El Sueño de Existir POEMARIO

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EL SUEÑO DE

EXISTIR
POEMAS
Primera edición 2010

D.R. © Odymar Varela Barraza

Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta
obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el
tratamiento informático, la fotocopia, o la grabación sin previa autorización por escrito
del autor y de la oficina de Derechos de autor de Colombia.

ISBN 978-958-46-4939-3
Déposito legal

Copyright © 2011 Odymar Varela Barraza


All rights reserved.

ODYMAR VARELA BARRAZA


a Roberto Varela Carvajal – In memoriam
a la belleza de los días de tu vida
a tu escepticismo, a tu gran amor
a la verdad que me enseñaste
a la dignidad que te permitió
negarte a ser un hombre entre los hombres
en la pequeñez de este mundo, que agoniza
y que ha quedado sin ti.
AGRADECIMIENTOS

Les dedico este libro en compensación a esos espíritus de hierro por


acompañarme en el proceso de la creación.

A Ginna, que fijo su amor a este poeta.


Si un poeta se enamora de ti…Tendrás que acostumbrarte a su torpeza, si
un poeta te ama de verdad tendrás que acostumbrarte a ser poema

1
PROLOGO

ESTE LIBRO NO TIENE PROLOGO

3
AL PIE DE MI SILENCIO
“toma de mi boca
lo único puro
el silencio”
…..Marta Cwielong

5
EL SUEÑO DE EXISTIR

Exiliado

Al principio la soledad es solo un duende.

Su imaginario ser no habita los caparazones


de la muchedumbre ni conoce el libre juego
de los estetas.

Como en un río imperecedero


mis brazos innobles
mueven lentamente sus aspas,
se avían igual que descuidadas libélulas
sobre el fluido constante de un rumor cristalino.

Ríen los miembros cuando una voz imperiosa


maldice la virtud de los horizontes prohibidos,
cuando la visión de la isla es otra isla encendida,
cuando los párpados no hablan otro idioma que el frío.

Y, sin embargo, hay letras de arrugado frenesí


y locuras que mienten bajo un sol sin héroes.

Desde aquí
veo la fauna agreste, la tierra calcinada,
los acantilados como rostros seculares
de un armazón perdido.

Mientras, son las palabras el refugio de la noche

Habitante de mis dudas, callo como un muerto


que ha conocido al fin su paraíso.

7
Odymar Varela B.

La casa desvencijada

El rostro del edificio es un pendiente


roto. Su forma de tocado ambiguo
puebla el aire. ¿Qué color yace en
sus maderas heridas por la luz?
Dentro, la geometría del absurdo
crece como un tapiz de hilos
ahuecados. El río calla, la vida
calla, porque nosotros ya no somos
nosotros. La tarde roe sus últimas
conquistas. Que venga a mí la noche.

8
EL SUEÑO DE EXISTIR

El sueño de existir

Uno piensa que se come el mundo


pero no es así.

Uno deposita su cuerpo en lugares concurridos,


habla
sonríe.

Como estéril atleta de la estirpe


se emociona sin querer,
confía en que su don
apenas real le salve.

No sé en qué mes las huellas de taxis


se rebelaron para ser lejanía;
mi voz y mi iris
mi latitud de náufrago,
mi soliloquio que hiere
mis edades sin nacer.

Todo lo que el día va esculpiendo como luz ágrafa


me seduce
con sus besos de calor
y su aire inmortal.

Aquí no hay confín ni espesura


el horizonte vive en los semáforos
en sus guiños como faros de isla
su neón que azulea los pliegues de la nocturnidad
desnuda el candor
con la rutina y el desdén.

9
Odymar Varela B.

Que aún me ame tu silencio


como eje o candil.

Que seamos
juntos
la locura
o el sueño
de existir.

10
EL SUEÑO DE EXISTIR

El desorden de la habitación

Papeles escritos con letra ilegible


es todo lo que hay en la mesa,
desordenados borradores
que son parte del paisaje
dentro del caos
de la habitación
que nos celebra
siempre que nos juntamos
para llenar las paredes
de moho
y las ventanas de sudor comprimido

la ropa sobre los colgadores


goteando
junto a los calzoncillos
llenos de agujeros

y el techo
parece que se nos caerá encima
por toda la humedad
que resulta
del contacto de tu respiración
con el contenido
sulfuroso
de mi aliento.

11
Odymar Varela B.

El apartamento alquilado

En la alegría de las palmeras late un sol.


El laberinto de las calles grises nos nombra,
dividido el cuerpo, aleteado por el mosaico
de rumores, invadido de calor el pulcro espejo
de la tarde. Tú visitas la cicatriz de un teléfono
móvil cuando el vigor de las avispas cruza
de este a oeste nuestra caída. Llega el mensajero,
su caballo de metal ruge en las esquinas prohibidas,
el corazón alegre, la mirada nocturna. Dentro, el silbido
de los romances, las placas que recuerdan el transitar
efímero de las hebillas granates. Son cien escaleras
para un solo músculo, su espacio agujerea las rosas
aciagas del misterio. Tus pasos aquí son la duda
abierta al frenesí y al mito. Huye el eco como
un pronombre azul, el televisor enmudece
desordenado y múltiple, desvaído y tenaz.
Es fácil dormirse con las voces del plenilunio,
entre los adioses y los zapatos olvidados,
entre los desayunos que ruedan y ruedan
como el ayer vencido.

12
EL SUEÑO DE EXISTIR

Amanecer urbano

Hoy la ciudad es una rutina roja.

Su voz de pájaro ínfimo,


su palidez acuosa,
su mecánica de reloj volátil
desheredan a los pétalos de la noche
mientras el orgullo de los basureros
dinamita la luz, la mece, la incorpora
al nido de la pasividad.

Qué día o qué albor,


qué desnudez de escaparates
o danza de sueños tras el coloquio del toronjil,
qué desvivir de ladridos,
qué frialdad de enfermeras,
qué rumor de jardín despoblado,
qué ausencia de vírgenes
incita a la memoria,
la seduce con látigos de vida,
le enseña la piedad de los horarios,
la desmembrada sed de los cometas
que habitan mis bolsillos de clown
o de mendigo.

Pero hay también hermosas rutas


de films sin nombre,
como hay laberintos que huyen de los metros

13
Odymar Varela B.

o esquinas devoradas por infantes grises


que miran a sus madres tenebrosas
desde la pregunta y la edad
de los que no tienen edad.

Así es la melancolía del ojo ciego


que arrastra un río por los resquicios de las estatuas;
así la vocación de los gatos
que sufren cuando el sol espejea
y se atornillan a las sombras,
huidizos como burbujas frágiles
que en su irisada transparencia
reflejaran astros de olvido y fulgor.

Hoy la ciudad se parece a una rutina roja.

14
EL SUEÑO DE EXISTIR

Memorándum

Como si fuera
un corazón habitado por ventanas,
allí el refugio.

Áspera la luz, las voces simuladas tras el vano,


un eco de transeúntes hacia el río
o la nube.

Recibí el calor de dos mediodías negros,


la pregunta insostenible al borde del alud.

Lo demás parecía ser nebulosa,


horarios dúctiles como el éter
que va midiendo su clímax.

Hubo noches de melancolía, otras cabalgaron


por muros de sueños, lejanas, pobladas
de trenes,
de mar
y latidos.

Nunca la verdad voló sobre mi vientre,


el agua, sudorosa, no limpió mi piel
ni mi luz.

En la avidez de las habitaciones las palabras jugaron


a ser niñas, los restos de un poema flotaron
como náufragos en desconocidos mares
sin idioma.

15
Odymar Varela B.

“Quizá así el púrpura de un labio incendie las grietas del amor,


incline las miradas hacia el sombrío existir
de una juventud rota o límpida.

Que los cúmulos de la edad dejen babas de ausencia,


telarañas sin raíz”-eso pensé-.

En los portales de la vida bailan los faunos,


en sus flautas de gloria hay vacíos de esperanza,
cánticos de imposible renacer.

Ignoro los años en que la flor fue brillo de panteras,


no recuerdo nada de su agilidad
ni conservo el semáforo de su locura.

Hoy visito mi ayer


cuando irrelevante el azar
me lleva a sus fachadas,
a los parques de estalactita
donde una vez el sol me nombró
altivez, a ese cruce de sombras
que engendran otra sombra
llamada deseo.

Tengo nombres guardados para mí


como perlas negras.

Rombos del inútil capricho.

16
EL SUEÑO DE EXISTIR

Spleen

Las horas de la rutina son inmortales.

Plácidamente
el desliz del insecto
anuncia el día.

Mis ojos cansados dibujan


cumbres de letras
enmohecidas por la edad.

No hay sonidos que llamen al horror,


un espectro de silencios acompaña
al diminuto espacio
donde la luz se aprisiona.

Sé que la vida crece como una planta inconexa,


sé que morirán los ecos que la noche alumbra
con neones azules.

Alguien me espera entre muebles de sal,


su rotundo cuerpo se apoya en mi infancia
como guardián y faro.

No, no existe ya la conmiseración del padre,


tampoco la lágrima de un amor inútil
o el rosario peregrino de la falsedad.

17
Odymar Varela B.

Es un sendero de metrópoli,
de abedules sin azar y labios que aúnan
ronquidos de ley en su vientre angosto.

Guardaré tu nombre bajo las caderas rotas.

Hoy que veo tu perfil como pirámide húmeda,


me pregunto si alguna vez el sol de una mirada
interrumpió las ondas de este corazón imberbe
que en su latitud fósil todavía resiste.

18
EL SUEÑO DE EXISTIR

Tiempo en fuga

También la claridad es cómplice.


La piel sorbe la luz,
la dulcifica,
la amaestra.

Tras el refugio de una paz fría


nada se parece al desdén.

El tiempo desagua en los relojes,


mi voz dormida busca el corazón
de las palabras, su entendimiento
de flor negra.

Sé que en la memoria de los espejos


un niño mira desolado la piel ajada
de un balón, que la bondad del padre
se vuelve diminuta hélice
sobre objetos sin alma
ni ayer.

En la otra ciudad un canto nuevo se adivina,


los días compensan a los días
con la cadencia de un misterio roto.

Las huellas del sexo aún son innombrables,


su estrategia de luna o su círculo de lágrimas,
me conmueven.

¿Cuánto duró el vestigio? ¿cuánto la mirada que huye? ¿cuándo


fue que estuviste aquí?

19
Odymar Varela B.

Mi sombra

Cree que su exactitud es un don


no una condena. Siempre llega
tarde, igual que un caballo adormecido
por la luz. Su silencio de espuma
puebla las paredes, siembra las calles
o resucita en un reflejo incauto. Su
tardanza pesa en mi espalda como
un ayer de granito. Hay algo en mí
que la nombra, pero no soy yo.

20
EL SUEÑO DE EXISTIR

Atardecer

Ella guarda la llave de la palabra. Cien pasos


o doce, los arcos, el mancillar de la piedra,
el mirador con la hembra emboscada como
un hálito. Es la historia un lugar verde, allí
donde la batalla sembró la plata, el restañar
de los alfanjes, la cruz dolorida o el misterio
de los campos para siempre rojos. No quiebra
el jardín la magia de los patios, escaleras por
las que el murmullo se agota como una canción
inacabada. Y en lo alto, la fuente de nácar,
con el azul de la bendición y las terrazas
que buscan el sol de un atardecer oscuro.
Mido en la memoria lo que quedará de este
sueño infantil, la caída, el reflejo de un molino
cuando el ocaso frío desnude la flor o la sed
de los menús o el infinito eclipse de las hojas.

21
Odymar Varela B.

Lluvia de cuerpos

Podrían entrecruzar sus piernas como aspas


de bienvenida. Son la misma mujer, un armazón
perfecto de huesos y calor. Una es noche, la otra
día. Inoportunas regresan como alfiles del deseo
o de la astucia. Quieren un jardín sin amapolas,
un espacio lunar de ceniza y meteoros. Sus cuerpos
imitan el aquelarre de las marionetas, y fingen
el amor, el odio, las cosas que levemente ocurren.
He perdido su huella en el sinsabor de los trenes
o de las calles sin paz. Todo es como una lluvia
que inútil persiste en la memoria. Mi memoria.

22
EL SUEÑO DE EXISTIR

Seis meses en otro lugar

Palacio o no,
aire cálido,
luz de esporas.

Mi destino desfila
con el lenguaje mineral
del salitre.

Incontables parecen los nombres,


las actitudes en cambio
solo usan mi disfraz
como si la virtud de un sonámbulo
fuera edén o capricho
o penumbra.

Yo describo la metamorfosis
con ironía de duende,
cedo al cansancio de mis pies,
hablo de ciudades que conocí
en mi sueño de ángel.

No hay disciplina que mate la verdad


cuando el brillo de una piel, los miembros
tensados de la duda, el corazón libre
del extranjero vacían su azul
en los orificios de la isla.

23
Odymar Varela B.

Un solo rumor de autobuses sin memoria


desnuda los pechos que tiemblan.

La música
imperceptible
vaga entre luces tropicales,
entre ejércitos sin paz
que clausuran los misterios del lenguaje,
los gritos del pánico que llora.

Seis meses
como seis aullidos ciegos.

24
EL SUEÑO DE EXISTIR

El retorno

Hoy no es igual
el paisaje de la memoria.

Ni tampoco el escenario frío y ausente.

Ya solo es la entrega hacia la luz


nuestro equinoccio.

Nadie sabe la edad del día,


en las vértebras del reloj
un mudo payaso
viaja frágil
sin conocer la música.

Buscamos el ala protectora de la niña amable


mientras el silencio de un hogar se viste de cristal
y tubos de neón.

Únicamente la ciudad reconoce el paso lánguido


de la osamenta, la piel que mira al mar
sin ganas de saberse.

Ahora es el tiempo de las manos


y sus círculos de aire,
también lo es de la ausencia inconmovible,
de los espacios abatidos por la retama del ayer.

Nos pusimos un nombre como árbol,


estirpe o canción.

25
Odymar Varela B.

Y fue la esperanza el único germen


que cultivo las horas.

Hoy el signo ha crecido


como cruz fuerte y velluda,
su rabia estremece las raíces
igual que un soplo de huracán
o lascivia.

Desde el lugar en que la ventana descubre


las lágrimas del agua
pienso en la herida,
en lo impreciso que resulta
el tránsito de una ilusión
que ya cae,
cae.

26
EL SUEÑO DE EXISTIR

Noches de luna llena

Siempre a la espera de un quizá.

Esta noche invita la palabra a ser comedia azul,


brillos de copas, melancolía, faros de neón
en autos incombustibles...

Y el camino, el paso como gimnasia rota


con la sed de los rótulos
parpadeando en la risa.

No había un nombre que decir,


tampoco un cuerpo
o su refractaria exactitud.

Era demasiado pronto para el olvido,


demasiada la luz del artificio
para que el reloj no inventara
una historia.

El látigo de un verbo me indica el sol ausente,


la salida hacia el claror de la luna sólita.

Somos tres las pieles sin sombra,


tú miras,
yo miro
ella mira
el oscuro pozo de los ventanales,
los pájaros del parque callan
como músculos de piedra.

27
Odymar Varela B.

Así comenzará el sueño de una primavera virgen,


su largo talle, sus medias negras,
el color impertinente de sus vestidos.

En la mágica deriva de mi juventud,


caen los fuegos fatuos igual que luces de mar.

Hombre de agua soy,


náufrago o capitán de un barco errante
ya ido.

28
EL SUEÑO DE EXISTIR

Resistir

En el tránsito de un sol no hallo mi nombre.

Fui espía en las aulas, un pájaro del frío


en la educación rota.

Los hoy son **ágrafos o impertinentes o vagones


sin furor en el pulso negro.

Transferir una sola verdad cuesta latidos y penumbra


en los ojos sin paz.

Mi viaje acentuó el eco de las colinas,


el mar dormido en los lunes del solsticio.

Si,
vivir o no vivir,
con las máscaras de ese tiempo
de palomas infinitas
y reconocer al atlante
desde las órbitas del azul.

Los cuerpos ambicionan una serenidad, las venas


simples se acostumbran al calor de los bares,
a la confidencia vespertina, al ácido de un reloj.

29
Odymar Varela B.

Mujeres

Sucede así, de pronto,


que el sexo abre sus ventanas
pone rostro a la luz.

La memoria guarda blusas listadas


carpetas donde aún late el primer poema,
diálogos fugitivos que no encuentran su final
faldas que quieren volar como unicornios azules.

Después llega el vacío de los lugares, la omnisciencia


de los paisajes solitarios, la humedad que busca
refugio en los labios efímeros.

Hay veces que la distancia es un don, su arquitectura


necesita la proclividad de los esqueletos, la sombra
de una piel que lloverá sobre los ojos púberes
dejando marcas de rubor, grietas de pasmo
en los ventrículos del deseo.

En otra ciudad la conocí, su perfil todavía amanece


en el silencio de las horas, su virtud selénica
me acompaña como un cántico de paz
o una abstracción o un regreso
a los paraísos táctiles, fugitivos.

Ninguna de ellas tiene nombre


o quizá su nombre
sea el misterio que da luz a los meteoros,
tan lejanas como un sueño no soñado.

30
EL SUEÑO DE EXISTIR

ARQUEOLOGÍA DE ESPACIOS
“Estoy solo. La vida es esa calle
por donde van al mar las horas muertas “

31
Odymar Varela B.

La ciudad sin ti

Otra doctrina, otro sol, otra penumbra.

Veo tejados rojos y escucho a los pájaros,


todo es frágil como un racimo o un pensamiento
sin fe.

Me escondo en la minúscula sed de los niños, se oyen sus risas


y yo sé que no aman el ruido de las mareas
ni la canción de un jueves, ni los números
que ambicionan los autobuses blancos.

Tengo letras en el hombro que acechan como duendes.

Y tu miseria y dos candiles de sol y el adjetivo que pronuncia


risa,
dolor, miedo.

La ciudad hoy me visita, leo sus abecedarios,


sus músculos que anhelan la indiferencia de los días,
los rótulos como un párpado de alacrán
y ese latido de cabellos que nunca eligen piedad.

Cuando se anuncia el invierno las aves dejan de ser disparo


y yo me acuerdo de tus preguntas, de las manos viajeras,
del murmullo del labio que concentró una sima
o un destino.

Y es que éramos como espigas o sueños,


y algo-el silencio del tiempo-nos adornaba
con sus flores rojas.

32
EL SUEÑO DE EXISTIR

Y había hoteles sin desengaño (qué fantasía de dorados),


y al salir a las plazas, el amarillo de los autos,
la suave música como arrullo o renuncia.

Yo he vivido en una tómbola de espejos,


busqué los capiteles o las orillas o la memoria de vértebras doradas.

Pero no estabas tú. Es inútil recorrer los senderos vacíos,


me miro en los estanques, en los palacios de metal
y sólo veo máscaras, pálidas como un reflejo,
intermitentes como el pulso que antecede al invierno.

Tu nombre es un corazón doblado, hay en ti dibujos sin mar,


colores de un solo ojo, la impaciencia de los collares oblicuos
que no regresan.

33
Odymar Varela B.

Memoria del amor efímero

Se abre un sol sin persianas ni ayer. Y eres tú quien


pregunta por la claridad y los ojos azules del zafiro.
Fuiste una lágrima sin cielo quizá el equinoccio que
aún duerme en los pétalos de la niñez. Hubo piedra
y metamorfosis, hubo sonrisas en el orgulloso
calendario de los días. Ni el candor, ni la música
ni el ritmo, ni la elipse que viaja ciega de un horizonte
a otro nos recuerdan. ¿Y el rezo, y las caderas que no
encontraron andamios ni fulgor? Cada día una boca intimida
a la palabra- se oye la raíz del viento en su ordinaria elegía-.
Y yo sin pronunciar la efigie viajo entre lámparas y sueño
con botas perfectas que antes fueron nido, enjambre,
razón.

34
EL SUEÑO DE EXISTIR

Conocí a una mujer de nombre deseo

¿Quién ama la guarida donde no amanece el sol?


Hay preguntas como llaves rotas. De un tren
a otro tu mercurio o tu invierno. He visto
un cuerpo como un laberinto, la mitad de la luna
en su lagrimal. Qué día o qué noche o qué pulgar
de pétalos o qué sed ciega. Tu cáliz como un navío
rojo. Perdona por mis secretos que son azules
y navegan y algunas veces mienten-otras no-.
Un café con el deseo imposible del azúcar
(rompe el cristal la furia de una anécdota
y en la roca y en el murmullo yo aprisiono tu hoguera).
Eres un extraño maquillaje –espío sin querer la marcha
insomne de tus tacones- ¿hacia dónde el eco?,
¿al más allá, aquí, a la nube? Ya te alejas.
Sí, ya te alejas.

35
Odymar Varela B.

La casa se aleja

En sus juegos, en sus juegos una verdad.


La ida y vuelta de los pasillos y el hambre
que vaticina tu sol. Metros cuadrados
de imperfecta luz. Una pared, un espejo,
la lámpara sin ojos o el papel pintado
de geometría y azul. Y las voces que
hablan como dientes de metal, y el
resplandor en las aristas como un río
sin penumbra ni fe. Ella anuncia las
caderas con el vigor de los sueños, su
curva es un adiós y su garganta la música
de los hospitales, mi curación o mi sombra.
No persigas lo que el tiempo detiene, no finjas
el ardor de un témpano. Y la voz y aquel
entrecejo sorbido de luz. Aún siento el frenesí
de los dioses: tímidos ecos, escudos sin mapa,
mujeres heterodoxas como un abril, dragones y fosas
en un paisaje de niebla carcomida bajo el vapor
de una sonrisa. La casa ya no finge. Se aleja
como un barco ciego, sin proa y sin locura,
a la deriva de un dios, o de sí misma. Huellas
que no admiten refugio, plomo sobre el plomo,
la inmortal secuencia del frío. Mi sed roja.

36
EL SUEÑO DE EXISTIR

Mis cosas

He regresado a la habitación de los ecos.


Mi espalda se ha vuelto cuadro, jardín, profundidad.
Cada objeto exhibe la huella de un algo impreciso
que en la memoria se tiñe de luz. Medallas, libros,
extraños suvenires que alguna vez tuvieron vida,
dibujos, hojas sueltas, versos y escritos
que languidecen junto al cajón blanco,
las fotografías que nunca enmarqué y que ahora
son la palpable seña de una destrucción programada.
Todo persiste en su obstinación de muerte. Mientras
busco entre las ropas lo que mi corazón olvidó
-su esperanza, su llama de juventud- suenan cerca
otras voces, otros silencios, otros pasos sin futuro
que no reconozco.

37
Odymar Varela B.

Volverás

A la hora de la hora de qué primavera amaneció.


Los lugares comunes han dejado de serlo, la rutina
que parpadea en los labios, la esperanza de los otros,
el miedo que guardo en mis bolsillos me acompañan
en esta noche azul. Por una vez soy consciente de mí
soledad como un niño que observa a su alrededor
y no ve más que un mar plano, inerme. Pero las luces
se niegan a obedecer y las palabras visten un traje
de solidaridad y dulzor. Salimos como eternos
náufragos hacia el confín de la luna. Nos sigues,
esbelta, cómplice, perdida en tus sueños de lujuria.
Te miro sin poder verte hasta que enciendes tus alas
y me cubre tu sombra. Sé que volverás como vuelve
el amanecer a su aliento porque hay sed en tu corazón
y en tus pechos ternura. Porque lo mismo que yo
te desconoces y aún esperas que sea tu cuerpo
la verdad o el fin, el éxtasis o la nada.

38
EL SUEÑO DE EXISTIR

Las golondrinas se alejan

Primero el silencio de arcilla y pasos


sin heridas o luz. Ese es nuestro futuro,
sus ventanas de metal como miembros
de un corazón amargo. ¿Has oído la voz
del rompeolas con sus féretros de espuma
y su hogar vacío de incienso? En la memoria
del parque las golondrinas se alejan, porque
sus laberintos no huelen a mar ni hay diademas
que devuelvan su brillo a los omoplatos del
presente. Tú casa como un furgón inhóspito
-hasta que las llamas con su candor de niña
abracen la cruz del desgarro o el éxtasis que
bautiza mi fe-. Son diez años de paredes
de invierno, palabras de vaivén, limpios
ascensores sin collar ni lujuria. Afuera
el viento clama por sus enredaderas de sal,
mientras los policías de la luz abrazan el nido
que murió virgen con sus cantos de amapola
y sus lúgubres espejos de alcanfor. Nunca olvides
las llaves sobre un rostro blanco, que no sea
el destino ciego la almendra de tus horas tardías,
la senectud del estío o tu noche.

39
Odymar Varela B.

El mar

Somos el mar y yo. El mar de mi infancia

que ya no existe, el mar que es hoy un abrazo


frío que destroza mi edad. ¿Cuántas veces ignoré

su aliento, su dolor o su cansancio? Hay en él


círculos donde aún nadan mis esperas, guarda

su compás el vigor de un cuerpo joven, las láminas


de haz de un faro antiguo, las escarpadas rocas

que labró tu beso. Desnudo mi piel ante su lengua


líquida, espío sus entrañas, turbias y amarillas

como una voz ausente. Tumbado en la arena el sol


me azota con doce agujas febriles. Todo me recuerda a ti

aunque tú ya no vivas en la luz.

40
EL SUEÑO DE EXISTIR

Esta ciudad me recuerda lo que no soy

El mar ya no está aquí, en tu palabra. Ves los ojos


cansados de la isla como insectos de un invierno
azul. Otro país que es tu país, las flores del frío
llevan extraños signos en sus lomos de titanio
mientras la oruga acomoda su acordeón a un viejo
vals de insomnios. Pero no acudas al murmullo dorado
de la piel, sólo un idioma viste las tardes con sus calaveras
de aventura y los conocidos andrajos de un monosílabo.
Allí, cualquier eclipse es inmortal y una lluvia
de mosaicos teje músicas, diamantes invertidos,
caracolas de mar. Nuestro hotel ha roto su lengua
-su ladrillo amargo nos dibuja con pantomimas
y escarcha o espejos de canción y muerte-. Es la luz
un incandescente sonido, mientras tú y yo hemos trazado
el mapa que va del jardín a las auroras renegridas,
del eterno cansancio de los pilares abiertos a la comunión
viajera de las plazas, con su memoria de pájaros sin rubor.
¿Quién puede encender la tranquila antorcha de los días
que no sea un árbol maduro o una golondrina fugaz?
Esta ciudad me recuerda, al fin, lo que no soy, lo que
nunca seré.

41
Odymar Varela B.

Habitación de hotel frente al mar

He confundido los elevadores con las venas del tiempo.

Un rostro, dos, los ventanales que engullen el mar


el quién y el aquel en la pregunta de un teléfono móvil.

Son opacos los sentimientos, pero la sincronía escribe


flores negras en el devenir que sucumbe como la ola
naufraga.

El día mira el azul y las góndolas prohibidas.

El reloj late horizontal como un murmullo de ciempiés.

Son las horas el infantil quejido de esa luz


que vaticina su ocaso de inmemoriales espejos,
su voz de nauta.

42
EL SUEÑO DE EXISTIR

La noche es una tela de araña

La noche derrama sus paredes rotas


sus muelles quebrados

a orillas de mis pies


es tarde

la noche es una tela de araña color verde


es aguijones a la deriva

bocas que muerden incapaces de besar


un patio lleno de humo

donde reina la confusión y preside la inquietud


es un sismo

la noche
en medio de las sábanas

una ola de resentimientos mal curados


una plaga de enojos sin sentido

igual a un hueco sin salida


un puñado de agujeros silenciosos

donde el eco retumba y ensordece


es demasiado tarde

en esta noche que se viste de color ausencia


en esta cama vacía

donde éramos solamente dos

43
Odymar Varela B.

Penumbra y escarcha

La habitación en penumbra.
La escarcha en la ventana.
Me muevo en silencio
buscando mi ropa,
se despierta.
poeta, me llama.
Nunca Odymar,
siempre poeta.
Mi nombre era una queja en sus labios
incluso antes de hacerle daño.
Ody, me llama desde la cama
revuelve medio dormida las sábanas
como si me escondiera en ellas.
Yo susurro que no pasa nada
salgo un momento
a fumar a la terraza.
Ginna murmura algo y vuelve a dormirse.
Me pongo una camiseta que no abriga nada
salgo al frío.
Enciendo un cigarrillo como si intentara calentarme con él.
Fumo
fumo y me estremezco sobre la ciudad a oscuras.
Pienso durante un momento que soy el único punto de luz en la
ciudad.
El único punto de calor.
Pero no soy yo, sino el cigarrillo.

44
EL SUEÑO DE EXISTIR

Una de esas tardes

Es una de esas tardes llenas

de poemas agónicos.

Ella pide hechizos para viajar


en el tiempo y cuando me besa

deja insectos dorados en mi boca


también deja inquietud.

La persigo por la casa

preparo café y cada media hora


los gritos de un niño encantado nos enloquecen.

Es una de esas tardes vacía de ojos grandes

de pudor intacto
una de esas tardes que jamás escapan de tu vida

y siempre entran en las maletas


siempre.

45
ABISMO DE OBVIEDAD
“¿Qué pasaría si se convirtiera
en pez o tal vez murciélago?
nada
simplemente el teatro se quedaría sin piano. “
Fadir Delgado Acosta
E L S UE ÑO DE E XI S TI R

47
Odymar Varela B.

Por qué el dolor

Por qué el dolor


los pasos sin rumbo
en calles innumerables
como cabezas de hidra.
Mano que sesga el aire
indolente.
Cuidad que no sabes mi nombre.

No sabes que ayer jugaba en tus parques.

Que me enamoré aquí


y luego olvidé.
Que besé alguna vez bajo los aleros.
Que la lluvia. Que la lluvia.
Que la lluvia.

Pero de esto no sabes nada.


Eres como un padre desabrido
con el pelo siempre gris
que nunca encuentra tiempo para mí.

48
E L S UE ÑO DE E XI S TI R

Estoy en un bus y anochece en la ciudad

Estoy en un bus, anochece en la ciudad


hay espacio vacío por todas partes
ha estado lloviendo todo el día
deberías estar a mi lado en el bus.

Deberías estar pegada a mí


que te tenga que arañar.
Simplemente todo lo que hago es agotador
nadie sabe que tengo miedo.

podrías ser una concha


tumbarte sobre mí
no me estoy comportando como una persona rara
podría comportarme como una persona rara contigo.
la lluvia chocando contra el asfalto como tu nombre.

haré que cualquier cosa suene como tu nombre.


espero constantemente algo
que empuje más allá del límite.

pienso en lo imposible que es mantener el agua en nuestras manos.

49
Odymar Varela B.

El país entre los dientes

Colombia es una hembra


con el cuerpo saturado de balas.
Me siento forastero al lado de tanto proyectil.
Nos observa la leyenda de un volcán dormido
se mofa de nosotros por ineptos.
El país de los abuelos y de los padres.
El país entre los dientes que no queremos soltar.
El del torrente sanguíneo aglomerado.
El país al que le temo.
Ese, el de ciudades con barrios en forma de avalancha
pero que alardea ser comuna
el de las vías cerradas.

Colombia, oxígeno sin tanque


y sala de emergencia de todos los días.
El de la morgue.
El de los grilletes.
El que no pretendo ser cuando me vaya
y que no quiero que me sea.

Colombia
la única hembra que te presiona amarla
mientras te apunta en la sien.

50
E L S UE ÑO DE E XI S TI R

El regreso

Regresa a casa el poeta de 47 años.


cruza la antesala va hasta el escritorio
suelta el portafolio se libra de la camisa
repentinamente,
recuerda que va a morir.
Con la camisa en la mano
se dirige a la alcoba.
Hoy no va a morir
menos aún mañana: sólo sabe
la verdad-lámina
que conoce siempre
y le destella en la carne: va a
morir
aunque en este momento
esté bajándose los pantalones
con que llego de la calle

51
Odymar Varela B.

 .
Demasiado de rojo, demasiado rosado

Hay miles de muertos; todos inocentes.


Me quedo en mi casa. El presidente
habla de la guerra como un filtro de amor.
Mis ojos abiertos no pueden creerlo.
En el espejo mi cara
me parece un sello ya usado.
Vivo bien, pero esta vida es espantosa.
Hay tantos soldados este día
demasiados refugiados ocupan los caminos.
Claro que todos desaparecieron
con solo mover un dedo.
La historia se lame la sangre de los labios.
En el canal de la televisión, un hombre y una mujer
se comen a besos y se arrancan la ropa, yo observo
con la televisión muda y el cuarto a oscuras
salvo en la pantalla donde el color se tiñe
demasiado de rojo, demasiado rosado.

52
E L S UE ÑO DE E XI S TI R

También

También
la memoria
las palabras rotas
los temores
el vuelo interminable
la brevedad de los días de mi vida
el número 17 el día jueves
los rostros de las mujeres que maté
sobre todo, la que aún siente y mira y no acaba de morir
también
mi rostro
mis noches sin dormir
los gritos del eco de los recuerdos
la frialdad de mi consciencia
el giro del amor
las voces que con los días pierden su verdadero sonido
los llantos en el transporte público
el poema que nunca escribiré
pero que llevo dentro sangrando
todo eso
también morirá.

53
Odymar Varela B.

La mosca saborea lo que pisa.

Otra vez los mismos zapatos


Las mismas calles.
Antes del cielo siempre hay un edificio:
el hogar de la carne tiene cáncer
nuestra carne tiene cáncer.
Yo sé que esto no tiene arreglo
me hago polvo una y otra vez
sin hacerme daño
con tantas heridas
pero sin hacerme daño.
No me avergüenzo de pisar estos escombros
¿sabes?
Después de resbalarme intento estar quieto.
Con tantas heridas, pero quieto.
Luego el hueco de la piel
la ventana abierta.
A veces
resbalo en silencio
sobre el cuerpo equivocado.
A veces,
caigo y dejo que la huella se olvide del paso.
Todo esfuerzo mío es una condena escrita.
Soy Adán y no soy nada.

54
E L S UE ÑO DE E XI S TI R

Sin resistir

Cuando te ponen un revólver en la cabeza


a las tres de la mañana en la Zona Centro
lo primero que te roban es la borrachera.

Ese dinero bien invertido


desde las siete de la noche
en el menos doloroso de los casos en cerveza
se esfuma
tan pronto el cañón frío
toca por primera vez tu sien.

Los cigarros no importan mucho


pero molesta comprobar
que todo atracador fuma
que no te dejará ni el de la vergüenza.

Después avanzas por la calle oscura


con la insoportable sensación
que acabas de nacer
sin celular, sin pin
en un mundo donde nadie te conoce
donde tus nervios importan tan poco
como el efectivo que dices que tenías.

55
Odymar Varela B.

Balanza desequilibrada

Les obligan a ser depredadores,


a buscar entre la basura
como ratas,
al débil le espera la negra sombra
en un ecosistema
con déficit de sustento.

Les llaman animales


desde el trono de la burguesía.
Atiborrados, se inventan jueces,
les pegan etiquetas de tercera.
Sus defensas;
sus uñas ensangrentadas
y dientes puntiagudos.

¿Qué esperan?

Maman odio
juegan con las calaveras de sus hermanos
luchan por respirar un día más.

Sin alambradas
con tierra.

56
E L S UE ÑO DE E XI S TI R

Mutante

tres décadas para vivir esta ciudad


este atolladero de caudales pudriéndose
de ríos canalizados que se transforman en lodo
en lagunas de cementos
tres décadas para conocer estos barrios
de templos hundidos
de almacenes de nafta
de prostitutas menores de edad
de piernas
de prolongación de vísceras
esta ciudad con un millón y medio de muy pobres
100 mil no tan pobres
y 10 mil que viven con el dinero de sangre
de entrañas
de páncreas

57
Odymar Varela B.

La vida de un caníbal en el asfalto

La vida de un caníbal en el asfalto


es una vida patética en la que vive agazapado
duerme, oculto, con la luz del día
sale a cazar, de noche, cerca del camposanto
donde encuentra a las prostitutas agrestes
de las que alimenta su asco
se odia a si mismo
se odia y se venera
es un ser divino o, quizás, una blasfemia
de repente, quiere probar algo nuevo
se engancha al alcohol, a la droga
a la servidumbre o al amo
no tiene alma
no tiene corazón
no tiene nada…
porque todo se lo han amputado.

58
E L S UE ÑO DE E XI S TI R

En un Frasquito de bóxer el mundo

En un frasquito de bóxer
dejó olvidada la cometa azul que volaba
en el esplendor de un bostezo
ha desmenuzado los colores
de los harapos salíferos que cercenaron de su piel
el ingrato relámpago de su sombra

pies de polvo en desconstrucción


mirada náufraga
en la legaña semejante a la ceniza

en su cabeza retoña
un crudo invierno desarbolado

inocencia enrejada
en las cavidades del cemento
en las calles deshojadas
por la indiferencia ennegrecida
del crepúsculo mortecino que respira

un halo marginal retoca su mundo


desmemoriando a la gente bien
que es un niño que se diluye
que se aleja de su sonrisa
de la vida que le es esquiva
bajo este cielo que es su único techo.

59
Odymar Varela B.

A estas horas

hay árboles también en la hojarasca que el viento agita


y esparce por el suelo
los amantes salen de las camas sin mirarse a los ojos
se despiden torpemente en la puerta
hay enfermos atados a las camas de los hospitales
sin que ellos comprendan cayendo en el agujero de todas sus
voces
se congregan alrededor de los chats los corazones
insoportables
sin amor y sin abrigo
o bajan a tirar la basura
ignoran las peleas de los vecinos a través de las paredes
ha caído la noche como una bala
estalla un clima sobre los gatos impasibles
una madre no duerme se queda hasta tarde planchando
hace nido en todo lo que mueve
de su nido algo que no la abrume
en definitiva que las cosas parezcan posibles

60
E L S UE ÑO DE E XI S TI R

Morir con el paisaje

Siempre hay refugio en los portales.


Amantes que apuran los encuentros.
Yonquis que buscan un lugar acogedor
donde drogarse.

Prostitutas de media tarde


que encienden un cigarrillo.

Niños que faltan al colegio


y evitan a sus padres.

Repartidores de publicidad
con sus promesas de una vida mejor.

Y entre ellos,
yo,
que me oculto entre la gabardina
y el sueño.

61
Odymar Varela B.

Jorge Posada vs Jorge Posada

Jorge Posada es el cátcher con el mejor promedio de bateo


(.330) en la historia de las grandes Ligas y no el hombre que
ha perdido siete veces el dinero al esconderlo entre sus libros.
Jorge Posada participó en seis juegos de estrellas y fue
campeón mundial en cuatro ocasiones; distinto, pues, al
hombre que al orinar moja su camisa.

Jorge Posada nació en Puerto Rico y forma parte del cuadro


ideal de los Yankees; por lo tanto, no es el hombre que nació
en la única clínica de un pueblo de provincia en Colombia y
que en su oficina se le considera el más torpe de los
secretarios.
Jorge Posada tiene el aspecto de un deportista de élite y al
retirarse sabe que su número y su nombre serán inmortales; el
otro, por las mañanas huele y se comporta como un
alcohólico e intuye que al morir solo le sobrevivirán un par de
cédulas y certificados.

62
E L S UE ÑO DE E XI S TI R

Cita a Ciegas

Nunca antes nos habíamos visto.


Un amigo común concertó el encuentro.
Sería en un restaurante de la ciudad.
A media noche.
Yo llevaría una camisa azul y estaría sentado en la mesa del fondo.
Ella iría de negro.
Llegue con quince minutos de antelación.
Apareció a la hora acordada.
Se acercó.
Me levante.
Dije mi nombre y ella hizo lo propio con el suyo:
Yo soy la muerte – dictó
Nos sentamos y el camarero nos tomó nota.
Al cabo de un rato manteníamos una acalorada conversación.
Era de esas personas que, aun viéndola por primera vez,
sientes como si conocieras de toda la vida.

63
Odymar Varela B.

Tabla de contenido
AGRADECIMIENTOS................................................1
PROLOGO..................................................................3
AL PIE DE MI SILENCIO............................................5
Exiliado......................................................................................
La casa desvencijada....................................................................
El sueño de existir........................................................................
El desorden de la habitación........................................................
El apartamento alquilado............................................................
Amanecer urbano.......................................................................
Memorándum............................................................................
Spleen......................................................................................
Tiempo en fuga..........................................................................
Mi sombra.................................................................................
Atardecer..................................................................................
Lluvia de cuerpos.......................................................................
Seis meses en otro lugar..............................................................
El retorno..................................................................................
Noches de luna llena..................................................................
Resistir.....................................................................................
Mujeres....................................................................................
ARQUEOLOGÍA DE ESPACIOS..............................31
La ciudad sin ti..........................................................................
Memoria del amor efímero..........................................................
Conocí a una mujer de nombre deseo...........................................
La casa se aleja..........................................................................
Mis cosas..................................................................................

64
E L S UE ÑO DE E XI S TI R

Volverás...................................................................................
Las golondrinas se alejan............................................................
El mar.......................................................................................
Esta ciudad me recuerda lo que no soy.........................................
Habitación de hotel frente al mar.................................................
La noche es una tela de araña......................................................
Penumbra y escarcha..................................................................
Una de esas tardes......................................................................
ABISMO DE OBVIEDAD..........................................47
Por qué el dolor.........................................................................
Estoy en un bus y anochece en la ciudad.......................................
El país entre los dientes..............................................................
El regreso..................................................................................
Demasiado de rojo, demasiado rosado..........................................
También...................................................................................
La mosca saborea lo que pisa.......................................................
Sin resistir.................................................................................
Balanza desequilibrada...............................................................
Mutante....................................................................................
La vida de un caníbal en el asfalto................................................
En un Frasquito de bóxer el mundo..............................................
A estas horas.............................................................................
Morir con el paisaje....................................................................
Jorge Posada vs Jorge Posada......................................................
Cita a Ciegas.............................................................................

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