Dios Primero - Semana de Mayordomía 2022

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DIOS

PRIMERO

Ptr. Aniel Barbe


Dr. Peter N. Landless
Ptr. Samuel Mancilla

1
DIOS PRIMERO

Temas para la Semana de Mayordomía


2022

Departamento de Mayordomía
Unión Mexicana Interoceánica

Impreso por
Ediciones IMD

Diagramación y diseño de portada


Mary Santibañez

Editor
Samuel Mancilla

Impreso en
Ciudad de México, 2021

Autores

Ptr. Aniel Barbe


Dr. Peter N. Landless
Ptr. Samuel Mancilla

2
INDICE

Pag.
Introducción ………………………………………….……… 4

Los negocios de mi Padre …………………………………… 5

Los muros deben caer ……………………………………….. 13

Comprados por precio ……………………………………… 20

Facilitadores de una nueva visión …………………………. 27

El primer día de Dios ……………………………………..…. 36

Un acuerdo único ……………………………………............. 44

Generosos aun en el dolor ………………………………........ 53

La expresión tangible de nuestra adoración al Rey…………. 61

3
Introducción

Los temas abordados en esta publicación nos inducen a poner en


orden nuestras prioridades, y a colocar lo Primero como lo primero,
mientras todas las demás cosas que sirven para nuestra subsistencia
son añadidas.

Se visualiza a las criaturas humanas como seres únicos e indivisibles


pero cuyas vidas se presentan con múltiples dimensiones: La facultad
física, mental, emocional, espiritual. Derivado de la dimensión física
y sus necesidades surge la dimensión económica o financiera. Es esta
dimensión de la existencia humana la que induce a las criaturas a
trabajar para obtener los recursos que satisfarán sus necesidades
físicas y materiales.

Al colocar a Dios en primer lugar en nuestra vida, y someternos bajo


su soberanía, todas las dimensiones de la existencia cobran
significado y entran en equilibrio. De esa forma el cristiano vive de
manera plena su corta estancia sobre la tierra. Las indicaciones
derivadas de la Palabra de Dios, tratan de manera holística a las
criaturas humanas y la forma de una mejor vida aquí en la tierra
mientras vamos de paso a nuestra Patria celestial. Guardamos la
esperanza de que estás reflexiones espirituales sean de ayuda en el
desarrollo integral de nuestra vida.

Samuel Mancilla Juárez


Departamento de Mayordomía
Unión Mexicana Interoceánica

4
Dia 1: Dios primero al tomar tiempo para adorar

Lectura Bíblica: Lucas 2: 41-49

LOS NEGOCIOS DE MI PADRE

Leemos en Lucas 2:49, “Entonces él les dijo: ¿Por qué me


buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es
necesario estar?” (R95). En su opinión, hacer los negocios de su
Padre no era opcional; era un deber que deseaba cumplir. Jesús
se quedó en Jerusalén durante tres días para hacer los negocios
de su Padre. ¿Qué podemos aprender del Jesús de doce años
sobre cómo hacer los negocios de nuestro Padre?

Los negocios de mi Padre

Es interesante notar que la palabra “negocios” no está presente


en el texto original. Los traductores lo agregaron para dar un
significado más claro a las palabras de Jesús. De lo contrario, la
traducción literal leería “en lo de mi padre”. Basándose en el
contexto, los traductores han encontrado adecuado agregar la
palabra “cosas”: “en las (cosas) de mi Padre”. Esta adición
conduce a dos posibles traducciones: “En los negocios de mi
Padre” o “En la casa de mi Padre”. Las traducciones que usan
“En los negocios de mi Padre”, se enfocan en las acciones en las
que Jesús estuvo involucrado. Las traducciones que usan “en la
casa de mi Padre”, se enfocan en el lugar donde Jesús pasó esos
tres días. Para una comprensión completa de “los negocios de mi

5
Padre”, conservaremos ambos significados: Jesús estaba en la
casa de su Padre y estaba haciendo la obra de su Padre.

Sentado, escuchando, preguntando

Cuando pensamos en el joven Jesús haciendo los negocios de su


Padre, generalmente pensamos en él respondiendo preguntas y
compartiendo su conocimiento con los sacerdotes y oyentes. Sin
embargo, este episodio del Jesús de doce años en el templo
proporciona una descripción más completa de Jesús haciendo los
negocios de su Padre. Leemos en Lucas 2: 46-47: “Aconteció
que tres días después lo hallaron en el Templo, sentado en medio
de los doctores de la Ley, oyéndolos y preguntándoles. Y todos
los que lo oían se maravillaban de su inteligencia y de sus
respuestas.” (R95)

El versículo 47 habla de las acciones de Jesús: estaba


compartiendo su conocimiento y respondiendo preguntas. Sin
embargo, la descripción de Jesús haciendo los negocios de su
Padre comienza con el versículo 46. Lucas emplea otro grupo de
verbos: sentado, escuchando y preguntando, no enseñando y
respondiendo. ¿Estaba sentado más que actuando? ¿Escuchando
más que hablando? ¿Preguntando más que respondiendo? No lo
sabemos. Pero todo esto era parte de hacer los negocios de su
Padre. Fue un paquete completo. Hacer los negocios del Padre
tiene dos componentes: actuar en nombre del Padre y estar en la
presencia del Padre.

6
Por lo general, cuando hablamos de actuar en nombre del Padre,
nos referimos a enseñar, predicar, sanar y dar. Sin embargo, los
invito a enfocarnos por un momento en estar en la presencia del
Padre a través de sentarnos, escuchar y preguntar.

Sentado

El adjetivo “sentado” transmite la idea de Jesús observando,


contemplando y meditando lo que sucedía a su alrededor. Elena
de White comenta sobre la postura de Jesús: “Silencioso y
absorto, parecía estar estudiando un gran problema. El misterio
de su misión se estaba revelando al Salvador… Buscó la
soledad” (El Deseado de Todas las Gentes, 61). Tal postura no
es popular en el bullicioso mundo de nuestra cultura
contemporánea. Hoy, felicitamos a los hacedores ocupados, los
oradores elocuentes y los que están rodeados o seguidos por
multitudes. ¡Nuestros valores son tan diferentes a los de Jesús!
Se sentó en silencio, absorto en meditación, solo con su Padre.
Realizó los negocios de su Padre sin apresurarse, sino sentándose
primero.

Sentarse quieto, permanecer tranquilo en su presencia, es un


elemento esencial para hacer los negocios de nuestro Padre. El
profeta Habacuc nos invita a unirnos a Jesús en esta experiencia:
“En cambio, el SEÑOR está en su santo templo; ¡guarde toda la
tierra silencio en su presencia!” (Habacuc 2: 20, NVI). Leemos
en el Salmo 46: 10, “Estad quietos y conoced que yo soy Dios”.

7
Escuchando

Jesús también hizo los negocios de su Padre al dedicar tiempo a


escuchar las enseñanzas de los escribas y doctores de la ley. El
verbo “escuchar” implica la intención de comprender y aprender,
no solo oír lo que se dijo. En aquellos días, se apartaba una
cámara del templo para el aprendizaje público. Algunos
estudiantes se sentaban en un banco bajo, con los más pequeños
en el suelo, literalmente “a los pies” de su maestro. Como un niño
de doce años, probablemente fue allí donde estuvo Jesús. Elena
de White describe su actitud en estas palabras: “Jesús se presentó
como quien tiene sed del conocimiento de Dios” (El Deseado de
todas las gentes, 61).

Jesús, como Verbo de vida y como Sabiduría encarnada, estaba


dando ejemplo a todos sus seguidores: "sedientos del
conocimiento de Dios". ¿Estamos escuchando y anhelando un
conocimiento más profundo de Dios o estamos satisfechos con
un conocimiento superficial adquirido hace años?

Lucas 11:28 nos cuenta acerca del punto principal que Jesús
estaba señalando al contar la parábola de los dos que
construyeron, donde uno construyó sobre la arena y el otro sobre
la roca: “Pero él dijo: ¡Antes bien, bienaventurados los que oyen
la palabra de Dios y la obedecen!” Escuchar la palabra de Dios y
luego practicarla eran los criterios que usó Jesús para distinguir
entre sabios y necios. El libro de Apocalipsis comienza diciendo

8
la importancia de escuchar la palabra de Dios a medida que nos
acercamos al fin de los tiempos: “Bienaventurado el que lee y los
que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella
escritas, porque el tiempo está cerca.” (Apocalipsis 1: 3).

Preguntando

El que hace preguntas suele buscar un conocimiento más


profundo y una aclaración o comprensión. Preguntar es una
búsqueda para aprender más. Elena de White comparte la
naturaleza de las preguntas de Jesús: “Como quien busca
sabiduría, interrogaba a esos maestros acerca de las profecías y
de los acontecimientos que entonces ocurrían y señalaban el
advenimiento del Mesías” (El Deseado de todas las gentes, 61).

Dios nos invita a relacionarnos con él para obtener un


conocimiento más profundo. Leemos en Jeremías 33: 3, “Así ha
dicho Jehová, que hizo la tierra, Jehová que la formó para
afirmarla; Jehová es su nombre: Clama a mí y yo te responderé,
y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.”

La experiencia del profeta Daniel, elegido inmediatamente


después de Jeremías, nos dice cómo Dios está comprometido a
responder nuestras interrogantes cuando nos atrevemos a
preguntar. Daniel dijo: “Aún estaba hablando en oración, cuando
el varón Gabriel, a quien había visto en la visión, al principio,
volando con presteza vino a mí como a la hora del sacrificio de
la tarde. Me hizo entender, y habló conmigo diciendo: ‘Daniel,

9
ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento.’” (Daniel
9: 21-22). Dios dice: Pregunta y te revelaré mis misterios.

Hoy, necesitamos claridad sobre el tiempo en el que vivimos,


como lo hizo Daniel. ¿Cómo le damos sentido a todos los eventos
que suceden a nuestro alrededor? Pregúntale a Dios y él te
proporcionará conocimiento y comprensión. A los doce años, en
el templo de Jerusalén, Jesús primero eligió sentarse, escuchar y
preguntar. Así fue como se ocupó de los negocios de su Padre.

Buscando su presencia

¿Qué pudo haber motivado a Jesús, un adolescente de doce años,


a quedarse atrás mientras sus padres y amigos regresaban a
Nazaret? Se perdió la diversión y la camaradería del viaje para
poder estar en el templo. A diferencia de Jesús, nos quejamos
muy fácilmente de perdernos algo de diversión porque tenemos
que pasar algunas horas en la iglesia o estar en la presencia de
Dios. Comprendo mejor la elección que tomó Jesús cuando leo
las palabras del salmista: “Mejor es un día en tus atrios que mil
fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi
Dios que habitar donde reside la maldad” (Salmos 84: 10). Según
este salmo, el templo era el lugar de elección, no por los finos
mármoles y piedras preciosas, sino porque era “tu morada,
Jehová de los ejércitos.” (Versículo 1). Jesús anhelaba la
presencia de Dios, la intimidad con su Padre. Por eso se quedó
atrás.

10
El Salmo 84 usa otra imagen, una imagen geográfica, para
justificar la elección de estar en el templo de Dios: “Atravesando
el valle de lágrimas, lo cambian en fuente cuando la lluvia llena
los estanques.” (Versículo 6). Baca era en realidad un valle cerca
de Jerusalén, y Baca también significa el lugar del llanto.
Aquellos que tienen la experiencia del templo tienen el poder de
transformar realidades, incluso realidades duras, tanto en su vida
personal como en la vida de los demás. Sus acciones se comparan
con refrescantes manantiales y lluvias otoñales que traen nueva
vida. ¿Está la gente llorando por las circunstancias difíciles de la
vida, las pérdidas y las enfermedades? Aquellos que se sientan,
escuchan y preguntan son una fuente de consuelo, aliento,
esperanza e inspiración. Esta fue la misión de Jesús, y también
es nuestra misión.

Conclusión

Jesús participó en los negocios de su Padre a través de la


enseñanza, la predicación, el servicio y al ofrecerse a sí mismo.
Esta es una buena descripción de su vida pública, pero no es una
imagen completa de él haciendo los negocios de su Padre.
También se sentó, escuchó y preguntó. Esta fue la base de su
ministerio y servicio abnegado. Jesús nos muestra que para
cumplir con los negocios de nuestro Padre, primero debemos
sentarnos, escuchar y estar en comunión con el Padre. Cuanto
más contemplamos, escuchamos y oramos, más nos
transformamos a la imagen del Padre. Que esta sea nuestra

11
experiencia a lo largo de la Semana de Énfasis en la Mayordomía
“Dios primero”.

Profundizando

- ¿Cuál es tu propia experiencia al sentarte, escuchar y preguntar


durante el viaje de tu vida?

- ¿Qué obstáculos podrían estar impidiéndonos participar en la


experiencia de sentarnos, escuchar y preguntar? ¿Cómo podemos
superar esos obstáculos?

Mi promesa hoy: SEPARAR los primeros momentos de cada día


para tener comunión con el Señor a través de la ORACIÓN, el
ESTUDIO de la Biblia, el Espíritu de Profecía y las lecciones de
Escuela Sabática, y en la ADORACIÓN FAMILIAR.

12
DÍA 2: Dios primero al conectar con otros

Lectura Bíblica: Lucas 19: 1-9

LOS MUROS DEBEN CAER

La historia de Zaqueo de Jericó es una historia de muros caídos.


Lucas 19: 1-8 habla de cómo se derribaron los muros de
separación en la vida de Zaqueo, y cómo se restauraron las
relaciones entre él y Dios y entre él y los demás. Su historia está
llena de instrucción para cualquiera que aspire a tener mejores
relaciones.

Zaqueo y la ciudad fortificada

Zaqueo vivía en una ciudad antigua, la primera ciudad


conquistada después de que Josué y los israelitas cruzaron el río
Jordán. Era un lugar histórico. La ciudad volvió a popularizarse
durante la época de Zaqueo. Herodes el Grande estableció una
residencia de invierno en Jericó, y murió allí en el 4 a. C. La
ciudad era un centro económico regional debido a la producción
de dátiles, vino, especias y perfumes. La ubicación estratégica de
la ciudad, en medio de la red de carreteras de la antigua Palestina,
fue responsable de gran parte de su popularidad. Por Jericó
pasaban comerciantes, soldados y peregrinos, y Zaqueo, un
recaudador de impuestos, se aprovechó de esta situación.

Así es como el evangelio de Lucas presenta a Zaqueo: “Había


allí un hombre llamado Zaqueo, jefe de los recaudadores de

13
impuestos, que era muy rico.” (Lucas 19: 2). Su nombre revela
que era de origen judío, pero de profesión era un funcionario
romano. Esto lo ponía en una posición ambigua y difícil. Los
judíos lo consideraban un traidor y lo odiaban. No se le permitía
participar en la vida comunitaria de la sinagoga local. Fue
excluido tanto social como religiosamente. ¿Por qué una persona
querría soportar tal rechazo? La respuesta se puede encontrar en
la última descripción de Zaqueo: era un hombre “rico”. Sacrificó
sus relaciones sociales por el dinero y las posesiones materiales.

Al parecer, Zaqueo tuvo éxito en su carrera y en su objetivo de


hacerse rico. Ascendió al rango de jefe de recaudador de
impuestos. Era Zaqueo el triunfador. Con toda esa riqueza y
éxito, esperaríamos que Zaqueo fuera feliz. Sin embargo, parece
que algo faltaba en su vida. Quería llenar un vacío que sentía por
dentro. Leemos en los versículos 3 y 4: “Procuraba ver quién era
Jesús, pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de
estatura. Y, corriendo delante, se subió a un sicómoro para verlo,
porque había de pasar por allí.”

Elena de White explica el deseo de Zaqueo de ver a Jesús con


estas palabras: “Sin embargo, el acaudalado funcionario de
aduana no era del todo el endurecido hombre de mundo que
parecía ser. Bajo su apariencia de mundanalidad y orgullo, había
un corazón susceptible a las influencias divinas […] El jefe de
los publicanos anhelaba mirar el rostro de Aquel cuyas palabras
habían hecho nacer la esperanza en su corazón” (El Deseado de

14
todas las gentes, 520). Su dinero y riquezas no podían quitarle
su desesperación. Zaqueo aspiraba a tener alguna relación
distinta a la que tenía con las cosas materiales.

Según el texto anterior, Zaqueo tuvo que superar dos obstáculos


para establecer esta nueva relación: su baja estatura y la multitud
densa y hostil. Las relaciones de calidad siempre tienen un costo.
Para Zaqueo, fue correr y trepar al árbol con su túnica.

Jesús el derribador de muros

Los muros de Jericó cayeron hace siglos cuando Josué y su


ejército caminaron alrededor de ellos durante siete días.
Podemos suponer que Zaqueo había derribado algunos muros en
su propia vida, muros como el analfabetismo y la pobreza. Sin
embargo, el muro de relaciones todavía era grueso y alto, sin
esperanza de que se cayera. No disfrutaba de una relación de
calidad ni con las personas que lo rodeaban ni con Dios. Estar en
el sicomoro fue un buen punto de partida, pero no fue suficiente
para derribar el muro que separaba a Zaqueo de los demás. La
visita de Jesús a Jericó marcaría un punto de inflexión.

Zaqueo tenía como objetivo establecer una relación distante e


impersonal con Jesús desde lo alto de su árbol. Pero Jesús tenía
una mejor propuesta para él: “Cuando Jesús llegó a aquel lugar,
mirando hacia arriba lo vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa,
desciende, porque hoy es necesario que me hospede en tu casa.”
(Lucas 19: 5). Jesús le ofreció una relación cercana y personal.

15
Esa era la aspiración real pero no expresada de Zaqueo, y bajó
de su árbol. El Espíritu de profecía comenta la respuesta de
Zaqueo: “La multitud hizo lugar y Zaqueo, caminando como en
sueño, se dirigió hacia su casa.” (Deseado de todas las gentes,
521). Jesús conocía el camino a la casa de Zaqueo, pero quería
que Zaqueo lo guiara y, como un caballero, no forzó su entrada.
Zaqueo tuvo que abrir la puerta.

Más tarde ese día, Jesús habló sobre el motivo de su visita a la


casa de Zaqueo. Leemos en el versículo 9: “Jesús le dijo: Hoy ha
venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de
Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo
que se había perdido”. Hay dos piezas de información esenciales
en este pasaje.

Primero Jesús habla de la identidad de Zaqueo como “hijo de


Abraham”. En la perspectiva de Jesús, Zaqueo existía a través de
su afiliación a la familia de Abraham y, por extensión, a la
familia humana. Zaqueo fue creado en relación y para
relacionarse. Negar esta característica, al ser impulsado por su
búsqueda de cosas materiales, lo había alejado de su identidad.
Ahora vivía una vida insatisfactoria e incompleta, cuando menos.
Nuestra necesidad natural de relacionarnos nunca puede
satisfacerse mediante posesiones materiales o mediante logros.
Para Zaqueo era fundamental volver a conectar con su identidad
como ser relacional.

16
El segundo dato de estos comentarios finales fue sobre la misión
de Jesús. Jesús lo describe en términos relacionales: “buscar” y
“salvar”. Él no solo nos salva del pecado, sino también de las
consecuencias del pecado, es decir, los muros de separación
erigidos entre Dios y las personas y entre las personas y las
personas. El apóstol Pablo destacó este aspecto del ministerio de
Jesús cuando escribió: “Todo esto proviene de Dios, quien nos
reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de
la reconciliación” (2 Corintios 5: 18). La salvación de Dios nos
restaura como seres sociales.

Por elección, Zaqueo fue un constructor de murallas; por gracia


y amor, Jesús se convirtió en el rompe muros de su vida.

Una vida sin muros

El encuentro entre Zaqueo y Jesús estuvo marcado por la


restauración. Leemos en el versículo 8: “Entonces Zaqueo puesto
en pie, dijo al Señor: Señor, la mitad de mis bienes doy a los
pobres; y si en algo he defraudado a alguien, se lo devuelvo
cuadruplicado”. Esta fue una declaración solemne y significativa
de que Zaqueo decidió no permanecer sentado o reclinado. El
constructor de muros finalmente había decidido vivir una vida
honesta, sin muros.

Uno de los primeros muros que decidió derribar fue el muro de


separación entre pobres y ricos. Zaqueo, el rico, decidió
reconectarse con los pobres. No solo se comprometía a hacerse

17
amigo, hablar, jugar y orar con los pobres, sino también
participar en el cambio de las condiciones de sus vidas. Hay
cuatro tipos de relación que podemos mantener con aquellos que
son diferentes a nosotros: 1) sin relación, 2) una relación en
buenos términos, 3) una relación interesada o 4) una relación de
empoderamiento. Zaqueo se comprometió en una relación de
empoderamiento. Al hacerlo, Zaqueo implementó las
instrucciones de aquel que se le acercó, que se encuentran en
Levítico 25: 35-37 “Si tu hermano empobrece y recurre a ti, tú lo
ampararás; como forastero y extranjero vivirá contigo. No
tomarás de él usura ni ganancia, sino tendrás temor de tu Dios, y
tu hermano vivirá contigo. No le darás tu dinero a usura ni tus
víveres a ganancia”.

El antes codicioso y egoísta Zaqueo se involucró en algo


inimaginable. Esta calidad de relación con los demás fue posible
gracias al encuentro íntimo con el Salvador. Cuando nos
conectamos con Dios, nuestras inclinaciones egoístas se superan
y somos transformados a su imagen.

Además de compartir con los pobres, Zaqueo se comprometió a


devolver lo que había robado. Algunas relaciones nunca pueden
restablecerse sin una restitución adecuada. Un principio básico
es asumir la responsabilidad por la relación rota, reconocer que
hemos hecho daño al otro y hacer todo lo posible para corregir el
error. Elena de White hace este comentario sobre la restitución
de Zaqueo: “Ningún arrepentimiento que no obre una reforma es

18
genuino.” (El Deseado de todas las gentes, 522). Cuando una
relación se ha visto afectada, no es prudente tratar de seguir
adelante rápidamente sin abordar las causas del conflicto pasado.
¡En ausencia de un cierre adecuado, las heridas se reabrirán y se
evitará el establecimiento de una relación profunda y sincera!

Conclusión

Zaqueo había vivido dentro de los muros del materialismo


durante años y no estaba ni feliz ni satisfecho. Después de su
encuentro con Jesús, la relación con Dios y con los demás
prevaleció sobre la adquisición de riquezas. Fue liberado de su
prisión dorada y se convirtió en un instrumento de libertad para
los demás. ¿Por qué no invitamos a Jesús a que derribe los muros
en nuestras vidas?

Profundizando

- Si te sientes cómodo, comparte cómo se restauró una relación


rota.

- ¿Cómo te sentiste con esta experiencia?

- ¿Alguien está luchando actualmente por reparar y mejorar


algunas relaciones? ¿Te gustaría pedir la ayuda de Dios?

Mi promesa: MEJORAR mis RELACIONES: crecer en


fidelidad, perdón y amor por principio.

19
DÍA 3: Dios primero al cuidar de mi cuerpo

Lectura Bíblica: Lucas 9: 10, 28

COMPRADOS POR PRECIO

El apóstol Pablo nos exhorta a hacer todo para la gloria de Dios.


“Si, pues, coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para
la gloria de Dios” (1 Corintios 10: 31). Pero no solo lo que
comemos o bebemos. En al menos tres ocasiones, Pablo se
refiere al cuerpo humano como el templo de Dios y que su
Espíritu habita en ese templo (1 Corintios 3: 16; 6: 19; 2
Corintios 6: 16). Todos nuestros comportamientos y actitudes,
incluidos nuestros hábitos de salud, deben rendir homenaje a
Dios porque somos comprados por precio, su sangre.

Principios de salud

Dios ha demostrado su interés en la salud de su pueblo desde la


creación. Creó un entorno magnífico para sustentar el bienestar
de sus criaturas. Proporcionó una dieta nutritiva, aire fresco, agua
pura y la oportunidad de hacer ejercicio mientras nuestros padres
cuidaban el jardín. Se preocupaba por la salud espiritual de Adán
y Eva y caminaba y hablaba con ellos en el fresco de la tarde.

Desde el principio, la espiritualidad y la salud se han entrelazado.


La tierra surgió de la mano del Creador, lista para ser el hogar de
las criaturas de su diseño. Incluso después de la entrada del
pecado, el diluvio y el cautiverio, Dios demostró su

20
preocupación por su pueblo dándoles directivas específicas con
respecto a la salud.

De hecho, a principios del Antiguo Testamento, Dios consideró


oportuno dar instrucciones a su pueblo sobre una vida saludable,
incluida la dieta, la limpieza y el comportamiento sexual. Estas
instrucciones debían ser preventivas y distintivas, y los protegían
de muchas de las enfermedades que asolaban a los egipcios.

Mientras Jesús estuvo en la Tierra, sanó enfermedades físicas y


mentales, vinculando el perdón de los pecados con el bienestar y
la vida abundante, con un énfasis definido también en la salud
emocional y mental.

Y, también, Dios ha dado una instrucción amplia a través del


consejo de Elena G. de White. A lo largo de su vida, fue el canal
de información que dio forma a la filosofía de salud y
espiritualidad de la Iglesia Adventista.

“Al enseñar los principios que rigen la salud, se debe


tener presente el gran objetivo de la reforma, que es
obtener el mayor bienestar del cuerpo, la mente y el
espíritu. Demuéstrese que las leyes de la naturaleza, por
ser leyes de Dios, fueron establecidas para nuestro bien;
que la obediencia a ellas nos da la felicidad en esta vida,
y contribuye a prepararnos para la vida futura.”2

21
“Nuestro primer deber hacia Dios y nuestros semejantes
es nuestro desarrollo personal. Todas las facultades con
que el Creador nos ha dotado han de ser cultivadas hasta
el más alto grado de perfección, a fin de que podamos
realizar todo el bien que podamos. Por tanto, bien
invertido está el tiempo que se usa en la adquisición y la
preservación de la salud física y mental.”3

Mayordomía y salud

La visión que se le dio en junio de 1863 a Elena de White reveló


que es un deber espiritual cuidar el templo del cuerpo y confirmó
la constitución integral del cuerpo, la mente y el espíritu. El
descanso, el sol, la nutrición equilibrada, la confianza en Dios, el
ejercicio, la templanza, beber agua y respirar aire fresco
mantienen una integridad equilibrada. ¡El propósito principal de
cuidar nuestra salud es permitirnos servir a Dios y a nuestros
semejantes! Gozaremos de mejor salud, pero somos salvados
para servir.

El punto es claro: ¡la mayordomía incluye cuidar nuestra salud!

Lo fascinante es que Elena de White habló sobre muchos temas


con una visión profética que la ciencia médica ahora ha
demostrado ser correcta. La revista Time4, en su número del 28
de octubre de 1966, informó el resultado positivo del primer
Estudio de Salud Adventista y describió los resultados como la
“Ventaja de los Adventistas,” que incluía una reducción en la

22
mayoría de los cánceres y en la cirrosis del hígado. Estudios
posteriores han demostrado un aumento significativo en la
longevidad en aquellos que viven el estilo de vida adventista. Los
resultados de los estudios de seguimiento y los análisis
estadísticos han sido tan convincentes que los Institutos
Nacionales de Salud de los Estados Unidos asignaron casi $ 20
millones para la realización del Estudio de Salud Adventista-2.

En resumen, la literatura científica está repleta de los beneficios


que se derivan de un estilo de vida saludable basado en las leyes
de la naturaleza, el tipo de estilo de vida que Elena de White
había promovido con tanta pasión.5

Incluido en esas leyes de la naturaleza no solo está la dieta, sino


el ejercicio y el descanso, todo lo cual ella promovió como parte
de nuestra mayordomía de la salud. Por ejemplo, se ha
demostrado que el ejercicio reduce la presión arterial alta y ayuda
a prevenir la enfermedad de las arterias coronarias, los accidentes
cerebro vasculares, la diabetes tipo 2 y la osteoporosis. Incluso
el ejercicio moderado (no necesitamos correr maratones) puede
controlar el nivel de grasas en la sangre, retrasar la aparición de
la enfermedad de Alzheimer, ayudar a disminuir la recurrencia
de algunos cánceres y aliviar la depresión.

Tan importante como el ejercicio es el descanso. ¿Cómo


hacemos en lo que al descanso se refiere? ¿Nos tomamos el
tiempo para recuperarnos, para afilar el hacha, por así decirlo? Si

23
viviéramos con una mayor conciencia de la mayordomía de la
salud, seríamos herramientas más eficaces en las manos del
Maestro. La traducción The Message de Eugene Petersen resume
muy bien el punto: “Los entrenamientos en el gimnasio son
útiles, pero una vida disciplinada para Dios lo es mucho más, lo
que te hace estar en forma tanto hoy como para siempre” (1
Timoteo 4: 8, MSG)6.

Mayordomos

Max Lucado utiliza una ilustración sorprendente en su libro It’s


Not About Me7 (No se trata de mí). Describe dos escenarios de
pesadilla de mayordomos que pueden cuidar tu casa en tu
ausencia. El primero la redecora de forma totalmente diferente a
tus gustos, utilizando como excusa “que la casa necesitaba
expresar con precisión al mayordomo”. Tu respuesta inmediata:
“¡No es tuya!”. La segunda situación es aquella en la que la
redecoración no es la situación, sino la negligencia. Nunca se
lavaron los platos, no se retiró la basura y las camas nunca se
hicieron. La excusa: esta relación es un arreglo temporal.

Ambos mayordomos cometieron el mismo error: actuaron como


si la vivienda fuera suya para hacer lo que quisieran. ¿Cómo
pudieron? ¿Cómo podemos nosotros, los que hemos sido
comprados por precio, actuar tan a menudo como si fuéramos
dueños de nosotros? Dios es dueño del templo de nuestros

24
cuerpos; por eso, nosotros, como mayordomos, debemos ser
fieles y cuidadosos de lo que se nos ha dado como regalo.

Como nos dijo el apóstol Pedro: “pues ya sabéis que fuisteis


rescatados de vuestra vana manera de vivir (la cual recibisteis de
vuestros padres) no con cosas corruptibles, como oro o plata,
sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin
mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1: 18-19)8.

Sí, fuiste comprado por precio, no con plata, no con oro, sino con
la sangre de Cristo. Es hora de vivir así. Y ser buenos
mayordomos de nuestra salud es una forma poderosa de hacerlo.

Peter N. Landless, M.B.,B.Ch., M.Fam.Med., MFGP(SA),FCP(SA), FACC, FASNC,


es director de Ministerios de Salud Adventistas de la Asociación General de los
Adventistas del Séptimo Día.

Profundizando

- ¿Cómo afecta el pensamiento de que Dios te compró por


precio la manera que tratas tu cuerpo en tu vida diaria?
- ¿Puedes identificar algunas de las instrucciones de Elena de
White sobre salud y nutrición que la ciencia moderna ha
demostrado que son correctas?
- ¿Cuál es la importancia de la disciplina en tu vida cristiana?

Mi promesa: ESTABLECER un nuevo HÁBITO


SALUDABLE, para servir mejor al Señor con mi mente:
_________________

25
1. Los textos acreditados a la NVI La Santa Biblia, Nueva Versión
Internacional® NVI ®. Copyright © 1999 por International Bible
Society™Usado con permiso. Reservados todos los derechos.
2. Elena G. de White, El ministerio de curación (Colombia: APIA, 2012), p. 88.
3. Elena G. de White, Consejos sobre alimentación (Colombia: APIA, 2011), p.
9.
4. Revista Time, “Adventists’ Advantage,” [La ventaja adventista] 28 de
octubre, 1966.
5. Elena G. de White, El ministerio de curación (Colombia: APIA, 2012), p. 88.
6. Los textos acreditados a Message son de The Message, copyright © 1993,
2002, 2018 de Eugene H. Peterson. Usado con permiso de NavPress.
Reservados todos los derechos.
7. Max Lucado, It’s Not About Me [No se trata de mí] (Nashville, Tennessee:
Thomas Nelson, 2004).
8. Los textos acreditados a la R95 Copyright © 1995 Sociedades Bíblicas Unidas
(United Bible Society). Usado con permiso. Reservados todos los derechos.

26
DÍA 4: Dios primero al ministrar a los demás

Lectura Bíblica: Lucas 18: 35-43

FACILITADORES DE UNA NUEVA VISIÓN

Mucha gente está sufriendo y muriendo sin una verdadera


esperanza. Están confundidos y desesperados por lo que están
presenciando a su alrededor y en sus propias vidas. ¿Cómo
pueden sus ojos estar abiertos a la realidad del amor y la
salvación de Dios? Como hijos e hijas redimidos, ¿cómo
restauramos la visión de nuestro mundo con los ojos vendados?

A través de la historia de Bartimeo, el ciego de Jericó, podemos


reflexionar sobre nuestra participación real en la misión final de
Dios. Leemos en Lucas 18:35, “Aconteció que, acercándose
Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino
mendigando”.

Siempre que leemos este pasaje, nos enfocamos en la fe y


perseverancia de Bartimeo, el ciego, y cómo Jesús restauró su
visión. ¡Cuando Jesús está cerca, los ciegos pueden volver a ver!
En esta reflexión, nos concentraremos en el papel desempeñado
por la multitud y por los seguidores y discípulos de Jesús. En los
seguidores de Jesús, podemos identificar cuatro modos de
funcionamiento: 1) Modo de pasar, 2) Modo de silenciar, 3)
Modo de facilitar y 4) Modo de alabar. ¿En qué modo estás
ahora?

27
El modo de pasar

Lucas 18: 36-37 nos dice: “Y al oír a la multitud que pasaba,


preguntó qué era aquello. Le dijeron que pasaba Jesús nazareno”.
Jesús no estaba solo en este viaje hacia y a través de Jericó. Los
discípulos estaban con él, y el texto nos dice que muchos otros
también formaban parte de sus seguidores. Este círculo íntimo
disfrutaba de sus enseñanzas, recibía sus bendiciones y
participaba en la fama del rabino de Nazaret, que ahora estaba en
la cima de su popularidad.

El ciego sólo podía “oír a una multitud que pasaba.”


Probablemente podía oír el sonido de pies, el sonido de la
multitud hablando y, de vez en cuando, algunos aleluyas y
amenes. Algo inusual estaba sucediendo; pero los que estaban
fuera del grupo de seguidores no escuchaban un mensaje claro.
Bartimeo, como espectador, podía sentir el paso de esta
procesión, pero difícilmente podía adivinar el verdadero
propósito. Tomó la iniciativa de preguntar. No muchos tienen la
misma audacia.

La Iglesia Adventista ha establecido presencia en más de 200


países y en la mayoría de las principales ciudades y regiones del
mundo. Sin embargo, preguntémonos: ¿estamos dando un
mensaje claro sobre el propósito de nuestra existencia?
¿Entiende la gente claramente nuestra misión?

28
La respuesta dada por los seguidores de Jesús revela una
mentalidad interesante: “que pasaba Jesús nazareno.” Fueron
precisos y fácticos al compartir sobre el Jesús histórico sin
revelar su propósito y misión. Fue una oportunidad perdida para
invitar a Bartimeo a ser parte de la multitud. ¿Cuál pudo ser la
razón? Vieron en Bartimeo un mendigo ciego. Lo que
probablemente necesitaba era una moneda, un trozo de pan u otra
caridad. No podían sentir el anhelo de Bartimeo por algo más
profundo.

Sin embargo, la respuesta de Bartimeo indica su verdadera


necesidad: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”. Para
él, Jesús era el Hijo de David. El título Hijo de David era un
saludo mesiánico. Josefo, el historiador judío, nos dice que en el
judaísmo, se creía que el Hijo de David tenía un gran poder para
sanar. Bartimeo no buscaba información sobre Jesús, sino que
Jesús interviniera en su vida.

Aquellos en el modo de paso fallaron en notar la verdadera


necesidad de las personas que los rodeaban. Sería lamentable que
solo le dijéramos a la gente quiénes son los adventistas y en qué
creen y atendiéramos algunas necesidades básicas, cuando las
personas buscan un Salvador y una nueva visión.

El modo de silenciar

En reacción al clamor de ayuda de Bartimeo, algunos seguidores


de Jesús adoptaron otro modo. Leemos en el versículo 39: “Los

29
que iban delante lo reprendían para que callara”. Este es el modo
de silenciar. Algunas versiones incluso utilizan la palabra
“reñían” para describir la intervención de estos precursores. Se
involucraron en este modo de silenciar porque entendieron mal
su responsabilidad y el papel de Jesús.

Los que salieron al frente creían que su responsabilidad era


despejar el camino, como harían las caravanas antes del paso de
algunos dignatarios, quitar cualquier obstáculo para que Jesús
pasara sin problemas. Bartimeo fue percibido como un estorbo,
por lo que tenía que ser silenciado y ahuyentado. Esta actitud
contrasta con el verdadero papel asignado a los precursores de
Jesús. Juan el Bautista fue un precursor de Jesús, y su papel se
describe en Lucas 1: 16,17: “Hará que muchos de los hijos de
Israel se conviertan al Señor, su Dios. E irá delante de él con el
espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de
los padres a los hijos y de los rebeldes a la prudencia de los
justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.” Juan
debía actuar como un puente entre la gente y Jesús, no para
ahuyentarlos, sino para prepararlos para que se encontraran con
Jesús.

Para ellos, Bartimeo, un mendigo ciego, era simplemente una


molestia para un Mesías real que se dirigía a Jerusalén. No se
dieron cuenta de que ser ciego y pobre calificaba a Bartimeo para
recibir una atención especial de Jesús. Perdieron el significado
del discurso inaugural de Jesús en la sinagoga de Nazaret: “El

30
Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para
dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los
quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y
vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:
18). Jesús vino por los ciegos, los pobres, los desamparados y los
pecadores.

El modo de silenciar es, lamentablemente, muy popular entre los


cristianos, incluso hoy. Sucede cada vez que nuestras palabras,
acciones y actitudes mantienen a las personas distanciadas de
Jesús y de su iglesia. Cada vez que descalificamos conciente o
inconcientemente a alguien de la salvación, estamos funcionando
en modo silenciador. ¡Dios no lo permita!

El modo de facilitar

Consciente de las reacciones de sus seguidores, la Biblia dice:


“Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerlo a su presencia.” (v.
40). Jesús ordenó un cambio de modo, de los modos de pasar y
silenciar al modo de facilitar. No fue una sugerencia, sino una
orden. En ese mandato había una invitación a compartir las
bendiciones con los demás.

Aquellos en el modo facilitador no fueron la fuente de bendición.


Su función era ser conductos hacia la Fuente: Jesús. Sin
embargo, para que su papel siguiera siendo significativo,
tuvieron que acercarse a Bartimeo, compartir la invitación de
Jesús, sujetarlo del brazo, guiar sus pasos, despejar a la multitud

31
en su camino y llevarlo a Jesús. ¡Este fue un proceso complejo!
En el Espíritu de Profecía, escuchamos una instrucción similar
para su iglesia en los últimos días:

Los adventistas del séptimo día han sido elegidos por


Dios como un pueblo especial, separado del mundo […]
Ha hecho de ellos representantes suyos, y los ha llamado
a ser sus embajadores durante esta última fase de la obra
de salvación. Les ha encargado que proclamen al mundo
la mayor suma de verdad que se haya confiado alguna
vez a seres mortales, las advertencias más solemnes y
terribles que Dios haya enviado alguna vez a los
hombres. (Testimonios para la iglesia, vol. 7, 135).

El COVID-19 ha llegado a nuestra vida. Estamos hablando de la


nueva normalidad, pero nuestra mayor y primera
responsabilidad, llevar a las personas a Jesús y su iglesia, no ha
cambiado. Es incluso más relevante ahora que antes. ¿Estamos
confundiendo el distanciamiento social con el alejamiento de la
vanguardia de la misión?

El modo de alabar juntos

Como resultado de participar en el modo de facilitar, los


seguidores de Jesús cambiaron al “modo de alabar juntos.”
Leemos en el versículo 43: “Al instante recobró la vista, y lo
seguía glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello,

32
dio alabanza a Dios”. El que había sido ciego y el resto de la
gente se unieron, como uno, en adoración.

Dios ha establecido su iglesia de los últimos días como una


comunidad llamada a alabarlo (Apocalipsis 1: 6). Una iglesia que
no alaba no funciona en armonía con el diseño de Dios. El modo
de alabar se activa por lo que vemos que Jesús hace en nuestras
vidas y en la vida de los demás. La adoración y la alabanza
auténticas son el resultado de presenciar el poder y el amor de
Dios. Cuanto más vemos, más alabamos. Una iglesia misionera
está en mejores condiciones para funcionar en el modo de alabar
juntos.

La crisis actual ha debilitado la unidad física de la iglesia. Los


edificios de iglesias cerrados han llevado a muchos a
conformarse con expresiones privadas de espiritualidad,
separados de otros creyentes. Algunos escuchan un buen sermón
en un canal de YouTube, disfrutan de una sesión de alabanza y
canto en otro canal, y leen un blog de otro sitio web en busca de
inspiración diaria. Es fácil moverse constantemente por la web
en busca de novedades. No hay nada de malo en disfrutar de la
riqueza de la iglesia de Dios a través de estas múltiples
producciones y ministerios, pero es peligroso cuando se hace a
expensas de nuestro apego a la comunidad de la iglesia. Estas
palabras inspiradas de Pablo siguen siendo válidas hoy en día:
“Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a
las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos

33
tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto
veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10: 24-25). Dios ha
diseñado a sus hijos para que sean parte de, sean bendecidos por,
y sean una bendición para la comunidad de la iglesia local, ya
sea en persona o en línea. El virus no es el fin de la iglesia de
Dios. Recordemos estas palabras de Jesús: “Edificaré mi iglesia,
y las puertas del Hades no la dominarán” (Mateo 16: 18).

Conclusión

Como facilitadores de la gracia de Dios, vamos camino de


participar en la alabanza final: “Grandes y maravillosas son tus
obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus
caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, Señor, y
glorificará tu nombre?, pues solo tú eres santo; por lo cual todas
las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han
manifestado” (Apocalipsis 15: 3-4). Elijamos no permanecer en
los modos de pasar o de silenciar.

Profundizando

- Comparte una experiencia en la que ayudaste a alguien a


adoptar una nueva visión de la vida.

- ¿Cómo podemos funcionar más en el “modo de facilitar”


durante esta temporada de distanciamiento social?

- ¿A quién te gustaría llevar a Jesús? Comparte su nombre para


orar por él.

34
Mi promesa: DEDICAR tiempo regular cada semana para
TRABAJAR para Dios, difundiendo las buenas nuevas a otros a
través de estudios bíblicos, grupos pequeños, etc. (TMI).

35
DÍA 5: Dios primero al observar el sábado

Lectura Bíblica: Lucas 6: 6-10

EL PRIMER DÍA DE DIOS

¿Cómo se relaciona el sábado con el principio de Dios primero?


El profeta Ezequiel declara: “Santificad mis sábados, y sean por
señal entre mí y vosotros, para que sepáis que yo soy Jehová,
vuestro Dios” (Ezequiel 20: 20). Estas palabras revelan que la
observancia del sábado es una declaración del señorío de Dios
sobre nuestras vidas. Asimismo, la actitud de Jesús hacia el
sábado nos recuerda que debemos poner a Dios en primer lugar.
En esta reflexión, estamos revisando la historia relatada en Lucas
6: 6-10 para aprender más sobre observar el sábado y poner a
Dios en primer lugar.

Cultivar la mentalidad de primero Dios

Los evangelios hacen referencias regulares a las acciones de


Jesús durante el día de reposo, desde el atardecer del viernes
hasta el atardecer del sábado. En este capítulo, Lucas, el
historiador, ha unido dos eventos relacionados con el sábado. El
primero se refiere a los discípulos que arrancan granos del campo
para comer en sábado. Los fariseos los culparon por violar la ley.
En respuesta, Jesús justificó sus acciones y se declaró a sí mismo
como el Señor del sábado (Lucas 6: 3-4; Marcos 2:27-28; Mateo
12: 5-6). El segundo evento es un informe de uno de los milagros

36
que Jesús realizó durante el sábado. ¿Por qué se le da tanta
importancia al sábado en los evangelios?

A diferencia de festivales como la Pascua, la fiesta de los


Tabernáculos y la de Purim, la celebración del sábado no era la
conmemoración de un evento importante en la historia de Israel.
Fue y es el memorial semanal del acto de la creación: Dios lo ha
creado todo. Todo llegó a existir a través de la intervención
inicial de Dios en el universo. Como tal, este día es un
recordatorio constante de que Dios es el Primero y el Proveedor.
Sin duda, la observancia semanal del sábado ayudó a Jesús a
mantener un entendimiento claro de su afiliación con el Padre,
como se expresa en las palabras: “El Padre ama al Hijo y ha
entregado todas las cosas en su mano” (Juan 3: 35). El Padre es
el Propietario-Proveedor y el Hijo actúa como su Administrador.

Elena de White escribió estas palabras acerca de este propósito


principal del sábado: “Ninguna otra institución confiada a los
judíos propendía tan plenamente como el sábado a distinguirlos
de las naciones que los rodeaban. Dios se propuso que su
observancia los designase como adoradores suyos. Había de ser
una señal de su separación de la idolatría, y de su relación con el
verdadero Dios.” (El Deseado de todas las gentes, 255). El
propósito del sábado es que la humanidad alinee sus vidas con el
universo, Dios primero, reconociéndolo como Proveedor y
Sustentador.

37
La existencia humana se desarrolla en dos planos: tiempo y
espacio. Adán fue creado el sexto día y colocado en un jardín.
Como seres vivos, no solo ocupamos espacio, sino que
modificamos constantemente el mundo material que nos rodea.
Este es de hecho el diseño de Dios para la humanidad (Génesis
2: 15). Sin embargo, este esfuerzo plantea el riesgo de olvidar
que estamos relacionados y dependemos de un Creador. Muchos
han terminado funcionando con una mentalidad puramente
materialista. Para evitar este resultado, Dios ha establecido el
primer día completo de existencia no como un día de trabajo,
sino como un día de descanso. Al guardar el sábado, Jesús
ejemplificó la perspectiva que debemos adoptar con respecto a
las acciones: “No puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan
5:30). El sábado nos ayuda a recordar que no somos nosotros
quienes sostenemos el mundo y nuestra existencia. La
observancia del sábado es esencial para que desarrollemos una
mentalidad de Dios primero.

Dios primero a través de la adoración colectiva

En este sábado, Jesús “entró en la sinagoga,” literalmente, al


lugar de reunión, y se dedicó a “enseñar.” La sinagoga jugaba
un papel importante en el ministerio terrenal de Jesús. Los
evangelios asocian el ministerio de Jesús con la sinagoga más de
diez veces. La reunión de creyentes en pequeños grupos de
oración, sin holocausto, se remonta a la época de Salomón. Sin
embargo, las sinagogas se organizaron formalmente durante el

38
exilio babilónico, después de la destrucción del templo de
Jerusalén. Estos edificios eran fundamentales para la vida social
y religiosa de una comunidad judía local. Sirvieron como
escuelas, centros comunitarios, lugares de reunión, tribunales y
lugares de oración y estudio. El sábado, el espacio se restringió
a la adoración y la lectura de las Escrituras. Varias oraciones
(bendiciones y panegíricos) fueron parte de los servicios del
sábado. El elemento de instrucción se encuentra en las lecturas
del Pentateuco (los cinco libros de Moisés), de los escritos de los
profetas y un breve sermón. Ese día, se le pidió a Jesús que
hiciera una parte de las lecturas o que pronunciara el sermón.

Adorar y escuchar la Palabra de Dios son las dos actividades


fundamentales de quienes ponen a Dios en primer lugar. Cuando
adoramos, reconocemos quién es Dios y cuando estudiamos su
Palabra nos sometemos a sus instrucciones. Los servicios del
sábado proporcionan el espacio para que los creyentes pasen por
esta experiencia.

Jesús nos ayuda a comprender que el reposo sabático no equivale


a un día de inactividad. El descanso sabático, además de cultivar
en nosotros la mentalidad de descansar en el Señor, proporciona
concretamente tiempo para la adoración y el estudio de la Palabra
de Dios. Nos liberamos de las ajetreadas actividades de la
semana y nos involucramos en otras más edificantes. El
propósito final del sábado no es dar descanso a nuestros
músculos cansados o tener un día durante el cual deambulemos,

39
sino aumentar la posibilidad de que adoremos a Dios y
escuchemos su Palabra. Durante la semana, podemos disfrutar de
estos ejercicios espirituales personalmente y con nuestra familia,
y en el día de reposo tenemos acceso a una experiencia espiritual
corporativa. Cuando los creyentes se reúnen como familia,
reconocen su afiliación a un Dios y un Salvador.

Lamentablemente, dos prácticas se están poniendo de moda entre


el pueblo de Dios durante esta época de pandemia y
distanciamiento social. Primero, algunos se sienten tentados a
usar las horas del día de reposo para realizar largas caminatas en
la naturaleza en lugar de participar en la adoración colectiva. La
naturaleza es de hecho el segundo libro de Dios, pero no es el
diseño de Dios que un paseo por la naturaleza reemplace la
adoración colectiva, sino que la complemente. Otra práctica es la
iglesia tipo buffet: los creyentes van de un sitio web a otro en
busca del maestro de escuela sabática, el líder de alabanza y el
predicador que se adapte a sus gustos. Quieren que la experiencia
de adoración sea organizada para satisfacer las preferencias
personales a expensas de ser parte de una asamblea de creyentes,
como se ejemplifica en las experiencias de la sinagoga de Jesús.
Según el apóstol Pablo, los ministerios son establecidos por
Cristo “para la edificación del cuerpo de Cristo” y no para animar
a los cristianos independientes (Efesios 4: 11-12).

40
Dios primero a través del ministerio

Tanto en el estanque de Betesda como en esta sinagoga, Jesús


usó las horas del sábado para atender las necesidades de aquellos
que eran vulnerables. En respuesta al ataque de los fariseos, hizo
esta pregunta retórica: “Os preguntaré una cosa: En sábado, ¿es
lícito hacer bien o hacer mal?, ¿salvar la vida o quitarla? (Lucas
6: 9). ¿Cómo demuestran estos actos de servicio, compasión y
sanidad el principio de Dios primero?

Durante los días laborables de la semana de domingo a viernes,


trabajamos y disfrutamos del fruto de nuestro trabajo. La
naturaleza del trabajo que se realiza en sábado tiene dos
características diferentes. Primero, en el séptimo día, trabajamos
exclusivamente por el interés de los demás. El yo es negado.
Abraham Heschel en su libro, The Sabbath [El sábado], habla
de la naturaleza altruista de las actividades durante las horas del
sábado: “Hay un ámbito del tiempo en el que la meta no es tener,
sino ser, no poseer, sino dar, no controlar, sino compartir, no
someter sino estar de acuerdo.” En segundo lugar, nuestro
servicio a los necesitados es equivalente al servicio a Dios. El
sabio declara que “A Jehová presta el que da al pobre,”
(Proverbios 19: 17) y Jesús menciona que “en cuanto lo hicisteis
a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”
(Mateo 25: 40). Todos los actos de benevolencia se dirigen en
última instancia a Dios. El sábado es el primer día de Dios por

41
excelencia porque en este día nos negamos a nosotros mismos y
servimos a Dios a través de los demás.

El pecado y sus consecuencias desfiguraron y estropearon la


imagen de Dios en los seres humanos. Estamos restaurando la
imagen de Dios en la humanidad cada vez que trabajamos para
mejorar las condiciones de vida de los demás. Elena de White
transmite esta idea en sus escritos: “Toda religión falsa enseña a
sus adeptos a descuidar los menesteres, sufrimientos y derechos
de los hombres. El evangelio concede alto valor a la humanidad
como adquisición hecha por la sangre de Cristo, y enseña a
considerar con ternura las necesidades y desgracias del hombre.”
(El Deseado de todas las gentes, p. 258). Cualquier forma de
ministerio de restauración ayuda a los beneficiarios y
observadores a apreciar el amor y el poder de Dios. Esto lleva a
más personas a poner a Dios en primer lugar.

La forma en que Jesús guardó el sábado ayuda a cultivar la


mentalidad de Dios primero, a practicar los principios de Dios
primero y a influir en otros para que adopten esta filosofía de
vida. Cuando las horas del sábado se dedican a la adoración
colectiva, el estudio de la Biblia y el ministerio desinteresado, se
convierte en el día más gratificante de la semana, un deleite para
los observadores del sábado.

42
Profundizando

1. ¿Qué te impide experimentar el sábado como el primer


día de Dios?
2. ¿De qué maneras te gustaría enriquecer tu experiencia
sabática?
3. ¿Hay alguien que esté enfrentando algún tipo de desafío
o persecución para guardar el sábado? Comparte su
nombre para orar por él.

Mi promesa: OBSERVAR el SÁBADO, preparándome el


viernes, observando sus límites, pensamientos y actividades
correctos.

43
DÍA 6: Dios primero al reconocer a Dios como Señor

Lectura Bíblica: Lucas 20: 9-19

UN ACUERDO ÚNICO

La parábola de los labradores, también conocida como la


parábola de la viña, se encuentra en los evangelios de Mateo,
Lucas y Marcos con algunas ligeras variaciones. En Lucas, la
parábola sirve como respuesta inmediata a una discusión que
Jesús tuvo con los principales sacerdotes, los maestros de la ley
y los ancianos sobre la fuente de su autoridad: “Dinos ¿con qué
autoridad haces estas cosas? ¿o quién es el que te ha dado esta
autoridad?” (Lucas 20: 2). Jesús usa la parábola de los labradores
para elaborar la fuente de su autoridad, el rechazo de su autoridad
y el resultado desafortunado. La historia trata sobre el gran trato
que Dios hace con la humanidad y sus expectativas de los
beneficiarios de tan gran trato. Somos bendecidos. ¿Cómo se
supone que respondamos a una bendición tan grande?

Un gran negocio

La parábola comienza con una transacción entre un rico


propietario y un grupo de agricultores. Después de establecer su
viñedo, “la arrendó a unos labradores” y se mudó fuera de la
localidad por un largo tiempo (Lucas 20: 9). Este fue un gran
negocio porque los inquilinos no tenían que hacer ningún pago
inicial y no tendrían que hacer ningún pago fijo. Entraron en el
negocio sin dinero en efectivo. Además, se suponía que solo

44
debían entregar una parte de la cosecha al propietario. En caso
de no cosecha o mala cosecha, el propietario también perdía su
inversión. Compartía el riesgo con ellos. Nadie se vio obligado a
participar en el trato y la transacción se realizó con confianza.
¡Un acuerdo único!

El texto nos ayuda a comprender el resultado inmediato de esta


parábola: “Los principales sacerdotes y los escribas procuraban
echarle mano, porque comprendieron que contra ellos había
dicho esta parábola; pero temían al pueblo.” (Lucas 20: 19).
Estos líderes de la nación consideraron que Jesús los estaba
retratando a través de las figuras de estos labradores que entraron
en un trato con el dueño. Dios hizo un pacto de gracia con Israel
y sus líderes; a través de ella se convirtieron en los destinatarios
de sus abundantes bendiciones. A cambio, esperaba que ellos
reconocieran su propiedad dando frutos de gratitud y lealtad en
proporción a las bendiciones recibidas. ¡Un acuerdo único!

Elena de White amplió la aplicación de esta parábola: “La


parábola de la viña se aplica no sólo a la nación judía. Tiene una
lección para nosotros. La iglesia en esta generación ha sido
dotada por Dios de grandes privilegios y bendiciones, y él espera
los resultados correspondientes” (Palabras de vida del gran
maestro, p. 238). El Señor nos ha dado múltiples bendiciones de
muchas formas y, como dueño de todas, espera que
reconozcamos su propiedad.

45
Entre las muchas cosas que hemos recibido de Dios,
Deuteronomio 8:18 menciona una que es universal: “sino
acuérdate de Jehová, tu Dios, porque él es quien te da el poder
para adquirir las riquezas, a fin de confirmar el pacto que juró a
tus padres, como lo hace hoy”. La naturaleza y la cantidad de la
riqueza producida por una u otra persona puede variar, pero a
todos les da “el poder para adquirir las riquezas”. A cambio,
simplemente nos invita a recordarlo como Dueño y Proveedor.
Según Elena de White, “Cristo anhela recibir de su viña el fruto
de santidad y abnegación.” (Palabras de vida del gran maestro,
p. 239).

Una forma de honrar nuestra parte del trato es devolver a Dios


una parte de las bendiciones recibidas a través del diezmo: “Todo
diezmo de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara, el
diezmo será consagrado a Jehová” (Levítico 27: 32). La
mensajera del Señor escribió estas palabras: “Nos pide que lo
reconozcamos como el dador de todas las cosas, y por esta razón
ha dicho: de todas vuestras posesiones me reservo la décima
parte para mí mismo, además de los donativos y ofrendas, que
deben ser llevados a mi tesorería.” (Consejos sobre mayordomía,
p. 69). También establece un paralelo entre nuestra
responsabilidad y el antiguo Israel: “En el sistema judío, las
ofrendas formaban una parte esencial del culto de Dios. Se
enseñaba a los israelitas a destinar una décima parte de todas sus
entradas al servicio del santuario. Además de esto habían de traer

46
ofrendas por el pecado, ofrendas voluntarias, y ofrendas de
gratitud. Estos eran los medios para sostener el ministerio del
Evangelio en aquel tiempo. Dios no espera menos de nosotros de
lo que esperaba de su pueblo antiguamente.” (Palabras de vida
del gran Maestro, p. 241)

Existe otro paralelo sorprendente entre la parábola de los


labradores y la práctica del diezmo: Dios participa en el riesgo.
Si la cosecha es grande o pequeña, Él de cualquier forma tomará
su porcentaje.

Un trato quebrantado

Mientras arrendaba su viñedo al grupo de agricultores, el


propietario estaba haciendo la promesa implícita de que la tierra
produciría una buena cosecha. Esto sucedió cuando llegó la
temporada de cosecha. Los labradores se regocijaron por la
cosecha abundante hasta el día en que recibieron la visita de unos
sirvientes del dueño de la viña. ¿Habían olvidado el trato? ¿O
esperaban que el propietario hubiera olvidado el arreglo inicial?
Cualquiera que sea, optaron por no respetar el acuerdo. Dos
veces vinieron los sirvientes pidiendo lo que se debía al dueño;
dos veces los labradores los despidieron con las manos vacías
(versículos 10-11). Como si esto no fuera suficiente, se pusieron
nerviosos por el recordatorio del dueño y maltrataron a los
sirvientes. La situación pasó de golpear a los sirvientes, a golpear

47
y tratar con vergüenza, y a la expulsión con heridas. El trato se
rompió.

Curiosamente, el propietario decidió tener una mayor paciencia


con estos inquilinos ingratos. Envió una secuencia de sirvientes
tras otra, pero sin resultado. Finalmente envió a su amado hijo:
“Entonces el señor de la viña dijo: ‘¿Qué haré? Enviaré a mi hijo
amado; quizás, cuando lo vean a él, le tendrán respeto’” (Lucas
20: 13). El propietario identificó el problema como falta de
respeto. Lamentablemente, la suerte del hijo sería peor: “Pero los
labradores, al verlo, discutían entre sí, diciendo: ‘Este es el
heredero; venid, matémoslo para que la heredad sea nuestra’. Lo
echaron fuera de la viña y lo mataron” (Lucas 20: 14-15). Esta
reacción final revela la verdadera intención de los inquilinos. No
se trataba solo de dar una parte de la cosecha al propietario, sino
de reemplazar al propietario real. No querían estar bajo la
autoridad del propietario. Querían estar bajo su propia autoridad,
y no compartir la cosecha era solo una expresión externa de este
motivo interno.

La historia del antiguo Israel da testimonio de cómo maltrataron


a los diferentes mensajeros enviados por Dios a lo largo del
tiempo. Negaron la soberanía de Dios sobre su viña, Israel. En el
momento en que Jesús estaba contando la parábola, ellos ya
estaban conspirando para eliminar al Hijo amado para poder
permanecer en el poder. ¿Podemos los cristianos estar en una
situación de no cumplir con nuestra parte del trato?

48
Un texto del profeta Malaquías puede ayudarnos a responder esta
pregunta. Leemos en Malaquías 1: 6: “El hijo honra al padre y el
siervo a su señor. Si, pues, yo soy padre, ¿dónde está mi honra?;
y si soy señor, ¿dónde está mi temor?, dice Jehová de los
ejércitos”. Dios está aquí reprochando a sus hijos por no honrarlo
y mostrar respeto por quien es él. La conversación entre Dios y
los líderes de Israel continúa indicando cómo se manifiesta la
falta de respeto:

“Sois vosotros, sacerdotes, que menospreciáis mi nombre y


decís: ‘¿En qué hemos menospreciado tu nombre?’. En que
ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y todavía decís: ‘¿En qué
te hemos deshonrado?’. En que pensáis que la mesa de Jehová es
despreciable. Cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio,
¿acaso no es malo? Asimismo, cuando ofrecéis el cojo o el
enfermo, ¿acaso no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe;
¿acaso le serás grato o te acogerá benévolo?, dice Jehová de los
ejércitos”.

La falta de respeto por la autoridad de Dios era evidente a través


de lo que no estaban devolviendo a Dios, como se menciona en
Malaquías 3: 8-9: “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me
habéis robado. Y aún preguntáis: ‘¿En qué te hemos robado?’.
En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición,
porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.”

49
Podemos romper el trato, el pacto entre nosotros y Dios, el
Proveedor del “poder de hacer riquezas” al no diezmar en
absoluto, al no diezmar en todo, al no diezmar un porcentaje
apropiado, al no enviar el diezmo al lugar apropiado, o al no usar
el diezmo de manera apropiada.

Un resultado terrible

Volvamos a la parábola para entender qué tan grave es la ofensa


de no cumplir con nuestra parte del trato. Jesús terminó la
parábola con estas palabras: “¿Qué, pues, les hará el señor de la
viña? Irá, destruirá a estos labradores y dará su viña a otros”
(Lucas 20: 15-16). El dueño les quitaría su confianza y ellos
sufrirían la pena máxima.

¿Sería el resultado el mismo si no devolvemos el diezmo de Dios


sobre el aumento de nuestros ingresos? Después de todo, él hizo
la siguiente declaración en Salmos 50: 9-12:

“No tomaré de tu casa becerros ni machos cabríos de tus


apriscos, porque mía es toda bestia del bosque y los millares de
animales en los collados. Conozco todas las aves de los montes,
y todo lo que se mueve en los campos me pertenece. Si yo tuviera
hambre, no te lo diría a ti, porque mío es el mundo y su plenitud.”

Dios no necesita nuestros recursos, ni pequeños ni grandes. Pero


algo mayor está en juego, es decir, honrar y respetar su autoridad

50
como Dueño y Señor de todo. Este fue el meollo del error de
estos labradores. Las palabras del apóstol Pablo explican la
importancia de reconocer el señorío de Jesús: “Si confiesas con
tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo
levantó de entre los muertos, serás salvo.” Elena de White
establece la relación entre diezmar y reconocer a Jesús: “Los
diezmos y las ofrendas dedicados a Dios son un reconocimiento
de su derecho sobre nosotros, lo cual provine de la CREACIÓN,
también un reconocimiento de su derecho a través de la
REDENCIÓN. Por cuanto todo nuestro poder deriva de Cristo,
esas ofrendas han de fluir de nosotros a Dios. Deben recordarnos
siempre lo que por la redención Dios tiene derecho a pedirnos,
pues ese derecho abarca todo lo demás.” (Testimonios para la
iglesia, vol. 6, 477, énfasis añadido). Devolver el diezmo es
mucho más que una transacción financiera, es una expresión de
lealtad al señorío de Jesús, quien ha recibido todo del Padre.

Aquel que prometió “darnos la capacidad de hacer riquezas” no


ha retirado sus palabras. Él es fiel. Este es un acuerdo único.
Durante esta semana de énfasis en la mayordomía, Dios nos ha
recordado con paciencia y amor su reclamo. Es cierto que los
recordatorios sobre nuestra responsabilidad financiera pueden
enfurecernos, como sucedió con los labradores de la parábola.
Reflexionemos sobre nuestras reacciones. Se trata de algo mucho
mayor que los recursos financieros; es decidir: ¿elijo poner a
Dios en primer lugar?

51
Profundizando

1. Comparte sobre la fidelidad de Dios en tu vida, con


respecto a su promesa: “Te doy el poder de hacer
riquezas.”
2. ¿Qué nos dificulta mantener nuestra parte del trato?
3. ¿Te gustaría que el grupo interceda por ti mientras eliges
respetar a Jesús como Dueño, Proveedor y Señor?

Mi promesa: DEVOLVER FIELMENTE el DIEZMO del Señor


(10% de mis ingresos).

52
DÍA 7: Dios primero a través de ofrendas de sacrificio

Lectura Bíblica: Lucas 21: 1-4

GENEROSOS EN MEDIO DEL DOLOR

Ante una situación de sufrimiento y crisis mundial como la que


estamos viviendo, alguien reccionó a una publicación que
instruía sobre la mayordomía como el siguiente custionamiento:
“¿Por qué deberíamos seguir invitando a las personas a dar
cuando ya están sufriendo?”. Estas palabras pueden desalentar
al educador de mayordomía más entusiasta. ¿Son apropiados los
llamados para dar en este momento de crisis? Los comentarios
de Jesús sobre las dádivas de una viuda pobre, que se encuentran
en Lucas 21: 1-4, brindan una mejor comprensión del tema de
las ofrendas religiosas cuando las circunstancias de la vida son
difíciles.

Ofrendas durante una crisis

Lucas escribe sobre las observaciones de Jesús con respecto a las


dádivas de algunos adoradores en el templo de Jerusalén:
“Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas
en el arca de las ofrendas. Vio también a una viuda muy pobre
que echaba allí dos blancas. Y dijo: En verdad os digo que esta
viuda pobre echó más que todos, pues todos aquellos echaron
para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; pero esta, de su
pobreza echó todo el sustento que tenía.” (Lucas 21: 1-4).

53
En este pasaje, las apariencias externas de los adoradores
revelaron sus condiciones financieras. Algunos eran ricos y una
era viuda pobre. Según Elena de White, la situación financiera
de esta viuda podría haber llevado a algunos observadores a
desalentar su generosidad: “Muchos le habrían aconsejado que
guardase su pitanza para su propio uso. Puesto en las manos de
los bien alimentados sacerdotes, se perdería de vista entre los
muchos y costosos donativos traídos a la tesorería” (Deseado de
todas las gentes, 581-582). En contraste, Jesús no cuestionó la
relevancia o el mérito de la ofrenda de la viuda pobre. En su
opinión, era normal que tanto los adoradores ricos como los
pobres incluyesen la entrega en su adoración. La participación en
las donaciones no es exclusiva para los ricos ni para tiempos de
abundancia. En la antigüedad, Dios envió a su profeta Elías a
pedir comida a otra viuda bíblica, cuyos únicos recursos eran el
aceite y la harina para preparar una última comida para ella y su
hijo.

En varias de sus cartas, el apóstol Pablo pide fondos para la


iglesia en Jerusalén (Romanos 15: 25-28; 1 Corintios 16: 1-4; 2
Corintios 8: 9). El contexto era el de una hambruna mundial en
todo el Imperio Romano (Hechos 11: 27-30). Dos pasajes de los
escritos de Pablo revelan que los invitados a participar estaban
experimentando las “dificultades del tiempo presente” (1
Corintios 7: 26) y estaban “bajo grandes tribulaciones” (2
Corintios 8: 2). El apóstol Pablo alabaría a los macedonios de la

54
misma manera que Jesús alabó a la viuda pobre: “Porque, en las
grandes tribulaciones con que han sido probadas, la abundancia
de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su
generosidad. Doy testimonio de que con agrado han dado
conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas,
pidiéndonos con muchos ruegos que les concediéramos el
privilegio de participar en este servicio para los santos.” (2
Corintios 8: 2-4). Está claro que Dios no tiene la intención que
dar sea solo para los miembros ricos, sino para todos los
creyentes.

Dando con sacrificio

Jesús hizo una valoración interesante de la ofrenda de la viuda:


“esta viuda pobre echó más que todos.” La evaluación de Jesús
no se basó en el valor monetario de las dos monedas de cobre.
Jesús estaba mirando el espíritu de sacrificio y confianza
manifestado por la viuda; ella dio “echó todo el sustento que
tenía.” Al comparar las ofrendas de los donantes ricos con las
blancas de la viuda, Elena de White escribió estas palabras: “Sus
grandes donativos no los habían privado de ninguna comodidad,
ni siquiera de algún lujo; no habían requerido sacrificio alguno y
no podían compararse en valor con las blancas de la viuda”
(Deseado de todas las gentes, 582). También escribió: “Fue este
espíritu abnegado y esta fe infantil lo que mereció el elogio del
Salvador” (Deseado de todas las gentes, 582). El valor real de

55
sus ofrendas no se veía por la cantidad que dio, sino por lo que
quedaba después de haber dado y por el grado de su fe.

Es inapropiado pensar que la Biblia alienta la entrega simbólica


de cualquier cantidad o calidad como ofrenda. Leemos en
Deuteronomio 15:21, “Pero si tiene algún defecto, si es ciego, o
cojo, o tiene cualquier otra falta, no lo sacrificarás a Jehová, tu
Dios.” Nuestras ofrendas deben representar lo mejor que
podamos dar. Además de eso, la Biblia nos proporciona un punto
de referencia para calcular nuestras ofrendas. Los israelitas
tenían la costumbre de llevar ofrendas al templo de Jerusalén
cuando asistían a las tres fiestas principales. Dios les dio
instrucciones claras acerca de esta práctica: “Cada uno
presentará su ofrenda conforme a la bendición que Jehová, tu
Dios, te haya dado.” (Deuteronomio 16: 17). La ofrenda no debe
calcularse en comparación con lo que otros estaban dando. No
era solo una cantidad considerada buena y aceptable, sino que
estaba determinada por el alcance de las bendiciones recibidas.
La ofrenda de sacrificio implica esforzarse para dar la mejor
proporción posible de los ingresos recibidos al Señor. Dios deja
que cada uno de nosotros tome esta decisión.

Elena de White presenta las ofrendas de sacrificio como el diseño


de Dios para quienes ofrendan. “Y Dios considera la ausencia de
abnegación, en sus seguidores profesos, como una negación del
nombre de cristianos. Los que profesan ser uno con Cristo, y sin
embargo complacen sus deseos egoístas de poseer ropa y

56
muebles elegantes y costosos, y alimento exquisito, son
cristianos solamente de nombre. Ser un cristiano es ser como
Cristo” (Review & Herald, 13 de octubre de 1896). La ofrenda
de sacrificio se ejemplifica en la encarnación, la vida y la muerte
de Jesús. Estamos llamados a tomar a Jesús como nuestro
modelo e inspiración para dar. Los creyentes crecen como
dadores de sacrificio cuando eligen ser sabios y modestos en
todos sus gastos.

Dar por amor

Antes de contar la historia de la ofrenda de la viuda, Lucas


informa sobre la desaprobación de Jesús hacia algunos líderes
judíos: “Guardaos de los escribas, que gustan de andar con ropas
largas, aman las salutaciones en las plazas, las primeras sillas en
las sinagogas y los primeros asientos en las cenas” (Lucas 20:
46). Jesús desaprobó la búsqueda de reconocimiento y honor que
motivaba las acciones de estos líderes. La viuda fue impulsada
por un motivo diferente. Elena de White nos dice que “Su
corazón acompañó a su donativo, cuyo valor se había de estimar,
no por el de la moneda, sino por el amor hacia Dios y el interés
en su obra que había impulsado la acción.” (Deseado de todas
las gentes, 582). Jesús, de quien nada se oculta, conocía el
motivo de esta pobre viuda. Dio por amor a Dios y a su obra.

En varios pasajes, Dios expresa su menosprecio por algunas


formas de ofrendas de sacrificio: “¿Para qué me sirve, dice

57
Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de
holocaustos de carneros y de grasa de animales gordos; no quiero
sangre de bueyes ni de ovejas ni de machos cabríos” (Isaías 1:
11). Entendemos mejor la repugnancia de Dios por algunas
ofrendas abundantes cuando consideramos la diferencia entre dar
con sacrificio y dar por amor: “Y si repartiera todos mis bienes
para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser
quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (1 Corintios 13:
3). Dar con sacrificio no siempre significa que estamos actuando
por amor. El amor siempre se expresa dando, pero no todo el dar
está motivado por el amor. Estas ofrendas pueden estar
motivadas por el hábito, el cumplimiento, la esperanza de
recompensa, el miedo al castigo y muchos otros factores no
relacionados con el amor. Estos actos de dar no tienen valor a los
ojos de Dios.

¿Cómo nos aseguramos de que nuestro dar sea impulsado por el


amor a Dios y el amor a los demás? El apóstol Pablo explica
cómo el amor se convirtió en el motor de sus acciones: “El amor
de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por
todos, luego todos murieron” (2 Corintios 5: 14). La seguridad
de que Cristo murió para que Pablo pudiera vivir fue el
combustible que impulsó a Pablo hacia adelante. Cuanto más
meditemos en el sacrificio de Cristo en nuestro favor, y cuanto
más reflexionemos sobre las misericordias, la gracia y el perdón
de Dios, más nuestras acciones y nuestro dar estarán motivados

58
por el amor. Elena de White describe el proceso de convertirse
en un discípulo apasionado: “Cuando Cristo mora en el corazón,
el alma rebosa de tal manera de su amor y del gozo de su
comunión, que se aferra a él; y contemplándole se olvida de sí
misma. El amor a Cristo es el móvil de sus acciones.” (Camino
a Cristo, 44). Las palabras “mora”, “comunión”, “aferra”,
“contemplándole” hablan de la estrecha relación entre Dios y los
seres humanos y, como resultado, “El amor a Cristo es el móvil
de sus acciones.” Aquellos en quienes Dios se deleita, tienen su
intimidad con Jesús forjada en el crisol del dar.

Aquel que ofrece su vida por nosotros, para que tengamos la vida
eterna, nos invita a ser dadores en todo tiempo. Nuestras ofrendas
deben corresponder al amor que Dios ha manifestado por
nosotros: vació el cielo para traernos la salvación. Elijamos ser
dadores en quienes Dios se deleita. Elena de White comenta:
“Los que sienten el amor constreñidor de Dios, no preguntan
cuánto es lo menos que pueden darle para satisfacer lo que él
requiere” (Camino a Cristo, 44). En nuestra colaboración con
Dios, a veces nos hemos conformado con lo mínimo. Ahora,
impulsados por el amor, no nos conformaremos con nada más
que lo mejor.

Adora a Dios devolviéndole los diezmos y las ofrendas. La


misión de Dios continúa incluso mientras estás en casa.

59
Puedes mantener tu compromiso con Dios a través de la
aplicación de dar o transferencia bancaria a tu iglesia. Ponte en
contacto con tu pastor local o pastor de iglesia o tesorero de
iglesia para mayor información.

Profundizando

- ¿Alguna vez te ha inspirado alguien con espíritu de sacrificio?

- ¿Cuáles son algunos de los desafíos que pueden enfrentarnos


en nuestros intentos de permanecer generosos en nuestras
ofrendas durante esta etapa de la vida actual?

- ¿Cómo te gustaría crecer como un dador en quien Dios se


deleita?

Mi Promesa: DEDICAR un porcentaje (%) de mis ingresos


como OFRENDA regular al Señor.

60
DÍA 8: Dios primero al decidir adorarle

Lectura Bíblica: Salmos 96: 8, 9

LA EXPRESIÓN TANGIBLE DE NUESTRA ADORACIÓN


AL REY

¿Cómo adorar al Rey del universo?

Su Palabra nos presenta claramente la manera en la que Él


mismo ha establecido expresarle nuestra adoración.

Las ofrendas en el Antiguo Testamento


La adoración y las ofrendas son prácticamente inseparables en el
Antiguo Testamento. De hecho, en el Antiguo Testamento se
menciona mucho más las ofrendas que el diezmo.
Se describe a Dios como dispuesto a dar, como un “ofrendante”.
Esto provee una plataforma teológica para la dadivosidad de los
seres humanos. La dadivosidad humana debe seguir el modelo
divino de dadivosidad. Si comparamos todo lo que Dios da, su
pueblo en realidad le da muy poco. Esto nos ayuda a entender
que Dios espera que le traigamos una ofrenda, porque El mismo
ya dio una ofrenda en favor nuestro.

Habían ofrendas y sacrificios expiatorios por el pecado (Lev. 4)


y por la culpa (Lev. 5). Eran ofrendas que se apartaban para el
Señor fuera del santuario y que luego se las traía al templo y se
las entregaba a Dios. La única función de estas ofrendas era
señalar a Dios como el único que podía expiar el pecado, porque

61
es imposible para el ser humano traer una ofrenda al Señor que
sea suficientemente costosa como para rescatarse a sí mismo. La
eficacia expiatoria se encontraba en la disposición de Dios a
perdonar los pecados de su pueblo (Lev. 4: 26,31). Ninguna de
nuestras ofrendas cumplen una función expiatoria. Nuestras
ofrendas nunca deben ser un intento de ganar simpatía, el amor
o el perdón de Dios. Lo que hace aceptable nuestras ofrendas es
la ofrenda sacrifical del Hijo de Dios que santifica nuestra
dádiva.
Otras ofrendas en el Antiguo Testamento eran las ofrendas
quemadas (Lev. 1:3-17) y las ofrendas de paz (Lev. 3:1-17),
Sus características nos muestran que una ofrenda es algo que
cuesta al adorador, porque se privaba de un animal costoso y útil
al darlo al Señor.

Dios considera especialmente la disposición interior del dador, y


el deseo de adorarlo es más importante que el valor monetario de
la ofrenda. La experiencia interna de uno se expresaría al traer al
Señor lo mejor que pudiera ofrecer. Dios no espera que todos den
en la misma cantidad, pero se da a entender que cada cual podía
traer algo al Señor. Una ofrenda es una expresión tangible de
sometimiento total de una persona al Señor.
Las ofrendas son requeridas por Dios, pero deben ser expresiones
voluntarias. Voluntarias no significa que son opcionales, sino
que la criatura ha usado su voluntad para decidir primeramente
someterse, o emanciparse de la soberanía de Dios. Obedecer o
rebelarse.

62
Toda ofrenda presupone una firme entrega total y personal. Por
ello existe una conexión entre una reforma espiritual y el
incremento de las ofrendas (2 Crón. 31:1, 10-14).
El privar al Señor de las ofrendas equivale a rechazar su señorío
y atribuir las bendiciones recibidas a algún otro poder.
El Señor interpreta la negligencia en traerle ofrendas como un
robo, (Mal. 3: 6-8).
Dios y Jesús aparecen como el gran dador en el N.T.
En el Nuevo Testamento, se usa extensamente el verbo “dar”
(dídomi). Pero lo que impresiona es que alrededor del 25 por
ciento de las veces que se usa el verbo dídomi, Dios es el sujeto.
El nos da el pan cotidiano (Luc. 11:3), la lluvia, la cosecha, el
alimento (Hech. 14:17), la vida y todo lo que necesitamos (Hech.
17:25). Nos da arrepentimiento (Hech. 11:18), victoria (1 Cor.
15: 57), gracia (1 Ped. 5:5), amor (1 Juan 3:1), sabiduría (Sant.
1:5), el Espíritu Santo (Juan 3:34), los dones espirituales (1 Cor.
12: 7-10), y la vida eterna (1 Juan 5:4) a través de su Hijo (Juan
3:16).
El Nuevo Testamento describe a Dios y a Cristo como los
grandes Dadores que enriquecen a los seres humanos mediante
su bondadosa gracia.
El propósito de la dadivosidad cristiana no es suplir las
necesidades de Dios, puesto que él no necesita nada (Hech.
17:25). Pero cuando damos, nos hacemos más semejantes a
nuestro Señor.
Jesús y las ofrendas

63
Cuando Jesús nació, los sabios de oriente no vinieron con las
manos vacías, sino que trajeron con ellos dones para el nuevo
Rey. Habían venido para adorarlo (Mat. 2:2). En este pasaje se
asocia la ofrenda con los conceptos de adoración, homenaje y
sumisión.
“Cuando entraron a la casa vieron al niño y a su madre, entonces
se postraron y le adoraron, y le ofrendaron sus tesoros, oro,
incienso y mirra.” (Mat. 2:11). Así las ofrendas constituyen una
expresión tangible de adoración al Rey. Las ofrendas son la
evidencia de que uno está sometido a la soberanía del Rey ante
quien se encuentra.
Le entregaron tesoros no porque el niño Rey los necesitara, ya
que desde que llegaron a Jerusalén fueron a buscar al heredero al
palacio, presuponiendo que el hijo del rey no tenía necesidades.
Las ofrendas no se entregan para satisfacer necesidades. Se
entregan para manifestar adoración y sometimiento a la
soberanía del Rey.
El dar una ofrenda a Dios no es evidencia automática de nuestra
entrega indivisa al Señor como personas. La viuda y el rico
trajeron ofrendas voluntarias para el sostén de los servicios del
templo. Para el rico una ofrenda tal era una formalidad religiosa
que podía satisfacerla con un mínimo, una muestra, no de lo que
podía dar, sino de lo que estaba dispuesto a dar. En cambio la
viuda trajo lo único que tenía, confiando en que Dios proveería
para ella. Su dádiva se basaba en una decisión, en una lucha de
fe, en la que prevalecieron su amor y su gratitud a Dios.

64
Para Jesús, una ofrenda reflejaba no sólo un estado de paz con
Dios sino también con la comunidad de la cual uno formaba
parte. El vivir en armonía era casi un prerrequisito al dar una
ofrenda (Mat. 5: 23,24). Una ofrenda nunca expresará el amor y
la gratitud a Dios si proviene de un corazón conflictivo y que está
en guerra con sus semejantes.
Todo esto sugiere que la verdadera benevolencia es más que
compartir o dar. Tiene que ver con la condición interior de la
persona, la fuerza espiritual de su amor a Dios. Este
entendimiento erradica el egoísmo del acto de dar. Jesús afirmó
claramente que debemos dar sin esperar recompensa alguna de
otros, por consiguiente, nuestra dádiva debe ser silenciosa y
secreta (Mar. 6: 1-4). Jesús rechaza el egoísmo como motivación
para dar porque corrompe la ofrenda. La dádiva debe provenir de
un corazón dispuesto a dar y debe llegar a ser una respuesta
natural de amor a Dios y de fe en El (Luc. 6:30).

El motivo para dar


El amor a Dios es lo que motiva a los cristianos a dar ofrendas,
un amor desinteresado cuyo foco de atención es Dios y los seres
humanos.
Sólo por medio de la ofrenda sacrifical de Cristo somos
aceptados por Dios. Por lo tanto, para que nuestra ofrenda sea
aceptable ante Dios es necesario que sea una expresión de
nuestro sometimiento total a la soberanía de Dios. Una ofrenda

65
es una experiencia profundamente espiritual porque revela una
vida enteramente entregada al Señor.
Cuando ofrendamos, damos testimonio de que Dios está primero
en nuestra vida, dándole el mejor y más costoso don dependiendo
de los recursos de la persona. Nuestra ofrenda también expresa
fe en el cuidado providencial de Dios por nosotros. Tal ofrenda
proviene de un corazón que confía en un Dios personal que suple
nuestras verdaderas necesidades. Por lo tanto, nuestra ofrensa es
la manifestación tangible de que estamos sometidos al Rey del
universo.
Una ofrenda es la forma concreta que toman nuestros
sentimientos y actitudes interiores hacia el amor de Dios en el
acto de adoración, si proviene de un corazón que está en paz con
Dios y con los demás. El tratar a otros bondadosamente es un
deber tan religioso como traer ofrendas a Dios.

CONCLUSION

Las Escrituras establecen la orientación divina con respecto a la


práctica de ofrendar para los cristianos. “Cada primer día de la
semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya
prosperado…” (1Cor. 16:2)

a) La ofrenda debe ser sistemática. “Cada primer día de la


semana…” (1 Corintios 16:2) pasado el sábado, al siguiente
día, se debería empezar a preparar la ofrenda de manera
prioritaria. Debido a que los ingresos ahora se generan

66
diferente al pasado, la entrega de la ofrenda se suscribe a la
frecuencia del ingreso. Ahora se perciben ingresos diarios,
semanales, quincenales, y mensuales, entonces la ofrenda se
entrega con la misma frecuencia
b) La ofrenda se entrega a titulo personal. “cada uno de
vosotros” (1 Corintios 16:2) Cada individuo que recibe
alguna bendición debe entregar ofrenda.
c) La ofrenda se planifica anticipadamente en la casa. “ponga
aparte algo” (1 Corintios 16:2). No se entregan ofrendas
espontaneas movidos por la emoción del momento, o por la
situación económica por la que se está atravesando en ese
instante.
d) La ofrenda se entrega en porcentaje. “según haya
prosperado” (1 Corintios 16:2). El término “según” también
se encuentra en Deuteronomio 16:17, y se traduce como
“una proporción” significa porcentaje.

En virtud de que las ofrendas son la expresión tangible de la


adoración a Dios, nos conviene que la expresemos de la manera
en la que Dios la estableció y no como nazca de nuestro corazón.
Cuando el pueblo de Dios se atribuyó la facultad de entregar
ofrendas según lo que nacía de su corazón, terminaron
entregando animales cojos, ciegos, enfermos. Dios tuvo que
decirles que se las ofrendaran a sus gobernantes a ver si ellos las
aceptaban. (Malaquías 1:8) Les declaró que estaban viviendo
bajo el negro manto de la maldición debido a que estaban

67
intentando engañarlo, porque teniendo la ofrenda requerida en su
rebaño, le estaban trayendo lo que nacía de su podrido corazón.
(Malaquías 1:13,14) siendo él el Gran Rey del universo y su
nombre es reverenciado entre las otras naciones. Les rechazó la
ofrenda debido a que estaban llevando lo que según ellos les
nacía de su corazón. (Malaquías 1:10,13). Nos preguntamos,
¿qué puede nacer del corazón humano cuando Dios mismo ha
declarado que la maldad de los hombres es mucha y que los
pensamientos de su corazón son de continuo al mal? (Gén. 6:5).

Profundizando:

- ¿Qué es lo que motiva tu ofrenda?


- ¿De qué manera tus ofrendas pueden estar más en
armonía con lo que Dios espera de ti?
-

Mi Promesa: Pondré mi adoración por medio de las ofrendas en


sintonía con las indicaciones del Señor.

68

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