Dar El Undécimo Paso
Dar El Undécimo Paso
Dar El Undécimo Paso
Junio de 1958
Veo a mucha gente a mi alrededor que se relacionan con Dios mucho mejor que yo. No se
podría decir que yo no haya hecho ningún progreso a través de los años; simplemente
confieso que no he hecho todo el progreso que podría haber hecho, dadas las
oportunidades que he tenido y que todavía tengo.
Estoy a punto de celebrar mi vigésimo cuarto aniversario de AA; durante todo este tiempo
no me he tomado ni un trago. De hecho, apenas me he sentido tentado a hacerlo. Esto me
sirve de evidencia de que he dado el Primer Paso y de que, nunca lo he olvidado: "Admitimos
que éramos impotentes ante el alcohol - que nuestras vidas se habían vuelto
ingobernables." El Primer Paso me resultó fácil.
No obstante, creo que, por lo general, al buscar y admitir mis defectos personales, he
podido hacer un trabajo minucioso y completo. Que yo sepa, no hay en este momento
ningún defecto o problema actual míos que no haya discutido con mis consejeros íntimos.
Pero el haberlos aireado ampliamente no es motivo para felicitarme a mí mismo. Hace
mucho tiempo tuve la suerte de ver que tenía que seguir haciendo mi autoanálisis; si no,
me hubiera vuelto completamente loco. Aunque motivado por la pura necesidad, el
descubrirme continuamente - ante mi mismo y ante otras personas - era una cosa difícil de
tragar. Pero años de repetición han hecho esta tarea mucho más fácil. El Noveno Paso, el
hacer reparaciones por los daños causados, ha llegado a incluirse en la misma categoría.
Hacer el trabajo de Paso Doce, hablar en las reuniones, contar nuestras historias de
bebedores, confesar nuestros defectos y observar el progreso que hayamos hecho al
respecto, ya no nos ofrecen una vida plena y liberada. A menudo una calamidad inesperada
o un gran trastorno emocional nos revela nuestra falta de desarrollo. Tal vez nos toque el
premio gordo económico, y nos sorprende descubrir que no resuelve casi nada; que, a pesar
de todo, todavía seguimos aburridos y angustiados.
Pero en nuestro fuero interno, sabemos que no es así. Sabemos que no nos encontramos
suficientemente bien. Todavía no podemos enfrentamos a la vida, tal como es. Debe haber
un grave defecto en nuestra práctica y en nuestro desarrollo espiritual.
En este artículo me gustaría hablar más detalladamente sobre el Undécimo Paso - para el
beneficio del incrédulo total, el desventurado que no puede creer que tenga ningún mérito
real en absoluto.
Creo que en muchos casos la gente encuentra su primer gran obstáculo en la frase "Dios
como nosotros Lo concebimos." Es probable que el incrédulo diga: "En primer lugar, nadie
puede formarse un concepto adecuado de Dios. Estoy medio convencido de que existe una
Primera Causa, un algo, y tal vez un Alguien. Pero no puedo ir más lejos. Creo que la gente
que dice que sí puede, se engaña a sí misma. Incluso si existiera un Alguien, ¿por qué se iba
a preocupar por mí, si, para mantener en marcha el universo, ya tiene bastante que hacer?
En cuanto a aquellos que pretenden que Dios les dice dónde buscar petróleo, o cuándo
cepillarse los dientes-pues, simplemente me cansan."
Claramente, nuestro amigo es alguien que cree en algún tipo de Dios - "Dios como él lo
concibe." Pero no le parece posible formarse un concepto más claro o una impresión mejor
de Dios. Por lo tanto, considera que la meditación, la oración y la orientación son formas de
engañarse a uno mismo. Pues, ¿qué puede hacer nuestro amigo para salir de este aprieto'?
Acabo de releer el capítulo que trata del Undécimo Paso en nuestro libroDoce Pasos y Doce
Tradiciones, el cual fue escrito hace casi cinco años Me quedé asombrado al darme cuenta
del poco tiempo que yo había dedicado a seguir mi propio consejo elemental referente a la
meditación, la oración y la orientación - cosas que tan entusiásticamente yo había
recomendado hacer a todo el mundo.
Es probable que no me encuentre solo, ni mucho menos, en esta falta de aplicación. Pero
sé que este descuido puede hacer que nos perdamos las mejores experiencias de la vida,
un descuido que puede retrasar seriamente el desarrollo que Dios espera que logremos
aquí en la tierra; aquí, en este día espléndido en la escuela, en la primera de las muchas
moradas de nuestro Padre.