(Continitora

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—-¿Y no lo ha deitituido iiit« '

señor ministro?
—• ¿Por qué? o.itori'
— No creo que la primera a^ g
dad de una provincia debe atj ^^_
burlar por nadie en su propí
cicato. UOTO^'
— iBahl La mujer del gop^^oj.
(lor de Bilbao es parienta de m' p^,.
pañero el de gracia y J"^'"^'*'^ ¿if
oso — continuó riendo —li»y " , j ^ r
pensarle que sea inútil para e _^
í!o. Pero — añaáió formalizántto»'=^.|.
¿sabe usted que lo sucedido ^° ¡¡j,-
bao ha sido verdaderamente es-f
toso!
— Sí, señor. . .„ de
— ¿Y usted — a g r e g ó riendo ^^
nuevo el señor ministro — usté • .
ñor Wallace, con la brillante y ^^
ción social que ocupa en su P» ' ^ j , .
mete usted en esas endiabladas
turas? lo
. . . marchaban despacio por —Sí, señor; hago por p l a " r ¡ j .
el lomo de una montaña, ilumi- que las primeras autoridades
nada por la luna y sus pernios ran hacer por obligación. ¿e
se destacaban desmesurados y Su excelencia' tuvo un acces"
vigorosos en el borízonte. debilidad. „«tede9
— ¡Pero qué notables son u ^ ' ,
tima, delante de los ingleses I i Qué excentriciaau:^¡
un «mata - pesadi- — Perdone usted, señor ministro; mayor ^^"^ „5teii
lla» exquisito, un dad me parece á mí la de ocupar el cargo q"^
Jerez de antiguo desempeña.
abolengo, que in- — jPor qué! . . ao
fundió en mis ve- — Porque la gloria y la bondad de ser minisu
nas británicas un son cosas enteramente demostradas en España.
grato r e g o c i j o Su excelencia tuvo otro acceso de hilaridad. r,.rEO,
anacreóntico Yo 1P relaté minuciosamente los sucesos — ¡Qué satírico el señor Wallace! Y, sin emo» B
de la noche trágica. mi cargo tiene muchos envidiosos. . . - m e »^'
Después le dije: — Enhorabuena, señor ministro: pero P^''°"'^?idr''''
— Deseo, querido cónsul, que me proporcione usted led que le hable de la misión que me trae á " J ; Ja-
la bala que tiene Nieolini en el cerebro: es mía y quie- Vengo persiguiendo á tres anarquistas que han iras
ro recuperarla. Además, tengo interés en poseer el ce- do en connivencia tres complots g r a v í s i m o s . . . ^o-
rebro del llamdo Juan López. Empaquete usted estos —^ Permítame usted que no le escuche en este ^^^
dos objetos, cuando los obtenga, y remítamelos á mi mentó, señor Wallace. Estoy loco, abrumado "S .
casa de Londres. bajo. El gobierno ha dejado sobre mí toda la '.¡^^eí
A las cinco de la tarde salía en el expreso de Bilbao sabilidad del arreglo de las calles y de las ilummacio ^^
con dirección á Madrid. ¡Inolvidable Bilbao! para los festejos que vamos á celebrar con motivo ^^
la augusta boda, y no puedo disponer de uu eoio
VII gundo.
Me quedé estupefacto, pero pude hablar. n,oso<
Heme ya en Madrid, en pleno campo de operaciones. fe — j Y no teme el señor ministro que ^^°^, ,„nñi^
He llegado al amanecer de hoy 25 de mayo. Faltan, de tejos
un anarquista!
los convierta en funerales la bomba ó el P"
pues, seis días para la boda regia; mejor dicho: puedo Su excelencia sonrió con aire do superioridad. ediía.a
disponer de seis días para desbaratar los planes de — No, señor Wallace. Hemos tomado las ' " - . : „ , -
Koditborg. de Bergey y del mismo Cresolo, que acaso más severas y eficaces para impedir todo int™*", "^ loS
se encuentren ya en Madrid, preparando la catástrofe, nal. En Madrid hay policías escogidos de todos ^^
'"' una trilogía monstruosa de catástrofes, digna da. países, incluso compatriotas de usted, y no se nos ^^
ídolos indios ó deidades nefastas. ¡Quién sabel capa ni una rata Ya tenemos la cárcel atestada ^^^
De Roditborg y Bergey no es aventurado suponer que sospechosos, y aun caerán en nuestro poder ""^° n-
rae han precedido en varios días; que hace tres ó cua- inspiran la más pequeña duda respecto á su* '
tro que se encuentran en Madrid, habiendo adquirido clones.
posiciones ventajosas é inexplorables, para ocultarse
como reptiles y luego aparecer y hei'ir en el momento
preciso con la celeridad devastadora del rayo.
No; no puedo yo perder el tiempo. La hermosa ca-
pital española, tan adusta por fuera y tan regocijada
por dentro, como un convento, me abruma con sU
^'andeza, como si la medida de su extensión fuera la
de mi responsabilidad
A las diez de la mañana me dirigí á la embajada in-
glesa. Allí era yo muy conocido y se me recibió como
á un antiguo amigo, como á u n huésped familiar. El
señor embajador tenía ya noticia de mi viaje, y mien-
tras almoizábamos, le referí todos los hechos que que-
dan expuestos en este relato, más otros detalles que la
discreción me veda transcribir aquí.
Cuando se relatan sucesos reales y se atestiguan con
personas que existen todavía, se impone la mayor co-
rrección; no así cuando se novela, que lodo está permi-
tido á la fantasía indomable del novelador. Sin embar-
go, no esperéis que mi diplomacia llegue al extremo Jete!
deplorable de ocultar farsantescamente la verdad: como . . . delante de nu «mata-peoadillaa» exquisito. «» g(¡,.
habréis tenido ocasión de comprobar en mí relato, cuan- de antiguo abolengo, que infundió en mis venas
do no digo las cosas claramente, las dejo traslucir to regocijo anacreóntico.
bien á las claras. Yo soy tin escritor altivo.
Después del almuerzo, un secretario de la embajada — Muy eficaz, señor ministro. Precisamente y ^^j.^
roe acompañó al ministerio del interior; ministerio de cesito ver uno por uno á esos presos sospechoso ^.^^^5
la gobernación, que se dice en España. Como en Bilbao, comprobar si están ó nó entre ellos los anaiQ
era preciso solicitar la venia y el apoyo de la más alta que yo busco. • ^,, ^Q to-
autoridad española para descubrir á los anarquistas y — Disponga usted de mí, señor Wallace. ^ ' j ^ ^ ^ co-
hacer abortar sus planes. da la policía y la guardia civil que necesite y " . ^ ¿oy
Fué una entrevista aun más característica que la do mo se le antoje para conseguir sus fines; yo no ^^^ ^o
Bilbao. ciirta blanca para todo; pero sea usted bueno y
El secretario de la embajada trató de presentarme distraiga de mis perentorias ocupaciones.
ni señor ministro; pero ésto lo interrumpió á las pri- — ¡De ningún modo, señor ministro! ^°^f[5
meras palabras. nada
disposición á dos policías distinguidos, y
— Ah, s í ; ya conozco á este caballero por el gober- necesito. -nda'»*"
nador de Bilbao. Por cierto — añadió riendo — que el Su excelencia hi/,o sonar un timbro con escaño
señor gobernador de Bilbao asegura que uslcd se ha energía. ,i
burlado de él. señor Wallaco. (Continitora./

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