Elimperio Inca
Elimperio Inca
Elimperio Inca
La zona central andina de la América del Sur es uno de los ámbitos más
ricos en vestigios de importantes civilizaciones antiguas en todo el mundo. En la
antigüedad existieron en esta zona varias culturas muy desarrolladas que, desde
muchos siglos antes del comienzo de nuestra, era fueron apareciendo y
desapareciendo y superponiéndose unas a otras, hasta llegar a confluir todas en
una sola, que se convertiría en una de las más importantes civilizaciones de todos
los tiempos: el imperio Inca.
Aproximadamente a partir del año 1200 a. C. comienzan a desarrollarse las
primeras culturas en la zona de la costa norte del actual Perú. Es en esta época
cuando empiezan a surgir los primeros indicios del nacimiento de núcleos
poblacionales, pequeñas aldeas que configuran los primeros antecedentes del
urbanismo andino. Con el correr de los años, los centros religiosos se van
transformando en populosos núcleos urbanos que albergan residencias, mercados,
y órganos administrativos, políticos y religiosos. La economía de estos centros se
apoyaba primordialmente en el desarrollo y control de grandes extensiones
territoriales dedicadas a la economía agrícola y la ganadería, mientras que el
mantenimiento específico de los órganos de poder residía en un sistema de
tributación del pueblo que incluiría no sólo la aportación de materias primas sino
también de la prestación de labores en obras públicas, o prestando servicios a las
clases dirigentes.
Se estima que estas clases llegaron a tener riquezas extraordinarias, hecho
comprobado con los hallazgos arqueológicos, especialmente de tumbas de señores
de la cultura Moche, entre otros. Precisamente esta cultura fue una de las más
importantes de la era pre incaica, habiéndose iniciado en la zona de los valles de
Chicama y Moche, para luego, alrededor del año 200 a. C. comenzar a expandirse
hacia otros valles. Otras civilizaciones de importancia comenzaron a aparecer en
diferentes zonas desde el norte de Perú hasta la actual Bolivia, que con el correr de
los siglos desarrollarían las bases de la cultura incaica. Pueblos como la
civilización Moche, Tiawanaku, Nazca y Chimú, dejaron todo su bagaje cultural
como herencia a aquellos que se encargarían de llenar su espacio y desarrollar una
cultura que iba a ocupar el lugar, político y territorial, de todas ellas, llegando a
convertirse en una de las más importantes civilizaciones de todos los tiempos.
Orígenes
Uno de los ámbitos entre los que más descollaron los incas fue en la
arquitectura, materia en la cual se destacaron principalmente con la construcción
de templos, palacios y edificios militares. Por todos los rincones del imperio
proliferaban este tipo de construcciones, que formaban parte de su sistema de
dominación y expansión territorial, al utilizar la construcción de edificios como
otro elemento aglutinante de la variedad de etnias y culturas tan diferentes que
habían sido dominadas. Su arquitectura se destacó por el tratamiento de la piedra,
como material principal de sus construcciones. Si se alcanzan a distinguir
diferentes estilos dentro de su arquitectura, éstos se definirán a partir del tipo de
bloque utilizado, dándole su tamaño y forma, mayor o menor importancia al
conjunto. Podrían distinguirse así, tres estilos: el más sencillo, realizado con
piedras sin labrar, y de forma irregular, especialmente utilizado en la construcción
de viviendas; el segundo, para lo cual se utilizaban piedras perfectamente labradas,
con formas geométricas, a veces insólitas como la famosa piedra de los doce
ángulos de Cuzco, para la construcción de palacios, templos y edificios estatales; y
en tercer lugar las construcciones de carácter ciclópeo, para lo cual se utilizaban
piedras de tamaños, a veces inverosímiles, que provocan aún en la actualidad no
sólo el asombro, sino el interrogante de cómo pueden haber sido transportadas -a
veces durante largas distancias sobre terrenos irregulares- sin haber contado los
incas con el auxilio de la rueda ni de herramientas duras. Este último tipo de
construcción se utilizaba especialmente para edificaciones de carácter militar.
Como ejemplo se puede citar especialmente a la célebre fortaleza de Sacsahuamán,
en las afueras del Cuzco, especie de muralla defensiva con significación religiosa
que causó el horror de los conquistadores españoles, llegando incluso a ser
calificada como “construida por el demonio” por el fraile Valverde, y a ordenar su
destrucción, cosa que finalmente no pudo ser llevada a cabo. En cualquier caso,
sus construcciones eran normalmente de una sola planta. Tal fue la pericia
alcanzada en estas artes por esta civilización, que provocó el asombro de los
conquistadores y hoy en día, se mantienen en pié todas aquellas obras no
destruidas por ellos, luego de siglos de soportar ataques, saqueos y terremotos.
El más famoso de sus templos fue el Templo del Sol localizado en Cuzco,
que se denominó Coricancha. No fue sólo el más famoso, sino también el más
importante, ya que constituía el centro mismo del culto al Sol para todo el imperio.
Estaba compuesto por un edificio principal y varios más pequeños, que ocupaban
en su conjunto una gran extensión de terreno en el área central de la ciudad. Sus
paredes eran de piedra labrada a la perfección, y cada bloque estaba unido uno a
otro sin ningún tipo de argamasa a pesar de lo cual no podía introducirse por sus
juntas ni la más delgada punta de espada. En su interior colgaba una inmensa
imagen del sol labrada en oro, incrustada de esmeraldas, y otras más pequeñas que
exhibían todo tipo de piedras preciosas. Poseía un inmenso jardín donde todas sus
plantas, sus flores, animales y mariposas eran de oro, incluso los más básicos
adornos y hasta las cañerías de agua eran del áureo metal. Casi todas las paredes
estaban enchapadas en oro desde el piso al techo y hasta las cornisas exteriores del
edificio principal lo estaban. Había otro templo menor dedicado a la luna, en cuyo
interior destacaba su imagen, confeccionada en plata. Otros edificios menores
estaban dedicados a la adoración a las estrellas, al relámpago y al arco iris. En sus
alrededores había edificios que albergaban en sus habitaciones a numerosos
sacerdotes que desarrollaban el culto religioso. Era casi una ciudad dentro de otra,
habiendo llegado a contar con una planta estable entre trabajadores y sacerdotes de
unas cuatro mil personas.
Otra importante edificación de carácter religioso fue el Templo de
Pachacámac, cuyas ruinas se encuentran en las proximidades de la actual ciudad
de Lima, capital del Perú, que aunque fue construido con anterioridad a la llegada
de los incas a esa zona, éstos lo mejoraron utilizando su estilo arquitectónico.
Otros sitios donde pueden apreciarse restos arqueológicos de importantes
asentamientos son Pisac, Ollantaytambo, Tambo Machay y muy especialmente, la
asombrosa ciudadela de Machu Picchu, construída sobre el río urubamba, a una
altura de 2350m sobre el nivel del mar, y recién descubierta en el año 1911.
Cabe destacar la extrañeza que provoca el ver algunos contrastes tan
marcados en su arquitectura. Mientras desarrollaron obras tan perfectas y
monumentales dentro de su estilo, que aún hoy causan asombro, no utilizaron la
columna ni el arco; casi todos los techos fueron de paja y es prácticamente
inexistente cualquier tipo de construcción que tenga más de una planta. Asimismo,
casi desconocieron el uso de ventanas, no desarrollaron una veta artística para
hacer más bellas sus construcciones como la pintura o algún tipo de frisos o
molduras. Insólitamente, se estima que no llegaron a conocer el uso de la rueda, al
menos para la construcción ni el transporte, y ni siquiera desarrollaron un sistema
para ensamblar vigas, las que sujetaban atándolas con fibras de maguey.
También se destacaron por sus obras de ingeniería, dirigidas especialmente
al desarrollo de las tareas agrícolas y a las comunicaciones, temas en los que
superaron ampliamente a otras culturas precolombinas. Son famosos sus
impresionantes desarrollos de terrazas escalonadas para el cultivo que podían
llegar a tener decenas de metros de ancho y hasta 1500 metros de largo, y sus
sistemas de irrigación, que eran capaces de trasladar agua a través de enormes
distancias mediante canales y acueductos subterráneos perfectamente construidos
con enormes lozas. En las zonas de la puna se construían lagos artificiales
alimentados mediante canales, desde donde se redistribuía el agua hacia las zonas
de sequía. Las terrazas eran construidas en sitios a veces inaccesibles, como
escarpadas laderas de montañas, para luego ser llenadas con tierra, ganando de esta
forma preciosos nuevos terrenos para el cultivo. La tierra era trabajada además con
abono producido en enormes cantidades por ciertas aves de la costa, cuya caza o
daño era penada con la muerte. Este abono se denominaba guano, y es el nombre
que aún hoy conserva, incluso se continúa utilizando en la actualidad y constituye
una importante fuente de recursos para el Perú.
En cuanto a las comunicaciones, tuvieron un desarrollo impresionante
gracias a la aplicación de sus conocimientos de ingeniería, llegando a crear una red
de caminos y puentes, que sólo conoce un antecedente comparable en la que fuera
construida en el antiguo imperio romano. Tan importante resultó esta obra que
todo el proyecto de conquistas, y el funcionamiento de la vasta organización del
aparato estatal, se basó en su existencia y buen funcionamiento. Dentro de esta
intrincada red de caminos que puede haber alcanzado una extensión de 40.000
kilómetros se destacaban por su importancia el que iba desde el Cuzco hasta
Quito, y el que iba desde el Cuzco hacia el sur, llegando hasta los confines del
imperio. Iban por el medio de las montañas, por valles o bordeando la costa. Los
tramos principales estaban totalmente cubiertos por piedras lisas en forma de
lozas, y en otros sectores, los materiales se habituaban a las necesidades, además,
en lugares calurosos se encontraban bordeados de arboles para dar sombra al
caminante. A lo largo de toda su extensión, regularmente podía encontrarse los
llamados tambos, especie de almacenes totalmente provistos de todo tipo de
elementos necesarios para el descanso, abrigo y alimentación. Cuando estos
caminos llegaban a un abismo –algo bastante habitual- existían inmensos puentes
que, según las necesidades, podía llegar a ser colgante sobre base de cables de
fibras vegetales, y de una enorme longitud. Los ríos poco caudalosos eran
cruzados por balsas que aguardaban al caminante en puestos permanentes. Pero no
sólo caminantes se trasladaban por estas vías, sino que lo hacían miles de
funcionarios, inmensas caravanas de llamas, comitivas que incluso a veces
acompañaban al Inca, ejércitos pertrechados para la batalla, y correos. Éstos
últimos, llamados chasquis, conformaban un servicio de correo sin igual, integrado
por profesionales de uniforme, organizado a la perfección para que la noticias
llegaran de un extremo a otro en el menor tiempo posible o para que el inca
pudiera disfrutar de la pesca del día en su cena, entre otras cosas. Cada unos dos o
tres kilómetros, existían unos pequeños refugios a ambos lados del camino en
donde residían en forma permanente dos chasquis. En todo momento había uno
descansando y otro vigilando el camino; cuando llegaba un correo avisaba
haciendo sonar una especie de pequeña trompeta, y el que estaba esperando
comenzaba a correr al lado del recién arribado, mientras éste último transmitía el
mensaje oral para que el otro lo memorizara o le entregaba el envío. De esta
forma, la transmisión del mensaje o envío jamás se detenía ni un instante desde su
partida hasta el punto de destino, llegando a alcanzar una velocidad promedio de
diez kilómetros por hora en forma ininterrumpida.
A través de esta fabulosa red de caminos se trasladaban también los
ejércitos del Inca hacia sus guerras de conquista. Este ejército estaba formado por
hombres de 25 a 50 años de edad, y cualquiera que estuviera dentro de esas
características podía llegar a ser incorporado. En épocas de guerra, los pueblos del
interior eran literalmente vaciados de hombres, ya que éstos eran reclutados
compulsivamente a través de todo el territorio. El jefe supremo del ejército era el
Inca, o el heredero del trono, en su calidad de escogido como sucesor, y era
habitual que alguno de estos dos personajes acompañara en persona a la hueste
imperial. Sus cartas de triunfo principales eran la táctica y estrategia, que se
llevaba a cabo con pericia, gracias a la férrea disciplina con que se desempeñaban
los soldados, y a su perfecta organización. Hoy en día nos parece casi increíble
imaginar al ejército, compuesto por decenas de miles de hombres, trasladándose
por los caminos a distancias inimaginables de sus hogares, junto con caravanas de
cientos de llamas que los aprovisionaban de alimento y fuerza de carga. Sus armas
eran numerosas, y se destacaban el arco y la flecha, la honda, y la macana, especie
de mazo con filos. Se protegían con armaduras, cascos y tablas de madera, así
como con escudos de piel. A diferencia de lo que sucedía en mesoamérica por la
misma época, donde los aztecas arrasaban con los pueblos conquistados, los Incas
tenían la modalidad de intentar vencer al enemigo con la menor violencia posible,
incluso mediante la diplomacia, y cuando la batalla terminaba, los vencidos eran
tratados como amigos, sus jefes recibían cargos políticos y presentes, y sus dioses
eran respetados, obviamente con la condición de aceptar la dominación del poder
del Cuzco. Luego de estas campañas de conquista, se producía un apoteótico
regreso triunfal al Cuzco, similar a lo que sucedía en la Roma imperial, durante el
cual el Inca exhibía sus trofeos y presentaba a sus nuevos vasallos. Era ésta una
oportunidad para grandes ceremonias de tinte religioso durante las cuales la ciudad
entera se llenaba de música y de danzas.
Religión
Glosario
Bibliografía:
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Disselhof, H. D. Las grandes civilizaciones de la antigüedad. Destino. Barcelona
1965
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México 1965
Usera de, Luis, y Bravo, María Concepción, Los Incas., Colección Cuadernos
Historia 16, Madrid
Von Hagen, Victor , Realm of the Incas., New American Library. Londres 1962