Dimensiones Culturales Del Cambio Global
Dimensiones Culturales Del Cambio Global
Dimensiones Culturales Del Cambio Global
GLOBAL:
Lourdes Arizpe
editora
Portada: Poluqui
laedición 1997.
Introducción
Lourdes Arizpe
1. Diversidad cultural global en un
"mundo de economía plena"
Fredrick Barth
11. Perspectivas globales de la antropo-
logía: problemas y prospectivas
Eric R. Wolf
111. La etnicidad: ¿está en juego la ética
global?
Roberto Cardoso de Oliveira 65
Michael Redclift
plinaria.
Paztl T, Baker 403
l
I
Colaboradores 42 1
12
InrroditcciBtt
1
men contra los derechos humanos. Estas reglas morales
universales se encuentran celosamente protegidas por
10s convenios proclamados por organizaciones interna-
cionales como las Naciones Unidas. No pueden ignorar-
se, insiste, y
13
mucho menos porque, en última instancia, reivin-
dican el discurso indigenista cuando se trata de o .:-
fender el derecho a la supervivencia(y esto es cada
vez más frecuente) de los pueblos indígenas o el
del- medio
- .--- - -- - ambiente
- - - -
-. .. - donde ellos v todos nosotros
-
vivimos.
')')
gún éxito real ante los retos para entender y hacer frente
al cambio global.
En un mundo donde el cambio global acelerado está
creando incertidumbre, es vital abrir espacios de discu-
sión y difundir nuevos hallazgos como los incluidos en
este libro. Esperamos que los lectores de esta obra, a su
vez, lleven adelante actividades para construir un futuro
sustentable en una "condición de mundo con una econo-
mía plena".
Lourdes Arizpe
Diversidad cultural global en un "mundo de
economía plena"
Fredrik Barth
El término "globalización" se utiliza a menudo para evo-
car la amplia gama de todas y cada una de las tendencias
presentes en el mundo. Será más útil si se emplea para se-
'ñalar aquellas transformaciones que ocasionan verdade-
ros cambios de paradigma, y que señalan la necesidad de
desarrollar nuevos conceptos y teorías para comprender
los acontecimientos que están sucediendo. Uno de estos
cambios se encuentra en los parámetros de la economía
global, con enormes implicaciones para el pensamiento
antropológico.
En pocas palabras, la necesidad urgente de cambiar
de una racionalidad de propósito único a una de múltiples
consecuencias en el pensamiento económico, surge del
hecho de que la actividad productiva industrial ha atrave-
sado un umbral de proporciones fatales con relación al
ecosistema global. Los economistas Goodland et al.
(1 991, p. 17) lo han representado en la Figura 1, donde el
subsistema económico (ahora, en rápido crecimiento) se
muestra haciendo contacto en dos interfaces con el ecosis-
tema global que lo rodea, sobre todo a través de la función
de fuente y de la función de sumidero, respectivamente.
- \
Ec~sistemaglobal finito
Pérdida
de calor
Un "mnnndo de economía
En lo que Goodland, et al. han denominado un "mundo
de economía vacía", como lo hemos conocido hasta aho-
ra, existen ciertos supuestos básicos con respecto a las in-
terrelaciones dentro de este sistema total, que parecían
plausibles y factibles. En primer lugar, las funciones de
fuente del ecosistema se habían considerado expansibles
al infinito y capaces de satisfacer las necesidades del sub-
sistema económico en lo referente a energía y recursos.
Si la energía local o los recursos naturales eran insufi-
cientes -ya fuera porque se habían agotado o por el cre-
cimiento de la escala de la economía- podían
complementarse extrayendo energia o recursos de algún
otro lugar del mundo vacío. El estímulo principal para el
crecimiento del imperialismo y del "sistema mundial"
surge a partir de estas actividades de localización y ex-
plotación de nuevas fuentes. De igual importancia, el de-
sarrollo tecnológico ha aumentado la energia
aprovechable y la base de los recursos naturales, permi-
tiendo un mayor crecimiento, en particular durante la Nr-
bulenta industrialización del presente siglo.
La otra interface de contacto entre el subsistema eco-
nómico y el ecosistema circundante está representada
por las funciones de sumidero. Toda actividad económi-
ca prodoctiva genera lo que los productores consideran
desechos, y transforma en calor las otras formas de ener-
gía. Estos efectos se disipan y desechan; en el ecosiste-
ma global los desechos se reciclan de forma natural,
quedando así eliminados, mientras que el calor se disipa
y se pierde a través de la radiación.
Bajo condiciones de un mundo de economía vacía,
siempre ha habido nuevas existencias o recursos por des-
cubrir, y solamente ha debido lidiarse con acumulacio-
nes muy localizadas y temporales de calor y desechos,
sin consecuencias aparentes para el ámbito global. El
punto fundamental es que, en un mundo vacío, parecía
sensato y posible pasar por alto la mayoría de las conse-
cuencias directas materiales' de la actividad productiva,
por considerarlas bastante irrelevantes para la economía;
y, además, se pudo funcionar limitándose a una econo-
mía enfocada a la ~roducciónde bienes de consumo y a
los costos de energía y recursos. Por 10 tanto, en una eco-
nomía como la que se ha institucionalizado dentro del
sistema mundial moderno, solamente estos das tipos de
consecuencias, junto con la variable demanda, son los
que se reflejan en los precios de los bienes de consumo en
el mercado. Podríamos decir que si un conjunto de acti-
vidades productivas tiene las consecuencias materiales
cl, c2, c3, ... c,, la ciencia económicaúnicamente conside-
rará importantes c, (el bien de consumo producido) y c2
(los recursos empleados en la producción), mientras que
hará Gaso omiso de las demás consecuencias c3- c,, dese-
chándolas en la medida en que, efectivamente, habrán de
desaparecer mediante una disipación y reciclaje del eco-
sistema.
2 Así pues, por ejemplo, cualquier preocupación que pudieran tener con respecto a
las condiciones laborales, a la protección de las reservas ambientales locales o al
cumplimiento de los derechos, en cuanto a patentes o derechos de propiedad, deben
transmitirse por medios institucionales distintos a los mercados y precios, princi-
palmente mediante una legislación especial.
chos, no tendrían efecto sobre el bienestar humano si de-
saparecieran a través del reciclaje y la disipación del
ecosistema. Por otra parte, en un mundo pleno esto deja
de ser cierto. Estas otras consecuencias materiales no de-
saparecen: e! consumidor está "comprando" junto con la
mercancía, todo un paquete de consecuencias materiales
donde varios de sus elementos afectan de manera decisi-
va y negativa el bienestar del consumidor, pero donde el
l
vínculo entre la decisión y estas consecuencias permane-
1
ce invisible. Efectivamente, el índice del precio de la 1
I
mercancía vuelve engañoso este vínculo. Etconsumidor l
toma la decisión de comprar poniendo en la balanza el l
costo del bien contra la utilidad que espera recibir del
mismo. Sin embargo, mediante el acto mismo de la com-
pra también emite su voto en otro proceso de toma colec-
- tiva de decisión, y provoca como resultado, toda una
serie de consecuencias distintas generadas por la activi-
dad productiva. Y éstas ya no se reciclarán ni disiparán.
Permanecen como consecuencias definitivas de una de-
cisión tomada con base en otras consideraciones mucho
más limitadas. Así pues, en un mundo de economía ple-
na, los consumidores son engañados por el precio del
bien de consumo, para emprender actividades de produc-
ción cuyas consecuencias no pueden juzgar y que son, en
parte, probablemente contrarias a su propia utilidad.
3 Nosotros los antropólogos hemos aprendido esto a partir de tina sinergia de niu-
chos tipos de información la diversidad etnogrhficade hhbitos alimentarios, lavi-
vienda, las relaciones de apareamiento y crianza y las estructuras gnipales, de una
nes en el comportamiento humano- y más aún, que la
variación cultural no es solamente el legado de un pasado
tribal, sino que también está en creación constante a tra-
vés de los procesos normales de la vida humana. Solicito
a los colegas que se comprometan a representar y a utili-
zar sus percepciones de que las vidas humanas son me-
nos transitivas y con~parables,a nivel mundial, de lo que
supone la mayor parte del discurso ambientalista; que las
concepciones de los futuros humanos están siempre cul-
tural e históricamente situadas, y tienen que luchar para
trascender estas limitaciones; y que la diversidad cultu-
ral global representa una forma preciosa de capital o re-
curso comparable a la biodiversidad.
Las mismas instituciones que en la actualidad no
pueden resolver la situación de mundo pleno son las que
también están en proceso de destruir el capital cultural y
las vidas humanas que se basan en éste, y existen funda-
mentos mucho más poderosos que el mero relativismo
moral de resistir a esta destrucción. Algunas actividades
y orientaciones culturales son obviamente mucho más
perniciosas, en términos globales, que otras y las solucio-
nes a la crisis del mundo pleno deben encontrarse anali-
zando y descubriendo las conexiones y alternativas en un
rango 10 más amplio posible de modos de vida hlimanos.
, 10 tanto, sugiriendo: a) la necesidad de recons-
~ s t o ypor
truir nuestra sensibilidad y moralidad para que se ade-
cuen mejor a los enigmas de la condición de mundo
pleno, y b) acelerar más nuestro conocimiento sobre la
Obras consaiItadas
44
lucionistas, postularon una humanidad común pero Ia
visualizaron construida de múltiples culturas, a partir de
donaciones culturales recíprocas. Cabe observar que
muchos difusionistas no rechazaban las perspectivas
evolucionistas colno tales, sino que condicionaban la
evolución a la acumulación y recombinación de elemen-
tos culturales adquiridos en el transcurso de la interac-
ción.
El término "evolució~~ muitilineal" introducido ori-
ginalmente por Robert L O Wincorpora
~ esta interpreta-
ción. Los procesos evolucionistas conducentes a un
control cada vez mayor de la energía, o creadores de una
organización más compleja, llegaron a entenderse como
el resultado de relaciones interactivas en áreas culturales
y esferas de interacción Y no como logros independientes
de sociedades aisladas con culturas totalmente cerradas.
El esfuerzo actual por concebir una antropología global
puede construirse con la ayuda del conocimiento que
nuestros tan difamados antepasados alcanzaron, en cuan-
to a la manera de hacer cultura a partir de interacciones
particularizadas en el tiempo y el espacio. Las culturas se
modelan a partir de los contextos, reaccionan ante ellos,
incorporan estas reacciones y llevan los efectos al en-
cuentro de nuevos contextos interactivos. Hasta 10s
ejemplos de progreso 0 transformación evolucionista de-
ben entenderse como resultados de una interacción y no
como descubrimientos idiosincrásicos.
Si el difusionismo surgió corno una respuesta crítica
a los programas evolucionistas lineales, el funcionalismo
se desarrolló como critica al difusionismo. Los funcio-
nalistas se oponían a 10 que llamaban "historia conjetu-
ral", fundamentada en la distribución geográfica de los
rasgos culturales. En la medida en que consideraban im-
posible hacer historia, optaron más bien por concentrarse
en las sociedades y culturas existentes en tanto sistemas
integrados respondiendo a necesidades humanas. Esta-
mos en deuda con los funcionalistas por enseñarnos a in-
dagar y analizar las relaciones funcionales, aunque ya no
compartamos su recelo por la historia. Hoy podemos ha-
cer historia mediante el uso disciplinado de testimonios
documentales y verbales, y aprender mucho sobre la ma-
nera en que los pueblos del mundo se comprometían en
relaciones más extensas con los demás. Asimismo, po-
demos alejarnos de su perspectiva de considerar a cada
sociedad y cultura como un cuasi-organismo en el cual
todos los elementos estaban ceñidos en un abrazo funcio-
nal. En la actualidad, al analizar los ordenamientos hu-
manos dentro del revuelo ocasionado por los procesos
globales, es necesario que demostremos la integración
antes de darla por hecha.
Pero también hemos aprendido que solamente en los
casos más extraordinarios, las esferas de interacción se
dan aisladas unas de otras. En general, esferas de interac-
ción más estrechas se conectan con otras más amplias,
macroesferas con superesferas, y se requiere de un cono-
cimiento adecuado para reconciliar estas conexiones.
Este punto surgió hace más de sesenta años cuando los
antropólogos ampliaron sus observaciones participantes
y sus entrevistas a los caseríos, aldeas y pueblos de socie-
dades modernas complejas. En México, Robert Redfield
fue el primero en explorar la relación entre el pueblo de
Tepoztlán con la "ciudad" encarnada para él en La Capi-
tal. Luego, Redfield fue más allá de este simple dualis-
mo y estudió (1 955) ordenamientos más diferenciados de
comunidades dentro de otras comunidades, de un todo
dentro de otro todo. Por ÚItimo, buscó abordar civiliza-
ciones enteras, en especial sus particulares sistemas cul-
turales de comunicación. En este intento, manifestó
conceptos evolucionistas al contemplar una incorpora-
ción sucesiva de más antiguos y pequeños "todos" en
nuevos niveles de integración (Redfield, 1942), concep-
tos que también guiaron a Julian Steward (1950).
Estas aproximaciones nos enseñaron mucho, pero
también resultaron restrictivas. Pienso que las limitacio-
nes pueden encontrarse en la manera misma en que fue-
ron definidas inicialments las ciencias sociales,
postulando un dominio del sui generis social y adscri-
biendo a Ia interacción social una dinámica esencial pro-
pia. Lo anterior las impulsó a considerar a las unidades
sociales -hogares, aldeas, pueblos, regiones y nacio-
nes- corno entidades sociales cerradas, definidas prjn-
cipalmente por su socialídad interna, y produciendo cada
una, un universo social característico propio. Así, la so-
ciedad podía visualizarse de modo simplista, como un
edificio erigido con la suma de dichas unidades a manera
de bloques de construcción; cada cultura se abordaba de
manera similar, como un dominio de la "~~stumbre", con
una dinámica propia "incluida" en estas unidades socia-
les distintivas. Lo que 10s funcionalistas subrayaban era
que la interacción social y la costumbre pueden tener as-
pectos formales, pero tienen funciones que desempeñar
al servicio de las necesidades psicobiológicas o de las de-
mandas sociales. Aun así, este modo de
análisis fundamentaba todavía SU investigación en el es-
tudio de la interacciÓn social Como tal.
No obstante, podríamos preguntarnos si las referen-
cias a las necesidades Y estructuras son autoevidentes o
autoexplicativas, o bien, si las necesidades y estructuras
no requieren autoexplicarse. Podemos comprobar este
punto analizando el trabajo de Julian Steward quien ha-
bía desarrollado una forma de estudio que llamó ecología
cultural y buscaba explicaciones en la interacción de gru-
pos de portadores de cultura con microambientes parti-
culares.
Sin embargo, cuando empezó su estudio sobre Puer-
to Rico, a finales de la década de los cuarenta, Steward
enfrentó un nuevo problema adicional que planteaba in-
terrogante~acerca de la relación de los ecosistemas loca-
les o regionales con los procesos generados por un
capitalismo transformador. Al describir detalladamente
cómo la gente de Puerto Rico extraía energía de sus habi- 1
tats específicos, no podía mostrar por sí mismo que la
producción de diversos cultivos se vería jacilitada, mas
no dictada por el medio ambiente de la isla (Steward, I
52
ció formalmente la "indiscutible primacía de la infraes-
tructura", la lógica de este "viraje lingüístico" excluyó
toda casualidad fuera del control del sistema cultural de
signos. En esta perspectiva gramatológica de la cultura,
como lo expresó Sahlins (1985, p.147), no podía existir
ninguna "percepción inmaculada".
Así pues, justo cuando a la disciplina se le exigió am-
pliar su escala y su alcance para incluir más acerca de lo
que estaba sucediendo en el mundo, muchos antropólo-
gos se refugiaron nuevamente en el estudio de culturas
particulares, esta vez entendidas no como cuasi organis-
mos integrados funcionalnrente, sino como sistemas de
significados independientes Y totalizadores. Ahora, cada
cultura habría de estudiarse corno un cónjunto de textos,
presentados a través de un sistema característico de re-
presentaciones mentales. Esto coincidió, irónicamente,
con una etapa de intenso surgimiento'de la migración
transnacional, un flujo mundial de bienes de consumo a
través de las fronteras nacionales y un incremento impor-
tante de la densidad e intensidad de las comunicaciones
mundiales.
Irónicamente también, 10s antropólogos optaron por
la vía de una lingüística que ponía de relieve los sistemas
gramatológicos cerrados y estáticos, en lugar de inspirar-
se en la etnografia del habla que se desarrolló al mismo
tiempo. Este interés por el lenguaje en la acción social
--que mucho le debe al trabajo de Malinowski sobre el
lenguaje, como se presentaba en contextos sociales espe-
cíficos (1935)- se ha convertido mientras tanto en un
campo dinámico que estudia el discurso como parte de la
comprensión del trabajo de la cultura en la vida' social.
Er~cR Wol/
5 íi
mito y el ritual. Es posible que aun las culturas antroPo-
lógicas "clásicas", en las que tenemos mucha experien-
cia, nunca hayan sido así, sino que más bien se mantenían
unidas mediante procesos organizativos de poder, con-
trol e influencia que prometían apoyo a cambio de con-
formidad y amenazaban con la pérdida de este apoyo en
caso de incumplimiento.
Si la mayor parte del aprendizaje cultural actual de-
pende de una situación y un contexto, jcómo adquieren
los conjuntos resultantes una coherencia organizada?
Una de las formas en que la antropología actual se está
planteando este tema es interesáiidose en la identidad, ya
sea que se trate de la identidad de la persona, del gmpo ét-
nico o de toda una nación. Sin embargo, las identidades
no se dan, se forman. Si las definiciones de identidad im-
plican caracterizaciones de atributos y el trazado de fron-
teras alrededor de las unidades definidas como tales en
contraste con otras, esto debe tener un contexto causal.
Además, sabemos que la búsqueda de la identidad varía
históricamente, intensificándose o disminuyendo a tra-
vés del tiempo. Por lo tanto, con la aparición del Estado-
nación y el colateral desarrollo del nacionalismo, cuya
expectativa era crear un "pueblo" unido e identificable a
partir de diferentes poblaciones con identidades propias,
hubo un aumento de la demanda de identidad. Hoy, la
demanda por identidades se ha incrementado una vez
más, precisamente en la medida en que la gente está res-
pondiendo ante los cambios de la división social del tra-
bajo, en su relación con los gobiernos, en reacción a
nuevos modos de comunicación y en la medida en que
sus repertorios culturales se van haciendo más heterogé-
neos.
Erlc X Wolf
58
que los acompañan, llegan a distintas regiones de la tie-
rra. Estamos siendo testigos del desarrollo de nuevas for-
mas y procesos de producción que utilizan nuevas
tecnologías de información, que exploran nuevas fuentes
de energía, que se benefician de métodos nuevos y más
flexibles de financiamiento y que emplean nuevas rutas y
sistemas de distribución para movilizar sus productos
(Rothstein y Blim, 1992). Estas nuevas formas compiten
con los complejos fabriles concentrados de la anterior in-
dustrialización a gran escala. Estos sistemas reubicados
de ''industrialización antes de la industrialización" se
instalan en nuevos lugares geográficos dispersos y reca-
pitulan en un plano organizacional más elevado, esta vez
mediante la combinación de características de la produc-
ción f a b d con las del taller artesanal. Antiguas regiones
medulares se desindustrializan, mientras que áreas antes
marginales pasan a formar parte de la acumulación capi-
talista.
En la esfera social, lo anterior ha llevado a la movili-
zación y el reclutamiento de nuevos tipos de mano de
obra, así como a la formación de un nuevo estrato de re-
clutadores de obreros, de personal técnico supervisor, de
intercambio de servicios Y de mediadores financieros.
Las formas concentradas de producción, donde una ad-
ministración centralizada se encarga de dirigir un gran
número de personas, están siendo substituidas por for-
mas de organización más dispersas y temporales. En es-
tas nuevas empresas, es frecuente que las funciones
ahora las desempeñen equipos de trabajadores que fue-
ron reclutados con base en el parentesco, amistad o cono-
cidos locales, mientras que 10s trabajadores eventuales
provienen de los gnipos cada vez más amplios de mano
de obra inmigrante. De esta manera, las relaciones capi-
1:rrc R. lYol1
62
Obras consultadas
2 Es importante notar que Simmel fue cuidadoso al establecer tina distinción entre
ley y moralidad Noestabade acuerdo con el punto de vistode qtie la inoralidad, la
cosluinbre y la ley se desarrollan como acrecencias de una condición geminal (al
iiiterior de una unidad normativa original) Pensaba que este estado genninal se
perpetuaen lo que llamamos costumbre y que la costumbre representa una fase de l
no diferenciación apartir de la cual, en distintas direcciones. sureen doi tbrrnnc I S
viendo en una sociedad gobernada por un solo gmpo ét-
nico, estos pueblos son minorías sociales (y étnicas) sin
importar cuantos miembros, en números relativos, sean
los que las conforman. No cabe duda de que en Arnérica
del Sur, los grupos étnicos originarios de la región son
huéspedes en sus propios territorios, que históricamente
fueron ocupados por fuerzas colonialistas. Esto es un
1
l
ejemplo formidable de lo que es la etnicidad. Abner
1 Cohen pensaba que la etnicidad es, fundamentalmente,
1 la forma que asume la interacción entre grupos culturales
que operan en contextos sociales comunes (1974, p. xi).
Cabe hacer notar que esta definición hace que el concep-
to pueda aplicarse no solamente a los grupos étnicos indí-
1
I
genas, sino que más bien lo amplía a otros grupos
culturales o étnicos cuyos destinos están en manos de un
1 Estado-nación gobernante que no les permite expresarse,
l
1
l
y tampoco tomar decisiones. En este punto podríamos
preguntarnos jcómo se comparan los valores culturales
singulares que conforman el comportamiento de estos
grupos con los valores llamados nacionales, intencional-
1 mente hegemónicos, divulgados por el Estado? Es evi-
dente que cuando los valores morales chocan entre sí, la
tensión que se genera es enorme. En este caso podríamos
hablar de una superposición entre la etnicidad y la esfera
de la ética y la moralidad combinadas. En nuestra disci-
plina, por darle preferencia al concepto de cultura obscu-
recemos este tipo de cuestiones.
En este sentido, algunas consideraciones sobre la éti-
3 Existen por lo menos dos versiones de esas persuasiones: documenté unaen 1957
(Cardoso de Oliveira, 1959, p. 10) y la segundaes de Cecilia Roxo Wagley, recopi-
lada en 1965 (Wagley, 1977, p. 136, nota64). Aceptando que existen algunas dis-
crepancias entre una y otra, ambas confirman el papel que desempeflaron las
misioneras en la eliminacibn del infanticidio tapirapé mediante el diálogo. ~ S e r t a
correcto decir entonces que aquí funcion6 algo seinejante al discursoo «cuasi dis-
curso» ético? Es posible que 10 podamos comprobar un poco más adelante.
Roberro ( ' a r h t o de O I ~ i ~ c r r a
78
Idaeittrcidad (crrú en luego la irrca global7
1
hijastra puesto que no son parientes". Así pues, es-
1
Roberto Corduso de Olivciro
Obras consultadas
I
Bidney, D. "The Concept of Value in Modern Antliropo-
11 logy". In: A. L. Kroeber ed. Anthropology Today.
1.
l
An Encyclopedic Inventory, 2 ed. Chicago, Uni-
) versiíy of Chicago Press, 1954. pp. 682-99.
l
l
Y a causa de los dos contextos en los cuales evolu-
i cionó la etnografia en Europa, ésta siempre se practicó en
1 un contexto de desigualdad de status entre el observador
¡ y el observado, una desigualdad que, a menudo, expresa-
ba una relación de dominio entre la sociedad o el grupo
social del observador y la sociedad o el grupo social del
observado. Este fondo de dominio sigue pesando en la
antropología, e incluso es lo que la condena frente a los
ojos de muchos pueblos que, desde su independencia, re-
i claman ser ahora objeto de estudios sociológicos más
I
1 que etnológicos.
¿Estará sentenciada la antropología a nunca haber
sido y jamás lograr ser algo más que un conjunto de re-
presentaciones inas o menos eruditas que las sociedades
1
dominantes han sostenido con respecto a las sociedades
dominadas; representaciones que, de hecho, legitiman
dicho dominio? ¿Está sentenciada la antropología, por
l su origen mismo, a legitimar las especulaciones naciona-
listas o imperialistas? Este riesgo es constante, pero la
l
l
antropología pudo establecerse como una disciplina
I
!
Mauncc Godelrer
1 La antigua Unión Soviktica presentó una curiosa anomalía en este aspecto. Según
su teoria oficial comunista, la etnicidad estaba destinada a desaparecer a medida
que el nuevo individuo soviktico superara los últimos remanentes de la falsa con-
ciencia; sin embargo, la misma Uni6n Sovietica estaba compuesta por repúblicas
etnicarnente definidas.
Vivir corl la etnictdad: la necesidad de un nuevo paradigma
4 Ver por ejemplo, los ensayos de Urban y Scherzer, 1991. Especialmente mi articu-
lo: "On becoming Indian in Lowland South America".
5 Ver el número especial del The Times Literay Supplement (16 de julio de 1993)
que incluye el artículoespecial de Gellnersobreel futuro de laantropologíasocial.
dad no es ni primordial ni circunstancial, sino una
combinación de ambas situaciones. Se trata de una cuali-
dad latente, que pertenece a todos los seres humanos
(puesto que el ser humano vive en grupos sociales) y que
se activa circ~nstancialmente.~ Se trata de "una máscara
de confrontación" como tan acertadamente lo resumió
Joan Vincent (1974).
Mientras los antropólogos reconsideraban la etnici-
dad mediante el análisis de variables culturales y vincu-
lándolas a la acción política, los científicos políticos y
demás teóricos sociales comenzaron a replantear sus
ideas sobre el Estado y sus necesidades. Crawford
Young describe en The Rising Tide of Cultural Plura-
lism,7 cómo la confianza teórica en los Estados-nación
que distinguió a la bibliografía de la década de los sesen-
ta, dio lugar a las ideas y a la reformulación teórica que
caracteriza a los noventa. El momento crucial sobrevino
en los setenta. En 1973,Enloe publicó su análisis revisio-
nista Ethnic Conjlict andPolitica1Development,y los re-
planteamiento~de Donald Horowitz empezaban a
aparecer en trabajos más cortos como preludio a Ethnic
Groups in Conjlict (1985). Mientras tanto, el estudio más
importante del propio Young sobre The Politics of Cultu-
ral Pluralism 61976) seguía poniendo en evidencia, como
señala descorazonado en trabajos posteriores, el optimis-
mo sobre el Estado-nación que muy pronto él mismo ha-
bría de repudiar.
6 Esta propuesta se planteó una y otra vez en los ensayos de Maybury-Leivis, 1984;
ver en particular .- Despres, 1984 y Muybury-Lewis 1984a.
7 Ver en particularsil trabajo introductorio: "The Dialectics of Cultural Pluralism :
Concept and qeality".
120
Vivir con la elnicidad: la nccesrdad de un nuevo paradigma
128
Vivir con ln clnicidarl: la nece.~idadde trn nuevo paradigma
Obras consultadas
131
L
David Mnyb~try-I,~wis
140
ICv~ulae inlrrarcirjn de los procesos crilturalcv
UmbraIes cuIturaIes
En los medios de comunicación masiva, la Revolución
Microelectrónica, la Tercera Ola o la Nueva Era se han
transformado en referencias comunes para establecer la
frontera tecnológica y social que divide a nuestra época
actual. La antropología debería preguntarse si se trata de
I,otrrdcs Ari:pe
154
los organismos internacionales y el gobierno local como
"fronteras agrícolas". Como resultado, en Marqués de
Comillas, el área en estudio que está localizada en la
frontera con Guatemala, campesinos inmigrantes -a
quienes se les dotaron 50 hectáreas de tierra a pavés del
Programa de la Reforma Agraria- desmontaron aproxi-
madamente el 40% de las 190,000 hectáreas totales. En
diciembre de 1988, la política gubernamental cambió to-
talmente cuando el presidente Salinas de Gortari decretó
una veda forestal total.
Lógicamente, los campesinos de la región se queda-
ron perplejos ante el cambio súbito de reglas y completa-
mente sorprendidos ante la veda forestal. Nunca antes en
sus historias culturales se habían establecido reglas de
este tipo, lo cual requirió una revisión rápida de sus ele-
mentos culturales para ponerla en perspectiva.
Una situación de campo como ésta, exigió también
un método de campo distinto, empezando por el hecho de
que el equipo de investigación tenía que ser multidisci-
plinario.6 En la década de los ochenta, en la selva se ha-
bían instalado comunidades conformadas por
inmigrantes de todo México y con diversos antecedentes
culturales: indígenas, mestizos, del norte y hasta urba-
nos. La dotación de tierra llevada a cabo por el programa
de la Reforma Agraria, constituía la única estructura or-
ganizacional de las comunidades, aunque muy pronto,
lazos familiares amplios y lealtades a grupos étnicos co-
-
que más daño sufnría si la selva d e ~ a ~ a r e c i e r aPor
.~
ejemplo, los campesinos explicaban esto, diciendo:
"Dependen de nosotros los campesinos, de lo con-
trario no tendrían nada que comer"; o "Debido al
aumento del calor, sus contadnaciones (sic) les
lloverán encima (a ellos); o simplemente "porque
Montes Azules (la Reserva de la Biósfera) es el pul-
món del mundo".
Resumen
En resumen, la investigación en la Selva Lacandona
mostró por qué y cómo las comunidades locales están
empezando a crear conceptualizaciones y símbolos rela-
cionados con el cambio global. Considero que estudios
comparativos de este tipo, en distintas regiones enrique-
cerán la discusión actual sobre el desarrollo sustentable y
la globalización.
Introducción
Comienzo ,con una instantánea del ambiente en Nepal
donde vivo y trabajo actualmente. Esta instantánea ilus-
tra algunos de los desafíos fundamentales de tipo empíri-
co, teórico y ético de las sociedades en un mundo de
acelerada globalización.
Reflexiones iniciales
"Todo lo que podemos decir acerca de prácticamente
todo es casi nada" (Boulding, 1956, p. 4). A pesar de esto,
es "urgente", como señala el reflexivo geógrafo del tiem-
po Torsten Hagerstrand, "examinar con nuevos ojos el
asunto y ver si, después de todo, es posible decir sirnultá-
neamente algo de provecho y bastante acerca de todo"
(1986, p. 193 SS). Si no nos atrevemos a hacerlo, no tene-
mos nada que hacer aquí.
El término "globalización" suena muy impresionan-
te y complejo. Pero jes realmente más impresionante y
complejo de lo que puede decirse de otros territorios y
áreas, donde se desarrollan y actúan distintas formas y
aspectos de la vida humana? La escala parece diferente,
si se le compara con la que acostumbran los observadores
de la vida social: jrealmente sucede así? ¿Son realmen-
te más amplias las escalas y distancias de los paisajes de
dimensiones distintas? o jno será que las escalas se han
derrumbado y las distancias se han acortado?
En mi niñez, mi imagen del mundo era como una se-
rie de anillos de Saturno que yo ingresaba e incorporaba
consecutivamente, atravesando todo tipo de puentes y
utilizando enlaces planeados e inesperados. Esta sencilla
versión de la historia de inmigrante en el mundo, tan si-
milar a la creación de avanzadas de inmigrantes y su sub-
secuente expansión a nuevas tierras -a menudo
cubriendo varias generaciones- ya no se ajusta, o por lo
menos no tan bien. Cada vez es más frecuente que ocurra
lo contrario. Los anillos avanzan hacia mí, me rodean y
penetran, con todo y su encanto, con mayor velocidad de
lo que yo me tardo en planear o diseñar mis propias estra-
tegias.
Lo mismo se aplica a la dimensión del espacio social
y del espacio del conocimiento y los símbolos. Nos mo-
vemos a través de aquellos en los que estamos activa y
conscientemente comprometidos. Al mismo tiempo, y
cada vez con mayor rapidez, otros espacios, o como ha-
bré de llamarlos posteriormente, campos y constelacio-
nes, creados y sostenidos sin nuestra participación o
conocimiento (por lo menos hasta que nos alcanzan),
avanzan hacia nosotros, nos penetran y atraviesan. Pare-
ce que cada vez más el mundo va al encuentro de todos,
aunque no todos se encuentran en el mundo.
Otra sensación fundamental es que pareciera que es-
tamos presenciando cada vez más una lucha entre el
mundo como lo experimenta la gente normal, y la manera
en que lo clasifica el fenómeno bastante reciente de la
ciencia. En nuestra vida diaria, no nos fijamos mucho en
ciertos sectores de la realidad. También alternamos entre
ideas, análisis, experimentos y prácticas, sin identificar
necesariamente de cuál fase de nuestras actividades nos
estamos preocupando en un momento determinado. Pa-
reciera que nuestras imágenes de la realidad se organi-
zan, cada vez más, de acuerdo con ciertos modelos de
desagregación artificial que, a su vez, influyen en cómo
la gente realmente experimenta, organiza, interpreta y
maneja su vida.
Mi reflexión aquí no se refiere a que, aparentemente,
ahora vivimos en uno o varios sistemas globales: si apli-
camos el concepto tiempo con suficiente generosidad,
me imagino que han existido procesos de globalización
desde el principio mismo de nuestra existencia en el pla-
neta. Mi propósito consiste más bien en preguntar, cómo
podríamos abordar y comprender mejor las consecuen-
cias del cambio drástico en la dimensión de tiempolespa-
cio, generado por los cambios (tal vez adelantos) en el
conocimiento y la tecnología, que han creado campos so-
ciales en rápida expansión, en los cuales y mediante los
cuales, la gente interactúa traspasando distancias globa-
les; comparte y se comunica a través de constelaciones
de conocimiento, valores y aspiraciones dispersas glo-
balmente. Recordemos que es precisamente en situacio-
nes como ésta, cuando debemos dirigir nuestra energía a
escudriñar la naturaleza de nuestros supuestos teóricos,
escondidos o explícitos, y cambiar, no solamente nues-
tros mapas, sino también nuestras herramientas de orien-
tación y exploración (Kuhn, 1962).
Como todo concepto amplio -especialmente los
que se ponen rápidamente de moda- la globalización
me hace sentir incómodo. Por supuesto que suena muy
bien, igual que la aldea global, el internacionalismo y el
universalismo. Se refiere a contactos y comunicaciones
entre la gente, al "desarrollo de la cooperación", etc.
Pero si profundizamos un poco, sin importar con cuánta
honestidad pudiera haber sido propuesto, es evidente que
su amplia aceptación es en sí el resultado de característi-
cas sumamente preocupantes. Una de las características
es que todos estos términos tienen, en cierto modo, una
naturaleza profiláctica: suenan bien y, por lo tanto, son
muy efectivos como encubridores del neocolonialismo,
la dominación económica, la dependencia y expresiones
similares del juego global del poder.
Después de todo ¿a cuál percepción de lo global -o
de lo que debería globalizarse- nos estamos refiriendo?
Otro factor responsable de la difusión y rápida acepta-
ción de un término como el de "globalización" es su ca-
rácter comprehensivo. Desafortunadamente, los
conceptos de esta naturaleza, agregados a niveles donde
parecen adquirir vida propia, tienden a paralizar más que
a estimular el cerebro. Frases como "las necesidades del
desarrollo", "todos somos interdependientes" o "la glo-
balización es el futuro" están en boca de todo el mundo
como si se refirieran a valores irrefutables. El año de
1984 llegó y se fue, pero el lenguaje del libro de Orwell se
mantiene vivo y se vuelve cada vez más frecuente y per-
suasivo. Debemos cuidamos de estos peligros para no
crear una terminología nueva que siga distorsionando el
conocimiento y posibilitando los abusos del poder.
¿Qué es pues, lo global de la globalización? A pesar
de percibir un mundo en contracción, de hecho no vivi-
mos a un nivel global, sino más bien en algún contexto
globalizado como la aldea de Tokha en el Valle de Kat-
mandú o el "Upper East Side" de la ciudad de Nueva
York. Lo que podría ser global en estos dos lugares es la
posibilidad e incluso la probabilidad cada vez mayor de
que al manejar mi vida aprovecharé los recursos físicos,
sociales o mentales que están ubicados originalmente en
otra localidad del planeta, o algún derivado de estos re-
cursos. En consecuencia, no se trata de recursos globales
per se, sino más bien de expresiones localizadas o inani-
festaciones de algo que pertenece a otra parte del mundo,
y que me atrae a medida que pongo en práctica diversos
proyectos; o que es lo suficientemente poderoso para in-
fluir en las condiciones en que puedo diseñar y adminis-
trar estos proyectos. Así pues, lo global no se
circunscribe a un tipo de entidad específica. Por lo tanto,
la única otra posibilidad consiste en buscar lo global en la
esfera de las relaciones. Algo es global porque se genera
y sostiene a través de las relaciones que vinculan, combi-
nan y dirigen el uso de recursos físicos, sociales y menta-
les localizados en diversas partes del globo.
En consecuencia, el asunto verdaderamente nuevo
no es tanto que el mundo se esté volviendo uno solo, sino
más bien, y al menos por algún tiempo, en "varios" que
operan cada vez más a escala global y se relacionan entre
sí de maneras nuevas y rápidamente cambiantes. Por lo
tanto, tenemos que avanzar partiendo del estudio de uni-
dades más o menos separadas, para enfrentar situaciones
en las que diferentes medios de acceso a la tecnología, al
transporte, a la comunicación y a la información generan
una serie de mundos que son más pequeños o más gran-
des, accesibles o inalcanzables, manejables o ingoberna-
bles, dependiendo del control relativo que uno ejerza
sobre estos factores que los acercan.
Aquí deseo señalar algo que podría parecer paradóji-
co. Ciertamente existe una serie de contactos, interaccio-
nes y flujos entre estos diversos mundos (o campos), por
lo tanto, también existe una apertura entre ellos. Sin em-
bargo, en la medida en que todos están de alguna manera
limitados por la envoltura global, cada vez se ven más
afectados por la transición de sistemas abiertos -tanto
í:anipo socrol y conslelaciones cirlriiml~.s
Constelaciones culturales
Al proponer la metáfora de los campos de gravitación so-
cial, debo señalar que la fuente de este tipo de fuerza de
gravitación generadora de campos, no puede reducirse a
ningún propósito organizacional o a algún tipo de interés
como tal. Invariablemente incluye valores, conocimien-
to, supuestos, creencias, preferencias de hábitos y estilos
de comportamiento, modismos y códigos de comunica-
ción. Todo lo anterior, no sólo condiciona la articulación
del interés: a menudo el interés está en sí mismo consti-
tuido o influido por estos factores. También representan
los aspectos del espacio de la realidad que son general-
mente clasificados como cultura. Algunos están reforza-
dos por el hecho de que claramente se relacionan con un
campo o una combinación de campos de gravitación so-
cial y los consolidan, mantienen y fortalecen. General-
mente, estas imágenes han logrado cierto grado de
validez intergeneracional. Otros tipos de imágenes tie-
nen una duración más limitada debido a que están en vías
de comprobar su eficiencia, validez y ventaja comparati-
va en relación con otras imágenes. Se combinan, desa-
gregan y recombinan, dependiendo de los proyectos en
los que estemos inmersos o, debido a su relación variable
con otros campos de gravitación social de los cuales tam-
bién forman parte.
Aunque las fronteras son fluidas, ciertos conglome-
rados o constelaciones de imágenes, modismos y expre-
siones de significado, tienden a coincidir con campos de
gravitación social. Para utilizar un lenguaje de sentido
común, la "realidad" podría describirse como una com-
binación de filamentos o dimensiones principales (las fi-
sicas, las técnicas, las organizacionales, las de
información y las de evaluación) que para fines heurísti-
cos pueden separarse analíticamente -pero que en la
vida real son aspectos inseparables de todos nuestros
proyectos-. Las inanifestaciones y representaciones de
estas dimensiones son el resultado de los empeños huma-
nos de exploración, imaginación, conocimiento y eva-
luación, actividades a través de las cuales utilizamos,
combinamos, nos apropiamos, inventamos o reinterpre-
tamos el material disponible. Si las fuerzas dirigidas ha-
cia la permanencia son lo suficientemente fuertes,
podrían hacer surgir alguna constelación o constelacio-
nes culturales de duración variable, que proporcionan
conjuntos de recursos para la continua construcción de r
conocimiento y significado que ocurre constantemente
en todos los niveles de manejo de nuestra vida diaria. t
1:
,II
reses, un nuevo conocimiento, nuevos campos y nuevas
fronteras, desafiando otra vez nuestras percepciones
convencionales de las leyes de la entropía. Identificar y
iIi;; analizar procesos de este tipo, y sugerir opciones infor-
f'! madas y aceptables desde el punto de vista ético entre los
,l.
mismos, podría ser el desafio más importante y exigente
i\r\!' que nuestra profesión haya enfrentado jamás.
\ J .
I Posdata
Estos casos y desafíos, resumidos de manera breve, me
traen de vuelta al comienzo: a la realidad como la vive la
gente. Este tipo de casos ayudan a destacar que el asunto
de la globalización debe considerarse, no como un nuevo
capricho sino como una invitación, en realidad una obli-
gnción, para analizar más profundamente la naturaleza y
las posibles contribuciones de las ciencias sociales y, en
consecuencia, la naturaleza de los supuestos fundamen-
tales acerca de nuestra materia y nuestra profesión.
Mis comentarios en este trabajo tienen la intención
de contribuir a esta discusión. Después de todo, la única
manera de revertir, con cierto grado de credibilidad cien-
tífica y ética la situación de las niñas en las colinas de
Nepal, con la propuesta de que las ciencias sociales pue-
den aliarse en su lucha por la dignidad humana, es toman-
do seriamente nuestras obligaciones teóricas.
Obras consultadas
213
mente activa para enfrentar, tanto el aumento del costo de
la vida como la decreciente capacidad salarial del hom-
bre. La participación femenina en la población económi-
camente activa se elevó del 32% en 1980, al 38% en 1988
(CEPAL, 1992, p. 59). La crisis económica también au-
mentó la demanda de mano de obra femenina en la nueva
maquiladora, o en las industrias orientadas a la exporta-
ción promovidas por una transformación de la substitu-
ción de importaciones y de la economía interna, hacia la
promoción de exportaciones en la economía intemacio-
nal. La importancia económica cada vez mayor de la mu-
jer, aunada a un aumento de las familias encabezadas por
mujeres, está contradiciendo el mito del hombre como
principal sostén de las familias latinoamericanas y cari-
beñas .
Este incremento masivo del trabajo asalariado feme-
nino como resultado de la reestructuración económica,
ha generadouna discusión intensa en cuanto a sus efectos
en la situación de la mujer. ¿Podría pensarse que el traba-
jo asalariado tan sólo explota a la mujer como fuente de
mano de obra barata y viene a agregarse a la carga de sus
quehaceres domésticos? O más bien, ¿podría conside-
rarse que el trabajo asalariado concede una mayor auto-
nomía a la mujer y aumenta su conocimiento con
respecto a la subordinación de género? Este trabajo in-
tentará responder a estas preguntas mediante el análisis
de los factores que afectan el impacto del trabajo asala-
riado sobre el status de la mujer en tres países del Caribe
hispánico: Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana
/.a mujer y la »Idu~riolizacirinen 01 Caribe
Politica estatal
En Puerto Rico y República Dominicana, el papel princi-
pal del Estado en la manufactura para exportación con-
siste en crear un clima favorable para la inversión
extranjera, a través de incentivos a la inversión, el control
de salarios y la mano de obra. La mayoría de las compa-
ñías fabricantes de ropa para exportación son subsidia-
rias directas de multinacionales norteamericanas, más
que productores nacionales subcontratados por estos in-
versionista~extranjeros. Los obreros en las zonas ma-
quiladoras tienen, por lo general, derecho al salario
mínimo, siempre y cuando logren cumplir sus cuotas de
producción, puesto que muy pocos obreros reciben un
salario fijo, sino que operan con un sistema de pago a
destajo. El control laboral se logra mediante una fi-anca
represión o prohibición de sindicatos en las zonas de li-
bre comercio, como sucede en República Dominicana, o
Hclrn l. Safa
La economía familiar
Aunque la posición de las mujeres es relativamente débil
en la esfera del trabajo y del Estado -donde el poder se
ejerce colectivamente- en República Dominicana y
Puerto Rico, las trabajadoras de la industria maquiladora
de exportación empezaron a asumir más autoridad en el
seno familiar. En ambos países, la mayoría de las muje-
l
res casadas afirman que ahora comparten con sus cornpa-
1 fieros las decisiones referentes al hogar, y que los
I
hombres ya no tienen el control exclusivo del presupues-
to. Su autoridad en el hogar se deriva del aumento de su
1
I
I
contribución económica, la cual tiene ahora una mayor
1
importancia en vista del creciente desempleo masculino
I y su efecto debilitador en la capacidad del hombre de ser
el único sostén familiar. En pocas palabras, no es simple-
228
cn el Caribe
/.a niiyer y /a i~~dtsfrializacirin
3 Uiiade las razones de esta discrepancia puede deberse a que las cifras de los ten-
sos nacionales no toman en cuenta a las mujeresjefe de familiaque siguenviviendo
con sus padres y que, en este caso, se consideran jefes de familia.
l
Heten J. S&
Ideología de género
La ideología tradicional de género es más dificil de docu-
mentar que muchos de los cambios estructurales analiza-
dos hasta aquí, debido a que está arraigada en el papel
productivolreproductivo de la mujer. Tradicionalmente
la mujer tiene a su cargo la responsabilidad fundamental
del quehacer doméstico y del cuidado de los hijos, mien-
tras que el hombre es el proveedor familiar por excelen-
cia. La designación de los hombres como los principales
proveedores familiares mantiene el control masculino
sobre el trabajo femenino, y crea esferas separadas donde
la mujer está confinada a la esfera privada, mientras que
el hombre controla la esfera pública del trabajo y la polí-
tica.
La separación público-privado de la sociedad indus-.
trial occidental es aún más fuerte en Latinoamérica y el
Caribe hispánico, y se remonta a la tradición española co-
lonial de la casdcalle, en la cual a las mujeres se les rele-
gaba al hogar y el hombre salía a la calle, como una
manera de mantener el honor familiar y la virginidad fe-
menina, fomentados por el catolicismo. Los pobres y los
grupos étnicos subordinados, tales como los esclavos
africanos y las poblaciones indígenas, donde la mujer te-
nía que trabajar para contribuir a la supervivencia de la
familia nunca siguieron al pie de la letra estas normas.
No obstante, la distinción casa/calle era considerada
como la norma, y el trabajo asalariado de la mujer llegó a
estigmatizarse aún más que en los países industrializados
dominados por el hombre blanco, debido a su asociación
cercana con los grupos subordinados de negros e indíge-
nas. Por ejemplo, en Cuba en 1899, un año después de la
ocupación de Estados Unidos, casi las tres cuartas partes
de todas las mujeres asalariadas eran de color y estaban
empleadas en el servicio doméstico, aunque las personas
de color constituían solamente un tercio de la población
(Pérez, 1988).
A medida que más mujeres empezaron a formar par-
te de la fuerza de trabajo y que las mujeres de la clase alta
empezaron a recibir mayor capacitación en profesiones
tales como la enseñanza y la enfermería, el estigma de la
mano de obra asalariada femenina empezó a diluirse,
pero las fronteras entre la casalcalle o las esferas de lo pú-
blico y lo privado no se han desgastado en la misma me-
dida en que ha sucedido en las sociedades industriales
avanzadas, a pesar de diferencias de clase y raza. La nor-
ma del sostén familiar masculino es tan fuerte que aun
entre la clase trabajadora, el papel del hombre como pro-
veedor familiar sigue siendo el ideal, relegando a la mu-
jer al papel de asalariada complementaria. Esto refleja
diferencias socioeconómicas como la incorporación me-
nor y más reciente de la mujer, en particular de la mujer
casada, a la fuerza de trabajo de América Latina, en com-
paración con los países industriales avanzados. Refleja
también, diferencias culturales arraigadas en la ideología
de género. Las leyes patriarcales que consideran al hom-
bre como el sostén familiar y el protector por excelencia,
tales como la patria potestad, siguen dominando en mu-
chos países latinoamericanos, mientras que los derechos
de la mujer a divorciarse y a ser igual ante la ley, o a con-
trolar su propia sexualidad a través de la planificación fa-
miliar o el aborto, están muy limitadas. El Estado
patriarcal, comprometido a mantener ciertas jerarquías
de género, de clase y de raza, constituye el sustento de la
familia patriarcal.
Aun en Cuba, el país latinoamericano donde se han
tomado las medidas más radicales para establecer la
igualdad de géneros, el papel doméstico o reproductor de
la mujer sigue teniendo preeminencia. Por ejemplo, a la
mujer se le sigue impidiendo realizar ciertos trabajos
arriesgados por miedo a que ponga en peligro su capaci-
dad reproductiva, y hasta hace poco tiempo, sólo a las
mujeres se les permitía ausentarse del trabajo para aten-
der a miembros de la familia hospitalizados. Aunque el
Código Familiar establece la obligación de compartir la
responsabilidad dentro del hogar, también está dirigido a
fortalecer la institución familiar, que está amenazada por
tasas cada vez mayores de divorcios y embarazos de ado- 1
lescentes. El apoyo socialista a la familia se debe, en par-
te, al reconocimiento del Estado de la importancia de la
familia para la reproducción social y de lo limitado de sus
recursos para substituir totalmente las funciones de la fa-
milia en este aspecto (Bengelsdorf, 1985). Tanto en las
i
sociedades capitalistas como en las socialistas, la contri- ,
bución que la familia hace a la reproducción social, alivia
en gran medida la tarea del Estado. Esto se hace particu-
larmente evidente en tiempos de crisis, cuando los recur-
sos se ven limitados al extremo, colocando cargas
adicionales en el hogar para satisfacer las necesidades
básicas. Esto ha sido más que obvio en Cuba durante el
periodo especial a partir de 1990, pero en Puerto Rico y
especialmente en República Dominicana, las políticas de
.
ajuste estructural también han vuelto a trasladar a los ho-
gares mayores responsabilidades del Estado.
Conclusiones
Habría que preguntarse si la división casa/calle se habrá
desgastado a través de la incorporación masiva de la mu-
jer a la fuerza de trabajo. Seguramente las trabajadoras
de Cuba, Puerto Rico y República Dominicana tienen
una presencia más visible en la esfera pública, pero como 1
Press, 1992.
Las nacionalidades en los cambios globales post
soviéticos'
Valery A. Tishkov
\
1 I
S
tales, se difundieron casi simultáneamente en todo el
l
j ~ mundo con el proceso de modernización (Gellner, 1989;
l
Hobsbawm, 1990; Greenfeld, 1992). En la segunda mi-
tad del siglo XIX y principios del XX, encontró apoyo en
Europa del Este y en Rusia, especialmente entre los diri-
gentes de nacionalidades periféricas de los antiguos Im-
perios Otomano, A u s t r o - H ú n g a r o y R u s o .
Posterionnente y debido a la creciente disponibilidad de
educación y la formación de grandes élites intelectuales
entre las nacionalidades de la ex Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS) -al igual que en los paí-
ses de Europa del Este- las ideas y la doctrina del nacio-
nalismo adquirieron una profunda legitimidad
emocional y hoy están fomentando intentos para conver-
tir mitos y emociones en diseños sociopolíticos (Roeder,
1991; Lapidus y Zasavsky, 1992; Motyl, 1992; Tishkov,
1992).
El enfoque constructivista pone especial atención al
papel de las mentalidades y del idioma como símbolos
clave, alrededor de los cuales se cristaliza una percep-
ción de la identidad étnica. Algunos textos y discursos
escritos contienen, por ejemplo, reconstrucciones histó-
ricas que se usan para justificar la autenticidad y conti-
nuidad de una u otra identidad étnica. La historiografía,
la arqueología y la etnografía soviéticas y postsoviéticas,
en muchas de sus manifestaciones, reducen el pasado al
presente y representan una proyección basada en el con-
cepto de gradualismo y homogeneidad del proceso histó-
rico. En cada lectura contemporánea de las culturas
pasadas, se presenta un "esbozo" de la historia como re-
curso para resolver las tareas políticas actuales.
l
1 /,as nociona11dade.sen los cambios glohalci po.sl.soviitico.s 1
Tal fue el caso, por ejemplo, cuando durante décadas
los historiadores de Azerbaiján desarrollaron de manera
1
intensiva la concepción nacionalista de la Albania caucá-
( sica, incluyendo a la antigua Albania como "la patria
/ grande de los azerbaiianos," territorio que los armenios
consideran como la "Armenia histórica." Esta construc-
ción, de una historia "rica" y "antigua" del pueblo de
Azerbaiján, tiene como componente necesario una des-
cripción del territorio Karabakh como el "corazón de
Azerbaiján." Así como los intelectuales georgianos de-
claran a Shida Kartlv o Samochablo (Sur de Osetia)
como "la patria de Georgia," los dirigentes de Ingush
consideran a la aldea de Angust, localizada en una zona
en disputa, como la "patria grande de los ingushi," y los
intelectuales de Osetia formulan una tesis sobre los
Alans, predecesores culturales de los osetianos, cuyos
"huesos están esparcidos por todo el norte del Cáucaso."
Durante décadas, la arqueología y la etnología, altamen-
te politizadas e ideologizadas, han florecido en la acade-
mia soviética periférica así como en la central
(Shnirelman, 1993).
Las diversas así llamadas historias nacionales y las
enciclopedias y estudios de investigación cultural tienen,
a menudo, poco que ver con la historia y la etnografía
verdaderas de los pueblos. En sí la nomenclatura de los
pueblos mismos, especialmente sus nombres, es resulta-
do de recetas "de extranjeros" ya fueran éstos, escritores
antiguos, viajeros que fueron los primeros en entrar en
contacto y en describir a los pueblos, o investigadores y
políticos contemporáneos.
La definición de pueblo, en el sentido de una comu-
nidad étnica, se entiende casi siempre en el medio acadé-
Valety A. Ti.~l~koij
'db101 /
/
Esta construcción intelectual se proyecta directa-
mente hacia el fenómeno del poder. A menudo se hace
d?d, i acompañar de la realización de una voluntad política,
4: asegurando para esto, el arsenal necesario de argumentos
y reclutadores-ejecutores. El antiguo derecho de los "su-
lb?
d$ mos sacerdotes" del partido comunista de formular des-
$ de arriba y transmitir hacia abajo sus postulados
Sf programáticos, era uno de los pilares más sólidos de su
@ poder, junto con el aparato represivo estatal y de partido.
i1/ Aún en la actualidad, la búsqueda de explicaciones sobre
8' el desorden, la crisis y el conflicto, sigue presentándose
en los debates parlamentarios, en las discusiones politi-
cas y en los medios de comunicación, en vista de la au-
sencia de fórmulas, conceptos científicos, etcétera.
Una sociedad acostumbrada a vivir en un simbolis-
mo unidimensional no puede convertirse instantánea-
mente en un campo multidimensional. El afán excesivo
de aprender fórmulas propuestas por las élites íntelectua-
les y políticas, así como su uso, se ha convertido en una
característica casi genética del pueblo soviético. Los
países postcomunistas no cuentan todavía con los ele-
mentos poderosos de la sociedad civil, es decir, privada,
expresados en gran medida en una autonomía individual
y en la auto-organización de grupos sociales en diversos
niveles. Este tipo de sociedad es el material ideal para
una "colonización" mitológica de la conciencia de ma-
sas, porque durante situaciones de crisis y de transfoma-
ciones sociales radicales -cuando la percepción del
mundo se escapa- la magia de la palabra, el derecho y la
capacidad para etiquetar (dando existencia a través del
enunciado) se ha vuelto una de las formas más sencillas y
accesibles del poder político.
Como en los tiempos antiguos, la tarea de explicar y
producir lo simbólico se le confiere a los poetas, artistas
y escultores y ahora también, a los dramaturgos, cineas-
tas, académicos, humanistas, y, ante todo a los historia-
dores, etnógrafos y arqueólogos. Ningún periodo
histórico, así como tampoco ninguna región del mundo,
han experimentado una escalada tan grande de doctores
en ciencias sociales y otros intelectuales en puestos influ-
yentes, como los que pueden observarse en el espacio
postsoviético. Los veintiocho miembros de Consejo Es-
tatal de Georgia establecido por Shevardnadze, estaba
compuesto por once filólogos, historiadores y filósofos,
siete artistas y periodistas y solamente tres abogados yun
economista.
Ir
277
Las poderosas élites políticas e intelectuales de las
nacionalidades titulares son capaces de organizar una
oposición para hacer fiente a los esfuerzos por abolir la
república o cambiar su status arbitrariamente. Esto últi-
mo resulta impracticable: es evidencia de la debilidad de
nuestro pensamiento político y de una peligrosa reveren-
cia al patriotismo nacional ruso. Aun en la época zarista,
algunos pueblos no rusos contaban con diversas formas
de autonomía, como por ejemplo, el no estar obligados a
ser esclavos o a cumplir con el servicio al Estado.
La propuesta de que "si no está de acuerdo, puede
irse", tiene aún menos sentido. En primer lugar, Rusia no
es solamente rusa, otros pueblos la crearon y conforma-
ron. Algunos dirigentes nacionales, al romper con el an-
tiguo centro comunista, están listos para separarse de
Rusia. "Rasque a un niso y encontrará a un tártaro", dice
el proverbio. ¿Quiénes sino los tártaros y los msos cons-
truyeron las principales ciudades de Rusia, incluyendo
Moscú, y colonizaron las regiones del Volga, los Urales
y Siberia? Los chuvashi, udmurtos, mordvanos y maris
no tienen por eso menos derecho a que se les considere
fundadores de Rusia. Podrían muy bien decirles a los de-
más pueblos, "si no están de acuerdo, pueden irse", como
sugirió G. Popov.
La situación es más compleja en el caso de los pue-
blos del norte del Cáucaso..Ahí todavía permanece el re-
cuerdo de la guerra del Cáucaso y las deportaciones
estalinistas. La región cuenta con un mosaico étnico en
extremo complejo y muchas de las "naciones" actuales
son constnicciones del periodo soviético: ya sea resulta-
do de la unificación, en el pueblo Avar, de una docena de
grupos con varios idiomas, o la separación de los anti-
guos cherkeses en kabardinos, cherkesos y adiguesis.
Las interrelaciones entre estos pueblos son complicadas.
Hoy están buscando nuevas identidades y su lugar en un
mundo nuevo. Los lazos culturales y de otro tipo de los
caucásicos con los rusos en esta región son bastante pro-
fundos. Los rusos representan el grupo más amplio de
esta región y, en cuanto a su modo de vida y tradiciones,
están más cercanos a los caucásicos que a los rusos de los
oblast3de Pskov v Ariánmelsk. A pesar de las dudas de
que eso pudiera suceder, el norte del Cáucaso es una re-
gión con un mosaico étnico complejo que podría consti-
tuirse en la base de unidades políticas separadas. En esta
región y bajo una dirigencia política responsable, las for-
maciones multiétnicas de tipo daguestano son más via-
bles que cualquier otra trazada a lo largo de las líneas
étnicas.
Obras consultadas
Resumen
Es indudable que el medio ambiente está moldeado por la
mano del hombre, pero también lo está por su inteligen-
cia. Este trabajo analiza de qué manera se crea el medio
ambiente como capital intelectual y cuestiona hasta qué
punto éste puede comprenderse por y a través de la cien-
cia. También explora la manera en que la ciencia, como
forma cultural, nos permite construir un medio ambiente
manejable, pero nos impide llegar a acuerdos con una in-
certidumbre cada vez mayor. El manejo ambiental in-
cumbe a la economia y este trabajo señala que establecer
sanciones económicas por transgredir normas ambienta-
les saca a estas normas del contexto en que fueron
desarrolladas.
Este artículo analiza cómo se produce el medio am-
biente; describe el paisaje físico que resulta de las activi-
dades y el ingenio humanos, así como el paisaje mental
que da forma a estas actividades y que se moldea a partir
de ellas. También estudia el valor que damos al medio
ambiente y hasta donde deberían estar preparados los an-
tropólogos para respaldar el punto de vista de sus propias
sociedades sobre la valoración ambiental.
Michael Redclifi
;1
,9
Y'
En Canadá las oportunidades eran mayores. Francis
decidió establecerse en un lugar prácticamente descono-
cido, la aldea de Pembroke, al norte de lo que en aquelIos
tiempos se llamaba Canadá Occidental. Para entonces, la
b 1
parte sur de Ontario ya estaba colonizada y representaba
$
el "Canadá civilizado" de pequeñas granjas y pueblos
P florecientes como el de Hamilton (Katz, 1978). Una re-
gión totalmente distinta era la de los Algonquinos, donde
Francis intentó establecerse. Al parecer, se prendó del
lugar "porque se trataba de un sitio muy remoto." Pocos
S eran los colonizadores que habían penetrado en la región
/ y el camino a Pembroke lo usaban todavía los leñadores
1 como ruta de invierno. No fue sino hasta 1860 cuando se
abrió un camino desde el Condado de Renfrew hacia el
I
noroeste (MacDonald, 1966,p. 18). La noche del 12 de fe-
I
brero de 1847, Francis llegó a Bytown (más tarde Ottawa)
procedente de Montreal en un trineo cubierto, conducido
1
por dos caballos. Iba forrado de pieies de búfalo para
protegerse de las temperaturas bajo cero. La jornada des-
de Montreal le había tomado todo un día y una noche. En
la actualidad el trayecto en avión se hace en cuarenta mi-
nutos.
Según Francis, Bytown era ya "uno de los mejor pla-
nificados y prósperos pueblos de Canadá" con cerca de
siete mil habitantes, aunque a finales de 1840 era iin sitio
verdaderamente rudo, "escenario de frecuentes grescas y
golpizas entre leñadores rivales irlandeses y canadien-
ses." (Careless, 1967, p. 30) A principios de 1840 los ir-
landeses habían tratado de sacar a la fuerza a los
franceses de la parte alta del Canadá y habían, a su vez,
sufrido represalias. Los "irlandeses", antes de esa época,
provenían en su mayoría del Ulster y las batallas que em-
prendían contra los colonizadores franceses católicos
eran consideradas como "guerras santas". Francis Codd
se había convertido al catolicismo y esto influía en su
opinión sobre diversas cosas, en particular la elección de
una esposa. Comentaba con ironía que
un inglés católico carecía de interés en Canadá,
donde el hecho de ser inglés confiere prestigio a
cualquiera, puesto que un inglés se considera liono-
rable hasta que demuestra lo contrario.
1 Obras consultadas
Introducción
Al llegar hace varios años a la región montañosa de Cer-
deña, tierra de comunidades célebres por sus intrépidos
pastores y el robo de ovejas, venganzas continuas y re-
nombrados secuestros -comunidades ampliamente ca-
racterizadas, aun a nivel local, como aisladas, cerradas y
atrasadas- me impresionó encontrar dentro de cada uno
de los hogares, un televisor a color, inundando con soni-
dos e imágenes, transmitiendo incontables mensajes y
vinculando aparentemente a cada una de las casas de este
altiplano insular con el ancho mundo. De esta manera,
cada una de las familias estaba conectada por un cordón
umbilical electrónico a Roma, Milán, París, Londres y
Los Ángeles, y de manera individual o en grupos confor-
mados por los miembros de la familia o amigos, miraban
durante mucho tiempo y con gran atención el aparato.
Esto me recordó ejemplos similares que me habían deja-
do perplejo: los nómadas tuareg en el Sahara, posponien-
do (según el relato periodístico en la sección "cuestiones
de interés humano") uila emigración importante para po-
der averiguar quién había disparado contra J. R.; la tien-
da beduina con su aguja electrónica, uiia antena de
televisión, divisada en un camino del Negev; Bag1.i
Singh, mi casero en Jodhpur intentado hallar la solución
de un programa de detectives en Doordarsha, la red de te-
levisión india que acababa de comenzar a operar en Ra-
jaszan.
El tema que abordo en este trabajo se refiere al im-
pacto de la televisión en la vida local de las coinuilidades
alrededor del mundo. La tesis propuesta es que aunque el
mundo nunca llegue a convertirse en la "aldea global"
-exaltada por Marshall McLuhan- cada lugar, ya sea
rural o urbano, pre o postindustrial, se está globalizaildo
más y más a medida que, a través de los medios electróni-
cos, el mundo llega con mayor frecuencia a cada poblado
y vecindario, aldea y asentamiento, barrio y suburbio. La
visión cultural que nosotros los antropólogos considera-
mos como precipitada del pasado y precipitadora del fu-
turo, se ve ahora compleinentada por la televisión, una
influencia cultural externa sin igual, suministrada y con-
sumida en megadosis.
La televisión como medio de influencia cultural, al
igual que sus antepasados más humildes, como el radio,
tiene características sin precedentes: una fácil disponibi-
lidad del medio, su muy amplio alcance y su presencia
aparentemente benigna.
El fácil acceso a los programas de televisión se debe,
en parte, al bajo costo relativo que inlplica poseer y man-
tener un aparato televisor, hasta en aquellos lugares don-
de existen impuestos anuales y costo de suscripción a
televisión por cable. Además, para la mayoría de los te-
levidentes (dejando a un lado a los pocos suscriptores de
televisión de paga) no existe restricción financiera sobre
cuánto tiempo miran la televisión ya que no hay que pa-
/:/ caballo de Troya elecir0nrco /a ielevrsrriti
gar más por verla más tiempo; mejor dicho, entre más se
mira, más "valor" se obtiene de la inversión en el televi-
1
sor v del ~ a"r r odel im~uestoanual o la subscri~cióna ca-
d A
81
l
4 . ,
agregan los bajos costos de energia y ia comodidad gene-
ral. Para la mavoría de los televidentes. la televisión está
jP,j1
41
.id I
a su disposición en sus propias casas, así como también
. .-. . .
en las casas de Iamiliares y amigos a quienes se visita.
Además, la televisión se manipula con el control remoto,
sin que el televidente se mueva del lugar donde está des-
cansando. Ver televisión requiere un grado mínimo de
iniciativa y esfuerzo y por lo tanto resulta atractiva para
aquellos cansados y agotados por un día de arduo trabajo.
El amplio alcance de la televisión tiene varios aspec-
tos. Uno de ellos es su disponibilidad: cada vez hay más
Promamas disponibles durante muchas horas al día, si no
1 Y
'1
Ub p 1 U ~ l U l l l U " I " I 1 '
'1
111'
finitivas. Solamente me propongo probar que Villagran-
de Strisaili se ha convertido en una comunidad cada vez
más global, por lo menos en parte, gracias a los medios
masivos de comunicación, y así motivar a los colegas an-
tropólogos a averiguar, con un mayor grado de concien-
cia y de manera más sistemática, las influencias
I j/ 1 culturales que han contribuido a esta globalización a tra-
l! : l
vés de los medios de comunicación masivos y en especial
l los medios electrónicos.
1
La comunidad montañosa de Strisaili - e l nombre se
l l deriva de las palabras tre ovile, tres granjas ovejeras,
11 / ;
cuyo asentamiento original se llamaba Biddamannu en
lengua cerdeña y Villagrande en italiano- se dividió du-
1l, l
rante la Peste. Los villagrandeses de mi generación cre-
cieron en una comunidad en muchos aspectos similar a la
de sus antepasados: pastoreaban y cultivaban la tierra
I'
336
l</cahollo de Iioya elcdrhiiico: lo telcvi.sirjii
l
ve en la televisión, por lo tanto, la televisión ayuda,
ayuda mucho para cambiar la vida de uno.. .
~ u c h o de
s los televidentes reconocen a la televisión
como una fuente de visión alternativa, que proporciona
modelos contrastantes con la vida local y que, en conse-
cuencia, alienta al cambio, ya sea para bien o para mal.
Cuando los villagrandeses hablan de Villagrande y
sus problemas, la coherencia es sorprendente: los ado-
lescentes suspiran porque nada pasa, señalan que les urge
estar en un lugar con movimento; los de veinte y treinta
,ifiosse quejan de la falta de trabajo, la ausencia de bue-
tias oportunidades; mientras que la gente mayor se la-
itienta amargamente de que los jóvenes no quieren
trabajar, que sólo piensan en jugar y que la tierra se está
tornando ociosa. La meta de empleo de los que tienen
veinte y treinta años es conseguir un postofisso, un traba-
io de tiempo completo con horas fijas y limitadas, y un
I:'I caballo dc ikoya clec(rcinico: l a rclcv;.cidn
No, no. Creo que cada quién debe ser auténtico sin
imitar a los demás.
'
No hay necesidad de que los jóvenes de Villagran-
de tengan alguien a quien imitar. . . Cada joven de
Villagrande vive su propia realidad que es total-
mente subjetiva más que objetiva. Pienso que de-
ben crear ellos mismos sus propios modelos.
Conclusión
Al ser así, podríamos preguntar, jcómo puede la televi-
sión (y otros medios de comunicación) influir en la gente
hasta cambiar sus sociedades y culturas? Esta influencia
seria un enigma si consideráramos que la vida social y los
sistemas de significado son algo arraigado en el suelo lo-
cal y deteminado por la topografía y el clima. Sin em-
bargo la cultura, los modos establecidos en clue
construimos y nos adaptamos a nuestro entorno, unos a
otros y nosotros mismos, es un esfuerzo creativo pema-
nente con una interacción entre la reproducción de la
construcción y la innovación dirigida a lo imaginado. No
es tanto que los flujos de los medios de comunicación, di-
rigidos más allá de la metrópolis y más allá de los centros
de riqueza y tecnología hacia las comunidades rurales y
las sociedades agrarias, invadan estructuras "tradiciona-
les" cerradas, estáticas y rígidas, sino que, más bien se in-
troduce~~ -enriqueciendo y diversificando así- los
flujos de significado que están siendo constantemente re-
visados y transformados hasta cuando se encuentran "re-
produciendo" las llamadas culturas tradicionales.
La continua construcción creativa y la "reproduc-
ción" de la cultura en las comunidades rurales y en las so-
ciedades agrarias están basadas inevitablemente en la
experiencia local, pero no totalmente restringidas por las
fronteras de las actividades locales. Durante miles de
años en China, India, Persia, Mesopotamia, el Mediterrá-
neo, Centroamérica y en muchas otras partes, los centros
de las grandes culturas han generado y "transmitido" de
manera refinada y elaborada, mitos y poesía, ciencia y
teología, estimulando, enriqueciendo y ampliando las
realidades de miembros de comunidades esparcidas eii-
tre reinos políticos frágiles y turbulentos. Así también,
han fortalecido estados e iglesias a lo largo del último mi-
lenio. Los medios impresos y la alfabetización, los pe-
riódicos y las revistas han ampliado radicalmente el flujo
de información, alcanzando aun a las más remotas comu-
nidades locales.
Ahora, los medios de comunicación electrónicos,
notablemente la televisión, han agregado su influjo a los
procesos creativos permanentes de la reproducción y
promulgación cultural. A través dealatelevisión, los tele-
videntes no sólo amplían sus puntos de vista, a partir de
un fértil flujo de información, sino que, debido a la inten-
sidad y continuidad de la televisión, pueden experimen-
tar indirectamente vidas y situaciones distintas a las de la
vida local. A partir de esta experiencia indirecta, los tele-
videntes están en posibilidad de reconstruir imaginativa-
mente su propias vidas y su fiituro, sus comunidades y
culturas. No sólo las naciones y etnicidades son "comu-
nidades imaginadas"; todas las comunidades son imagi-
nadas en el sentido de que sus formas y normas están
construidas creativamente y no son reflejos mecánicos
de circunstancias y condiciones locales. Los televidentes
locales aprovechan las propuestas generosas de la televi-
sión para construir una comunidad imaginada y un yo
imaginado. Esto no debería sorprendemos; hace mucho
que se estableció que nos definimos y evaluamos, no con
base en cierta evaluación "objetiva" de las circunstancias
Iocales, sino más bien en términos de grupos de referen-
cia seleccionados.
De manera radical aunque también selectiva, la tele-
visión amplía los términos de referencia a partir de los
cuales los televidentes locales pueden elegir, y la intensi-
dad de sus propuestas estimula la reconstrucción creativa
de las sociedades y de las personas. De qué otra manera
podemos explicar el consejo de los líderes del grupo de la
"comunidad rusa" en Estonia, puestos en tela de juicio
por aparentes reglamentos estonios de carácter antiruso
de la ciudadanía, exhortando a los oficiales del Ejercito
Ruso en Estonia a que "dieran la cara para proteger sus
propiedades, hogares, dignidad y derechos humanos", si-
guiendo el ejemplo de las películas norteamericanas de
vaqueros ( l ñ e Baltic Independent, 18-24,junio de 1993,
P. 4).
La corriente electrónica enriquecedora y estimulante
de mensajes fluye a muchas comunidades y sociedades
muy distintas de las que producen los programas y hasta
de aquellas donde se originan las transmisiones. La dife-
rencia entre estas comunidades y los centros de produc-
ción y de origen de las transmisiones puede residir en que
sus economías son más bien agrarias que comerciales-in-
dustriales o postindustriales, su educación está basada
más bien en la participación que en instituciones especia-
lizadas, y en que moldean sus relaciones entre unos y
otros y con la naturaleza en términos de una visión sagra-
da. Sin embargo, con la llegada de los medios modernos
de comunicación y transporte, y sobre todo de la televi-
sión, las sociedades dejan de ser "tradicionales", y más
bien, al compartir con las sociedades de todo el mundo el
flujo electrónico internacional de mensajes, se convier-
ten en sociedades paramodernas (para utilizar la Útil con-
ceptualización de John Galaty, (1992)), avanzando al
lado y tal vez paralelamente, pero no necesariamente
convergiendo con los originadores y productores urba-
nos e industriales de dichos mensajes. Después de todo,
la reelaboración imaginativa de la visión cultural, bajo el
estímulo del flujo electrónico global sigue, en una u otra
medida, aprovechando de manera creativa los recursos
simbólicos locales y reconociendo las condiciones y cir-
cunstancias locales. Pero, ya sea que la recreación de la
cultura se lleve a cabo en líneas paralelas o convergentes,
inevitablemente aprovechara la visión de una globaliza-
ción cada vez más universal. Elizabeth Colson (1 99 1) es-
cribe: "a medida que la televisión se propaga y los aparatos
se multiplican, también se invaden los mundos conceptuales
de una proporción cada vez mayor de la población mundial.
El mismo discurso está formando tanto a los antropólogos
como a sus temas" (p. 57)
Ahora que los nómadas tuareg se preocupan por J. R.,
que los disidentes en Rusia se inspiran en los vaqueros, que
las parejas rurales de Sudán siguen el ejemplo de los cairen-
ses de clase media y que los adolescentes italianos imitan a
los de Beverly Hills, puede que sea el momento de que los
antropólogos enciendan el televisor.
Agradecimientos
Como director del Mediterranean Antropological Research
Equipe (NARE), llevé a cabo una investigación etnográfica
en la región Ogliastra de Cerdeña, por un intervalo de vein-
tiocho meses entre 1987 y 1995. El Departamento de Antro-
pología y la Facultad de Estudios de Posgrado de la
Universidad Mc Gil1 (Montreal), la Fundación Wenner-
Gren para la Investigación Antropológica (Nueva York), los
Fondos FCAR (Quebec), la Fundación Agnelli (Turín), el
Consejo de Investigación en Ciencias Socialesy Humanida-
des de Canadá (Ottawa) y la Academia Nacional de Arte y
Ciencias Finlandesa (Helsinki), otorgaron el apoyo finan-
ciero para el proyecto del MARE y para los miembros del
equipo de investigación. MARE estaba afiliado al Instituto
de Disciplinas Socio-Antropológicas de la Universidad de
Cagliari, gracias al Director del Instituto, Profesor Guilio
Angioni. El trabajo de campo fue posible gracias a la amable
bienvenida, a la ilimitada generosidad y a la activa coopera-
ción de muchos amígos y conocidos de Cerdeña. Mi particu-
lar agradecimiento a los de Villagrande Strisaili.
Obras consultadas
Antecedentes históricos
Un informe del Banco Mundial (World Bank, 1989, p.
30) señala que el Áfnca subsahariana se encuentra en una
situación económica muy deteriorada y al borde del des-
plome. El documento enumera los factores que han con-
tribuido al mal desempeño de las economías africanas: la
situación comercial, el crecimiento de la población, la
disminución de las inversiones y su bajo rendimiento. El
informe del Programa de las Naciones Unidas para el De-
sarrollo (PNUD, 1992, p. 255) recalca los mismos puntos.
Cuando los analistas económicos occidentales emplean
indicadores socioeconómicos tales como tasa de creci-
miento demográfico, tasa de mortalidad, índice de natali-
dad, ingreso per cápita, índice de alfabetización y nivel
de nutrición para caracterizar el subdesarrollo de Áfnca,
no queda más remedio que concluir que los intentos por
conducir al continente a niveles aceptables de desarrollo
han fracasado. ¿A quién culpar?
Atribuir los apuros económicos actuales de África a
un largo proceso histórico, al cual no siempre se le ha
Paul Nchoji Nhvi
África precolonial
Según registros fósiles, todas las especies humanas tu-
vieron su origen en Áfica. La literatura científica de-
muestra la presencia del Horno sapiens en África mucho
antes de que emigrara al Oriente Medio o a Europa (Ro-
bins, 199l). Asimismo, algunos estudios moleculares y
lingüísticos señalan que la mayoría de las poblaciones
del mundo tiene raíces africanas. Los científicos pueden
estar o no de acuerdo sobre el papel central de África en
la historia mundial, pero no hay que olvidar que el desa-
rrollo ha estado determinado, en gran medida, por fuer-
zas globales. ¿Cuál de todas las naciones poderosas de la
Tierra podría afirmar que jamás ha utilizado para bien o
para mal a los africanos o a sus recursos?
Según lo indica Cheikh Anta Diop (198 1, p. 60), Áfri-
ca fue la cuna de la civilización. Diop señala también que
Egipto fue una fuente de inspiración para la civilización
helénica y que la civilización egipcia tuvo sus inicios en
la región del Valle de Rift, antes de emigrar a Egipto a lo
largo del Nilo. Al atribuirles primordialmente a Atenas y
a Roma la civilización occidental, la historia quedó dis-
torsionada. Durante el periodo colonial, las misiones oc-
cidentales encargadas de civilizar África, no solamente
no supieron reconocer a las grandes civilizaciones, sino
que tampoco fueron capaces de distinguir el hecho de
La crnogrqfia del d e ~ a r m l l ola~ vrsrón de un anrropólogo oJncono
La colonización
La dependencia de África con respecto a Occidente, cul-
tural, económica y política, se inició con el colonialismo.
Gradualmente, el nuevo orden fue preparando el camino
para que el Occidente explotara económicamente los re-
cursos naturales y minerales de África.
Al igual que el comercio de esclavos, la colonización
contribuyó a profundizar aún más el drama del subdesa-
rrollo africano. Cuando la Revolución Industrial hizo
menos redituable el comercio de esclavos, los inmensos
recursos naturales de las colonias surgieron como un ac-
tivo económico de más atractivo. A medida que Estados
Unidos fue adquiriendo su autonomía política y que su
separación de Europa era inevitable, surgi&@ necesidad
de revisar la estrategia. En lugar de t r a n s i h r mano de
obra de Áfnca a las Américas, ésta se utilizaría, a partir
de ese momento, para explotar los recursos naturales del
continente africano. El comercio de esclavos se substi-
tuyó en las plantaciones por el vasallaje y el trabajo for-
zado. A través de una expropiación subrepticia de las
tierras de los pueblos indígenas, sin que éstos recibieran
compensación alguna, se crearon extensas granjas y
plantaciones. La élite Bakweri de Camerún ha intentado,
sin éxito a lo largo de muchos años, recuperar tierras ex-
propiadas por el gobierno colonial alemán entre 1884 y
1916. La tierra expropiada se convirtió en un bien básico
valioso para la economía de las plantaciones que reque-
rían de la mano de obra africana.
En 1892, el oficial colonial alemán, Eugen Zintgraff,
hizo un llamado al gobierno alemán para que reclutara
masivamente a africanos para trabajar en las recién esta-
blecidas plantaciones de Camerún. La política colonial
en África era "África para los africanos y los africanos
para nosotros." Si los alemanes empleaban mano de obra
africana en Áfi-ica, las ganancias irían a parar a Alemania
y no a África (Nkwi 1989, p. 13).
Puede argumentarse que el cambio ocurrido consis-
tió en pasar del comercio de esclavos a la esclavitud en
las plantaciones africanas. También puede decirse que el
impulso mundial del humanitarismo, tan pronunciado en
la última mitad del siglo XIX e impulsado por William
Wilberforce, entre otros, obligó a los tratantes de escla-
vos y a los imperialistas a intentar disimular este trato al-
Paul Nchoji Nhvi
Neocolonialismo
La mayoría de los países africanos obtuvieron su inde-
pendencia en las décadas de los sesenta y setenta después
de muchos años de lucha, marcando con esto, el fin ofi-
cial de la administración colonial y del control político.
Sin embargo, ninguna de las potencias coloniales había
preparado el terreno para una economía fuerte y vibrante
en sus antiguas colonias. Los intentos del grupo de na-
ciones de Casablanca (Ghana, Egipto, Marruecos y Gui-
nea) por forjar un nuevo curso de acción económico,
político, militar y monetario para una África indepen-
diente, fue saboteado por fuerzas neocoloniales que ope-
raban dentro de los recién independizados paises en la
década de los sesenta. Lo que surgió como la Organiza-
ción de la Unidad Áfncana en Lagos en 1963 fue una
Áfica desarmada. El control neocolonial permanente se
ha logrado mediante:
conservación de los monopolios económicos en
detrimento de la iniciativa local;
instituciones políticas hechas a la medida de los
intereses neocoloniales; y
una administración pública conformada por afri-
canos occidentalizados, más occidentales que los
occidentales mismos.
La administración colonial creó cuatro clases socia-
les: l ) una burguesía imperialista extranjera; 2) una bur-
guesía autóctona (africanos asimilados); 3) una clase
media baja (oficinistas, mensajeros, etc.); 4) un campesi-
Lo elnogrolio del desorrollo lo vi udn de un ontropdlogo ofncmo
1
colaboran directamente con los ministerios de los países
que reciben la asistencia al desarrollo.
~ s t ays otras instituciones están en Áfiica no sólo
con el objetivo de ayudar a que los africanos logren desa-
rrollar sus países y sus economías, sino también para pro-
teger los intereses económicos, culturales y políticos de
Francia. Es posible que la nueva dirigencia francesa pro-
mueva políticas distintas a las de sus antecesores.
Debido a la inseguridad del liderazgo, la asistencia
militar francesa en África ha ocupado un lugar preponde-
rante dentro del marco de referencia de la cooperación.
En 1986-87, la asistencia militar absorbió más del 10% de
la asistencia francesa al desarrollo. El sector rural enca-
beza el esquema de actividades directa o indirectamente
financiadas o apoyadas por Francia. El balance de FAC
correspondiente a 1971181 señala que el sector agrícola
recibió 33.4 % de los fondos de este organismo (Freud,
op. cit., p. 36). Un análisis más detenido revela que los
recursos fmancieros estuvieron dirigidos a aquellas áreas
que no representan una amenaza para los productos agrí-
colas franceses y favorecieron productos que satisfacen
los propios intereses económicos franceses o que este
país requiere para sobrevivir. ¿Estaría dispuesta Francia
a sacrificar a sus agricultores para promover los produc-
tos agrícolas afr-icanos? La respuesta es evidente. Den-
tro del marco de referencia de la cooperación
internacional, los países sin vínculos coloniales con Áfri-
ca han basado su asistencia al desarrollo sobre otros prin-
cipios. La regla no escrita parece consistir en una
mínima participación y ninguna interferencia con el tra-
bajo de desarrollo de los socios históricos de África.
La c/nogra/;a del rlc~arrollo /a v~núnde irn anrropólogo afr~cano
I
cuenta. Y tampoco se les consulta.
Lo que el enfoque convencional le ha exigido a Áfri-
ca ha sido pavoroso. Hasta ahora, las economías africa-
nas han estado organizadas según visiones coloniales
que ignoran las realidades del continente. Las adminis-
traciones modernas, moldeadas de acuerdo a las culturas
occidentales no han reconocido la importancia de las cul-
turas nativas, dentro del proceso de desarrollo. Muy
poca ha sido la importancia que se le ha dado a la partici-
pación de los habitantes locales en el proceso de toma de
decisiones que afectan su vida y su destino. El desarrollo
no ha estado centrado en la gente, ni tampoco pensado
como una manera de ayudar al individuo y a las comuni-
da'des a alcanzar una mejor calidad de vida (Hagan, 1990,
P. 8).
En vista del fiacaso del enfoque convencional, los
antropólogos y científicos sociales se han opuesto enér-
gicamente a los modelos puramente económicos. Un en-
foque o modelo alternativo coloca a la gente y al
ambiente cultural -ya sea de la aldea, del campo o de la
Pairl Nchoji Nlni.i
l
I
El conocimiento africano no estuvo representado en
las estrategias de desarrollo del Áfnca postcolonial. A
Paui Nchoji Nhvi
5 AAF-SAP: por sus siglas el1 ingles: African Alternative Framework for Structural
Adjustement Programme.
biernos deben ser catalizadores y no un factor
determinante en las elecciones que hagan las comunida-
des locales.
A nivel global, los donantes multilateralesy bilatera-
les necesitan revisar y reorientar sus políticas de ayuda a
los países africanos. La asistencia al desarrollo que la co-
munidad de donadores, especialmente los antiguos pode-
res coloniales, otorgan a los gobiernos africanos, debe
considerarse como un deber y no como un favor. Las na-
ciones desarrolladas, ricas y poderosas, deben darse
cuenta de que, en gran medida, su riqueza es resultado de
muchos años de explotación colonial. Cada una de las
naciones desarrolladas sabe muy bien cuánto ha aporta-
do África para impulsar sus economías. Desde un punto
de vista global, el mundo tiene la responsabilidad moral
de ayudar a que África avance; las potencias mundiales
de la actualidad son en parte responsables del subdesa-
rrollo del continente.
Paul Nchoji Nkwi
Obras consultadas
Dumont, R. L 'Afviq~~e
étranglée. Paris, Le Seuil, 1982.
Ela, J. -M. Quand I'étatpénetre en brousse: les ripostes
paysanne d la crise. Paris Karthala, 1990.
l
Fahim, H. Indigenous Anthropology in Non-Western
Countries. Washington, University of South Caro-
lina Press, 1982.
Proyecto
1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990
recolección de
. ,
Publicación y síntesis
información
El Proyecto Andino
Este proyecto se originó en la Universidad de Cuzco,
Perú, cuando me encontraba subvencionado por la fun-
dación Fullbright de los Estados Unidos. Las investiga-
ciones anteriores sugerían que el nativo de la región
elevada de los Andes estaba mejor capacitado que otros
para trabajar y tolerar la presión parcialmente reducida
1
de oxígeno, característica de las regiones altas de los An-
des peruanos. El equipo que conformé contó con la parti-
El Proyecto Tokelau
Surgió a consecuencia de un huracán en el Pacífico y al-
gunas investigaciones realizadas con anterioridad por el
Profesor Ian Prior. Durante estudios de salud previos,
Prior había observado que en islas remotas, donde la gen-
te seguía viviendo de acuerdo a las tradiciones, la diabe-
tes mellitus no insulinodependiente (DMNID) no existía,
la presión sanguínea no aumentaba con la edad y la obe-
sidad era muy rara. Todo lo contrario sucedía con los po-
linesios más modernizados de Nueva Zelandia y
Rarotonga. Prior buscaba averiguar cuáles eran las cau-
sas de esta diferencia.
La oportunidad de investigar más a fondo este pro-
blema se presentó cuando un fuerte huracán azotó al gru-
po de islas Tokelau en el Pacífico del Sur. La
subsecuente escasez de alimentos y una destrucción ge-
neral del medio ambiente, fomentaron un movimiento
migratorio hacia Nueva Zelandia con apoyo gubema-
mental. Así fue que se presentó la oportunidad de anali-
zar cómo influía en diversas características sociales y de
salud, la rápida inmersión en los medios culturales y na-
turales de Nueva Zelandia, y, al mismo tiempo, de seguir
estudiando a los pobladores de Tokelau que habían per-
manecido dentro de su ambiente isleño de arrecifes ba-
jos. Afortunadamente se contaba con buenos datos
iniciales sobre aspectos sociales y de salud de las perso-
nas, antes de la migración. Se creó un equipo de investi-
gación formado por un epidemiólogo, un sociólogo
médico y antropólogos culturales, para examinar las con-
secuencias tanto sociales como de salud de la migración
y de la ruptura social. Las acciones coordinadas de in-
vestigación comenzaron en 1968. Una serie de estudios
l sobre los nativos de Tokelau en su isla-hogary de los que
emigraron a Nueva Zelandia prosiguió hasta principios
de la década de los ochenta. En 1992, se publicó una sín-
tesis final (Weesen et al. 1992).
El estudio estuvo dirigido por profesionales y la in-
formación fue compilada principalmente por personal
especializado contratado. A lo largo de quince años, se
realizaron encuestas detalladas en tres ocasiones, mien-
tras que la duración total del proyecto fue de veinticuatro
años. Como era de esperarse, hubo una rotación conside-
rable de personal durante la vigencia del proyecto, pero
los antropólogos y epidemiólogos que lo iniciaron per-
manecieron hasta la síntesis final.
Desconozco los beneficios exactos que obtuvieron
los profesionales o cuáles fueron los inconvenientes que
se les presentaron por haber participado en el proyecto,
pero los hallazgos de su estudio son de gran importancia
para comprender las posibles causas de enfermedades
alérgicas y degenerativas. Durante las décadas de los
cincuenta y sesenta, un número cada vez mayor de estu-
dios de salud en agricultores y pastores de tribus tradicio-
nales mostraron que muchos de estos grupos no
contraían enfermedades típicas de la edad madura como
hipertensión, obesidad y DMNI (diabetes mellitus no in-
sulinodependiente). Varias de las poblaciones también
parecían exentas de la mortalidad adulta cardiovascular
relacionada con la aterosclerosis. Los investigadores
atribuyeron variadamente estas características de buena
salud a factores alimentarios como bajo consumo de sal y
de grasa, altos niveles de actividad e incluso baja tensión
psicológica. El estudio Tokelau ha demostrado conclusi-
l
ticulares de salud a una sola característica específica
nutricional, de comportamiento o social es sin lugar a du-
das erróneo y que existe un conjunto interactivo de varia-
bles contribuyentes. Además, junto con otros estudios
multidisciplinarios, los datos del estudio Tokelau indi-
can que las diferencias genéticas y culturales entre las
poblaciones contribuyen a multiplicar y agravar los di-
versos problemas de salud que enfrentan las personas al
adoptar el estilo de vida de los países industrializados.
Ambos proyectos de investigación pudieron ir más
allá de la descripción y la teoría especulativa porque uti-
lizaron experimentos naturales. Es decir, se presentaron
ciertos acontecimientos naturales que permitieron esta-
blecer comparaciones entre poblaciones y subgrupos con
los mismos antecedentes genéticos y culturales en am-
bientes y poblaciones y subgrupos contrastantes.
He descrito brevemente aspectos seleccionados de
estos dos proyectos para resaltar varios puntos. Primero,
10s proyectos multidisciplinarios de este tipo son la me-
jor manera de resolver problemas científicos complejos
relacionados con la biología y el comportamiento huma-
nos. Segundo, la participación en este tipo de proyectos
es, en general, un compromiso de largo plazo para el pro-
fesional. Tercero, para participar eficazmente, es nece-
sario que los investigadores a nivel individual compartan
objetivos comunes, datos y autoría con los demás partici-
pantes. Por último, la mayoría de los proyectos de este
tipo requieren conocimientos sobre diseño de investiga-
ción y análisis estadístico cuantitativo.
El futuro
En la actualidad, los problemas más apremiantes del
mundo son los cambios que se están presentando en la at-
mósfera y biosfera a escala mundial. Estos cambios son
un mal pronóstico para nuestro futuro y el futuro de otro
tipo de vida en el planeta. Para resolver el problema se
requiere información acerca de los ritmos del cambio, de
sus causas y consecuencias. Como expresé en la intro-
ducción, considero que los antropólogos deberían parti-
cipar substancialmente en este proceso, lo que incluye la
planificación avanzada de la investigación y de las políti-
cas. Desafortunadamente, hasta la fecha sólo pocos an-
tropólogos han estado comprometidos en este tipo de
proyectos.
En 1992, la Academia Nacional de Ciencias (NAS)
de Estados Unidos publicó dos importantes informes so-
bre el cambio ambiental. El primero, Implicaciones Po-
líticas del Calentamiento por el Efecto Invernadero:
Mitigación, Adaptación y la Base Científica, es un infor-
me de más de 900 páginas preparado a petición del Con-
greso de Estados Unidos (NAS, 1992). Este estudio fue el
resultado del trabajo de cuatro grupos de expertos con-
formados por cincuenta científicos e ingenieros. Sola-
mente uno de los expertos era antropólogo. El segundo
informe es Cambio Ambiental Global: Dimensiones
Humanas (Stem, Young y Druckman, 1992). Este libro
proporciona un antecedente sobre la importancia de las
ciencias sociales para conocer, tanto la causa del cambio
ambiental como las respuestas ante dicho cambio. Asi-
mismo, el libro desarrolla la propuesta para un programa
de investigación nacional que fue preparado por un co-
mité de dieciséis personas, con la ayuda de un grupo de
Paul T. Bakcr
1
Di Castri, F., F.W.G. Baker y M. Hadley (eds.). Ecology
in Practice. Dublin, Tycooly International Pu-
blishing, 1984. 2 vols.
I Se respetaron las siglas en inglés, poniendo entre paréntesis las siglas en espafíol
cuando fue conveniente N de la T
CEPAL: Comisión Económica para América Latina y el
Caribe.
l
SSSI: Society for the Study of Symbolic Interaction.
1