3.5.1 Admi
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1 TIPOS DE CONTRATO
Es una modalidad, que en los últimos tiempos se está haciendo habitual en los
grandes proyectos de construcción. En este tipo de contrato el Constructor o
Contratista toma a su cargo tanto el proyecto como la construcción de las obras y
en su oferta valora la ejecución de los trabajos descritos en un proyecto, que el
mismo equipo o alguien por cuenta del Constructor ha redactado. En este tipo de
contratos el Cliente realiza la licitación sobre un Pliego de Bases, que define de
manera suscita el objetivo o intención que desea conseguir con la construcción, y
deja en libertad al Contratista para definir la manera de lograrlo, debiendo el
mismo Contratista valorar con posterioridad su propio proyecto. El Cliente realiza
la adjudicación a aquella oferta que le resulta más aceptable para satisfacer los
objetivos perseguidos con la construcción o simplemente a aquella que le gusta
más. Algunos Contratistas se inclinan claramente por este tipo de contrato, sobre
todo cuando en él se incluye la financiación de toda la operación. Es decir, el
Contratista no sólo aporta el proyecto completo y su construcción, sino que lo
financia y el Cliente se compromete a abonar a lo largo de una serie de años,
normalmente muchos más de lo que dura la construcción, el importe total de su
promoción.
En la actualidad, en ciertos casos, se incluyen entre los trabajos comprendidos en
el contrato incluso el mantenimiento de la construcción o instalación construida
durante una cantidad considerable de años. En algunos países, se contratan en la
actualidad tramos de carretera incluyendo en el contrato el paquete completo:
Proyecto, Construcción y Mantenimiento durante diez o quince años. El Cliente
(habitualmente la Administración en estos últimos casos) pacta con el Constructor
el pago dilatado en el tiempo de toda la operación, incluyendo, como es lógico, en
el importe los intereses generados por el pago diferido. Como ventajas de este
sistema se pueden señalar:
Todas las ofertas tienen la misma base, es decir, se oferta lo mismo por
cada uno de los licitantes, por tanto, son comparables.
El Cliente se asegura un costo más o menos cierto o al menos con muy
pequeño porcentaje de variación, ya que los riesgos de posibles variaciones
son asumidos por el Contratista e incluidos en el precio ofertado.
El Contratista asume la responsabilidad de la medición por lo tanto puede
valorar algo que el mismo ha medido, lo que le exime de posibles errores
ajenos a la hora de evaluar sus propios costos.
Evita una gran parte del trabajo de medición y valoración del trabajo
realizado, pues la cifra final de cada unidad es conocida y por lo tanto se
puede CERTIFICAR, o sea pagar cada relación mensual de obra realizada,
a base de calcular el porcentaje realizado de cada unidad.
El Cliente obtiene una serie de ofertas, que le comprueban la fiabilidad
económica del Proyecto que encargó y al compararlas le dan una idea muy
clara de cuál puede ser el precio real de la construcción de su proyecto.
Este tipo de contratos sólo son recomendables en alguno de los casos siguientes:
Las ventajas de este tipo de contrato, sobre todo si el Proyecto está bien
realizado, son evidentes pues participa de las ventajas de los otros sistemas ya
descritos y por ello es el tipo de contrato más común en las obras de ingeniería.
Asegura en cierta medida el costo total y al mismo tiempo deja abierta la
posibilidad de introducir variaciones sin perjuicio para ninguna de las dos partes
contratantes: Cliente y Contratista. Por otra parte, fija una base concreta y
determinada sobre la que realizar la licitación de las obras, permitiendo una
competitividad justa entre los concursantes a una obra.
Este tipo de contrato exige, para ser razonablemente aceptable para el Cliente,
una estrecha vigilancia del Contratista por parte del Cliente y supone
habitualmente un coste superior en la obra ejecutada que el que se conseguiría
con otro tipo de contrato. En este Contrato se elimina todo interés por el
rendimiento y la productividad no sólo en el contratista, sino en el propio personal
u organización de éste. Por otra parte, el Contratista se encuentra totalmente
coaccionado en su trabajo, no pudiendo tomar decisión alguna, sin el previo
permiso del Representante del Cliente, lo cual dificulta gravemente su propia
programación de trabajo. Además, la tramitación administrativa de los pagos suele
resultar complicada debido a la multitud de comprobaciones y papeleo que
requiere su autorización. No es aconsejable por lo tanto este tipo de contrato, más
que en casos de emergencia y siempre de manera provisional y parcial hasta
conseguir la firma de otro contrato más conveniente. Como es lógico, existen
además multitud de tipos de contratos que contemplan diferentes variantes a las
mencionadas más arriba. Entre ellos los contratos al costo más un beneficio fijo,
los contratos con beneficio en función del costo alcanzado, etc. El Contrato es
básicamente un acuerdo entre las dos partes contratantes en el cual se establecen
los compromisos y obligaciones de cada parte, así como el reparto asunción de
los riesgos que se puedan presentar. Todo ello en un plano de igualdad que
supone además implícita la buena fe de ambas partes en el momento de la firma
del contrato.
3. - Oferta
4. - Documentos aclaratorios
De algún posible punto difícil o importante del contrato, como puede ser el
de la fianza, premios o sanciones por retrasos, forma de actuar en caso de
aparición de emergencias imprevisibles, reparto de riesgos, etc.
Riesgos e Imprevistos.
Otro tipo de riesgos, que podríamos llamar riesgos improcedentes, son aquellos
derivados de una falta de información adecuada en el Proyecto, por ejemplo,
sobre las características del terreno donde se asienta la construcción proyectada.
A veces el Proyecto define de manera muy general la unidad a realizar, incluyendo
en ella trabajos de muy diferente índole, y por tanto de muy diferente costo, dentro
de una misma unidad. Si al final resulta fácil la ejecución del trabajo el Contratista
puede resultar muy beneficiado, en caso contrario muy perjudicado. Este tipo de
riesgo se debe evitar con una información adecuada en el Proyecto, aunque para
ello sea necesario encarecer el mismo. Siempre es más barato modificar un papel
que derribar parte de una construcción ya realizada. Otra forma de incluir riesgos
improcedentes en un contrato, es dejar a la responsabilidad del Contratista el
diseño final de una determinada unidad de obra, con especificaciones poco claras
que supongan una valoración técnica general opinable de la misma. Por ejemplo:
"la excavación quedará con sus laderas en talud apropiado y estable". Esto, en el
fondo, es transmitir al Contratista una responsabilidad ingenieril propia del
Proyectista que puede tener graves consecuencias para el Cliente, una vez
terminada la obra. El proyecto debe definir con exactitud la forma definitiva de
cada parte de la obra y la responsabilidad del Contratista es, o debe ser,
únicamente la de construir exactamente aquello que se ha proyectado, no la de
proyectar ni modificar el diseño del Proyecto.
Como resumen se puede decir, que no existe contrato válido entre dos partes para
realizar algo que no pueda ser definido completamente. En todo contrato válido
existen tres partes esenciales:
Por tanto, si un riesgo se materializa en tal manera que se sale de toda magnitud
lógicamente concebible por ambas partes cuando éstas redactaron o leyeron los
documentos del contrato, este riesgo materializado es de tal naturaleza que no
está cubierto por el contrato. Es decir, todo riesgo mencionado en un contrato
tiene implícitos unos límites y resulta imposible para el Contratista salvaguardar
los intereses del Cliente más allá de estos límites.
En general, hay que evitar "pasarse de listo" tanto por parte del Contratista como
por parte del Cliente. En todo contrato es imprescindible presuponer la buena
voluntad de las partes, que aportan unos medios para una tarea común, que ha de
ser llevada a cabo con un espíritu de colaboración lo más sincero posible. Y la
aparición de "detallitos" en una u otra parte acaba siempre siendo perjudicial para
el objeto final del contrato: la obra. No hay que olvidar, sin embargo, que en un
contrato son distintos los intereses de ambas partes contratantes y a menudo
enfrentados. Por lo tanto, cada parte tiene la obligación de defender sus intereses
hasta el límite que permita la justicia del contrato. El interés del Cliente es que su
obra resulte de la mayor calidad posible, con el menor costo posible. El objetivo
del Contratista es conseguir el máximo beneficio, sin disminuir la calidad prevista y
contratada de su producto, que es la construcción que entrega.
Fianzas
La experiencia enseña, a veces, que quizás sería preciso establecer una fianza o
aval que garantice al Contratista, el riesgo de una falta de seriedad del Cliente a la
hora de cumplir asimismo sus obligaciones contractuales. No es, por desgracia,
infrecuente el caso de que sea el Cliente el causante del conflicto e incluso de la
interrupción de las obras, bien de manera directa, bien indirecta por falta o demora
en los pagos pactados.
Sin embargo, el contrato de obra pública sigue sin ser un contrato en igualdad de
derechos y obligaciones para ambas partes contratantes.
En los contratos se suelen contemplar los posibles incumplimientos por parte del
Contratista con gran detenimiento, mientras se dedican pocas líneas a las posibles
violaciones del contrato por la otra parte.
Referencias
Suarez Salazar. (2008). Administración de Empresas Constructoras. Madrid, España: Limusa.