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Los receptores tanto del olfato como del gusto son quimiorreceptores estimulados por
moléculas disueltas en el moco del interior de la nariz, y en la saliva en la boca. Se ha
estimado que gracias al olfato y al gusto las personas podemos diferenciar alrededor de
30 millones de compuestos.
Por otro lado, el sabor que percibimos de los alimentos es en gran parte la combinación
de su verdadero sabor y de su olor, es por ello que, muchos alimentos pueden tener un
“sabor diferente” si la persona tiene un resfriado o alguna afección que afecte su sentido
del olfato. Asimismo, dichos sabores implican la mezcla de cinco cualidades gustativas
elementales: salado, dulce, agrio, amargo y umami (que se puede identificar
principalmente en el glutamato monosódico).
Los trastornos del sentido del gusto no representan un peligro para la vida, pero pueden
alterar la calidad de vida e influir en el estado, algunos de esos trastornos son la ageusia
(ausencia de gusto), la hipogeusia (disminución de la sensibilidad gustativa), la
hipergeusia (aumento de la sensibilidad gustativa) y la disgeusia (distorsión del gusto,
como la sensación de sabor sin que haya estímulos gustativos).
Describir el mecanismo de detección de los estímulos tanto del gusto como del olfato y
el modo en que se codifican en señales nerviosas transmitidas al encéfalo.
Objetivo Específicos:
Este sentido constituye principalmente una fusión de las yemas gustativas de la boca,
sin embargo, el sentido del olfato también contribuye poderosamente a la percepción.
Además, se encarga de percibir la textura de los alimentos (sensibilidad táctil de la
boca). La importancia del gusto radica en el hecho que permite a una persona escoger la
comida en función a los deseos y las necesidades metabólicas de los tejidos corporales.
3. Yemas gustativas
Los órganos terminales especializados del sentido del gusto, las yemas gustativas,
son una agrupación de 50‐150 células neuroepiteliales incluidas en el epitelio
estratificado de la lengua, más concretamente en las papilas gustativas. Una pequeña
abertura en la superficie epitelial, el poro gustativo, permite el contacto directo de
estas células con los estímulos gustativos externos de la cavidad oral. El tamaño de
las yemas varía entre los 50‐70 µm. en su eje mayor y los 40‐60 µm. en su eje
menor. La porción apical de la yema comunica con el exterior a través del poro
gustativo, de unos 5 µm. de diámetro, por el que se proyectan numerosas
prolongaciones celulares.
Las yemas gustativas son un agregado de células en forma de cebolla compuesto por
una población celular heterogénea, células gustativas que poseen propiedades
neuronales que dan lugar a potenciales de acción y a la liberación selectiva de
neurotransmisores en respuesta a determinados estímulos del gusto. Así pues, estas
estructuras sensoriales tienen la tarea de supervisar el ambiente químico de la
cavidad oral y en particular percibir sensorialmente qué alimentos son apetecibles,
cuáles son tóxicos, aversivos, nutritivos, etc.
En definitiva, las papilas gustativas ayudan a supervisar la primera etapa de la
captación energía: la ingesta de alimentos. Las yemas gustativas contribuyen por
ello a nuestra calidad de vida gracias al análisis químico de los alimentos en relación
a sus cualidades gustativas de dulce, salado, agrio, amargo, umami y, quizás, otros
gustos (por ejemplo, grasa, astringente, metálico).
Tipos celulares
Las células de las yemas se dividen en tres categorías principales, originalmente
definidas por sus características morfológicas y distinguidas más recientemente por
su expresión de proteínas específicas y respuestas a la estimulación gustativa
- Células tipo I
- Células tipo II
1. La membrana olfatoria
Las células olfatorias son células nerviosas bipolares derivadas del sistema nervioso
central, existen aproximadamente 100 millones de ellas. De su extremo mucoso
nacen de 4 a 25 cilios olfatorios (también llamados pelos olfatorios), los cuales se
proyectan hacia el moco que reviste la cara interna de las fosas nasales. Estos cilios
son los encargados de reaccionar a los olores del aire y estimular las células
olfatorias.
La parte de cada célula olfatoria que responde a los estímulos químicos de este
carácter son los cilios olfatorios. La sustancia olorosa, al entrar en contacto con la
superficie de la membrana olfatoria, primero difunde hacia el moco que cubre los
cilios. A continuación, se une a las proteínas receptoras presentes en la membrana
de cada cilio. En realidad, toda proteína receptora es una molécula larga que se abre
paso a través de la membrana, doblándose unas siete veces hacia dentro y hacia
fuera. El compuesto oloroso se une a la porción de la proteína receptora que se
vuelve hacia el exterior. Sin embargo, la parte interna de la proteína plegada está
acoplada a la proteína G, que es en sí una combinación de tres subunidades. Al
excitarse la proteína receptora se desprende una subunidad α de la proteína G y
activa la adenilato ciclasa, que está fija al interior de la membrana ciliar cerca del
cuerpo de la célula receptora. A su vez, la ciclasa activada convierte muchas
moléculas de trifosfato de adenosina intracelular en monofosfato de adenosina
cíclico (AMPc). Finalmente, este AMPc activa otra proteína cercana de la
membrana, un canal activado para el ion sodio, que abre su «compuerta» y permite
el vertido de una gran cantidad de iones sodio a través de la membrana hacia el
citoplasma de la célula receptora. Los iones sodio elevan el potencial eléctrico
dentro de la membrana celular en sentido positivo, lo que excita a la neurona
olfatoria y transmite potenciales de acción hacia el sistema nervioso central por
medio del nervio olfatorio.
Los receptores olfatorios se adaptan alrededor del 50% más o menos durante el
primer segundo después de su estimulación. A partir de ahí, el proceso olfatorio
sigue con una gran lentitud. En cambio, las sensaciones olfatorias se adaptan en un
plazo en torno a 1 min después de entrar en una atmósfera cargada con un olor muy
penetrante.
Como esta adaptación psicológica resulta mucho mayor que el grado de adaptación
de los receptores, es casi seguro que la mayor parte del proceso suplementario
sucede dentro del SNC, caso que también ocurre de la adaptación a las sensaciones
gustativas.
Sin embargo, esta lista no representa las auténticas sensaciones primarias del olfato,
ya que estudios específicos sobre los genes que codifican las proteínas receptoras,
indican la existencia de un mínimo de 100 sensaciones olfatorias primarias, en
contraste con las tres sensaciones primarias de color detectadas por los ojos y con
las cinco de gusto percibidas por la lengua. Además, se han descubierto personas
con ceguera olfatoria para sustancias aisladas; identificándose para más de 50
sustancias diferentes. Se supone que la ceguera olfatoria para cada una representa la
ausencia en las células olfatorias de la proteína receptora correspondiente para ese
compuesto concreto.
1. Tanto el sentido del gusto como del olfato son sentidos químicos que desempeñan
su rol gracias a la interacción de pequeñas moléculas del exterior con los botones
gustativos y el epitelio olfativo respectivamente, es de esta manera que mediante
una red de señalización y potenciales de acción en neuronas aferentes se transmite la
información para que los sabores y los olores seas reconocidos en el cerebro.
2. El sentido del gusto es uno de los principales sentidos, este nos permite conocer el
sabor de las comidas y además os permite actuar como mecanismo de
reconocimientos de toxinas, ya que por lo general estos presentan sabor amargo.
Este sentido presenta cinco sensaciones primarias: amargo, agrio, dulce, umami,
salado.