Oreste Sindici Un Siglo de Olvido
Oreste Sindici Un Siglo de Olvido
Oreste Sindici Un Siglo de Olvido
Justina murió un día de julio de 1894 cuando apenas tenía 46 años. La parca se llevo la
inspiración, el soporte y el corazón de Oreste Sindici que esa madrugada perdió la agudeza
de su oído para no escuchar el último suspiro de su amada esposa, pero en cambio, su
prodigiosa voz se quebró por primera vez y las lágrimas rodaron por las mejillas como las
aguas del Paguey por entre los guijarros.
Bien sabemos que fue Oreste Sindici el tenor romano nacido en una estrecha casona de la
estrecha vía Della luce en septiembre de 1837, quien ordeno las notas marciales del que a
partir de octubre 28 de 1920, se convirtiera en el himno oficial de la república de
Colombia . Pero lo que casi nadie sabe es que su esposa Justina Jannaut Chambarriere,
fue quien lo animo a emprender ese trabajo que sinceramente él no quería realizar,
primero porque su estilo era el de la composición litúrgica y dramática siguiendo la
escuela de Verdi, Bellini y Donozzoti, y segundo, porque según se atribuye las estrofas del
poema de Núñez “no eran lo suficientemente agresivas” como para un himno como se
quería.
POCOS BIÓGRAFOS
Poco menos desconocida es la historia de José Domingo Torres, un modesto empleado de
Rafael Núñez, quien por congraciarse con su ídolo y protector, buscaba el favor de Sindici
para que musicalizara los citados versos que aquel había compuesto en honor a
Cartagena, su ciudad natal, en un anoche de insomnio. Como el tenor italiano no se
intereso por el asunto, torres busco con afán a doña Justina, a quien si convenció para
que influyera ante su marido que no tuvo más remedio que ponerse a trabajar sobre el
asunto.
Han sido muy pocos los biógrafos de Sindici y entre ellos el más importante fue el
historiador Miguel Aguilera, quien asegura que la primera interpretación de ese himno se
efectuó en Bogotá el 11 de noviembre de 1887 durante la velada cultural que se llevo a
cabo en el teatro de variedades con ocasión del aniversario de la independencia de
Cartagena y a la cual asistió el presidente Núñez, su gabinete y el cuerpo diplomático.
EN MEDIO DE LA LIBERTAD
Lo que Aguilera no consigna en sus escritos, es que fue en la hacienda de Prado de Nilo
en donde Oreste saco la inspiración para lograr las bellísimas notas de la canción épica
nacional y que antes que se escucharan oficialmente en el “variedades” de la capital del
Restaurado se guarda en la parroquia el armonio que utilizo sindici para tocar su pieza
cumbre en aquella localidad de Cundinamarca que tanto lo quiso y a la que estuvo
vinculado por muchos años como que allí nació su hijo Oreste Justino Vicente María el
mes de octubre de 1872, según consta en una partida de bautismo fechada el 25 de enero
de 1873 que el mismo compositor adjunto al juicio de sucesión de su esposa que se
adelanto en el juzgado primero del circuito de sumapaz con sede en fuságasuga.
Para cualquier observador desprevenido que compare los sitios que se disputa la
inspiración del maestro, es fácil deducir que la marcialidad de aquellas notas, broto con
mayor facilidad y fluidez en medio de la libertad, en espacios abiertos y bajo el copioso
ramaje umbrío de un caucho real y un higuerón que todavía se mecen con vientos de
recuerdo, que no en rutinarias paredes frías, acostumbradas de una casona de la vieja
Santafé.
AMOR Y PENA
Estrechamente vinculado Oreste sindici Topai al municipio de Nilo a donde llego en busca
de añil, de fortuna. Se había casado en Bogotá el 11 de febrero de 1886 con doña Justina
Jannaut, hija de francés y cubana, dos años después de su arribo a la capital haciendo
parte de la compañía de opera de Egisto Petrilli. Tuvo tres hijos a quienes bautizo con
nombres similares: Teresa Eugenia Justina, nacida en Bogotá el 29 de noviembre de
1867; Oreste Justino Vicente María, nacido en Nilo en el mes de octubre de 1873 - la fe
de bautismo no especifica la fecha exacta-; y Emilia Justina Eugenia, nacida en Bogotá el 1
de noviembre de 1878 los tres murieron solteros y sin descendencia.
MUERE EN BOGOTÁ
Sindici, como colon, jamás supo de la importancia real de su obra que hoy, un siglo
después hace estremecer de emoción patriótica a los colombianos que todavía le estaban
debiendo un monumento a su memoria.
Oreste sindici nació en Roma en 1837 y murió en Bogotá en 1904 de 67 años, Rafael
Núñez nació en Cartagena en 1825 (12 años mayor que sindici) y murió allí también, en
1894, a los 69 años de edad.
Sindici había llegado a Bogotá en 1864 como integrante de una compañía de opera: el
amor lo ato para siempre en Colombia cuando se caso con la bogotana Justina Jannaut,
después de nacionalizarse. Tuvieron tres hijos: Oreste, Eugenia y Emilia. El hijo murió muy
joven, al tomar parte de una rebelión contra el gobierno que se levanto en el Tolima.
Fuera de los honores que se le brindaron a Sindici por ser el autor del himno, no recibió
ningún reconocimiento económico. Se ayudaba con las clases de música que impartía en
varias escuelas públicas y con el producto de una pequeña finca que tenía en Nilo, en
donde cultivaba quina. El negocio fracaso y después de pasar por grandes penurias, murió
en total pobreza.
En vida no tuvieron mucha relación, tal vez porque no imaginaron que quedarían unidos
para siempre, en la historia nacional.
EL HIMNO NACIONAL
¿FRUTO DE LAS CASUALIDADES?
Ketty cuello de lizarazo.
Club Bruselas: billar, café. Así se reza el anuncio de la cantina de la mala muerte, cuya
pared del frente y a pocos centímetros de este aviso sobresale una placa conmemorativa
que en letras destacadas dice “la república consagra a la a veneración ciudadana esta
casa donde Oreste sindici escribió la música inmortal del Himno Nacional Colombiano”.
La veneración a la casa que la academia de historia solicita, solo se brindan cada noche
ebrios, jugadores de billar y mujeres de vida disipada, que deben ser los asiduos del lugar.
Ubicada en Bogotá, en barrio voto nacional (en la carrera 15 entre calles 14 y 15), se
destaca de los demás precisamente por la placa de mármol, cuyo esplendor contrasta con
tanta miseria y olvido. Sorprende que la academia de historia asegura que en esa casa
compuso sindici la música de nuestro himno, ya que según la tradición, Nilo, municipio de
Cundinamarca donde sindici tenía su finca, fue el lugar que se inspiro el músico para crear
tan bellas notas.
¿Fue casualidad que Rafael Núñez hubiera sido el autor de la letra del
himno Nacional de Colombia? Cuando Núñez hizo este poema épico, siendo
presidente de la república en 1880, su intención era darle rienda suelta al
poeta que vibraba en el, jamás alcanzo a imaginar que esa poesía se
convertiría, siete años después en himno nacional y mucho menos, que
llegaría a cumplir 127 años.
SURGEN CRÍTICAS
La música que compuso sindici para el himno nacional fue catalogada como una de las
más bellas. Sin embargo, se dice que no encaja a la letra y por eso al cantarla se siente
forzada. No seduce esto en una buena ejecución de coro y orquesta cuando se le coloca la
perfecta medida al ritmo.
Cuando el escritor Eduardo Lemaitre afirma que “la música del himno es demasiado
italiana” y muy poca criolla, no parece objetivo. Un himno necesita ritmo de marcha y que
se sepa, en nuestra música no hay ninguna que se le parezca, a no ser que le hubiera
puesto música de bambuco, lo cual sería fatal.
Afortunadamente esas críticas ya no hacían mella porque el himno había calado y las
cosas muchas veces, se imponen más por viejas que por buenas. Todo esto queda, atrás y
con defectos o no, nuestro himno es lo que más une y conmueve a los colombianos,
aunque ni si quieran sepan aun que quiere decir “inmarcesible”, ni que cosa son los
“ciclopes” y “centauros”, ni entienden en donde carambas se producen los “ciprés” de
nuestra tierra, como para que a la virgen le quedara tan fácil escoger ese árbol para colgar
sus cabellos, habiendo tanto matarratones, sauces y guaduales.
En los colegios poco se ocupan de dar una explicación a los alumnos, de tal manera que de
generación en generación, hemos ido aprendiendo el largo poema y cantándolo como
loros, sin penetrar en su significado y exegetas que llevan hacerlo.
El Himno Nacional está catalogado entre los cinco mejores del mundo.
CORO
Quiere decir: el placer que no se marchita, el gozo, la alegría que no muere por tener una
patria libre después de la época terrible en que este suelo se empapo con sangre y
lagrimas de todos los americanos y por fin vino la libertad.
I. ESTROFA
Ceso: Terminó.
Sublime: Excelso, grande.
Derrama: Repartir.
Aurora: Amanecer, primeros tiempos de una cosa.
Invencible: Que no puede ser vencido.
Gime: Voz lastimera.
II. HERÓICA
¡Independencia! Grita
El mundo americano:
Se baña en sangre de héroes
La tierra de colon.
Pero este gran principio
El rey no es soberano
Resuena y los que sufren
Bendicen su pasión.
III. EVOCADORA
Del Orinoco al cauce
Se colma de despojos,
De sangre y llanto un rio
Se mira allí correr.
En Bárbula no saben
Las almas ni los ojos
Si admiración o espanto
Sentir o padecer.
Se refiere al sitio de Cartagena que fue uno de los acontecimientos más espantosos de la
llegada de Morillo.
Murieron más de seis mil habitantes y el hambre y la peste redujeron a los vivos a una
situación lastimosa. Los defensores huyeron, y unos murieron en el mar; otros cayeron en
poder de los españoles y unos pocos llegaron a las Antillas.
V. HERÓICA
De Boyacá en los campos
El genio de la gloria
Con cada espiga un héroe
Invicto corono.
Soldados sin coraza
Ganaron la victoria
Su varonil aliento
De escudo le sirvió.
VII. ÉPICA
La trompa victoriosa
En Ayacucho truena
Y en cada triunfo crece
Su formidable son.
En su expansivo empuje
La libertad se estrena,
Del cielo americano
Formando un pabellón.
VIII. TRISTE
La virgen sus cabellos
Arranca en agonía
Y de su amor viuda
Los cuelga del ciprés.
Lamenta su esperanza
Que cubre loza fría,
Pero glorioso orgullo
Circunda su alba tez.
Compara el poema a las mujeres de la época de la independencia con las mujeres griegas.
Cuando estas perdían a sus seres queridos, cortabasen los cabellos en señal de duelo, para
adornar con ellos el féretro del desaparecido.
IX. FILOSÓFICA
La patria así se forma
Termopilas brotando;
Constelación de ciclopes
Su noche ilumino.
La flor estremecida,
Mortal el viento hallando,
Debajo los laureles
Seguridad busco.
Termopilas: desfiladero largo y estrecho que defendieron los espartanos con su rey
Leónidas con gran valor; pero fueron traicionados y perecieron. Santander a la vanguardia,
abrió el paso en paya, para la gloriosa batalla de Boyacá; venciendo un destacamento de
300 españoles y llego a la historia el nombre de “termopilas de paya”. Sin Boyacá no
hubieran sido: ni pichincha, ni Junín, ni Ayacucho y como el país quedo en ruina y
desorden tuvieron los militares que organizarlo y el general Santander no solo un gran
militar, sino que también gran estadista que organizo el país por los cauces de la legalidad
y la disciplina.
X. FILOSÓFICA
Más no es completa gloria
Vencer en la batalla
El brazo que combate
Lo anima la verdad.
La independencia sola
El gran clamor no acalla
Si el sol alumbra a todos
Justicia es libertad.
Las bandas de músicos de las fuerzas militares entonarán el Himno Nacional solamente en
las siguientes circunstancias:
Además de las ocasiones ya anotadas, se autoriza tocar o cantar el himno nacional por
colegios, escuelas y ciudadanía en general, en los siguientes casos:
Con la ternura
de la tierra mía
que me vio nacer,
canta mi alma
con la dicha entera
de un amanecer.
Es el Huila mi querer,
doy mi vida por volver,
a mi tierra querida
cantarle con placer.
Coro:
Hoy a Neiva cantad corazones
y encendido vibrad en su honor;
que ha guardado con fe tradiciones
y de Dios y la Patria el honor.
I
En tu reino la inmensa llanura
do te yergues con noble altivez;
mil cantares el río te murmura
cuando pasa besando tus pies.
II
Tierra buena y gentil; quién me diera
elevar hasta ti mi canción
con el estro feliz de Rivera,
tierra buena, gentil promisión.
III
En tu suelo la sangre palpita
de tus hijos, egregia ciudad,
que nos dieron la herencia bendita,
con su vida feliz libertad.
IV
Tierra de héroes, el Vargas ofrece
a tu gloria invicto pendón;
y Leguízamo, mártir, acrece
con su muerte tu noble blasón.
V
¡Salve! Neiva, un cielo brillante
hoy te abre de luz y zafir,
solo escúchase un grito: Adelante!
a tus nobles destinos cumplir.
Fundó los Coros de la Escuela Departamental de Música que animaron la vida musical
neivana de la época, y sus logros se consagraron en dos discos LP de la disquera Codiscos,
de Medellín. Su presencia y su dinamismo sacaron la enseñanza de la música de la
modorra y aislamiento como se desenvolvían entonces, y las actividades del plantel de
enseñanza musical se tornaron proverbiales en el sentir del pueblo neivano. Compuso
gran cantidad de música, de excelente factura, en las formas clásicas, y no rehuyó las
formas populares colombianas, los villancicos, algunos de los cuales son clásicos del
género, que también plasmó en varios discos. No hay que olvidar, entre sus haberes, un
extenso Tratado De Filosofía, que por aquella época la comunidad salesiana adoptará
como libro de enseñanza y que da fe de su gran poder intelectual.
I
Al oriente de Neiva, se yergue imponente,
Mi escuela Normal, grandiosa institución
De puertas abiertas, a jóvenes ofrece,
Ser dignos maestros, de la educación.
II
Son sus sedes filiales, espigas florecientes
Como precepto el lema, afín a su ideal:
“formando maestros, en y para la vida”
Motivo que reanima, la razón de educar.
CORO
Cantemos estudiantes, cantemos con el alma
Este himno que enaltece, nuestra comunidad,
Porque el ser normalista, es pasión que orgullece
Laureado y con honores, un maestro serás.
III
Proclama en el arte y en la tecnología
Los valores, destellos de pujanza y virtud.1
Su insignia gloriosa, la cultura silente,
Ondeante bandera, valiosa juventud.
IV
Viva, viva, por siempre Normal Superior
Que en sus libros la historia, exaltará su labor,
Por el don de formar, tesoneros maestros
Hacer pedagogía, ser fiel a su misión.
MARIO GAREÑA
Cantautor barranquillero nacido el 25 de septiembre de 1932 y cuyo nombre de pila es
Jesús Arturo García Peña, es uno de los más versátiles compositores que ha tenido
Colombia, así como uno de sus mejores cantantes.
Su obra como compositor comprende ritmos de gran variedad y en todos ellos compuso
grandes éxitos. Fue cantante estelar de diversas orquestas, como la “Sonolux”, así como
de los conjuntos que amenizaban las noches de bohemia musical capitalina en los famosos
bares de la época: “La Cashbá” y “La Cabaña” lugares donde era acompañado al órgano
por el maestro Jaime Llano González.
Su carrera de éxitos como compositor se inicia en 1970 cuando su balada “Te dejo la
ciudad sin mí” resulta ganadora del “I Concurso de la Canción Latina” realizado en la
ciudad de Nueva York, bajo la dirección de los grandes maestros Pocho Pérez y Rafael Díaz
Gutiérrez, triunfo éste que sería el primero que canción colombiana alguna había
obtenido antes en ningún concurso a nivel internacional.
Otras de sus más importantes composiciones, en diversos ritmos colombianos, son: el
bambuco “Viva el señor bambuco”, el joropo “Cimarrón”, “Milagro de amor”, “Eucario”,
“Estás en nada”, “El amor es una semilla”, “Qué linda es la mujer costeña”, “Me está
fallando el olvido”, “Mi raza”, etc…
Mención especial merece su monumental cumbia “Yo me llamo Cumbia” con versiones
de muchos intérpretes, entre las que sobresalen las del propio autor; considerada por
muchos de los folcloristas de nuestro litoral atlántico como la más bella de las cumbias
que se han hecho en Colombia.