Parte II. Directorio de Ambientación y Arte

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Directorio litúrgico-pastoral

Ambientación y arte en el lugar de la celebración


(2.ª parte)1

ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
— Motivos del Directorio 2.9. Un lugar para el bautismo
— Finalidad 2.10. La capilla de la reconciliación
— Destinatarios 2.11. Un ambiente general para la asamblea
2.12. Otras dependencias del templo
1. ORIENTACIONES GENERALES
2.13. Dedicación y bendición de iglesias
1.1. El espacio litúrgico dentro del y altares, su sentido de
espacio de la comunidad cristiana «signo sacramental»
1.2. El lugar de la celebración
B) Los objetos litúrgicos
1.3. Espacio y ambiente
1.4. Noble belleza 2.14. Los vasos sagrados
1.5. Cualidades de las formas artísticas 2.15. Los libros litúrgicos
1.6. Culto y cultura en la celebración 2.16. Las vestiduras sagradas
2.17. Otros objetos
2. NORMAS PRÁCTICAS
2.18. Bendición de los objetos litúrgicos
A) El edificio de la celebración
Conclusión:
2.1. La iglesia Importancia del estudio del arte sacro
2.2. Visibilidad y acústica para la liturgia
2.3. El presbiterio
Apéndice I:
2.4. El altar
Normas de actuación
2.5. La sede y los asientos de los ministros
sobre el patrimonio cultural de la Iglesia
2.6. El ambón2
2.7. Lugar de los cantores y del órgano Apéndice II:
2.8. La reserva eucarística Bibliografía selecta sobre arte sacro

Siglas utilizadas

1
  Publicado originalmente por el Secretariado de la Comisión Episcopal de Liturgia, PPC, Madrid 2006.
2
  Esta primera parte del directorio litúrgico-pastoral, ambientación y arte en el lugar de la celebra-
ción, se encuentra en el número 350 de Pastoral Litúrgica.

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2.7. Lugar de los cantores y del órgano


Los cantores deben estar reunidos en un mismo lugar de modo que aparez-
ca claramente que forman parte de la asamblea, puedan participar plenamente
en la celebración y les sea más fácil el desempeño de su ministerio litúrgico.
El órgano y los demás instrumentos musicales tienen su propio lugar, es decir,
donde puedan ayudar a los cantores y al pueblo y donde, cuando intervienen
solos, puedan ser bien oídos por todos (Ordenación general del Misal Romano
[OGMR], nn. 312-313).
A lo largo de la historia, antes que el ministerio de los cantores ocupara el puesto
de la asamblea en el canto de la celebración, los cantores, tanto para participar
en sus funciones como solistas o coro, como para actuar a modo de levadura en
la masa de cara al canto comunitario, tenían su lugar cerca del ambón y entre la
asamblea, al modo de los «bemas» de las iglesias de Siria o los coros de nues-
tras catedrales. No siempre es fácil conjugar estos datos históricos y las referen-
cias ministeriales que dieron lugar a estas realizaciones con las posibilidades
actuales de nuestros edificios, no obstante conviene tener presente el ejemplo
de la historia para buscar soluciones adecuadas en el momento presente.
La separación de las consolas de los órganos tradicionales de tubos puede ser
una ventaja al acercar al organista a los cantores. Sin embargo, puede constituir
también un perjuicio para la calidad interpretativa del instrumento. Hay que tener
en cuenta todos los factores para hacer en cada caso la solución más apta.

2.8. La reserva eucarística


«El tabernáculo debe estar situado dentro de las iglesias en un lugar de los más
dignos con el mayor honor. La nobleza, la disposición y la seguridad del taberná-
culo eucarístico deben favorecer la adoración del Señor realmente presente en el
Santísimo Sacramento del altar» (Catecismo de la Iglesia católica[CEC], n. 1183).

a) La capilla del Santísimo


Siempre que sea posible conviene que se destine para la reserva de la Sagrada Es-
critura una capilla o lugar fuera del cuerpo central de la iglesia, adecuado para la ado-
ración privada de los fieles. Este lugar ha de ser verdaderamente destacado y noble,
de fácil acceso desde el atrio o pórtico y desde la nave de la iglesia. El ambiente debe
ofrecer un clima de recogimiento y de atención a la presencia eucarística.
En esta capilla puede colocarse un altar para celebrar la misa con pequeños
grupos de fieles, los de entre semana. Esta capilla es aún más necesaria en las
iglesias en las que se celebran con frecuencia matrimonios y funerales y en los
lugares que son muy visitados.

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b) El sagrario
Donde no pueda contarse con un lugar destinado a la reserva de la Eucaristía,
el sagrario se pondrá, según la estructura de cada iglesia y las legítimas cos-
tumbres de cada lugar, en algún altar distinto del principal o en algún nicho u
hornacina del muro o sobre una columna, que estén bien ornamentados (Cf.
OGMR, n. 314-317).
El sagrario será inmovible y sólido, no transparente y de tal manera cerrado que se
evite al máximo el peligro de la profanación. Como norma general en cada iglesia
no habrá más que un sagrario (cf. Código de Derecho Canónico [CIC], n. c. 938).
La presencia del Santísimo Sacramento en el sagrario debe indicarse por el
conopeo o velo del sagrario. Ante él ha de lucir constantemente una lámpara es-
pecial, como signo de honor tributado al Señor (cf. CIC, c. 940). Es aconsejable
que esta lámpara sea de aceite o de cera (OGMR, n. 316).
En la Iglesia puede haber un trono o expositor destinado a la exposición pro-
longada del Santísimo Sacramento, situado en un lugar eminente y elevado,
por ejemplo en el retablo central; pero evítese que esté demasiado distante (cf.
Eucharisticum mysterium [EM], 62). Ordinariamente la exposición del Santísimo
Sacramento, que tanto ayuda a comprender la relación de la celebración con la
vida y de la oración personal con la oración de toda la Iglesia, se realiza sobre el
mismo altar en que se celebra la misa, expresando así la unidad y permanencia
de la presencia de Cristo en las especies eucarísticas.

2.9. Un lugar para el bautismo

a) El baptisterio
«La reunión del pueblo de Dios comienza por el bautismo; por tanto, el templo
debe tener lugar apropiado para la celebración del bautismo (baptisterio) y favo-
recer el recuerdo de las promesas del bautismo (agua bendita)» (CEC, n. 1185).
El baptisterio es el lugar donde brota el agua de la fuente bautismal o está co-
locada la pila. Debe ser verdaderamente digno, de manera que aparezca con
claridad que allí los cristianos renacen del agua y del Espíritu Santo (cf. Jn. 3, 5).
El baptisterio, situado en alguna capilla dentro o fuera de la iglesia, o colocado
en alguna parte de ella a la vista de los fieles, debe estar ordenado de tal mane-
ra que permita la participación de una asamblea numerosa. Sin embargo, nada
impide que dentro del baptisterio solo se realice el rito de la ablución bautismal y
el resto de la ceremonia tenga lugar donde habitualmente se reúne la asamblea
litúrgica (cf. Ritual del bautismo de niños [RBN], I, nn. 25-26).

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Tanto si el baptisterio se halla separado del recinto de la iglesia, como si se trata


de una fuente o pila colocada en la misma iglesia, habrá de disponerse todo de
forma que ostensiblemente quede resaltada la vinculación que existe entre el
bautismo, la palabra de Dios y la eucaristía, que constituye la coronación de la
iniciación cristiana (cf. B, n. 936). Esto se puede conseguir cuando se proyectan
y disponen los lugares de la celebración con sentido unitario y global, acercando
material y psicológicamente el baptisterio, el ambón y el altar.
La historia nos muestra, desde las antiguas «casas de la Iglesia» hasta las gran-
des catedrales o iglesias de misión, que la comunidad eclesial siempre que po-
día diferenciaba los espacios y los ponía en relación siguiendo los criterios de su
teología sacramental: una entrada en la Iglesia por el bautismo, recordada por
el agua bendita cada vez que se entra en el templo, un completar la iniciación
cristiana con la confirmación, recordado por el lugar destinado a conservar el
crisma (CEC, n. 1183b), y el aula eucarística como cima de la iniciación y lugar
en el que desembocan los caminos iniciados en el bautismo y que han seguido
pasando por la confirmación.
En el baptisterio debe conservarse el cirio pascual una vez concluido el tiempo
de Pascua. Durante la celebración del bautismo, el cirio deberá estar encendido.
Donde sea costumbre pueden también guardarse los santos óleos y el crisma en
un lugar destacado dentro del baptisterio.
Las crismeras o recipientes de los óleos y del santo crisma deben ser de materia
apta para conservar el óleo, estar limpios y contener suficiente cantidad de óleo
para hacer verdaderas unciones, evitándose que se derrame.

b) La fuente bautismal
En las iglesias parroquiales y en las que habitualmente se celebra el bautismo
y no pueden contar con baptisterio propiamente dicho, debe colocarse la fuente
bautismal en el lugar más adecuado pero no en el presbiterio. De ser posible es
conveniente que la fuente bautismal esté cerca o muy visible desde alguna de las
entradas de la Iglesia para recordar el carácter que este sacramento tiene de puer-
ta de la Iglesia (Cf. CEC, n. 1213). Restitúyanse a uso litúrgico las pilas de piedra
que por la nobleza de su material y valor artístico nunca debieron arrinconarse.
La pila bautismal debe ser fija, sobre todo en el baptisterio, construida de materia
apropiada y con arte, apta incluso para el caso del bautismo por inmersión. Con
el fin de que resulte un signo más pleno, puede construirse de forma que el agua
brote como de un verdadero manantial. No deben usarse recipientes móviles, más
que en el caso en que se haya de celebrar el rito del bautismo en el presbiterio, por
ejemplo, cuando el bautismo se celebra dentro de la misa (Cf. RBN, n. 46).

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2.10. La capilla de la reconciliación
«La renovación de la vida bautismal exige la penitencia. Por tanto, el templo
debe estar preparado para que se pueda expresar el arrepentimiento y la recep-
ción del perdón, lo cual exige asimismo un lugar apropiado» (CEC, n. 1185b).
Es conveniente destinar uno o más lugares, a la entrada de la iglesia o cerca del
baptisterio, para la reconciliación individual de los penitentes. La disposición y
la decoración han de ser simples y austeras: una cruz o un crucifijo, el confesio-
nario tradicional o una sede alternativa, apropiada para que el penitente pueda
elegir entre el encuentro cara a cara o el anonimato detrás de una rejilla. La
posibilidad de hacer fuera del acto penitencial la lectura bíblica, el examen de
conciencia y la acción de gracias, requiere también que haya asientos y reclina-
torios para los fieles.
El lugar de la reconciliación ha de ser discreto pero, a la vez, no debe perder el
carácter de lugar visible e iluminado, como corresponde a una acción litúrgica, y
dispuesta de tal manera que sea posible realizar el rito íntegro, especialmente la
lectura bíblica y la extensión de las manos sobre la cabeza del penitente para la
absolución (Cf. Ritual de la penitencia [RP], n. 75).
Es bueno recordar que históricamente el primer lugar para oír confesiones, amo-
nestar y exhortar a los penitentes y para perdonar sus pecados fue la sede o
cátedra episcopal. Más tarde los sacerdotes en sus parroquias colocaron sedes
para administrar este sacramento en capillas o lugares aptos de sus iglesias. La
base del confesionario es una sede presidencial colocada en una capilla con un
clima o ambiente celebrativo. A esta antigua sede se irá con el tiempo dotando
de rejillas laterales y otros elementos. Hoy resulta conveniente recuperar para
la sede penitencial una mayor amplitud y un aspecto general más celebrativo,
aunque no se tenga que perder el elemento simbólico más importante que es la
sede del médico, maestro, juez y pastor.

2.11. Un ambiente general para la asamblea


Desde su origen, superadas las primeras reticencias y el miedo a ser identifica-
dos por los perseguidores, los cristianos decoraron las casas de la Iglesia, las
catacumbas y las basílicas con pinturas e imágenes. Tales elementos no eran
puramente decorativos o suntuarios, sino eminentemente simbólicos, represen-
taban lo que en ese lugar se celebraba, con sus prefiguraciones y sus cumpli-
mientos (lenguaje tipológico) y con su proyección escatológica (liturgia celestial:
Ap 4-5; 7, 9-17; 11, 15-19; 14, 1-5; 15, 1-4; 19, 1-17; 22, 16-21. Cf. Vid: Sacro-
sanctum Concilium [SC], n. 8; OGMR, nn. 292-293). En la Edad Media se va ges-
tando una concepción cada vez más pedagógica de esta decoración del templo.

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Tanto las esculturas como los retablos tendrán programas iconográficos de tipo
narrativo, menos simbólicos, aunque sin romper nunca con la antigua tradición.
En el barroco la iconografía se convierte en exaltación y apología, el aula y las
capillas se abren por los retablos a la gloria, hacia la que la Iglesia peregrina.
En todo el recorrido histórico la decoración del templo ha jugado con la comunión del
cielo (techos, bóvedas, cúpulas, ventanales y vidrieras, partes altas de los muros)
y de la tierra (suelo, lugares más oscuros, parte baja de los muros, donde estamos
los fieles). Así actúa como mediación y escala entre una liturgia y otra, entre el cielo
y la tierra, todo cuanto sube, todo lo que emerge de la asamblea: presbiterio, altar,
ambón, sede, retablos, pinturas y esculturas, columnas ornamentadas, etc.
Hoy ya no se concibe el retablo como prolongación del altar, sino como ambien-
tación general del templo o de una nave. En las iglesias de nueva construcción
se prefiere ambientar el presbiterio realizando los motivos iconográficos en pin-
tura, escultura, mosaico, vidriera, etc. Sin embargo, se ensaya también con éxito
la integración de retablos artísticos antiguos en espacios celebrativos de factura
moderna creándose ambientes muy aptos para la vivencia del ministerio litúrgico.
Muchos retablos, aligerados de algunas imágenes que se les añadieron pos-
teriormente a su construcción y de inferior valor artístico, causan todavía una
espléndida impresión cuando están limpios y bien iluminados.
Las imágenes de Señor, de la Santísima Virgen y de los santos que se exponen
a la veneración de los fieles deben ajustarse a una serie de normas que favorez-
can la auténtica piedad cristiana. Su número dependerá del tamaño y disposición
del edificio y de la devoción de cada comunidad. Pero «téngase cuidado de que
no se presenten en número excesivo y que su disposición haya un justo orden
y no distraigan la atención de los fieles en la celebración. No haya más de una
imagen del mismo santo» (OGMR, n. 278; SC, n. 125; CEC, nn. 1159-1162).
Entre todas las imágenes, ocupa el primer rango la presentación de la Cruz,
símbolo de todo el misterio pascual. La cruz con la imagen de Jesús crucificado
debe ocupar lugar preeminente en la iglesia (cf. B, n. 1092). La cruz en la tradi-
ción cristiana está asociada particularmente al altar, reforzando su simbolismo
como Gólgota, lugar del sacrificio de Cristo, realmente presente en la eucaristía.
No ha sido pues la imagen presidencial de las iglesias a lo largo de los siglos,
más bien hay que atribuir tal papel presidencial al Cristo caminando entre las
nubes del cielo, al Pantocrátor, al Cristo en majestad o a la cruz bajo su forma
de árbol de vida. Sería bueno, sin oscurecer la centralidad de la cruz, ofrecer
como punto focal hacia el que caminar, pasando por el altar y la cruz, la imagen
de Cristo vivo y Señor. Asimismo nunca debe faltar en ella la imagen de María
como evocación permanente del culto que se debe a la santa madre de Dios
y figura de la Iglesia. Lugar destacado puede tener también la imagen del titular
de la iglesia o capilla.
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Las imágenes han de tener valor artístico, debiendo retirarse con prudencia y
tacto las mediocres o producidas en serie, que no pocas veces han sido intro-
ducidas obedeciendo a gustos particulares, arrinconando otras más valiosas.
Algunas imágenes pueden ser expuestas circunstancialmente, cuando llegue el
momento de su fiesta o veneración. No es necesario ni aún aconsejable rela-
cionar las imágenes con el altar de forma que parezca que la misa tiene como
fin principal la glorificación del santo. Será suficiente mantener en los retablos
las imágenes propias y colocar las demás adosadas a las columnas o paredes
según lo permita el criterio estético y pastoral (OGMR, n. 318).
Cuando en una iglesia se erijan las estaciones del viacrucis, los cuadros con
sus correspondientes cruces o las cruces solas habrán de disponerse de modo
conveniente a la vista de los fieles en lugar oportuno.

2.12. Otras dependencias del templo


Además de la sacristía, en la que se conserva todo el ajuar litúrgico y en la que
pueden prepararse el celebrante y los ministros para la celebración de los días
ordinarios, sería deseable disponer de una sala digna, que en la medida de lo
posible, estuviese próxima a la entrada de la iglesia.
En esta sala se revestirían el celebrante y los ministros los domingos y días más
solemnes y desde ella se iniciaría la procesión de entrada.
La antigua costumbre de convocar al pueblo cristiano a la asamblea litúrgica me-
diante el sonido de las campanas, y advertirle también a través de estos signos
de los principales acontecimientos de la comunidad local, invita a completar el
edificio eclesial con la torre o campanario, unido a él o en sus inmediaciones.
Aunque no es esencial al edificio, completa el conjunto y refuerza el simbolismo
de la iglesia elevándose sobre los edificios circundantes para pregonar la pre-
sencia de lo transcendente en la ciudad terrena. El remate del campanario ha de
ser la cruz, con preferencia a cualquier otro símbolo (cf. Bendicional, «Bendición
de campanas», nn 1142-1162).

2.13. Dedicación y bendición de iglesias y altares, su sentido


de «signo sacramental»
Los lugares de la celebración deben ser destinados por la comunidad cristia-
na exclusivamente a esta finalidad. No tanto por el lugar en sí cuanto por el
simbolismo que representa, la iglesia debe ser dedicada al Señor con un rito
solemne, según la costumbre antiquísima de la Iglesia. Este rito contribuye efi-
cacísimamente a que los fieles vean en los edificios del culto el signo peculiar de

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la Iglesia que peregrina en la tierra y se reúne en él para edificarse a sí misma


en la escucha de la palabra de Dios, en la oración común y en la participación
en la eucaristía y demás sacramentos. El Ritual de la dedicación de iglesias
y altares contiene suficientes elementos catequéticos, teológicos, mistagógicos
y pastorales como para llevar a cabo fructuosamente la dedicación de un lu-
gar de celebración. Cuando se empieza la construcción de un nueva iglesia,
conviene celebrar el rito de bendición del terreno y de la bendición y coloca-
ción de la primera piedra. Una vez terminada la construcción y antes de usarla
para las celebraciones litúrgicas debe ser dedicada o bendecida cuanto antes.
Con rito solemne dedíquense sobre todo las iglesias catedrales y parroquiales
(cf. CIC, c. 1217). La dedicación de la iglesia puede hacerse también en los
templos donde ya se celebra habitualmente, con ocasión, por ejemplo, de la
dedicación del altar o de una restauración radical. La dedicación de la iglesia es
inseparable de la dedicación del altar.
Conviene que en toda iglesia haya un altar fijo y dedicado solemnemente. Cuan-
do se vaya a dedicar un altar, no se puede celebrar en él la eucaristía hasta que
no se haya realizado la dedicación, porque la celebración eucarística se relacio-
na íntimamente con el rito, de manera que la eucaristía santifica y consagra tam-
bién el altar. Los altares móviles, si no se consagran, al menos deben bendecirse
antes de ponerse en servicio, según el rito descrito en el Ritual.
Junto a todas las aportaciones del Ritual de la dedicación de iglesias y altares
resulta también muy oportuna la aportación de las introducciones, lecturas y ora-
ciones que ofrece el Bendicional relativas a la sede (nn. 981-1000), al ambón
(nn. 1002-1020), a la fuente bautismal (nn. 933-977), a los confesionarios (nn.
1033-1046), así como a los enseres litúrgicos (nn. 1180-1222) y otra serie de
elementos del templo como imágenes (nn. 1066-1141), estaciones de via crucis
(nn. 1279-1281), puertas (nn. 1048-1065) y campanas (nn. 1142-1162).

B) Los objetos litúrgicos

2.14. Los vasos sagrados


En general todos los objetos litúrgicos deben ser dignos, duraderos, adecuados
al uso exclusivo a que se les destina y de tal calidad material y artística que ma-
nifiesten la importancia de la acción ritual (cf. OGMR, nn. 325, 329; SC, n. 122).
A lo largo del tiempo los cristianos han procurado que estos recipientes sean de
la mejor calidad por respeto a su uso y de los materiales más duraderos como
expresión de la vida eterna de la que son portadores.

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En particular, los vasos sagrados que se destinan a contener el cuerpo y la san-
gre del Señor como la patena, el copón, la píxide, el ostensorio o custodia y el
cáliz, han de hacerse de materiales no frágiles e inalterables. Si son de metal
deben llevar la parte interior dorada, en el caso de que el metal sea oxidable. Los
cálices deben tener la copa de tal material que no absorba los líquidos (OGMR,
nn. 328, 330).
Respecto de la forma de los vasos sagrados, corresponde a los artistas crear-
los, según el modelo que mejor corresponda a las costumbres de cada región,
siempre que cada vaso sea apto para el uso litúrgico. No pueden usarse simples
cestos u otros recipientes destinados al uso común fuera de las celebraciones, o
de baja calidad o carentes de estilo artístico (OGMR, n. 332). No obstante, con-
viene recordar que el origen del cáliz es la copa y que el origen de la patena es
el plato o la fuente. Las transformaciones de estos recipientes se han debido al
uso ritual: la copa se agranda para que muchos puedan beber de ella, o se eleva
para favorecer ser vista por los fieles en la elevación que hace el sacerdote tras
la consagración de espaldas a los fieles; el plato se empequeñece para contener
solo la forma del celebrante o toma forma de copa grande para contener muchas
pequeñas partículas para los fieles y poderse sujetar más fácilmente que una
fuente en la distribución de la comunión a la asamblea. Los actuales usos y ritos
litúrgicos han de servir también de inspiración a los creadores de hoy.
En las iglesias principales conviene tener un cáliz de mayor capacidad para la
concelebración, pues el excesivo número de cálices sobre el altar perjudica a su
simbolismo. Por otra parte, los cálices de tamaño reducido que pueden unirse a
una patena para la comunión bajo las dos especies, no deben usarse más que en
los casos en que se distribuya la eucaristía de esta forma y nunca como cáliz del
celebrante principal. La patena conviene sea más grande y pueda contener no
solo la forma para el sacerdote sino también otras para los fieles (OGMR, n. 331).

2.15. Los libros litúrgicos


En la tradición cristiana los libros surgen ligados a los diversos ministerios litúr-
gicos y ayudan a la correcta distinción de los mismos y al recto desempeño de
sus diversos oficios y servicios dentro de la unidad de la celebración litúrgica. La
acumulación en un único libro de misal, leccionario, evangeliario y antifonario
va unida a la progresiva clericalización de la liturgia y a su capitalización por el
ministro que la preside tanto como a la comodidad de los misioneros itinerantes
que se difunden con las órdenes mendicantes. El actual deseo de una celebra-
ción participada y ministerial encontrará en la diversificación de los libros litúrgi-
cos y en su carácter de signo una ayuda vigorosa.

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Pero los libros litúrgicos nacen, especialmente los oracionales, de un proceso de


preocupación por la ortodoxia, que arranca en los tiempos de san Agustín y que
recoge el fruto de los grandes concilios ecuménicos. Por ello estos libros son
un instrumento esencial de comunión eclesial, sin la cual es imposible celebrar
(CEC, nn. 1108, 1124).
Hay que procurar que todos los libros que se usan en la celebración sean real-
mente dignos, decorosos y bellos, de modo particular los que contienen las lec-
turas de la palabra de Dios (OGMR, nn. 348, 351). El misal ha de ser de tamaño
funcional, para que su manejo sea fácil y no obstaculice la acción y la visibilidad
de lo que ocurre en el altar.
La tradición litúrgica tanto occidental como oriental, ha introducido alguna dis-
tinción entre los libros de las lecturas. El libro de los evangelios, distinto de los
otros leccionarios (cf. OGMR, n. 79) por su impresión, encuadernación, guardas
y adornos, es un signo de la palabra de Cristo.
Es el único libro que recibe honores litúrgicos y se deposita sobre el altar. Es muy con-
veniente que las catedrales, parroquias e iglesias más importantes y frecuenta-
das dispongan de un Evangeliario artístico (cf. Ordenaciónde las lecturas de la
misa [OLM], n. 36). Hay que recuperar el tratamiento que el arte dispensó al libro
la palabra de Dios y volver a contar, otra vez, con ejemplares destacados que
hablen también con el lenguaje de su simbolismo y belleza.
Los libros litúrgicos deben ser tratados con cuidado reverente. Por ello, se ha de
procurar disponer de los libros litúrgicos oficiales, en sus ediciones actualizadas
y bien encuadernados. En la sacristía se debe disponer de un estante apropiado
para los libros, no debiendo quedar amontonados en la credencia o en el ambón.
Después de la celebración, el único libro que debe permanecer en su lugar es el
Leccionario o el Evangeliario.

2.16. Las vestiduras sagradas

a) Aspectos generales
La primera vestidura de los cristianos, sin distinguir, fue vestirse de fiesta para parti-
cipar en la liturgia, según las posibilidades de cada uno, uso conservado casi hasta
nuestros días en la tradición de «endomingarse» para ir a misa. Mas tarde, con las
invasiones bárbaras solo el clero conservará los vestidos de fiesta romanos para la
celebración y los irá distinguiendo para diferenciar los diversos ministerios y sus gra-
dos. Revestirse coopera a actuar en el nombre del Señor, a poner en la celebración
la propia persona a su servicio. El que cada ministro use los ornamentos propios de
su ministerio contribuye a resaltar la ministerialidad de la celebración y a distinguir
las funciones propias de cada uno de ellos (OGMR, n. 335).

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Resumiendo, ayuda a la dignidad de la celebración el género y el estilo de las
vestiduras sagradas. Estas asumen varias funciones: en primer lugar contribu-
yen al carácter sagrado y festivo de la misma celebración y ponen de manifiesto
la diversidad de ministerios, ya que constituyen un distintivo propio del oficio que
desempeña cada ministro. En segundo lugar, por medio de los colores, expresan
eficazmente tanto las características de los misterios de la fe que se celebran
como el sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del año litúrgico (cf.
OGMR, nn. 335-347).
Cuanto mejor cumplan su objeto las vestiduras sagradas gracias a la elegancia
de su diseño, confección y calidad, tanto menos será necesario explicar su sig-
nificado. La belleza y nobleza de las vestiduras debe buscarse no en la abun-
dancia de sus adornos, sino en el material que se emplea y en su corte. Pero es
indispensable también el vestirlas de manera adecuada.

b) Principales vestidos sagrados:


El vestido sagrado común para todos los ministerios de cualquier grado es el
alba, que, si no se ajusta por sí misma a la cintura, se ciñe con el cíngulo a la
misma. Si el alba no cubre adecuadamente el cuello, debe colocarse el amito
antes de aquella. Como se trata de una prenda personal, es aconsejable dispo-
ner de albas hechas a medida de cada celebrante. El alba es obligatoria bajo la
casulla o la dalmática, y cuando la estola cumple la función de estas vestiduras.
El hábito religioso o monacal, aunque sea de color blanco, no sustituye al alba.
Fuera de la presidencia eucarística de obispos y presbíteros y del servicio al altar
de los diáconos el alba puede ser sustituida por la sobrepelliz vestida sobre el
traje talar (OGMR, n. 336).
La estola es signo de autoridad, sometida en la Iglesia al servicio del propio mi-
nisterio, en occidente se viste ordinariamente bajo la dalmática o la casulla. La
emplean diáconos (cruzada para que les sea más fácil cumplir el servicio propio
de su ministerio), los presbíteros y obispos (OGMR, n. 340).
La casulla es el vestido propio del sacerdote que celebra la misa y otras ac-
ciones sagradas relacionadas con ella. En la concelebración se ha de procu-
rar que todos los concelebrantes puedan vestir la casulla, solo en casos muy
excepcionales de concelebrantes en gran número, o faltan ornamentos por no
haberse podido prever su participación, los concelebrantes, a excepción del que
preside, pueden suprimir la casulla, llevando solamente la estola sobre el alba
(cf. OGMR, n. 337).

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La dalmática es una túnica preciosa que se convierte en la prenda distintiva de


los diáconos, que la vestirán de ordinaria como presbíteros y obispos visten la
casulla (OGMR, n. 338).
No son aceptables los usos que abandonan ordinariamente el vestir la casulla
y la dalmática para emplear solamente la estola, esto se ha de considerar un
empobrecimiento de expresividad de la liturgia.
La capa pluvial tiene el mismo origen que la casulla, pero se abre frontalmente
para mayor comodidad y en occidente queda como prenda de obispos y presbí-
teros para las celebraciones litúrgicas fuera de la misa. Más tarde la utilizarán los
diáconos también fuera de la misa, reemplazando a la dalmática. Incluso llegarán
a usarla los acólitos para servir al obispo en la misa pontifical. Hoy su uso queda
reservado para los ministros ordenados y fuera de la misa (OGMR, n. 341).

2.17. Otros objetos


En la liturgia se usan otros objetos litúrgicos como la cruz procesional, los cande-
leros, el cirio pascual, el incensario y la naveta, las vinajeras, el lavabo, el acetre
y el aspersorio, las cestitas de la colecta, los corporales y purificadores… Todos
los objetos destinados a la celebración deben distinguirse por su dignidad y lim-
pieza (Cf. OGMR, n. 351). De cómo se presenten y se usen dependerá muchas
veces la belleza de la celebración o el descrédito de los celebrantes.
La sencillez, funcionalidad y el buen gusto deben estar siempre presentes en
la elección y en el cuidado de todo objeto que, al entrar en el uso litúrgico, ad-
quiere la categoría de signo integrante de un gesto sacramental o de una acción
sagrada. Por insignificantes que parezcan, pueden contribuir decisivamente a
la ambientación estética de la celebración y a la participación más plena de los
fieles en la liturgia.

2.18. Bendición de los objetos litúrgicos


Los vasos sagrados, especialmente el cáliz y la patena, por estar destinados de
manera exclusiva y estable a la celebración de la eucaristía, deben ser bendeci-
dos ante la comunidad de los fieles, preferentemente dentro de la misa, como se
describe en el Ritual de la dedicación de la iglesia y del altar, «Bendición del cáliz
y de la patena» y en el Bendicional (nn. 1186 ss). Esta bendición puede hacerla
cualquier sacerdote (n. 1188).
Los restantes objetos que se usan en las celebraciones deben bendecirse también
para expresar su destino litúrgico, de acuerdo con los ritos del capítulo XXXV del

136 [254 ]
Bendicional. Téngase en cuenta que estos sacramentales, por la oración de la Igle-
sia, disponen a los fieles a participar con más fruto en las celebraciones litúrgicas
(Cf. SC, n. 60).

Conclusión
Importancia del estudio del arte sacro para la liturgia
Los principios, las orientaciones y las normas sobre los lugares y los objetos
de la celebración deben ser suficientemente conocidos para ser aplicados. No
se trata solamente de llevar a la práctica unas disposiciones canónicas o pas-
torales, sino de crear las mejores condiciones ambientales para que las comu-
nidades cristianas, que se reúnen para celebrar los ministerios de la salvación,
puedan expresar su fe y su encuentro con el Señor de la manera más expresiva
y digna desde el punto de vista humano y de la manera más auténtica desde el
punto de vista eclesial.
Para ello es absolutamente indispensable el estudio y la formación artística de
los responsables actuales o futuros de la pastoral litúrgica, y la formación en el
sentido de la liturgia de los artistas y de cuantos proyectan o ejecutan obras des-
tinadas a la celebración, como pidió el Concilio Vaticano II (cf. SC, nn. 127, 129).

Apéndice I
Normas de actuación sobre el patrimonio cultural de la Iglesia
a) Toda acción tendente a la conservación, restauración, promoción y acrecen-
tamiento del patrimonio cultural de la Iglesia deberá estar de acuerdo con la
legislación civil y canónica vigente.
b) Las Comisiones y Delegaciones Diocesanos del patrimonio cultural de la Igle-
sia serán el cauce normal y ordinario obligatorio en la tramitación de cuanto
se relacione con la conservación y restauración de los lugares y objetos de
la celebración. (Esta forma determina concretamente el organismo diocesano
responsable directo en materia de patrimonio cultural, con personalidad para
actuar en nombre del obispo. Así se evitará que cada uno actúe por su cuenta
o que los responsables y encargados de lugares de culto puedan recibir órde-
nes de organismos extraños a la iglesia.)
c) Las actuaciones para una mejor conservación de los objetos de celebración,
unas son ordinarias y otras son especiales o extraordinarias. Las primeras
no precisan generalmente de asesoramiento especial. Las segundas, como
toda acción de restauración, solo podrán hacerse con el asesoramiento de los
técnicos y especialistas.

[255 ] 137
ABRIL – JUNIO 2016 351

d) Acciones de conservación
─Lograr una buena ambientación para los lugares del culto. Los enemigos de las
obras artísticas allí depositadas suelen ser, entre otros, los hongos y xilófagos.
Será conveniente airear y solear las piezas, evitar rayos directos del sol, abrir
las ventanas en días secos, y conseguir que las tablas y lienzos pintados no
reciban humedad de las paredes, etc.
─Revisar las instalaciones eléctricas de los templos, principalmente de techum-
bres y retablos, y reparar las deficiencias que puedan ser causa de siniestros.
─Tomar las debidas precauciones para que el uso tradicional de velas e ilumi-
nación eléctrica de imágenes y retablos no resulte peligroso ni antiestético.
─Repasar cada año las cubiertas y tejados de los templos para evitar goteras y
filtraciones de agua.
─Tener siempre ordenados y limpios, tanto los lugares de celebración, como los
objetos y veneración. Tener al día los inventarios de cada parroquia, convento,
ermita…, completos y, a ser posible, acompañados de una colección de foto-
grafías.
─Esmerar al máximo las precauciones en lo referente a la limpieza de imágenes
y pinturas. solo deberá hacerse con el asesoramiento y bajo la dirección de
los expertos.
─Dotar a todos los templos de las medidas precisas de seguridad, física y elec-
trónica.

e) Acciones de conservación especiales.


─Las obras artísticas y monumentales de la Iglesia deberán conservarse en la
medida de lo posible, in situ, allí donde están, y para lo que fueron hechas o
donadas.
Si por las circunstancias especiales esto no pudiera lograrse en algún caso,
mientras llegan soluciones nuevas y mejores, deberán depositarse en el museo
Diocesano. Allí podrán conservarse y ofrecerse a la contemplación de todos,
como huellas e instrumento de evangelización.

─En algunos lugares de celebración se hace necesaria una «purificación artís-


tica», consistente en corregir el desorden, la falsedad y fealdad en objetos y
utensilios, la disposición interna…, con el fin de conseguir que todo sea orde-
nado, digno, decoroso y bello.

138 [256 ]
Esta acción, como todas las especiales o extraordinarias, no deberá hacerse por
propia iniciativa, sino consultando a la Comisión Diocesana.

─No debe realizarse acción alguna sobre el patrimonio histórico, artístico y


documental, especialmente cuando se trate de restauración, sin la previa
presentación del proyecto por escrito a la Comisión Diocesana, y sin haber
recibido autorización por escrito de la misma.
(Algunas actuaciones, hechas sin acierto, han sido un atentado contra el arte, la
belleza y la cultura.)

f) Para otras situaciones o acciones especiales en relación con la conservación


y promoción de este patrimonio, puede consultarse el Directorio del patrimonio
cultural de la Iglesia.

Apéndice II
Bibliografía selecta sobre arte sacro3

1. Documentos de la Iglesia
─Concilio Vaticano II, constitución Sacrosanctum Concilium, 4 de diciembre
de1963, cap. 7: «El arte y los objetos sagrados», nn. 122-129.
─Instrucción Inter oecumenici, 26 de septiembre de1964, nn. 90-99.
─Instrucción Eucharisticum mysterium, 25 de mayo de 1967, nn. 24, 52-57.
─Ritual del bautismo de niños, 15de mayo de 1969 y 24 de junio de 1973, n. 25
(edición española, 1970, nn. 34 y 40-41).
─Ordenación general del Misal Romano, de 6-IV-1969 y 27-III-1975, nn. 253-
280 y 281-312 (edición española, Misal Romano, 1978). OGMR3 2000.
Estos y otros documentos han sido reunidos y ordenados por materias en:
–Comisión Diocesana de Arte Sacro, Arte sacro. Normas y documentos, Valencia 1996.
–R. Platero / J. A. Pérez del Río, Arte sacro. Orientaciones y normas, Ecclesiastica Asturiensia.
«Serie D», Oviedo 1986.

─Sagrada Congregación para el Clero, Carta a los presidentes de las confe-


rencias episcopales. La conservación del patrimonio histórico-artístico de la
Iglesia, 11 de abril de 1971.

3
  Esta bibliografía ha sido actualizada para la edición del directorio en Pastoral Litúrgica.

[257 ] 139
ABRIL – JUNIO 2016 351

─Ritual de la dedicación de iglesias y altares, 29 de marzo de 1977 (ed española, 1979).


─Código de Derecho Canónico, 25 de enero de 1983, nn. 1205-1239.
─Bendicional, 31 de mayo de 1984.
─Caeremoniale Episcoporum, «Normas y orientaciones de la Comisión Episcopal
de Patrimonio», 14 deseptiembre de 1984, nn. 37-38, 42-54, 56-67, 115.
─Conferencia Episcopal de los Estados Unidos de Norteamérica, Edificada con
piedras vivas. Arte, arquitectura y cult,. Buena Prensa, México D. F. 2015.
─Iguacén, D.; «Orientaciones pastorales sobre arte sacro». Teruel, abril 1979, en
Boletín oficial del Obispado y Notitiae 161 (1979), pp. 738-758.
─Comisión Episcopal Francesa de Liturgia, «La renovación litúrgica y la disposi-
ción de las iglesias», en Phase 32 (1966), pp. 116-124.
─Comisión Episcopal Suiza de Liturgia, «Liturgia y medios audiovisuales», en
Phase 106 (1978), pp. 335-347.
─Comisión Episcopal de Liturgia de EE.UU., «Ambiente y arte en el culto católico»
(trad. italiana en Rivista Liturgica 66/4 [1978], pp. 633-646).
─Comisión Diocesana de Arte Sacro de Burgos, Directorio de Arte Sacro. Burgos,
Aldecoa, 1965.
─Catecismo de la Iglesia católica, nueva edición conforme al texto latino oficial de
1997. Asociación de Editores del Catecismo 2002, nn. 1179-1186, 1159-1162.

2. Arte y belleza en la liturgia


─Aldazábal, J. (ed.), Celebrar en belleza, Barcelona, CPL, 2006.
─«Elogio de la estética», Oración de las Horas 16 (1985), pp. 151-158.
─«Art, culte et cultura», La Maison Dieu 159 (1984), pp. 3-123.
─Arte sacro y Concilio Vaticano II, Junta Nacional de Arte Sacro, León 1965.
─Arte y celebración, PPC, Madrid 1980.
─Asociación Española de Profesores de Liturgia (eds.), Arte y liturgia, CPL, Bar-
celona 2011.
─Balthasar, H. U. Von, «Revelación y belleza» en Id., Verbum Caro. Ensayos
Teológicos, I, Encuentro, Madrid 2001.
─Barbosa, M.; «El arte sacro», en Baraúna, G.; La sagrada liturgia renovada por
el Concilio, Studium, Madrid 1965, pp. 741-762.

140 [258 ]
─Bellavista, J.; «Cuestiones básicas para un directorio de arte sacro», en Phase
143 (1984), pp. 405-416.
─«Liturgia y arte en la primitiva comunidad cristiana», Oración de las Horas
(1994), pp. 258-264.
─Castellano, J.; Teología y espiritualidad litúrgica en el Catecismo de la Iglesia
católica, Siquem, Valencia 2005, pp. 89-95.
─Catanneo, E.; Arte e liturgia dalle origini al Vaticano II, Milán 1982.
─Cronin, P. D.; «Arte y arquitectura litúrgica, una perspectiva a través de la par-
ticipación», en Phase (1998), pp. 367-384.
─Ferrer, J. M. –Folgado, J. R. (eds.), La liturgia, inspiradora de las artes, CPL,
Barcelona 2013.
─Guardini, R.; Sobre la esencia de la obra de arte, Cristiandad, Madrid 1981.
─El espíritu de la liturgia, CPL, Barcelona 2000.
─Grández, R.; «Belleza al paso de la celebración», Liturgia y Espiritualidad
(2001), pp. 355-360.
─Herwegen, I.; Iglesia, arte, misterio, Guadarrama, Madrid 1960.
─Iguacén, D.; La Iglesia y su patrimonio cultural. Madrid, Edice, 1984.
─Diccionario del patrimonio cultural de la Iglesia. Madrid, Encuentro, 1992.
─Jounel, P.; «Art et liturgie», La Maison Dieu 136 (1978), pp. 93-106.
─«Liturgia y arte», en Phase 119 (1980), pp. 359-392.
─«Liturgia y belleza», en Phase 143 (1984), pp. 385-450.
─Llabrés, P.; «El patrimonio artístico-litúrgico de la Iglesia», Phase (2000), pp.
427-440.
─Maldonado, L.; «Meditación teológica sobre el arte en la liturgia», Concilium
152 (1980), pp. 169-176.
─Ocshe, M.; El arte sagrado de nuestra época, Casal y Vall, Andorra 1960.
─Paroissin, R.; Mystère de l’art sacré, Desclée, Paris 1957.
─Pérez Gutiérrez, F.; La indignidad del arte sagrado, Guadarrama, Madrid 1960.
─Plazaola, J.; El arte sacro actual, BAC, Madrid 2006.
─Historia y sentido del arte cristiano, BAC, Madrid 1996.

[259 ] 141
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─Ricoeur, P.; La metáfora viva, Cristiandad, Madrid 2001.


─Rodríguez del Cueto, C.; «Las imágenes y el lenguaje litúrgico», Pastoral Litúr-
gica (1992), pp. 65-73.
─«Simbolismo y arte en la liturgia», Concilium 152 (1980), pp. 165-288.

3. Arquitectura: espacio y celebración


─Abruzzini, E.; «Arquitectura», en Nuevo diccionario de liturgia, San Pablo, Ma-
drid 1996, pp.144-155.
─Aldazába, J.; «El edificio de la Iglesia», Oración de las Horas 16 (1985), pp.
361-367.
─Arquitectura como semiótica, Nueva Visión, Buenos Aires 1971.
─Asociación Española de Profesores de Liturgia (eds.), Arquitectura y liturgia,
CPL, Barcelona 2012.
─Bellavista, J.; «Cuestiones en torno al espacio de la celebración litúrgica», en
Phase (1998), pp. 355-366.
─Bosselli, G. (ed.), Spazio liturgico e orientamento. Atti del IV convegno liturgico
internazionale. Bose, 1-3 giugno 2006, Qiqajon, Magnano 2007.
─Busquets, P.; «Examen de la problemática actual de las construcciones ecle-
siales», Phase 68 (1972), pp. 147-167.
─«Un ejemplo de análisis semiológico en la liturgia: el edificio eclesial», Phase
76 (1972), pp. 147-167.
─Castex, J.; El templo después del concilio. Arte y liturgia de las iglesias, imáge-
nes, ornamentos y vasos sagrados, PPC, Madrid 1967.
─Cerezo, M.; Construcción y adaptación de iglesias, Desclèe de Brouwer, Bilbao
1967.
─Conversaciones de arquitectura religiosa, Barcelona 1964.
─Corbón, J.; Liturgia fundamental. Misterio-Celebración-Vida, Madrid 2001,
cap. 14, pp. 189-195.
─Dalmais, I. H.; «Le reflet de sa gloire. Architecture et iconographie chrétien-
nes», en La Maison Dieu 114 (1973), pp. 68-84.
─«Symbolique liturgique et théologique de l’artroman», en La Maison Dieu 123
(1975), pp. 135-148.

142 [260 ]
─De Fusco, R.; Arquitectura como «massmedium», Anagrama, Barcelona 1970.
─Debie, F.-Verot, P.; Urbanisme et art sacré. Un aventure du XX siècle, Paris
1991.
─Díaz-Caneja, M.; Arquitectura y liturgia, Artes Gráfica Grijelmo, Bilbao 1947.
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─Espace sacré et architecture moderne, París, 1971.
─Fernández, A.; Iglesias nuevas en España, La Polígrafa, Barcelona 1963.
─Fernández Arenas, J.; La arquitectura mozárabe, La Polígrafa, Barcelona 1972.
─Fernández Cobián, E. (ed.), Escritos sobre arquitectura religiosa contemporá-
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─Folgado García, J. R. (dir.); Curso de arquitectura litúrgica. La arquitectura al
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2012.
─González Padrós, J.; «La casa de Dios y de la Iglesia. Un espacio transparen-
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─Hall, E.; La dimensión oculta. Enfoque antropológico del uso del espacio, Ins-
tituto de Estudios de Administración Local, Madrid 1973.
─Hani, J.; El simbolismo del templo cristiano, J. Olañeta, Barcelona 1983.
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─«Luz y color en la arquitectura basilical y paleocristiana», Ibíd., 99 (1972), pp.
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─Johnson, C.-Johnson, S.; Progetto liturgico, CLV, Roma 1992.
─L’edifizio sacro per la comunità cristiana, Queriniana, Brescia 1966.
─«La Chiesa, spazio litúrgico della comunità cristiana», Rivista Liturgica 66/4
(1979), pp. 547-656.
─«Las casas de la Iglesia», Phase III (1979), pp. 177-269.

[261 ] 143
ABRIL – JUNIO 2016 351

─«Le bien de la célebration», La Maison Dieu 63 (1960), pp. 3-146.


─«Les lieux de la liturgie», La Maison Dieu 193 (1993).
─«Les lieux pour célébrer», Espace 1/4 (1978), pp. 5-69.
─López Arias, F.; Espacio litúrgico. Teología y arquitectura cristiana en el siglo
XX, CPL, Barcelona 2016.
─López Martín, J.; «Principios y normas para la estructuración de las iglesias»,
Phase 289 (2009), pp. 23-42.
─Maggiani, S. (ed.), Gli spazi della celebrazione rituale, CLV-Edizioni Liturgiche,
Roma 2005.
─Meslin, M.; «Espace culturel et fonction symbolique», La Maison Dieu 159
(1984), pp. 71-82.
─Munir, R.; La lectura del ambiente, Colegio de Arquitectos, Barcelona 1973.
─Norberg-Schulz, Ch.; La significación del entorno, Colegio de Arquitectos, Bar-
celona 1972.
─Olivetti, M.; Il tempio, simbolo cosmico, Abete, Roma 1967.
─Pistoia, A.; «L’ambiente della celebrazione eucaristica», Ephemerides Liturgicae
83 (1969), pp. 409-421.
─Quacquarelli, A.; «I luoghi di culto e i llinguaggio simbolico nei primi due secoli
cristiani», Quaderni di Vetera Christianorum 5. (1971), pp. 453-483.
─«Qu’est-ce qu’une église? », Fêtes & Saisons 526 (1998).
─Raes, A.; «La liturgie eucharisti que en Orient: son cadre architecturel», La
Maison Dieu 70 (1962), pp. 49-66.
─Ramseyer, J. Ph.; La palabra y la imagen. Liturgia, arquitectura, arte sacro,
Dinor, San Sebastián 1967.
─Righetti, M.; Historia de la liturgia, I, BAC, Madrid 2013.
─Rombold, G.; «Arquitectura religiosa y libertad creadora de nuestras comunida-
des», Concilium 62 (1971), pp. 251-259.
─Schloeder, S.; L’Architettura del Corpo Mistico. Progettare chiese secondo il
Concilio Vaticano II, L’Epos, Palermo 2005.
─Tedeschi, E.; Teoría de la arquitectura, Nueva Visión, Buenos Aires 1969.
─Veraldo, G.; La chiesa, casa del Popolo di Dio, LDC, Leumann-Turín 1974.

144 [262 ]
─Zevi, B.; Saber ver la arquitectura, Apóstrofe, Barcelona 2003.
─Zunzunegui, J. M.; La iglesia, casa del pueblo de Dios. Arquitectura y liturgia,
Idatz, San Sebastián 1979.

4. Lugares de la celebración

a) En general

─Del Pozzo, M.; Luoghi della celebrazione «sub specie iusti»: altare, taberna-
colo, custodia degli oli sacri, sede, ambone, fonte battesimale, confessionale,
Giuffrè, Milano 2010.
─Diekmann, G.; «El lugar de la celebración litúrgica», Concilium 2 (1965), pp.
67-110.
─«Escenario de la celebración eucarística», Phase 32 (1966), pp. 78-124.
─Farnés, P.; «El lugar de la celebración», Phase 92 (1976), pp. 149-151.
─«El lugar de la asamblea», Oración de las Horas 14 (1983), pp. 101-116.
─El lugar de la celebración, CPL, Barcelona 1982.
─«Los diversos lugares celebrativos de la catedral», Oración de las Horas
(1995), pp. 391-403.
─Gelineau, J.; «L’église, lieu de la célébration. Le sanctuaire et sa complexité, la
nef et son organisation», La Maison Dieu 63 (1960), pp. 41-85.
─«Les lieux de l’assemblée celebrante», La MaisonDieu 88 (1966), pp. 64-82.
─«Il luogo dell’assemblea cristiana», Nelle vostre asamblee 1 (1975) Brescia,
pp. 169-191.
─Jounel, P.; «Lugares de la celebración», en Nuevo diccionario de liturgia, San
Pablo, Madrid 1996, pp. 1211-1229.
─Martimort, A. G.; «Los lugares sagrados», en La Iglesia en oración. Introduc-
ción a la liturgia, Herder, Barcelona 2011.
─Santi, G.C.; «Uno spazio per l’assamblea: luoghi, arredi, percosi», en Rivista
Liturgica 70 (1983), pp. 11-25.

─Architetti di chiese, Bolonia 2005.


─Wagner, J.; «Le lieu de la célébration eucharistique dans quelques églises
anciennes d’Occident», La Maison Dieu 70 (1962), pp. 32-48.

[263 ] 145
ABRIL – JUNIO 2016 351

b) El altar y el ambón

─Arocena, F. M.; El altar cristiano, CPL, Barcelona 2006.


─Boselli, G. (ed.), L’altare, mistero di presenza, opera dell’arte. Atti del II Con-
vegno liturgico internazionale, Bose, 31 ottobre-2 novembre 2003, Qiqajon,
Magnano 2006.
─L’ambone; tavola della parola di Dio. Atti del III Convegno liturgico internazio-
nale, Bose, 2-4 giunio, 2005, Qiqajon, Magnano 2006.
─Farnés, P.; «Sobre el buen uso del altar, de la sede y el ambón», Oración de
las Horas 12 (1981), pp. 35-39.
─García, A.; «El lugar de la celebración-proclamación de la palabra», Pastoral
Litúrgica (1995-1996), pp. 90-114.
─Íñiguez, I.; El altar cristiano. I. De los orígenes a Carlomagno (siglo II – año
800), Eunsa, Pamplona 1978.
─Ivorra Robla, A. V.; «El ambón en la misa hispano-mozárabe», Liturgia y Espi-
ritualidad, 45 (2014), pp. 355-362.
─Legardien, L.; «Importance de l’ambon dans la liturgie post-conciliaire”, Ques-
tions Liturgiques 64 (1983), pp. 49-55.
─Palacios, M.; «El altar y sus servicios “de sacra supellectile”», Liturgia 19
(1964), pp. 269-292.
–«Altar, sede, ambón», en Liturgia 20 (1965), pp. 5-20.
─Roguet, A. M.; «L’autel; lieu de la réserve; le baptistére», La Maison Dieu 63
(1960), pp. 125-134.

c) La capilla del Santísimo

─Farnés, P.; «El lugar de la reserva eucarística», Oración de las Horas 15


(1984), pp. 41-48.
─«Cómo disponer el lugar de la reserva eucarística», Oración de las Horas 15
(1984), pp. 217-222.
─Varaldo, G.; «Capella e tabernacolo per l’adorazione e la custodia», Rivista
Liturgica 67 (1980), pp. 68-79.

d) El baptisterio

─Boselli, G. (ed.), Il battistero. Atti del V Convegno liturgico internazionale,


Bose, 31 maggio-2 giugno, 2007, Qiqajon, Magnano 2008.

146 [264 ]
─Farnés, P.; «El baptisterio», Oración de las Horas 15 (1984), pp. 272-278; Ibíd.,
16 (1985), pp. 37-42, 123-129, 198-204.
─Gelsi, D.; «Date a la Chiesa un volto pasquale. Alcune considerazioni sui bat-
tisteri paleocrisitani», Rivista Liturgica 71 (1984), pp. 571-590.
─Iturgaiz, D.; «Arquitectura y liturgia bautismal hispanovisigoda», La Ciencia
Tomista 98 (1971), pp. 531-579.
─López Martín, J.; «“La pila bautismal”. Carta pastoral», Pastoral Litúrgica 303
(2008), pp. 93-94.

5. Vestidos y objetos litúrgicos


─Aldazábal, J.; «Pedagogía del vestido», Oración de las Horas 2 (1983), pp. 36-43.
─Busquets, P.; «El arte y los objetos sagrados», Phase 82 (1974), pp. 373-380.
─Castez, J.; El templo después del Concilio, arte y liturgia de las iglesias, im-
ágenes, ornamentos y vasos sagrados, PPC, Madrid 1967.
─Cuva, A.; «Objetos litúrgicos-vestidudas», en Nuevo diccionario de liturgia, San
Pablo, Madrid 1996, pp. 1446-1456.
─Eygun, F. / Aigrain, R.; «I vasi sacri», en Enciclopedia litúrgica, Ed. Paoline,
Roma 1957, pp. 222-251.
─Jungmann, J.A.; El sacrificio de la misa, 68, BAC, Madrid 1963, pp. 315-329.
─Lesage, R.; Objets et habits liturgiques, Fayard, Paris 1958.
─Piccolo Paci, S.; Storia delle vesti liturgiche, Ancora, Milano 2008.
─Rabotin, E.; «Le vesti liturgiche», en Enciclopedia Litúrgica, Ed. Paoline, Roma
1957, pp. 252-279.
─Salmon, P.; Étude sur les insignes du pontifedans le riteromain. Historie et lit-
urgie, Roma 1955.
─«Vêtements, objets liturgiques», Notes de Pastorale Liturgique 105 (1973), pp. 3-32.

6. Iconografía cristiana
─Aldazábal, J.; «Las imágenes», Oración de las Horas 14 (1984), pp. 332-337.
─Barbaglio, G.; «Imagen», en Diccionario teológico interdisciplinar, 3, Sígueme,
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─Calabuig, I. M.; «Significado e valore del nuovo “Ordo coronan di imaginem
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─Castelfranchi, L.; Crippa, M. A. (ed.), Iconografía y arte cristiano, San Pablo,


Madrid 2012.
─Dalmais, I. H.; «Le reflet de sa gloire. Architecture et iconographie chrétienne»,
La Maison Dieu 114 (1973), pp. 68-84.
─Evdokimov, P.; El arte del icono: teología de la belleza, Publicaciones Claretia-
nas, Madrid 1991.
─Franquesa, A.; «El Concilio de Nicea y el icono”, Phase 143 (1984), pp. 417-435.
─Givone, S.; «Iconostasi e inamorfosi», Rivista Liturgica 70 (1983), pp. 48-55.
─Iturgaiz, D.; «Arte cristiano y literatura patrística. Apuntes para una iconografía
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son Dieu 63 (1960), pp. 138-146.
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Liturgica 70 (1983), pp. 36-47.
─Senler, E.; L’icône, image de l’Invisible. Élement de théologie esthétique et
tecnique, Paris 1981.

7. Ritual de la dedicación de iglesias y altares de 1977


─Aróztegui, F. X.; «La dedicación de la iglesia y del altar», Oración de las Horas
(1995), pp. 32-40.
─Calabuig, I. M.; «L’Ordo Dedicationis Ecclesiae et Altaris. Appunti di una lettura»,
Notitiae 133-135 (1967), pp. 391-450.
─Contreras, E.; «La dedicación de una iglesia. Una reflexión sobre el Ritual»,
Phase (1987), pp. 469-489.

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─Evenou, J.; «Le nouveau Rituel de la D’edicace», La Maison Dieu 134 (1978),
pp. 85-105.
─Flores, J.J.; Los sacramentales. Bendiciones, exorcismos y dedicación de las
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─Goenaga, J. A.; «“Inaestimabile sacramentum”. Teología y orientaciones prác-
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Universidad de Deusto, 1978, pp. 157-204.
─Marsili, S.; «Dedicazione senza consacrazione. Ossia: Teología litúrgica in
una storia rituale», Rivista Liturgica 66 (1979).
─Mazzarello, S.; «Il nuovo Rito della Dedicazione di una Chiesa”, Liturgia 12
(1978), pp. 674-686.
─Paternoster, M.; «Analisi rituale e contenuti teologici dell’O.D.C. et A», Rivista
Liturgica 66 (1979), pp. 602-615.
─Sartore, D.; «L’eucaristia nella dedicazione di una Chiesa e di un altare», en Il
messale del Vaticano II, 2, LDC, Leuman-Turín 1981, pp. 281-307.
─Tena, P.; «Ritual de la dedicación de iglesias. Comentario al Ritual», Phase 111
(1979), pp. 183-221.

8. Directorios litúrgico-pastorales de la Comisión Episcopal de Liturgia


─El acólito y el ministro extraordinario de la comunión, DE 102, PPC, Madrid 1985.
─El ministerio del lector, DE 103, PPC, Madrid 1985.
─La celebración de la misa, DE 108, PPC, Madrid 1986.
─Partir el pan de la palabra, DE 109, PPC, Madrid 1986.
─Retransmisión de las misas por radio y televisión, DE 118, PPC, Madrid 1986.
─Creatividad y fidelidad en la liturgia, DE 118, PPC, Madrid 1986.
─Salmo responsorial y ministerio del salmista, DE 120, PPC, Madrid 1986.
─Ambientación y arte en el lugar de la celebración, DE 125, PPC, Madrid 1987.

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SIGLAS UTILIZADAS
B Bendicional
CDC Código Derecho Canónico, 1983
CE Caeremoniale episcoporum, Ed. Typica
CEC  Catecismo de la Iglesia católica, nueva edición conforme al texto latino oficial de 1997,
edición española, Coeditores Litúrgicos, 2002
cn Canon
EM Instrucción Eucharisticum mysterium, 1967
GS Constitución Gaudium et spes del Vaticano II
IOec Instrucción Inter oecumenici, 1964
PGMR Ordenación general del Misal Romano
OLM Ordenación de las lecturas de la misa: orientaciones generales
RBN Ritual del bautismo de niños
RDIA Ritual de la dedicación de iglesias y altares
RP Ritual de la penitencia
SC Constitución Sacrosanctum Concilium del Vaticano II

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