalizado dentro del
sistema mundial moderno, solamente estos das tipos de
consecuencias, junto con la variable demanda, son los
que se reflejan en los precios de los bienes de consumo en
el mercado. Podríamos decir que si un conjunto de acti-
vidades productivas tiene las consecuencias materiales
cl, c2, c3, ... c,, la ciencia económicaúnicamente conside-
rará importantes c, (el bien de consumo producido) y c2
(los recursos empleados en la producción), mientras que
hará Gaso omiso de las demás consecuencias c3- c,, dese-
chándolas en la medida en que, efectivamente, habrán de
desaparecer mediante una disipación y reciclaje del eco-
sistema.

1 Estoy centrando mi atención por completoen las consecuenciasmateriales que in-


fluyen en el medio ambiente y en el habitat humano, y no en cl vasto conjunto de
consecuencias que caracteriza también a la distribución masiva de bienes de con-
sumo en tanto que promotora de cambios en estilos de vida, valores, autoconcep-
ciones y cultura en general. Esto lo hago para poder concentrarme en los temas
ambientales-ya de por si muy complejos- y que pudieran resultar menos cono-
cidos para la mayoría de los antrop6logos. Las otras cuestiones se presentan, al
menos en parte. e ~otros
i trabajos de estacolecci6n (v.g. Knutsson. Wolf). Pero, en
Última instancia, los dos temas se llegan aentrelazar tan estrechamente que tendrhii
1)ivcrsidad ~ultirraldobol cn un "niiindo (le ccononiia plena"

Con el crecimiento de la población, de la agricultura y es-


pecialmente de la actividad industrial en este siglo, el
subsistema económico ha crecido con gran rapidez,
mientras que el ecosistema global permanece finito, in-
cluso su escala se ha reducido marginalmente. El mundo
industrial ha reconocido, hace ya algún tiempo, las ten-
siones derivadas de las funciones de fuente en la esfera
global, que se encuentran bien descritas en el estudio Los
límites del crecimiento (Meadows et al., 1972). GOO-
dIand et al. (1991) insisten especialmente en el recurso
renovable finito, representado por el producto de la foto-
síntesis terrestre. Vitousek et al. (1986), estiman que la
economía actual ha alcanzado un nivel en el cual se está
adueñando del 40% de la biomasa producida por radia-
ción solar. Si se duplica una vez más la población, lo que
se calcula sucederá dentro de los próximos treinta y cinco
años, para el año 2020 estaríamos ante una tasa de apro-
piación del 80% de la biomasa, lo que sería insostenible a
nivel ecológico. Sin lugar a dudas, en algún lugar de esta
escala se produce un cambio cualitativo que pasa de un
mundo vacío con nuevas fuentes por aprovechar, a una
condición de mundo pleiio donde podría darse el agota-
miento del ecosistema, a partir de un mayor crecimiento
de la tasa de apropiación de biomasa.
Sin embargo, se considera que en la actualidad las
funciones de sumidero están en situación aún más crítica.
Es muy probable que se haya rebasado signifícativamen-
te y de muy diversas maneras la capacidad de disipación
y reciclaje del ecosistema global. Existen muchos proce-
sos que se vuelven cada vez más manifiestos, a saber: el
espectro del calentamiento por los efectos de invernade-
Fredrik Banh

ro de los desech~sde Cozy demás contaminantes atmos-


féricos; los peligros del agotamiento de la capa de ozono
por desechos de CFC; el índice cada vez mayor de conta-
minación marítima; los riesgos ambientales por la acu- '

mulación de desechos nucleares. Un elemento común a


todos ellos es la estructura de umbral, donde los desechos
derivados de la producción industrial alcanzan niveles
que rebasan la capacidad de reciclaje del ecosistema y, en
consecuencia, se acumulan en el ambiente, alcanzando
niveles donde se presentan efectos nocivos específicos.
Todos emanan de las consecuencias de la actividad pro-
ductiva humana, en el rango que señalé con c3 - c,, Con
respecto a la problemática desarrollada en este trabajo,
los desacuerdos entre científicos en cuanto al grado pre-
ciso al que ha llegado actualmente cualquiera de estas
trayectorias -por debajo o por encima del umbral- son
de importancia secundaria; la cuestión es su estructura
común y el hecho de que ocasionan un cambio de para-
digma hacia la condición de "mundo pleno".
Este es el punto decisivo y total. Con el crecimiento
de un subsistema económico dentro de un ecosistema fi-
nito, se rebqsa un número cada vez mayor de umbrales
donde las funciones de sumidero comienzan a fallar por
una sobrecarga en los procesos del ecosistema, que en un
mundo de economía vacía afectaban la disipación y el re-
ciclaje de desechos. En consecuencia, se han dado cam-
bios no buscados ni deseados en el habitat, y que son el
resultado de actividades dirigidas especificamente y con
poca visión a la producción de bienes de consumo. Algu-
nos de estos daños llegan incluso a reducir aún más la ca-
pacidad de autolimpieza del ecosistema, exacerbando
con esto un círculo vicioso de deterioro.
Divcr.sih1 ~ulruralglohal en un "niundo dc ~,tonomiaplena"

1 El desconcierto ocasionado por los precios de los


i
1 bienes de consumo
1,
J Bajo este tipo de condiciones de mundo pleno nos vemos
l
1
forzados a sacar una conclusión sorprendente, y ésta es
que el precio que todo bien específico de consumo tiene
en el mercado - c o m o está organizado en la actuali-
dad- dejará de constituir una medida de la utilidad de
ese producto para los consumidores. Permítanme elabo-
rarlo. En un mercado monetarizado moderno, la presión
continua ocasionada la demanda de un bien de consu-
I mo a un precio determinado generará la decisión (por
parte del área de producción del sistema) de producir ma-
l
I yores cantidades de dicho bien. Por lo tanto, esta forma
institucional del mercado puede considerarse como una
organización para la toma colectiva de decisiones, que
faculta a los consumidores a participar, enérgicamente,
en la toma de decisiones con respecto a las actividades
productivas. Sin embargo, los consumidores toman es-
tas decisiones sin contar con información o referencias
sistemáticas sobre los aspectos particulares de las activi-
dades productivas implicadas, o acerca de las conse-
cuencias materiales (c3 - cI7)de estas actividades, que
difieren del bien de consumo producido y de su precio.
En un mundo de economía vacía, estas últimas po-
drían considerarse como las únicas consecuencias mate-
riales relevantes, puesto que las otras consecuencias
materiales de la actividad productiva, como los dese-

2 Así pues, por ejemplo, cualquier preocupación que pudieran tener con respecto a
las condiciones laborales, a la protección de las reservas ambientales locales o al
cumplimiento de los derechos, en cuanto a patentes o derechos de propiedad, deben
transmitirse por medios institucionales distintos a los mercados y precios, princi-
palmente mediante una legislación especial.
chos, no tendrían efecto sobre el bienestar humano si de-
saparecieran a través del reciclaje y la disipación del
ecosistema. Por otra parte, en un mundo pleno esto deja
de ser cierto. Estas otras consecuencias materiales no de-
saparecen: e! consumidor está "comprando" junto con la
mercancía, todo un paquete de consecuencias materiales
donde varios de sus elementos afectan de manera decisi-
va y negativa el bienestar del consumidor, pero donde el
l
vínculo entre la decisión y estas consecuencias permane-
1
ce invisible. Efectivamente, el índice del precio de la 1
I
mercancía vuelve engañoso este vínculo. Etconsumidor l
toma la decisión de comprar poniendo en la balanza el l
costo del bien contra la utilidad que espera recibir del
mismo. Sin embargo, mediante el acto mismo de la com-
pra también emite su voto en otro proceso de toma colec-
- tiva de decisión, y provoca como resultado, toda una
serie de consecuencias distintas generadas por la activi-
dad productiva. Y éstas ya no se reciclarán ni disiparán.
Permanecen como consecuencias definitivas de una de-
cisión tomada con base en otras consideraciones mucho
más limitadas. Así pues, en un mundo de economía ple-
na, los consumidores son engañados por el precio del
bien de consumo, para emprender actividades de produc-
ción cuyas consecuencias no pueden juzgar y que son, en
parte, probablemente contrarias a su propia utilidad.

El principio de "el que contamina paga"


En el marco de los supuestos culturales del mundo indus-
trializado y del mercado, como está constituido en la ac-
tualidad, los ambientalistas, los economistas y los
políticos especializados luchan por superar este descon-
cierto mediante el establecimiento de un sistema de pa-
gos extras y multas a las corporaciones comprometidas
I>rvcr.\.~rla~l
c~rrliuralglobal ten ttn "ntundo c(c economía plena"

con actividades productivas contaminantes, para que es-


tos inconvenientes se hagan visibles, finalmente, en el
precio de cada bien de consumo. Esto permitirá o forzará
a los consumidores a tomar en cuenta un rango más am-
plio de consecuencias, al momento de seleccionar y votar
a favor de actividades alternativas de producción. No
hay duda de que esto puede constituir un medio efectivo
para influir en las actividades productivas y limitar ries-
gos ambientales específicos en el marco de las institucio-
nes existentes. Como solución general para remediar el
fracaso estructural de las instituciones económicas mo-
dernas en un mundo pleno, me permitiría caracterizar a
este remedio como un artilugio frívolo. Su eficacia de-
pende enteramente de tres supuestos por demás iiísoste-
nibles: 1) un conocimiento perfecto: en el sentido de que
todas las consecuencias de cualquier actividad producti-
va, así como sus ramificaciones a través del ecosistema
global, son conocidas y con toda seguridad conocibles;
2) una adecuada para medir y asignar pa-
gos extras ambientales en toda actividad productiva:
esto requeriría de una burocracia que empequefiecería a
esas instituciones socialistas de planificación y estable-
cimiento de precios que están siendo eliminadas en la mi-
tad del mundo por SU falta de sentid0 práctico; y 3) la
voluntad política y el poder de instnimentación del go-
bierno global frente a: a) la coacción que representa el
"dilema del prisionero", en el sentido de que las frágiles
coaliciones fraguadas por 10s regímenes de estado del
mundo son tales que resultaría suicida buscar políticas
idealmente óptimas si ---~omo es de esperarse- existe
mala fe; y b) las relaciones de poder, como están consti-
tuidas, a las corporaciones multinacionales y
demás instituciones finallcieras y bancarias, con intere-
Frcdrik Harih

ses más limitados que la optimización del bienestar hu-


mano, que bloquearan eficazmente ía imposición de
pagos que no les convienen.
Se necesita algo mucho más fundamental: institu-
ciones nuevas que faciliten decisiones racionales a nivel
individual y colectivo en condiciones de mundo pleno, y
una moralidad humana que pueda guiar estas decisiones
de tal manera que aseguren el futuro de la vida en el pla-

¿Dónde interviene la antropología?


Existen dos razones por las cuales los antropólogos de-
ben considerar con particular atención estos temas ur-
gentes: 1) las cuestiones planteadas tienen
implicaciones con amplias ramificaciones y requieren
una perspectiva holística de toda la organización social,
de la cultura, de la moralidad de las acciones y opciones,
así como de las visiones alternativas de una buena vida; y
2) aun aquellos ambientalistas, economistas y escritores
más comprometidos parecen ignorar los hechos de la di-
versidad cultural global contemporánea y trabajan desde
una visión etnocéntrica homogeneizante y unidireccio-
nal. Por lo tanto, son incapaces de cuidar los intereses de
toda la población del planeta y de apreciar la amplia
gama de opciones disponibles para el futuro. Los antro-
pólogos parecen ser los únicos en darse cuenta de que el
Horno sapiens, como especie, es conductualmente poli-
morfo3-nos referimos básicamente a cambios y opcio-

3 Nosotros los antropólogos hemos aprendido esto a partir de tina sinergia de niu-
chos tipos de información la diversidad etnogrhficade hhbitos alimentarios, lavi-
vienda, las relaciones de apareamiento y crianza y las estructuras gnipales, de una
nes en el comportamiento humano- y más aún, que la
variación cultural no es solamente el legado de un pasado
tribal, sino que también está en creación constante a tra-
vés de los procesos normales de la vida humana. Solicito
a los colegas que se comprometan a representar y a utili-
zar sus percepciones de que las vidas humanas son me-
nos transitivas y con~parables,a nivel mundial, de lo que
supone la mayor parte del discurso ambientalista; que las
concepciones de los futuros humanos están siempre cul-
tural e históricamente situadas, y tienen que luchar para
trascender estas limitaciones; y que la diversidad cultu-
ral global representa una forma preciosa de capital o re-
curso comparable a la biodiversidad.
Las mismas instituciones que en la actualidad no
pueden resolver la situación de mundo pleno son las que
también están en proceso de destruir el capital cultural y
las vidas humanas que se basan en éste, y existen funda-
mentos mucho más poderosos que el mero relativismo
moral de resistir a esta destrucción. Algunas actividades
y orientaciones culturales son obviamente mucho más
perniciosas, en términos globales, que otras y las solucio-
nes a la crisis del mundo pleno deben encontrarse anali-
zando y descubriendo las conexiones y alternativas en un
rango 10 más amplio posible de modos de vida hlimanos.
, 10 tanto, sugiriendo: a) la necesidad de recons-
~ s t o ypor
truir nuestra sensibilidad y moralidad para que se ade-
cuen mejor a los enigmas de la condición de mundo
pleno, y b) acelerar más nuestro conocimiento sobre la

visión multicEntricade la historia de la cultura; y del conocimiento de tina diversi-


dad de adaptacionese~~í6glcas, entre otros. En el mejor de loscasos, otros cientifí-
cos social.es contemplan rangos desiguales de ascenso a una condición modcriiii
(ICase occiderital) del mundo.
1;rcdrlk Harlli

organización social y sus vinculaciones conductuales,


para empezar a usarlo en resolver 10s problemas esencia-
les de la crisis del mundo pleno. Necesitaremos institu-
ciones nuevas y una nueva moralidad.

Una moralidad transcultural más adecuada


Observemos cómo han sido modificados ciertos paráme-
tros estratégicos en las relaciones de las poblaciones hu-
manas con distintas perspectivas culturales, en esta
nueva situación global de mundo pleiio.: La reposición de
recursos en un mundo vacío estuvo centrada en la explo-
ración, apropiación y control (es decir, constituyó un es-
tímulo para el imperialismo que tan habitualmente
condenamos y para el neocolonialismo que deploramos).
Sin embargo, en la actualidad el imperialismo ya no es el
tema central y ciertamente no es el que nos esforzamos
por identificar y desenmascarar. En el paradigma emer-
gente de un mundo de economía plena, la atención se
traslada de la fuente al sumidero, aunque ambos están
distribuidos de manera muy distinta. Las fuentes están
localizadas específicamente en lugares particulares del
mundo. Los sumideros son a menudo funciones abierta-
mente accesibles que se disuelven a nivel global -a tra-
vés de la atmósfera, los océanos y el calentamiento
global- o pueden ser obtenidos como un derecho para
depositar desechos concentrados peligrosos.
Hoy día, las estrategias emergentes de dominación
no requieren de la conquista imperial, ni siquiera del con-
trol neocolonial: necesitan retener los bienes de consu-
mo y diseminar las demás consecuencias de la
producción, para que sean los vientos y las corrientes los
que puedan esparcirlos sobre los débiles y los pobres, 10s
Diversidad niitiiral glohr1l en un "mundo ~ l ccc~r~on~t'a
c plena "

que no reciben ningún beneficio y sí la mayor parte de las


desventajas. Asimismo, los artefactos de alta tecnología
que protegen localmente de las consecuencias nocivas,
tendrán un gran alcance en los lugares donde se consu-
men las ganancias, y ninguno donde estas consecuencias
se difunden. Así pues, los habitats y las vidas de los de-
más pueden destruirse sin imperialismo y sin la infiltra-
ción neocolonialista. Gran parte de 10 que sucede puede
eliminarse discretamente del panorama político insertán-
dolo en los procesos mercantiles O disfrazándolo con en-
foques tácticos" del discurso ambiental global.
Necesitamos ideas ingeniosas y también ideales para de- ,

senmascarar dichas formas de dominación. De no ser


así, 10s avanzados económicamente, miles de millones
dentro del mundo postindustrial, podrán escoger los bie-
nes de consumo basándose en etiquetas de precio enga-
ñosas y manteniendo un nivel de conciencia limitado en
cuanto a los costos que, en su mayoría, están siendo en-
viados a otras partes, abusando de otros que viven de ma-
nera distinta. Los antropólogos deberían esforzarse por
articular: 1) el conocimiento de estos procesos; y 2) una
moralidad que aborde estas desigualdades globales me-
jor de lo que lo hacen las ideologías desgastadas en la
época de mundo vacío.

Las contradicciones inherentes a los esfuerzos de


desarrollo del Tercer Mmdo
Es necesario criticar también las ~onceptualizacionesde
"desarrollo" de los téminos establecidos por la nueva
condición de mundo pleno. ESnecesario volver a evaluar '

los esfuerzos por promover una mayor igualdad median-


te la ayuda al desarrollo, realizados en el nombre de una
moralidad de mundo vacío, para que las masas de pobres
tengan también a su disposición los bienes de consumo
de la producción técnica e industrial. Los criterios de
simple humanitarismo siguen siendo totalmente válidos,
pero podrían ya no ser adecuados para distinguir los es-
fuerzos benignos, de los perjudiciales. Es muy probable
que las medicinas, libros escolares y servicios de trans-
porte transformen modos de vida que son menos destruc-
tivos dentro de un mundo pleno, en otros más
destructivos y más rápidamente de lo que lo hace la Coca
Colay la Levi's. Por lo tanto, continuando con el razona-
miento dentro de la limitada esfera del bienestar mate-
rial: si los esfuerzos de desarrollo habrán de juzgarse en
términos del conjunto de sus consecuencias materiales
en un ambiente global y para una población global, cier-
tamente que no se les podrá estimular simplemente por-
que contribuyen al crecimiento del producto regional
bruto de una región subdesarrollada. ,

Lo anterior nos remonta a posturas antropológicas


oonocidas que argumentan en defensa de otros modos de
vida; 'pero trae consigo una urgencia mayor y un conjun-
to adicional de fundamentos para la discusión. A lo largo
de los últimos decenios se ha presentado un enorme inte-
rés de las poblaciones del Tercer Mundo por obtener los
bienes de consumo de la producción industrial, y tam-
bién se han presentado cambios estructurales profundos
en el modo de producción del Sur, transformando cada
vez más su organización y su tecnología para concordar
con las del Norte. Ambas tendencias han sido fomenta-
das y encubiertas mediante la ayuda y el desarrollo. Pero
el resultado ha sido que, aquello que alguna vez tuvo el
carácter de diferencia cultural, se ha convertido cada vez
más en una diferencia entre riqueza y pobreza; y los es-
fuerzos por cerrar esta creciente brecha de desigualdad,
impulsados por una solidaridad completamente admira-
ble, están dirigidos de modo que atraen mas y más pobla-
ción -y cada vez con mayor dinamismo- a esas
mismas actividades de producción y consumo que son
las más perjudiciales en un mundo pleno. El siempre se-
cundario y hoy poco menos que ausente discurso sobre
un desarrollo "alternativo" y sobre escenarios tecnológi-
cos "adecuados", podría fortalecerse radicalmente me-
diante su integración a este paradigma emergente de
tensión ecológica global y economía de mundo pleno. Es
imperativo que los a n ~ o p ó l o g encuentren
o~ maneras efi-
caces y prácticas para mejorar la integridad de otros mo-
dos d e vida que combatan estas tendencias y
reconstmyan la fuerza de modos de producción y de vi-
siones de la buena vida, cuyas consecuencias sean más
benignas en un mundo pleno.

El abordaje de estos temas desde la perspectiva


antropológica
Con todo, la tarea más vasta es utilizar lo que se ha logra-
do a través del análisis antropológico (comparativo 0 de
otro tipo) para influir en el pensamiento, el debate y la ac-
ción en las áreas medulares del crecimiento económico y
la destrucción del habitat global. Es indudable que con
percepción y talento se inferirán y construirán desde la
perspectiva antropológica, lo que podría ayudar a: expo-
ner las tendencias nocivas, destruir las ideas y organiza-
ciones que las dirigen y modelar visiones alternativas de
lo que puede ser la vida humana. Para lograrlo, es nece-
sario combinar las fortalezas de nuestra tradición de mi-
cro investigación sólida, capaz de sacar a la luz las
realidades de las vidas humanas, con nuevas aptitudes en
el análisis de las comparaciones y tendencias globales;
también se requiere comprometer a los responsables de
las políticas y al público en general con estas inquietudes.
En vez de enfocar la atención del lector hacia direcciones
determinadas, en este trabajo he sido intencionalmente
tentativo y general con respecto a cuáles pueden ser las
percepciones y los talentos requeridos. Lo hice así por-
que es necesario que cada uno de nosotros haga un es-
fuerzo original y creativo, con una vanguardia lo más
amplia posible, con objeto de movilizar a la antropología
para que emprenda e influya sobre el rumbo del debate de
estos temas en extremo urgentes.
de ccr~nnoniiupleno "
Divcrsirlud nrllurul g/o:lr,haien 1111 "n>u)tdr~

Obras consaiItadas

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Our Common Future. The BrundtlandReport. Ox-
ford, Oxford University Press, 1987.
Perspectivas globales de la antropología:
problemas y prospectivas
Eric R. Wolf
0 Q

En la actualidad, es importante explorar las posibilidades


de una antropología encaminada a comprender los pro-
cesos que atraen a sociedades y culturas hacia las relacio-
nes globales. Sin embargo, no debemos engañarnos y
creer que estamos a punto de descubrir algo totalmente
nuevo: este aspecto de nuestra tarea ha estado siempre
implícito en la definición de antropología como estudio
comparativo de la humanidad. Nuestros trabajos tienen
predecesores. Es necesario aprender de ellos, desechan-
do 10 que no fructificó y tomando en cuenta lo que si fie
productivo y que podría servimos ahora.
Con respecto a este tema, debemos recordar el lega-
do de Angel Palem (1974,1976,1977),quien creía firme-
mente en la antropología como búsqueda permanente y
acumulativa de preguntas correctas y respuestas aprove-
chable~.siguiendo este espíritu, quiero delinear las for-
mas en que los empeños pasados pueden contribuir a
nuestras tareas actuales.
Generalmente, 10s historiadores de nuestra discipli-
na indican que el curso de la antropología se desarrolla en
tres etapas: las teorías evolucionistas iniciales fueron
substituidas por el difusionismo y éste a su vez cedió el
Errc R IVolf

paso a la crítica de los funcionalistas. Desde mi perspec-


tiva, estos enfoques no son mutuamente excluyelltes,
sino complementarios, en especial cuando se analiza su
importancia para una antropología global. Trataré de in-
dicar por qué debe ser así.
Recordemos que las perspectivas evolucionistas su-
ponían la unión de la humanidad y una carrera unitaria
para ella que unía a los antepasados -pasados y contem-
poráneos- con sus cada vez mejores descendientes. La
evolución de la cultura humana se consideraba como un
movimiento lineal a través de etapas sucesivas o umbra-
les tipológicos llevando, de lo simple a lo complejo, lare-
lación humana con la naturaleza, las relaciones de los
seres humanos entre sí y las acciones de la humanidad.
Toda sociedad, y cultura particular, se consideraban
como un ejemplo independiente de logro cultural y se si-
tuaban en la posición correcta en la escalera del progreso.
Este procedimiento ya no es aceptable. No obstante, en
el contexto de una antropología global, todavía podemos
aprovechar las perspectivas descubiertas por los evolu-
cionistas acerca de la evolución de los sistemas consumi-
dores de energía y sobre el desarrollo de la complejidad
organizacional, siempre y cuando arranquemos el velo
de la moral victoriana con respecto a la razón y el progre-
so que, originalmente, envolvía a estas teorías.
Los difusionistas posteriores criticaron esta concep-
l
ción de ruta lineal que lleva de la bestialidad ancestral a la
civilización. Cuestionaron el método de asignar en los
peldaños indicados de la escalera del progreso a las ac-
tuales poblaciones portadoras de cultura. Invocaron más
bien, los fenómenos de contacto e interacción entre di- 1
versas culturas pasadas y presentes. Al igual que los evo-

44
lucionistas, postularon una humanidad común pero Ia
visualizaron construida de múltiples culturas, a partir de
donaciones culturales recíprocas. Cabe observar que
muchos difusionistas no rechazaban las perspectivas
evolucionistas colno tales, sino que condicionaban la
evolución a la acumulación y recombinación de elemen-
tos culturales adquiridos en el transcurso de la interac-
ción.
El término "evolució~~ muitilineal" introducido ori-
ginalmente por Robert L O Wincorpora
~ esta interpreta-
ción. Los procesos evolucionistas conducentes a un
control cada vez mayor de la energía, o creadores de una
organización más compleja, llegaron a entenderse como
el resultado de relaciones interactivas en áreas culturales
y esferas de interacción Y no como logros independientes
de sociedades aisladas con culturas totalmente cerradas.
El esfuerzo actual por concebir una antropología global
puede construirse con la ayuda del conocimiento que
nuestros tan difamados antepasados alcanzaron, en cuan-
to a la manera de hacer cultura a partir de interacciones
particularizadas en el tiempo y el espacio. Las culturas se
modelan a partir de los contextos, reaccionan ante ellos,
incorporan estas reacciones y llevan los efectos al en-
cuentro de nuevos contextos interactivos. Hasta 10s
ejemplos de progreso 0 transformación evolucionista de-
ben entenderse como resultados de una interacción y no
como descubrimientos idiosincrásicos.
Si el difusionismo surgió corno una respuesta crítica
a los programas evolucionistas lineales, el funcionalismo
se desarrolló como critica al difusionismo. Los funcio-
nalistas se oponían a 10 que llamaban "historia conjetu-
ral", fundamentada en la distribución geográfica de los
rasgos culturales. En la medida en que consideraban im-
posible hacer historia, optaron más bien por concentrarse
en las sociedades y culturas existentes en tanto sistemas
integrados respondiendo a necesidades humanas. Esta-
mos en deuda con los funcionalistas por enseñarnos a in-
dagar y analizar las relaciones funcionales, aunque ya no
compartamos su recelo por la historia. Hoy podemos ha-
cer historia mediante el uso disciplinado de testimonios
documentales y verbales, y aprender mucho sobre la ma-
nera en que los pueblos del mundo se comprometían en
relaciones más extensas con los demás. Asimismo, po-
demos alejarnos de su perspectiva de considerar a cada
sociedad y cultura como un cuasi-organismo en el cual
todos los elementos estaban ceñidos en un abrazo funcio-
nal. En la actualidad, al analizar los ordenamientos hu-
manos dentro del revuelo ocasionado por los procesos
globales, es necesario que demostremos la integración
antes de darla por hecha.
Pero también hemos aprendido que solamente en los
casos más extraordinarios, las esferas de interacción se
dan aisladas unas de otras. En general, esferas de interac-
ción más estrechas se conectan con otras más amplias,
macroesferas con superesferas, y se requiere de un cono-
cimiento adecuado para reconciliar estas conexiones.
Este punto surgió hace más de sesenta años cuando los
antropólogos ampliaron sus observaciones participantes
y sus entrevistas a los caseríos, aldeas y pueblos de socie-
dades modernas complejas. En México, Robert Redfield
fue el primero en explorar la relación entre el pueblo de
Tepoztlán con la "ciudad" encarnada para él en La Capi-
tal. Luego, Redfield fue más allá de este simple dualis-
mo y estudió (1 955) ordenamientos más diferenciados de
comunidades dentro de otras comunidades, de un todo
dentro de otro todo. Por ÚItimo, buscó abordar civiliza-
ciones enteras, en especial sus particulares sistemas cul-
turales de comunicación. En este intento, manifestó
conceptos evolucionistas al contemplar una incorpora-
ción sucesiva de más antiguos y pequeños "todos" en
nuevos niveles de integración (Redfield, 1942), concep-
tos que también guiaron a Julian Steward (1950).
Estas aproximaciones nos enseñaron mucho, pero
también resultaron restrictivas. Pienso que las limitacio-
nes pueden encontrarse en la manera misma en que fue-
ron definidas inicialments las ciencias sociales,
postulando un dominio del sui generis social y adscri-
biendo a Ia interacción social una dinámica esencial pro-
pia. Lo anterior las impulsó a considerar a las unidades
sociales -hogares, aldeas, pueblos, regiones y nacio-
nes- corno entidades sociales cerradas, definidas prjn-
cipalmente por su socialídad interna, y produciendo cada
una, un universo social característico propio. Así, la so-
ciedad podía visualizarse de modo simplista, como un
edificio erigido con la suma de dichas unidades a manera
de bloques de construcción; cada cultura se abordaba de
manera similar, como un dominio de la "~~stumbre", con
una dinámica propia "incluida" en estas unidades socia-
les distintivas. Lo que 10s funcionalistas subrayaban era
que la interacción social y la costumbre pueden tener as-
pectos formales, pero tienen funciones que desempeñar
al servicio de las necesidades psicobiológicas o de las de-
mandas sociales. Aun así, este modo de
análisis fundamentaba todavía SU investigación en el es-
tudio de la interacciÓn social Como tal.
No obstante, podríamos preguntarnos si las referen-
cias a las necesidades Y estructuras son autoevidentes o
autoexplicativas, o bien, si las necesidades y estructuras
no requieren autoexplicarse. Podemos comprobar este
punto analizando el trabajo de Julian Steward quien ha-
bía desarrollado una forma de estudio que llamó ecología
cultural y buscaba explicaciones en la interacción de gru-
pos de portadores de cultura con microambientes parti-
culares.
Sin embargo, cuando empezó su estudio sobre Puer-
to Rico, a finales de la década de los cuarenta, Steward
enfrentó un nuevo problema adicional que planteaba in-
terrogante~acerca de la relación de los ecosistemas loca-
les o regionales con los procesos generados por un
capitalismo transformador. Al describir detalladamente
cómo la gente de Puerto Rico extraía energía de sus habi- 1
tats específicos, no podía mostrar por sí mismo que la
producción de diversos cultivos se vería jacilitada, mas
no dictada por el medio ambiente de la isla (Steward, I

1956). La elección específica de las cosechas estaba regi-


da por las operaciones del mercado capitalista, bajo la
égida política de los Estados Unidos, esto es, una dináini-
ca no local mucho más amplia.
Para comprender sistemas como el de Puerto Rico, la
ecología cultural necesitaba abordar la noción de que,
I
entre humanos, ciertas relaciones sociales estratégicas
intervienen entre el medio ambiente y sus ocupantes. Es-
tas son las que Marx llamó "relaciones sociales de pro-
ducción", relaciones que controlan la movilización y
despliegue del trabajo en la transformación de la natura-
leza por la sociedad. Marx argumentaba que estas rela-
ciones generan fuerzas que no se detienen en los límites
de escenarios sociales específicos, sino que los atravie-
san y van más allá de su alcance. Los mamistas también ¡
sostenían que, en la medida en que estos modos de con-
trol no habían estado siempre presentes, sino que tenían
una historia, la investigación histórica podría producir un
conocimiento de su desarrollo. Hoy día, las vicisitudes
de la política contemporánea amenazan con ocultar estas
percepciones, pero una antropología global evitaría ese
riesgo.
Esta lección se introdujo en la antropología a finales
de la década de los cincuenta cuando los científicos so-
ciales -especialmente latinoamericanos- comenzaron
a abordar el tema de los diferenciales de poder entre so-
ciedades, regiones y comunidades enteras, así como en-
tre las personas. Al principio este cuestionamiento tomó
la forma de teoría de la dependencia, que intentó abordar
la asimetría de los mercados y el poder entre las poten-
cias de la metrópoli y los países menos desarrollados
(PMD). Este interés en las asimetrías del poder y del in-
tercambio se desarrolló en un contraste consciente con
las teorías de aquel momento sobre los procesos de mo-
dernización.
1 André Gunder Frank fue uno de los primeros en ob-
servar la permanente colocación jerárquica y asimétrica
de distintas regiones contemporáneas del mundo dentro
del sistema global. Frank (1966) también planteaba la
pregunta -paradójica sólo en apariencia- de qué había
detrás del "desarrollo del subdesarrollo" en un mundo
donde todos tenían que estar desarrollándose. Muchos
llegamos a damos cuenta de que para responder a esta
pregunta hacia falta la historia, un nuevo tipo de historia,
más orientada hacia la comprensión de las estructuras
económicas y políticas y menos hacia la aclaración de un
I suceso.
f i r c R H'ao

Las teorías de la modernización, frente a las cuales


los dependentistas y Frank desplegaron sus argumentos,
se entienden mejor como un renacimiento del evolucio-
nismo unilineal. De hecho, las teorías estaban estableci-
das en dos variantes: una occidental y capitalista; la otra
oriental y socialista. Ambas versiones tomaron el desar
rrollo europeo occidental del feudalismo al capitalismo
como el esquema rector en la interpretación de la histo-
ria. La diferencia residía en que la variante occidental
consideraba al capitalismo como la etapa final del desa-
rrollo, mientras que el modelo oriental proyectaba una
trascendencia del capitalismo a, través de "la construc-
ción del socialismo en un país" (~talin).Ambas perspec-
tivas, empero, abrazaban la noción de que el desarrollo
dependía de la liquidación de formas adscritas de organi-
zación tradicional. Ambas buscaban el cambio a través
de la industrialización y la organización a gran escala.
Ambas consideraban al desarrollo como la repeticióii,
hasta cierto punto, de la "historia de éxitos" europea.
Las dos variantes se manifestaban en una distribu-
ción complementaria y hostil, pasando cada una por alto
el núcleo sobresaliente de la otra, a medida que las dos
versiones se volvían más ortodoxas bajo los imperativos
de la competencia política. La variante occidental ponía
el acento en la capacidad de elección y la movilidad indi-
vidual. Postulaba además, un horizonte infinito de nece-
sidades humanas que el mercado habría de satisfacer.
Determinaba el origen de la diferenciación social, inclu-
yendo la'estratificación, en la capacidad de elección y de
correr riesgos eil los mercados, pero ignoraba los temas
relacionados con la estructura y hegemonía de clases. La
variante oriental, por su parte, recalcaba la lucha y domi-
nación de clase en el Estado. Consideraba que la diversi-
g/»ho/C.V de la anrropologia: proh/cmas ypr,spcc~,va,c.
I'er.~pcciivu.~

dad de necesidades era limitada y controlable mediante


la sanción social y política. Abogaba por la industrializa-
ción y por las organizaciones a gran escala, pero prestaba
poca atención a los efectos de la diferenciación y movili-
dad social consecuentes. Al definir la política sólo en tér-
minos de clase, también reducía la posibilidad de la
competencia política en el desarrollo de grupos de inte-
rés.
Ambas variantes también adolecían de interpreta-
ciones simplificadas y rígidas de la historia. La variante
occidental no tomaba en+c,uenta10s cuatro interminables
siglos de agitación provocada por la constitución de los
Estados y la diferenciación de mercados, que acontecie-
ron entre la sociedad tradicional feudal del siglo XIV y el
advenimiento del industrialismo. Asimismo, excluía de
su visión, las relaciones depredadoras de Europa con
otros continentes. La variante oriental, por su parte, sim-
plificaba demasiado el curso del desarrollo a través de su
visión de un movimiento evolucionista lineal desde el
feudalismo al capitalismo y luego al socialismo y, por lo
tanto, ignoraba las complejas interacciones y las vias de
cambio en los tres Mundos: el Primero, el Segundo y el
Tercero.
los años sesenta, los intentos por ampliar los limi-
tes de la para incluir aspectos de economía
política y cuestiones históricas representaron el principal
desafio para esta disciplina que se había forjado en la ob-
servación participante de poblaciones específicas en íu-
gares Ahora, los antropólogos
enfrentaban un universo de referencia de mayor profun-
djdad histórica y con Una escala geográfica mucho más
amplia. ~1 retomo de las perspectivas evolucionistas fue
I+tc R Wolf

un síntoma de este desafío, puesto que instaba a 10s antro-


póiogos a explicar el llamado Tercer Mundo, es decir,
aquella parte del planeta donde 10s antropólogos habían
aciumulado gran experiencia. Pero también les corres-
pondía vincular sus conocimiento^ locales con las teorías
de modernización de la transición socialista: esto resul-
taba difícil para personas entrenadas en una metodología
altamente localista.
Sin embargo, así como la antropología se vio ante
este nuevo desafío, también surgió un cambio importante
dentro de la disciplina. Esto se debió inicialmente a la
aparición del estructuralismo francés. La antropología
siempre había estado influenciada por la lingüística, pero
el estructuralismo francés otorgaba especial primacía a
la lingüística de Ferdinand de Saussure, como modelo
rector para el estudio de la cultura. La principal caracte-
rística de esta lingüística es que trataba al lenguaje como
un sistema de signos cuya capacidad para crear signifíca-
dos dependía de la relación mutua y no de los objetos del
mundo fuera del lenguaje.
El estructuralismo antropológico francés aplicó esta
idea a la comprensión de la cultura como un sistema de
signos interdependientes. El mundo proporciona ele-
mentos a partir de los cuales la mente construye estos sis-
temas, pero no determina cómo s e organizan
internamente ni cómo conceden significado al mundo.
Así, el estmcturalismo invirtió los conocimientos que
habían permitido explicar el mundo a través de la refe-
rencia a su materialidad. Tanto la ecología como la orga-
nizaciói~social se percibían ahora delineadas en la mente
antes de que la actividad humana se hubiera desplegado
en el mundo. A pesar de que Lévi-Strauss (1966) recono-

52
ció formalmente la "indiscutible primacía de la infraes-
tructura", la lógica de este "viraje lingüístico" excluyó
toda casualidad fuera del control del sistema cultural de
signos. En esta perspectiva gramatológica de la cultura,
como lo expresó Sahlins (1985, p.147), no podía existir
ninguna "percepción inmaculada".
Así pues, justo cuando a la disciplina se le exigió am-
pliar su escala y su alcance para incluir más acerca de lo
que estaba sucediendo en el mundo, muchos antropólo-
gos se refugiaron nuevamente en el estudio de culturas
particulares, esta vez entendidas no como cuasi organis-
mos integrados funcionalnrente, sino como sistemas de
significados independientes Y totalizadores. Ahora, cada
cultura habría de estudiarse corno un cónjunto de textos,
presentados a través de un sistema característico de re-
presentaciones mentales. Esto coincidió, irónicamente,
con una etapa de intenso surgimiento'de la migración
transnacional, un flujo mundial de bienes de consumo a
través de las fronteras nacionales y un incremento impor-
tante de la densidad e intensidad de las comunicaciones
mundiales.
Irónicamente también, 10s antropólogos optaron por
la vía de una lingüística que ponía de relieve los sistemas
gramatológicos cerrados y estáticos, en lugar de inspirar-
se en la etnografia del habla que se desarrolló al mismo
tiempo. Este interés por el lenguaje en la acción social
--que mucho le debe al trabajo de Malinowski sobre el
lenguaje, como se presentaba en contextos sociales espe-
cíficos (1935)- se ha convertido mientras tanto en un
campo dinámico que estudia el discurso como parte de la
comprensión del trabajo de la cultura en la vida' social.
Er~cR Wol/

Frente a esta desviación en el desarrollo de nuestra


disciplina, es necesario que analicemos de nueva cuenta
nuestro juego de herramientas intelectuales, en especial
nuestro concepto central de cultura, 10 que plantea diver-
sos tipos de interrogantes. En p h e r lugar, tenemos que
enfrentar el impasse lógico que nosotros mismos crea-
mos, al visualizar la mente como totalmente determinada
por la cultura y que no puede percibir, observar o experi-
mentar nada en la naturaleza o en la sociedad que se en-
cuentre más allá de los límites del sistema de signos. Con
esta manera de pensar, no habría existido historia acumu-
lativa en ninguna parte del murido. En segundo lugar, de-
bemos escapar de la trampa gramatológica poniendo
atención a las refinadas críticas teóricas sobre la total ar-
bitrariedad de los sistemas de signos (Friedrich, 1979).
En tercer lugar, debemos cuestionar la idea de que cada
cultura es un sistema maestro de significados separados,
ya que es evidente desde el punto de vista histórico que
las culturas siempre se han prestado unas a otras, y cuan-
do la evidencia etnográfica nos demuestra constante-
mente cómo en la interacción continua entre culturas, el
establecimiento de fronteras se objeta y trastorna ince-
santemente.
Permítanme examinar con atención este último
tema. En especial quiero señalar que la cultura es un fe-
nómeno variable y distributivo, más que homogéneo y
unitario. Cualesquiera que hayan sido las deficiencias de
los difusionistas, insistieron en esto y aemostraron desde
el punto de vista etnográfico la frecuencia de las transfe-
rencias culturales a través de las fronteras gmpales,
creando vínculos de conocimientos convergentes entre
gnipos que en ocasiones luchan y otras veces se despo-
san. Esta "transculturación", como la llamó Fernando
Ortíz, no crea uniformidad sino heterogeneidad y dife-
renciación.
Resulta también evidente que estos repertorios de
formas y conocimientos culturales no son iguales para
todas las categorías de personas dentro de un grupo. Di-
fieren en términos de género para hombres, mujeres y
berdaches;' son distintos según la edad y según conjun-
tos de edades; según el papel ocupacional, el conoci-
miento y la habilidad; se& el rango y la clase. Lo
anterior implica preguntamos qué mantiene unidos a to-
dos estos variados repertolrlos. Los que participan en una
interacción social común no necesitan compartir todos
los conocimientos, ni siquiera aquellos que les son más
comunes l a interacción puede avanzar con base en
unos cuantos criterios comunes que definen los marcos
de interacción (Wallace, 1961)- como cuando los pa-
cientes interactúan con 10s médicos en la clínica médica
o cuando los jardineros camboyanos tratan con los pro-
pietarios de casas en un suburbio californiano.
Además, existe variabilidad de comportamiento en
la respuesta hacia ambientes Y contextos. Hace inucho
tiempo, algunos antropólogos hablaban de la "biculturi-
zación" (Polgar, 1960) de 10s hijos de 10s indios de Amé-
rica del Norte, su socialización en dos culturas, una
blanca aprendida en la escuela, en las oficinas guberna-
mentales y en el trabajo; la otra indígena y asimilada en
el contexto del hogar. Debemos considerar la idea de que
la gente aprende más de una cultura y que se puede echar
mano de estos diferentes repertorios culturales al enfren-
tarse a situaciones distintas-

* IIomosexual masculino N.dc la T


. . ,,Este tipo de aprendizaje contextual y adquisición
cultural se ha ampliado, primero con la migración niral-
urbana y luego con el gran aumento de movimientos de
a través de fronteras nacionales y continentes
enteros. Desde pequeña,'la gente combina conocimien-
tos aprendidos en un entorno cult~ral,con otros
mientos en el transcurso de la experiencia
laboral o escuchando la omnipresente televisión. En
1948; Julio de'la Fuente describió la extensión de lo que
llamó la cultura mexicana del pocho en México, para se-
ñalar los re$e'hrios culturales de mexicanos, social y
geográficamente móviles en la zona fronteriza entre Es-
tados unidos y México. Más recientemente, Ulf
~ a n n e r z(1987) habló de la criollización cultural en el
mundo, extrayendo el término "cri~llo" de lenguajes
simplificados y mixtos que crecieron para facilitar la co-
municación transcultural dentro del avanzado sistema
mundial de los Sigl& recientes.
Hoy día, todos somos pochos o criollos, aunque de-
bemos preguntarnos lo que esto significa realmente.
Educados en una tradición donde se pensaba que todos
los Jementos de una cultura estaban'estrechamente inte-
rrelacionados, ya fuera funcional o estructuralmente, los
antropólogos estamos poco preparados para situaciones
donde, al parecer, los repertorios culturales están unid'os
contextualmente, muy parecidos a los "juguetes de ar-
mar" y tan distintosa cualquier otra forma personificada
de visión unitaria. Todos somos herederos de la forma de
percibir las culturas, especialmente aquellas del llamado
mundo primitivo, como totalidades u organismos donde
todos los aspectos encajaban o estaban incmstados unos
con otros y adquirían un significado amplio a través de
un sistema de signos comunes, escenificado mediante el

5 íi
mito y el ritual. Es posible que aun las culturas antroPo-
lógicas "clásicas", en las que tenemos mucha experien-
cia, nunca hayan sido así, sino que más bien se mantenían
unidas mediante procesos organizativos de poder, con-
trol e influencia que prometían apoyo a cambio de con-
formidad y amenazaban con la pérdida de este apoyo en
caso de incumplimiento.
Si la mayor parte del aprendizaje cultural actual de-
pende de una situación y un contexto, jcómo adquieren
los conjuntos resultantes una coherencia organizada?
Una de las formas en que la antropología actual se está
planteando este tema es interesáiidose en la identidad, ya
sea que se trate de la identidad de la persona, del gmpo ét-
nico o de toda una nación. Sin embargo, las identidades
no se dan, se forman. Si las definiciones de identidad im-
plican caracterizaciones de atributos y el trazado de fron-
teras alrededor de las unidades definidas como tales en
contraste con otras, esto debe tener un contexto causal.
Además, sabemos que la búsqueda de la identidad varía
históricamente, intensificándose o disminuyendo a tra-
vés del tiempo. Por lo tanto, con la aparición del Estado-
nación y el colateral desarrollo del nacionalismo, cuya
expectativa era crear un "pueblo" unido e identificable a
partir de diferentes poblaciones con identidades propias,
hubo un aumento de la demanda de identidad. Hoy, la
demanda por identidades se ha incrementado una vez
más, precisamente en la medida en que la gente está res-
pondiendo ante los cambios de la división social del tra-
bajo, en su relación con los gobiernos, en reacción a
nuevos modos de comunicación y en la medida en que
sus repertorios culturales se van haciendo más heterogé-
neos.
Erlc X Wolf

Estos repertorios de conocimiento y prácticas cultu-


rales no se ajustan fácilmente a cualquier noción tradi-
cional de cultura como conjunto integrado de f ~ r m a Ys
significados. La gente acumula ~~pertorios a lo largo de
su vida, en la medida en que pasa de un contexto estructu-
ral a otro. Estos conjuntos de conocimientos y prácticas
podrían llamarse "archivos culturales". La gente que los
aprendió también adquiere la capacidad de desplegar un
conocimiento contextualmente relevante en el manejo de
su comportamiento en situaciones pertinentes. Dichos
archivos los llevan los individuos, pero se activan social-
mente, tanto en el sentido di: que los comparten con otros
en contextos específicos, como que los mismos contex-
tos definen o impiden el acceso a redes de relaciones so-
ciales.
Con el incremento de la movilidad social y geográfi-
ca y la intensificación de las comunicaciones, los archi-
vos así desarrollados no sólo se vuelven más variados en
respuesta a la multiplicación de los contextos, sino que
los propios contextos dejan de aprenderse y definirse pri-
mordialmente en las interacciones personales y locales.
Ahora la interacción se entreteje con los encuentros im-
personales y sólo brevemente tangenciales en las esferas
del mercado, los medios y las instituciones que detentail
el poder.
Sin embargo, me temo que caracterizar el problema
en términos tan generales aún no es suficiente: es nece-
sario tener la capacidad de relacionar los contextos de in-
teracción social con las fuerzas estructurales que los
generan, y definir sus funciones. Es indispensable, por
ejemplo, ciue captemos lo que sucede cuando los modos
de producción y distribución capitalista, y las politicas

58
que los acompañan, llegan a distintas regiones de la tie-
rra. Estamos siendo testigos del desarrollo de nuevas for-
mas y procesos de producción que utilizan nuevas
tecnologías de información, que exploran nuevas fuentes
de energía, que se benefician de métodos nuevos y más
flexibles de financiamiento y que emplean nuevas rutas y
sistemas de distribución para movilizar sus productos
(Rothstein y Blim, 1992). Estas nuevas formas compiten
con los complejos fabriles concentrados de la anterior in-
dustrialización a gran escala. Estos sistemas reubicados
de ''industrialización antes de la industrialización" se
instalan en nuevos lugares geográficos dispersos y reca-
pitulan en un plano organizacional más elevado, esta vez
mediante la combinación de características de la produc-
ción f a b d con las del taller artesanal. Antiguas regiones
medulares se desindustrializan, mientras que áreas antes
marginales pasan a formar parte de la acumulación capi-
talista.
En la esfera social, lo anterior ha llevado a la movili-
zación y el reclutamiento de nuevos tipos de mano de
obra, así como a la formación de un nuevo estrato de re-
clutadores de obreros, de personal técnico supervisor, de
intercambio de servicios Y de mediadores financieros.
Las formas concentradas de producción, donde una ad-
ministración centralizada se encarga de dirigir un gran
número de personas, están siendo substituidas por for-
mas de organización más dispersas y temporales. En es-
tas nuevas empresas, es frecuente que las funciones
ahora las desempeñen equipos de trabajadores que fue-
ron reclutados con base en el parentesco, amistad o cono-
cidos locales, mientras que 10s trabajadores eventuales
provienen de los gnipos cada vez más amplios de mano
de obra inmigrante. De esta manera, las relaciones capi-
1:rrc R. lYol1

talistas se expanden en la medida en que su base produc-


tiva se disemina, descentraliza y diversifica.
El surgimiento de estas nuevas formas de capitalis-
mo flexible pueden, simultánea y paradójicamente, re-
forzar la atracción hacia una aparente solidaridad étnica
fundamental, movilizando al mismo tiempo recursos hu-
manos p;ira actuar en un capitalismo intensificado. Más
escená'os social y culturalmente segmentados también
harán surgir políticas locales o regionales nuevas, con-
trapuestas a las demandas de los gobiernos centralizados
que "gravan y gastan" los recursos que la gente desea
conservar para sus propios fines a nivel doméstico.
Evidentemente, es aquí donde no podemos avanzar
en la causa de una antropología global sin romper con el
dilema que creamos coi1 la opción gramatológica del vi-
raje lingüístico. Necesitamos encontrar una fonna de
concebir la cultura que nos permita abordar las realida-
des de una economía política, donde los arreglos sociales
y culturales diversos y cambiantes lleven a conexiones
mutuas totalmente nuevas. Estos arreglos tienen causas
y crean nuevos entornos de poder y de producción. La
gente los experimenta como restricciones y oportunida-
des y transforma estas experiencias en archivos para en-
frentar los desafíos de escenarios cambiantes. En el
proceso también encuentra clasificaciones e identidades
asignadas o impuestas, las que incorpora o combate; y
crea nuevas definiciones acerca de quién es o en quién se
ha convertido como resultado de sus afanes. Así pues, la
construcción de identidades, también requiere visuali-
zarse en los contextos relevantes del poder y la econo-
mía, si pensanios que nuestra misión consiste en intentar
g1:lohalcs de In o~ilropolog;~:
IJ('r.~~cc.(iia~ y p,.,l,ypcc,i,,u,T
pr»h/cnta,F

explicar el mundo y no solamente en proporcionar una


diversión exótica.
La mente humana puede operar efectivamente me-
diante la definición de contrastes y la búsqueda de analo-
gías, pero estos significadores tienen también un trabajo
por delante: clasificar a las personas y establecer catego-
rías de inclusión y exclusión, de igualdad y jerarquía, de
autoridad o subaltemidad. Sin embargo, estas categorías
no son ni evidentes ni auto reforzadas; requieren del con-
senso o el oprobio social, de la persuasión o de la fuerza
para garantizar su estabilidad y eficacia.
Hasta Lévi-Strauss aceptó explícitamente (1966, pp.
234-5) que las sociedades requieren "procedimientos efi-
caces" para restringir la acumulación de posibles antago-
nismos sociales. Cuando las mujeres hawaianas
invadían la cubierta del barco del Capitán Cook para co-
merciar con los marineros ingleses, se desanimaban de
seguir haciéndolo no tanto por un juego de significadores
en sus mentes, sino por la llegada de un jefe en su canoa
guerrera. Al misino tiempo, aunque en el pasado los ar-
chivos culturales en entornos locales particulares se co-
municaban principalmente por medio de canales locales
y estaban sancionados por la autoridad local, la expan-
sión de la escala de poder y la comunicación ha traído en
casi todas partes, agentes externos y agitadores -regio-
nales, nacionales e internacionales- cuya influencia
compite y a menudo supera el alcance y la capacidad de
los aspirantes locales al poder.
Si hoy las naciones se están diversificando o desinte-
g a n d o en grupos étnicos, con toda seguridad cabria
plantear preguntas similares acerca de las identidades
formadas de esta manera. Cada grupo étnico puede tener
Eric R. Wol/

principiosjustos que lo caracterizan, su causa justa deter-


minada, expresada en su archivo particular de significa-
dores culturales. Pero a nosotros nos toca ubicar estos
principios en los escenarios de poder y los modos pro-
ductivos a los que obedecen los creadores y buscadores
de identidad, y en los cuales debe operar. Considero que
en antropología contamos con los recursos intelectuales
e instrumentales para comprender lo que sucede en el
mundo, tanto a nivil de los procesos globales como en
dominios más restringidos. Sabemos bastantes cosas,
pero necesitamos saber más. Es un trabajo que debemos
hacer entre muchos.

62
Obras consultadas

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l
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Illinois Press, 1956.

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Random House, 1961.
CAPÍTULO
111

La etnicidad: jestá en juego Ba ética global?


Roberto Cardoso de Oliveira
En este ensayo analizaré lamoralidad como tema suscepti-
ble de estudio antropológico, para. 10 cual exploraré dos
vertientes: primero trataré de explicar el concepto de *o-
ralidad conforme a la investigación interdisciplinaria y,
posteriormente, demostraré que el concepto puede utili-
zarse de modo provechoso en la investigación antropoló-
gica empírica. Ambas vertientes deben conducimos al
mismo punto de llegada: llevarnos a discutir la posibilidad
de la ética global. LOque me impulsa a abordar un tema
tan amplio es la propia extensión de la temática de la se-
sión dedicada a "Sociedad, evolución y globalizáción".
Aunque en este trabajo me concentraré en la etnicidad
como un dominio privilegiado para la obsewación empíri-
ca de los factores morales y éticos, pienso que esto no tiene
que restringir el alcance de las ideas que pienso desarro-
llar. Espero que éstas resulten interesantes no sólo a los et-
nólogos y a los especialistas en cultura indígena, sino al
conjunto de la comunidad de científicos sociales. Efecti-
vamente, la reaparición de 10s gmpos étnicos en todo el
mundo durante la segunda mitad del siglo, plantea también
temas nuevos. A menudo, estos temas han sido formula-
dos en téminos políticos 0 económicos lo que, sin lugar a
dudas, les otorga mayor .levanCia. En este trabajo preten-
do analizarlos en términos éticos, en un intento por descu-
bnr cómo se relaciona la etnicidad con la moralidad de las
1
Roherlo ('ar(1oso dc Ol~verra
1
I acciones llevadas a cabo, o respaldadas por los gobiernos
l
I nacionales. Lo anterior debería permitirme interpretar
1 estas acciones a la luz de un código ético global, lo cual es
l
1 una perspectiva poco común en la antropología.
b
La moralidad como un tema antropológico
\
La moralidad es un tema frecuentemente tratado por la fi-
l
losofia, pero muy raro en la antropología. Parecería que
los antropólogos prefieren transferir las cuestiones mo-
rales a aquellos (posiblemente los filósofos) más capaci-
tados para abordarlas. Los antropólogos pueden ser muy
precavidos para evitar que sus estudios lleguen a un ca-
llejón sin salida. Me refiero, principalmente, a temas de
valor y, por lo tanto, a los juicios de valor, ya que éstos
son inherentes a la moralidad y resultan demasiado ame-
nazadores para aquellos (y principalmente para los an-
tropólogos) que han sido entrenados para evitar el
prejuicio en todas sus formas. Sin embargo, luchar con-
tra el etnocentrismo, aunque resulte generoso y científi-
camente sólido, no debería impedimos aceptar el reto de
la moralidad, utilizando las herramientas que nos brinda
nuestra disciplina, en lugar de considerarlo como un as-
pecto importante que otros deberían analizar. Por último
jcómo juzgar las acciones de los individuos de otra so-
ciedad, que son guiadas por valores específicos de su cul-
tura? Es evidente que esto no le corresponde al
antropólogo, sino más bien a los jueces, los inoralistas, y
a los ciudadanos comunes en el ejercicio de su vida dia-
ria; se ven obligados a juzgar todas las acciones que ellos
y los demás llevan a cabo con el fin de orientar su propia
conducta. El antropólogo, en su trabajo, deberá buscar
solamente el significado de un factor moral, con la inten-
ción de comprender mejor y lograr una mayor claridad
para él, sus lectores y sus estudiantes. Con todo lo anterior
en mente, es importante regresar al tema de la moralidad,
antecesora de nuestra disciplina, como un tema susceptible
de investigación antropológica.
Deseo señalar que no tocaré la ética del antropólogo,
como científico, como ciudadano, porque es un tema que a
menudo se discute en nuestra comunidad profesional.
Además es un tema distinto y, a pesar de estar muy de
moda en estos dias, no cabe en este estudio. Pretendo tratar
los factores morales como objetos de investigación y refle-
xión en términos de moralidad y, en consecuencia, como
un concepto poderoso capaz de iluminar acontecimientos
de la vida social que no hemos podido considerar total o
parcialmente. Trataré de demostrar esto de la siguiente
manera.
Es curioso comprobar que, aunque el concepto de mo-
ralidad estuvo presente desde los inicios de la antropolo-
gía, parece haber quedado excluido como una de las
condiciones -posiblemente la principal- sobre las cua-
Ies se fundaba nuestra disciplina. Vayamos a sus orígenes
franceses (sóIo con el propósito de ilustrar mi punto de vis-
ta). Lucien Lévy-Bmhl, un filósofo con vocación antropo-
lógica, estudió primero sociología (pero después se inclinó
por la antropología). Lévy-Bruhl reflexionó acerca de la
inoralidad con especial interés en la responsabilidad, que
luego eliminó de sus supuestos metafísicos, cuando dirigió
su atención a la reconstrucción teórica de las mentalidades
(primitivas y europeas) con miras a crear una verdadera
ciencia social.' Para Lévy-Bnilh, el orden moral no podía

I Estas ideas las desarrolle en cl ensayo:'RuBo e afetividade: o pensamento de Lu-


cien Ltvy -Bnihl" donde ofrezco llna intcrprctacidn de su obra (1991).
Robcrro (brdovo de Olrverra

seguir percibiéndose en términos deontológicos, ~iorma-


tivos, sino más bien como tema de una "ciencia de las
costumbres"; en otras palabras, como tema para la antro-
pología. Esto lo experimentaba como un avance perso-
nal de su postura como filósofo hacia la de savant, o
como diríamos hoy día, científico o investigador. Sin
embargo, es irónico que la desaparición de la moralidad
como tema de investigación filosófica condujo al desuso
casi completo en el trabajo antropológico. sería justo
utilizar un cliché y decir que se nos fue el bebé junto con
el agua de la bañera. Por lo menos, eso es lo que se perci-
be al revisar la literatura antroPológica en búsqueda de
información sobre moralidad y, sin embargo, se trata de
uno de los valores fundamentales de cualquier cultura,
puesto que se trata de un componente de toda sociedad.
Otros autores modernos, cuyas obras se consideran
ya clásicos antropológicos, como Rayrnond Firth (1964)
o Louis Dumont (1966,1983) abordaron el valor en socie-
dades letradas y analfabetas, sin mencionar siquiera la
cuestión de la moralidad. Estos autores parecían más
preocupados por cuestiones axiológicas más generales,
tales como analizar la forma en que el valor se ajusta a
contextos religiosos e ideológicos y evitaban analizarlo
en términos de moralidad. Habiendo mencionado a estos
dos antropólogos, es necesario mencionar también a
Melville Herskovits (1948). Sin lugar a dudas, Hersko-
vits es el defensor más importante del relativismo cultu-
ral y su Statement on Human Rights muestra que,
aparentemente, fue uno de 10s pocos que abordaron esta
cuestión. No obstante, durante el famoso Simposio In-
ternacional de Antropología, realizado en Estados Uni-
dos en 1951, bajo el auspicio de la fundación
Wenner-Gren, David Bidney (1954) al analizar el valor,
declaró que el trabajo de Herskovits distabamucho de es-
tar exento de ambigüedades. Más adelante volveré a ha-
blar de Herskovits al examinar brevemente la relación
entre el relativismo y la moralidad. Mientras tanto, con-
tinuaré explorando el pensamiento de algunos autores
cuyos descubrimientos nos acercan -algunas veces sin
querer- al reino de la moralidad en vista de que su obra
otorga legitimidad a los juicios de valor.
En una esfera más de tipo interdisciplinario, también
vale la pena mencionar la contribución de otro antropólo-
go clásico, Clyde Kluclirloln (y colaboradores): la anto-
logía Toward a General T h e o v of Action (1962) y en
particular su ensayo parsoniano "Values and Value
Orientations in the Theory of Action". Sin embargo,
Kluckholn no examinó la moralidad, sino más bien se li-
mitó a tratar los procedimientos de valoración (declara-
ciones de valor) como un todo al que denominó
"dimensión de contenido", donde los valores morales se
fusionan con valores estéticos y cognoscitivos
(Kluckholn, 1962, p. 4 13). Obviamente la bibliografía
antropológica moderna es muy amplia y sería imposible
tratar de cubrirla toda en este trabajo, y mucho menos in-
tentar abarcar las referencias ocasionales sobre el tema
en monografias sobre culturas individuales o grupos ét-
n i c o ~aunque
, yo estuviera capacitado para lograrlo.
Regresemos ahora a la cuestión de la moralidad y el
relativismo. Herskovits presentó el trabajo ya menciona-
do, en nombre de la American Anthropological Associa-
tion ante la Comisión de las Naciones Unidas sobre
Derechos Humanos, en 1947. Se trataba de un texto su-
mamente práctico que intentó basarse en la teoría del re-
lativismo cultural de la cual 61 era el principal defensor
I<ohcrro(br<lo\o de Olri'ora

en aquella época. Después de establecer algunos supues-


tos básicos tales como: a) el estrecho vínculo entre dife-
rencias individuales y culturales significa que el respeto
por una, implica el respeto por la otra; b) la declaración
de que el respeto por las diferencias culturales está vali-
dado por el hecho científico de que no existe una técnica
de evaluación cualitativa, y c) la afirmación de que los
modelos y valores son pertinentes a la cultura de la cual
se derivan. Herskovits se mantuvo firme en su teoría en
relación con la Declaración de los Derechos Humanos,
principalmente en lo que se refiere a que lo que en una so-
ciedad se considera como un derecho humano, podría ser
antisocial en otra (Herskovits, 1947). Obviamente, esto
se basaba en modelos de libertad y justicia que, aunque
universalesper se, pueden tener un contenido distinto de
una cultura a otra. Estos relativistas culturales, según
apunta Beals, le temen tanto al etnocentrismo como a la
intolerancia, que están dispuestos, por lo menos teórica-
mente, a tolerar cualquier violación a sus modelos cultu-
rales'por parte de otras sociedades, afirmando que, sin
importar las consecuencias que esto pudiera acarrear so-
bre los demás, seguirían siendo afines con el principio de
la relatividad de los valores. Una postura así de extremis-
ta, que lleva el relativismo cultural a sus límites, descu-
bre las contradicciones de Herskovits. Beals señala que
Herskovits tuvo que admitir que, en circunstancias don-
de los sistemas políticos niegan a los ciudadanos el dere-
cho de representación o donde buscan conquistar a
pueblos más débiles, este tipo de acciones reflejan valo-
res universales negativos y que el hecho de juzgarlas ina-
ceptables no amerita que se nos acuse de etiiocentri~m~.
¿Cómo podrían reconciliarse posturas tan aparentemente
contradictorias?
/,o ctnicidad: ~csíáe11juego la iíica global?

El pensamiento anticuado y liberal de Herskovits co-


lorea su creencia de que el Estado liberal es libre de rea-
firmar sus derechos en la práctica y llegar, incluso, a
movilizar a sus ciudadanos para que los defiendan. Sin
embargo, tenemos que aceptar que también reconoció
valores que trascienden a las culturas individuales y que
por esta razón deberían quedar incorporados en la Decla-
ración de los Derechos Humanos y, por lo tanto, adquirir
un valor universal. El hecho de que Herskovits no logra-
ra ver con mayor profundidad esta cuestión eminente-
mente ética, lo atrapó rg sus propias contradicciones.
Parecería que la antropología, como disciplina indepen-
diente, no ha sido capaz de investigar a fondo la cuestión
con sus propios recursos, prescindiendo de la postura
ideológica de Herskovits. Casi un siglo después, tene-
mos que preguntamos si hemos logrado acercamos a la
solución de esta contradicción (y otras similares). Consi-
dero que el mejor enfoque es recurrir a otras disciplinas,
en especial a la filosofia. No trataré de abordar temas fi-
losóficos como la justificación última (Ietzbegrundung)
de las nomas morales o el significado de su antítesis ra-
cionalidad/irracionalidaddesde un punto de vista cientí-
fico. Esto significa también evitar la ((falacia
naturalista)), en otras palabras, no confundir las propues-
tas empíricas sobre lo que es, con las propuestas morales
sobre 10 que debería ser. Estas cuestiones, aunque im-
portantes, como muchas otras relacionadas con la inves-
tigación filosófica, no deben desviamos del asunto
substantivo que estoy analizando. Sostengo que, a pesar
de recurrir a otra disciplina, puedo demostrar en términos
antropológicos que la moralidad no es un fenómeno irre-
ductible.
Roberto Cardoso de Ol~veira

En dos ocasiones anteriores (Cardoso de Oliveira,


19goa, 19gob), recurrí al tratamiento tradicional herme-
néutico crítico de la moralidad, como la ejemplifican au-
tores como Karl-Otto Apel y Jürgen Habermas. Aunque
existen diferencias en sus enfoques, ninguna es relevante
al t e m ~ q u intento
e abordar. Para simplificar, utilizaré la
expresión de Habermas «ética discursiva))para describir
de manera muy general, el curso del razonamiento que
adoptaré, por lo menos en un principio. Solamente esta-
bleceré algunos conceptos que considero fundamentales
en la ética discursiva, para los fines de esta discusión.
Pero primero debe quedar claro que todo intento por re-
ducir algo a la ética discursiva, sería una burda simplifi-
cación extrema, dado que toda la teoría se encuentra
cambiando constantemente y es causa de gran controver-
sia. Por ahora veamos qué podemos deducir útilmente de
una obra como la antología titulada The Communicative
Ethics Controversy (Benhabib y Dallmayr71990)publi-
cada en Estados Unidos con aportaciones de Apel y Ha-
be&as, así como de sus críticos. En primer lugar, es
esencial para los antropólogos distinguir entre la costum-
bre (lo convenc'ional), Sittlichkeit en alemán, y la morali-
dad, Moralitat (o las buenas acciones basadas en
principios que los antropólogos deben identificar me-
diante una etnografía adecuada). Esto nos conduce a un
segundo concepto, el de la ética dialógica que se ocupa
de nomas democráticamente establecidas dentro de una
comunidad de comunicación y argumentación (concep-
tos apelianos por excelencia). Este concepto consiste en
substituir el yo pienso cartesiano-kantiano por el noso-
tros argumentamos. En tercer lugar, el concepto de que
la humanidad está dotada de una capacidad comunicati-
va (conforme a la teoría de Habermas) que la deja ex-
Iñi ,
crilicrdad esró cn,luegn la drrco glnhali

puesta inexorablemente a la modalidad dialógica.


Pienso que este conjunto de conceptos es suficiente para
idear un acercamiento a la moralidad y una nueva forma
de colocarla sólidamente dentro del dominio antropoló-
gico. La referencia que haremos a continuación a estos
conceptos permitirá aclararlos aún más.
La principal contribución de la ética discursiva para
replantear el tema de la moralidad en términos antropoló-
gicos fue haberse alejado del análisis axiológico tradi-
cional; en otras palabras, del relativismo como ideología
incontrovertible de la a&ropología (no sin cierta mali-
cia). Introdujo el concepto relativista sólido de que los
valores solamente pueden entenderse en contextos cultu-
rales determinados, aunque este problema también po-
dría analizarse a la luz del conjunto de conceptos descrito
más arriba. Esto significa, como pretendo demostrar,
que el concepto de cultura por sí solo, no es suficiente
para establecer de manera adecuada la cuestión de la mo-
ralidad; por el contrario, hasta cierto punto, ha servido
para obscurecer la visión del antropólogo. Y, en este sen-
tido, mi primera distinción está entre cultura, en tanto
que costumbre y normas. Lo que implica que aquello que
ya forma parte de la tradición o la costumbre no debe ne-
cesariamente tomarse como normativo. Me parece que
éste es un aspecto cmcial. Desde mi punto de vista, la an-
tropología necesita ahora aflojar el nudo gordiano para
liberamos de la contradicción antes mencionada. El filó-
sofo Emst Tugendhat acude a rescatamos cuando declara
que "es inaceptable suponer que algo es correcto o bueno
por el solo hecho de que la costumbre así lo establece sin
probar si es correcto y bueno". Considera esto no "sólo
contrario a la concepción moderna de la filosofía, sino
también a ]a concepción de la filosofía desde la época de
llohcilo ('nrdow de Olivetm

Sócrates": una actitud radical de la razón, Rechenschaft


(Tugendhat, 1988). Sin embargo, esto no significa -y es
necesario dejar bien clara esta cuestión para evitar malos
entendidos- que los valores morales no pueden incrus-
tarse en las costumbres (esto sucede a menudo en térmi-
nos generales y con mayor frecuencia en culturas más
sencillas). Podría declararse, como lo propuso Simmel,
que existe un continuum entre el polo de la moralidad y el
de la legalidad, y la costumbre se encuentra colocada en-
tre ambos. (Simmel, 1950,p. 100).~La dinámica entrete-
jida de este continuum, el hecho inismo de que la
costumbre oscila entre dos polos, demuestra que estas
tres dimensiones societales no sólo pueden, sino que de-
ben considerarse distintas. De esta manera, podemos es-
tablecer la diferencia señalada entre costumbre y
moralidad e identificar a la razón como el operador esen-
cial de esta última. Por lo tanto, podemos aplicar esta dis-
tinción al análisis de la moralidad en nuestro campo de

Etnicidad, ética y moralidad


Con respecto a los pueblos indígenas, hace ya varias dé-
cadas que me dedico a la investigación de las relaciones
interétnicas en contextos nacionales; es decir, donde un
grupo étnico detenta el dominio político del Estado, Esto
significa que cuando existen pueblos distintos convi-

2 Es importante notar que Simmel fue cuidadoso al establecer tina distinción entre
ley y moralidad Noestabade acuerdo con el punto de vistode qtie la inoralidad, la
cosluinbre y la ley se desarrollan como acrecencias de una condición geminal (al
iiiterior de una unidad normativa original) Pensaba que este estado genninal se
perpetuaen lo que llamamos costumbre y que la costumbre representa una fase de l
no diferenciación apartir de la cual, en distintas direcciones. sureen doi tbrrnnc I S
viendo en una sociedad gobernada por un solo gmpo ét-
nico, estos pueblos son minorías sociales (y étnicas) sin
importar cuantos miembros, en números relativos, sean
los que las conforman. No cabe duda de que en Arnérica
del Sur, los grupos étnicos originarios de la región son
huéspedes en sus propios territorios, que históricamente
fueron ocupados por fuerzas colonialistas. Esto es un
1
l
ejemplo formidable de lo que es la etnicidad. Abner
1 Cohen pensaba que la etnicidad es, fundamentalmente,
1 la forma que asume la interacción entre grupos culturales
que operan en contextos sociales comunes (1974, p. xi).
Cabe hacer notar que esta definición hace que el concep-
to pueda aplicarse no solamente a los grupos étnicos indí-
1
I
genas, sino que más bien lo amplía a otros grupos
culturales o étnicos cuyos destinos están en manos de un
1 Estado-nación gobernante que no les permite expresarse,
l
1
l
y tampoco tomar decisiones. En este punto podríamos
preguntarnos jcómo se comparan los valores culturales
singulares que conforman el comportamiento de estos
grupos con los valores llamados nacionales, intencional-
1 mente hegemónicos, divulgados por el Estado? Es evi-
dente que cuando los valores morales chocan entre sí, la
tensión que se genera es enorme. En este caso podríamos
hablar de una superposición entre la etnicidad y la esfera
de la ética y la moralidad combinadas. En nuestra disci-
plina, por darle preferencia al concepto de cultura obscu-
recemos este tipo de cuestiones.
En este sentido, algunas consideraciones sobre la éti-

1j ca como concepto podrían iluminar nuestras líneas de in-


vestigación. Antes que nada, debemos diferenciarla del
concepto de moralidad, aunque por razones cotidianas
prácticas, esta distinción sea meramente analítica. A la
moralidad le interesa ''lo que es igualmente bueno para
todos", mientras que la ética se refiere a algo distinto.
Abarca la necesidad de "auto-esclarecimiento", es decir,
quiénes somos y quiénes nos gustaría ser (Habermas,
1993), con el fin de saber verdaderamente cuáles son
nuestros deberes y obligaciones. Esto significa que
mientras la moralidad implica llevar una "vida buena",
en el sentido de una vida virtuosa y justa en el vivir coti-
diano, la ética eleva el deber al valor más noble de los va-
lores humanos y, por lo tanto, de los seres sociales.
Pensar en la ética en términos de deber y, al mismo tiem-
po, de responsabilidad -para utilizar el lenguaje de Ha-
bermas- es pensarla como el lugar donde los hábitos
concretos de la vida son inseparables de los deberes, y
que éstos al estar tan ligados a los primeros, pierden su
fuerza normativa (Habermas, 1989). ¿Se trata de un pro-
blema exclusivamente filosófico, o puede el antropólogo
abordarlo en el transcurso de su investigación empírica?
Desde mi punto de vista, los sistemas interétnicos l
proporcionan un ejemplo excelente del modo en que
cuestiones como la moralidad y la ética son fenómenos ¡
I
sujetos a descripción e interpretación. Intentaré ilustrar
este punto con ejemplos que yo y otros hemos observado,
donde estos fenómenos se han identificado. Se trata de
valores que, de hecho, se extienden fuera de sus respecti- l

vos sistemas culturales cuando se ven afectados por una


situación crítica (es decir, de crisis). ¿No señala la litera- \I l
tura etnológica que los sistemas interétnicos experimen-
tan situaciones endémicas de crisis (que podríamos
calificar como "fricción interétnica")? Así pues, las si-
tuaciones de este tipo son muy frecuentes. Me gustaría I
elegir una en particular porque ejemplifica el choque en-
tre valores distintos y las decisiones prácticas que pueden
resultar.
/A emiodad: je~rúcn.iuego lo dtico global?

Registré este caso al visitar a los indios tapirapé con


Charles Wagley; se refiere a la práctica del infanticidio y
a la reacción de las monjas católicas que vivían en la al-
dea. Nos enfrentamos a un choque frontal entre valores
occidentales (o cristianos) y valores tribales, especial-
mente al significado de la vida. Los indios tapirapé, que
viven en el valle del río del mismo nombre, habían esta-
blecido la práctica de eliminar al cuarto hijo. Se trataba
de una estrategia para mantener en niveles bajos a la po-
blación y asegurar la supervivencia, puesto que el ecosis-
tema sólo podía proporcionar sustento a un máximo de
mil individuos. Curiosamente, habían descubierto (a tra-
vés de una experiencia de siglos) que, con el fin de man-
tener a la población en un nivel estable, una pareja no
podía tener más de tres hijos. Una vez que la práctica
quedó establecida; iba a ser dificil erradicarla aun des-
pués de una drástica disminución demográfica que,
como constatamos al momento de estar realizando la in-
vestigación, se encontraba en un nivel de iapenas 54 indi-
viduos! Finalmente, gracias a unas cuantas iniciativas
- d e las cuales existen diversas versiones registradas-
las misioneras lograron convencer a los indígenas de que
abandonaran el infanticidio.' La positiva interacción co-
municativa que se desarrolló al interior del sistema inte-
rémico entre las misioneras y los indígenas, llevaba la
marca de una sociabilidad "democrática". Wagley y yo
pudimos observar una genuina comunidad de comunica-

3 Existen por lo menos dos versiones de esas persuasiones: documenté unaen 1957
(Cardoso de Oliveira, 1959, p. 10) y la segundaes de Cecilia Roxo Wagley, recopi-
lada en 1965 (Wagley, 1977, p. 136, nota64). Aceptando que existen algunas dis-
crepancias entre una y otra, ambas confirman el papel que desempeflaron las
misioneras en la eliminacibn del infanticidio tapirapé mediante el diálogo. ~ S e r t a
correcto decir entonces que aquí funcion6 algo seinejante al discursoo «cuasi dis-
curso» ético? Es posible que 10 podamos comprobar un poco más adelante.
Roberro ( ' a r h t o de O I ~ i ~ c r r a

ción (según la interpretación que hago ahora de lo que


observé en aquel momento) entre los dos grupos. No en-
contramos evidencia alguna de los acostumbrados meca-
nismos autoritarios y represivos asociados generalmente
a 10smisioneros. Hay que decir que la Misión de las Her-
manitas de Jesús fue directamente responsable de expo-
ner con gran habilidad argumentos pertinentes sobre la
conveniencia de abandonar el infanticidio. Es irrelevan-
te si el cometido se logró plenamente o no: Wagley tiene
sus dudas. Señalaba no estar convencido de que no se hu-
bieran presentado casos de infanticidio t...) después de
que las monjas convencieron a los tapirapé de romper las
reglas sobre el tamaño de la familia. Prefería poner en
duda que el infanticidio hubiera desaparecido completa-
mente, a pesar de la vigilancia estrecha que las monjas
ejercían sobre las mujeres embarazadas (Wagley, 1977).
Aunque la intervención de las misioneras en la salvación
pudo no haber sido plenamente efectiva, esto no consti-
tuye una desviación de su significado ético (desde el pun-
to devista de las monjas, ellas habían cumplido su deber
de conservar la vida). Tampoco disminuye su sentido
moral (eliminar de la cultura indígena un habito que, en
opinión de las religiosas; ponía en peligro una existencia
virtuosa y justa. Las monjas atribuían un valor más ele-
vado al individuo, mientras que los tapirapé evidente-
mente colocaban a la comunidad por encima de todos los
demás valores). Se trata de dos morales susceptibles de
intercambio mediante un diálogo convincente, en otras
1
palabras, a fuerza de argumentos razonados.
+
El análisis de este suceso nos brinda la oportunidad
de explorar un choque de valores morales (el valor relati-
vo de una vida individual para los indios tapirapé frente a
su valor dominante para las misioneras) y de un enfoque

78
Idaeittrcidad (crrú en luego la irrca global7

creativo de soluciones "negociadas" entre comunidades


con creencias distintas. Así pues, tenemos dos posturas
que pueden fusionarse a través del diálogo interétnico
para formar una comunidad de coinunica&5n única y
que, por lo menos en algunos casos, puede actuar como
una comunidad de argumentación. Sin embargo, el diá-
logo interétnico no siempre se lleva a cabo siguiendo
cauces argumentativos y democráticos como éstos. To-
dos los investigadores tienen experiencias de campo so-
bre este asunto.
En la mayoría de los casos, nunca llega a entablarse
un diálogo entre los miembros de dos grupos étnicos al
I momento del contacto. Sólo a manera de ejemplo, des-
cribiré otra relación interétnica; esta vez, entre los tükú-
na de la región alta del río Solinoes y un funcionario del
antiguo Departamento Brasileño de Protección a los In-
dios. Esta situación tuvo que ver con la reacción del fun-
cionario frente a la violación de las normas tribales
relacionadas con el matrimonio, las cuales él desconocía.
1 Desde su punto de vista (el extranjero en este contexto)
no era inmoral que un hombre se casara con su hijastra. A
continuación presento la historia según aparece en mi li-
bro, O Indio e o Mundo dos Brancos (1 98 1 , p. 65-66).
Un hombre del clan Jaguar se enamoró de su 11i-
jastra, hija de un hombre del clan Auái. En otras pa-
labras ambos pertenecían a la misma mitad
(normas exogámicas). La comunidad tükúna
prohibió el matrimonio ya que, desde su punto de
vista, era incestuoso y por lo tanto totalmente in-
moral. A pesar de esto, la pareja persistió en la de-
cisión de unirse, respaldada por el funcionario de la
Estación Indígena Ticunas. Él señalaba "no tiene
nada de malo el matrimonio entre un hombre y su
l

1
hijastra puesto que no son parientes". Así pues, es-
1
Roberto Corduso de Olivciro

tamos en presencia de un choque entre dos concep-


ciones de parentesco, la tükuna y la occidental,
colocadas en dos extremos semánticos opuestos.
El resultado fue que la pareja incestuosa se fugó y
se cerró las puertas a un posible regreso a la comu-
nidad o a cualquier otro lugar tükúna. Hoy viven, o
vivían, en los barrios bajos de los suburbios de la
ciudad de Benjamin Constant.

Es evidente que este ejemplo ilustra la ausencia de


una comunidad de comunicación, requisito indispensa-
ble para el diálogo. Además, debo señalar que los fun-
cionarios del Departamento de Protección a los Indios
(con los que trabajé durante mi investigación), tenían la
política de no discutir con los indios de su jurisdicción.
En la medida en que estaban totalmente seguros de sus
convicciones, su único propósito era ordenar y conducir
a "sus indios" hacia la civilización. Recuerdo las horas
que pasé hablando con estos funcionarios y luego con los
de la FUNAI (Fundación Nacional para los Indios) inten-
tando.convencer1os de las consecuencias adversas de su
actitud etnocéntrica. Sucede que este tipo de divergen-
cias puede tener consecuencias mucho más graves y
afectar no sólo a los individuos sino a la población entera.
Desafortunadamente, son muchos los ejemplos de casos
que de seguro recordará el lector.
Ahora me referiré nuevamente al trabajo de las mi-
siones religiosas (católicas y protestantes) con pueblos
indígenas cuyo objetivo es lograr que se comporten si-
guiendo los principios de la moralidad cristiana. El caso
de la Misión Salesiana y los indios bor6ro ilustra mi ar-
gumento anterior. Los salesianos obligaron a los bor6ro
a deshacerse de sus casas comunales temiendo que propi-
ciaran el pecado del incesto. Los misioneros demostra-
La ernrcrdad. 4e.vtúenjuego la iirca global7

ban con esto, su incapacidad de entender que los indios


nunca violarían las reglas del clan referentes al incesto.
Este trastrocamiento de la cultura tribal interfirió con la
organización circular de la aldea y por lo tanto con sus
parámetros simbólicos de organización social y de su
cosmología. Es indudable que la moralidad cristiana que
permeaba la política misionera, les impedía a los religio-
sos aprender algo acerca de un estilo de vida diferente,
pero igual de virtuoso y justo. La etnografía poética de
Lévi-Strauss en Tristes Tropiques ilustra el contenido
moral de este estilo de vida. Comenta:
l
La sociedad bororo es una lección para el moralis-
ta. Debe escuchar a los informantes indígenas.
Como lo hicieron conmigo, le describirán la repre-
sentación de , y a danza donde a la mitad de la aldea
se le alienta a vivir y respirar a través de Ia otra, una
para la otra. Initercarnbian asus mujeres, sus bienes
y servicios, con un cuidado mutuo fervoroso, sus
hijos e hijas se casan entre si, y unos entierran a los
muertos del otro, cónsolándose mutuamente de que'
la otra vida es eterna, el mundo un lugar seguro y la
sociedad justa. Para confirmar estas verdades y
respaldar sus creencias, sus sabios diseñaron una
majestuosa cosinologia que integraron a la planea-
ción de sus aldeas y al diseño de sus casas. (Lévi-
Strauss, 1955).

Lo único que lograron los monjes fue destruir este


modo de vida y desbaratar la sociedad borbro.
Podríamos citar muchos otros casos como testimo-
nios de la confrontación interétnica, donde los supuestos
morales y los deberes émicos han causado.daños incalcu-
lables, algunas veces con la mejor de las intenciones. La
falta de visión de los salesianos al cambiar el orden cultu-
Roberto ('ardoayodc Olivcrra

ral de los bororo, pensando que cumplían con SU deber,


establece los límites de la manera religiosa de actuar de
los misioneros. En la actualidad, se les considera ultra
conservadores. Es cierto que la iglesia católica latino-
americana, alentada por la teología de la liberación, está
ansiosa de cambiar de estilo, producir una ética muy dis-
tinta y, en consecuencia, contar con una concepción muy
diferente del deber como lo demuestra ahora el CIMI. Es
evidente que las líneas de demarcación han cambiado en
lo que se refiere a la ética, por un lado, y a la moralidad
por el otro. Se trata de una situación cambiante frente a la
cual el antropólogo debe estar alerta. Sin embargo, no
quiero sobrecargar este ensayo coi1 casos y ejemplos que
ya todos conocemos. Simplemente deseo establecer que
el perfil más relevante de las cuestiones morales durante
fricciones interétnicas, se debe a la comparación directa
que puede establecerse entre sistemas de valores distin-
tos. Esto de ninguna manera excluye el valor de la inves-
tigación sobre moralidad y ética en los sistemas
culturales cuyo contacto con otros es escaso. Lo anterior
también se sostiene debido a que el antropólogo, al traba-
jar en la etnografía de cualquier tipo de población, tendrá
necesariamente que hacer comparaciones. Al realizar
trabajo de campo, el antropólogo observa y compara en
términos de su propia perspectiva. Como bien sabemos,
no existe una postura neutral. Sin embargo, antes de pa-
sar a las consideraciones finales, quiero una vez más re-
calcar que los conceptos morales y éticos será11 más
tangibles si se les observa dentro de sistemas iilterétni-
cos. Esto se debe indudablemente a que estos conceptos
alcanzan su punto más crítico cuando expresan un clio-
que entre sistemas.
/,a etnicidod. tertú en.jtregcr,la &ica global?

LESconcebible una ética global?


Me gustaría hacer brevemente aIgunos comentarios más
para introducir mis conclusiones tentativas sobre la via-
bilidad de un código ético global, discusión que apenas
se inicia. Comenzaré por decir que la moralidad, como
megaconcepto (valiéndome de la expresión irónica de
Geertz) sólo lograría enredarnos en cuestiones filosófi-
cas. Sin embargo, si abordamos sus manifestaciones em-
píricas, como corresponde al antropólogo, y como
hemos tratado de hacerlo con nuestros tres ejemplos (de
los indios tapirapés, tükúna y bororo), la moralidad asu-
me un significado muy especial. Como concepto abs-
tracto o definición, según escribió Mauss, necesitamos
del concepto para identificar el fenómeno que intenta-
mos describir o, más bien, inscribir etnográfícamente.
De otra manera, jcómo encontrarlo a través de la investi-
gación empírica si no sabemos 10 que estamos buscando?
Al principio de este ensayo, postulamos que no todo
lo que pertenece a la tradición O a la cultura puede (o
debe) ser tomado como norma O criterio para juzgar lo
bueno y correcto. Esta afirmación demuestra que la cul-
tura, en tanto concepto, obscurece una dimensión de la
vida en la sociedad, que es difícil y rara vez sujeta al es-
crutinio etnográfico. De la misma manera, la compleja
visión geertziana de la cultura como concepto serniótico,
tampoco sirve a nuestros propósitos. Aquí es donde la
obra ya mencionada sobre la ética discursiva nos aclara
un poco las cosas. Me pemite, por lo menos, poner el
discurso nativo primero (nada novedoso en la investiga-
ción antroPológica) e intentar extraer lo que Habermas
llamaría ufragrne~itosde razón". Sin etnocentrismo ni re-
servas para identificar ejemplos de irracionalidad en el
discurso nativo (aclaro que no sólo "nativo", no sólo in-
Roberro C a r d o ~ ode OI~vcrra

dígena), considero que los llamados fragmentos de razón


no son otra cosa que el ejercicio de argumentación obser-
vable dentro de comunidades de comunicación de distin-
tos grupos sociales o étnicos y, muy especialmente,
donde existe contacto entre grupos. Cuando nos concen-
tramos en estos últimos, descubrimos que la moralidad
en un contexto interétnico es un sistema recíproco. En
los ejemplos que presenté, los juicios morales se forma-
ban en la esfera externa, esto es, los misioneros en el caso
de los indios tapirapé, el funcionario, en los'tükirna y los
salesianos, en los bororo. En el primer caso, y a final de
cuentas el único, lo que prevaleció fue un argumento ra-
cional gracias a la sensibilidad mostrada (sin importar la
carga emocional que lo acompañaba), en los otros, apa-
rentemente no se hizo ningún esfuerzo por entablar un
diálogo que fluyera de la ética discursiva.
Regresemos al caso de los tapirapé. Desconozco si
los argumentos que las Hermanitas de Jesús me señala-
ron sobre la inmoralidad del infanticidio fueron los mis-
mos que utilizaron con los indígenas para convencerlos
de abandonar la costumbre. Sólo podemos imaginar los
mil y un incentivos que idearon para persuadirlos. Es
muy probable-que los que a mí me señalaron fueron parte
de otros. Es importante considerar la actitud ética que
adoptaron al buscar convencer, en lugar de obligar, a los
indígenas a abandonar esa costumbre tradicional. Los ta-
pirapé, por su parte, se mostraron sensibles por lo menos
ante uno de estos argumentos - q u e me sorprendió cuan-
do discutí el asunto con ellos- y fue que toda muerte
aceleraría la destrucción total de la aldea, en vista de que
quedaban muy pocos habitantes. Los tapirapé estuvieron
de acuerdo y nos dijeron que las monjas también habían
mencionado este punto (y supongo que muy probable-
Lo ctnrcrdud de.v16 enjuego la ~11cagIohnI7

mente los convencieron). Al menos en este caso, es justo


señalar que se dieron los primeros pasos (a partir de la éti-
ca de las misioneras) hacia la creación de una comunidad
de comunicación y argumentación capaz de resolver un
choque cultural mediante la persuasión.
Esto nos conduce a unas cuantas consideraciones fi-
nales. La primera está relacionada con la supuesta incon-
mensurabilidad de los sistemas morales. Al respecto,
valiéndose del concepto de cultura junto con su relativis-
mo inherente, los antropólogos han llegado a aceptar na-
turalmente la cultura y su marco moral como
inconmensurables. Sin embargo, si aceptamos como
consistente el argumento mencionado al principio de
este trabajo, por el cual la costumbre o la tradición ten-
drían que distinguirse de la moralidad sobre la base de
que esta última está regida necesariamente por reglas
abiertas a la discusión racional, lo que se deduce es que
los juicios morales siempre pueden "negociarse" dentro
de las comunidades de comunicación, como lo propone
la ética discursiva. Y cuando estas comunidades de co-
municación incluyen, por lo menos, a dos gmpos étnicos
poniéndose en contacto -como lo ilustraron los casos
etnográficos mencionados- nos damos cuenta cómo el
ejercicio de la razón (que seguramente no es exclusivo de
la cultura occidental) puede surgir de manera natural.
~ s t ocurre
o si los gmpos operan de modo dialógico y
muestran la voluntad de aceptar el argumento más sólido
concerniente a los juicios de valor expresados discursi-
vamente. Esta apertura al argumento más sólido sola-
mente es posible, a final de cuentas, porque los grupos
contrarios no se muestran totalmente impermeables a la
razón; mientras estén mutuamente permeables, como 10
indica la teoría de la "fusión de horizontes" (Hori-
Roberío (~ardo.sode Oliveira

zontverschrnelzung). En la práctica, y a condición de que


estén dispuestos a entablar un diálogo, los grupos intere-
sados ya están comprometidos en un posible acuerdo: en
primer lugar, sobre las reglas que regirán el diálogo, lo
que en sí posibilita la comunicación interétnica; en se-
gundo término, sobre los juicios morales en discusión, lo
que actualizaría una comunidad de argumentación como
lo plantea la ética discursiva.
La segunda consideración, que también subraya la
importancia de la ética discursiva en la perspectiva antro-
pológica, está relacionada con casos donde, en lugar de
un encuentro-etnográfico, lo que realmente ocurre es un
choque sin posibilidad de que suceda la deseada fusión
de sistemas. Hace algún tiempo, comparé notas sobre la
ética y la antropología con uno de los mejores científicos 1
sociales brasileños, el ensayista Sergio Paulo ~ o u a n e t . ~
En un artículo orieiitado más bien a temas cognoscitivos l
concernientes a sujetos incrustados en culturas distintas, I
I
Rouaqet señala que, aunque descarta la posibilidad de fu- I
1
sión de fronteras entre grupos sociales cuyos valores son 1

totalmente opuestos (se refería al apartheid de Sudáfri-


ca), una relación dialógica "puede dar buenos resultados
en térrninos de la comprensión del sistema". Este artícu-
i I

lo está enfocado a las dificultades de la interacción entre


el antropólogo y los nativos (en esta instancia los Afrika-
ners, habitantes blancos racistas) y no entre éstos y la po-
blación negra reprimida. Así pues, en un sentido éste es

4 En nuestro dialogo (Cardoso de Oliveira, 1990a; Rouanet, 1990), ambos estuvi-


1110sde acuerdo, por principio, en la solidez teórica y practica de la 6 t h discursiva
en la aiitropologia. Rouanet desarrolló sus ideas en detalle y acuii6 la expresióii
"antropólogo comunicativo" para describir a los que, como nosotros. huscaiiioi
un ejeiilplo similar, pero en otro continente, al de los tapi-
rapé, tükúna y bororo. Sin embargo, cabe señalar que
para el investigador per se que analiza rigurosamente el
elemento cognoscitivo de los valores morales de todo
grupo étnico o de cualquier sistema interétnico, lo prime-
ro es, en términos de la ética, que los valores se vuelvan
tangibles para la investigación etnográfica. Y, regresan-
do a la propuesta sobre la ética del discurso de Habermas,
estaríamos de acuerdo con Rouanet en que sería mejor
hablar de un "cuasi-discurso" cuando nos referimos al re-
sultado de la comunicación intercultural. Lo mismo se
aplica a la comunicación entre el antropólogo y los suje-
tos de estudio y entre grupos étnicos en contacto. Igual-
mente, me gustaría recalcar que, sin importar cuál sea la
postura teórica que el antropólogo asuma en su trabajo
sobre la moralidad de cualquier grupo étnico o sistema
interétnico, se trata de un área a la que los estudios etno-
gráficos, y aun los relacionados al indigenismo, deberían
ponerle mayor atención.
La última consideración tiene que ver con la pers-
pectiva indigenista. Este tema lo cubrí en dos ocasiones
anteriores (Cardoso de Oliveira, 1990a, 1990b) y me pa-
rece que es importante volver a tratarlo en este contexto.
Quiero hablar especificamente de la moralidad en rela-
ción con los sistemas interétnicos y el papel del Estado-
nación, con referencia a la propuesta de H. Groenewald
(citado por Apel, 1985), en la cual se pueden distinguir
tres áreas sociales donde intervienen los valores morales
y, evidentemente, los socio-políticos. Groenewald las
llama esferas y las clasifica en tres franjas: micro, meco y
macro. Las normas morales de una naturaleza especial y
que se observan siempre en las relaciones muy íntimas
(por ejemplo, las que regulan la vida sexual), pertenecen
a la microesfera. Los intereses humanos vitales y lzs nor-
mas morales que los acompañan adquieren una dimen-
sión universal (por ejemplo, los que gobiernan a los
derechos humanos). El canon relativista produce de in-
mediato argumentos sólidos sobre la inviolabilidad de
los valores morales contenidos en las normas microesfé-
ricas. Sin embargo, cuando se trata de la macroesfera, al
antropólogo le resulta mucho más complicado defender
la conservación de ciertas normas indígenas específicas
- c o m o las prácticas infanticidas de los tapirapé-. Es-
tas costumbres violan la ética universal que juzga el in-
fanticidio, desde un punto de vista universal, como un
crimen contra los derechos humanos. Las reglas morales
universales están incluidas en convenciones promulga-
das por organizaciones internacionales como las Nacio-
nes Unidas, y no pueden ignorarse por varias razones, y
mucho menos porque, a final de cuentas, reivindican el
discurso indigenista cuando se trata de defender el dere-
cho a la supervivencia (y éste es cadavez más el caso) de
los pueblos indígenas o del medio ambiente en el que
ellos y todos nosotros vivimos. Confieso que existen di-
ficultades hermenéuticas y políticas que habrán de supe-
rarse con respecto a un código ético de responsabilidad
que se aplicaría a nivel mundial. Me gustaría mencionar
un caso de gran actualidad que leí en un documento de la
Conferencia Internacional sobre los Derechos Humanos,
celebrada en Viena, y que exponía los casi insuperables
obstáculos que el Comité de Redacción encontró para I
elaborar la Declaración de los Derechos Humanos. Fi-
nalmente hubo de recurrirse a un procedimiento político-
hermenéutico bastante interesante que, posteriormente,
la plenaria de la Conferencia también adoptó.
Es precisamente en el intento por actualizar la ética
de la responsabilidad, donde aquellos Estados-nación
que buscan comprometerse con la moralidad de sus actos
encontrarán las principales dificultades para poner en
práctica políticas públicas. Esto nos coloca por entero en
la mesoesfera que según Groenewald es el reino de las
políticas nacionales, las cuales están guiadas por lo que
ahora conocemos como "razones de Estado" y que su-
puestamente son jneutrales! Durante décadas hemos
sido testigos del número de víctimas que causó el apar-
theid a nombre de las razones de Estado. En Brasil, la re-
nuencia del gobierno para atender las demandas
indígenas y el apoyo pleno que le concede a la influyente
comunidad empresarial, han significado la aniquilación
de grupos étnicos que la historia tendrá quejuzgar. El lu-
gar único que el discurso indigenista guarda en Brasil, y
que afirma ser ético, se encontrará invariablemente en la
mesoesfera. Un lugar donde los valores morales de la
microesfera, inherentes a los grupos indígenas, se pue-
den medir frente a los valores universales de la macroes-
fera incorporados en la Carta Constitutiva de los
Derechos Humanos. Y no será sino hasta que la ética de
la responsabilidad pase a formar parte de la mesoesfera y
que, estrictamente hablando, abarque como debiera no
sólo a 10s Estados-nación, sino a todos y cada uno de no-
sotros, cuando exista alguna posibilidad de que la mora-
lidad sea algún día la base de las políticas públicas
indigenistas. En ese momento, se convertirá en algo más
que un mero objeto de investigación y reflexión.
Iloherto Cardo.vo dc Oliveira

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CAPITULO
IV

I El Occidente, jespejo o espejismo de la


evolución de la humanidad? Algunas
reflexiones sobre el proceso de
I occidentalización del mundo y sus vínculos con
1 la evolución de la antropología
i
Maurice Godelier

La intención de este trabajo es presentar la evolución de


las sociedades humanas desde una perspectiva global.
Aunque podemos observar cualquier aspecto de la reali-
dad desde un punto de vista parcial o global, el enfoque
global podría ser particularmente indicado, si en la reali-
dad que experimentalnos y que buscamos analizar, exis-
ten procesos globales que afectan a la evolución de la
mayoría de las sociedades h m a n a s y, en consecuencia,
el destino de miles de millones de seres humanos. Estos
procesos efectivamente existen. Tan sólo hace falta
mencionar el crecimiento cada vez más rápido de la po-
blación mundial y los efectos drásticos que, en la actuali-
dad, las formas depredadoras de explotación de recursos
naturales tienen sobre ciertos ecosistemas. Los procesos
mencionados estar directa o indirectamente
pliiía, se encuentran estrechamente ligados, y éste es la
antropología social, las ciencias etnológicas.
Este proceso fundamental y global es doble: se trata
de la expansión de la influencia occidental en todo el
mundo, y la occidentalización gradual de éste bajo la in-
fluencia de Occidente. Este proceso que comenzó antes
de 1492, tuvo un impulso tremendo con el "descubri-
miento" y conquista de América por las potencias euro-
peas. Desde entonces, el Occidente ha venido ampliando
cada vez más su influencia en todo el mundo y, aunque lla
tenido que renunciar a sus colonias, el proceso de occi-
dentalización a nivel mundial prosigue inintemmpida-
mente.
La antropología social, o etnología, como se le lla-
maba antiguamente, debe su origen y destino a la expan-
sión continua de Occidente. Surgió de la necesidad de
algunos países europeos de estudiar más de cerca dos for-
mas muy distintas de la realidad. Por un lado, estaban los
modos de vida y de pensamientos de los pueblos de Áfri-
ca, Asia y América precolombina que Europa estaba des-
cubriendo y, gradualmente, sometiendo a su proceso de
intercambio, su religión o simplemente a la ley de la es-
pada, a medida que iba conquistando territorios. En cual-
quier lugar donde tenían que gobernar, comerciar y
evangelizar, los soldados, misioneros y administradores
se veían obligados tarde o temprano a aprender sus idio-
mas, la mayoría no escritos y familiarizarse con costum-
bres extrañas, aunque sólo fuera para erradicarlas.
Por otro lado, en la inisina Europa, por lo menos a
partir del siglo XVI, la formación gradual de los Esta-
dos-nación significó que muchas personas se lanzaran a
viajar con la tarea de hacer un inventario de las coshim-
bres de los vascos, eslovenos y valacos para fines diver-
sos, generalmente relacionados con "derechos"
antagónicos, creando coilflictos entre comunidades loca-
les o grupos étnicos y las potencias que los dominaban,
como por ejemplo, entre nobles de alto y bajo rango y re-
presentantes de estados y cleros.
La práctica etnográfica, ya sea la de los pioneros o la
de los profesionales actuales, siempre ha estado definida,
antes que nada, como el recurso para un método, la ob-
servación participante, esto es, el contacto prolongado
l del observador, casi siempre de origen extranjero, con la
comunidad bajo estudio.
1

l
Y a causa de los dos contextos en los cuales evolu-
i cionó la etnografia en Europa, ésta siempre se practicó en
1 un contexto de desigualdad de status entre el observador
¡ y el observado, una desigualdad que, a menudo, expresa-
ba una relación de dominio entre la sociedad o el grupo
social del observador y la sociedad o el grupo social del
observado. Este fondo de dominio sigue pesando en la
antropología, e incluso es lo que la condena frente a los
ojos de muchos pueblos que, desde su independencia, re-
i claman ser ahora objeto de estudios sociológicos más
I
1 que etnológicos.
¿Estará sentenciada la antropología a nunca haber
sido y jamás lograr ser algo más que un conjunto de re-
presentaciones inas o menos eruditas que las sociedades
1
dominantes han sostenido con respecto a las sociedades
dominadas; representaciones que, de hecho, legitiman
dicho dominio? ¿Está sentenciada la antropología, por
l su origen mismo, a legitimar las especulaciones naciona-
listas o imperialistas? Este riesgo es constante, pero la
l
l
antropología pudo establecerse como una disciplina
I
!
Mauncc Godelrer

científica que logra en gran medida eludir la manipula-


ción de los intereses étnicos, nacionalistas o imperialis-
t a ~ a, los que está continuamente expuesta. Prueba de
esto, la encontramos en la obra de Leivis Henry Morgan,
etnólogo norteamericano del siglo XIX y fundador de la
antropología científica. Este contradictorio trabajo le dio
a la etnología su fundamento científico, al volver a cen-
trar sus análisis y conceptos lejos de ciertas representa-
ciones dominantes en el Occidente; pero Ancient Society
(1877) también construyó una visión especulativa de la
historia de la humanidad, a la que visualiza recorriendo
un largo camino, desde el salvajismo y la barbarie primi-
tivos hasta el grado máximo de civilización (Morgan,
1963). Es evidente que este punto de vista se estableció
en Europa Occidental, y luego en la América anglosajo-
na, republicana y demócrata. Una vez más, Europa y
América funcionaron como espejo y criterio de la evolu-
ción de la humanidad. Como quiera que sea, profundiza-
remos más adelante sobre la naturaleza de la ruptura
establecida por Morgan, la cual le permitió darle un sta-
tus parcialmente científico a la antropología.
Regresemos a este proceso fundamental, global y
doble que, por una parte, se refleja en la expansión del
Occidente en todo el mundo y, por la otra, en la occiden-
talización gradual del resto del mundo bajo la influencia
directa o indirecta de Occidente.
Este proceso global, iniciado antes de 1492, fue a la
vez continuo e interrumpido, variado y similar y, a medi-
da que prosiguió durante cinco siglos, inevitablemente
cambió de forma y efecto, según la época y los países que
en un determinado momento se encontraban al frente de
Occidente (Inglaterra, Francia, Holanda y España) y de-
pendiendo de las sociedades gobernadas por este proce-
so. Sin embargo, el hecho fundamental es que las
transformaciones así inducidas se volvieron gradual-
mente irreversibles, tanto para el Occidente como para el
resto del mundo. En términos generales, es posible iden-
tificar tres épocas distintas en la formación gradual del
Occidente capitalista.
Los siglos XV y XVI fueron el preludio, el siglo XVII
y el XVIII, el inicio y, a partir de la mitad del siglo XIX
hasta nuestros días, el sistema empezó a florecer en algu-
nos países. La Europa Occidental y los Estados Unidos
de América se convirtieron en los centros permanentes
de la expansión continua de este tipo de economía y de la
sociedad; en relación con este centro, el resto del mundo
se dividió en varias periferias, que en diversos grados es-
taban alejadas del centro y subordinadas a él. La perife-
ria inicial de Occidente se encontraba dentro de Europa,
específicamente Europa Central y del Este. Las demás
periferias fueron, en primera instancia, aquellos pueblos
que el Occidente había colonizado directamente. Sin
embargo, es necesario distinguir entre las colonias po-
bladas por europeos y aquellas que se conformaban con
someterse a su autoridad sin que los europeos las pobla-
ran.
Resulta evidente que los efectos no podrían ser los
mismos en las sociedades tribales de Áfiica y Nueva
Guinea que nunca se integraron a un Estado precolonial,
y las sociedades, tribales o no, que ya formaban parte in-
tegral de Estados multiétnicos, como por ejemplo, los
imperios Azteca e Inca. En Europa, la sociedad tribal ya
había desaparecido desde mucho tiempo atrás, con ex-
cepción tal vez de unos cuantos vestigios que todavía se
Mounce Godel~ct

pueden localizar en Albania o en el Cáucaso. Sin embar-


go, lo que no había desaparecido eran los grupos étnicos.
Hay que recordar, no obstante, que no es exactamente lo
mismo un grupo étnico de Nueva Guinea que uno de Eu-

Ahora bien, antes de analizar la occidentalización


del mundo, es necesario contar con una definición de lo
que el Occidente es en la actualidad. ¿Cuáles son los
componentes fundamentales que, al vincularse y combi-
narse en Occidente, pueden disociarse y recombinarse
con otras formas de realidad cultural y social en otras
partes del mundo? Desde mi punto de vista, el Occiden-
te, al igual que toda "forma" de sociedad, es una combi-
nación de lo real y lo imaginario, de hechos, normas,
productos materiales así como modos de pensar que con-
forman hoy un campo formidable de actividad, el cual
ejerce simultáneamente fuerza de atracción sobre otras
sociedades. Esta energía se extrae de cuatro fuentes dis-
tintas y está centrada alrededor de cuatro ejes, cuatro sis-
temas institucionales, cada uno con su lógica, valores y
símbolos propios. Hoy día, el Occidente es una combi-
nación de:

1. Una economía de mercado, pero no de cualquier


tipo, sino más bien una economía basada en el sis-
tema capitalista que presupone la propiedad priva-
da de los medios de producción y del dinero; que
está impulsada por la transformación del dinero en
capital y cuya meta es el acrecentamiento de dicho
capital, es decir, la acumulación de ganancias.
Todo esto se logra a través de la competencia entre
productores y entre consumidores.
2. La producción industrial en masa de bienes de pro-
ducción y de consumo, medios de comunicación y
de destrucción. Esta producción en masa presupo-
ne la aplicación permanente, en la industria, de los
descubrimientos de las ciencias naturales y de las
1
ciencias de la información.

3. Una democracia parlamentaria, combinada con un


sistema pluripartidista.

4. Por último, la ideología de los derechos humanos


que, según sea el caso, ha substituido o comple-
mentado al cristianismo. Hasta finales del siglo
XIX, los países occidentales, principalmente Euro-
pa y América del Norte, afirmaban haber aportado
la "civilización" junto con la "religión verdadera",, ,
la de Cristo. Hoy día, el cristianismo dejó de ser un
asunto de Estado para estos países y la carta consti-
tutiva que ahora comparten es la de los derechos
humanos que también sirve de referencia a la de la
Organización de las Naciones Unidas.

La occidentalización del mundo puede, por lo tanto,


definirse ahora como la expansión más allá del Occiden-
te, de uno u otro o el conjunto de estos cuatro componen-
tes. Con frecuencia esta expansión ha sido impuesta,
pero cada vez más ha sido el resultado de un cambio de-
seado por un sector particular de la población de las so-
ciedades no occidentales.
Es obvio que el proceso contemporáneo de occiden-
talización del mundo, poco tiene que ver con el de los si-
glos XVi y XVii. En aquellos tiempos, Europa estaba
gobernada por monarquías más o menos absolutas más
A.laurice (;odelier

que por democracias parlamentarias. Tampoco existía la


producción industrial basada en el uso a gran escala de
maquinaria y en una mano de obra asalariada, sino más
bien, talleres tradicionales o una industria puramalte ar-
tesanal. Además, la Revolución Francesa y la ideología
de los derechos humanos no habría de surgir sino hasta el
siglo XViii. En sus asentamientos de América, los euro-
peos establecieron comunidades blancas igualitarias en
Norteamérica, donde la población indígena había sido
gradualmente eliminada, o bien, sociedades coloniales
donde los pueblos indígenas, a través de la acción de los
blancos, llegaron a estar sometidos a relaciones de servi-
dumbre personal o colectiva, como en el caso de los paí-
ses de Centro y Sudamérica. Simultáneamente, en
Europa Central y del Este, bajo la influencia del inter-
cambio comercial y la urbanización, países como Ingla-
terra, Francia, Alemania y Holanda, experimentaron
cambios sociales aparentemente contra corriente. En
Prusia Oriental y en Polonia, la situación existente era la
que los historiadores alemanes llamaron el desarrollo de
una servidumbre secundaria, mientras que en las provin- 1
cias valacas de la Rumania contemporánea aparecía, por
primera vez, el vasallaje individual del campesinado.
!
1
I
En consecuencia, durante las primeras etapas de la I

expansión occidental, aún no era evidente la presencia de I


algún tipo de capitalismo periférico en los márgenes de 1
una Europa cada vez más capitalista. Sin embargo, hoy
hemos presenciado cómo después del d e m b e del
I
Muro de Berlín, Europa del Este desea adquirir lo antes
posible, las estructuras económicas del mercado capita-
lista, así como las estructuras políticas de la democracia
parlamentaria.
E/ Occrclenrc, ,,c.v/7qlo o cvpqrvnlo de l a evolircrdn rlc la humanidad?

No obstante, si vamos a tener presente el periodo en


que se estableció un contacto inicial entre una sociedad
occidental y una no occidental, es igualmente importante
considerar lo que realmente eran las sociedades no occi-
dentales antes de dicho contacto. Podía tratarse de una
pequeña tribu en Oceanía o en la Amazonia o, por el con-
trario, de un subcontinente como la India de los rajás del
siglo XVIII o la China Imperial en la época de las Guerras
del Opio. Aunque la India puede haber perdido tempo-
ralmente su soberanía política a manos de los británicos,
nunca perdió su profunda identidad cultural basada en el
sistema de castas.
El fenómeno actual es que la occidentalización del
mundo también se ha vuelto un factor oriental: Japón y
los cuatro "tigres" fueron los primeros paises del Lejano
Oriente en desarrollar una economía de mercado, junto
con una tecnología avanzada y ciertas formas de demo-
cracia parlamentaria. Cada vez que los países más ricos
del mundo se reúnen, seis son occidentales y el sCptimo
es Japón. Recordemos que Japón nunca fue una colonia
occidental y es un país donde se eliminó deliberadamente
la conversión al cristianismo emprendida por los misio-
neros europeos.
Quiero referirme a algunos ejemplos para ilustrar as-
pectos de las diversas formas de occidentalización del
mundo. Como ya se mencionó, una de las formas ha sido
la expansión continua del mercado y de la producción
mercantil. Otra, la monetarización de la economía y, por
encima de todo, la interacción social. Paulatinamente,
diversos aspectos de la vida social han empezado a re-
querir dinero para funcionar y ampliarse. En algunos
paises, la dote que la novia acostumbra entregar ha sufri-
Mauncc Godelier

do una iiiflación tremenda, aunque los efectos de la mo-


netarización de las relaciones sociales no ha sido
estrictamente en un solo sentido. En Nueva Guinea, por
ejemplo, y dentro del contexto de la competencia tradi-
cional de intercambio de obsequios entre tribus, la gente
compra cerdos en granjas industriales. Los bienes sirven
ahora de obsequio y, al mismo tiempo, los obsequios se
han convertido en bienes. Aun los objetos sagrados utili-
zados en los rituales de iniciación y que por ningún moti-
vo podían intercambiarse, en la actualidad se compran y
venden entre tribus, en vista de que garantizan la conti-
nuidad de un poder determinado o de cierto status.
Analicemos ahora la introducción a gran escala de
técnicas y productos importados de países capitalistas in-
dustrializados de Occidente y Oriente. A principios de
siglo, antes de que las tribus del interior de Nueva Guinea
tuvieran siquiera idea de la existencia de los europeos, en
sus sociedades ya se habían introducido productos euro-
peos, como hachas y otras herramientas de cultivo fabri-
cadas en Solingen o en Sheffield. Antes de que siquiera
hubieran mirado a un hombre blanco, estas tribus ya ha-
bían empezado a aumentar su producción e intercambio
tradicionales para adquirir herramientas de acero de las
tribus que mantenían contacto con los europeos. Antes
de que Inglaterra o Alemania las hubieran colonizado, ya
habían empezado a depender parcialmente de Europa, en
términos materiales y económicos, con el fin de prose-
guir sus actividades tradicionales agrícolas o bélicas.
Aunque en aquella época las tribus podían seguir usando
su propia moneda e intercambiando objetos, una vez co-
lonizados se vieron obligados a pagar cada vez más en
moneda europea.
13 O ~ r l r / c n li~e. . ~ p f o
j ~e.vncji.vmode la evolución dc lo humanidad?

Por último, y tal vez el aspecto de la occidentaliza-


ción más difícil de analizar, una sociedad no occidental
podía considerarse prácticamente "occidentalizada" una
vez que, no contenta con adjudicarse un régimen parla-
mentario, hiciera referencia abierta a la Declaración de
los Derechos Humanos como una noma universal que se
esforzaría por aplicar. Hay que recordar, para no dar lu-
gar a ambigüedad o contradicción alguna en lo que tengo
que decir, que la Declaración de los Derechos Humanos
en Europa fue el fmto de una lucha gigantesca contra la
servidumbre y el vasallaje de los regímenes feudales an-
teriores y que constituyó una enorme victoria popular
donde la gente podía pensar, actuar y expresarse sin ser
arrestados y encarcelados por la policía real. Es induda-
ble que la Declaración de los Derechos Humanos conti-
nuará ejerciendo, durante mucho tiempo, una influencia
liberadora en todo el mundo. Sin embargo, al igual que
con todo texto abstracto, la Declaración puede utilizarse
en otro contexto histórico con intenciones muy distintas.
Cabe recordar que esta Declaración, nacida en Occi-
dente, no se limitaba a exigir derechos políticos similares
para todos los ciudadanos de un estado determinado.
También afirmaba, en términos abstractos, que cualquier
individuo, sin importar sexo o condición social, debería
de disfi-utar en la sociedad de los mismos derechos de los
demás, es decir, el derecho de pensar, hablar y actuar li-

Por lo tanto, la Declaración de los Derechos Huma-


nos puede considerarse como la norma última que todas
las sociedades del mundo tienen que poner en práctica
para asegurar que sus ciudadanos disfruten del desarrollo
y la libertad. En consecuencia, sirve, hasta cierto punto,
como definición de la "verdadera naturaleza del hombre"
y de lo que en la naturaleza del hombre trasciende a toda
diferencia cultural e histórica.
Es ahí, precisamente, donde radica la definición a la
que hay que adherirse en nombre del progreso y la que
puede servir para medir el grado de progreso alcanzado
por las distintas culturas y sociedades en una escala hu-
mana global. No es de sorprenderse que los pueblos de
Occidente, autores de la Declaración de los Derechos
Humanos se encuentren en el extremo superior de esta
escala. Es muy probable, por lo tanto, que la "verdadera
naturaleza del hombre" juegue el mismo papel que el de
la obligación impuesta a todos los pueblos de la tierra de
reconocér al cristianismo como la "verdadera religión".
~ e d i a i i t eeste uso político de la Declaración de los
Derechos Humanos, el Occidente aparece una vez más
como el espejo donde se refleja y por lo tanto se mide el
grado de evolución de todas las sociedades que confor-
man a la humanidad.
Sin embargo, es la verdadera evolución de Occiden-
te lo que llevó a la religión a convertirse en un asunto per-
sonal comparable con otras costumbres culturales.
Mientras que en los primeros momentos de la expansión
colonial occidental, el cristianismo era un asunto de esta-
do y una doctrina que había que exportar e imponer, en la
actualidad, y esto constituye una ruptura con el pasado,
Occidente parece tener una sola meta que es la de alentar
el reconocimiento y puesta en práctica de los derechos
humanos en todo el mundo. Inclusive llega a prometer, a
las sociedades que sigan este camino, ayuda financiera, ,

tecnología y protección militar. El ejemplo más especta-


cular de los últimos años es la ayuda que se le prometió a
la Rusia postcomunista.
Lo anterior parece sugerir que el Occidente es una
combinación relativamente coherente de realidades, nor-
mas, valores, símbolos, técnicas, productos y relaciones
sociales materiales e inmateriales, una totalidad que está
consciente de su diferencia frente a lo que se hizo o está
haciéndose hasta ahora en cualquier otra parte; algo dis-
tinto y superior que, en resumen, normalmente se mira a
sí mismo como un modelo a imitar o imponer. Sin em-
bargo, es de lamentarse que para muchos seres humanos
del mundo, el Occidente no debe imitarse, o si se hace,
por lo menos que sea de manera parcial y selectiva. Otros
consideran que hay que luchar contra él y eliminarlo de la
mente de las personas. No se requiere de mucho esfuerzo
para descubrir la existencia de formas y actos múltiples
de resistencia contra Occidente.
Son pocos los que no entienden estos actos de resis-
tencia y este anhelo por conservar o recuperar la identi-
dad cultural. Los más comprometidos nos recuerdan
constantemente que la humanidad sólo pudo alcanzar su
desarrollo a través del reconocimiento de sus diferencias
y que la homogeneización de patrones de comportamien-
to y pensamiento dentro de un marco único, sólo lograría
poner en riesgo el futuro. Sin embargo, no podríamos ne-
gar el hecho de que prácticamente no hay sociedad del
mundo contemporáneo que pueda desarrollarse si no in-
corpora algo de Occidente: herramientas, armas, técni-
cas, ideas o relaciones sociales. Aun aquellas
comunidades rurales o étnicas que luchan por defender
su identidad, únicamente lo logran permitiendo que cien-
tos de sus miembros busquen sus propios medios de sub-
Maurice íiodelier

sistencia en la sociedad más amplia que los rodea y los


domina. La defensa de patrones "tradicionales" de pen-
samiento y comportamiento, o de aquéllos que se consi-
deran como tales, s ó l o puede a l c a n z a r s e ,
paradójicamente, mediante la integración de las comuni-
dades que existen dentro de estructuras globales y que, al
mismo tiempo, debilitan su existencia. Esto explica por
qué muchas de las llamadas estructuras arcaicas o "pri-
mitivas" no son más que representaciones simuladas, in-
crustadas en procesos globales donde cobran un nuevo
significado. En todo caso, sólo podemos resistir si aban-
donamos algo de nosotros mismos.
Considero que esta perspectiva global del proceso
histórico de expansión occidental y de la occidentaliza-
ción del mundo, proporciona el marco dentro del cual la
antropología social puede nutrirse, evolucionar y lograr
su vocación.
Para ilustrar lo anterior, volveré a mencionar la obra
de Mdrgan y demostrar cómo, paradójicamente, la antro-
pología profesional diseñada en Occidente, sólo logró
identificarse como disciplina científica, volviendo a con-
centrarse fundamentalmente en los procesos del pensa-
miento occidental. Pasó de ser una práctica de
observación participante, realizada por todo tipo de
agentes, para llegar a ser por fin una disciplina científica
cuando - c o n Morgan y otros autores- se logró romper
con la etnografía de los misioneros, viajeros y soldados.
¿En qué consistió exactamente esta ruptura?
Todo ernpezó cuando Morgan descubrió relaciones
de parentesco entre los indios seneca que mostraban una
lógica propia, muy distinta a cualquier otra presente en
los sistemas europeos. En los casos donde los europeos
W Occidcnrc, ~c.vpqoo evl>cj/.\mode l a evolucr0n de l a humanidad?

1 utilizaban términos diferentes para distinguir entre el pa-


dre y los los hermanos del padre, a los que llamaban
"tíos", los indígenas no hacían distinción alguna y se re-
ferían a estos hombres empleando el mismo término que
Morgan decidió traducir como "padre". También descu-
brió que entre los indios iroqueses, los grupos exógamos
locales se componían según un principio de afiliación
muy distinto al utilizado en Europa, y donde el descen-
diente dependía exclusivamente de las mujeres y que él
definió como "matrilineal". Morgan había pues descu-
bierto que en las relaciones de parentesco, en los princi-
pios de descendencia y en las reglas que gobernaban la
residencia, existía la tendencia a establecer un sistema.
Así fue como decidió comparar unas diez sociedades in-
dígenas de América del Norte que, en aquel momento, ya
vivían dentro de los límites de las reservas, aisladas del
mundo del hombre blanco, pero dispuestas a estimular la
curiosidad del científico. La diversidad de las estructu-
ras teminológicas que descubrió, lo impulsaron a reali-
zar una encuesta sobre el parentesco a escala mundial.
Envió más de mil cuestionarios a misioneros y admi-
nistradores coloniales y, gracias a sus respuestas, Mor-
gan fke el primer hombre en la historia en poseer la
cantidad más grande de información jamás disponible
sobre las relaciones de parentesco entre los seres huma-
nos. Al analizar las respuestas de sus encuestas, descu-
b r i ó q u e la i n m e n s a d i v e r s i d a d empírica d e
terminologías de parentesco representaba muchas varia-
ciones en un número limitado de tipos fundamentales de
organización de la terminología de parentesco, tipos con-
temporáneos que, después de Murdock, hemos llamado
"hawaianos", "esquimales", "dravidianos" y demás. Es-
tos descubrimientos fueron de importancia fundamental,
ya que permitieron plantear numerosas hipótesis: que las
relaciones de parentesco forman la base de un sistema,
que la diversidad empírica de estas relaciones puede re-
ducirse a cierto número de tipos principales y que el cam-
bio que afecta a las relaciones de parentesco no es
totalmente el resultado de coincidencias, sino que mues-
tra ciertos patrones de regularidad.
En esa época y en vista de cómo se percibía la cien-
cia, se pensó que posteriormente podría llegar a descu-
brirse algún tipo de leyes -detrás de estos patrones de
regularidad- parecidas a las leyes que rigen la naturale-
za. Es evidente que la ruptura con la etnografía de los mi-
sioneros fue resultado de volver a concentrar el análisis
etnológico con relación a los patrones de pensamiento y a
la realidad social de Occidente.
Después de Morgan, ya no fue posible seguir consi-
derando a los sistemas occidentales de parentesco, de
tipo cognaticio más que como casos particulares de la ex-
periencia humana del parentesco, como formas de paren-
tesco con su lógica propia que supuestamente los
distinguían de otros más exóticos, pero cuya lógica espe-
cífica también debía reconocerse. Después de Morgan,
ya fue posible preguntarse qué es un "padre". ¿Qué es la
paternidad en sociedades donde el individuo utiliza el
término "padre" para designar a toda una serie de hom-
bres que, incluso, pueden pertenecer a generaciones más
jóvenes que la propia? Más aún, también fue posible pre-
guntarse si el concepto europeo de "consanguinidad", la
idea de que un individuo comparte la sangre de padre y
madre, tiene un significado universal. Seguramente no
es el caso de muchas sociedades matrilineales, donde se
considera que el esperma del hombre no desempeña un
papel fundamental en la concepción de un hijo.
Volvamos de nueva cuenta a Morgan, quien, des-
pués de haber dotado a la etnología con un propósito nue-
vo, métodos novedosos y los primeros resultados
científicos, se dio a la tarea de usar lo que había descu-
bierto y construyó en su Ancient Sociefy una visión espe-
culativa de la evolución de la humanidad, en la que se
observaba a esta última atravesando por las etapas de sal-
vajismo, barbarie y civilización y dejando rastros, en
cada fase, de algunos de los tipos de parentesco que Mor-
gan había destacado en su obra anterior, Systems of Con-
sanguinify and AfJinify of the Human Family. Una vez
más, Occidente se convertía en el espejo y la medida de la
evolución de la humanidad.
La lección y la moraleja de esta historia son bastante
evidentes. La antropología sólo puede existir y evolucio-
nar como disciplina científica si se aleja metódicamente
del centro, no nada más en lo que se refiere a Occidente,
sino también de todos los ambientes culturales normales
a que pertenecen los antropólogos, ya sea por nacimiento
o formación educativa. Desde luego que el análisis teóri-
co de las culturas también pertenece a una cultura en par-
ticular. Sin embargo se trata de una cultura inducida por
la práctica científica sujeta a criterios y métodos de com-
probación y que persigue objetivos que nada tienen que
ver con los criterios y objetivos de los ambientes cultura-
les espontáneos arraigados en el funcionamiento de so-
ciedades históricas.
Para ilustrar esto, tomaré como ejemplo a los mitos.
No hace mucho tiempo surgió una teoría en Occidente
según la cual la sociedad puede reducirse a un juego de
Mauricc (iodclrer

tres integrantes: el mercado, el Estado y el individuo,


mientras que la religión, el arte y demás aspectos cultura-
les, pueden considerarse como expresiones del dominio
privado, sean o no compartidas por los individuos, y cuya
práctica está garantizada por los derechos humanos. Más
recientemente, otra teoría intentó reducir esta tríada a
una díada. La idea se planteó muy seriamente en el senti-
do de que era posible avanzar otro paso y que todas las
responsabilidades colectivas asumidas por el Estado po-
dían privatizarse. La sociedad no sería otra cosa que la
suma de individuos compitiendo unos con otros en un
mercado amplio de bienes y servicios para satisfacer sus
necesidades y anhelos. Naturalmente esta visión se basa-
ba, al igual que la anterior, en la idea jamás cuestionada
de que todas las necesidades y medios para satisfacerlas
pueden medirse en términos monetarios. También pre-
suponía, de modo fundamental, que todo lo que pertene-
ce al dominio social podía ser sujeto de comercio.
No resulta difícil darse cuenta de que estas "teorías"
, %

son simples mitos y espejismos, ya que no todo en el do-


minio social puede ser sujeto de comercio y tampoco las
relaciones sociales pueden reducirse a la suma de contra-
tos negociados y acuerdos pactados entre individuos.
Este tipo de representaciones de la sociedad y de los
individuos son mitos que, como tales, revelan algo del
orden social occidental y captan de manera engañosa las
aspiraciones que afloran de las profundidades de dicho
orden. En consecuencia, estas teorías no sólo funcionan
como mitos sino también como espejismos.
Según esta visión utilitarista, el individuo se ha con-
vertido en un ser sin contenido cultural especifico algu-
no, asexuado, un operador abstracto que posee el poder
El Occrdcnre, ~cspejoo c\pqi.snio (/e lo eiolucrdil de /a humanidad?

ilusorio de comprar y vender todas sus relaciones con el


prójimo, tanto dentro del mercado coino al interior del
Estado, siguiendo el principio de lo que él considera
como sus propios intereses. Es evidente que esta repre-
sentación no corresponde a la realidad y que esta brecha
en relación a lo real, es la que efectivamente le permite
funcionar como una norma ideológica dentro de esa rea-
lidad. Por lo tanto, al igual que cualquier otra norma de
tipo ideológico, puede ser objeto de análisis antropológi-
co y sociológico.
Por último, parecería que en Occidente estamos ex-
perimentando los efectos combinados de un doble desen-
canto con el mundo, tomando prestada la expresión de
Max Weber. En el siglo XIX, el mundo se desencantó de
la religión, que pasó a ser un asunto privado. La política
tomó el relevo como la institución más importante para la
integración colectiva. Posteriormente, a principios de si-
glo, la Revolución Bolchevique alimentó la esperanza de
la construcción de un mundo mejor por y para la humani-
dad, sin la ayuda de Dios. En espacio de unas cuantas dé-
cadas, en lugar de una utopía, el socialismo resultó ser un
instrumento de terror y un sistema social completamente
ineficaz. ¿Será posible que este mundo doblemente desi-
lusionado haya alcanzado, como lo predicen algunos, el
fin de la historia?
¿Será ésta la prueba definitiva de que la historia, es
decir, la sucesión irreversible de distintas formas de so-
ciedad, carece de un significado determinado? Lo que
nos enseñan las transiciones exitosas al capitalismo y las
que fracasaron en su paso al socialismo es que dos aspec-
tos de la vida social, las relaciones económicas y las polí-
ticas, constituyen las fuerzas más poderosas que logran,
Mouricc Ciodelicr

no solamente los cambios en la sociedad, sino también


los cambios .de la sociedad. Parecería también que estas
relaciones tienden a mantener entre sí una serie de afini-
dades estructurales.genuinas, como la economía del mer-
cado con un sistema parlamentario y la economía
planificada con una dictadura unipartidista. Es probable
que esto sea lo único que permanezca como la esencia re-
conocida y universal del pensamiento de Marx.
Como sucede én todas las ciencias sociales, a la an-
tropología no le queda hoy, más que renunciar a la ilusión
de que un aspecto de la vida social constituiría el cimien-
to único y general de todos los demás aspectos de la vida
social. Para algunos este cimiento puede ser económico,
para otros, religioso, como algunas veces se afirma a pro-
pósito de la India, o político, como se ha dicho con res-
pecto a la Grecia antigua; ninguna de estas teorías aporta
una clave universal a la realidad.
En el uso combinado de las ciencias sociales, tan ne-
cesarti, para analizar a la sociedad, la antropología tiene
algo singular que aportar. Es una disciplina que se es-
fuerza sistemáticamente por observar lo que hace y dice
la gente acerca de sus propias relaciones sociales, y por lo
tanto, sobre sí misma. A pesar de la tendencia de muchos
antropólogos de condensar en interpretaciones preesta-
blecidas este tipo de información reunida y estos com-
portamientos observados, la antropología tiene,
efectivamente, los medios para contradecir y limitar es-
tos etnocentrismos. Éstos consisten en extender sistemá-
ticamente la reorientación de los análisis antropológicos
con respecto a los supuestos culturales de los antropólo-
gos y esforzarse por rastrear el linaje histórico de dichos
L / Occidenre. despejo o espcjrsmo de la evolucrón de l a hirmanidads

El lector habrá comprendido que yo no creo que la


antropología sea una disciplina en decadencia y que está
a punto de una crisis generalizada, aunque muchos antro-
pólogos de hecho lo están. Es de esperar que siga desem-
peñando un papel indispensable durante mucho tiempo.
Si la humanidad no concentra su significado dentro de
una sola parte de sí misma, todas las sociedades seguirán
teniendo un significado, incluso si algunas persisten en
negar todo significado a las sociedades que les son aje-
nas.
Es precisamente en este contexto donde el antropó-
logo, más que cualquier otro profesional, puede detectar
manifestaciones de violencia, no sólo ideológica sino
también social y material, dentro de las relaciones inter-
culturales y en cada cultura específica. Ciertamente su
profesión no le augura cargos importantes de autoridad
para actuar directamente sobre la sociedad en su conjun-
to; empero, se le confían algunas responsabilidades por
su capacidad de llevar a la atención pública ciertas for-
mas de violencia que no se reconocen comúnmente, o
que algunas personas -las hay en toda sociedad- se
empeñan intencionalmente en ocultar. Todos sabemos
que, a veces, la violencia tiene que aparecer como tal,
para que alguien se decida a actuar para detenerla y posi-
blemente suprimirla por completo. La experiencia tam-
bién nos demuestra que cuando la violencia se detiene o
se elimina en las relaciones sociales y en las formas de
pensar, las posibilidades en términos de pensamiento y
acción, que hasta entonces parecían imposibles, se vuel-
ven factibles.
Morgan, L. H. Ancient Society, or Researches in the Li-
nes of Human Progress from Savagery Through
Barbarism to Civilization (1877). Ed. by Eleanor
Burke Leacock. Reprint of 1877 edition). Cleve-
land and New York, The World Publishing Co.,
1963.'

1 Hay varias traducciones al espaflol conel titulo: Lasociedadprimitiva,En 1935 la


UniversidadNacional de la Plata realizó una traducción, en 1972 en Buenos Aires,
la ed. Didot; en Mtxico la editorial Colofón 1980, editores pavlov (si0 y libreria
Allende en Mkxico y en Madrid 1980 por la editorial Ayuso. 1975. N. de la E.
Vivir con la etnicidad: la necesidad de un nuevo
paradigma

La guerra fría llegó a su fin. Hasta hace una década, la


perspectiva de un retiro nuclear por parte de las superpo-
tencias hubiera ocasionado una combinación de incredu-
lidad y júbilo. Ahora que finalmente ocurrió, parece
haber generado muy poca emoción. Incluso en Alema-
nia, donde una especie de euforia masiva acompañó la
demolición del muro de Berlín y la reunificación del país,
hoy el ánimo parece ser de disgusto y amargo desencan-
to.
Al parecer, gran parte de la angustia actual proviene
de una sensación generalizada de que el mundo, aun sin
estar al borde de la aniquilación nuclear, es un lugar caó-
tico, violento y ya ni siquiera predecible. Es como si hu-
biéramos despertado de la pesadilla nuclear para ver
realizados nuestros peores temores en términos de con-
flictos étnicos y guerras aniquiladoras. Los terribles su-
cesos en lo que fue Yugoslavia son sólo un ejemplo de las
luchas étnicas. La frecuencia y salvajismo de estos con-
flictos han sido utilizados en Occidente para confirmar
nuestra sabiduría convencional de que la etnicidad es un

* Harvard Uiiiversiíy y Cultural Survival.


David Mayhury-Lewis

elemento pernicioso en los asuntos humanos, que las per-


sonas sensatas y los estados racionales deben tratar de
abolir o, por-lomenos, de minimizar.
La Ilustración, como tradición del pensamiento polí-
tico occidental, coloca al.Estado como la matriz racional
y progresista de la organización social humana. De he-
cho, Rousseau argumentaba en El contrato social que el
Estado debe representar a la "voluntad general" del pue-
blo que, en una sociedad igualitaria, se relaciona como
igual con el Estado que lo representa. Desde la época de
Rousseau, el pensamiento político occidental tendía a
centrarse en esta concepción cívica del Estado como la
forma más deseable de organización social, en especial
cuando se le contemplaba como el vehículo de una na-
ción única y por lo tanto sin complicaciones ocasionadas
por divisiones étnicas (Kamenka, 1973; Cobban, 1969).
Desde este punto de vista, la etnicidad y los lazos étnicos
debilitan al moderno Estado-nación porque son sectarios
X
y exclusivistas (Worsley, 1984). Por lo tanto, la etnicidad
se consideraba arcaica o tal vez, en términos marxistas,
como una falsa conciencia -una ideología ilusoria que
ocultaba las realidades de clase-. De cualquier modo,
estaba destinada a desaparecer, alcanzada por la moder-
nización o por el surgimiento de sociedades sin clases.'
Estas teorías occidentales no han acertado en sus
predicciones, tanto en su versión marxista como en la no
marxista. La modernización no ha logrado que los lazos

1 La antigua Unión Soviktica presentó una curiosa anomalía en este aspecto. Según
su teoria oficial comunista, la etnicidad estaba destinada a desaparecer a medida
que el nuevo individuo soviktico superara los últimos remanentes de la falsa con-
ciencia; sin embargo, la misma Uni6n Sovietica estaba compuesta por repúblicas
etnicarnente definidas.
Vivir corl la etnictdad: la necesidad de un nuevo paradigma

étnicos se vuelvan obsoletos, por el contrario, parece que


están renaciendo. La globalización de la economía mun-
dial, la internacionalización de sus procesos e institucio-
nes, de los bancos, negocios y aun el trabajo del que
dependemos, aparecen unidos a sentimientos agudiza-
dos de nacionalismo y a una intensificación de los con-
flictos étnicos.
Por lo tanto, la angustia que expresan los políticos y
la prensa occidentales es muy comprensible. El fracaso
de las teorías tradicionales de etnicidad nos ha dejado
con escasas y poco agradables opciones políticas . Cuan-
do se podía argumentar con cierto grado de seguridad
que la etnicidad estaba destinada a desaparecer tenía sen-
tido, hasta cierto punto, ignorarla o suprimirla. Ahora se
ha comprobado que estos argumentos son falsos y el
mundo se ha enfientado al hecho de que ignorar o negar
la etnicidad no funcionará. Es claro que el ideal de la
Ilustración sobre el estado liberal, tan promovido por la
Revolución Francesa y la Norteamericana, no representa
la ola del futuro, la culminación esperada de la moderni-
zación (Enloe, 1973; Joung, 1993).~Se trata, en cambio,
de una idea que ciertos países europeos y sus vástagos de
ultramar -incluye aquéllos donde la retribalización po-
dría estarse estableciendo ante el gran temor de su pren-
sa--' comprendieron dolorosa y paulatinamente. Por lo
pronto, el resto del mundo no ha llegado nunca a destri-

2 Ver Enloe para un amplio debate al respecto; y a Youiig para unacncuestasobre la


toma de concienciacadavez mayor entre científicos pollticos con respecto a las de-
ficiencias de teorlas previas sobre la etnicidad y el Estado.
3 La prensaen ambos lados del Atlhnticoesthllenade referencias a laretribalizacibn
del mundo moderno. E¡ Economista del 29 de junio de 1991 plantea el tema con
cierto detalle. También se discute en el libro de Arthur Schlesinger, The Disuniting
of America. 1
balizarse realmente y en la actualidad, el temor es que la
"balcanización", junto con sus alarmantes connotacio-
nes de divisionismo y conflicto interminable, no sea una
aberración restringida a ciertas regiones de la tierra, sino
el estado normal de las cosas, que puede esperarse en
cualquier parte.
Sin embargo, este escenario sombrío es tan errado
como lo era el optimismo anterior sobre la desaparición
inevitable de la etnicidad. ¿Por qué entonces, se sigue in-
terpretando mal este aspecto fundamental de los asuntos
humanos? Sugiero que la respuesta está en la tendencia a
llegar a conclusiones prematuras sobre la naturaleza de la
etnicidad, de las necesidades del Estado-nación, y la su-
puesta incompatibilidad entre ambos. Se suponía que
conocíamos la etnicidad y que ésta nos conduciría inevi-
tablemente al divisionismo, al tribalismo y, en casos ex-
tremos, al separatismo. Sin embargo, los antropólogos
han argumentado durante años que el contenido cultural
de la etnicidad no es uniforme. Es, cuando menos, un
sentimiento de solidaridad, parecido al parentesco, entre
miembros de un grupo, que puede provenir de diversos
factores o de combinaciones entre ellos. La etnicidad
puede fundamentarse en las características físicas de un
grupo, y el color de la piel es la característica más usual,
pero no la única. También puede basarse en la lengua, la
religión, la costumbre, la historia o en la percepción com-
partida de un pasado común, a menudo repleto de recuer-
dos de injusticia, que establece la diferencia de un grupo
frente a otros que viven cerca. Puede ser, al menos en un
inicio, un sentimiento imputado más que percibido por
un grupo.
Vivir coti la elnicidad: la necesidad clc un nrrcvo paradignia

Los indígenas americanos son el ejemplo clásico de


este tipo de etnicidad. Al ser invadidas las Américas por
los europeos, estos pueblos, al igual que los de la misma
Europa, estaban divididos en una multiplicidad de gm-
pos distintos. Fueron los invasores los que bautizaron a
todos como "indios" a raíz de la famosa equivocación de
Cristóbal Colón. Desde entonces, cada una de las nacio-
nes del continente americano ha aglutinado sistemática-
mente a sus habitantes indígenas en la categoría de
"indios", desarrollando, entre otros puntos, políticas para
sus "indios", con el resultado de que éstos se han visto
obligados a actuar juntos como "indios" para defender
sus intereses4
Resulta importante notar que las diversas etnicida-
des no siempre sobresalen, pueden estar adormecidas y
se activan y reactivan en circunstancias particulares. Por
lo tanto, es fundamental el estudio caso por caso de estas
circunstancias. Esto es lo que los antropólogos han esta-
do haciendo durante mucho tiempo, como lo señala
Gellner en un número especial del Times Literary
~upplement. Durante años los antropólogos han anali-
zado situaciones de pluralismo y conflicto étnico en todo
el mundo y en el proceso han estado como diríamos hoy
día, "desconstruyendo la etnicidad". Esta desconstmc-
ción ha proseguido sistemáticamente, por lo menos des-
de que Fredrik Barth editó en 1969, una importante
colección de trabajos titulada Ethnic Groups and Boun-
daries. Desde entonces hemos establecido que la etnici-

4 Ver por ejemplo, los ensayos de Urban y Scherzer, 1991. Especialmente mi articu-
lo: "On becoming Indian in Lowland South America".
5 Ver el número especial del The Times Literay Supplement (16 de julio de 1993)
que incluye el artículoespecial de Gellnersobreel futuro de laantropologíasocial.
dad no es ni primordial ni circunstancial, sino una
combinación de ambas situaciones. Se trata de una cuali-
dad latente, que pertenece a todos los seres humanos
(puesto que el ser humano vive en grupos sociales) y que
se activa circ~nstancialmente.~ Se trata de "una máscara
de confrontación" como tan acertadamente lo resumió
Joan Vincent (1974).
Mientras los antropólogos reconsideraban la etnici-
dad mediante el análisis de variables culturales y vincu-
lándolas a la acción política, los científicos políticos y
demás teóricos sociales comenzaron a replantear sus
ideas sobre el Estado y sus necesidades. Crawford
Young describe en The Rising Tide of Cultural Plura-
lism,7 cómo la confianza teórica en los Estados-nación
que distinguió a la bibliografía de la década de los sesen-
ta, dio lugar a las ideas y a la reformulación teórica que
caracteriza a los noventa. El momento crucial sobrevino
en los setenta. En 1973,Enloe publicó su análisis revisio-
nista Ethnic Conjlict andPolitica1Development,y los re-
planteamiento~de Donald Horowitz empezaban a
aparecer en trabajos más cortos como preludio a Ethnic
Groups in Conjlict (1985). Mientras tanto, el estudio más
importante del propio Young sobre The Politics of Cultu-
ral Pluralism 61976) seguía poniendo en evidencia, como
señala descorazonado en trabajos posteriores, el optimis-
mo sobre el Estado-nación que muy pronto él mismo ha-
bría de repudiar.

6 Esta propuesta se planteó una y otra vez en los ensayos de Maybury-Leivis, 1984;
ver en particular .- Despres, 1984 y Muybury-Lewis 1984a.
7 Ver en particularsil trabajo introductorio: "The Dialectics of Cultural Pluralism :
Concept and qeality".

120
Vivir con la elnicidad: la nccesrdad de un nuevo paradigma

Este proceso de repensar la etnicidad y el Estado nos


coloca ahora en una mucho mejor posición para com-
prender y evaluar la ola de violencia actual que parece
inundar al mundo. Examinemos algunos ejemplos.
En Europa occidental nació la idea moderna de Esta-
do, aunque hoy es evidente que los estados de esta parte
del mundo no han hecho realidad las esperanzas de los
racionalistas que escribieron en tiempos de la Revolu-
ción Francesa. Ellos esperaban que los estados del futuro
estuvieran moldeados por valores liberales y que, al inte-
rior, los ciudadanos interactuaran de igual a igual, sin
considerar la identidad étnica. En términos de Peter
Worsley (1984), ésta era la modalidad uniforme del Esta-
do que sigue siendo el ideal en gran parte del mundo. Sin
embargo, lo más común es el modo hegemónico, donde
el Estado solamente reconoce como legítima una identi-
dad étnica. De esta manera, se considera que el Estado
corresponde a la nación, con una identidad étnica Única.
Los ciudadanos que no se suscriben, o no pueden suscri-
birse a esta identidad, pasan a ser de segunda clase. Los
europeos occidentales han estado siempre conscientes de
la dificil lucha que significa coordinar Estados con na-
ciones (Anderson, 1983; Gellner, 1983; Seton-Watson,
1977; Smith, 1971, 1981 y especialmente Hobsbawn,
1990.), y ahora se dan cuenta de que aún no tienen resuel-
to este asunto. Sus naciones no se ajustan a la concepción
cívica de Estado uniforme, sino que se definen más bien
en términos de sistemas simbólicos manipulables de in-
clusión y exclusión. El fantasma de la limpieza étnica
persigue al continente no sólo en Bosnia y otros lugares
de Europa Oriental, donde ésta se lleva a cabo de la ma-
nera más brutal, sino también en otras partes. La ansie-
dad que generan los "extraños", la discriminación y hasta
Uavid Mayhury-I.cwr

la violencia contra ellos son actitudes muy difundidas, si


bien a este tipo de violencia se le ha prestado más aten-
ción en Alemania y Francia, donde los "extraños" agre-
didos han sido a menudo conciudadanos.
En contraste, las Américas se han caracterizado his-
tóricamente como la clásica región de sociedades "cri-
sol"(Maybury-Lewis, 1993). A personas de toda
nacionalidad se les alentó a emigrar a las repúblicas ame-
ricanas y hasta se les permitió conservar sus lazos étnicos
después de haber emigrado, siempre y cuando entendie-
ran claramente que este tipo de etnicidades era secunda-
rio a la cultura dominante del Estado al que habían
llegado. Las principales excepciones fueron los indí-
genas, que siempre habían estado ahí, y los negros, que
habían sido traídos contra su voluntad. Históricamente,
estas dos categorías estuvieron excluidas de la ciudada-
nía y al mismo tiempo se realizaron esfuerzos sistemáti-
cos para destruir su sentido de identidad étnica.
Posteriormente se les exhortó a abandonar su etnicidad y
fusionarse con el resto aunque, al intentarlo, la mayoría
de ellos sólo recibió rechazo y discriminación.
Era habitual que los países americanos con poblacio-
nes indígenas importantes les cegaran la ciudadanía ple-
na. Aunque a los pueblos indígenas se les otorgaba la
ciudadanía de manera formal, en la práctica se les nega-
ban los beneficios correspondientes. En este tipo de Es-
tados exclusionistas, la idea de aceptar poblaciones
indígenas como grupos étnicos, con derechos de tenencia
de la tierra y mantenimiento de sus propias culturas era
impensable ya que iba en contra de la premisa básica so-
bre la cual estaban fundadas sus sociedades, es decir la de
una elite hispanizada gobernando a una subclase indíge-
l'ivir con la e~tiicidíirl:la necevidacl tle 1111 nuevo poruclignla

na. Guatemala es el ejemplo extremo de un Estado ex-


clusionista donde la élite se prepara para ir a la guerra en
contra de la población indígena con el fin de mantenerla
en su lugar. En Perú, una renuencia similar a incluir a las
poblaciones indígenas, ha hecho que la tarea de moderni-
zación y movilización social sea extremadamente difícil,
con lo que se ha facilitado la desunión de la sociedad pe-
ruana en los últimos años de crisis.
1

l En este contexto, así como en muchos otros, México


l
1 sobresale como la excepción. Este país cuenta con una
población indígena extensa que hasta hace muy poco
1
1
pasó a ser minoría, pero sigue siendo numerosa. La polí-
tica oficial después de las Leyes de Reforma, a mediados
del siglo X E , fue dispersar las comunidades y erradicar
las culturas indígenas, esperando que los indígenas por sí
mismos se mezclaran con la cultura mestiza del país.
Después de la Revolución de 1910-20 y, en particular,
después de la presidencia de Lázaro Cárdenas en la déca-
da de los treinta, el país ejerció una política indigenista.
Oficialmente esto significaba que el Estado garantizaría
las tierras y las culturas indígenas, ayudando al mismo
tiempo a que éstos las abandonaran y se integran gradual-
mente a la corriente principal. En 1993 se presentó otro
cambio manifiesto de rumbo. En ese año, México adoptó
una nueva constitución bajo cuyos términos la sociedad
se convertía formalmente en multiétnica. Aún no es cla-
ro cuales serán los efectos prácticos de estos cambios
constitu~ionales.~ Sin embargo, México ha realizado es-

8 Mientras me encuentro editando este trabajo, después del levantamiento zapatista


en el estado de Cliiapas en enero de 1994, los encargados gubernamentales de ne-
gociar con los rebeldes no parecen dispuestos a conceder la autonom~alocalque es-
tos demandan para los grupos indigenas.
David Maybury-Lcwis

fuerzos por incluir a las poblaciones indígenas en la vida


nacional, lo que lo distingue de otros estados.
Por otra parte, países como Brasil y Estados Unidos
con poblaciones indígenas relativamente pequeñas y dis-
persas,' son estados inclusionistas. Se consideran a sí
mismos como sociedades crisol. En un principio, los
pueblos indígenas fueron excluidos, pero de un tiempo
para acá, se les ha exhortado a fusionarse en el crisol. En
estos países, las demandas indígenas de autonomía local
y derecho a conservar sus propias culturas se combaten
porque representan un desafío a ese ideal. La amarga iro-
nía que enfrentan los pueblos indígenas es que, si son nu-
merosos, sus demandas representan una amenaza. Si no
lo son tanto, sus demandas pueden tranquilamente igno-
rarse.
Así pensaban en Canadá, donde rutinariamente se
ignoraban las demandas de los indígenas de ser reconoci-
dos como sociedades diferentes dentro de la federación
canadiense. Sin embargo, esta política fue uno de los
factores que acabó con la administración conservadora
del primer ministro Mulroney; éste había logrado redac-
tar una nueva constitución para Canadá donde esperaba
aliviar un poco la desunión entre canadienses anglopar-
lantes y la población francoparlante de Quebec. La nue-
va constitución que reconocía a Quebec como una
sociedad diferente dentro de Canadá, con sus propias le-
yes y costumbres, tenía que ser ratificada por todas las le-
gislaturas provinciales antes de convertirse en ley.
Todas las legislaturas la ratificaron con excepción de
dos, pero finalmente la constitución fracasó en la legisla-
tura de Manitoba, cuando un miembro del parlamento,
un indio Ojibwa-Cree llamado Elijah Harper, utilizó los
Vivir con la elnicidnd: la necesidad de un nuevo paradigmo

procedimientos parlamentarios de la cámara para obsta-


culizar la ratificación. Este hombre se negó a votar por
una constitución que concedía a laprovincia de Quebec
una condición especial dentro de Canadá como sociedad
diferente, cuando nunca antes se habían tomado en serio
peticiones similares de los pueblos indígenas de este
país.
A pesar de este resumen un tanto deprimente sobre
cómo se han tratado los derechos indígenas en América,
se considera que esta región del mundo es en cierto modo
afortunada en comparación con continentes como África
y Asia. Gurr (1993) señala que hay menos violencia étni-
ca en las Américas que en Áfiica y Asia, y Horowitz
(1985) sugiere que esto se debe a que muchos países de
África y Asia siguen luchando contra su herencia postco-
lonial. Al respecto, vale la pena subrayar que América
fue colonizada justo al comienzo de la expansión euro-
pea. El colonialismo de América es el más antiguo de los
colonialismos europeos y, desde el punto de vista de los
I indígenas americanos, se trata de un colonialismo que
I aún persiste. La historia del dominio europeo y luego
posteuropeo en América ha estado marcada por un cons-
tante conflicto entre los habitantes indígenas y los inva-
sores. Si quisiéramos comparar los niveles de conflicto
étnico en América con respecto a los de otros continentes
colonizados, sería necesario tomar en consideración un
lapso de tiempo mayor.
1
l>avid Mayhury-Lcwis

Sin embargo, es cierto que en el presente las recién


descolonizadas regiones de Áfnca y Asia están especial-
mente sujetas a conflictos é t n i c ~ s .Se
~ ha considerado
que los estados africanos son construcciones coloniales
notoriamente artificiales. Horowitz (op. cit.,p.75-76) lo
pone en tela de juicio, argumentando que la artificialidad
de las fronteras coloniales se ha exagerado demasiado.
Los poderes coloniales, señala, consideraban las fronte- ,
ras étnicas al delimitar sus territorios y se esforzaban en
no dividir a los grupos étnicos, aunque muchas veces esto
llegó a suceder. Es significativo el hecho de que, por lo
menos en África, los gobiernos eran mucho más peque-
ños que los territorios coloniales en los cuales se encon-
traban. Los colonialistas ampliaron la escala en la cual
estos grupos indígenas tenían ahora que operar. Puesto
que los estados postcoloniales han defendido fielmente
las fronteras coloniales de sus dominios, es evidente en- I
tonces que incluyen forzosamente a más de uno y a veces
hasta im gran número de grupos étnicos, que poco tienen I
l
que ver unos con otros como no sea su experiencia sobre
el colonialismo. Sin embargo, los líderes políticos afri-
canos han insistido sistemáticamente en la integridad y l
viabilidad de estos estados heredados y han atacado ex-
presiones de etnicidad subestatal por considerarlas divi- 1
1
sionistas. El resultado era de esperarse: en ciertos casos
se presentó una competencia entre poderosos grupos ét-
nicos por el control del Estado; en otros, los representan-
tes de un grupo étnico asumieron y dominaron de manera
hegemónica al Estado. En ambos casos, el potencial de
un conflicto étnico ha sido considerable.

9 Horowitz (1985) concentra su atención en sociedades extremadamente divididas


en estos continentes y en el Caribe, que yo no abordo en este estudio.
I'tv~rcon lo cinrcrclod. l a ticcesidod de trn nuevo parad~xnia

En Asia, los ejemplos más dramáticos de conflicto


étnico en estos momentos provienen de la India. Aunque
la India ha sido uno de los dos experimentos más impor-
tantes de coexistencia étnica en ese continente I n d o n e -
sia constituye el otro-. La India independiente intentó
seguir el modelo establecido por la Ilustración. Su pri-
mer Primer Ministro, Jawajarlil N e h , insistía en que la
India debería ser un Estado moderno, civil y liberal. Un
Estado de este tipo tendría que negarse a reconocer o re-
conciliar de manera especial a los grupos étnicos. En
cambio, habría de proporcionar el mejor marco de refe-
rencia tolerante y antisectario para que los grupos étnicos
de la India, y principalmente aquellos que se definieran
por su religión, pudieran convivir pacíficamente. El sin-
cretismo tradicional de la India permitió que el sistema
fiincionara por un tiempo, pero hoy existen tensiones y se
dice que está desuniéndose porque los conflictos entre
l-iindúes,musulmanes y sikhs amenazan con desgarrar al
país. Estos trágicos sucesos son aleccionadores. En pri-
mer lugar, subrayan la naturaleza indeterminada de las
diferencias étnicas que pueden parecer insignificantes
durante largos períodos de tiempo y luego activarse hasta
el punto de conflicto. En muchas partes de la India, algu-
nos grupos que han rendido culto ante el mismo altar
conviviendo pacíficamente, hoy se enfrentan exigiendo
exclusividad.1° En segundo lugar, la India demuestra
que cuando el Estado liberal ignora o suprime la etnici-
dad, se vuelve vulnerable a conflictos étnicos. Tercero,

10 El profesor Loki Medan ha comentado ampliamente en los periódicos indios las


consecuencias de Ayodliya. Un buen aiihlisis de esos sucesos piiede tambiin en-
contrarse en Bayly, 1993.
Ilavid Maybury-lewis

la India señala una vez más las terribles consecuencias


que sobrevienen al politizarse la etnicidad.
El potencial de manipulación política de la etnicidad
está presente en todos los estados, con algunas excepcio-
nes en el caso de estados homogéneos. En un país como
la India, enorme, variado y con tradiciones milenarias de
división, así como de reconciliación, este potencial es un
peligro latente, únicamente a la espera de las circunstan-
cias adecuadas que los políticos sin escrúpulos podrían
aprovechar inflamando rencores étnicos para beneficio
propio.
Este tipo de manipulación también puede darse en la
esfera internacional. Los estados siempre han tratado de
explotar los desacuerdos internos de sus enemigos. Des-
pués de la derrota de los imperios multiétnicos aus-
trohúngaro y otomano durante la 1 Guerra Mundial, se
creó un mosaico de nuevos estados en Europa y el Cerca-
1
no Oriente. Los límites de estos estados se hicieron para
conceder autodeterminación a las mayorías étnicas que
los conformaban. En la medida en que era inevitable que
otros grupos étnicos estuvieran incluidos en los estados
recién creados, la condición y legitimidad de las mino-
rías se convirtió en un problema que los nazis cínicamen-
. te explotaron en los preparativos de la 11Guerra Mundial.
En la actualidad, debido al rápido avance de la globaliza-
ción, todo se encuentra cada vez más influenciado por I
fuerzas internacionales, desde los negocios hasta el em-
pleo, desde la política hasta la etnicidad. La manipula-
ción internacional de la etnicidad ejercida por
correligionarios, terroristas y gobiernos se está convir-
tiendo en regla más que en excepción. Tambiah se refirió

128
Vivir con ln clnicidarl: la nece.~idadde trn nuevo paradigma

a lo anterior en una reflexión sobre S r i Lanka, su devasta-


do país de origen (Tambiah, 1986).
En relación con esto, el contraste entre Malasia y Sri
Lanka resulta aleccionador: ambos son estados bipola-
res. En Malasia, los chinos y los malayos abarcan los dos
bloques étnicos principales, igual que sucede con los cin-
galeses y los tamiles en Sri Lanka. Horowitz describió
cómo una combinación de sucesos fortuitos y un hábil
manejo político (Horowitz, op.cit.,cap. 10) permitió que
UMNO, el Partido de Alianza en Malasia, atrajera con
éxito a electores de origen multiétnico, pasando por enci-
ma de las principales desuniones en Malasia. Por el con-
trario, en Sri Lanka, distintas circunstancias y distintos
arreglos étnicos resultaron ventajosos para que los políti-
cos se postularan sobre plataformas étnicas y polarizaran
con gran eficacia a un país ya de por sí dividido.
Las enseñanzas de este breve estudio sobre el divi-
sionismo étnico en el mundo ya deberían ser evidentes.
La etnicidad es un componente inherente a los ásuntos
humanos que no se desvanecerá ignorándolo. Asimis-
mo, resulta extremadamente difícil de suprimir. El páni-
co de los sabios, al que ya me referí, no se debe tanto a su
percepción de que la etnicidad domiiia al mundo -siem-
pre lo ha hecho- sino más bien a que se dieron cuenta de
que sus teorías anteriores sobre cómo manejarla resulta-
ron deficientes. Es evidente que se requiere de un nuevo
esfuerzo para abordar la etnicidad imaginando sistemas
sociales y políticos que le den cabida.
No existe un arreglo sencillo y, menos aún, único
para resolver los conflictos étnicos a iiivel mundial. Por
lo tanto se necesita profundizar en la comprensión dc las
posibilidades e impedimentos de los sistemas federales o
Ilavrd Moyhufy-Lewrs

pluralistas, hacia sistemas que ofrezcan estímulos a los


partidos multiétnicos en contraposición a los que alien-
tan las votaciones étnicas. Este tipo de comprensión pro-
vendrá únicamente de un estudio más amplio y
sistemático, caso por caso, de los aspectos sociales de la
etnicidad, como los están realizando los antropólogos en
la actualidad. Al mismo tiempo, es vital que los teóricos
políticos y sociales amplíen sus investigaciones sobre los I

acuerdos políticos promotores de la armonía étnica (o


por lo menos de la coexistencia) y los que no lo son. Un
programa de este tipo depende, empero, de que los defen-
sores intransigentes del Estado liberal puedan superar su
aversión por todo sistema que deliberadamente reconci-
lie la etnicidad. Un paso necesario, si esperamos cambiar
la opinión del público en general de Occidente, es el de-
sarrollo de una teoría sobre los estados multiétnicos. Se-
gún la sabiduría convencional, la etnicidad es perjudicial
y causa de interminables pleitos, por lo que habría que
suprimirla, o de manera alternativa, el Estado debería
"limpiarse" de sus rasgos étnicos. Sin embargo, nuestras
investigaciones demuestran que el problema no es la et-
nicidad en sí, sino más bien la forma en que la gente la
maneja (o no la maneja) y trata de suprimirla. Solamente
si logramos desarrollar una teoría de la etnicidad que se
convierta en un nuevo y vigoroso paradigma, podremos
modificar la sabiduría convencional y lograr cambios en t
las prácticas represivas que todos aborrecemos. Me pa-
rece que el esfuerzo de construir este paradigma es una
V/iVrr
L O I ~/u cmlcl(iu~I 10 tt~cc.\/dad
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Escala e interacción de los procesos culturales:
hacia una perspectiva antropológica del cambio
global
Lourdes Arizpe
Los fenómenos culturales y sociales que estamos presen-
ciando al finalizar el siglo XX, no tienen precedente en la
historia de la humanidad por tres razones distintas: pri-
mero, por el número de personas implicadas; segundo,
debido a que son fenómenos nuevos, esto es, los efectos
acumulativos de la actividad humana que conducen al
calentamiento global y al agotamiento de la capa de ozo-
no, y la aceptación casi universal de los derechos huma-
nos; y tercero, por los niveles de complejidad que
abarcan todos ellos. Es interesante observar que por pri-
mera vez en la historia de la humanidad, la ciencia estará
presente durante un cambio principal relacionado con la
civilización. Esperemos que sea importante y paramejo-
rar.
Este nuevo entorno también indica el final de: a) el
principio implícito de la infinitud del espacio terrestre y
de la biodiversidad en muchas culturas; b) la idea de una
"mundo de economía vacía" según la han denominado
Fredrik Barth y otros autores, y c) el concepto de culturas
autárquicas, autónomas o Estados-nación. La antropolo-
gía debe enfrentarse al desafío de analizar e interpretar
las interacciones humanas y culturales en este nuevo en-
tomo global. Aunque los antropólogos han elaborado rá-
pidamente nuevas formas de manejar los problemas de
interpretación de las interpretaciones, escribiendo etno-
grafía~en un mundo sin fronteras, poca atención han
prestado a comprender las interacciones entre culturas,
Estados-nación, mercados regionales y un "sistema glo-
bal de información y comunicación" emergente.
Para esta tarea, una "antropología compuesta" que
yuxtapone un conocimiento etnográfico circunscrito
para producir una descripción mixta del nivel nacional o
regional, no funcionará para explicar la nueva "globali-
dad". ¿Debe la antropología intentar analizarla? Desde
mi punto de vista, esto es precisamente lo que tiene que
hacer. En primer lugar, porque la nueva "globalidad" es
de hecho una nueva "localidad", como espero demostrar
en este capítulo con la ayuda de un ejemplo sustraído de
un trabajo de campo, y en segundo término, debido a que
sumandato siempre ha abarcado a toda la humanidad. Se
ha afirmado que todas las interpretaciones antropológi-
cas se formularon en el idioma cultural occidental, y sus
resultados han servido para comentar las tradiciones cul-
turales de Occidente. De hecho, esta es una de las razo-
nes por las que la antropología se ha mostrado tan parcial
hacia los pueblos estudiados: nunca les llevó de vuelta
las etnografías de las culturas occidentales, lo que hu-
biera permitido un enriquecimiento recíproco conducen-
te a una comprensión más texturizada de todas las
culturas del mundo. En este sentido, hasta hace muy
poco, la antropología ha entablado un diálogo de la cultu-
ra occidental consigo misma, a través de su amplio cono-
cimiento de otras culturas.
lT.~cuioc inicrrrccirjil de lar procesos nrllurales

Aun así, la antropología ha jugado un papel esencial


abogando por la liberación cultural, los derechos liuma-
nos y los valores de tolerancia social, lo que necesaria-
mente sustenta perspectivas de una coexistencia pacífica
de pueblos y culturas en un entorno global. Si por "glo-
bal" entendemos el interés por todos los habitantes del
mundo, entonces es seguro que la antropología siempre
ha sido, en principio aunque no en la práctica, una "cien-
cia global". Así pues, si la antropología quiere concen-
trarse en la interdependencia, nueva o renovada, de las
culturas, con mayor razón está obligada a redactar explí-
citamente un programa teórico y de campo para una an-
tropología del cambio global.
En la actualidad, los científicos de las ciencias natu-
rales están empleando el término cambio global para re-
ferirse únicamente a los fenómenos biogeofísicos que
afectarán a los habitantes del planeta. Sin embargo, el
Programa sobre las Dimensiones Humanas del Cambio
Ambiental Global del Consejo Internacional de Ciencias
Sociales (ISSC) ha señalado que, de hecho, el cambio
global abarca tanto a los fenómenos biogeofisicos como
a los humanos. Por lo tanto, en este trabajo me referiré
por igual al cambio global o a la globalización, como pro-
ceso impulsado por actividades humanas que está crean-
do mayores interdependencias entre los pueblos de todo
el mundo, y esto en relación a fenómenos tanto ambienta-
les como sociales.
¿Es la perspectiva global de la antropologia la que
requiere construirse, o debe la disciplina reconstruir sus
supuestos teóricos y sus métodos para adaptarse a este
nuevo entorno global? Desde mi punto de vista, la se-
gunda tarea es la que debe recibir la atención total, para
conformar a la antropología como una disciplina cientí-
fica del siglo XXI. Hasta ahora y desde la década de los
sesenta, ha estado examinando un rango cada vez más
amplio de "culturas", a medida que se adentra más y más
en contextos urbanos e industriales. La antropología tie-
ne ahora tantos temas de investigación que algunos se
preguntan si todavía existe una antropología unitaria o si
ésta se ha disuelto en campos hibridos (Reynoso, 1993).'
Sin embargo, todavía no se ha elaborado un esquema
teórico que contenga estos aspectos ampliados, intelec-
tuales, temáticos y geopolíticos. Por el contrario, como
lo establece Wolf en el capítulo 11de este libro, cuando a
la antropología
... se le exigió ampliar su escala y su alcance para
incluir inás acerca de lo que estaba sucediendo en el
mundo, muchos antropólogos se refugiaron nueva-
mente en el estudio de culturas particulares. . como
sistemas de significados independientes y totaliza-
dores.

A mí me parece que incluir "más acerca de lo que sucede


en el mundo" significa volver a enmarcar la riqueza de
datos e instrumentos analíticos que la antropología nos
ha legado bajo la forma de un nuevo mandato teórico.

En vista de que las demarcaciones disciplinarias de


la ciencia social se originaron del racionalismo científico
cartesiano del siglo XVII y de su esquema cosmopolítico
correspondiente, me parece que toda la arquitectura de la
ciencia social está en vías de cambiar en las próximas dé-

I 1 Consultar la respuesta a sus argumentos en Wolf, Barth, Baker. Nchoji Nkwi,


1
I Litvak e, al.
l
li.~c.olae biteraccidn <le1o.v procesos nrllurales

cadas. Según Stephen Toulmin, hace mucho que los in-


tentos por ir más allá de la teoría general, lineal y
abstracta hacia esquemas más pluralísticos y confinados
en el tiempo, han estado esperando en las alas de la cien-
cia del siglo XX (Toulmin, 1992). De hecho, considera
que la etnografía, como un método más 'holísticoy parti-
cularista, puede señalar el camino para superar la natura-
leza estática y homogeneizante de la ciencia cartesiana.
Así pues, la antropología no es la única que estaría
cambiando: Paul Baker tiene razón al hacer eco al Ilama-
do de una mayor multidisciplinariedad en la investiga-
ción antropológica. Esto parece especialmente necesario
en el campo del cambio global, puesto que la colabora-
ción con los científicos de las ciencias naturales se está
volviendo esencial.

Repensar una perspectiva antropológica


Últimamente, las ciencias naturales han empleado el tér-
mino "cambio global" para incluir nuevos tipos de fenó-
menos. Como dice M.G.K. Menon, Presidente del
Consejo Internacional de Uniones Científicas (ICSU~):
Es indudable que la humanidad ha modificado el
medio ambiente en el proceso de vivir y desarro-
llarse durante dos millones de años por lo menos,
pero durante la mayor parte de este periodo, la in-
fluencia humana en el medio ambiente ha sido de
escala local y de pequeña magnitud. Sólo en la últi-
ma mitad de este siglo, la humanidad ha desarrolla-
do la capacidad de modificar el medio ambiente a
escala global, y no sólo en relación con los efectos

2 Siglas en ingles de lnternational Council of Scientific Unions. (N. de la T.)


LourJc~Arizpc

locales como en el caso de la contaminación ... (Me-


non, 1989, p.60).

Continúa diciendo que el cambio global 'implica:


...procesos físicos,químicosy biológicos interacti-
vos que regulan el sistema terrestre, el medio am-
biente único que permite la vida, los cambios que se
están produciendo en este sistema y el modo en que
las acciones del ser humano influyen en ellos
(Jbid.)

En los fenómenos económicos, políticos y cultura-


les, la globalización está también cambiando la interac-
ción de los distintos grupos sociales del mundo.
Como ya se mencionó, la antropología puede consi-
derarse la primera ciencia social que proporciona una
perspectiva global en el sentido de que sus observaciones
estuvieron originalmente orientadas a alcanzar la univer-
salidad de la experiencia humana. Sin embargo, en la
práctica se distorsionó por categorizaciones como las de
occidental/no occidental, civilizado/primitivo. La antro-
pología fue también la primera ciencia que intentó mane-
jar problemas de escala; desde sus etapas iniciales trató
de explicar, tanto las tendencias generales de la "civiliza-
ción humaiia" como las estructuras y organización de las
pequeñas comunidades. La ecología cultural y la teoría
de centro-periferia, entre otras escuelas de pensamiento,
intentaron manejar la inmersión de las culturas en dife-
rentes magnitudes de organización social. Por último,
las inquietudes teóricas esenciales de la antropología es-
tuvieron orientadas a la interacción entre distintas cultu-
ras.

140
ICv~ulae inlrrarcirjn de los procesos crilturalcv

Como un supuesto oculto en estos primeros estudios


estuvo la visión, irrefutable hasta hace poco, de que los
Estados-nación eran la forma consumada de toda organi-
zación social y la que, eventualmente, se consolidaría
hasta en las regiones multiculturales del Sur. Huelga de-
cir que esta visión es, hoy día, altamente discutible, y que
la cohabitación de distintas culturas dentro de una fronte-
ra nacional ya no se considera como un proceso inevita-
ble. Irónicamente lo anterior concede a la antropología
una ventaja específica sobre otras ciencias sociales, en el
sentido de que su método es el más indicado para mane-
jar culturas múltiples. A pesar de esto,,ha estado prácti-
camente ausente del debate acerca de los actuales
conflictos culturales y étnicos de los Estados-nación.
A pesar de que la antropología nunca se sintió cóino-
da en la escala de las culturas nacionales, en la actualidad
está todavía menos preparada para abordar la escala re-
gional de los fenómenos interculturales. Estos últimos
están surgiendo como resultado de la creación de comu-
nidades regionales tales como la Unión Europea, y de tra-
tados comerciales regionales como el TLC, el Mercosur,
la APEC y algunos más.
Es interesante que después de décadas de negarle el
l
papel que desempeña en el mundo "moderno", actual-
i mente la cultura está reingresando al flujo principal de
discusión sobre desarrollo, como lo demuestra la Comi-
sión Mundial de Cultura y ~esarrollo' creada por la
UNESCO, los asuntos internacionales y las predicciones

3 Encabezadapor Javier PérezdeCuéllar, sus inicmbros sonclaude Ake, Yoro Fall,


Kurt Furgler, Celso Furtado, Niki Goulandris., \ I.ilibub ul Haq, Elisabeth Jelin, Aii-
geline Kamba, Ole Henrik Magga, Nikita Mikhalkov, Cliie Nakane, LeilaTakla,
Elie Wiesel y la autora de este capitulo, Lourdes Arizpe.
I,ourde.s Arizpe

de Samuel Huntington (1993) acerca de un choque entre


las culturas del mundo. La antropología, por lo tantb,
debe aceptar el desafío de tratar con unidades culturales
de macronivel y con mayor razón dado el nuevo fenóme-
no que está en proceso de formación, esto es, un sistema
global de información y comunicación que está condu-
ciendo a demandas de una nueva ética global.

¿Hacia una ética global?


En el mundo ya se habla, tanto a nivel de la comunidad
local como en las conferencias gubernamentales intema-
cionales, de una nación global, un parlamento y un go-
bierno mundial y una sociedad civil global. Se ha citado
a personas que hablan de "mi país, nuestro planeta", o de
que son "ciudadanos del mundo". Ciertamente que esto
representa un fenómeno fascinante para ser estudiado
por la antropología. No es nuevo, en el sentido de que el
humanismo occidental, el universalismo hindú o tantas
otras culturas y religiones han considerado siempre a los
seres humanos como parte de la humanidad en su conjun-
to. Sin embargo, es nuevo en el sentido de que habla de
crear intencionalmente instituciones mundiales, ya sea
un parlamento, un gobierno o una sociedad civil, que vin-
culen a todos los humanos en un empeño común y en de-
rechos y responsabilidades globales.
No obstante, hay que ser precavidos. En las últimas
décadas, los antropólogos han adquirido un sentido acen-
tuado del espejismo, como lo denomina Maurice Gode-
lier en el capítulo IV de este libro, de ideas occidentales
planteándose como ideas de la humanidad. La globali-
dad puede ser, como algunos se han apresurado en aler-
L.vcala e inlcraccihn de los procesos culiuraIc('

mundo interdependiente. Sin embargo, no sería desca-


bellado decir que algunas ideas están empezando a acep-
tarse como ideales universales. Una de éstas es la idea de
los derechos humanos -aunque culturas como el Islam,
la consideren un concepto individualista- y otras más
como los ideales de democracia e igualdad de género po-
drían estarse moviendo en esta dirección.
Al mismo tiempo, en el mundo real existe un entrete-
jido multidireccional de culturas occidentales y no occi-
dentales. El mejor ejemplo es el uso mixto que se está
haciendo en muchos países de la medicina alopática, ho-
meopática, china y otras de tradición herbolaria. En el
ámbito de la pintura, del teatro y de la música, muy espe-
cialmente, la amalgama de formas culturalmente distin-
tas de representación, simbolismo y desempeño se está
convirtiendo en una práctica común.
La gran pregunta es si la intensificación de las tecno-
logías de comunicación e información a nivel mundial
impulsarán la creación de normas éticas e instituciones
realmente universales a escala global, o si más bien se les
utilizará sin previsión, con el solo fin de impulsar los pro-
pósitos de países o grupos determinados, principalmente
a través del control de la circulación de la información y
de la tecnología. Según los cibernautas, esto ya no es po-
sible.

UmbraIes cuIturaIes
En los medios de comunicación masiva, la Revolución
Microelectrónica, la Tercera Ola o la Nueva Era se han
transformado en referencias comunes para establecer la
frontera tecnológica y social que divide a nuestra época
actual. La antropología debería preguntarse si se trata de
I,otrrdcs Ari:pe

un fenómeno previsto de fin de siglo o si una nueva "era


de civilización" está comenzando. Conocemos las con-
fusiones de la periodización y del término "civilización",
por lo tanto sugiero que empecemos, más humildemente,
por preguntamos acerca de.lanaturaleza y orientación de
ciertos umbrales culturales y sociales que se han obser-

Ciertamente que los umbrales demográficos tienen


implicaciones para el futuro cultural liumano. Aparte de
la magia y su resonancia psicológica de la cifra de cinco
mil millones de habitantes en la superficie del planeta,
con todo, la curva demográfica muestra un umbral im-
portante. Se trata de la tendencia ligeramente descen-
dente, patente desde la década de los ochenta y que
refleja el cambio cultural trascendental de la transición
demográfica humana. Es, efectivamente, una transición
cultural, puesto que implica una decisión consciente de
padres e instituciones para frenar el crecimiento demo-
gráfico, y es bien sabido que un factor clave de este pro-
ceso es la educación y las expectativas que las mujeres
pudieran tener.
Sin embargo los antropólogos que han trabajado en
las periferias de los desiertos, en valles montañosos inac-
cesibles y en barriadas de las ciudades metropolitanas,
conocen sobre la distribución irregular de la población en
todo el mundo. En consecuencia, se está volviendo fun-
damental georreferenciar la distribución de la población,
puesto que muy poco se puede extraer de las estadísticas
nacionales de población si se omite analizar la concentra-
ción o dispersión regional de las poblaciones. Sobra de-
cir que la expansión y movilidad geográficas de la
G c a l n e in/eracción de los procesos cult~irulev

población mundial serán un factor fundamental en la


transformación del mapa cultural global.
Además de lo anterior, los desequilibrios en la distri-
bución geográfica de los recursos naturales y de un ago-
tamiento cada vez mayor de éstos, y la contaminación,
están originando "refugiados ecológicos". Las desigual-
dades económicas (por ejemplo, los desequilibrios) que
siguen aumentando en la distribución geopolítica del ca-
pital creado por el hombre, han abastecido el flujo de "re-
fugiados económicos". Si a estos grupos, añadimos los
ya tradicionales "refugiados políticos", podemos com-
prender sin dificultad que las tasas de migración se en-
cuentran en niveles sin precedente histórico -el
paralelismo más próximo tendría que ser la migración
forzosa de los pueblos esclavizados de Áfnca-. De he-
cho, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Refugiados, la denomina como la "Explosión de Re-
fugiados" que ha llegado al nivel máximo de 18 millones
de personas en el mundo entre 1976 y 1990 (UNFPA, 1993,
p. 20). En comparación con la emigración europea de 52
millones de personas entre 1848y 1912, hoy se estima que
...70 millones de personas, en su mayoría de países
en desarrollo, se encuentran trabajando, legal o ile-
galmente en otros países. Mas de un millón de per-
sonas emigran permanentemente a otros países y
cerca de este mismo número buscan asilo cada año
(lbid p. 19).
Es interesante observar que México encabeza la lista
de emigración en el mundo, con una estimación de 6 mi-
llones de mexicanos que han emigrado a Estados Unidos
en las últimas tres décadas, mientras que Colombia le si-
gue con más de un millón de emigrantes, lo que sepresen-
ta entre 9 % y 12.5 % de su mano de obra (Ibid.). Estados
Unidos encabeza la lista de países de inmigración, al ha-
ber recibido 7.3 millones de inmigrantes legales y 2.7 mi-
llones de ilegales. Entre 1980 y 1992, Europa occidental
recibió en total cerca de 15 millones de inmigrantes,
mientras que los estados del Golfo Pérsico acogieron 5.1
millones (Ibid.).
Una característica importante de estos flujos migra-
torio~es que el monto de remesas que los inmigrantes en-
vían a sus hogares, calculado en $66 mil millones de
dólares norteamericanos en 1989, es más elevado que la
cifra total de ayuda internacional al desarrollo durante
ese mismo año, es decir, 46 mil millones de dólares norte-
americanos (Ibid.).En la medida en que muchos de los
migrantes provienen de familias de bajos ingresos, con
frecuencia de comunidades indígenas, el flujo también
altera cualquier análisis económico realizado en la inves-
tigación tradicional antropológica de la comunidad.
Todos los pronósticos indican que este tipo de flujos
rnigratorios internacionales, predominantemente del Sur
al Norte, y del Sur al Sur, están destinados a aumentar en
el futuro próximo. Los "balseros" ya no son característi-
cos de Asia solamente, sino también del Caribe y del Me-
diterráneo. Sobra decir que en términos culturales, estos
cambios masivos de población, aunados a la expansión
de los medios de comunicación y las telecomunicacio-
nes, modificarán totalmente los patrones culturales, el
comportamiento y las formas generacionales de transmi-
sión cultural. Asimismo, están dando lugar a nuevos fe-
nómenos, como el de las "culturas viajeras" del Pacífico.
Desde hace ya algún tiempo, las migraciones inter-
nas también han estado destrozando los mapas culturales
E.~calae iniovccidn de los procesos culiuralcr

tradicionales. Un cálculo de las Naciones Unidas basado


en datos censales de las décadas de los sesenta y setenta,
muestra que un 33% del-aumento de población rural de
Africa y Asia y un 58% de América Latina se perdió por
la migraci?n o la reclasificación de asentarnientos rura-
les en urbanos (Ibid., p. 16). Aunque en números absolu-
tos la población rural sigue siendo mayoría a nivel
global, las tendencias hacia el año 2025 indican que casi
toda la población estará viviendo en asentamientos urba-
nos.
De nueva cuenta, esta movilidad geográfica sin pre-
cedentes del Horno sapiens,marca un umbral histórico
que los antropólogos no pueden ignorar, especialmente
por la posición central que ocupa la cultura en los con-
flictos étnicos y nacionalistas, y el desarrollo desigual
que acompañan a la emigración en su región de origen, y
las actitudes xenofóbicas con que 'se recibe a los inmi-
grante~en el país receptor.
Si se toman en cuenta estos umbrales históricos, yo
sostendría que si hemos de continuar usando la herra-
mienta analítica de "cultura", debemos aceptar una divi-
sión teórica en la antropología, que se origina en los
flujos migratorios sin precedentes y en la interculturali-
dad de finales de siglo que, en conjunto, inician una era
donde los procesos centrales serán de culturas trashu- .
mantes y los de neoculturas: nuevas culturas sincréticas,
en su mayoría urbanas. Porque considero que ésta será el
área más importante de investigación de la antropología
en el próximo siglo, el principal enfoque teórico de la an-
tropología tendrá que estar en la dinámica de la intercul-
turalidad en distintos niveles de magnitud: local,
nacional, regional y global.
1~ Mapas culturales en un entorno global
Una de las primeras preguntas que exige respuesta es si
las interacciones culturales son distintas hoy de lo que
fueron hace algunas décadas. En otras palabras jse trata
de diferencias fundamentales o es más bien una cuestión
de escala, es decir de un mayor número de pueblos impli-
cados en interacciones culturales?
Para comenzar a responder, necesitamos saber cuán-
tas culturas existen hoy en el mundo. Por supuesto, el
primer intento de trazar un mapa de las culturas muiidia-
les fue el proyecto precursor del Archivo sobre Relacio-
nes Humanas. Otros son el Atlas Narodov ~ i r e del a ~
Instituto Soviético de Etnografía y el Ethno-Atlas de Ro-
bert Spencer (1960). En su Atlas of World Cultuves, Da-
vid Price señala que el mayor problema que tuvo que
superar para construirlo fue ia variable del tiempo. Su
atlas localiza la región de un grupo cultural en el momen-
to en que la literatura etnográfica se había referido espe-
cíficamente al mismo. En consecuencia, Price explica
que "los grupos «culturales)) o c<étnicos»identificados en
el atlas son simplemente algunos de los grupos que han
sido identificados en el cuerpo existente de la informa-
ción etnográfica" (Price, 1990,P. 8). Parece que en la ac-
tualidad, no existe otra manera de crear este tipo de atlas.
En muchos países las estadísticas demográficas no espe-
cifican los rasgos étnicos o culturales. De hecho, este
tipo de aspectos pueden resultar contenciosos y conducir
a situaciones donde la población indígena se encuentra
sistemáticamente subrepresentada en el censo, como su-

4 El original se publicó en 1964 en Moscú. En 1965, V. G. Telhcrg public6 una tra-


ducción al inglés en Nueva York.
cede en Guatemala, o donde se toma la decisión de no
preguntar sobre la filiación religiosa en el censo, para
prevenir conflictos religiosos como en el caso de Nige-
ria.
La literatura antropológica conoce bien los proble-
mas relacionados con el trazado de mapas culturales:
uno es establecer unidades culturales separadas; otro es
decidir si una determinada "cult-unidad" o "unidad etno-
lingiiística" constituye una unidad principal o más bien
forma parte de otra; y el problema más reciente, la proli-
feración de nombres, esto es, cuando se agrega al nuevo
nombre que algún grupo cultural se adjudica, el nombre
con el cual se le conoce en la literatura etnográfica y el
(los) nombre(s) con que lo conoce la gente de fuera (Ibid.
p. 9). Por ejemplo, ahora resulta comprensible que los
Mohawk ("los que comen hombres") prefieran su propio
nombre Kaniengehaga ("pueblo del lugar del pedernal"),
y los pueblos del Ártico Norte, el nombre de Inuit.
Para entender la dinámica de este tipo de culturas en
un paisaje de pueblos en movimiento, requerimos, otra
vez, georreferenciar la información etnográfica. Con
mayor razón, porque dicha información no se encuentra
con facilidad fuera del ámbito de la investigación antro-
pológica. Los datos estadísticos son especialmente pro-
blemáticos porque en su mayoría provienen de los censos
nacionales: las categorizaciones culturales nacionales,
en muchísimos casos, no solamente carecen de significa-
do para los grupos etnoculturales, sino que, de hecho los
fracturan.
Vale la pena mencionar que el problema de crear se-
ries exactas de datos a nivel trasnacional está presente en
los programas de prácticamente todas las ciencias socia-
Lourdes Arizpc

les y es uno de los principales intereses del Programa so-


bre las Dimensiones Humanas del Cambio Ambiental
Global del CICS. En una de sus publicaciones más re-
cientes, el demógrafo John Clarke, señala que los datos
demográficos son difíciles de manejar a nivel regional,
porque únicamente se encuentran disponibles para uni-
dades políticas que varían mucho en términos de unida-
des de área y en tamaño y densidad de población (Clarke,
1992). Un ejemplo interesante para la antropología es la
fragmentación política por continente. Áfiica, con 12 %
de la población mundial cuenta con un 27% de países, y
dicho sea de paso, las fronteras políticas de mayor longi-
tud; América tiene 14% de la población, y un 24% de paí-
ses; las cifras correspondientes para Asia son 59% y 2 1%,
y para Europa 15% y 18% (Ibid., p. 17). Si sobreponemos
un mapa de las culturas de cualquiera de estas regiones al
mapa de las fronteras políticas, las discrepancias son ob-
vias.

Interacciones culturales en un entorno global


Por lo tanto, el problema recién mencionado consiste en
crear datos georreferenciados precisos sobre los flujos
interculturales; sin embargo, el siguiente problema es el
de teorizar en cuanto a los tipos de interacciones cultura-
les que se están dando. Un punto de partida interesante es
la retroproyección de Bob Carneiro que calcula que hace
tan sólo unos 3,000 años, había alrededor de 20,000 uni-
dades políticas autónomas sobre el planeta, y hoy única-
mente existen unas 200. Si suponemos que la mayoría de
estas unidades políticas coincidían con culturas autóno-
mas ¿podríamos afirmar que la evolución cultural del
Horno sapiens en el largo plazo tiende a disminuir la di-
versidad cultural?
l.ourde.v Arizpe

más que una sencilla progresión de entropía cultural, lo


que observamos es un flujo y reflujo de fronteras políti-
cas y de culturas. Y la creación actual de un sistema de
información y comunicación global no parece estar alte-
rando este flujo y reflujo histórico. Hablar de la paradoja
aparente de la globalización que ocasiona el resurgi-
miento de nacionalismos y etnicismos se lia vuelto un
tema muy trillado.
Si mantenemos nuestro supuesto básico de que todos
los seres humanos tienen capacidad creativa, debemos
postular que ningún sistema de información y comunica-
ción global será capaz de erradicar esta creatividad. Por
el contrario, parecería estarla fomentando. Nuevas imá-
genes computarizadas y nuevos entornos de migración
están generando neo-culturas: Ciberia, culturas criollas,
culturas fronterizas como la de Mexamérica en la froiíte-
ra entre Estados Unidos y México y culturas viajeras, to-
das ellas en proceso de formación.
Sin embargo, es necesario incorporar a los modelos
antropológicos, una interdependencia política y econó-
mica cada vez mayor, quizá como herramienta analítica
que nos permita comprender las reacciones e interaccio-
nes de las culturas locales.
Especialistas de otras ciencias sociales ya están
aportando interpretaciones de los procesos culturales
globales. En un artículo de 1993, el Profesor Samuel
Huntington planteaba que el conflicto internacional más
importante en los años por venir, sería el choque entre ci-
vilizaciones, principalmente el Cristianismo, el Is-
lamismo, el Budismo y el Hinduismo (Ibid.). Francois
Peret señala que los países del Norte protegen su frontera
mediante el establecimiento de una zona umbral de pai-
I?.vcalue iiito~accrBnde los procesos c ~ ~ / t ~ ~ r a l c v

ses de "amortiguamiento": Egipto, México, Marruecos,


Tailandia y Turquía que perpetuarán y profundizarán la
divisoria NorteISur. En los foros políticos, una interpre-
tación de extrema derecha considera los reordenamien-
tos culturales futuros en términos de afiliaciones
raciales, burdamente clasificadas como de blancos con-
tra negros y amarillos. Estas son, efectivamente, inter-
pretaciones por las que deben interesarse los
antropólogos.
Lo anterior nos conduce a lo que, desde mi punto de
vista, es uno de los temas más importantes de investiga-
ción sobre las interacciones culturales en un entorno glo-
bal. Abarca las percepciones que los pueblos locales
están comenzando a tener sobre el cambio global. Y digo
"comienzan" porque, en la medida en que estos fenóme-
nos no habían estado presentes, hasta ahora, en la expe-
riencia humana, de momento sólo podemos registrar la
reacción inmediata de la gente frente a cuestiones globa-
les. Pasará mucho tiempo antes de que estas percepcio-
nes queden formuladas en conceptualizaciones y
sistemas de valores. A continuación, se proporciona un
ejemplo de este tipo de investigación basada en un traba-
jo de campo realizado en la Selva Lacandona en 1991-
1993.5

5 Estaes la región del levantamientozapatista de enero de 1994. Sin darnos cuenta,


nuestro análisis de las percepciones sobre la desforestación mostró cuáles eran los
grupos de campesinos implicados y los niotivos que dieron sobre el levantamiento.
En busca de herramientas para analizar las percep-
ciones locales del cambio global
La investigación se llevó a cabo en un contexto mul-
tiétnico donde inrnigrantes de más de 15 estados de Mé-
xico se han volcado dentro de la Selva Lacandona, el
rincón sudeste de México en la frontera con Guatemala.
Se trata del área donde se levantó el Ejercito Zapatis-
ta en 1994. El trabajo de campo se condujo ahí en 1991-
1992 y el libro Percepciones sociales sobre la desforesta-
ción en la Selva Lacandona se publicó en español a fina-
les de 1993; la versión en inglés fue publicada en 1995por
la Universidad de Michigan (Arizpe, 1993). Aunque el
tema de análisis era la desforestación, los testimonios de
los entrevistados en el libro explican los antecedentes del
levantamiento zapatista.
Al realizar la investigación, no solamente tuvimos
que manejar una situación multietnográfica sino que
también nos enfrentamos a una donde los nuevos discur-
sos del ambientalismo se les habían impuesto a los habi-
tantes locales de la selva y de la regiones fronterizas,
obligándolos a construir rápidamente sus propias per-
cepciones sobre la desforestación y conseguir posturas
socialmente negociadas sobre cuestiones del medio am-
biente. En este trabajo, solamente se discutirán las per-
cepciones que se refieren al vínculo local-global.
Tan recientemente como el año de 1983, bajo la pre-
sión por disminuir el déficit nacional alimentario, la le-
gislación agropecuaria mexicana hizo obligatorio que
los campesinos cultivaran todas las tierras cultivables
que se encontraban bajo su jurisdicción. Esto provocó
una desforestación acelerada, especialmente en las áreas
tropicales del sur de México que eran consideradas por

154
los organismos internacionales y el gobierno local como
"fronteras agrícolas". Como resultado, en Marqués de
Comillas, el área en estudio que está localizada en la
frontera con Guatemala, campesinos inmigrantes -a
quienes se les dotaron 50 hectáreas de tierra a pavés del
Programa de la Reforma Agraria- desmontaron aproxi-
madamente el 40% de las 190,000 hectáreas totales. En
diciembre de 1988, la política gubernamental cambió to-
talmente cuando el presidente Salinas de Gortari decretó
una veda forestal total.
Lógicamente, los campesinos de la región se queda-
ron perplejos ante el cambio súbito de reglas y completa-
mente sorprendidos ante la veda forestal. Nunca antes en
sus historias culturales se habían establecido reglas de
este tipo, lo cual requirió una revisión rápida de sus ele-
mentos culturales para ponerla en perspectiva.
Una situación de campo como ésta, exigió también
un método de campo distinto, empezando por el hecho de
que el equipo de investigación tenía que ser multidisci-
plinario.6 En la década de los ochenta, en la selva se ha-
bían instalado comunidades conformadas por
inmigrantes de todo México y con diversos antecedentes
culturales: indígenas, mestizos, del norte y hasta urba-
nos. La dotación de tierra llevada a cabo por el programa
de la Reforma Agraria, constituía la única estructura or-
ganizacional de las comunidades, aunque muy pronto,
lazos familiares amplios y lealtades a grupos étnicos co-

6 El equipo: Lourdes Arizpe, antropóloga coordinadora; Fernanda Paz, antropólo-


ga; Margarita Velázquez, psicóloga social y ambientalista; Luisa del Carmen Cá-
mara, agrónon~a;Verónica Behn, ecóloga; los participantes eventuales fueron un
veterinario y diversos estudiantes de antropologia, biomedicina e ingenieria. El
proyecto estuvo financiado por la Universidad Nacional Autbnoma de México.
menzaron a estratificarlas. En términos culturales la úni-
ca línea divisoria es la que existe entre indígenas y
mestizos, pero cada uno de estos grupos se encuentra
también altamente fiagmentado -con excepción de
unas cuantas comunidades monoculturales lacandonas y
choles-. En consecuencia, las herramientas antropoló-
gicas tradicionales, orientadas a rasgos culturales, valo-
res o culturemas, no podían aplicarse a esta situación.
Después de un periodo de exploración, decidimos utili-
zar el término "percepciones sociales".
Esto se debió principalmente a que la veda forestal
era tan reciente que los campesinos apenas empezaban a
buscar a tientas reacciones socialmente negociadas.
Cabe destacar que la única instancia que encontramos
para establecer una conceptualizacióil fue cuando algún
grupo local utilizó el método de retirarse hacia la religión
para dar con el reforzamiento de un nuevo concepto re-
cién creado, pero aplicable de la "naturaleza de la natura-
leza". La mayoría de la gente sencillamente intentaba
resolver el problema de cómo percibir "lo que quiere de-
cir esto de la desforestació~~",
en palabras de Higinio Or-
tiz.
Es interesante que una de las características más so-
bresalientes de este proceso fue que la gente de las comu-
nidades empezó a hablar en términos de su propio
localismo frente a la "comunidad internacional", cuando
antes su marco de referencia externo siempre había sido
nacional. Cada uno de los distintos grupos ocupaciona-
les y étnicos tenían diferentes maneras de afrontar esta
nueva percepción.
Los ganaderos locales, entre los cuales había algu-
nos cuyos antepasados habían comerciado con plátano y
Ivcala e inferuco61i dc los pr7jcc~os~ullurolcs

otras fmtas tropicales en el mercado internacional, y que


ahora venden carne de res en el mercado del centro de
México, no tuvieron dificultad alguna en entender los re-
tos de la situación mundial. Luis Pedrero, descendiente
de una familia próspera de hacendados de Las Mercedes,
con negocios orientados a las exportaciones, cuando se le
preguntó cuál pensaba que sería el futuro de México,
contestó: "No muy bueno, pero no para México, sino
para toda la comunidad, para todo el mundo ... Lo que se
necesita es cultura y conocimientos. De otra manera,
destruiremos el mundo".
Tampoco los habitantes del pueblo de Palenque
mostraron dificultad en entender los vínculos de lo local
con el mundo exterior. Sin embargo, debido a que están
muy alejados de los problemas de la desforestación -su
región fue desforestada en la década de los sesenta- no
les preocupan tanto los problemas del cambio global (a
pesar de que algunos repiten lo que han escuchado en la
televisión acerca del agujero de "ozono"), como el marco
más tradicional de las relaciones internacionales. Al ha-
cérsele la misma pregunta sobre el futuro de México, el
velador Miguel Hernández respondió:
Veo que el futuro del mundo (observación de la au-
tora: nótese que elevó la pregunta al rango del
mundo) se está poniendo muy inal. Los gobiernos
se están tomando de lamano, pero en cuanto alguno
de ellos se enoje, va a empezar a disparar. Hay de-
masiada violencia en América Central, debemos
estar preparados para el futuro, para ver lo que pa-
sará. Los países industrializados de mercado co-
mún se llevan lo mejor, se aprovecl~an...
Aunque partiendo de distintos puntos de vista, se en-
contró la misma seguridad en los marcos anteriores de las
relaciones internacionales entre otros grupos ocupacio-
nales de Palenque. Al discutir asuntos internacionales,
los funcionarios gubernamentales locales, colocaban de
inmediato la discusión en el marco de la soberanía:
Lo que sucedió en Marques, todo tiene que ver con
la soberania.. Primero empezaron a colonizar Pa-
lestina y Coroza1durante el régimen de Echeverría;
luego, a principios de 1978, a lo largo del río La-
cantim, los ejidos de las riberas orientales; pero en
1980-81, la colonización impuldada por el gobier-
no se orientó a lo largo de los márgenes del río
Cl~ixoy,hacia (los ejidos) Roberto Barrios, Flor de
Cacao y Quetzalcoatl. Ahí consiguieron toda la
ayuda necesaria con sierras mecánicas, un año de
maíz y demás. Todo se debió a los emigrantes in-
documentado~guatemaltecos que desalojaron a los
trabajadores agrícolas mexicanos. Llegaron más
personas y decidieron ir a los ejidos de la frontera:
Nuevo Orizaba, ...Boca de Chajul. Todo tiene que
ver con defender la soberanía nacional.

Lo anterior tiene eco en las palabras de un grupo dis-


tinto, el de los maestros de escuela primaria. Uno de
ellos, Genaro Almada, lo plantea de la siguiente manera:
"En primer lugar me siento miembro de mi estado ("chia-
paneco"), luego mexicano y luego americano7... Me
identifico mucho con los países sudamericanos... no con
ese del norte". Los estudiantes tienden a permanecer en

7 En muchas partes de AmtricaLatina, el ttrmino "americano"se usa paracualquie-


raque vive en el Nuevo Mundo, como se haciaen la Colonia. Por el contrario, a los
ciudadanos de Estados Unidos se les llama "norteamericanos" o "estadouniden-
ses", o se les denomina con el ttrmino prhctico de "gringos".
esta vía, como lo demuestra Miguel Angel Palacios, un
estudiante de secundaria: "El futuro del mundo está en
manos de los países desarrollados. Si ellos deciden que
hasta aquí, entonces todo se acabará. Tienen mucl~asar-
mas y los medios para destruir el m ~ n d o " . ~
En contraste marcado, entre los campesinos de la
Selva Lacandona, a siete horas de distancia en jeep desde
Palenque, las percepciones se articularon hacia el cam-
bio global. Se encontraron siete percepciones sociales
¡ principales sobre la desforestación y la sustentabilidad.
En relación al vínculo local-global, la percepción del
campesino "independiente" decía algo parecido a:
Los cambios en la selva van a tener consecuencias
mundiales. Mundialmente va a pasar algo, por eso
todos se preocupan. Los gringos (americanos) y
los japoneses son los segundos dioses, ellos pagan
al gobierno de México para que no se acabe la sel-
va; ellos están cada vez más arriba, casi van a tocar
a los dioses. Ellos acabaron con todo, no reserva-
ron nada en sus países, por eso quieren conservar
aquí.. .

Así lo expresó Artemio Benítez. En otras variantes,


a los europeos, a las agencias internacionales, frecuente-
mente al Banco Mundial o si no a alguna otra "comuni-
dad internacional" abstracta, se les considera como
adversarios en el forcejeo por la selva.
En una percepción distinta entre los campesinos, el
tema de la soberanía se encuentra por encima de la desfo-

8 Nótese que esta entrevista se realizó en el verano de 1991, despues de la caídadel


Muro de Berlin.
I.otrrder Anzpc

restación, como puede observarse en las palabras de Aa-


ron Velázquez:
Estamos cerca de Guatemala y pienso que estamos
acá como vigilantes, como soldados, porque desde
I1 que allá hay guerrilla, es por eso que nos mandaron
para acá y estamos en peligro porque si la guerra
empeora allá, el gobierno de México tiene que pro-
tegernos; él (el gobierno) tiene que tomar esto en
, cuentaporque estamos defendiendo nuestra tierra.

Entre los indígenas, la cuestión de la soberanía na-


cional rara vez se menciona y el marco de los asuntos in-
ternacionales o globales está prácticamente ausente. Su
principal preocupación es el tratamiento que reciben de
los "ladinos" y del gobierno nacional. En las comunida-
des de la selva, los emigrantes choles, tzeltales y tojola-
bales tienden a convivir entre ellos, aunque comparten
con los mestizos los terrenos comunitarios. Un caso es-
pecial es el de los indios lacandones, descendientes de los
mayas, quienes han vivido en la selva durante inileilios.
Ambos grupos de lacandones, los de Metzabok y los de
Najá, tienen una idea clara de los vínculos intemaciona-
les porque han sostenido este tipo de contactos a través
del trabajo de toda una vida de la sefiora Gertrude Duby,
una defensora admirable de la conservación de la selva y
de la cultura lacandona.
Las percepciones sociales sobre el vínculo local-glo-
bal entre estos distintos grupos de la región estuvieron in-
fluidos por varios eventos a principios de la década de los
noventa. En primer lugar, por las visitas de altos funcio-
narios de instituciones internacionales: el Banco Mun-
dial, la FAO, organizaciones como Conservación
Internacional y otros. En segundo término, por la visita
muy comentada de un funcionario del Banco Mundial,
quien llegó en helicóptero al corazón mismo de la región
de Marqués de Comillas; el Banco Mundial está finan-
ciando diversos programas agrícolas sustentables, inclu-
yendo una plantación d e hule y esquemas de
reforestación. Antes de esto, solamente al gobernador y
al presidente, o a funcionarios de niveles similares, se les
consideraba como viajeros en helicóptero. Con esta visi-
ta, se estableció claramente un nivel de referencia nuevo
en la mente de los pueblos locales, vinculado a un nom-
bre muy práctico: Washington.
En 1991 apareció, en uno de los diarios principales de
México, un artículo periodístico firmado por el presiden-
te del "Gmpo de los Cien", una organización ambienta-
lista, encabezada por escritores y artistas mexicanos,
acusando directamente a los campesinos de la Selva La-
candona de destruir los recursos forestales. En una reu-
nión de campesinos, mientras se leía en voz alta el
artículo, los campesinos maldecían, escupían y preten-
dían retar al escritor a pelear a puñetazos. Posteriormen-
te, al platicar con ellos, resultó evidente que habían
empezado a percibir que un grupo nacional se había alia-
do a los ambientalistas internacionales y que esta coali-
ción estaba dispuesta a despojarlos de sus árboles y de
sus medios de subsistencia.
Para alcanzar una visión comparativa de estas per-
cepciones entre los distintos grupos de la región, se reali-
zó una encuesta donde el 13.4% de los encuestados
consideraba que la "comunidad internacional" sería la

-
que más daño sufnría si la selva d e ~ a ~ a r e c i e r aPor
.~
ejemplo, los campesinos explicaban esto, diciendo:
"Dependen de nosotros los campesinos, de lo con-
trario no tendrían nada que comer"; o "Debido al
aumento del calor, sus contadnaciones (sic) les
lloverán encima (a ellos); o simplemente "porque
Montes Azules (la Reserva de la Biósfera) es el pul-
món del mundo".

Es interesante observar que la imagen más popular


entre los campesinos fue ésta del "pulmón del mundo".
En contraste, entre los campesinos de dos comunida-
des cercanas a Palenque, el marco internacional estuvo
prácticamente ausente, probablemente debido a que nin-
guna de sus actividades económicas los une a cuestiones
internacionales de cualquier índole. En Palenque, por
otro lado, el grupo de ingresos más altos mencionó a la
comunidad internacional en primer lugar, seguramente
debido a que todos los grupos internacionales y los fun-
cionarios pasan por Palenque de camino a la selva, y por-
que oyen hablar de cuestiones globales en la televisión.
A los encuestados también se les preguntó quién
debe hacerse responsable de cuidar la selva. Aunque un
tercio de la muestra mencionó a los campesinos y al go-
bierno, el 10.2% de los entrevistados señaló también a la

9 Laencuestase realizó en unamuestrade 432 personas pertenecientes a las siguien-


tes comunidades: cuatro aldeas de la selva; dos aldeas canipesinas de la región de
Palenque donde la mayoria de los campesinos se han convertido en empleados y
trabajadores de las haciendas; dos grupos urbanos del pueblo de Palenque, los gru-
pos de ingresos más altos conformados por comerciantes y propietarios y el giupo
de menores ingresos constituido por empleados y peones; por último, en vistade su
influencia en los eventos locales y regionales, se entrevistó a un grupo especial.
formado por los ganaderos.
comunidad internacional (Arizpe, et al. op. cit.,p. 145).
Las razones eran que la comunidad internacional es la
"que tiene dinero" y "necesita el oxígeno".

Resumen
En resumen, la investigación en la Selva Lacandona
mostró por qué y cómo las comunidades locales están
empezando a crear conceptualizaciones y símbolos rela-
cionados con el cambio global. Considero que estudios
comparativos de este tipo, en distintas regiones enrique-
cerán la discusión actual sobre el desarrollo sustentable y
la globalización.

Recomendaciones para la investigación


Con base en el ~Ianteamientode este trabajo, yo haría las
siguientes recomendaciones para la fbtura investigación
antropológica sobre el cambio global:

1. Geocodificar las etnografías antropológicas y los


datos culturales para permitir un análisis de los ni-
veles de magnitud, la distribución mundial y las di-
námicas espaciales de las interacciones culturales.

2. Perfeccionar el análisis antropológico de los mo-


vimientos demográficos, en particular las dinámi-
,cas de la cultura en la migración, y la fecundidad
diferencial entre grupos étnicos, religiosos o na-
cionales.

3. Utilizar un método comparativo para establecer


las tendencias principales de las interacciones c. i i l-
turales en los distintos continentes y regiones, con
el fin de entender los procesos culturales globales.

4. Analizar las interacciones éticas y simbólicas en-


tre las culturas de macro escala a través de las co-
municaciones globales.

5. Explorar nuevos métodos para vincular las per-


cepciones sociales locales con las tendencias cul-
turales de nivel meso y global.
En un frente más amplio, la antropología tiene que
actualizar sus modelos teóricos para ir más allá de la con-
traposición unitariolrelativista, proponiendo una defini-
ción más amplia del objeto de estudio, e incorporando
dentro de su cuerpo intelectual y teórico las tendencias
temporales, humanísticas y particularistas incluidas en
sus métodos etnográficos tradicionales.
Desde mi punto de vista, todo el conocimiento que la
antropología ha acumulado durante el último siglo debe-
ría utilizarse hoy día, no sólo para examinar, sino tam-
bién para proponer. La antropología no siempre ha sido
una ciencia pasiva: ha sido una ciencia activa, por ejem-
plo, en la formulación y revisión de las políticas estatales
hacia los grupos étnicos. ¿Por qué no habría entonces de
proponer activamente una explicación teórica de los pro-
cesos culturales globales, con el fin de moldear políticas
adecuadas para las relaciones interculturales emergen-
tes, nacionales e internacionales?
Obras consultadas

Arizpe, Lourdes, Femanda Paz y Margarita Velázquez.


Cultura y cambio global: percepciones sociales
de la desforestación en la Selva Lacandona. Méxi-
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1993, p.20.
Campo social y constelaciones culturales:
reflexiones sobre algunos aspectos de la
glob alización
Karl-Eric Knutsson

Introducción
Comienzo ,con una instantánea del ambiente en Nepal
donde vivo y trabajo actualmente. Esta instantánea ilus-
tra algunos de los desafíos fundamentales de tipo empíri-
co, teórico y ético de las sociedades en un mundo de
acelerada globalización.

La venta de una hija para comprar un televisor: la ul-


tima frontera del consumismo global'
En Asia del Sur y del Sudeste existe un inmenso mercado
sexual. Una de sus características- q u e más consterna-
ción causa- es el tráfico de jóvencitas desde Nepal ha-
cia los países vecinos. El gobierno estima que el número
de nepalesas, solamente en la India, es de aproximada-
mente 200,000, de las cuales es muy probable que el 20%
sean niñas. Los padres, esposos, parientes y hasta ami-
gos de la familia -personas en las que las jóvenes han

I Resumido a partir de O'Dea, 1993, p. 6-34.


depositado su confianza- son los que raptan o venden a
las niñas y a las mujeres jóvenes.
El potencial generador de ingresos del mercado se-
xual tiene muy pocos rivales, si no es que ninguno, a ni-
vel de las aldeas. El tráfico sexual ofrece la posibilidad
de que las ganancias den un salto cuántico a niveles que
solamente podrían encontrarse en ambientes socio-eco-
nómicos con altos grados de escolaridad, industrias y
servicios de pequeña escala y donde las oportunidades de
empleo remunerado son abundantes. Dado que estos
factores no existen actualmente en Nepal, el mercado se-
xual representa un enorme atractivo económico.
Los nuevos recursos permiten mantener estilos de
vida radicalmente nuevos. Esto es particularmente cierto
en el caso de los parásitos, casi todos ellos hombres, que
viven de las trabajadoras del sexo y que pueden darse el
lujo de permanecer ociosos y aún así contar con recursos
mucho mayores que un esforzado trabajador agrícola.
El aumento de estos ingresos "fáciles" debilita rápi-
damente la única red de seguridad de que disponen los
pobres: la solidaridad colectiva y los valores adjudica-
dos al trabajo colectivo. Sin ellos, las posibilidades de
complementar la subsistencia en las colinas se ven drásti-
camente limitadas.
La brutalidad de las relaciones entre las familias in-
volucradas en este tipo de tráfico, agrava la desigualdad y
la inferioridad entre géneros. Las niñas y las mujeres, ya
de por si social y económicamente más débiles que los
hombres, son al mismo tiempo objetos, recursos y victi-
mas.
En su visión de conjunto sobre el problema, O'Dea
plantea la siguiente pregunta: ''¿Quiénes son los clien-
tes?" Al igual que los vendedores, los clientes son de di-
versos orígenes y niveles socio-económicos. Existen
alrededor de 300,000 nepaleses que emigran estacional-
mente a la India y 150,000 en el ejército y en empleos de
seguridad. Muchos de ellos son solteros y otros están
alejados de sus esposas e hijos. No todos compran servi-
cios sexuales. Sin embargo, entre los que sí lo acostum-
bran, muchos prefieren estar con los de su misma raza,
con quienes comparten los mismos antecedentes e idio-
ma. Además de éstos y de una clientela india mucho más
numerosa, también están los tiiristas de la región y de to-
das partes del mundo, entre los cuales se incluyen aque-
llos que forman un "club" de hombres provenientes de
una profusa región vecina, dispuestos a pagar altos pre-
cios por "algo especial". Muchos informes colocan a las
niñas y mujeres nepalesas dentro de esta categoría y, por
ello el precio que se paga por mujeres vírgenes y menores
de edad puede ser muy elevado. Se han instalado merca-
dos de subasta especiales para satisfacer este tipo de de-
mandas. La prostitución infantil - d o n d e se encuentra
potencialmente el mayor número de vírgenes- es, por lo
mismo, una preocupación cada vez mayor (O'Dea, 1993,
P. 9).
¿Quién controla el mercado? Hasta donde sabemos,
los que lo controlan tienen distintos antecedentes y ejer-
cen diversos grados de poder. Los más inmediatos son
comerciantes sin escrúpulos que poseen burdeles, hote-
les y restaurantes, "alcahuetas" encargadas de contratar,
traficar y administrar los burdeles; y tratantes y "mato-
nes" que violan y torturan a las jóvenes y que están dis-
puestos a negarles agua y comida hasta que logran
"romper su voluntad". Las jóvenes sufren un proceso de
victimación que consiste en una degradación moral, di-
señada culturalmente, y en el abuso físico. Los métodos
empleados por los que ejercen el control hacen que "las
mujeres y niñas atraviesen por una metamorfosis lenta o
rápida y se transformen de personas con dignidad y liber-
tad, en vendedoras de sexo y esclavitud" (Rozario, en:
O'Dea, op. cit.). Lamentablemente, el mundo exterior se
está trasladando a las montañas del Himalaya en compa-
ñia' del bajo mundo, generando nuevas aspiraciones,
imágenes y recursos. Sin embargo, el precio del cambio
es muy alto. El sexo es un mercado en expansión que
ocasiona enfermedades sexuales transmitidas por las
mujeres que regresan -ya sea porque escaparon, fueron
rescatadas o se jubilaron- entre las que se encuentra el
VIH y el SIDA, y peor aún, una nueva generación de niñas
violadas, a las que se les robó la infancia y sus derechos
humanos, y que a menudo están traumatizadas para toda
la vida.
Al discutir esta pirámide de tormento, no pueden ig-
norarse las implicaciones del flujo de dinero corrupto
que se requiere para sostener el mercado del sexo. Des-
pués de todo, esta inmensa empresa sigue adelante, aun-
que el tráfico de niñas y la prostitución son ilegales en los
países de la región, y a pesar de que todos éstos ratifica-
ron la Convención Internacional sobre los Derechos de
los Niños y, por lo tanto, han convertido este instrumento
en una ley nacional. Esto constituye un indicador evi-
dente de cómo el mercado del sexo ha logrado penetrar
todos los niveles de la sociedad: locales, regionales e in-
ternacionales.
(:aniposocral y con.srclaciones culturales

Detrás de los que ejercen el control inmediato, otras


fuerzas -personales e impersonales- trabajan directa
o indirectamente para crear y conservar una situación
que finalmente convierte a las jóvenes en mercancías de
intercambio en un mercado regional, y a final de cuentas
global, de explotación de género y violencia sexual. En-
tre otras, existen desigualdades globales, regionales y
nacionales que generan y mantienen la pobreza y las ac-
ciones consumistas, transmitidos eficientemente por los
medios de comunicación, el turismo y la globalización
de los mercados. El abuso de niñas en las colinas del Hi-
malaya es una muestra aterradora de la expansión exitosa
que han tenido estas fuerzas globales.
En resumen, el mundo se está trasladando a las coli-
nas del Tamang y el Tamang está ampliando sus contac-
tos con el mundo. En algún sentido, siempre ha sido así.
Pero es evidente que se está dando de otra manera, en lap-
sos más cortos de tiempo y con consecuencias más radi-
cales para este pueblo en lo que se refiere a la
construcción y manejo progresivo de la "realidad". Pare-
cería que el Tamang estuviera viendo y actuando simul-
táneamente en videos totalmente diferentes: algunos
producidos localmente, otros empalmados y subtitula-
dos en aldeas cercanas y otros más, copiados de lugares

¿Qué es lo global de todo esto? ¿Será posible alcan-


zar una perspectiva teórica más útil que responda a nues-
tros cuestionamientos sociales y culturales, combinando
nuestra etnografía con algunas reflexiones sobre la glo-

Tal vez. Sin embargo, y éste es el argumento princi-


pal de mi artículo, lo anterior solamente será posible si
estamos dispuestos a discutir, al mismo tiempo, algunos
dilemas fundamentales de la teoría de las ciencias socia-
les. Al hacerlo, podremos también ponderar las respon-
sabilidades de la antropología con respecto a situaciones
y procesos como los queviolan y deshumanizan las vidas
de millones de niñas y jóvenes del Sur y Sudeste de Asia
y de otras partes del mundo contemporáneo.

Reflexiones iniciales
"Todo lo que podemos decir acerca de prácticamente
todo es casi nada" (Boulding, 1956, p. 4). A pesar de esto,
es "urgente", como señala el reflexivo geógrafo del tiem-
po Torsten Hagerstrand, "examinar con nuevos ojos el
asunto y ver si, después de todo, es posible decir sirnultá-
neamente algo de provecho y bastante acerca de todo"
(1986, p. 193 SS). Si no nos atrevemos a hacerlo, no tene-
mos nada que hacer aquí.
El término "globalización" suena muy impresionan-
te y complejo. Pero jes realmente más impresionante y
complejo de lo que puede decirse de otros territorios y
áreas, donde se desarrollan y actúan distintas formas y
aspectos de la vida humana? La escala parece diferente,
si se le compara con la que acostumbran los observadores
de la vida social: jrealmente sucede así? ¿Son realmen-
te más amplias las escalas y distancias de los paisajes de
dimensiones distintas? o jno será que las escalas se han
derrumbado y las distancias se han acortado?
En mi niñez, mi imagen del mundo era como una se-
rie de anillos de Saturno que yo ingresaba e incorporaba
consecutivamente, atravesando todo tipo de puentes y
utilizando enlaces planeados e inesperados. Esta sencilla
versión de la historia de inmigrante en el mundo, tan si-
milar a la creación de avanzadas de inmigrantes y su sub-
secuente expansión a nuevas tierras -a menudo
cubriendo varias generaciones- ya no se ajusta, o por lo
menos no tan bien. Cada vez es más frecuente que ocurra
lo contrario. Los anillos avanzan hacia mí, me rodean y
penetran, con todo y su encanto, con mayor velocidad de
lo que yo me tardo en planear o diseñar mis propias estra-
tegias.
Lo mismo se aplica a la dimensión del espacio social
y del espacio del conocimiento y los símbolos. Nos mo-
vemos a través de aquellos en los que estamos activa y
conscientemente comprometidos. Al mismo tiempo, y
cada vez con mayor rapidez, otros espacios, o como ha-
bré de llamarlos posteriormente, campos y constelacio-
nes, creados y sostenidos sin nuestra participación o
conocimiento (por lo menos hasta que nos alcanzan),
avanzan hacia nosotros, nos penetran y atraviesan. Pare-
ce que cada vez más el mundo va al encuentro de todos,
aunque no todos se encuentran en el mundo.
Otra sensación fundamental es que pareciera que es-
tamos presenciando cada vez más una lucha entre el
mundo como lo experimenta la gente normal, y la manera
en que lo clasifica el fenómeno bastante reciente de la
ciencia. En nuestra vida diaria, no nos fijamos mucho en
ciertos sectores de la realidad. También alternamos entre
ideas, análisis, experimentos y prácticas, sin identificar
necesariamente de cuál fase de nuestras actividades nos
estamos preocupando en un momento determinado. Pa-
reciera que nuestras imágenes de la realidad se organi-
zan, cada vez más, de acuerdo con ciertos modelos de
desagregación artificial que, a su vez, influyen en cómo
la gente realmente experimenta, organiza, interpreta y
maneja su vida.
Mi reflexión aquí no se refiere a que, aparentemente,
ahora vivimos en uno o varios sistemas globales: si apli-
camos el concepto tiempo con suficiente generosidad,
me imagino que han existido procesos de globalización
desde el principio mismo de nuestra existencia en el pla-
neta. Mi propósito consiste más bien en preguntar, cómo
podríamos abordar y comprender mejor las consecuen-
cias del cambio drástico en la dimensión de tiempolespa-
cio, generado por los cambios (tal vez adelantos) en el
conocimiento y la tecnología, que han creado campos so-
ciales en rápida expansión, en los cuales y mediante los
cuales, la gente interactúa traspasando distancias globa-
les; comparte y se comunica a través de constelaciones
de conocimiento, valores y aspiraciones dispersas glo-
balmente. Recordemos que es precisamente en situacio-
nes como ésta, cuando debemos dirigir nuestra energía a
escudriñar la naturaleza de nuestros supuestos teóricos,
escondidos o explícitos, y cambiar, no solamente nues-
tros mapas, sino también nuestras herramientas de orien-
tación y exploración (Kuhn, 1962).
Como todo concepto amplio -especialmente los
que se ponen rápidamente de moda- la globalización
me hace sentir incómodo. Por supuesto que suena muy
bien, igual que la aldea global, el internacionalismo y el
universalismo. Se refiere a contactos y comunicaciones
entre la gente, al "desarrollo de la cooperación", etc.
Pero si profundizamos un poco, sin importar con cuánta
honestidad pudiera haber sido propuesto, es evidente que
su amplia aceptación es en sí el resultado de característi-
cas sumamente preocupantes. Una de las características
es que todos estos términos tienen, en cierto modo, una
naturaleza profiláctica: suenan bien y, por lo tanto, son
muy efectivos como encubridores del neocolonialismo,
la dominación económica, la dependencia y expresiones
similares del juego global del poder.
Después de todo ¿a cuál percepción de lo global -o
de lo que debería globalizarse- nos estamos refiriendo?
Otro factor responsable de la difusión y rápida acepta-
ción de un término como el de "globalización" es su ca-
rácter comprehensivo. Desafortunadamente, los
conceptos de esta naturaleza, agregados a niveles donde
parecen adquirir vida propia, tienden a paralizar más que
a estimular el cerebro. Frases como "las necesidades del
desarrollo", "todos somos interdependientes" o "la glo-
balización es el futuro" están en boca de todo el mundo
como si se refirieran a valores irrefutables. El año de
1984 llegó y se fue, pero el lenguaje del libro de Orwell se
mantiene vivo y se vuelve cada vez más frecuente y per-
suasivo. Debemos cuidamos de estos peligros para no
crear una terminología nueva que siga distorsionando el
conocimiento y posibilitando los abusos del poder.
¿Qué es pues, lo global de la globalización? A pesar
de percibir un mundo en contracción, de hecho no vivi-
mos a un nivel global, sino más bien en algún contexto
globalizado como la aldea de Tokha en el Valle de Kat-
mandú o el "Upper East Side" de la ciudad de Nueva
York. Lo que podría ser global en estos dos lugares es la
posibilidad e incluso la probabilidad cada vez mayor de
que al manejar mi vida aprovecharé los recursos físicos,
sociales o mentales que están ubicados originalmente en
otra localidad del planeta, o algún derivado de estos re-
cursos. En consecuencia, no se trata de recursos globales
per se, sino más bien de expresiones localizadas o inani-
festaciones de algo que pertenece a otra parte del mundo,
y que me atrae a medida que pongo en práctica diversos
proyectos; o que es lo suficientemente poderoso para in-
fluir en las condiciones en que puedo diseñar y adminis-
trar estos proyectos. Así pues, lo global no se
circunscribe a un tipo de entidad específica. Por lo tanto,
la única otra posibilidad consiste en buscar lo global en la
esfera de las relaciones. Algo es global porque se genera
y sostiene a través de las relaciones que vinculan, combi-
nan y dirigen el uso de recursos físicos, sociales y menta-
les localizados en diversas partes del globo.
En consecuencia, el asunto verdaderamente nuevo
no es tanto que el mundo se esté volviendo uno solo, sino
más bien, y al menos por algún tiempo, en "varios" que
operan cada vez más a escala global y se relacionan entre
sí de maneras nuevas y rápidamente cambiantes. Por lo
tanto, tenemos que avanzar partiendo del estudio de uni-
dades más o menos separadas, para enfrentar situaciones
en las que diferentes medios de acceso a la tecnología, al
transporte, a la comunicación y a la información generan
una serie de mundos que son más pequeños o más gran-
des, accesibles o inalcanzables, manejables o ingoberna-
bles, dependiendo del control relativo que uno ejerza
sobre estos factores que los acercan.
Aquí deseo señalar algo que podría parecer paradóji-
co. Ciertamente existe una serie de contactos, interaccio-
nes y flujos entre estos diversos mundos (o campos), por
lo tanto, también existe una apertura entre ellos. Sin em-
bargo, en la medida en que todos están de alguna manera
limitados por la envoltura global, cada vez se ven más
afectados por la transición de sistemas abiertos -tanto
í:anipo socrol y conslelaciones cirlriiml~.s

en términos prácticos como teóricos- a sistemas cerra-


dos o en proceso de cierre. No es necesario reflexionar
mucho para darse cuenta de que las hipótesis que sería
significativo establecer para los sistemas teóricamente
abiertos, pueden ser irrelevantes o engañosas si el siste-
ma es cerrado o está en proceso de cerrarse. Las discu-
siones recientes sobre el mundo de economía plena,
ilustran este punto.
Señalaré otra paradoja aparente: para atender el pro-
blema de un mundo en contracción, los antropólogos tie-
nen que ampliar sus territorios de investigación. Esto
exige, entre otras cosas, que cualquier marco de referen-
cia o herramienta conceptual que propongamos, debe
construirse de modo que nos permita explorar, describir,
analizar y reflexionar sobre todo asunto social o cultural,
sin importar su naturaleza o en qué escala o nivel se en-
cuentra localizado. Asimismo, se requiere analizar más
de cerca nuestra conceptualización en todos los niveles,
incIuyendo 10s más agregados y, en consecuencia, los
menos explorados también.
Por ejemplo, aunque por conveniencia y para facili-
tar la comunicación, debo utilizar términos generales
como el de sociedad, no ayudan mucho en un intento sig-
nificativo por entender los distintos aspectos y dimensio-
nes de la condición humana, o de los procesos de
globalización. Por su naturaleza sumaria y su ingobema-
bilidad, estas construcciones arquetípicas ejemplifican
los peores temores de Kant sobre los grandes conceptos
que describen poco y explican menos. Sirven de mantos
que ocultan, en lugar de revelar. Tal vez un compromiso
razonable entre la claridad conceptual y la conveniencia,
podría consistir en usarlos en tanto que términos denota-
tivos, como lo sugiere Eric Wolf con respecto al de socie-
dad:
designar un gmpo de interconexiones entre los
pueblos, verificables empíricamente, siempre que
no se agreguen prejuicios evaluativos sobre su es-
tado de cohesión interna o circunscripción, con res-
pecto al mundo exterior (1982, p. 18).

El concepto de cultura ocasiona preocupaciones si-


milares. La reciente discusión entre Wallerstein y Boyne
(En: Featherstone, 1990) refuerza la importancia de mis
inquietudes. Con todo y que se apoya en el evolucionis-
mo y el marxismo positivista, Wallerstein sale mejor li-
brado de este debate que Boyne, aunque no sea por otra
razón que esta percepción:
Sobre la importancia de estudiar la "cultura", sien-
to lo mismo que si se tratara de estudiar "la econo-
mía" o "la política". Se trata de algo carente de
tema, que la ciencia social del siglo xrx inventó
para nosotros. Entre más pronto dejemos de refle-
xionar sobre esta trinidad profana, más pronto co-
menzaremos a construir una nueva ciencia social
histórica que nos saque de los callejones sin salida
en que nos encontramos. El hecho de destacar la
"cultura" para equilibrar los énfasis que otros han
puesto en la "economía" o en la "política" no re-
suelve el problema -en realidad sólo logra em-
peorarlo-. Es necesario que superemos esta
terminología, de una vez por todas ... Confieso que
no cuento con ninguna solución sencilla que ofre-
cer. Soy, al igual que mis colegas, víctima de mi
educación. Así que recurro al uso del lenguaje con-
ceptual existente para coinunicarme. Sin embargo,
afirmo que estoy buscando algo mejor, y que el
análisis de los sistemas mundiales, si es que tiene
l
O'anlpo social y con.stelacionc.~m1turalc.s

algún valor, es parte de esta búsqueda, una encarna-


ción de nuestra búsqueda colectiva por encontrar
una concepción radicalmente revisada (1990, p.
65).

Sin embargo, a pesar de esta percepción y de su com-


promiso -como el m í o - de buscar un mejor lenguaje,
Wallerstein no se da cuenta de que el marco de referencia
conceptual del "análisis de los sistemas mundiales" tiene
los mismos defectos que intenta remediar. Efectivamen-
te, debemos tener cuidado con los conceptos encajona-
dos, similares a los de "sociedad" y "cultura", y tales
como "sistema", "comunidad" y otros más, que ponen
énfasis en el contenido como proceso y coherencia en lu-
gar de flexibilidad y variación.
¿Cómo podemos, entonces, escapar al dilema que
nos fue impuesto por el uso convencional de cajones ta-
xonómicos, a menudo irrelevantes? Antes de que co-
mience yo a hacer propuestas, debemos recordar el
hecho fundamental de que lo que realmente entorpece
nuestra capacidad para describir, comprender y manejar
los flujos y procesos, se debe, a final de cuentas, a la natu-
raleza clasificadora y por lo tanto estática de todos los
idiomas humanos. Ante todo, tenemos que aceptar que
los problemas ocasionados por nuestro cableado neuro-
lógico, del cual el idioma forma parte, puede superarse
hasta cierto punto, aplicando el lenguaje como si fuera
una película -reflejo del río de la realidad de Tales de
Mileto- proporcionando marcos consecutivos y ajus-
tando a la medida el intervalo entre estos marcos, con
toda la habilidad que sea posible, a la naturaleza de los
flujos que pretendemos capturar.
Karl-Eric Knutsson

Sin embargo, el hecho inevitable es que nuestra per-


cepción y nuestro lenguaje inmovilizan nuestras percep-
ciones y aseveraciones al respecto, así como nuestras
propuestas sobre lo que causa esas percepciones y, en ú1-
tima instancia, las imágenes resultantes. Es muy poco lo
que podemos hacer en este sentido, a menos que algún vi-
sitante de otra galaxia nos enseñe un nuevo lenguaje de
información que se auto-produzca y auto-reproduzca
continuamente que, ya sea se identifique con, o corres-
ponda perfectamente a los flujos de los "sucesos de allá
afuera", así como a los procesos "de aquí adentro" de
nuestras imágenes. Mientras esto no suceda, sólo podre-
mos recordar nuestro encarcelamiento lingüístico y ad-
mirar los esfuerzos titánicos de James Joyce (1966) en
sus diecisiete años de lucha con Finnegans Wake por ha-
cer fluir el lenguaje y cambiar, como lo hace Anna Livi
Plurabelle al envolver a Here Comes Everybody en sus
incesantes permutaciones.
A pesar de nuestro trágico destino, hay algo que po-
dríamos hacer con relativa facilidad. Podemos, por
ejemplo, elegir un lenguaje que indique -incluso si no
logra capturarlo- los flujos de la realidad. Podemos uti-
lizar términos como estmcturación en lugar de estructu-
ra, valoración en lugar de valores, actuación en lugar de
acción, y así sucesivamente.

Interés, campos y gravitación social


Al aceptar la naturaleza variable e inconsistente de las
experiencias humanas, las acciones que generan y las
imágenes que crean, hemos logrado un avance importan-
te. A continuación, sugiero que busquemos un lenguaje
que refleje estas percepciones, al utilizar metáforas tales
como campos, conglomerados, constelaciones, dimen-
siones y aspectos, que podríamos sacar temporalmente
de su contexto total para observarlos y reflexionar acerca
de ellos sin encerrar nuestros pensamientos para siempre
en casillas conformadas por sectores, estructuras y siste-
mas.
Lamentablemente, no ha sido la naturaleza variable
y fluida de la realidad la que se ha visto honrada por la
atención científica o académica, sino más bien nuestra
taxonomía y distorsión orientada a las estructuras de la
realidad. No es sorprendente que sigamos encontrando
lo que buscamos, y al lograrlo, ampliemos el abismo en-
tre la experiencia 'humana y la abstracción científica.
Aún peor -aunque a Platón le hubiera agradado esto-
hemos asumido o tratado sin mayor reflexión nuestras
clasificaciones como si tuvieran una existencia propia.
Por lo menos, nuestro lenguaje conceptual debería indi-
car que no existen cuestiones tales como problemas so-
ciales, económicos, políticos, alimentarios o médicos.
Lo que existe son problemas con estos aspectos.
La gente no vive en sectores. Vive en un cuarto pro-
pio lleno de una realidad total, cuya construcción cambia
constantemente, y que contiene muchas capas o aspectos
distintos, en diferentes combinaciones, constelaciones y
mezclas. Estas características de la construcción social
de la realidad requieren, tal vez paradójicamente, de un
enfoque holístico en la investigación y análisis, así como
de una metodología desagregada que permita acercarse y
"capturar" los distintos aspectos, y lo que es válido e im-
portante para una persona en una situación determinada.
Una posible solución a esta paradoja es que, al empren-
der las tareas más individuales, se ha de recordar, depurar
y referirse al contexto total, una y otra vez, con el fin de
lograr que nuestras indagaciones específicas se vuelvan
poco a poco más confiables y significativas. Esta es una
de las muchas justificaciones teóricas para tomar en
cuenta los contextos y procesos globales.
Hasta este momento, solamente he logrado indicar la
necesidad de cambiar nuestros conjuntos mentales. Esto
es importante cuando intentamos reducir la brecha entre
abstracción científica y experiencia humana. Sin embar-
go, hay que evitar el peligro de la anarquía intelectual que
podría ser tentadora, pero no muy útil si deseamos comu-
nicarnos unos con otros. Al haber reconocido la natura-
leza básicamente fluida de la realidad, y el hecho de que
una parte importante de la ordenación y estructuración
son proyecciones de principios organizadores aplicados
por el observador, resulta evidente que también es nece-
sario identificar principios generadores y estructurado-
res externos a éste. Esto invita de inmediato a tomar en
consideración a los actores, la agencia, el interés y demás
fuentes para las que empleo la palabra "gravitación"
como término ilustrativo.
En un intento por localizar los procesos sociales, es-
pecialmente los de más amplia escala, Marx reinará
siempre como el pionero más colosal, sin importar nues-
tras tendencias científicas o políticas. Sin embargo, al
igual que los evolucionistas a los que pertenecía, el espa-
cio para establecer variaciones en su definición de agen-
cia es muy limitado y sin esto seria muy difícil explicar
las amplias fluctuaciones de las manifestaciones colecti-
vas de "lo social" y "lo cultural".
Uno de los primeros en argumentar firmemente la
importancia de intereses más específicos en términos de
su contexto es Fredrik Barth. No me corresponde anali-
zar en este momento, la razón por lo cual, desde mi punto
de vista su contribución no ha sido lo suficientemente re-
conocida. Esto podría deberse a que escogió utilizar un
lenguaje próximo al de la teoría de los economistas clási-
cos del ser racional y al de las teorías de la maximización,
y al hecho de.que no expresó claramente, como lo hicie-
ron Bourdieu (1977), Ortner (1 984,1989) y Hechter
(1987), la interacción y reciprocidad entre la perspectiva
del actor y la acumulación de una acción continua en algo
que -inmovilizado por períodos suficientes de tiem-
po- podría llamarse estructura.
Durante los sesenta y setenta, también fueron evi-
dentes algunas modas y obsesiones ideológicas que im-
pidieron una comprensión correcta de sus escritos y sus
intenciones. Para mí es obvio'que, si se le comprende co-
rrectamente, Barth estaba mucho más adelantado en lo
que se refíere a equilibrar una teoría orientada al actor
con una ambición estructural pragmática, y en cuanto a
que la denominada teoría de la práctica, según las defini-
ciones de Bourdieu y Ortner, más que innovadora o alter-
nativa; es un complemento a sus propuestas. Como
quiera que sea, la combinación de Bourdieu de pragma-
tismo y teoricismo, hace que su descripción de interés y
su concepto de habitus sea de utilidad en el presente es-
fuerzo (Bourdieu, 1990, p. 87 SS).
Aunque está más bien orientado hacia el contenido,
el habitus es, sin lugar a dudas, un avance de los concep-
tos de sociedad y cultura. Además, nos ayuda a com-
prehender mejor el aspecto fundamental de arraigo y la
naturaleza de las distintas fuentes de identidad en un
mundo cambiante. Lo anterior es especialmente impor-
Karl-Mc Knulsson

tante en la discusión de la globalización, que a menudo


tiende a poner énfasis en la erosión de dichas cualidades.
Sin embargo, a pesar de esto y de las intensificadas per-
cepciones con que la teoría de la práctica ha contribuido a
la ciencia social, se le dificulta considerablemente mane-
jar losproblemas de cambio, flujos, flexibilidades, enfo-
ques alternativos y otros semejantes. Todo esto me ha
acercado a conceptos tales como campos y similares, que
son metáforas más dinámicas. Con frecuencia, Bourdieu
hace referencia a los campos (op. cit., p. 87 SS.), especial-
mente cuando se relacionan con áreas profesionales de
interés. Sin embargo, a mí me gustaría ir más lejos.
Al inicio de mi trabajo de campo, muy pronto me
topé con dificultades en lo referente a conceptos tales
como comunidad, aldea y hasta con el menos dogmático
de vecindario. Me pareció mucho más útil circunscribir
la "umland" social de las actividades, independiente-
mente de que éstas estuvieran firme o libremente institu-
cionalizadas (Knutsson, 1967). Las más evidentes eran
las "umlands" del mercado y las instituciones legales lo-
cales, los distintos centros religiosos, el contrato matri-
monial, el equipo de recursos humanos organizado para
actividades productivas, y demás. El trazo de su mapa
creaba una comunidad de campos, tan empalmados en
una misma localidad que la gente se trasladaba de uno a
otro con toda facilidad y rapidez, sin prestar ningún tipo
de consideración perceptible a elecciones alternativas.
Como una indicación de la importancia de este concepto
de campo y de los factores que lo generan y sostienen,
propongo el término "campo de gravitación social".
Este término es muy distinto al concepto de comuni-
dad como sistema limitado. Una ventaja, en aquel mo-
(:ampo socral y consfelaciones culturales

mento, fue que me ayudó a superar las fronteras


conceptuales impuestas artificialmente entre lo que po-
dría llamarse "interior" o "exterior" y entre niveles de in-
teracción. En vista de las diferencia~en la fuerza de los
intereses y el propósito, los campos más localizados se
extendían o contraían sin crear dificultades teóricas o
prácticas -por lo menos no de manera extraordinaria-
para los actores mismos. Las formas esenciales de auto
identificación estuvieron basadas, en general, dentro de
campos donde la afiliación era permanente y no selecti-
va.
La elección que hice del campo de gravitación so-
cial, como metáfora central del marco de referencia con-
ceptual para este trabajo, no es la única que ha de tomarse
en cuenta. Es obvio, por ejemplo, que el concepto de
campo está estrechamente relacionado con el de nicho.
La globalización podría, así, discutirse en términos de la
globalización de los nichos. Podríamos describir algu-
nos de los fenómenos en el caso del tráfico de niñas en el
Nepal rural, como la creación o expansión de un nicho
que estaba siendo poblado y cada vez más controlado por
una nueva clase de empresarios que utilizan un mercado
creciente de explotación de género y violencia sexual.
Son dos las razones por las que prefiero -a pesar de
la relativa claridad con que Boulding (1978, p. 13) formu-
ló el concepto de nicho - la metáfora y la creatividad
que ofrece el concepto de campo gravitacional. En pri-
mer lugar, el término nicho pertenece básicamente a la
categoría de "conceptos de contenido" más rígidos. Por
lo tanto, no nos ayuda a comprender cómo la gente puede
ser miembro e interactuar más o menos simultáneamente
en distintos campos sociales.
En segundo lugar, el concepto de nicho es menos
adecuado para describir o explicar los cambios rápidos.
La metáfora de un campo gravitacional social, con su(s)
centro(s) colocado(s) en ciertos intereses, es mucho más
útil en este caso. Es evidente, por ejemplo, que el cambio
ocurre porque ciertos intereses - d a d o que la asimetría
está siempre presente en todo campo y entre dichos cam-
pos en todo momento- "prevalecen" sobre otros intere-
ses.
Sin embargo, Appadurai (1990, p. 296) propuso otro
enfoque que introduce la metáfora de distintos "escena-
riosW2tales como "etnoescenarios, mediaescenarios, tec-
noescenarios, escenarios financieros e ideoescenarios";
Boulding (1985) sugirió un enfoque similar aunque más
sectorizado. Appadurai califica a estos conceptos como
"cowtnictos profundamente perspectivizados". Empero
la metáfora del campo de gravitación social basado en el
interés tiene sus ventajas. Las más importantes son: que
los factores de creación y mantenimiento de campos no
están restringidos a un sector o escenario predetennina-
do como sucede con las propuestas de Appadurai, sino
que siempre son contextuales, sin importar cuales sean
las clasificaciones simplificadoras que utilicemos como
ayuda en la búsqueda e identificación de distintos cam-
pos. Además, la idea del campo de gravitación social
ofrece una correspondencia entre las perspectivas de los
actoreslparticipantes y el observadorlanalista. Asimis-
mo, la "contextualidad" de su fuerza de cohesión permite
que los participantes de un campo hagan diversas inter-

2 Scapes: terminacibii de palabras como landscape-paisaje; probablemente del grie-


go skene-escena, escenario. (N. de la T.)
C.'anipo social y ronstelacionrs culrurales

pretaciones acerca de su naturaleza, sin debilitar su capa-


cidad de cohesión. Quizá la ventaja más importante es
que todo campo de gravitación social contiene, o puede
contener, todas las características de todos los escenarios
que Appadurai se ve obligado a separar.
Cuando propongo cambios en nuestro marco de refe-
rencia conceptual y en las metáforas que pudieran servir
de isótopos en nuestra búsqueda, estoy consciente de que
mis sugerencias podrían agravar u ocultar los problemas
que estoy tratando de aminorar. Si no somos extremada-
mente cuidadosos al utilizar los conceptos, entonces el
interés, el campo de gravitación y las constelaciones pue-
den, de una manera distinta, volver a introducir dilemas
ontológicos parecidos a los que aquejan a los conceptos
de cultura, sociedad y demás conceptos comprehensivos.
Podríamos crear otro conjunto de supuestos que, cons-
ciente o inconscientemente, pueden transformar en pre-
misas metafísicas las herramientas propuestas de
orientación, búsqueda y análisis, y eso no es lo que se
pretende. Hasta cierto punto, estos riesgos se originan
por la naturaleza inmovilizadora del lenguaje humano.
Sin embargo, es necesario exponerlos y contrarrestarlos
enkrgicamente y el mejor antídoto -tal vez el único- es
estar conscientes de ellos.
Estos riesgos son especialmente graves cuando se
trata del concepto de interés. En este caso, solamente
destaco que el interés siempre debe definirse de manera
contextual. Siempre está influido por un individuo res-
tringido a él. Al igual que en el caso de la comunidad que
ya analicé, los intereses pueden transmitirse y sobrepo-
nerse hasta el grado de que los individuos los compartan
fácil y preferentemente, sin considerar de manera seria o
, I Karl-Eric Knuuson

perceptible las elecciones alternativas (Bourdieu, 1990,


p. 108). Sin tratar de dilucidar otras complicaciones epis-
temológicas, sugiero que identifiquemos dicha agrega-
ción empírica de intereses como la fuente de gravitación
social con el potencial de generar un campo de gravita-
ción social. Esto no excluye la posibilidad de que este
tipo de intercambio pueda también estar impuesto por el
mismo poder que se encuentra detrás del interés domi-
nante, sin el consentimiento voluntario de todos los
miembros de un campo.
Según el grado de las relaciones y la compatibilidad
de sus fuentes de gravitación (intereses), los campos pue-
den combinarse en constelaciones de campos como su-
cedería en un vecindario, un negocio o una nación. Sin
embargo, también pueden desagregarse temporalmente
o de manera más permanente, en campos de gravitación
componenciales más simples, así como volverse a aso-
ciar -temporal o permanentemente- con otros cam-
pos, dependiendo, de nueva cuenta, de la naturaleza y
compatibilidad de las fuentes de gravitación generadoras
de campos. Esta oscilación de agregarse y separarse y
volver a asociarse en combinaciones variables y con dis-
tintas duraciones, parece representar - e n términos muy
abstractos y generalizados- lo que está sucediendo en la
actualidad, también a escala global.

Constelaciones culturales
Al proponer la metáfora de los campos de gravitación so-
cial, debo señalar que la fuente de este tipo de fuerza de
gravitación generadora de campos, no puede reducirse a
ningún propósito organizacional o a algún tipo de interés
como tal. Invariablemente incluye valores, conocimien-
to, supuestos, creencias, preferencias de hábitos y estilos
de comportamiento, modismos y códigos de comunica-
ción. Todo lo anterior, no sólo condiciona la articulación
del interés: a menudo el interés está en sí mismo consti-
tuido o influido por estos factores. También representan
los aspectos del espacio de la realidad que son general-
mente clasificados como cultura. Algunos están reforza-
dos por el hecho de que claramente se relacionan con un
campo o una combinación de campos de gravitación so-
cial y los consolidan, mantienen y fortalecen. General-
mente, estas imágenes han logrado cierto grado de
validez intergeneracional. Otros tipos de imágenes tie-
nen una duración más limitada debido a que están en vías
de comprobar su eficiencia, validez y ventaja comparati-
va en relación con otras imágenes. Se combinan, desa-
gregan y recombinan, dependiendo de los proyectos en
los que estemos inmersos o, debido a su relación variable
con otros campos de gravitación social de los cuales tam-
bién forman parte.
Aunque las fronteras son fluidas, ciertos conglome-
rados o constelaciones de imágenes, modismos y expre-
siones de significado, tienden a coincidir con campos de
gravitación social. Para utilizar un lenguaje de sentido
común, la "realidad" podría describirse como una com-
binación de filamentos o dimensiones principales (las fi-
sicas, las técnicas, las organizacionales, las de
información y las de evaluación) que para fines heurísti-
cos pueden separarse analíticamente -pero que en la
vida real son aspectos inseparables de todos nuestros
proyectos-. Las inanifestaciones y representaciones de
estas dimensiones son el resultado de los empeños huma-
nos de exploración, imaginación, conocimiento y eva-
luación, actividades a través de las cuales utilizamos,
combinamos, nos apropiamos, inventamos o reinterpre-
tamos el material disponible. Si las fuerzas dirigidas ha-
cia la permanencia son lo suficientemente fuertes,
podrían hacer surgir alguna constelación o constelacio-
nes culturales de duración variable, que proporcionan
conjuntos de recursos para la continua construcción de r
conocimiento y significado que ocurre constantemente
en todos los niveles de manejo de nuestra vida diaria. t

Concebido y comprendido de esta manera, el con-


cepto de campo de gravitación social y su reflejo en
"constelaciones culturales" -experimentos en aproxi-
maciones como claramente deben ser- pueden ayudar-
nos a superar algunos problemas innecesarios o
artificiales y perspectivas poco útiles en estudios socia-
les y culturales que son reflejos de supuestos ontológicos
!
ocultos o explícitos.
Además, las metáforas propuestas también pueden
ayudamos -por lo menos hasta cierto punto- a evitar,
y tal vez hasta curar, otra enfermedad académica que de-
nominaré centrismo académico. Me recuerda un poema
de la poetisa finlandesa Edith Sodergran que dice: "Bus-
cabas a una mujer; encontraste un alma; estás decepcio-
nado". Este pensamiento, traducido al mundo
académico diría: "Buscabas sistemas; encontraste gente;
eres incompetente". La urgencia de construir o describir
sistemas y el énfasis que se coloca en la consecuencia y
coherencia, sigue siendo la priiicipal fuerza impulsora
-a menudo muy honorable- entre académicos. El pro-
blema principal es que la vida real casi nunca correspon-
de a estos sueños. La vida y su manejo son proyectos en
curso dentro de un ambiente donde la inconsistencia es la
norma y donde la co~~strucción de sistemas -tanto de ac-
ciones como de ideas- se deja gustosamente, para utili-
zar una expresión india, a las "clases parlanchinas".
Por último, a pesar de lo nebulosas que puedan ser,
necesitamos metáforas como las que he propuesto, con el
fin de estar mejor equipados para manejar los temas de
las fronteras y así, la interacción de campos y constela-
ciones. En una situación donde el globo terráqueo es el
espacio importante para muchas de las empresas y refle-
xiones humanas, uno podría esperar que el tema de las
fronteras se hubiera minimizado un poco. Diariamente
comprobamos lo contrario. A medida que se crean, ex-
panden, encuentran, retroceden o desagregan los campos
de gravitación social y sus variaciones adjuntas de cons-
telaciones culturales, pro1ifez:n los diversos tipos de
fronteras.
Actualmente, parece que estamos siendo testigos de
un importante cambio global en lo que la gente considera
como "conjuntos básicos" de fronteras. Esto tiene sus
raíces, en gran medida, en los dramáticos cambios de re-
sistencia y naturaleza de las fuerzas de gravitación, orga-
nizacionales y evaluadoras, de algunos campos
geopolíticos y económicos medulares. Sin embargo,
tengo también la sensación de que otro conjunto de facto-
res se está produciendo: que mientras el globo - e s a pe-
lotita azul que Amistrong vio, desde el espacio, por
primera vez en 1969- proporciona a más y más gente las
fronteras para la ampliación e interacción de campos,
otro tipo de fronteras también se ven afectadas.
En un giro paradójico, la súplica de Barbara Ward
por "una sola tierra" puede interpretarse de distintas ma-
neras. La razón fundamental implícita en su percepción
podría servir, contrariamente a su intención, como un re-
cordatorio efectivo a la gente, a las naciones y, en espe-
cial, a los que se encuentran en el centro de los campos
dominantes, de'que, como los recursos son limitados, su
estrategia debería ser la de incrementar el control y ele-
var al máximo su utilización de los campos establecidos.
Del lado positivo, la conservación y ahorro de recursos,
r
t
8
que era una de las recomendaciones principales de Ward,
r 1
podría no ser la única alternativa. Las percepciones de
los límites globales últimos bien podrían llevarnos a
J:j
'1 identificar y desarrollar nuevos potenciales, nuevos inte-

1:
,II
reses, un nuevo conocimiento, nuevos campos y nuevas
fronteras, desafiando otra vez nuestras percepciones
convencionales de las leyes de la entropía. Identificar y
iIi;; analizar procesos de este tipo, y sugerir opciones infor-
f'! madas y aceptables desde el punto de vista ético entre los
,l.
mismos, podría ser el desafio más importante y exigente
i\r\!' que nuestra profesión haya enfrentado jamás.
\ J .

l! Hacia una agenda para investigar sobre los procesos


j,
1
1 ,
de globalización
/ '
En un proyecto científico es útil identificar y de alguna
{l! manera restringir el territorio de estudio. Una de las ra-
zones es la experiencia kantiana de que entre más am-
l
plios son los conceptos, menos explican. La otra razón,
más pragmática, consiste en "definir una región delimi-
tada y luego aceptar lo que se encuentre dentro de ella
(incluyendo lo que entra y sale mientras se está llevando
a cabo la observación) como el universo dado de investi-
gación" (Hagerstrand, 1986, p. 195). Esto debería com-
plementarse con la constante ambición de alterar la
definición de "territorio de investigación" según los
cambios en el conocimiento, la definición de problemas,
l la aplicación de metodologías, las conclusiones teóricas
y los nuevos supuestos teóricos que un estudio genera
permanentemente (Tornebohm, 1974; Knutsson, 1990).
Ampliado a sus últimas consecuencias filosóficas, este
enfoque no es solamente un paso para restringir e intentar
abordar las complejidades inherentes a toda área de in-
vestigación, sino que también está vinculado a las carac-
terísticas hndamentales de la condición humana.

En última instancia, todos estamos sujetos a la pri-


sión del espacioltiempo dentro de los límites for-
mados por las velocidades con las cuales es posible
mover y juntar insumos, por la capacidad delitnita-
da de los miembros de la población a einprcnder
más de una tarea a la vez, por el número limitado de
líneas vitales con las que se cuenta para cooperar y
abusar, así como por la capacidad limitada de otor-
gar oportunidades a grupos aislados de tipo local y
al movimiento entre ellos" (Hagerstrand, 1986, p.
212).

Por conveniencia, esto podría tomarse como ejem-


plo de un enfoque de "sistemas", aunque uno muy ambi-
c i o s o , q u e incluye las cuatro d i m e n s i o n e s
convencionales, así como aquellas de la mente, del sigili-
ficado y del propósito. Al transferir esta idea al tema de
la globalización, nos vemos obligados -si queremos
comprender la naturaleza de las alternativas y el número
de posibilidades que este tipo de enfoque nos ofrece- a
ampliar sus fronteras para que coincidan con las del pla-
neta Tierra.
Es un,enfoque que ciertamente nos proporciona una
perspectiva útil para investigar sobre los procesos de glo-
balización, pero exige muchos requisitos, que he inclui-,
do en este trabajo con dos fines principales. El primero
es que, si queremos realizar estudios de esta naturaleza,
debemos de alguna manera abordar el problema de las
fronteras -ya sea que se puedan colocar empíricamente
en un mapa, o que su naturaleza sea más teórica- a fin de
poder "descomplejizar" y desagregar para aspirar a un
"proyecto de estudio" que pueda ser investigado. La se-
gunda razón es que la definición de un "territorio delimi-
tado" de investigación en sus dimensiones de
tiempo-espacio, va más allá del análisis de contenido
simplista y del uso convencional de conceptos de conte-
nido sesgados y se enfoca en los procesos, los campos,
los factores generadores de campos y las constelaciones
cambiantes de estos factores basados en un tipo de ener-
gía de gravitación tal como el interés, el propósito o la as-
piración, o bien hacia conceptos dinámicos similares
como el de localidades, utilizado por Leeds (1973).
Es en contra de estos antecedentes que quiero plan-
tear algunas otras preguntas que pueden ayudarnos a
identificar temas de investigación sobre procesos de glo-
balización, y hacer algunas sugerencias sobre lo que la
antropología puede aportar. No pretendo conocer todos
los problemas -ni siquiera una mínima parte- que ne-
cesitamos abordar. Al mismo tiempo, tengo que evitar
tratar algunos otros que sí conozco. Lamento ambas de-
ficiencias. Lo primero era de esperarse y lo segundo
debe aceptarse, en la medida en que estoy intentando ma-
nejar cuestiones con alto grado de complejidad y, al ha-
cerlo, necesito evitar la complejidad extrema.
Como todo es muy complejo y de alguna manera se
relaciona con todo lo demás, puede resultar útil circuns-
cribir y utilizar la complejidad como problema y así po-
der operar en un nivel más pragmático de simplificación
honrada. Esto es muy distinto a la simplificación irrefle-
C.'arnpo social y conslelacioncs nrllumlcr

xiva de los adictos a la taxonomía (que constituyen ma-


yoría en la comunidad científica). El requisito de
honradez también significa que uno lucha por mantener
vínculos y correspondencia entre la experiencia y la abs-
tracción y que, de manera consciente, proporciona cana-
l e s d e comunicación entre las propuestas
descomplejizadas y las coinplejidades desde donde se
derivan o a las que se refieren.
En páginas anteriores de este artículo ya me impuse
otro imperativo bastante demandante y es que: cualquie-
ra que sea la naturaleza de las herramientas que propon-
go, su aplicación no tendrá restricciones. En otras
palabras, tendrán que estar construidas de manera que
puedan servirnos para explorar, describir, analizar y re-
flexionar sobre todo aspecto social o cultural, cualquiera
que sea su naturaleza y escala, y el nivel donde se locali-
cen. De esta manera, al dedicarme a este ambicioso pro-
yecto, trato de ser consciente de la complejidad sin
ahogarme en ella. Monn tiene un buen consejo que dar
para este tipo de ejercicio:
El problema de la complejidad no es uno de totali-
dad del conocimiento, sino más bien de su
parcialidad. En cierto sentido, el pensamiento
complejo intenta tener presente lo que se descartó y
excluyó en ese tipo de pensamientos mutilantes
que yo llamo simplificadores y, por lo tanto, no
combate la parcialidad sino la mutilación. Por
ejemplo, si pensamos en el hecho de que somos se-
res físicos, biológicos, sociales, culturales, psiqui-
cos y espirituales, la complejidad es obviamente
aquello que intenta vincular o identificar estos as-
pectos, al destacar sus diferencias, mientras que el
pensamiento simplificado separa estos distintos as-
pectos o los unifica mediante una reducción muti-
lante. Por lo tanto, en este sentido, la meta
manifiesta de la complejidad consiste en darse
cuenta de los vínculos que se rompen con la separa-
ción entre disciplinas, entre categorías cognosciti-
vas y entre tipos de conocimientos. De hecho,
aspirar a la complejidad significa apuntar hacia una
multi-dimensionalidad. Esto no significa propor-
cionar toda la información sobre un fenómeno ob-
servado, sino respetar sus dimensiones diversas
(1985, p. 63).

Algunas sugerencias de antropólogos para antropó-


logos
La complejidad no debe tratase únicamente a nivel del
pensamiento. Como antropólogo me preocupa mucho la
manera en que podemos observar, documentar y analizar
constelaciones más complejas de transacciones, aglome-
raciones de artefactos y redes amplias y fluidas, así como
también observar y evaluar en escalas más amplias de las
que acostumbramos en nuestra comunidad profesional
de trabajadores de campo en pequeña escala.
La antropología, con sus tradiciones teóricas y meto-
dológicas, tiene dificultades especiales para llegar a un
acuerdo con los aspectos de la globalización. Incluso le
ha costado trabajo entender su importancia. Wolf, Wors-
ley y Hannerz son la excepción que confirma la regla
(Wolf, 1982; Worsley, 1984; Hannerz, 1986,1987,1990).
No intento analizar,aqui los aportes, antropológicos
o de otro tipo, que se han recibido hasta el momento.
Quiero, más bien, proporcionar algunos ejemplos que se
relacionan con mi jornada conceptual previa por los vas-
tos paisajes de la globalización. Estos ejemplos ilustran
también el tipo de aspectos a los que nos enfrentamos con
mayor frecuencia.
Sin pretender formular una definición de lo que po-
dría constituir un estudio de la globalización, requeri-
mos, no obstante, asumir como una base mínima de
acuerdo, que algo en el proceso global (de globalización)
tiene cierta conexión con el mundo en su totalidad, y que
el mundo está conectado de alguna manera con la cues-
tión de "las fronteras" de algún campo de interacción o
comunicación. Esto, a su vez, afectará entonces la identi-
ficación de los problemas de investigación, la formula-
c i ó n d e supuestos y nuestra metodología de
investigación. Así pues, necesitamos documentar y ras-
trear estos procesos en todos los niveles de manifesta-
ción, es decir, los centrales, los intermedios y todos
aquellos donde la gente, cualquiera que sea su interés,
vive y maneja su vida.
Esto no es simplemente un criterio vago acerca de lo
que la investigación sobre globalización necesita cubrir.
Indica, también, hacia dónde debería dirigir su atención
la antropología y dónde podría contar con una ventaja
comparativa, a saber, en el estudio de cómo los procesos
de este tipo realmente afectan los recursos -materiales,
mentales o creados por el ser humano- que, al combi-
narse y recombinarse, forman la base del manejo de la
vida por el ser humano en todos los niveles, incluyendo el
local. Esto puede sonar como un viejo argumento a favor
de reconocer con mayor profundidad la necesidad de in-
cluir la interacción "macro-micro" en los estudios antro-
pológicos. Sin embargo, los estudios de globalizaciói~
deben ir más allá de una relación, donde el nivel macro se
ha introducido más bien como una "caja negra", y com-
prometerse a estudiar las manifestaciones de un proceso
de globalización en varios niveles, los actores y permuta-
ciones en estos niveles, el flujo de los procesos y meca-
nismos que los impulsan. Sin embargo, en cuanto a estos
aspectos que con toda certeza son fundamentales para
toda propuesta de agenda de investigación, espero que
los ejemplos seleccionados constituyan ilustracionek
más efectivas que cualquier intento por teorizar.

Penetración global, utilidad global: creación de


"campos de negocios" y "cultura de negocios" en la
década de los noventa
No debería sorprendemos que un gran número de los
procesos dominantes de la globalización se planeen y se
lleven a cabo con toda meticulosidad. ~ i e m ~ r e ' sido
ha
así, independientemente del "tamaño" del "mundo" defi-
nido; y la globalización es, en este aspecto, parecido a
otros procesos basados en el poder, el control de nichos y
la aplicación de información, independientemente de las
diferencias de escala. En esta coyuntura histórica, la di-
ferencia fundamental puede ser la aceptación, en las sa-
las de juntas, gabinetes y comités, que los límites físicos
del planeta identifican cada vez más las fronteras de la
expansión espacial. Debido a esto, la inversión en ener-
gía se enfoca a crear y mejorar las herramientas necesa-
rias para una penetración a fondo, dirigida al dominio de
un nicho tecnológico, más que hacia una cobertura espa-
cial total. El hecho de que el papel del Estado o del país,
en tanto que agencia, sea cada vez más borroso, ha pro-
ducido nuevos patrones estratégicos y tácticos (Griffin y
(:anlpo social y conslrlociotiev ctiliuralcs

En un artículo reciente y normativo, Rhinesmith


(1991, p. 25 SS) nos ofrece algunos vistazos alarmantes de
este tipo de procesos. Admite que las estrategias y es-
tructuras globales son importantes, pero subraya que el
meollo de una organización global es su cultura corpora-
tiva. Es el medio a través del cual las estrategias y estruc-
turas g l o b a l e s s e ejecutan para asegurar l a
competitividad y la lucratividad global.
Según Rhinesmith, una cultura corporativa global
incluye la visión, valores, políticas, procedimientos, sis-
temas y prácticas de una organización. Estos incluyen
elementos tales como:a) una misión globalmente ins-
piradora; b) una visión corporativa global; c) fuentes glo-
bales de información y criterios de toma de decisiones
que reflejan valores tanto globales como locales. Estos
elementos se llevan a cabo mediante "prácticas de toma
de decisiones culturalmente claras"; redes y mecanismos
de integración formales e informales; reuniones y confe-
rencias globales funcionales y corporativas; estrategias
globales de rutas de carreras para los cuadros directivos
clave y capacitación administrativa y prácticas de desa-
rrollo transculturales, así como centros globales de capa-
citación administrativa para cohortes multinacionales de
empleados. Una vez que la organización alcanza estas
"aptitudes culturales", se encuentra lista para explorar el
medio ambiente global en busca de tendencias y ruptu-
ras; para desarrollar visiones y conjuntos mentales y para
construir puentes y alianzas; reformular problemas glo-
bales, crear nuevas soluciones y comunicarse transcultu-
1
1
ralmente de una manera operable. Rhinesmith
argumenta que las organizaciones que llevan este tipo de
agendas integradas pueden lograr avances importantes
hacia un control global eficaz en sus áreas de interés y
competencia, mediante la alineación de su gente y su cul-
tura con sus estrategias y estructuras globales.
He incluido estas referencias telegráficas en las es-
i trategias de la comercialización global para que recorde-
mos que una de las fuerzas más poderosas detrás de la
1
globalización en marcha y cada vez más acelerada, sigue
I
siendo el afán poderoso, sin escnípulos y con fines bien
l
determinados de obtener ganancias y que aplasta todo a
1 1
\ su paso, o transforma lo que percibe como resistencia a
"campos" subordinados, cada vez más poblados por inte-
11 lectuales transplantados y mufiecas "Barbie" políticas.
1'1
Negociando visiones del mundo: el caso de la adop-
ción internacional de niños
Un aspecto comparativamente menor de la rápida globa-
lización del intercambio es la adopción de niños cuya ad-
ministración se lleva a cabo a nivel internacional. Con
frecuencia, este intercambio ha tomado y sigue tomando
formas abusivas y de explotación. Los niños reciben el
trato de mercancías y caen en manos de intermediarios
sin escnípulos que los venden para exportación, a menu-
do con el consentimiento de funcionarios que aceptan so-
bornos o se hacen de la vista gorda. En programas más
aceptables, la adopción ocurre después de una investiga-
ción seria con el fin de identificar parejas compatibles
-niños y padres potenciales- que permita establecer
una relación benéfica de larga duración.
En la década de los setenta, comencé a documentar
las experiencias de este proceso internacional tan espe-
cial, que en su versión más aceptable podría tal vez deno-
minarse como de "combinación" cultural, además de
contar con el carácter de intercambio. En consecuencia,
reuní a un grupo de trabajadores sociales y representan-
tes de grupos voluntarios a favor de la niíiez en Sri Lanka
y a sus contrapartes en Suecia. Estos últimos eran repre-
sentantes de agencias de adopción y asociaciones de pa-
dres adoptivos. El factor detonante fue una campaña de
prensa en Sri Lanka que promovió vigorosamente la opo-
sición a la adopción internacional, sin importar cuáles
fueran las necesidades de los niños. La campaña recurría
a alusiones emocionales muy fuertes que expresaban Ia
aversión del país en cuanto a abandonar a sus niños. De-
trás de todo esto, uno podía percibir que la adopción in-
ternacional era tanto como reconocer la pobreza, el
"subdesarrollo" y el abandono, lo cual lastimaba el orgu-
llo nacional.
En esta situación, yo esperaba que al organizar un
encuentro bastante prolongado entre ambas partes, se po-
dría esclarecer la naturaleza y la fuerza, tanto de la reac-
ción en Sri Lanka comosde la respuesta a la campaña
entre los padres adoptivos. En segundo lugar, la cuestión
también era interesante en términos del centro-periferia
y de la discusión sobre dependencia que estaba sucedien-
do simultáneamente.
A medida que la discusión fue evolucionando, sur-
gieron algunas de las razones que generaban la energía y
vigor de los puntos de vista en Sri Lanka. Lo mismo su-
cedió del lado sueco, donde la discusión había creado una
actitud muy negativa hacia lo que se consideraba como
una postura insensible hacia niííos en condiciones difíci-
les.
A pesar de prolongadas discusiones, la yuxtaposi-
ción de puntos de vista se mantuvo y en el proceso, llegó
a profundizarse aún más. La actitud de padres, trabaja-
dores sociales y voluntarios de trámites de adopción del
lado sueco, puede describirse como dogmática. Para
ellos la situación era clara. Existían dos conjuntos de ne-
cesidades: las del niño abandonado o huérfano encami-
nándose a una vida de pobreza y abandono; y el dolor de
parejas sin hijos en Suecia, creando la "necesidad" de la
adopción. Si estas dos necesidades, colocadas en lados
opuestos de la ecuación, llegaban a juntarse, eliminarían,
igual que en las matemáticas, los signos negativos en am-
bos lados y el resultado sería positivo. .
La postura de Sri Lanka era totalmente opuesta, pero
igual de vigorosa. El argumento era que la ecuación sue-
ca omitía hechos y cualidades importantes. A pesar de lo
pobre que pudiera ser la vida material, el hecho de perte-
necer a la comunidad budista de Sri Lanka era la única
manera de satisfacer "cultural" y espiritualmente la nece- I
l
sidad de identidad. En todo esto se encontraba abierta-
\
mente articulada la importancia de la tradición budista
Teravada del país. Los sri lankeses no podían aceptar la
responsabilidad, a largo plazo, de negar al niño -cual-
quiera que fuera su situación- la oportunidad de liberar-
se del Samsara en su confinante ciclo de nacimientos y
muertes. Esto solamente podría lograrse en un ambiente
budista, y pesaba más que cualquier beneficio que pudie-
ra otorgar un estado benefactor. Asimismo, los sri lanke-
ses argumentaban que muchas de las necesidades del
niño, según las percibían los suecos, eran las de los pa-
dres adoptivos o bien, producto de una sociedad de con-
sumo y por lo tanto artificiales y perjudiciales, en
términos reales. Los suecos -cuya exposición a un aná-
lisis cultural se limitaba a la experiencia de algunos via-
jes turísticos y unas cuantas lecturas sobre Sri Lanka-
eran incapaces de entender esto y menos aún de aceptar-
lo.
El contacto se rompió. Las normas para la adopción
extranjera en Sri Lanka se volvieron más estrictas. El
proceso global de intercambio, con posibilidades de con-
vertirse en un proceso más simétrico de valores combina-
dos, se debilitó, y la intromisión de un antropólogo en un
área de esa "importancia" fue severamente criticada, es-
pecialmente por los suecos. Dos campos sociales se ha-
bían encontrado pero, en este caso, el contacto global no
tuvo como resultado la "globalización", probablemente
debido a que existía la suficiente simetría en el poder re-
lativo de los dos campos interactuantes.

Valores similares, distinto conocimiento: la creación


de áreas de entendimiento entre lo global y lo local
Miriam Were, una joven kakamega de Kenya se educó
gracias al esfuerzo colectivo de su familia, su linaje y
miembros de su aldea (Were, 1978). Finalmente se gra-
duó como médico y volvió a Kenya. Quería-corno mu-
chos de nosotros- esforzarse por expresar su
agradecimiento por haber sido educada (y en el proceso
desubicada y globalizada). Regresó a su aldea y trató de
atender los problemas básicos de salud infantil. Sabía
que la infestacion de parásitos en los niños era un proble-
ma importante y que la solución estaba en usar letrinas de
manera metódica. Su información se topó con el escepti-
cismo y el rechazo: "Eres una más que los libros han des-
truido", se le dijo. La creencia local era que los niños
nacían con parásitos y que las faltas morales de los pa-
dres - e n relación con los códigos sobre el trato a sus an-
tepasados- ocasionaba que la condición se volviera un
1
problema de salud devastador para sus hijos. El remedio
era recoger la materia fecal de los niños y enterrarla se-
gún las instrucciones rituales del dirigente moral de la
comunidad -denominado médico brujo por los extran- I
jeros-. Miriam Were continuó enseñando y predicando 1
sus puntos de vista. Finalmente, se sintió muy desalenta-
da al darse cuenta de que tomaría generaciones enteras
traducir a la práctica el mensaje de sus libros de texto.
En su desesperación, Miriam Were se preguntó
cómo podía permanecer fiel a sus propias convicciones y
al mismo tiempo, relacionarlas con las teorías locales
existentes. Obtuvo la respuesta al tratar de encontrar I
"áreas de acuerdo", donde ambas partes pudieran perma-
necer leales a sus ideas fundamentales y, mediante su
combinación, lograr los resultados mutuamente desea-
dos.
Convocó a una reunión donde básicamente dijo: I

Los respeto. Hagamos lo siguiente. Ustedes están


preocupados y gastan mucho tiempo identificando
la condición de los excrementos de sus hijos. Lue-
go, pierden tiempo y dinero para averiguar cómo
manejar el problema. Atendámoslo juntos y de una
vez por todas. Cavemos fosas colectivas y aseguré-
monos de que los niños siempre, o lo más posible,
defequen en esas fosas. Sigan los rituales prescri-
tos en cada ocasión, sin tomar en cuenta su condi-
ción. De esta manera, ustedes y el niño estarán
protegidos.

En año y medio, y con un pequeño apoyo de I


UNICEF, ella sola logró persuadir a 42,000 familias l o I

cual representaba aproximadamente 240,000 personas-


y aumentó la construcción y el uso de letrinas de un 3% a
un 97%. Se habían encontrado dos campos de conoci-
miento y entre ambos, se había identificado un área de
acuerdo aceptable. Dentro de este marco de referencia,
la evaluación local y global sobre Ia salud infantil tam-
bién se conjuntaron. La combinación condujo a una me-
jora notable de la salud infantil.
La doctora tuvo éxito gracias a que utilizó el más
puro sentido común, donde yo había fracasado en el caso
de la adopción transcultural, al encontrar un puente efi-
caz entre el conocirniehto global y el local, entre la prác-
tica global y la local, entre los valores globales y los
locales.

I Posdata
Estos casos y desafíos, resumidos de manera breve, me
traen de vuelta al comienzo: a la realidad como la vive la
gente. Este tipo de casos ayudan a destacar que el asunto
de la globalización debe considerarse, no como un nuevo
capricho sino como una invitación, en realidad una obli-
gnción, para analizar más profundamente la naturaleza y
las posibles contribuciones de las ciencias sociales y, en
consecuencia, la naturaleza de los supuestos fundamen-
tales acerca de nuestra materia y nuestra profesión.
Mis comentarios en este trabajo tienen la intención
de contribuir a esta discusión. Después de todo, la única
manera de revertir, con cierto grado de credibilidad cien-
tífica y ética la situación de las niñas en las colinas de
Nepal, con la propuesta de que las ciencias sociales pue-
den aliarse en su lucha por la dignidad humana, es toman-
do seriamente nuestras obligaciones teóricas.
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I
La mujer y la industrialización en el Caribe:
un análisis comparativo de la feminización
global de la mano de obra1
Helen'l. Safa
Con variaciones de un país a otro, el periodo de 1950 a
1980 en América Latina y el Caribe mostró un crecimien-
to económico considerable, quintuplicando su produc-
ción total y duplicando la producción per capita. La
industria creció y se diversificó, sextuplicando su pro-
ducción manufacturera entre 1950 y 1987, mientras que el
sector terciario creció a un ritmo aún más acelerado, jun-
to con una disminución del empleo agrícola. La pobla-
ción creció a más del doble entre 1950 y 1980,
presentando un marcado desplazamiento hacia las áreas
urbanas, donde el porcentaje de la población total au-
mentó del 40.9 al 63.3 durante el mismo periodo. El cre-
cimiento urbano concentrado en las grandes ciudades, se
debió a la migración interna, en particu-
lar de mujeres y jóvenes adultos, y contribuyó a que tanto
la fecundidad como la mortalidad, incluyendo la mortali-
dad infantil disminuyeran notablemente. Como resulta-

1 Este trabajo es una versi6n rcvisadadel artículo titulado "Enonomic Restructuring


and Gender Subordination" publicado en Latin American Perspecfives 85 (Pri-
mavera dc 1995), 22 (21, PP. 32-50.
[felen l. Saja

do, la esperanza de vida aumentó a más de 60 años en la


mayoría de los países, con un porcentaje cada vez mayor
de personas ancianas, especialmente mujeres. El tamaño
de las familias disminuyó, en particular después de 1960,
y las familias encabezadas por mujeres aumentaron en
cerca del 20%. Los niveles de educación y las tasas de
empleo crecieron para ambos sexos durante este periodo,
pero a un ritmo más acelerado para las mujeres que para
los hombres. De 1950 a 1980, la mano de obra femenina
en América Latina y el Caribe se triplicó y las tasas de
participación de la mujer pasaron del 18% al 26% (CE-
PAL, 1988a, pp. 7-9; CEPAL, 1988b, p. 1-3).
Standing (1989) demuestra que este patrón de "femi-
nización global" de la mano de obra, con una participa-
ción mayor de la mujer y una disminución de la del
hombre, no se limita a América Latina y el Caribe, sino
que también está presente en muchos países en vías de
desarrollo, así como en paises industrializados donde la
competencia internacional, la desregulación de la mano
de obra y las medidas de ajuste estructural han debilitado
el poder de negociación de los trabajadores. La desregu-
lación del mercado laboral abarata los salarios al abando-
nar abiertamente las reglamentaciones laborales o
simplemente al atenuar su cumplimiento, como sucede
con los convenios informales entre el Estado y las corpo-
raciones multinacionales, para prohibir la creación de
sindicatos en zonas de la industria maquiladora. La ten-
dencia global presenta un cambio donde los trabajadores
de tiempo completo y salarios fijos, además de prestacio-
nes, se substituyen por trabajadores temporales desprote-
gidos en la industria maquiladora, lo que incluye
subcontratación y trabajo a domicilio en el sector infor-
mal, aspectos que favorecen el empleo de la mano de
1 a mulei'y la indi~c/rralrzacitjii
en el ('awhc

obra femenina. La industria maquiladora prefiere a las


mujeres trabajadoras ya que resulta más barato emplear-
las, es menos probable que quieran formar sindicatos y
tienen mucha más paciencia para realizar el trabajo de
maquila, por demás tedioso y monótono. Lim (1990,
p. 105) estima que a mediados de la década de los ochenta,
había cerca de 1.5 millones de mujeres directamente em-
pleadas en la manufactura de exportación en los países en
vías de desarrollo, de las cuales, entre un tercio y la mitad
trabajaban en empresas total o parcialmente extranjeras,
incluyendo no sólo corporaciones multinacionales de
Estados Unidos y otros países industrializados, sino tam-
bién compañías de países recién industrializados como
República de Corea o Hong Kong. La mayor parte de
estas mujeres trabaja en Asia, aunque América Latina y
el Caribe cuentan con un porcentaje cada vez más alto.
En 1993, a Asia le correspondía el 55% del empleo mun-
dial en la industria maquiladora, mientras que el 3 1% le
pertenecía a México, el Caribe y Centroamérica (Wilson,
1992, p. 10).
La crisis económica que golpeó a casi toda América
Latina y e1 Caribe en la década de los ochenta, aceleró la
tendencia hacia la globalización de la mano de obra fe-
menina y amenazó con revertir el progreso de las tres dé-
cadas anteriores. El desempleo y el subempleo
aumentaron drásticamente, el costo de la vida subió des-
mesuradamente, y los subsidios estatales a la salud, la
educación y demás servicios sociales se cancelaron,
amenazando con desgastar los triunfos recién logrados
por las mujeres. Simultáneamente, la crisis está aumen-
tando la importancia y visibilidad de la contribución fe-
menina a la economía doméstica, a medida que un mayor
número de mujeres ingresa a la población económicn-

213
mente activa para enfrentar, tanto el aumento del costo de
la vida como la decreciente capacidad salarial del hom-
bre. La participación femenina en la población económi-
camente activa se elevó del 32% en 1980, al 38% en 1988
(CEPAL, 1992, p. 59). La crisis económica también au-
mentó la demanda de mano de obra femenina en la nueva
maquiladora, o en las industrias orientadas a la exporta-
ción promovidas por una transformación de la substitu-
ción de importaciones y de la economía interna, hacia la
promoción de exportaciones en la economía intemacio-
nal. La importancia económica cada vez mayor de la mu-
jer, aunada a un aumento de las familias encabezadas por
mujeres, está contradiciendo el mito del hombre como
principal sostén de las familias latinoamericanas y cari-
beñas .
Este incremento masivo del trabajo asalariado feme-
nino como resultado de la reestructuración económica,
ha generadouna discusión intensa en cuanto a sus efectos
en la situación de la mujer. ¿Podría pensarse que el traba-
jo asalariado tan sólo explota a la mujer como fuente de
mano de obra barata y viene a agregarse a la carga de sus
quehaceres domésticos? O más bien, ¿podría conside-
rarse que el trabajo asalariado concede una mayor auto-
nomía a la mujer y aumenta su conocimiento con
respecto a la subordinación de género? Este trabajo in-
tentará responder a estas preguntas mediante el análisis
de los factores que afectan el impacto del trabajo asala-
riado sobre el status de la mujer en tres países del Caribe
hispánico: Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana
/.a mujer y la »Idu~riolizacirinen 01 Caribe

gación entre las obreras ind~striales.~


Estos paises com-
parten patrones históricos y culturales comunes
arraigados en el colonialismo español, la esclavitud en
las plantaciones y la hegemonía de Estados Unidos, pero
difieren radicalmente en términos de las políticas de Es-
tado.
Puerto Rico y República Dominicana han seguido
una política de industrialización orientada a las exporta-
ciones que, en Puerto Rico, se inició desde la década de
los cincuenta con la Operación Manos a la Obra, que sir-
vió de modelo para que otros países en vías de desarrollo,
aun de la región asiática, emprendieran su propia indus-
trialización orientada a las exportaciones. A pesar de su
deterioro actual, el modelo puertorriqueño constituye
una lección importante en lo que se refiere a sus limita-
ciones para el logro de un crecimiento autosustentable.
En contraste, República Dominicana es el caso típico de
una manufactura para exportación recién iniciada, que
cuenta con un total de 135,000 trabajadores laborando en
385 compañías establecidas apenas en 1991 en zonas de
libre comercio (FUNDAPEC, 1992,p. 30), y se ha coiíver-
2 Además de datos secundarios, este estudio se basaen encuestas a familias y entre-
vistas a profundidad llevadas a cabo en los tres paises, en distintos momentos. En
1980, supervise la encuestade 157 obreras en tres fhbricas de ropa de Puerto Rico
pertenecientes a un mismo dueflo, mientras que en 1981, el ClPAF (Centro de In-
vestigación para laAcci6n Femenina), un centro dominicano privado de investiga-
ción sobre la mujer, realizó una encuesta entre 23 1 obreras en tres de las zonas más
antiguas de rnaquila para exportación de República Dominicana, permitiendome
analizar sus datos. En 1986 realicé entrevistas aprofundidad aunasub muestrade
estas mujcres trabajadoras dominicanas y puertoriqueilas. La encuesta cubana de
168 obreras en unagran fhbrica textil, la llevó a cabo en 1986 un equipo de investi-
gadores de la Federaci6n de Mujeres Cubanas, bajo mi supervisión y yo misma re-
grese en 1987 para conducir entrevistas a profundidad con unasubmuestrade estas
mujeres. Mi agradecimiento a Magaly Pineda, Directora del ClPAF por haberme
proporcionado los datos de las encuestas de República Dominicanay a la Federa-
ción de Mujeres Cubanas, a Francis Pou y Carmen A. Pkrez por su ayuda en el tra-
bajo de campo en Cuba, República Dominicana y Puerto Rico, respectivamente.
Para un informe completo de estos estudios -vease Safa, 1995-.
Hele~iI. Safa

tido en la principal fuente de exportaciones del Caribe


bajo la Iniciativa Básica del Caribe (IBC). El éxito se
atribuye directamente a las devaluaciones monetarias or-
denadas por el FMI, que disminuyeron en República Do-
minicana el costo de la mano de obra y otros gastos, hasta
alcanzar uno de los niveles más bajos del Caribe.
La Revolución Cubana en 1959 transformó radical-
mente al país hacia una economía socialista, donde el Es-
tado tomó a su cargo la mayoría de las formas de
producción y se concentró fundamentalmente en las ex-
portaciones azucareras y una industrialización de substi-
tución de importaciones. Estas políticas permitieron el
empleo pleno de la mano de obra masculina hasta la cri-
sis económica de 1990, resultado del derrumbe del co-
mercio cubano con los antiguos países socialistas de
Europa Oriental y la Unión Soviética, lo que modificó
significativamente muchos de los resultados presentados
en este trabajo. Sin embargo, como veremos, las políti-
cas redistributivas del Estado cubano socialista también
condujeron a una disminución de la dependencia del
hombre como principal sostén familiar, incluso en el
contexto del empleo masculino pleno.
Las diferencias de las políticas estatales han influido
de distinta forma en las tasas de participación masculina
y femenina en Cuba, Puerto Rico y República Dominica-
na, cuyas implicaciones han sido profundas en lo que se
refiere a la composición de género de la población eco-
nómicamente activa de cada país. En República Domini-
cana y Puerto Rico, las tasas de participación masculina
en la fuerza laboral han disminuido o se han estancado
como resultado de la desintegración de la economía azu-
carera, del gran impulso a la actividad laboral en las ma-
nufacturas de exportación y del crecimiento del sector
servicios que emplea fundamentalmente mano de obra
femenina. La disminución gradual del empleo agrícola
en Cuba y la captación de varones para la industrializa-
ción basada en la substitución de importaciones, permi-
tió contar con una fuente estable de empleo masculino, al
mismo tiempo que las políticas salariales y de consumo
del Estado cubano, establecidas en la década de los seten-
ta, promovieron la incorporación de la mujer al empleo
remunerado. Sin embargo, los mecanismos redistributi-
vos del Estado cubano socialista también hicieron que las
familias dependieran cada vez menos del poder adquisi-
tivo para asegurar sus necesidades básicas y disminuyó
la dependencia de la mujer del salario masculino. La im-
portancia creciente de la contribución de la mujer en la
economía doméstica en los tres países desgastó la autori-
dad masculina y condujo a la mujer a rede5nir su papel
en el hogar y a poner en tela de juicio el mito del sostén
familiar masculino.
La clave para entender el impacto del trabajo remu-
nerado en el status de las mujeres es la importancia de su
contribución a la economía familiar. Mientras las muje-
res trabajen pero sigan dependiendo básicamente del
sostén masculino, se les sigue definiendo como asalaria-
das complementarias. A la mayoría de las mujeres se les
sigue considerando asalariadas complementarias en su
lugar de trabajo, donde se les relega a puestos mal paga-
dos e inestables. Y lo mismo sucede en el Estado, donde
su responsabilidad doméstica como mujeres y madres se
considera por encima de sus derechos como trabajadoras
o ciudadanas. Sin embargo, las mujeres se están volvien-
do cada vez más conscientes de la importancia de su con-
tribución a la economía familiar, y esto ha llevado a que
muchas pongan en tela de juicio el dominio masculino,
por lo menos dentro del hogar, donde han tenido siempre
mayor legitimidad que en la esfera pública del espacio de
trabajo y del Estado. Esto ayuda a explicar la razón ex-
puesta en mi estudio, de que las mujeres hayan logrado
mayor poder de negociación en el hogar que a nivel del
espacio de trabajo y del Estado, que siguen considerán-
dose territorios masculinos. Lo anterior sugiere que
existen varios niveles de subordinación de género - e n
el seno de la familia, en el trabajo y en el Estado- y estos
distintos niveles, aunque vinculados, deben mantenerse
separados desde el punto de vista analítico.
Mi análisis sobre las obreras industriales en Puerto
Rico, República Dominicana y Cuba revela cuatro facto-
res fundamentales que condicionan el impacto del traba-
jo remunerado en la situación de la mujer:

las políticas estatales,particularmente en lo que se


I
refiere a la estrategia de desarrollo que afecta la I
demanda de mano de obra femenina y masculina y I
i
también ia oferta a través de recursos para la edu- l

cación y demás servicios estatales;

acceso a recursos generadores de ingresos, inclu-


yendo el nivel de salarios, las condiciones de tra-
bajo y otros factores relacionados al empleo, así
como fuentes alternativas de ingresos, tales como
los pagos de transferencia, el sector informal y la
migración;

la estructura del hogar, incluyendo el ciclo de vida


de la mujer empleada, el número de contribuyen-
tes a la economía familiar y el apoyo de los parien-
tes;

la ideología de género, regida por factores cultura-


les y estructurales que afectan la manera en que la
mujer define su papel, ya sea como asalariada
complementaria o como proveedora principal.
La ideología tradicional de género, arraigada en es-
feras separadas para varones y mujeres, o la dicotomía de
lo público y lo privado, podrían obscurecer la contribu-
ción que la mujer hace a la economía doméstica y conser-
var el mito del sostén familiar masculino. Pero, como
veremos, esta ideología se está deteriorando en cada uno
de los países estudiados.

Politica estatal
En Puerto Rico y República Dominicana, el papel princi-
pal del Estado en la manufactura para exportación con-
siste en crear un clima favorable para la inversión
extranjera, a través de incentivos a la inversión, el control
de salarios y la mano de obra. La mayoría de las compa-
ñías fabricantes de ropa para exportación son subsidia-
rias directas de multinacionales norteamericanas, más
que productores nacionales subcontratados por estos in-
versionista~extranjeros. Los obreros en las zonas ma-
quiladoras tienen, por lo general, derecho al salario
mínimo, siempre y cuando logren cumplir sus cuotas de
producción, puesto que muy pocos obreros reciben un
salario fijo, sino que operan con un sistema de pago a
destajo. El control laboral se logra mediante una fi-anca
represión o prohibición de sindicatos en las zonas de li-
bre comercio, como sucede en República Dominicana, o
Hclrn l. Safa

a través de la cooptación de mano de obra como sucede


en Puerto Rico. Tanto la represión como la cooptación
tienden a debilitar y fragmentar el movimiento laboral, lo
que aumenta la vulnerabilidad de las obreras (y obreros)
en ambos países. La mano de obra también se ve debili-
tada por medidas de ajuste estructural que han conducido
a mayores niveles de desempleo y a salarios reales dismi-
nuidos. Por ejemplo, el salario mínimo por hora en Re-
pública Dominicana disminuyó en 62.3% entre 1984 y
1990, en el punto culminante de la crisis; mientras que el
desempleo durante el mismo periodo nunca fue menor a
26%, y sigue siendo superior para la mujer que para el
hombre. Sin embargo, en Puerto Rico desde 1950, las ta-
sas de desempleo siguen siendo mayores para hombres
que para mujeres, y en nuestra encuesta, la muestra de
trabajadoras de la industria del vestido, respondió en un
90%, que conseguir trabajo era más fácil para una mujer
que para un hombre.
La creciente demanda de mano de obra femenina en
la industria de exportación y en el sector terciario ha con-
tribuido a un aumento de las tasas de participación feme-
nina en ambos países, particularmente en República
Dominicana, donde la participación de la mano de obra
femenina pasó del 9.3% en 1960 al 38% en 1991 (Ramírez,
1988; Báez, 1991). Este rápido aumento refleja también
la crisis económica que obligó a las mujeres a compensar
la disminución de las oportunidades de empleo y los sala-
rios reales de los hombres. Como resultado, las mujeres
trabajadoras se están convirtiendo en contribuyentes
económicas importantes para la economía familiar y, en
nuestra muestra de trabajadores de la industria de expor-
tación, el 38% se considera como la principal proveedora
económica. También en Puerto Rico, el salario de la tra-
bajadora jamás representa menos del 40% del ingreso fa-
miliar total, y en el caso de las mujeres casadas y de las
que encabezan la familia es, a menudo, más elevado.
En Cuba, el Estado se encuentra comprometido con
una política de pleno empleo masculino y promueve acti-
vamente la incorporación de la mujer a la población eco-
nómicamente activa, como una forma de fomentar una
mayor igualdad entre géneros. Además, el Estado cuba-
no instituyó diversas medidas para alentar a las mujeres a
conseguir m empleo remunerado, incluyendo: 1) mayo-
res oportunidades educativas, lo que eliminó el analfabe-
tismo y aumentó de manera importante el número de
mujeres profesionales y técnicas; 2) servicios especiales
de apoyo para aligerar la carga doméstica de la mujer, ta-
les como centros de atención infantil, comedores para es-
tudiantes y obreras, lavanderías, vivienda, transporte al
lugar de trabajo, y planes especiales para realizar las
compras; 3)puestos preferentes, o cargos donde a la mu-
jer se le da preferencia, una especie de plan de acción
asertivo; y 4) el Código Familiar vigente a partir de 1975,
para alentar a las parejas a compartir los quehaceres do-
mésticos y la educación de los hijos. A organizaciones
de masas tales como la Federación de Mujeres Cubanas
(FMC) y el Frente Femenino de la CTC (Confederación
de Trabajadores Cubanos) se les instruyó también para
que promovieran la incorporación de la mujer a la fuerza
laboral. Estas políticas no tuvieron un impacto real sino
hasta la década de los setenta cuando las políticas salaria-
les y de los consumidores reforzaron el deseo de la mujer
de obtener un ingreso adicional. A partir de este
momento, la tasa de participación femenina en la pobla-
ción económicamente activa empezó a elevarse de mane-
Hclcn l. Saja

ra estable pasando del 15.9% en 1970 a 34.8% en 1990


(Instituto de la Mujer y FLACSO, 1992, p. 38).
En resumen, en los tres países, las mujeres están asu-
miendo una mayor responsabilidad económica en el ho-
gar, pero en Puerto Rico y República Dominicana, esto
se debe también a una disminución de los salarios reales
y de las oportunidades de empleo para el hombre. Las
mujeres dominicanas y puertorriqueñas no sólo están po-
niendo en tela de juicio el papel del hombre como princi-
pal sostén familiar, sino que, en ciertos casos, se les pide
asumir este papel, lo que vendría a sumarse a la carga que
ya tienen dentro del hogar.

Acceso a los recursos


Las políticas del Estado también juegan un papel impor-
tante en la determinación del acceso femenino a los re-
cursos, porque influyen en los salarios y las condiciones
laborales (mediante el salario mínimo y otros reglamen-
tos), proporcionan servicios sociales como educación y
centros de atención infantil, y redistribuyen el ingreso
mediante pagos de transferencia y mecanismos redistri-
butivos tales como el control de las rentas o la reforma
agraria. En un estado socialista como Cuba, donde la
mayoría de los trabajadores son empleados del Estado, y
donde prácticamente todos los sectores de la economía se
han nacionalizado, el poder estatal es claramente más
fuerte que en las sociedades capitalistas como Puerto
Rico y República Dominicana, donde es frecuente que el
Estado esté a merced del sector privado en lo que se refie-
re a la defensa de los derechos laborales.
L a mujer y la industrialización en el Caribc

En Cuba, las trabajadoras tienen garantizada una


paga igual en el desempeño del mismo trabajo, vacacio-
nes pagadas y generosas prestaciones por maternidad, así
como una gama de servicios de apoyo mucho más amplia
que en las sociedades capitalistas. De hecho, en nuestra
muestra, el 68% de las mujeres ganan 200 pesos o más al
mes en comparación con el 45% de sus maridos (no todos
empleados en la fábrica). Sin embargo, el diferencial de
salario sigue existiendo debido a la segregación ocupa-
cional, tanto dentro del lugar de'trabajo como entre los
diferentes sectores, donde se observa un mayor número
de mujeres ubicadas en los sectores de servicio social ta-
les como educación y salud pública y donde la paga es
menor que en la industria o en otras actividades producti-
vas.
Es probable que en Cuba, el nuevo sistema económi-
co y administrativo instituido en 1976 haya aumentado la
segregación ocupacional al presionar a la industria a re-
ducir costos y aumentar la productividad; esto obligó a
los administradores a dar máxima prioridad a los trabaja-
dores más especializados, que en general son varones.
En la fábrica textil estudiada, a las obreras se les recluta
para cubrir los puestos de menor nivel y no se les asignan
ciertos trabajos como el de mecánico, que cuentan con
mejores salarios y mayores posibilidades de obtener as-
censos. En el nivel intermedio, las mujeres técnicas
constituyen la mitad de la mano de obra fabril y un tercio
de los ingenieros son mujeres, pero son pocas las mujeres
en 10s niveles más altos de la administración. Aparente-
mente, las trabajadoras textiles presentan tasas de rota-
ción y de ausentismo más elevadas, debido a sus
responsabilidades familiares, especialmente en puestos
de producción que exigen la rotación de turnos. Las tra-
bajadoras textiles que entrevistamos se quejaron de que
sus oportuiiidades de ascenso no eran similares a las de
los varones y que sus necesidades de servicios de apoyo,
especialmente de centros de atención infantil, no reci-
bían la debida atención.
Hace relativamente poco tiempo que a las mujeres se
les empezó a contratar en las fábricas, sitios de arraigada
tradición masculina, lo cual pudo haber conducido a que
los sindicatos y la administración subvaluaran a las tra-
bajadoras en comparación a los trabajadores. Es posible
que los trabajadores se sientan amenazados por el au-
mento sostenido de trabajadoras y que intenten defender
su status superior negándole acceso a la mujer a los pues-
tos de mayor prestigio y devaluando el trabajo que ella
desempeña. Como lo demuestran estudios recientes de
la industria textil en otros países latinoamericanos como
Brasil, Chile y Nicaragua, la cuestión de género está inte-
grada a la estructura jerárquica de producción
(Humphrey, 1987; Gálvez y Todaro, 1989; Pérez, Martí-
nez y Widmair, 1989). La segregación ocupacional en los
países socialistas o capitalistas mantiene a las mujeres en
trabajos inferiores y defiende el papel del sostén familiar
masculino.
l Los cambios en la composición de la mano de obra
I
I femenina en los tres paises parecen sugerir cierto debili-
l
l
tamiento de la segregación ocupacional, en la medida en
I
que un mayor número de mujeres ingresa al ámbito pro-
\ fesional, al trabajo de oficina y al sector público. De nue-
1 va cuenta, estos cambios son el reflejo de políticas
1 estatales que aumentaron la oferta de trabajadoras califi-
1 cadas mediante mayores oportunidades educativas y una
disminución de los niveles de fecundidad gracias al acce-
I
so al control de la natalidad y al aborto eil Cuba y Pucrto
Rico. Sin embargo, en los tres países, las mujeres están
concentradas principalmente en ciertas profesiones,
orientadas a los servicios sociales y el trabajo en oficina.
Resulta más dificil documentar la segregación ocu-
pacional dentro del lugar de trabajo en las fábricas de
confección de ropa de Puerto Rico y República Domini-
cana, debido a que casi todas las obreras son mujeres,
mientras que en los puestos administrativos todos son va-
rones. Lo anterior hace que en Puerto Rico, el ambiente
sea sumamente paternalista, que las mujeres mayores re-
ciban un trato de "niñas", y que la lealtad a la compañía se
fomente por encima de la solidaridad entre trabajadores.
Las fábricas en Puerto Rico están sindicalizadas, pero la
mayoría de las trabajadoras de nuestra muestra conside-
ran que el sindicato "Intemational Ladies Garment Wor-
kers Union" (ILGWU), en tanto que sindicato de la
empresa, hace muy poco por defender sus intereses o
promover la participación generalizada. El interés pri-
mordial del sindicato es contener las demandas de los tra-
bajadores y retrasar la fuga de las fábricas de ropa hacia
otras regiones con salarios más bajos: labor que no tuvo
mucho éxito. Además, la proporción de trabajadores sin-
dicalizados en Puerto Rico 11a caído, en conjunto, del
20% en 1970 al 6% en 1988, hecho que puede atribuirse
parcialmente al descuido de los sindicatos con respecto a
las obreras (Santiago Rivera, 1989, p. 93).
A pesar de la migración y del aumento del empleo fe-
menino, las familias pobres de Puerto Rico dependen
cada vez más para su manutención, de los pagos de trans-
ferencia tales como la seguridad social o la ayuda ali-
estos pagos representan también una ayuda para las in-
dustrias con bajos salarios como la del vestido, que no
paga salarios adecuados y que si se le obligara, abando-
naría la isla como consecuencia de los aumentos de sala-
rios o de una escasez de mano de obra barata. Al
proporcionar una fuente alternativa o complementaria de
ingresos, los pagos de transferencia reducen aún más la
dependencia de la mujer en el salario masculino, pero au-
mentan su dependencia del Estado. Los pagos de transfe-
rencia, combinados con un lento crecimiento del empleo,
contribuyeron también a una reduccion generalizada del
número de personas en la población económicamente ac-
tiva, que en 1990 se encontraba en e145.4%; en 1983,más
de la mitad de las familias se encontraban sin miembros
asalariados (Amott y Matthaei, 1991, p. 278).
Los salarios y las condiciones laborales son mucho
peores en las fábricas maquiladoras de exportación de
República Dominicana. La disciplina es brutal, los hora-
rios de trabajo demasiado largos y el tiempo extra, forzo-
so. Los trabajadores están sujetos a la enorme presión de
cumplir cuotas de producción y se enfrentan a la amena-
za constante de despido. El descontento se expresa, más
que a través de la organización laboral, en una alta rota-
ción de empleo o en el retiro eventual. Apenas hace poco
tiempo que los sindicatos empezaron a funcionar en las
zonas de libre comercio de República Dominicana, y an-
tes de esto, a los trabajadores se les despedía y colocaba
en una lista negra con las demás compañías por haber
participado en la organización de sindicatos. Las traba-
jadoras dominicanas en la industria de exportación reci-
ben muy poco apoyo del gobierno en su lucha por
mejorar sus salarios y condiciones laborales, y aquellas
que han intentado elevar sus quejas de maltrato o despido
injustificado ante el Ministerio del Trabajo, han sido re-
chazadas en favor de la empresa.
Cabría preguntarse aquí, ¿por qué los trabajadores
no protestan? Son muchos los factores que contribuyen a
la falta de solidaridad entre los obreros en las fábricas de
la industria de exportación en República Dominicana y
Puerto Rico, incluyendo la juventud y la rotación cons-
tante de los trabajadores, su reciente ingreso a un trabajo
industrial, las responsabilidades familiares y la falta de
alternativas de trabajo. Adicionalmente, el patrón de en-
clave de la industrialización enfocada a la exportación en
el Caribe, combinado con una baja inversión en investi-
gación y desarrollo, además de los reglamentos arancela-
rios que exigen el uso de materiales norteamericanos,
resultan en un bajo grado de capacitación o de transferen-
cia tecnológica a esos países en vías de desarrollo y más
que estimular, desanima la producción interna. Esta gran
dependencia de la industria del vestido del capital norte-
americano, la tecnología y los mercados, además de la
falta de vínculos con la economía nacional en todas las
áreas excepto la laboral, reduce significativamente la ca-
pacidad del país para generar capital y formas propias,
más intensivas en capital para la producción industrial,
ya sea del proceso exportador o de la economía nacional,
como sucedió en Asia. Asimismo, limita el crecimiento
del empleo masculino y desgasta, aún más, el papel del
hombre como sostén económico de la familia.
En consecuencia, en ninguno de los tres países la
mujer comparte con el hombre un acceso equitativo a los
recursos generadores de ingreso. Los hombres siguen
ocupando los puestos más especializados y mejor paga-
dos, y siguen disfi-utando de mejores oportunidades de
ascenso. Esto no puede explicarse por diferencias de gé-
nero en los niveles educativos, puesto que en los tres paí-
ses, la mujer goza de un nivel educativo superior o igual
al del hombre. La segregación ocupacional y los diferen-
ciales de salarios parecerían reflejar, una vez más, el mito
del sostén familiar masculino, aunque Cuba ha logrado
mayores avances en la lucha contra este mito. En este
país, las mujeres ya no constituyen una reserva de mano
de obra barata, como en Puerto Rico y especialmente en
República Dominicana, y la gama de servicios de apoyo
que reciben las mujeres cubanas podría inclusive hacer-
las más caras de emplear que los hombres. En parte, esto
surge del hecho de que Cuba intentó reducir la doble jor-
nada de las mujeres mediante servicios proporcionados
por el Estado, en lugar de conceder prioridad a una divi-
sión del trabajo por géneros más equitativa en el hogar
promovida por las feministas en los países capitalistas.

La economía familiar
Aunque la posición de las mujeres es relativamente débil
en la esfera del trabajo y del Estado -donde el poder se
ejerce colectivamente- en República Dominicana y
Puerto Rico, las trabajadoras de la industria maquiladora
de exportación empezaron a asumir más autoridad en el
seno familiar. En ambos países, la mayoría de las muje-
l
res casadas afirman que ahora comparten con sus cornpa-
1 fieros las decisiones referentes al hogar, y que los
I
hombres ya no tienen el control exclusivo del presupues-
to. Su autoridad en el hogar se deriva del aumento de su
1
I
I
contribución económica, la cual tiene ahora una mayor
1
importancia en vista del creciente desempleo masculino
I y su efecto debilitador en la capacidad del hombre de ser
el único sostén familiar. En pocas palabras, no es simple-

228
cn el Caribe
/.a niiyer y /a i~~dtsfrializacirin

mente cuestión de si la mujer trabaja o no, sino de la im-


portancia de su contribución a la economía familiar, lo
que le da a la mujer una base de resistencia frente al do-
minio del hombre en la familia.
'1 La mayoría de las trabajadoras están de acuerdo en
que el empleo les ha otorgado una mayor legitimidad
para negociar con sus maridos. En general, en los tres
países, las relaciones más igualitarias parecieron darse
entre matrimonios estables, donde ambos trabajan y tie-
nen un mayor nivel educativo. La mayoría de los cam-
bios en los patrones de autoridad doméstica se han
logrado por un proceso gradual de negociación, donde
las mujeres utilizan como argumento su creciente contri-
bución económica al hogar para negociar mayor autono-
mía y autoridad; no obstante, los cambios se notan menos
en República Dominicana que en Puerto Rico o Cuba. El
ochenta por ciento de las mujeres dominicanas casadas
entrevistadas, siguen considerando a sus maridos como
el jefe de familia y es el hombre quien toma las decisio-
nes financieras, tales como las compras mayores o el
pago de las cuentas.
I En comparación con la muestra puertorriqueña, las
1 trabajadoras dominicanas son más jóvenes (tres cuartas
I partes son menores de 30 años) y tienen hijos pequeños
I que mantener. También es mayor el número de hijos que
tienen, lo cual aumenta su dependencia del salario mas-
culino. Los hogares con niños pequeños que mantener se
encuentran, desde el punto de vista económico, en el gra-
do más crítico, y éste es el periodo durante el cual la mu-
jer depende más del hombre. La tasa de uniones libres es
también inucho más elevada entre las mujeres dominica-
nas que entre las puertorriqueñas, lo cual incrementa la
proporción de inestabilidad conyugal. La mujer domini-
cana no tiene mucho tiempo trabajando y cuenta con me-
nor protección en el trabajo. No tiene derecho a pagos de
transferencia, lo cual, en Puerto Rico, constituye otra
protección para los trabajadores desempleados o mal pa-
gados. Aun ciertos servicios de salud a los que tienen de-
recho los trabajadores dominicanos y cubanos se han
visto reducidos por falta de fondos y equipo. Estos facto-
res, aunados a las presiones de la crisis económica, ele-
van la inseguridad de la mujer y su temor a hacer frente al
dominio masculino.
Las mujeres jefe de familia son las que llevan la res-
ponsabilidad financiera más pesada y constituyen el 27%
de nuestra muestra dominicana, en comparación con el
16% de mujeres puertorriqueñas. Esto refleja, en térmi-
nos generales, una proporción más elevada de inestabili-
dad conyugal entre las dominicanas. La mayoría de las
jefe de familia son mujeres jóvenes separadas de una o
más uniones libres, a menudo iniciadas cuando eran muy
jóvenes. Muchas de estas mujeres se muestran renuentes
a volverse a casar, y mencionan la independencia que el
trabajo les ha proporcionado, como una de las razones
para seguir solas. Por ejemplo, Teresa ha trabajado en las
zonas de libre comercio de República Dominicana du-
rante los últimos diez años y desempeña ahora el puesto
de supervisora. A los 38 años, Teresa vive sola, a pesar
de tener ocho hijos de tres uniones libres, la primera de
ellas iniciada cuando tenia 13 años. Los hijos más peque-
ños siguen viviendo con su padre y Teresa no trabajó
mientras estuvo viviendo con él. Su capacidad para
deshacer este matrimonio dependió directamente de ha-
ber encontrado empleo y dice que no dejaría de trabajar
aunque consiguiera otro hombre, ya que
... son machistas. Piensan que si la mujer trabaja va
a mandar demasiado, porque así es como se usa
aquí en Santo Domingo. De que cuando la mujer
trabaja entonces ellos ven que es liberal, demasiado
liberal, que no pueden hacerle mucha maldad y no
pueden abusar ... Para muchos hombres cuando la
mujer no trabaja, está obligada a servir al hombre, a
pasarla mal, a soportar muchas cosas. Pero cuando
la muier trabaia va ahí cambia. porque estamos tra-
bajando los dos.

Teresa expresa claramente la dependencia que la fal-


ta de autonomía económica impone a la mujer dominica-
na.
Generalmente, las mujeres jefe de familia son más
pobres, en parte debido a que cuentan con un menor nú-
mero de contribuyentes a la economía del hogar. La edad
de la mujer jefe de familia también influye. Muchas de
las jefe de familia puertorriqueñas son mayores, viven
solas o con un hijo mayor o una hermana, por lo' que no
tienen niños pequeños que mantener como en el caso.de
las dominicanas y cubanas. Estas mujeres puertorrique-
ñas se las arreglan con los salarios más bajos de la indus-
tria del vestido, en particular si son dueñas de su propia
casa. Además, los hogares rurales en Puerto Rico cuen-
tan con una red estrechamente entretejida de parientes y
vecinos, ayudándose mutuamente con el cuidado de los
hijos y las compras; la gente llega inclusive a transpor-
tarse junta al trabajo. Sesenta por ciento de las mujeres
jóvenes de la muestra tienen parientes que trabajan en la
misma fábrica.
En República Dominicana, debido al costo de la vi-
vienda y de la manutención de los niños, las trabajadoras
tienen a menudo que dejar a sus hijos con su madre o con
parientes en las áreas rurales, y visitarlos una vez a la se-
mana y a menudo ni siquiera tan seguido. Con frecuencia
viven solas, y envían dinero regularmente a sus hijos y a
sus padres. Sin embargo, puesto que los parientes viven
a cierta distancia y son también muy pobres, no pueden
ofrecer el mismo nivel de apoyo que los parientes de las
trabajadoras puertorriqueñas o cubanas, muchas de las
cuales viven en el mismo vecindario.
Los hogares de las trabajadoras cubanas son los más
numerosos de la muestra, y 38% está constituido por cin-
co o más miembros. En parte, esto se debe a la escasez de
vivienda en Cuba, lo que obliga a las familias a vivir bajo
un mismo techo, haciendo que el 41% de los hogares cu-
banos incluyan a tres o más generaciones, en compara-
ción con un 17.8% de los hogares puertorriqueños que en
su mayoría son familias nucleares de dos generaciones.
Las familias cubanas extensas a menudo cuentan con in-
gresos más elevados debido al número mayor de contri-
buyentes por hogar. En el conjunto de la muestra cubana,
casi la mitad de los hogares tienen tres o más contribu-
yentes, en comparación con 16.5% en la muestra de Puer-
to Rico.
Muchas de estas familias extensas incluyen a madres
solteras adolescentes o parejas de recién casados que si-
guen viviendo con sus padres o suegros, a los cuales se
encuentran claramente subordinados. En Cuba existe
una tasa elevada de embarazos en la adolescencia, a pesar
de la disponibilidad de anticonceptivos y abortos y casi la
mitad de las mujeres de nuestra muestra habían tenido su
primer hijo antes de los20 años. Entre las jefe de familia,
esta cifra es aún más elevada, lo que sugiere que los em-
barazos de las adolescentes contribuyen al problema de
la inestabilidad conyugal en Cuba, que también ha au-
mentado a gran velocidad a partir de la revolución.
Cuando las madres solteras adolescentes viven con sus
padres, la generación mayor continúa tomando las deci-
siones y administrando los gastos y la madre es la que a
menudo se encarga de los niños mientras la hija trabaja.
Aunque esto constituye una ayuda a las jóvenes madres
trabajadoras, también perpetúa los papeles tradicionales
de género y desalienta cualquier intento por hacer frente
al dominio masculino. Asimismo, el hacinamiento con-
tribuye a la inestabilidad conyugal.
Los hogares de tres generaciones son aún mas fre-
cuentes entre las familias encabezadas por mujeres, que
en la muestra se encuentran divididas casi por igual entre
estas jóvenes madres solteras y mujeres mayores que tie-
nen a sus hijas viviendo con ellas. Las familias encabe-
zadas por mujeres constituyen el 35% de la muestra
cubana, siendo éste un porcentaje más elevado que en
Puerto Rico o República Dominicana, aunque el porcen-
taje nacional en Cuba es menor al de cualquiera de los
otros dos países3. Contrario a la norma de las familias ex-
tensas más, grandes, el 62% de las jefe de familia sola-
mente cuenta con uno o dos contribuyentes a la economía
del hogar y no recibe ninguna ayuda del gobierno, con
excepción de alguna prioridad para obtener empleo. Se
supone que los padres de estos niños contribuyen a su
manutención, pero pocos lo hacen, y muchas de las ma-
dres solteras afirman que no quieren presentar demandas
de manutención porque esto le daría al padre una mayor

3 Uiiade las razones de esta discrepancia puede deberse a que las cifras de los ten-
sos nacionales no toman en cuenta a las mujeresjefe de familiaque siguenviviendo
con sus padres y que, en este caso, se consideran jefes de familia.
l
Heten J. S&

autoridad sobre el hijo. Por ejemplo, Odalyis no recibe


ninguna ayuda del padre de sus hijos gemelos de tres 1
años, tampoco la quiere, "porque ahora son míos y nada
más, y él no tiene ningún derecho sobre ellos". Aquí po-
demos percibir una correlación clara entre el apoyo eco-
nómico y los patrones de autoridad.
Al igual que en Puerto Rico y República Dominica-
na, el empleo remunerado en Cuba ha tenido un impacto
en los patrones de autoridad, puesto que más de la mitad
de las mujeres casadas entrevistadas afirma que toman
las decisiones junto con sus maridos y que también admi-
nistran juntos los gastos. Ambos, esposo y esposa, con-
tribuyen mucho a la economía doméstica y a menudo
tienen hogares mejor equipados con lavadoras, refrigera-
dores, radios y televisores. Sin embargo, a pesar del Có-
digo Familiar y de la incorporación en masa de la mujer a
la fuerza de trabajo, las responsabilidades del hombre en
el hogar han cambiado muy poco. Mientras que el hom-
bre acepta la idea de que su esposa trabaje y probable-
mente reciba con agrado un ingreso extra, la mayoría no
comparte los quehaceres domésticos ni el cuidado de los
niños, aunque tampoco parece que la mujer lo aliente.
El patrón de familia extensa que se presenta en Cuba
tiende a perpetuar esta división tradicional del trabajo,
pero también es sobresaliente en los hogares puertorri-
queños y dominicanos, donde predominan las familias
nucleares. En ninguno de los hogares de nuestro estudio
el hombre se dedica al quehacer doméstico o al cuidado
de los hijos, a excepción de algunas tareas ocasionales
como ir de compras o pagar las cuentas. Esto sugiere que
los patrones de autoridad han cambiado más que la divi-
sión del trabajo por géneros, y puede explicarse en parte
por la perpetuación de la ideología tradicional de género.
En resumen, existen variaciones evidentes tanto al
interior como entre las muestras de Cuba, Puerto Rico y
República Dominicana, en términos del tamaño de la fa-
milia, el número de contribuyentes a la economía fami-
liar, la edad y el estado civil del jefe de familia, la
estabilidad conyugal y la ayuda de parientes, elementos
todos que afectan los patrones de autoridad del hogar, así
como el nivel de vida. Las parejas legalmente casadas,
con un nivel de educación superior, donde tanto el mari-
do como la esposa tienen trabajos estables parecen estar
más cerca del modelo igualitario de relaciones conyuga-
les en cada país, pero representan una clara minoría. Ahí
donde la mujer ha asumido el papel de sostén económico,
se producen conflictos que pueden conducir a niveles
más altos de inestabilidad conyugal y a hogares encabe-
zados por mujeres, como lo hemos visto en este trabajo.
Aunque esta forma de reestructuración económica po-
dría poner en tela de juicio el mito del sostén masculino,
simplemente traslada la carga de la supervivencia fami-
liar del hombre a la mujer.

Ideología de género
La ideología tradicional de género es más dificil de docu-
mentar que muchos de los cambios estructurales analiza-
dos hasta aquí, debido a que está arraigada en el papel
productivolreproductivo de la mujer. Tradicionalmente
la mujer tiene a su cargo la responsabilidad fundamental
del quehacer doméstico y del cuidado de los hijos, mien-
tras que el hombre es el proveedor familiar por excelen-
cia. La designación de los hombres como los principales
proveedores familiares mantiene el control masculino
sobre el trabajo femenino, y crea esferas separadas donde
la mujer está confinada a la esfera privada, mientras que
el hombre controla la esfera pública del trabajo y la polí-
tica.
La separación público-privado de la sociedad indus-.
trial occidental es aún más fuerte en Latinoamérica y el
Caribe hispánico, y se remonta a la tradición española co-
lonial de la casdcalle, en la cual a las mujeres se les rele-
gaba al hogar y el hombre salía a la calle, como una
manera de mantener el honor familiar y la virginidad fe-
menina, fomentados por el catolicismo. Los pobres y los
grupos étnicos subordinados, tales como los esclavos
africanos y las poblaciones indígenas, donde la mujer te-
nía que trabajar para contribuir a la supervivencia de la
familia nunca siguieron al pie de la letra estas normas.
No obstante, la distinción casa/calle era considerada
como la norma, y el trabajo asalariado de la mujer llegó a
estigmatizarse aún más que en los países industrializados
dominados por el hombre blanco, debido a su asociación
cercana con los grupos subordinados de negros e indíge-
nas. Por ejemplo, en Cuba en 1899, un año después de la
ocupación de Estados Unidos, casi las tres cuartas partes
de todas las mujeres asalariadas eran de color y estaban
empleadas en el servicio doméstico, aunque las personas
de color constituían solamente un tercio de la población
(Pérez, 1988).
A medida que más mujeres empezaron a formar par-
te de la fuerza de trabajo y que las mujeres de la clase alta
empezaron a recibir mayor capacitación en profesiones
tales como la enseñanza y la enfermería, el estigma de la
mano de obra asalariada femenina empezó a diluirse,
pero las fronteras entre la casalcalle o las esferas de lo pú-
blico y lo privado no se han desgastado en la misma me-
dida en que ha sucedido en las sociedades industriales
avanzadas, a pesar de diferencias de clase y raza. La nor-
ma del sostén familiar masculino es tan fuerte que aun
entre la clase trabajadora, el papel del hombre como pro-
veedor familiar sigue siendo el ideal, relegando a la mu-
jer al papel de asalariada complementaria. Esto refleja
diferencias socioeconómicas como la incorporación me-
nor y más reciente de la mujer, en particular de la mujer
casada, a la fuerza de trabajo de América Latina, en com-
paración con los países industriales avanzados. Refleja
también, diferencias culturales arraigadas en la ideología
de género. Las leyes patriarcales que consideran al hom-
bre como el sostén familiar y el protector por excelencia,
tales como la patria potestad, siguen dominando en mu-
chos países latinoamericanos, mientras que los derechos
de la mujer a divorciarse y a ser igual ante la ley, o a con-
trolar su propia sexualidad a través de la planificación fa-
miliar o el aborto, están muy limitadas. El Estado
patriarcal, comprometido a mantener ciertas jerarquías
de género, de clase y de raza, constituye el sustento de la
familia patriarcal.
Aun en Cuba, el país latinoamericano donde se han
tomado las medidas más radicales para establecer la
igualdad de géneros, el papel doméstico o reproductor de
la mujer sigue teniendo preeminencia. Por ejemplo, a la
mujer se le sigue impidiendo realizar ciertos trabajos
arriesgados por miedo a que ponga en peligro su capaci-
dad reproductiva, y hasta hace poco tiempo, sólo a las
mujeres se les permitía ausentarse del trabajo para aten-
der a miembros de la familia hospitalizados. Aunque el
Código Familiar establece la obligación de compartir la
responsabilidad dentro del hogar, también está dirigido a
fortalecer la institución familiar, que está amenazada por
tasas cada vez mayores de divorcios y embarazos de ado- 1
lescentes. El apoyo socialista a la familia se debe, en par-
te, al reconocimiento del Estado de la importancia de la
familia para la reproducción social y de lo limitado de sus
recursos para substituir totalmente las funciones de la fa-
milia en este aspecto (Bengelsdorf, 1985). Tanto en las
i
sociedades capitalistas como en las socialistas, la contri- ,
bución que la familia hace a la reproducción social, alivia
en gran medida la tarea del Estado. Esto se hace particu-
larmente evidente en tiempos de crisis, cuando los recur-
sos se ven limitados al extremo, colocando cargas
adicionales en el hogar para satisfacer las necesidades
básicas. Esto ha sido más que obvio en Cuba durante el
periodo especial a partir de 1990, pero en Puerto Rico y
especialmente en República Dominicana, las políticas de
.
ajuste estructural también han vuelto a trasladar a los ho-
gares mayores responsabilidades del Estado.

Conclusiones
Habría que preguntarse si la división casa/calle se habrá
desgastado a través de la incorporación masiva de la mu-
jer a la fuerza de trabajo. Seguramente las trabajadoras
de Cuba, Puerto Rico y República Dominicana tienen
una presencia más visible en la esfera pública, pero como 1

hemos visto, siguen estando claramente subordinadas en 1


el trabajo y en la política. En parte, la reclusión de la mu-
jer al hogar ha sido substituida por la segregación ocupa-
cional, que permite que las mujeres tengan una l

representación en el espacio del trabajo, limitada a ocu-


paciones femeninas seleccionadas, que a menudo son ex-
tensiones de su papel femenino, aun entre mujeres
profesionales tales como enfermeras y profesoras. Las
diferencias salariales entre géneros en todas las clases so-
ciales también fortalecen la noción de la mujer como asa-
lariada complementaria dependiente del sostén familiar
masculino principal.
La ausencia de cambios en la división del trabajo por
géneros en el hogar, entre la mayor parte de las mujeres
estudiadas en este trabajo, constituye también una evi-
dencia de que la distinción casa/calle se sigue conservan-
do. La falla reside no solamente en los hombres, sino
también en las mujeres mismas, quienes siguen conside-
rando los quehaceres domésticos y el cuidado de los hijos
como su responsabilidad básica, aunque trabajen tiempo
completo y contribuyan en gran medida a la economía fa-
miliar. Como lo señala Stoldce (1984), la familia propor-
ciona a las mujeres una identidad social que su
proletarización como trabajadora asalariada no ha logra-
do disminuir. De hecho, la mayoría de estas mujeres
consideran ahora el empleo remunerado como parte de
su papel doméstico, debido a que, más que trabajar por su
propia auto estima o por lograr su independencia, lo ha-
cen para contribuir a la economía familiar. Entre las mu-
jeres jefe de familia, el empleo remunerado es
fundamental para la supervivencia familiar. La pobreza
extrema de estos hogares, principalmente en República
Dominicana, hace que todas las mujeres se den cuenta de
lo dificil que es salir adelante sin un proveedor masculi-
no.
Sin embargo, muchas mujeres dominicanas y puer-
torriqueñas se están viendo obligadas a mantener a sus
familias sin la ayuda de los hombres, debido a que las al-
tas tasas.de la participación de la mujer en la fuerza de
trabajo han coincidido con una disminución de las opor-
tunidades de empleo para los hombres, debido a la desin-
tegración de la economía nacional con el cambio hacia
una industrialización orientada a la exportación. Los tres
países sufren altas tasas de inestabilidad conyugal y 110-
gares encabezados por mujeres, pero en Puerto Rico, esta
situación se ha podido aliviar gracias a los pagos de
transferencia y en Cuba a través de mecanismos redistri-
butivos tales coino el racionamiento que asegura una
"igualdad relativa en medio de la austeridad" (Pérez-Sta-
ble, 1993). Las mujeres dominicanas son, sin duda algu-
na, las más explotadas en todos los niveles y sufren los
grados mas elevados de empobrecimiento.
En pocas palabras, volviendo a las preguntas formu-
ladas en la introducción de-ste articulo, las trabajadoras
en los países capitalistas son explotadas como resultado
de la feminización global de la mano de obra, mientras
que los países socialistas como Cuba ya no pueden pro-
porcionar a las mujeres la protección que les ayudaba a
sostener la carga de la "doble jornada". Su participación
cada vez mayor en la fuerza de trabajo, le ha dado a la
mujer cierto grado de autonomía económica. Sin embar-
go, la crisis económica global ha disminuido también la
capacidad masculina de ganar un salario. Los beneficia-
dos de esta forma de reestructuración económica son, en
primer término, los países industrializados como Estados
Unidos, que han promovido esta estrategia con el fin de
permanecer competitivos dentro de un mercado cada vez
más globalizado. Aun en estos países avanzados, los tra-
bajadores, muchos de ellos mujeres, sufren la pérdida de
empleos debido a la reubicación de la producción en
otras áreas del país o en el extranjero (Safa, 1981; Nash,
1989). En consecuencia, la reestructuración económica
debilita la mano de obra y fortalece el capital. Colocar
mayores cargas en las mujeres y marginar a los hombres,
no beneficia en nada a ninguno de los géneros.
l
El nivel de conciencia de género está creciendo a
medida que la contradicción entre la contribución cada
vez mayor de la mujer a la economía doméstica y su su-
bordinación dentro de la familia, el trabajo y la política se
hace cada vez más evidente. Sin embargo, el mito del
sostén familiar masculino se conserva mediante formas
de patriarcado incrustadas en el Estado y en el trabajo, y
que siguen aprovechándose de la subordinación de la
mujer.
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Las nacionalidades en los cambios globales post
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Valery A. Tishkov

Acerca del fenómeno de la etnicidad


Los sucesos recientes en los países postcomunistas han
revelado una tendencia bastante común, y es que muchos
de los procesos societales, en medio de un cambio social
profundo y una reforma radical, impulsan un contenido
étnico de una manera por demás manifiesta. La discu-
sión de las razones y formas de la incompatibilidad étni-
ca se ha convertido en uno de los principales puntos de
interés de los científicos sociales contemporáneos (Sta-
venhagen, 1990; Horowitz, 1991; Rupersinghe et al.
1992; Gurr, 1993). En la Federación Rusa el tema está en
el centro del debate académico y público, pero a pesar de
importantes esfuerzos intelectuales, los resultados pare-
cen desalentadores. La sociedad, los encargados de esta-
blecer políticas y los gobernantes, insisten cada vez más
en que los expertos aporten, en lugar de invocaciones
ideológicas, una serie de análisis "objetivos" que sirvan

1 Separata autorizada por el Instituto de Investigación para el Desarrollo Social de


las Naciones Unidas (UNRISD) el que publicó originalmente este texto en su ver-
sidn extensa en 1994 con el tit~iloNalionalities and ConJlicting Ethniciw in Pos/-
Comtrnisf Russia ( U N R I S D hoja de traba.io, 40).
de base para adoptar decisiones, así como "consejos
prácticos" para la política y la administración pública. A
su vez, la academia, a pesar de haberse liberado de los
dictados ideológicos, continúa demostrando una "sepa-
ración de la vida," al difundir opiniones mutuamente ex-
cluyente~y mostrar la fragilidad de sus pronósticos.
El drama de la situación radica no sólo en las diferen-
cias metodológicas, en las orientaciones políticas y en
los compromisos personales de los investigadores, sino
también en una controversia más profunda. Una afirrna-
ción de gobierno democrático y un desmantelamiento de
la hipocresía y de la demagogia, como principios funda-
mentales de la política del régimen anterior, orientan al
usuario actual del conocimiento a esclarecer el objetivis-
mo con su ontologización de la verdad. En esencia,
orienta a los académicos actuales y a las figuras públicas
hacia el mismo método positivista que consiste en dejar
al descubierto las leyes naturales y desarrollar concep-
ciones científicas del comportamiento humano y de la
política. En este momento, el contexto global de las cien-
cias sociales en el mundo está obligando, a quienes lo
practican, a inclinarse más y más hacia el paradigma
postmoderno que niega el conocimiento logocéntrico y
acepta principios cognoscitivos menos deteministas e
instrurnentalistas.
A pesar de una cierta desilusión por la falta de acuer-
do académico sobre el tema, confío en la posibilidad de
evitar un pesimismo relativista al discutir la etnicidad y
los conflictos de gobernabilidad. Al menos podrían deli-
nearse mecanismos y reglas generales a partir de los es-
fuerzos de los encargados de establecer políticas, de las
fuerzas públicas, del personal militar y de las agencias in-
ternacionales y que respondan a este desafio de las déca-
das recientes. No estoy sugiriendo un nuevo
descubrimiento en diversos aspectos: pocos han sido los
principios y enfoques formulados en la literatura y en las
declaraciones públicas anteriores. Entre estas últimas,
está la declaración del Secretario General de las Nacio-
nes Unidas, Boutros Boutros-Ghali en An Agenda for
Peace ( 1 992). Al establecer que "están surgiendo nuevas
afirmaciones violentas de nacionalismo y soberanía, y la
cohesión de los estados se ve amenazada por brutales
conflictos étnicos, religiosos o lingüísticos," Boutros-
Ghali llega a una importante conclusión al establecer que
sin embargo, el tiempo de la soberanía absoluta y
exclusiva ha terminado; su teoría nunca fue com-
patible con la realidad, y si cada grupo étnico, reli-
gioso o lingüístico reclamara una condición de
estado, no existiría límite alguno para la fragmenta-
ción y, en consecuencia, la paz, seguridad y bienes-
tar para todos serían todavía más difíciles de
alcanzar.

Propuestas para comprender la etnicidad


Entre las propuestas fundamentales para interpretar el fe-
nómeno étnico, hay dos que pueden destacarse: la pri-
mordial y la constructivista. El origen de la primera de
estas tradiciones académicas puede encontrarse en las
ideas del romanticismo alemán del siglo XIX y en la tra-
dición positivista de las ciencias sociales. Sus partida-
rios consideran a la etnicidad como un hecho objetivo
dado, como cierto tipo de característica primordial de la
humanidad. Para los primordialistas existen entidades
objetivas con características inherentes, tales como el te-
rritorio, el idioma, un sentido de pertenencia y hasta cier-
ta mentalidad común. Consideran que estas entidades
progresan en la medida en que siguen su propio camino,
que es independiente de la percepción subjetiva. En su
forma extrema, este enfoque considera la etnicidad, en
categorías sociobiológicas, como una "forma com-
prehensiva de selección natural y de vínculos parentales"
como un impulso instintivo primordial (Van den Berghe,
1981). Algunos piensan que el reconocimiento de la per-
tenencia a grupos está incluido en el código genético, y es
producto de la evolución primitiva de la humanidad,
cuando para sobrevivir era necesario tener la capacidad
de reconocer a los miembros del grupo familiar (Shaw y
Wong, 1989).
Uno de los más destacados estudiosos de la etnici-
dad, L. N. Gumilev, creía en la existencia del etnos como
un "organismo bio-social" e intentó formular una teoría
de la etnogénesis aunque de manera evidentemente su-
perficial. Un escéptico de los movimientos biologizado-
res, Y. V. Bromley, .! la mayoría de los científicos
sociales soviéticos sigue11siendo partidarios de estas po-
siciones profundamente primordialistas. Para ellos, el
etilos y los organismos etnosociales son categorías y ar-
quetipos básicos; y su manifestación más elevada es la
nación (Bromley, 1983; Gumilev, 1990). En su coiijunto,
este enfoque permanece bastante marginado y es sujeto
de serias críticas en el mundo de la etnología y la antropo-
logía social y cultural (Plotkin, 1990; Skalnik, 1990).
Con el surgimiento en las últimas décadas, del así
llamado fenómeno del renacimiento étnico y de la inten-
sificación del nacionalismo y separatismo étnico en el
mundo, los investigadores empezaron aprestar más aten-
ción a la etnicidad como un medio de lucha colectiva
para la ventaja material en el campo sociopolítico. La
movilización étnica, que puede asumir distintas formas,
está motivada por uno o más factores materiales que de-
terminan el comportamiento social. Esta movilización
se puede observar de distintas maneras. La etnicidad co-
menzó a considerarse como parte del repertorio que un
individuo o un grupo evalúa y escoge de manera cons-
ciente para alcanzar determinados intereses y metas.
El enfoque constructivista, que tiene un significado
especial en el caso de la realidad rusa, es único por dos ra-
zones. En primer lugar, sigue absolutamente ajeno a la
ciencia social nacional y nunca se le ha analizado seria-
mente. En segundo, la práctica social, específicamente
la del mundo postcomunista contiene abundantes ejem-
plos de etnicidad construida y movilizada (Tishkov,
1992). ¿Cuál es la esencia de este método que hemos es-
tado tratando de incluir en el discurso académico ruso
durante los últimos años?
Visualizo el sentimiento étnico, engendrado sobre la
base de diferencias históricas en la cultura así como en
los mitos, concepciones y doctrinas que se forman dentro
de su contexto, como una construcción intelectual y
como el resultado de esfuerzos intencionales por parte de
los estratos de la élite de aquellos que son "productores
profesionales de visiones subjetivas del mundo social"
(Bourdieu, 1984, p. 6 ) . Estos profesionales incluyen a es-
critores, académicos y políticos, cuya producción inte-
lectual fue posible transmitir a nivel masivo, por primera
vez, con la difusión de lapalabra impresa y la educación.
Es, específicamente por esta razón, que las ideas de
nación y conciencia nacional (o conciencia de uno mis-
mo), como productos intelectuales de las élites occiden-
1
, /

\
1 I
S
tales, se difundieron casi simultáneamente en todo el
l
j ~ mundo con el proceso de modernización (Gellner, 1989;
l
Hobsbawm, 1990; Greenfeld, 1992). En la segunda mi-
tad del siglo XIX y principios del XX, encontró apoyo en
Europa del Este y en Rusia, especialmente entre los diri-
gentes de nacionalidades periféricas de los antiguos Im-
perios Otomano, A u s t r o - H ú n g a r o y R u s o .
Posterionnente y debido a la creciente disponibilidad de
educación y la formación de grandes élites intelectuales
entre las nacionalidades de la ex Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS) -al igual que en los paí-
ses de Europa del Este- las ideas y la doctrina del nacio-
nalismo adquirieron una profunda legitimidad
emocional y hoy están fomentando intentos para conver-
tir mitos y emociones en diseños sociopolíticos (Roeder,
1991; Lapidus y Zasavsky, 1992; Motyl, 1992; Tishkov,
1992).
El enfoque constructivista pone especial atención al
papel de las mentalidades y del idioma como símbolos
clave, alrededor de los cuales se cristaliza una percep-
ción de la identidad étnica. Algunos textos y discursos
escritos contienen, por ejemplo, reconstrucciones histó-
ricas que se usan para justificar la autenticidad y conti-
nuidad de una u otra identidad étnica. La historiografía,
la arqueología y la etnografía soviéticas y postsoviéticas,
en muchas de sus manifestaciones, reducen el pasado al
presente y representan una proyección basada en el con-
cepto de gradualismo y homogeneidad del proceso histó-
rico. En cada lectura contemporánea de las culturas
pasadas, se presenta un "esbozo" de la historia como re-
curso para resolver las tareas políticas actuales.
l
1 /,as nociona11dade.sen los cambios glohalci po.sl.soviitico.s 1
Tal fue el caso, por ejemplo, cuando durante décadas
los historiadores de Azerbaiján desarrollaron de manera
1
intensiva la concepción nacionalista de la Albania caucá-
( sica, incluyendo a la antigua Albania como "la patria
/ grande de los azerbaiianos," territorio que los armenios
consideran como la "Armenia histórica." Esta construc-
ción, de una historia "rica" y "antigua" del pueblo de
Azerbaiján, tiene como componente necesario una des-
cripción del territorio Karabakh como el "corazón de
Azerbaiján." Así como los intelectuales georgianos de-
claran a Shida Kartlv o Samochablo (Sur de Osetia)
como "la patria de Georgia," los dirigentes de Ingush
consideran a la aldea de Angust, localizada en una zona
en disputa, como la "patria grande de los ingushi," y los
intelectuales de Osetia formulan una tesis sobre los
Alans, predecesores culturales de los osetianos, cuyos
"huesos están esparcidos por todo el norte del Cáucaso."
Durante décadas, la arqueología y la etnología, altamen-
te politizadas e ideologizadas, han florecido en la acade-
mia soviética periférica así como en la central
(Shnirelman, 1993).
Las diversas así llamadas historias nacionales y las
enciclopedias y estudios de investigación cultural tienen,
a menudo, poco que ver con la historia y la etnografía
verdaderas de los pueblos. En sí la nomenclatura de los
pueblos mismos, especialmente sus nombres, es resulta-
do de recetas "de extranjeros" ya fueran éstos, escritores
antiguos, viajeros que fueron los primeros en entrar en
contacto y en describir a los pueblos, o investigadores y
políticos contemporáneos.
La definición de pueblo, en el sentido de una comu-
nidad étnica, se entiende casi siempre en el medio acadé-
Valety A. Ti.~l~koij

mico contemporáneo, como un grupo de personas cuyos


miembros comparten un nombre común y elementos co-
munes de cultura, que poseen un mito de origen y una
memoria histórica comunes, que ellos mismos se asocian
con un territorio particular y poseen u11 sentimiento de
solidaridad. Todos estos indicadores son el resultado de
esfuerzos especiales, en particular del proceso de cons-
trucción de nación; el más importante es la solidaridad.
La afiliación nacional es una especie de referéndum in-
temo constante sobre afiliación y lealtad hacia una u otra
comunidad colectiva. Es el resultado de la educación fa-
miliar y de la socialización de una persona. De la misma
manera, las naciones son, según la definición amplia-
mente admitida de B. Anderson, "comunidades imagina-
das" (1983).
La nacionalidad o la identidad étnica no son una ca-
racterística humana innata aunque la mayoría de las ve-
ces se les percibe como tales. Las naciones son también
creadas por la gente, por el esfuerzo de sus intelectuales y
por la voluntad política estatal. Nación es una definición
excluyente. No es posible designarle fórmulas científi-
cas o legales estrictas. Lo anterior también se refiere a la
categoría más mística de Etnos, que los científicos socia-
les soviéticos desarrollaron con gran entusiasmo, y cuyo
resultado fue que en el discurso público pasó a ser algo
más que una construcción académica. Desafortunada-
mente, ambas definiciones primordiales (nación y etnos)
se utilizan amplia e irreflexivamente en el lenguaje polí-
tico contemporáneo y en los textos normativos y legales.
Por ejemplo, las aspiraciones de los cosacos rusos por al-
canzar ciertas metas políticas -mediante la moviliza-
ción de la memoria sobre las características
socioculturales- tuvieron como resultado la definición
oficial de los cosacos como una "entidad etno-cultural"
en su nivel estatal más alto en el decreto de Yeltsin y en la
Ley Soviética Suprema. Esto podría considerarse como
ejemplo clásico de los mitos y memorias "nacientes" de
Bakhtin, que emergieron desde su nivel más profundo
por la presión de la política y como una forma de gesto
populista.
Aunque el concepto de comunidades etnonacionales
puede ser imaginario, esto no evita que se convierta en
una realidad poderosa y una base importante para la ac-
ción colectiva. Sin abandonar el campo histórico, la di-
versidad etnocultural de la gente se traslada, cada vez
más, de la esfera de la cultura material, a la de la concien-
cia y los valores. Una persona necesita de una identidad
y afiliación étnica como medios de adaptación y mejor
orientación en el complejo mundo moderno y como me-
canismo para alcanzar ciertas metas sociales. En Rusia,
los ciudadanos recobran el sentimiento olvidado de valor
personal y orgullo colectivo a través de la etnicidad,
mientras que los dirigentes llevan a cabo el control social
y la movilización política.

'db101 /
/
Esta construcción intelectual se proyecta directa-
mente hacia el fenómeno del poder. A menudo se hace
d?d, i acompañar de la realización de una voluntad política,
4: asegurando para esto, el arsenal necesario de argumentos
y reclutadores-ejecutores. El antiguo derecho de los "su-
lb?
d$ mos sacerdotes" del partido comunista de formular des-
$ de arriba y transmitir hacia abajo sus postulados
Sf programáticos, era uno de los pilares más sólidos de su
@ poder, junto con el aparato represivo estatal y de partido.
i1/ Aún en la actualidad, la búsqueda de explicaciones sobre
8' el desorden, la crisis y el conflicto, sigue presentándose
en los debates parlamentarios, en las discusiones politi-
cas y en los medios de comunicación, en vista de la au-
sencia de fórmulas, conceptos científicos, etcétera.
Una sociedad acostumbrada a vivir en un simbolis-
mo unidimensional no puede convertirse instantánea-
mente en un campo multidimensional. El afán excesivo
de aprender fórmulas propuestas por las élites íntelectua-
les y políticas, así como su uso, se ha convertido en una
característica casi genética del pueblo soviético. Los
países postcomunistas no cuentan todavía con los ele-
mentos poderosos de la sociedad civil, es decir, privada,
expresados en gran medida en una autonomía individual
y en la auto-organización de grupos sociales en diversos
niveles. Este tipo de sociedad es el material ideal para
una "colonización" mitológica de la conciencia de ma-
sas, porque durante situaciones de crisis y de transfoma-
ciones sociales radicales -cuando la percepción del
mundo se escapa- la magia de la palabra, el derecho y la
capacidad para etiquetar (dando existencia a través del
enunciado) se ha vuelto una de las formas más sencillas y
accesibles del poder político.
Como en los tiempos antiguos, la tarea de explicar y
producir lo simbólico se le confiere a los poetas, artistas
y escultores y ahora también, a los dramaturgos, cineas-
tas, académicos, humanistas, y, ante todo a los historia-
dores, etnógrafos y arqueólogos. Ningún periodo
histórico, así como tampoco ninguna región del mundo,
han experimentado una escalada tan grande de doctores
en ciencias sociales y otros intelectuales en puestos influ-
yentes, como los que pueden observarse en el espacio
postsoviético. Los veintiocho miembros de Consejo Es-
tatal de Georgia establecido por Shevardnadze, estaba
compuesto por once filólogos, historiadores y filósofos,
siete artistas y periodistas y solamente tres abogados yun
economista.

La clase intelectual y la idea nacional


Después del desplome de la ideología comunista, una
nueva generación de políticos y dirigentes de movimien-
tos nacionales - c o n el fin de que se les aceptara y se les
concediera un mandato de autoridad- están utilizando
ideas y palabras que contienen connotaciones específi-
cas para un grupo u otro. En su medio reviven controver-
sias místicas y reacciones a traumas provocados por
regímenes anteriores (generalmente de generaciones
previas). La inercia del totalitarismo facilitó la substitu-
ción de la tiranía de los programas de partido, con la tira-
nía no menos opresiva de las concepciones movilizadas;
así h e como los mitos de grupo se elevaron a nivel de de-
claraciones y demandas políticas. La situación de las so-
ciedades que se liberaron del gobierno comunista pueden
considerarse, con toda razón, una nueva forma de dicta-
dura, cuando, por ejemplo, ningún armenio puede opo-
nerse a la política del movimiento de Karabakh y cuando
ningún ingushi puede resistirse a la unificación de la dis-
putada región del norte de Osetia con la naciente Repú-
blica Ingush. (Uno recuerda el ejemplo singular de
librepensamiento del difunto filósofo georgiano Mamar-
dashvili, quien dijo: "en aras de la verdad, me enfrentaría
a mi propio pueblo.")
El destino de los intelectuales modernos en la políti-
ca, adopta casi siempre una forma dramática y hasta trá-
gica. Mi evaluación de sus actividades no es una crítica a
características individuales que casi siempre merecen
respeto y simpatía, sino más bien un análisis del fenóme-
no de los intelectuales instruidos cuando éstos se encuen-
tran en el poder o encabezando movimientos
nacionalistas. Por primera vez, la política postsoviética
se enfrenta en gran escala con este fenómeno. Su esencia
puede observarse desde la perspectiva de la antropología
social como lucha por el poder del conocimiento y otra,
una lucha por el poder mediante el conocimiento. En esta
lucha y durante el colapso del estado multiétnico, el co-
nocimiento de arqueólogos, etnógrafos e historiadores es
el más profesional en términos de sus demandas y capa-
cidad para influir en la movilización política.
Ahora, después de violentos conflictos en el sur y el
norte de Osetia, en Abjazia, Moldavia y Tadzhikistán, el
tema del costo y la responsabilidad de la participación de
los intelectuales en la actividad política y el gobierno, se
pone en primer plano. Con el derrumbe de la Unión So-
viética, nuevos dirigentes de distintos niveles y grados de
legitimidad adquirieron, repentinamente, los medios fá-
ciles para pertrechar a sus partidarios con el más moder-
no armamento, organizarlos para la guerra y darles
órdenes de matar. En esta situación, la lucha por el cono-
cimiento, por la "clasificación y orden correctos", se
transforma fácil y rápidamente o se une a la violencia
masiva y a la enorme destrucción. Los pueblos mismos,
a nombre de los cuales los dirigentes formulan posturas y
argumentos y lanzan consignas y demandas, son los pri-
meros en verse perjudicados.
El antiguo científico social y académico, y actual
presidente de Armenia, L. Ter-Pertrosyan, afirmó en las
páginas de un diario que "el derecho de una nación a la
autodeterminación es absoluto. Si un pueblo decide to-
l
/.os ~~acroiial~úadcs
eJi los car~lhiosglobole.os pn,osrsoviC~ico.os

mar el destino en sus manos, nada, ni siquiera la violen-


cia, puede revertir este proceso" (Ter-Pertrosyan, 1991).
No hay nada de académico en esta tesis, pero la pronun-
cia un político académico como una verdad consumada y
como una receta para la acción de todo un gmpo. Es sor-
prendente que esta tesis circule en una sociedad en su
mayoría instruida (en Armenia, el porcentaje de personas
con estudios superiores, es uno de los más elevados del
mundo y casi cuatro veces el de las regiones centrales de
Rusia) y que constituya una exaltación política de ciuda-
danos que siguen a sus dirigentes.
El hecho de que los académicos postsoviéticos y los
políticos, consideren la "lucha de los pueblos (naciones,
etnias) por la autodeteminación" como un "movimiento
nacional, democrático", no es realmente evidencia de
tendencias y factores objetivamente existentes. No sig-
nifica que se pueda negar la existencia de una larga lista
de agravios de los grupos étnicos y de razones fundamen-
tales para proyectos desiiitegracionistas. Yo también
contribuí con esta explicación simplista acerca del fin de
la Unión Soviética (Tishkov, 1991), que a unos años de
distancia, ya no puede considerarse satisfactoria. Más
bien, en lo referente al espacio postsoviético, la "realiza-
ción de la ley histórica" se ve más como la realidad cons-
truida, c r ~ a d apor la teoría y el dogma. El fenómeno de
manipulación de los sentimientos étnicos y las sensibili-
dades nacionalistas no es en absoluto nuevo. En "Essays
on the Russiaii Troubles", el General A. 1. Denikin hizo
las Siguientes observaciones sobre la situación en el
Transcáucaso, en 1918, cuando la declaración de inde-
pendencia de la República Transcaucásica de Rusia. A
esto siguió una rápida desestabilización política y un
agravamiento de los conflictos étnicos e intersociales y ei
crecimiento de un chauvinismo local, especialmente en-
tre los georgianos en relación con los abjasianos, arrne-
nios y rusos:
La voluntad de los pueblos y la "presión de las ma-
sas" -estos estímulos legales y naturales para los
movimientos políticos y nacionales en el Transcáu-
caso- han sido importantes. Si en la escala de toda
Rusia, las olas de la revolución arrasaron con la
vida de la clase intelectual rusa desde sus alturas,
aquí, en contraste, la historia del Transcáucaso du-
rante sus años dificiles, ha sido la historia de una
clase intelectual predominantemente socialista.
Sólo ésta podría determinar los eventos internos y
solamente en ella reside la responsabilidad históri-
ca del destino de los pueblos del Transcáucaso.
(Denikin, 1992, p. 92)

Una parte muy importante de mi enfoque frente a los


problemas de la etnicidad, radica en no aceptar la arro-
gancia del paradigma objetivo-positivista, que se en-
cuentra en la raíz de la crisis contemporánea de la ciencia
social rusa. Este enfoque no está tan supeditado a las cir-
cunstancias como para acentuar la esencia -esto es, los
grupos, lo que incluye a los grupos étnicos- por su per-
tenencia, fronteras, derechos, etc., en menoscabo de las
relaciones en el dominio social. Nos permite libramos de
las ilusiones que ven a las clasificaciones construidas
teóricamente como si fueran grupos de personas objeti-
vamente existentes, o como leyes de la vida social. Impi-
de precipitarse insensatamente a traducir las
construcciones míticas y la lucha simbólica al idioma de
las leyes estatales, los decretos presidenciales o los man-
datos militares.
Los científicos sociales rusos, que construyeron en
gran parte el sujeto de sus estudios y que, al mismo tiem-
po, rehusaban reconocerse como coautores de una reali-
d a d p e r v e r t i d a p o r s u indiferencia f r e n t e a
planteamientos relativistas o constmctivistas, realmente
limitan las posibilidades para influir y participar en los
procesos de cambio e innovación. Comprender que la et-
nicidad es una construcción social, según la opinión de
M. P. Smith,
nos brinda mayores oportunidades para mediar in-
teracciones políticas y socioculturales dentro y en-
tre grupos étnicos, a través de la misma acción
simbólica construida con la que cuentan aquellos
que consideran la etnicidad, ya sea dentro de cate-
gorías naturalistas, en cuanto a "Etnos" (como
"Eros" y "Tanatos") como un parámetro estructu-
ral profundo de la conciencia, o bien dentro de cate-
gorías existenciales como un componente de
identidad personal, tan arraigado en la memoria
I~istóricapasada que ninguna influencia humana
actual puede formar el carácter de esta identidad o
atenuar las manifestaciones antagónicas por parte
de ciertos grupos étnicos frente a otros (1992, p.
526).

Un enfoque así de novedoso podría representar un


avance para el enorme atolladero metodológico y para la
desalentadora impotencia política en la esfera de las rela-
ciones interétnicas. Solamente se requiere aceptar que la
etnicidad se construye y reconstruye mediante ciertas ac-
ciones verbales que reflejan condiciones contemporá-
neas. Entre estas condiciones se encuentran las
relaciones de poder entre gnipos sociales y aquellos sig-
nificados interpretativos que la gente confiere a estas
condiciones. No hay que ver la etnicidad como un pará-
' l 1
l metro atemporal o primordial de la existencia humana.
En este caso, la actividad de los dirigentes de las élites I
culturales y políticas y la intervención cotidiana de ciu-
i dadanos comunes y corrientes en el discurso étnico, ad-
quieren un nuevo significado y una nueva aceptación.
Requerimos una comprensión mas profunda de que
la experiencia social no se construye con un solo signifi-
cado y que la información histórica profesional se está
utilizando para crear una versión particular del "presente
ideal." No debemos continuar subscribiendo la fórmula
primitiva de que el historiador aprende del pasado para
comprender el presente y predecir el futuro. Esta nueva
comprensión no haría de los científicos sociales y los ac-
tivistas políticos, partidarios ingenuos de la interpreta-
ción wilsoniana-leninista del d e r e c h o a la
autodeterminación en su intolerante variante étnica.
Es extremadamente arriesgado concluir que, des-
pués de Yugoslavia, Checoslovaquia, el sur de Osetia,
1
1
Nagomo-Karabakh, Crimea y Transdnestria (Moldova),
9 "en el siglo XXI, este problema de la autodeterminación
I
también se le presentará al continente africano, donde las
fronteras postcoloniales dividieron artifícialmente los te-
rritorios étnicos" (Starovoitova y Kedrov, 1992). Una
opinión más sólida señala que "en el sistema mundial
existente, fórmulas de soberanía de las épocas de Saua-
res, Boden y hasta Rousseau, son sencillamente ridícu-
las," y que en los países de un imperio antiguo, las que
están "autodeteminadas" e "interdeterminadas" son las
élites de las nuevas formaciones políticas (Fillipov 1992,
p. 112). La tragedia de la posición de los académicos que
participan directa o indirectamente en las radicales trans-
formaciones rusas, radica en su capacidad o incapacidad
para diferenciar entre la retórica creadora de mitos y los
intereses reales, y en la necesidad de actuar entre el dog-
matismo cotidiano y los motivos políticos.
Por lo tanto, mi enfoque, puesto que no es arrogante
o prescriptivo en relación con la realidad societal, no
constituye una negativa a comprender o participar, sino
más bien es una plataforma para la participación basada
en la comprensión y en mayores garantías frente a un ma-
nejo social irresponsable. Tampoco excluye la posibili-
dad de formular sugerencias para gobernar la etnicidad,
incluyendo mecanismos para manejar la controversia in-
terétnica y el conflicto en la ex Unión Soviética.

Estado etnonacional y sociedad plural


La lista de injusticias cometidas en el pasado contra los
grupos étnicos en la ex Unión Soviética es larga y extre-
madamente dolorosa. La terapia para los traumas pasa-
dos puede ser larga y costosa, especialmente si los
recursos y la energía se dirigen a reconciliar el pasado y a
regresar a la "norma" de la existencia que se perdió. Para
algunos grupos y dirigentes esto podría significar el mo-
mento antes del derrumbe de la Unión Soviética o antes
de 1917 (los grupos de patriotas nacionalistas rusos);
para otros, antes del comienzo de las deportaciones masi-
vas (los de Ingush, los alemanes del Volga, los tártaros de
Crimea y otros); para un tercer grupo, antes de las ane-
xiones de la preguerra (los pueblos del Báltico, los mol-
davos); para un cuarto grupo, antes de la Guerra Civil y
del Terror Rojo (los pueblos transcaucásicos, los kaza-
kos); para un quinto grupo, antes de su inclusión en el
imperio ruso y su colonización (los pueblos del norte del
Cáucaso, de Asia Central y de Siberia); para un sexto
grupo, antes de la expansión del Estado moscovita (los
tártaros de la región del Volga); y para un séptimo grupo,
antes del periodo de las formaciones del antiguo régimen
o aun de las culturas antiguas.
En todo caso, el ideal está representado por este pe-
riodo histórico, a partir del cual proceden la mayoría de
los argumentos a favor de fronteras territoriales, situa-
ción política y condiciones culturales deseables en la ac-
tualidad. Mientras más se analizan las raíces del pasado,
más mitologizados se vuelven los conceptos de "territo-
rios históricos", "Estado-nación" y "tradiciones cultura-
les".
Los antiguos traumas que el conocimiento introduci-
do externamente hubo de soportar (sólo unos cuantos
ciudadanos los padecieron personalmente) se complican
debido a los desafíos actuales, entre los cuales el más gra-
ve es la búsqueda de nuevas identidades en el contexto de
los estados nacientes. El derrumbe de la Unión Soviética
ocurrió bajo la influencia determinante de la doctrina del
nacionalismo étnico o de las ideas de una autodetennina-
ción nacional. Sin embargo, las realidades que han surgi-
do están muy lejos de la meta propuesta. Los nuevos
estados son formaciones multiétnicas donde la población
titular comprende desde el 80 % (Rusia, Lituania) hasta
el 40 y 50 % (Latvia, Kazajstán, Moldavia, Kirguistán) de
1
la población total.
Las minorías de la ex Unión Soviética se han vuelto
hoy día mayorías dominantes en catorce de los estados
sucesores, que han descubierto nuevas minorías igual de
ávidas por conseguir su propia autodeterminación nacio-
nal. La mayor parte de estos grupos está establecida ho-
mogéneamente, siente una gran admiración por sus
l
1
características culturales y sus dirigentes, y es capaz de
formular sus propias ideas nacionales. Estrictamente ha-
blando, estas últimas son ya una realidad para los grupos
que eran autónomos desde tiempos de la anterior Unión
de Repúblicas Soviéticas o que obtuvieron su autonomía
en fecha reciente (v.g., la República de Crimea en Ucra-
nia, algunas repúblicas nuevas en la Federación Rusa).
Como lo demuestran los sucesos en Georgia, eliminar
esta situación es prácticamente imposible.
La doctrina dominante de los sistemas estatales etno-
nacionales constituye una difícil tarea para los nuevos
Estados y sus dirigentes: ya sea declarar un proceso de
autodeterminación nacional bajo la forma estatista adop-
tada por el convenio de diciembre de 1991,negando dere-
chos similares a otros grupos, o tratar de encontrar
nuevas fórmulas para legitimar el Estado, que no estén
atestadas de posibilidades de desintegración a futuro.
Una nueva fórmula de este tipo para quince estados, así
como para las repúblicas autónomas podría tener su fun-
damento en la idea de nación política o civil (en vez de et-
nonación) y de los respectivos esfuerzos para establecer
símbolos, valores e intereses comunes. En lugar de la
exigencia del grupo dominante por tener acceso prefe-
rencial al poder y a los recursos de su "propio" Estado-
nación, los nuevos estados deben construirse tomando en
cuenta los intereses de todos los grupos bajo el funda-
mento de una ciudadanía común, más que en la sangre (es
decir, estados para los que viven en Rusia, en Kazajstán,
Tatarstán, Yakutia, etcétera).
Una nación es una entidad cuya composición es mul-
tiétnica, y cuyos indicadores fundamentales son el terrí-
torio y la ciudadanía. Pertenecer a una nación no impide
pertenecer a una comunidad etnocultural específica de
personas. Las lealtades étnicas y nacionales no son mu-
tuamente excluyentes. Además, una nación puede asu-
mir un perfil etnocultural distinto, determinado por la
cultura del grupo dominante o por varios grupos. Los in-
gleses no pierden sus características por no experimentar
la autodeterminación nacional, ni por ser miembros de la
nación británica. Lo mismo se aplica a los pueblos de Es-
paña, India y demás estados multiétnicos. En la misma
medida, tampoco constituye una amenaza para los rusos
en Rusia, los georgianos en Georgia o los tártaros en Ta-
tarstán, que sus respectivas formaciones de Estado, aun-
q u e tengan distintos niveles, no s e d e c l a r e n
etnonacionales.
La declaración oficial de la naturaleza étnica del Es-
tado o aun de los elementos de una cultura (por ejemplo,
el idioma) siempre engendran controversias que debili-
tan la conciudadanía territorial. Si el deseo de restringir
el acceso al poder y a los recursos no respalda esta con-
troversia, entonces, alcanzar las metas de desarrollo y
percepción del idioma y la cultura, se logra más fácil y
eficientemente mediante programas y proyectos educati-
vos, informativos y publicitarios, que a través de la usur-
pación de las estructuras de poder. En cuanto a la
incorporación de la etnicidad dentro del Estado, este pro-
ceso debe reflejar el mosaico cultural completo de los
ciudadanos que viven en ese Estado. El idioma estoniano
o latvio no es tan débil como para asumir las funciones
exclusivas de un idioma estatal. Es mucho más impor-
tante asegurar la unidad civil a través de un bilingüismo
oficial (o posiblemente hasta un trilingüismo, como se
requiere por ejemplo en Crimea, Abjazia, Bashkina y
Gagauzia) que hoy fortalece más que amenaza la sobera-
nía política recién adquirida. . .
Se requiere buscar nuevas fórmulas -aparte de las
doctrinarias- para el nacionalismo étnico, con el fin de
evitar que se desintegren los quince nuevos estados y
asegurar que se mantengan como sociedades pacíficas.
Sin embargo, la vitalidad de la doctrina en la menta-
lidad postcomunista es sorprendente, aunque parece que
en los últimos quince años, toda unaigalaxia de académi-
cos y políticos nuevos ha demostrado la incapacidad de
esta doctrina. En 1945, Karl Popper escribió en su obra,
La sociedad abierta y sus enemigos, que:
el intento por descubrir ciertas fronteras estatales
y, en consecuencia, ver al Estado como
'cnaturale~yy
un elemento "natural", conduce al principio de Es-
tado-nación y a ficciones románticas de nacionalis-
mo, racismo y tribalismo. Sin embargo, este
principio no es "natural" y el sólo pensar que real-
mente existen elementos naturales como nación,
grupos lingüísticos o raciales, es iinaginación.pura.
Por lo menos esto debe quedar claro a partir de la
historia: después de todo, desde los orígenes del
tiempo, los puebIos se han estando entremezclan-
do, uniendo, separando y volviendo a entremez-
clarse. Esto no se terminará, aunque así lo
deseemos.

Esta discusión contiene una explicación parcial de


por qué resulta tan dificil contrarrestar el principio de Es-
tado-nación étnico. "La popularidad de este principio se
explica por el hecho de que apela a los instintos tribales, y
de que es el medio más barato y confiable para un político
que no tiene nada más que ofrecer, se haga famoso"
(Popper, op. cit.).
Acerca de la autodeterminación nacional
Hace cerca de tres años, el académico Sajarov propuso
una "Constitución de los Estados Unidos de Europa y
Asia," que demandaba la creación de una unión de "Esta-
dos-nación" con el mismo status que las cincuenta y tres
formaciones de Estados-nación que existían en aquel
momento en la Unión Soviética. De esta manera, Saja-
rov imaginaba la realización del derecho de un pueblo a
la autodeterminación nacional coriio parte de la transfor-
mación democrática. A principios de 1993, G. Popov
propuso "resolver todos los problemas nacionales del ser
humano, concediéndole derechos" y una autonomía na-
cional y cultural para "todas las naciones tanto a nivel de
Rusia como a nivel de sus territorios." Sugería que Rusia
debería abarcar entre quince y veinte territorios federa-
les, y que no deberían existir estructuras nacionales-terri-
toriales. "El que no esté de acuerdo, puede abandonar la
Federación" (Nezavisimaya Gazeta, 26 de enero de
1993).
A pesar de las posturas contrastantes de estos dos en-
foques, existe una falacia común. Un legado de la incor-
poración de la doctrina del etnonacionalismo a la teoría
marxista-leninista sobre la cuestión de las nacionalida-
des, que las une a ambas. Se deriva de la noción de que un
pueblo o una nación es ante todo una comunidad étnica;
que desde un principio ha heredado derechos históricos
sobre su propio Estado; y que cada etnos debe tener su
propio Estado, que debe determinarse a si mismo nacio-
nalmente. Este es el credo del nacionalismo étnico.
Este punto de vista difiere radicalmente de la expe-
riencia política mundial y de las concepciones académi-
cas dominantes (no sólo en Occidente). Su debilidad
Las nociona1idadc.u o1 los canrhio.r glohalcr post.rovi¿lico.s

radica en su falta de sentido práctico, a pesar del inmenso


poder emocional y movilizador de la idea etnonacional.
Además, la selección de una de las variantes ya mencio-
nadas, podría tener serias consecuencias en un diseño so-
cial nuevo e irresponsable para Rusia.
La variante de Sajarov se ha realizado parcialmente
en catorce de las antiguas naciones socialistas que, du-
rante e1 desplome de la Unión Soviética, crearon sus pro-
pios Estados-nación soberanos. Veintiún pueblos (o
naciones) de la Federación Rusa han logrado elevar su
status al nivel de Estado-nación. El hecho sigue siendo
que todos los estados nuevos (excepto Armenia después
de haber deportado a todos los azerbaijanos) y las repú-
blicas al interior de Rusia son formaciones con poblacio-
nes multiétnicas. Los pueblos que otorgan a los estados y
repúblicas su nombre (nacionalidades titulares) y cuya
cultura e idioma dominan al interior, solamente prestan
al Estado una apariencia característica y aseguran la base
de la consolidación social. Sin embargo, estos mismos
estados, sus soberanías e instituciones de poder, se cons-
tituyen y actúan a nombre de todos los ciudadanos. Si to-
dos los nuevos estados y repúblicas rusas aceptaron,
como base de su territorio, las fronteras existentes al mo-
mento del desplome de la Unión Soviética, entonces to-
dos los habitantes de su territorio son nuevos
conciudadanos. En otras palabras, todas estas co-socie-
dades, es decir naciones como formaciones poliétnicas,
fueron de l-iechoadmitidas en la Organización de las Na-
ciones Unidas.
Para que estos estados sobrevivan y no tengan que
soportar desórdenes étnicos y una posible desintegra-
ción, tarde o temprano deberán rechazar el concepto de
sistemas de estados etnonacionales y construir naciones
nuevas, basadas en una ciudadanía común: por ejemplo,
la de aquellos que viven en Kazajstán, Latvia, Rusia,
Ucrania, etc. Los conceptos fundamentales de interés
nacional, símbolos, economía, seguridad, moneda circu-
lante, ejército, etc. tendrán entonces que colocarse en su
lugar adecuado y deshacerse de toda ambigüedad. El tér-
mino "nacional" debe perder su connotación étnica y
convertirse en sinónimo de "Estado". Solamente al
aceptar que Georgia es un estado para todos sus ciudada-
nos y que en Kazajstán, no es la "etnonación de los kaza-
kos", sino los ciudadanos de Kazajstán quienes están
autodeterminados nacionalrnente, entonces podrán las
autoridades estatales exigir que no sólo los georgianos o
los kazakos étnicos sean miembros de sus ejércitos na-
cionales (o guardias nacionales). De esta manera, por
todo el espectro de la actividad estatal y a lo largo y ancho
de toda la ex Unión Soviética, tarde o temprano un des-
mantelamiento de la doctrina política del nacionalismo
étnico y un cambio hacia los principios constructivos y
operativos de sistemas de estado -con base en una ciu-
dadanía común- tendrán que ocurrir.
¿Significa esto una falta de respeto hacia los intere-
ses y derechos de los pueblos como comunidades etno-
culturales, o hacia las necesidades de los ciudadanos con
respecto a su afiliación étnica? Es probable que 10 con-
trario también sea verdad: el etnonacionalismo estrecho
incluye un reclamo al poder, el acceso a recursos y privi-
legios, el control del dominio cultural e infomativo en
favor de miembros de un grupo de la población (aún tra-
tándose de la mayoría) como miembros de la denomina-
da nación nativa. Las demás minorías, a quienes se les
eleva de rango, pertenecientes a la población no nativa o
111 zosamente de su ciudadanía). no ~ u e d e nconciliarse con 11
1 tía o el boicot del proceso político, a la auto-organización
y empiezan a luchar por sus derechos e intereses para
conseguir su propia representatividad en instituciones de
poder. En el peor de los casos, recurren a la violencia o al
separatismo (bajo la misma consigna de la autodetermi-
nación nacional), o deciden emigrar. Incluyo esto último
entre las alternativas negativas, puesto que está asociado
con enormes pérdidas para los pueblos mismos y priva a
los estados vecinos del poderoso factor de unas relacio-
nes favorables.
De este modo, al analizar la situación de la ex Unión
Soviética (EUS), podemos notar normas de comporta-
miento de grupo dentro de sociedades complejas, espe-
cialmente por parte de las reducidas minorías étnicas.
Esta norma, "voz o salida", significa que las minorías
aue no cuentan con una representatividad adecuada, pre-

otras unidades sociales, donde puedan promover o cam-


biar totalmente su status, de preferencia a la de la mayo-
ría gobernante.
Como lo demuestran los sucesos en Azerbaiján,
Georgia, Moldavia y más recientemente en Rusia, no es
posible resolver con éxito esta cuestión con el uso de la
fuerza. El conflicto interno y las guerras devastadoras

tener sentido para mejorar las condiciones sociales y cul-


turales de los mismos pueblos. Aun la elevación apresu-
rada del idioma de las naciones al rango oficial, va en
contra de los intereses de una parte importante de la p
blación, cuyos miembros, después de un contacto cons-
tante con la cultura y el idioma ruso, lo han adoptado
como propio, aunque a nivel consciente sigan sintiéndo-
se los mismos kirguíses, ucranianos o kazakos. Esta par-
te de la población de los nuevos estados es mucho más
numerosa de lo que indican los censos. Según nuestros
datos, en pueblos como los bielomsos, los kazakos, los
kirguíses y los ucranianos, esta porción incluye de 30 a
50% de la población total.
Desde de la caída de la Unión Soviética, la única so-
lución está en substituir la poco práctica idea etnonacio-
nal, que durante la lucha contra el antiguo sistema jugó
un papel movilizador, por una fórmula nueva y una idea
nueva. Esta idea puede ser el pluralismo cultural, y la
fórmula, la misma que se emplea en otros Estados mul-
tiétnicos y que en la India es la de "unidad en la diversi-
dad," en Canadá, un "mosaico cultural" o "el
multiculturalismo en un marco de referencia bilingüe,"
en Jamaica "de entre muchos, un solo pueblo," etc. En el
mundo postcomunista un movimiento de este tipo se ha
presentado, hasta este momento, en Lituania, Kazajstán,
Ucrania y más recientemente, en Georgia y Moldavia.
Inevitablemente, las formaciones políticas nuevas alcan-
zarán un acuerdo sobre lo que significa la nación, en tér-
minos de unión entre los ciudadanos de un Estado y se
enfrentarán al separatismo y al tribalismo étnicos. Preci-
samente así es como la nación canadiense une a dos pue-
blos (canadienses franceses e ingleses), la nación
española abarca a tres grupos distintos (castellanos, vas-
cos y catalanes), la nación británica a cuatro gmpos (in-
gleses, escoceses, galeses e irlandeses), y las naciones
india, nigeriana e indonesia a docenas de comunidades
étnicas. No hay razón alguna para que la Federación
Rusa y los demás estados de la EUS, no deban seguir con
éxito la misma trayectoria de otros estados que tienen
una población multiétnica.

El separatismo y sus consecuencias


A pesar de las dificultades que enfrentan los estados mul-
tiétnicos, es poco probable que la comunidad internacio-
nal siga el camino de balcanizar la esfera política
mundial. Al mismo tiempo, no hay que subestimar el po-
der de movilización de los movimientos secesionistas
que han tenido éxito y que condujo al surgimiento de más
de veinte estados nuevos. Uno de los primeros avances
en este sentido fue la victoria de los separatistas eritrea-
nos en Etiopía, que se logró después de décadas de luchas
y con el apoyo de movimientos guerrilleros anticentralis-
tas. En Somalia, un movimiento separatista formuló la
demanda de crear un Estado independiente. Grupos si-
milares existen en varios otros estados africanos. Por pri-
mera vez desde la descolonización, se está cuestionando
el mapa político de África. La razón de esto, sin embar-
go, no son las fronteras creadas artificialmente por los
colonizadores, sino más bien la incapacidad y dificultad
de estos estados para resolver problemas políticos y so-
ciales.
Es importante reconocer que todas las fronteras son
resultado de la voluntad política y de un antecedente his-
tórico, y que la búsqueda de fronteras "naturales" o "jus-
tas", especialmente a lo largo de las líneas étnicas en
África o en las regiones de Asia Central, el Cáucaso y el
Volga, es tan absurdo como extremadamente peligroso.
Ni políticos, ni académicos con sentido de responsabili-
dad se atreverían a dibujar el nuevo mapa de la Áfiica
"re-autodeterminada" o de los estados étnicos de la pla-
nicie de Europa del Este y del Cáucaso; mucho menos de
Asia Central, donde las naciones étnicas se crearon du-
rante el periodo soviético y donde las identidades religio-
sas, dinásticas y regionales fueron siempre mucho más
fuertes que las étnicas y, por lo tanto, le sirvieron de base
a la política.
La desintegración de la Unión Soviética y Yugosla-
via, así como la división de Checoslovaquia han tenido
repercusiones internas e internacionales. La prontitud de
la comunidad mundial, especialmente de Occidente, en
reconocer el derecho de los separatistas a tener sus pro-
pios estados, podría explicarse inicialmente por la sim-
patía mundial hacia los países del Báltico, que tenían una
base legítima para sus demandas de independencia. Con
respecto a Yugoslavia, las posturas favorables de Alema-
nia Occidental hacia Croacia y de Austria hacia Eslove-
nia, jugaron un papel decisivo en el apoyo y el
reconocimiento de la secesión. Adicionalmente, la iner-
cia y la lógica de una confrontación entre superpotencias
durante los años de la Guerra Fria, influyeron en el aban-
dono de los principios previos de no apoyar el separatis-
mo, y de respeto a la integridad territorial. Parecía
natural reforzar la victoria de las democracias occidenta-
les, no sólo derrocando los regímenes totalitarios del blo-
que soviético y pactando un desarme radical, sino
también reduciendo el tamaño y, por lo tanto, los recur-
sos del estado que había sido el origen de la amenaza nu-
clear. También Yugoslavia puede haber parecido
poderosa e inestable a los pequeños paises de Europa Oc-
cidental, a pesar de que el estado yugoslavo era tan legiti-
mo como los demás estados europeos.
cn los canihios ~/:lohalcsposisovr¿ricos
las nocio~ralidudc.~

De esta manera, para los estados occidentales, el fac-


tor geopolítico que significó una victoria liberal sobre el
comunismo, los alentó a superar la resistencia que tenían
frente al principio de autodeterminación nacional en su
forma más radical. Esta es la tercera ocasión en el siglo
XX que los vencedores imponen sus términos a los venci-
dos, aunque de manera enmascarada. Como consecuen-
cia de la iniciativa de Woodrow Wilson, después de la 1
Guerra Mundial, los dirigentes de la Alianza crearon un
mapa político nuevo en Europa bajo la consigna de la au-
todeterminación. Los dirigentes de movimientos etno-
nacionales en los imperios Austro-Húngaro y Otomano
consiguieron sus propios estados. Sin embargo, a final
de cuentas, el mismo problema irresuelto de las minorías
étnicas y las fronteras "injustas" se convirtió en una fuen-
te de inestabilidad y aceleró el desencadenamiento de
otra guerra mundial.
Después del surgimiento de la Alemania nazi, y du-
rante la guerra misma, la manipulación de las fronteras y
el desplazamiento de pobladores, incluyendo el de alre-
dedor de 10 millones de alemanes en el Báltico, Checos-
lovaquia y Polonia, se hizo bajo la misma consigna. En
aquella ocasión, el vencedor fue Stalin. Recientemente,
la caída del régimen soviético estimuló políticas de sece-
sión. Las democracias occidentales alentaron la autode-
terminación étnica en la EUS y es poco probable que hoy
se pronuncien a favor de la integridad territorial de Rusia
y los demás estados autodeterminados. Sin embargo, de
nueva cuenta, no es de esperar que este principio se ex-
tienda hacia los países occidentales, que tienen sus pro-
pios problemas etnorraciales y movimientos
separatistas.
Por lo tanto, en años recientes las fuerzas separatis-
tas lograron éxitos alentadores en la lucha contra los go-
biernos centrales y los sistemas unitarios. Por primera
vez, la comunidad internacional ha dejado de apoyar la
integridad de los estados, infundiendo esperanza y sumi-
nistrando un estímulo poderoso a los separatistas poten-
ciales en muchas regiones del mundo, incluyendo los
recién autodeterminados estados.
El proceso de la división de estados no es evidente-
mente un fenómeno negativo en o por sí mismo. En la
época contemporánea los estados más extensos muestran
toda una serie de debilidades inherentes. Es muy proba-
ble que se vean envueltos en rivalidades peligrosas en la
esfera mundial y que creen estructuras jerárquicas rigu-
rosas, que para los ciudadanos, generan abundantes bu-
rocracias inamovibles. Por último, casi siempre estos
estados enfientan graves problemas en las interrelacio-
nes entre grupos de población de distintas etnias. ¿Cuáles
serán las cuestiones nuevas y delicadas que los políticos
deberán enfrentar y que surgirán a partir de las realidades
achiales y de un posible aumento de estados en el sistema
internacional?
En primer lugar, el derecho a la autodeterminación
casi nunca funciona como una regla. La separación no
conduce a la creación de estados más homogéneos. Al
igual que los territorios que se dirigen al separatismo, los
estados truncos que surgen de la separación, siguen sien-
do mosaicos culturales. Hasta Bosnia, al separarse de
Yugoslavia y su posible división en diez unidades autó-
nomas, no está logrando resolver el problema de las rela-
ciones interétnicas. Aquellos que conocen el mapa
étnico y sus posibles manifestaciones se muestran escép-
ticos en cuanto a la elección de estados étnicamente 110-
mogéneos.
En segundo lugar, la separación hace que surjan
fronteras interestatales entre antiguos rivales étnicos.
Estos rivales de otro tiempo adquieren entonces la base
legal para formar un ejército y prepararse para la guerra.
De esta manera, lo que alguna vez fue un conflicto inter-
no o tensiones entre comunidades, puede intensificarse y
llegar a la acción militar interestatal. La probabilidad de
que esto llegue a suceder aumenta cuando las fronteras
del nuevo estado separan del espacio general de su her-
mandad a comunidades culturalmente relacionadas, y di-
viden a algunos grupos casi por la mitad, como es el caso
de la región de Lezgin entre Azerbaiján y Rusia. La par-
ticipación de los rusos en las acciones militares en Mol-
davia, de los pueblos Abjaz-Adygei en Georgia y de los
serbios en Croacia y Bosnia, son ejemplos que ponen en
evidencia la internacionalización de los conflictos étni-
c o ~ .Es casi inevitable que el separatismo engendre su
antípoda: el irredentismo, es decir, el deseo de volverse a
reunir. Este fenómeno no es nada nuevo y las sangrientas
guerras en Biafra y Bangladesh lo convirtieron en algo
muy familiar.
En tercer lugar, el crecimiento en el número de esta-
dos que se crean a partir del desmembramiento de super-
potencias como la Unión Soviética, traza el camino hacia
una nueva asimetría en la geopolítica mundial. Diversos
estados de Europa Occidental, poderosos y centraliza-
dos, al igual que Japón, China y Estados Unidos, se opo-
nen a utilizar el principio de la autodeterminación
nacional cuando se trata de sus propias minorías étnicas.
En China existen 55 millones de personas en este caso,
ValeryA. Tishkov

que viven de manera bastante compacta a lo largo de la


periferia Han de China. Europa Occidental cuenta con
alrededor de cincuenta minorías étnicas, con no menos
de 100,000 personas cada una, capaces de formular sus
demandas. Sin embargo, es incierto que estos estados se
den el lujo de balcanizarse. La nueva asimetría ocasiona-
da por la dominación militar, hoy indisputable de Esta-
dos Unidos, podría inducirlo a imponer su voluntad y su
'forma de entender las normas internacionales con me-
dios más enérgicos. Esto apenas puede llamarse estabili-
dad global o definitiva, puesto que éste no fue el caso
durante la confrontación Unión Soviética-Estados Uni-
dos en las últimas décadas.
La secesión bajo la consigna de autodeterminación
nacional sigue sin ser la respuesta a la misión de un Esta-
do, esto es, la salvaguarda de condiciones adecuadas para
la existencia social de sus ciudadanos. La secesión, más
bien, es una reacción y el resultado de la incapacidad de
los regímenes políticos existentes de enfi-entareste desa-
fio. Si los nuevos estados autodeterminados no logran lo
anterior, estarán también destinados a desintegrarse.

Características específicas de la Federación Rusa


La Federación Rusa representa la situación más comple-
ja en la esfera de las relaciones interétnicas. Además de
los rusos que constituyen el 82 % de la población del país,
existen también cerca de 100 grupos étnicos, que totali-
zan 27 millones de personas. Durante el periodo soviéti-
co, se les concedió autonomia territorial a los pueblos
más extensos y homogéneos. Estos territorios existen
hoy bajo la forma de Repúblicas-súbditos de la Federa-
l,tl,\ 1ioc1onu11ilodc.ren los catfihrac doha1e.r po.~/.~ovi&tico.~

ción y okrugs2autónomos. Sin embargo, solamente cer-


ca de la mitad de la población no rusa vive realmente en
el territorio de sus respectivas formaciones estatales.
Más de 10millones de no rusos, que viven de manera dis-
persa, no cuentan en absoluto con una formación de Esta-
do-nación. Entre éstos, 4.3 millones son ucranianos, 1.2
millones bielomsos, 700,000 alemanes, 600,000 kaza-
kos, 500,000 armenios, y 100,000 coreanos, gitanos, pola-
cos y griegos, respectivamente. Casi todos los proyectos
etnonacionalistas, incluyendo los secesionistas, están
concebidos para beneficiar a las nacionalidades titulares
que viven en los territorios de sus propias repúblicas. Lo
anterior significa solamente alrededor de 8 millones de
personas, de un total de 27 millones de no rusos.
A pesar de condiciones sociopolíticas poco o nada
favorables, así como de un alto grado de asimilación a fa-
vor de la cultura rusa, la mayoría de los pueblos de Rusia
conservan sus características etnoculturales y una fuerte
identidad. Por esta razón,'es difícil estar de acuerdo con
la opción que invita a abolir las autonomías etnoterrito-
riales existentes. En primer lugar, los mismos pueblos no
rusos, que consideran a las repúblicas como sus propios
Estados-nación, no lo aceptarían. Estas formaciones ju-
garon un papel positivo conservando culturas e idiomas
étnicos, aun durante la época totalitaria. Ahora en espe-
cial, tienen asegurado el acceso al poder, y en varias re-
públicas la mayoría de (o casi todos) los pueblos titulares
han adquirido el control total de las instituciones estata-
les, así como posiciones económicas dominantes (v.g.,
Kalmukia, Chechenia, Tuva y Chuvashia).
L
2 Okrugs:termino en la Unión Sovikticaconcedido aun distrito nacional. N dc InT.
ii

Ir
277
Las poderosas élites políticas e intelectuales de las
nacionalidades titulares son capaces de organizar una
oposición para hacer fiente a los esfuerzos por abolir la
república o cambiar su status arbitrariamente. Esto últi-
mo resulta impracticable: es evidencia de la debilidad de
nuestro pensamiento político y de una peligrosa reveren-
cia al patriotismo nacional ruso. Aun en la época zarista,
algunos pueblos no rusos contaban con diversas formas
de autonomía, como por ejemplo, el no estar obligados a
ser esclavos o a cumplir con el servicio al Estado.
La propuesta de que "si no está de acuerdo, puede
irse", tiene aún menos sentido. En primer lugar, Rusia no
es solamente rusa, otros pueblos la crearon y conforma-
ron. Algunos dirigentes nacionales, al romper con el an-
tiguo centro comunista, están listos para separarse de
Rusia. "Rasque a un niso y encontrará a un tártaro", dice
el proverbio. ¿Quiénes sino los tártaros y los msos cons-
truyeron las principales ciudades de Rusia, incluyendo
Moscú, y colonizaron las regiones del Volga, los Urales
y Siberia? Los chuvashi, udmurtos, mordvanos y maris
no tienen por eso menos derecho a que se les considere
fundadores de Rusia. Podrían muy bien decirles a los de-
más pueblos, "si no están de acuerdo, pueden irse", como
sugirió G. Popov.
La situación es más compleja en el caso de los pue-
blos del norte del Cáucaso..Ahí todavía permanece el re-
cuerdo de la guerra del Cáucaso y las deportaciones
estalinistas. La región cuenta con un mosaico étnico en
extremo complejo y muchas de las "naciones" actuales
son constnicciones del periodo soviético: ya sea resulta-
do de la unificación, en el pueblo Avar, de una docena de
grupos con varios idiomas, o la separación de los anti-
guos cherkeses en kabardinos, cherkesos y adiguesis.
Las interrelaciones entre estos pueblos son complicadas.
Hoy están buscando nuevas identidades y su lugar en un
mundo nuevo. Los lazos culturales y de otro tipo de los
caucásicos con los rusos en esta región son bastante pro-
fundos. Los rusos representan el grupo más amplio de
esta región y, en cuanto a su modo de vida y tradiciones,
están más cercanos a los caucásicos que a los rusos de los
oblast3de Pskov v Ariánmelsk. A pesar de las dudas de
que eso pudiera suceder, el norte del Cáucaso es una re-
gión con un mosaico étnico complejo que podría consti-
tuirse en la base de unidades políticas separadas. En esta
región y bajo una dirigencia política responsable, las for-
maciones multiétnicas de tipo daguestano son más via-
bles que cualquier otra trazada a lo largo de las líneas
étnicas.

1 Sin embargo, el problema más dificil de la situación


rusa radica en la necesidad de los rusos de compartir la
lógica general de la construcción de Estado-nación, es
l
decir, la realización de su propia autodeterminación na-
cional. ¿Debe la Federación Rusa convertirse en el Esta-
do-nación de los rusos? o ¿Debe más bien crearse una
República Rusa, "como la que tienen los demás", en el
marco de la Federación? Ambas opciones son imposi-
bles de realizar por dos razones. La primera es que la
geografía del territorio étnico de los rusos no permite la I
1
creación de un completo y excIusivo territorio ruso. Pero
esto no constituye una especie de "culpa histórica" de un
1
1
pueblo que tiene que pagar el precio de su propio expan-
Valety A. Tishkov

sionismo. Otros pueblos, especialmente los más gran-


des, no tienen áreas étnicas o territorios históricos tan
diferenciados. Es mucho más frecuente que estos territo-
rios se entremezclen o formen enclaves separados. Los
tártaros de la región del Volga, los Urales y Siberia colo-
nizaron tierras donde vivían pueblos más pequeños, prin-
cipalmente chuvashi y bashkires, quienes fueron
asimilados. Los yakut se volvieron a establecer en la tie-
rra de los tungus (Evenki) y, si estos últimos llevan a
cabo la exigencia planteada por algunos dirigentes de los
pueblos del norte que se les reconozca su derecho al terri-
torio donde se asentaron, los yakut podrían encontrarse
sin una base territorial para formar un Estado-nación.
Las fronteras administrativas de las repúblicas na-
cionales de Rusia no corresponden a las áreas étnicas de
sus pueblos. Durante el periodo soviético, estas fronteras
se establecieron con la mira puesta en los intereses de las
minorías nacionales y con la tarea de desarrollar las eco-
nomías de las repúblicas. Este convenio resultó acepta-
ble dentro del marco de referencia de un Estado, pero no
hay justificación alguna para crear un caso más de éstos,
en nombre del pueblo más numeroso o intentar alcanzar
el principio étnico de la organización del Estado. La re-
pública rusa étnica, aun si pudiera configurarse de acuer-
do a los parámetros de otras repúblicas nacionales, no
estaría poblada únicamente por rusos étnicos. Los mis-
mos rusos no constituyen un grupo culturalmente hetero-
géneo, como tampoco lo son los ucranianos, georgianos,
azerbaijanos o algunos otros pueblos grandes.
El camino hacia una nueva comprensión del Estado
ruso consiste en escoger una fórmula para una sociedad
plural. Esta selección exige el rompimiento con muchos
/.as nacronalidades en /los camhios globalev po.dvovic'1ico.c

estereotipos y mitos antiguos y la realización de esfuer-


zos más conscientes y consensuales de los ciudadanos y
los políticos. Requiere de más tiempo y recursos, más
responsabilidad y compromiso. Pero es laúnica elección
y, sobre todo, la que la experiencia mundial ha compro-
bado como correcta. Constituye también un imperativo
jurídico, puesto que la Declaración de la Soberanía Esta-
tal de la Federación Rusa se pronunció a nombre de sus
pueblos multiétnicos.
Valev A. i"ishkov

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CAPÍTULOx
A nuestra propia imagen: el medio ambiente y la
sociedad como discurso global
Mich ael Redclift

Resumen
Es indudable que el medio ambiente está moldeado por la
mano del hombre, pero también lo está por su inteligen-
cia. Este trabajo analiza de qué manera se crea el medio
ambiente como capital intelectual y cuestiona hasta qué
punto éste puede comprenderse por y a través de la cien-
cia. También explora la manera en que la ciencia, como
forma cultural, nos permite construir un medio ambiente
manejable, pero nos impide llegar a acuerdos con una in-
certidumbre cada vez mayor. El manejo ambiental in-
cumbe a la economia y este trabajo señala que establecer
sanciones económicas por transgredir normas ambienta-
les saca a estas normas del contexto en que fueron
desarrolladas.
Este artículo analiza cómo se produce el medio am-
biente; describe el paisaje físico que resulta de las activi-
dades y el ingenio humanos, así como el paisaje mental
que da forma a estas actividades y que se moldea a partir
de ellas. También estudia el valor que damos al medio
ambiente y hasta donde deberían estar preparados los an-
tropólogos para respaldar el punto de vista de sus propias
sociedades sobre la valoración ambiental.
Michael Redclifi

Aludiendo a una investigación sobre la frontera ca-


nadiense alrededor de 1840 y a las críticas actuales de la
economía ambiental, concluyo sugiriendo que la investi-
gación sobre el medio ambiente global debería reconocer
la existencia de conocimientos distintos y divergentes de
lo que éste significa y cómo pueden abordarse los proble-
inas asociados con el cambio ambiental global. Estable-
cer este nuevo territorio intelectual es una tarea
singularmente apropiada para la antropología.
Para los antropólogos es evidente que el medio am-
biente es una construcción social; sin embargo, podría
resultar útil ilustrar esta observación con un par de ejem-
plos que surgen de experiencias en el Reino Unido.

Caso uno: reservas de la biosfera en Escocia


El 23 de mayo de 1990 asistí a una reunión en Edimburgo
organizada por el programa El "Hombre y la Biosfera en
el Reino Unido" (Man and the Biosphere-MAB) para dis-
cutir el informe de un grupo de trabajo sobre la designa-
ción de nuevas reservas. Entre 1977 y 1984 (cuando el
Reino Unido abandonó la UNESCO) se designaron trece
reservas de la biosfera en el Reino Unido, y la reunión ha-
bía sido convocada para analizar la posibilidad de agre-
gar algunas nuevas.
Lo anterior motivó que el comité del Reino Unido se
planteara una serie de cuestiones. Algunos miembros
declararon que no teníamos reservas de la biosfera en
Gran Bretaña, solamente parques nacionales. Otros ar-
gumentaron que el término "reserva de la biosfera" no
era británico, sino extranjero. "Ellos" tenían reservas de
la biosfera, nosotros no. Algunos participantes decidie-
ron unilateralmente que si, de hecho, contábamos con es-
A il11e.vlISII.ulI).oplll iniagen: e/ nlerlio onibicnls y /a socimlad conlo ~/iscirr.voK/ohal

tas reservas, podríamos prescindir de las zonas de


protección: no las necesitábamos. Finalmente, la pro-
puesta que obtuvo el mayor respaldo fue la de que debía-
mos proponer nuestras denominaciones a la UNESCO,
esto es, parques nacionales, ESAS, SSSIs, AONBs, etcéte-
ra.
La reunión de Edimburgo tuvo problemas coi1 las de-
finiciones antagónicas sobre el medio ambiente. Nuestra
denominación no correspondía a la de ellos. Se trataba
de un asunto importante, tan importante para los partici-
pantes de la reunión como el criquet o la cerveza auténti-
ca o Maastricht. La objeción era que nuestras áreas
protegidas no eran reservas de la biosfera y nunca lo se-
rían.

Caso dos: descripción de una encuesta pública


El segundo caso procede de un informe preparado por el
inspector a cargo de una investigación pública sobre un
nuevo plan carretero (citado en Burniilgham y O'Brien,
1992). En primer lugar, el inspector argumentaba que un
área boscosa representa un gran valor ambiental y no de-
bería usarse como parador:
Con gran renuencia se aceptó que la nueva carrete-
ra atravesara Devil's Copse, pero no que los para-
dores se establecieran en este bosque por demás
atractivo, natural e intacto que bien vale la pena
conservar. Seria lamentable y una extravagancia
innecesaria destruir una porción mínima de una pe-
queña zona boscosa utilizada, con la debida autori-
zación del Fideicomiso Británico de Ornitología y
l>ormienlbros del público, y que además se consi-
dera rica en vida silvestre y flores, con la única in-
Michael Redclifi

tención de instalar paradores que bien podrían


ubicarse en la A27 ...
\
El Departamento del Transporte opinaba de manera
muy distinta:
El Devil's Copse es una porción de tierra boscosa
cubierta de hierbas y descuidada. . . . La mayoría de
los árboles no son muy antiguos, tienen alrededor
de 80 años y en los últimos 20 años no se les ha
brindado atención. No existen veredas que atravie-
sen el bosque y la vereda 25 1 corre a lo largo de su
frontera sudoeste. La conclusión de un estudio se-
ñala que es muy poco probable que la flora y fauna
del bosque sea rica y variada ... (p. 7)

¿Cómo era pues esta zona boscosa alrededor de la


A27: "atractiva, natural e intacta" o más bien "cubierta
de hierbas y descuidada"? El punto es que las evaluacio-
I
nes del "ambiente" están conformadas por una variedad
de compromisos sociales, y estas evaluaciones se usan
para alcanzar determinadas metas sociales. No estamos
nada más hablando de una porción de bosque, la estamos
mencionando en su contexto social y ese contexto lo es-
pecificamos nosotros.

Caso tres: Canadá Occidental cerca de 1840


El tercer caso se refiere a uno de los primeros emigrantes
a Canadá, cuyas cartas a su familia en 1840 formaron par-
te de un proyecto de investigación privado. En este caso
el medio ambiente ayudó a crear una identidad personal.
El análisis sobre la manera en que los colonos del siglo
XIX forjaron nuevas relaciones sociales y crearon una
sociedad civil, nos permite entender las preocupaciones
actuales de los canadienses con relación al ambiente.
A nueslra propia iniagen: el medro amhrenrey la sociedad como discurso global

En 1844, Francis Codd se había capacitado en el Co-


legio de Cirujanos de Inn Fields en Lincoln cuando tenía
veintiún años. Debe haber tenido dificultad para encon-
trar un puesto de médico en Inglaterra; sus cartas sugie-
ren que requería de un patrocinador antes de poder
establecerse adecuadamente. Esto suena plausible. Al
escribir sobre la emigración británica a la América del
Norte, Cowan observa que:

con frecuencia los aspirantes eran hombres profe-


sionales que habían sido terratenientes. (Después
de 1825) se manifiestan dos nuevas razones para el
éxodo: el deseo de alejarse antes de perderlo todo,
y la necesidad de trasladar a jóvenes educados de
un país donde las profesiones y ocupaciones se en-
cuentran saturadas a una colonia que les abra el ho-
rizonte." (Cowan, 1961,p. 187).

;1
,9
Y'
En Canadá las oportunidades eran mayores. Francis
decidió establecerse en un lugar prácticamente descono-
cido, la aldea de Pembroke, al norte de lo que en aquelIos
tiempos se llamaba Canadá Occidental. Para entonces, la
b 1
parte sur de Ontario ya estaba colonizada y representaba
$
el "Canadá civilizado" de pequeñas granjas y pueblos
P florecientes como el de Hamilton (Katz, 1978). Una re-
gión totalmente distinta era la de los Algonquinos, donde
Francis intentó establecerse. Al parecer, se prendó del
lugar "porque se trataba de un sitio muy remoto." Pocos
S eran los colonizadores que habían penetrado en la región
/ y el camino a Pembroke lo usaban todavía los leñadores
1 como ruta de invierno. No fue sino hasta 1860 cuando se
abrió un camino desde el Condado de Renfrew hacia el
I
noroeste (MacDonald, 1966,p. 18). La noche del 12 de fe-
I
brero de 1847, Francis llegó a Bytown (más tarde Ottawa)
procedente de Montreal en un trineo cubierto, conducido
1
por dos caballos. Iba forrado de pieies de búfalo para
protegerse de las temperaturas bajo cero. La jornada des-
de Montreal le había tomado todo un día y una noche. En
la actualidad el trayecto en avión se hace en cuarenta mi-
nutos.
Según Francis, Bytown era ya "uno de los mejor pla-
nificados y prósperos pueblos de Canadá" con cerca de
siete mil habitantes, aunque a finales de 1840 era iin sitio
verdaderamente rudo, "escenario de frecuentes grescas y
golpizas entre leñadores rivales irlandeses y canadien-
ses." (Careless, 1967, p. 30) A principios de 1840 los ir-
landeses habían tratado de sacar a la fuerza a los
franceses de la parte alta del Canadá y habían, a su vez,
sufrido represalias. Los "irlandeses", antes de esa época,
provenían en su mayoría del Ulster y las batallas que em-
prendían contra los colonizadores franceses católicos
eran consideradas como "guerras santas". Francis Codd
se había convertido al catolicismo y esto influía en su
opinión sobre diversas cosas, en particular la elección de
una esposa. Comentaba con ironía que
un inglés católico carecía de interés en Canadá,
donde el hecho de ser inglés confiere prestigio a
cualquiera, puesto que un inglés se considera liono-
rable hasta que demuestra lo contrario.

Las primeras impresiones sobre la región al norte de


Bytown eran confusas. Codd señala que el campo "no es
sombrío como el paisaje invernal de Inglaterra, sino bas-
tante fascinante". Este encanto estético no habría de dis-
minuir durante los siguientes cuatro años. La gente era,
sin embargo, menos atractiva que el paisaje campestre:
"no existe otro lugar en todo Canadá poblado por salva-
jes como éstos ...y no hay ley o poder civil en cien millas
A i~uesrropropio rniogen: el medio omhicnic y la .sociedad como dr.scur.so glohal

a la redonda capaz de controlarlos." Codd se dio cuenta


muy de que sus pacientes rara vez pagaban sus
cuentas, se emborrachaban continuamente y esperaban
que él les salvara la vida, o de lo contrario corría el riesgo
de perder la suya. Para abril de 1847, contaba ya con "un
gran apoyo de la gente . . . pero las preocupaciones y obli-
gaciones en la vida de u11 doctor son mucho mayores de
lo que yo esperaba".
Como lo señala Careless "el Canadá Occidental ...
estaba lleno de emigrantes recién llegados y en una etapa
de crecimiento extensivo más que intensivo, por lo que
su estructura social, naturalmente estaba mal definida"
(1967, p. 28). En la frontera se había establecido una co-
munidad de leñadores que combinaba la tala de árboles
en invierno con la agricultura en verano. Durante 1840,
la industria maderera empleó más mano de obra, consti-
tuida por seres marginales, a los que Careless llama "el
proletariado forestal." (1 967, p. 30)
! Francis Codd descubrió que muchos de sus pacientes
pertenecían a esta fraternidad ingobernable. Se esperaba
que él se mantuviera a distancia de ellos: "no puedo cul-
tivar la tierra y ejercer la medicina, a los pacientes no les
gustaría y yo no tendría tiempo." Efectivamente, un ad-
mirador suyo le dijo que "no era ni la mitad de lo rudo que
el lugar exigía." No obstante, sentía gran admiración por
los que lograban triunfar. Poco tiempo después de haber
llegado, conoció a una mujer de Norfolk que le dijo:
"francamente, caballero, si tan sólo las pobres criaturas
allá en mi patria supieran lo que es Canadá, les haría mu-
cho bien." Ocho meses más tarde Codd escribió que si
tuviera las £200 con las que había llegado a Canadá, "se
adentrana en la maleza y se dedicaría a agricultor" en lu-
Michael Redclifi
l

gar de médico. Una típica "historia de éxitos" con la que


se tropieza es la de un hombre llamado Pinhey que vivía
cerca de Bytown (Redclift, 1993). Francis señalaba que
a pesar de no haber sido pobre al emigrar l

. ... muy probablemente hoy tenga diez veces más en


términos de modo de vida e independencia de lo
que tenia en Inglaterra ... si l~ubierapermanecidoen
Inglaterra seguiría siendo un don nadie ... hoy, es
miembro del Consejo Legislativo ... fundador, tal
vez, de una noble familia canadiense y dueño de la
mayor parte de la provincia de March.

La frontera parece haberse distinguido, tanto por la


anarquía en la tenencia de la tierra como por un "proleta-
riado forestal". La tierra era barata y abundante, espe-
cialmente a partir de que el sistema de cesión de tierras
había sido abandonado. Cowan señala: "el gobierno (de
, Inglaterra) comenzó a recurrir a los instintos meramente
egoístas del hombre cuando hizo que su recompensa de-
pendiera exclusivamente de sus propios esfuerzos"
(196 1, p. 113). El mercado inmobiliario se desarrolló en
competencia con el-de Estados Unidos: "entre 1844 y
1848, se efectuaron compras de tierras por un monto cer-
cano al millón de dólares (a través de certificados) ... la
mayor parte con fines especulativos" (MacDonald, 1966,
p. 13). Sin embargo, lo que atrajo el interés del gobierno
en la región, fue la ganancia que habría de resultar de la
explotación maderera y que requería de un programa de
construcción de caminos. Para los colonizadores, un
complemento importante de la explotación maderera era
la tierra barata. Francis señalaba que "aquí, todos los

1 Hammet Kirkes Pinhey, terrateniente, politico y escritor, 1784-1857


iniagen: el niedio anihieiifey la sociedad como disctrrso glohal
A nice.~lraprop~a

productos agrícolas tienen a la mano un mercado consti-


tuido por los comerciantes de madera y aún así un lote de
100 acres, a medio desmontar, se vende en alrededor de
£50..." Más allá de las colonias, se podía adquirir "una
granja de 500 acres por £40, pero con tan sólo 30 acres
desbrozados".

sistía en lograr un autoabastecimiento eficiente. La gen-


te elaboraba azúcar de arce y melaza, y cosechaba fresas
y arándanos en el verano. El "arte principal de vivir en
Canadá es funcionar con la menor cantidad posible de
efectivo y si alguien tiene una gra~ijapuede, por lo tanto,
obtener su propia harina, criar puer, as, producir mante-
quilla y queso". A los indios se les compraba el pescado
y la carne de venado. En otras palabras, era tan importan-
te ahorrar dinero como ganarlo. La vida del agricultor en
la frontera estaba llena de satisfacciones pero también de
dificultades. La agricultura "resulta excelente para aquel
que tiene una familia y está dispuesto a llevar una vida es-
tacionaria y sin dinero, y también a que los palurdos de
sus vecinos y los labriegos lo consideren su igual."
I En 1850, de regreso a Canadá después de una corta
I visita a Inglaterra, Francis construyó una casa y contrató
a un ama de llaves, lo que resultó más barato que alquilar
un departamento. Seguía endeudado -lo que significa-
1
ba que su crédito aún valía -pero sus ingresos mejora-
ron. Le seguía costando trabajo hacer comparaciones
sociales con Inglaterra. El señor Donnell, "un leñador ci-
vilizado ... vive como lo haría, en Inglaterra, un hombre
valorado en 400 o 500 libras anuales, aunque de hecho es
un hombre sencillo en esta parte de Canadá." En diciem-
bre de 1849, Francis escribió: "empiezo a pensar que 100
libras en Inglaterra valen 200fireru de ahí en cuanto a bie-
nestar se refiere."
La solveilcia llegó a cobrar mayor importancia a me-
dida que transcurría su estancia'en Canadá. Puesto que
muy pocas personas llegaban con capital y el flujo de*
efectivo era tan irregular, el crédito personal adquiría
mayor importancia. En enero de 1852, Francis calculaba
que había ganado 130 libras de su práctica médica duran-
te el año anterior. De esta suma, aún le adeudaban 92 li-
bras y tenía deudas acumuladas por un total de 77. De
manera retórica le preguntaba a su padre si
... de haber estado en la inisma situación en Inglate-
rra, ¿habría yo encontrado tanta ayuda en forma de
crédito como la que he recibido en Canadá? Quiero
mucho a mi buena Inglaterra pero he de confesar,
que no me arriesgaría a ponerla a prueba.

El periodo inicial de Francis Codd en los Algonqui-


nos estuvo caracterizado por el trauma normal que acom-
paña la inserción en una nueva cultura. Al mismo
tiempo, la frontera estaba cambiando. En diciembre de
1849, Renfrew ya contaba con una corte de apelaciones
para deudas menores. Francis llegó a opinar muy favora-
blemente sobre los esfuerzos por establecer una red de
magistrados locales con un alto grado de legitimidad. Le
cautivaba la democracia provisional de la región fronte-
riza de Canadá. En enero de 1852 escribía:
Un magistrado en este país es, sin embargo, de una
especie distinta a su homólogo inglés -no necesi-
ta gastar ni un dólar adicional al año por ser inagis-
trado - muchos de nuestros magistrados son
simples granjeros que apenas saben leer y escribir
decorosamente, pero cuya autoridad parece respe-
A nuesura p r r y i a imc~g~,ri:
cl ni<-clronnihrentc y /usocrednd cotrto cl/.vcut:voglobal

tarse en la misina medida que en Inglaterra. Uno de


los magistrados de este pueblo es un antiguo sar-
gento pensionado que en 1806 perteneció al cuerpo
de Artilleros amartelado en Holt (Norfolk).

Por supuesto que los disturbios civiles seguían sien-


do frecuentes, pero había señales de apoyo a los esfuer-
zos comunitarios por hacer cumplir la ley. En la misma
carta, en 1852, Francis hacía referencia a un concierto in-
terpretado por un club local de músicos "... en su mayoría
señoritas instruidas y conducidas por el Sr. Thompson,
un herrero," que, a pesar de las risas burlonas del público,
logró reunir dinero para el "Renfrew Mechanics Institute
Library". Francis observaba que "si el municipio es ca-
paz de reunir 25 libras, el gobierno se compromete a dar
50.
Entre 1847 y 1852, los puntos de vista de Codd sobre
Canadá cambiaron drásticamente. Al principio buscaba
sobrevivir y establecerse profesionalmente. No dudaba
de los inconvenientes de vivir en la frontera. "Aquí no
hay emigrantes" se quejaba en junio de 1847, "pues éstos
permanecen en las regiones más conocidas de Canadá,
donde la tierra es más cara y todo lo demás es barato."
Acarició la idea de regresar a Montreal, donde podría ga-
nar un salario regular como doctor en un puesto gubema-
l mental,
Mientras más tiempo pasaba en Canadá, más apre-
ciaba Francis la frontera. Les aseguraba a sus padres que,
a pesar de que tenía planeado.regresar a visitarlos, su in-
tención era "abandonar la buena Inglaterra, tal vez para
siempre." Sus quejas se dirigían más a la inmoralidad in-
dividual que contra Canadá.
Antes de regresar a Inglaterra en un viaje corto en
1848, le escribió a su hermano Henry exhortándole a ve-
nir a Canadá para registrarse como abogado. La mitad de
los miembros del Parlamento canadiense eran "abogados
o doctores, principalmente abogados." Decía que "pre-
fería Canadá a Inglaterra en cualquier circunstancia," y
expresaba el temor de sentirse ya más extranjero en In-
glaterra que en Canadá.
La segunda fase de la correspondencia de Codd a
partir 1849 y a su regreso a Canadá está marcada por sú-
plicas a su familia para que se reuniera con él. A pesar de
haber regresado al mismo territorio, se arrepentía de no
haberse establecido más al oeste, "ya que los agricultores
siempre pueden canjear su trigo por efectivo y aqui (en
Renfrew) los mercados son muy inciertos ya que todo de-
pende del comercio maderero." En 1849, tenía ya 26
años: "... ¿Dónde estaré en mi próximo cumpleaños? Es-
pero que aqui, aunque por supuesto me gustaría verlos a
todos"
El apego de Francis a la frontera creció a medida que
se familiarizaba con el lugar. La "sociedad" local empe-
zó a desarrollarse. En Packenham, una aldea cercana, ha-
bía "dos doctores, cuatro clérigos, un abogado, varios
tenderos y muchas jóvenes civilizadas." Esto sucedía en
enero de 1850. Muy pronto, Francis se había establecido
en su casa propia con un ama de llaves que "es limpia y
honrada, aunque inclinada a emborracharse de vez en
cuando." Analizó la perspectiva de que sus padres emi-
graran a Canadá y decidió que estaban demasiado viejos
para lograr arraigarse. Cualquiera que tuviera la inten-
ción de emigrar debería antes pasar entre dos meses y un
año conociendo primero la región.
A nucsirfl propio rmagcn: cl ntedio anihieitre y /a sociedad como discurso global

Sin embargo, una coincidencia extraordinaria se pre-


sentó. A medida que su fortuna mejoró, también lo hizo
la de su país adoptado. Francis se refería cada vez más a
las ventajas de Canadá por encima de las de Inglaterra.
Criticó las propuestas de Lord John Russell sobre la
emancipación católica (en marzo de 1851). En Canadá,
el gobierno no trata de interferir con la iglesia católica:
"Canadá es más libre". Cuando su hermano Henry se
quejó del invierno canadiense, Francis le replicó: "no
puede haber un clima peor que el de Inglaterra". "La ca-
lidad del trigo canadiense es inmejorable" ... ''¡Hasta lle-
gó a venderse en Nueva York el año pasado!" Canadá
"está prosperando y todos los participes consideran que
está adquiriendo la suficiente fortaleza para desafiar
cualquier intento de despotismo por parte de Gran Breta-
ña o de Estados Unidos." Su primera obligación, como
canadiense, era aprender francés. Tres años antes, se la-
mentaba de su incapacidad para dirigirse a las mujeres
francesas de un barrio pobre del río Madawasha, Hoy,
había "comenzado a aprender francés de nueva cuenta y
tengo la intención de perseverar hasta que pueda hablarlo
con fluidez."
Comenzó a disfnitar la compañía de los demás du-
rante sus frecuentes viajes a la espesura. En enero de
1852, Francis acompañó al nuevo ministro presbiteriano
-"desprovisto de toda la hipocresía característica de la '
mayoría de los escoceses"- "a un campamento indio, a
siete millas de viaje en el hielo". Se deleitaron con carne
de venado y Francis señaló lo encantado que se había
mostrado el ministro Thompson: "dice que le gusta mu-
cho Canadá; su mujer y sus ocho hijos llegarán en la pri-
mavera próxima".
Las últimas cartas están llenas de consejos sobre
cómo sobrevivir con recursos financieros limitados en
un ambiente extranjero. Francis señalaba que,
a un hombre le toma varios años abrir los ojos sobre
lo que se puede hacer con un poco de capital en Ca-
nadá, y para entonces, por lo general, el emigrante
habrá malgastado lo que traía consigo ...

Los gastos de Francis aumentaron a medida que su


práctica profesional empezó a prosperar, pero era evi-
dente que lo buscaban no sólo como médico. Se le pidió
que dictara una conferencia para apoyar a la "Mechanics'
Institute Library Fund" y se le llamó como testigo clave
en un juicio de asesinato celebrado en Perth.
La experiencia de Francis Codd ilustra mi argumen-
to referente a la manera en que construimos el medio am-
biente a partir del ingenio humano y luego le
concedemos un valor normativo. Francis invistió a Ca-
nadá con sus propias aspiraciones y construyó una visión
del medio ambiente que podía sostener con toda firmeza,
que era parte de si mismo.
La gente era ruda ... pero a menudo valiente. No te-
nían dinero... pero valían mucho más que en Inglaterra.
"La civilización" se estaba extendiendo... pero no a costa
de ese territorio virgen, lo que dejaba a ' ~ r a n c imaravi-
s
llado y deslumbrado. Por supuesto que esto es material
de películas y novelas, de la conciencia canadiense. Tal
vez ayude a explicar porqué Canadá, a pesar de no resol-
ver sus diferencias étnicas internamente, ha tomado tan a
pecho el tema del medio ambiente. El Canadian Green
Plan tiene a su cargo la responsabilidad de dirigir la in-
vestigación en las universidades y en las ciencias. Es la
1
A ~i?rcv/t.a anihioiíey la socicdad como discrrrso ~lohcrl
propia in~agc,ti:cl rncd~l~

inspiración detrás del Canadian Global Change Pro-


gramme. Las representaciones de la naturaleza y el me-
dio ambiente incluidas en cartas como las de Francis
Codd nos dicen mucho sobre las sociedades a partir de
las cuales surgen ... y de las sociedades que crean.

Imperativos ecológicos: némesis global


1-Iemos visto cómo se construye intelectual y moralmen-
te el medio ambiente con el tratamiento que nuestra cul-
tura le da y los discursos que empleamos. Mi ultimo
ejemplo apunta al meollo del asunto: ¿está capacitada la
ciencia ante la tarea que enfrentamos -equipar a las so-
ciedades humanas para manejar el medio ambiente de
manera más sustentable-? Del mismo modo, el hecho
de reconocer aue nuestra visión del medio ambiente está

superar los problemas reales en un mundo real? (me re-


fiero a la postura realista en oposición a la postura relati-

Al frente de estas cuestiones está la nueva disciplina


de la economía ambiental. Me refiero, en particular, al

Al analizar de cerca la disciplina de la economía am-


biental, una paradoja salta a la vista. La dificultad de in-
corporar totalmente las metas sociales dentro del anRlisis
de la economía ambiental se manifiesta a través del prin-
cipio que se usa para defenderla. Pearce et al. señalan
que sabemos que el capital natural es valioso porque la
gente esta dispuesta a pagar por conservarlo:
Una base conceptual sencilla para calcular un be-
neficio es averiguar lo que la gente está dispuesta
Michael Redc18

pagar para asegurarlo. Así pues, si tenemos un bien


ambiental y existe la posibilidad de aumentar su ta-
maño, una medida del valor económico de este au-
mento será la suma de lo que la gente está dispuesta
a pagar para asegurar que ese bien se obtenga. El
hecho de que exista o no una demanda para este
bien no tiene mucha importancia. Aun en este caso
podemos averiguar lo que la gente pagaría en caso
de que la demanda existiera. (1 989, p. 8)

Es evidente que los economistas ambientales como


Pearce et al. han sido capaces de empujar las fronteras
del paradigma neoclásico e incluir los intereses ambien-
tales en su análisis. Sin embargo, esta inclusión tiene un
precio. Esencialmente, el análisis ha ampliado los lími-
tes de opciones del consumidor, permitiendo que el indi-
viduo exprese sus preferencias. En la próxima sección
analizaré las limitaciones de este enfoque. Por el mo-
mento, solamente hay que observar que la economía atn-
biental deja intacta a la economía neoclásica. Los
valores del mercado, o valores imputados del mercado,
pueden emplearse para lograr una estimación más com-
pleta del capital natural y los beneficios de la sustentabi-
lidad. Al buscar un desarrollo sustentable, Pearce et al.
señalan que "... lo que constituye el desarrollo, así como
el horizonte de tiempo que habrá de adoptarse, están ética
y prácticamente determinados" (1989, p. 3).
Esta observación debería conducimos a considerar
no solamente el contexto político en el cual se toman de-
cisiones sobre el medio ambiente, sino también las cir-
cunstancias en las cuales la economía ambiental se
utiliza para facilitar las decisiones. Si el desarrollo está
sujeto a juicios de valor, y se encuentra fuera del ámbito
de la ciencia objetiva, ¿por qué razón la economía am-
A tirreslrapropra irnngcn: el tiicdro anrhienrc y la .voocc/nd cflnto ~/ixcur.~o
global

biental no está sujeta a los mismos juicios de valor? ¿es


necesario someter el desarrollo a juicios de valor y no así
el paradigma dentro del cual se entiende?
Ya argumenté que la economía ambiental ha logrado
ampliar el paradigma neoclásico, con consecuencias im-
! portantes para la proyección del medio ambiente. Falta
analizar los supuestos del paradigma mismo.
El primer problema del paradigma es que no recono-
ce que los valores monetarios son siempre valores de
cambio, no valores de uso. Cuando Pearce, et al. se refie-
ren a "beneficios de uso" y "valores de uso", se están refi-
riendo a valores de explotación. Los valores de uso no
captan valores monetarios porque se hallan fuera del
marco de establecimiento de los precios del mercado.
Como lo señalaba Francis Codd, eran la moneda circu-
lante de la frontera canadiense. Los economistas am-
bientales argumentarán que esto no constituye un
impedimento para usar valores monetarios en este caso y
que la manera de obtener estos precios es una cuestión de
refinamiento metodológico. La economía ha desarrolla-
do técnicas para imputar dichos valores, bajo la forma de
precios ficticios y valoración condicional. No existen
barreras para atribuir precios a los bienes y servicios am-
bientales - se rebatirá - únicamente objeciones ideo-
lógicas fuera de lugar.
Lo anterior no capta el verdadero sentido. Los eco-
nomistas no pueden valorar lo que el medio ambiente
vale; sólo pueden establecer su valor en términos mone-
tarios. Como sostenía Oscar Wilde, es posible encontrar-
le precio a todo y valor a nada. El punto es que las
valoraciones monetarias no captan el valor que el medio
ambiente tiene para distintos grupos de gente. Otorgar un
Michael Redclfl

valor incrementado a los bienes ambientales no es sim-


plemente una cuestión de atribuir cifras más altas a los
bienes en el transcurso del análisis de costo-beneficio.
Como Elson y Redclift (1992) lo demuestran, esto signi-
fica atribuir valoraciones cardinales a través de medicio-
nes monetarias, tales como precios e impuestos, cuando
las valoraciones ordinales (máslmenos valioso) pueden
ser adecuadas y útiles. Podemos intentar la valoración
establecieiído los umbrales que operan para gente real en
un mundo real, más que a través de la monetarización.
Utilicemos como ejemplo el trabajo de las mujeres
en las comunidades selváticas de las regiones en desarro-
llo. Hombres y mujeres valoran el medio ambiente de
manera diferente debido al distinto uso que le dan. El va-
lor que la mujer atribuye al medio ambiente es general-
mente invisible para los demás, porque el uso que le
concede no está sujeto a valores de mercado. Sin embar-
go, las actividades de las mujeres, como recolectar leña,
recoger plantas y acarrear agua, tanto para uso como para
intercambio, son vitales para el sostenimiento de las fa-
milias rurales pobres. Muchos de los bienes ambientales
que las mujeres recolectan y que las familias usan son
"bienes gratuitos" por naturaleza, pero de vital importan-
cia para la supervivencia. Elson y Redclift seiíalan que
una comunidad tribal en Andra Pradesh era capaz de
identificar 169 artículos de consumo, extraídos de la sel-
va y del monte bajo. La contabilidad ambiental está mal
equipada para medir el valor real que tielle el medio am-
biente para las inujeres, cuando estos valores de uso for-
man parte del aprovisionamiento familiar directo.
El segundo problema del paradigma es su exigencia
de una "neutralidad de valor," cuando la economía am-
A ~ i u r \ u apropra lmnKcn cl nicdlo anih~cn~c
y l a \ocicdod ~011iorlricur\o gk~hal

biental expresa las preferencias y tendencias de la socie-


dad en la que se desarrolló. Al establecer multas
económicas por violar las normas ambientales, éstas se
eliminan del contexto en el que se desarrollan. Los valo-
res son reflejo de sistemas sociales específicos y expre-
san grados de compromiso con un orden social
determinado, esto es, el orden que los adopta. No es sor-
prendente que los valores que atribuimos a la naturaleza
reflejen nuestras prioridades, y no el valor dela naturale-
za misma. La naturaleza es un espejo de ndstro sistema
de valores, y al buscar valores monetarios para los bienes
y servicios ambientales estamos intentado "naturalizar"
el ambiente. Este punto no hubiera pasado desapercibido
para Francis Codd.
La economía ambiental ejemplifica bien la manera
en que buscamos constniir socialmente el medio am-
biente, a través del mecanismo de la valoración moneta-
ria. Para la disciplina, el progreso tiene el objetivo de
ampliar el paradigma, en lugar de colocarlo dentro de su
contexto político y social. Se dice por ejemplo que los
proyectos de desarrollo, como las grandes presas y los di-
seños de irrigación tienen "consecuencias ambientales"
que la economía ambiental está en condiciones de

1 Lo anterior no toma en cuenta el hecho de que los


proyectos de desarrollo están socialmente establecidos y
puestos en práctica. Internalizan una visión de la natura-
leza en su metodología y prácticas, y buscan adquirir le-
gitimidad como idea de proyectos: otro ejemplo de cómo
están socialmente construidos. Los proyectos ya han in-
ternalizado una visión de la naturaleza a partir de la cual
surgen las consecuencias ambientales mismas. (De la
Michael Redclifr

misma manera, los proyectos ecológicos han incorpora-


do una postura en la sociedad, aunque esto es un hueso
más duro de roer). Por lo tanto, lo que está a discusión es
la capacidad de la economía ambiental que no reconoce
su propio relativismo al evaluar proyectos que son, en sí
mismos, expresiones de valores e intereses específicos
dentro del orden social.
Existe un tercer aspecto en el que el modelo neoclá-
sico puede equivocarse, y es en el sentido de no recono-
cer que el análisis económico convencional descansa en
una visión particular de la naturaleza humana y las rela-
ciones sociales. La naturaleza humana no es inmutable.
Es importante establecer los elementos que sustentan la
metodología de la valoración monetaria en este modelo
de relaciones sociales.
En primer lugar, la economía ambiental considera la
interacción social como instrumental. Es decir, está dise-
ñada para elevar al máximo la utilidad del individuo.
Como lo señala Hodgson "... (dentro de la economía am-
biental) los gustos y preferencias de los individuos se
consideran como dados" (-1992, p. 54).
En segundo lugar, y en relación con esto, la econo-
mía ambiental no considera la interacción social como
valor constituyente por derecho propio, debido al valor
intrínseco de los seres humanos. La interacción social
señala a la persona como un "objeto" rodeado de otros
"objetos," en lugar de una "persona sujeto" (en palabras
de Max-Neef) capaz y deseosa de comportarse en formas
que no corresponden a la ventaja económica de corto pla-
zo (Ekins y Max-Neef, 1992). Esta incapacidad de reco-
nocer e l comportamiento humano como algo
determinado culturalmente, y con un amplio grado de va-
A t?UCvlrflpropia imagen: cl medio amhienle y la societiad como di.vc~ir.~o
global

riabilidad, es lo que no puede incorporarse fácilmente al


reduccionismo de la economía.
El "individuo racional y calculador" que tanto vene-
ran los economistas, se acomoda con dificultad en cultu-
ras distintas a aquellas que, en primera instancia,
ayudaron a desarrollar el paradigma. (Tampoco lo hace
fácilmente en muchas áreas de comportamiento dentro
de los países desarrollados.) Se supone que este indivi-
duo debe elegir en términos de opciones de mercado,
dentro de una sociedad "neutral" en sentido universal: la
racionalidad está siempre arraigada culturalmente. Una
vez que admitimos la existencia de la sociedad, los cálcu-
los de los individuos no son equivalentes a los cálculos
individuales.
Los cálculos de los individuos se comprenden mejor

ción a pagar," utilizados por los economistas ambienta-


les, presuponen un conjunto de supuestos culturales e
ideológicos. Volviendo al ejemplo anterior de Pearce et
al., a pesar de que los economistas pueden considerar al
Mar del Norte como un "vertedero de desechos", las co-
munidades pesqueras de la zona lo contemplan de mane-
ra distinta, al igual que los veraneantes o los artistas, o
cualquier individuo o grupo de individuos. Observacio-
nes similares podrían hacerse en la actualidad sobre los
Algonquinos, que Francis Codd ayudó a "civilizar".
¿Constituye esta bella región un recurso turístico, una re-
gión virgen, una "herencia" histórica, o una zona poten-
cial de desarrollo?
El problema de una economía ambiental moderna se
complica con un cuarto conjunto de cuestiones que se re-
lacionan con el grado hasta el cual el "iildividuo, racional
y calculador" aprecia plenamente la situación en la que
se le está pidiendo que haga su elección. Gleich define
esto de la siguiente manera:
La economía moderna depende demasiado de la
teoría de la eficiencia del mercado. Se supone que
el conocimiento debe fluir libremente de un lugar a
otro. Las personas que toinan decisiones importan-
tes deben tener acceso a un cuerpo informativo más
o menos similar... (1987, p. 181).

Estas objeciones al paradigma sobre el cual se funda


la economía ambiental sugieren que esta disciplina cuen-
ta con una capacidad técnica real para atribuir valores
monetarios a los beneficios o las pérdidas ambientales,
pero que esta capacidad no constituye una base adecuada
para la valoración ambiental. Efectivamente, necesita-
mos analizar la economía ambiental dentro de un contex-
to mucho más amplio, en el cual la consideremos como
un producto de la sociedad misma. Si la economía am-
biental permite que la sociedad tome decisiones para sa-
tisfacer sus necesidades, es evidente que refleja los
valores de poderosos sectores de opinión de esa socie-
dad.
Antes de examinar dónde nos deja lo anterior, en
cuanto a la discusión sobre el medio ambiente y la socie-
dad, deberíamos analizar el contexto más amplio de la
política desde otra perspectiva basada en los puntos ante-
riores. Es necesario que consideremos el medio ambien-
te dentro del contexto de cómo la ciencia misma se
construye socialmente.
El medio ambiente y la construcción social de la
ciencia
Es evidente que la visión que adoptemos del medio am-
biente estará íntimamente ligada a la visión que tenga-
mos sobre la ciencia. Cada vez es más frecuente que los
problemas ambientales se consideren como problemas
científicos, sujetos a "respuestas" científicas. Un ejem-
plo lo constituyen las fórmulas políticas actuales alrede-
d o r d e los c a m b i o s ambientales globales,
particularmente en lo que se refiere al calentamiento
global. Puesto que éste es un problema científico, se su-
pone que debe tener una solución científica. Se conside-
ra que el efecto invernadero acarrea implicaciones
económicas y sociales, pero dificilmente se le ve como
un "efecto", ya que el comportamiento humano que sub-
yace al calentamiento global casi no se toma en cuenta.
Se presta mayor atención a la manera de atenuar el efecto
del calentamiento del planeta que a sus causas en el com-
portamiento y elecciones lymanas, esto es, los compro-
misos sociales subyacentes que forman parte de nuestra
vida diaria.
Parte del problema de este enfoque es que los modos
de investigación en las ciencias naturales son en sí proce-
sos sociales, que necesariamente incorporan hipótesis,
elecciones, convenios y riesgos cruciales. Cuando con-
sideramos a la ciencia como ajena a nosotros, nos es im-
posible asumir la responsabilidad de sus consecuencias.
Y esto es lo que sucede con el calentamiento del planeta:
al relegarlo a la esfera de las "consecuencias", podemos
entonces evitar las implicaciones ambientales de nuestro
propio comportamiento y el de nuestras sociedades.
Michael RedcliJI

Este proceso de disociación de las consecuencias de


nuestro comportamiento se demuestra cabalmente de di-
versas maneras. El segundo documento de La Estrategia
Mundial de Conservación, Cuidando el Planeta, (IuCN,
1991) constituye un ejemplo Útil, en forma esquemática,
del modelo mediante el cual manejamos nuestros recur-
sos (IUCN, 1991, p. 76). El modelo ilustra cómo el desa-
rrollo económico, impulsado por el uso de combustibles
fósiles, ha llevado a la sociedad por un camino que no
toma en cuenta los limites impuestos por la energía solar
renovable (en todas sus formas). Por el contrario, nues-
tro modelo de desarrollo ha encauzado la riqueza mate-
rial que los hidrocarburos fósiles ayudaron a crear, hacia
la producción de bienes de capital dependientes a su vez,
de una mayor explotación de combustibles. De esta ma-
nera, el modelo asegura una demanda permanente y en
espiral de recursos escasos y finalmente limitados, que
está contribuyendo rápidamente a la némesis global al
plantear el problema insostenible y fundamental de las
economías que los consumen. El calentamiento del pla-
neta, la pérdida de biodiversidad, los problemas asocia-
dos con el "agujero de la capa de ozono", y otros cambios
ambientales de la tierra representan la "externalidad"
esencial y apuntan a problemas del mismo modelo de
crecimiento.
Como lo señala el documento Cuidando el Planeta
(1991), al concentrar la inversión en el valor excedente
para elevar al máximo la acumulación del capital indus-
trial, hemos tendido a descuidar el capital natural (bienes
y servicios ambientales). En cambio, hemos concentra-
do nuestro apoyo en el desarrollo del capital humano,
dentro de una pequeña élite intelectual, que trabaja en es-
feras de conocimiento estrechamente aliadas a nuevas
ll A nircslra propia inia~eii:cl nictbo ombicnfey la sociedad conlo di.scui:sogIoBaal

tecnologías y, a menudo, al derroche de recursos. Esto


es, en pocas palabras, el problema del desarrollo insus-

También describe la falta de congruencia entre el co-


nocimiento tecnológico y científico y las implicaciones
sociales de emplear este conocimiento de modo específi-
co. A donde miremos -ya sea en lo referente a energía
nuclear, desechos tóxicos, plaguicidas, contaminación
atmosférica, calidad del agua- encontramos ejemplos
sobre nuestra incapacidad de captar las implicaciones so-
ciales del conocimiento científico que poseemos y de los
costos que se transfieren al medio ambiente. Sabemos
que la ciencia ambiental está incapacitada para hacer
elecciones políticas sobre las consecuencias de la tecno-
logía para el medio ambiente. Al mismo tiempo, la polí-
tica ambiental no es otra cosa que la fomiulación de una
serie de elecciones sociales y políticas, que rigen los usos
ambientales, por encima de otra serie de elecciones.
No es sorprendente que la discusión y la práctica del
desarrollo sustentable estén íntimamente vinculadas a la
autoridad social de nuestra ciencia y tecnología. En el
Norte esta autoridad está siendo cada vez más enjuiciada,
especialmente por los grupos ambientalistas y los ciuda-
danos interesados en la cuestión. En el Sur, a menudo se
le desconoce. Tal es el caso de las instituciones de desa-
rrollo cuyo modelo a menudo ignora otra autoridad so-
cial que no sea la de la ciencia. Como lo he sostenido,
esta es la razón por la cual el desarrollo en el Sur no es, fi-
nalmente, ni social ni políticamente sustentable.
¿Dónde se ubica esta discusión sobre el medio am-
biente y el desarrollo? Es evidente que no podremos al-
canzar un desarrollo más sustentable, desde
vista ecológico, sin asegurarnos de que también lo sea en
términos sociales. De hecho, debemos reconocer que
nuestra definición de lo que significa ecológicamente
sustentable, responde a propósitos y necesidades del ser
huniano, tanto como a parámetros ecológicos.
Por esta misma razón, será imposible que alcance-
mos un desarrollo más sustentable en términos sociales si
efectivamente dejamos fuera los factores ecológicos.
Cuando el modelo para una mejor política ambiental
simplemente "agrega" consideraciones ambientales a los
modelos existentes, quiere decir que no está equipado
para contemplar una visión a largo plazo. En su sentido
más definitivo, el desarrollo sustentable acentúa la sus-
tentabilidad de la interrelación entre sistemas biológicos,
económicos y sociáles, más que la de sus componentes.
Cada sistema abarca elementos -"iiecesidades" socia-
les, niveles de producción, biodiversidad- que están su-
jetos a modificación. Por lo tanto, la ciencia social
carecerá de los instrumentos necesarios para resolver los
problemas ambientales si no reformula su agenda de de-
sarrollo.
He argumentado que mucho de lo que se ha escrito
sobre medio ambiente y desarrollo extrae su mensaje de
las ciencias naturales. Mensaje quc en el pasado fue de
esperanza, en la medida en que la geiite vive más tiempo
y consume inás bienes, especialmente en el Norte. El de-
sarrollo sustentable, en este sentido, significa ,buscar
consensos y acuerdos, en el entendido de que estamos
mejor capacitados para manejar las contradicciones del
desarrollo.
Es necesario agregar que una perspectiva más critica
considera a la ciencia como parte del problema, así como
A nlrc\fro propia imogc,n: ei niedio at~ihiriircy /o socicdutl conio rli.vcur.sodobol

de la solución. Se opone a la inevitabilidad del creci-


miento económico y sus consecuencias para laUsociedad

ta que los limites impuestos al desarrollo no son sola-


mente límites a los recursos disponibles, como creíamos
en la década de los setenta. Hoy día, se trata también de
límites exteriores, representados con mayor claridad por
el desafio del calentamiento del planeta. Una perspecti-
va más crítica sugiere que hace falta un manejo ambien-
tal, como estrategia para resolver las extemalidades del
modelo de desarrollo. La economía moderna ha jugado
un enorme papel en el "éxito" del crecimiento económi-
co junto a un desarrollo insustentable característico del
Norte y del Sur. Esto se debe a que la búsqueda del creci-
miento, así como el descuido de sus consecuencias eco-
lógicas, tiene su origen en el paradigma clásico que
moldeó tanto a las economías de mercado como a las de
los estados socialistas. ,Como lo hace patente la discu-
sión de la frontera canadiense, el manejo ambiental es un
proceso cultural a través del cual no solamente se trans-
forma la naturaleza, sino también nuestra manera de

Si queremos hacer frente al problema que presenta el


desarrollo insustentable, a una escala global, es necesa-
rio evidentemente, que vayamos más allá de la afirma-
ción de que los problemas en sí están socialmente
construidos. Es necesario que adoptemos una postura
para la cual estamos mal preparados en muchos sentidos,
y que está en desacuerdo con la manera en que habíamos
formulado los problemas sociales y económicos en el pa-
sado. Solamente podremos asumir la responsabilidad
plena de nuestras acciones frente al medio ambiente,
analizando 10s compromisos sociales subyacentes que ri-
Michael Redclifr

gen nuestra vida: la manera en que utilizamos la energía


y los escasos recursos naturales, la manera como valora-
mos los bienes y servicios. La economía ambiental re-
presenta al menos un intento por abordar estos
problemas, aunque como ya lo he argumentado, surge de
un paradigma que es fundamentalmente imperfecto. La
economía ambiental se creó "a nuestra propia imagen",
para reflejar los intereses humanos y las preocupaciones
que hemos heredado de un sistema económico mundial
desorganizado.
El problema de nuestro discurso sobre el medio am-
biente y el desarrollo es que responde a criterios del pasa-
do. La Cumbre de la Tierra celebrada en Brasil en 1992
demostró, como pocas otras reuniones, que el discurso
global sobre el destino del planeta se inició en el Norte y
depende, fundamentalmente, de su buena voluntad. Es
un discurso global unilateral, a partir del cual estamos in-
tentando arrancar beneficios, sin analizar los procesos
que requieren del acuerdo global. El desarrollo sustenta-
ble es un proyecto global, pero nuestra capacidad para
encontrar soluciones está influida, peligrosamente, por
nuestra incapacidad para reconocer errores. El proyecto
global se está desarrollando mediante parsimoniosas ne-
gociaciones, ignorando los antecedentes intelectuales
que contribuyeron, en primer término, a los problemas
globales, y nos impide contar con los instrumentos ade-
cuados para manejarlos.
El universo al que Francis Codd había ingresado, la
frontera canadiense de 1840 era un universo de confian-
za, inspirado por un espíritu prometeico. Como nos lo re-
cuerda Roland Barthes
A nuestra pm~ptaimagcn el medro anihrente y l a .iocicdad como clrtcurso global

... El mito tiene la tarea de proporcionar una inten-


ción histórica a la justificación natural, y hacer que
la contingencia se manifieste como externa,.. Esta-
mos ante un truco de invocación, que vuelve al re-
vés la realidad, vaciándola de historia y llenándola
de naturaleza (1973, pp. 142-3).
'1
l Al tratar con el medio ambiente, nos estamos enfren-
tando al mito. El peso de mi argumento es que actuar con

esa historia. Los canadienses de fechas más recientes


ven el medio ambiente a través de la construcción de la
"frontera" y de la "tierra virgen"; los economistas am-
bientales, a través del lente de la economía neoclásica; y
los conservacionistas y desarrollistas, a través de sus pro-
pios intereses y compromisos sociales. Antes de que po-
damos realmente abordar los problemas ambientales, es
necesario que nos miremos en el espejo, para descubrir
por qué creamos la naturaleza a nuestra propia imagen.
Michael RedcliJ

1 Obras consultadas

I Barthes, R. Mythologies. Londres, Granada, 1973.

Bumingham, K., y M. O'Brien, Values and the Environ-


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MacDonald, N. Calzada,Immigration and Colonization.


Aberdeen, Aberdeen University Press, 1966.
El Caballo de Troya electrónico: la televisión en la
globalización de las culturas paramodernas
PhiZip Carl Salzman

Introducción
Al llegar hace varios años a la región montañosa de Cer-
deña, tierra de comunidades célebres por sus intrépidos
pastores y el robo de ovejas, venganzas continuas y re-
nombrados secuestros -comunidades ampliamente ca-
racterizadas, aun a nivel local, como aisladas, cerradas y
atrasadas- me impresionó encontrar dentro de cada uno
de los hogares, un televisor a color, inundando con soni-
dos e imágenes, transmitiendo incontables mensajes y
vinculando aparentemente a cada una de las casas de este
altiplano insular con el ancho mundo. De esta manera,
cada una de las familias estaba conectada por un cordón
umbilical electrónico a Roma, Milán, París, Londres y
Los Ángeles, y de manera individual o en grupos confor-
mados por los miembros de la familia o amigos, miraban
durante mucho tiempo y con gran atención el aparato.
Esto me recordó ejemplos similares que me habían deja-
do perplejo: los nómadas tuareg en el Sahara, posponien-
do (según el relato periodístico en la sección "cuestiones
de interés humano") uila emigración importante para po-
der averiguar quién había disparado contra J. R.; la tien-
da beduina con su aguja electrónica, uiia antena de
televisión, divisada en un camino del Negev; Bag1.i
Singh, mi casero en Jodhpur intentado hallar la solución
de un programa de detectives en Doordarsha, la red de te-
levisión india que acababa de comenzar a operar en Ra-
jaszan.
El tema que abordo en este trabajo se refiere al im-
pacto de la televisión en la vida local de las coinuilidades
alrededor del mundo. La tesis propuesta es que aunque el
mundo nunca llegue a convertirse en la "aldea global"
-exaltada por Marshall McLuhan- cada lugar, ya sea
rural o urbano, pre o postindustrial, se está globalizaildo
más y más a medida que, a través de los medios electróni-
cos, el mundo llega con mayor frecuencia a cada poblado
y vecindario, aldea y asentamiento, barrio y suburbio. La
visión cultural que nosotros los antropólogos considera-
mos como precipitada del pasado y precipitadora del fu-
turo, se ve ahora compleinentada por la televisión, una
influencia cultural externa sin igual, suministrada y con-
sumida en megadosis.
La televisión como medio de influencia cultural, al
igual que sus antepasados más humildes, como el radio,
tiene características sin precedentes: una fácil disponibi-
lidad del medio, su muy amplio alcance y su presencia
aparentemente benigna.
El fácil acceso a los programas de televisión se debe,
en parte, al bajo costo relativo que inlplica poseer y man-
tener un aparato televisor, hasta en aquellos lugares don-
de existen impuestos anuales y costo de suscripción a
televisión por cable. Además, para la mayoría de los te-
levidentes (dejando a un lado a los pocos suscriptores de
televisión de paga) no existe restricción financiera sobre
cuánto tiempo miran la televisión ya que no hay que pa-
/:/ caballo de Troya elecir0nrco /a ielevrsrriti

gar más por verla más tiempo; mejor dicho, entre más se
mira, más "valor" se obtiene de la inversión en el televi-
1
sor v del ~ a"r r odel im~uestoanual o la subscri~cióna ca-
d A

ble. Al bajo costo económico de ver televisión se le


. /ll!l
. . ... .
1

81
l
4 . ,
agregan los bajos costos de energia y ia comodidad gene-
ral. Para la mavoría de los televidentes. la televisión está
jP,j1
41
.id I
a su disposición en sus propias casas, así como también
. .-. . .
en las casas de Iamiliares y amigos a quienes se visita.
Además, la televisión se manipula con el control remoto,
sin que el televidente se mueva del lugar donde está des-
cansando. Ver televisión requiere un grado mínimo de
iniciativa y esfuerzo y por lo tanto resulta atractiva para
aquellos cansados y agotados por un día de arduo trabajo.
El amplio alcance de la televisión tiene varios aspec-
tos. Uno de ellos es su disponibilidad: cada vez hay más
Promamas disponibles durante muchas horas al día, si no
1 Y

es que las veinticuatro. Otro aspecto es el número total de


programas disponibles en un momento dado y, por lo tan-
to, en cualquier intervalo de tiempo, asi como un número
cada vez mayor de nuevos canales y redes. Un tercer as-
pecto del alcance es el acortamiento de las distancias,
porque las imágenes y los mensajes fluyen de todo el
0i I miindo v hasta
----- - de
-
más allá. Este tipo de comunicaciones
1
J

de larga distancia las transmitían centros nacionales y re-


gionales, pero ahora, la nueva tecnología de satélite y de
antenas parabólicas elimina la retransmisión y hace posi-
ble la recepción de programas en todo el mundo. Por últi-
mo, el cuarto aspecto del alcance es la gama de material
II
I A- -r~m~rnclli;i\n rlionnnihl~nara 10stelevidentes nrove-
UIUyvii~u--r--- --- ---- 7r--.-

'1
Ub p 1 U ~ l U l l l U " I " I 1 '

niente de múltiples fuentes de teledifusión e innumera-

'1 bles puntos de partida de transmisión en banda corta, un


n.r+a.?nr\ ronmnnila ea Qmnlígpgda v nlle ciihra diver-
Philip Carl Salzman

sos tópicos, temas, intereses, orientaciones, estados de


ánimo y preferencias.
La constante expansión del alcance de la televisión
se observa fácilmente en la frenética competencia em-
presarial y en los adelantos tecnológicos. Por ejemplo,
las compañías de televisión por cable en Canadá están
temblando de miedo por lo que^ llaman "la estrella de la
muerte", un transmisor satelital capaz de enviar cientos
de canales a cualquiera que tenga una pequeña antena pa-
rabólica. En la India, por ejemplo:
En los últimos 18 meses, decenas de miles de tele-
videntes indios han substituido la cadena Door-
darshan por canales de cable y de satélite que
ofrecen programas internacionales como MTV, co-
medias británicas, telenovelas norteamericanas y
espectáculos de entretenimiento japoneses. La red
(Doordarshan nacional), mejor conocida por una
programación aburrida y sosa bajo el control esta-
tal, espera, con la apertura de cinco canales nuevos
a cargo de productores privados, recobrar a los tele-
videntes que la abandonaron. (Montreal Gazette,
21 de julio de 1993, p. A4)

Tal vez la característica más importante de la televi-


sión como medio de influencia cultural es su presencia
benigna, su naturaleza en apariencia amena, grata e ino-
fensiva. Obviamente, un aspecto fundamental es el en-
tretenimiento que la televisión ofrece, atrayendo a la
gente por el placer que obtiene al mirarla. Las personas
ven televisión para divertirse, sentirse bien y relajarse.
La televisión les da "lo que quieren". O les permite tomar
lo que desean, puesto que quien elige qué ver o dejar de
1er es el televidente y 61 mismo escoge el programa. El
Iieclio dc que la televisión aparente estar "bajo el control"
111 cuhallo de Troya eiedrrjnico: la trlev&jhn

del televidente es otro aspecto de su naturaleza benigna.


Además, debido en parte a la variedad de puntos de \ i\ra
y posturas manifestadas en los programas y en partc ycir
el control del televidente, la televisión, en términos gen r -
rales, no adopta una postura abiertamente crítica y tan-
poco enjuicia explícitamente a la cultura o las cultura
locales. En consecuencia, la televisión no es amenazado -
ra y no genera una actitud defensiva entre los televidcii

Su fácil disponibilidad, amplio alcance y aparente


afabilidad hacen que la televisión sea un medio de in-
fluencia cultural particularmente eficaz. La radio se que-
da corta junto a la televisión y, si sobrevive, es gracias a
su facilidad de traslado. La televisión y las videocasete-
ras se han encargado de acaparar las películas, lograiido
con esto que los cines, costosos e incómodos, en cierta
medida salgan sobrando. AIgunos de los medios de co-
municación impresos no electrónicos, en particular los
diarios y las revistas, tienen algunas de estas mismas ca-
racterísticas y también una influencia considerable. Sin
embargo, la disponibilidad de los medios de comunica-
ción impresos es menor que la de la televisión, debido a
que su traslado físico es difícil, además de que exigen que
se sepa leer y escribir y requieren de un esfuerzo de lectu-
ra. Los libros son caros (el costo de quince o veinte libros
cubriría el precio de un televisor a color), su distribución
no es buena y hay que hacer el esfuerzo de leerlos. Las
influencias culturales institucionalizadas donde los par-
ticipantes están cara a cara -como las escuelas y las
iglesias- son más bien impuestas que controladas por
10s usuarios, además de que tienen horarios muy rest rin -
gidos y brindan mensajes explícitos de acuerdo a sil pro -
pio programa, más que al del escucha, y se miiestran
trario, la televisión es el más amigable de todos los me-
dios, razón por la cual casi todo el mundo le abre la puerta
de su hogar.

Ejemplos en la literatura etnográfica


Sin embargo, ¿hasta qué punto se la toman a pecho los te-
levidentes? Esto constituye la prueba de cualquier su-
puesta influencia cultural de la televisión. Los diversos
ejemplos que presento a continuación, un muestre0 poco
sistemático de la literatura etnográfica, ejemplifican de
manera anecdótica la influencia cultural de la televisión,
así como el conocimiento que tienen los antropólogos so-
bre su impacto.
Sydel Silverrnan, en su clásica narración de un pue-
blo en las montañas del centro de Italia, Three Bells of Ci-
vilization (1975), argumenta que en la década de los
sesenta la televisión tenía mayor influencia que los dia-
rios, revistas o la radio, ejercía un impacto estructural y
substantivo mayor en la sociedad local. Como lo señala,
La expansión de los medios de comunicación im-
plica un cambio estructural. Montecastello siem-
pre había permanecido en contacto con el inundo
exterior, pero no fue sino hasta el periodo contem-
poráneo que este contacto estuvo directamente al
alcance de todas las clases . . . Las nuevas ideas ya
no se filtran a través de la élite, sino que están direc-
tamente al alcance de inuchos. (p. 146).

Esta participación más amplia liizo cambiar la defi-


nición de civilitd (por ejemplo, cultura cívica). Con
mayor frecuencia ser "civile" significa la capaci-
dad de tomar el lugar que le corresponde a uno
J;:'I caballo de Troya efecirhnico: falefevi.ri(jn

coino ciudadano en la vida nacional y subscribirse


anormas aceptables de comportamiento. Cada vez
más, esas normas son de tipo externo; se trata de los
modelos nacionales proyectados vía televisión y
revistas. (p. 147).

De esta manera, durante la década de los sesenta, en


el centro' de Italia la televisión se había convertido en un
factor principal -junto con los viajes y los medios im-
presos- de la democratización de la vida cultural local y
de la presentación de las ciudades de Roma y Milán (Sil-
verman, op. cit. p. 105) como modelos a imitar.
Otra estudiosa de Italia, Ann Comelisen, proporcio-
nó una vivida estampa en Women of the Shadows (1 977)
sobre un grupo de jovencitas y su fascinación por la tele-

Cettina (quién había abandonado a su esposo y a


sus dos hijos) ... podría ser más típica de lo que qui-
Í siera uno pensar. Ella y sus amigas crecieron (en
I 10s sesenta) con un ojo fijo en la pantalla de la tele-
visión. Miraban sus programas favoritos, treinta
l minutos de comerciales uno detrás de otro y se ha-
bían vuelto ávidas consumidoras, aunque sólo en la
imaginación. Todo lo que necesitaban era esperar a
que les llegara el "Milagro Italiano" ... Pasaban el
tiempo viendo una gran variedad de espectáculos,
programas de premios y viejas películas nortearne-
ricanas. Tenían un conocimiento enciclopédico so-
bre la vida de las estrellas de cine y del ajuar de la
nueva esposa del Shah de Irán; jamás se perdían un
episodio de la sugerente serie llamada "Gran Ho-
tel". Rechazaban el pesimismo rezongón de sus
padres con un desdén tan cruel que a sus madres les
hubiera significado una paliza. "-¿Qué saben us-
tedes del mundo? Ustedes están aquí enterrados en
este lugar hasta por Dios olvidado. ¡Trabajo, traba-
jo, trabajo! ¡ESOes lo único que saben hacer! ¿Y
que les toca a cambio? ¡Nada! Pues bien, las cosas
han cambiado. Nosotras no somos estúpidas, como
ustedes." ... Eran ávidas fisgonas de lo que conside-
raban la Vida Real y cuando ésta permanecía como
una atracción escurridiza por llegar, seguían conci-
biéndose, si no junto al teléfono blanco, por lo me-
nos con una alfombra blanca en el piso y haciendo
juego, un marido. (pp. 155-6)

En este caso, pareciera que la televisión alentó una


orientación hacia el consumo y la vida aristocrática, muy
diferente del mundo provinciano de oportunidades limi-
tadas, trabajo y sacrificio, así como un desdén hacia los
poco instruidos mayores. Ya fueran aspiraciones de libe-
ración o fantasmas carentes de autenticidad, las imáge-
nes y mensajes parecen haber moldeado las vidas de
estasjovencitas y de las mujeres en que se convirtieron.
Un patrón más o menos sirililar aparece en las vidas
de las mujeres descritas por Pavlides y Hesser en su ensa-
yo Housc Form and Decoration in Eressos (1986).
Como generalmente sucedía en las sociedades rurales
premodernas (a pesar de que el revisionismo ideológica-
mente impulsado diría lo contrario), las mujeres de las
pequeñas comunidades griegas como la de Eressos eran
las actrices principales de la economía y de la vida social
sustentada en la familia. Común también fue que la co-
ml.i-cialización de la producción y el consumo, caracte-
r istica del siglo XX, ocasionara la marginalización de la
mtijer de la mano de obra productiva y redujera el valor
de sus servicios, llevando a un deterioro de su condición
y de su autoridad. Este es el contexto donde hizo su apa-
rición la televisión en Eressos.
/il caballo de i r c w elec~rriiirco lu ~clc~~i\ttin

A medida que las mujeres (de Eressos) se han ido


convirtiendo (durante los últimos cincuenta años),
en apenas algo más que guardianas del hogar, los
hombres, sin embargo, han pasado a ser los provee-
dores en casi todos los aspectos. Al mismo tiempo,
muy pocas han sido las actividades nuevas que se
les han abierto a las mujeres (ver la televisión es
una de ellas), muy pocos los papeles vitales que es-
tán a su disposición, y muy limitada la oportunidad
de ganar dinero... (Sin embargo, las mujeres) están
expuestas a través de la televisión, a imágenes de
un mundo alternativo donde la mujer ha ampliado
su dominio y alcanzado mayor libertad. Imágenes
de este tipo les muestran sus propias limitaciones .
El descontento resultante es más evidente entre las
adolescentes, quienes se quejan de lo recluido de
sus vidas y cuyo mayor anhelo es abandonar
Eressos e irse a la ciudad. Entre las mujeres mayo-
res, el descontento, aunque muy pocas lo pongan en
palabras, se percibe considerablemente en el fie-
cuente consumo de tranquilizantes para los "ner-

También en este caso la televisión y las imágenes y


mensajes que transmite, ponen en tela de juicio la visión
regional sobre las posibilidades y conveniencias. La
concepción sobre las posibilidades y esperanzas de los
televidentes regionales para sí mismos y su futuro, así
como la evaluación de la vida y oportunidades a nivel re-
gional, parecen basarse cada vez más en los modelos
trasmitidos por televisión.
Los mensajes de la TV van mucho más allá de pre-
sentar modelos atractivos. La televisión puede, al mismo
tiempo, poner en tela de juicio de manera más directa y
didáctica, enfoques, actitudes y creencias. Caro1 Dela-
ney proporciona un ejemplo en su estudio sobre repro-
-

Philrp ('arl Salzntan

ducción e ideología de género en una aldea turca, The


Seed and the Soil (1991).

El gobierno (de Turquía) . . . lanzó una campaña


para desalentar los matrimonios entre parientes
cercanos, argumentando que los matrimonios entre
familiares consanguíneos... produce.. . hijos defor-
mes, discapacitados y lisiados. Mediante cortos
programas de televisión, se describía la vida de per-
sonas sordas, ciegas y lisiadas, supuesta~nentepro-
ducto de este tipo dematrimonios ... (Este) mensaje
les resultaba ofensivo a los lugareños, ya que cues-
tionaba las ideas más fundamentales sobre las dife-
rencias inherentes entre sexos, ideas básicas para
sus creencias acerca de la naturaleza del universo y
del orden social. (p. 155)

No es necesario que los mensajes que influyen en las


actitudes de los televidentes sean resultado de campañas
con fines determinados. Las telenovelas, que reflejan y
resaltan algunos de los problemas familiares cotidianos
en un contexto social específico, pueden convertirse en
modelos persuasivos para el cambio en distintos entor-
nos culturales. Janice Boddy señala en su trascendental
estudio sobre género y cultura en el norte de Sudán,
Wornbs and Alien Spirits (1989) que los dramas familia-
res egipcios transmitidos por la televisión sudanesa están
generando importantes cambios de actitud entre los tele-
videntes de la comunidad rural Hofriyati.
... Los dramas egipcios en video ... tratan temas
como los problemas entre parientes, intrigas mari-
tales y ambiciones perversas, a menudo asimilando
temas actuales dentro de marcos de referencia
egipcios tradicionales donde, en cierto sentido, se
han naturalizado.
l:'I cahallo dc l i . r y a elec~rhnico:/a /e/cvi.yión

El impacto de estos dramas en televisión (en Hofri-


yat, al norte de Sudán) se puede comprobar en el
uso más frecuente de palabras del lenguaje egipcio
en el habla diaria; así como en la preocupación por
adquirir los productos que aparecen en los hogares
y anuncios de televisión egipcios (reforzando de
esta manera la emigración de la mano de obra mas-
culina de la aldea) y, más sutilmente, en ideas sobre
la fertilidad y la relación ideal entre esposos. Algu-
nos de los jóvenes con los que hablé dijeron que en
su matrimonio habían buscado el compañerismo y
que, al igual que las parejas egipcias de la televi-
sión, hoy día compartían el mismo dormitorio. Du-
rante mi primer periodo de trabajo de campo,
cuando la segregación sexual se acataba tanto en la
casa como en público, ninguno de estos comporta-
mientos se habría considerado posible. Este tipo de
cohabitación era algo para los khmvajat (euro-
peos), y no para (el buen musulmán) de Hofriyati.
Además, tres hoinbres jóvenes conocidos míos in-
sisten hoy en la necesidad de practicar el control
natal para tener menos hijos y atenderlos mejor,
percepción que había yo escucl~adoexpresar sola-
mente a mujeres en 1977, y sólo en privado. Todo
esto representa un cambio de actitudes: el énfasis
original sobre la solidaridad de género y la preocu-
pación de fundar un grupo de descendientes parece,
para algunos en Hofriyati, estar haciéndose a un
lado, a favor de la solidaridad marital y un aumento
de las relaciones de familias nucleares. Aunque es
indudable que aquí los factores ~ C O ~ Ó ~ ~están C O S
jugando el papel principal, los dramas en video le-
gitiman el proceso y muestran que es COnpente
con valores aceptados. @. 32 1)

De esta manera, los programas de televisión que ex-


presan y ejemplifícan las dinámicas y discursos de una
l

Philip (.'orl Sobnron

sociedad, se convierten en desafíos y alternativas cuando


se divulgan en otros contextos culturales.
Esta selección de casos que ilustran la influencia de
la televisión, provienen de etnograrías centradas en otros
temas, y no existe mucha más información acerca de la
televisión o algún otro medio masivo de comunicación
incluida en estos trabajos, aparte de la ya presentada.
Hay que elogiar a los autores por su sensibilidad ante es-
tas influencias y por su ayuda al alertarnos sobre la im-
portancia de los medios de comunicación en las vidas de
nuestros coetáneos en todo el mundo. Son varias las in-
fluencias particulares observadas a través de estos tres
casos: el flujo de información se desvía de las élites; la
apología del consumismo como una orientación muy
conveniente; la legitimación de los modelos urbanos,
metropolitanos y cosmopolitas como medios de vida y de
trabajo; la defensa autoritaria de las ideologías institu-
cionales científicas y estatales; y la promoción de algu-
nos idiomas, dialectos, conceptos y términos.
Falta por discutir si estos procesos son característi-
cas inherentes de la televisión o artilugios de los modos
de producción específicos comunes a esta etapa de tecno-
logía y organización; sin embargo, cada uno de estos
conceptos - democratización, consumismo, diseño de
acuerdo a modelos urbanos y hegemonía lingüística -
se difunde ampliamente en la actualidad y cada uno de
ellos tiene ramificaciones importantes para y más allá de
la vida cultural y todos merecen contar con una atención
marcada y minuciosa de todo aquel que intente compren-
der la vida contemporánea.
1

La mayoría de los etnógrafos antropológicos, quie-


1 l
nes siguen en una lucha desigual por alcanzar el sueño 1
K
l i
I 330
l
imposible de los relatos holisticos, han prestado poca
atención a los flujos de los medios masivos de comunica-
ción en los lugares donde realizan su trabajo de campo, y .
muy pocos han tomado a los medios de comunicación
como un enfoque principal para el trabajo de investiga-
ción. Por esta razón, los pocos estudios antropológicos
que se han hecho sobre medios de comunicación son par-
ticularmente valiosos. Me gustaría analizar brevemente
tres estudios de este tipo para establecer si los procesos
señalados en los sugerentes relatos anteriores tienen al-
gún eco en los resultados del trabajo de investigación

Un estudio interdisciplinario comparativo y longitu-


dinal sobre la llegada y el impacto de la televisión entre el
pueblo Cree del norte de Manitoba, realizado por Gary
Granzberg y sus colaboradores, constituye un volumen

la televisión la asimilaron dos instituciones tradiciona-


les, el koosabachigan, ("tienda vibrante") de conjura-
ción chamanística, como se le llama a la televisión en
esta comunidad y el mundo de los sueños de las almas
errantes (Granzberg, 1982). Como lo resumen
Granzberg, et al.
... Entre los Cree, las concepcionestradicionales de
la comunicación influyen en cómo se perciben y
iitiíizan los nuevos medios de comunicación. Las

que la tomen literalmente y con toda seriedad, que 1 1

sitos de comportamiento y que se muestren


especialinente preocupados acerca del daño poten-
Philip Carl Salzman

cial que podría causarles a los niños" (1977, p.


157).

Al comparar dos comunidades -la primera, una co-


munidad pequeña, homogénea, muy integrada, y con una
experiencia histórica negativa de la sociedad blanca; la
segunda, una comunidad más grande, heterogénea con
antecedentes de centro de intercambio comercial y carac-
terizada por el ingenio de sus miembros- se encontra-
ron reacciones divergentes sobre la llegada de la
televisión, la comunidad pequeña respondiendo en el
marco de referencia de la victimación y la comunidad
más grande, dentro del marco de referencia de la adapta-
ción y explotación de recursos externos. Después de la
llegada de la televisión, los miembros de la comunidad
pequeña "se veían a sí mismos, con más frecuencia,
como víctimas de.agresión en las relaciones humanas",
mientras que los habitantes de la comunidad más grande
"se veían a sí mismos, con más frecuencia, como los
agresores en las relaciones humanas" (Granzberg, 1985,
p. 320). En la comunidad pequeña, las aspiraciones no
tradicionales de educación y empleo disminuyeron subs-
tancialmente después de la llegada de la televisión, mien-
tras que en la otra, aumentaron (Ibid., p. 321). En ambas
comunidades se presentó un aumento de los referentes
externos, incluyendo el uso de personajes de la televisión
en juegos de imaginación, del idioma inglés y de la eti-
queta "canadiense" para miembros de la comunidad
(Ibid., p. 320-1).
Un estudio comparativo y longitudinal de la televi-
sión basado en la investigación de media docena de co-
munidades en Brasil, aparece en Prime Time Sociev
(1990) de Kottak. Los distintos períodos de contacto con
la televisión en estas comunidades, algunas urbanas y
otras remotas, permitieron obtener un panorama por eta-
pas: inmediatamente después de su llegada, en la prime-
ra etapa, la novedad hace que el medio (el televisor) más
que el mensaje (el contenido) sea el hipnotizador. La se-
gunda etapa, de una duración de diez a quince años, es un
"periodo de máxima receptividad. La gente acepta, re-
chaza, interpreta y readapta los mensajes de televisión".
"La tercera etapa -al parecer la de menor impacto-
presenta un sutil, aunque poderoso legado". El cuarto
periodo "...abarca los efectos acumulativos de la televi-
sión en nativos ya adultos quienes han vivido en una so-
ciedad invadida por la televisión y con los patrones de
comportamiento y la masifícación cultural que genera"

El resultado detallado de este estudio extensivo con-


cluye que el punto general más importante es que los te-
levidentes no son receptáculos pasivos que se llenan con
los mensajes transmitidos por la televisión. Por el con-
trario, los televidentes
son seres humanos que se comportan discriminato-
riamente ante la televisión y la utilizan de la manera
que más sentido tiene para ellos. La miran para ra-
tificar creencias, elaborar fantasías y encontrar res-
puestas a preguntas que el entorno local desalienta
o condena, La gente utiliza la televisión para des-
cargar fnistraciones, construir o mejorar las imáge-
nes de la identidad propia, trazar cursos sociales y
formular aventurados planes de vida. Algunas ve-
ces la interacción entre el televidente y el aparato
conduce a planes poco realistas, falsas esperanzas,
desengaño y fmstración 0>. 192).
Los televidentes difieren unos de otros no sólo por
predisposición individual, sino también según sus ante-
cedentes circunstanciales y culti ;siles, ya sean naciona-
les, regionales o locales: "la selección de programas y las
preferencias reflejan categorías y contrastes sociales pre-
existente~,diferenciales de poder y distintas predisposi-
ciones, dentro de la cultura local." (p. 192). Sin embargo,
existe un efecto retroalimentador poderoso en la vida lo-
cal:
La exposición prolongada a los mensajes se retroa-
limenta con la realidad social, cambiando gradual-
mente viejas creencias, actitudes y
comportamientos. Este proceso contribuye a una
cultura (masiva) cambiante. Es posible que surjan
temas unificadores, pero el resultado no es una sim-
ple homogeneizacion. Es posible que también sur-
jan nuevas diferencias y divisiones, y que las
distinciones y los conflictos preexistentes se re-
fuercen o intensifiquen (p. 192).

Uno de los hallazgos más importantes, en este caso,


es que
...el impacto de la televisión es una parte importan-
te de un proceso más general de urbanismo, nacio-
nalismo y consolidación estatal, con variados
aspectos de refuerzo mutuo. El liecho de que los
personajes de la telenovela tiendan apertenecer a la
élite nacional, gozando de las comodidades deriva-
das de la riqueza, el poder y el ocio, .alientala acep-
tación a nivel local de los mensajes externos. Los
lugareños buscan afanosamente en el mundo de las
telenovclas, patrones y valores que eventualmente
influyen en las normas locales de prestigio. Más y
más gente las imita. A través del tiempo, la televi-
sión brasileña apoya un proceso nacional de libera-
lización social. (p. 193)

Por último, hago referencia al trabajo reciente de


Mark Liechty en Nepal. Mediante un análisis de gran
sensibilidad y muy detallado acerca del discurso cotidia-
no, especialmente sobre la apropiación de palabras en in-
glés tales como "body", "face", Liechty pudo descubrir
las transformaciones de significado influidas por los me-
dios de comunicación:
... Los medios de comunicación de Katrnandú de-
valúan activamente las identidades que se derivan
de sistemas sociales o morales, substituyéndolas
con características de identidad comercializables.
De esta manera el nuevo género de cuerpo, fiag-
mentado e idealizado ayuda a promover nuevos re-
gimientos de productos básicos en el campo de
moda, belleza, una buena condición física, saIud,
ejercicio físico, dietas, y nutrición -incluyendo
docenas de tónicos y fortalecedores para la salud,
así como suplementos vitamínicos que se anuncian
en grandes cantidades en los medios de comunica-
ción- ... La nueva demanda de cosméticos feme-
ninos y los medios para que el hombre adquiera un
cuerpo gallardo, son sólo algunos de los ejemplos
de las nuevas identidades de género que únicamen-
te se alcanzan a través de transacciones del consu-
midor (1992, p. 5).

De manera similar, las relaciones entre los y lasjóve-


nes haciendo el amor, se presentan en los medios de co-
iiiiinicación con una envoltura comercial, incluyendo
ropa cara y de moda, así como restaurantes de lujo y de-
más ambientes comerciales (pp. 6-9). De esta manera,
Liechty puede mostrar cómo "los medios de comunica-
ción son instrumentos poderosos para alterar las ideas de
I>hilrpCarl Snlznian

una sociedad sobre los atributos sobresalientes de cada


género y su comportamiento ideal" (p. 5).

El caso de una comunidad en la región montañosa


de Cerdeña
Las influencias de la televisión indicadas en la literatura
etnográfica que se presentó con anterioridad son indica-
tivas para entender a esta comunidad enclavada en la re-
gión montañosa de Cerdeña llamada Villagrande
Strisaili, donde estoy realizando una investigación. Por
lo tanto, me gustaría analizar, con estas influencias en
mente, algunos de los resultados preliminares. Sin em-
bargo, no pretendo que esto sea una prueba mecánica de
hipótesis estrechas; más bien deduciré algunos temas y
aportaré ciertas complicaciones. Quiero advertirles que
11 los resultados no serán metódicos ni las conclusiones de-

'1
111'
finitivas. Solamente me propongo probar que Villagran-
de Strisaili se ha convertido en una comunidad cada vez
más global, por lo menos en parte, gracias a los medios
masivos de comunicación, y así motivar a los colegas an-
tropólogos a averiguar, con un mayor grado de concien-
cia y de manera más sistemática, las influencias
I j/ 1 culturales que han contribuido a esta globalización a tra-
l! : l
vés de los medios de comunicación masivos y en especial
l los medios electrónicos.
1
La comunidad montañosa de Strisaili - e l nombre se
l l deriva de las palabras tre ovile, tres granjas ovejeras,
11 / ;
cuyo asentamiento original se llamaba Biddamannu en
lengua cerdeña y Villagrande en italiano- se dividió du-
1l, l
rante la Peste. Los villagrandeses de mi generación cre-
cieron en una comunidad en muchos aspectos similar a la
de sus antepasados: pastoreaban y cultivaban la tierra
I'
336
l</cahollo de Iioya elcdrhiiico: lo telcvi.sirjii

para alimentarse; fabricaban queso, horneaban pan, cu-


raban "prosciutto" (jamón seco); acarreaban agua hasta
sus pequeñas casas de piedra, lavaban su ropa en el río;
se casaban entre ellos y desconfiaban de los extranjeros.
Contaban con vivir toda su vida en la región alrededor de
la aldea y que se les enterrara en el cementerio del pue-
blo. El Estado y la Iglesia extendían sus largos brazos
hasta alcanzarlos y moldearlos, tal y como lo habían he-
cho durante milenios, pero ninguna de las dos instancias
tenía la capacidad de sujetarlos con f m e z a ; resentían y
se resistían a la autoridad exterior, y el ideal local de in-
dependencia se establecía a través de la autonomía de la
comuna y la autodefensa en lo relacionado a disputas po-
líticas.
Todavía hoy, Villagrande y Ogliastra, su región cir-
cundante, se encuentran tan aisladas del resto de Cerde-
ña, que se les conoce universalmente como "l'isola
nell'isola," la isla dentro de la isla. Al transbordador del
puerto ogliastrano de Arbatax, único medio de transporte
aparte de 10s vehículos de motor y el esporádico, letárgi-
co y mal ajustado trenecito, le sigue tomando el mismo
tiempo que a principios de siglo llegar a otros puertos de
Cerdeña y de Italia peninsular. Sin embargo, muchos
han sido los cambios en Villagrande Strisaili en los casi
cincuenta años posteriores a la 11Guerra Mundial: desde
hace décadas los villagrandeses cuentan con agua co-
rriente y electricidad; automóviles y camiones; tiendas
con una gran variedad de productos de Italia y de otras
partes; escuela primaria y de nivel bachillerato, y mu-
chos graduados de preparatoria, así como algunos de uni-
versidad, quienes han ido al extranjero para proseguir
con sus estudios; algunos puestos gubernamentales, mu-
chas pensiones y muchos subsidios; cónyuges nacidos
en otras comunidades de Cerdeña, y hasta de Italia penin-
sular y de otras partes del mundo; obreros inmigrantes a
otras partes de Italia, Bélgica y Alemania; viajes y vaca-
ciones ocasionales a la Península, Europa y Asia; acceso
local diario a una docena de periódicos peninsulares y
dos de la misma Cerdeña, así como a unas cien revistas;
y, por supuesto, radio y televisión.
Casi todos los hogares de Villagrande cuentan con
un gran aparato televisor a color, generalmente ubicado
en el área de la cocina/comedor, algunas veces en la sala,
situado siempre en un lugar de honor conspicuo en cual-
quiera que sea el área más ocupada habitualmente. La
mayoría de los villagrandeses acuden al mediodía a casa
para tomar la comida principal, ilpranzo, y es común que
a esta hora, los miembros de la familia vean los noticieros
diarios más importantes en uno o más canales. También,
es frecuente que, más tarde, miren la televisión durante y
después de una cena ligera. A menudo la televisión está
prendida durante estos períodos aunque nadie, excep-
tuando quizá a los niños y a algún adulto, esté pendiente.
Al preguntárseles cuáles eran exactamente los progra-
mas que habían visto durante una semana determinada,
dos docenas de villagrandeses contestaron que miraban
la televisión durante un promedio de dos horas y media al
día, cerca de la mitad de éstos entre una y dos horas día-
rias, la otra mitad durante más tiempo. Lo anterior inclu-
ye un promedio de cuarenta y dos minutos al día de
noticieros diarios.
La mayoría de las personas miran la televisión en su
casa pero, a menudo, los jóvenes solteros alrededor de
los veinte años señalaron que prefieren verla con amigos,
por las animadas discusiones que se suscitan. Algunas
l:'I cohollo de ikoyii elccrninico: lo /eI~yi.\i,i,i

personas se sienten presionadas socialmente a ver televi-


sión para poder compartir la experiencia con amigos.
Como es natural, los gustos varían: algunos prefieren las
noticias, otros los deportes, otros más las telenovelas v
otros los programas de variedades. Entre las dos doceni14
de encuestados, varios señalaron su preferencia por prc 1

gramas de crítica irónica del mundo; otros, buscando ur :


escape de la realidad, prefieren los finales felices y las
historias sentimentales; mientras que otros acostumbran
ver las narraciones realistas de incidentesy prohlmas de
gente común y comente.
Los villagrandeses tienden a incluir un discurso críti-
co en sus respuestas acerca de lo que ven en la televisión.
Como lo señaló uno de los encuestados:
...Mientras que al principio, se pensaba que (lo que
se presenta en televisión) era tan bueno como el
oro, la gente dijo sin dudar: "esto o aquello es así
porque lo dice la televisión"; ahora ya no, porque
estamos conscientes que los que hacen los progra-
mas de televisión son gente común y comente que
fácilmente puede cometer errores; es más, hay mu-
cho juego político y por lo tanto, la información (en
televisión) no siempre se apega totalmente a lo que
sucede y casi siempre se tergiversa por motivos
desconocidos para nosotros, los televidentes.

Esta declaración detalla claramente la transición de


aceptación experimentada por los televidentes después
de la llegada de la televisión y forma parte del cambio de
fases de observación identificado por Kottak. Aunque el
tono es fuerte y puede caracterizarse como cínico, losjui-
cios no discrepan mucho de los expresados por los demás
villagrandeses. De dos docenas de entrevistas, nileve in-
dividuos dderon, algunas veces en repetidas ocssioiiCi.
que al menos casi todo lo que uno ve en televisión no es la
realitá, mientras que otros tres hicieron referencia a la
falta de veritá. Cuatro de estas mismas personas argu-
mentaron que los programas eran demasiado selectivos y
que no era posible tomarlos como un panorama equili-
brado. Una dijo que gran parte de la programación de ,te-
levisión no combaciare, no corresponde a la realidad del
mundo. A los villagrandeses les gusta verse a sí mismos
como televidentes críticos.
Al mismo tiempo, los televidentes de Villagrande
muestran entusiasmo por el don que tiene la televisión de
mostrar un mundo más amplio. Cerca de la mitad de los
entrevistados apreció mucho el valor que tiene estar ex-
puestos, a través de la televisión, a la vida alrededor del
mundo. El aspecto más señalado en referencia a los cam-
bios suscitados en Villagrande con la televisión, fue que
hoy la gente está informada sobre lo que sucede más allá
de las fronteras de la aldea y de la isla:
La gente está mucho más informada que antes. En
los tiempos previos a la televisión, la gente era ig-
norante, compraba el periódico pero no iodo inun-
do sabía leer, mientras que ahora mira la televisión.

Antes se desconocía 10 que sucedía en el mundo,


ahora se sabe lo que ocurre en América, así como lo
que puede suceder en Sicilia, es muy probable que
antes estas cosas no se hubieran sabido, o se liubie-
ran sabido mucho después. Hoy, por ejemplo,
¿quién no ha seguido la Guerra del Golfo? Todos
saben lo que está pasando. Eso ha cambiado, todos
estamos más informados
l;l cahallo de ii.o),cr eledr6nico: lo ~elevisiD,,

Aprendi (mediante la televisión) a comprender los


problemas que existen por todo el mundo, de otra
manera, no lo hubiera sabido...

Muchas personas recalcaron el valor, algunas en tér-


minos de una mejor comprensión de Villagrande, de ver-
se expuestos a otras sociedades y culturas:
(La televisión) nos hace conocer nuevas cosas,
nuevos ambientes, nuevas personas . . . distintos
modos de vida.

Así pues, la televisión proporciona a los villagrande-


ses modelos contrastantes de comparación con su comu-
nidad y sus propias vidas:
Sin lugar a dudas, todo lo que se ve, que se mira, le
ayuda a uno a comprender mejor la vida propia, la
forma propia de vivir, y nos da pautas para mejorar
el modo de vida de uno.

(La televisión) ayuda a entender ciertas realidades


y luego, tal vez, a compararlas con las de uno. . . Me
ha enseñado a hacer comparaciones, lo cual es muy
iinportante, ya que cuando uno compara su situa-
ción con otras, se sabe que algunas cosas pueden
mejorarse, o se sabe si uno está muy atrasado...

En consecuencia, como lo indican explícitamente


seis informantes, la televisión alienta y apoya el cambio:
Algunos programas te incitan a hacer las cosas de
distinta manera a como se hacen aquí.

En la televisión, las cosas se hacen de manera dife-


rente a como se hacen aquí en Villagrande. Hay al-
gunas cosas que podemos aprender de la televisión.
Aquí (en Villagrande) todo es distinto de lo que se

l
ve en la televisión, por lo tanto, la televisión ayuda,
ayuda mucho para cambiar la vida de uno.. .

Uno puede aprender a vivir de manera un poco di-


ferente, ya que al mirar las vidas de los demás, uno
puede reformarse un poquito o, uno se ve (a la luz
de otras vidas) y luego trata de cambiar.

Al mirar la televisión, es posible, que tengamos


tendencia a sentimos influidos por una cultura muy
distinta a la nuestra.

Es indudable que la televisión es el instrumento que


más ha cambiado la vida, no sólo en Villagrande,
sino en todas las comunidades italianas y pienso
también que (en todas las comunidades) del mun-
do, en vista de que se encuentra en todos los hoga-
res, y tiene un enorme poder, mediante el cual ha
creado ciertos modos de comportamiento que de
otra manera no existirían...

~ u c h o de
s los televidentes reconocen a la televisión
como una fuente de visión alternativa, que proporciona
modelos contrastantes con la vida local y que, en conse-
cuencia, alienta al cambio, ya sea para bien o para mal.
Cuando los villagrandeses hablan de Villagrande y
sus problemas, la coherencia es sorprendente: los ado-
lescentes suspiran porque nada pasa, señalan que les urge
estar en un lugar con movimento; los de veinte y treinta
,ifiosse quejan de la falta de trabajo, la ausencia de bue-
tias oportunidades; mientras que la gente mayor se la-
itienta amargamente de que los jóvenes no quieren
trabajar, que sólo piensan en jugar y que la tierra se está
tornando ociosa. La meta de empleo de los que tienen
veinte y treinta años es conseguir un postofisso, un traba-
io de tiempo completo con horas fijas y limitadas, y un
I:'I caballo dc ikoya clec(rcinico: l a rclcv;.cidn

puesto permanente con buen salario y una pensión asegu-


rada, de preferencia en oficinas, como técnicos o subpro-
fesionales. Cuando dicen que no hay trabajo en
Villagrande o en Ogliastra, se refieren a que no hay sufi-
cientes postifissi vacantes o con probabilidades de estar

Nadie se sorprende de que no haya suficientes posti


fzssi en una pequeña comunidad que durante siglos se
ganó la vida con la tierra y en la actualidad, lo sigue ha-
ciendo hasta cierto punto; a nadie sorprende, simple-
mente desilusiona. Los jóvenes no le encuentran sentido
a un f a r o en la agricultura; de manera categórica afir-
man: non rende, no reditúa. Ni siquiera se toma en con-
sideración el potencial considerable de la agricultura
moderna orientada a los mercados, aunque Cerdeña es
gran importador de h t a s y verduras, y que estudios rea-
lizados por agrónomos nombran a Ogliastra como el am-
biente ideal para cultivos lucrativos. Los jóvenes
villagrandeses le han dado la espalda a la tierra: cada uno
de ellos tiene clara una cosa: Non vorrei essere un/a con-
tadino/a (no quiero ser campesino/a). Rechazan trabajar
la tierra, las labores manuales, el cultivo, ante la desespe-
ración de los mayores. Este es uno de los grandes cam-
bios de Villagrande, una aldea agrícola y de pastores,
durante siglos envidia de sus compatriotas por su tierra
fértil y sus pastizales tanto en los llanos costeros como en
el altiplano, famoso por su queso de oveja pecorino y su

El cambio en las aspiraciones y la auto definición de


10s villagrandeses está, sin lugar a dudas, sobredetermi-
nado, es decir, tiene su origen en iniluencias convergen-
tes de por 10 menos tres fuerzas sociales y culturales: 13
economía, incluyendo los rendimientos agrícolas, la ex-
pansión de sectores alternativos, y el empleo guberna-
mental y los subsidios; la educación, donde el control se
ejerce de manera centralizada desde Roma, con sus obje-
tivos culturales y vocacionales; y los medios masivos de
comunicación, incluyendo los periódicos y las revistas,
así como el radio y la televisión, producidos en su gran
mayoría en Roma y Milán. Los programas de televisión,
que tienden a mostrar más la vida urbana que la rural, re-
tratan positivamente el empleo industrial y de oficina, en
lugar del trabajo manual y rural; valoran el consumo con
la compra en mercados y los bienes de consumo, más que
la producción y el consumo familiar de alimentos y ense-
res genuino; y asumen una vida social individualista, en
lugar de la sociabilidad y responsabilidad de la comuni-
dad -estos programas de televisión indudablemente
han contribuido a que los jóvenes villagrandeses recha-
cen la producción agrícola y los modos de vida rurales
tradicionales-. Lo que me gustaría recalcar aquí es la
influencia cultural, basada en un rechazo al contado,
como punto de referencia. Las diversas razones econó-
micas para aspirar a una agricultura moderna se desvían
ante la negativa de asumir la hoy poco atractiva y hasta ri-
sible identidad de contadino/a. ¿Cómo hacer que pema-
nezcan en la granja cuando ya conocieron Roma, Milán,
París y Beverly Hills? A los jóvenes villagrandeses se les
vendió el poder, la riqueza y la vida urbana sofisticada,
"como en la televisión", y ahora luchan con aspiraciones
frustradas dentro de la realidad rural de Villagrande.
Sin embargo, los jóvenes villagrandeses no admiten
que la televisión tiene influencia tanto en ellos como en
sus puntos de vista. Preguntas como: ¿piensas que ver te-
levisión influye en tu vida, en tu propia vida? ¿de qué
I:I tahallo c/c Irola elecr~dr~rco
la rclevr.\10n

manera? y jcómo han influido los programas de televi-


sión en tus sentimientos y en tu evaluación de Villagran-
de?, generaron un coro de negativas, muchas de ellas
vehementes: "realmente no han influido para nada...";
"es decir, yo distingo entre la televisión y la vida real
como yo la vivo"; "no tienen ninguna influencia en mí";
"en absoluto"; y así por el estilo, con raras excepciones.
Los villagrandeses mayores, los de más de cuarenta
años, tienen un punto de vista distinto del impacto directo
de la televisión en los jóvenes villagrandeses; conside-
ran que la televisión ha influido mucho en las ideas y el
comportamiento de las generaciones más jóvenes:
Las vidas de todos en Villagrande no son iguales,
porque durante algún tiempo se presentó, no una
ruptura, sino una diferencia importante entre la for-
ma de vida de las personas de edad media y los ma-
yores, por un lado, y la forma de vida de los jóvenes
y de los liombres y mujeres adultos menores. Por lo
tanto, mientras que antes la forma de vida y los liá-
bitos y costumbres eran similares para losjóvenes y
los adultos por igual, hoy existe esta gran diferen-
cia. Tienen su punto de partida, estos hábitos y cos-
tumbres (nuevas) en la vida de los jóvenes y los
adultos menores, a partir de los programas de tele-
visión, así como de otras experiencias que pudieron
haber tenido. Mientras, la vida de los adultos ma-
yores sigue estando atada, hasta cierto punto, a la
forma de vida antigua de Villagrande.
l
Los jóvenes y los jóvenes adultos de Villagrande tra-
tan de imitar en todo y de todas las formas posibles lo que
ven en televisión.
Los jóvenes y los jóvenes adultos tienden a imitar
el modo de vida presentado por televisión en los di-
versos programas...

... Todo mundo sueña con este mundo (el que se


mira por televisión) pero luego cuando volvemos a
nuestra vida real, las cosas son distintas. Esto es
malo; porque los jóvenes no se sienten satisfechos,
en realidad porque lo que ven (en la televisión) es
mejor, mucho mejor. Por lo tanto no se sienten sa-
tisfechos con lo que tienen y buscan constantemen-
te más, por lo que ven en televisión. Es por esta
razón que hay este descontento, este malestar, es-
pecialmente entre los jóvenes adultos, debido a lo
que ven en televisión . . .

Los jóvenes -no todos, pero desafortunadamente


hay muchos- se identifican con gente (de la tele-
visión) y para ellos son fantasías que un día podrían
volverse realidad.

Los villagrandeses mayores creen que muchas de las


actitudes y formas de comportamiento de los villagran-
deses menores, consideradas significativamente discre-
pante~,se deben a la influencia de la televisión en los
jóvenes, quienes se identifican con la gente que ven en te-
levisión, buscan imitar lo que ven y quieren lo que ven en
televisión.
Una clave a la negativa de los jóvenes villagrandeses
sobre la influencia de la televisión, es su respuesta a las
preguntas sobre quién, de los que aparecen en la televi-
sión, podría ser un buen modelo a imitar. Mientras que
varios nombraron a distinta gente vista en televisión, cer-
ca de media docena rechazó la idea de este tipo de mode-
lo:
l:'I cahallo de 7ko.va elec~rhnico:l a I&vi.vihn

No, no. Creo que cada quién debe ser auténtico sin
imitar a los demás.

Cada quien crea su propio modelo...

'
No hay necesidad de que los jóvenes de Villagran-
de tengan alguien a quien imitar. . . Cada joven de
Villagrande vive su propia realidad que es total-
mente subjetiva más que objetiva. Pienso que de-
ben crear ellos mismos sus propios modelos.

... Cada quien sigue su propio destino.


2 s ta afirmación de la autonomía del individuo y de la
creación individual del rumbo a tomar, habla de un indi-
vidualismo y de un pluralismo que son en sí, testimonios
de la televisión y serias desviaciones de la visión cultural
de los mayores y de la Villagrande de la preguerra, asen-
i~ tada en la comunidad, ceñida a normas, restringida por
las circunstancias. La influencia del mundo nuevo y más
amplio de la televisión (y de un mayor nivel de educación
y de capacidad de viajar) se refleja en la negación misma
de esta influencia en favor del individualismo y la liber-
tad. Me inclino a estar de acuerdo con el punto de vista de
un joven villagrandés en el sentido de que "todo cambia
con la televisión".

Conclusión
Al ser así, podríamos preguntar, jcómo puede la televi-
sión (y otros medios de comunicación) influir en la gente
hasta cambiar sus sociedades y culturas? Esta influencia
seria un enigma si consideráramos que la vida social y los
sistemas de significado son algo arraigado en el suelo lo-
cal y deteminado por la topografía y el clima. Sin em-
bargo la cultura, los modos establecidos en clue
construimos y nos adaptamos a nuestro entorno, unos a
otros y nosotros mismos, es un esfuerzo creativo pema-
nente con una interacción entre la reproducción de la
construcción y la innovación dirigida a lo imaginado. No
es tanto que los flujos de los medios de comunicación, di-
rigidos más allá de la metrópolis y más allá de los centros
de riqueza y tecnología hacia las comunidades rurales y
las sociedades agrarias, invadan estructuras "tradiciona-
les" cerradas, estáticas y rígidas, sino que, más bien se in-
troduce~~ -enriqueciendo y diversificando así- los
flujos de significado que están siendo constantemente re-
visados y transformados hasta cuando se encuentran "re-
produciendo" las llamadas culturas tradicionales.
La continua construcción creativa y la "reproduc-
ción" de la cultura en las comunidades rurales y en las so-
ciedades agrarias están basadas inevitablemente en la
experiencia local, pero no totalmente restringidas por las
fronteras de las actividades locales. Durante miles de
años en China, India, Persia, Mesopotamia, el Mediterrá-
neo, Centroamérica y en muchas otras partes, los centros
de las grandes culturas han generado y "transmitido" de
manera refinada y elaborada, mitos y poesía, ciencia y
teología, estimulando, enriqueciendo y ampliando las
realidades de miembros de comunidades esparcidas eii-
tre reinos políticos frágiles y turbulentos. Así también,
han fortalecido estados e iglesias a lo largo del último mi-
lenio. Los medios impresos y la alfabetización, los pe-
riódicos y las revistas han ampliado radicalmente el flujo
de información, alcanzando aun a las más remotas comu-
nidades locales.
Ahora, los medios de comunicación electrónicos,
notablemente la televisión, han agregado su influjo a los
procesos creativos permanentes de la reproducción y
promulgación cultural. A través dealatelevisión, los tele-
videntes no sólo amplían sus puntos de vista, a partir de
un fértil flujo de información, sino que, debido a la inten-
sidad y continuidad de la televisión, pueden experimen-
tar indirectamente vidas y situaciones distintas a las de la
vida local. A partir de esta experiencia indirecta, los tele-
videntes están en posibilidad de reconstruir imaginativa-
mente su propias vidas y su fiituro, sus comunidades y
culturas. No sólo las naciones y etnicidades son "comu-
nidades imaginadas"; todas las comunidades son imagi-
nadas en el sentido de que sus formas y normas están
construidas creativamente y no son reflejos mecánicos
de circunstancias y condiciones locales. Los televidentes
locales aprovechan las propuestas generosas de la televi-
sión para construir una comunidad imaginada y un yo
imaginado. Esto no debería sorprendemos; hace mucho
que se estableció que nos definimos y evaluamos, no con
base en cierta evaluación "objetiva" de las circunstancias
Iocales, sino más bien en términos de grupos de referen-
cia seleccionados.
De manera radical aunque también selectiva, la tele-
visión amplía los términos de referencia a partir de los
cuales los televidentes locales pueden elegir, y la intensi-
dad de sus propuestas estimula la reconstrucción creativa
de las sociedades y de las personas. De qué otra manera
podemos explicar el consejo de los líderes del grupo de la
"comunidad rusa" en Estonia, puestos en tela de juicio
por aparentes reglamentos estonios de carácter antiruso
de la ciudadanía, exhortando a los oficiales del Ejercito
Ruso en Estonia a que "dieran la cara para proteger sus
propiedades, hogares, dignidad y derechos humanos", si-
guiendo el ejemplo de las películas norteamericanas de
vaqueros ( l ñ e Baltic Independent, 18-24,junio de 1993,
P. 4).
La corriente electrónica enriquecedora y estimulante
de mensajes fluye a muchas comunidades y sociedades
muy distintas de las que producen los programas y hasta
de aquellas donde se originan las transmisiones. La dife-
rencia entre estas comunidades y los centros de produc-
ción y de origen de las transmisiones puede residir en que
sus economías son más bien agrarias que comerciales-in-
dustriales o postindustriales, su educación está basada
más bien en la participación que en instituciones especia-
lizadas, y en que moldean sus relaciones entre unos y
otros y con la naturaleza en términos de una visión sagra-
da. Sin embargo, con la llegada de los medios modernos
de comunicación y transporte, y sobre todo de la televi-
sión, las sociedades dejan de ser "tradicionales", y más
bien, al compartir con las sociedades de todo el mundo el
flujo electrónico internacional de mensajes, se convier-
ten en sociedades paramodernas (para utilizar la Útil con-
ceptualización de John Galaty, (1992)), avanzando al
lado y tal vez paralelamente, pero no necesariamente
convergiendo con los originadores y productores urba-
nos e industriales de dichos mensajes. Después de todo,
la reelaboración imaginativa de la visión cultural, bajo el
estímulo del flujo electrónico global sigue, en una u otra
medida, aprovechando de manera creativa los recursos
simbólicos locales y reconociendo las condiciones y cir-
cunstancias locales. Pero, ya sea que la recreación de la
cultura se lleve a cabo en líneas paralelas o convergentes,
inevitablemente aprovechara la visión de una globaliza-
ción cada vez más universal. Elizabeth Colson (1 99 1) es-
cribe: "a medida que la televisión se propaga y los aparatos
se multiplican, también se invaden los mundos conceptuales
de una proporción cada vez mayor de la población mundial.
El mismo discurso está formando tanto a los antropólogos
como a sus temas" (p. 57)
Ahora que los nómadas tuareg se preocupan por J. R.,
que los disidentes en Rusia se inspiran en los vaqueros, que
las parejas rurales de Sudán siguen el ejemplo de los cairen-
ses de clase media y que los adolescentes italianos imitan a
los de Beverly Hills, puede que sea el momento de que los
antropólogos enciendan el televisor.

Agradecimientos
Como director del Mediterranean Antropological Research
Equipe (NARE), llevé a cabo una investigación etnográfica
en la región Ogliastra de Cerdeña, por un intervalo de vein-
tiocho meses entre 1987 y 1995. El Departamento de Antro-
pología y la Facultad de Estudios de Posgrado de la
Universidad Mc Gil1 (Montreal), la Fundación Wenner-
Gren para la Investigación Antropológica (Nueva York), los
Fondos FCAR (Quebec), la Fundación Agnelli (Turín), el
Consejo de Investigación en Ciencias Socialesy Humanida-
des de Canadá (Ottawa) y la Academia Nacional de Arte y
Ciencias Finlandesa (Helsinki), otorgaron el apoyo finan-
ciero para el proyecto del MARE y para los miembros del
equipo de investigación. MARE estaba afiliado al Instituto
de Disciplinas Socio-Antropológicas de la Universidad de
Cagliari, gracias al Director del Instituto, Profesor Guilio
Angioni. El trabajo de campo fue posible gracias a la amable
bienvenida, a la ilimitada generosidad y a la activa coopera-
ción de muchos amígos y conocidos de Cerdeña. Mi particu-
lar agradecimiento a los de Villagrande Strisaili.
Obras consultadas

Boddy, J. Wombs andAlien Spirits. Madison, University


of Wisconsin Press, 1989.

Colson, E., Fundación Wenner-Gren: Report for


1990/91. Nueva York, Wenner-Gren Foundation,
1991.

Cornelisen, A. Women of the Shadows. Nueva York,


Vintage Books, 1976.

Delaney, C. The Seed and the Soil. Berkeley, University


of California Press, 1991.

Galaty, J. G. "Post-Modern Predicaments in Para-Mo-


dern Cultures". Ponencia presentada en la Reu-
nión Anual de la "American Anthropological
Association", San Francisco, 1992.

Gazette, The Montreal. ,Bizarve Network Offer Triggers


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La etnografía del desarrollo: la visión de un
antropólogo africano sobre el proceso de desa-
rrollo

Paul Ncltoji Nkwi

Antecedentes históricos
Un informe del Banco Mundial (World Bank, 1989, p.
30) señala que el Áfnca subsahariana se encuentra en una
situación económica muy deteriorada y al borde del des-
plome. El documento enumera los factores que han con-
tribuido al mal desempeño de las economías africanas: la
situación comercial, el crecimiento de la población, la
disminución de las inversiones y su bajo rendimiento. El
informe del Programa de las Naciones Unidas para el De-
sarrollo (PNUD, 1992, p. 255) recalca los mismos puntos.
Cuando los analistas económicos occidentales emplean
indicadores socioeconómicos tales como tasa de creci-
miento demográfico, tasa de mortalidad, índice de natali-
dad, ingreso per cápita, índice de alfabetización y nivel
de nutrición para caracterizar el subdesarrollo de Áfnca,
no queda más remedio que concluir que los intentos por
conducir al continente a niveles aceptables de desarrollo
han fracasado. ¿A quién culpar?
Atribuir los apuros económicos actuales de África a
un largo proceso histórico, al cual no siempre se le ha
Paul Nchoji Nhvi

prestado mucha atención, es un intento por apreciar lo


colosal de las restricciones y problemas que los africanos
han tenido que enfrentar en el proceso de desarrollo. Este
trabajo analiza retrospectivamente la historia e intenta
identificar las causas cercanas y remotas del subdesarro-
llo de Á h c a .

África precolonial
Según registros fósiles, todas las especies humanas tu-
vieron su origen en Áfica. La literatura científica de-
muestra la presencia del Horno sapiens en África mucho
antes de que emigrara al Oriente Medio o a Europa (Ro-
bins, 199l). Asimismo, algunos estudios moleculares y
lingüísticos señalan que la mayoría de las poblaciones
del mundo tiene raíces africanas. Los científicos pueden
estar o no de acuerdo sobre el papel central de África en
la historia mundial, pero no hay que olvidar que el desa-
rrollo ha estado determinado, en gran medida, por fuer-
zas globales. ¿Cuál de todas las naciones poderosas de la
Tierra podría afirmar que jamás ha utilizado para bien o
para mal a los africanos o a sus recursos?
Según lo indica Cheikh Anta Diop (198 1, p. 60), Áfri-
ca fue la cuna de la civilización. Diop señala también que
Egipto fue una fuente de inspiración para la civilización
helénica y que la civilización egipcia tuvo sus inicios en
la región del Valle de Rift, antes de emigrar a Egipto a lo
largo del Nilo. Al atribuirles primordialmente a Atenas y
a Roma la civilización occidental, la historia quedó dis-
torsionada. Durante el periodo colonial, las misiones oc-
cidentales encargadas de civilizar África, no solamente
no supieron reconocer a las grandes civilizaciones, sino
que tampoco fueron capaces de distinguir el hecho de
La crnogrqfia del d e ~ a r m l l ola~ vrsrón de un anrropólogo oJncono

que este continente era la cuna de la humanidad y del sa-


ber. Históricamente, las civilizaciones afhcanas sufkie-
ron los mismos reveses o retrocesos que han
caracterizado a las grandes civilizaciones en decadencia.

Comercio de esclavos y esclavitud


Una de las relaciones más humillantes entre África y el
resto del mundo fue el comercio de esclavos. Los movi-
mientos masivos y la implantación de sus recursos huma-
nos en otras economías, comprometieron y pusieron en
peligro el desarrollo, firme y pausado del continente afri-
cano. El descubrimiento del Nuevo Mundo y de sus
abundantes recursos naturales, lo convirtieron en un foco
de atención, pero la explotación de estos recursos reque-
ría enormes insumos de mano de obra. La población eu-
ropea no era suficiente para satisfacer las necesidades de
mano de obra del Nuevo Mundo. Williams (1964, p. 6 )

con lo limitado de la población de Europa en el si-


glo xix, no hubiera sido posible suministrar la
mano de obra necesaria para cultivar las cosechas
básicas de azúcar, tabaco y algodón del Nuevo
Mundo, en las cantidades necesarias que permitie-
ran una producción a gran escala.

El descubrimiento de la fuente de recursos humanos


afilcanos fue una solución económicamente atractiva
para el reclutamiento masivo de mano de obra destinada
a las plantaciones del Nuevo Mundo. Williams (op. cit.
p. 6 ) afirma que ]a esclavitud era necesaria: en un princi-
pio, los europeos se valieron de los indígenas, pero éstos
no lograban satisfacer los requerimientos de mano de
Paul Nchoji Nhvi

las plantaciones. Considerados como flojos, e incapaces


de aguantar como los negros africanos las pesadas activi-
dades laborales, los indígenas americanos se salvaron del
flagelo de la esclavitud en las plantaciones. Como lo se-
ñala Williams (op. cit., pp. 7-8),
los indigenas sucumbían rápidamente ante el traba-
jo excesivo que se les exigía, la dieta insuficiente,
las enfermedades del hombre blanco y su incapaci-
dad para ajustarse a la nueva forma de vida. Acos-
tumbrados a una vida en libertad, su constitución y
temperamento se adaptaban mal a los rigores de la
esclavitud en las plantaciones. Someter a los indí-
genas a trabajar en las minas, al trabajo monótono,
insano y severo, sin sentido tribal, sin rituales reli-
giosos ... significaba esclavizar no sólo sus múscu-
los, sino también su espíritu colectivo.

Al no poder utilizar a los indígenas americanos como


bestias de carga o como fuente de mano de obra, los im-
perialista~europeos volvieron la mirada al Áfiica negra.
Durante muchas décadas, el hombre africano fue sujeto
normal de comercio. La "mano de obra infantil" de la
Revolución Industrial se refinó aún más en el caso del
a~asallamientode los africanos. Aunque la esclavitud ya
cuistia en Áfi-ica mucho antes de la llegada de los colo-
iiialistas, se trataba de una esclavitud de tipo más huma-
nitario.
En la mayoría de las sociedades africanas, a los es-
clavos se les permitía tener propiedades y tomar por es-
posas a mujeres pertenecientes a los grupos del amo. Sus
hijos adquirían la libertad al nacer. En el reino de Kom en
Camenín, un esclavo comprado por un príncipe, llegó a
convertirse en una de las personas más poderosas del rei-
no (Nkwi, 1976, p. 25). El trato brutal a los esclavos no
/A etnogrfla del desarrollo la vrsrón de un antropólogo aficano

era una práctica tradicional en África, se les trataba como


iguales y como seres humanos. La única diferencia era
que se les capturaba en las guerras y a las mujeres
aprehendidas, muy rara vez se les consideraba o se les
trataba como esclavas.
Cuando los europeos ingresaron al mercado de es-
clavos africanos con dinero, bienes y una buena dosis de
racismo, todo el concepto de la esclavitud cambió. El es-
clavo se convirtió entonces en un producto~ásicoy, por
lo tanto, en un ser inferior sin derechos humanos ni digni-
dad. La rehabilitación de la imagen de los negros ha sido
difícil. A los esclavos se les transportaba a las plantacio-
nes en condiciones insalubres y carentes de higiene, con
grandes pérdidas de vidas humanas. Siglos de matanzas
y pillaje del continente tuvieron ramificaciones de largo
alcance en el desarrollo de África. Privado de la mayor
parte de su fuerza laboral, el continente fue testigo del es-
tancamiento y la dependencia. Daniel Offiong (1980, p.
91) estima que al finalizar el periodo del comercio de es-
clavos, África había perdido entre 65 y 75 millones de al-

El proceso del subdesarrollo de África empezó no


sólo con este agotamiento de sus recursos humanos, sino
también con la "inferiorización" de sus productos loca-
les. La introducción de bienes baratos manufacturados
en Occidente, considerados como superiores y mejores,
asfixió o destruyó la iniciativa y la industria afi-icanas. El
síndrome de dependencia se fue consolidando poco a
poco a través del tiempo. Como lo indica Offiong (Ibid.):
LOS esclavos constituyeron un agregado cada vez
inás importante a las exportaciones disponibles
-oro, plata, marfil, especies, pieles, amas, cera-
Paul Nchoji Nkwi

les, cera y demás bienes-. A cambio de estos pro-


ductos, los gobernantes y sus pueblos recibían una
variedad suficiente de bienes europeos para apoyar
una base económica de gran importancia. Entre
más bienes, incluyendo a los esclavos, se produje-
ran o se hicieran pasar por el reino, más bienes im-
portados podía adquirir el rey y su pueblo. Con
estos bienes importados, un gobernante podía equi-
par con armamento europeo a por 10 menos algunos
de sus soldados. Esto le concedía una ventaja enor-
me sobre los pueblos vecinos que luchaban con sus
tradicionales armas africanas. Asimismo, la abun-
dancia de bienes extranjeros atractivos, servía de
aliciente poderoso para que seguidores y vasallos
del gobernante lo apoyaran en las guerras de con-
quista que, en general, aumentaban el suministro
de bienes africanos, incluyendo a los esclavos.

La base de los recursos humanos de África se agotó


principalmente debido al comercio de esclavos que em-
pezó a disminuir a medida que las naciones europeas se
fueron instalando en el continente y lo subdividieron
como si fuera botín de guerra.

La colonización
La dependencia de África con respecto a Occidente, cul-
tural, económica y política, se inició con el colonialismo.
Gradualmente, el nuevo orden fue preparando el camino
para que el Occidente explotara económicamente los re-
cursos naturales y minerales de África.
Al igual que el comercio de esclavos, la colonización
contribuyó a profundizar aún más el drama del subdesa-
rrollo africano. Cuando la Revolución Industrial hizo
menos redituable el comercio de esclavos, los inmensos
recursos naturales de las colonias surgieron como un ac-
tivo económico de más atractivo. A medida que Estados
Unidos fue adquiriendo su autonomía política y que su
separación de Europa era inevitable, surgi&@ necesidad
de revisar la estrategia. En lugar de t r a n s i h r mano de
obra de Áfnca a las Américas, ésta se utilizaría, a partir
de ese momento, para explotar los recursos naturales del
continente africano. El comercio de esclavos se substi-
tuyó en las plantaciones por el vasallaje y el trabajo for-
zado. A través de una expropiación subrepticia de las
tierras de los pueblos indígenas, sin que éstos recibieran
compensación alguna, se crearon extensas granjas y
plantaciones. La élite Bakweri de Camerún ha intentado,
sin éxito a lo largo de muchos años, recuperar tierras ex-
propiadas por el gobierno colonial alemán entre 1884 y
1916. La tierra expropiada se convirtió en un bien básico
valioso para la economía de las plantaciones que reque-
rían de la mano de obra africana.
En 1892, el oficial colonial alemán, Eugen Zintgraff,
hizo un llamado al gobierno alemán para que reclutara
masivamente a africanos para trabajar en las recién esta-
blecidas plantaciones de Camerún. La política colonial
en África era "África para los africanos y los africanos
para nosotros." Si los alemanes empleaban mano de obra
africana en Áfi-ica, las ganancias irían a parar a Alemania
y no a África (Nkwi 1989, p. 13).
Puede argumentarse que el cambio ocurrido consis-
tió en pasar del comercio de esclavos a la esclavitud en
las plantaciones africanas. También puede decirse que el
impulso mundial del humanitarismo, tan pronunciado en
la última mitad del siglo XIX e impulsado por William
Wilberforce, entre otros, obligó a los tratantes de escla-
vos y a los imperialistas a intentar disimular este trato al-
Paul Nchoji Nhvi

tamente inhumano. El cambio de estrategia que se dio a


continuación, preparó gradual y sistemáticamente, el ca-
mino hacia la colonización. La necesidad urgente de pro-
teger las plantaciones y las empresas y reforzar 'la
autoridad sobre estas zonas, se convirtió en un asunto de
gran importancia. La Conferencia de Berlín en 1884, es-
tableció el marco de referencia para la balcanización de
Áfi-ica. Las decisiones que se adoptaron en esa conferen-
cia legalizaron la explotación de los recursos de Áfnca,
sin miramiento por los derechos de sus pueblos. Muy po-
cas de las ganancias se destinaron al desarrollo de las co-
lonias africanas, mientras que las economías de Europa
Occidental recibieron una cantidad inmensa de utilida-
des.

El status de las colonias


Los imperialistas en la Conferencia de Berlín se compor-
taron como si África fuera un país derrotado. Cada Esta-
do colonial enfrentó el problema de manejar los diversos
grupos étnicos y cada poder estableció su propia política
y subyugó al pueblo como mejor le pareció (Yacono,
1979). El Estado colonial estuvo altamente descentrali-
zado bajo los británicos y a través de su política de go-
bierno indirecto, la etnicidad surgió como una forma de
control. Esto explica por qué la mayoría de las revolucio-
nes en las colonias británicas fueran de tipo étnico. A pe-
sar de que los británicos otorgaron mayor autonomía a
los pueblos indígenas, su política fue fundamentalmente
racista. Su actitud era dejar que las unidades étnicas ma-
nejaran sus propios asuntos.
Para los británicos, la mejor manera de gobernar a las
poblaciones locales era mantener gobiernos tradiciona-
I.Q etnografm del desarrollo: la visirin de un un~roprilogoafricano

les y usarlos como intermediarios entre el pueblo y la ad-


ministración colonial. En la época moderna, el racismo
ha sido parte de una forma de vida en la mayoría de los
países, antiguamente controlados o influidos por los bri-
tánicos (por ejemplo, Sudáfrica y Estados Unidos), don-
de el "apartheid" o segregación surgió como la causa
remota de una política indirecta de gobierno. Los france-
ses, españoles y portugueses optaron por un lento proce-
so de asimilación total de las élites locales instruidas.
Las colonias formaron una parte integral de Francia, Es-
paña y Portugal. Poca importancia le dieron los france-
ses (Deschamps, 1953) al hecho de que Brazaville fuera
la capital de la Francia Libre, en 1945. Después de todo,
el Congo era parte de la República Francesa.
La contienda por Átkica y la adquisición de colonias,
con fines de utilidad económica más que por considera-
ciones humanitarias (la "misión civilizadora"), por parte
de las fuerzas imperialistas, ponen en evidencia que las
potencias colonialistas se ocupaban de sus propias agen-
das y ganancias económicas. Las cosechas comerciales
no fueron introducidas para proporcionar beneficios eco-
nómicos a la población local, sino para generar un efecto
multiplicador en la vida de los habitantes de la metrópo-
lis. El trabajo forzado se institucionalizó. En las regio-
nes donde no existían plantaciones, se introdujo la
agicultura de cultivos comerciales, reforzándola firme-
mente sobre la base de pequeños agricultores entre las fa-
milias africanas. Muy poca atención se le concedió al
incremento en la producción de cultivos alimentarios, vi-
tales para mejorar el nivel de nutrición de los pueblos de
la región.
Paul Nchoji Nkwi

Entre muchas otras, una de las consecuencias fue la


1 hambruna, debido a que gran parte de la producción agrí-
l
cola era de cultivos comerciales. Este tipo de agricultura
condujo a la desforestación y a la degradación del am-
biente, a la erosión y al agotamiento de los suelos, así
como a la hambruna, a la pobreza y a grandes carencias
para los nativos. En la actualidad, cuando los amos de las
antiguas colonias les dicen a los africanos que no talen
sus bosques en búsqueda de ganancias económicas, la
mayoría de los dirigentes africanos piensan que se trata
de otro intento por ahogar la economía africana, o que es
otra forma de esclavitud económica. Como lo explico a
continuación, el Programa de Ajuste Estructural (SAP),
que tanto sufrimiento y pobreza ha causado a los campe-
sinos africanos, es un testimonio evidente de la esclavi-
tud económica y de la manipulación neocolonial.
Todas las consideraciones anteriores conducen a
pensar que las instituciones financieras occidentales han
desempeñado un papel principal en el subdesarrollo de
África. Los sistemas económicos y monetarios de los
países africanos son occidentales: la mayoría de los afri-
canos todavía no logran adaptarse, ni ellos ni sus estruc-
turas a este tipo de sistemas. De nueva cuenta, la
transformación de la mayoria de los productos primarios
africanos sucede fuera del continente. El sistema capita-
lista occidental ha logrado tomar el poder con toda rapi-
dez. Los escritores occidentales siguen pensando que
África no estaba preparada para resolver las cuestio~es
de una administración moderna, ni tampoco para moder-
nizarse. ¿Cómo iba a lograr esto, si la mayoria de los ad-
ministradores de tiempos de la colonia fueron
virtualmente expulsados del continente por fuerzas na-
cionalistas que buscaban la independencia? Una nación
1 1.u einografla del desarrolh: /a visicin de un antropcjfoga ajricano

de África central no contaba más que con dieciséis gra-


duados universitarios al momento de su independencia.
¿Cómo hubieran podido, estos pocos seres privilegiados,
administrar un sistema que les era ajeno? Según René
Dumont (1 982),
principalmente, la colonización permitió que las
colonias pudieran soportar el peso de la administra-
ción moderna. El dinero se introdujo y no tuvo otra
finalidad que agravar el empobrecimiento de los
campesinos e impedirles cualquier tipo de acurnu-
lación de capital y por lo tanto que se moderniza-
ran. Durante mucho tiempo, la industria estuvo
prohibida en las colonias, con la única finalidad de
proporcionar un mercado para los productos manu-
facturados occidentales y una base para la materia
prima.

En realidad, lo que podría denominarse una adminis-


tración moderna fue la preparación para ebnacimiento
del síndrome de la dependencia. La manipulación per-
sistente de las economías africanas por parte de las fuer-
zas neocoloniales es la muestra de que el continente no
estaba totalmente preparado para ejercer una forma mo-
derna de gobierno y de administración. La independen-
cia fue una simulación. Algunos países africanos no
contaban con la mano de obra para operar sistemas que, a
la mayoría, les eran ajenos. ¿Fue esto premeditado?
¿Será posible que los movimientos africanos de libera-
ción nacional que movilizaban a grupos insurgentes lo-
cales para que lucharan por su independencia, hayan
tomado desprevenidos a los administradores coloniales?
¿Cuál fue la razón de que a la gente no se le hubiera capa-
citado o instruido en el arte del buen gobierno? Las res-
Paul Nchoji Nhvl

puestas a estas preguntas tienen graves implicaciones en


cuanto a la cuestión del subdesarrollo.

Neocolonialismo
La mayoría de los países africanos obtuvieron su inde-
pendencia en las décadas de los sesenta y setenta después
de muchos años de lucha, marcando con esto, el fin ofi-
cial de la administración colonial y del control político.
Sin embargo, ninguna de las potencias coloniales había
preparado el terreno para una economía fuerte y vibrante
en sus antiguas colonias. Los intentos del grupo de na-
ciones de Casablanca (Ghana, Egipto, Marruecos y Gui-
nea) por forjar un nuevo curso de acción económico,
político, militar y monetario para una África indepen-
diente, fue saboteado por fuerzas neocoloniales que ope-
raban dentro de los recién independizados paises en la
década de los sesenta. Lo que surgió como la Organiza-
ción de la Unidad Áfncana en Lagos en 1963 fue una
Áfica desarmada. El control neocolonial permanente se
ha logrado mediante:
conservación de los monopolios económicos en
detrimento de la iniciativa local;
instituciones políticas hechas a la medida de los
intereses neocoloniales; y
una administración pública conformada por afri-
canos occidentalizados, más occidentales que los
occidentales mismos.
La administración colonial creó cuatro clases socia-
les: l ) una burguesía imperialista extranjera; 2) una bur-
guesía autóctona (africanos asimilados); 3) una clase
media baja (oficinistas, mensajeros, etc.); 4) un campesi-
Lo elnogrolio del desorrollo lo vi udn de un ontropdlogo ofncmo

nado, formado por agricultores con un control muy redu-


cido de los recursos naturales (Owona, 1990).
Un pequeño cuerpo de administradores coloniales
permaneció después de la independencia, y aún sigue
ahí. La influencia económica de estos cuantos adminis-
tradores no puede menospreciarse. Permanecieron para
conservar el vínculo entre las colonias y la metrópolis,
continuando con su tarea de promover el interés de esta
última. Owona (op. cit. ,p. 68) afirma:
En realidad, a pesar de una presencia física lirnita-
da, algunos expatriados estaban colocados en di-
versos puestos administrativos como asesores
técnicos, controlando casi dos terceras partes de la
administración de los sectores público y privado.
En 1982, todas las empresas de origen occidental
contaban con el 43 % de los cargos de altagerencia,
en contraste con el 25.7 % de cameruneses. En
1981, había 7,847 puestos de alto nivel, de los cua-
les el 43.6 % eran para expertos extranjeros, que
constituían el cuerpo principal de la jerarquía pro-

Aún en la actualidad, los expertos extranjeros cubren


una proporción significativa de los directivos de alto ni-
vel en algunos países africanos. Ellos son quienes toman
las decisiones importantes. Los intereses occidentales
siguen estando protegidos.
Quien substituyó a los administradores coloniales
fue una élite educada en Occidente, que había adquirido
la cultura occidental, había estudiado allí y que era occi-
dental cultura] y espiritualmente. Poco se intentó para
que esta elite adquiriera bases sólidas sobre transferencia
y dominio de la tecnología. La finalidad de todo esto fue
Paul Nchoji Nkwi

la de asegurar que personas cuidadosamente selecciona-


das y entrenadas estuvieran encargadas de proteger los
intereses coloniales. Frantz Fanon (1983) los denomina
compradors', o colaboradores internos de los imperialis-
t a ~ Así
. fue como las naciones africanas se independiza-
ron políticamente, sin emanciparse económica y
culturalmente. Otorgar la independencia política a las
naciones africanas fue una cortina de humo, detrás de la
cual los manipuladores coloniales pudieron utilizar a los
mismos dirigentes nacionalistas para esclavizar econó-
micamente a los africanos. Algunos observadores se re-
fieren a este fenómeno como neocolonialismo. Jean
Ziegler (1979), describió que los Estados afiicanos tenían
que soportar los antojos y caprichos de los imperialismos
y "protonaciones" occidentales. El corolario de todo
esto ha sido la dependencia, el deterioro de los téminos
comerciales, la falta de iniciativa, y el fomento del sub-
desarrollo de África.
La gran duda que sigue sin aclararse es averiguar
cuánto éxito han logrado las estrategias actuales para rec-
tificar la situación en África. ¿Han logrado resultados sa-
tisfactorios? En caso negativo, ¿qué hacer, considerando
la gravedad del problema? Es evidente que el subdesa-
rrollo de África está profundamente arraigado en su pro-
pio pasado. Las economías occidentales de la actualidad
no pueden negar su participación en ese proceso.

1 Jefe del personal nativo en la antigua China. N. de la T.


la elnografia del deiarrollo la vui0n de un antroptilogo afr,cano

Evaluación analítica de la asistencia al desarrollo


La mayoría de los países africanos obtuvieron su inde-
pendencia hace por lo menos veinticinco años y el desa-
rrollo económico ha sido descrito como un fracaso o un
derrumbe total. Para evaluarlo se han utilizado indicado-
res económicos. Fundamentalmente, el desarrollo signi-
fica progreso económico, crecimiento económico y
modernización. En esta perspectiva, el desarrollo presu-
pone una modificación de las esti-ucturas económicas y
sociales, así como la inversión del excedente económico.
La mayoría de los escritores utilizan como indicadores
de desarrollo el producto nacional bruto, el producto in-
terno bruto, la industrialización y el volumen de inter-
cambio. Es muy frecuente que las evaluaciones y
análisis significativos de la situación africana, descuiden
los aspectos cualitativos del desarrollo.
Las siguientes categorías son las que generalmente
definen al subdesarrollo (Grawitz, 1983,p. 338): altas ta-
sas de mortalidad infantil, optimismo limitado en cuanto
a la vida en general, desnutrición, analfabetismo, alto
grado de dependencia de fuentes externas de subsisten-
cia, industrialización rudimentaria, sector económico
primario abrumador, bajo status social de la mujer, mar-
cada ausencia de una clase media, bajo consumo de ener-
1 gia, pobreza y miseria generalizada. /,Cuál es la razón de
I una situación tan sombría, a más de veinticinco años de
que los africanos hayan asumido su propio destino? Se-
gún Lacoste (1985, p. 23):
El subdesarrollo se ha convertido en materia de
preocupación general. Es un concepto ubicuo mul-
tifome, susceptible de evocarse en todo momento
y en cualquier parte. ESobjeto de discurso habitual
Paul Nchoji Nkwi

entre intelectuales. También se usa para indicar


condiciones socioeconómicas dificiles. Nos re-
cuerda la pobreza y es la expresión de privaciones,
escasez, inferioridad, desigualdad y falta de un bie-
nestar material fundamental.

La pobreza es el aspecto más visible y palpable del


subdesarrollo:
Si la riqueza caracteriza al desarrollo, entonces, la
pobreza de orige- económico es, a menudo, el re-
sultado de una disti-ibución desigual de la riqueza y
de los fmtos del crecimiento económico. Es una
condición de los pobres, a quienes, en una sociedad
determinada, se les priva del ingreso suficiente
para cubrir sus necesidades psicosociales
(Labbens, 1978, p. 12).

La falta de alimentos, de salud y de ingresos seguros


son indicadores de pobreza y subdesarrollo. La mayoría
de los países pobres del mundo se encuentran en África, y
éstos, a menudo, son económicamente frágiles, vulnera-
bles, miserables e incapaces de conservar niveles de vida
razonables y sostenibles (Nkwi, 1993, p. 3). Enfermos de
estrangulamiento económico y del síndrome de la de-
pendencia, estos países se apoyan en la asistencia externa
para subsistir.
La dependencia funciona a través de la estructura del
sistema económico internacional, que depende de los
Acuerdos de Bretton-Woods de 1944 (el FMI y el Banco
Mundial) y del GATT de 1947 (revisado en 1994), pero
¿para beneficiar a quién? Las economías africanas que
se encuentran bajo tensiones económicas profundas, a
causa de la caída de los precios de sus productos prima-
rios, no pueden prosperar en esta jungla económica inter-
la errlografia del de\arrollo la 1.1ció11de un anrropdlogo ojrrcano

nacional, donde sólo los más aptos sobreviven. La


asistencia al desarrollo se convierte más en un acto de ca-
ridad que en un esfuerzo consciente entre socios iguales.
Dentro del marco de referencia del capitalismo mundial,
el libre comercio favorece a los países desarrollados y
castiga a las economías subdesarrolladas. Es imposible
que África se desarrolle bajo este tipo de sistemas impe-
rialista~capitalistas.
De acuerdo a Ziegler (op. cit.,p. 61): "La escasez go-
bierna al planeta: escasez de libertad, de alimentos, de
oportunidades de una vida plena. Evidentemente se trata
de una escasez organizada". El apuro económico actual
en el que se encuentra África es resultado de una cuida-
dosa manipulación y de la administración de la escascz
que el Norte ejerce sobre el Sur. Después de décadas de
una asistencia al desarrollo sin orientación, sin resulta-
dos concretos sostenibles, los agentes internacionales del
poder consideran que la escasez de libertad es uno de los
factores del subdesarrollo de Áfhca. A este continente se
le ha recetado la democratización como la nueva regla a
seguir. ¿Podría ser ésta, la manera de darle vuelta a la
economía? Lo dudo. El énfasis en un buen ejercicio del
poder y en la democratización como componentes esen-
ciales de un desarrollo económico significativo, capaz de
sacar al continente del estancamiento económico, re-
quiere de un replanteamiento del orden económico mun-
dial, dentro del cual Áfnca tiene un papel decisivo en
cuanto a fortaleza. Es necesario reconstruir la filosofía
de la asistencia al desarrollo en su totalidad.
La historia de la asistencia al desarrollo es larga de
contar: las sumas de dinero que se han colocado en Áfri-
ca son inmensas. Desde la década de 10s sesenta. África
Paul Nchoji Nhvi

ha recibido más de $300 mil millones en ayuda. Para la


década de los ochenta, África

representaba el 12% de la población mundial en de-


sarrollo, pero recibía el 22% de la asistencia al de-
sarrollo otorgada por el Occidente. Un ejercicio
del poder deficiente y el saqueo organizado e insti-
tucionalizado de la riqueza del continente por sus
propios hijos, continúa como práctica comun. Los
gobiernos africanos han gastado más de $12 mil mi-
llones de los impuestos de sus pueblos en arma-
inento y en mantener a los militares y a las
dictaduras (Nkwi, 1992, p. 29).

La asistencia al desarrollo está todavía fundamenta-


da en la lógica colonial. El meollo sigue siendo la protec-
ción del interés vital. La asistencia al desarrollo ha sido y
seguirá siendo otorgada a los paises, a pesar del despilfa-
rro de los fondos concedidos en el pasado. La pobreza y
la miseria seguirán existiendo, a pesar de todos los es-
fuerzos de asistencia. Claud Freud (1988, p. 48) critica la
asistencia técnica francesa en los siguientes términos:
Desde un principio, la asistencia técnica se basó en
cierto tipo de agresión de personas convencidas de
ser ellas, el único punto de referencia para solucio-
nar el subdesarrollo. El concepto de "cooperación"
los halagay los alienta a asumir posturas más domi-
nantes. Para poder conservarlas, es forzoso que la
población indígena siga siendo primitiva. Asimis-
mo, estos agentes tienen mucho cuidado en evitar
cualquier forma de contaminación que los haga pa-
recerse a los nativos. Se niegan a aprender sus idio-
mas, y en términos generales, evitan cualquier
contacto extraprofesional con ellos.
del Jetarrollo la v~,rrjnde trn anlropblogr, a/r,cmo
JA ef~ogra/ia

La naturaleza intrínseca de la asistencia al desarro-


llo, especialmente en el sector público, consiste en con-
solidar los antiguos vínculos coloniales, hacer amistades
y ganancias económicas, así como explotar y volver a ex-
plotar el potencial económico del país receptor. Los fun-
cionarios gubernamentales africanos han sido víctimas
de este espejismo y siguen pensando que este tipo de
asistencia es la Única manera de combatir la pobreza y el
subdesarrollo. Los llamados proyectos de desarrollo que
reciben millones de dólares, por lo general, no son para
beneficiar al pueblo.
Los gobiernos de los países desarr~lladosque han
sostenido y fomentado los regímenes compradoriales
son responsables en gran medida del subdesarrollo cre-
ciente de Áfi-ica. Si se analizan los proyectos que no es-
tán orientados al pueblo -grandes elefantes blancos,
tales como lujosos aeropuertos, ostentosos salones de
conferencias, palacios presidenciales, basílicas, nuevas
capitales- todos patrocinados por donadores extranje-
ros, la responsabilidad de las naciones desarrolIadas se
hace más evidente. Los dos ejemplos siguientes ilustran
este punto.
El primer caso es el de un gobierno que se embarcó
en la constmcción de un aeropuerto internacional por un
monto de $25 millones durante el punto culminante de
una crisis económica. El proyecto estuvo patrocinado
por un país europeo, a partir de un contrato de préstamo
celebrado entre ambos gobiernos. Hacer amistades u ob-
tener contratos es más importante para algunos países eu-
ropeos que para los pobres ahcanos que no necesitan
otro aeropuerto internacional. Ya contaban con dos que
estaban subutilizados, además de que había cosas que se
Paul Nchoji Nhvi

requerían con mayor urgencia. Cuando el pais africano


emitió una reglamentación que obligaba a las aerolíneas
a aterrizar en el nuevo aeropuerto, la línea aérea del país
europeo interrumpió sus operaciones en el país socio, ar-
gumentando que era antieconómico utilizar el aeropuer-
to (a pesar de que se construyó con un préstamo de ese
pais europeo.)
El segundo caso se refiere también al mismo país
africano que está plagado de aeropuertos caros y de hote-
les de cinco estrellas, aunque menos del 0.5 % de la po-
blación utiliza estas instalaciones. En un discurso
pronunciado en 1992 en la capital de una de las provin-
cias menos desarrolladas, el presidente de este país seña-.
Ió, complaciente, que la red carretera de la provincia era
ineficiente debido a que los fondos asignados al desarro-
llo de carreteras en el área, se habían desviado hacia pro-
yectos más majestuosos, por ejemplo, la construcción
del aeropuerto en cuestión y un hotel de tres estrellas,
ambos en esta provincia.
En la misma provincia, a dos naciones donadoras se
les concedieron dos proyectos. El primero fue para la
promoción del cultivo de arroz en ciénagas; el otro, para
la construcción de una presa que dotara de agua a la plan-
ta hidroeléctrica durante la época de estiaje. Los exper-
tos de ambos proyectos sabían que la presa inundaría los
campos de arroz. No informaron al gobierno sobre las
implicaciones de la presa. Cuando este proyecto quedó
tei minado, no sólo se inundaron los arrozales sino, tam-
bién, sitios culturales y arqueológicos.
Otorgar asistencia a países africanos independientes
era, cn términos neocoloniales, "mantener el control co-
' jliial" sobre esos Estados-nación. Las épocas de la ex-
/A etnograjío del desarrollo: la vi.rión de rol unrropólogo africano

plotación colonial se olvidaron. La asistencia al


desarrollo nunca se consideró en términos de una devolu-
ción parcial de las riquezas económicas de la colonia.
Los museos europeos están rebosantes con el botín de la
cultura material africana. Se han presentado protestas
exigiendo la devolución de las mejores obras de arte afri-
canas, lo cual no ha sucedido. Es difícil evaluar el alcan-
ce del pillaje económico de los recursos naturales y
minerales de África. La asistencia al desarrollo de las an-
tiguas potencias coloniales, que hoy están entre los paí-
ses más ricos del mundo, debe considerarse como una
forma de restitución o repatriación de la riqueza del con-
tinente.
Por razones históricas, Francia ha estado profunda-
mente arraigada en África. Su participación política, cul-
tural, técnica, financiera y científica en las antiguas
colonias africanas es enorme y muy penetrante. Los Fon-
dos de Asistencia y cooperación2 (FAC) franceses asig-
nan fondos o préstamos a países de la "zona FAC",
constituida por todas las antiguas colonias francesas in-
cluyendo Namibia, Sudáfrica, Lesotho y Suazilandia.
Los países que no forman parte de la zona FAC reciben
asistencia para inversión exclusivamente del erario fran-
cés, mientras que la asistencia técnica está en manos de
la Dirección General de Cooperación Cultural, Científi-
ca y Técnica del Ministerio de Relaciones Exteriores
(Freud, 1988, p. 36). Otras instituciones como la "Caja
Francesa de ~ e s a r r o l l o "(ex
~ CCCE) y algunos ministe-
nos (Cooperación, Finanzas y Economía, y Educacibn)

2 Fonds d'Aide en Cooperation. N. de la T.


3 Caisse Fran~aisede Développement. N. de la'l'.
¡ Paul Nchoji Nkivi
1
1

1
colaboran directamente con los ministerios de los países
que reciben la asistencia al desarrollo.
~ s t ays otras instituciones están en Áfiica no sólo
con el objetivo de ayudar a que los africanos logren desa-
rrollar sus países y sus economías, sino también para pro-
teger los intereses económicos, culturales y políticos de
Francia. Es posible que la nueva dirigencia francesa pro-
mueva políticas distintas a las de sus antecesores.
Debido a la inseguridad del liderazgo, la asistencia
militar francesa en África ha ocupado un lugar preponde-
rante dentro del marco de referencia de la cooperación.
En 1986-87, la asistencia militar absorbió más del 10% de
la asistencia francesa al desarrollo. El sector rural enca-
beza el esquema de actividades directa o indirectamente
financiadas o apoyadas por Francia. El balance de FAC
correspondiente a 1971181 señala que el sector agrícola
recibió 33.4 % de los fondos de este organismo (Freud,
op. cit., p. 36). Un análisis más detenido revela que los
recursos fmancieros estuvieron dirigidos a aquellas áreas
que no representan una amenaza para los productos agrí-
colas franceses y favorecieron productos que satisfacen
los propios intereses económicos franceses o que este
país requiere para sobrevivir. ¿Estaría dispuesta Francia
a sacrificar a sus agricultores para promover los produc-
tos agrícolas afr-icanos? La respuesta es evidente. Den-
tro del marco de referencia de la cooperación
internacional, los países sin vínculos coloniales con Áfri-
ca han basado su asistencia al desarrollo sobre otros prin-
cipios. La regla no escrita parece consistir en una
mínima participación y ninguna interferencia con el tra-
bajo de desarrollo de los socios históricos de África.
La c/nogra/;a del rlc~arrollo /a v~núnde irn anrropólogo afr~cano

Estados Unidos también proporciona asistencia al


desarrollo. La Agencia Norteamericana para el Desa-
rrollo Internacional, (USAID) ha realizado importantes
contribuciones en África, a través de programas de salud,
demográficos y de desarrollo económico y más reciente-
mente de capacitación en cuestiones de medio ambiente
y democracia. A pesar de que la USAID está recortando
financiamiento y retirándose de algunos países (ver más
adelante), Á f ~ c ha
a recibido miles de millones de dóla-
res de asistencia norteamericana destinados al desarrollo
del Tercer Mundo.
Berg y Whitaker (1990, p. 448) afirman con toda ra-
zón que el programa norteamericano de asistencia al de-
sarrollo ha evolucionado al máximo en comparación con
otros esfuerzos de desarrollo. Señalan que, en el marco
de referencia de la asistencia externa prestada a Áfnca, la
política de cooperación norteamericana ha cambiado
enormemente. Al darse cuenta de lo poco que se ha lo-
grado mediante la asistencia bilateral pública, Washing-
ton esta dependiendo cada vez más de las organizaciones
no gubernamentales (ONG) para realmente lograr cam-
bios económicos y alentar el desarrollo. El alivio a la po-
breza, a la desnutrición y a las enfermedades sigue siendo
el punto central del mandato legislativo de la USAID. Es
mucho más sencillo lograr el éxito de este tipo de políti-
cas a través de las fuerzas privadas y del mercado.
Según Berg y Whitaker, la asistencia norteamerica-
na está orientada y enfocada a los recursos humanos y su
capacitación. Es necesario que la gente, a nivel local, ad-
quiera la capacidad y la habilidad para operar sus propios
sistemas, así como para mantener y renovar sus equipos.
El problema de la sustentabilidad se vuelve crítico. En el
Paul Nchoji Nkwi

boletín informativo de la USAID del 19 de noviembre de


1993, el administrador de esta agencia, Brian Atwood,
justificó el cierre de veintiún misiones en el mundo, nue-
ve en África incluyendo las de Camenin, Mali, Burkina
Faso. Atwood señaló que "los países que no permiten que
sus propios ciudadanos participen adecuadamente en el
proceso de desarrollo" son malos socios en este proceso
y a continuación indicó que "el desarrollo sustentable no
puede alcanzarse en estos países mientras sus propios go-
biernos no cambien las políticas". Esto no deja dudas so-
bre lo que el gobierno norteamericano busca en sus
vínculos con los países africanos.
A nivel de la Organización de las Naciones Unidas,
Áfnca sigue a la cabeza en la lista de proyectos del PNUD
en todo el mundo. Entre 1988 y 1991, África contó con
234 proyectos, muchos más que Asia y el Pacífico juntos
(224), que el mundo árabe y Europa (1 22), y que América
Latina y el Caribe (102). A pesar de la afluencia de recur-
sos humanos y financieros a África, especialmente pro-
venientes de países desarrollados, el continente sigue
siendo la región más atrasada y subdesarrollada del mun-
do. Treinta años de independencia y una cooperación in-
ternacional intensiva no han logrado sacar al continente
de la pobreza abyecta, de la enfermedad, el analfabetis-
mo, la desnutrición y un alto crecimiento demográfico.
Á ~ c sea está hundiendo aún más en la miseria y en ries-
go de permanecer ahí (Kabou, 1991).
Kabou señaló que "la fuerza de las actividades de
África se sitúa invariablemente al exterior; fuera de su
alcance". Entre más aumenta y se fortalece la ayuda, más
se les escapa de la manos a los africanos mismos el poder
para desarrollarse. Una de las consecuencias más graves
de la asistencia al desarrollo de África es que mantiene y
fortalece la dependencia a costa de la creatividad popu-
lar.
Los africanos no han logrado dominar las intinca-
ciones del mercado mundial, donde los precios de los
productos básicos pueden desplomarse y obligar a mu-
chos países africanos a recurrir a "grandes préstamos ex-
ternos para mantener los mismos niveles de gasto que en
épocas anteriores de auge" (Banco Mundial, op. cit.) El
Banco Mundial señaló que entre 1970y 1988, la deuda del
Áfiica del subsahariana pasó de unos $6 mil millones a
$134 mil millones. Se dice que la deuda de África creció
mucho más rápidamente que la de otras regiones en desa-
rrollo. En la actualidad, el endeudamiento de Áfiica se
calcula en alrededor de $170 mil millones. El punto de
vista de los expertos internacionales es unánime en lo
que se refiere a las consecuencias de esta inmensa deuda
para el desarrollo africano. Si, en lo sucesivo, la asigna-
ción de nuevos recursos para el desarrollo se destina al
pago de la deuda externa y al proceso democrático, el
arranque económico de África tardará varias décadas en
llegar. El Programa de Ajuste Estructural (PAE) del Ban-
co Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI)
han confirmado además que África tendrá que esperar
varias décadas para unirse a la comunidad de las nacio-
nes desarrolladas. Los pobres son más pobres, mientras
que los gobiernos corruptos continúan bien instalados.
No puede negarse que la crisis se debe, en parte, al
endeudamiento externo acumulado (Berg y Whitaker,
op. cit.,p. 482). Inicialmente, la asistencia al desarrollo
se concibih y juzgó como una "necesidad urgente" para
mejorar las condiciones de vida. Sin embargo, treinta
Paul Nchoji Nkwi

años han permitido comprobar que más bien se trataba de


una práctica "esclavizante" y "subyugante" (Jalee, 1965,
p. 92) que lo único que logró fue empeorar el subdesarro-
llo de África. Si la deuda pudiera cancelarse o cambiarse
por medio ambiente, habría una leve esperanza de que
Áfnca viviera mejores tiempos. Sin embargo, es necesa-
rio que África pueda manejar su propio destino y contro-
lar las fuerzas del mercado.

Una perspectiva antropológica

El fracaso de los enfoques tradicionales para


alcanzar el desarrollo
Para África, la cuestión más escurridiza ha sido su desa-
rrollo socioeconómico. Se han planteado teorías, una
tras otra, para explicar el proceso, en especial con refe-
rencia a Áfi-ica y al Tercer Mundo. A pesar de los abun-
dantes recursos humanos y naturales de África y de un
desempeño económico relativamente bueno durante las
décadas de los sesenta y setenta, la pobreza seguía siendo
abismal. Los ochenta y noventa han resultado más paté-
ticos aún.
Las teorías convencionales se han puesto en prácti-
ca, y los pueblos locales son cada vez más pobres. En
teoría y en la práctica, los gobiernos y otro tipo de eiitida-
des imponen el desarrollo desde arriba y del exterior por
razones altruísticas o como medio de explotación. A me-
nudo, poco es lo que se conoce acerca de los receptores y
los lazos establecidos son mínimos. Según David Pitt
(1976, p. 4), la brecha social entre los planificadores del
desarrollo y los beneficiarios de los proyectos correspon-
la einografia del clesarrollo: la visión dc un aniropólogo ajn'cmo

dientes, es tan grande que los objetivos jamás se han


cumplido.
Según el enfoque convencional, el desarrollo socio-
económico era sinónimo de crecimiento económico.
Esta escuela de pensamiento está representada principal-
mente por las obras de W.W. Rostow, quien considera
que la sociedad atraviesa por cinco etapas de crecimiento
económico, siendo el arranque la etapa más delicada. En
el contexto africano, este enfoque resalta la importancia
del activismo externo -fuertes inyecciones de présta-
mos, ayuda, expertos y capacitación-. El bienestar ge-
neral de los miembros de la comunidad casi no se toma en
1

I
cuenta. Y tampoco se les consulta.
Lo que el enfoque convencional le ha exigido a Áfri-
ca ha sido pavoroso. Hasta ahora, las economías africa-
nas han estado organizadas según visiones coloniales
que ignoran las realidades del continente. Las adminis-
traciones modernas, moldeadas de acuerdo a las culturas
occidentales no han reconocido la importancia de las cul-
turas nativas, dentro del proceso de desarrollo. Muy
poca ha sido la importancia que se le ha dado a la partici-
pación de los habitantes locales en el proceso de toma de
decisiones que afectan su vida y su destino. El desarrollo
no ha estado centrado en la gente, ni tampoco pensado
como una manera de ayudar al individuo y a las comuni-
da'des a alcanzar una mejor calidad de vida (Hagan, 1990,
P. 8).
En vista del fiacaso del enfoque convencional, los
antropólogos y científicos sociales se han opuesto enér-
gicamente a los modelos puramente económicos. Un en-
foque o modelo alternativo coloca a la gente y al
ambiente cultural -ya sea de la aldea, del campo o de la
Pairl Nchoji Nlni.i

ciudad- como punto central. La teoría sobre la partici-


pación de la comunidad pone mayor énfasis en la gente y
en su intervención. Esta teoría se está afianzando nota-
blemente en el discurso intelectual contemporáneo sobre
África, aun entre los economistas teóricos conservado-
res. Las comunidades saben lo que requieren: ellas son
las más indicadas para tomar decisiones. Citando un pro-
verbio Fanti de Ghana, Ayittey (199 l), sostiene que "si
confiamos en que alguien nos alimente, nos quedaremos
sin desayunar".
La discusión sobre el desarrollo de África se ha vuel-
to a retomar en vista de la evidencia empírica que de-
muestra que el desarrollo impuesto desde arriba y de
fuera, sin tomar debida cuenta el dinamismo cultural in-
terno, conduce al desastre y al subdesarrollo. Según Bo-
dley (1975, pp. 150-2), cuando se observa la evidencia
antropológica y se comparan las condiciones de vida pre-
coloniales de las tribus con las condiciones después de la
incorporación a la economía de mercado mundial, la
conclusión es, invariablemente, que el progreso econó-
mico ha hecho que los niveles de vida bajen. La abun-
dante información antropológica sobre la cultura y el
desarrollo, confirma que muy a menudo los resultados
reales han sido lapobreza, más horas de trabajo y mayor
esfuerzo físico, malas condiciones de salud, desórdenes
sociales, descontento, discriminación, sobrepoblación; y
deterioro ambiental, todo esto combinado con la destruc-
ción de la cultura tradicional.
El desarrollo, visto en un contexto totalmente occi-
dental, es muy distinto y no puede transportarse o yuxta-
ponerse al contexto africano. El desarrollo económico
en un contexto transcultural sigue siendo un concepto
/acttin~ra/iudcl desarrollo: l a vis~rki1/c 1/11 u ~ i / , ? ~ p d l ofiicano
r~~o

muy difícil de manejar. Es de todos sabido que los nive-


les de vida, que se emplean con mayor frecuencia para
evaluar el progreso, son una medida intrínsecamente et-
nocéntrica y eurocéntrica que se apoya principalmente
en indicadores que carecen directamente de una impor-
tancia cultural universal. Es evidente que indicadores
como el PNB, el ingreso per cápita, las tasas de empleo,
los niveles de alfabetización y de nutrición, tienen cierta
importancia para determinar si las condiciones de los
pueblos locales han mejorado. Sin embargo, hay otras
cosas aparte de estos indicadores.
A menudo, las correlaciones económicas general-
mente utilizadas describen un panorama negativo sobre
las economías africanas locales. Si consideramos que
desde 1960, las familias tradicionales africanas han esta-
do ampliamente expuestas a los productos occidentales,
mientras que sus condiciones de vida se han deteriorado
dramáticamente, es evidente que los indicadores emplea-
dos para medir el desarrollo no necesariamente son trans-
culturales. ¿Cuál es la razón para no utilizar como
indicadores las actividades del sector informal? ¿Tienen
las economías africanas algunas características que les
c m n iínicas? ;Ciiales indicadores ~odrían usarse en este
contexto para evaluar el progreso? Los sistemas de crédi-
tos revolventes basados en la confianza mutua han logra-
do mantenerse como el sistema bancario más confiable
después de que el PAE reestructuró el sector bancario en
África Occidental. Los pobres han sobrevivido a las cri-
sis económicas gracias a un sector informal bien organi-
zado dentro del cual, el dinero en efectivo, los bienes y la
armonía social son productos básicos vitales.
Paul Nchoji Nkivi

Los cambios socioeconómicos de las sociedades, es-


tán colocando a la gente en condiciones mentales y psi-
cológicas precarias y también generando sentimientos de
insatisfacción. Las investigaciones y las encuestas an-
tropológicas ponen en tela de juicio el impacto positivo
real del progreso económico en el nivel de vida y las cul-
turas. En Camerún, la experiencia demuestra que la gen-
te gasta más en alimentos y productos básicos que vienen
de fuera y son escasos, que en los producidos localmeilte.
Las industrias textil y siderúrgica local que tanto luclia-
ron antes y durante el periodo colonial, tuvieron que ple-
garse frente a una feroz competencia de productos
textiles y siderúrgicos baratos provenientes de la indus-
tria europea. Ni un solo esfuerzo se hizo para desarrollar
las industrias locales existentes. África entró en un es-
tancamiento tecnológico al momento de la penetración
colonial. El continente africano llegó y salió del colonia-
lismo con un azadón en la mano. Sin embargo, este Últi-
mo ya no era fabricado por africanos, sino importado
(Tindimubona, 1992, p. 2).
El enfoque antropológico sostiene que los avances
más importantes del proceso de desarrollo sólo pueden
alcanzarse si las poblaciones y las culturas locales parti-
cipan en el diseño, planeación y puesta en práctica de
proyectos de desarrollo. Es necesario que la gente de la
región se comprometa plenamente con el proceso de un
desarrollo en el que se pueda confiar (Bodley, 1975; Pitt,
1976; Fahim, 1982), para que los empeños en este sentido
sean sustentables. La confianza en la cultura y sus forta-
lezas se vuelven un ingrediente vital.
La cultura es para un pueblo lo que el corazón para el
organismo. La naturaleza penetrante de las cultiiras oc-
/.u erilogiafía del detarrollo. la vr$rón(le un unrroprjlogo al,?cano

cidentales ha despojado a la mayoría de los grupos étni-


cos africanos de su vigorosa base cultural.\os valores
culturales autóctonos se han abandonado a favor de mo-
delos occidentales importados que la gente de la región
no puede permitirse ni reproducir. Como un efecto neto
está el surgimiento de "mulatos" o mestizos culturales.
Según algunos autores, el contacto con culturas europeas
ha acercado a la riqueza, a los pueblos de la región, con
oportunidades y privilegios, pero muy pocos caminos
para alcanzar estos logros (Bodley, 1975; Ela, 1990). En
la dinámica cultural, la aculturación es un mecanismo
positivo que permite que la cultura se reajuste a nuevas
exigencias y condiciones sin destruir su propia esencia.
Con la Restauración Meiji en Japón en 1868, uno de
los cincojuramentos que hizo el emperador fue que "bus-
caremos y conseguiremos el conocimiento a partir de
cualquier fuente y por todos los medios a nuestro alcan-
ce, para grandeza y seguridad de Japón" (Salam, 1988,p.
20). Los japoneses han alcanzado los niveles tecnológi-
cos más altos sin destruir su cultura ni su conducta socio-
cultural. El enfoque antropológico no sugiere crear
zoológicos culturales donde la influencia abrumadora de
una sociedad más amplia se excluya totalmente, sino más
bien mediante un proceso de selección cultural que esté
totalmente determinado por los actores sociales. Estos
son los dirigentes tradicionales o actuales que buscan
construir una África grande y segura, lo cual no lograrán
ignorando las entidades sociales vitales de los Estados-
nación. LOS grupos étnicos O las sociedades tribales si-
guen siendo todavía parte del Estado moderno que busca
I unirse a la comunidad de las naciones desarrolladas. Al
l
continente no le queda otra salida que ajustarse adecua-
damente a los tiempos cmnbiantes.
Paul Nchoji Nhvi

La dinámica cultural nos enseña que las culturas si-


guen ajustándose a medida que se presentan oportunida-
des de reflexionar sobre las estructuras sociales
existentes. La tecnología ha logrado que el mundo sea
una aldea global o planetaria. Lo que acontece en un lu-
gar se ve, escucha y siente en todas partes. La televisión
ha permitido que el mundo entre en las salas o las chozas
de las familias africanas más pobres y apartadas. Las
protestas sociales en las capitales administrativas de Da-
kar, Libreville, Nairobi, Abuja y Johannesburgo se fil-
tran de inmediato a las regiones interiores de Áfi-ica. Los
locutores y locutoras de CNN integran rápidamente a la
cultura democrática de una nueva Áfnca, los mítines de
protesta en Alemania, los disturbios en California o las
manifestaciones en Japón. Una nueva invasión cultural
amenaza el futuro del continente.
La antropología está a favor de un enfoque integrado
que controle la influencia abrumadora de una cultura más
amplia para incluir las características particulares de las
culturas locales sin crear un sentimiento de privación
cultural de los beneficios globales. Las agencias de desa-
rrollo, los planificadores gubernamentales, y los encar-
gados de instrumentar proyectos deben estar conscientes
de esto y trabajar con la gente para hacer resaltar talentos
y habilidades locales capaces de promover la integración
de valores culturales positivos, dentro del proceso de de-
sarrollo. Lo anterior, permitirá reforzar la dignidad, el
prestigio y la satisfacción de los pueblos.

Antropología y desarrollo en el África postcolonial


En tiempos de la independencia, los gobiernos africanos
relegaron a la antropología a un segundo plano, por con-
IA ernograjia del desorrollo: la visirin de un aniropdlogo ofiicano
1

siderarla una disciplina racista y tiránica. Jamás se le re-


conoció el papel que jugó en la construcción de las
naciones. La investigación antropológica, que durante el
periodo colonial había destacado, cayó en el olvido. Al-
l
gunos dirigentes afamados como Jomo Kenyatta de
Kenya, Julius Nyerere de Tanzania y Busia de Ghana
eran expertos antropólogos, pero no hicieron nada por
promover la disciplina, aun desde sus puestos de jefes de
estado. Los africanos capacitados en la antropología de-
saparecieron dentro de los departamentos de sociología
de las universidades africanas en los ministerios guber-
namentales. Definitivamente, los cincuenta y sesenta, I
fueron décadas obscuras para esta disciplina en Áfiica.
La investigación antropológica, como la realizada l

por Malinowski y Radcliff-Brown, era vital para el éxito


de la administración colonial. Los antropólogos realiza-
ron amplios trabajos acerca de las culturas y costumbres
de las colonias. También recalcaron la función de la cul- ll
tura dentro de determinadas sociedades. Sus descubri-
mientos permitieron que las administraciones adaptaran
sus políticas y las adecuaran a lanecesidad local de lapo-
blación africana (Bodley, 1975, p. 8 1). Nkwi (199% p. 3)
afirma que
muy a menudo, los antropólogos africanistas indi-
caron la manera de utilizar el conocimientoque ha-
bían adquirido mediante el estudio de los africanos
en el ejefcicio de la administración colonial, y por
10 tanto, configuraron un futuro incierto para la dis-
ciplina y para los antropólogo~africanos de la ac-
tualidad.

l
I
El conocimiento africano no estuvo representado en
las estrategias de desarrollo del Áfnca postcolonial. A
Paui Nchoji Nhvi

los economistas, científicos políticos, sociólogos, abo-


gados y científicos africanos se les convocó para que par-
ticiparan en el proceso de desarrollo de los nuevos
Estados-nación. Todos trajeron consigo, de las naciones
altamente industrializadas de Occidente, un marco de re-
ferencia macroanalítico para aplicarlo en naciones fiag-
mentadas y que requerían herramientas microanalíticas
para manejar sus asuntos más apremiantes. Los resulta-
dos han sido un fracaso después de décadas de desperdi-
ciar recursos escasos intentando instrumentar modelos
que para los africanos resultaban ajenos e inadecuados.
Los teóricos modernos admiten que ahora se requie-
re un nuevo enfoque. Puesto que una gran mayoría de los
pueblos africanos viven en comunidades rurales, los ob-
servadores neoclásicos sostienen que es necesario com-
prender más a fondo los contextos sociales y culturales
dentro de los cuales se presenta el subdesarrollo. Ahora
que este nuevo enfoque gana terreno, las agencias para el
desarrollo, los planificadores, los encargados de instru-
mentar proyectos y demás especialistas, les están pidien-
do a antropólogos, especialistas en poblaciones rurales y
expertos en culturas autóctonas que jueguen un papel
principal (Nkwi, 1993b).
Analizando críticamente las estrategias de desarro-
llo impuestas, Pitt (1976, p. 13), argumenta a favor de un
método multidisciplinario. Pitt resume su argumento de
la siguiente manera:
... Parece evidente que para reflexionar de manera
más realista sobre lo que significa el desarrollo y
establecer caminos más adecuados para la antropo-
logía del desarrollo, es necesario incrementar las li-
neas d e comunicación entre disciplinas,
La ernograjia del de.sarrollo: la visidn úe ttn anrropdlr~goafrricano

instituciones y culturas. Sin embargo, para que


esto se logre y, en última instancia, con el fin de al-
canzar con mayor éxito el desarrollo, primero liay
que impulsar un modelo y un método mucho más
flexible, realista y multidisciplinario.

Al dar por hecho que todas las variables sociales se


entrelazan y relacionan, un enfoque interdisciplinario se
convierte en una exigencia para una estrategia viable de

En el contexto de esta nueva filosofía, la antropolo-


gía está consiguiendo resultados y ganando reconoci-
miento. Nkwi (1 933b, p. 5) señala que
... en la esfera nacional, cada vez es más frecuente
que se les solicite a los antropólogos africanos que
asesoren a los planificadores gubernamentales y a
10s encargados de instrumentar proyectos, sobre
cuestiones relativas al desarrollo. En África, el éxi-
to de los programas de desarrollo - e n las áreas de
producción y distribución de alimentos, atención a
la salud, vivienda y educación- depende cada vez
más de la sensibilidad ante la diversidad étnica, la
variación intercultural, y hasta en lo relativo a la
cultura de las biuocracias modernas. Estas cuestio-
nes sólo pueden abordarse desde un ángulo multi-

La historia nos enseña que, a menudo, la ruptura de


un sistema socioeconómico y sociocultural ocasiona una
pausa durante la cual se ponen a prueba alternativas via-
bles y, gradualmente, la base de un nuevo orden se va es-
tableciendo. La búsqueda de modelos después del
aparente fracaso de las teorías del desarrollo económico
convenciona]es, constituye un intento por descubrir al-
Paul Nchoji Nhvi

gunas soluciones endógenas adecuadas a los problemas


de Áfí-ica.
Áfi-ica se encuentra en una encrucijada y necesita de-
sesperadamente nuevos enfoques para atender antiguos
problemas, al enfrentar su segunda contienda: el desa-
rrollo socioeconómico y la liberación cultural. Es nece-
sario que conceda derechos a sus pueblos y amplíe la
base de decisión. En estas circunstancias, la contribu-
ción de la antropología al desarrollo se vuelve detemi-
nante y podría enmendar la imagen negativa que esta
disciplina adquirió en el pasado colonial. La antropolo-
gía logrará lo anterior sólo volviéndose relevante para el
desarrollo.
El liderazgo africano parece estar respondiendo al
anhelo de la antropología de convertirse en una discipli-
na utilitaria. En la Carta Constitucional Africana sobre la
Participación Popular en el Desarrollo y la Transfonna-
ción? adoptada en Arusha en 1990, se admite que el desa-
rrollo socioeconómico ha fracasado debido a que los
pueblos africanos no han estado íntimamente relaciona-
dos con los procesos de desarrollo. También se acepta la
marginalización de la gente en este proceso (Adebeji,
1990, p. 7). La carta sanciona tácitamente el papel que la
antropología puede jugar si los pueblos africanos llegan a
formar parte del proceso de desarrollo. En el comunica-
do de abril de 1989, los ministros de planificación y desa-
rrollo económico y los ministros de finanzas afirman que
las poblaciones africanas, en general, deben estar plena-
mente relacionadas con la elaboración, preparación, se-

4 The AfricanCharter of Popular Participaiion in Development and Tranforrnation.


La etnografla del dciarrollo la vrirón de un antropdlogo @cano

guimiento y puesta en práctica de proyectos de desarrollo


(Adebeji 1990, p. 21).
El conocimiento acumulado a través de la investiga-
ción antropológica puede utilizarse de dos maneras: a)
diseñar y poner en práctica nuevos proyectos de desarro-
llo y b) reorientar los proyectos actuales. Durante las dos
últimas décadas, diversos organismos que trabajan sobre
el desarrollo se han dirigido a la antropología en busca de
apoyo. El Banco Mundial contrató a sus primeros antro-
pólogos a principios de los setenta. El cambio de las polí-
ticas de préstamos de esta institución que pasó de
inversiones en proyectos de infraestructura -indepen-
dientemente de quienes fueran los beneficiarios- a in-
versiones en proyectos orientados a combatir la pobreza,
también contribuyó a conformar esta nueva perspectiva.
Después de la reunión del Banco Mundial celebrada en
Nairobi en 1973, con el fin de estudiar la estrategia de de-
sarrollo que el Banco habría de adoptar hacia Áfi-ica,
(Fahim, 1982,p. 127), se puso en evidencia que esta insti-
tución debía abordar temas relacionados con las comuni-
dades rurales. Esto no podría hacerse sin el apoyo de la
antropología, como disciplina enfocada a este tipo de mi-

Para salvar a África de la amenaza de un holocausto


económico, es necesario ampliar el área de competencia
de la Medio ambiente, población, alimen-
tación, educación, integración nacional, cambio
sociocultural, desarrollo comunitario y demás, son algu-
nas de las áreas que requieren de la competencia, de los
métodos y de 10s enfoques característicos de la antropo-
logía. Analicemos tres de estas áreas.
Paul Nchoji hlihvi

Medio ambiente: Es posible manejar con éxito as-


pectos como la desertifícación, la desforestación, la ero-
sión del suelo y la disminución del nivel fieático, siempre
y cuando se sepa aprovechar el conocimiento de las per-
cepciones locales en pos de una administración regional
más sostenible. Las encuestas etnográficas permiten de-
terminar los enfoques alternativos. Comprender los
comportamientos y actitudes sociales de la gente de la re-
gión hacia las principales cuestiones ambientales es fun-
damental para toda política y administración
significativas. La incorporación de las actitudes, tradi-
ciones, costumbres y comportamientos de los pueblos en
el diseño y puesta en práctica de políticas ambientales
podría salvar al planeta.
Alimentación: Se estima que cerca de 150 millones
de africanos viven al borde de la inanición (Organización
de las Naciones Unidas, 1987). Las barreras sociocultu-
rales para mejorar la producción de alimentos, el consu-
mo y la reordenación de las tierras son también
formidables. Para superarlas, es necesario que las pobla-
ciones regionales se constituyan en los principales agen-
tes del cambio. Las encuestas etnográficas pueden
señalar cuáles son los mejores enfoques para enfrentar
los problemas. ¿Por qué existen millones de mujeres
africanas desnutridas? Las estrategias alimentarias no
pueden estar orientadas a superar malos hábitos dietéti-
cos y deficiencias especificas, a menos que sepamos de
qué hábitos y deficiencias se trata (Banco Mundial,
1989).
Población: Los matrimonios tempranos y los altos
niveles de fecundidad hacen posible que la familia afii-
cana promedio tenga por lo menos siete hijos. Dado que
1.n einr~grafindcl desarrollo: la visión de un aniropólogo ajXcano

la población media está aumentando en un 3% cada año,


se estima que cualquier país africano con niveles así de
altos requiere invertir el 6% de su PNB al año para satisfa-
cer el incremento, sin que esto signifique una mejora del
nivel de vida (Rosen y Jones, 1980, p. 148). Con un incre-
mento demográfico así de acelerado, la capacidad neta
para satisfacer progresivamente las demandas disminu-
ye. La investigación antropológica debería indicar cuá-
les son los métodos adecuados de planificación familiar;
cómo manejar las barreras socioeconómicas frente a la
planificación familiar; y cómo utilizar los procesos au-
tóctono~de tomas de decisión e información para lograr
estrategias y metas de planificación familiar.

Sendas hacia el desarrollo sustentable


Las masas africanas han estado excluidas del proceso de
desarrollo. La participación de los pueblos regionales a
través de mecanismos institucionales adecuados tales
como la democracia directa funcional, es esencial para
que África logre levantar el vuelo (Apthorpe, 1976, p. 27;
Cochraine, 1976; Husain, 1976). Es necesario llegar a
comprender plenamente a las poblaciones africanas y su
diversidad sociocultural. El uso de encuestas etnográfi-
cas es muy adecuado en la puesta en práctica de proyec-
to,@.Estos proyectos serán sustentables solamente si los
pueblos de la región forman parte del proceso.
Con esta perspectiva, el desarrollo debería surgir
como resultado lógico del esfuerzo de cada comunidad y
la asistencia externa solamente debería reforzarlo. La
Coalición Global para África (Freud, 1992) comparte
este punto de vista cuando declara que su interés
Paul Nchoji Nkwi

... se basa en la premisa de que África solamente


crecerá desde adentro, pero para lograrlo, requiere
del apoyo sostenido y bien coordinado de fuera y
del establecimiento de una sociedad de trabajo más
firme con los donantes del Norte.

Si hoy día, la esencia del desarrollo radica en la parti-


cipación de los pueblos para mejorar su calidad de vida,
la investigación antropológica debería centrarse en estra-
tegias que eleven al máximo esta participación: En este
empeño, es necesario prestar atención al papel que de-
sempeña la mujer y al mejoramiento de su status, a la es-
tratificación social afncana y los patrones de liderazgo, a
la industria regional y su competencia, al movimiento
cooperativo, a las asociaciones de crédito revolvente, al
"empoderamiento"* de las poblaciones regionales, a la
producción y comercialización agrícola, a las redes de
parentesco y a la responsabilidad colectiva.
Al mismo tiempo que apuntar a formas para mejorar
la participación popular, la investigación antropológica
debería también estar orientada a: 1) identificar incenti-
vos para la participación; 2) identificar valores cultura-
les que puedan intensificar la productividad; 3)
determinar el papel de los géneros y su importancia en la
participación en el desarrollo; 4) identificar el proceso
de toma de decisiones dentro de la estructura familiay y
sus implicaciones en la planificación familiar; 5) estu-
diar la tenencia tradicional de la tierra y sus efectos sobre
el desarrollo; 6) identificar proyectos regionales priori-
tarios y su posible impacto en los niveles de vida de las

* Del ingles ernpowerment. N.de la T


l
/.a cinogrqfío del desarrollo: l a visirjn de un anrropdlogo aj?icano
i
1'
1/
!I poblaciones regionales; 7) identificar el proceso de
toma de decisiones de la región y sus implicaciones en
las políticas y estrategias del desarrollo; 8) resaltar es-
trategias para mejorar los hábitos de ahorro e inversión
de los pueblos de la región.
La información etnográfica ciertamente ayudaría a
que los diseñadores de proyectos de desarrollo eviten los
escollos. En resumen, los proyectos deben ser elabora-
dos por la población regional, para su gente y ejecutados
por ellos. El orgullo individual y la autoestima comuni-
taria tienen que intensificarse en los proyectos de desa-
rrollo, porque de otra manera, las poblaciones
permanecerán ajenas y se mostrarán renuentes a partici-
par en cualquier esfuerzo de este tipo.
Mientras Áfi-ica espera la llegada del siglo XXI, la
esperanza de un futuro más promisorio solamente puede
construirse con base en la experiencia adquirida. Del én-
fasis en los excedentes económicos, la industria pesada,
la maquinaria, y los incentivos a la inversión es necesario
trasladarse a un enfoque basado en la gente. Todo esto lo
niiede obtener África sin verse obligada a convertirse en
un continente alienado y pobre culturalmente. Japón no
obtuvo la posición de coloso económico a costa de su
cultura. ¿Será posible que los países afi-icanos logren el
crecimiento económico y altos niveles de desarrollo uti-
lizando sus propios valores culturales? ¿Cuántos niños
africanos tienen que luchar por aprender ciencias en un
idioma que les es ajeno? Estos niños hablan español,
francés, inglés y portugués en la escuela y sus idiomas re-
gionales en casa. ¿Cómo alcanzarán los paises africanos
su independencia socioeconómica si continúan usando y
denendiendo de idiomas que no son los suyos?
Pmil Nchoji Nhvi

El desarrollo se basa esencialmente en la gente. Su


participación y compromiso se incrementan mediante la
aspiración a mejorar su nivel de vida y en la cantidad de
infraestructura con que la sociedad cuenta. El AAF-
SAP,' es la expresión de esta preocupación común. La
Conferencia de Arusha sobre la Recuperación Ecoiiómi-
ca de África estuvo dedicada a buscar maneras de intro-
ducir al continente a una era de participación popular.
Como resultado de la conferencia surgió el lema "Pritne-
ro está la gente" (Adebeji, 1990). Este lema recalcaba la
confianza en los valores y nomas culturales de los pue-
blos para lograr estrategias significativas de desarrollo.
Un enfoque hacia la gente para lograr el desarrollo
mediante disciplinas orientadas a las comunidades rura-
les es una posibilidad definida. Este trabajo demuestra
que la antropología puede desempeñar un papel de auxi-
liar y resaltar los valores utilitarios que esta disciplina re-
calcaba en el periodo colonial. Si se pretende que el
desarrollo de África avance, los conocimientos, métodos
y orientaciones de la antropología para enfrentar los as-
pectos principales del desarrollo son decisivos. La antro-
pología debe centrarse en los dominios económicos y
políticos a nivel regional o local.
Este enfoque antropológico favorece el "empodera-
miento" de los pueblos, tanto política como económica-
mente. Los gobiernos locales y los organismos que
estudian el desarrollo deben ayudar a que las poblaciones
locales hagan sus elecciones en lo que se refiere a las ne-
cesidades de desarrollo. Al actuar como asesores, los go-

5 AAF-SAP: por sus siglas el1 ingles: African Alternative Framework for Structural
Adjustement Programme.
biernos deben ser catalizadores y no un factor
determinante en las elecciones que hagan las comunida-
des locales.
A nivel global, los donantes multilateralesy bilatera-
les necesitan revisar y reorientar sus políticas de ayuda a
los países africanos. La asistencia al desarrollo que la co-
munidad de donadores, especialmente los antiguos pode-
res coloniales, otorgan a los gobiernos africanos, debe
considerarse como un deber y no como un favor. Las na-
ciones desarrolladas, ricas y poderosas, deben darse
cuenta de que, en gran medida, su riqueza es resultado de
muchos años de explotación colonial. Cada una de las
naciones desarrolladas sabe muy bien cuánto ha aporta-
do África para impulsar sus economías. Desde un punto
de vista global, el mundo tiene la responsabilidad moral
de ayudar a que África avance; las potencias mundiales
de la actualidad son en parte responsables del subdesa-
rrollo del continente.
Paul Nchoji Nkwi

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CAPÍTULO
XIII

La antropologfa y la ciencia global: una


perspectiva multidisciplinaria
Paul T.Baker
El proceso científico tradicional de la investigación con-
finada dentro de líneas disciplinarias se ha venido que-
brando rápidamente durante los últimos veinte años.
Este quiebre ha causado problemas de organización en
universidades y otras instituciones científicas tradiciona-
les, tales como las academias de ciencias y las organiza-
ciones internacionales científicas, incluyendo la Unión
Internacional de Ciencias Antropológicas y Etnológicas.
Asimismo, esto puede atribuirse en gran medida a la na-
turaleza de la investigación que se está llevando a cabo.
Por lo tanto, a medida que la investigación orientada a
problemas ha ido creciendo en importancia y la descrip-
ción tradicional de los fenómenos naturales ha dejado de
ser tan significativa, es patente que una rígida orienta-
ción temática en la investigación no podía proporcionar
la información necesaria; por el contrario, para resolver
problemas de tan amplia escala como son los relaciona-
dos con la biosfera, la salud y el comportamiento huma-
nos, es necesario aplicar un muy amplio espectro de
información y enfoques de investigación especializados.
Ningún individuo puede dominar la amplitud de co-
nocimientos necesarios para siquiera formular un plan-
Poul7: Rakcr

teamiento de investigación que comprenda y maneje


problemas tales como las posibles consecuencias del
continuo crecimiento demográfico, los cambios de la
composición atmosférica de los gases del planeta, la po-
sibilidad de una elevación de la temperatura a escala
mundial, o las consecuencias de la panmezcla cultural
que está aconteciendo a gran velocidad. Estos problemas
no están limitados a la escala nacional, ni pertenecen a
una disciplina específica, y tampoco parece probable que
puedan resolverse a través de la investigación y acciones
de unos cuantos paises. En consecuencia, están prolife-
rando programas de investigación internacional en desa-
rrollo dedicados a algunos de estos problemas temáticos
específicos.
El Consejo Internacional de Uniones Científicas
(CiUC) está promoviendo el Programa Internacional de
la Geosfera y la Biosfera mientras que el Consejo de
Ciencias Sociales, con la colaboración de la división de
Ciencias Sociales y Humanidades de la UNESCO, han es-
tablecido un programa titulado las Dimensiones Huma-
nas de los Cambios Ambientales Globales. Además de
estos dos programas nuevos, existe el programa de la
UNESCO, con veinte años de antigüedad, titulado El
Hombre y la Biosfera (MAB)' dedicado a problemas si-
milares, mientras que otros órganos de las Naciones Uni-
das y gobiernos individuales están realizando esfuerzos
más especializados.

* Man and Biosphere


La antropologia y la cie~cioglobal una perspectiva multidrscipl~nar~a

La antropología es la única ciencia tradicional que


afirma contener un planteamiento social, biológico y
temporal para nuestra especie. La disciplina también se
ha centrado en la diversidad cultural y biológica del gé-
nero humano a nive1mundial. En vista de estos intereses,
uno podría suponer que los antropólogos han jugado un
papel principal en la formulación y seguimiento de las
actividades de investigación, tanto pasadas como presen-
tes. La realidad es que muy pocos antropólogos han in-
tervenido en la planificación inicial de alguno de los
programas y sólo un porcentaje mínimo ha participado
en las actividades efectivas de investigación. Considero
que un mayor compromiso de los antropólogos en estos
programas internacionales de investigación, no sólo in-
tensificaría el desarrollo de la disciplina sino que mejora-
ría la calidad de los programas. Lograr una participación
de este tipo no será tarea sencilla por varias razones. Para
aclarar esto, analizaré en primer lugar los problemas que
los antropólogos han enfrentado al formular y participar
en algunas de las investigaciones multidisciplinarias de
campo que se han emprendido en los últimos treinta años
como parte de programas internacionales.

Programas multidisciplinarios, 1962-1990


El primer programa donde intervinieron antropólogos
fue el Programa Biológico Internacional (PBI) instaura-
do por el CiUC a principios de la década de los sesenta. El
proyecto en el que participaron antropólogos se llamó
Adaptabilidad Humana Y fue, en gran medida, resultado
del esfuerzo del profesor Joseph Weiner, especializado
en antropología biológica y fisiología. Puesto que la an-
tropología no formaba parte del CIUC, fue gracias a su
profesión de fisiólogo que Weiner pudo introducir este
Pml T. Baker

proyecto. Weiner lo visualizó en dos facetas (Weiner,


1966, 1977). El primer objetivo consistió en organizar
una serie de encuestas sobre las poblaciones tradiciona-
les de todo el mundo para determinar la variedad de ca-
racterísticas demográficas, como estructura genética,
capacidad fisiológica de trabajo y crecimiento humano.
El segundo propósito era iniciar estudios sobre los gru-
pos de población tradicionales con la intención, no sólo
de describir detalladamente las características biológicas
de estos grupos, sino también con la esperanza de que es-
tos estudios aclararían cómo estas características ayuda-
ron a que los grupos se adaptaran a su nicho ambiental.
Para incrementar la probabilidad de detectar este
tipo de adaptación, Weiner fomentó estudios sobre gru-
pos que habían permanecido alejados de la cultura mo-
derna o vivían en ambientes extremos. A pesar de que los
planes iniciales del proyecto multinacional y multidisci-
plinario nunca llegaron a realizarse en su totalidad, se lle-
vó a cabo un número extraordinario de estudios que se
publicaron en forma de síntesis (Collins y Weiner, 1977).
La planificación detallada del Proyecto de Adaptabi-
lidad Humana se completó a lo largo de siete reuniones
internacionales donde participaron entre veinte y cuaren-
ta personas, incluyendo genetistas humanos, fisiólogos,
antropólogos fisicos, antropólogos culturales y psicólo-
gos. Los documentos de referencia reunidos en varios li-
bros constituyeron la base de la exposición razonada y de
la orientación del proyecto (PBI, 1968; Baker y Weiner,
1966; Yoshimura y Weiner, 1966). Como participante en
cuatro de estas siete conferencias, sé lo dificil que fue po-
nerse de acuerdo en la justificación y la estructura de los
proyectos. Los genetistas y los antropólogos fisicos fa-
La aniropologia y la crencra global trnaperrpecrrvamulirdrscrpltnar~a

vorecían la teoría pero descartaban las estrategias de in-


vestigación. Los fisiólogos creían en mediciones
precisas pero no le daban importancia al tamaño de las
muestras o a la variabilidad individual. La mayoría de
los antropólogos culturales también sentían que los mé-
todos de las encuestas carecían de importancia y algunos
llegaron a poner en duda la importancia del medio am-
biente o de la biología en las diferencias de comporta-
miento de las poblaciones. A pesar de estas diferencias,
se logró desarrollar y completar, como parte del PBI, una
serie de proyectos multidisciplinarios integrados.
En cada una de las instancias, es razonable concluir
que los proyectos se iniciaron porque sus precursores re-
querían información que no podía generarse sin partici-
pantes de diversas disciplinas. Por otra parte, otros
profesionales se unieron posteriormente al esfuerzo de
obtener información específica, que tuvieron dificultad
en conseguir sin el apoyo financiero y de otro tipo, prove-
niente del proyecto más amplio.
Al Programa Biológico Internacional, en sus inicios,
le siguió rápidamente el programa MAB que aún está vi-
gente, en tanto que el PBI terminó oficialmente en 1975.
Aunque ambos programas se ocupaban de evaluar las
condiciones ambientales del mundo, había una diferen-
cia importante tanto en el tipo de problemas que se subra-
yaban como en la índole de la estructura de planificacion
empleada en los programas de investigación. Los encar-
gados de establecer el programa de investigación del PBI
eran principalmente científicos en puestos no guberna-
mentales y la supervisión corría a cargo de un comité in-
ternacional designado por el CIUC. Las midemias
nacionales de ciencia, de manera individual, controlaban
I'aul 1: Baker

la participación nacional. Por lo tanto, los órganos de


Naciones Unidas y los gobiernos nacionales ejercían un
control limitado de los programas.
El programa MAB fue establecido por la UNESCO y
por comités nacionales formados por estructuras guber-
namentales. Por ejemplo, el comité MAB de Estados
Unidos opera a través del Departamento de Estado de
este país. Así como para la mayoría de los demás progra-
mas nacionales MAB, en tanto que programas de investi-
gación, este programa ha estado más aplicado al objetivo
que los proyectos nacionales PBI. Una ventaja evidente
de los programas MAB en todo el mundo ha sido la alta
calidad de la información técnica y de antecedentes ge-
nerada por la UNESCO. Así, se ha publicado una serie so-
bre investigaciones de recursos naturales que cubre los
ecosistemas mundiales y un conjunto de notas técnicas
que incluyen métodos y diseños de investigación. En un
congreso organizado en 1984 por el MAB de la UNESCO,
se hizo el intento de proporcionar una evaluación mun-
dial de los problemas de manejo de ecosistemas y las res-
puestas sociales a éstos (Di Castri, Baker y Hadley,
1984). En algunos países, como Estados Unidos, se han
financiado algunos proyectos no gubernamentales, pero
en general la mayor parte de la investigación ha sido rea-
lizada por organismos gubernamentales. Una compara-
ción de los programas internacionales más importantes
indica que los programas no gubernamentales alientan
intereses de investigación básicos y la heterogeneidad en
perspectiva. Las actividades gubernamentales e intergu-
bernamentales cuentan con objetivos más aplicados y
tienen mayores probabilidades de que sean funcionarios
gubernamentales permanentes los que las lleven a cabo.
La antropologia y lo crancia global unaper\pcc/rva multldr~crplrnarra

Los antropólogos en la investigación


multidisciplinaria
A lo largo de los últimos treinta años, antropólogos fisi-
cos y antropólogos culturales iniciaron o participaron en
algunos de los proyectos internacionales más importan-
tes que aparecen en la Figura 1. Varios de los proyectos
estuvieron dirigidos por antropólogos físicos, pero siete
de los diecisiete fueron dirigidos por genetistas huma-
nos, fisiólogos y epidemiólogos, mientras que el proyec-
to Turkana, actualmente en curso, está encabezado
conjuntamente por un antropólogo físico y un ecologista.
Es claro que la mayoría de los proyectos multidisciplina-
rios se prolongaron por un largo periodo. A pesar de que
la publicación y las síntesis aparecen en esta figura como
resultado de lo que a menudo fue un libro multiautoral, la
información de los proyectos más antiguos aún se sigue
utilizando en los artículos científicos. La figura muestra
que la mayoría de los proyectos formaron parte de los
programas PBI y MAB. Estos proyectos recibían finan-
ciamiento gracias a que se les identificaba con los pro-
gramas internacionales. No obstante, algunos de los
proyectos se desarrollaron y recibieron financiamiento
sin depender de los programas internacionales, y los orí-
genes de varios de ellos eran anteriores a su designación
como parte del PBI o del MAB.
Año

Proyecto
1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990

recolección de
. ,
Publicación y síntesis
información

Figura 1. Proyectos multidisciplinarios que implican un compromiso antropológico sustancial


(modificado a partir de Little, Leslie y Baker, 1991)
La antropologia y la ciencia global: unapsrsprctiva muliidisciplinaria 11

y problemas que surgen en este tipo de investigación


multidisciplinaria, analizaré dos de los proyectos. Como
director del proyecto denominado Estudios Biocultura-
les Andinos durante sus quince años de duración, conoz- l
1
co muy bien sus éxitos y problemas. El segundo
proyecto que he seleccionado es el Estudio Migratorio de 1I
las Islas Tokelau. Este proyecto estuvo a cargo del Dr.
Ian Prior, un epidemiólogo de Nueva Zelandia y contó
;1
Ij
con la participación de antropólogos culturales y soció- 1
logos médicos de este país.

El Proyecto Andino
Este proyecto se originó en la Universidad de Cuzco,
Perú, cuando me encontraba subvencionado por la fun-
dación Fullbright de los Estados Unidos. Las investiga-
ciones anteriores sugerían que el nativo de la región
elevada de los Andes estaba mejor capacitado que otros
para trabajar y tolerar la presión parcialmente reducida
1
de oxígeno, característica de las regiones altas de los An-
des peruanos. El equipo que conformé contó con la parti-

' ci~aciónde un fisiólogo ambientalista norteamericano,

sor peruano de nutrición humana. Juntos conseguimos el


financiamiento para realizar un conjunto de estudios du-
rante cuatro años sobre la población de un distrito del al-
tiplano peruano a una altitud mínima de 4,000 metros.
Después de este periodo inicial de cuatro años, con-
seguimos fondos adicionales de distintas fuentes, inclu-
yendo una subvención de largo plazo para capacitación,
otorgada por el Instituto Nacional de Salud de Estados
Unidos. Por lo tanto, el programa de recopilación de da-
tos de campo se amplió cuatro años más y el volumen de
síntesis se publicó cuatro años después de finalizada la
recopilación de datos (Baker y Little, 1976). Desconozco
el número total de publicaciones científicas resultantes
pero considero que habrán sido más de 300.
No pretendo describir el contenido científico de este
proyecto ni sus resultados, más bien me concentraré en
los beneficios y dificultades que en£i-entaronlos investi-
gadores como parte de este trabajo multidisciplinario.
Los cuatro profesionales comprometidos en echar a an-
dar el proyecto continuaron participando activamente en
diversos grados durante la vigencia del mismo, mientras
que otros de las áreas demográfica, psicológica, desarro-
llo infantil, fisiología y antropología cultural participa-
ron en distintos grados. Más de treinta estudiantes de pre
y postdoctorado colaboraron en varios aspectos del pro-
yecto.
En el transcurso de la investigación de campo, la
tensión asociada con la altitud, el frío y el aislamiento,
además de una salud deficiente a causa de la hipoxia,
contribuyeron a tensiones sociales crónicas. El conflicto
intelectual entre estudiantes y profesionales era común,
al igual que los desacuerdos basados en antecedentes
académicos. Acaso sorprendente fue que, a menudo, las
relaciones mejoraban cuando las mismas personas se en-
contraban en circunstancias posteriores al trabajo de
campo. Las principales dificultades surgieron en rela-
ción con los derechos de propiedad de la información.
Los estudiantes ya graduados tendían a considerar que
tenían derechos exclusivos sobre los datos que habían re-
copilado, mientras que parte de los datos reunidos por los
profesionales nunca llegaron a ponerse a disposición del
/,o onlropologia y la crancro glohal: una pcr.spcclrva mrrl~rdrscrplrnarra

repositorio central de información. Por supuesto que


también se presentaron dificultades en establecer la auto-
ría de las publicaciones.
Del lado positivo, todos los participantes tuvieron
más fácil acceso al financiamiento. En el caso de los pro-
fesionales, su amplia experiencia mejoró la calidad de las
propuestas que prepararon. Los estudiantes graduados
contaron con mayor probabilidad de recibir el apoyo de
los fondos generados y su interacción con los profesiona-
les fue a un nivel más personal de lo que normalmente su-
cede en un entorno académico. De importancia
fundamental para los profesionistas fue la amplitud de la
información disponible. De ahí que se pudo contar con
datos especializados sobre las características de la comu-
nidad, tales como nutrición, mortalidad infantil y condi-
ción social para realizar un estudio del crecimiento
infantil y las causas de su variabilidad. Asimismo, el
banco de datos proporcionó información útil para los es-
tudios posteriores sobre los cambios temporales en las
características sociales y biológicas de la población.
Los estudiantes, unos cuantos de nivel de postdocto-
rado y muchos de predoctorado que participaron en el
proyecto, hallaron que la experiencia de la investigación
multidisciplinaria les abrió toda una variedad de posibili-
dades de empleo tanto en los departamentos académicos
como en instituciones de investigación. Muchos de estos
exalurnnos continúan en sus puestos profesionales actua-
les comprobando y ampliando los hallazgos de este pro-
Paul T. Baker

El Proyecto Tokelau
Surgió a consecuencia de un huracán en el Pacífico y al-
gunas investigaciones realizadas con anterioridad por el
Profesor Ian Prior. Durante estudios de salud previos,
Prior había observado que en islas remotas, donde la gen-
te seguía viviendo de acuerdo a las tradiciones, la diabe-
tes mellitus no insulinodependiente (DMNID) no existía,
la presión sanguínea no aumentaba con la edad y la obe-
sidad era muy rara. Todo lo contrario sucedía con los po-
linesios más modernizados de Nueva Zelandia y
Rarotonga. Prior buscaba averiguar cuáles eran las cau-
sas de esta diferencia.
La oportunidad de investigar más a fondo este pro-
blema se presentó cuando un fuerte huracán azotó al gru-
po de islas Tokelau en el Pacífico del Sur. La
subsecuente escasez de alimentos y una destrucción ge-
neral del medio ambiente, fomentaron un movimiento
migratorio hacia Nueva Zelandia con apoyo gubema-
mental. Así fue que se presentó la oportunidad de anali-
zar cómo influía en diversas características sociales y de
salud, la rápida inmersión en los medios culturales y na-
turales de Nueva Zelandia, y, al mismo tiempo, de seguir
estudiando a los pobladores de Tokelau que habían per-
manecido dentro de su ambiente isleño de arrecifes ba-
jos. Afortunadamente se contaba con buenos datos
iniciales sobre aspectos sociales y de salud de las perso-
nas, antes de la migración. Se creó un equipo de investi-
gación formado por un epidemiólogo, un sociólogo
médico y antropólogos culturales, para examinar las con-
secuencias tanto sociales como de salud de la migración
y de la ruptura social. Las acciones coordinadas de in-
vestigación comenzaron en 1968. Una serie de estudios
l sobre los nativos de Tokelau en su isla-hogary de los que
emigraron a Nueva Zelandia prosiguió hasta principios
de la década de los ochenta. En 1992, se publicó una sín-
tesis final (Weesen et al. 1992).
El estudio estuvo dirigido por profesionales y la in-
formación fue compilada principalmente por personal
especializado contratado. A lo largo de quince años, se
realizaron encuestas detalladas en tres ocasiones, mien-
tras que la duración total del proyecto fue de veinticuatro
años. Como era de esperarse, hubo una rotación conside-
rable de personal durante la vigencia del proyecto, pero
los antropólogos y epidemiólogos que lo iniciaron per-
manecieron hasta la síntesis final.
Desconozco los beneficios exactos que obtuvieron
los profesionales o cuáles fueron los inconvenientes que
se les presentaron por haber participado en el proyecto,
pero los hallazgos de su estudio son de gran importancia
para comprender las posibles causas de enfermedades
alérgicas y degenerativas. Durante las décadas de los
cincuenta y sesenta, un número cada vez mayor de estu-
dios de salud en agricultores y pastores de tribus tradicio-
nales mostraron que muchos de estos grupos no
contraían enfermedades típicas de la edad madura como
hipertensión, obesidad y DMNI (diabetes mellitus no in-
sulinodependiente). Varias de las poblaciones también
parecían exentas de la mortalidad adulta cardiovascular
relacionada con la aterosclerosis. Los investigadores
atribuyeron variadamente estas características de buena
salud a factores alimentarios como bajo consumo de sal y
de grasa, altos niveles de actividad e incluso baja tensión
psicológica. El estudio Tokelau ha demostrado conclusi-
l
ticulares de salud a una sola característica específica
nutricional, de comportamiento o social es sin lugar a du-
das erróneo y que existe un conjunto interactivo de varia-
bles contribuyentes. Además, junto con otros estudios
multidisciplinarios, los datos del estudio Tokelau indi-
can que las diferencias genéticas y culturales entre las
poblaciones contribuyen a multiplicar y agravar los di-
versos problemas de salud que enfrentan las personas al
adoptar el estilo de vida de los países industrializados.
Ambos proyectos de investigación pudieron ir más
allá de la descripción y la teoría especulativa porque uti-
lizaron experimentos naturales. Es decir, se presentaron
ciertos acontecimientos naturales que permitieron esta-
blecer comparaciones entre poblaciones y subgrupos con
los mismos antecedentes genéticos y culturales en am-
bientes y poblaciones y subgrupos contrastantes.
He descrito brevemente aspectos seleccionados de
estos dos proyectos para resaltar varios puntos. Primero,
10s proyectos multidisciplinarios de este tipo son la me-
jor manera de resolver problemas científicos complejos
relacionados con la biología y el comportamiento huma-
nos. Segundo, la participación en este tipo de proyectos
es, en general, un compromiso de largo plazo para el pro-
fesional. Tercero, para participar eficazmente, es nece-
sario que los investigadores a nivel individual compartan
objetivos comunes, datos y autoría con los demás partici-
pantes. Por último, la mayoría de los proyectos de este
tipo requieren conocimientos sobre diseño de investiga-
ción y análisis estadístico cuantitativo.
El futuro
En la actualidad, los problemas más apremiantes del
mundo son los cambios que se están presentando en la at-
mósfera y biosfera a escala mundial. Estos cambios son
un mal pronóstico para nuestro futuro y el futuro de otro
tipo de vida en el planeta. Para resolver el problema se
requiere información acerca de los ritmos del cambio, de
sus causas y consecuencias. Como expresé en la intro-
ducción, considero que los antropólogos deberían parti-
cipar substancialmente en este proceso, lo que incluye la
planificación avanzada de la investigación y de las políti-
cas. Desafortunadamente, hasta la fecha sólo pocos an-
tropólogos han estado comprometidos en este tipo de
proyectos.
En 1992, la Academia Nacional de Ciencias (NAS)
de Estados Unidos publicó dos importantes informes so-
bre el cambio ambiental. El primero, Implicaciones Po-
líticas del Calentamiento por el Efecto Invernadero:
Mitigación, Adaptación y la Base Científica, es un infor-
me de más de 900 páginas preparado a petición del Con-
greso de Estados Unidos (NAS, 1992). Este estudio fue el
resultado del trabajo de cuatro grupos de expertos con-
formados por cincuenta científicos e ingenieros. Sola-
mente uno de los expertos era antropólogo. El segundo
informe es Cambio Ambiental Global: Dimensiones
Humanas (Stem, Young y Druckman, 1992). Este libro
proporciona un antecedente sobre la importancia de las
ciencias sociales para conocer, tanto la causa del cambio
ambiental como las respuestas ante dicho cambio. Asi-
mismo, el libro desarrolla la propuesta para un programa
de investigación nacional que fue preparado por un co-
mité de dieciséis personas, con la ayuda de un grupo de
Paul T. Bakcr

cuatro asesores. Solamente uno de los miembros del co-


mité era antropólogo.
No resulta claro por qué la antropología estuvo tan
poco representada en estos grupos de expertos que ten-
drán tanta influencia en las orientaciones futuras de la in-
vestigación en Estados Unidos. Sería inadecuado
criticar el contenido de estos informes en detalle, pero
aparentemente no reflejan de manera significativa la teo-
ría y el método antropológicos. En el pasado, la antropo-
logía se definía como una ciencia que, al integrar la
información sobre nuestro pasado cultural y biológico,
tenía mucho que ofrecer para explicar la biología y el
comportamiento humanos actuales. Aunque las fuentes
de datos para los arqueólogos y antropólogos físicos inte-
resados en reconstruir el pasado subsisten, los grupos hu-
manos aislados que formaban el principal recurso de la
antropología cultural están desapareciendo. Por lo tanto,
sugiero que si la antropología cultural ha de permanecer
como ciencia de investigación, sus especialistas actuales
y futuros deben ir más allá de la tendencia actual de des-
cribir, teorizar y aplicar. Es necesario, en cambio, que
vinculen las demás ciencias sociales y biológicas en la-
bores de cooperación basadas en teorías que -
puedan
- so-
meterse a comprobación cuantitativa y sujetas a
verificación repetible.
Obras consutadas

Baker P. T. y M. A. Little, (eds). Man in the Andes: A


Multidisciplinaiy Studj of High Altitude Quechua.
Stroudsburg, Pa., Dowden, Hutchison and Ross,
1976.

. y J.S. Weiner (eds.). The Biology ofHuman Adap-


tability . Oxford, Clarendon Press, 1966.

Collins, K. C. y J.S. Weiner. Human Adaptability: A


Histoly and Compendium ofResearch in the Inter-
national Biological Programme . London, Taylor
and Francis, Ltd, 1977.

1
Di Castri, F., F.W.G. Baker y M. Hadley (eds.). Ecology
in Practice. Dublin, Tycooly International Pu-
blishing, 1984. 2 vols.

International Biological Programme (IBP) Problems in


Human Adaptability . Materialy 1Prace Anthropo-
logizne, 75. Wroclaw, Polskiej Academii Nauk,
1968.

Little M. A., P.W. Leslie y P.T. Baker. "Multidiscipli-


nary Studies of Human Adaptability: Twenty-
Five Years of Research" . Journal of the Indian
Anthropological Society, v. 26. no. 1 y 2,1991. pp,
9-29,.

National Academy of Sciences. Panel on Policy Impli-


cations of Greenhouse Warming: Mitigation,
Adaptation and the Science Base. Washington,
D.C., National Academy Press, 1992
Paul T. Rakcr

Stern, P. T., O.R. Young y D. Druckrnan (eds.). Global


Environmental Changes. The Hziman Dimen-
sions. Washington, National Academy Press,
1992.

Weesen, A. F., A. Hooper, J. Huiltsinan, I.S.A. Prior y


C.E. Salmond. Migration and Health in a Small
Society . Oxford, Clarendon Press, 1992.

Weiner, J. S. "Major Problems in Human Population


Biology" . En: Baker y Weiner (eds.), op. cit., pp.
2-24.

."The History of the Human Adaptability Section".


En: Collins y Weiner (eds.), op.cit., pp. 1-23.

Yoshimura H. y J.S.Weiner (eds.). Human Adaptability


and its Methodology . Tokyo, Japanese Society for
the Promotion of Science, 1966.
Colaboradores

Lourdes Arizpe (México) es Directora General Adjunta


para la Cultura en la UNESCO. Como Presidenta (1988-
93) de la Unión Internacional de Ciencias Antropológi-
cas y Etnológicas, en 1993 organizó el congreso (CICAE
XIII) y la sesión donde se presentaron los trabajos que
conforman este libro. Su trabajo de investigación ha es-
tado orientado al desarrollo rural, los movimientos mi-
gratorio~,la mujer campesina, la cultura y el cambio
global. Sus publicaciones más recientes incluyen: Cultu-
ra y cambio global: percepciones sociales sobre la des-
forestación en la Selva Lacandona. México,
UNAM-CRIM-Grupo Editorial Miguel Angel P o d a , 1993y
la edición en inglés de este mismo libro, (Culture and
Global Change: Social Perceptions of Deforestntion in
the Lacandon Rainforest), publicado por la Universidad
de Michigan en 1995; y Population and Environment:
Rethinking the Debate escrito junto con M. P. Stone y D.
C. Major, Oxford, Westview Press, 1995.

Paul T. Baker (Estados Unidos) es Profesor Emérito


Evan Pugh de Antropología en la Universidad Estatal de
Pennsylvania. Su trabajo de investigación ha estado
orientado a las adaptaciones biológicas y de comporta-
miento de las poblaciones humanas ante la tensión am-
biental y cultural. El profesor Baker ha publicado, entre
otros títulos, Human Biology junto con G. A. Harrison, J.
M. Tanner y D. R. Pilbeam. Oxford, Oxford University
Press, 1988; The Changing Samoans, como editor junto
con J. M. Hanna y T. S. Baker, Nueva York, Oxford Uiii-
versity Press, 1986; y The Biology of High-Altitude Peo-
ples, como editor. Cambridge, Cambridge University
Press, 1978.

Fredrik Barth (Noruega) es actualmente Research


Scholar (Investigador Docto) bajo el auspicio del Minis-
terio Noruego de Cultura. Su trabajo antropológico ha in-
cluido temas como ecología humana, economía
comparada, política, etnicidad y religión. Sus obras pu-
blicadas incluyen: Nomads of South Persia. Oslo, Oslo
University Press, 1961; Ethnic Groups and Boundavies.
Oslo, Universitetsforlaget, 1969. Cosmologies in the Ma-
king. Cambridge, Cambridge University Press, 1987; y
Balinese Worlds. Chicago, University of Chicago Press,
1993.

Roberto Cardoso de Oliveira (Brasil) es Profesor de


Antropología en la Universidad Estatal de Campinas
(Unicamp), y miembro honorario (Honorary Fellow) del
Roya1 Anthropological Institute-RAI y actual presidente
de la Associaciio Latino-Americana de Antroplogia
(ALA). El profesor Cardoso de Oliveira se ha dedicado a
estudiar las relaciones étnicas y la epistemología de la an-
tropología. Entre sus obras publicadas en portugués se
encuentran: Urbanizaqao e tvibalismo, 1968; A sociolo-
gia do Brasil indígena, 1972; Identidade, etnia e estrutura
social, 1976;y Sobre o pensamento nntropológico, 1988.

Maurice Godelier (Francia) es Profesor de Antropología


Social en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences' Socia-
l
les, París. El profesor Godelier realizó un trabajo de cam-
po intensivo en Papúa, Nueva Guinea en el periodo de
1967 a 1969 y en varias otras ocasiones hasta 1988. Reci-
bió el Premio de la Academia Francesa en 1982 y el Pre-
mio Internacional Von Humboldt en Ciencias Sociales en
1990. Entre sus obras principales se encuentran: Rationa-
iI lity and Irrationality in Economics, 1966; The Making of
Great Men, 1982; The Mental and the Material, 1984;. y
Transitions and Subordinations to Capitalism, 1991.

Karl-Eric Knutsson (Suecia) es Profesor de Antropolo-


gía en la Universidad de Estocolmo. Fue presidente de la
Agencia Sueca de Cooperación para la Investigación con
los Países en Desarrollo (SAREC), Director Regional para
África y Asia de la UNICEF y se ha desempeñado como
Secretario General Adjunto de Naciones Unidas. Entre
sus obras publicadas se encuentran: Authority and Chan-
ge, Goteborg, 1967; Research for Development, Estocol-
mo, 1975; y Eco-logic and Eco-knowledge; On People,
Environment and Development. Estocolmo, 1994.

David Maybury-Lewis (Estados Unidos) es Profesor de


Antropología y Director del Program on Nonviolent
Sanctions and Cultural Survival del Centro de Relaciones
Internacionales, ambos de la Universidad de Harvard.
También es hndador y presidente de Cultural Survival,
una organización de derechos humanos que trabaja a fa-
vor de los pueblos indígenas de todo el mundo. El profe-
sor Maybury-Lewis ha escrito ampliamente sobre los
pueblos indígenas de América.
Paul Nchoji Nkwi (Camerún) es Profesor de Antropolo-
gía Social de la Universidad de Yaundé l. Ha trabajado
principalmente en las áreas de etnohistoria y penetración
colonial. Entre sus obras publicadas se encuentran: Tra-
ditional Government and Social Change. Universidad
de Friburgo, 1976. Elements for a History of the Western
Grassfields. Y aundé, Universidad de Yaundé, 1982; y
The Germans in the Wester'n GrassJields of Cameroon.
Leiden, Centro de Estudios Africanos, 1986.

Michael Redclift (Reino Unido) es profesor de Sociolo-


gía Rural en el Wye College, Universidad de Londres.
Desde hace mucho tiempo, el interés del profesor
Redclift ha estado orientado al medio ambiente y los paí-
ses en desarrollo y es autor de diversas obras incluyendo
Sustainable Developrnent, Routledge; y Social Theory
and the Global Environment, Routledge.

Helen 1. Safa es autora de The Urban Poor of Puerto


Rico y coautora de In the Shadows of the Sun: Caribbean
Development Alternatives and U. S . Policy; y The Myth
of the Male Breadwinner: Women and Industl-ialization
in the Caribbean, obra en la que se basa su trabajo en este
libro. Actualmente es Profesora de Antropología y Estu-
dios Latinoamericanos en la Universidad de Florida.

Philip Carl Salzman (Canadá y Estados Unidos) es Pro-


fesor de Antropología en la Universidad de McGill
(Montreal). Con una larga trayectoria de investigación
sobre los pueblos pastores y nómadas, sus observaciones
"de campo" lo impulsaron a dirigir su atención al impac-
Colnboradorei

to y significado de los medios masivos de comunicación.


Entre sus publicaciones más recientes se encuentran:
Nomads in a Changing World. Nápoles, Istituto Univer-
sitario Orientale, 1990, junto con John G. Galaty; Kin
and Contract in Baluchi Herding Camps. Nápoles, Isti-
tuto Italiano per 11Medio ed Estremo Oriente, 1992; "Ba-
luch Nomads in the Market" en Pastoralists at the
Periphety, C. Chang y H. A. Koster (eds.), Tucson, Uni-
versity of Arizona Press, 1994; "The Lone Stranger in the
Heart of Darkness", en Assessing Cultural Anthropo-
logy, R. Borofsky (ed.), Nueva York, McGraw Hill,
1994; y "Mass Media" en el EncyclopaedicDictionaiy of
Social and CulturalAnthropolo~,A. Barnard y J. sien-
cer (eds.) Londres, Routledge, de próxima aparición.
l
1
l Valery A. Tishkov (Rusia) es profesor de Historia y An-
l tropología y Director del Instituto de Etnología y Antro-
pología de la Academia Rusa de Ciencias. Es autor de
muchos libros y numerosos artículos en revistas acadé-
micas de gran prestigio. Entre estos se encuentran: So-
cicrl Movements in Colonial Canada. Moscú, Nauka,
1978; A History of Canada, Moscú, MisL, 1982; History
and Historians in the USA. Moscú, Nauka, 1985; Indige-
nous Peoples of North America in the Contemporary
World. Moscú, Nauka, 1991; y como coautor, Ethniciw
Nationalism and Conjlict in and After the Soviet Union,
de próxima aparición.

Eric R. Wolf (Estados Unidos) es Profesor Emérito Dis-


tinguido en el H. Lehman College de la Universidad de
Nueva York. Su principal interés de investigación se re-
fiere a la integración de grupos tribales y campesinos a
sistemas más amplios. Entre sus obras publicadas se en-
cuentran: Sons of the Shaking Earth. Chicago, Chicago
University Press, 1959; Peasants. Englewood Cliffs,
Prentice Hall, 1966; y Europe and the Peopfe without
Hístory. Los Angeles, University of California Press,
1982.
Siglas utilizadas en el texto.'

AAF-SAP: African Alternative Framework for the


Structural Adjustment Programme (Marco Africa-
no Alternativo para el Programa de Ajuste Estmc-

ALA: Associac~oLatino-Americána de Antropología.

AONB: Area of Outstanding National Beauty.

APEC:Asia Pacific Economic Cooperation.

CELADE:Centro Latinoamericano de Demografía.


CFC: Clorofluorocarbono.

CICAE: Congreso Internacional de Ciencias Antropoló-


gicas y Etnológicas.

CICS: Consejo Internacional de Ciencias Sociales.

CIPAF: Centro de Investigación para la Acción Femeni-


na.

CNN: Cable News Network (Red de Noticias por Cable).

I Se respetaron las siglas en inglés, poniendo entre paréntesis las siglas en espafíol
cuando fue conveniente N de la T
CEPAL: Comisión Económica para América Latina y el
Caribe.

CIUC: Consejo Internacional de Uniones Científicas.

CTC: Confederación de Trabajadores Cubanos.

ESA: Enviromental Sciences Associates.

EUS: Ex Unión Soviética.

FAC: Fonds d'Aide et de Coopération.

FAO: Food and Agriculture Organization (Organizaciótl


para la Alimentación y la Agricultura).

FLACSO: Facultad Latinoamericana de Ciencias Socia-


les.

FMC: Federación de Mujeres Cubanas.

FMI: Fondo Monetario Internacional.

GATT: General Agreement on Tariffs and Trade (Acuer-


do General sobre Aranceles Aduaneros y Comer-
cio).

íBP: ~nternationalBiological Programme (Programa


Biológico Internacional).

ICC: Iniciativa de la Cuenca del Caribe.

ILGWU: Sindicato en Puerto Rico.


IUCN: International Union for Conservation of Nature
(Unión Iriternacional para la Conservación de la
Na.turaleza.

~ MAB: UNESCO Man and Biosphere Programme (Pro-


grama El Hombre y la Biosfera de la UNESCO).

NAS : National Academy of Sciences (AcademiaNacio-


nal de las Ciencias).

1 ONG: Organización No Gubernamental.


I PAE: Programa de Ajuste Estructural.

PIB: Producto Interno Bruto.

PNB: Producto Nacional Bruto.

PNUD: Programa de las Naciones Unidas para el Desa-


rrollo.

PNUMA: Programa de las Naciones Unidas para el Me-


dio Ambiente.

M I : Roya1 Anthropological Institute (Instituto Real de


Antropología).

SAREC: Swedish Agency for Research Cooperation


with Developing Countries (Agencia Sueca de Co-
operación para la Investigación con los Países en
Desarrollo).

SIDA: Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida.


I.
I

l
SSSI: Society for the Study of Symbolic Interaction.
1

I TLC: Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

UICAE: Unión Internacional de Ciencias Antropológi-


cas y Etnológicas.

UMNO Partido de Alianza en Malasia.

UNESCO United Nations Educational, Scientific and


Cultural Organization (Organización de las Nacio-
nes Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cul-
tura).

UNFPA: United Nations Population Found (Fondo de


Población de las Naciones Unidas).

UNICEF: United Nations Children's Fund (Fondo de


las Naciones Unidas para la Infancia).

USAID: United States Agency for International Deve-


lopment (Agencia de los Estados Unidos para el
Desarrollo Internacional).

VIH: Virus de Inmunodeficiencia Humana.

WWF: World Wildlife Fund (Fondo para la Fauna Sil-


vestre).
Las dimensiones culturales del cambio glo-
bal: una perspectiva antropológica, se ter-
minó de imprimir en enero de 1998 en los
talleres de la imprenta Javier Gómez Ávila,
Sur 16A no. 28 Col. Agrícola Oriental, Mé-
xico C.P. 085800, DF. Se imprimieron 500
ejemplares. Formación, tipografía y diseño:
Guillermo Peimbert Frías. El cuidado de la
edición estuvo a cargo de Carmen A. León
Saavedra.

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