La Apostasía

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LA APOSTASÍA NO ES NADA NUEVO

Publicado: mayo 4, 2009 en APOSTASÍA, CRISTIANISMO EN CRISIS, FALSOS PROFETAS, JOHN


MACARTHUR, TIEMPOS FINALES

Las enseñanzas falsas de terroristas espirituales engañosos infiltrándose en la iglesia


la han plagado. Más allá de que estén conscientes o no de eso, los falsos maestros son
satánicos misioneros enviados para crear más apostasías. El propósito de Satanás es
guiar a las personas que han sido expuestas al evangelio a que se salgan de éste, e
introducirlas en un terror irrefutable. Siempre hay personas dentro y alrededor de la
iglesia que han escuchado la verdad y la han entendido pero que todavía no la han
acogido ni se han comprometido con ella. Ellos pueden ser llevados a rechazarla, y
eso es exactamente lo que el maligno espera lograr.

La apostasía es un tema frecuente en las Escrituras. Muchas de las epístolas del


Nuevo Testamento tienen bastante que decir acerca de los peligros de la apostasía y
la falsa doctrina. Este fue claramente un problema de principal importancia,
extendido desde los días tempranos de la historia de la iglesia. Varias de las epístolas,
en particular Judas, Hebreos, 1 y 2 de Corintios, Gálatas, Colosenses, 1 y 2
Tesalonicenses, 2 y 3 Juan, fueron inspiradas en parte o completamente por la
necesidad de dirigir los errores de varios falsos maestros que estaban conduciendo a
las personas a la perdición. Esto no fue algo inesperado, Jesús mismo lo profetizó.

ESENCIA DE LA APOSTASÍA

“¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el
error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré. Estos son manchas en
vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos;
nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto,
dos veces muertos y desarraigados; fieras ondas del mar, que espuman su propia
vergüenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad
de las tinieblas” Judas 1:11-13
La esencia de la apostasía es escuchar la verdad, saber lo que es, profesar aceptarla y
finalmente, rechazarla. Porque el repudio final de la verdad ocurre con completo
conocimiento y entendimiento, esta es una apostasía fatal de la cual no hay esperanza
de recuperación.

“Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don
celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la
buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez
renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios
y exponiéndole a vituperio” Hebreos 6:4-6

La apostasía no es meramente un problema para los discípulos periféricos u


obviamente desganados. A veces, los líderes cristianos también apostatan. Porque
aman el poder, el prestigio, la lujuria, la gula o por otros motivos igualmente
siniestros (Judas 4, 11; II Pedro 2: 10; I Timoteo 6: 5).

La historia de la iglesia está repleta de ejemplos como éste, desde los judaizantes,
cuyo falso evangelio confundió a las iglesias de Galacia, a los corruptos
telepredicadores de hoy, cuya avaricia, fallas morales, falsas profecías, falsos
“milagros” y doctrina errónea son un reproche al cristianismo y un tropiezo para lo
invisible.

En cierto sentido, la apostasía es siempre un pecado voluntario y deliberado. Un


apóstata no es alguien que es simplemente indiferente a la Palabra de Dios o
ignorante de lo que enseña. Alguien que nunca ha escuchado la verdad no es un
“apóstata”, más allá de que él o ella pueda ser un maestro de una religión falsa. La
apostasía es un pecado mucho más terrible que eso. Un apóstata es alguien que ha
recibido la luz pero no la vida, la semilla pero no el fruto, la Palabra escrita pero no
la Palabra viva, la verdad pero no un amor por la verdad (II Tesalonicenses 2: 10).
“Estos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la
más densa oscuridad está reservada para siempre. Pues hablando palabras infladas y
vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que
verdaderamente habían huido de los que viven en error. Les prometen libertad, y son
ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho
esclavo del que lo venció. Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las
contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo,
enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el
primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que
después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado.
Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la
puerca lavada a revolcarse en el cieno”. II Pedro 2:17-22

LA APOSTASÍA PRESENTE EN TODA LA HISTORIA

Así como el mismo pecado, la apostasía no es de ninguna manera un fenómeno


reciente, y no es tampoco algo único para la era cristiana. Desde el momento en el
Huerto del Edén cuando la serpiente introdujo su guerra en contra de la verdad en el
mundo de la humanidad, a través del estricto canon del Antiguo Testamento y mucho
más, justo hasta hoy día, la campaña en contra de la verdad ha sido inexorable y
horrorosamente efectiva.

En algunos periodos del pueblo de Israel casi todo el pueblo había apostatado. Por
ejemplo, en la generación de Elías, la cantidad de fieles entre millones era de escasos
siete mil (I Reyes 19: 18). Elías aun pensó por un instante que el era el último
verdadero creyente. En el transcurso de la vida de Jeremías, el tamaño del
remanente fiel, era probablemente más pequeño. Casi todos en Israel eran
completamente hostiles al ministerio de Jeremías. Después de cuatro décadas de
predicación poderosa, el gran profeta se quedó prácticamente solo.

Entonces la apostasía, atroz y sombría como es, ha sido una realidad presente desde
siempre a través de la historia de la redención. Muchos que conocen la verdad, de
igual manera la rechazan, y hasta aquí ha sido siempre así. Por eso, los tiempos en los
que vivimos no son nada extraordinarios.

JESUCRISTO, LA VERDAD ENCARNADA FUE RECHAZADA


Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Juan
6:66

El ministerio de Jesús provee una figura alarmante de la verdadera apostasía. Las


multitudes le seguían a donde quiera que Él hiciera milagros, pero se dieron vuelta
en masa cuando Él comenzó a proclamar verdades que no querían escuchar.

La enseñanza de Jesús mostró la cruda verdad. Esas personas, que evidentemente


vieron claramente la verdad y entendieron las enseñanzas de Jesús perfectamente
bien, la rechazaron de igual manera. De hecho, la claridad máxima de la verdad fue
la razón principal para alejarlos. Cuando vieron la verdad, por lo que era,
simplemente la odiaron. Era demasiado demandante, para nada popular, demasiado
inconveniente, una gran amenaza a sus propios intereses, y demasiado reproche a su
pecado.

APOSTASÍA AL FINAL DE LOS TIEMPOS

Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse


multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mateo 24:11-12

La Escritura también enseña que la apostasía se extenderá al final de los tiempos. (II
Pedro 3: 3-4; I Timoteo 4: 1-2; II Tesalonicenses 2: 3). Prácticamente, uno de los
mayores puntos de cambio al final de este tiempo serán una renuncia mundial a la
verdad y un completo rechazo de Cristo, conocido como “La Apostasía”.

Pero los falsos maestros no son necesariamente obvios. Ellos no usan insignias
identificándose como apóstatas. Usualmente se esfuerzan por no destacarse como
enemigos de la verdad. Fingen devoción a Cristo y exigen tolerancia de sus
seguidores. A menudo, son personas exageradamente agradables, persuasivas y
elocuentes. Esto es lo que genera la alerta en toda la iglesia, porque son personas que
están “encubiertamente” frente a nosotros (Judas 4).

Actualmente los apóstatas existen en gran abundancia, enseñando mentiras,


popularizando falsedades, reinventando doctrinas esenciales y hasta redefiniendo la
verdad misma. Ellos parecen estar en toda la cultura evangélica de hoy,
comercializando con el evangelio.
NO CEDA A LA APOSTASÍA
Publicado: abril 30, 2009 en APOSTASÍA, CRISTIANISMO EN CRISIS, JOHN MACARTHUR

La búsqueda de un clima amigable, de aceptación abierta para todos, tolerancia


de ideas opuestas y diálogo caritativo, ha generado una gran amenaza en la
Iglesia actual, pues es una puerta abierta a la apostasía. Sumado a ello, la
mayoría de cristianos de esta época no se preocupan por el predominio de la
falsa doctrina, ni toman en serio su deber de pelear contra este fenómeno.

Los primeros evangelistas estaban comprometidos con guardar la pureza del


Evangelio, teniendo como único centro la proclamación de la Verdad dada en la
Palabra de Dios. Actualmente, el evangelismo se ha convertido en una palabra
que acompaña todo tipo de eventos, en los que muchas veces ni se menciona
claramente la Biblia.

El sentir actual de lo que es llamado evangelización, es para muchos la copia y


adaptación de la cultura mundana, a fin de ganar la aprobación de esta
generación, estrategia apoyada por cristianos débiles, inmaduros o cobardes,
que buscan ganar el beneplácito de la gente, por temor a enfrentarlos a la
verdad, olvidando que sin ella no existirá ninguna transformación espiritual
(Juan 17: 17, I Pedro 22: 25)

CÓMO PERMANECER SEGUROS SIN CEDER A LA APOSTASÍA

La epístola de Judas nos da interesantes aportes para responder este


interrogante. Las exhortaciones, advertencias y ánimo que están allí son para
cristianos reales, no para personas entusiastas, pero de doble ánimo que no
tienen fe genuina.

Esta es una guerra peligrosa y amenazante, más terrorífica que las que se viven
en la tierra, pues es una batalla contra las fuerzas del infierno en el reino
espiritual, donde el enemigo nunca es del todo visible.
Los enemigos de nuestro reino no son carne y sangre. Sus arman consisten en
mentiras de todo tipo, mentiras elaboradas, mentiras filosóficas masivas,
mentiras malvadas que apelan al pecado de la humanidad caída, mentiras que
aumentan el orgullo humano, y mentiras que se parecen mucho a la verdad.
Nuestra única arma es la verdad de Cristo que está revelada en su Palabra.

Es un escenario escalofriante, especialmente cuando nos damos cuenta


completamente de nuestra propia máxima fragilidad, nuestra propia tendencia
a la decepción, y nuestra propia inclinación al pecado. Muy pocos podrían
calificarnos como soldados en la Guerra por la Verdad. Pero entre otras cosas:
seguimos al Jefe Supremo al cual le ha sido dada toda autoridad, señorío
absoluto, en el cielo y en la tierra (Efesios 1: 21-22). Él es la Verdad encarnada y
hemos sido llamados, santificados y preservados por Él.

En el sentido final y eterno, ningún cristiano verdadero ha sido o será jamás,


una víctima en la Guerra por la Verdad. Somos llamados, bendecidos,
santificados y mantenidos seguros, aun en medio de la creciente apostasía. Más
allá de todos los peligros de la postura de las mentiras infernales y la guerra
cósmica, estamos preservados en Cristo y tenemos garantizado el triunfo final.

La labor es intimidante. El enemigo y los peligros también. El espectáculo de


una guerra tal es aterrador. Y el precio por involucrarse es un completo
sacrificio propio, que es justo lo que cada cristiano le ofrece a Cristo por su
salvación (Lucas 9: 23-25). Pero se nos ha prometido que tal sacrificio siempre
va a valer la pena y nuestro triunfo final es también garantizado, porque
estamos “guardados en Jesucristo”.

Nosotros somos completamente inadecuados por dentro y por fuera (II


Corintios 3: 5-6). Pero Cristo es perfectamente suficiente, y estamos unidos a Él
por fe. No existe ningún motivo para el temor o la aprensión. Nuestro triunfo es
cierto finalmente, porque Cristo ya ha ganado la máxima victoria en nuestro
nombre.
Por lo tanto si usted es creyente, introdúzcase en la batalla. La apostasía está
presente en la iglesia, y probablemente empeore. Pero nosotros que creemos
en Jesucristo no tenemos nada que temer. Somos llamados, amados y
mantenidos seguros para Él, para que así podamos ser supremamente
confiables, aun en estos tiempos de duda e incertidumbre. Porque Él que es la
verdad encarnada, cuyo honor y gloria están por lo tanto en juego, es el
Comandante y nuestro Protector. Y su Palabra es un arma formidable.

Basado en un fragmento del Libro Verdad en Guerra de John MacArthur.

¿QUÉ ES LA APOSTASÍA?, John MacArthur


Publicado: abril 28, 2009 en APOSTASÍA, CRISTIANISMO EN CRISIS, FALSOS PROFETAS, JOHN
MACARTHUR

Se ha hablado bastante que uno de los síntomas del fin es la Apostasía como lo citan
las Escrituras. A lo largo de la historia, se han infiltrado lobos rapaces dispuestos a
devorar el rebaño, pero claramente dice la Palabra que aún esto es permitido para
que sea evidente quien es y quien no es parte del Reino de Dios. Aquellos que el Señor
en Su misericordia nos ha llamado para predicar Su Palabra somos agentes y
defensores de la Verdad, hombres y mujeres que hemos de permanecer atentos a que
no se pervierta el Evangelio, y confiados en el Señor, quien no permitirá que seamos
confundidos por las sutiles artimañas del maligno.

A continuación les comparto unos apartes del Libro Verdad en Guerra del Pastor
John MacArthur, a quien el Señor ha usado de manera efectiva, en la defensa y
protección de la sana doctrina:
LA APOSTASÍA, UNA AMENAZA

«La apostasía es el nombre técnico del serio error destructor del alma que se levanta
desde el seno de la iglesia. Esta palabra está muy relacionada con la palabra
griega divorcio y habla acerca del abandono, separación, defecto, la negación de la
verdad en su conjunto.

¿Puede un cristiano genuino salirse de la fe y convertirse en apóstata? No. La


Escritura es bastante clara acerca de eso. Aquellos que sí se separan de la fe, como
Judas, simplemente demuestran que nunca tuvieron una verdadera fe desde el
comienzo. «Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido
de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se
manifestase que no todos son de nosotros» (I Juan 2: 19). Jesús habló de la verdadera
oveja: «y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi
mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la
mano de mi Padre» (Juan 10: 28-29).

Sin embargo, existen montones de personas apóstatas. Desde los tiempos de Judas, ha
habido personas que profesan tener fe en Cristo, que se identificaban a sí mismas
como discípulos, pero nunca acogieron genuinamente la verdad. Ellas pueden llega
a entender la Verdad. Hasta pueden llegar a seguirla con entusiasmo por algún
tiempo. Ellas se pueden identificar con una iglesia y por lo tanto convertirse en parte
activa e integral de la comunidad cristiana terrenal. A veces se convierten en líderes
de alguna iglesia. Pero ellas nunca creen verdaderamente en la Verdad con un
corazón íntegro. Como la cizaña entre el trigo, tienen una apariencia de autenticidad
por un tiempo, pero son incapaces de producir algún fruto útil (Mateo 13: 24-30).

Por lo tanto, un apóstata es un tránsfuga de la verdad, alguien que ha conocido la


verdad, dado muestras de afirmarla, hasta quizá proclamarla en algún momento,
pero que al final la rechazó. El típico apóstata, hasta puede pretender creer la
verdad, pero en realidad se opone a ella y la quebranta. Es un traidor de la fe y un
enemigo secreto en la Guerra por la Verdad. Pero él quiere que todos piensen lo
contrario. Dado que todo lo que hacen socava la fe y corrompe la verdad, este tipo de
gente plantea un grave peligro a la fe del rebaño, más allá de que en general intentan
parecer amigables, piadosos y agradables. Es por eso que Jesús los compara con
lobos rapaces vestidos de ovejas (Mateo 7: 15).
El credo del diablo a menudo tiene unos pocos elementos de verdad elegidos
cuidadosamente en la mezcla, pero siempre diluidos y minuciosamente mezclados con
falsedades, contradicciones, representaciones erróneas, distorsiones y toda clase de
perversión imaginable de la realidad. Juntémoslos todos y el resultado, una gran
mentira.

Además de la propagación de su fraude, Satanás emplea cada agente que pueda


engañar para que sea su cómplice, demonios, incrédulos, y (lo más eficaz) personas
que realmente están de algún modo asociadas con la verdad (II Corintios 11: 13-15).

Unos pocos apóstatas son francos y agresivos en su oposición a la verdad, pero son
más sutiles que otra cosa. Estos lobos vestidos de ovejas son invariablemente
conducidos por el mal y por motivos de engrandecimiento propio, tales como el
orgullo, la rebelión, la gula, la lujuria o lo que sea (II Pedro 2: 10-19).

Otros pueden empezar de una buena forma, pero nunca superan su doble ánimo. Son
como semillas que brotan en la sombra o en terreno duro. Ellos muestran a menudo
señales de vida por un tiempo, pero finalmente, su propia mundanalidad o poca
profundidad logra que sea imposible que la Palabra de Dios forme raíces (Mateo 13:
20-22). A pesar de cualquier apariencia de vida espiritual que puedan mostrar, son
incapaces de producir verdadero fruto, y eventualmente caen. No dejemos que la
apariencia temporal de salud espiritual y vigor de principiante lo haga necio. Cuando
una persona de este estilo abandona la fe, se demuestra que él o ella nunca fue
regenerado o creyente, aún está muerto en delitos y pecados.

La apostasía puede llegar muy lejos y producir efectos desastrosos en la salud


espiritual de una congregación entera. Cuando la falsa enseñanza se torna
incuestionable, siembra más confusión y arrastra a personas que no son sinceras ni
profundas al redil.
Si no nos resistimos vigorosamente a la apostasía, se va a expandir como levadura en
los seminarios, denominaciones y otras instituciones cristianas. Así, la falsa
enseñanza ataca a la iglesia como un parásito, afectando nuestro testimonio
corporativo, inoculando a la gente en contra de la verdad real del evangelio,
proliferando a los discípulos falsos y con poco entusiasmo y llenando a la iglesia de
personas que son realmente incrédulas. Por esos motivos la apostasía se ha
apoderado de denominaciones e iglesias enteras, esto no sólo ahora, sino que ha
ocurrido a lo largo de la historia.

Obviamente, la causa de la verdad se lesiona cuando esto ocurre. La gente que acoge
la apostasía está destruida por causa de ella. La iglesia se marchita y muere a causa
de ésta».

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