Evolucion Del Hombre (Larga)
Evolucion Del Hombre (Larga)
Evolucion Del Hombre (Larga)
Hace justo 150 años que se descubrieron los primeros fósiles de humanos que acabarían siendo reconocidos como no
pertenecientes a nuestra especie. En efecto, en agosto de 1856 unos canteranos procedieron a la voladura de rocas calizas
en la cueva Feldhofer, muy cerca de Dusseldorf (Alemania), cuando observaron que entre los restos estaba la parte superior
de un cráneo (la calota o calvaria), así como restos de otras partes del esqueleto postcraneal. Los recogieron y se los
enseñaron a uno de los propietarios de la cantera, Wilhelm Beckershoff; quien, pensando que podría tratarse de huesos
fosilizados de algún oso prehistórico se los regaló a un profesor local de ciencias naturales: Johann Karl Fuhlrott. Éste
enseguida se dio cuenta de que eran humanos. Fuhlrott decidió enseñar estos restos a un reputado especialista: Hermann
Schaaffhausen (profesor de anatomía de la Universidad de Bonn). Schaaffhausen afirmó que debían pertenecer a una de las
razas humanas más antiguas. Quizás pudo ser un bárbaro que vivió en el norte de Alemania unos cuantos miles de años
atrás, antes de la llegada de las tribus celtas y germanas.
Sin embargo, hoy sabemos que, de hecho, en 1829 se habían descubierto varios restos humanos en la localidad belga de
Engis. Entre ellos había uno, Engis 2, que pertenecía a un humano del mismo tipo del hallado en la cueva Feldhofer. En
1848, en la cantera de Forbes, en Gibraltar, se encontraron más fósiles con esta morfología tan peculiar; se trataba de un
cráneo de mujer * (2) . Pero, ni el ejemplar belga, ni el de Forbes Quarry fueron reconocidos como humanos prehistóricos
distintos a nosotros. Es más, ni siquiera se publicaron trabajos sobre ellos. Y, sin embargo, Engis 2 son los primeros restos
encontrados de humanos que no son de nuestra especie, concretamente son los restos de un niño neandertal.
En 1887 el médico holandés Eugen Dubois (1858-1940) se dirigió a las Indias Orientales Holandesas (la actual Indonesia) con
la intención explícita de encontrar allí al eslabón perdido entre los humanos y los simios. Es curioso que un darwinista
convencido, como era el caso de Dubois, buscara en el sudeste asiático al missing link, cuando resulta que Darwin vaticinó
que el origen del hombre debería estar en Africa, pues era allí donde convivían los humanos con las morfologías más
parecidas: la de los grandes simios.
Después de cuatro años de búsqueda infructuosa, en 1890 encontró una calota (la bóveda craneal), y en agosto de 1891 un
fémur y una muela. Con estos ejemplares nombró una especie humana nueva a la que bautizó con los nombres:
Pithecanthropus erectus(hombre-mono erguido) y Pithecanthropus alalus (hombre-mono sin habla) * (3) . Como es natural
en ella, la comunidad científica se mostró escéptica y expresó su reticencia a admitir el estatus de espécimen intermedio
entre los humanos y los simios que Dubois le atribuía alPithecanthropus. De hecho el propio científico holandés acabó
renegando de su hallazgo. Hoy sabemos que estos restos humanos se corresponden a Homo erectus, y que tiene una
antigüedad ligeramente superior al millón de años. Durante mucho tiempo se pensó que estos humanos habían vivido
desde hacía poco más de un millón y medio de años hasta hace unos 300.000 (Zoukoudian, en China). Pero las nuevas
dataciones ofrecidas por el equipo del geocronólogo Carl Swisher, en la segunda mitad de los noventa, insisten en que el
grado erectus, pudo haber ocupado un rango cronológico que iría desde hace más de un millón setecientos mil años (1,7
Ma.) hasta unos 30.000 años (30 ky.).
1.3.- Los homínidos de África del Sur.
En 1924 unos mineros le presentaron a Raimond Dart, un anatomista australiano afincado en Sudáfrica, un fragmento de
roca que contenía el cráneo de un niño hallado en la localidad sudafricana de Taung. Como era evidente que pertenecía a
un espécimen infantil de ahí que pasara a ser conocido popularmente como: El "Niño de Taung". Dart se percató que no
pertenecía a ninguna especie humana, sino que era mucho más antiguo, y acabó atribuyéndolo a: Australopithecus
africanus (literalmente: mono austral africano o mono de Africa del Sur) * (4) . De su análisis del cráneo dedujo, por la
posición del foramen mágnum, que se trataba de un ser bípedo. El foramen mágnum es un orificio por el que se une el
cráneo con la columna vertebral y que en los seres bípedos ocupa una posición más hacia la base del cráneo, mientras que
en los cuadrúpedos, al tener la columna en posición horizontal, se sitúa más hacia la parte posterior del cráneo.
A partir de finales de los años cincuenta del siglo pasado los yacimientos tanzanos de Olduway acapararon la atención del
mundo. En efecto, en ellos se realizaron los descubrimientos más importantes de aquella época. Después de más de dos
décadas de arduo, e infructuoso trabajo, Louis y Mary Leakey encontraron en 1959 los restos de un Paranthropus
(literalmente: "al margen del hombre")boisei (nombre específico puesto así en homenaje a su mecenas) * (5) , cuya
antigüedad fue datada en 1,8 Ma..
Pocos meses después (concretamente el dos de noviembre de 1960) la fortuna volvió a sonreír a los Leakey, pues hallaron,
también en Olduway, los restos fosilizados de la especie humana más antigua encontrada hasta la fecha: Homo habilis, con
casi 2 Ma. Le llamaron así porque sus restos aparecieron cerca de unas herramientas, ciertamente, "rudimentarias", no muy
lejos de las cuales ya habían aparecido antes los boisei, pero cuya dificultad en la fabricación no casaba con el aspecto
arcaico de estos.
En los 70 la estrella fue "Lucy". Se trata de una hembra de Australopithecus afarensis (así llamada por haber sido
encontrada, en 1974, en la localidad etíope de Hadar, en el país de los Afar). Con sus 3,2 Ma. fue, en su momento, el
homínido más antiguo conocido, de ahí que sus descubridores le llamaran la "madre de la humanidad". La reconstrucción
de su cadera, así como otros detalles (tales como la forma del cuello del fémur o los huesos de los pies) permitió determinar
que ya era un ser claramente bípedo. La buena fortuna ha querido que se pudiera encontrar más de la mitad de su
esqueleto. Un año más tarde se encontraron restos de once afarensis más, grupo coloquialmente conocido como: "la
primera familia" * (6) . Lamentablemente la guerra que se desató a partir de 1976 entre Somalia y Etiopía, y que tuvo como
escenario el desierto etíope de Ogadén, cuyas estribaciones occidentales no están muy lejos de Hadar, impidió que el
equipo de investigación que trabajaba en aquella zona (y que estaba dirigido por Donald Johanson, Tim D. White e Yves
Coppens) no pudiera volver a trabajar hasta pasado un buen tiempo.
A finales de la década de los setenta el árbol genealógico de la evolución humana era muy simple: Australopithecus
afarensis era el homínido más antiguo que se conocía y habría dado lugar a africanus por un lado (que habría generado a los
Paranthropus, una rama evolutiva extinta) y a Homo habilis por otro; éste habría generado a Homo erectus que habría dado
lugar a los neandertales por un lado (que se habrían extinguido sin dejar descendencia) y a nosotros: los Homo sapiens. Y ya
está. Esto era todo. Así de sencillo. Pero la misteriosa trama de la evolución human guardaba muchísimas sorpresas a los
investigadores. Sorpresas que no tardarían en ir apareciendo.
Los noventa marcaron un nuevo impulso en los trabajos paleoantropológicos. En efecto, la paz entre Etiopía y Somalia
permitió el regreso de los investigadores a aquél país y los frutos no tardaron en aparecer. El 17 de diciembre de 1992 el
equipo codirigido por Tim D. White (el paleontólogo estrella de esta década gracias a sus excepcionales descubrimientos)
Gen Suwa y Berhane Asfaw, encontró un diente de homínido en un yacimiento, Aramis, del curso medio del río Awash en
Etiopía. Posteriormente hallaron medio centenar de fósiles de homínido, pertenecientes a un número mínimo de 17
individuos, mezclados con 600 restos de otros animales. Como los huesos de los homínidos presentaban numerosas
fracturas cabe suponer que fueron el festín de grandes carnívoros.
Los restos tenían una antigüedad de 4,4 Ma. la evidencia más antigua que se tenía de la existencia de homínidos.
Inicialmente se les asignó al clado Australopithecus ramidus * (7) . Sin embargo presentaba un conjunto de características:
grandes caninos y un fino esmalte dental, los homínidos tienen caninos pequeños y un esmalte dental grueso, así como la
forma del cráneo que les asemejaban más a los chimpancés que a Lucy. Esto hacía sospechar a los investigadores que no se
trataba de una simple especie más de australopiteco. Sin embargo no parecía ser un antropoide. Como señaló Berhane
Asfaw, esta especie ya se había separado de los grandes simios y había comenzado a evolucionar hacia lo que serían los
humanos. Por esto, en 1995 le cambiaron el nombre y crearon un nuevo género para estos fósiles: Ardipithecus ramidus.
Ardipitecus significa "primate del suelo" y ramidus "raíz", resaltando así que sus descubridores consideraban que se hallaba
en la base o raíz del árbol genealógico de los homínidos.
El siguiente homínido que irrumpió en los noventa fue Abel. Con 3,5 Ma. sorprendió a toda la comunidad científica por
tratarse de un ejemplar de Australopithecus encontrado en la localidad chadiana de Bahr el Ghazal. Por este motivo el
director del equipo que lo descubrió, Michel Brunet (director del laboratorio de paleontología humana de la Universidad de
Poitiers, Francia), decidió englobarlo en un nuevo género de australopitecino que llamó: Australopithecus bahreghazali *
(8) . Abel fue hallado en 1995 y dado a conocer en 1996. Aunque sólo se trata de una mandíbula que incluye siete dientes y
pese a que hay quienes no aceptan que se trate de una especie propia de australopiteco sino que consideran que debió ser
una variante local de Australopithecus afarensis, Abel presenta el dato sorprendente de haber sido encontrado a 2400 km al
oeste de las zonas habituales de Etiopía y Kenya en las que venían hallándose los ejemplares de australopiteco del Africa
centro oriental. Tanto si Abel es un bahrelghazali como si es un afarensis su hallazgo demuestra que hace tres millones y
medio de años los australopitecos habían experimentado una radiación, probablemente a partir de África centro oriental,
que les había llevado a superar la barrera geográfica que representa el Valle del Rift y se habían extendido, por lo menos,
hasta los actuales territorios del Chad. A raíz del hallazgo de Abel surgieron dudas sobre hipótesis sobre el origen local de
los Australopithecus.
3.3.- El australopiteco del Lago Turkana.
En 1995 se dio a conocer el descubrimiento de una nueva especie de australopiteco: A. anamensis * (9) que, con sus 4,2
Ma. de antigüedad es, a día de hoy, el ejemplar más antiguo de este género de homínidos. Sus restos fueron encontrados
en Kanapoi y Allia Bay, ambos a orillas del Lago Turkana. Allí, el equipo dirigido por Meave Leakey (directora de la división
de paleontología de los Museos Nacionales de Kenia, en Nairobi) y Allan Walker (profesor de antropología y biología en la
Universidad estatal de Pennsylvania, EEUU.) encontrarían una mandíbula con claros rasgos arcaicos que acerca a anamensis
a los chimpancés, pues dicha mandíbula tiene tendencia a parecer una U, como la de los simios citados, mientras que la
humana tiene forma de V.
Sin embargo, la tibia que se halló aleja a anamensis de los chimpancés. En efecto, la tibia de estos tiene una forma de "T".
En cambio la tibia de anamensis, al igual que la de los humanos, se ensancha en la parte superior del hueso a fin de albergar
una mayor cantidad de tejido esponjoso, cuya finalidad es absorber el esfuerzo del desplazamiento bípedo. De hecho la
tibia de anamensis guarda una gran similitud con la de los afarensis, sólo que es la friolera de un millón de años más
antigua.
El último australopiteco que se ha incorporado, de momento, a la familia de los homínidos es garhi. En 1997 el equipo de
Tim D. White y Berhane Asfaw encontró (en el yacimiento de Hata beds, en la localidad de Bouri) en el curso medio del río
Awash (cerca de donde fueron hallados los restos de ramidus) un cráneo de 2,5 Ma. Su volumen endocraneal es de 450 cc.,
nada mal para ser un australopitecino de esa antigüedad. Sus dientes eran parecidos a los de los primeros seres humanos,
que tienen una edad similar, pero la mitad inferior de su cara es prominente como la de los grandes simios, guardando un
gran parecido con la de afarensis. Su cráneo es tan extraño que ha llevado a sus descubridores a bautizar con el nombre de
garhi a esta nueva especie de australopiteco. Garhi significa "sorpresa" en afar. El descubrimiento fue dado a conocer en
1999 * (12) .
Pero la sorpresa más grande de garhi es que apareció relativamente cerca de unos restos fósiles de caballo, antílopes y
otros animales, que mostraban trazas en sus huesos propias de las marcas que deja una herramienta lítica cuando descarna
el hueso. Una mandíbula de antílope tiene unas marcas que sugiere que fueron hechas cuando se le extrajo la lengua. Uno
de los huesos de un antílope fue abierto por los extremos probablemente con la finalidad de extraerle el tuétano, una de las
partes más nutrientes. De confirmarse estos datos se tratarían de pruebas de consumo de carne por parte de los
australopitecos. Pero, y esto es lo más importante, también confirmaría que usaban herramientas de piedra, y la pregunta
lógica sería plantearse si también las producían.
Durante la década de los noventa en España se produjeron descubrimientos muy importantes. Uno de los que merece
mayor atención es la propuesta de una nueva especie humana, por parte del equipo de Atapuerca. En efecto: el 8 de julio
de 1994, la paleontóloga Aurora Martín descubrió un diente humano en el nivel TD 6 del yacimiento de la Gran Dolina
(desde entonces el lugar en el que apareció se llama Estrato Aurora). El diente tenía una antigüedad que rondaba los
800.000 años y era, por entontes, el resto humano más antiguo hallado en Europa. Aquella mañana, en medio de una gran
excitación, aparecieron más fósiles humanos pertenecientes a un número mínimo de seis individuos. Dos murieron con tres
o cuatro años. Otro lo hizo cuando tenía entre 9 y 11. Otro tendría unos 13 o 14 años cuando falleció y dos tenían menos de
20 años en el momento de su óbito. Pero... ¿Cuál fue la causa de su muerte? Atapuerca guardaba una gran sorpresa: las
marcas de origen antrópico (es decir: provocadas por otros humanos) que aparecían en sus huesos sugerían que eran las
víctimas de un holocausto caníbal, el más antiguo conocido hasta la fecha. ¿Por qué se los comieron? ¿Lo hicieron por
motivos "religioso", digamos que, por ejemplo, para conservar en ellos a sus espíritus? ¿O más bien se trató de un acto de
antropofagia por pura y simple hambruna? ¿O quizás fue por causas higiénicas, tales como evitar la descomposición de los
cadáveres y de paso evitar que acudieran grandes predadores? Y... ¿Quiénes se los comieron? ¿Miembros de la misma
especie o humanos de una especie distinta? De momento no se pueden responder a todas las preguntas, pero el hecho de
que estos huesos humanos fueran tratados del mismo modo que los demás animales (de hecho aparecieron mezclados
entre ellos) apunta a la idea de que estos humanos fueron un alimento más en la dieta de quienes se los comieron.
Lo que sí parece estar más sólidamente fundamentado es que estos antecessor serían los predecesores directos de los
humanos hallados en la Sima de los Huesos, a pocos metros de la Gran Dolina: los Homo heidelberguensis; quienes, a su
vez, habrían dado lugar a los neandertales.
Era totalmente necesario explicar brevemente cuáles habían sido algunos de los grandes descubrimientos de la
paleontología humana para poder entender el valor y el significado de los grandes descubrimientos que se ha realizado en
los últimos seis años.
El homínido más antiguo era Ardipithecus ramidus y tenía 4,4 Ma. (Etiopía), y sobre él planeaba (y todavía lo hace) la
incógnita de si era bípedo o no. Después teníamos a Australopithecus anamensis con 4,2 (Kenya) y la duda de si era un
descendiente de ramidus. Después venía A. afarensis (Lucy) con una antigüedad comprendida entre 3 y 3,9 Ma.
Ignorándose su ascendencia y afirmándose que había dado lugar a los A. africanus por una parte * (15) (y estos a los
Paranthropus) y a los Homo por otra. A su vez Homo contaba un dos especies de protohumanos: habilis y rudolfensis que
habrían dado lugar a ergaster (el Homo erectus africano) y erectus (la versión asiática deergaster). Heidelbergensis habría
surgido de erectus (o antecessor) y habría sido el ancestro de neanderthalensis, que habrían acabado extinguiéndose sin
descendencia. Nosotros, los Homo sapiens, habríamos surgido de alguna variante africana de erectus (por ejemploHomo
rhodesiensis, del que no hemos hablado aquí, y que está representado por el cráneo de Kabwe, la antigua Broken Hill, en
Zambia).
Este era, grosso modo, el panorama a finales del siglo pasado. Pero a comienzos de éste ha habido cambios substanciales y
descubrimientos realmente asombrosos. Tanto por el número como por su significado y trascendencia.
Diversos avatares que no vienen la caso * (16) impidieron que Pickford pudiera volver a trabajar allí hasta el otoño del año
2000. El trece de octubre de ese año la fortuna le sonreía al equipo. Uno de sus miembros, Evalyne Kiptalan descubría una
falange de la mano en el yacimiento de Kapcheberek. Hubo que esperar hasta el mes siguiente para que aparecieran unos
cuantos fósiles más. El día cuatro de noviembre el propio Pickford descubría un fragmento de fémur en el yacimiento de
Kapsomin. Al día siguiente, y en el mismo yacimiento, Senut encontraba una diáfasis humeral derecha y Dominique
Gommery otro fragmento de fémur proximal. Durante el resto del mes fueron apareciendo más fósiles. En total son catorce
piezas que representan un número mínimo de seis individuos, ignorándose si se trataban de machos o hembras. Lo que sí se
sabe es que uno de ellos debía de ser un niño muy pequeño, puesto que se ha hallado un diente de leche. Otro individuo
debía de medir alrededor de un metro y cuarenta centímetros, pesando unos cincuenta kilogramos.
Como fue descubierto justo antes del cambio del milenio sus descubridores decidieron llamarle: Millenium man y también
Millenium ancestor (ancestro del milenio). Sin embargo en febrero del 2001, cuando se presentó el resultado oficial del
estudio de dichos restos * (17) decidieron cambiar el nombre de este espécimen por el de: Orrorin tugenensis. El nombre
genérico, Orrorin, significa, en lengua tugen, "Hombre original"; por su parte el nombre específico, tugenensis hace
referencia al lugar donde se han encontrado sus restos: las Colinas de Tugen.
Los partidarios de considerar a Ardipithecus como el primer homínido sostienen que no está suficientemente
demostrado que Orrorin sea un homínido, afirmando que podría tratarse de uno de los últimos hominoideos del
Mioceno o incluso pudiera ser el último antepasado común a homínidos y antropomorfos. ¿Cuál es el auténtico estatus
de Orrorin? De momento tal vez sea demasiado pronto para determinarlo, pero muy bien pudiéramos estas sino ante el
primer homínido al menos sí ante uno de los primeros * (20) .
Pocos meses después del anuncio del descubrimiento de Orrorin tugenensis, Yohannes Haile-Selassié daba a conocer * (21)
el descubrimiento de nuevos restos fósiles asignables al género Ardipithecus. Estos fósiles incluyen una mandíbula con
dientes, huesos de la mano y el pie, fragmentos del brazo y parte de la mandíbula, pertenecientes a un nmi 5. El tamaño del
maxilar inferior y el de algunos huesos sugiere que su estatura debía ser como la de un chimpancé actual. En primer lugar se
asignaron a una subespecie de ardipiteco:Ardipithecus ramidus kadabba (esto significa que los restos de ardipiteco de 4,4
Ma. hallados en los noventa y de los que hablamos antes, deberían ser englobados en la subespecie: Ardipithecus ramidus
ramidus), afirmando que tienen una antigüedad comprendida entre 5,2 y 5,8 Ma. Esta última cifra acerca a ramidus
kadabba a una antigüedad muy próxima a la de Orrorin (recordemos que la antigüedad de los restos de este género de
homínido está comprendida entre los 5,8 Ma. y los 6 Ma.) Este dato, relacionándolo con otro relativo a la dentición será
muy interesante para aventurar una hipótesis que comentaremos más adelante: que, en opinión del equipo liderado por
Tim D. White. Orrorin, Ardipithecus y Sahelanthropus podrían ser miembros del mismo género.
La persistencia de rasgos arcaicos en la dentición y la parte posterior del cráneo indican que ramidus estuvo
filogenéticamente cerca del antepasado común a homínidos y chimpancés. Kadabba en lengua Afar significa: "Ancestro
familiar basal" y, por consiguiente, hace referencia al convencimiento que tienen sus descubridores de que los ardipitecos
se hallan en la base del árbol genealógico de los humanos.
Tres años más tarde, en el 2004 se publicó un nuevo estudio * (22) que incluía la presentación de más fósiles (esta vez
procedentes del yacimiento de Asa Koma3) y concluía con la necesidad de elevar a rango de especie propia a los restos de
A. r. kadabba. De este modo ahora se ha de distinguir entre: Ardipithecus ramidus y Ardipithecus kadabba.
En julio del 2002, justo un años después del anuncio del descubrimiento de más restos fosilizados de Ardipithecus, Michel
Brunet (el descubridor de Australopithecus bahreghazali) junto a sus colaboradores de la Mission Paleoanthroplogique
Franco-Tchadienne (MPFT), anunciaba * (24) el descubrimiento de unos restos fósiles que podían tener una antigüedad
cercana a los 7 ma. Sus descubridores los atribuían a un nuevo género y a una nueva especie de homínidos: Sahelanthropus
tchadensis; el nombre genérico hace referencia a la región africana de Sahel, que bordea el Sahara meridional, y en cuyo
lugar se han encontrado los fósiles. El nombre específico es un tributo al país en el que se han hallado.
Si se confirman estos datos (la antigüedad y el estatus de homínido de Sahelanthropus) estaríamos ante los restos fósiles
más antiguos de la familia homínida; adentrándonos, por fin, en uno de los momentos más importantes de la historia de la
evolución humana: el periodo de la divergencia de los chimpancés y los homínidos de su tronco común.
Los hallazgos se efectuaron en julio del 2001 y consisten en un cráneo casi completo, dos fragmentos de mandíbulas y tres
dientes. Se cree que estos restos corresponden a un nmi. 5 (un número mínimo de cinco individuos).
Para poder clasificar a Toumaï dentro de la familia homínida resulta de importancia capital el poder determinar si ya era
bípedo. Como no se han encontrado huesos de ninguna de las partes del cuerpo que pueda dar pistas claras (pies, manos,
brazos, piernas o cadera), resulta imposible poder afirmar la bipedia de Sahelanthropus. Para colmo, la posición del
foramen magnum (orificio en el cual se produce la inserción de la espina dorsal en el cráneo, que en los seres bípedos se
halla en el basicráneo y en los cuadrúpedos en la parte posterior del cráneo) no despeja las incógnitas. Empero, sus
descubridores no descartan que tchadensis ya fuera un ser bípedo.
En marzo de 2001 la prestigiosa paleoantropóloga Meave Leakey (directora de la división de paleontología de los Museos
nacionales de Kenia en Nairobi) presentaba junto a Fred Spoor (del Departamento de Anatomía y desarrollo biológico del
University College of London) los fósiles pertenecientes a un nuevo género y a una nueva especie de homínidos:
Kenyanthropus platyops * (43) (que literalmente significa: "Hombre keniata de cara plana"). El nombre genérico:
Kenyanthropus, es un tributo de reconocimiento a la importancia del papel que ha jugado Kenia en la comprensión de la
evolución humana gracias a las numerosas especies y géneros de homínidos y hominoideos descubiertos en este país. El
nombre específico: platyops procede de dos palabras griegas: platus y opsis que significan, respectivamente, plano y cara,
haciendo referencia a una de las características principales de este cráneo: una cara aplanada. El nombre genérico induce
un tanto a error porque los propios autores reconocen que no se trata de un miembro del género Homo (el que incluye a
todas las especies humanas), ni tampoco coincide con la morfología de los australopitecos. Así que se vieron abocados a
tener que crear un nuevo género. Descartada la hipótesis de que sea un antepasado directo del hombre, se piensa que se
trata de una rama lateral (con relación a los humanos, claro está) extinta del árbol genealógico de los homínidos.
El holotipo es un cráneo catalogado bajo las siglas: KNM-WT 40000 * (44). El cráneo fue hallado por Justus Erus en la
Formación Nachukui, a orillas del río Lomekwi (Kenia noroccidental). Entre 1998 y 1999 se recuperaron numerosos fósiles
pertenecientes a 30 individuos, con una antigüedad que oscilaría entre 3,2 y 3,5 ma.; es decir, eran contemporáneos de
Lucy. Sin duda el descubrimiento de Kenyanthropusda que hablar, entre otras razones por los retoques del árbol
genealógico que proponen sus descubridores. De momento sugieren queHomo rudolfensis, considerado hasta ahora uno de
los primeros seres humanos, pase a ser catalogado como una especie de este nuevo género. Como era de prever se trata de
una propuesta que, al menos inicialmente, no ha sido bien acogida por la mayoría de la comunidad científica. No resulta
fácil de aceptar que alguien que ha sido considerado un ser humano durante décadas vaya a parar a un género de
homínidos no humanos.
Como ya vimos anteriormente, al hablar de Eugen Dubois, durante el último cuarto del siglo XIX se pensaba que el origen de
la humanidad podía estar en Asia. El descubrimiento del Pithecanthropus erectus parecía corroborarlo. Pero, a partir de la
segunda mitad del siglo XX estaba claro que Africa parecía ser la cuna de la humanidad. De allí procedían los australopitecos
y los parántropos, así como los primeros humanos. De este modo se fue gestando la idea de que los ejemplares de Java
eran los descendientes de unos Homo erectusque debieron de abandonar África hace poco más de un millón y medio de
años pertrechados de una tecnología suficientemente avanzada como para poder permitir la supervivencia durante la
travesía que separa África de Indonesia y dotados de unos cerebros grandes que debían cubicar en torno a los 1000 cc. El
yacimiento de Tel Ubeidiya, en Israel, testifica que los humanos pasaron por allí hace un millón cuatrocientos mil años. Sin
embargo un yacimiento caucasiano iba a hacer tambalear, muy lentamente eso sí, todas las ideas clásicas sobre el primer
éxodo humano fuera de Africa.
El 31 de mayo de 1999, en el nivel V, se encontró el primer cráneo humano de Dmanisi (D-2.280). El 22 de julio apareció el
segundo (D-2.282). Lo primero que sorprendió fue su reducida capacidad craneana: 780 cc. para el primero y 650 cc. para el
segundo, algo que daba por tierra con la idea de que los primeros humanos que salieron de Africa estaban provistos de un
cerebro voluminoso. Concretamente D-2.282, con sus 650 cc. estaba netamente por debajo de los umbrales inferiores de
Homo ergaster y de lleno en medio del rango de Homo habilis.
El 26 de septiembre del año 2000, y cuando la campaña ya había acabado, Gocha Kiladze vuelve al yacimiento para
acompañar a David Lordkipanidze, Henry de Lumley y Christophe Falguères para tomar unas muestras de las cenizas
volcánicas del nivel VI. No acuden al mismo sector en el que habían trabajado en verano, pues está sellado, sino que lo
hacen en un corte próximo a él, a 13m.. Allí aparecerá la segunda mandíbula, D-2.600. El 24 de agosto de 2001 encuentran
el tercer cráneo: D-2.700. Su capacidad es todavía más pequeña que la de los dos anteriores: 600 cc. A finales de agosto de
2002 Slava Ediberidze encuentra un cuarto cráneo: D-3.444, que también tiene una capacidad endocraneal muy baja: 650
cc.
Pero Dmanisi guardaba otra gran sorpresa. La depararía la cuarta mandíbula hallada en agosto de 2003: ¡No tenía dientes!
Pertenece a un adulto que los había perdido muchos años antes de morir. ¿Cómo pudo sobrevivir? Indudablemente gracias
al cuidado de los demás miembros del grupo que, incluso, es muy probable que le masticaran los alimentos para que
pudiera tragarlos. De confirmarse que los humanos de Dmanisi habían cuidado a este anciano estaríamos ante el acto de
solidaridad humana más antiguo conocido hasta la fecha.
Debido al tamaño de los cráneos y algunas de las características físicas tan arcaicas que presentaban se decidió englobarlos
en una nueva especie: Homo georgicus * (45) , intermedia entre Homo habilis y Homo ergaster/erectus * (46) . Dmanisi es
un yacimiento en el que se está realizando un trabajo de investigación en un área de cien metros cuadrados, pero se supone
que tiene una riqueza potencial de once mil metros cuadrados (¡cien veces más de lo que se ha trabajado hasta la fecha!).
No es de extrañar, pues, que Dmanisi sea un yacimiento del que debamos estar muy atentos, pues, con toda seguridad, aún
guarda grandes sorpresas por descubrir.
Siempre ha sido un gran enigma saber cuáles fueron nuestros antepasados directos más antiguos. A finales de la década de
los sesenta del siglo XIX se suponía que, con sus poco más de treinta mil años, eran los cromañones. Pero en los años treinta
del siglo XX se descubrió en Israel (cueva de Mugharet et-Skhul o en la cueva de Djebel Qafzeh) restos de humanos
anatómicamente modernos (morfológicamente similares a nosotros aunque con ligeros rasgos arcaicos) con 90.000 años de
antigüedad. Los estudios genéticos que se irían desarrollando durante la década de los ochenta acabaron por sugerir que
nuestro origen estaba en África y que debía tener entre 150.000 y 200.000 años. Aunque hubo una fuerte polémica los
numerosísimos estudios que se hicieron durante los noventa no dejaban de confirmar estos datos. Pero no había pruebas
físicas. Finalmente, en el 2003, se darían a conocer.
En efecto, el 12 de junio de 2003 el inefable Tim D. White anunció que su equipo había descubierto (en 1997) en la localidad
Etíope de Herto (en el curso medio del río Awash) * (47) los restos humanos de Homo sapiens más antiguos conocidos hasta
la fecha. White los ha asignado a una subespecie de nuestro género: Homo sapiens idaltu. Este último nombre significa
"anciano" en amhárico, una lengua de origen semítico hablada en el norte y el centro de Etiopía. Los restos tienen entre
155.000 y 160.000 años * (48) , y son, por tanto más antiguos que los encontrados en la desembocadura del río Klasies
(Klasies river Mouth, en Sudáfrica), y que podrían tener un edad máxima de 120.000 años.
4.8.- Nuestros antepasados directos más antiguos II. Los cráneos de Omo Kibish.
Un año y medio después del anuncio de la existencia de los fósiles de Herto saltó a la palestra una nueva noticia sobre
quiénes podrían ser los fósiles de humanos de nuestra especie más antiguos.
En 1967 un equipo de investigación dirigido por un joven Richard Leakey (el mismo que lideraba el equipo que encontró el
esqueleto del Niño de Nariokotome o Turkana Boy) halló dos cráneos de Homo sapiens en la Formación Kibish a orillas del
río Omo, en Etiopía (y situada unos centenares de kilómetros al sur de Herto).
Pronto surgieron dos problemas relacionados con estos cráneos. Por una parte, Omo I presentaba rasgos notoriamente más
modernos; y, por otro lado, estaba la cuestión de la datación. Primero se supuso que tenían unos 130.000 años de
antigüedad, algo de por sí ya muy notorio. Posteriormente se afirmó que podrían tener hasta 160.000 (la misma antigüedad
que los restos de Herto). Pero en febrero de 2005 Ian McDougall (de la Universidad Nacional de Australia, en Canberra),
Francis Brown (de la Universidad de Utah) y John Fleagle (de la Universidad de Stony Brook, en Nueva York) publicaron un
artículo en la revista Nature * (49) en el que afirmaban que la nueva datación de los dos cráneos (técnicamente conocidos
como Omo I y Omo II, y de constitución anatómicamente moderna) les atribuye una edad de 195.000 años.
A finales de octubre del año 2004, Mike Morwood y Peter Brown daban a conocer al mundo la existencia de una nueva
especie humana:Homo floresiensis * (51). La noticia causó una gran admiración en el campo de la paleontología humana y
fue catalogada por la revistaScience como el descubrimiento del año. Se trataba de un homínido con poco más de un metro
de altura y un cerebro asombrosamente pequeño (entonces se le calculaba un volumen endocraneal de 380 cc., similar al
de un chimpancé). Se le atribuía la fabricación de herramientas del tipo musteriense (el mismo que habían utilizado los
neandertales y los sapiens de hace más de 50.000 años). Según Morwood y Brown descendería de Homo erectus y habría
evolucionado hacia su peculiar morfología debido al aislamiento geográfico, extinguiéndose hace unos 18.000 años.
Después de una viva polémica, sus descubridores, en colaboración con la paleoantropóloga Dean Falk y el radiólogo Charles
Hildebolt, publicaron los resultados de su estudio del cráneo LB1 (las siglas hacen referencia al yacimiento en el que fue
encontrado: la cueva de Liang Bua) * (52). El nuevo volumen que se le asigna ahora al cerebro es de 417 cc. * (53) , dato
que le incluye dentro de los parámetros asignados a los Australopithecus gráciles, tipo Lucy, de hace 3 millones de años. Sin
embargo lo que más le ha llamado la atención a Falk ha sido, no tanto el volumen, como la estructura del cerebro: un
tamaño propio de un australopiteco pero con una estructuración claramente humana. El cerebro no fosiliza, pero deja unas
marcas inequívocas en la pared interna del cráneo (el endocráneo). El estudio del endocráneo del homínido de Liang Bua ha
revelado que tenía muy desarrollados los lóbulos temporales (zonas que en nuestro género están asociadas a la
comprensión del lenguaje, en ellas se hallan el área de Wernicke y el área de Broca) y el lóbulo frontal (zona asociada al
control de las habilidades racionales y al de la planificación del futuro). Estos datos permiten especular con la posibilidad,
pues se trata sólo de una hipótesis, de que Homo floresiensis fuera capaz de planificar acciones futuras complejas, así como
de dominar alguna forma de lenguaje hablado.
Las conclusiones que sacan Morwood y Brown a partir de los nuevos hallazgos son contundentes. Las pruebas se acumulan
a favor de la tesis de que estamos ante una nueva especie humana que logró sobrevivir hasta hace apenas 12.000 años. Los
hombres de Flores eran humanos que no pertenecían a nuestra especie. El hecho de que todos los huesos encontrados
tengan dimensiones proporcionalmente pequeñas demuestra que Hobbit, la hembra hallada hace dos años, no era una
mujer enana, sino que estamos ante una especie humana realmente distinta a la nuestra; y que presenta, como
característica morfológica más relevante una estatura diminuta. Como es lógico, la duplicación de huesos fósiles refuerza la
idea de que floresiensis se corresponda a una población de humanos diminutos específicamente distinta de cualquier otro
tipo humano, descartándose así la posibilidad de que el esqueleto de LB1 se correspondiera a un individuo afectado por una
patología o que fuera alguna forma anatómicamente aberrante de sapiens. Entre los nuevos descubrimientos anunciados se
encuentra una tibia que sugiere que el individuo al que pertenecía no medía más de 106 cm., de momento el floresiensis
más alto encontrado. Además, el análisis tridimensional del cráneo de LB1 ha revelado que no tiene la estructura
endocraneal de un microencefálico (enfermedad que se da entre algunas personas de nuestra especie y que consiste en
tener un cerebro anormalmente pequeño), sino que manifiesta una estructura endocraneal normal sólo que con
dimensiones muy diminutas.
A principios de marzo de 2005 Yohannes Haile-Selassié anunció que su equipo había hallado restos de homínidos con 4
millones de años de antigüedad que ya eran bípedos, pero aún no pueden ser asignados a ningún género ni a ninguna
especie.El descubrimiento fue dado a conocer en rueda de prensa el 4 de marzo del 2005. Todavía se han de publicar los
estudios de estos restos. Nature se hizo eco de la noticia en una breve nota firmada por Rex Dalton * (60) .
Lo que sí es seguro es que el equipo de Tim D. White (uno de los paleoantropólogos de mayor prestigio y fama mundial)
había descubierto nuevos fósiles de anamensis en la localidad etíope de Assa Isse. Lo anunciaba el trece de abril en un
artículo publicado en Nature * (61). Se trata de unos 30 fósiles pertenecientes a un número mínimo de 8 individuos. Los
restos has sido encontrados en el yacimiento etiope de Asa Isse (que significa "Cerro rojo" en lengua afar) se han asignado
al género y a la especie: Australopithecus anamensis, estimándoles una antigüedad de entre 4,1 y 4,2 millones de años.
Entre los restos hallado se incluyen dientes (entre los que figura el mayor canino de homínido descubierto hasta la fecha, su
gran tamaño le aproxima al rango típico de los simios y es un signo propio de un carácter arcaico, lógico si tenemos en
cuenta que estamos hablando de la especie más antigua de australopiteco conocida hasta la fecha) parte de un fémur,
algunos huesos de la mano y el pie. Parte de ellos se encontraron en 1994 y otros aparecieron en diciembre de 2005.
En estos últimos años se han hecho muchos otros grandes descubrimientos (como es el caso, por ejemplo, del hominoideo
miocénico:Pierolapithecus catalaunicus * (64) ) aparte de los que hemos citado aquí. Pero no se trata de hacer una lista
exhaustiva de los mismos que, afortunadamente, haría tremendamente extensa esta exposición. Sin embargo no queremos
acabar sin hacer una mención a la importancia que han tenido los estudios genéticos en el campo de la evolución humana
realizados en los últimos quince años. Y deseamos acabar así por varias razones. En primer lugar porque los estudios
genéticos aplicados a la paleontología humana están resultando ser una de las grandes herramientas para comprender la
evolución humana en los últimos 150.000 años. En segundo lugar porque este mismo mes de mayo de 2006 el
paleogenetista más famoso del mundo: Svante Pääbo, ha anunciado que su equipo ha logrado secuenciar, por vez primera
en la historia, ADN nuclear de neandertal, algo extremadamente dificilísimo y que dará muchísimo de que hablar en los
próximos años * (65). En tercer lugar porque empezábamos esta conferencia hablando de los neandertales, de cómo ellos
(su descubrimiento) brindaban la oportunidad de que naciera la ciencia de la paleontología humana y como ahora, justo
cuando se cumplen los 150 años de su descubrimiento, vuelven a ser protagonistas gracias a la secuenciación de un
fragmento de su ADN nuclear. De esta forma damos un tono circular a nuestra exposición. Tono circular que, tal como
expondremos en nuestras conclusiones, en realidad acabará siendo una espiral ascendente.
Hace ahora 150 años, en agosto de 1856, se descubrían en Alemania los restos fosilizados de los primeros seres humanos
que acabarían, pocos años después, siendo reconocidos como los primeros humanos distintos a nuestra especie. Habían
nacido para la ciencia el Hombre de Neandertal y con él la ciencia de la evolución humana.
La pregunta que surgió a continuación era evidente: ¿Podían ser, aquellos seres de morfología tan primitiva, nuestros
antepasados? La polémica en torno a este punto duró más de un siglo, basándose exclusivamente en datos procedentes del
registro paleontológico y del arqueológico. En 1997 se incorporaba una nueva y poderosísima herramienta al debate: la
secuenciación de ADN mitocondrial. Las conclusiones de ese estudio y las de casi todos los que se han realizado hasta día de
hoy son las mismas: casi todos los análisis genéticos de ADN mitocondrial de neandertal apuntan a que estos no fueron
antepasados directos nuestros. Dicho con otras palabras: no fueron nuestros hermanos; sino, acaso, nuestros primos
hermanos. Los estudios genéticos de ADN mitocondrial realizados hasta la fecha sugieren mayoritariamente que los
humanos actuales procedemos de un grupo de humanos que vivieron en Africa hace entre 150.000 y 200.000 años y que
desde allí se expandieron por el resto del mundo sustituyendo a las poblaciones de humanos que se encontraban por el
camino (Hipótesis Out of Africa o Arca de Noé), frente a quienes creen que la humanidad actual ha surgido de la evolución
de las diversas poblaciones que había antaño esparcidas por el Viejo Continente y por Asia y Africa (Hipótesis Multiregional
o del Candelabro).
En cualquier caso, los multiregionalistas sostenían que los partidarios del origen africano de todos los humanos actuales (los
africanistas) no podrían presentar como concluyentes sus hipótesis hasta que se secuencia ADN nuclear de neandertales
(por las razones que veremos más adelante). Pero este parecer no es reconocido solamente por lo multiregionalistas (una
franca minoría entre los estudiosos de la evolución humana); los africanistas también lo admiten. Tal es el caso de Ayala y
Cela Conde quienes dicen bien claramente que: "Sólo el estudio del ADN nuclear de neandertales hará posible obtener
respuestas concluyentes en este terreno" * (66). Escritas en 2001, estas palabras ven hoy como esto empieza a ser un hecho
real.