La Apostasía
La Apostasía
La Apostasía
ESENCIA DE LA APOSTASÍA
“¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el
error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré. Estos son manchas en
vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos;
nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto,
dos veces muertos y desarraigados; fieras ondas del mar, que espuman su propia
vergüenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad
de las tinieblas” Judas 1:11-13
La esencia de la apostasía es escuchar la verdad, saber lo que es, profesar aceptarla y
finalmente, rechazarla. Porque el repudio final de la verdad ocurre con completo
conocimiento y entendimiento, esta es una apostasía fatal de la cual no hay esperanza
de recuperación.
“Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don
celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la
buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez
renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios
y exponiéndole a vituperio” Hebreos 6:4-6
La historia de la iglesia está repleta de ejemplos como éste, desde los judaizantes,
cuyo falso evangelio confundió a las iglesias de Galacia, a los corruptos
telepredicadores de hoy, cuya avaricia, fallas morales, falsas profecías, falsos
“milagros” y doctrina errónea son un reproche al cristianismo y un tropiezo para lo
invisible.
En algunos periodos del pueblo de Israel casi todo el pueblo había apostatado. Por
ejemplo, en la generación de Elías, la cantidad de fieles entre millones era de escasos
siete mil (I Reyes 19: 18). Elías aun pensó por un instante que el era el último
verdadero creyente. En el transcurso de la vida de Jeremías, el tamaño del
remanente fiel, era probablemente más pequeño. Casi todos en Israel eran
completamente hostiles al ministerio de Jeremías. Después de cuatro décadas de
predicación poderosa, el gran profeta se quedó prácticamente solo.
Entonces la apostasía, atroz y sombría como es, ha sido una realidad presente desde
siempre a través de la historia de la redención. Muchos que conocen la verdad, de
igual manera la rechazan, y hasta aquí ha sido siempre así. Por eso, los tiempos en los
que vivimos no son nada extraordinarios.
La Escritura también enseña que la apostasía se extenderá al final de los tiempos. (II
Pedro 3: 3-4; I Timoteo 4: 1-2; II Tesalonicenses 2: 3). Prácticamente, uno de los
mayores puntos de cambio al final de este tiempo serán una renuncia mundial a la
verdad y un completo rechazo de Cristo, conocido como “La Apostasía”.
Pero los falsos maestros no son necesariamente obvios. Ellos no usan insignias
identificándose como apóstatas. Usualmente se esfuerzan por no destacarse como
enemigos de la verdad. Fingen devoción a Cristo y exigen tolerancia de sus
seguidores. A menudo, son personas exageradamente agradables, persuasivas y
elocuentes. Esto es lo que genera la alerta en toda la iglesia, porque son personas que
están “encubiertamente” frente a nosotros (Judas 4).
Esta es una guerra peligrosa y amenazante, más terrorífica que las que se viven
en la tierra, pues es una batalla contra las fuerzas del infierno en el reino
espiritual, donde el enemigo nunca es del todo visible.
Los enemigos de nuestro reino no son carne y sangre. Sus arman consisten en
mentiras de todo tipo, mentiras elaboradas, mentiras filosóficas masivas,
mentiras malvadas que apelan al pecado de la humanidad caída, mentiras que
aumentan el orgullo humano, y mentiras que se parecen mucho a la verdad.
Nuestra única arma es la verdad de Cristo que está revelada en su Palabra.
Se ha hablado bastante que uno de los síntomas del fin es la Apostasía como lo citan
las Escrituras. A lo largo de la historia, se han infiltrado lobos rapaces dispuestos a
devorar el rebaño, pero claramente dice la Palabra que aún esto es permitido para
que sea evidente quien es y quien no es parte del Reino de Dios. Aquellos que el Señor
en Su misericordia nos ha llamado para predicar Su Palabra somos agentes y
defensores de la Verdad, hombres y mujeres que hemos de permanecer atentos a que
no se pervierta el Evangelio, y confiados en el Señor, quien no permitirá que seamos
confundidos por las sutiles artimañas del maligno.
A continuación les comparto unos apartes del Libro Verdad en Guerra del Pastor
John MacArthur, a quien el Señor ha usado de manera efectiva, en la defensa y
protección de la sana doctrina:
LA APOSTASÍA, UNA AMENAZA
«La apostasía es el nombre técnico del serio error destructor del alma que se levanta
desde el seno de la iglesia. Esta palabra está muy relacionada con la palabra
griega divorcio y habla acerca del abandono, separación, defecto, la negación de la
verdad en su conjunto.
Sin embargo, existen montones de personas apóstatas. Desde los tiempos de Judas, ha
habido personas que profesan tener fe en Cristo, que se identificaban a sí mismas
como discípulos, pero nunca acogieron genuinamente la verdad. Ellas pueden llega
a entender la Verdad. Hasta pueden llegar a seguirla con entusiasmo por algún
tiempo. Ellas se pueden identificar con una iglesia y por lo tanto convertirse en parte
activa e integral de la comunidad cristiana terrenal. A veces se convierten en líderes
de alguna iglesia. Pero ellas nunca creen verdaderamente en la Verdad con un
corazón íntegro. Como la cizaña entre el trigo, tienen una apariencia de autenticidad
por un tiempo, pero son incapaces de producir algún fruto útil (Mateo 13: 24-30).
Unos pocos apóstatas son francos y agresivos en su oposición a la verdad, pero son
más sutiles que otra cosa. Estos lobos vestidos de ovejas son invariablemente
conducidos por el mal y por motivos de engrandecimiento propio, tales como el
orgullo, la rebelión, la gula, la lujuria o lo que sea (II Pedro 2: 10-19).
Otros pueden empezar de una buena forma, pero nunca superan su doble ánimo. Son
como semillas que brotan en la sombra o en terreno duro. Ellos muestran a menudo
señales de vida por un tiempo, pero finalmente, su propia mundanalidad o poca
profundidad logra que sea imposible que la Palabra de Dios forme raíces (Mateo 13:
20-22). A pesar de cualquier apariencia de vida espiritual que puedan mostrar, son
incapaces de producir verdadero fruto, y eventualmente caen. No dejemos que la
apariencia temporal de salud espiritual y vigor de principiante lo haga necio. Cuando
una persona de este estilo abandona la fe, se demuestra que él o ella nunca fue
regenerado o creyente, aún está muerto en delitos y pecados.
Obviamente, la causa de la verdad se lesiona cuando esto ocurre. La gente que acoge
la apostasía está destruida por causa de ella. La iglesia se marchita y muere a causa
de ésta».