Teoria PsicoSexual - Sigmund Freud - 17-11-2020

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TEORIAS PSICOLÓGICAS DEL DESARROLLO HUMANO

TEORÍA PSICO-SEXUAL:

Sigmund Freud

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TABLA DE CONTENIDO

TEMÁTICA Página
MARCO TEÓRICO. 3
ETAPAS PSICOLÓGICAS DEL DESARROLLO HUMANO.
ETAPA ORAL (Nacimiento a 12 o 18 meses).
ETAPA ANAL (12 o 18 meses a 3 años)
ETAPA FÁLICA (3 a 6 años).
ETAPA DE LATENCIA (6 a 12 años).
ETAPA GENITAL (12 años a edad adulta).
RESUMEN ESQUEMÁTICO 1.
RESUMEN ESQUEMÁTICO 2.

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TEORÍA PSICO-SEXUAL
Enfoque Afectivo
Sigmund Freud

ANTECEDENTES.

El psicoanálisis inicia su trabajo por el síntoma, lo más ajeno al YO que se encuentre


en el interior del alma. Desde el síntoma, el sendero llevó a lo inconsciente, a la vida
pulsional y a la sexualidad. El ser humano enferma a raíz del conflicto entre las
exigencias de la vida pulsional y la resistencia que dentro de él se eleva contra ellas,
y en ningún momento habíamos olvidado a esa instancia que resiste, rechaza,
reprime, a la que imaginábamos dotada de sus fuerzas particulares, las pulsiones
YOICAS, y que coincidía justamente con el YO de la psicología popular.

Una de las tareas del psicoanálisis es descorrer el velo de la amnesia que oculta los
primeros años de la infancia, y llevar al recuerdo consciente las exteriorizaciones de
la vida sexual de la temprana infancia contenidas en ellos. Estas primeras vivencias
sexuales del niño están enlazadas con impresiones dolorosas de angustia,
prohibición, desengaño y castigo; uno comprende que hayan sido reprimidas.

La teoría psicoanalítica está edificada sobre la percepción de la resistencia que nos


ofrece el paciente cuando intentamos hacerle consciente su inconsciente. El signo
objetivo de la resistencia es que sus ocurrencias se le deniegan o se distancian
mucho del tema tratado. El mismo puede discernir la resistencia también
subjetivamente si registra sensaciones penosas cuando se aproxima al tema. Pero
este último signo puede faltar. Entonces decimos al paciente que, según inferimos
de su conducta, se encuentra ahora en estado de resistencia, y él responde que no
sabe nada de ella, sólo nota la traba de las ocurrencias. Su resistencia es
inconsciente, tan inconsciente como lo reprimido en cuyo levantamiento trabajamos.

¿De qué parte de su vida anímica procede esa resistencia inconsciente? El


principiante en el psicoanálisis responderá con ligereza: es justamente la resistencia
de lo inconsciente. ¡Respuesta ambigua e inutilizable! Si lo que se quiere indicar es
que procede de lo reprimido, tenemos que decir que no. A lo reprimido tenemos que
atribuirle más bien una intensa pulsión aflorante, un esfuerzo por penetrar en la
conciencia. La resistencia sólo puede ser una exteriorización del YO que en su
tiempo llevó a cabo la represión y ahora quiere mantenerla. Puesto que
suponemos en el YO una instancia particular que subroga los reclamos de limitación
y rechazo, el SUPER-YÓ, podemos afirmar que la represión es la obra de ese
SUPER-YÓ, el mismo la lleva a cabo, o lo hace por encargo suYO el YO que le
obedece. Entonces, si se da el caso de que en el análisis al paciente no le deviene
consciente la resistencia, ello significa o bien que el SUPER-YÓ y el YO pueden
trabajar de manera inconsciente en situaciones importantísimas, o bien —lo cual
sería aún más sustantivo— que sectores de ambos, del YO y el SUPER-YÓ
mismos, son inconscientes. Pero en cualquiera de esos dos casos tenemos que

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darnos por enterados de la desagradable intelección de que SUPER-YÓ y
consciente, por un lado, y reprimido e inconsciente, por el otro, en manera alguna
coinciden.

Niveles de conciencia: consciente, preconsciente e inconsciente.

Una de las piedras angulares del sistema de conceptos de Freud es la división de


la psique en diferentes estratos, opuestos entre sí. Lo que una persona experimenta
conscientemente es una pequeña porción de su vida mental, y es una distorsión
de los verdaderos motivos que existen inconscientemente. Los motivos
conflictivos pueden crear tanta frustración para la persona, que son excluidos
de la consciencia. No experimentamos todo lo que sabemos a cada momento, la
consciencia momentánea constituye una parte muy pequeña del recuerdo total y de
la estimulación actual. En sus inicios Freud distinguía entre los sistemas consciente
y preconsciente y el inconsciente.

 La consciencia consiste en darse cuenta de lo que ocurre como resultado


de la estimulación externa, del restablecimiento de las experiencias internas
o de ambas en alguna combinación.

 El preconsciente se forma de recuerdos latentes, los cuales pueden pasar


deliberadamente al consciente o surgir a través de asociación con
experiencias actuales.

 El inconsciente no se experimente directamente, tiene efectos profundos en


el contenido y el funcionamiento de la actividad consciente y preconsciente.
Es la esfera más grande y significativa del sistema mental. Freud definió al
Psicoanálisis como la CIENCIA DEL INCONSCIENTE.

CONSCIENTE PRECONSCIENTE INCONSCIENTE


Conciencia como resultado de Recuerdos latentes que Depósito mental del pasado.
estimulación externa o de surgen espontánea y
experiencias revividas. deliberadamente o a través de
asociación con la estimulación
actual.
Momento presente de Entre el inconsciente y el No obligado por el deber o la
conciencia. consciente. restricción moral.
Conciencia de la identidad. Filtro entre el consciente y el Comúnmente inaccesible.
inconsciente.

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Significado del Inconsciente.

Una de las primeras percepciones de Freud de la dinámica de la motivación fue


que las conductas anormales pueden ser causadas y sostenidas por
experiencias infantiles dolorosas APARENTEMENTE OLVIDADAS. A esta clase
de olvido la llamó posteriormente represión. La experiencia desagradable estaba
viva en la esfera inconsciente de la psique y provocaba trastornos en la consciencia
y la conducta. Una esposa o esposo puede tener incontables dificultades con los
aspectos sexuales del matrimonio, como consecuencia de una experiencia sexual
traumática de su infancia.

Hay dos significados del inconsciente:

 Inconsciente como no darse cuenta.

 Inconsciente como un ESTRATO O NIVEL INDEPENDIENTE DE LA


PSIQUE QUE TIENE VIDA PROPIA.

El inconsciente tiene vida propia. Está compuesto por impulsos psicobiológicos


básicos, que se oponen a los motivos conscientes y, por consiguiente, producen los
principales conflictos de la vida. Freud sostenía que tenemos un modo de pensar
inconsciente, deseos inconscientes y conflictos inconscientes capaces de afectar
directamente nuestra conducta. Ejercen una gran cantidad de influencia en la
actividad mental consciente y preconsciente. Otra prueba de la existencia del
inconsciente es el "olvido" que sirve a un propósito evidente. Una persona puede
olvidar una cita, hasta que sea muy tarde para acudir a ella. Puede mostrarse a la
persona que "olvidó" deliberadamente la cita debido a que era un acontecimiento
desagradable o amenazador. El hecho de que posteriormente la persona recuerde
indica que el olvido fue sólo temporal y, por tanto, no es un olvido real, sino una
represión. Los deseos activados para bloquear el recuerdo no eran conscientes
sino inconscientes. La conducta de la persona está al servicio de un deseo
inconsciente más que de uno consciente.

Freud rastreó los síntomas extraños que observaba en sus pacientes a la represión
de experiencias traumáticas anteriores. Llegó a creer que el ego era demasiado
débil para arreglárselas con las experiencias desagradables; por tanto, excluía de
la conciencia el material amenazador y lo colocaba en el inconsciente. Pero más
que ser olvidado por la memoria, la represión creaba tensión y se volvía la base de
los síntomas. Para Freud la represión es un agente psíquico que ejerce efectos
tóxicos en la actividad consciente, así, como en la conducta. El material
reprimido necesita descubrirse por medio de TÉCNICAS PSICOANALÍTICAS.

La represión borra la conciencia de la experiencia desagradable, pero la persona


experimenta ANSIEDAD, debido a que el material está dinámicamente activo en el
inconsciente que aun amenaza irrumpir en el ego.

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Una variedad de situaciones semejantes parece indicar el funcionamiento de los
motivos y pensamientos inconscientes. Los errores al hablar (equivocaciones que
expresan lo que la persona siente o cree en realidad) son también difíciles de
explicar, sin invocar el concepto de motivos inconscientes. Lo que la persona dijo
representa los sentimientos verdaderos que tal vez no eran reconocidos porque le
eran inaceptables. Freud creía que a menudo podíamos detectar motivos
inconscientes de la observación de la conducta aparentemente irreflexiva. Freud
señalo el funcionamiento de los motivos inconscientes en un lugar insospechado; la
criminalidad. Comúnmente el delincuente experimenta culpa o remordimiento
después de cometer un crimen, pero el sentimiento de culpa antes del acto, aunque
no sea directo, puede funcionar para hacer que la persona cometa el crimen como
la manera de castigarse. En otras palabras, el delincuente puede cometer el crimen
porque inconscientemente quiere ser castigado.

Para Freud, la prueba más convincente de la existencia del inconsciente como un


estrato independiente de la psique, fueron los TRASTORNOS DE LA
PERSONALIDAD. Sostenía firmemente el principio del determinismo psíquico,
cualquier acontecimiento psicológico tiene una explicación o causa adecuada. Las
condiciones precedentes deben explicar por completo el suceso. Con respecto a los
SÍNTOMAS, la aplicación de este principio significa que LOS SÍNTOMAS SON
EXPLICABLES; no simplemente suceden. Además, tienen significado para la
persona; sirven a un propósito. Si el propósito no es percibido en forma
consciente, entonces el síntoma sirve a un MOTIVO INCONSCIENTE, del que la
persona no se percata.

Cuando un motivo o conflicto consciente se torna inconsciente, persiste y


continúa afectando la conducta, como si fuera consciente. Si una persona no
puede descubrir la causa de sus síntomas, probablemente no hay forma de
eliminarlos. Sea cual fuere lo que mantiene los síntomas continuará su efecto
debido a que la persona no puede identificar la causa.

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MARCO TEÓRICO.

ESTRUCTURA DE LA PERSONALIDAD.

Freud concibió que la personalidad está formada por sistemas opuestos que se
encuentran continuamente en conflicto entre sí. El ELLO representa los impulsos
psicobiológicos o el YO inferior, el YO representa el agente consciente o el YO
controlador; el SUPER-YÓ es el aspecto moral y social de la personalidad o el YO
superior. Cada sistema lucha por dominar la personalidad lo más posible. El ELLO
desprecia las consideraciones de realidad y moralidad y las tensiones asociadas
con las necesidades; el YO procura ser racional y realista; el SUPER-YÓ busca
eliminar los impulsos y se esfuerza por alcanzar objetivos morales o ideales. Pero
es imposible suprimir ninguno de los componentes básicos de la personalidad. La
única solución es que el YO se haga cargo de la personalidad y conceda alguna
expresión tanto a los motivos buscados por el YO del individuo como a las
restricciones morales y sociales impuestas por fuerzas externas.

ELLO YO SUPER-YÓ
(ID) (EGO) (SUPER-EGO)
Es la parte primitiva de la Es la consciencia, la identidad, Tiene dos funciones:
Psique. lo YO soy. conciencia e ideal del YO.
Compuesto de instintos Sirve y controla al ello. Es el componente moral o
psicobiológicos heredados. cultural de la personalidad.
Fuente de energía psíquica. Administra la personalidad. Es primitivo en el neurótico.
“Realidad psíquica verdadera”. Utiliza las facultades Lucha por fines moralistas y
psicológicas. perfeccionistas.
Funciona conforme al principio Distingue entre lo objetivo y lo Promueve el autocontrol.
del placer; reduce la tensión. subjetivo.
Controla la acción refleja y se Obedece al principio de la Inhibe los impulsos del ello.
caracteriza por procesos realidad.
primarios de pensamiento.
Es totalmente inconsciente. Se caracteriza por procesos Es preconsciente e
secundarios de pensamiento. inconsciente.
No aplica Es consciente, preconsciente e Se opone al ello y al YO.
Inconsciente.
Mediador entre el ello y el
No aplica SUPER-YÓ y afronta las No aplica
demandas del mundo externo.

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ELLO o ID.

El ELLO o ID es difícil de describir porque no tenemos acceso directo a él. Puede


considerarse como la parte más primitiva de la psique, la PERSONALIDAD
ORIGINAL. Es el depósito de la energía psíquica. Representa el complemento
psicológico de las necesidades biológicas: para cada necesidad biológica existe
un impulso correspondiente den el ELLO, que se activa al activarse la necesidad.
Por ejemplo, conforme la necesidad de alimento aumenta en intensidad, el deseo
de alimento, que tiene lugar en el ELLO, también se intensifica. En algún punto la
intensidad del impulso del ELLO es suficiente para experimentarse en el YO como
deseo consciente, a no ser que haya ahí alguna fuerza oponente al deseo. Por tanto,
el proceso total comienza con una necesidad biológica que es experimentada en el
ELLO (pero no en forma consciente, ya que el ELLO es totalmente inconsciente). El
deseo de alimento se vuelve una sensación consciente en el YO, cuando la
necesidad corporal es de intensidad suficiente.

Para apreciar el funcionamiento del ELLO, considere lo que sucede mientras


dormimos. Durante el sueño, aunque las funciones del YO y la consciencia se
reducen en gran medida, hay considerable actividad. Las funciones biológicas están
activas, aunque a un nivel disminuido. La persona se mueve con mayor frecuencia
de la que esperaríamos. Digiere su comida y puede de hecho sentir un apetito
suficiente para despertarla. Si la piel se irrita por permanecer en un lugar demasiado
tiempo, la persona cambia de posición -todo sin despertarse-. La tensión asociada
con la irritación se transforma en movimiento sin mediación del YO o la conciencia.
Lo mismo puede suceder con una irritación de la garganta o de las ventanas de la
nariz: la persona tose o estornuda sin la intervención del YO. Es evidente que el
ELLO puede realmente controlar en forma directa la actividad corporal, y también
puede activarse lo suficiente para alterar al YO durante el sueño, como cuando una
persona se despierta hambrienta.

El ELLO está o puede estar activo todo el tiempo. Una de sus funciones principales
es comunicar las tensiones; ya que no puede descargar éstas directamente en el
YO, que es más capaz de descargarlas. El ELLO contiene deseos y controla ciertas
actividades reflejas. El ELLL es una parte importante del consciente. Pero el
inconsciente incluye también ideas, impresiones y deseos reprimidos. Este material
debe mantenerse reprimido por fuerzas contrarias, provenientes del YO. El ELLO
puede experimentarse como un impulso no deseado, que se entromete en la
conciencia en el momento más inoportuno. Los impulsos relacionados con el
SEXO y la AGRESIÓN son comúnmente los más problemáticos. El ELLO es la
principal FUERZA IMPULSORA de la PERSONALIDAD.

El ELLO y el principio de placer.

El ELLO está gobernado por el principio del placer y los procesos primarios del
pensamiento. El principio del placer expresa la idea de que la motivación más
fundamental de los seres humanos es la búsqueda del placer, primero a través de
la reducción de los impulsos básicos. Freud creía que este principio gobernaba las
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actividades del ELLO. El ELLO induce a la persona a buscar alivio inmediato a la
tensión cada vez que ésta se presenta. La tensión surge cuando las necesidades
se activan y se reduce cuando son satisfechas. El alivio de la tensión fue
considerado por Freud como la principal fuente de placer, por tanto, la ausencia de
tensión por las necesidades era para él en un sentido la forma más elevada de la
existencia humana. Posteriormente llegó a la conclusión de que algunas tensiones
son agradables y constituyen una fuente de motivaciones, como cuando una
persona disfruta las experiencias y actividades sensuales por sí mismas. Cuando el
ELLO domina al YO, el principio de placer prevalece a costa de las consideraciones
realistas y moralistas.

Por procesos primarios de pensamiento, Freud significaba pensamientos


fantásticos, ilógicos y satisfactores de deseos. Este pensamiento es inducido
por intensos motivos insatisfechos del ELLO. Los procesos primarios del
pensamiento es la forma primera, o más temprana, del pensamiento. Es altamente
personal o autístico. No sigue las reglas de la lógica, la realidad o del sentido común.
Cuando el YO se encuentra bajo la influencia del ELLO, como en el momento
cuando la persona está motivada sexualmente, los procesos primarios del
pensamiento son capaces de reemplazar el pensamiento realista, el cual es la
función propia del YO. Entonces el YO puede construir un mundo de fantasía. Las
limitaciones ordinarias de la realidad se suspenden. La ensoñación es un ejemplo
de procesos primarios del pensamiento. Los objetos pueden substituir a las
personas, o una parte tomarse por el todo. En un sueño, cortarle el cabello puede
simbolizar el acto de asesinarla. Matar un oso puede simbolizar el asesinato del
padre de la persona o el deseo de asesinarlo.

Debemos notar que el principio del placer y los procesos primarios del pensamiento
tienen lugar en el YO, pero son inducidos por el ELLO. Cuando los impulsos
del ELLO son intensos, las actividades apropiadas del YO se ven adueñadas por
los procesos primarios del pensamiento y por el principio del placer.

Por qué Freud propuso la existencia del ELLO, el cual debía intervenir entre las
necesidades biológicas y el resto de la personalidad. ¿Por qué deben
experimentarse los motivos primero por el ELLO y después conscientemente en el
YO? La respuesta es que Freud observó repetidamente discrepancia entre la
motivación consciente y la inconsciente. Lo que una persona podría aducir como
motivos conscientes para una conducta específica no explicaba adecuadamente
dicha conducta. Motivos diferentes, aparentemente inconsciente, están detrás
de la conducta. La motivación real, que es inaceptable, ha sido disimulada
o transformada o sustituida por un motivo razonable.

Para entender la idea de Freud de la relación entre el YO y el ELLO, uno debe tener
presente que el YO es el sirviente del ELLO, aunque al mismo tiempo debe
administrar la personalidad total. No obstante, el YO disfruta las satisfacciones
derivadas de los motivos del ELLO. Los deseos no amenazantes del ELLO son
experimentados directamente por el YO, pero los demás son disimulados de tal

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manera que resultan aceptables por el siempre vigilante SUPER-YÓ y el poder de
la AUTORIDAD EXTERNA. Una porción del YO, el segmento inconsciente, es un
aliado del ELLO y proporciona los disfraces antes de que se experimenten en la
parte consciente del YO.

El motivo derivado experimentado en la porción consciente del YO puede tener poco


parecido con el motivo radical en el ELLO. Los motivos que son especialmente
desaprobados por la sociedad (y por el SUPER-YÓ, cuando éste se desarrolla)
producen motivos derivados que se hacen aceptables para sí mismo y para la
sociedad. Freud sostenía que la frustración de los motivos desaprobados, como
el sexo y la agresión, es una causa importante del mayor logro de las personas,
tanto a nivel individual como cultural. Al tener que encontrar nuevas y mejores
salidas a los motivos prohibidos, la gente desarrolla y utiliza vigorosamente el poder
del YO. Sin embargo, si los motivos derivados toman la forma de defensas del YO
y de procesos primarios del pensamiento, la personalidad se desarrolla y funciona
de manera defectuosa y anormal.

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EL YO o EGO.

El YO es el sujeto más genuino, es el administrador de la personalidad, lo que


comúnmente se experimenta como el sujeto y el objeto de la acción -el "YO" o el sí
mismo-. Su función principal es encargarse de satisfacer las necesidades. El YO se
deriva de la actividad de los centros superiores del cerebro. Freud creía que una
porción del ELLO se diferenciaba dentro de una parte distinta de la personalidad, el
YO. Todas las facultades psicológicas (percepción, memoria, discernimiento,
razonamiento, solución de problemas, toma de decisiones) están a disposición del
YO. El YO puede llegar a conocer y a aprender del mundo externo. A diferencia del
ELLO, está en contacto constante con el medio exterior. EL niño en desarrollo debe
aprender a obedecer el principio de la realidad y utilizar procesos secundarios del
pensamiento (correctos y lógicos). El YO desarrolla su fuerza tomando energía del
ELLO. Hace esto para invertir esa energía en ELEGIR objetos, intereses y
actividades. Conforme crece el YO, el ELLO se debilita. Esto último es posible por
disposición hereditaria; pero no podría lograrse sin la ayuda adicional de la
educación, la influencia paterna, qué como precursor del SUPER-YÓ restringe la
actividad del YO por medio de prohibiciones y castigos y facilitan u obligan al
establecimiento de represiones.

El YO puede tomarse a sí mismo por objeto, tratarse como a los otros objetos,
observarse, criticarse, y Dios sabe cuántas otras cosas podrá emprender consigo
mismo. Para ello, una parte del YO se contrapone al resto. El YO es entonces
escindible, se escinde en el curso de muchas de sus funciones, al menos
provisionalmente. Los fragmentos parcelados pueden reunificarse luego.

El principio de realidad (YO o EGO) y los procesos secundarios del


pensamiento.

El YO funciona conforme el principio de la realidad y por medio de procesos


secundarios del pensamiento. Con el principio de la realidad Freud, significa que el
YO debe considerar todos los hechos pertinentes en el proceso de satisfacer las
necesidades. A menudo la tensión debe tolerarse mientras se adopta un curso de
acción apropiado. Siempre hay obstáculos e impedimentos que deben superarse o
vencerse. Ya que la búsqueda directa del placer es por lo general imposible, hay
conflictos continuos entre el principio del placer del ELLO y del funcionamiento del
principio de la realidad del YO. Pero el YO tiene de hecho, la capacidad necesaria
para asegurar la satisfacción de las necesidades: por tanto, el principio de la
realidad está apoyado por procesos secundarios del pensamiento. Por procesos
secundarios del pensamiento Freud se refiere a pensamientos que sean válidos. La
persona debe percibir correctamente, seguir las reglas de la lógica y aprender
las leyes de la naturaleza. Necesita estar en contacto con el mundo real. Los
procesos secundarios del pensamiento luchan con los procesos primarios del
pensamiento y a menudo son vencidos por éstos, debido a que refieren menos
esfuerzo y producen un alivio inmediato de las tensiones insoportables. Al final, los
procesos secundarlos del pensamiento por sí solos sirven al principio de la realidad,
el cual, alternativamente, debe obedecerse si la persona quiere subsistir.
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El YO y la ansiedad.

Debemos recordar que el YO experimenta los tres tipos de ansiedad: Objetiva,


Neurótica y Moral. Aunque la ansiedad se deba a:

 Un impulso del ELLO que amenaza con arrollar al YO,

 el SUPER-YÓ, a través de su conciencia, que condena al YO por


pensar en los impulsos del ELLO o entregarse a ellos,

 el ideal del YO que condena al YO como algo perverso o

 la tensión abrumadora del medio ambiente externo, persiste el hecho


de que el YO es la víctima.

El YO no puede permanecer pasivo al experimentar ansiedad, sin tener en cuenta


el tipo. En el caso de la ansiedad objetiva, la causa del miedo puede enfrentarse
directamente. La persona puede hacer el intento de percibir la situación en forma
correcta, evaluar las posibles soluciones y tomar una decisión para seguir una línea
de acción en particular. Cuando un individuo elabora un proyecto, lo más probable
es que resuelva el problema y desaparezca la ansiedad asociada con él.

La ansiedad, como una señal de alarma, cumple con la importante función de


preparar a la persona para comportarse apropiadamente o evitar la conducta. Freud
distinguía tres tipos de Ansiedad: Objetiva, Neurótica y Moral. Algunas veces la
acción apropiada no es posible y la ansiedad continúa haciendo estragos. En esos
casos, el YO emplea mecanismos de defensa, los cuales se enfrentan
directamente a la ansiedad y no a la situación que la produce. En la ansiedad
moral y la neurótica, el peligro procede del interior de la personalidad. El YO, tiene
más dificultades al comportarse de manera racional con esas formas de ansiedad y
gran parte de su estrategia defensiva puede utilizarse para protegerlo contra la
potencia de esas fuerzas.

Conflictos entre el ELLO y el YO. El YO trabaja en nombre del ELLO. Cuando el


ELLO dice: "Lo quiero y lo quiero ahora", el YO contesta: "Trataré de conseguirlo
para ti. Dame una oportunidad de elaborar un proyecto. ¿Aceptarías un sustituto o
estarías dispuesto a aceptar menos de lo que pides?".

El YO y los mecanismos de defensa.

A medida que la personalidad se va desarrollando el individuo va aprendiendo


métodos que le permiten descargar sus impulsos y adaptarse a la realidad,
reduciendo así su ansiedad ante cualquier situación frustradora o conflictiva. Freud
considero que el desarrollo de la personalidad es en gran parte consecuencia de un
aprendizaje. Con el término “mecanismos de defensa”, Freud describió las luchas
del YO contra las ideas y los afectos penosos o indeseables, los cuales
pueden conducir a las NEURÓSIS.
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Freud considera que las frustraciones obstaculizan la satisfacción del principio del
placer. Los impedimentos pueden ser exteriores al sujeto o interiores; pero el
conflicto es siempre INTRAPSÍQUICO entre las cuales las CATEXIAS (Fuerzas
libidinosas impulsoras que residen en el ELLO) y ANTI o CONTRACATEXIAS (Fuerzas que controlan
las fuerzas impulsoras libidinosas, las cuales residen en el YO y el SUPER-YÓ) del ELLO o el YO o
entre las del ELLO y el SUPER-YÓ. El YO intenta alguna solución práctica ante una
frustración o un conflicto superándolo, evitando que se produzca o bien apartándose
del mismo; pero si a pesar de intentarlo el YO no consigue su finalidad puede utilizar
una serie de mecanismos de defensa que, aunque no resuelven concretamente la
situación frustradora o conflictiva, al menos atenúan el sufrimiento que se derivan
del exterior o interior del sujeto.

Las CATEXIAS son fuerzas libidinosas impulsoras que residen en el ELLO.

Las ANTI o CONTRACATEXIAS son fuerzas que controlan las fuerzas impulsoras
libidinosas, las cuales residen en el YO y el SUPER-YÓ, estos últimos, poseen sus
propias fuerzas impulsoras, pero se desarrollan para contener las acciones
imprudentes del ELLO. La contracatexia es una frustración interna.

Los mecanismos de defensa descritos por Sigmund Freud y su hija Anna Freud son:

1. Represión.
2. Desplazamientos (en su fase positiva, se convierte en una Sublimación).
3. Fijación.
4. Regresión.
5. Proyección.
6. Formación reactiva.
7. Identificación e Introyección.
8. Racionalización o intelectualización.
9. Negación o apartamiento de la realidad o fantasía.
10. Conversión.
11. Compensación (Complejo de inferioridad o superioridad, descrito por
Alfred W. Adler ex-discípulo de Freud).

Represión.

Es preciso diferenciar la represión de la supresión. En la supresión se puede


desterrar de una conversación, de forma consciente y verbalizada, temas
desagradables que pueden producir ansiedad o sentimientos de culpa. La represión
es automática y no ocurre bajo el control de estímulos verbales, porque es
inconsciente. Mediante la represión se olvidan aquellas ideas, pulsiones o
acontecimientos que pueden engendrar ansiedad u otras clases de sufrimiento
psíquico. La represión se parece al proceso normal de olvidar, pero se diferencia
de éste porque se puede recobrar la memoria perdida temporalmente tan pronto
como se reduce o elimina la ansiedad conectada con ella y porque, más que olvidar,

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lo que sucede es que el YO ejerciendo una anticatexia, sumerge en lo inconsciente
aquello que resulta penoso o punible.

Desplazamiento.

Cuando el YO queda bloqueado y no puede hacer una catexia sobre el sujeto hacia
el cual va dirigida, se desplaza esta energía sobre todo objeto sustitutivo.
Hacemos desplazamientos de energía psíquica continuamente y la dirección del
desplazamiento está en función de previas fijaciones, disponibilidades de
objetos y normas sociales. Fijaciones en la fase oral pueden favorecer en los
adultos el desplazamiento de la energía psíquica hacia actos como fumar en
exceso, afición a beber de las botellas en vez de los vasos o a mordisquear la pluma
o el bolígrafo: para Freud estos desplazamientos expresarían en el nivel adulto el
deseo infantil de succionar el pezón materno.

Un niño celoso de su nuevo hermanito que acapara el afecto de sus padres y


familiares, siente deseos de agresión; el niño hace gestos de amenaza dirigidos al
pequeño y entonces la familia interviene riñéndole y bloqueándole. El niño busca
entonces un objeto sustitutivo y sobre él desplaza su agresividad; más tarde los
padres ven que está destrozando un muñeco. Otro ejemplo es de aquellos
adolescentes que tienen que soportar continuas frustraciones en su medio familiar
por la irregularidad del comportamiento de los padres, por malas condiciones
económicas y por otras circunstancias generadoras de hostilidad pueden desplazar
ésta hacia la sociedad en forma de descontento, criticismo e incluso conducta
delictiva.

Cuando los desplazamientos se dirigen hacia un objeto cultural decimos que hay
una sublimación. A veces la sublimación se ha considerado un mecanismo de
defensa independiente; sin embargo, su dinámica es la misma que la del
desplazamiento y lo único que varía es el objeto. Una mujer con su maternidad
frustrada puede sublimar sus pulsiones maternales dirigiendo éstas hacia otros
niños a través de profesiones tales como educadora, puericultora u otras similares.
Freud cree que la producción artística es consecuencia de la sublimación de
frustraciones y a causa de la pasión con que suelen abrazarse las actividades
estéticas arguye que éstas son actividades sustitutivas, socialmente aceptables, de
pulsiones sexuales. Freud afirma que se producen cambios de energía de unas
pulsiones a otras. Si una pulsión, por ejemplo, la sexualidad, se bloquea, otro puede
aportar una satisfacción sustitutiva. La bulimia o tendencia a sobrealimentarse
estaría en función de la falta de satisfacciones sexuales.

Fijación.

La fijación representa un fallo en el progreso evolutivo del individuo. El desarrollo de


la personalidad atraviesa, los periodos oral, anal, fálico y genital. Estos estadios
representan diferentes modalidades de satisfacción del impulso sexual que todo
individuo recorre hasta llegar a la fase genital o adulta. Al llegar a un nuevo nivel
puede sentirse una menor satisfacción impulsiva en relación con el nivel precedente
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y estos nuevos pasos pueden entonces asociarse a situaciones de conflicto
generadoras de ansiedad. Entonces el sujeto puede quedar fijado en uno de los
estadios pregenitales. Las fijaciones se producen porque hay una intensa
gratificación de una determinada conducta y el nuevo tipo de conducta es, menos
gratificador. Incluso el sujeto normal es frecuente que tenga residuos de fijaciones
en niveles de sexualidad pregenitales. Un ejemplo lo constituyen los juegos
sexuales previos al coito. La fijación es un verdadero mecanismo de defensa,
protege al individuo de la ansiedad que puede producirle el avance hacia un nuevo
estadio de desarrollo. Un niño puede rechazar otra forma de alimentación que no
sea el biberón porque está acostumbrado a esta forma de alimentarse y le resulta
más agradable y cómoda que otras modalidades nutritivas propias de su edad. Una
persona con fuertes fijaciones orales puede tender a mantener siempre unas
relaciones de pasividad o dependencia de los demás tal y como es típico en esta
fase del desarrollo.

Regresión.

La regresión implica una vuelta a anteriores períodos del desarrollo como


consecuencia de experiencias traumáticas. La regresión exige que previamente
se haya producido una fijación. La persona tiende a regresar al estadio en el cual
previamente ha experimentado fijaciones más intensas. El YO es tanto más
maduro cuanto más se desprende de las formas más primitivas de
comportamiento consiguiendo a la vez satisfacer sus pulsiones en forma aceptable
por el SUPER-YÓ y por la sociedad; si no se consigue esto, pueden aparecer
fijaciones y si estás tampoco resuelven la situación pueden sobrevenir regresiones
a períodos infantiles del comportamiento. Freud ha considerado que los
trastornos psicopatológicos se debían a mecanismos de fijación y
regresión. Las neurosis son fijaciones o regresiones a los períodos fálico y anal,
mientras que las psicosis son regresiones profundas a la fase oral e incluso
dentro de ésta a sus más primitivas manifestaciones.

Proyección.

Una persona puede exteriorizar un impulso que le produce ansiedad dirigiéndolo a


algo o a alguien y atribuir al objeto o a la persona este impulso. Un hombre siente
ansiedad ante sus pulsiones sexuales o agresivas y las atribuye a otras personas,
lamentándose de que estás sean tan indecentes o tan hostiles. El YO maneja
siempre con más facilidad la ansiedad objetiva o los peligros externos que la
ansiedad moral o neurótica. Es más fácil aceptar que otra persona le tiene envidia
a uno que reconocer que es uno mismo el que siente envidia hacia ella. Un caso de
proyección es la del hombre que se siente culpable porque no es fiel a su esposa y
acusa a ésta de infidelidad; o la doble proyección que a menudo se produce entre
los conductores de dos automóviles que han chocado, descargando la
responsabilidad uno en el otro. Otra proyección muy frecuente es cuando acusamos
a otros de haber cogido o cambiado de sitio alguna cosa que nosotros hemos
perdido o no sabemos dónde hemos dejado. En todos estos casos la ansiedad se

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reduce reemplazando el conflicto interno, a veces intolerable, por otro conflicto
externo más suave y tolerable.

En el nivel patológico hay un trastorno en el que intervienen mecanismos de


proyección y que se denomina paranoia. El paranoico no comprueba la veracidad
de sus inferencias y falsos razonamientos y proyecta sobre los demás sus propios
contenidos internos, adquiriendo la convicción de que su esposa le es infiel, le
persiguen o perjudican, etc. El mecanismo de defensa puede estar tan arraigado
que no hay posibilidad de hacerle ver su error mediante argumentos y
razonamientos. Se dice entonces que el sujeto delira.

Formación reactiva.

En la formación reactiva los impulsos que producen ansiedad se expresan en la


conciencia por lo que sea opuesto a ellos. El individuo se afirma entonces mediante
sentimientos de signo positivo, reduciendo la ansiedad generada por sus impulsos
auténticos. Es el caso de la mujer que siente impulsos de odio hacia su madre
política, pero que se muestra extremadamente solícita y atenta con ella; reconocer
que la odia puede desencadenar en ella ansiedad, que intenta reducir mostrándose
afectuosa. Por este mecanismo los impulsos sexuales más primitivos pueden llegar
a convertirse en actitudes muy "virtuosas". La joven que hace remilgos porque un
hombre llega a rozar su mano, muchas veces en el fondo desea vehementemente
a aquella persona, pero el reconocimiento de tales impulsos produce en ella
ansiedad y los rechaza manifestando una conducta consciente de signo opuesto.

Identificación e introyección.

Puede definirse la identificación como el deseo de que nuestro YO sea como el


de otras personas y la introyección como la tendencia a incorporar al YO las
cualidades de estas personas. Estos mecanismos son los responsables de que el
niño asimile las normas y actitudes de sus padres y de su grupo social y se
comporte de acuerdo con ellas. Se considera a la identificación un mecanismo de
defensa porque es inconsciente. Las primeras identificaciones que hace el niño
son con uno de los padres, introyectando sus formas de conducta y sus medios
de reducir la ansiedad en las situaciones de conflicto. Generalmente
un niño recibe refuerzos positivos cuando su conducta se atiene a las normas de
conducta del padre o de la madre y de aquí que estos procesos puedan
considerarse mecanismos de defensa. A medida que el niño va creciendo se
producen otras identificaciones con los personajes de los cuentos, héroes
cinematográficos o con otras personas de la vida real. Estos modelos con los que
un sujeto se identifica e introyecta influyen en la determinación de sus rasgos de
personalidad, aspiraciones y objetivos.

16
Racionalización o intelectualización.

Nuestros actos tienen más de una motivación. Se llama racionalización al


mecanismo por el cual el YO, inconscientemente, escoge entre las varias causas
coexistentes, aquellas que, por ser más aceptables, más defendibles o más
razonables, actúan reduciendo la ansiedad que se derive de una determinada
conducta. La racionalización implica por parte del sujeto la convicción de que los
motivos que manifiesta son realmente válidos y en esto precisamente se distingue
de la tendencia deliberada a engañarse a uno mismo o a los demás. Un estudiante
atribuye sus suspensos al excesivo rigor de los profesores, a haber estado enfermo
unas semanas antes de los exámenes o a otras causas que mitiguen la ansiedad
que le produce enfrentarse con el verdadero motivo que fue simplemente haber
estudiado muy poco y mal. El sujeto que hace racionalizaciones a menudo se ve
obligado a defender sus argumentos con vehemencia puesto que los motivos que
aduce son puestos en duda por los demás.

Fantasía y negación de la realidad.

Algunas veces es posible gratificar al menos en parte, un motivo frustrado,


recurriendo el YO a satisfacerlo en la fantasía. Todo el mundo hace esto a veces y
particularmente los adolescentes. De una persona que tiene propensión a refugiarse
en la fantasía se oye decir a menudo que "está en las nubes" o que está siempre
"haciendo castillos en el aire". En contraste con el pensamiento lógico, que es
realista, el pensamiento fantaseador es irreal y mediante él incluso metas difíciles
de conseguir pueden parecer alcanzables; sin embargo, la fantasía nunca puede
aliviar completamente la ansiedad resultante de las necesidades frustradas,
logrando todo lo más atenuarlas y condicionando al individuo a posponer la
resolución de la situación. Una tendencia acusada a refugiarse en la fantasía es
peligrosa ya que implica rehusar a esforzarse por actuar de forma tal que la mayor
parte de las satisfacciones se produzcan en la vida real, tendiendo el sujeto cada
vez a quedar más desvinculado de su ambiente. En casos extremos puede
producirse el estado denominado "autismo" caracterizado por existir una completa
disociación entre el YO y la realidad exterior. El autismo es típico de la psicosis
esquizofrénica, sobre todo en sus fases iniciales.

Conversión.

Es un mecanismo complejo y que desencadena siempre una respuesta patológica.


Para que se ponga en marcha es preciso que el YO se encuentre ante una situación
exterior conflictiva muy aguda y que la intensa ansiedad desencadenada se reprima.
Esta carga emocional reprimida por el YO produce un impacto en los centros
diencefálicos y se expresa a través del sistema nervioso vegetativo mediante
síntomas. La aparición de unos u otros síntomas depende de la índole del conflicto
y de la previa historia condicionante del individuo: puede producirse un
desvanecimiento, una crisis convulsiva e incluso perturbaciones sensoriales o
motoras. El descubrimiento de este mecanismo por Freud fue trascendental, no

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solamente para el psicoanálisis, sino para toda la patología médica, ya que puso de
manifiesto que existen síntomas físicos que no obedecen a lesiones orgánicas y
que se desencadenan por causas psíquicas. El mecanismo de conversión es
frecuente en las neurosis de guerra y en las neurosis histéricas.

Compensación.

Alfred Adler indica que este mecanismo de defensa, la motivación a la superioridad


es de índole psíquica, y no de índole biológica como indico Freud que eran sus
mecanismos de defensa. Todo individuo tiende a ocupar situaciones de
superioridad, pero a veces nuestras aspiraciones pueden ir más allá de lo que
alcanzamos y a consecuencia de ello sentimos frustrados y experimentar un
complejo de inferioridad.

Un complejo de inferioridad, puede compensarse. Se denomina compensación


al mecanismo de defensa mediante el cual el individuo sustituye una actividad por
otra en un intento de satisfacer algún motivo frustrado. La compensación implica un
fallo o pérdida de la autoestimación en la actividad que se compensa. Pueden
distinguirse tres clases de compensaciones:

1. Compensación de primer grado. El esfuerzo se dirige a equilibrar el fallo o la


insuficiencia precisamente en donde éstos radiquen. Se habla entonces de
supercompensación. Es típico citar el caso de Demóstenes quien, siendo
tartamudo, se ejercitó con tal persistencia en compensar este defecto del
lenguaje que llegó a ser un extraordinario orador.

2. Compensación de segundo grado. El sujeto estimula, activa y adiestra otras


capacidades. Una joven poco agraciada físicamente o con algún defecto
motor compensa estas insuficiencias en el plano de los estudios, sus
excelentes calificaciones la hacen acreedora a un prestigio que no puede
alcanzar directamente a través de su inferioridad física.

3. Compensación de tercer grado. El sujeto hace una compensación puramente


ficticia, tendiendo a aparentar mucho más de lo que en realidad es. Son
formas típicas de manifestación de esta compensación la jactancia, la
fanfarronería, la pedantería y la terquedad. Este mecanismo se produce
cuando el sentimiento de inferioridad no puede compensarse mediante los
otros dos procedimientos antes descritos, por no tener el sujeto suficiente
autodisciplina para entrenarse y supercompensar sus déficits o cuando
carece de otras aptitudes o condicionamientos personales que pueda
desarrollar y a través de ellos compensarse.

18
El SUPER-YÓ o SUPER-EGO.

Es una instancia situada en el interior del YO. Es el aspecto ideal o moral del
YO. Freud, trata al SUPER-YÓ como si fuera el YO "mejor". Cuando alguien sigue
su conciencia o persigue sus ideales, el SUPER-YÓ ejerce dominio sobre el YO.
Por tanto, al ser moralista o perfeccionista compite con el ser realista o busca placer.
El ELLO sería el YO inferior, el EGO (YO) el YO controlador y el SUPER-YÓ el YO
superior. Este criterio del SUPER-YÓ le permite ser preconsciente, de tal manera
que a través de la exploración del consciente pueda identificar el principio o precepto
que se viola. Después de ir al cine en lugar de estudiar una tarde, el estudiante
puede sentirse culpable por haber faltado a sus obligaciones. Ciertamente puede
traer a la conciencia las razones por las cuales debía haber estudiado en vez de ir
al cine.

Freud también utiliza el término SUPER-YÓ para designar una región inconsciente
de la mente que contiene los aspectos aprendidos durante las primeras etapas de
la vida. El SUPER-YÓ se forma en la infancia, cuando el niño percibe a sus padres
como seres casi divinos. La conciencia y los ideales que se introyectan son
altamente moralistas e idealistas. Introyectar significa "convertir algo en una
parte integral de uno mismo". El niño recibe el SUPER-YÓ de sus padres en lugar
de su conducta real. El SUPER-YÓ impone al YO demandas morales e idealistas
imposibles. No es suficiente para el YO ser moral; debe ser moral y perfecto.

El SUPER-YÓ está formado por dos aspectos importantes de la personalidad: la


conciencia y el ideal del YO. La conciencia representa las prohibiciones culturales
y el ideal del YO las normas positivas, ambos son internalizados. El SUPER-YÓ es
el representante moral o cultural dentro de la personalidad. El YO no sólo debe
tomar medidas racionales para satisfacer las demandas del ELLO, y al mismo
tiempo cumplir con los requisitos del mundo externo, sino también necesita
obedecer las normas o los requisitos del SUPER-YÓ. Ciertas formas de satisfacer
las necesidades le son aceptables al SUPER-YÓ; incluso cuando son permitidos
por la cultura diversos medios de satisfacer las necesidades, el SUPER-YÓ no
necesariamente los tolera todos. Por ejemplo, bailar es permitido por la cultura como
un medio de reunir a los jóvenes, pero esto es inaceptable para los miembros de
algunas religiones. En este caso, el SUPER-YÓ bloquea un conducto para la
satisfacción de una necesidad que se encontraba abierto para el YO: el conflicto
tiene lugar dentro de la persona y no es entre la persona y su medio ambiente.

Muchas de las prohibiciones e indicaciones que guían la conducta se relacionan con


los procesos secundarios del pensamiento y el principio de realidad. La persona
madura asume gradualmente los preceptos de la conciencia del SUPER-YÓ y los
expone al escrutinio del YO. Si el desarrollo es normal, la fuerza controladora en la
personalidad se convierte cada vez más en YO. La conciencia se hace cada vez
más consciente.

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Como el ELLO, parte del SUPER-YÓ es inconsciente, aunque puede producir
efectos conscientes en el YO, por ejemplo, culpa, remordimiento y ansiedad.
Funciona al imponerle al YO ciertas normas, como "nunca pienses sobre temas
sexuales; nunca te enojes con tus padres, nunca seas egoísta; nunca seas poco
cariñoso". La persona que tiene SUPER-YÓ estricto es, por lo general, incapaz de
verbalizar sus normas, pero sin embargo está influido por ellas. Precisamente, como
la orden del SUPER-YÓ es inconsciente, también la razón que hay detrás de la
orden es desconocida para la persona.

La formación del SUPER-YÓ se fomenta en gran medida por la identificación del


niño con el progenitor del mismo sexo. La identificación significa convertir en una
parte integral de la personalidad las características de los padres. El niño pequeño
adora y admira a su padre, a quien percibe como un ejemplo de virilidad aún más
perfecto que el mismo. Moldea su conducta imitando a la de su padre con la
esperanza de convertirse en la persona maravillosa que ve en su padre. En
cualquier aspecto su padre es superior a él. Ser como papá significa tener lo que él
tiene. La imagen de su padre es fascinante y no desfigurada por comparaciones
desfavorables. La niña pequeña se ve a sí misma como muy inferior a su madre.
Mamá es un ejemplo más perfecto de mujer. La pequeña toma a su madre como
modelo y se identifica con ella asumiendo sus características.

Debido a que los padres pueden retirar su amor y castigar al niño, una parte de la
identificación implica la internalización de esa autoridad paterna. Una parte del YO,
los mandatos de los padres, penetra posteriormente en la esfera del SUPER-YÓ,
separándose del YO y volviéndose inconsciente. En este papel, el SUPER-YÓ juzga
y ordena las reglas de conducta que el YO debe seguir en su labor de satisfacer las
demandas del ELLO. Por tanto, el YO tiene que luchar no sólo con las presiones del
ELLO y los requerimientos de la realidad, sino también, con las demandas del
SUPER-YÓ, que constantemente lo controla. Al igual que el niño teme la autoridad
de los padres, debido a su poder sobre él, así también el SUPER-YÓ es temido
como representación psíquica del padre, debido a su poder. Violar las órdenes
del SUPER-YÓ crean en el YO, culpa, ansiedad, autodesprecio y el deseo de ser
castigado.

Un factor significativo en el desarrollo del SUPER-YÓ es la manera en que se


resuelve el complejo de Edipo. El complejo de Edipo implica la atracción romántica
del niño hacia el progenitor del sexo opuesto. Al mismo tiempo, el progenitor del
mismo sexo es temido y amado. Como consecuencia, el niño deja de lado su apego
y competencia y en cambio se identifica con el progenitor del mismo sexo. El niño
aprende a ser miembro de su propio sexo por identificación con el progenitor
del mismo sexo. El proceso de identificación se ve afectado en gran medida por la
resolución del complejo de Edipo. Si es normal la resolución del complejo de Edipo,
tienen lugar cambios importantes en la conciencia del SUPER-YÓ y en el ideal del
YO. Se forman actitudes fundamentales: actitudes hacia las autoridades, hacia
miembros del mismo sexo y del sexo opuesto, hacia la aceptación de papeles
ordenados por la cultura, y muchas otras. El fracaso al resolver el complejo de Edipo

20
puede ocasionar la conservación de los conflictos y actitudes primitivas hacia otras
personas significativas, un factor que dificulta el proceso de socialización.

Le hemos adjudicado al SUPER-YÓ, la observación de sí mismo, la conciencia


moral y la función de ideal. De nuestras puntualizaciones sobre su génesis se
desprende que tiene por premisas un hecho biológico de importancia sin igual y
un hecho psicológico ineluctable; la prolongada dependencia de la criatura
humana de sus progenitores, y el complejo de Edipo; a su vez, ambos
hechos se enlazan estrechamente entre sí. El SUPER-YÓ es para nosotros la
subrogación (sustituir algo en lugar de otra cosa) de todas las limitaciones morales, el
abogado del afán de perfección; lo que se nos ha vuelto psicológicamente palpable
de lo que se llama lo superior en la vida humana. Como él mismo se remonta al
influjo de los padres, educadores y similares, averiguaremos algo más todavía
acerca de su significado si nos volvemos a estas fuentes suyas. Por regla general,
los padres y las autoridades análogas a ellos obedecen en la educación del niño a
los preceptos de su propio SUPER-YÓ. No importa cómo se haya arreglado en ellos
su YO con su SUPER-YÓ; en la educación del niño se muestran rigurosos y
exigentes. Han olvidado las dificultades de su propia infancia, están contentos de
poder identificarse ahora plenamente con sus propios padres, que en su tiempo les
impusieron a ellos mismos esas gravosas limitaciones.

Así, el SUPER-YÓ del niño no se edifica en verdad según el modelo de sus


progenitores, sino según el SUPER-YÓ de ellos; se llena con el mismo contenido,
deviene portador de la tradición, de todas las valoraciones perdurables que se han
reproducido por este camino a lo largo de las generaciones. La humanidad nunca
vive por completo en el presente; en las ideologías del SUPER-YÓ perviven el
pasado, la tradición de la raza y del pueblo, que sólo poco a poco ceden a los
influjos del presente, a los nuevos cambios; y en tanto ese pasado opera a través
del SUPER-YÓ, desempeña en la vida humana un papel poderoso.

Una de las funciones habituales de los preceptos del SUPER-YÓ, que puede
interpretarse del siguiente modo: “Cuando usted se castiga por haber hecho algo
malo, en cierta manera se ve exento de la obligación de examinar y comprender ese
hecho”. Para algunos pacientes, se trataría de un acto de contrición que posibilita,
en forma concomitante, su perdón (“Al haber recibido ya el castigo que exigía su
trasgresión, por el hecho de sentirse culpable, ha cumplido su penitencia; en cierto
sentido ha sido perdonado”).

Puesto que suponemos en el YO una instancia particular que subroga los reclamos
de limitación y rechazo, el superyó, podemos afirmar que la represión es la obra de
ese SUPER-YÓ, el mismo la lleva a cabo, o lo hace por encargo suyo el YO que le
obedece. Entonces, si se da el caso de que en el análisis al paciente no le deviene
consciente la resistencia, ello significa o bien que el SUPER-YÓ y el YO pueden
trabajar de manera inconsciente en situaciones importantísimas, o bien —lo cual
sería aún más sustantivo— que sectores de ambos, del YO y el SUPER-YÓ
mismos, son inconscientes. Pero en cualquiera de esos dos casos tenemos que

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darnos por enterados de la desagradable intelección de que SUPER-YÓ y
consciente, por un lado, y reprimido e inconsciente, por el otro, en manera alguna
coinciden.

En 1921 Freud intentó aplicar la diferenciación entre YO y SUPER-YÓ al estudio de


la psicología de las masas. Una masa psicológica es una reunión de individuos
que han introducido en su SUPER-YÓ la misma persona y se han identificado entre
sí en su YO sobre la base de esa relación de comunidad.

Conflictos provocados por el SUPER-YÓ.

La conciencia y el IDEAL del YO, que comprenden el SUPER-YÓ, agregan a la


personalidad una nueva dimensión que crea muchos conflictos. El YO no solo debe
luchar con los impulsos del ELLO y las FUERZAS EXTERNAS, sino además debe
respetar las normas de conducta que limitan rígidamente los medios para satisfacer
las necesidades. Los impulsos y el SUPER-YÓ se oponen de manera directa. En
algunos casos, el SUPER-YÓ controla a tal grado al YO que le bloquea muchas
vías de satisfacción. Por tanto, nosotros mismos podemos dificultar aún más que el
mundo externo, las posibilidades para satisfacer nuestras necesidades. El SUPER-
YÓ puede atormentarnos sin misericordia, fijándonos metas inalcanzables y entre
tanto produciéndonos sentimientos de culpa y de falta de mérito. A no ser que
disminuyamos la tiranía de la conciencia y la irrealidad del ideal del YO,
experimentaremos restricciones severas en todos los aspectos de la vida. Este
proceso necesario puede realizarse mejor al fortalecer el YO. No obstante, el
SUPER-YÓ es condición necesaria para la vida social. Dada la naturaleza del ELLO
y del YO, existe la necesidad de una fuerza limitante dentro de la personalidad,
debido a que los controles externos serían insuficientes para promover la vida en
grupo. Imperaría la ley de la selva y el principio dominante de acción sería “la fuerza
da la razón”. El SUPER-YÓ, con la conciencia y el ideal del YO, ejerce una fuerza
limitante sobre el YO dominado por el ELLO. Ayuda a las fuerzas externas de
autoridad a promover la vida social y a proporcionar el mejor clima para la
realización del individuo. Freud creía incluso que, con todos los controles, tanto
externos como internos, la realización individual todavía es más un sueño que una
realidad. Sin el poder de la ley e incluso de presiones más sutiles como la presencia
de super-héroes, costumbres y tradiciones, la vida sería imposible, la gente se
destruiría a sí misma. Por otra parte, hay muchos que toda la vida sufre un SUPER-
YÓ rígido, primitivo, autolimitante que los atormenta sin cesar. Llevan una pesada
carga de culpa y autodesprecio. Sus impulsos se mantienen bajo control estricto y
restricción. Les falta espontaneidad, libertad para desarrollarse de acuerdo con su
naturaleza individual y, en general, no logran llevar una vida plena. Son aquéllos
que tienen un ideal del YO excesivamente fascinador y pasan la vida persiguiendo
arcoíris y sueños imposibles. Se esfuerzan por conseguir lo inalcanzable y en sus
intentos pasan por alto lo que tienen. El resultado es desilusión y desengaño. Freud
creía que la mejor solución era un equilibrio entre las fuerzas opuestas de la
personalidad.

22
El SUPER-YÓ y la melancolía.

El rasgo más llamativo de esta enfermedad (melancolía), acerca de cuya


causación, es el modo en que el SUPER-YÓ —digan ustedes sólo para sí: la
conciencia moral— trata al YO. Mientras que en sus períodos sanos el melancólico
puede ser más o menos severo consigo mismo, como cualquier otra persona, en el
ataque melancólico el SUPER-YÓ se vuelve hipersevero, insulta, denigra, maltrata
al pobre YO, le hace esperar los más graves castigos, lo reprocha por acciones de
un lejano pasado que en su tiempo se tomaron a la ligera, como si durante todo ese
intervalo se hubiera dedicado a reunir acusaciones y sólo aguardara su actual
fortalecimiento para presentarse con ellas y sobre esa base formular una condena.
En muchas formas de esta enfermedad se produce en los períodos intermedios algo
contrario; el YO se encuentra en un estado de embriaguez beatífica, triunfa como si
el SUPER-YÓ hubiera perdido toda fuerza o hubiera confluido con el YO, y este YO
liberado, maníaco, se permite de hecho, desinhibidamente, la satisfacción de
todas sus concupiscencias.

El papel que luego adopta el SUPER-YÓ es desempeñado primero por un poder


externo, la autoridad parental. El influjo de los progenitores rige al niño
otorgándole pruebas de amor y amenazándolo con castigos que atestiguan la
pérdida de ese amor y no pueden menos que temerse por sí mismos. Esta angustia
realista es la precursora de la posterior angustia moral; mientras gobierna,
no hace falta hablar de SUPER-YÓ ni de conciencia moral. Luego más tarde, se
forma la situación secundaria que estamos demasiado inclinados a considerar la
normal: en el lugar de la instancia parental aparece el SUPER-YÓ que ahora
observa al YO, lo guía y lo amenaza, exactamente como antes lo hicieron los padres
con el niño. El SUPER-YÓ, que de ese modo toma sobre sí el poder, la operación y
hasta los métodos de la instancia parental, no es sólo el sucesor de ella, sino de
hecho su legítimo heredero.

El SUPER-YÓ, en una elección unilateral, parece haber tomado sólo el rigor y la


severidad de los padres, su función prohibidora y punitoria, en tanto que su amorosa
tutela no encuentra recepción ni continuación algunas. Si los padres ejercieron de
hecho un severo gobierno, creemos lógico hallar que también en el niño se ha
desarrollado un SUPER-YÓ severo, pero la experiencia enseña, contra nuestra
expectativa, que el SUPER-YÓ puede adquirir ese mismo carácter de rigor
despiadado, aunque la educación fuera indulgente y benévola, y evitara en lo
posible amenazas y castigos.

La base de este proceso es lo que se llama una «identificación», o sea una


asimilación de un YO a un YO ajeno, a consecuencia de la cual ese primer YO se
comporta en ciertos aspectos como el otro, lo imita, por así decir lo acoge dentro de
sí. Se ha comparado la identificación, y no es desatino, con la incorporación oral,
canibálica, de la persona ajena. La identificación es una forma muy importante de
la ligazón con el prójimo, probablemente la más originaria; no es lo mismo que una

23
elección de objeto. Podemos expresar la diferencia más o menos así: cuando el
varoncito se ha identificado con el padre, quiere ser como el padre; cuando lo ha
hecho objeto de su elección, quiere tenerlo, poseerlo. Suele decirse que el influjo
del objeto sexual sobre el YO se produce con particular frecuencia en las mujeres y
es característico de la feminidad.

Con la liquidación del complejo de Edipo el niño se vio precisado a renunciar


también a las intensas investiduras de objeto que había depositado en los
progenitores, y como resarcimiento por esta pérdida de objeto se refuerzan
muchísimo dentro de su YO las identificaciones con los progenitores que,
probablemente, estuvieron presentes desde mucho tiempo atrás. El SUPER-YÓ
resulta mutilado en su fuerza y configuración cuando el complejo de Edipo se ha
superado sólo de manera imperfecta.

En el curso del desarrollo, el SUPER-YÓ cobra, además, los influjos de aquellas


personas que han pasado a ocupar el lugar de los padres, vale decir, educadores,
maestros, arquetipos ideales. Lo normal es que se distancie cada vez más de los
individuos parentales originarios, que se vuelva por así decir más y más impersonal.
El niño aprecia a sus padres de manera diferente en diversos períodos de su vida.
En la época en que el complejo de Edipo deja el sitio al SUPER-YÓ, ellos son algo
enteramente grandioso; más tarde menguan mucho. También con estos padres
posteriores se producen después identificaciones, pero lo común es que ellas
brinden importantes contribuciones a la formación del carácter; en tal caso, afectan
sólo al YO, y no influyen más sobre el SUPER-YÓ, que ha sido comandado por las
primerísimas imagos parentales.

El ideal del YO es el precipitado de la vieja representación de los progenitores,


expresa la admiración por aquella perfección que el niño les atribuía en ese tiempo.

El niño pequeño es notoriamente amoral, no posee inhibiciones internas contra sus


impulsos “sexuales” que quieren alcanzar placer.

El SUPER-YÓ y el complejo de inferioridad.

El sentimiento de inferioridad tiene fuertes raíces eróticas. El niño se siente inferior


cuando nota que no es amado, y lo mismo le sucede al adulto. El único órgano
considerado de hecho inferior es el pene atrofiado, el clítoris de la niña. Pero lo
principal del sentimiento de inferioridad proviene del vínculo del YO con su
SUPER-YÓ y, lo mismo que el sentimiento de culpa, expresa la tensión entre
ambos. El complejo de inferioridad es distintivo de los neuróticos. Es difícil distinguir
entre sentimiento de inferioridad y sentimiento de culpa. Acaso se haría bien en ver
en el primero el complemento erótico del sentimiento de inferioridad moral. En el
psicoanálisis se ha prestado poca atención a este problema de deslinde conceptual.
En la teoría del complejo de inferioridad existe un enfoque que ignora y elimina por
completo el valor del amor materno para la vida anímica del niño, el cual ejercer
una influencia poderosa y determina la vida anímica del niño.

24
DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD.

Fijaciones y formación de rasgos.

Mientras intentaba entender y tratar los trastornos de la personalidad, Freud se


sorprendió por la frecuencia con que encontraba ciertas cualidades infantiles en sus
pacientes. Los conocimientos o dotes intelectuales parecían tener poco que ver con
la aparición de las tendencias primitivas: incluso sus pacientes brillantes exhibían
rasgos infantiles cuando llegaba a conocerlos. Una mujer instruida muy inteligente,
aparentemente madura y equilibrada en sus primeras sesiones, pronto manifestó
reacciones emocionales y necesidades semejantes a las de un niño, al parecer
totalmente fuera de carácter. La ocurrencia repetida de estos fenómenos intrigó a
Freud y le llevaron a formular la hipótesis de que estas tendencias eran fijaciones
de una etapa anterior de la vida que el paciente no había perdido con el paso de los
años. Los elementos inconscientes podían explicarse como bloqueos parciales de
las deficiencias o exageraciones de rasgos específicos de la personalidad, más que
como una atrofia completa, pues el paciente era un adulto en muchos aspectos.

Ciertos rasgos y reacciones de un periodo anterior de la vida, normalmente


reemplazados por rasgos y reacciones más maduras, continuaban activos en la
personalidad y producían por lo general un efecto nocivo. Por último, Freud llegó a
la conclusión de que las tendencias infantiles se volvían características
permanentes de la personalidad del adulto. Pueden trazarse grandes segmentos de
conducta en los que influyen: la elección de pareja, las preferencias vocacionales,
los intereses y actividades recreativos, incluso aquellos rasgos patológicos como el
orden compulsivo, la puntualidad, el optimismo exagerado y otras características
semejantes.

Detención del desarrollo.

¿Qué puede provocar una detención del desarrollo tan tempranamente en la vida?
Freud llegó a la conclusión de que hay dos causas fundamentales: la frustración
excesiva y la tolerancia excesiva. Si las necesidades del niño se frustran o
toleran demasiado, un aspecto particular de su personalidad se atrofia o se
entorpece hasta cierto punto. Puede crearse una necesidad excesiva, como
resultado de la atrofia del desarrollo; este proceso fue llamado por Freud fijación.
Se refiere a las fijaciones como infantilismos, son tendencias infantiles de la
personalidad. Freud pone maYOr énfasis en los primeros años de vida, los
llamados de formación, cuando se establecen los fundamentos de la personalidad.
Freud sostiene que la estructura de la personalidad, queda determinada
permanentemente por las experiencias infantiles, en particular por las frustraciones
y los placeres. Los rasgos formados durante ese periodo son bastante resistentes
al cambio. De hecho, conforme se desarrolla el niño, muchas circunstancias
incrementan el desarrollo y la potencia de los primeros rasgos: selectividad de la
percepción, repetición completa, temor al cambio, renuencia a renunciar a ciertos
placeres, etc.

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La fijación en una etapa particular de desarrollo produce lo que Freud llama un tipo
de carácter, el cual se manifiesta a través de un síndrome de rasgos. Un tipo de
carácter puede interpretarse como un tipo de personalidad anormal. Un síndrome
de rasgos es un patrón en particular de rasgos interrelacionados. Podemos
hablar, por ejemplo, del tipo de carácter oral y también de rasgos orales. Freud
sostenía que las regiones del cuerpo, como la boca, se vuelven puntos focales del
desarrollo de la personalidad. Hay incluso variedades específicas de los tipos de
carácter oral, dependiendo del momento en que ocurrió la fijación durante la etapa
oral.

Placer contra realidad.

Freud creía que el ser humano es en el fondo un buscador de placeres, todo lo que
la gente hace representa una evitación del dolor o un intento de generar placer. La
realidad sólo es aceptada por necesidad y siempre se encuentra un conflicto entre
el principio del placer y el de la realidad.

Una de las principales tareas de la vida es la "domesticación del ELLO”. Si el YO no


limitara al ELLO, la persona siempre actuaría en forma egoísta y sin considerar los
derechos de los demás. De hecho, si solamente existiera el ELLO, la supervivencia
no tendría lugar. Durante la infancia y la niñez (cuando la persona es dominada
intensamente por el ELLO) los responsables de los niños no esperan que éstos
sepan dominar sus impulsos; más bien la expresión del ELLO es controlada por
autoridades externas.

Conforme crecen los niños, se espera cada vez más de ellos. Se tienen por
responsables del control de los impulsos. Si exhiben cólera hacia sus padres,
pueden ser castigados, en tanto esa conducta no era castigada durante el periodo
previo de sus vidas. Cuando algo no está disponible, se espera que los niños
mayores acepten ese hecho y no lloren por ello. Gradualmente, pero de manera
inevitable, deben asumir el manejo de sus impulsos. El ELLO siempre apremia para
la satisfacción y el placer, pero el YO debe enfrentar la severidad de la realidad y
las consecuencias de una satisfacción ilimitada y sin templar.

26
ETAPAS PSICOLÓGICAS DEL DESARROLLO HUMANO EN FREUD.

Freud llamó psico-sexuales a sus etapas de desarrollo debido a que les asigna un
papel preponderante a los instintos sexuales en la formación y desarrollo de la
personalidad. Para Freud, el mejor camino para entender el significado de la
sexualidad, particularmente en la infancia y la niñez, es compararla con cualquier
placer sensual. El desarrollo de la personalidad consiste en el desenvolvimiento o
despliegue de los instintos sexuales. Al principio, esos instintos están separados,
pero gradualmente se integran y centran en el acto sexual maduro.

Con base en las zonas erógenas del cuerpo que se vuelven focos del placer sexual,
Freud delineó cuatro etapas de desarrollo psico-sexual: oral, anal fálica y genital.
Entre la etapa fálica y la genital hay un periodo de latencia que no es una etapa de
desarrollo psico-sexual. El primer año y medio es la etapa oral; de los 18 meses
hasta aproximadamente los tres años y medio de edad es la etapa anal, de los tres
a los cinco o seis años es la etapa fálica; de los seis a los 12 años es el periodo de
latencia. Por último, en la pubertad (12 años a edad adulta) el niño alcanza la etapa
genital, que continua hasta la edad adulta. La madurez de la personalidad se
consigue con la genialidad completa.

Durante la niñez ciertas regiones del cuerpo asumen, en un momento determinado,


un significado psicológico prominente y cada región viene a ser el origen de
nuevos placeres y nuevos conflictos. Lo que sucede respecto a los placeres y a
los conflictos, moldea la personalidad. Gran parte del aprendizaje infantil temprano
está instigado por necesidades asociadas con las principales zonas del cuerpo, y
este aprendizaje se relaciona significativamente con el arte de vivir y con la manera
de satisfacer las citadas necesidades.

27
ETAPA ORAL: (Nacimiento a 12 o 18 meses).

Durante el primer año de vida posnatal, el origen principal de búsqueda de placer y,


al mismo tiempo, de conflicto y frustración es la boca. La diversión que obtiene el
niño de chupar, morder, mascar y vocalizar se ve restringida muy pronto por quienes
lo cuidan. La madre está pendiente de cada vez que el niño se chupa el dedo o
mordisquea juguetes o vocaliza en lugar de dormirse o jugar con la comida
escupiéndola en vez de comer. Se espera que el niño se someta a las demandas
de su madre, en relación con las actividades orales y que avance gradualmente en
dirección del automanejo oral.

Es criticado y castigado, si no se somete, y es recompensado por hacerlo.


Nuevamente, la independencia del niño es proscrita, de manera que debe funcionar
dentro de ciertos límites, es decir, comer tres veces al día y a menudo en el
momento en que los demás integrantes de la familia lo hacen y también observando
los mismos modales que ellos. Debemos hacer notar que durante la etapa oral el
niño no es motivado por placeres de otras regiones del cuerpo. No le interesan en
absoluto las funciones excretoras, ni los genitales despiertan su interés; sólo son
prominentes las actividades orales.

Durante el periodo oral, el niño encuentra por primera vez el poder de la autoridad
en su vida, una autoridad que limita las actividades de búsqueda del placer. Freud
creía que la manera como se satisfacen o se frustran las necesidades determina la
formación de rasgos específicos que moldean la personalidad en formas singulares.
Los rasgos generalizados, como el pesimismo o el optimismo, la determinación o la
sumisión, son engendrados por la interacción de las prácticas de crianza de los
niños y la estructura constitucional del niño. Freud creía que no importaba cuan
compleja o inteligente o educada llegara a ser la persona, la orientación general,
establecida a edad temprana, se manifestaba siempre.

Los tipos de carácter oral experimentan trastornos en el recibir y el tomar. El recibir


fallido puede tomar la forma de dependencia pasiva, mientras que el tomar fallido
puede resultar en manipulatividad, envidia y avaricia.

Rasgos orales.

Son presentados en forma bipolar. Ninguno de los dos extremos propicia un


funcionamiento óptimo, y si uno de los extremos del rasgo es una fuerza dominante,
constituye una tendencia patológica persistente, un factor que entorpece el
desarrollo y el funcionamiento. Una posición intermedia en el continuo, que
incorpore algunos elementos de los dos extremos en forma moderada, promueve
un funcionamiento normal.

Ver la siguiente tabla.

28
Rasgos Orales
Presentados en forma Bipolar
Fijación Fijación
Ocasionada por la Indulgencia Ocasionada por la Frustración
Optimismo Pesimismo
Credulidad Desconfianza
Manipulatividad Pasividad
Admiración Envidia
Engreimiento Autodesprecio

29
ETAPA ANAL: (12 o 18 meses a 3 años).

Corresponde al periodo de aprendizaje del control de esfínteres. El niño parece


derivar verdadero placer de la acumulación, retención y expulsión de la materia
fecal, un pasatiempo que pronto lo pone en conflicto con quienes ejercen autoridad
en su vida. De nuevo se aplica el principio de la fijación: la excesiva indulgencia o
la excesiva frustración de las necesidades en el proceso de aprendizaje del control
de esfínteres puede producir rasgos de personalidad duraderos.

Dependiendo de si es mucha la frustración o la indulgencia de los adultos hacia el


niño, los rasgos que desarrolla pueden reflejar obediencia, obediencia excesiva o
desafío. Durante el periodo anal, el niño aprende algunas orientaciones básicas
para la vida, a saber, la posesión de las cosas y el desprendimiento de las mismas;
esas orientaciones pueden distorsionarse o exagerarse, dando lugar a obstinación,
orden compulsivo, mezquinidad o generosidad excesiva. Según Freud, es la
sobrevaloración de los productos anales lo que inicialmente engendra el rasgo de
personalidad en el niño. En estas prácticas pueden engendrar rasgos de depresión,
vacuidad y pérdida psicológica e inseguridad, que pueden manifestarse a sí mismos
en el atesoramiento excesivo, la acumulación o tendencias compulsivas.

Rasgos anales.

Los psicoanalistas han identificado diversos rasgos bipolares como rasgos anales.
Todos se originan durante el periodo anal y expresan, en una forma u otra, las
tendencias de dar o retener. Recordemos que los rasgos anales pueden entenderse
en función de obediencia, obediencia excesiva o desafío. Las formas extremas de
los rasgos son anormalidades, mientras que los grados moderados producen un
crecimiento y funcionamiento saludables.

Rasgos Anales
Presentados en forma Bipolar
Fijación Fijación
Ocasionada por la Indulgencia Ocasionada por la Frustración
Mezquinidad Generosidad excesiva
Estrechez Expansión
Obstinación Conformidad
Orden Desorden
Puntualidad estricta Informalidad
Meticulosidad Desaseo
Precisión Vaguedad

30
ETAPA FÁLICA: (3 a 5 o 6 años).

Los órganos genitales se vuelven una fuente destacada de placer durante ese
periodo. Los órganos genitales se convierten en objetos de inquietud e interés hasta
la etapa fálica, cuando se hacen mucho más intensas las tensiones y placeres de
esa zona erógena del cuerpo. Niño comienza a darse cuenta y a comentar las
diferencias entre los hombres y las mujeres (que niños y niñas se visten en formas
diferentes); su inquietud se incrementa de manera significativa, si se notan las
diferencias anatómicas. El niño se hace más curioso acerca de las diferencias
sexuales conforme comienza a experimentar tensiones sexuales. Pero esa
curiosidad es bastante difusa, debido a que el niño no conoce todavía, a menos que
las haya observado directamente, las diferencias reales entre los órganos sexuales
masculinos y femeninos.

Freud creía que el origen de estimulación para el niño era el pene y para la niña el
clítoris y no los órganos sexuales completos. La estimulación es autoerótica, ya que
participa el individuo solo. En la etapa genital la estimulación sexual se centra en
las actividades heterosexuales, y en la mujer el clítoris es sustituido por la vagina.
La etapa fálica implica la autoestimulación, mientras que la etapa genital entraña
curiosidad heterosexual.

El Complejo de Edipo se acompaña de temor a la castración. El complejo se refiere


a la atracción sexual que el niño pretende desarrollar por su madre durante la etapa
fálica. Al mismo tiempo, el niño ve a su padre como un rival en el afecto de su madre.
Existen actitudes mezcladas o ambivalentes hacia el padre, quien por un lado es
temido porque puede remover el órgano ofensor, la fuente del temor a la castración,
y por otro lado es respetado y venerado como modelo de hombría, superior al niño.
Si el desarrollo es normal, el niño renuncia a los deseos amorosos respecto a su
madre y en cambio se esfuerza en asumir el papel masculino imitando a su padre.
Entonces el afecto del hijo hacia la madre pierde su aspecto sexual. Al aceptar la
masculinidad del padre el SUPER-YÓ del niño experimenta su desarrollo final y
adopta un ideal del YO positivo. Pero si cualquiera de los progenitores crea en el
niño demasiada frustración o una indulgencia excesiva al no proporcionarle un
adiestramiento y conocimiento apropiados durante este periodo crucial, pueden
ocurrir fijaciones graves, con consecuencias a largo plazo. El niño puede rechazar
su papel masculino, o su conciencia tal vez se atrofie. Puede tener dificultades para
relacionarse con mujeres de su edad, sintiéndose a gusto solamente con las
mayores. Puede sobrevalorar su habilidad sexual y asumir una actitud arrogante y
egoísta en sus relaciones con mujeres de cualquier edad.

El Complejo de Electra. Freud creía que la niña pequeña toma a su padre como
objeto sexual y ve a su madre como una rival. Debe recordarse que los intereses y
sentimientos sexuales de la niña son aún bastante rudimentarios, por lo que no
tienen la intensidad ni dirección del amor físico y emocional que caracteriza el
impulso sexual de un adulto. Si la niña descubre que no tiene pene, la relación con
su madre es más complicada, debido a que la culpa de la pérdida. Al mismo tiempo,
también ama a su madre y se produce un conflicto que, a diferencia del complejo
31
de Edipo en el niño, nunca se resuelve completamente. Esta condición tiene efectos
profundos en la vida emocional de la mujer y en el desarrollo de su superego. El
rasgo patológico principal que surge en esta etapa es la "envidia del pene",
minimizando el papel femenino y sobrevalorando el masculino. Freud creía que los
conflictos de la etapa fálica provocaban muchos trastornos en las funciones
sexuales femeninas, tales como la frigidez y la dismenorrea.

Rasgos de la etapa fálica.

Durante la etapa fálica, el círculo de contactos del niño se amplía gradualmente para
incluir gente significativa ajena a la familia: compañeros de juego, profesores,
policías, clérigos y muchos más. El niño debe aprender a tomar su lugar entre los
demás niños, ceder a veces a las demandas de otros y hacer valer sus propias
peticiones cuando alguien amenaza violar sus derechos. Como podía esperarse,
los rasgos que se desarrollan durante esta etapa están relacionados con la
naturaleza del desarrollo del niño y a los tipos de problemas y lecciones que deben
aprenderse. Tanto las formas normales como las anormales implican la
autoafirmación, autosentimentos y relaciones con los demás. Hay también una
dimensión de narcisismo contra compromiso con los objetos: el grado en que se
invierten el interés y la energía en sí mismo o en otras personas y cosas. Los rasgos
en la siguiente lista son algunos de los más sobresalientes que se desarrollan
durante el periodo fálico:

Rasgos Etapa Fálica


Presentados en forma Bipolar
Fijación Fijación
Ocasionada por la Indulgencia Ocasionada por la Frustración
Vanidad Odio a sí mismo
Orgullo Humildad
Arrojo ciego Timidez
Insolencia Vergüenza
Gregarismo Aislacionismo
Elegancia Sencillez
Coquetería Evitación de la heterosexualidad
Castidad Promiscuidad
Alegría Tristeza

Si desarrollo es normal, si hay equilibrio apropiado entre satisfacción y control, sin


que exista mucha frustración ni demasiada indulgencia, niño debe adquirir grado
moderado de ambos aspectos de dimensiones del rasgo. Insatisfacción consigo
mismo es un requisito previo para superación personal; una buena dosis de
autoestimación compensa efectos negativos de autoinsatisfacción y contribuye a
superación personal a través del sentido de orgullo. En relaciones con los demás,
una persona no será ni demasiado altanera ni indebidamente modesta. Cederá y se
someterá a las expectativas de los demás por lograr armonía, pero defenderá sus
derechos cuando se vean amenazados. No será tan dirigido por los demás como
para considerarse digno solamente a través de la aprobación de otros, ni tan
autosuficiente como para rechazar las necesidades y obligaciones sociales.

32
ETAPA DE LATENCIA: (6 a 12 años).

Freud sostenía que este periodo implicaba la consolidación y la elaboración de los


rasgos y habilidades previamente adquiridos, sin que aparezca nada
dinámicamente nuevo.

El niño mantiene un desarrollo bastante rápido, pero los patrones de éste siguen las
líneas establecidas en las etapas previas.

Nuevos intereses y necesidades significativos aguardan los marcados cambios


fisiológicos, psicológicos y sociales que ocurren durante la adolescencia, cuando
comienzan a surgir nuevas fuentes de placer, y, por tanto, nuevos conflictos y
frustraciones.

Por tanto, Freud tiene poco que decir sobre el periodo de latencia. No representa
una etapa psicosexual auténtica. Ninguna zona es erógena.

En esta etapa se adquieren los mecanismos de defensa para superar la ansiedad


(estrés).

En esta etapa, el YO continua su proceso de formación y fortalecimiento, y


desarrolla los mecanismos de defensa.

En esta etapa el niño se está desenvolviendo en el mundo escolar, se encuentra en


contacto con la realidad externa y con otras personas diferentes a su mamá y a su
papá que le imponen la autoridad, normas, reglas, etc., esto genera frustraciones y
conflictos en el niño, que son necesarios para que se sujete al principio de realidad.

33
ETAPA GENITAL: (12 años a la edad adulta).

La etapa genital comienza con la pubertad y constituye el último periodo significativo


del desarrollo de la personalidad. El término genital puede ser algo enigmático; se
deriva de la característica sobresaliente de ese periodo, como dijo Freud, el
surgimiento, la unificación completa y el desarrollo de los instintos sexuales. En las
etapas psicosexuales anteriores, ciertas zonas del cuerpo son puntos de tensiones
y placeres sexuales. Puede crearse alguna confusión en relación a la diferencia
entre la etapa fálica pregenital y la etapa misma debido, a que los órganos sexuales
están implicados en ambas. En la etapa fálica, la sexualidad es primitiva y
rudimentaria, primeramente, egocéntrica, mientras que en la etapa genital la
sexualidad alcanza su madurez y se vuelve heterosexual. Cada zona es autónoma,
pero, con la maduración de los instintos sexuales, los órganos genitales se vuelven
el origen principal de las tensiones y los placeres sexuales, y los otros órganos se
subordinan. La genitalidad, en un sentido estrecho, incluye la potencia sexual
y el orgasmo.

Diversos trastornos del funcionamiento sexual acompañan las perturbaciones


psicológicas y Freud encontró frecuentemente estos trastornos en sus pacientes.
Pero la genitalidad, en un sentido amplio, es más que la potencia sexual. Para
el hombre, esto significa competencia y dominio en una amplia gama de actividades
profesionales, recreativas y sociales. Como el mismo Freud dijo se necesitan
muchas habilidades y rasgos para la potencia. La genitalidad en la mujer también
incluye más que la potencia orgásmica; debe ser capaz de apoyarse en sus dos
pies de interés en los hombres y de capacidad en ciertos atributos femeninos como
emotividad, interés maternal y creatividad. Para Freud, la genitalidad era
masculinidad y feminidad completamente desarrolladas, un equivalente a los que
otros han llamado madurez personal.

¿Qué es lo que ocurre en la adolescencia para producir nuevos placeres y nuevas


frustraciones? Los intereses sexuales se incrementan notablemente en vigor e
intensidad y se centran en los miembros del sexo opuesto; surgen nuevos
problemas, como resultado directo del papel cada vez mayor del sexo. El
adolescente encuentra la desaprobación social y las prohibiciones de su propia
conciencia en conflicto con sus intensos deseos heterosexuales. La etapa genital
no promueve nuevos rasgos, sino más bien la integración completa y la
utilización de rasgos previos; sin embargo, la habilidad para trabajar y amar se
define y centra en gran medida. Si una persona se desarrolla satisfactoriamente en
la etapa genital, los rasgos adquiridos en las etapas previas deben estar presentes
en la forma y proporción apropiadas. Cualquier fijación en el desarrollo dificultará el
desarrollo subsecuente; por tanto, cada etapa se basa en las precedentes.
Conforme aumenta el número de rasgos, hay una integración de lo nuevo y lo viejo.
Las dificultades en una etapa predisponen al individuo a tener problemas aún
mayores en las etapas subsiguientes.

La madurez es la combinación armónica y balanceada de todos los rasgos


pregenitales desarrollados de manera apropiada.
34
ANSIEDAD.

La primera y más poderosa fuente de ansiedad es el nacimiento. En medio uterino


feto disfruta de protección contra los estímulos externos. Al nacer el medio cambia
radicalmente y niño queda expuesto a una gran variedad de experiencias, algunas
abrumadoras. En estos casos se siente pequeño e indefenso, incapaz de cambiar
el acontecimiento perturbador. La experiencia de la ansiedad en situaciones en
que el individuo no puede manejar la tensión, es una reanimación hasta cierto
punto de esta forma original de ansiedad. Son tres los tipos de ansiedad:
objetiva, neurótica y moral. Cada una implica un estado emocional desagradable.

 Ansiedad objetiva.

Equivale al miedo. Una amenaza real o un peligro verdadero está implicado.


La causa del miedo es algo definido. Si no es muy intenso, el miedo sirve
para estimular al individuo a realizar algún tipo de acción. La reacción
emocional desagradable es a menudo una advertencia de que hay una
amenaza de peligro.

 Ansiedad neurótica.

En la ansiedad neurótica el YO teme más al ELLO que al mundo externo. El


miedo surge de las fuerzas interiores de la personalidad. La ansiedad es
producida por la amenaza de un impulso del ELLO que rompe las defensas
creadas por el YO para mantener reprimido al primero. El miedo no es tanto
por los impulsos, sino por las consecuencias que la satisfacción del
impulso puede producir. El YO siente el peligro antes de que realmente
ocurra y experimenta ansiedad. La ansiedad intensifica los esfuerzos del YO
para mantener al impulso bajo control. Este miedo es difuso y se experimenta
como aprensión (Temor que se siente, peligro).

 Ansiedad moral.

Causada por el SUPER-YÓ. Se percibe como culpa, autodesprecio, deseo


de castigo y algunas formas de depresión. El YO experimenta una sensación
de falta de méritos que es a menudo un estado crónico. Entre más rígido y
primitivo sea el SUPER-YÓ, mayor será la intensidad de la ansiedad.

Muchas personas llevan a cuestas una cantidad excesiva de culpa. Se


atormentan constantemente respecto a sus méritos y su eficiencia. Esa
preocupación excesiva sobre la insuficiencia personal se denomina
inseguridad. La conciencia del SUPER-YÓ, el ideal del YO o ambos
continúan en un estado primitivo y se enfurecen contra los impulsos del
ELLO. Como consecuencia, la persona sufre ansiedad moral. Encuentra el
manejo de sus impulsos como una prueba terrible y no puede afrontarlos,
debido a que son totalmente inflexibles las restricciones contra ellos.

35
NEUROSIS.

En la gestación de las psiconeurosis, en algún momento crítico de su desarrollo, el


niño, unidad biopsicológica y social, sufre un trauma, o mejor, una vivencia
traumática o una serie de éstas, que lo inundan, es decir que la intensidad de lo
sufrido desborda la capacidad del YO infantil para manejarlo. Esto puede determinar
que el contenido ideativo y el afecto que acompañan los traumas (vividos en la
realidad o fantaseados) se expulsen de la conciencia y se confinen a lo inconsciente,
agencia en la cual las ideas, los afectos y los derivados instintivos se ligan a otras
constelaciones reprimidas (organización de fantasía, complejos), e intenten con
éxito relativo abrirse paso hacia la conciencia y en dirección a la acción motora. Lo
reprimido ejerce, además, una atracción de imán sobre otros contenidos
conscientes, que se ven arrastrados así hacia el inconsciente profundo y los
dominios del proceso primario.

Fuentes de energía, que en otras condiciones se utilizarían para trabajar, amar o


crear, tienen que ser utilizadas por las fuerzas represoras en la manutención de un
statu quo siempre inestable y continuamente tenso. La vivencia reprimida tiene dos
implicaciones: por una parte, carece de tiempo en la medida en que se ha hecho, al
menos parcialmente, parte del proceso primario. Por otra, detiene fija la historia
del ser humano en un momento dado de su transcurso vital. El psicoanálisis o
psicoterapia psicoanalítica es una invitación a reanudar esta historia
interrumpida, en el contexto de una relación bipersonal y en el encuadre del
tratamiento.

El psicoanálisis afirma que las psiconeurosis se basan en el conflicto neurótico. Este


conflicto ocasiona una obstrucción en la descarga de las pulsiones instintivas que
se producen en un estado de represión. El YO se va haciendo menos capaz de
manejar las tensiones en aumento y llega un momento en que es vencido por ellas.
Las descargas involuntarias se manifiestan clínicamente como síntomas de la
psiconeurosis (además de descargas durante los sueños, lapsus, actos fallidos,
chistes, afecciones psicosomáticas o psicosis). La expresión “conflicto neurótico” se
emplea en singular, aunque siempre hay más de un conflicto importante. Por
costumbre y comodidad nos referimos a un solo conflicto. Un conflicto neurótico
es un conflicto inconsciente entre un impulso del ELLO que busca su descarga y
una defensa del YO que impide la descarga directa del impulso o su acceso a la
conciencia.

El mundo exterior todavía desempeña un papel importante en la formación de


neurosis, pero aquí también tiene que sentirse el conflicto como un conflicto
interno entre el YO y el ELLO para que se suscite un conflicto neurótico. El mundo
que nos rodea puede movilizar tentaciones instintuales, y tal vez haya que evitar
situaciones porque presentan el peligro de alguna suerte de castigo. Entonces
tendremos que habérnoslas con un conflicto neurótico si la tentación instintual o el
peligro ha de quedar fuera de la conciencia.

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El SUPER-YO desempeña un papel más complicado en el conflicto neurótico.
Puede entrar en el conflicto por el lado del YO o el del ELLO o por ambos. El
SUPER-YO es la instancia que hace parecer prohibido el impulso instintivo al YO.
Es el SUPER-YO el que hace al YO sentirse culpable aun de las descargas
simbólicas y desfiguradas, y así se sienten de modo consciente como
esencialmente dolorosas. El ELLO nunca deja de buscar su descarga, y sus
impulsos tratan de lograr una satisfacción parcial mediante algunas evacuaciones
derivativas (o retoños) y regresivas. El YO, para calmar las exigencias del SUPER-
YÓ tiene que desfigurar incluso esos derivativos instintuales para que aparezcan de
alguna forma disimulada, cuyo carácter de instinto apenas sea reconocible.

El factor clave para entender el resultado patógeno del conflicto neurótico es la


necesidad que el YO (su parte inconsciente) tiene que gastar constantemente
sus energías para tratar de impedir a los peligrosos impulsos el acceso a la
conciencia y la motilidad. Esto produce una insuficiencia relativa del YO y los
derivativos del conflicto neurótico original abrumarán el YO empobrecido y
penetrarán en la conciencia y el comportamiento. El YO empobrecido es incapaz de
seguir con su labor defensiva y se ve invadido a tal grado que debe permitir alguna
descarga instintiva, si bien ésta también desfigurada y disimulada. Estas descargas
involuntarias desfiguradas y disimuladas se manifiestan clínicamente como los
síntomas de la psiconeurosis.

El YO trata de manejar los impulsos prohibidos o peligrosos del ELLO recurriendo


a los diversos mecanismos de defensa con que cuenta. Las defensas pueden dar
buen resultado si permiten la descarga periódica de las tensiones instintivas. Se
hacen patógenas cuando excluyen del contacto con el resto de la personalidad total
muchas variedades de impulsos libidinales y agresivos. Al final, lo reprimido retorna
en forma de síntomas. Una neurosis adulta se forma en torno a un núcleo desde
la infancia. Las únicas neurosis sin base en la infancia son las puramente
traumáticas, que son muy raras, y casi nunca puras. A menudo están relacionadas
con las psiconeurosis.

37
SUEÑOS.

Todos los sueños son de naturaleza sexual. El sueño es un “intento” de un


cumplimiento de deseo. Es imposible interpretar el sueño cuando no se dispone de
las respectivas asociaciones del soñante.

Los sueños se consideran aún, tal y como lo decía Freud, la “vía regia” de acceso
al inconsciente; sin embargo, en la actualidad es más bien raro que se dediquen
sesiones enteras a interpretar un sueño. Se les considera una asociación más en el
curso de una sesión, pero constituyen el contenido más cercano al inconsciente y
proporcionan el núcleo básico de la interpretación.

El principio del proceso de formación del sueño es el deseo de dormir, el


extrañamiento deliberado del mundo exterior. De ahí derivan dos consecuencias
para el aparato anímico: en primer lugar, la posibilidad de que afloren dentro de él
modos de trabajo más antiguos y primitivos —la regresión—; en segundo lugar, la
rebaja de la resistencia de represión {de desalojo} que gravita sobre lo inconsciente.
De este último factor resulta la posibilidad de la formación del sueño, posibilidad que
es aprovechada por las ocasiones, los estímulos externos e internos puestos en
movimiento. El sueño así generado es ya una formación de compromiso; tiene una
doble función: por un lado, es acorde con el YO, puesto que sirve al deseo de dormir
mediante la tramitación de los estímulos que lo perturban, y por el otro permite a
una moción pulsional reprimida la satisfacción que es posible en estas condiciones,
en la forma de un cumplimiento alucinatorio de deseo. Todo el proceso de la
formación del sueño, permitido por el YO durmiente, se encuentra bajo la condición
de la censura ejercida por el resto de la represión {esfuerzo de desalojo} que se
conservó.

Pensamientos oníricos latentes. Su elemento más intenso es la moción pulsional


reprimida.

A lo que se denomina «sueño» se llama texto del sueño o sueño o contenido


manifiesto; y a lo que busca, a lo que por así decir conjeturamos tras el sueño,
pensamientos oníricos latentes. El proceso por el cual los pensamientos oníricos
latentes se muda en el sueño manifiesto se llama trabajo del sueño.

La interpretación de los sueños, consiste en llevarnos del sueño manifiesto a los


pensamientos oníricos latentes. Una vez logrado esto, en el análisis práctico casi
siempre se extingue el interés por el sueño. Uno inserta, entre las otras, la
comunicación que recibió en la forma de un sueño, y sigue adelante con el análisis.

Las primeras vivencias sexuales del niño están enlazadas con impresiones
dolorosas de angustia, prohibición, desengaño y castigo; uno comprende que hayan
sido reprimidas, pero no que posean tan vasto acceso a la vida onírica, que
proporcionen el modelo para tantas fantasías oníricas, que los sueños rebosen de
reproducciones de esas escenas infantiles y de alusiones a ellas.

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En la formación de los síntomas neuróticos actúan los mismos mecanismos del
trabajo del sueño. El sueño es un producto patológico, el primer eslabón de la
serie que incluye al síntoma histérico, la representación obsesiva, la idea delirante,
pero que se distingue de los demás por su carácter pasajero y por el hecho de
generarse en circunstancias que corresponden a la vida normal. La vida onírica es,
como ya dijo Aristóteles, el modo en que nuestra alma trabaja durante el estado del
dormir. Este último produce un extrañamiento respecto del mundo exterior real,
estableciéndose la condición para el despliegue de una psicosis. El
extrañamiento de la realidad se produce en la psicosis de dos maneras: volviéndose
hiperintenso lo reprimido-inconsciente hasta el punto de avasallar a lo consciente
(que depende de la realidad), o bien porque la realidad se hace tan
insoportablemente penosa que el YO amenazado, en una rebelión desesperada, se
arroja en brazos de lo pulsional inconsciente.

La inofensiva psicosis del sueño es la consecuencia de un retiro del mundo exterior


sólo temporario, conscientemente querido, y desaparece tan pronto se retoman los
vínculos con este. Mientras dura el aislamiento del que duerme, se produce también
una alteración en la distribución de su energía psíquica; puede ahorrarse una parte
del gasto de represión que de ordinario se usaba para sofrenar lo inconsciente; en
efecto, aunque eso inconsciente aproveche su relativa liberación poniéndose activo,
halla bloqueada la vía hacia la motilidad y expedita sólo la vía inocua que lleva a la
satisfacción alucinatoria. En tales condiciones puede formarse un sueño; el hecho
de la censura onírica muestra que aun en el estado del dormir se ha conservado
bastante de la resistencia de represión {de desalojo}.

En todo sueño debe figurarse como cumplido un deseo pulsional. El bloqueo


nocturno de la vida anímica respecto de la realidad, y la regresión a mecanismos
primitivos que posibilita, permiten que esa satisfacción pulsional deseada se
vivencie como presente por vía alucinatoria. A consecuencia de esa misma
regresión, las representaciones se trasponen en el sueño a imágenes visuales, vale
decir, los pensamientos oníricos latentes se dramatizan e ilustran.

Al informarnos el paciente en el análisis de uno de sus sueños, con ello nos está
comunicando algo de sus contenidos intrapsíquicos. E sueño incomprensible es un
acto psíquico rebosante de sentido y de valor, que podemos usar en el análisis como
a cualquier otra comunicación.

¿El sueño tiene también una función, está encargado de una operación útil? El
reposo exento de estímulos que el estado del dormir querría producir es amenazado
desde tres lados: de manera más contingente, por estímulos externos sobrevenidos
mientras se duerme y por intereses diurnos que no admiten ser suspendidos; de
manera inevitable, por las mociones pulsionales reprimidas, insaciadas, que
acechan la oportunidad de exteriorizarse.

A consecuencia de la rebaja nocturna de las represiones {esfuerzos de desalojo},


se correría el peligro de que el reposo del dormir fuera turbado todas las veces que

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la incitación externa o interna llegara a establecer un enlace con una de las fuentes
pulsionales inconscientes. El proceso onírico permite que el producto de semejante
cooperación desemboque en una vivencia alucinatoria inocua, y así asegura la
continuación del dormir. Que a veces el sueño despierte al durmiente, presa de un
desarrollo de angustia, en modo alguno contradice esa función; antes, al contrario,
es una señal de que el guardián considera demasiado peligrosa la situación y ya no
cree poder dominarla.

El paciente, nos refiere un sueño que debemos interpretar. Lo hemos escuchado,


sin poner en movimiento nuestra reflexión." ¿Qué haremos primero? Nos
resolvemos a hacer el menor caso posible de lo que hemos escuchado, del sueño
manifiesto. Desde luego, este último presenta toda clase de caracteres que no nos
resultan indiferentes del todo. Puede ser coherente, poseer una composición tersa
como la de una creación literaria, o bien ser confuso hasta resultar incomprensible,
casi como un delirio; puede contener elementos absurdos o chistes y conclusiones
en apariencia agudas; puede aparecerle al soñante claro y nítido o turbio y borroso,
sus imágenes mostrarán la plena intensidad sensible de las percepciones o serán
desleídas como una sombra fugitiva, y los más diversos caracteres pueden darse
cita en el mismo sueño, distribuirse en diversos lugares; por último, el sueño puede
mostrar un tono afectivo indiferente o ir acompañado por las más intensas
excitaciones alegres o penosas.

Hallamos en el sueño manifiesto una infinita diversidad utilizable para la


interpretación, pero al comienzo la omitimos y echamos a andar por el camino
principal que lleva a la interpretación del sueño. Exhortamos al soñante a liberarse
igualmente de la impresión del sueño manifiesto, a que aparte su atención del
conjunto y la dirija a los elementos singulares del contenido del sueño, y a que nos
comunique, en su secuencia, cuanto se le ocurra sobre cada uno de estos
fragmentos, las asociaciones que le acuden cuando los considera por separado.

¿En qué orden haremos que el paciente aborde los fragmentos de su sueño? Se
nos abren varios caminos. Podemos seguir simplemente el orden cronológico tal
como resultó del relato del sueño. Es el método llamado clásico, el más riguroso. O
podemos indicar al soñante que busque primero en el sueño los restos diurnos,
pues la experiencia nos ha enseñado que en casi todo sueño se inserta un resto
mnémico o una alusión a un episodio —con frecuencia a varios— del día del sueño,
y cuando seguimos esos anudamientos solemos hallar de un golpe el paso del
mundo en apariencia remoto del sueño a la vida real del paciente. O bien le
ordenamos comenzar por aquellos elementos del contenido del sueño que le
resultan llamativos por su particular nitidez e intensidad sensible. En efecto,
sabemos que le será particularmente fácil obtener asociaciones sobre ellos. Es
indiferente por cuál de estas modalidades nos acerquemos a las asociaciones
buscadas.

Por fin obtenemos esas asociaciones. Aportan las cosas más variadas, recuerdos
del día anterior, el día del sueño, y de un lejano pasado; reflexiones, discusiones
con su pro y su contra, confesiones e interpelaciones. Muchas de ellas le brotan al
40
paciente, frente a otras se atasca un rato. La mayoría muestra un vínculo neto con
un elemento del sueño, y ello no es asombroso, puesto que partieron de él; pero
también sucede que el paciente las introduzca con estas palabras: «Esto no parece
tener nada que ver con el sueño; lo digo porque se me ocurre».
El sueño aparece como una selección abreviada de las asociaciones, es verdad que
producida de acuerdo con reglas que todavía no penetramos; y sus elementos,
como los representantes de una multitud, surgidos de una elección. No hay duda de
que mediante nuestra técnica hemos obtenido aquello que es sustituido por el sueño
y en lo cual ha de hallarse su valor psíquico, pero, al mismo tiempo, algo que ya no
muestra las propiedades- extrañas del sueño, su ajenidad y confusión. Las
asociaciones sobre el sueño no son todavía los pensamientos oníricos latentes.
Estos están contenidos en las asociaciones como en un líquido madre; empero, no
lo están acabadamente. Por un lado, las asociaciones aportan mucho más que lo
que necesitamos para la formulación de los pensamientos oníricos latentes, a saber:
aportan todas las puntualizaciones, transiciones, conexiones que el intelecto del
paciente debió producir en tanto se iba aproximando a los pensamientos oníricos.
Por otro lado, es frecuente que la asociación se detenga justo delante de los
pensamientos oníricos genuinos, sólo llegue hasta su cercanía, los roce apenas en
las alusiones.

Entonces intervenimos por nuestra cuenta, completamos las indicaciones,


extraemos conclusiones irrefutables, enunciamos aquello que el paciente sólo
convocó en sus asociaciones. En una exposición abstracta no es fácil demostrar la
legitimidad de nuestro proceder. Si en la interpretación del sueño dependemos
principalmente de las asociaciones del soñante, hay ciertos elementos del contenido
del sueño frente a los cuales nos comportamos con entera autonomía, sobre todo
porque nos vemos precisados a hacerlo, porque comúnmente fallan las
asociaciones sobre ellos. Desde temprano hemos notado que los contenidos a raíz
de los cuales esto ocurre son siempre los mismos; no son muy numerosos, y una
experiencia acumulada nos ha enseñado que deben aprehenderse e interpretarse
como símbolos de otra cosa.

Por comparación con los otros elementos oníricos es lícito atribuirles un significado
fijo, que, empero, no necesita ser unívoco, y cuya extensión es comandada por
reglas particulares insólitas para nosotros. Dado que sabemos traducir esos
símbolos —no así el soñante, aunque él mismo los ha usado—, puede suceder que
el sentido de un sueño se nos vuelva claro de inmediato antes de cualquier empeño
por interpretarlo y tan pronto como hemos escuchado el texto del sueño, mientras
que el soñante mismo sigue enfrentado a un enigma. Pero acerca del simbolismo,
lo que sabemos de él, los problemas que nos depara, ya he dicho tanto en mis
conferencias anteriores que hoy no necesito repetirme.

¿Es posible interpretar con este método todos los sueños? La respuesta es no. No
todos, pero sí un número suficiente como para certificar la aplicabilidad y
justificación del procedimiento. ¿Por qué no todos? Porque el trabajo de la
interpretación del sueño se realiza contra una resistencia cuya magnitud varía desde
lo imperceptible hasta lo insuperable —al menos para nuestros medios actuales—.
41
En el curso del trabajo, es imposible pasar por alto las exteriorizaciones de esa
resistencia. En muchos lugares las asociaciones se brindan sin vacilación alguna y
ya la primera o la segunda ocurrencia traen el esclarecimiento. En otras, el paciente
se atasca y titubea antes de enunciar una asociación, y luego uno tiene que
escuchar una larga cadena de ocurrencias antes de conseguir algo utilizable para
la comprensión del sueño. Consideramos más intensa la resistencia cuanto más
larga y sinuosa es la cadena de asociaciones. También en el olvido de los sueños
registramos esa misma influencia. Harto a menudo ocurre que el paciente, por más
que se empeña, no puede acordarse de uno de sus sueños. Tras eliminar en un
tramo de trabajo analítico cierta dificultad que había perturbado al paciente en su
relación con el análisis, el sueño olvidado vuelve a presentarse de pronto.

Con mucha frecuencia sucede que al comienzo se omite algún fragmento de un


sueño, y luego se lo agrega como complemento. Ha de entendérselo como un
intento de olvidarlo. La experiencia muestra que justo ese fragmento es el más
significativo; suponemos, pues, que su comunicación tropezó con una resistencia
más intensa que la de otros. A menudo vemos que el soñante trabaja en sentido
contrario al olvido de sus sueños si los fija por escrito enseguida de despertar.
Podemos decirle que es inútil, pues la resistencia a la que de ese modo arrancó la
conservación del texto del sueño se desplaza entonces a las asociaciones y hace
que el sueño manifiesto sea inaccesible a la interpretación. En tales circunstancias,
no nos asombrará que un ulterior incremento de la resistencia sofoque por completo
las asociaciones, frustrando así la interpretación del sueño. Inferimos que la
resistencia que notamos en el curso de nuestro trabajo de interpretación tiene que
haber participado también en la génesis del sueño. Cabe distinguir directamente
entre sueños generados bajo una escasa o una elevada presión de resistencia. No
obstante, aun dentro del mismo sueño, esa presión varía de un lugar a otro; es
culpable de las lagunas, oscuridades y confusiones que pueden interrumpir la trama
hasta del sueño más hermoso.

Pero, ¿qué es lo que produce resistencia y contra qué? Pues bien; la resistencia es
para nosotros el indicio más seguro de un conflicto. Tiene que haber ahí una fuerza
que quiera expresar algo y otra que no se avenga a permitir esa exteriorización. Es
posible que el sueño manifiesto, sobrevenido después, reúna todas las decisiones
en que se condensó esa lucha entre las dos aspiraciones. Una de las fuerzas acaso
consiguió imponer lo que quería decir; en otro, la instancia contrariante logró borrar
por completo la comunicación intentada o sustituirla por algo que ya no dejaba
traslucir ningún rastro de ella.

Mientras estudiamos al sueño como un fenómeno aislado, con independencia de


las formaciones psíquicas emparentadas, llamamos a esa instancia el censor del
sueño (censura). Esa censura no es un dispositivo particular de la vida onírica.
Saben que el conflicto entre dos instancias psíquicas que —de manera inexacta—
designamos como lo reprimido inconsciente y lo consciente gobierna toda nuestra
vida anímica, y que la resistencia a la interpretación del sueño, indicio de la censura

42
onírica, no es más que la resistencia de represión {de desalojo} por medio de la
cual aquellas dos instancias se separan una de otra. Saben también que, bajo
determinadas condiciones del conflicto entre ellas surgen otros productos psíquicos,
que, tal como el sueño, son el resultado de compromisos (neurosis).

43
RESISTENCIAS

En la evolución del psicoanálisis, la hipnosis, la sugestión y la abreacción han sido


abandonadas en favor de la asociación libre y el análisis de la resistencia y la
transferencia.

Resistencia significa oposición. Todas las fuerzas que dentro del paciente se
oponen a los procedimientos y procesos de análisis, es decir, que estorban a la libre
asociación del paciente, que obstaculizan los intentos del paciente de recordar,
lograr y asimilar el insight, que operan contra el YO razonable del paciente y su
deseo de cambiar. La resistencia puede ser consciente, preconsciente o
inconsciente, y puede expresarse por medio de emociones, actitudes, ideas,
impulsos, pensamientos, fantasías o acciones. En función de la neurosis del
paciente, las resistencias tienen una función defensiva. Las resistencias se oponen
a la eficacia de los procedimientos analíticos y defienden el statu quo del paciente.

Las resistencias se pueden clasificar como egosintónicas y ajenas al YO. Si un


paciente siente que una resistencia es ajena a él, está dispuesto a tratarla
analíticamente. Si es egosintónica, puede negar su existencia, tratar de reducir su
importancia o de librarse de ella racionalizándola. Uno de los primeros pasos en el
análisis de una resistencia es convertirla ajena al YO para el paciente.

El analizando puede darse cuenta de sus propias resistencias, gracias al incremento


de su YO observador, inicialmente limitado a la introspección que lo llevó al análisis,
y al cual proporciona el mantenimiento del encuadre que facilita una parte
fundamental de la estrategia del comienzo de la terapia, cuya esencia reside en la
escisión del YO del paciente, para fomentar un YO crítico de sus propios actos y
motivaciones.

La compulsión a la repetición es un aspecto particular de la resistencia que


consiste en la tendencia del paciente a repetir (reeditar) una experiencia dolorosa
del pasado en lugar de recordarla. Estas resistencias son tenaces y requieren una
translaboración. Las mayores resistencias serían, según S. Freud, la envidia del
pene en las mujeres, mientras que en los hombres sería su temor de tener deseos
femeninos pasivos respecto de otros hombres.

La compulsión de repetir puede manejarse mejor terapéuticamente considerándola


un intento de dominar tardíamente una antigua situación traumática, en lugar de
considerarla como el resultado del instinto de muerte. La repetición puede
representar la esperanza de un final feliz para una frustración pasada. El
masoquismo, la autodestructividad y la necesidad de padecer, como mejor pueden
enfocarse clínicamente es como manifestaciones de agresión que se vuelven en
contra del propio individuo. El interpretar las resistencias como expresión de un
instinto de muerte conduce sólo a la intelectualización, la pasividad y la resignación

La resistencia se opone al procedimiento analítico, al analista y al YO razonable del


paciente. Defiende la neurosis, lo antiguo, lo familiar e infantil, del descubrimiento y
44
del cambio. Puede ser adaptativa. La palabra resistencia se refiere a todas las
operaciones defensivas del aparato mental provocadas en la situación analítica. La
defensa se refiere a procesos en la vida cotidiana que ponen a salvo del peligro y el
dolor, en contraste con las actividades instintivas que buscan el placer y la descarga.
En la situación analítica, las defensas se manifiestan en forma de resistencias.
Durante el curso del análisis las fuerzas de resistencia echarán mano de todos los
mecanismos, modos, medidas, métodos y constelaciones de defensa que el YO ha
empleado en la vida exterior del paciente.

Resistencia quiere decir todas las fuerzas que dentro del paciente se oponen a los
procedimientos y procesos de la labor analítica. En mayor o menor grado, está
presente desde el principio hasta el fin del tratamiento. Las resistencias defienden
el statu quo de la neurosis del paciente. Se oponen al analista, a la labor analítica y
al YO razonable del paciente. Las resistencias son repeticiones en el análisis de
todas las operaciones defensivas que el paciente ha realizado en su vida pasada.
Aunque algunos aspectos de una resistencia puedan ser conscientes, la parte
esencial la desempeña el YO inconsciente. Al analista toca descubrir la forma en
que resiste el paciente, a qué resiste, y por qué lo hace. La causa inmediata de una
resistencia es siempre la evitación de algún afecto doloroso como la ansiedad,
la culpabilidad o la vergüenza. En definitiva, se descubrirá que lo que la
resistencia quiere evitar es el miedo a un estado traumático.

Las resistencias operan en el interior del paciente, esencialmente en su YO


inconsciente, si bien ciertos aspectos de su resistencia pueden ser accesibles a su
YO conservador y opinante. Tenemos que distinguir entre el hecho de que el
paciente esté resistiendo, cómo se resiste, a qué se resiste y por qué lo hace. Al
comenzar el análisis, el paciente suele sentir la resistencia como cierta contrariedad
en relación con las peticiones o intervenciones del analista más que como un
fenómeno intrapsíquico. Al desarrollarse la alianza de trabajo, la resistencia se
percibirá como una operación defensiva ajena al YO dentro del YO afectivo del
paciente. El motivo de defensa es lo que hizo entrar en acción a una defensa. La
causa inmediata es siempre la evitación de algún afecto doloroso como la angustia,
la culpabilidad o la vergüenza. La causa más distal es el impulso instintual
subyacente que provocó la angustia, la culpabilidad o la vergüenza. La causa última
es la situación traumática, un estado en que el YO se vio arrollado y desvalido
porque estaba lleno de una angustia que no podía controlar, dominar ni frenar… un
estado de pánico. Más tarde, en situaciones similares o desplazadas, el paciente
trata de evitar estos afectos dolorosos (traumáticos) instituyendo defensas a la
menor señal de peligro.

La situación de peligro que puede despertar un estado traumático atraviesa un


proceso de desarrollo y cambio con las diferentes fases de la maduración. Pueden
ser caracterizadas a grandes rasgos como miedo a la aniquilación física
(desvalimiento del bebé o del infante), miedo a la separación o al abandono,
sentimiento de no ser amada, miedo a la castración y miedo a perder la propia
estimación. En el análisis, todo pensamiento, sentimiento o fantasía que despierte

45
una emoción dolorosa, tratase de asociación libre, un sueño o la intervención del
analista, provocará resistencia en algún grado. Si se sondea lo que está oculto
detrás del afecto doloroso, se descubrirá algún impulso instintivo peligroso y, a fin
de cuentas, algún vínculo con un acontecimiento relativamente traumático de la
historia preverbal y verbal del paciente.

Las resistencias se pueden clasificar como egosintónicas y ajenas al YO. Si un


paciente siente que una resistencia es ajena a él, está dispuesta a tratarla
analíticamente. Si es egosintónica, puede negar su existencia, tratar de reducir su
importancia o de librarse de ella racionalizándola. Uno de los primeros pasos en el
análisis de una resistencia es convertirla ajena al YO para el paciente.

La resistencia y la regresión.

Regresión se refiere a la vuelta a una forma anterior, más primitiva de actividad


mental. Uno tiende a volver a las escalas que fueron puntos de fijación en tiempos
anteriores. Sabemos que las frustraciones y sobre todo satisfacciones excesivas en
un punto dado del desarrollo favorecen la fijación. La fijación es un concepto de
desarrollo y la regresión es uno defensivo. La huida del dolor y el peligro motivan la
regresión. El paciente que renuncia a su amor y rivalidad edípicos, su masturbación
y su orgullo fálico y exhibicionista y se vuelve otra vez apegadamente desafiante,
despechadamente sumiso, orientado hacia lo obsesivo, es un caso de regresión de
la organización sexual. La transformación de los pensamientos en imágenes
visuales en casos de alucinaciones es una regresión donde se pasa del proceso
secundario al proceso primario. La regresión en casos de narcisismo,
personalidades fronterizas o psicóticas se hace de las relaciones objétales hacia el
narcisismo primario.

Recordemos que la regresión temporal en las funciones del YO es parte del


desarrollo normal del niño. En el proceso de maduración, la regresión y la progresión
alternan y obran recíprocamente una en la otra. La regresión no es necesariamente
patológica. En ciertas condiciones, el YO tiene la capacidad de regular la regresión,
como lo hace en el sueño, en el chiste y en algunas actividades creadoras. Durante
la terapia analítica, el paciente y el terapeuta también hacen una regresión temporal
y parcialmente. Vemos regresiones selectivas; un paciente puede regresar en
ciertas funciones del YO y no en otras.

Clasificación de las resistencias.

Freud clasifico las resistencias en tres categorías:

 Resistencias del YO que corresponde a la “represión”, la “ganancia


secundaria” y la “resistencia de transferencia”.

 Resistencias del SUPER-YÓ relacionadas con la culpa inconsciente y la


necesidad de castigo.

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 Resistencias del ELLO, “viscosidad de la libido”, “compulsión a la repetición”
que le impide cambiar de objetos y que tiende, sobre bases constitucionales,
a fijar la personalidad.

Las resistencias del ELLO y del SUPER-YÓ se ligarían a la llamada “reacción


terapéutica negativa”, en la cual se observa la imposibilidad del paciente para tener
una real mejoría en el análisis y en la vida. Cada vez que se produce un cambio
positivo, el paciente vuelve a empeorar y eventualmente abandona el tratamiento;
busca un nuevo analista, tan sólo para repetir nuevamente el ciclo. Este proceso
patológico debe distinguirse de los aumentos de las resistencias que acompañan
cualquier proceso de cambio y que podrían denominarse “micro reacciones
terapéuticas negativas”, que se dan a lo largo de cualquier tratamiento analítico, y
que escoltan defensivamente cualquier modificación vital. Se considera que la
resistencia y la defensa, la actividad de evitar el dolor, nace del YO, cualquiera
que sea el estímulo provocador. Por ejemplo, en el caso de la culpabilidad
inconsciente de origen superyoica, el YO puede defenderse de esto mediante una
formación reaccional de un carácter supermoral. El YO evalúa el peligro y siente
algún asomo de angustia. El evaluar el peligro como el sentir la angustia hacen de
señal al YO para que tome medidas, sean de adaptación, de defensa o de
síntomas.

Modos de aparición clínica de la resistencia.

 Según los puntos de fijación. Durante la terapia pueden predominar


resistencias de uno u otro estadio del desarrollo psicosexual: oral, anal,
fálico-edípico, latencia o adolescencia. Además, la forma y el tipo de
resistencia cambian en un paciente durante el curso de análisis. Hay
regresiones y progresiones, de modo que cada paciente manifiesta multitud
de resistencias. Podemos dar los siguientes ejemplos:

 Fase oral: pasividad, depresión, adicciones, anorexia o bulimia,


desintegración o fantasías de ser salvado, introyecciones e
identificaciones, etc.

 Fase anal: rencor, desconfianza, vergüenza, sadomasoquismo,


marcada ambivalencia, recriminaciones obsesivas, retentividad
(constipación, avaricia), no querer hacer nada, etc.

 Fase fálica: la culpabilidad por masturbación, las fantasías


incestuosas, la angustia de castración (miedo al fracaso), etc.

 Según los tipos de defensa. Podemos citar todos los tipos de mecanismos
de defensa descritos. La represión entra en la situación analítica cuando el
paciente “olvida” su sueño, su hora de visita, o de su mente se borran
experiencias cruciales o personajes importantes de su pasado, etc.

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 Según la categoría diagnóstica. Ciertas entidades de diagnóstico emplean
ciertos tipos de defensa y que por lo tanto esas resistencias particulares
predominarán durante el curso del análisis. No obstante, las entidades
clínicas que se describen raramente se ven en forma pura; la mayoría de los
pacientes tienen alguna mezcla de patología diferente junto con el
diagnóstico central que les damos. Podemos dar las siguientes resistencias
típicas para la categoría diagnóstica:

 Histerias. Represión y formaciones reactivas aisladas. Regresión a


las características fálicas. Labilidad emocional, somatización,
conversiones y genitalizaciones. Identificaciones con objetos de amor
perdidos y objetos productores de culpabilidad.

 Neurosis obsesivas. Aislamiento, anulación retrospectiva,


proyecciones y formaciones reactivas en masa. Regresión a la
analidad con formaciones reactivas de los rasgos de carácter: orden,
limpieza y tacañería se convierten en resistencias importantes.
Intelectualización, a manera de resistencia a los sentimientos.
Pensamiento mágico, omnipotencia del pensamiento, meditación.
Interiorización de las reacciones de hostilidad y SUPER-YÓ sádico.

 Depresiones neuróticas. Introyecciones, identificaciones, actuación


e impulsividad. La instintualidad oral y fálica deformadas
regresivamente. Emocionalidad, comportamiento y actitudes
contrafóbicos, adictividad y masoquismo.

 Neurosis de carácter. Según sea en lo fundamental un carácter


histérico, obsesivo o depresivo, sería de esperar que hallásemos los
hábitos, rasgos y actitudes que suelen calificarse de rígidos y
egosintónicos.

 El paciente calla. Esta es la forma más transparente y frecuente de


resistencia que se encuentre en la práctica analítica. Significa que el paciente
no está dispuesto, consciente o inconscientemente, a comunicar sus
pensamientos o sentimientos al analista. Nuestra misión es analizar las
causas del silencio. A veces, a pesar del silencio, un paciente puede revelar
el motivo o incluso el contenido de su silencio inadvertidamente por su
postura, sus movimientos, la expresión de su rostro. Desviar la cabeza de la
mirada, cubrirse los ojos con las manos, retorcerse en el diván y enrojecer
puede significar turbación. El silencio es una resistencia al análisis y como tal
debe manejarse.

 El paciente “no siente deseos de hablar”. En este caso el paciente no


está literalmente silencioso, pero siente que no tiene ganas de hablar, o no
tiene nada que decir. Con mucha frecuencia queda en silencio después de

48
declararlo así. Nuestra tarea es explorar por qué o cómo se siente para no
querer hablar.

 Afectos que indican resistencia. La indicación más típica de resistencia


desde el punto de vista de las emociones del paciente se puede observar
cuando éste se comunica verbalmente, pero con ausencia de afecto. Lo que
dice es seco, monótono, insulso y apático. Se tiene la impresión de que el
paciente no participa, que aquello de que habla no le afecta (impropiedad de
afecto, disociación de la ideación y de la emoción).

 La postura del paciente. Con mucha frecuencia, los pacientes revelan la


presencia de una resistencia por la postura que adoptan en el diván. La
rigidez, el envaramiento o el enovillamiento protector pueden indicar que
están a la defensiva. Sobre todo, cualquier postura sin cambio, que dure toda
una hora, y sesión tras sesión, siempre es señal de resistencia. El
movimiento excesivo también indica que algo se descarga con movimientos
y no con palabras. La discrepancia entre la postura y el contenido verbal es
también señal de resistencia. Las manos apretadas, los brazos fuertemente
cruzados sobre el pecho, los tobillos firmemente unidos son indicios de
estarse controlando. El bostezo denota resistencia. La entrada y la salida del
consultorio evitando la mirada del terapeuta son también indicaciones de
resistencia.

 La fijación en el tiempo. Cuando un paciente habla constante e


invariablemente del pasado sin mezclar nada del presente o a la inversa, si
un paciente habla continuamente del presente sin zambullirse una que otra
vez en el pasado, es que hay alguna resistencia operando. El apego a
determinado período de tiempo es una evitación.

 Los acontecimientos externos o de escasa importancia. Cuando el


paciente habla de sucesos superficiales, insignificantes o relativamente
desprovistos de importancia durante un período de tiempo bastante largo, es
que está evitando algo subjetivamente importante. La falta de introspección
y reflexión sobre contenidos repetidos es señal de resistencia. Otro tanto
puede decirse de la charla acerca de asuntos externos, aunque sean de gran
importancia política. Si la situación externa no conduce a una situación
personal, interna, se está expresando una resistencia.

 Evitación de temas. Es muy propio de los pacientes el rehuir las cuestiones


penosas. Esto puede hacerse consciente o inconscientemente. Sucede
sobre todo con ciertos aspectos de la sexualidad, la agresión y la
transferencia. En lo tocante a la sexualidad, los aspectos más delicados
parecen ser los relacionados con las sensaciones y las regiones del cuerpo.
En cuanto a la agresividad, los pacientes hablarán en general de sentirse
enojados o irritados cuando en realidad quieren decir que estaban furiosos y
tenían ganas de matar a alguien. Las fantasías sexuales u hostiles en

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relación con la persona del analista son también de los temas más
cuidadosamente evitados al principio del análisis. “Me pregunto si usted es
casado” u “Hoy parece usted cansado y pálido” son manifestaciones veladas
de tales fantasías.

 Rigideces. El hecho de empezar siempre del mismo modo estereotipado las


sesiones indica resistencia. Podemos citar como ejemplos: empezar cada
sesión recitando un sueño o anunciando que no hubo sueño; empezar cada
hora comunicando sus síntomas o sus quejas, o hablando de los sucedidos
el día anterior. Hay pacientes que “preparan” sus sesiones, para que sea
interesante, para no quedar callado, para ser un “buen” paciente, indicios
todos de resistencia. Presentarse constantemente tardío o constantemente
puntual indica que algo se oculta.

 El lenguaje de la evitación. El ejemplo de frases hechas o de términos


técnicos es una de las más frecuentes indicaciones de resistencia. Suele
señalar la evitación de las imágenes vivas y evocadoras del lenguaje
personal. El paciente que dice “órganos genitales” refiriéndose al pene está
evitando la imagen que viene a las mentes con la palabra pene. Debe notarse
aquí que para el terapeuta es importante el emplear un lenguaje personal
y animado cuando habla con sus pacientes. El empleo del cliché o lugar
común aísla los afectos y evita la participación emocional. Por ejemplo, el
empleo frecuente de frases como “real y verdaderamente”, “de veras”,
“supongo que”, “usted ya sabe”, etc., etc., siempre son indicios de evitación.
Las frases hechas que más se repiten son indicaciones de resistencias de
carácter y no pueden tratarse sino cuando el análisis va avanzado. Las
aisladas pueden enfocarse al principio del análisis.

 El retraso, la inasistencia y el olvido del pago. Es evidente que el llegar


tarde a la cita repetidamente, o no acudir a ella, y el olvidarse de pagar son
indicaciones de la renuencia a acudir al tratamiento o a pagar por él. Esto
también puede ser consciente, y entonces relativamente accesible, o
inconsciente en el sentido de que el paciente puede racionalizar el caso.

 La ausencia de sueños. Los pacientes que saben que sueñan y olvidan el


sueño se resisten obviamente a recordar sus sueños. Los pacientes que no
recuerdan haber soñado nada en absoluto son los que tienen las más fuertes
resistencias. Son los sueños el medio más importante de acceso al
inconsciente, a lo reprimido y a la vida instintual del paciente. El olvidarse de
los sueños es indicio de que el paciente está luchando contra la revelación
de su inconsciente y en particular de su vida instintual al analista.

 El paciente se aburre. El aburrimiento en el paciente indica que está


evitando el conocimiento de sus apremios instintuales y sus fantasías. Debe
decirse que el aburrimiento en el terapeuta podría indicar que éste está
bloqueando sus fantasías en relación con su paciente, reacción de

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contratransferencia. También puede significar que el paciente se está
resistiendo y que el analista todavía no lo ha descubierto conscientemente,
pero su percepción inconsciente lo tiene descontento y aburrido.

 El paciente tiene un secreto. Un secreto consciente es una resistencia.


Pero, es algo que debe ser respetado, no aplastado, ni forzado.

 La actuación (acting out). La actuación es un fenómeno muy frecuente e


importante que presenta durante la terapia analítica. Es una resistencia
porque consiste en repetir en acción en lugar de pensar y recordar. El hecho
que el paciente hable del material de la sesión analítica con otra persona que
no sea el analista es también una actuación.

 La alegría frecuente en la consulta. En su conjunto, la labor analítica es


grave. No siempre será sombría o lamentable, y no todas las horas analíticas
son deprimentes o dolorosas, pero en general se trata por lo menos de una
labor muy dura. La alegría frecuente en las sesiones, el gran entusiasmo y el
júbilo prolongado indican que algo se está ocultando, por regla general, algo
muy distinto, alguna forma de depresión. El súbito paso a la salud, la
desaparición prematura de síntomas sin insight, son señales de tipos
semejantes de resistencia y como tales habrán de ser tratados.

 El paciente no cambia. Si el análisis está obrando y por lo tanto influyendo


en el paciente, es de esperar que se produzcan cambios en el
comportamiento o la sintomatología del mismo. A veces parece que uno está
trabajando bien con un paciente, pero no se aprecia ningún cambio. Si esto
dura bastante y no hay resistencia manifiesta se debe sospechar alguna
resistencia oculta y difícil de descubrir.

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TRANSFERENCIA (Neurosis de transferencia).

Se produce en la vida del paciente un importante desplazamiento: la libido, el


interés, la rabia, el cariño y la frustración se proyectan en la figura del analista que
básicamente se transforma en lo que constituye el “analista-pantalla” o “analista-
espejo”. En otras palabras, el paciente condensa la disposición transferencial en el
analista; las vivencias se sienten en el aquí y ahora y la neurosis habitual del
paciente se convierte en “neurosis de transferencia”.

El término transferencia se refiere tanto al fenómeno universal de la repetición de


la vida psíquica, como a su aparición y manejo en la terapia analítica. La
transferencia negativa comprende el odio y la agresiva (enojo, disgusto, rabia o
desprecio por el analista). La transferencia positiva comprende el respeto, el gusto,
el cariño, la confianza, el amor al prójimo hacia el terapeuta o eventualmente el amor
pasión. La transferencia negativa tiene el significado de resistencia, debido a que
tiende a presentarse cuando el paciente se acerca a un momento de introspección.

La transferencia en el tratamiento psicoanalítico implica:

 El relato del paciente deja de ser tal para convertirse en una realidad viviente.

 Una constante reviviscencia de fenómenos infantiles y de experiencias que


el paciente vive y actúa en el afuera, pero que, al condensarse ahora en el
campo, pueden observarse con vigor y precisión. La transferencia no permite
viajar al pasado; da lugar, sin embargo, a que este pasado pueda traerse al
presente, ser sentido, estudiado, reflexionado y, por lo tanto, metabolizado.

 Los cambios registrados mediante la auscultación cuidadosa de la


transferencia-contratransferencia implican, necesariamente, modificaciones
del paciente en su vida común y corriente.

La neurosis de transferencia es un instrumento de la situación analítica y sólo puede


anularla la labor analítica. Facilita la transición de la enfermedad a la salud.

La frustración instintual del neurótico tiende a hacerle buscar inconscientemente


objetos hacia los cuales desplaza sus impulsos agresivos y libidinales. El
paciente tiende a repetir su pasado, en términos de relaciones humanas, para
obtener satisfacciones que no tuvo o para dominar tardíamente alguna
ansiedad o algún sentimiento de culpa. La transferencia es volver a vivir el
pasado y no entender el presente por querer entenderlo en función del
pasado. La importancia de reacciones transferenciales se debe al hecho de que, si
se manejan debidamente, el paciente sentirá en la situación del tratamiento y en
relación con el analista todas las relaciones humanas importantes de su pasado que
no son conscientemente accesible a él. Es el análisis consistente de la
transferencia, dentro y fuera de la situación analítica, el que permite al paciente

52
soportar las diferentes variedades e intensidades de la transferencia, y comprender
poco a poco a sus transferencias.

La transferencia es sentir impulsos, actitudes, fantasías y defensas respecto de una


persona en la actualidad que no son apropiados para tal persona y son una
repetición, un desplazamiento de reacciones nacidas en relación con
personas que tuvieron importancia en la primera infancia. La susceptibilidad de
un paciente a reacciones transferenciales se debe al estado de insatisfacción de
sus instintos y la consiguiente necesidad de oportunidades de descarga. El paciente
propende a repetir en lugar de recordar. Repitiendo, reviviendo el pasado, el
paciente facilita que el pasado entre en la situación del tratamiento. Las repeticiones
transferenciales introducen en el análisis un material que sin eso sería inaccesible.
Debidamente manejado, el análisis de la transferencia llevará a recuerdos,
reconstrucciones, al insight y al final al cese de la repetición.

Con el avance paulatino del tratamiento se produce en el paciente un aumento de


la regresión al servicio del YO, ejemplificado por la mayor autoobservación, debido
a la relativa deprivación de estímulos sensoriales y la frustración que produce el
hecho de que el analista es neutral, es decir, que no premia ni castiga, se mantiene
como una figura estable y no toma partido ni en pro ni contra de las figuras
conflictivas del paciente.

Al mismo tiempo que esta regresión y como cristalización de ella, comienza a


producirse en la vida del paciente un importante desplazamiento: la libido, el interés,
la rabia, el cariño y la frustración se proyectan en la figura del analista que
básicamente se transforma en lo que constituye el “analista-pantalla” o “analista-
espejo”. En otras palabras, el paciente condensa la disposición transferencial en el
analista; las vivencias se sienten en el aquí y ahora y la neurosis habitual del
paciente se convierte en “neurosis de transferencia”.

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CONTRA-TRANSFERENCIA.

La contratransferencia es un vocablo que designa una amplia variedad de


emociones: ira, orgullo, competitividad, frustración, amor. Designa todas nuestras
respuestas afectivas frente a los pacientes; en otro, solo aquellas emociones que
pueden convertirse en un problema. Para esclarecer las funciones y significados de
la conducta de nuestros pacientes, nos basamos en nuestros sentimientos y
reacciones, utilizándolos, por así decirlo, como señales. Si, por ejemplo, me
descubro enojado con el paciente, lo interpreto como que este último está enojado
conmigo, o quiere que yo me enoje, o ambas cosas.

Todos los fenómenos de la situación analítica se refieren a ambos participantes, con


la única excepción de la interpretación (función del analista). Así, si para el paciente
la regla básica es la de la libre asociación, para el analista la regla básica es la
“atención flotante”, es decir, el analista debe oír todo lo que le dice el paciente y
escuchar también las resonancias que evocan o despiertan en su propio interior las
comunicaciones de éste. Se ha dicho que el analista es neutral, pero esto no
significa que no esté presente; los mensajes verbales y preverbales hacen surgir en
el analista fantasías, sensaciones, pensamientos y emociones conscientes e
inconscientes. A este resonar del analista se le conoce con el nombre de
contratransferencia.

La contratransferencia existe siempre: en el terapeuta surgen también impulsos y


sentimientos hacia los consultantes, que se entrometen inevitablemente en su
función de comprender e interpretar. A la transferencia del paciente, responde la
contratransferencia del terapeuta, con sentimientos, con angustias, con defensas y
con deseos. Es a través de ésta como percibimos y podemos comprender algunos
sentimientos que el paciente experimenta a su vez hacia el terapeuta. El terapeuta,
al poder aclarar a sí mismo el conjunto de sus reacciones inconscientes hacia el
paciente y los elementos transferenciales del paciente es de vital importancia para
su tratamiento. El hecho de no comprender el sentido de la contratransferencia,
puede producir contraactuaciones y provocar un efecto perturbador en la terapia
que dificulta la dinámica del proceso.

El paciente puede provocar en nosotros, sin intención de su parte, un sentimiento


muy distinto del que él experimenta. Por supuesto, como terapeutas también
podemos albergar determinados sentimientos que dependen de nuestra forma de
ser y que ejercen poco o ningún provecho en nuestros pacientes, y debemos ser lo
bastante íntegros y poseer la suficiente autoconciencia como para distinguir entre
lo uno y lo otro. Cuando surgen emociones fuertes en el terapeuta, siempre
debe tratar de comprender cuáles partes son provocadas por el paciente y
cuáles otras provienen de sí mismo.

La contratransferencia es también dinámica como la transferencia. Es decir, el


terapeuta revive con el paciente sentimientos, recuerdos, reviviscencias,
impulsos, que inicialmente estuvieron en relación con otro u otros seres. De manera

54
que esto le quita la libertad en la medida en que no conozca esos vínculos y acepta
sus repercusiones y sus consecuencias. Muchas veces una persona nos produce
una sensación de incomodidad o de simpatía en forma desigual y aparentemente
inexplicable.

Las primeras entrevistas deben servir entonces no sólo para la exploración del
consultante sino del terapeuta frente a él. Como no existe la neutralidad absoluta
debemos saber por qué es así y cómo podemos utilizar en provecho de la
comprensión y la libertad una preferencia o un sentimiento contrario. Muchos son
los indicios que pueden sugerir la presencia de elementos contratransferenciales
inadecuados o perturbadores. Los principales son:

 Preocupación persistente durante o después de las horas de terapia con un


paciente.

 Halagar al consultante por temor a perderlo.

 Descuido en los convenios sobre aspectos económicos y de tiempo; lo mismo


que el temor a hablar de los aumentos en los honorarios.

 Olvido de la cita con un paciente, llegar tarde a ella, o prolongar


repetidamente y sin motivo especial la hora de la sesión.

 Experimentar repetidamente sentimientos eróticos o agresivos.

 Fomentar la dependencia continuada.

 Perturbarse por las sensaciones o reproches de un paciente.

 Deseos de que se presenten situaciones que dificulten por parte de un


paciente la continuación del tratamiento o la asistencia a una o más citas.

 Aparición de indicios de fastidio o de sentimientos de antipatía respecto a un


paciente.

Los errores debidos a la contratransferencia se presentan cuando el analista


reacciona inconscientemente a su paciente como si éste fuera una persona
importante en la historia temprana del analista y no se da cuenta durante
tiempos largos. La prolongada interferencia contratransferencial induce
necesariamente errores de técnica del terapeuta y puede provocar reacciones de
transferencia intratables en el paciente.

Hoy en día se concibe la contratransferencia como la guía principal para llegar a la


problemática del paciente, siempre y cuando el analista la siente plenamente y la
elabore por su función analítica. Si el analista acepta inconscientemente el rol
proyectivo que le ha transmitido el paciente y lo contraactúa se halla en una

55
“contraidentificación proyectiva” (Grinberg), concepto éste que tiene puntos de
similitud con lo que Racker denomina “contratransferencia complementaria”, en
la cual el analista se identifica con los objetos internos del paciente.

Hasta cierto punto, la contraidentificación proyectiva es inevitable. La tendencia


básica del proceso, sin embargo, permite al analista salir de la contraactuación y
rescatar su misión de comprender.

El terapeuta, como ser humano, puede no lograr controlar perfectamente sus


emociones. Es inevitable que, en determinadas circunstancias, el relato de un
paciente provoque en el terapeuta una viva respuesta emocional. Si el chiste es lo
bastante gracioso, podrá reír; si un hecho brutal le conmueve, dará un gruñido o
hará una mueca.

56
INTERPRETAR.

57
TÉCNICA DE PSICOTERAPIA PSICOANALÍTICA.

SOBRE LA TÉCNICA DE LA PSICOTERAPIA.

La técnica se refiere a la forma en que se conduce la psicoterapia. La técnica implica


los criterios, principios y tácticas en que se basa con el fin de instrumentar los
propósitos. El modo en que se define el rol del terapeuta y el modo en que el
terapeuta estructura las sesiones son cuestiones de técnica; el modo en que se
comunica la comprensión, en que se formula las interpretaciones y se regula su
ritmo, reflejan consideraciones de índole técnica.

Elementos tales como la manera de interrogar, de encarar las preguntas directas


como cuando mi paciente me pregunta cuántos años tengo, lo que enfrento es un
problema técnico; no solo técnico, por supuesto (porque es preciso comprender el
sentido de la pregunta), pero también técnico. Cuando llega siempre tarde, cuando
repetidamente niega la validez de mis interpretaciones, cuando cuenta un sueño,
cuando guarda silencio, cuando insiste en que debo convertirme en su amigo y
consejero, mis respuestas se hallan determinadas, en proporción significativa, por
consideraciones de orden técnico.

Algunos ejemplos de técnica de psicoterapia psicoanalítica son: si el paciente


proyecta, mejor interpretar que responder. Por ejemplo: “Tengo la impresión que lo
que le cuento hoy no le importa”, en lugar de decir “Sí me importa”, vale decir: “Usted
siente la necesidad de creer que no me importa”. Incidentes tales como la tardanza,
no llegar a una sesión, olvidar el pago, etc.

La psicoterapia analítica proscribe suministrar al paciente información personal


sobre el terapeuta. En caso de que el paciente pregunta algo personal, el analista
no responda, el paciente se pone furioso o triste o avergonzado, etc., hay que
demostrarle, de alguna manera, que sus sentimientos son aceptables y que no
representan una amenaza para tu persona: puedes tolerarlos, y consideras que él
también puede hacerlo.

La experiencia analítica.

Lo que cuenta es la sensación de revelación, la revelación de algo profundamente


válido y autentico para el paciente. No tiene por qué tratarse de algo totalmente
nuevo o deslumbrante. Esto es una experiencia analítica. El paciente experimenta
una apertura total que lo pone en contacto con su realidad interna, razón por la cual,
suele experimentar un sentimiento de aprensión, de ansiedad. Es aconsejable,
asumir una actitud de empatía con sus sentimientos y ofrecerle cierto grado de
apoyo. El terapeuta tiene que explicar al paciente que, por más dolorosas y terribles
que le parezcan dichas experiencias, pueden ser sumamente benéficas.

58
Teorías psicológicas del paciente y el psicoanalista.

Todo ser humano, tenga o no conciencia de ello, ha elaborado su propia teoría


psicológica, su propia forma de interpretar el sentido de su conducta y de la ajena.
También nuestros pacientes la tendrán, y su teoría puede desempeñar un papel
significativo en la psicoterapia. Una de nuestras principales tareas como
terapeutas reside en descubrir, dilucidar y abordar las teorías sobre la
conducta humana que se ha forjado el paciente. Los pacientes no solo pueden
sufrir el efecto de sus reminiscencias, sino también el de sus teorías.

Los psicoanalistas también pueden sufrir los efectos de las teorías que aplicamos.
Una teoría clínica puede distorsionar la correspondiente observación y llevarla por
un camino erróneo. El terapeuta servirá de su teoría como simple guía, para
organizar su comprensión de las experiencias reales del paciente y la imagen que
éste tiene de sí mismo.

A la hora de comunicarle al paciente una interpretación, el terapeuta en vez de


referirse a “impulsos orales” y “deseos de muerte”, alude a experiencias cotidianas
concretas como el deseo de ser mimado y reconfortado, o de herir a alguien. En vez
de referirse a la “angustia de castración” del paciente, alude a su temor de ser un
ente incompleto, distinto de los demás, o quizá de estar loco. Todas esas conductas
se hallan concretamente vinculadas a la realidad actual del paciente, no a un pasado
remoto.

Procedimientos y procesos terapéuticos no analíticos.

Los procedimientos antianalíticos son aquellos que bloquean o reducen la


capacidad de insight y comprensión. El empleo de cualquier medida o método de
acción que reduce las funciones YOICAS de observar, pensar, recordar y juzgar
entra en esta categoría. Son ejemplos obvios la administración de drogas, las
seguridades dadas pronto y fácilmente, ciertos tipos de gratificaciones
transferenciales, digresiones, etc.

Ayudan, son pasos previos y preparatorios para el fenómeno interpretativo-


elaborativo. Todas las medidas no analíticas al fin acaban por ser también objeto de
análisis. Son cuatro los principales agentes terapéuticos no analíticos: la abreacción
o catarsis, la sugestión, la persuasión y la manipulación.

 Abreacción o catarsis.

La catarsis está relacionada con la descarga de emociones e impulsos


reprimidos. Freud la consideraba en un tiempo método de tratamiento
curativo. Hoy se considera la abreacción válida para dar al paciente el sentido
de convicción acerca de la realidad de sus procesos inconscientes. La
intensidad emocional puede vivificar los detalles de una experiencia que de
otro modo podría permanecer vaga e irreal. La expresión de afectos e

59
impulsos puede procurar una sensación temporal de alivio subjetivo, pero
eso no es un fin en sí y de hecho se puede convertir en fuente de resistencia.

Es importante ayudar a un paciente a volver a vivir las emociones de una


experiencia traumática para recapturar detalles importantes que de otro
modo podrían pasar inadvertidos. Además, permite al paciente descargar
una cantidad suficiente de tensión para que pueda arreglárselas mejor con el
resto de sus vivencias. En el análisis, dista de ser suficiente, dado que, si
bien descarga en algo el conflicto dinámico, éste se vuelve a cargar. La
descarga del conflicto por sí sola, no implica automáticamente la resolución
de éste. La abreacción es uno de los procedimientos no analíticos que
facilitan más tarde el insight.

 Sugestión.

La sugestión está relacionada con la inducción de ideas, emociones e


impulsos en un paciente. Se halla en todas las formas de psicoterapia porque
se deriva de la relación entre padre e hijo, y las personas acongojadas
fácilmente adoptan la posición emocional de un niño respecto del terapeuta
padre. Puede uno decir cosas como: “cuando ya no tema recordará sus
sueños”; y el paciente empezará a recordar sus sueños.

La sugestión consiste en la capacidad terapéutica de convencer al paciente


a través de elementos afectivos. Dinámicamente los elementos que más
juegan en la sugestión son la identificación y la proyección del SUPER-
YO. La sugestión es la base de la hipnosis. En el modelo psicoanalítico
básico, se encuentran elementos de sugestión en el pacto y en el encuadre,
provistos de ciertos aspectos ritualísticos que movilizan emociones e
idealizaciones relacionadas con la transferencia positiva.

 Persuasión.

Reside en transmitir a un paciente la convicción de algo que el terapeuta ha


entendido sobre él, mediante la utilización de mecanismos
predominantemente intelectuales. En lo que al psicoanálisis concierne, hay
elementos de persuasión en toda interpretación, por neutral que pretenda
ser; además, el encuadre proporciona la oportunidad de crear y fomentar el
YO observador del paciente.

 Manipulación.

Es manipulación quedar callado durante la consulta para dejar que un afecto


se robustezca hasta hacerse más demostrable. Es manipulación no analizar
la transferencia para dejarla alcanzar cierta intensidad. Pero todas estas
manipulaciones tienen un objetivo analítico indirecto, que es favorecer el
insight. Otras manipulaciones son más sutiles. Por ejemplo, el tono de voz o

60
la entonación tienen efectos evocadores que pueden traer reacciones y
recuerdos al análisis y con ello favorecer los procesos analíticos. Lo
importante es tener conciencia de la manipulación o al menos de la
posibilidad de que se haya empleado inadvertidamente.

Las maniobras manipulativas se presentan en las terapias directivas, en las


que se acostumbra a ayudar al paciente, a buscar trabajo, aconsejarle que
se mude de un sitio de residencia a otro, o que rompa una relación afectiva.
En estas terapias del comportamiento, se establece una ecuación entre
síntoma y conflicto, de modo que al eliminar el síntoma se liquida
supuestamente el conflicto. Sobre la base del condicionamiento clásico o del
operante, se obliga al paciente a enfrentarse a las situaciones fóbicas que
teme.

61
PSICOTERAPIA PSICOANALITICA.

La psicoterapia psicoanalítica busca modificar el comportamiento y, la estructura de


personalidad del paciente mediante la utilización de la relación analista-analizando,
a través del lenguaje verbal, y en un contexto específico en el cual se ubica esta
relación. Según R. Greenson, la terapia psicoanalítica es una terapia causal; trata
de contrarrestar las causas de la neurosis. Su objetivo es resolver los conflictos
neuróticos del paciente, incluso las neurosis infantiles que sirven de núcleo a la
neurosis del adulto. Resolver los conflictos neuróticos significa reunir con el
YO consciente aquellas porciones del ELLO, el SUPER-YO y el YO
inconsciente excluidas de los procesos de maduración del resto sano de la
personalidad total.

El procedimiento que el analista quiere que el paciente emplee para facilitar


la comunicación de los derivados es la asociación libre. Estos derivados
aparecen en:

 Las asociaciones libres.


 Los sueños.
 Los síntomas.
 Los lapsus.
 Los actos fallidos.
 Las actuaciones del paciente.

Se pide al paciente que trate dentro de lo posible de dejar venir las cosas y de
decirlas sin importarle la lógica ni el orden; ha de comunicar incluso lo que le parezca
trivial, vergonzoso o descortés, etc. Dejando que las cosas le vengan a la mente, se
produce una regresión al servicio del YO y tienden a salir a la superficie los
derivados del YO inconsciente, el ELLO y el SUPER-YO. La tarea del analista
consiste en analizar esos derivados por el paciente.

Aunque el que padece una neurosis llega al tratamiento psicoanalítico por el motivo
consciente de desear un cambio, hay dentro de él fuerzas inconscientes que se
oponen al cambio y defienden la neurosis y el statu quo. Estas fuerzas se oponen a
los procedimientos y procesos de tratamiento y se denominan resistencias. Las
resistencias proceden de las mismas fuerzas del YO que forman parte del conflicto
neurótico. Las resistencias interfieren con el YO razonable y han de ser
analizadas antes de que pueda hacerse ninguna otra buena labor analítica.
Porque sólo puede ser efectivo el insight si el paciente puede tener y mantener un
YO razonable. El YO razonable es también esencial para la construcción y el
mantenimiento de la alianza de trabajo.

Otro concepto básico de la teoría de la técnica analítica es la transferencia. Los


pacientes neuróticos son más propensos a las reacciones transferenciales.
La frustración instintual del neurótico tiende a hacerle buscar inconscientemente
objetos hacia los cuales desplaza sus impulsos agresivos y libidinales. El
62
paciente tiende a repetir su pasado, en términos de relaciones humanas, para
obtener satisfacciones que no tuvo o para dominar tardíamente alguna
ansiedad o algún sentimiento de culpa. La transferencia es volver a vivir el
pasado y no entender el presente por querer entenderlo en función del
pasado. La importancia de reacciones transferenciales se debe al hecho de que, si
se manejan debidamente, el paciente sentirá en la situación del tratamiento y en
relación con el analista todas las relaciones humanas importantes de su pasado que
no son conscientemente accesible a él. Es el análisis consistente de la
transferencia, dentro y fuera de la situación analítica, el que permite al paciente
soportar las diferentes variedades e intensidades de la transferencia, y comprender
poco a poco a sus transferencias.

La técnica psicoanalítica está directamente apuntada hacia el YO, porque sólo éste
tiene acceso directo al ELLO, al SUPER-YO y al MUNDO EXTERIOR. Nuestro fin
es hacer que el YO renuncie a sus defensas patógenas o que halle otras más
propias. Porque las antiguas maniobras defensivas resultaron insuficientes.
La defensa nueva, diferente, o la ausencia de defensa podrían permitir alguna
efusión de los instintos sin sentimientos de culpa o ansiedad. La descarga del ELLO
reduciría la presión instintual y el YO tendría entonces una posición relativamente
más fuerte. La solución es lograr cambios estructurales en el YO que le
permitirán renunciar a su defensa o hallar una que permita suficiente descarga
instintual. A pesar de su neurosis, el paciente tratable conserva la facultad de
funcionar con eficacia en las esferas relativamente libres de conflicto. Además,
a medida que avanza el tratamiento esperamos que se produzca un incremento
paralelo en el campo de las funciones YOICAS flexibles.

La meta será la autodeterminación y autenticidad, una mayor autonomía de la


persona ante sus compulsiones no controladas. Para que el YO del paciente
alcance una mayor autonomía, tiene que mediar y armonizar las
configuraciones relativamente independientes de procesos y fuerzas (ELLO,
SUPER-YO y REALIDAD). Además, el YO tiene también sus intereses y plantea
sus exigencias a la conducta. La autonomía del YO se ve alentada y realzada por
logros tales como la comprensión, la autoconfrontación honesta y un sentido más
cabal de autenticidad.

En el curso de la terapia, al lograr un mayor grado de autoconocimiento y


autocomprensión, al familiarizarse en mayor medida con la esfera total de su
realidad interna y externa, y al adquirir experiencia de sí mismo como un ser
relativamente independiente y dotado de volición, el paciente incrementará el
control y sentido de dominio sobre sus experiencias y acciones. Y de esa manera
se producirá su “cura”.

Con el fin de apoyar y fomentar la libertad de autoexpresión y autoexperimentación,


el analista se comporta de manera tal de reducir a un mínimo toda forma de
dirección, orientación y control. Su papel es el del observador y comentarista
interesado pero neutral. Se escucha de manera activa, y se ayuda al paciente a
enunciar con claridad sus experiencias, y a analizarlas, para que pueda
63
comprenderlas. Pero se cuida muy especialmente de ejercer indebida influencia
sobre dichas experiencias o de encausar su conducta según pautas
determinadas.

Hay una limitación fundamental que el terapeuta se impone a sí mismo y cuida de


poner bien en claro ante los pacientes: “No le diré qué debe hacer; no le insinuaré
qué decisiones debería tomar, ni de qué modo pienso que debería comportarse”.
Esto no significa de ninguna manera, que sus actos me tengan sin cuidado: “Trataré
de ayudarlo a entender el porqué de sus acciones, y a veces contribuiré a que
logre esclarecer los motivos de sus decisiones. Pero lo que usted haga y
decida depende de usted mismo”.

El terapeuta no aconseja, no administra recompensa ni establece castigos; no


entabla con el paciente una relación de maestro o amigo; mantiene una
neutralidad; observa sin participar mayormente, comenta sin juzgar. La neutralidad
no quiere decir la indiferencia ante el paciente, pero el terapeuta no gratifica la
necesidad que experimenta el paciente de ser aceptado o rechazado,
recompensado o castigado, aprobado o desaprobado, ni sus necesidades de
“alimentación” o dependencia. Se tratará de evitar también cualquier tipo de
manipulación consciente.

En situaciones excepcionales de peligro (de hacer daño a otros o a sí mismo)


hay que dar consejos, y eventualmente hay que hospitalizar a un paciente. La
libertad de autoexpresión y de comunicación puede generar, al inicio de la terapia,
dolor y ansiedad. El paciente por lo general rechaza el tipo de libertad que la terapia
le ofrece, así como el tipo de relación con el terapeuta que esa libertad exige.

El fin que se persigue en la terapia es permitir que el paciente hable tan abierta y
libremente como pueda, y que se experimente a sí mismo de manera tan plena y
auténtica como sea capaz; que el paciente adopte un papel activo, que alcance una
comprensión activa de los hechos, que ejerza y refuerce activamente su función
analítica y su función de síntesis, y por su intermedio pueda ejercer el debido control
de sí mismo y de los hechos y lograr cada vez más libertad. Todo lo anterior es la
respuesta básica de por qué el terapeuta debe hablar (cuándo, qué y cómo).

La elección de momento oportuno (cuándo) para intervenir depende,


principalmente, de la disposición del paciente para comprender y aprehender. Los
elementos básicos que deben tenerse en cuenta son su condición mental y
afectiva, las características de su transferencia y defensas. Se puede dejar
también que un paciente llegue por sí mismo a una nueva comprensión, en lugar de
recibirla pasivamente del analista. Si lo logra, entonces el descubrimiento resultará
más significativo y más eficaz.

Es preciso que sea el paciente quien realice la gran parte de la terapia. Se entiende
que usted le acompaña e interviene cuando sea necesario. No olvidemos que cada
vez que el terapeuta interviene no hace más que orientar el discurso del paciente
en un sentido determinado.
64
Hay una necesidad (tan solo una) que se podrá gratificar en el paciente y en el
terapeuta. La necesidad de comprender y ser comprendido. Esa comprensión no
tiene nada que ver con el tipo de “comprensión” que se reduce, a aprobar, aceptar
o exonerar al otro.

Comprender las experiencias de otra persona significa conocerlas (ser-con-


el-otro): reconstruirlas y enunciarlas claramente. El proceso de comprensión es
proceso analítico. Analizar implica conocer, captar y comprender. Esta es la misión
del terapeuta en la Psicoterapia. La Función Sintética. Una de las metas básicas
de la psicoterapia consiste en que el paciente aprenda a Ser Comprendido y a
Comprender. Se procurará alentar la disposición del paciente a enfrentar y
reconocer sus experiencias afectivas, y a admitir plenamente sus efectos. En
muchas de las interpretaciones se procede a decir: “Creo saber lo que siente”
(p. ej.: “Creo que está enojado; pero ese sentimiento le resulta intolerable, y
por consiguiente…guarda silencio”).

Buena parte de las transacciones por lo común tienen que ver con aspectos no
intelectuales de la conducta. Las transacciones en sí tienen lugar fundamentalmente
en términos verbales y cognitivos. Cuando el paciente se muestre enojado, triste o
alegre, se le alienta a que hable de estos afectos. Así se fomenta a que el paciente
experimente una amplia gama de sentimientos durante la sesión: puede reír o llorar,
sentirse regocijado o desesperanzado, dejarse llevar por la ira, el deseo o lo que
fuera. Pero no debe actuarlos sino verbalizar.

La meta final es adquirir cierto grado de control sobre los afectos. Pero esto
no significa sofocarlos o inhibirlos; en efecto el proceso analítico, muy a menudo,
conduce a una liberación de afectos, una desinhibición o descarga de emociones,
liberadas del yugo cognitivo o del temor inconsciente. Por ejemplo, la mayoría de
las afecciones psicosomáticas se curan con una terapia analítica. Una agresividad
sana (poder defenderse y reclamar sus derechos), pero no la violencia, tiene efectos
positivos sobre la salud mental. El paciente aprende a ser libre, a adquirir una
autonomía relativamente mayor durante las sesiones terapéuticas.

Metas e indicaciones de psicoterapia psicoanalítica.

Se postulan en términos de hacer consciente lo inconsciente (fórmula topográfica),


ampliar el territorio del YO más autonomía del YO (fórmula estructural) y conseguir
la distinción entre YO y objeto, es decir, salir de una relación simbiótica o fusional
(fórmula objetal).

No se busca aplastar el narcisismo; más bien se intenta reemplazar el narcisismo


ciegamente egoísta por un enriquecimiento de las estructuras narcisísticas del YO,
ligado a las fuentes básicas de autoestima, y en el cual el dar a los objetos constituye
en sí mismo una situación de goce sopesado, así implique un cierto grado de
renuncia. Una de las metas de la terapia es que la persona busque su autonomía,
su autenticidad como una persona inédita y original en lugar de tratar de imitar o
quedarse con identificaciones no asimiladas.
65
Las limitaciones de la psicoterapia psicoanalítica.

La psicoterapia psicoanalítica no constituye un método aconsejable para


absolutamente todos los pacientes que solicitan ayuda. Un paciente sumido en un
estado de aguda depresión, por ejemplo, difícilmente puede soportar sus requisitos,
y menos aún beneficiarse con el tratamiento, y otro tanto ocurre en el caso de
quienes adolecen de graves defectos de carácter (p.ej., los denominados
psicópatas). Hay pacientes que, más que cualquier otra cosa, necesitan medicación
(como depresión aguda, crisis psicótica, ansiedad extrema) o psicoterapia de apoyo
durante una crisis vital, como casos de pérdida, para facilitar el proceso de duelo.
En estas situaciones no caben interpretaciones, sino un acompañamiento empático
y uno u otro comentario para inducir la persona a que hable de su pena y de su ser
querido perdido.

Según R. Greenson, la terapia psicoanalítica estaría indicada para la histeria de


ansiedad (fobias), la neurosis obsesiva y compulsiva, las depresiones
psiconeuróticas y las enfermedades llamadas “psicosomáticas”. Estaría
contraindicada para las diversas formas de esquizofrenia y de psicosis
maniaco-depresiva. Algunos psicoanalistas, hacen psicoanálisis a los
esquizofrénicos en los periodos de no crisis. Otros trastornos del carácter, como las
neurosis impulsivas, las perversiones, adicciones, delincuencias y casos limítrofes
serían de analizabilidad cuestionable y habrían de ser determinados por los
aspectos especiales de cada caso.

66
PSICOTERAPEUTA PSICOANALÍTICO

Para ejecutar procedimientos debidamente, el analista tiene que utilizar ciertos


procesos psicológicos que se producen dentro de él, porque las cosas que suceden
dentro de su propia mente son los medios más valiosos que tiene para comprender
la mente de otra persona. La destreza del analista está indisolublemente ligada a
su propia mente inconsciente y al grado en que es accesible al empleo por su
YO consciente.

El requisito de que todo psicoanalista debe haber pasado por la terapia


psicoanalítica para que se le permita tratar psicoanalíticamente a un paciente
apunta no sólo a comunicar al analista la convicción personal de la validez de los
factores inconscientes y a desensibilizarlo relativamente en aquellas partes donde
sus propios problemas podrían deformar su juicio; el análisis personal del analista
tiene por objetivo último poner a disposición de su YO consciente las
importantes pulsiones, defensas, fantasías y conflictos inconscientes de su
propia vida infantil y sus derivaciones posteriores. Algunos de estos conflictos
habrán de ser resueltos, otros modificados en formas más adaptativas, otros
seguirán iguales, pero serán comprensibles. Lo que tiene importancia capital para
el terapeuta analítico es que sus conflictos inconscientes sean controlables y
accesibles para emplearlos en su labor con los pacientes.

Una actitud detectivesca y suspicaz aleja al paciente y dificulta la empatía y la


alianza de trabajo. Para que la empatía sea fructífera, el analista tiene que tener
abundancia de experiencias propias en su vida, de donde puede tomar para facilitar
su entendimiento del paciente. Entra aquí el conocimiento de la literatura, la
poesía, el teatro, los cuentos de hadas, el folclor y los juegos. Todos estos
ingredientes producen una imaginación viva y una vida mental amplia en la labor
analítica.

La facultad de impartir insight a un paciente depende de la capacidad de expresar


con palabras los pensamientos, fantasías y sentimientos de que el paciente no tiene
cabal conciencia y presentárselos de tal modo que los acepte como propios. La
facultad de emplear el lenguaje hablado con brillantez y economía, y el gozo del arte
de contar favorecen el papel del terapeuta. La destreza en la comunicación verbal
depende también en el terapeuta de su empleo del silencio. Por eso es
imperativo que el analista sea capaz de tener paciencia. Es necesario ser paciente
cuando la espera puede aclarar el material o cuando tenemos algún objetivo para
largo plazo.

La intervención del analista consiste básicamente en el acto de interpretar. El


proceso analítico consiste principalmente en resolver las represiones a través
de un trabajo común de analizando y analista, en el contexto de una relación de
objeto que involucra procesos de identificación, identificación proyectiva,
transferencia, neurosis de transferencia, contratransferencia, contraidentificación
proyectiva, resistencia, regresión, abreacción, insight y elaboración.

67
Cierta cuantía de compasión, cordialidad y respeto por el paciente y sus derechos
es indispensable. La consulta del analista es una sala de tratamiento, no un
laboratorio de investigaciones. Podemos sentir por nuestros pacientes un amor
serio porque todos son, en cierto modo, hijos enfermos y necesitados de ayuda,
cualquiera que sea la máscara que lleven. Nunca mejorarán si no nutrimos sus
potencialidades, salvaguardamos su autoestima y su dignidad, y les evitamos las
privaciones y humillaciones innecesarias.

El terapeuta debe tener una disposición a luchar durante años para alcanzar
objetivos a largo plazo. El soportar bien los estallidos hostiles y humillantes del
paciente sin desquitarse es tan importante como el no dejarse turbar por sus
provocaciones sexuales. Esto no significa que el analista no deba tener
sentimientos y fantasías en respuesta a sus pacientes, no obstante, su cuantía
debe quedar dentro de los límites que le permitan controlar sus reacciones,
de modo que cuando salgan a la luz sean tan sólo lo que el paciente necesita.

El analista debe dejar que los sentimientos de transferencia del paciente lleguen a
su intensidad óptima sin intervenir. Esto requiere la facultad de aguantar tensiones
fatigosas, angustias y depresiones tranquila y pacientemente. Todo ello es posible
sólo si uno ha tenido una profunda experiencia analítica y ha continuado
haciendo algo de autoanálisis.

Para lograr la “regla de abstinencia” sin dejarse desviar por impulsos sádicos o
masoquistas inconscientes, el analista debe ser capaz de modular su agresividad y
su odio. Así como tiene que ser capaz de amar a sus pacientes, también debe ser
capaz de odiarlos, pero dentro de ciertos límites. El infligir dolor, ya sea en forma
de aislamiento, silencio, interpretación o cobro de honorarios deriva del odio.
Es importante que el analista pueda hacer esto sin angustia ni culpa inconsciente y
por el bien terapéutico del paciente.

Para el paciente, el analista doctor es un ser potente activador de la neurosis de


transferencia y alianza de trabajo. La imagen del doctor suscita en el paciente
recuerdos, fantasías y sentimientos de la infancia, de una figura autoritaria,
incomprensible y mágica, que poseía el poder de los padres omnipotentes y
omniscientes. Él es quien salva del dolor y del espanto, pone orden en el caos,
funciones de emergencia que desempeñaba la madre en los primeros años de
la vida. Recuerda a la madre de intimidad corpórea, así como representa las
fantasías sado-masoquistas en que intervienen padre y madre.

El analista difiere de todos los otros doctores terapeutas, en que no tiene contacto
físico con el paciente, a pesar del alto grado de intimidad verbal. Se asemeja más a
la madre de la separación corporal que a la madre de la intimidad corporal. El
analista comparte sus conocimientos y descubrimientos con el paciente mucho más
que otros doctores, y esto lo acerca más a la profesión docente. El analista ideal es
una figura maternal de padre o paternal de madre, dualidad existente en lo
relacionado con sus funciones, no como carácter sexual.

68
Los psicoterapeutas somos voyeurs incurables, y en la elección de nuestra
profesión, y por la naturaleza misma de nuestro trabajo, estamos dando rienda
suelta a ese impulso. Pero hay que distinguir lo que es voyeurismo y lo que es
necesidad de conocer y comprender. Y dar rienda suelta a este impulso en nuestro
consultorio nos llevaría a transgredir algunos principios básicos de la psicoterapia
psicoanalítica; por ejemplo, a tratar de sondear al paciente en relación con detalles
íntimos. Sin embargo, a veces, ciertos detalles íntimos deben indagarse con tacto
si sus conocimientos son indispensables para comprender una situación dada.

La naturaleza singular de la terapia psicoanalítica deriva de que el mundo personal


del paciente se vuelve conocido por nosotros solo a través de su propia experiencia.
El psicoterapeuta, no tendrá ocasión de conocer a los padres o amigos, ni el hogar
o el lugar donde trabaja de su paciente. Al respecto, solo verá lo que él le muestre,
sabrá lo que él se limite a decir.

La descripción y explicación de lo que el paciente ha dado por sentado durante años


enteros puede serle de enorme valor. El acto de reconstruir el propio pasado
conduce a nuevos insights, a nuevas perspectivas y al provechoso examen de
supuestos albergados durante largo tiempo. Aunque conozcamos personalmente el
medio social y cultural del paciente, solo podemos acceder al conocimiento del
universo personal del paciente por su boca. Cuando afirme que su padre es un ser
frío y hostil, solo tiene su palabra al respecto. Esto no significa que tenemos que
creerlo, pero aceptar que es la realidad psicológica del paciente por ahora.
Si dice que su hermano le odia, nosotros no sabemos nada en realidad de los
sentimientos del hermano, pero sí, de la creencia de nuestro paciente. Pero, todo lo
antedicho no es aplicable a hechos reales. Si, por ejemplo, el paciente dice que ayer
fue al cine, aceptemos su afirmación con toda naturalidad.

La destreza del analista se debe a procesos psicológicos que forman parte también
de su personalidad y su carácter. Estos son los requisitos o destrezas que debe
poseer el psicoanalista:

Entender lo inconsciente.

El talento más importante que debe tener el analista es la facultad de traducir los
pensamientos, sentimientos, fantasías, impulsos y modos de proceder conscientes
del paciente a sus antecedentes inconscientes. Tiene que ser capaz de advertir
lo que está detrás de los diversos temas que toca el paciente en la sesión
analítica. Para determinar si nuestras asociaciones parecen concordar con la
situación del paciente, tenemos que pasar de participante a observador, de empatía
a introspección, de la deducción a la intuición, de la participación a la distancia. La
Empatía significa compartir, sentir lo que siente otro ser humano. Uno participa de
la índole, no de la cuantía de los sentimientos. Su motivo en terapia analítica es
llegar a entender y comprender al paciente.

69
La comunicación con el paciente.

El analista debe decidir, qué es lo que le dirá al paciente, cuándo se lo dirá, y cómo.
Tiene que decidir también si no sería mejor esperar a que haya más datos, o quizá
a que el mismo paciente llegue a esa interpretación. El vocabulario del analista tiene
que estar destinado al YO razonable del paciente. Pero, la energía y la entonación
empleadas son a menudo más importantes que las palabras escogidas. El tono y
la entonación comunican los sentimientos preverbales y no verbales, y con
frecuencia las actitudes inconscientes del analista. El tono facilita o dificulta el
contacto y es por ello muy importante para el equilibrio confianza-desconfianza en
la relación entre paciente y analista.

El empleo de silencio entra dentro de la destreza del analista. El silencio es tanto


intervención activa como pasiva por parte del analista. Nuestro silencio puede
parecerle cordial y protector o crítico y frío. El analista se comunica con el paciente
no solo con sus interpretaciones o sus silencios sino también por otros medios y
para distintos fines. Antes de interpretar tenemos que señalar y clarificar el material
objeto de escrutinio. Por ejemplo, antes de descubrir el significado inconsciente de
una resistencia hay que demostrar que esa resistencia existe y aclarársela al
paciente.

Facilitación de la formación de la neurosis de transferencia y la alianza del


trabajo.

Hay dos requisitos básicos que el analista debe cumplir para favorecer la aparición
de la neurosis de transferencia en el paciente: frustrar consecuentemente el ansia
de satisfacción y tranquilización neuróticas del paciente, y mantenerse
además en un anonimato relativo. Pero si el analista permanece incógnito y priva
además constantemente de satisfacciones al paciente, ¿cómo va inducirlo a
cooperar con él en la alianza de trabajo? El analista no tiene que permitir que las
privaciones y frustraciones de la situación analítica superen a la capacidad que el
paciente tenga de resistirlas.

Motivaciones.

La adquisición de insight por medio de la empatía depende de la habilidad del


analista para identificarse, para introyectar, para el contacto íntimo y preverbal con
el paciente, todo ello originado en las primeras actividades de amor y cuidado
maternales. La transmisión de la comprensión a un paciente puede ser
inconscientemente una actividad de cuidado maternal, una forma de dar de
comer, de proteger o enseñar al paciente-niño. Puede también emplearse
inconscientemente como medio de restablecer el contacto y la comunicación con un
objeto de amor hasta ahí no entendedor, o sea perdido. De este modo, la
transmisión del entendimiento puede servir como un intento de superar una actitud
depresiva.

70
PROCESO TERAPÉUTICO.

Entrevistas y evaluación.

Hay que tomar nota mentalmente de toda actitud del paciente, desde su llamada,
su estado en la sala de espera, su entrada en el consultorio, su saludo y su manera
de tomar asiento. Desde el momento aun de antes de iniciación oficial de la
psicoterapia, todas y cada una de las transacciones producidas pueden tener
implicaciones significativas para su futuro desarrollo. El modo más natural de abrir
la conversación es dilucidar por qué, y de qué manera, ha decidido acudir a su
consultorio.

La mayoría de los pacientes inicia la terapia esperando que, de alguna manera, le


indiquen lo que debe hacer. Hay que dejar en claro, desde el comienzo, que esta
expectativa es errónea, y decir claramente que no se suministrará consejos, no se
orientará el paciente ni se dirigirá sus acciones. Y no basta con decírselo; es preciso
evitar escrupulosamente toda conducta de nuestra parte que confirme esa
expectativa, cosa siempre difícil de lograr, y a veces imposible.

En caso de que no sepamos nada sobre un paciente, sino que desea iniciar una
terapia, se le pregunta al menos los motivos que lo impulsan a comenzar el
tratamiento y su concepción de lo que este significa, antes de anunciar la consigna
básica. En la mayoría de los casos, el paciente comenta sus problemas hasta querer
llenar toda la primera sesión, es cuando hay que intervenir antes que se acabe la
sesión para hablar de horarios y de honorarios.

En otros casos, el paciente puede tener mucha dificultad para hablar de sí mismo,
de sus problemas actuales y de su vida pasada, y se queda callado o responde
demasiado corto a unas preguntas iniciales. En este caso, hay que dejar al lado el
inicio de la terapia analítica, y realizar una entrevista. Se recurrirá a las técnicas de
interrogatorio con el fin de obtener alguna información. En casos de aplicación de
entrevistas, hay que aclarar que la terapia propiamente dicha recién se iniciará una
vez concluida la serie de entrevistas, y que entonces adoptará una técnica diferente
a la de las entrevistas.

No es infrecuente que los pacientes, al recibir la consigna básica, reaccionen dando


muestras de malestar y desamparo. En esas circunstancias tal vez sea útil
reconocer dicha reacción, dándole al paciente una explicación como sigue: “Me
parece que se siente molesto (o nervioso) por el hecho de poder decir cuánto desee,
elegir por sí mismo y tomar sus propias decisiones”. El paciente se halla
efectivamente en una situación difícil, y es nuestra obligación hacerle ver que
comprendemos su perplejidad y sensación de malestar.

Determinar el encuadre.

El encuadre o “setting” se refiere al conjunto de normas y habitualidades que


configuran la relación analista-paciente, en el contexto de la terapia: se relaciona
71
con la actitud psicoanalítica, receptiva, favorecedora de la comprensión, desprovisto
en lo posible de juicios peyorativos de valor. En las sesiones analíticas se busca:

 Colocar al analizando en condiciones operativas constantes.

 Favorecer el relajamiento de las actitudes de control.

 Asegurar el mantenimiento de las capacidades de observación del YO.

 Evitar que el analizando encuentre en el tratamiento satisfacciones


sustitutivas de las que consigue en el uso de los mecanismos de defensa.

 Contrapone el orden frente al caos interior del paciente.

 Facilita la proyección de los contenidos internos del paciente.

 Favorece el estudio sistemático de la relación transferencial-


contratransferencial.

Hay que informar al paciente:

 honorarios,
 horarios,
 enfoque de la psicoterapia,
 las sesiones de terapia a la semana,
 cuanto puede durar su terapia,
 el carácter confidencial del tratamiento,
 informarle que no lo evaluará o juzgará en forma alguna,
 cuando ha finalizado la hora de la sesión,
 etc.

No hay que suponer ni por un momento que realmente habrá de creerle cuando se
le dice que no va a juzgar sus acciones ni evaluar sus experiencias: seguirá oyendo
“juicios” de parte suya, necesitándolos y temiéndolos; y este problema suele persistir
durante un tiempo considerable en la terapia analítica. Hay que evitar toda promesa
de “cura” o modificación radical de la personalidad. Podrá asegurar al paciente que
es muy probable que se produzcan cambios muy importantes en su persona, pero
que solo irán produciéndose de manera muy gradual.

Alianza de trabajo.

Sólo un neurótico relativamente sano puede ser analizado sin modificaciones ni


desviaciones importantes de la técnica “clásica” psicoanalítica. La alianza de trabajo
(o alianza terapéutica) es la relación racional y relativamente no neurótica entre
paciente y analista que hace posible la cooperación decidida del paciente en la
situación analítica. Las manifestaciones clínicas de esta alianza de trabajo son la

72
disposición del paciente a realizar los diversos procedimientos del análisis y su
capacidad de trabajar analíticamente con los insights dolorosos y regresivos que
provoca. La alianza se forma entre el YO razonable del paciente y el YO analítico
del analista. El hecho significante que ocurre es una identificación parcial y temporal
del paciente con la actitud y el modo de trabajar del analista que el paciente percibe
directamente en las sesiones analíticas regulares.

Para analizar con éxito la neurosis de transferencia es necesario que el paciente


haya formado con el analista una firme alianza de trabajo. La capacidad que tenga
el paciente de oscilar entre la alianza de trabajo y las reacciones transferenciales
neuróticas es la condición imprescindible para la labor analítica. La alianza de
trabajo proporciona la motivación cotidiana, así como la capacidad de realizar la
labor analítica. El material esencial reprimido e inaccesible lo proporcionan las
reacciones de transferencia neurótica, y principalmente la neurosis de transferencia.

Manera de escuchar.

La comprensión solo surge cuando se escucha. El acto de escuchar, es virtualmente


sinónimo del acto de aprehender y comprender. Haber oído los ecos de ira
en la risa de un paciente, los anhelos de seguridad que deja traslucir la elección de
los recuerdos, el autodesprecio en su relato de una discusión, significa haber
entendido muchas cosas. El buen narrador introduce en su relato elementos de
sorpresa y cierta dosis de suspenso, con lo que aumenta el interés del oyente. Por
su parte, el buen oyente trata de predecir el giro de los acontecimientos, tolera el
sostenido suspenso del relato (este soportar cierto grado de suspenso no es sino
una variante de la tolerancia a la ambigüedad), y saborea los elementos
sorprendentes.

El terapeuta experimentado no oye simplemente el contenido del relato de su


paciente: atiende también al tono de su voz, las palabras que elige, el uso de
metáforas, los cambios de ritmo y tiempo, las pausas y vacilaciones; vale decir que
toma en cuenta todos los aspectos y características de la comunicación.
Debemos escuchar tanto activa como pasivamente, con tres oídos, por difícil que
parezca, debemos hacerlo con calma y neutralidad. El analista debe desarrollar
sensibilidad especial que le permita distinguir la sutil combinación de afectos en
la modulación del tono y el ritmo de locución del paciente. Hemos escuchado
adecuadamente cuando hemos comprendido y podemos recordar el relato.

El único deseo manifiesto del terapeuta es comprender mejor al paciente, para


ayudarle a que se comprenda mejor. Mantiene una actitud respetuosa, llena de
tacto, no exenta de cierta calidez. En esa situación tan “segura”, el paciente puede
hablar sin interrupciones. Parte del tiempo relatará sus experiencias presentes y
pasadas, hablará acerca de sus pensamientos y emociones, expresará sus
fantasías, sueños, deseos y temores. La atención se centrará en su persona, en su
vida misma. Surgirán en él sentimientos acerca de la persona que le escucha y que
le ayuda a expresarse y a reflexionar. El paciente podrá reconocer esos

73
pensamientos y emociones, esencialmente, como de su propia producción, porque
el terapeuta continúa siendo, como persona, un extraño para él. Con ese
reconocimiento el paciente adquirirá, con el tiempo, un sentimiento profundo
de su realidad interna, del alcance y riqueza de su persona.

Análisis del material del paciente.

Analizar alude a los procedimientos que permiten analizar un fenómeno psíquico y


que favorecen el insight. Suele comprender cuatro procedimientos: confrontación,
aclaración, interpretación y elaboración o translaboración:

 Confrontación o señalamiento. El fenómeno en cuestión tiene que hacerse


evidente, tiene que resultar explícito para el YO consciente del paciente. Por
ejemplo, antes de poder interpretar la razón que pueda tener un paciente
para evitar cierto tema en la sesión se tiene que poner frente al hecho de que
está evitando algo.

 Aclaración o clarificación. Se refiere a aquellas actividades que tienden a


enfocar nítidamente los fenómenos psíquicos que se están analizando. Hay
que extraer los detalles significantes y separarlos cuidadosamente de la
materia extraña. Es la traducción (sin metabolización) de los contenidos del
paciente integrando elementos conscientes y preconscientes, sin apelar a lo
inconsciente ni al manejo de la transferencia.

 Interpretación. Interpretar significa hacer consciente un fenómeno


inconsciente. Significa hacer consciente el significado, el origen, la historia,
el modo o la causa inconsciente de un suceso psíquico dado. Esto requiere
más de una intervención. El analista emplea su propio inconsciente, su
empatía e intuición, así como sus conocimientos teóricos, para llegar a una
interpretación. Al interpretar vamos más allá de lo directamente observable y
atribuimos significado y causalidad a un fenómeno psicológico. Necesitamos
ver las reacciones del paciente para poder determinar la validez que merece
nuestra interpretación.

 Elaboración o la translaboración. Se trata de una serie compleja de


procedimientos y procesos que se produce después de presentarse un
insight. La labor analítica que hace posible que el insight lleve a un cambio
es la translaboración. Se trata de las exploraciones repetitivas, progresivas y
elaboradas de las resistencias que se oponen a que el insight conduzca a un
cambio. La translaboración pone en movimiento muchos procesos circulares
en los que el insight, el recuerdo y el cambio de comportamiento se influyen
mutuamente. Debe observarse que parte de la labor de translaboración
la realiza el paciente fuera de la consulta. La translaboración es el
elemento que más tiempo consume en la terapia analítica.

74
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS.

Las condiciones preliminares.

Para interpretar, para hacer comprender al YO razonable del paciente es la


condición previa que lo que ha de ser interpretado sea primero mostrado y aclarado.
Para analizar una resistencia, el paciente tiene que saber primero que hay una
resistencia funcionando. Esa resistencia tiene que ser demostrable y el paciente
tiene que verse frente a ella. Entonces hay que enfocar nítidamente la variedad
particular o el detalle exacto de la resistencia. A veces el paciente no necesita que
el analista realice la confrontación, la aclaración o la interpretación porque él puede
hacerlas por sí mismo.

Las fuerzas del paciente que se oponen a los procesos y procedimientos analíticos
pueden descomponerse como sigue:

 Las maniobras defensivas inconscientes del YO, que dan los modelos para
las operaciones de resistencia.

 El temor al cambio y el afán de seguridad, que mueven al YO infantil a


apegarse a las normas neuróticas familiares.

 El SUPER-YÓ irracional, que exige sufrir para expiar la culpabilidad


inconsciente.

 La transferencia hostil, que impulsa al paciente a vencer al terapeuta.

 La transferencia sexual y romántica, que lleva a los celos y la frustración, y


en definitiva a una transferencia hostil.

 Los impulsos sádicos y masoquistas, que llevan al paciente a provocar


muchos placeres dolorosos.

 La impulsividad y las tendencias de actuación, empujan al paciente en


dirección de las satisfacciones rápidas y contra el insight.

 Las satisfacciones secundarias de la enfermedad neurótica incitan al


paciente a apegarse a su neurosis.

El reconocimiento de la resistencia.

Esto puede ser sencillo cuando la resistencia es patente. Es más difícil cuando la
resistencia es más sutil, compleja, vaga o egosintónica (que está en armonía o sintonía con
su YO. Que no le genera a la persona malestar significativo su forma de enfrentarse a una determinada situación
o problema) para el paciente. La observación intelectual del paciente ha de
completarse con la empatía del analista para descubrir esas sutiles resistencias.

75
La confrontación.

En los casos que el YO razonable del paciente no alcanza a reconocer la


resistencia, hay que señalar, demostrar la existencia de una resistencia al paciente.
Al mismo tiempo, el terapeuta debe buscar, a veces esperar, el estado del YO del
paciente que sea capaz de aceptar las pruebas para convencerse. Con el fin de
incrementar la demostrabilidad de una resistencia, es aconsejable dejar que se
desarrolle. Para ello, el silencio es el mejor método. Otras veces, se puede pedir
más detalles en torno al punto resistente. Otro procedimiento para ayudar al
paciente a reconocer la presencia de las fuerzas de resistencia es señalar todas las
pruebas clínicas.

La aclaración de la resistencia.

Ya hemos hecho ver al paciente con la confrontación que tiene una resistencia. Por
ejemplo, llegó tarde a la sesión, se quedó callado un tiempo y después dice que
soñó anoche, pero lo olvidó. El terapeuta dice que el paciente parecía querer
escaparse de la terapia.

Ahora hay que buscar:

 ¿Por qué huye el paciente?


 ¿De qué huye el paciente?
 ¿Cómo huye el paciente?

Las dos primeras preguntas pueden considerarse juntas el motivo de la resistencia.


La cuestión de cómo se refiere al modo o los medios de la resistencia. Las
respuestas a estas preguntas serán la aclaración de la resistencia.

La cuestión de por qué resiste el paciente puede reducirse a la de qué un afecto


doloroso está tratando de evitar el dolor. La respuesta a esta cuestión suele estar
más cerca de la conciencia que la respuesta a la cuestión de cuáles impulsos
instintuales prohibidos o cuáles recuerdos traumáticos contribuyen al afecto
doloroso. El motivo inmediato de la defensa y la resistencia es evitar el dolor, o sea
los afectos dolorosos. A veces, a pesar de la resistencia, el afecto doloroso es
patente por la actitud y las reacciones no verbales del paciente. El analista puede
ayudar a aclarar la situación al paciente diciendo: “parece usted asustado, o triste,
o avergonzado, o furioso, etc.”

Así como tratamos de esclarecer el afecto que causa la resistencia, trataremos de


aclarar el impulso prohibido (impulsos que pueden ser pregenitales como sádico-
orales, sádico-anales, o fálico-edípicos como el exhibicionismo, curiosidad sexual,
deseos incestuosos, miedo a la castración) que causa el afecto.

76
La interpretación de la resistencia.

Cuando la resistencia es ya demostrable y clara, estamos listos para interpretar los


determinantes inconscientes. Significa esto que tratamos de descubrir los impulsos
instintuales ocultos, las fantasías o los recuerdos responsables de la resistencia. Es
costumbre designar con el nombre de “contenido” los impulsos inconscientes
reprimidos o fantasías o recuerdos abandonados que determinan un hecho psíquico
dado. El contenido manifiesto de los sueños de angustia muestra, en general, el
temor de descubrir algunos impulsos inconscientes prohibidos. Al finalizar el motivo
de una resistencia intentaremos explorar el contenido causante del afecto doloroso
que ocasionó la resistencia (por ejemplo, la resistencia de hablar del sexo puede
tener motivos, modos e impulsos inconscientes diferentes para cada persona).

A veces, el contenido puede revelarse en la sesión antes de que estemos al tanto


del afecto. Nuestra tarea consiste entonces en proseguir el contenido de la
resistencia que, si tenemos éxito, iluminará el afecto. Empezamos con el material
que tenemos a mano y de ahí pasamos a buscar lo que falta: procedemos de lo
conocido a lo desconocido. Al descubrir el afecto o hecho específico que
desencadenó la resistencia, uno va de la resistencia a la historia de este
acontecimiento, afecto o fantaseo particulares en la vida del paciente. Porque las
resistencias que se producen en el análisis son una repetición de los hechos que
ocurrieron antes en la vida del paciente. La causa más frecuente de la resistencia
es la situación de transferencia.

Para analizar el modo de resistencia, ante todo tenemos que lograr que el paciente
reconozca que determinado tipo de comportamiento es una resistencia. Esto puede
ser sencillo o muy difícil, según sea la actividad egosintónica o ajena al YO. Cuanto
más coherente, adaptativa y feliz parece una actividad al paciente, más difícil será
persuadirle de que esa actividad es una resistencia (como las actitudes que una
sociedad considera como ideal del YO, limpieza, rituales, etc.).

Una vez ha reconocido el paciente su comportamiento como resistencia, nuestra


siguiente tarea es la aclaración o clarificación. Buscamos entonces la pauta de
comportamiento fuera del análisis y a continuación perseguimos la historia y el
objetivo de esa actividad. ¿Qué ocurrió en la vida del paciente que le hizo adoptar
ese modo de resistencia? Hay personas “intelectuales” o “científicas” que no quieren
involucrarse emocionalmente en la terapia considerando las emociones como
debilidad o pérdida de control. A veces, la persona no quiere cambiar en lo esencial
y quiere seguir emocionalmente inconmovible. Sin embargo, con paciencia y tiempo
pueden ocurrir los cambios.

Recapitulemos los procedimientos generales en el análisis de la resistencia:

 Reconocer la resistencia.
 Señalar la resistencia al paciente (confrontación).
 Aclarar los motivos y modos de la resistencia.

77
 Interpretar la resistencia.
 Interpretar el modo de resistencia.
 Translaboración o elaboración.

El paciente debe tener la oportunidad de sentir las resistencias, de convencerse de


su fuerza y su tenacidad. Conviene comprender que por muy diestra y
acertadamente que labore uno con las resistencias, éstas retornarán. Las
resistencias se hallarán, a cada paso, en cada aspecto, en cada sesión del análisis,
hasta que éste termine. Es necesaria la translaboración para que una resistencia
dada pierda su patogénesis. El análisis de resistencias no es un rodeo sino una
parte vital y necesaria de todo análisis.

Los problemas especiales en el análisis de resistencias.

Para analizar las resistencias de las primeras sesiones hay que considerar los
puntos siguientes:

 Debe decírsele al paciente que la resistencia es una actividad suya,


consciente, preconsciente o inconsciente. No es algo que le suceda al
paciente pasivamente, aunque él quizá lo sienta así. Es bueno educarlos en
este punto para que no se sientan resignados o perdidos.

 Debe decírsele al paciente en un momento apropiado que el descubrimiento


y el análisis de la resistencia son partes importantes, notorias y respetables
de la terapia analítica. La resistencia no es un error, una falta ni una debilidad
del paciente. No tiene que sentirse criticado ni rechazado por tener
resistencias. Estos tipos de explicaciones oportunas ayudan a la formación
de la alianza de trabajo, y facilita la participación activa del paciente en su
análisis. Mejor evitar en las primeras sesiones la utilización del término
resistencia, que es un tecnicismo. Se puede señalar con frases como “está
usted evitando, rehuyendo, esquivando, ocultándose, etc.”

 En las primeras sesiones, cuando sea necesario, se puede preguntar al


paciente cómo se sentía mientras iba describiendo algún acontecimiento.
Esto se hace para acostumbrarlo a introducir sus emociones y sus reacciones
físicas en sus asociaciones. Se le puede preguntar qué se imaginaba
mientras estaba en marcha cierta actividad, para que vaya adquiriendo
conciencia de la importancia que tiene la vida de su fantasía.

Reglas de la técnica relativas a la resistencia.

Analizar la resistencia antes que el contenido, el YO antes que el ELLO, y


empezar por la superficie. No tiene caso descubrir lo reprimido (hacer consciente
lo inconsciente) para que se halle con las mismas fuerzas defensivas que ya lo
reprimieron antes. Primero debe producirse un cambio en la entidad resistente. Los
diversos procedimientos para el análisis de las resistencias apuntan a producir

78
alteraciones favorables en las fuerzas resistentes. Nuestro último objetivo es
permitir que el YO se arregle mejor con el ELLO, el SUPER-YÓ y el MUNDO
EXTERIOR. Entonces, las intervenciones del analista deben tender a hacer que el
YO razonable del paciente se las arregle mejor con las antiguas situaciones de
peligro. La elaboración con el YO observador del paciente y la demostración de
cuán poco razonables son las operaciones del YO que siente y experimenta (el YO
inconsciente, irracional que inventó y utiliza los diferentes mecanismos de defensas
patogénicos) posibilitan que el YO razonable ensanche su soberanía.

Para que una interpretación o confrontación sea eficaz tenemos que estar seguros
de que el paciente puede percibir, entender, captar la interpretación o confrontación.
Por eso debemos asegurarnos de que el paciente tiene a su disposición un YO
razonable. Analizamos primero las resistencias, porque ellas se opondrían a la
formación de un YO razonable.

Analizar la resistencia antes que el contenido no debe entenderse como que


significa analizar la resistencia sola o abordarla primero y olvidar el contenido por
completo mientras no se resuelva la resistencia. El análisis de toda resistencia nos
lleva a su historia, que es contenido. La regla técnica fundamental significa que la
interpretación del contenido no será efectiva, sino cuando las resistencias
significantes hayan sido debidamente analizadas. Empezar desde la resistencia
significa que empezamos nuestras interpretaciones con lo que es accesible al YO
razonable, consciente del paciente.

Al paciente debe permitírsele intervenir activamente en la superación de las


resistencias.

79
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LAS TRANSFERENCIAS.

80
TÉCNICA DE LA INTERPRETACIÓN.

La interpretación es la comunicación verbal explicitada que el psicoanalista


hace al paciente de la comprensión procesada de los contenidos
inconscientes de éste, con el objetivo de ayudarlo a hacer consciente lo
inconsciente. En la interpretación se culminan los efectos de los contenidos del
paciente, del encuadre y de la relación y la comprensión transferencia-
contratransferencial. Tiene, una consecuencia inmediata, en el sentido de un
aumento moderado de la comprensión, pero efectos múltiples en lo que se refiere a
su asimilación paulatina por parte del paciente, así éste parezca ignorarla (aun
rechazarla) inicialmente.

La interpretación es el instrumento de la comprensión. Toda interpretación puede


iniciarse diciendo “Comprendo…”, “Comprendo que usted…”, “Comprendo por qué
usted…”. Puede hacer referencia a lo que el paciente experimenta o ha
experimentado, decir por qué se comporta de determinada manera, enunciar en
forma articulada sus experiencias y acciones, y explicarlas.

La interpretación debe ir de lo más superficial hacia lo más profundo, y muy


progresivamente. Una interpretación “profunda” puede resultar simplemente
incomprensible por un paciente. Debemos cerciorarnos, antes y después de
formular una interpretación, de que el paciente comprende lo que se le dice.

Hay pacientes que no se atreven a decir “No comprendo” por temor a perturbar a
su propia imagen, está el que dice “No comprendo” como defensa; comprende
perfectamente, pero desea evitar las implicaciones de la interpretación en sí o del
hecho de haberla aceptado. Una inmediata reacción del paciente ante una
interpretación no puede tomarse como criterio de validez o invalidez.

Una interpretación se formula en términos que el paciente pueda comprender. No


debe ser demasiado ajena a su YO; ni tampoco debe resultarle inaceptable,
ultrajante o contraria a la imagen principal que tiene de sí.

Tanto las interpretaciones como las confrontaciones pueden provocar una


discusión, cosa que hay que evitarse en terapia analítica. Las interpretaciones
deben ser simples, dar prioridad al aquí-y-ahora, ayudan al paciente a que reflexione
sobre sí mismo y que se conozca mejor. Es cuestión de técnica, la manera en que
el terapeuta lleva sus intenciones a la práctica. Si se opta por una interpretación, se
debe primero simplificarla, enunciarla mentalmente y aguardar a que llegue el
momento adecuado para hacerlo en voz alta, un momento de apertura, de suerte
que la imposición sea mínima. No se debe interrumpir al paciente al comienzo de la
sesión, sino escuchar su relato prestando atención, en forma simultánea, a dos de
sus aspectos centrales a:

 Su contenido manifiesto (se escucha con el fin de comprender y recordar).


 Otros contenidos que puedan conectarse, o asociarse de manera apropiada,
con algún aspecto de la interpretación.
81
Los pacientes suelen sentir que toda interpretación requiere una respuesta de su
parte. Muchos se creen obligados a considerar el contenido de la interpretación;
algunos sienten que deben confirmarla o refutarla, otros sienten la necesidad de
expresar gratitud por lo que se les brinda, y reaccionan entonces de diversas
formas. Todas estas reacciones deben ser expuestas y analizadas, porque no era
propósito del terapeuta provocarlas, no son respuestas deseadas. El ideal que
perseguimos es un estado de cosas en que el paciente se sienta tan libre después
de una interpretación como antes.

Hacer consciente lo inconsciente entraña cada vez una herida narcisística (dolor) y
una microcrisis de la personalidad que requiere una reorganización. Para poder
hacer frente a estos sufrimientos es muy importante señalar e interpretar, no
solamente las defensas fallidas, sino también las partes sanas y positivas del
paciente; sus adaptaciones exitosas y los esfuerzos que hace para mejorarse
y mejorar su entorno.

La profundidad es también algo relativo, depende del paciente. Por lo tanto, siempre
es preciso tener cierta idea del nivel en que el sujeto funciona, nivel que varía de un
paciente al otro, y de un momento a otro para el mismo paciente.

Cuanto más simple una interpretación, mejor es. Toda buena interpretación se
caracteriza por su simplicidad; enfoca con claridad el tema; explica solo aquello que,
por el momento, resulta necesario, y no va más allá. Va al centro mismo de la
cuestión, y no se enreda en disquisiciones al margen.

La interpretación debe hacerse en un lenguaje simple, desprovisto de tecnicismos


y en la medida de lo posible utilizar las mismas palabras del paciente, vale decir
usar el mismo lenguaje descriptivo, pero concebido en un nivel metapsicológico
diferente. El terapeuta construye progresivamente un lenguaje más común con cada
paciente, y precisando con frecuencia los sentidos más precisos de conceptos con
cada paciente.

Entre las interpretaciones más eficaces se cuentan las más concisas y directas.
Formuladas en el momento oportuno, interpretaciones como las siguientes pueden
ejercer un efecto considerable, permitiendo al paciente descargar emociones
bloqueadas y brindar nuevas comprensiones.

“Creo que todavía llora la muerte de su padre”.


“Usted amaba mucho a su madre, ¿no?”.
“Seguramente tuvo ganas de matar a su hermano menor”.
“Usted, entonces, cree estar realmente loco”.
“Creo que durante toda su vida usted sintió que las cosas no eran justas”.

La elección del momento oportuno para formular una interpretación reviste


importancia crítica. La función de este tipo de interpretaciones es enunciar con
claridad una idea que es ya preconsciente, o permitir el surgimiento de una emoción
que está cercana a manifestarse.
82
Hay que ofrecer la interpretación en lugar de imponer. Si introducimos la
interpretación anunciando: “Me pregunto qué le parece la posibilidad de que…”, es
posible formularla de manera tal que el paciente ejerza cierto grado de actividad con
respecto a ella, exhortarlo a que así lo haga. Se lo invita a considerar la idea, a
aceptarla o rechazarla y, en términos ideales, a sopesar su importancia y validez.
Una vez ofrecida la interpretación, esta pertenece al paciente, quien es libre de
hacer con ella lo que le plazca. No debe ser castigado si rechaza o ignora la
interpretación, ni recompensado por aceptarla y usarla.

Toda interpretación es formulada, hasta cierto punto, de modo tentativo o probable,


o sea como una hipótesis. No podemos estar seguros de que una interpretación
sea válida, y no hay motivos para ocultar nuestra incertidumbre. Al respecto,
podemos decir: “Creo probable que…” o “Me parece posible que…” o, incluso, “No
estoy muy seguro, pero me pregunto si no será factible que…”.

¿Resultará útil la interpretación que voy a hacer? O ¿Es necesaria mi intervención


para restablecer o facilitar la participación del paciente en la labor terapéutica?

La terapia psicoanalítica evoluciona de la interpretación de contenidos a la de


resistencias y hacia la comprensión del carácter. No obstante, la interpretación debe
contemplar los aspectos de defensa y de lo defendido.

Las interpretaciones en transferencia-contratransferencia (aquí y ahora), son más


acertadas y tienen mayores efectos terapéuticos que las extratransferenciales (lo
que ocurre al paciente en sus relaciones actuales con otras personas). Las
construcciones del pasado infantil del paciente (allí y entonces, realidad psicológica
de su historia) – siempre con un grado alto de incertidumbre – pueden ayudar al
paciente a comprender el porqué de sus trastornos y de su personalidad en general
(carácter).

La validación de la interpretación se busca a través de sus efectos. El “sí” o el “no”


del paciente es relativo. Entre los criterios de validación se incluyen: que el paciente
responda con una risa o tristeza, con recuerdos infantiles, recuerdo de que le está
pasando lo mismo con otra persona, con sueños relacionados. Se pueden sintetizar
estos elementos bajo el hecho común de que la interpretación exitosa abre nuevos
caminos asociativos.

Toda interpretación entraña una crítica. Las críticas constructivas pueden también
provocar heridas, aunque su objetivo sea la simple clarificación. Conocer las propias
verdades es doloroso. El tratamiento psicoanalítico implica cierta capacidad de
aguantar estos tipos de dolores, con el fin de sufrir menos y vivir mejor
posteriormente.

83
84
RESUMEN ESQUEMÁTICO 1

CONTENIDO TEMÁTICO
MARCO TEÓRICO

El YO y los mecanismos de defensa. Sujeto aprende métodos que permiten descargar sus impulsos y
adaptarse a la realidad, reduciendo ansiedad ante situación frustradora o conflictiva. “Mecanismos de
defensa”, luchas del YO contra las ideas y los afectos penosos o indeseables, los cuales pueden conducir a
las NEURÓSIS.
Frustraciones obstaculizan satisfacción del principio del placer. Impedimentos pueden ser exteriores o
interiores; pero conflicto es INTRAPSÍQUICO.
CATEXIAS (Fuerzas libidinosas impulsoras que residen en el ELLO) y,
ANTI o CONTRACATEXIAS (Fuerzas que controlan las fuerzas impulsoras libidinosas, las cuales residen
en el YO y el SUPER-YÓ) del ELLO o el YO o entre las del ELLO y el SUPER-YÓ. El YO intenta alguna
solución práctica ante una frustración o un conflicto superándolo, evitando que se produzca o bien
apartándose del mismo; pero si a pesar de intentarlo el YO no consigue su finalidad puede utilizar una serie
de mecanismos de defensa que, aunque no resuelven concretamente la situación frustradora o conflictiva,
al menos atenúan el sufrimiento que se derivan del exterior o interior del sujeto.
Los mecanismos de defensa son:
Represión. Es automática e inconsciente.
Mediante la represión se olvidan aquellas ideas, pulsiones o acontecimientos que pueden engendrar
ansiedad u otras clases de sufrimiento psíquico.
La represión se parece al proceso normal de olvidar, pero se diferencia de éste porque se puede recobrar
la memoria perdida temporalmente tan pronto como se reduce o elimina la ansiedad conectada con ella y
porque, más que olvidar, lo que sucede es que el YO ejerciendo una anticatexia, sumerge en lo inconsciente
aquello que resulta penoso o punible.
Desplazamiento. Cuando el YO queda bloqueado y no puede hacer una catexia sobre el sujeto hacia el
cual va dirigida, se desplaza esta energía sobre todo objeto sustitutivo. Un niño celoso de su nuevo hermanito
que acapara el afecto de sus padres y familiares, siente deseos de agresión; el niño hace gestos de amenaza
dirigidos al pequeño y entonces la familia interviene riñéndole y bloqueándole. El niño busca entonces un
objeto sustitutivo y sobre él desplaza su agresividad; más tarde los padres ven que está destrozando un
muñeco.
Cuando los desplazamientos se dirigen hacia un objeto cultural decimos que hay una sublimación. Su
dinámica es la misma que la del desplazamiento y lo único que varía es el objeto. Una mujer con su
maternidad frustrada puede sublimar sus pulsiones maternales dirigiendo éstas hacia otros niños a través
de profesiones tales como educadora, puericultora u otras similares.
Fijación. Se produce porque hay una intensa gratificación de una determinada conducta y el nuevo tipo de
conducta es, menos gratificador. Protege al individuo de la ansiedad que puede producirle el avance hacia
un nuevo estadio de desarrollo. Un niño puede rechazar otra forma de alimentación que no sea el biberón
porque está acostumbrado a esta forma de alimentarse y le resulta más agradable y cómoda que otras
modalidades nutritivas propias de su edad. Una persona con fuertes fijaciones orales puede tender a
mantener siempre unas relaciones de pasividad o dependencia de los demás tal y como es típico en esta
fase del desarrollo.
Regresión. Implica una vuelta a anteriores períodos del desarrollo como consecuencia de experiencias
traumáticas. La regresión exige que previamente se haya producido una fijación. La persona tiende a
regresar al estadio en el cual previamente ha experimentado fijaciones más intensas. El YO es tanto más
maduro cuanto más se desprende de las formas más primitivas de comportamiento consiguiendo a la vez
satisfacer sus pulsiones en forma aceptable por el SUPER-YÓ y por la sociedad; si no se consigue esto,
pueden aparecer fijaciones y si estás tampoco resuelven la situación pueden sobrevenir regresiones a
períodos infantiles del comportamiento. Freud ha considerado que los trastornos psicopatológicos se debían
a mecanismos de fijación y regresión. Las neurosis son fijaciones o regresiones a los períodos fálico y anal,
mientras que las psicosis son regresiones profundas a la fase oral e incluso dentro de ésta a sus más
primitivas manifestaciones.

85
Proyección. Una persona puede exteriorizar un impulso que le produce ansiedad dirigiéndolo a algo o a
alguien y atribuir al objeto o a la persona este impulso. Un hombre siente ansiedad ante sus pulsiones
sexuales o agresivas y las atribuye a otras personas, lamentándose de que estás sean tan indecentes o tan
hostiles. El YO maneja siempre con más facilidad la ansiedad objetiva o los peligros externos que la ansiedad
moral o neurótica. En el nivel patológico hay un trastorno en el que intervienen mecanismos de proyección
y que se denomina paranoia. El paranoico no comprueba la veracidad de sus inferencias y falsos
razonamientos y proyecta sobre los demás sus propios contenidos internos, adquiriendo la convicción de
que su esposa le es infiel, le persiguen o perjudican, etc. El mecanismo de defensa puede estar tan arraigado
que no hay posibilidad de hacerle ver su error mediante argumentos y razonamientos. Se dice entonces que
el sujeto delira.
Formación reactiva. Impulsos que producen ansiedad se expresan en la conciencia por lo que sea opuesto
a ellos. El individuo se afirma entonces mediante sentimientos de signo positivo, reduciendo la ansiedad
generada por sus impulsos auténticos. Es el caso de la mujer que siente impulsos de odio hacia su madre
política, pero que se muestra extremadamente solícita y atenta con ella; reconocer que la odia puede
desencadenar en ella ansiedad, que intenta reducir mostrándose afectuosa. Por este mecanismo los
impulsos sexuales más primitivos pueden llegar a convertirse en actitudes muy "virtuosas".
Identificación e introyección. Identificación deseo que nuestro YO sea como el de otras personas y la
introyección como la tendencia a incorporar al YO las cualidades de estas personas. Estos mecanismos son
los responsables de que el niño asimile las normas y actitudes de sus padres y de su grupo social y se
comporte de acuerdo con ellas. Primeras identificaciones que hace el niño son con uno de los padres,
introyectando sus formas de conducta y sus medios de reducir la ansiedad en las situaciones de conflicto.
Racionalización o intelectualización. Mecanismo por el cual el YO, inconscientemente, escoge entre las
varias causas coexistentes, aquellas que, por ser más aceptables, más defendibles o más razonables,
actúan reduciendo la ansiedad que se derive de una determinada conducta. La racionalización implica por
parte del sujeto la convicción de que los motivos que manifiesta son realmente válidos y en esto
precisamente se distingue de la tendencia deliberada a engañarse a uno mismo o a los demás.
Fantasía y negación de la realidad. Algunas veces es posible gratificar al menos en parte, un motivo
frustrado, recurriendo el YO a satisfacerlo en la fantasía. En contraste con el pensamiento lógico, que es
realista, el pensamiento fantaseador es irreal y mediante él incluso metas difíciles de conseguir pueden
parecer alcanzables; sin embargo, la fantasía nunca puede aliviar completamente la ansiedad resultante de
las necesidades frustradas, logrando todo lo más atenuarlas y condicionando al individuo a posponer la
resolución de la situación.
Conversión. Existen síntomas físicos que no obedecen a lesiones orgánicas y que se desencadenan por
causas psíquicas. El mecanismo de conversión es frecuente en las neurosis de guerra y en las neurosis
histéricas. Para que se ponga en marcha es preciso que el YO se encuentre ante una situación exterior
conflictiva muy aguda y que la intensa ansiedad desencadenada se reprima. La aparición de unos u otros
síntomas depende de la índole del conflicto y de la previa historia condicionante del individuo: puede
producirse un desvanecimiento, una crisis convulsiva e incluso perturbaciones sensoriales o motoras.
Compensación. Mecanismo de defensa mediante el cual el individuo sustituye una actividad por otra en un
intento de satisfacer algún motivo frustrado. La compensación implica un fallo o pérdida de la autoestimación
en la actividad que se compensa. Todo individuo tiende a ocupar situaciones de superioridad, pero a veces
nuestras aspiraciones pueden ir más allá de lo que alcanzamos y a consecuencia de ello sentimos frustrados
y experimentar un complejo de inferioridad. Un complejo de inferioridad, puede compensarse.

ETAPAS PSICOLÓGICAS DEL DESARROLLO HUMANO.


ETAPA ORAL. (Nacimiento a 12 o 18 meses).
Durante el primer año de vida posnatal, el origen principal de búsqueda de placer y, al mismo
tiempo, de conflicto y frustración es la boca.
La diversión que obtiene el niño de chupar, morder, mascar y vocalizar se ve restringida muy
pronto por quienes lo cuidan.
Se espera que el niño se someta a las demandas de su madre, en relación con las actividades
orales y que avance gradualmente en dirección del automanejo oral.
Es criticado y castigado, si no se somete, y es recompensado por hacerlo.
Independencia del niño es proscrita, debe funcionar dentro de ciertos límites, comer tres veces al día y a
menudo en el momento en que los demás integrantes de la familia lo hacen y también observando los
mismos modales que ellos.
El niño encuentra por primera vez el poder de la autoridad en su vida, una autoridad que limita las actividades
de búsqueda del placer.

86
La manera como se satisfacen o se frustran las necesidades determina la formación de rasgos específicos
que moldean la personalidad en formas singulares.
Estos rasgos son engendrados por la interacción de las prácticas de crianza de los niños y la estructura
constitucional del niño.
Los tipos de carácter oral experimentan trastornos en el recibir y el tomar.
Rasgos orales. Ninguno de los dos extremos propicia un funcionamiento óptimo, constituyen una tendencia
patológica persistente, un factor que entorpece el desarrollo y el funcionamiento. Una posición intermedia
en el continuo, que incorpore algunos elementos de los dos extremos en forma moderada, promueve un
funcionamiento normal.
Son presentados en forma bipolar:
Fijación Indulgencia - Fijación Frustración
Optimismo Pesimismo
Credulidad Desconfianza
Manipulatividad Pasividad
Admiración Envidia
Engreimiento Autodesprecio

ETAPA ANAL. (12 o 18 meses a 3 años).


Corresponde al periodo de aprendizaje del control de esfínteres.
Deriva placer de la acumulación, retención y expulsión de la materia fecal, un pasatiempo que pronto lo pone
en conflicto con quienes ejercen autoridad en su vida.
Dependiendo de si es mucha la frustración o la indulgencia de los adultos hacia el niño, los rasgos que
desarrolla pueden reflejar obediencia, obediencia excesiva o desafío.
Aprende orientaciones básicas para la vida, la posesión de las cosas y el desprendimiento; esas
orientaciones pueden distorsionarse o exagerarse, dando lugar a rasgos anales.
Sobrevaloración de productos anales engendra rasgo de personalidad. Pueden engendrar rasgos de
depresión, vacuidad e inseguridad (acumulación excesiva o tendencias compulsivas).
Rasgos anales. Expresan las tendencias de dar o retener. Las formas extremas de los rasgos son
anormalidades, mientras que los grados moderados producen un crecimiento y funcionamiento saludables.
Son presentados en forma bipolar:
Fijación Indulgencia - Fijación Frustración
Mezquinidad Generosidad excesiva
Estrechez Expansión
Obstinación Conformidad

87
Orden Desorden
Puntualidad Estricta Informalidad
Meticulosidad Desaseo
Precisión Vaguedad

ETAPA FÁLICA. (3 a 5 o 6 años).


Órganos genitales fuente destacada de placer.
Se hacen intensas las tensiones y placeres de esta zona erógena del cuerpo.
Niño se da cuenta y comenta diferencias entre hombres y mujeres (niños y niñas se visten en formas
diferentes); su inquietud se incrementa cuando notan diferencias anatómicas.
Niño se hace curioso acerca de diferencias sexuales conforme comienza a experimentar tensiones sexuales.
Curiosidad es difusa, debido a que no conoce, a menos que las haya observado directamente, las diferencias
reales entre los órganos sexuales masculinos y femeninos.
Origen estimulación niño pene y niña clítoris y no los órganos sexuales completos.
Estimulación es autoerótica, individuo participa solo.
Complejo de Edipo. Se refiere a la atracción sexual que el niño pretende desarrollar por su madre. Niño ve
a su padre como un rival en el afecto de su madre.
Existen actitudes mezcladas o ambivalentes hacia el padre, quien por un lado es temido porque puede
remover el órgano ofensor, la fuente del temor a la castración, y por otro lado es respetado y venerado como
modelo de hombría, superior al niño.
Si desarrollo es normal, niño renuncia a los deseos amorosos respecto a su madre y en cambio se esfuerza
en asumir el papel masculino imitando a su padre. El afecto del hijo hacia la madre pierde su aspecto sexual.
Al aceptar la masculinidad del padre el superego del niño experimenta su desarrollo final y adopta un ideal
del YO positivo.
Si cualquiera de los progenitores crea en el niño demasiada frustración o una indulgencia excesiva al no
proporcionarle un adiestramiento y conocimiento apropiados durante este periodo crucial, pueden ocurrir
fijaciones graves, con consecuencias a largo plazo.
El niño puede rechazar su papel masculino, o su conciencia tal vez se atrofie. Puede tener dificultades para
relacionarse con mujeres de su edad, sintiéndose a gusto solamente con las maYOres. Puede sobrevalorar
su habilidad sexual y asumir una actitud arrogante y egoísta en sus relaciones con mujeres de cualquier
edad.
Complejo de Electra. Niña toma a su padre como objeto sexual y ve a su madre como una rival.
Debe recordarse que los intereses y sentimientos sexuales de niña son rudimentarios, por lo que no tienen
la intensidad ni dirección del amor físico y emocional que caracteriza el impulso sexual de un adulto.
Si niña descubre que no tiene pene, la relación con su madre es más complicada, debido a que la culpa de
la pérdida. Al mismo tiempo, ama a su madre y se produce un conflicto que, a diferencia del complejo de
Edipo en el niño, nunca se resuelve completamente.
Esta condición tiene efectos profundos en la vida emocional de la mujer y en el desarrollo de su SUPER-YÓ
El rasgo patológico principal es la "envidia del pene", minimizando el papel femenino y sobrevalorando el
masculino.
Conflictos de la etapa fálica provocan trastornos funciones sexuales femeninas (frigidez y dismenorrea).
Rasgos de la etapa fálica. Círculo de contactos del niño se amplía gradualmente para incluir gente
significativa ajena a la familia: compañeros de juego, profesores, etc. Niño debe aprender a tomar su lugar
entre los demás niños, ceder a veces a las demandas de otros y hacer valer sus propias peticiones cuando
alguien amenaza violar sus derechos. Rasgos desarrolla como formas normales y anormales implican la
autoafirmación, autosentimentos y relaciones con los demás. Hay una dimensión de narcisismo contra
compromiso con los objetos: el grado en que se invierten el interés y la energía en sí mismo o en otras
personas y cosas.
Son presentados en forma bipolar:
Fijación Indulgencia - Fijación Frustración
Vanidad Odio a sí mismo
Orgullo Humildad
Arrojo ciego Timidez
Insolencia Vergüenza
Gregarismo Aislacionismo
Elegancia Sencillez
Coquetería Evitación de la heterosexualidad
Castidad Promiscuidad

88
Alegría Tristeza

ETAPA DE LATENCIA. (6 a 12 años).


Adquisición de mecanismos de defensa para superar el estrés.
No hay zonas erógenas (no representa una etapa psicosexual auténtica).
Desarrollo bastante rápido, pero patrones de éste siguen las líneas establecidas en las etapas anteriores.
Consolidación y elaboración de rasgos y habilidades previamente adquiridos, sin que aparezca nada
dinámicamente nuevo.
Freud tiene poco que decir sobre el periodo de latencia.

ETAPA GENITAL. (12 años a edad adulta).


Comienza con la pubertad y constituye el último periodo significativo del desarrollo de la personalidad.
Término genital es enigmático; se deriva del surgimiento, unificación completa y desarrollo de instintos
sexuales.
Sexualidad alcanza su madurez y se vuelve heterosexual.
Con maduración de instintos sexuales, órganos genitales se vuelven origen principal de las tensiones y los
placeres sexuales, y los otros órganos se subordinan.
Genitalidad, en sentido estrecho, incluye potencia sexual y orgasmo.
Diversos trastornos del funcionamiento sexual acompañan las perturbaciones psicológicas.
Genitalidad, en sentido amplio, es más que la potencia sexual. Para el hombre, significa competencia y
dominio en una amplia gama de actividades profesionales, recreativas y sociales. Se necesitan muchas
habilidades y rasgos para la potencia.
Genitalidad en la mujer incluye más que la potencia orgásmica; debe ser capaz de apoyarse en sus dos pies
de interés en los hombres y de capacidad en ciertos atributos femeninos como emotividad, interés maternal
y creatividad.
Intereses sexuales se incrementan en vigor e intensidad y se centran en miembros del sexo opuesto; surgen
nuevos problemas, como resultado directo del papel cada vez maYOr del sexo.
Adolescente encuentra la desaprobación social y las prohibiciones de su propia conciencia en conflicto con
sus intensos deseos heterosexuales.
Etapa genital no promueve nuevos rasgos, sino integración completa y utilización de rasgos previos;
habilidad para trabajar y amar se define y centra en gran medida.
Si persona se desarrolla satisfactoriamente en etapa genital, los rasgos adquiridos en las etapas previas
deben estar presentes en la forma y proporción apropiadas.
Conforme aumenta el número de rasgos, hay una integración de lo nuevo y lo viejo. Las dificultades en una
etapa predisponen al individuo a tener problemas aún maYOres en las etapas subsiguientes.
Madurez combinación armónica y balanceada de todos los rasgos pregenitales desarrollados de manera
apropiada.

89
RESUMEN ESQUEMÁTICO 2

CONTENIDO TEMÁTICO
MARCO TEÓRICO

El YO y los mecanismos de defensa. Sujeto aprende métodos que permiten descargar sus impulsos y
adaptarse a la realidad, reduciendo ansiedad ante situación frustradora o conflictiva. Conduce a NEURÓSIS
(intrapsíquico: Catexias y Contracatexias).
Los mecanismos de defensa son:
Represión. Es un olvido de ideas, pulsiones o acontecimientos que engendran ansiedad u otras clases de
sufrimiento psíquico. Se parece al proceso normal de olvidar, pero se diferencian porque puede recobrar la
memoria perdida temporalmente tan pronto como se reduce o elimina la ansiedad conectada con ella.
Desplazamiento. Cuando el YO queda bloqueado y no puede hacer una catexia sobre el sujeto hacia el
cual va dirigida, se desplaza esta energía sobre otro objeto sustitutivo. Cuando desplazamientos se dirigen
hacia un objeto cultural decimos que hay una sublimación.
Fijación. Se produce porque hay una intensa gratificación de una determinada conducta y el nuevo tipo de
conducta es, menos gratificador. Protege al individuo de la ansiedad que puede producirle el avance hacia
un nuevo estadio de desarrollo.
Regresión. Implica una vuelta a anteriores períodos infantiles del desarrollo como consecuencia de
experiencias traumáticas. La regresión exige que previamente se haya producido una fijación. Trastornos
psicopatológicos se deben a mecanismos de fijación y regresión. Las neurosis son fijaciones o regresiones
a los períodos fálico y anal y las psicosis son regresiones profundas a la fase oral e incluso dentro de ésta a
sus más primitivas manifestaciones.
Proyección. Exteriorizar impulso que produce ansiedad dirigiéndolo a algo o a alguien y atribuir al objeto o
a la persona este impulso. Nivel patológico paranoia. Paranoico no comprueba veracidad de sus inferencias
y falsos razonamientos y proyecta sobre los demás sus propios contenidos internos, adquiriendo la
convicción de que su esposa le es infiel, le persiguen o perjudican, etc. Esta tan arraigado que no hay
posibilidad de hacerle ver su error mediante argumentos y razonamientos, entonces sujeto delira.
Formación reactiva. Impulsos que producen ansiedad se expresan en la conciencia por lo que sea opuesto
a ellos. Individuo se afirma entonces mediante sentimientos de signo positivo, reduciendo la ansiedad
generada por sus impulsos auténticos. Mujer que siente impulsos de odio hacia su madre política, pero que
se muestra extremadamente solícita y atenta con ella; reconocer que la odia puede desencadenar en ella
ansiedad, que intenta reducir mostrándose afectuosa.
Identificación e introyección. Identificación deseo que nuestro YO sea como el de otras personas y la
introyección como la tendencia a incorporar al YO las cualidades de estas personas. Son responsables de
que el niño asimile normas y actitudes de sus padres y de su grupo social y se comporte de acuerdo con
ellas.
Racionalización o intelectualización. Mecanismo por el cual el YO, inconscientemente, escoge entre las
varias causas coexistentes, aquellas que, por ser más aceptables, más defendibles o más razonables,
actúan reduciendo la ansiedad que se derive de una determinada conducta.
Fantasía y negación de la realidad. Algunas veces es posible gratificar al menos en parte, un motivo
frustrado, recurriendo el YO a satisfacerlo en la fantasía. En contraste con el pensamiento lógico, que es
realista, el pensamiento fantaseador es irreal y mediante él incluso metas difíciles de conseguir pueden
parecer alcanzables.
Conversión. Existen síntomas físicos que no obedecen a lesiones orgánicas y que se desencadenan por
causas psíquicas. El mecanismo de conversión es frecuente en las neurosis de guerra y en las neurosis
histéricas.

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Compensación. Individuo sustituye una actividad por otra en un intento de satisfacer algún motivo frustrado.
Implica un fallo o pérdida de autoestimación en actividad que se compensa. Experimenta complejo de
inferioridad, puede compensarse.

ETAPAS PSICOLÓGICAS DEL DESARROLLO HUMANO.


ETAPA ORAL. (Nacimiento a 12 o 18 meses).
Primer año de vida posnatal, boca origen principal búsqueda placer y generador conflicto y frustración.
Se somete a las demandas de su madre, en relación con las actividades orales y al automanejo oral.
Es criticado y castigado, si no se somete, y es recompensado por hacerlo.
Encuentra por primera vez el poder de la autoridad en su vida, una autoridad que limita las actividades de
búsqueda del placer.
La manera como se satisfacen o se frustran las necesidades determina la formación de rasgos específicos
que moldean la personalidad en formas singulares.
Estos rasgos son engendrados por la interacción de las prácticas de crianza de los niños y la estructura
constitucional del niño.
Los tipos de carácter oral experimentan trastornos en el recibir y el tomar.
Rasgos orales. Ninguno de los dos extremos propicia un funcionamiento óptimo, constituyen una tendencia
patológica persistente, un factor que entorpece el desarrollo y el funcionamiento. Una posición intermedia
en el continuo, que incorpore algunos elementos de los dos extremos en forma moderada, promueve un
funcionamiento normal.
Son presentados en forma bipolar:
Fijación Indulgencia - Fijación Frustración
Optimismo Pesimismo
Credulidad Desconfianza
Manipulatividad Pasividad
Admiración Envidia
Engreimiento Autodesprecio

ETAPA ANAL. (12 o 18 meses a 3 años).


Periodo de aprendizaje del control de esfínteres.
Deriva placer de la acumulación, retención y expulsión de la materia fecal, un pasatiempo que pronto lo pone
en conflicto con quienes ejercen autoridad en su vida.
Dependiendo de si es mucha la frustración o la indulgencia de los adultos hacia el niño, los rasgos que
desarrolla pueden reflejar obediencia, obediencia excesiva o desafío.
Aprende orientaciones básicas para la vida, la posesión de las cosas y el desprendimiento; esas
orientaciones pueden distorsionarse o exagerarse, dando lugar a rasgos anales.
Sobrevaloración de productos anales engendra rasgo de personalidad. Pueden engendrar rasgos de
depresión, vacuidad e inseguridad (acumulación excesiva o tendencias compulsivas).
Rasgos anales. Expresan las tendencias de dar o retener. Las formas extremas de los rasgos son
anormalidades, mientras que los grados moderados producen un crecimiento y funcionamiento saludables.
Son presentados en forma bipolar:
Fijación Indulgencia - Fijación Frustración
Mezquinidad Generosidad excesiva
Estrechez Expansión
Obstinación Conformidad
Orden Desorden
Puntualidad Estricta Informalidad
Meticulosidad Desaseo
Precisión Vaguedad

ETAPA FÁLICA. (3 a 5 o 6 años).


Órganos genitales fuente destacada de placer (tensiones sexuales).

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Niño se da cuenta de diferencias entre hombres y mujeres (niños y niñas se visten en formas diferentes); su
inquietud se incrementa cuando notan diferencias órganos sexuales y anatómicas (niños vs niñas).
Origen estimulación niño pene y niña clítoris y no los órganos sexuales completos.
Estimulación es autoerótica, individuo participa solo.
Complejo de Edipo. Se refiere a la atracción sexual que el niño pretende desarrollar por su madre. Niño ve
a su padre como un rival en el afecto de su madre.
Existen actitudes mezcladas o ambivalentes hacia el padre, quien por un lado es temido porque puede
remover el órgano ofensor (castración), y por otro lado es respetado y venerado como modelo de hombría,
superior al niño.
Si desarrollo es normal, niño renuncia a los deseos amorosos respecto a su madre y en cambio se esfuerza
en asumir el papel masculino imitando a su padre. El afecto del hijo hacia la madre pierde su aspecto sexual.
Al aceptar la masculinidad del padre SUPER-YÓ del niño experimenta su desarrollo final y adopta un ideal
del YO positivo.
Si niño rechaza su papel masculino, puede tener dificultades para relacionarse con mujeres de su edad,
sintiéndose a gusto solamente con las maYOres. Puede sobrevalorar su habilidad sexual y asumir una
actitud arrogante y egoísta en sus relaciones con mujeres de cualquier edad.
Complejo de Electra. Niña toma a su padre como objeto sexual y ve a su madre como una rival.
Intereses y sentimientos sexuales de niña son rudimentarios, por lo que no tienen la intensidad ni dirección
del amor físico y emocional que caracteriza el impulso sexual de un adulto.
Si niña descubre que no tiene pene, la relación con su madre es más complicada, debido a que la culpa de
la pérdida. Al mismo tiempo, ama a su madre y se produce un conflicto que, a diferencia del complejo de
Edipo en el niño, nunca se resuelve completamente.
Esta condición tiene efectos profundos en la vida emocional de la mujer y en el desarrollo de su SUPER-YÓ
El rasgo patológico principal es la "envidia del pene", minimizando el papel femenino y sobrevalorando el
masculino.
Conflictos de la etapa fálica provocan trastornos funciones sexuales femeninas (frigidez y dismenorrea).
Rasgos de la etapa fálica. Círculo de contactos del niño se amplía para incluir gente significativa ajena a
la familia: compañeros de juego, profesores, etc. Niño debe aprender a tomar su lugar entre los demás niños,
ceder a veces a las demandas de otros y hacer valer sus propias peticiones cuando alguien amenaza violar
sus derechos. Hay una dimensión de narcisismo contra compromiso con los objetos: el grado en que se
invierten el interés y la energía en sí mismo o en otras personas y cosas.
Son presentados en forma bipolar:
Fijación Indulgencia - Fijación Frustración
Vanidad Odio a sí mismo
Orgullo Humildad
Arrojo ciego Timidez
Insolencia Vergüenza
Gregarismo Aislacionismo
Elegancia Sencillez
Coquetería Evitación de la heterosexualidad
Castidad Promiscuidad
Alegría Tristeza

ETAPA DE LATENCIA. (6 a 12 años).


Adquisición de mecanismos de defensa para superar el estrés.
No hay zonas erógenas (no representa una etapa psicosexual auténtica).
Desarrollo bastante rápido, pero patrones de éste siguen las líneas establecidas en las etapas anteriores.
Consolidación y elaboración de rasgos y habilidades previamente adquiridos, sin que aparezca nada
dinámicamente nuevo.
Freud tiene poco que decir sobre el periodo de latencia.

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ETAPA GENITAL. (12 años a edad adulta).
Comienza con la pubertad y constituye el último periodo significativo del desarrollo de la personalidad.
Sexualidad alcanza su madurez y se vuelve heterosexual.
Con maduración de instintos sexuales, órganos genitales se vuelven origen principal de las tensiones y los
placeres sexuales, y los otros órganos se subordinan.
Genitalidad, en sentido estrecho, incluye potencia sexual y orgasmo.
Diversos trastornos del funcionamiento sexual acompañan las perturbaciones psicológicas.
Intereses sexuales se incrementan en vigor e intensidad y se centran en miembros del sexo opuesto; surgen
nuevos problemas, como resultado directo del papel cada vez maYOr del sexo.
Adolescente encuentra la desaprobación social y las prohibiciones de su propia conciencia en conflicto con
sus intensos deseos heterosexuales.
Etapa genital no promueve nuevos rasgos, sino integración completa y utilización de rasgos previos;
habilidad para trabajar y amar se define y centra en gran medida.
Si persona se desarrolla satisfactoriamente en etapa genital, los rasgos adquiridos en las etapas previas
deben estar presentes en la forma y proporción apropiadas.
Madurez combinación armónica y balanceada de todos los rasgos pregenitales desarrollados de manera
apropiada.
Genitalidad, en sentido amplio, es más que la potencia sexual. Para el hombre, significa competencia y
dominio en una amplia gama de actividades profesionales, recreativas y sociales. Se necesitan muchas
habilidades y rasgos para la potencia.
Genitalidad en la mujer incluye más que la potencia orgásmica; debe ser capaz de apoyarse en sus dos pies
de interés en los hombres y de capacidad en ciertos atributos femeninos como emotividad, interés maternal
y creatividad.
Conforme aumenta el número de rasgos, hay una integración de lo nuevo y lo viejo. Las dificultades en una
etapa predisponen al individuo a tener problemas aún maYOres en las etapas subsiguientes.

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