10 Mitos Griegos Cortos

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10 Mitos griegos cortos

Mircea Elíade, filósofo e historiador de las religiones, describió el mito como


«una historia sagrada que narra un acontecimiento sucedido durante un
tiempo primigenio, en el que el mundo no tenía aún su forma actual».

Descubre los siguientes mitos griegos cortos protagonizados por los dioses
Como te decíamos, muchos mitos griegos intentan explicar la repetición
periódica de algunos acontecimientos de la naturaleza, como la existencia
de las estaciones por el mito de Perséfone, el primero de estos 10 mitos
griegos cortos que encontrarás a continuación.

1. Mito de Perséfone
Fragmento de la obra de Niccolò dell’Abbate, «Rapto de Proserpina» (Prosepina era
Perséfone para los romanos), entre 1552 y 1570
El 1º de nuestros mitos griegos cortos.

Perséfone era hija de Zeus y Deméter. Su tío Hades la raptó cuando


estaba en el campo recogiendo flores con otras diosas. Se abrió el suelo y
se la llevó al inframundo. Su madre, Deméter, diosa protectora de la
naturaleza, la buscó infructuosamente mientras el mundo se paralizaba.
Zeus finalmente decidió intervenir y obligó a Hades a devolver a Perséfone.
Hermes fue enviado a rescatarla y Hades la dejó ir con la condición de que
no comiera nada durante el trayecto. El propio dios del inframundo la
engañó y la chica comió 4 granos de granada. Como castigo Perséfone
debía volver cada año, durante cuatro meses, al reino de Hades.

Esos meses correspondían al invierno y la tierra se convertía en un erial


estéril. Cuando Perséfone y Deméter volvía a estar juntas la tierra florecía,
especialmente durante la primavera que era el momento del reencuentro.

¿Quieres profundizar más en esta historia? No te pierdas: El rapto de


Proserpina o Perséfone por parte de Hades o Plutón.
2. Mito del nacimiento de Atenea

Detalle de un ánfora: «Atenea naciendo armada de la cabeza de Zeus» (550-525 a.C.)


Atenea era uno de los doce dioses olímpicos. Era diosa de la sabiduría, las
ciencias, la justicia, la guerra, la civilización y la destreza. Su prodigioso
nacimiento es uno de los mitos griegos básicos.

Zeus dejó embarazada a una oceánide llamada Metis. Cuando ella estaba


en una avanzado estado de gestación, a Zeus le profetizaron que tendría
hijos más poderosos que él. Para solucionarlo, decidió tragarse a Metis e
impedir que diera a luz. Sin embargo, el embarazo siguió su curso en el
interior del dios y éste empezó a tener fuertes dolores de cabeza. Como
solución le pidió a Hefesto que le quitara de la cabeza lo que le producía la
molestia abriéndosela con un hacha. Abierto el cráneo de Zeus, de él salió
Atenea, completamente formada, adulta y portando los atributos de un
soldado hoplita: casco y lanza.

3. Mito de Prometeo y el fuego


Heinrich Friedrich Füger, «Prometeo lleva el fuego a la humanidad» (1817)
Prometeo era un titán amigo de los humanos. Zeus había decretado que
el fuego debía permanecer en el Olimpo y no debía ser entregado a los
hombres, pero Prometeo no estaba de acuerdo con esa decisión. Aquí las
versiones difieren y unas explican que se introdujo subrepticiamente en el
taller de Hefesto y tomo unas brasas de uno de sus hornos y otras que se
acercó al carro de Apolo y robó algunas chispas de él con las que prendió
una planta de hinojo borde y se lo entregó a los humanos.

Como castigo por el robo Zeus lo condenó a permanecer encadenado


eternamente a una roca y a que un águila se le comiera el hígado. Como
era inmortal, cada noche el hígado se regeneraba y el ave volvía a
comérselo. Afortunadamente, Heracles de camino al Jardín de las
Hespérides, lo liberó con el beneplácito de su padre, Zeus, que vio en esa
acción un acto que glorificaba a su hijo. Eso sí, Prometeo debía lucir para
siempre un anillo adornado con un trozo de la roca a la que estuvo atado.

4. Mito de Orfeo y Eurídice


Orfeo y Eurídice por Federico Cervelli (siglo XVII)
Vamos con el 4º de nuestros mitos griegos cortos. Orfeo era un
personaje muy popular en los mitos griegos. Cuando se ponía a tocar su
lira tenía el poder de hacer descansar las almas de los que ser reunían a
escucharlo, amansaba las fieras, podía mover las rocas y la vegetación e
incluso detener el curso de los ríos. Eran también mago y astrólogo, y uno
de los argonautas que acompañó a Jasón en busca del vellocino de oro.
Eurídice se enamoró de él oyéndolo tocar. Se casaron, pero
lamentablemente, un día que estaba paseando, la chica fue mordida por
una serpiente y falleció. Orfeo, desesperado, decidió bajar al inframundo
para rescatarla. Con su música consiguió dormir al cancerbero y llegar
hasta ella. Hades y Perséfone se apiadaron de él y se conmovieron tanto
con sus tristes cánticos que le permitieron llevarse a Eurídice siempre que
fuera caminando delante de ella y no volviese la cabeza para mirar atrás
hasta que estuvieran fuera del inframundo y el sol bañase a la mujer.

Así lo hicieron, pero cuando ya estaban fuera, Orfeo miró atrás para verla,
sin darse cuenta de que el sol no bañaba completamente la anatomía de su
esposa: un pié había quedado en la sombra. Eurídice desapareció y volvió
al inframundo, esta vez para siempre. Cuando Orfeo falleció, despedazado
por unas bacantes tracias, su alma se reencontró con la de su amada y
desde ese momento no se separaron más.

5. Mito de Aracne

Velázquez: La fábula de Aracné (1644-1648). Conocido como «Las hilanderas», al fondo


puede una escena del mito
Este mito griego explica la creación del arte de tejer a imitación de la
labor que hacen las arañas. Aracne era la hija de un tintorero de Colofón y
tenía una gran habilidad para bordar y tejer. Todo el mundo alababa sus
obras, de tal manera que se volvió una engreída y afirmó que sus trabajos
eran superiores a los de Atenea que era, entre otros títulos, diosa de la
artesanía.

Atenea, aunque airada, quiso darle a la joven la oportunidad de retractarse


y no ofender a los dioses. La visitó disfrazada de anciana, pero la chica en
lugar de retirar sus palabras se burló de los dioses y retó a la vieja a un
concurso de bordado. Atenea se quitó el disfraz y comenzó la competición.
Mientras que la diosa tejía una escena de su victoria sobre Poseidón,
Aracne bordó un tapiz en el que se podían ver 22 episodios de los dioses
cometiendo infidelidades. Atenea reconoció la perfección del trabajo, pero
se enfadó tanto por el irrespetuoso tema elegido que destruyó la tela y el
telar, golpeando a la joven en la cabeza con la lanzadera. Aracne se dio
cuenta del error cometido y avergonzada se ahorcó. Atenea se compadeció
de ella en el último momento y convirtió la cuerda en una telaraña y a la
propia Aracne en una araña. Aracne, como una araña, enseñó la perfección
del tejido a la humanidad.

6. Mito de Hefesto y el origen de su cojera

Hefesto protagoniza uno de nuestros mitos griegos cortos


Entre nuestros mitos griegos cortos no podía faltar la explicación a la
cojera de Hefesto. Como seguramente sabes, este era uno de los dioses
hijos de Hera y Zeus.

Desde su más tierna infancia, Hefesto demostró ser capaz de crear objetos
útiles y hermosos con sus manos. En su mente siempre estaban
planeándose nuevos inventos que sorprendían a los mismos dioses. A
medida que crecía, se le permitió vivir en el Olimpo y allí sus proyectos
eran cada vez más maravillosos: un calzado mágico que permitía caminar
por el aire y el agua como sobre la tierra, capas de invisibilidad, vajillas de
oro y plata que podían retirarse por sí solas de la mesa…
En el Olimpo, Hefesto tenía su propia forja y un taller donde preparaba a
sus sirvientes para ayudarle. Este no era su único centro de trabajo, en la
tierra, allí donde hubiera un volcán, Hefesto tenía una forja.

Un día, Hera enfureció a Zeus y este colgó a su esposa atada de pies y


manos a medio camino entre el cielo y la tierra. El resto de dioses sintieron
pena por ella, pues era un castigo cruel. Hefesto, que era su hijo, decidió
que debía liberarla. Su intento sólo hizo que aumentar la ira de Zeus que le
lanzó un rayo con tanta fuerza que Hefesto fue lanzado del cielo, cayendo
durante un día entero hasta la tierra.

Zeus y Hera (o Júpiter y Juno) en el Monte Ida por James Barry (1790-1799)
Hefesto, al ser inmortal, no murió pero sufrió terribles heridas, hasta el
punto que quedó cojo para toda la eternidad.

El enfado de Zeus era tal, que no permitió a Hefesto volver al Olimpo y le


obligó a permanecer en la isla en la que había caído. Allí pudo recuperarse
y buscar actividades que realizar para entretenerse. Por desgracia, aunque
se le ocurrían miles de creaciones que fabricar con los materiales que había
en el lugar: oro, plata… No tenía una forja.
Un día, tras una tremenda vibración, un volcán se formó junto a la isla.
Corto la parte superior de la montaña y allí encontró su fragua. Así logró
tener un nuevo taller donde creó unos nuevos famosos rayos de Zeus que
le entregó a su padre como regalo. Zeus, agradecido, le permitió volver al
hogar de los dioses.

Así, Hefesto recuperó su lugar, demostrando su bondad al intentar salvar a


su madre y su valía, a pesar de su fealdad y dificultad para desplazarse.

7. Mito del nacimiento de Afrodita

El Nacimiento de Venus (la Afrodita de los romanos) de Sandro Botticelli (1445-1510)


Afrodita nació de la espuma del mar, dicen que después de que durante la
Guerra de Titanes o Titanomaquia, el titán Crono cortase los genitales a
Urano y los arrojase al océano.

De esta parte del cuerpo cercenada surgió una espuma que dio lugar a una
mujer adulta. Impulsada por el viento, esta nueva diosa, llegó flotando
sobre una pechina hasta la costa y la primavera cubrió su desnudez,
vistiéndola.

Uno de esos mitos griegos cortos que han inspirado a muchísimos


artistas.

8. Mito de Atalanta

Uno de los mitos griegos cortos protagonizado por una mujer exitosa es


el siguiente.

Atalanta era una joven cazadora con una agilidad prodigiosa, conocida por
ser la corredora más veloz de su tiempo, que decidió consagrarse y
permanecer virgen, sin casarse.

Fragmento de «Atalanta» por John William Godward


A pesar de su empeño, no dejaban de aparecer pretendientes que pedían
su mano. Para evitarlos puso en marcha un plan que consistía en lo
siguiente: el único hombre con el que se casaría sería aquel que lograra
vencerla en una carrera. Todo aquel que lo intentase, pero perdiera, sería
ejecutado.

Aunque Atalanta estaba convencida de que estas premisas alejarían a los


molestos jóvenes interesados en ella, estos no se acobardaron y para su
tristeza, pues en realidad era una persona sensible, mantenían su promesa
y perdían la vida al intentar ganarla.

Un día un grupo de temerarios pretendientes decidieron probar suerte y


eligieron a un muchado, Hipómenes, como juez de la carrera. El chico
se preguntaba por qué esos hombres tan valerosos estaban dispuestos a
morir por conseguir la mano de una chica. Todas sus dudas se disiparon
cuando sus ojos se posaron en Atalanta: quedó impresionado ante su
belleza. Se parecía a Hebe, diosa de la salud de la juventud y sirviente de
los dioses durante sus banquetes.

A la señal de salida los pretendientes y Atalanta empezaron a correr. Al


salir a toda velocidad, Atalanta le pareció a Hipómenes como una deliciosa
brisa, capaz de ser brutal y a la vez tierna.

Atalanta demostró una vez más que su fama tenía fundamento, dejando
pronto a los hombres atrás. Ganó la carrera y los pretendientes fueron
alejados del lugar, para encarar su destino. Fue entonces
cuando Hipómenes, quien como recordarás había sido el juez de la
carrera, pidió intentar lograr la mano de Atalanta.

Atalanta escuchó su ruego y sintió una profunda tristeza, pues era un


muchacho demasiado joven, amable y bien parecido. Si por ella hubiera
sido, le hubiera dejado ganar para salvarlo de la muerte. No obstante, los
espectadores la presionaron para prepararse para vencer a Hipómenes y
ella había hecho una promesa.  
Mientras tanto, el joven se encomendaba a Afrodita pidiéndole que le
otorgara velocidad. Afrodita que ya había usado sus artes para enamorar a
Hipómenes de Atalanta, se acercó al chico sin ser vista y le entregó tres
manzanas de oro y le ofreció consejo.

Fragmento de «Las Perlas de Afrodita» por Herbert James Draper (1907)


Sonó la señal de salida y ambos empezaron la carrera. Corrían a una
velocidad inimaginable y aunque muchos vitoreaban a Hipómenes
impresionados por su fuerza de voluntad, este pronto empezó a sufrir los
efectos de la fatiga. Atalanta lo adelantó. Hipómenes desesperado, hizo
rodar una de las manzanas de Afrodita, que llamó la atención de Atalanta.
Ella recogió el objeto, presa de la curiosidad. Hipómenes tomó aire y corrió,
adelantando a la muchacha que pronto volvió a colocarse casi a su altura.
Él volvió a dejar caer una manzana y ella como hipnotizada se detuvo a
recogerla: ¿quién podía pasar de largo ante una maravilla como esa fruta
dorada? Hipómenes ya podía ver la meta, pero la joven volvía a estar
prácticamente a su altura. El corazón de Hipómenes parecía estar al límite.
«Atalanta e Hipómenes» por Jacobo Jordaens
El muchacho volvió a encomendarse a la diosa del amor y la belleza y tiró
al suelo su última manzana. Atalanta vio el destello y hubiera proseguido la
carrera, de no ser porque Afrodita hizo que girara la cabeza y le inyectó un
deseo imperioso de tener la fruta entre sus manos. En contra de su
voluntad, Atalanta se detuvo a recoger la manzana al tiempo que
Hipómenes cruzaba la meta.

El muchacho no podía creer su suerte, sería el esposo de Atalanta. La joven


por su parte sintió alegría de ver salvada la vida del chico y de poder pasar
su vida con alguien tan valiente. Además, llegado ese momento, tras haber
sido perseguida durante tanto tiempo, había perdido un poco el gusto por
acechar y cazar animales.

9. Mito de Hilas
Fragmento de «Hércules matando al dragón del jardín de las Hespérides» (1639-1640) por
Rubens
Este es uno de nuestros mitos griegos cortos que implica a un personaje
que conocerás. En su viaje en busca del Vellocino de Oro, Jasón fue
acompañado por varios héroes, entre ellos Hércules. En este
viaje, Hércules se llevó como paje o escudero a un muchacho llamado
Hilas. El héroe apreciaba mucho al chico, cuya belleza era extraordinaria, y
solía vestirlo con ropajes verdes, con un cordón dorado y pedirle que lo
acompañara siempre que podía. También lo instruía en el uso del arco, el
lanzamiento de disco y otras habilidades que él había adquirido durante su
entrenamiento.  

Hércules e Hilas se embarcaron con los Argonautas y llevaban tres días de


viaje cuando el viento los llevó hasta un pequeño mar llamado Propontis. El
viento empezó a detenerse y decidieron parar en tierra firme. El lugar
donde atracaron era una isla llena de campos de flores y pantanos, con
cañas y una vegetación muy variada. El calor era insoportable y decidieron
descansar a la sombra de los árboles, pues con aquel sol era una mala idea
gastar sus fuerzas remando. Esperarían a la noche.
A la hora de cenar, el joven Hilas salió a buscar agua para Hércules. La
encontró en un manantial tan grande que parecía un lago. Era un lugar
bellísimo, tanto que había atraído a las ninfas que lo consideraban su
hogar. Habitaban el fondo del manantial y aprovechaban las noches para
bailar entre las flores que crecían alrededor del agua.

Hilas ignoraba la presencia de las ninfas, pero mientras obtenía el agua


escuchó unas voces cristalinas que decían: “Baja con nosotras. Bajas con
nosotras”. Las ninfas deseaban tenerlo con ellas, pues estaban admiradas
ante su hermosura, el verde de sus vestiduras y el cordón de oro que las
adornaba.

«Hilas y las ninfas» por John William Waterhouse


El muchacho estaba asomado sobre el manantial, intentando oír bien qué le
decían las voces y de dónde procedían, cuando unas manos blancas y
largas tiraron de él, haciéndolo caer al agua.

Cada vez estaba más oscuro y Hércules empezó a temer que algo malo le
había ocurrido a Hilas. Hércules iba en dirección al manantial gritando con
todas sus fuerzas el nombre de su paje: “¡Hilas! ¡Hilas!”. La única
respuesta que recibía el héroe era el eco de sus propias palabras. Cuando
llegó al lugar tuvo la impresión de que podía oír la voz de Hilas, pero
sonaba tan lejana que en ningún momento se planteó que pudiese proceder
del fondo del agua. Por eso, siguió buscando sin descanso al
muchacho, desesperado y al borde de las lágrimas.

Llegada la medianoche, el viento empezó a soplar y los Argonautas


decidieron aprovecharlo. Ya habían abierto las velas cuando uno de ellos se
percató de que Hércules e Hilas no estaban. Esperaron mucho tiempo, pero
finalmente supusieron que habrían abandonado la empresa y se
marcharon.

Así nos imaginamos a Hilas, como este joven de Córcega retratado por John William
Waterhouse
Hércules por su parte, siguió recorriendo el terreno durante tres días y cada
vez oía una débil respuesta de Hilas, pero nunca lograba hallar su origen. El
héroe llegó a pensar que eran imaginaciones suyas, así que se dirigió al
lugar al que iban los argonautas a pie
Hilas no sabía que Hércules se había marchado y siguió llamándolo:
“Hércules, hércules. ¡Aquí estoy!”. Durante muchas noches su voz siguió
sonando.

Tiempo después, unos caminantes vieron a una pequeña criatura, de


apenas unos centímetros, junto al manantial. Llevaba unos ropajes verdes
con un cordón de oro, igual que el joven paje. A pesar de su tamaño, su
voz sonaba tan fuerte como si sus dimensiones fueran otras mucho
mayores. Y mientras estos caminantes pasaban junto a él, la
criatura seguía vociferando, como llamando a alguien.

¿Qué te ha parecido el mito de Hilas? ¿El ser en el que se convierte no te


recuerda a una rana?

10. Mito de Calisto

Fragmento de Calisto y Zeus con el cuerpo de Artemisa por Rubens (1577 – 1640)
El último de nuestros mitos griegos cortos.
Calisto era una de las doncellas de Artemisa por la que Zeus se sentía
muy atraído. Para seducirla, se transformó en Artemisa y logró tener
relaciones con ella.

Un día, Artemisa se percató de que el vientre de Calisto cada vez estaba


más abultado y le preguntó por ello. Calisto le dijo a Artemisa que, sin
duda, aquella situación era su culpa. Al comprobar que Calisto
estaba embarazada y tras la acusación, Artemisa la expulsó de su grupo.
Después de eso, la noticia llegó a Hera que, furiosa al saber que el niño era
de su esposo Zeus, la transformó en un oso.

Años más tarde, Calisto en forma de oso vagaba por el bosque cuando


se cruzó con un cazador que resultó ser su hijo, llamado Arcas. El joven al
ver que el oso, su madre, se acercaba a él con intención de abrazarlo,
interpretó el gesto como un ataque y se preparó para acabar con la vida de
la bestia. Zeus que estaba siendo testigo de la situación, decidió evitar una
tragedia y se llevó a la osa Calisto a lo más alto de los cielos, donde se
convirtió en estrellas, en concreto en la constelación de la Osa Mayor.

Otros Mitos cortos

Existe muchos otros mitos griegos cortos, en Supercurioso os hemos


hablado de algunos de ellos y aquí os dejamos unos enlaces para que los
podáis recordar:

 Mirmidones, hombres descendientes de las hormigas según la


mitología
 Mitología: La maravillosa historia de Cupido y Psique
 La leyenda del origen de la Flauta del dios Pan. ¿La conocías?

¿Qué os han parecido estos mitos griegos cortos? ¿Conocéis alguno más?


Si además de mitos griegos cortos, queréis saber más sobre la mitología
de la antigua Grecia, os invitamos a leer el post:

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