De Tumibamba A Vilcabamba Los Canaris

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De Tumibamba a

los cañari
Vilcabamba:
c
s
y su ensayo
de proyecto colonial
JEAN-JACQUES DECOSTER
y MARGARETH NAJARRO
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN ANTONIO ABAD DEL CUSCO
Decoster, Jean-Jacques y Margarerh Najarro
2016 De Tumibamba a Viicabamba: Los Cañans y su ensayo de proyecto
colonial
!n Vilcabamba, entre arqueología, historia y mito. Decoster, Jean-
Jacques y Maro.
Ziolkowski, eds. Cusco: CBC, U. Varsovia y Centro Tnku. pp 88-101

os primeros años de la sublevación de Manco Inca contra


la corona española —marcados por el cerco de Cusco y
luego el de Lima—, corresponden a un momento clave en
la conquista de Perú, cuando el éxito o fracaso del proyec-
to militar español estuvo en la balanza. Hacia fines de 1536
Francisco Pizarro había estado pidiendo refuerzos para
romper el cerco de Cusco, cuando de pronto llegó esta ayuda
de varias partes del continente -incluso de Centroamérica y
del Caribe- lo que cambiará dramáticamente la relación de
fuerza. Uno de esos refuerzos, un capitán español de nom-
bre Diego Sandoval, narra cómo salió de Quito y en el camino
reunió 500 cañaris hombres de guerra y

“me fui con ellos por las tierras de Cajamarca e Con-


chuco e Guaylas e otras tierras que estaban en guerra,
a donde salieron a tomar e defender el camino nnás de
doce mil hombres a me matar a mi y a los dichos ca-
ñares y a la gente de indios que conmigo iba para me
matar a mi y a ellos, e me cercaron, e yo dí en ellos con
la gente que llevaba e me dítan buena manera e mate
a mas de cuatroscientos hombres dellos e los vencí e
a su pesar dellos pase adelante

Añade que llegó después a Lima, dejando tras de sí un re-


guero de sangre, haciendo matanzas y quemando vivos a
los que le resistían, por lo que le llamaron el "diablo" por sus
maldades (Probanza 19 XI 1539, AGI Patronato 93, N9, R3, en
Guillén Guillén 1994 p. 101).

Citamos este texto no tanto para resaltar la violencia de los


hechos de la Conquista, sino para señalar la aparente facili-
dad con la cual un grupo importante de una misma etnia (los
Vilcabamba entre aqueología, historia y mito

500 cañaris) estaba dispuesto a seguir a los jefes de guerra


españoles y participar a su lado en matanzas y carnicerías
contra los que se oponían al avance de los europeos.

Entre el fin de la expansión inca y la pacificación del Perú


por los europeos, el grupo que se conoce como cañaris -y
que llevará en la Colonia otros varios nombres—jugará un
papel importante, y aparentemente confuso, en relación a
los demás actores involucrados.

Proponemos que los cañaris tuvieron un proyecto propio,


muy andino y no muy diferente de lo llevado a cabo por los
incas pocos años antes: un programa de expansión y control
territorial. Para cumplir con este proyecto, los cañaris utili-
zarán en un primer tiempo las instituciones incas, de miti- 8
maesy yanaconas, y luego españolas, de mercedes y pleitos
legales. Esas tácticas, como veremos a continuación, permi-
tieron a este grupo no solamente penetrar una vasta parte
del antiguo territorio inca, luego controlado por los españo-
les; además, facilitaron su integración a las élites indígenas
de la Colonia.

LOS CAÑARIS NORANDINOS

¿Quiénes eran los cañaris? Historiadores como Udo Oberem


(1981) y Federico González Suarez (1878) refieren a una po-
blación pluriétnica y políticamente dividida en su territorio
de origen (Burgos 2003),1 lo que correspondía más o menos

1 P. Juan de Velasco (1846) citado en Federico González Suarez (1878) habla


de 25 tribus “el reino de Cañar, dice, era grande e igual al de Quito, con
veinte y cinco tribus las más de ellas muy numerosas, que son Ayancayes,
De Tumibamba a Vilcabamba: los cañaris y su ensayo de proyecto colonial
Jean-Jacques Decoster y Margareth Najarro

a las provincias de Azuay y de Cañar en el territorio actual


del Ecuador, con centro poblados como Hatun Cañar Ca-
ñaribamba, sumándose luego los asentamientos incas de
Ingapirca y Tomibamba (Cuenca).

Desde finales del siglo XV hubo una población cañar -no


diferenciada- en el territorio inca. Eran desde lejos la etnia
mayor constitutiva de la población de mitimaes en el territo-
rio inca, junto con los chachapoyas y las mismas poblacio-
nes quechua e inca-de-privilegio del Cusco (Espinoza 1999).
De una población originaria cañari total de 50,000, se estima
que 35,000 cañaris (es decir, el 70% del total) habían sido
reubicados como mitimaes en el tiempo de Tupa Inca Yupan-
qui y de Huayna Capac (Parssinen 1992).

Luego de esta diaspora promovida por los colonizadores


incas y de la reubicación forzada de los cañaris como miti-
maes, la guerra civil inca tuvo otro impacto dramático sobre
la población del territorio cuando los ejércitos del joven prín-
cipe Atahuallpa llevaron a cabo una guerra genocida contra
los cañaris, con la intención de castigarles por su apoyo a
Huáscar durante el conflicto2 Se considera que después de

Azogues, Bambas, Burgayes, Cañaribambas, Chuquipatas, Cinubos, Cumbes,


Guapanes, Girones, Gualaseos, Hatun Cañares, Manganes, Molleturos,
Pacchas, Pautes, Plateros, Racares, Sayausíes, Siccis, Tadayes, Tomebambas
y Yunguillas”
2 “Los Cañaris, enemigos de Ata-Huallpa, gente valerosa, mucha y muy
política, de buen talle y proporción, tenían cuidado, porque sabían que era
vengativo y cruel, y temiendo de algún gran castigo, y, por lo menos ser
hecho yanaconas y adjudicados por perpetuos esclavos de la corona, acor-
daron de enviarle muchos niños y mozos con ramos en las manos, que hu-
mildemente le pidiesen perdón; pero usando de crueldad nunca oída, mandó
matar millares y millares de hombres, niños y mancebos, y mandó sacar los
corazones, sembrarlos en las chácaras o heredades, por orden, diciendo que
quería saber qué fruto daban corazones fingidos y traidores; y hoy día se ven
tantos huesos y calaveras que ponen horror; y la representación en la ima-
ginación de tanta impiedad causa tristeza con la vista de aquella osamenta

la ocupación final del territorio cañar, las mujeres cañaris


numeraban 15 veces más que los hombres (Cieza de León
1984:208) y sólo quedaba en ese lugar una población nativa
cañar de apenas 2,500 individuos (Hirschkind 1995), de tal
manera que la población originaria tuvo que ser remplazada
por otros mitimaes cuzqueños.3
LOS CAÑARIS EN CUSCO

Los incas conquistadores de Tumibamba, Tupa Inca Yupan-


qui y Huayna Capac, habían ya traído una población cañar a
Cusco, la cual se instaló en el barrio cusqueño de Carmenca
y en Yucay (valle de Urubamba), -este último lugar conocido
desde ya como “casa del ynga” Huayna Capac-.

A la llegada de los españoles, Francisco Pizarro trajo consigo


otro grupo de cañaris que también se asentaron en los mis-
mos espacios de Carmenca y Yucay (Quipucamayos 1920:41).

de hombres, que aún se está entera, por ser la tierra arenisca y seca y correr
vientos fríos y secos, que la conservan sin putrefacción; y a las vírgenes del
templo también mandó matar; y puso guarniciones; y en Tomebamba tomó
la borla y se llamó Inca de todo imperio” (Herrera 1615, libro 3.°, cap. XVII).
3 Este hecho lo confirma el mismo Atahuallpa en Cajamarca, cuando conversa
con Pizarro: "Salí de Quito, mi tierra, con toda la más gente de guerra que
pude, y vine a Tomebamba, donde tuve con mi hermano gran batalla, y le
maté mil hombres y lo hice volver huyendo con la gente que le quedó. Y
aquel pueblo de Tomebamba, que es una buena ciudad de mi hermano, se
me puso en defensa, y la asolé y quemé y maté toda la gente, y todos los
pueblos de aquella comarca quise asolar y destruir, y, porque quise seguir
a mi hermano, lo dejé por entonces de hacer... Y ahora tenía pensado, si no
acaeciera mi prisión, de irme a descansar a mi tierra y de camino acabar
de asolar todos los pueblos de aquella comarca de Tomebamba que se me
puso en defensa, y pensaba poblarla de nuevo de mi gente, y, para poblar
el pueblo principal de Tomebamba, que asolé, me envían mis capitanes de
la gente del Cuzco, que han sujetado, cuatro mil hombres casados” (Oviedo,
1854 [1615] Libro 46, cap. 2°).

De hecho, Pizarro había formado una alianza estratégica


con los cañaris desde el inicio de la invasión. Se cree que
grupos cañaris hicieron contacto con los conquistadores in-
cluso antes de Cajamarca y que presenciaron la captura de
Atahuallpa (Oberem 1981: 135), estableciendo así una aso-
ciación durable con los enemigos de sus enemigos, los incas.

El más destacado colaborador del período de la conquista


y pacificación fue don Francisco Chilche, el jefe cañari más
importante en todos los acontecimientos militares de este
período; sus acciones militares y políticas reflejan e ilustran
el papel central que tuvieron los cañaris en las guerras de
invasión y conquista.

El joven Chilche llegó al Cusco con Huayna Capac. Por ser


foráneo tuvo la categoría de mitimae, y la de yanacona por
ser designado al servicio del Inca. Años después, el cronista
Diego de Trujillo relata que Chilche fue al encuentro de Piza-
rro, cuando éste se hallaba en Limatambo, a pocas leguas
del Cusco, donde le presentó a Mango Inca como "hijo de
Guaynava". A partir de este primer encuentro, el cañari se
convirtió en aliado incondicional de los españoles, declaran-
do a Pizarro: 11 yo te vengo a servir y no negaré a los christia-
nos, hasta que muera..." (Trujillo 1948: 63).

Al llegar Pizarro al Cusco se apropió del valle de Yucay, anti-


guo dominio de Huayna Capac, y nombró entonces a Chilche
como cacique de los yanaconas del valle en reemplazo del
inca Gualpa Topa, quien había sido cacique del lugar antes
de la invasión española (Covey y Elson 2007; Covey y Amado,
eds. 2008). Este hecho solidificará la alianza militar caña-
ri-española e iniciará un etapa en que los cañaris gozarán
de gran influencia y poder Paralelamente, Chilche se asentó
Vilcabamba entre aqueología, historia y mito

en la ciudad del Cusco en el barrio de Carmenca 4 (Villanueva,


1970: 7), y fue nombrado alcalde por el cabildo de la ciudad
en la parroquia de Santa Ana (ARC. Lib. de Cabildo del Cuzco,
No. 3, caja 2, fs. 37 y 67); luego, en 1560, fue elegido cacique
de la misma parroquia (Cabildo del Cusco 1982:102).

Durante el referido cerco al Cusco por el ejército de Manco


Inca, en 1536, mientras esperaban los refuerzos solicitados,
los conquistadores estaban claramente en una situación de
inferioridad frente al número superior de las huestes incai-
cas. El cronista Enríquez de Guzmán cuenta que sólo había
unos 200 españoles, “la mitad coxo y mancos syn contar los
cobardes” (citado en Guillén Guillén, 1994). Lejos de estar en
una posición de contraatacar y levantar el cerco, estos es-
pañoles estaban recogidos en uno de los solares de la Plaza
de Armas. Garcilaso menciona que un guerrero inca armado
de una lanza corta y un hacha bajó a la Plaza de Armas para
desafiar a los españoles en un duelo. Los españoles, refu-
giados en su casona, se negaron a salir y aceptar el desafío.
Fue Francisco Chilche, que se encontraba encerrado con los
españoles, quien pidió a sus anfitriones permiso para ser-
virles de paladín y salió al encuentro cargado de las mismas
armas que el Inca. Tras una ardua pelea mató al guerrero, a
quien le cortó la cabeza. Muchos años después, en 1555, los
cañaris rememoraron este triunfo en el desfile del Corpus,
donde desfilaron con una cabeza en la mano, siendo este
hecho representado posteriormente en los lienzos del Cor-
pus Christi (Dean 2002).5
4 El barrio de Carmenca, donde se fundó la parroquia de Santa Ana, albergó
en la época del Tahuantinsuyo a diversos grupos étnicos no incas como cha-
chapoyas, huancas y cañaris; aspecto que continuó en el período colonial.

5 En 1616, en una fiesta realizada en Cusco en honor de la beatificación de


Ignacio de Loyola, se observa el papel relevante que aún tenían los cañaris:
la procesión de la parroquia de Santa Ana fue encabezada por 300 soldados
De Tumibamba a Vilcabamba: los cañaris y su ensayo de proyecto colonial
Jean-Jacques Decoster y Margareth Najarro

LOS CAÑARIS EN VILCABAMBA

Años después, Chilche continuó teniendo un papel central


en la pacificación. El virrey Francisco Toledo había llegado al
Perú en 1571, encargado por el rey Felipe II de una agenda
muy específica de tareas que cumplir Uno de los principales
objetivos de la Corona era poner fin a la resistencia inca en
Vilcabamba, que llevaba 35 años hostigando a las huestes y
viajeros españoles desde su refugio selvático. Con el propó-
sito de poner fin a esta situación incómoda, que había dila-
tado el período de conquista y pacificación y donde habían
fracasado varios intentos anteriores de solucionarla, se or-
ganizó una expedición al mando del general Martín Hurtado
de Arbieto para derrotar a los incas de la resistencia de Vil-
cabamba (Murúa 1987: 287). Para este fin, Francisco Chilche
fue nombrado por el virrey Toledo “capitán mayor de los in-
dios de guerra” en abril de 1572, a la edad de 60 años aproxi-
madamente (Valcárcel 1949). Estos denominados indios de
guerra —a quienes Toledo se refería como “indios amigos”—,
pertenecían a diversos grupos no-incas, de los cuales una
buena cantidad era cañaris y chachapoyas6

cañaris, que resaltaron su destreza militar, enfatizando su fama de “feroces


combatientes” (Romero 1923:450 cita a un cronista anónimo; Dean 2002:
170); los cañaris se jactaban en esta celebración de haberse puesto al
servicio de los españoles y basaban en este hecho una parte de su identidad
como residentes de Cusco.
6 No solo fueron cañaris y chachapoyas los que participaron en esta guerra
contra la resistencia de Vilcabamba, como se desprende de la siguiente rela-
ción: 100 de Condesuios/ 150 de Collasuios, Canas y Canches, Queguares y
Guaros / 100 de Aymaraez / 70 de Omasuios, Cotabambas y Urinquichuas
/ 200 Cañaris y Chahapoyas / de Jaquijaguana 20/ 100 del valle de Yucay,
Tambo, Calla y Lari / 50 chunchos que están en la cordillera de los Andes
que son los de Camata, San Gavan, Cuchoa, Tunu, Callangas y Gualla. Que
todos sumaban 790 “indios de guerras”, todos ellos al mando de Francisco
Chilche (ARC. Colección Betancur, Libro 1, f. 127 y ss.). Hemming habla de
más de 2000 indios de guerra de los cuales 500 eran cañaris (2000:514)

La expedición logró una de las victorias más decisivas para


el establecimiento del dominio hispano en los Andes: la de-
rrota de los incas de Vilcabamba, hecho que marcó el fin del
incario, el último paso de la conquista española y el inicio
del sistema colonial. En este contexto, Hurtado de Arbieto,
García de Loyola y Chilche fueron los actores centrales en
el ocaso del Tahuantinsuyo y la consolidación del dominio
hispano.

Se sabe de la distinción que se le hizo a Martín García de


Loyola por su liderazgo por el lado español en la toma de
Vilcabamba. Su matrimonio, promovido por Toledo, con doña
Beatriz Clara Coya, hija de Sayri Tupac (Wuffarden 2005: 189)
señala la pacificación final de los incas de Vilcabamba, pero
también sanciona las alianzas entre españoles e incas no-
bles, y de paso inicia un linaje de nobleza americana, aunque
de corta duración (Rowe 1982).

También se benefició de la pacificación este otro prota-


gonista, Francisco Chilche. El viejo cañari no sólo recibió
una serie de recompensas por haber participado al lado
de los españoles en el período de la conquista, además
se le concedió en matrimonio a una princesa inca, identi-
ficada como doña Paula Cusihuarcay. Según una escritu-
ra de repartición de bienes otorgada en enero de 1584 por
Juana Quispe Sisa, viuda de Tupac Amaru, la nueva pareja
recibió además, con ocasión de su matrimonio, una serie
de propiedades: 26 topos de tierra de maíz en Añasbam-
ba, un solar en Tococache, 40 canchas de sal en las sali-
nas de San Sebastián, tierras en Mascabamba, Ziquican-
cha y Oco oco, la estancia de Omasbamba, y las tierras de
Parguayso y Colcampata (ARC. Colección Betancur, Libro
1, fs. 267 y ss.).
Más allá de obtener valuables propiedades, Chilche, viejo
aliado de los españoles y víctor de Espíritu Pampa, había lo-
grado entroncarse con la línea de los incas de la resistencia
de Vilcabamba, a los cuales combatió y derrotó7

A nuestro modo de ver, los matrimonios de Francisco Chil-


che y Martín García de Loyola con dos ñustas, parientes
de los últimos reyes incas, fueron parte de una estrategia
política del proyecto toledano en ciernes. Casar a las hijas
de los incas de Vilcabamba con los artífices de la derrota de
la resistencia en Vilcabamba fue una maniobra que busca-
ba emparentar no sólo personas o familias, sino también a
vencidos y vencedores. Con ello, se buscaba neutralizar a
los descendientes de los incas de la resistencia. De esta ma-
nera, el enlace matrimonial de ambas facciones sirvió para
consolidar el tejido colonial y perpetuar esta historia de en-
cuentros y desencuentros.

A partir de entonces, el proyecto colonial español estaba


plenamente garantizado. Luego de la victoria en Vilcabam-
ba contra los incas rebeldes, se comenzó a encomendar a
todos los pueblos e indios de esta zona, que antes duran-
te la resistencia "servian y reconozian a Tito Cusiyupangui
e despues de su muerte a Quispitito su hijo e a Topa Ama-

7 Cabe señalar que Garcilaso de la Vega alude al mismo matrimonio de


Chilche como una suerte de conservación del dominio de los cañaris
sobre los incas derrotados. Sin embargo, Garcilaso identifica la nueva
esposa de Chilche no como hija de Tupac Amaru, si no como viuda
de Sayre Tupa: “El Don Francisco Cañari quedó tan favoreciso y tan
soberbio, que se atrevió años despues a matar con tósigo, según fama
pública a don Felipe Inca, Hijo de Huaina Capac , Confirmose la fama
porque después casó con la mujer del Don Felipe, que era muy hermosa,
y la tuvo más por fuerca que de grado, con amenazas y no ruegos que
los aficionados del Cañari le hizieron, con mucho agravio y quexa de los
Incas, más sufriéronlo, porque y ano mandavan ellos"(1944 [1617] Libro
VIII cap. I, 186)

Vilcabamba entre aqueología, historia y mito

ro” (ARC. Betancur Libro 1, f 207). La fundación de la ciudad


de San Francisco de la Victoria, el 4 de septiembre de 1572,
tuvo la finalidad de poblar inmediatamente la zona con el
objetivo de mantener el control de este espacio rebelde. Por
lo tanto, el establecimiento de encomiendas en este lugar
tenía el propósito no sólo de recompensar a quienes habían
contribuido a esta victoria, sino también de preservar la paz
en la zona. En este contexto, se distribuyeron tierras a las
personas que habían participado en la conquista y pacifica-
ción de Vilcabamba, con la condición de que se quedasen a
vivir y poblar esta provincia.
Los primeros encomenderos fueron los que habían partici-
pado en las campañas militares, que pasaban a ser los veci-
nos de las ciudades. Sólo cuando el número de vecinos en-
comenderos era corto, recién se encomendaba a quienes no
habían participado en acciones militares en servicio del rey.
Como en las demás fundaciones españolas, y de acuerdo a
las tradiciones castellanas, los vecinos y encomenderos es-
taban obligados a residir en la ciudad recientemente funda-
da, donde debían tener casa “poblada por armas y cavallo",
y estaban obligados a salir en defensa del rey en cualquier
momento, “con vuestras armas y cavallo [....] a vuestra cos-
ta” (ARC. Betancur Libro 1, f. 208 v.).

La apertura de esta nueva frontera y la ilusión de nuevas ri-


quezas, en particular mineras, no dejó de provocar el interés
de muchos que consideraban tener derechos a pedir merce-
des reales. Ya en 1586 doña María Manrique, coya de Sayri
Tupa y madre de la ñusta Beatriz, pidió permiso al virrey para
regresar a Vilcabamba en relación con el descubrimiento
de minas allá. El virrey Toledo negará el permiso solicitado.
(Dunbar Temple 1950:111-112)
De Tumibamba a Vilcabamba: los cañaris y su ensayo de proyecto colonial
Jean-Jacques Decoster y Margareth Najarro

Después de la derrota de los incas de Vilcabamba, los cañaris,


importantes actores de esta victoria, reclamaron y obtuvieron
en recompensa privilegios y tierras en la zona antes domina-
da por los incas de la resistencia8 Además, fueron eximidos
de pagar tributos, según Ordenanza de Toledo firmada en
Checacupe el 18 de octubre de 1572, tanto por sus acciones en
la conquista de Perú como por “haber sido,, .castigo y rebelión
de los incas de Vilcabamba” (Sarabia 1986: 198-199).
Las recompensas y privilegios otorgados a los cañaris por
ser aliados de los españoles y haberlos ayudado a de-
rrotar a los incas rebeldes, no fueron sin generar celos y
resentimiento por parte de algunos grupos, en particular
los incas de sangre, quienes habían decidido unir su suerte
a la de los españoles vecinos del Cusco. Fue en este con-
texto, a inicios del siglo XVII, cuando los 24 electores incas
que se presentaban como “descendientes de los yngas” de
las ocho parroquias del Cusco, presentaron un memorial
oponiéndose a la pretensión de un “yndio cañari” de ape-
llido Saguaytocto, quien convocaba en su casa “a algunos
yngas” para ser elegido como alférez real y ponerse la
mascapaycha. Los incas nobles alegaron que dicho ca-
ñari no tenía derecho a sacar el estandarte porque no era
descendiente de los incas, “sino que es descendiente de
los cañares que para el día del Corpus salen con sus in-
signias de cañares, hechos soldados, porque así lo ordenó
[,,,] Francisco Toledo[,] porque los dichos cañares y cha-

8 Parece que el interés de los cañaris hacia la región de Vilcabamba es ante-


rior a la expedición punitiva contra los incas rebeldes . Esto se desprende
del documento suscrito el 13 de marzo de 1568, año en que Chilche otorgó
una escritura de poder a favor de don Felipe Caritopa, don Juan Suna,
yngas naturales para que estos solicitasen a nombre suyo al corregidor de
Vilcabamba, se le diesen tierras en el valle de Amaybamba (ARC. Notarial,
Antonio Sanchez, prot. 16: 1566-1567).

chapoyas no son naturales de dicha ciudad, sino que son


adbenedisos de los pueblos de Quito y Anca, que los dichos
yngas les llevaron a dicha ciudad para que les sirviesen,
al tiempo de la conquista se hallaron con los conquistado-
res y les dieron la insignia de los cañares y no pagan tasa
[...] acuden a la cárcel a ser porteros y verdugos, y por esta
rason no se pueden poner la insignia de la mascapaycha ni
sacar el estandarte real[...]" (ARC. Colección Betancur, Libro
2, f. 70-v y ss.; Amado 2002: 221 y ss.).

En este memorial, los incas lamentaban que haya “algunos


indios ricos favorecidos de las justicias o personas podero-
sas en el dicho ayuntamiento de los yngas" en clara alusión
a la pretensión de Saguaytocto. Es decir, que algunos cañaris
prósperos intentaron usar su situación económica para ingre-
sar en el bloque de los electores incas. Y parecería que este
afán por incorporarse a las estructuras de poder incipientes
de la nobleza inca colonial encontró allá algunos aliados.

En mayo de 1614 este grupo de “indios ricos" aún conser-


vaba la denominación cañari. Así, don Juan Caruayañac,
Diego Machacuai y Miguel Guaman Condo, indios cañaris
Chinchaysuyos, reducidos en la parroquia de Santa Ana
del Cusco9, a nombre de 22 indios de su ayllu, señalaron
que todos ellos servían a su majestad de chasqueros en
el Cuzco. En esta ocasión se presentaron como “cañares
mitimaes que vinieron a la ciudad a servir a su magestad
9 Se ha indicado que para la segunda mitad del siglo XVII los cañaris no están
en la parroquia de Santa Ana, alegando que los ayllus existentes son: Quis-
piguara, Chinchaisuyo, Chachapoyas, Urinsuya, Paroi, Hanansaya, Yanacona,
Colla, Chasquero, Piscachunga y Libre (Miño Grijalva s/f: 96). Sin embargo, hay
que aclarar que los cañaris no aparecen registrados como tales. De manera
que, de la relación que presenta Miño Grijalva los ayllus cañaris -aunque no
llevaron este nombre- eran Chinchaisuyo, Yanacona, Chasquero y Libre.

en la conquista deste rreino por lo cual son exsemptos de


otros servicios y ministerios y de pagar tasas[...] mas de la
que dan a su magestad en la real caxa del Cuzco". Solici-
taron ser amparados en la posesión de tierras baldías en
términos de la cordillera de Calcantay (Salcantay) llama-
das Ampas, Manchaiuaico y Chaluachaca; señalaron haber
"descubierto" y "desmontado" estas tierras, haciendo de
ellas sus chacras de maíz y legumbres. Frente a este pedi-
do, el corregidor de la gobernación de Vilcabamba mandó
que no se perturbe a estos cañaris en la posesión que te-
nían de las mencionadas tierras para que con ellas puedan
sustentarse y pagar la tasa a su magestad y servir como
chaquis (ARC. Corregimiento, Leg. 27: 1693-1699, cuaderno
17). Esto nos mueve a decir que el ayllu Chinchaysuyo de la
parroquia de Santa Ana estuvo integrado por los descen-
dientes de los cañaris que formaron parte de la expedición
para derrotar la resistencia en Vilcabamba (la "conquista"),
motivo por el que recibieron tierras en esta zona.
En julio del mismo año don Francisco Pumagualpa, cacique de
los “mitimas cañares que sirven en el Cuzco como chasques", y
don Juan Caruayañac, a nombre de los chasqueros, solicitaron
la merced de algunas tierras para poseerlas como “casa pro-
pia", ocasión en la que el virrey de Montesclaros ordenó se les
diesen estas tierras mediante repartición pero “sin que por ello
adquieran derecho de propiedad". Estas tierras se otorgaron en
octubre de 1617 a los 22 indios que eran considerados como “ca-
ñaris mitmas" del ayllu Chasquero, que servían de chasquis en
el Cusco y residían en la parroquia de Santa Ana, bajo la condi-
ción referida al derecho de propiedad.

Este mismo año se hizo la entrega y posesión de dichas


tierras “chaupe yungas y punas de diferentes temples",
Vilcabamba entre aqueología, historia y mito

señalaron en esta ocasión que, “desde tiempo ynmemo-


rial" poseían por título de repartición unas punas nom-
bradas Sarcantay ('Salcantay"), Guatamachay, Rayanpa-
ta, Chacaychaca y Totoracata en el puerto de Yanama. En
este documento también se hace referencia a las tierras
denominadas Ampasmachaiguaico y Patallacta, jurisdic-
ción de la provincia de Vilcabamba. Además, alegaron que
estas punas pertenecían a su comunidad y que las tenían
arrendadas. Cabe reiterar que los solicitantes presentaron
documentos en los que especificaron que estas tierras les
fueron otorgadas en recompensa por los servicios pres-
tados en la “conquista de este reyno” (ARC. Corregimiento,
Leg. 27:1693-1699, Cuaderno 17).

Existe evidencia documental de que los cañaris siguieron en


posesión de esas tierras en Vilcabamba. En abril de 1712 don
Andrés Puricguaman, cacique principal y gobernador de los
indios cañaris chasqueros reducidos en la parroquia de Santa
Ana, a nombre de los demás indios de su ayllu, dieron en
arrendamiento a D. Miguel de la Torre Paravisino, regidor del
Cusco, unas tierras en el pueblo de Limatambo, provincia de
Vilcabamba, nombradas Pacaybamba, Suriray y otros nombres,
para sembrar maíz por 7 años. (ARC. Notarial, Francisco
Maldonado, Prot. 204: 1712, Fs. 417 y ss.). Otras fuentes incluyen
a los territorios de los “indios chasquis, cañares... consituidos
en Machu Picchu, Corihuayrachina, Quente, y otras tierras que
[al inicio del siglo XX] formaban parte de las haciendas Cotija y
Huadquiña, el asiento del gobierno español de esta región era
San Francisco de la Victoria de Vilcabamba” (Christian Bues
citado en Aparicio Vega: 1999:444)

La presencia de los cañaris (o chasqueros) en la zona de


Huadquiña/Salcantay/ Machu Picchu está documentada
Tumibamba a Vilcabamba: los cañaris y su ensayo de proyecto colonial

i-Jacques Decoster y Margareth Najarro

hasta 1849, cuando don Juan Usamayta y doña Francisca


Cullo, últimos representantes del ayllu Chasqui, descen-
dientes de los antiguos indios mitimaes, ocupan todavía las
tierras de Palkay, Umantay, Machu Picchu, Waynapicchu y
valle de Salkantay (Triveño y Abarca, 2013:20). Los autores
proponen que los caciques antiguos de la región de Ollan-
taytamboy Machu Picchu fueron llevados de la zona en un
primer tiempo por Mango Inca en su fuga hacia Vitcos, y
luego de la conquista de Vilcabamba, expulsados por Arias
Maldonado. Este hecho abrió la posibilidad de un nuevo
movimiento migratorio. Los territorios de Quentemarca,
Pacaymayo, Picho, Huadquiña-Santa Teresa y Amaybamba
fueron así ocupados por los mitimaes jawayuncas cos-
teños, camayoc y los chachapoyanos, quienes poblaron
los lugares cálidos del valle de Amaybamba. Por su parte,
los territorios de la parte baja del nevado de Salkantay y
Palkay fueron habitados por los mitimaes cañaris (Triveño
y Abarca, 2013:19).

CONCLUSIÓN

Proponemos que la actuación de los cañaris, desde la ex-


pansión inca hasta bien avanzada la administración colo-
nial española de la región, corresponde a una estrategia de
reposicionamiento de una población enfrentada a trastor-
nos históricos que conmovieron su mundo. Las conquistas
sucesivas de su territorio, primero por los incas y luego por
los europeos, le proporcionaron la oportunidad de ejecutar
su propio proyecto expansionista.La implementación de
esta aspiración territorial -mas no política- fue facilitada
inicialmente a través de las instituciones incas de mitimaes

y yanaconas, que no solamente contribuyeron a crear una


identidad cañar (Hirschkind 1995:320) sino que además faci-
litaron las estructuras para su difusión poblacional.

Hasta un cierto punto, las mismas instituciones coloniales


correspondientes operaron la continuación de la organi-
zación, llevando a la adaptacion de la etnia cañar al nuevo
orden colonial, y su participación en la conformación del di-
seño societal, donde se les hizo posible delinear su propio
proyecto de integrar una nueva élite regional.

Los cañaris colaboracionistas lograron hacerse de un espa-


cio de poder en el transcurso de las guerras de conquista.
Este hecho fue el sustento de su identidad en el siglo XVI,
donde su fama de guerreros aguerridos los convirtió en alia-
dos incondicionales de los españoles, y los servicios pres-
tados en favor del rey les dieron una situación privilegiada
entre los demás indígenas.

Después de la pacificación de Vilcabamba y el estableci-


miento de la Colonia, los cañaris mantuvieron sus privile-
gios vinculados a la conquista y la pacificación. 10 Las tierras
que obtuvieron en recompensa por su participación en el
período de la invasión y conquista en la zona de Vilcabamba,
les permitieron tener dominio efectivo sobre esos espacios.
10 En 1778 el visitador José Antonio de Areche, en sus Instrucciones, explica
así los privilegios acordados a los cañaris y el cuidado que hay que tener
en respetarlos “Párrafo 35. Hay otros reservados acordada por algunos
particulares servicios hechos a Su Majestad en común o en individuo al
tiempo de la conquista, a los cuales y sus descendientes se les otorgó
absoluta liberación, como sucede con los que se distinguen bajo el nombre
de cañaris. Se les guardarán a estos de buena fe sus esempciones, pero
se cuidadará de que el abuso no multiplique estos reservados, haciendoles
presentar sus papeles de privilegio para que sean examinados en recaucion
de algun fraude" (citado en Espinoza Soriano 1999[1988] 319)

De esa forma, la participación en la conquista de Vilcabam-


ba, transformada en posesión actual territorial, llegaba a ser
la justificación de la ascendencia de los cañaris y el respaldo
de su posición en la sociedad, desvinculándola de los meros
oficios de chasquis, guardas y verdugos desempeñados al
inicio de la Conquista.

Sin embargo, hacia la consolidación de la Colonia, la im-


portancia de la descendencia incaica se fortaleció hasta
convertirse en el grupo de mayor prestigio (Garrett 2009).
En este escenario algunos miembros de la línea de los ca-
ñaris lograron preservar su estatus y privilegios a través de
ciertas estrategias, como las alianzas matrimoniales con
miembros de la nobleza incaica. Fue el caso, por ejemplo,
de doña Josefa Landebisnay, quien se autonominaba “ultima
subcesora" desde el “tiempo de la gentilidad" de la descen-
dencia del “gran capitán don Francisco Chillche", quien según
su versión fue el primer cacique (de cuatro villas en Orope-
sa) nombrado por las autoridades reales “por los grandes
servicios que en la conquista y nuevo descubrimiento" (ARC.
Corregimiento. Leg. 88: 1719-1730). Cabe resaltar que doña
Josefa Landebisnay no hizo referencia a su ascendencia ca-
ñari al ventilar el pleito por el cacicazgo de “Caiocari" (Gua-
yocari) en Guayllabamba, pero sí destacó ser descendiente
de Chilche, quien había servido a su majestad “peleando y
derramando su sangre" en diversos episodios tan impor-
tantes como la captura del “ynga Atahualpa y Thopa Ama-
ro" (Najarro 2009:167). Esta mujer noble, quien sin embargo
de su origen cañari usaba el apelativo de coya, se casó con
don Marcos Chiguantopa, famoso cacique de diez ayllus en
Colquepata (Paucartambo), quien después de una larga ca-
rrera de ascenso llegó a ser miembro del distinguido grupo
de veinticuatro electores incas del Cusco y, finalmente, fue
Vilcabamba entre aqueología, historia y mito

elegido alférez real en la primera mitad del siglo XVIII (Naja-


rro 2009: 167 y 165; y Najarro 2005).]

Esos pasos sucesivos en el recorrido de los cañaris también


señalan una transformación social y una desetnificación de
ese grupo, pasando de ser yanaconas y mitimaes a vecinos;
de indios de guerra a chasqueros, y que a través de alianzas
matrimoniales con incas y demás clases altas de la Colonia
lograrán completar no solamente una conquista del espacio
del antiguo Tawantinsuyu, sino también legitimar una posi-
ción social en el nuevo orden colonial.

Un trabajo reciente refiere estudios de larga duración de


población cañari en Cañar y Azuay (actual Ecuador), asen-
tamientos de mitimaes cañaris en Porcón y Chiara (Perú) y
Copacabana (Bolivia). Los grupos estudiados por el autor
presentan estrategias étnicas variadas a lo largo del pe-
ríodo colonial en lo que toca a la adaptación e integración
a la sociedad dominante, en unos casos manteniendo su
identidad cañar, en otros escondiéndola, o incluso descar-
tándola por otra identidad indígena (e.g. aymara) (Solari
Pita 2013).

En la región de este estudio -Vilcabamba, Cusco, Yucay-, se


ve que la importancia de los cañaris se va reduciendo ha-
cia el siglo XVIII, hasta que se puede señalar su desaparición
como grupo étnico distinto en el siglo XIX. 11 Planteamos que
éste constituye precisamente la prueba de su éxito en mi-

11 Espinoza fecha la desaparición de los cañaris como grupo identifiable en


la Independencia de Perú en 1824, proceso de extinción que se consuma-
rá con la prescripción del tributo indígena por Ramón Castilla en 1848
(1999[1988]320). Resulta notable que esta fecha corresponde también con
las última información sobre la presencia de los chasqueros en Amaybamba
De Tijm iÍbaCmEla.a Vilcabamba: los cañaris y su ensayo de proyecto colonial
Jean-Jacques Decoster y Margareth Najarro

metizar la nobleza indígena e incorporarse a la élite colonial.


Dentro de la sociedad indígena-colonial surandina, objeto de
nuestro trabajo, la identidad étnica cañar se reclama cuan-
do y en la medida que puede ■ para obtener ventajas:
mercedes de tierra en Vilcabamba, excepción de tributo y
de mita colonial. A medida que esas ventajas cambian, con
la transformación de las instancias administrativas, esa
conducta se remplaza por nuevas políticas (alianzas ma-
trimoniales, postulación a cargos, testimonios de posesión
antigua de tierras...).

Waldemar Espinoza califica la época republicana poste-


rior a la prescripción del tributo indígena, como “una etapa
incontenible de desintegración... de la nobleza e hidalguía
de los cañarís...” (1999[1988]320). En realidad, como hemos
visto, esta misma identidad étnica era producto de la con-
quista12, y los cañaris como tal habían logrado un cierto re-
conocimiento societal solo a partir de una serie de tácticas
desarrolladas a lo largo de la Colonia. Proponemos que
el eclipse de la identidad cañari, señalado por Waldemar,
lejos de deber considerarse como un fracaso, representa
la culminación de una estrategia muy andina de difusión
territorial, acceso a recursos y sobrevivencia. Fue de he-
cho la participación en la pacificación, y luego la ocupación
de territorios dentro de la provincia de Vilcabamba, lo que
permitiría a este grupo una última mutación en su trayecto
intrincado desde la periferia del imperio inca hacia su in-
corporación en las élites indígenas de la Colonia. ■

12 Salomon sugiere que en la narrativa moderna, los cañaris contemporá-


neos se consideran descendientes de los incas y dicen que sólo se vuelven
cañaris con la llegada de los españoles (Salomon 1987). Ver tambien en otro
contexto Amselle y M’Bokolo 1985.
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Patronato 93
Probanza 19 XI 1539, N9, R3

AGI
Perú leg 28A-57
Cartas y expedientes, virrey Toledo
ff, 292-294
Carta del Virrey Toledo anunciando a SM sobre la
guerra del inga titu cusi (carta #141 segun Hanke)
f. 293 r.
... La otra era que aunque la ynformacion
de este trato y rebelion se hiziese y fuese
bastante para castigar a los yngas que en
ella intervinieron aunque fueen todos cul-
pables... se hiziese por razon de su culpa
lo que sus yngas hazian con estos natu-

Villanueva Urteaga, Horacio


1970 "Documento sobre Yucay en el siglo XVI.
Transcripción paleográfica, Introducción
y Notas de Horacio Villanueva Urteaga."
Revista del Archivo Histórico del Cuzco,
N° 13, pp.: 1 a 185
era hazerlos mitimas pasandolos de unas
provincias a otras
ff. 295-297v.

Carta del Virrey Toledo anunciando a SM sobre la


guerra del inga Titu Cusi
(carta # 142 según Hanke)
f. 296 v.
...y quitando el nombre de los yngas de
aquella provincia poblandola de españo-
les se puede tomar medio en los yngas
que quedan en esta provindia del Cuzco.
Para repartirlos, y hacerlos mitimaes en
otra parte donde ni temga fuerza ni au-
toridad

AGN Buenos Aires


Real ejecutoria
1710 Real Ejecutoria.
Vuestra Excelencia manda que los indios
cañares contenidos en el memorial aquí
inserto no paguen tributos, mitas ni ser-
vicios personales en atención al privilegio
que se los concedió por el señor licenciado
Lope García de Castro siendo gobernador
de estos reinos. Los Reyes 10 de noviem-
bre de 1710.
47 ff. Archivo Nacional de Cangallorales cada dia por asegurar su tirania aue

Vilcabamba entre aqueología, historia y mito


ARC
Libros de Cabildo del Cuzco, No. 3, caja 2, fs. 37 y
67

ARC
Colección Betancur Libro 1.
Colección Betancur Libro 2.

ARC
Corregimiento, Causas Ordinarias
Leg. 27, 1693-1699, Cuaderno 17
Autos Seguidos por don Pascual Hachaguaman,
cacique principal del Ayllu Chasquero, reducidos
en la parroquia de Santa Ana y en nombre de los
indios de su comunidad, contra Pedro de Almirón y
Hernán de Almirón, sobre la propiedad y posesión
de unas tierras nombradas Sarcantay, Guaran-
cachay y Rayampata, entre otras ubicadas en la
provincia de Vilcabamba. 1695.
ARC.

Corregimiento. Leg. 88: 1719-1730

ARC.
Notarial, Francisco Maldonado, Prot. 204:1712, Fs.
417 y ss.

BN Lima
Real Provisión
1686 Provisión de los indios cañares de Vilca para
no pagar mitas ni tributos. Año 1686. BN Lima Ms.
B44.

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