Expiación Sustitutiva - Coalición Por El Evangelio
Expiación Sustitutiva - Coalición Por El Evangelio
Expiación Sustitutiva - Coalición Por El Evangelio
DEFINICIÓN
El punto de vista penal sustitutivo de la expiación sostiene que el evento más fundamental de la
expiación es que Jesucristo tomó el castigo completo que merecíamos por nuestros pecados como
un sustituto en nuestro lugar, y que todos los demás benecios o resultados de la expiación
encuentran su ancla en esta verdad.
SUMARIO
Todas las personas necesitan un sustituto, ya que todas son culpables de pecar contra el Dios
santo. Todo pecado merece castigo porque todo pecado es rebelión personal contra Dios mismo. Si
bien los sacricios de animales asumieron la culpa del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento,
estos sacricios nunca podrían expiar por completo los pecados del hombre. Por eso, Jesucristo
vino y murió en lugar de su pueblo (sustitución), asumiendo el castigo completo que merecían
(penal). Si bien hay otras teorías de la expiación que apuntan a otros aspectos válidos de lo que
sucedió en la muerte de Cristo, el elemento penal sustitutivo de la crucixión asegura todos los
demás benecios que llegan al pueblo de Dios a través de la muerte de su representante.
La sustitución penal es el ancla o el centro de otras verdades sobre la expiación, ya sea que
estemos hablando de Christus Victor, de Cristo como ejemplo, o de la curación que viene en la
expiación. La sustitución penal signica que Cristo murió en lugar de los pecadores, asumiendo la
pena y el castigo que ellos merecían.
Los seres humanos necesitan un sustituto ya que “por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria
de Dios” (Ro 3:23). El pecado separa a los seres humanos de Dios, como lo vemos en el pecado de
Adán y Eva en el jardín. Solo la obediencia perfecta satisfará la justicia de Dios, y vemos esto
porque Adán y Eva fueron apartados de Dios por un pecado. Como dice Gálatas 3:10: “Porque
todos los que son de las obras de la Ley están bajo maldición, pues escrito está: «Maldito todo el
que no permanece en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas». La maldición cae
sobre aquellos que transgreden los mandamientos de Dios, y nadie está exento” (Ro 3:9-20, 23).
El pecado merece castigo porque Dios es santo. Quebrantar la ley no es simplemente una realidad
impersonal, porque el pecado representa una rebelión contra Dios mismo (1 Jn 3:4). El corazón
del pecado es la falta de gloricar a Dios y de darle gracias (Ro 1:21). El pecado representa un
rechazo agrante a someterse al señorío de Dios, y los que pecan merecen el juicio retributivo de
Dios. Como Dios es santo (Lv 19:2), Él juzga a los que transgreden la ley. El juicio de Dios es
evidente en el Diluvio, el juicio de las naciones paganas en el Antiguo Testamento, y el juicio de
Israel por su pecado. Juan el Bautista advierte a las personas que huyan del juicio venidero del
Señor (Mt 3:1-12). Se convoca a los seres humanos para que se arrepientan antes de que llegue el
juicio venidero (Hch 2:14-39; 3:12-26; 4:8-12). Pablo frecuentemente se reere al juicio
escatológico de Dios (Ro 2:5, 16; 6:23; 9:22; 1 Co 1:18; 5:5; 2 Co 2:16; Gá 1:8-9; Fil 3:18 -19; 1
Tes 1:10; 2:14-16; 5:9). La naturaleza retributiva del juicio es tan clara como el cielo en un día
soleado (2 Te 1:59). Pablo argumenta que Dios es “justo” para castigar a las personas por el pecado
de ellas.
Vemos expiación sustitutiva en los sacricios del Antiguo Testamento, ya que su propósito
fundamental era obtener el perdón de los pecados. La gente puso las manos sobre el animal para
indicar que el animal funcionaba como un sustituto de la persona, y su pecado era transferido al
animal. La muerte violenta del animal signica la pena que merecen los seres humanos por su
pecado. Por lo tanto, la muerte del animal funcionaba como un sustituto del adorador.
Los sacricios de animales no pueden, nalmente, expiar el pecado (He 9:1-10: 18), y dichos
sacricios apuntan a la muerte expiatoria de Jesucristo que asegura el perdón completo y
permanente de los pecados. Vemos en Isaías 53 que Jesús, como siervo del Señor, sufrió la muerte
en lugar de los pecadores. “Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros
dolores” (Is 53:4). Como dice el siguiente versículo, “fue herido por nuestras transgresiones,
molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, y por Sus heridas
hemos sido sanados” (Is 53:5). Él murió como una “ofrenda de expiación” en lugar de los
pecadores (v. 10). En su muerte, “llevó el pecado de muchos” (v. 12). “Quiso el Señor
quebrantarlo” (v. 10), y Jesucristo, como el Siervo del Señor, sufrió la ira de Dios que los
pecadores merecían.
Romanos 3:21-26 es un texto central sobre la sustitución penal. En la sección anterior de la carta
vemos que todos, sin excepción, son pecadores que merecen un juicio nal (Ro 1:18-3:20). Pablo
arma en Romanos 3:21-22 que una correcta relación con Dios no puede obtenerse a través de
guardar la ley (“por cuanto todos pecaron”, Ro 3:23), sino solo a través de la fe en Jesucristo.
¿Cómo puede Dios perdonar a los pecadores para que tengan una relación correcta con Él? La
respuesta se da en Romanos 3:25-26: “A quien Dios exhibió públicamente como propiciación por
Su sangre a través de la fe, como demostración de Su justicia, porque en Su tolerancia, Dios pasó
por alto los pecados cometidos anteriormente, para demostrar en este tiempo Su justicia, a n de
que Él sea justo y sea el que justica al que tiene fe en Jesús”. Las palabras traducidas como
“sacricio expiatorio” tienen un signicado más técnico y pueden traducirse como “propiciación” o
“propiciatorio” (hilastērion). La palabra propiciación signica que la ira de Dios ha sido satisfecha
o apaciguada en la cruz de Cristo.
Tal idea encaja bien con el ujo de pensamiento en Romanos, porque vemos en Romanos 1:18 que
“la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres”. También
se nos dice en Romanos 2:5 que aquellos que no se arrepientan y ablanden sus corazones están
“acumulando ira en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios”. Romanos 3:25-26
nos enseña, entonces, que la justicia y la santidad de Dios se satisfacen en la muerte de Cristo. En
la cruz de Cristo se demuestra que Dios es amoroso, santo, misericordioso y justo, el “justo y
justicador” de los que ponen su fe en Jesús. Dios no ha comprometido su justicia ya que Cristo
pagó la pena que se merece por el pecado, muriendo como sustituto en lugar de los pecadores.
Vemos la misma verdad en Gálatas 3:10-13. Nadie puede escapar de la maldición de Dios por las
obras de la ley, ya que todos, sin excepción, pecan. La solución al mal de los seres humanos se
establece en Gálatas 3:13, “Cristo nos redimió de la maldición de la Ley, habiéndose hecho
maldición por nosotros, porque escrito está: «Maldito todo el que cuelga de un madero»”. La
maldición que toda persona merece es removida para aquellos que confían en Cristo, porque
Cristo tomó la maldición que merecíamos, sobre sí mismo. Tomó la pena que merecíamos,
cumpliendo las palabras de Deuteronomio 21:23 de que los son colgados del árbol son malditos.
La misma verdad se encuentra en 2 Corintios 5:21, Dios “al que no conoció pecado, lo hizo pecado
por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él”. Aquí tenemos el gran intercambio.
Jesús tomó nuestro pecado al morir en nuestro lugar, y recibimos su justicia.
Tampoco esta enseñanza está restringida a Pablo. Jesús mismo enseña claramente la sustitución
penal en Marcos 10:45, “Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir y
para dar Su vida en rescate por muchos”. Aquí tenemos una alusión a Isaías 53. Jesús como el Hijo
del Hombre de Daniel 7, es también el Siervo Sufriente de Isaías 53. Al entregar su vida, Jesús
murió como un rescate en lugar de muchos. Su muerte constituyó el pago exigido por los pecados
cometidos. La misma enseñanza también está presente en el Evangelio de Juan, “Ahí está el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn 1:29). Jesús, como el Cordero sacricial de
Dios, ya sea el Cordero de la Pascua, el cordero en el sistema sacricial, o el cordero de Isaías 53:7
(o incluso los tres), muere como sacricio en lugar de los pecadores.
La expiación penal sustitutiva se teje en el tejido del Nuevo Testamento. Pedro, basándose en Isaías
53, declara: “El mismo llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre la cruz, a n de que muramos al
pecado y vivamos a la justicia, porque por Sus heridas fueron ustedes sanados” (1 Pe 2:24). En
el siguiente capítulo, él declara: “Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el
justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pe 3:18).
La sustitución penal captura el corazón de la expiación, ya que vemos en el sacricio expiatorio de
Cristo el amor y la justicia de Dios. Tampoco debemos enfrentar al Padre contra el Hijo, ya que el
Hijo se entregó voluntariamente y con alegría por el bien de los pecadores (Jn 10:18). Como el
evangelio de Juan enfatiza repetidamente, el Padre envió al Hijo, pero el Hijo se regocijó por hacer
la voluntad del Padre.
Este ensayo hace parte de la serie Teología Concisa. Todas las opiniones expresadas en este ensayo
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