Conjunt
Conjunt
Conjunt
Es bien sabido que el enfoque conjuntista ha tenido una gran importancia en el siglo XX como elemento
unificador y sistematizador de la matemática moderna. Que esto sería así resultaba ya previsible a fines
del XIX, como consecuencia, entre otras cosas, de los esfuerzos de rigorización que se habían llevado a
cabo bajo la consigna de la llamada DULWPHWL]DFLyQ del análisis. En el II Congreso Internacional de
Matemática (París, 1900), Poincaré afirmaba que se había logrado el rigor absoluto, y que a través de la
aritmetización la matemática pura había sido reducida a números naturales y conjuntos infinitos.1 La
obra monumental de Bourbaki, con su efecto orientador y uniformizador del trabajo matemático en el
período 1950–1980, fue una clara expresión de esa tendencia a un nivel más sofisticado. En el Congreso
de la Association for Symbolic Logic de 1948 decía Bourbaki:
como todos sabemos, todas las teorías matemáticas pueden ser consideradas como extensiones de la teoría general de conjuntos.
[Bourbaki 1949, 7]
/RVRUtJHQHV±
Retrospectivamente, y desde el punto de vista de la emergencia del enfoque conjuntista de las diversas
ramas de la matemática, el quinquenio 1868–1872 se antoja una etapa de hiperactividad. Las principales
contribuciones que hay que reseñar son obra de matemáticos alemanes, lo que probablemente se debe al
peculiar ambiente intelectual que se vivía en aquella zona, sobre todo a la orientación generalizada hacia
una matemática pura.5 Y entre esos matemáticos destacan, por la impronta que dejaron, tres: Riemann,
Dedekind y Cantor.
Cronológicamente, la primera contribución es la de Riemann, a través de los trabajos que
realizó para su habilitación como profesor (3ULYDWGR]HQW) en 1854, trabajos que fueron publicados por su
amigo Dedekind en 1868. Estos inéditos de Riemann, publicados dos años después de su muerte,
provocaron inmediatamente reacciones en el mundo matemático. En la famosa lección ‘Sobre las
hipótesis en que se basa la geometría’, que inspiró a Helmholtz y Klein, Riemann no se limita a hablar
de geometría, sino que esboza también algo así como un marco general para la matemática y en
particular para la naciente topología. En este contexto presenta la noción de YDULHGDG [Riemann 1868b].
En Riemann, esta palabra todavía no tiene el sentido muy técnico que adquirió a principios del siglo
XX; la definición que dio es algo oscura (ver sección 2), pero el caso es que admitía tanto variedades
discretas, que relacionaba con los números naturales, como variedades continuas. Las variedades
continuas, según Riemann, pueden estudiarse desde un punto de vista métrico, introduciendo los
números reales, pero también desde el punto de vista del DQDO\VLVVLWXV (esto es, topológico). Dando un
paso más, Riemann presentaba en forma intuitiva la noción de dimensión de una variedad continua, y
también admitía que las variedades continuas son ‘en general’ diferenciables. Por supuesto, este último
paso esconde una falta de rigor que no podía escaparse al propio Riemann, quien en sus lecciones dio
ejemplos de funciones continuas no diferenciables. Pero esos razonamientos llamados ‘generales’ eran
habituales en su tiempo, y sin duda permitían avanzar rápidamente sin tropezar en graves dificultades
técnicas. En este caso, Riemann pasaba a esbozar sofisticadas teorías de geometría diferencial, gracias a
3
Las ideas expuestas a continuación se discuten ya en [Ferreirós 1993], y sobre todo en [Ferreirós, en prensa]. Remito a
estas obras para mayores detalles y justificación de lo expuesto.
4
[Weyl 1918], 35–36. Weyl había reaccionado frente a esa tradición dominante y proponía en la obra un interesante enfoque
constructivo (en particular, predicativista) del análisis y la matemática.
5
Quede para otra ocasión la cuestión de los orígenes de la matemática pura, y de por qué el purismo fue habitual entre los
universitarios alemanes. Es un tema complejo, sobre el que puede leerse algo en [Ferreirós, en prensa, cap. 1].
2
las cuales analizaba la noción de espacio geométrico y espacio físico con una sofisticación sin
precedentes.
¿Cómo llegó Riemann a la idea de variedad, es decir, de conjunto? De acuerdo con algunos
manuscritos que han sido publicados por Scholz, parece ser que fue antes de haber captado la
posibilidad de imponer distintas métricas a una misma variedad continua (con sus consecuencias para la
geometría diferencial). Riemann había esbozado una nueva aproximación a la teoría de funciones en su
tesis doctoral de 1851, donde desarrollaba de forma muy original la idea del plano complejo,
introduciendo la noción de VXSHUILFLH GH 5LHPDQQ. Esto resultaba muy útil para analizar de forma
abstracta las propiedades de las funciones complejas multivaluadas: propiedades tales como los puntos
de ramificación y el número de ramas quedaban recogidas al definir la superficie de Riemann
correspondiente; un estudio topológico de la superficie llevaba al primer número de Betti, de nuevo
relacionado con importantes resultados de teoría de funciones, en especial el teorema de Riemann–
Roch. Todo esto resultaba muy satisfactorio para Riemann, que estaba radicalmente a favor de un
enfoque conceptual de la matemática: mucho mejor, en su opinión, introducir el concepto de superficie
de Riemann que estudiar las funciones complejas a través de representación mediante series, al estilo de
Weierstrass (ver sección 3).
Sin embargo, ese modo de trabajar en teoría de funciones contradecía la tendencia a la
aritmetización, defendida entre otros por el maestro de Riemann, Dirichlet. En cierto modo, parecería
que la teoría de funciones pasaba a depender de nociones geométricas; pero además, las superficies de
Riemann no son constructos del espacio tridimensional, sino en general Q–dimensionales, idea
revolucionaria para la época. En suma, la teoría de funciones riemanniana presentaba graves dificultades
fundacionales. Reflexionando sobre este tema en los manuscritos publicados por Scholz, Riemann
llegaba a la conclusión de que las superficies de Riemann no son más que variedades continuas. Y las
variedades o conjuntos no son algo de carácter propiamente geométrico, sino muy generales e incluso
esenciales para toda la matemática. Los conjuntos pueden ser discretos o continuos, en cuyo caso
podrán analizarse sus propiedades topológicas, o sus propiedades métricas introduciendo una unidad de
medida y empleando los reales. Más aún, somos libres de considerar variedades de cualquier número de
dimensiones, incluso de infinitas dimensiones [Riemann 1868b]. De acuerdo con esto, una vez que
concebimos la matemática desde un punto de vista conjuntista, la teoría riemanniana de funciones
resulta aceptable, y la introducción de las superficies de Riemann no supone recurrir a la geometría, sino
a la noción básica de conjunto.
Estas ideas de Riemann quedaron plasmadas a un nivel intuitivo, que no iba mucho más allá del
simple esbozo que acabo de ofrecer. Pero, en el desarrollo histórico de un campo nuevo, una simple
sugerencia puede ser tan eficaz como un teorema bien demostrado. El propio Cantor llegó a escribir que
“ en matemática, el arte de proponer cuestiones es más importante que el de resolverlas” [1932, ]. Tanto
Dedekind como Cantor hicieron contribuciones relacionadas con las ideas topológicas de Riemann,
tratando de fundamentar y clarificar las nociones de continuidad y dimensión que éste había
presupuesto. Y aún más, de 1878 a 1892 Cantor llamará al tema que le ocupaba ‘teoría de variedades’ ;
el hecho de que emplee la misma terminología que Riemann no es casual (sección 2).
En cuanto al otro trabajo de Riemann publicado en 1868, es la conocida tesis sobre series
trigonométricas donde se presenta su concepción de la integral, y estimuló un fuerte desarrollo de la
teoría de funciones reales, en particular el estudio serio, por vez primera, de funciones discontinuas. Fue
solo al ampliar Riemann la noción de integral que adquirió sentido la investigación de tales funciones, y
fue dentro de este marco donde se encuadraron los primeros trabajos famosos de Cantor que le llevaron
a la teoría de conjuntos de puntos (ver más abajo).
Un último punto que conviene resaltar aquí es la preferencia de Riemann por una matemática
conceptual, lo que le hizo avanzar en la dirección de la matemática abstracta del siglo XX. En su
obituario de Jacobi, Dirichlet resumió esa orientación en una fórmula al decir que la tendencia
dominante en análisis era “ reemplazar los cálculos por pensamientos” .6 Riemann fue un partidario
apasionado de ese enfoque, y lo llevó mucho más lejos que sus predecesores. Ya lo hemos visto al
6
[Dirichlet 1889/97], vol. 2, 245.
3
compararlo con Weierstrass: opinaba que siempre es preferible estudiar las funciones a través de
nociones generales abstractas, y no a través de formas de representación. Dedekind, que compartió esa
preferencia metodológica, puso siempre como modelo de enfoque conceptual la teoría de funciones de
Riemann, y dijo que su teoría de ideales aspiraba a asemejarse a dicho modelo (ver más detalles sobre el
tema en la sección 3). Así pues, diversos aspectos de la obra de Riemann tuvieron una influencia
constatable tanto en Cantor como en Dedekind, de modo que aquel genial matemático parece haber sido
un LQVSLUDGRU clave de la reorientación conjuntista y abstracta.
Pasemos a Dedekind. En 1871 publica, en un apéndice a las lecciones sobre teoría de números
de su maestro Dirichlet, su teoría de los números algebraicos, también llamada teoría de ideales. Aquí se
presenta de forma brusca una reorientación del trabajo en este campo que acabaría afectando al álgebra
en general: en lugar de trabajar directamente sobre los números algebraicos y sus propiedades, Dedekind
reformula toda la cuestión en términos de conjuntos de números. Así, comienza presentando la noción
de FXHUSR, habla también de anillos de enteros,7 de PyGXORV y de LGHDOHV. Estas nociones, junto con la de
grupo que ya había sido acuñada por Galois y Jordan, pasarán a formar la base del álgebra moderna.8 De
acuerdo con Dedekind, un ideal es un conjunto de enteros que es cerrado para las operaciones de suma y
diferencia (es un módulo) y también para el producto de sus elementos por enteros del cuerpo
correspondiente. El problema básico de la factorización de enteros algebraicos queda resuelto por
Dedekind definiendo las nociones de producto de ideales e ideal primo, y demostrando que, dado un
cuerpo cualquiera . de números algebraicos, todo ideal admite una única descomposición como
producto de ideales primos.
Al plantear las cosas de ese modo, Dedekind prefirió un enfoque conjuntista, pese a que no era
en absoluto habitual entre sus contemporáneos ni siquiera en álgebra. ¿Cómo llegó a esta
reformulación? Para responder a ello, debemos retrotraernos a los años 1850, cuando Dedekind asiste a
las clases de Riemann y realiza sus primeros trabajos originales en álgebra, y sobre los fundamentos de
la aritmética. En lecciones sobre álgebra que imparte en Göttingen, Dedekind presenta la teoría de
Galois en una versión muy moderna, analizando las interacciones entre (lo que hoy llamamos) los
subcuerpos del cuerpo de descomposición y los subgrupos del grupo de Galois de un polinomio. Aquí es
original y moderna la idea de que la teoría tiene que ver esencialmente con extensiones de cuerpos. A
consecuencia de ello, Dedekind llega a considerar la noción de cuerpo como básica para el álgebra, y así
la presenta en [1871]. En los años 1850, este autor realiza también algunos estudios sobre teoría
abstracta de grupos, manejando las nociones de isomorfismo y homomorfismo, e incluso trabaja con
clases infinitas de polinomios. Así se familiariza con el lenguaje conjuntista en el contexto del álgebra, y
también en el de los fundamentos de la aritmética: su conocida definición de los números reales
mediante cortaduras (que no son sino clases infinitas de racionales, con una cierta estructura de orden)
es de 1858, aunque sólo se publicó en [1872].
De todos modos, a estas alturas Dedekind todavía no había visto la conveniencia de utilizar
ideas conjuntistas en la teoría de números algebraicos. Eso sí, la familiaridad con la noción de cuerpo le
había permitido dar con la noción adecuada de entero algebraico, sin la cual no había forma de resolver
satisfactoriamente el problema de la factorización. Pero un primer intento de hacerlo pasaba por el
empleo de medios que Dedekind calificaría luego de ‘formales’ (congruencias ‘superiores’ relacionadas
con ciertos polinomios). El caso es que no pudo encontrar una solución perfectamente general de este
modo, y que tal enfoque contradecía su predilección por una aproximación conceptual a los problemas
matemáticos. Hacia 1870 se dio cuenta de que introduciendo conjuntos de números — la noción de
ideal— era posible dar una solución general, y además evitar el tener que considerar polinomios y
congruencias. Todo podía hacerse en términos de números y conjuntos de números, es decir, como dirá
Dedekind, de una forma ‘puramente aritmética’ . Así, por razones matemáticas y metodológicas, la teoría
se reformula en términos conjuntistas.
7
A los que no llamó con esa palabra (que se debe a Hilbert), sino con el término yUGHQHV desde 1876.
8
Hay que decir que normalmente Dedekind las utiliza sólo en el contexto concreto de los números complejos. La gran excepción
es el trabajo sobre funciones algebraicas [Dedekind & Weber 1882], del que hablamos más adelante.
4
A partir de entonces, Dedekind será un convencido defensor del empleo del lenguaje conjuntista
en matemática pura: toda su vida trabajó en sistematizar y reformular las nociones clave de la aritmética,
el álgebra y el análisis desde esa perspectiva. En 1872 publica su teoría de los números reales, que
permite establecer los fundamentos del análisis sobre la base de una teoría de conjuntos y aplicaciones.
Desde ese año trabaja en una definición similar de los números naturales, que saldrá a la luz en su libro
de [1888], sin duda importante en la historia de la rigorización, la matemática abstracta, y la teoría de
conjuntos. Dedekind elaboró las definiciones conjuntistas habituales de ß, Z, Q y à, y conoció la de Ý,
que se debe a Hamilton. En álgebra empleó conjuntos de números o de polinomios, con ciertas
estructuras bien definidas, como nociones básicas. Y escribió que también el análisis se basa en la teoría
de conjuntos y aplicaciones; es fácil imaginar que concibió las funciones del análisis como aplicaciones
de à en à, o de Ý en Ý (adaptando así una idea favorita de sus maestros Dirichlet y Riemann, la noción
abstracta de función). En años posteriores siguió perfeccionando su teoría de ideales, y en la última
versión (1894) incluyó una discusión detallada de la teoría de Galois presentada en términos del grupo
de automorfismos del cuerpo de descomposición. De esta forma, en cierto modo, cerró el círculo de sus
reflexiones sobre las relaciones íntimas entre álgebra, teoría de números y conjuntos.
He mencionado que Dedekind publicó su teoría de los reales en 1872. Este fue, de hecho, el año
en que se dieron a conocer todas las principales definiciones de los reales, incluyendo la de Weierstrass
y la de Cantor.9 Estas definiciones difieren entre sí: Weierstrass define los reales como series
convergentes de racionales, Cantor los define como sucesiones de Cauchy sobre Q, Dedekind como
cortaduras en Q. Pero en todos los casos se trata de constructos complejos e infinitarios que se
introducen sobre la base del conjunto de los números racionales. La rigorización del análisis había
llevado, con Cauchy, al empleo de límites y desigualdades como base, y a una definición abstracta de
conceptos como el de función continua. Pero aún con esto no era posible demostrar todos los teoremas
básicos, por ejemplo el teorema del valor intermedio para funciones continuas o la existencia de un
límite para toda sucesión monótona creciente y acotada. Para ello hacía falta una definición rigurosa de
los reales, que estableciera con solidez la propiedad fundamental de ‘continuidad’ , según se decía
entonces, o FRPSOHWLWXG de à. Este fue el mérito de los tres grandes matemáticos alemanes, cuyas teorías
pueden verse, retrospectivamente al menos, como dependientes de la noción de conjunto, o de nociones
más complejas que sólo pueden explicarse sobre la idea de conjunto infinito.
Cantor presentó su teoría de los reales al hilo de un artículo en el que generalizaba un resultado
previo, suyo y de Heine, sobre la unicidad de representación de funciones reales mediante series
trigonométricas. Pero lo más importante de este artículo, desde el punto de vista del desarrollo de la
teoría de conjuntos, es que presentaba ideas sobre topología de conjuntos de puntos y en particular la
noción de FRQMXQWR GHULYDGR. Como ya he dicho, el estudio de funciones discontinuas en análisis fue
hecho posible por la nueva definición de integral propuesta por Riemann en 1854 y publicada en 1868.
El propio Riemann mostró que existen funciones discontinuas que, según esta definición, son
integrables, y fue así como algunos matemáticos (Hankel, du Bois-Reymond, Heine, Cantor) empezaron
a estudiar en serio las funciones discontinuas. Cantor demostró en 1870 que si una serie trigonométrica
converge a una función continua en un intervalo dado, entonces la serie es única. En 1871 probó que lo
mismo sucede aún en el caso de que la función representada sea discontinua, o la serie no converja, en
una cantidad finita de puntos dentro del intervalo. Siguiendo con esta línea de generalización, en 1872
demostró que el resultado de unicidad podía demostrarse aún en el caso de infinitos puntos
excepcionales, siempre y cuando se cumplieran ciertas condiciones que describía recurriendo a los
conjuntos derivados.
Sea 3 el conjunto de puntos del intervalo [DE] en los que la serie no converge, o la función es
discontinua. Si 3 es infinito, existirán puntos de acumulación en [DE]; Cantor [1872] llama SULPHU
FRQMXQWR GHULYDGR GH 3 al conjunto de WRGRV los puntos de acumulación de 3, y lo denota 3 . En
general, 3 será de nuevo un conjunto infinito, y análogamente podemos definir 3 como el conjunto de
todos los puntos de acumulación de 3 . Llegados a este punto, se pueden distinguir dos casos: que 3
exista para todo Q, y entonces diremos que 3 es un conjunto de VHJXQGDHVSHFLH; o que deje de existir
9
La excepción es la teoría de Mèray, similar a la de Cantor, y publicada en francés en 1869.
5
para algún Q, en cuyo caso decimos que 3 es de SULPHUD HVSHFLH. Cantor demostraba, empleando un
razonamiento inductivo, que si el conjunto de puntos excepcionales 3 es de primera especie, entonces la
serie trigonométrica que representa a la función en cuestión es única. Estas nociones son las primeras
que aparecen en la teoría de conjuntos de puntos, con la excepción de la simple idea de GHQVLGDG,
indicada por Dirichlet y definida con cuidado por Hankel. El nivel de sofisticación alcanzado por Cantor
en su análisis de los conjuntos de puntos es muy notable, y tardó casi una década en ser superado. La
noción de conjunto derivado continuaría desempeñando un papel de importancia en teoría de la
integración y teoría de funciones, durante las siguientes décadas.
De esta manera, en los cinco años que siguieron a 1868 los lectores de libros y revistas
matemáticas alemanes comenzaron a toparse con lenguaje conjuntista aplicado a campos tan diversos
como la geometría, el análisis, la teoría de funciones reales, el álgebra y la teoría de números. En
particular, a la vista de las definiciones de à, la noción de conjunto parecía necesaria para sentar las
bases de la aritmética, y hay que recordar que en Alemania era habitual la idea de que la matemática
pura es aritmética desarrollada. Este era, ni más ni menos, el principio director de la tendencia
aritmetizadora, y el propio Gauss había escrito que Dios aritmetiza siempre. No es de extrañar que un
lector inteligente, como sin duda lo era Cantor, percibiera las grandes posibilidades inherentes a la
noción de conjunto y comenzase a interesarse por una posible teoría de conjuntos.
Sin embargo, el pistoletazo que dio pie al desarrollo de la teoría de conjuntos cantoriana vino
solo en 1873, cuando Cantor se plantea una pregunta genial y le da una respuesta sorprendente. La
pregunta era: ¿es posible correlacionar biunívocamente los números reales y los naturales?, o en otros
términos ¿hay la misma cantidad de números en ß y en à? La respuesta, establecida en 1873 sobre la
base de la completitud de à, resultó ser QR, y con ella adquirió sentido la noción de cardinalidad de un
conjunto infinito, ya que se había probado que existen conjuntos infinitos de diferentes ‘tamaños’ . Por
otro lado, en conexión con la noción de conjunto derivado, Cantor comenzó en los años 1870 a pensar
en la posibilidad de considerar derivados ‘de orden infinito’ , 3 , 3 , etc., y con ellos empezó a jugar
∞ ∞
con símbolos que acabarían convirtiéndose en los números ordinales transfinitos. Tanto las
cardinalidades infinitas como los ordinales transfinitos desempeñarían un papel importante en la
matemática posterior.10 Pero no vamos a seguir esta línea de desarrollo, que como ya he dicho está bien
estudiada. Continuaremos preguntándonos por el surgimiento y la difusión del enfoque conjuntista; y
antes de seguir adelante, conviene volver a Riemann y sus ideas seminales.
(OSULQFLSLRGHFRPSUHKHQVLyQ\ODVDQWLQRPLDV
La mayoría de los matemáticos que emplearon la noción de conjunto, en las etapas iniciales de su
desarrollo, la basaron de modo más o menos explícito en el SULQFLSLRGHFRPSUHKHQVLyQ. Este afirma
que a todo concepto o propiedad le corresponde la clase o conjunto de los objetos que caen bajo el
concepto: al concepto de número, la clase de todos los números; al concepto de función real, la clase de
todas las funciones reales. La idea se encuentra por ejemplo en Bolzano,11 autor que presentó ideas muy
importantes, pero al que no presto atención aquí ya que su obra no tuvo repercusión directa (sólo fue
conocida por autores como Cantor o Dedekind en los años 1880, cuando ya era demasiado tarde para
que les aportara novedades). Se encuentra también en diversas contribuciones de Dedekind, e incluso
parece implícita en los trabajos realizados por Cantor hasta 1882, por más que el más famoso
formulador del principio de comprehensión fuera el lógico Frege [1893]. Asimismo, el principio de
comprehensión nos da la clave para entender la definición de variedad que acuñó Riemann en 1854.
En la primera sección de su lección sobre geometría, Riemann [1868b, 273] escribe que sólo
tiene sentido introducir nociones de magnitud en el caso de nos venga dado un concepto general
antecedente, que admita diferentes determinaciones particulares. Estas determinaciones forman una
variedad [Mannigfaltigkeit] que puede ser discreta o continua; en el primer caso, Riemann las llama
elementos de la variedad, en el otro puntos de la variedad continua. Por ejemplo, tomemos el concepto
10
Los ordinales, por ejemplo, en teoría de conjuntos de puntos, integración y teoría de funciones, así como en el álgebra de los
años 1920, aunque luego serían evitados por recurso al lema de Zorn (1935).
11
[Bolzano 1851], 2–4.
6
de color: los diferentes tonos de azul o amarillo son puntos de una variedad continua; lo mismo sucede
si realizamos mediciones sobre un sistema físico empleando dos variables continuas (digamos
temperatura y peso). Por otro lado, la mayoría de los conceptos de la experiencia común dan lugar a
variedades discretas.
A propósito de esa definición de Riemann, conviene recordar que hasta 1850 era habitual
definir la matemática como ciencia de las magnitudes, y decir que las magnitudes pueden ser discretas o
continuas. Esta concepción se encuentra ya en Aristóteles, e irónicamente perdura hoy en algunos
diccionarios. Riemann propone que sólo se puede hablar de magnitudes, es decir, sólo se puede
introducir nociones matemáticas, cuando está dada una variedad o conjunto, determinada (por
comprehensión) a través de un concepto. Por lo demás, Riemann afirma que la teoría general de las
variedades continuas no debe ocuparse sólo de consideraciones métricas, sino que debe incluir también
una parte autónoma a la que cabe llamar DQDO\VLV VLWXV (topología) [1868b, 274]. Ya vemos que sus
propuestas no se limitan a continuar las perspectivas tradicionales, sino que las alteran radicalmente en
una dirección moderna. Para el lector actual, lo más conveniente es olvidarse de que Riemann emplea
aún el término ‘magnitud’ , y recordar sólo que propone las variedades o conjuntos como base para la
matemática pura.
El enfoque de la noción de conjunto a través del principio de comprehensión es, exactamente, lo
que suele denominarse WHRUtDLQJHQXDGHFRQMXQWRV. Esta teoría se asocia a veces con Cantor, lo que no
es del todo exacto;12 debe asociarse sobre todo con Russell, que fue quien le dio una formulación
madura y muy explícita en su 7KH3ULQFLSOHVRI0DWKHPDWLFV [1903]. Quizá algún lector se sorprenda de
que esa idea pueda encontrarse ya en Riemann y Bolzano, pero esto tiene una explicación sencilla.
Tradicionalmente, los manuales de lógica incluían la distinción entre la H[WHQVLyQ (o clase asociada) y la
FRPSUHKHQVLyQ (o intensión) de un concepto. Esta distinción aparece ya en los típicos tratados del siglo
XVII, y de hecho era esencial en la Edad Media. En ella se basó Euler cuando, en sus &DUWDVDXQD
SULQFHVDDOHPDQD (1770), introdujo el empleo de diagramas para representar las relaciones lógicas entre
conceptos a través de sus extensiones o clases asociadas.
Cuando la noción de conjunto comenzó a resultar útil en matemática, muchos acudieron a esas
conocidas ideas de la lógica para clarificarla. Después de todo, siempre se había considerado que la
matemática tiene una relación especial con el pensamiento puro, y la lógica se concebía como ciencia de
las leyes del pensamiento. El propio Leibniz había defendido que las verdades matemáticas no eran sino
verdades de razón, que se pueden reducir a principios lógicos elementales a través de simples
definiciones.13 Esta perspectiva pareció quedar vindicada cuando la noción (lógica, se pensaba entonces)
de conjunto pasó a ocupar un papel fundamental en matemática. Fue así como surgió el ORJLFLVPR,
acompañando de manera natural el ascenso del enfoque conjuntista en matemática. Pero esta manera de
ver las cosas forzó, a la vez, que la vieja idea de los lógicos se transmutara en un ambicioso principio
general que resultó ser demasiado potente: contradictorio.
Hemos llegado a la conclusión de que Riemann propuso la noción ingenua de conjunto, bajo el
nombre de YDULHGDG, y sugirió que esa noción es el concepto clave en que se basa la matemática. Que
usara la palabra ‘variedad’ , y no ‘conjunto’ , tampoco debe sorprendernos: mientras la palabra inglesa
‘set’ o la francesa ‘ensemble’ parecen las más apropiadas para indicar la noción de conjunto, el alemán
no sugería un término privilegiado. Algunos hablaban de ‘Inbegriff’ [colección], otros de ‘Klasse’ , otros
de ‘System’ , otros de ‘Umfang’ [extensión], otros en fin de ‘Menge’ , la palabra que triunfó finalmente.
Tanto Dedekind (en 1876) como Cantor (en 1885) consideraron ‘ensemble’ como la traducción francesa
correcta de sus términos preferidos en alemán, ‘System’ en el primer caso, ‘Mannigfaltigkeit’ [variedad]
en el segundo.
12
Se suele citar la definición de conjunto que dio Cantor en [1895] como prototipo de enfoque ingenuo, cuando la intención
del autor era precisamente distanciarse de los partidarios de este enfoque; véase [Purkert & Ilgauds 1987]. Pero hay que
reconocer que el modo en que intentó llevar a la práctica esa intención era poco satisfactorio, ya que se basaba en puras
distinciones verbales.
13
Por ejemplo en los 1XHYRVHQVD\RV[Leibniz 1704], libro IV, cap. 7.
7
Y con esto llegamos a Cantor, quien designó la teoría de conjuntos, de 1878 a 1892, como
‘teoría de variedades’ [Mannigfaltigkeitslehre]. Con lo que llevamos dicho, no parece casual que
emplease el mismo término que Riemann. Esta idea se confirma al considerar el primer artículo en que
Cantor lo usó: se trata del trabajo en el que demuestra que à y àn son equipotentes, es decir, tienen la
misma cardinalidad. Cantor presenta la cuestión como motivo para dudar de la definición de dimensión
que había dado Riemann en su lección sobre geometría, y que Helmholtz había asumido también.14 La
teoría de Cantor trata de elaborar y refinar las ideas seminales de Riemann, considerando los distintos
conjuntos que aparecen en matemática. Para ello introduce ideas muy novedosas, como la de conjunto
derivado, la de cardinalidad de un conjunto infinito, o la de número transfinito. Pero entre sus objetivos
básicos sigue estando, como en Riemann, analizar conceptualmente las nociones clave de continuo y
dimensión. No es casualidad que el problema clave que acabaría centrando la atención de Cantor fuera
el problema del continuo: ¿cuál es la cardinalidad de à? ¿cómo puede ‘medirse’ ? Vemos que la
contribución de Riemann, cuyo carácter meramente seminal hay que enfatizar, ofrece con todo una clave
para captar interrelaciones entre los principales brotes conjuntistas en torno a 1870. Todas estas
primeras iniciativas conjuntistas se realizan, de un modo u otro, a la sombra de sus contribuciones o de
sus sugerencias.
Dedekind, amigo íntimo de Riemann, se convirtió en partidario radical de la aproximación
conjuntista a la matemática pura, lo que llevó, de modo natural, a ser una de las primeras voces que
hablaron en pro del logicismo (aparentemente fue el logicista más influyente hasta 1903, cuando Russell
comenzó a dar a conocer la obra de Frege). También él había confiado en el principio de
comprehensión, que incluso le sirvió de guía heurística al formular la teoría de ideales. Sólo las
antinomias o contradicciones a que ese principio da lugar le hicieron albergar dudas, como a todos sus
contemporáneos. Pero esto sucedería al final de su vida, en 1897 o 1899, cuando Cantor le expuso en
detalle dos de las antinomias (las del conjunto de todos los cardinales y el de todos los ordinales
transfinitos), pero sobre todo en 1903, al conocer la antinomia de Russell. Basta considerar el concepto
de conjunto que no pertenece a sí mismo (la propiedad [ ∉ [) para ver que el principio de
comprehensión es insostenible. Pues, según él, existiría el conjunto R = {[: [ ∉ [}, y es fácil ver que
desembocamos en la contradicción siguiente: R ∈ R si y solo si R ∉ R. Con las contradicciones, el
logicismo recibió un golpe mortal y comenzó a desaparecer de la escena, pese a todos los esfuerzos en
contra del propio Russell.15
Curiosamente, la práctica matemática podía sugerir otro modo de enfocar la noción de conjunto.
Dado un conjunto infinito cualquiera, es posible definir un subconjunto isomorfo a ß al modo de
Dedekind; y dado ß, formando conjuntos (y conjuntos de conjuntos) de naturales, se llega a à, a las
funciones, a diversos conjuntos con estructuras. Subyacente a la práctica matemática de Cantor,
Dedekind y alguno de sus contemporáneos, uno puede percibir la noción iterativa de conjunto, la idea de
‘conjunto de’ elementos preexistentes. Pero esto, que es fácil ver retrospectivamente, sólo emergería
como resultado de un largo y complicado proceso conceptual puesto en marcha por las antinomias, que
duró unos 30 años.16 Hay que señalar, además, que la noción iterativa en sí misma es insuficiente para
justificar los axiomas de la teoría de conjuntos. La noción de conjunto no es nada elemental ni simple;
basta reflexionar sobre el hecho de que es equivalente a la noción de función (ya que ambas son
interdefinibles) para comenzar a advertirlo.17
14
Riemann [1868b, 276] había dicho que una variedad tiene Q dimensiones cuando se necesitan Q variables para determinar
la posición de un punto, pero Cantor [1878, 121] demostraba que en todo caso basta con una variable. Surgía el problema de
caracterizar apropiadamente la idea de dimensión, y Dedekind conjeturó enseguida el teorema de invariancia de la
dimensión bajo aplicaciones bicontinuas [Cantor & Dedekind 1937, 38]; lo probaría Brouwer en 1911.
15
El lector interesado en este tema puede consultar mi artículo [1997].
16
La concepción iterativa fue propuesta por Gödel [1944] y [1964], aunque ya Zermelo [1930] había propuesto una visión
similar del universo de la teoría de conjuntos.
17
Sobre estos temas, más filosóficos, se puede leer con provecho [Hallett 1984] o [Lavine 1994]. Ambos libros revisan con
bastante acierto la historia de la noción de conjunto.
8
(OHQIRTXHFRQMXQWLVWD\ODPDWHPiWLFDDEVWUDFWD
Común a los esfuerzos de Riemann, Dedekind y Cantor es no sólo el empleo de la noción de conjunto y
la noción abstracta de función, sino también una cierta orientación metodológica: la preferencia por un
tratamiento abstracto de las teorías matemáticas. Se ha dicho que esa tendencia surgió con Gauss, Jacobi
y Dirichlet (a los que deberíamos sumar a Cauchy), ya que iniciaron un estilo nuevo de argumentación
en matemática. Evitando emplear largos y complicados cálculos, pusieron en práctica una brillante idea:
la de abarcar toda un área de verdades matemáticas mediante una sola noción principal, y presentar los
resultados clave directamente a partir de esa noción, de manera que uno puede captar la verdadera
naturaleza de la teoría, la maquinaría esencial que pone todo en marcha.18 De todas formas, el modo en
que Riemann puso en práctica ese principio fue mucho más radical, dando un ejemplo que continuaron
Dedekind y Cantor. Así, el enfoque conjuntista es solidario de la tendencia abstracta que marca el
camino hacia la matemática moderna, una tendencia a propósito de la cual se podría hablar de la
tradición de Göttingen.19 Esa interdependencia con el planteamiento abstracto permite entender mejor
los éxitos del conjuntismo, pero también las críticas que encontró en su camino.
Antes que nada, trataré de aclarar un poco más en qué consiste la tendencia abstracta. Desde
Euclides, la matemática había tenido que ver con construcciones realizables explícitamente, ya fueran
construcciones geométricas o analíticas. Con la nueva tendencia se trata, como ya vimos, de la
preferencia por los conceptos en lugar de las notaciones, las formas de representación o las
construcciones. Lo que esto significa queda bastante claro comparando la teoría de números de
Kronecker con la de Dedekind, o la teoría de funciones de Weierstrass con la de Riemann. Tomo el
segundo ejemplo. El objetivo de Weierstrass en teoría de funciones era caracterizar clases de funciones
a través de la posibilidad de representarlas analíticamente por medios bien establecidos. En este sentido,
es característico su teorema sobre la representabilidad de las funciones continuas mediante series de
polinomios (1885). Weierstrass indicó explícitamente que la idea de función arbitraria no le interesaba,
ya que es totalmente vaga. No era un constructivista puro, al modo de Kronecker o Brouwer, ya que
aceptaba la noción de número real, pero puede decirse que su tendencia era semi-constructiva.
La tendencia de Riemann es exactamente la contraria. No le interesa partir de medios de
representación analítica, por útiles que sean en la práctica; tales medios deben encontrarse al final, como
resultado de la elaboración de la teoría. En el principio debe estar un concepto abstracto bien definido.
Weierstrass define las funciones analíticas como aquellas que son representables localmente mediante
series de potencias; Riemann prefiere partir de una propiedad característica abstracta, en términos de
diferenciabilidad: las llamadas ecuaciones de Cauchy–Riemann. Weierstrass criticó este modo de
proceder dando como razón que no era posible delimitar con precisión la clase de las funciones
diferenciables. Y por supuesto, nociones abstractas como la de superficie de Riemann quedan mucho
más allá de los límites concretos que Weierstrass se impone. Conviene decir, de paso, que el proceder de
Riemann sólo quedaría bien explicitado y justificado al cabo de décadas, mientras que el otro enfoque
era plenamente riguroso. Esto explica que, en su tiempo, las ideas de Riemann se consideraran
misteriosas y visionarias, mientras que las de Weierstrass se ganaron las preferencias de la comunidad
matemática.
El planteamiento de Riemann tuvo una influencia decisiva en Dedekind. Ejemplo claro de ello
es que, en teoría de números algebraicos, prefiere introducir la noción abstracta de ideal en lugar de
basarse en la consideración explícita de polinomios, como hacía Kronecker; y ello a pesar de que el
enfoque de Kronecker permitía determinar explícitamente los factores ideales en cada caso concreto.
Para Dedekind, las estructuras de cuerpo, ideal, etc. son perfectas a la hora de establecer conceptos
básicos para sus teorías, dotados de suficiente generalidad y penetración. Una consecuencia inevitable
de este modo de proceder abstracto es que surgían puros WHRUHPDVGHH[LVWHQFLD, que establecen la mera
posibilidad de determinar cierto tipo de objetos matemáticos, sin dar ningún medio concreto para ello.
18
He parafraseado un pasaje de la autobiografía de Eisenstein, en [Wussing 1984], 270.
19
Establecida por Gauss, Dirichlet, Riemann y Dedekind, sería proseguida por Klein, por Hilbert, Emmy Noether y por los
muchos alumnos de estos matemáticos, todos ellos profesores en Göttingen.
9
Hilbert, que en este punto seguía a Dedekind, explotó este tipo de enfoque en sus primeros trabajos,
dedicados a la teoría de invariantes algebraicos.
En conexión con esta cuestión de la tensión entre enfoques abstractos y constructivos, el caso de
Cantor es particularmente instructivo, porque fue alumno de la escuela de Berlín pero poco a poco
abandonó sus postulados. No hay espacio aquí para desarrollar el tema en detalle, pero quizá baste con
dar un ejemplo. Cuando Cantor estableció que no es posible una correspondencia biunívoca entre ß y à,
inmediatamente sacó la conclusión de que ambos conjuntos diferían en una cierta característica
abstracta, lo que más tarde llamó potencia o cardinalidad. Pero se trataba de una conclusión atrevida, por
suponer un enfoque totalmente abstracto y además aceptar el infinito actual. Era el tipo de conclusión
que hubieran admitido Riemann o Dedekind, pero no los maestros de Berlín (de hecho, Weierstrass
recomendó a Cantor que evitara comentarios al respecto). Con el ánimo de presentar su resultado de un
modo aceptable para los berlineses, Cantor lo reformuló de una manera muy inteligente. Demostraba
primero que el conjunto de los números reales algebraicos es numerable, siguiendo un método de
Dedekind; luego establecía que, dada una sucesión cualquiera de números reales, en todo intervalo de la
recta real existen puntos que no pertenecen a la sucesión. Así llegaba al resultado de que en todo
intervalo de à existen números trascendentes, una nueva demostración del teorema de Liouville. De
hecho, tal como Cantor presentó las cosas en su artículo, el teorema de no-numerabilidad era sólo un
añadido para obtener el corolario a partir del teorema principal de numerabilidad de los reales
algebraicos.20 Así fue como el artículo se publicó con el sorprendente título ‘Sobre una propiedad de la
colección de todos los números reales algebraicos’ [1874], ¡donde el teorema de no-numerabilidad, que
hoy tanto admiramos, ni siquiera se menciona!
Andando los años, Cantor se fue liberando de sus ataduras a las concepciones berlinesas, y fue
presentando sus ideas de un modo cada vez más abstracto. En [1883] llegó a escribir un inspirado
alegato en favor de la libre introducción de nociones abstractas en matemática, diciendo que un nuevo
concepto es admisible siempre que (1) armonice bien con las nociones y teorías previamente admitidas,
(2) no dé lugar a contradicción, y (3) resulte ser fructífero. A propósito de esta cuestión, criticaba e
incluso ridiculizaba un tanto las ideas constructivistas de su antiguo maestro Kronecker. Fue a partir de
esta época cuando surgió la famosa confrontación entre ambos, que de todos modos se ha contado de
una manera algo sesgada, y exagerando las consecuencias que tuvo para Cantor.21 Ya en los años 1870
Kronecker había afirmado que el teorema de Bolzano–Weierstrass es un obvio sofisma (lo que es
coherente con una posición constructivista) y se había opuesto al modo en que Dedekind trabajaba en
teoría de números algebraicos.
La tensión entre un planteamiento de definición o construcción explícita y uno de análisis
abstracto explica las dificultades que encontró el enfoque conjuntista en su implantación progresiva. Ya
la noción de función propuesta por Dirichlet y Riemann avanzaba claramente en la dirección abstracta,
pero puede decirse que la teoría de conjuntos se convirtió en epítome del planteamiento abstracto. El
ejemplo más característico de ello es el axioma de elección introducido por Zermelo [1904], que, dada
una familia infinita cualquiera de conjuntos, postula la mera existencia de cierto tipo de conjunto. El
axioma se usa de modo esencial precisamente cuando no hay ningún medio de especificar o definir
explícitamente este tipo de conjuntos de elección. Así, el teorema de buen orden [Zermelo 1904], o el
que establece que hay una extensión algebraicamente cerrada para todo cuerpo conmutativo (Steinitz,
1910), son teoremas de pura existencia. Sabemos que el axioma de elección implica que à puede ser bien
ordenado, pero no tenemos ni idea de cómo definir un tal buen orden (si lo supiéramos, seguramente
habríamos resuelto el problema del continuo).22
20
Weierstrass había demostrado mucho interés en este teorema ‘principal’ , ya que le permitía dar ejemplos sofisticados de
funciones reales no diferenciables.
21
Una famosa leyenda dice que Cantor sufrió una enfermedad maníaco-depresiva a raíz de la oposición de Kronecker y la
imposibilidad de demostrar la hipotesis del continuo. Historiadores que han estudiado bien el tema, como Grattan-Guinness,
Purkert e Ilgauds, llegan a la conclusión de que la leyenda no se sostiene frente a la evidencia.
22
Sobre este tema, ver la exhaustiva obra de Moore [1982].
10
Polémicas y dificultades aparte, el enfoque conjuntista continuó dando muy buenos frutos en las
distintas ramas de la matemática. Ya la noción cantoriana de conjunto derivado había sido utilizada por
varios analistas desde la publicación de un libro del italiano Dini en 1878. Las nuevas nociones sobre
topología de conjuntos de puntos fueron empleadas por Poincaré a mediados de los años 1880, en sus
famosos trabajos sobre funciones automorfas, y sirvieron para la elaboración gradual de la teoría de la
medida. Más aún, en 1884 Mittag-Leffler empleó nociones cantorianas, incluyendo los números
transfinitos, para demostrar su teorema sobre representación de funciones analíticas, que generalizaba
resultados de Weierstrass. Entretanto, en [1882] Dedekind y Weber generalizaban la teoría de ideales al
caso de las funciones algebraicas, lo que constituyó un precedente crucial para la geometría algebraica.23
Pero las ideas de Dedekind sólo se consolidaron definitivamente en los años 90, gracias a trabajos como
el manual de álgebra de Weber y el famoso informe sobre teoría de números algebraicos (=DKOEHULFKW)
de Hilbert. En esta obra, Hilbert aludía explícitamente a Riemann al decir que había seguido el principio
de sustituir los meros cálculos por pensamientos.
Para entonces, la teoría de conjuntos de puntos recibía el espaldarazo definitivo: Peano, Jordan
y Borel la empleaban en sus textos de análisis, mientras dos matemáticos de primera fila, Hadamard y
Hurwitz, la ensalzaban en sus conferencias estelares del I Congreso Internacional (1898). Y también en
el campo de la geometría se hacían sentir los nuevos tiempos: las ideas del (UODQJHU 3URJUDPP de
Klein, publicado de nuevo en 1893, y las axiomatizaciones propuestas por miembros de la escuela de
Peano y por Hilbert, se basaban todas ellas en una aproximación conjuntista. Los dos primeros
problemas de Hilbert en su famosa conferencia ‘Mathematische Probleme’ [1900] guardaban relación
con la teoría de conjuntos: el primero era el problema del continuo, a propósito del cual Hilbert
recordaba la necesidad de demostrar el teorema de buen orden; y el segundo era la consistencia de los
axiomas de los números reales, es decir, demostrar que uno puede postular sin contradicción la
existencia del conjunto à (y a propósito de ello, Hilbert indicaba que se debían dar demostraciones
similares para los distintos cardinales transfinitos).
El gran avance del enfoque conjuntista fue acompañado por nuevas concepciones de los
fundamentos de la matemática, como el logicismo, y estimuló la aparición de grandiosas
sistematizaciones. Dedekind [1888] sugirió que toda la matemática pura (álgebra, análisis) puede
reducirse a una teoría de conjuntos y aplicaciones, y demostró en detalle cómo hacerlo para el caso
crucial de ß. El gran lógico Frege [1893] trabajaba independientemente en un proyecto equivalente, en
el curso del cual forjó la noción de demostración formalizada e introdujo nociones básicas de la lógica
moderna. El lenguaje de la lógica, incluyendo por supuesto la noción de conjunto, fue empleado por
Peano y su escuela para la elaboración del célebre )RUPXODLUHGHPDWKpPDWLTXHV (1895–1908) en el que
pretendían traducir en fórmulas lógicas los principales resultados de la matemática. Y en la década de
1910 aparece la inmensa obra de Russell y Whitehead, 3ULQFLSLDPDWKHPDWLFD (1910–13), que pese a
ciertos defectos despertó la admiración de Hilbert.
'HVDUUROORVXOWHULRUHV
Por supuesto, todos sabemos que esa especie de luna de miel o situación paradisíaca que vivía la
matemática hacia 1900 se vio enturbiada con la publicación de las contradicciones, paradojas o
antinomias que Russell anunció a bombo y platillo.24 Además y sobre todo, los 25 años que siguieron a
1903 (por fijar unas cifras) vieron una gran discusión en torno a la validez del enfoque abstracto, y por
tanto del conjuntismo. El axioma de elección y sus consecuencias, la consistencia de una matemática
abstracta y existencial al estilo ‘clásico’ de Riemann, Dedekind y Cantor, así como las alternativas
radicales propuestas por matemáticos constructivistas de primer orden como Brouwer y Weyl, fueron
los temas principales de discusión.
23
Dedekind y Weber desarrollaban de modo riguroso y puramente algebraico una importante parte de la teoría de funciones de
Riemann, proporcionando una nueva definición de superficie de Riemann y probando el teorema de Riemann–Roch.
24
Las antinomias sólo afectan a la teoría '
lógica'o '
ingenua'de conjuntos, basada en el axioma de comprehensión. La historia de
las antinomias, por cierto, se ha contado a menudo de una forma incorrecta; ver [Moore & Garciadiego 1982] [Garciadiego
1992].
11
Las principales posiciones se elaboraron en los años 1900 y 1910, aunque los medios técnicos
para analizarlas y medir sus consecuencias se refinaron sobre todo en los 20. En el proceso se adquirió
una comprensión mucho más profunda del alcance y los presupuestos de la matemática clásica: la
admisión del infinito actual y el platonismo, el empleo del principio de tercio excluso aplicado a
conjuntos infinitos, la asunción de axiomas como los de conjunto potencia, subconjuntos y elección.
Asimismo se profundizó en las posibilidades de distintas versiones del constructivismo, y se adquirió
una mejor comprensión de la teoría lógica y de la propia noción de demostración matemática. Pero al
final, sin que la polémica quedara resuelta de manera completamente satisfactoria, se llegó por decisión
mayoritaria al triunfo del conjuntismo. El enfoque abstracto, al estilo clásico, ofrece al matemático unas
posibilidades teóricas, y por así decirlo una libertad de movimientos, a las que la mayoría no estaban
dispuestos a renunciar por escrúpulos más o menos filosóficos.
La crisis fundacional no supuso en modo alguno una crisis de la matemática. Más bien al
contrario, sucedió durante un período de expansión sin precedentes de teorías, métodos y resultados.
Durante todo ese tiempo, Hilbert desempeñó un papel central como adalid del enfoque conjuntista
abstracto, llegando a comprometer en la empresa toda su autoridad como investigador y líder de la
comunidad matemática. Afortunadamente para él, ese enfoque siguió apuntándose triunfos como los del
álgebra estructural (que tuvo una de sus focos clave en el Göttingen de Hilbert) y los de la topología en
desarrollo (cultivada por las escuelas norteamericana, polaca y rusa). La noción de estructura surgió a
lomos de todos esos avances en lógica y matemática pura, acabando por ser formulada por autores como
Birkhoff, Tarski y los Bourbaki en los años 30.25 Con Bourbaki, la nueva sistematización de la
matemática recibió una forma muy acabada.26
En su lucha contra los críticos del enfoque conjuntista abstracto, Hilbert no recurrió sólo al
desarrollo de nuevos enfoque y teorías (como la célebre %HZHLVWKHRULH), sino también al empleo de
armas retóricas. En 1922 comparaba la supuesta revolución brouweriana con un intento de golpe de
estado jOD Kronecker, que no podía sino fracasar. En 1925 pronunció sus célebres palabras:
Queremos investigar cuidadosamente, siempre que exista la menor perspectiva de éxito, las construcciones conceptuales y
formas de inferencia fructíferas, y cultivarlas, afianzarlas y hacerlas susceptibles de aplicación. Del paraíso que Cantor nos creó,
nadie podrá expulsarnos. [Hilbert 1926]
Aquí, como en otros textos, Cantor se convierte en representante simbólico de la matemática abstracta.
Esto explica, en parte, cómo surgió la costumbre de asociar la noción de conjunto exclusivamente con
Cantor. Estando en juego una nueva orientación científica, que se enfrentaba a poderosas críticas en una
etapa de conflicto, no era el momento de entrar en disquisiciones sobre las complejidades de la historia.
Mucho más útil era recurrir a un símbolo poderoso, un mito si queremos. Y Hilbert tenía a mano la
peculiar y original figura de Cantor, que estaba siendo presentado como víctima del poderoso y
doctrinario Kronecker,27 y podía pues ser empleada como una potente arma retórica contra los
disidentes. Cantor y Kronecker en paralelismo con Hilbert y Brouwer: la libertad frente a la reacción,
casi diríamos el bien frente al mal.
No es infrecuente que las comunidades científicas den lugar a mitos fundacionales, que a veces
guardan incluso parecido con los mitos clásicos. El mito de Cantor y la teoría de conjuntos se modeló
según el patrón del de Zeus y Atenea (la Minerva romana). La diosa de la sabiduría y la guerra nació ya
adulta de la cabeza de Zeus, cubierta con toda su armadura, y fue su hija favorita; la teoría de conjuntos
se presentó como la obra de un solo autor, quien amó tanto a su criatura que llegó a sufrir una
enfermedad mental por ella. Mitos como este cumplen múltiples funciones: permiten resumir un
desarrollo real complejo en una simple fórmula, particularmente útil para ser transmitida mediante libros
de texto y clases; de ese modo, facilitan la identificación entre los miembros dedicados a un tema
25
Sobre este tema puede verse el libro de Corry [1996].
26
Pero las virtudes de una aproximación abstracta a los problemas matemáticos no implican que sea conveniente apostar por una
matemática ‘arbitraria’ . De ahí provienen quizá las polémicas, más recientes, sobre el bourbakismo, y el renacimiento constante
del interés por lo definible.
27
[Schoenflies 1927].
12
común, les otorgan algo así como una genealogía compartida reconocible; y, sobre todo, ayudan en
etapas de conflicto, en momentos difíciles en los que una nueva rama de la ciencia o una nueva
orientación encuentran duras críticas. Este fue de hecho el papel que Hilbert hizo desempeñar al mito de
Cantor durante la famosa ‘crisis de fundamentos’ de los años 20.28
Para bien o para mal, como hemos visto, la historia real suele ser poco complaciente con los
mitos hermosos; parece preferir caminos complejos llenos de vericuetos, para delicia de historiadores.
Habrá quien piense que los que nos dedicamos a la historia tenemos tendencia a entretenernos
demasiado en esas complejidades, pero espero que la narración anterior no haya resultado carente de
interés, sino iluminadora.
José Ferreirós
Dpto. de Filosofía y Lógica, Universidad de Sevilla
e-mail: <jmferre@cica.es>
28
Sobre la crisis y sus aspectos simbólicos, políticos y sociales, ver [Mehrtens 1990].
13
7$%/$&5212/Ï*,&$
1854 Riemann escribe sobre geometría, presentando la noción de variedad, y sobre series trigonométricas (noción de
integral).
1858 Dedekind da clases sobre teoría de Galois en términos de grupos abstractos y cuerpos de números, y establece su
definición de los reales mediante cortaduras.
1868 Se publican los dos trabajos de Riemann, inéditos antes, que inmediatamente generan actividad en ambos campos.
1871 Dedekind publica su teoría de ideales, en la que aparece la teoría de números algebraicos moderna, y las nociones de
cuerpo, anillo, módulo, ideal, homomorfismo, isomorfismo.
1872 Se publican las definiciones de los reales propuestas por Weierstrass (desde 1863), Dedekind (desde 1858) y Cantor
(desde 1870). En un artículo sobre representación de funciones discontinuas mediante series trigonométricas, Cantor
establece condiciones muy amplias gracias a la noción de conjunto derivado, clave para su trabajo sobre conjuntos de
puntos.
1874 Cantor publica su demostración de la no numerabilidad de R, abriendo camino a la noción de cardinalidad que
presentará en 1878.
1882 Dedekind y Weber extienden la teoría de ideales a cuerpos de funciones algebraicas.
1883 Cantor introduce la noción de conjunto bien ordenado y los ordinales transfinitos; nace así la teoría de conjuntos
cantoriana. En esta época establece también resultados sobre conjuntos de puntos, incluyendo las nociones de
conjunto perfecto, cerrado, aislado, denso en sí.
1884 Mittag-Leffler demuestra su teorema empleando ideas de Cantor. Poincaré las utiliza en su monumental obra sobre
funciones automorfas. Varios matemáticos formulan la noción de contenido exterior de un conjunto, abordando sobre
su base la teoría de integración.
1888 Dedekind presenta una teoría rigurosa de los naturales sobre la base de las nociones de conjunto y aplicación. Esta
teoría guarda relación con la de Frege (1884) y con los conocidos axiomas de Peano (1889). A partir de ahora, se hace
posible ver toda la matemática pura como el estudio de conjuntos con diversas estructuras.
1893 Se publica en forma accesible el (UODQJHU3URJUDPP de Klein, donde se presentan las geometrías como estudio de
invariantes bajo grupos de transformaciones. Weber escribe sobre las nociones abstractas de grupo y cuerpo y su
interrelación. En 1895, Weber difunde el enfoque conjuntista del álgebra en su célebre manual.
1897 Primer Congreso Internacional de Matemática: Hadamard y Hurwitz defienden la teoría de conjuntos en conexión con
el análisis. Hilbert publica su célebre =DKOEHULFKW sobre teoría de números algebraicos, donde emplea las nociones de
cuerpo, anillo e ideal.
1898 Hilbert axiomatiza la geometría sobre una base conjuntista, siguiendo el ejemplo de la escuela de Peano; es el primer
gran ejemplo para la corriente axiomatizadora moderna. Borel publica su manual de teoría de funciones, donde avanza
hacia la moderna teoría de la medida, de carácter conjuntista.
1900 Segundo Congreso Internacional de Matemática: los dos primeros problemas de Hilbert tienen relación con la teoría
de conjuntos. Se publica también su axiomatización de los reales (ver [Hilbert 1991]).
1903 Russell y Frege dan a conocer las antinomias o contradicciones de la teoría ‘ingenua’ o ‘lógica’ de conjuntos, con lo
que el tema adquiere notoriedad pública por primera vez. Por esta época, Lebesgue elabora su teoría de la integración,
refinando la definición de medida de Borel.
1904 Zermelo publica su demostración del teorema de buen orden, basada en el axioma de elección. Se abre una fuerte
polémica sobre la matemática abstracta y los postulados puramente existenciales, en la que intervienen autores de
todas las naciones.
1908 Zermelo publica su axiomatización de la teoría de conjuntos, y Russell presenta también su teoría de tipos, más débil
pero con similar intención (seguirán los célebres 3ULQFLSLD 0DWKHPDWLFD en 1910–13). Brouwer comienza su dura
crítica a la matemática moderna y su elaboración del intuicionismo.
1910 Steinitz publica sus cruciales investigaciones sobre teoría abstracta de cuerpos, en las que utiliza el axioma de
elección. En los años 1900 se ha trabajado también sobre espacios funcionales, etc.
1914 Hausdorff publica su manual de teoría de conjuntos y da la definición moderna, basada en la teoría de conjuntos, de
espacio topológico (relacionada con trabajos previos de Brouwer y Weyl).
Años 1920. Se desarrollan la axiomatización de la teoría de conjuntos, la topología abstracta y el álgebra estructural. La mayoría
de los matemáticos consideran la noción de conjunto como fundamento de la matemática, pero surgen también fuertes
críticas (Brouwer, Weyl, Skolem); es la polémica sobre fundamentos.
Años 1930. La polémica se diluye, en parte gracias a los sorprendentes resultados de Gödel (incompletud e indemostrabilidad de
la consistencia para la aritmética de Peano, consistencia relativa de la aritmética clásica respecto a la aritmética
intuicionista formalizada). Se consolida la alternativa entre matemática constructiva y abstracta, pero la inmensa
mayoría de los matemáticos se decantan por la segunda. Se consolida también la axiomatización moderna de la teoría
de conjuntos, basada en la lógica de primer orden, y surge la concepción iterativa. Gödel demuestra la consistencia
relativa del axioma de elección y la hipótesis del continuo. Diversos autores avanzan hacia la formulación de la noción
abstracta de estructura, que se convierte en la base de la sistematización ofrecida por Bourbaki a partir de 1938.
14
6(/(&&,Ï1%,%/,2*5È),&$
Bourbaki, Nicolas. 1949. Foundations of Mathematics for the Working Mathematician, Jour. Symb. Logic 14, 1–8.
1950 The Architecture of Mathematics, AMM 67, 221–32. Reimpreso en [Ewald 1996], vol.2. Versión española en F. Le
Lionnais, Las grandes corrientes del pensamiento matemático (Buenos Aires, Eudeba).
Cantor, Georg. 1915. Contributions to the founding of the Theory of Transfinite Numbers, Chicago, Open Court.
Reimpresión: New York, Dover, 1955.
Cantor, G. & R. Dedekind. 1937. Cantor–Dedekind Briefwechsel, ed. E. Noether & J. Cavaillès, Paris, Hermann. Traducción
francesa (incluyendo cartas de 1899) en J. Cavaillès, Philosophie mathématique (Paris, Hermann, 1962), e inglesa
en [Ewald 1996], vol.2.
Corry, Leo. 1996. Modern Algebra and the Rise of Mathematical Structures, Basel, Birkhäuser.
Dauben, Joseph. 1979. Georg Cantor. His Mathematics and Philosophy of the Infinite, Cambridge, Harvard Univ. Press.
Dedekind, Richard. 1998. ¿Qué son y para qué sirven los números? y otros escritos sobre los fundamentos de la matemática,
Madrid, Alianza/UAM.
Ewald, William B. 1996. From Kant to Hilbert: A source book in the foundations of mathematics, 2 vols., Oxford University
Press.
Ferreirós, José. 1993. El nacimiento de la teoría de conjuntos, 1854–1908, Madrid, Publicaciones de la Universidad
Autónoma. (Se recomienda a los lectores interesados en esta obra que se pongan en contacto directamente con el
autor.)
en prensa. Labyrinth of Thought. A history of set theory and its role in modern mathematics, Basel, Birkhäuser.
Grattan-Guinness, Ivor, ed. 1980. From the Calculus to Set Theory, 1630–1910, Londres, Duckworth, 1980. Versión española
en Madrid, Alianza, 1984.
Hallett, Michael. 1984. Cantorian Set Theory and Limitation of Size, Oxford, Clarendon.
Hilbert, David. 1991. Fundamentos de la geometría, Madrid, CSIC. (Por desgracia, la traducción es deficiente.)
Lavine, Shaughan. 1994. Understanding the Infinite, Harvard University Press.
Mehrtens, Herbert. 1990. Moderne—Sprache—Mathematik. Eine Geschichte des Streits um die Grundlagen der Disziplin und
des Subjekts formaler Systeme, Frankfurt, Suhrkamp.
Moore, Gregory H. 1982. Zermelo’s Axiom of Choice. Its Origins, Development and Influence, Berlin, Springer.
Moore, G.H. & A. Garciadiego. 1981. Burali-Forti’ s Paradox: A reappraisal of its origins, Hist. Math. 8, 319–50.
Purkert, W. & H.J. Ilgauds. 1987. Georg Cantor 1845–1918, Basel, Birkhäuser.
Russell, Bertrand. 1903. The principles of mathematics, Cambridge, University Press. Reimpresión de la 2ª edn. (1937):
London, Allen & Unwin, 1948. Traducción española en Madrid, Espasa-Calpe, 1967.
275$62%5$6&,7$'$6
Bolzano, Bernard. 1851. Paradoxien des Unendlichen, Leipzig, Reclam,. Traducción inglesa en London, Routledge, 1950.
Cantor, Georg. 1872. Über die Ausdehnung eines Satzes aus der Theorie der trigonometrischen Reihen, Math. Annalen 5,
123–32. En [Cantor 1932], 92–101.
1874 Über eine Eigenschaft des Inbegriffes aller reellen algebraischen Zahlen, Jour. reine u. ang. Math. 77, 258–62. En
[Cantor 1932], 115–118. Traducción inglesa en [Ewald 1996], vol.2.
1878 Ein Beitrag zur Mannigfaltigkeitslehre, Jour. reine u. and. Math. 84, 242–58. En [Cantor 1932], 119–133.
1883 Grundlagen einer allgemeinen Mannigfaltigkeitslehre, Leipzig, 1883. En [Cantor 1932], 165–208. Traducción
inglesa en [Ewald 1996], vol.2.
1895 Beiträge zur Begründung der transfiniten Mengenlehre, I, Math. Annalen 46, 481–512. En [Cantor 1932], 282–351.
Traducción inglesa en [Cantor 1915].
1932 Gesammelte Abhandlungen mathematischen und philosophischen Inhalts, ed. E. Zermelo, Berlin, Springer.
Reimpresión: Hildesheim, G. Olms, 1966, y recientemente en Springer.
Dedekind, Richard. 1871. Über die Komposition der binären quadratischen Formen, suplemento X a G. L. Dirichlet,
Vorlesungen über Zahlentheorie (Braunschweig, Vieweg), 2ª edn. Reimpresión parcial en [Dedekind 1930/32],
vol.3, 223–261.
1872 Stetigkeit und irrationale Zahlen, Braunschweig, Vieweg. En [Dedekind 1930/32], vol. 3. Traducción inglesa en
[Ewald 1996], vol.2, española en [Dedekind 1998].
1888 Was sind und was sollen die Zahlen?, Braunschweig, Vieweg. En [Dedekind 1930/32], vol. 3. Traducción inglesa
en [Ewald 1996], vol.2, española en [Dedekind 1998].
1930/32. Gesammelte mathematische Werke, ed. R. Fricke, E. Noether & Ö. Ore, Braunschweig, 3 vols. Reimpreso en 2
vols. New York, Chelsea, 1969.
Dirichlet, Gustav Lejeune. 1889/97. Werke, New York, Chelsea, 1969.
Ferreirós, José. 1992. Sobre los orígenes de la matemática abstracta: Richard Dedekind y Bernhard Riemann, Theoria 16–17–
18, tomo A, 473–498. (Versión abreviada en S. Garma, D. Flament & V. Navarro, eds., Contre les titanes de la
routine, Madrid, CSIC, 1994, 301–18.)
Frege, Gottlob. 1893. Grundgesetze der Arithmetik, vol. 1, Jena, Pohle. Reimpresión: Hildesheim, Olms, 1966.
15
Garciadiego, Alejandro 1992. Bertrand Russell y los orígenes de las paradojas de la teoría de conjuntos, Madrid, Alianza.
Gödel, Kurt. 1944. Russell’ s Mathematical Logic, en P.A. Schilpp, ed., The philosophy of Bertrand Russell (La Salle, Ill.,
Open Court). En Gödel, Collected Works, vol. 2 (1990), 119–41. Traducción española en Obras completas (Madrid,
Alianza).
1964 What is Cantor’ s continuum problem?, versión revisada y expandida de un artículo del Amer. Math. Monthly 54
(1947), en P. Benacerraf & H. Putnam, Philosophy of Mathematics (Harvard Univ. Press, 1983). También en Gödel,
Collected Works, vol. 2 (1990). Traducción española en Obras completas, op. cit.
Hilbert, David. 1900. Mathematische Probleme. Nachrichten Göttingen, 253–97. En Hilbert, Gesammelte Abhandlungen
(Berlin, Springer, 1932/35), vol. 3, 290–339. Traducción inglesa en Bulletin of AMS 8 (1902), 437–79, y parcial en
[Ewald 1996], vol. 2.
Leibniz, Gottfried W. 1704. Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, Madrid, Editora Nacional, 1977. Reedición en
Alianza, 1992.
Meschkowski, Herbert. 1967. Georg Cantor. Leben, Werk und Wirkung, Mannheim, Bibliographisches Institut, 1983 (edn.
original: Braunschweig, Vieweg).
Riemann, Bernhard. 1868a. Über die Darstellbarkeit einer Function durch eine trigonometrische Reihe, Abhandlungen Königl.
Ges. Wiss. Göttingen 13 (1868). En [Riemann 1892], 227–265.
1868b. Über die Hypothesen, welche der Geometrie zu Grunde liegen, Abhandlungen Königl. Ges. Wiss. Göttingen 13
(1868). En [Riemann 1892], 272–287. Traducción inglesa en [Ewald 1996], vol. 2.
1892 Gesammelte mathematische Werke und wissenschaftlicher Nachlass, Leipzig, Teubner. Ed. H. Weber en colab. con
R. Dedekind (1ª edn. 1876). Reimpreso con Nachträge en New York, Dover, 1953. Nueva edición con añadidos en
Berlin, Springer/Teubner, 1990.
Schoenflies, Arthur M. 1927. Die Krisis in Cantor’ s mathematischem Schaffen, Acta Math. 50, 1–23.
Weyl, Hermann. 1918. Das Kontinuum, Leipzig, Veit, 1918.
Wussing, Hans. 1984. The Genesis of the Abstract Group Concept, Cambridge, MIT Press (orig. 1969).
Zermelo, Ernst. 1904. Beweis, dass jede Menge wohlgeordnet werden kann (Aus einem an Herrn Hilbert gerichteten Briefe),
Math. Annalen 59, 514–516. Traducción inglesa en J. van Heijenoort, From Frege to Gödel (Harvard Univ. Press,
1967).
1908 Untersuchungen über die Grundlagen der Mengenlehre, I, Math. Annalen 65, 261–281. Traducción inglesa en van
Heijenoort, op. cit. [1967].
1930 Über Grenzzahlen und Mengenbereiche. Neue Untersuchungen über die Grundlagen der Mengenlehre, Fundamenta
Math. 16, 29–47. Traducción inglesa en [Ewald 1996], vol.2.
16
Note: This service is not intended for secure transactions such as banking, social media, email, or purchasing. Use at your own risk. We assume no liability whatsoever for broken pages.
Alternative Proxies: