PR 7358
PR 7358
PR 7358
Olivar
Cita sugerida:
Macciuci, R. (2015). Oscuridad y zonas grises en El lápiz del carpintero y La lengua de
las mariposas de Manuel Rivas. Con una coda argentina: La pregunta de sus ojos de
Eduardo Sacheri. Olivar, 16 (24). En Memoria Académica. Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.7358/pr.7358.pdf
ARTICULO/ARTICLE
Raquel Macciuci
Cita sugerida: Macciuci, R. (2015). Oscuridad y zonas grises en El lápiz del carpintero y La lengua de las
mariposas de Manuel Rivas. Con una coda argentina: La pregunta de sus ojos de Eduardo Sacheri. Olivar, 16
(24). Recuperado de http://www.olivar.fahce.unlp.edu.ar/article/view/Olivar2015v16n24a08
Resumen
En La lengua de las mariposasy El lápiz del carpintero Manuel Rivas presenta conflictos y personajes inmersos
en el contexto de violencia y opresión desatados por el accionar de las fuerzas franquistas triunfantes en Galicia.
Por su parte, uno de los hilos narrativos desarrollados por Eduardo Sacheri en La pregunta de sus ojos, se
interna en la relación entre el delito, la impunidad y el castigo en el marco de la violencia estatal que se instala en
Argentina en los años anteriores al golpe militar de 1976. En los tres relatos los comportamientos indignos o
criminales, cuya génesis es inseparable del terror impuesto por una dictadura u otras formas de violencia
emanadas de un poder opresor, disparan interrogantes de complejas respuestas. El concepto de zona gris que
acuñó Primo Levi en su obra dedicada a testimoniar su experiencia de deportado en Auschwitz ofrece una vía de
reflexión para volver más inteligible la respuesta del ser humano en situaciones límite.
Abstract
Both La lengua de las mariposas and El lápiz del carpintero, written by Manuel Rivas, present conflicts and
characters immersed in a context of violence and oppression sparked by the Francoist forces after their victory in
Galicia. Meanwhile, one of the narrative cores of Eduardo Sacheri´s La pregunta de sus ojos focuses on the
relation between crime, impunity and punishment within the context of Argentinean State violence during the
years previous to the military cope of 1976. In all of these works, the presence of despicable and criminal
behaviors becomes inseparable from the existence of a dictatorship or other ways of violence related to an
oppressive system. Therefore, the questions raised by these human behaviors need complex answers. The
concept of grey area, coined by Primo Levi in his testimonial work about his experience in Auschwitz, offers a way
to ponder about (and to become intelligible) the answers of the human being in limit situations.
Esta obra está bajo licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/deed.es_AR
Olivar, diciembre 2015 16(24). ISSN1852-4478
condición misma es puesta a prueba y puesta en duda. Desde Auschwitz y Primo Levi se ha puesto
en foco la borrosa frontera que separa la víctima del victimario, así como las certezas y coordenadas
absolutas para entender las respuestas de los condenados que prestaron algún tipo de colaboración
con los perpetradores y en contra de otros prisioneros.
Con independencia de la controversia sobre su excepción y anomalía, no queda sujeto a
discusión que los análisis y reflexiones que se generaron en torno al nazismo y a la deportación y
asesinato masivo han dado lugar a análisis modélicos y proporcionado herramientas críticas
esenciales para ir más a fondo en la exploración de las situaciones límite que dejan en suspenso la
noción de inteligibilidad y socavan las verdades establecidas sobre la naturaleza del mal y la
psicología de la víctima y del verdugo. Se puede discutir si hay un antes y un después del genocidio
nazi, pero no es tan fácil sostener que no hay un antes y un después del conocimiento del mal
posterior a los lúcidos relatos del sobreviviente ítalo-judío autor de Si esto es un hombre.
Al momento de enfrentarse a la insondable dimensión de lo atroz, la literatura, discutida,
incomprendida a veces, ha demostrado ser un camino eficaz para afrontar la dificultad de transmitir
una experiencia traumática evitando que se convierta en simple estadística. Igualmente, constituye la
literatura una entrada imprescindible para revelar los modos en que el pasado logra permanecer en la
memoria colectiva y revelar zonas impregnadas de sentidos que la historia no es capaz de indagar o
que llanamente desestima.
La ficción también da cuenta de las perspectivas con que acontecimientos pasados se
proyectan sobre el presente y delinean el futuro, ya que la memoria pone en evidencia no tanto las
divergencias sobre la interpretación de unos hechos como “los desacuerdos sobre problemas
contemporáneos con los que la memoria no deja de tener interferencias”. (Candau, 2002: 73)
Las numerosas obras sustentadas en el recuerdo de episodios históricos marcados por la
violencia y la infamia, recurren a formas figurativas, retóricas y metafóricas propias de la literatura
para llegar más hondo en la comprensión de lo inexplicable. Por otro lado, mediante la imaginación
puede conseguirse un relato que traduzca con mayor eficacia la complejidad y la dimensión
insondable del acontecimiento traumático. La reelaboración presente del pasado que está implícita en
el acto de recordar ha jerarquizado el lugar de la literatura como medio para construir una memoria
que se modifica y reescribe al compás de las inquietudes y deseos de los sucesivos momentos
históricos.
Niños, héroes y antihéroes
Manuel Rivas tiene un especial talento para adentrarse en los pliegues inextricables de la
naturaleza humana y velar su voz para que el lector desentrañe por sí mismo el misterio o el drama
que sobrevuela en los hechos cotidianos o descubra la perversidad que se oculta a la vista de todos y
espera agazapada para despertar en circunstancias propicias.
Cuando Rivas aborda asuntos relacionados con la violencia desatada por el golpe de estado
de 1936 contra la II República española y con la posterior guerra civil, pone de manifiesto su particular
instinto para adentrarse en la fragilidad y la indigencia del hombre desguarnecido que de pronto se
encuentra acosado por la intimidación y la violencia ejercida por los usurpadores del poder legal.
Para retratar estas circunstancias se vale de ficciones y recursos retóricos que ponen en
evidencia la escabrosa deriva moral de gente común que ve su vida trastocada por un poder que
impone su autoridad con el terror. Los relatos interpelan a lector y dejan la respuesta en su campo.
Dolores Vilavedra ha observado que el escritor gallego tiene especial interés en las figuras desvalidas
o débiles, visible en el papel diferenciado que concede “en sus historias a los niños, los ancianos o los
minusválidos y que se explica por el hecho de que las suyas son miradas 'diferentes', capaces de
descubrir en la realidad un aspecto poco común” (2001: 90). En los relatos analizados en el presente
Olivar, diciembre 2015 16(24). ISSN1852-4478
estudio, un niño y un hombre rayano en la debilidad mental son especialmente eficaces para transitar
las fronteras entre la víctima y el victimario, la lealtad y la traición, el dolor y la impiedad.
El cuento LM y la novela LC comparten algunos rasgos formales y narratológicos. Ambos
relatos se estructuran en torno a dos héroes paradigmáticos, de estirpe clásica en cuanto a sus
cualidades intachables y su trayectoria sin fisuras, un maestro y un médico. Paradigmáticos también
en el contexto en el cual se insertan y del que provienen, ya que encarnan dos figuras emblemáticas
en la construcción de las sociedades democráticas modernas, cabales agentes de progreso, ejemplos
de trabajo volcado a la comunidad, ligados por necesidad al antidogmatismo y antioscurantismo.
Referentes colectivos dueños de un alto capital simbólico, constituyen una amenaza para los abusos
de los agentes locales de los poderes de la reacción: la iglesia, los gobiernos sometidos al poder
económico, las grandes fortunas, las fuerzas de seguridad que les obedecen. Los dos protagonistas
se iluminan con un aura laica, republicana y moderna, depositarios de sabiduría y conocimiento
liberadores que se irradian sobre el devenir de los acontecimientos.
Frente al desconcierto y la incredulidad que desata en la población el clima la sublevación del
18 de julio de 1936, el maestro don Gregorio y el doctor Daniel Da Barca perciben la gravedad de los
hechos y tratan de afrontar los días que se avecinan con entereza y dignidad.
Pero si los dos relatos logran un especial impacto que perturba al lector/espectador y lo sume
en un incómodo desasosiego no se debe únicamente a la factura de los héroes-víctimas, sino al
contrapunto de estos con los personajes que en la épica clásica se inscribirían en la serie del traidor o
el antihéroe; y en los actuales estudios sobre la memoria traumática se identificarían como habitantes
de la zona gris o subalternos que acatan órdenes con distinto grado de aquiescencia 7.
La actualidad y vibración que mantienen estos dos relatos de Manuel Rivas se debe en gran
parte a la inquietud que producen en el lector, de diferente manera, los intrincados comportamientos
de los seres oscuros, protagonistas de situaciones de violencia inusitada: me refiero al niño Moncho
(y por extensión, a sus padres), de LM y a Herbal, el carcelero de LC.
Antagónicos por el candor y la inocencia de uno y la vileza e imputabilidad del otro, sin
embargo comparten cierta condición de debilidad que les veda una total comprensión de los
acontecimientos. Los dos adoptan conductas ominosas que los empujan a secundar los crímenes y
atropellos cometidos por las fuerzas que en julio de 1939 instauran el terror en Galicia. No obstante,
es de rigor subrayarlo, las circunstancias y los derroteros que los llevan a la complicidad son bien
distintos, y el grado de responsabilidad también, pero comparten, de diferente modo “[u]na gris e
incesante alquimia en la que el bien y el mal, y junto a ella, todos los metales de la ética tradicional
alcanzan su punto de fusión”. (Agamben, 2005: 20)
En LM Moncho –Pardal– es un niño que crece bajo la mirada tutelar de sus padres al tiempo
que desarrolla una incipiente conciencia y autonomía. El cuento de 1995 es una pieza perfecta de
este género narrativo: el relato está construido a partir de una voz infantil que recuerda su estrecha
amistad con su primer maestro de escuela. En cambio, en la película de José Luis Cuerda, la historia
se desarrolla en tiempo presente y la rutina escolar se inscribe en el marco más amplio del
crecimiento en una aldea campesina, de modo que puede asimilarse a una novela de aprendizaje 8. El
niño se desarrolla bajo la mirada tutelar de sus padres al tiempo que desarrolla una incipiente
conciencia y progresiva autonomía. La realidad cotidiana marca la biografía esperable de un niño de
su edad: las clases en la instrucción pública, la aldea, la familia, la amistad, la rivalidad, los misterios
de la naturaleza circundante.
En un segundo plano sobrevuela la Historia, con mayúscula, esto es, la educación
republicana en los meses previos a la sublevación del ejército comandado por Franco, el
hostigamiento de la Iglesia y otras fuerzas de la reacción, los indicios alarmantes de sedición, el golpe
de estado del 18 de julio.
Olivar, diciembre 2015 16(24). ISSN1852-4478
El relato de Rivas describe un proceso anamnético que sugiere un trauma no resuelto, el que
le produjo, a instancias de la autoridad materna con el fin de proteger al padre, la traición al maestro y
amigo entrañable, quien por su parte, representaba también una autoridad además de un modelo
formativo. La voz en primera persona rememora desde un tiempo muy posterior, y aunque no
proporciona coordenadas espaciales ni cronológicas acerca del momento de la narración –de la
escritura–, las marcas del discurso no dejan dudas de que media un extenso lapso desde los hechos
rememorados y el presente del relato.
Pese al tiempo transcurrido la perspectiva infantil del relato revela un trauma desde, como si
el adulto se narrara a sí mismo una experiencia a la que no ha logrado dar sentido: no hay
explicaciones desde la madurez, el relato está atado al punto de la niñez del protagonista, que quizás
quedó congelada en aquel verano de 1936.
Sólo en algunos momentos el narrador da señales de tomar distancia y analizar desde la
conciencia adulta algunos episodios, como la huida del colegio hacia el monte Sinaí el primer día de
clase.
Ahora recuerdo con una mezcla de asombro y melancolía lo que logré hacer aquel
día. Yo solo, en la cima, sentado en la silla de piedra, bajo las estrellas, mientras que
en el valle se movían como luciérnagas los que con candil andaban en mi busca. (LM:
37)
Pero cuando relata la secuencia dramática de la prisión del maestro y del escarnio público del
que participa junto a su familia, vuelve al tiempo de los hechos y a su percepción infantil, fragmentaria
e inocente. La modalización indica una cercanía emocional con los primeros días de la guerra: “Algo
extraño estaba sucediendo” (LM: 36); “Las madres empezaron a llamar a sus hijos”. (LM: 37)
Tampoco proporciona ninguna explicación ni justificación sobre los insultos que profieren sus
progenitores y él mismo cuando los golpistas suben a don Gregorio a un camión junto a otros
significados republicanos de la aldea con un destino que no podía ser otro que el fusilamiento. Nada
permite suponer que Moncho ha elaborado la experiencia. Aunque ya ha dejado atrás la niñez, no
habla de sublevación, ni de guerra civil, ni de victoria o derrota. Las escasas coordenadas históricas
provienen de la reproducción en tiempo presente, de rumores y discursos ajenos, como el comentario
de la vecina Amelia: “¿Sabéis lo que está pasando? En Coruña, los militares han declarado el estado
de guerra. Están disparando contra el gobierno civil”. (LM: 37)
Ese vacío y la puesta en presente mediante una escenificación sin aditamentos introducen al
lector en la inesperada y chocante escena final como si la pudiera observar de cerca: ante el temor de
que el cabeza de familia sea apresado por “rojo” y simpatizante de la República, el padre y la madre
de Moncho, Ramón y Rosa, se alinean con la multitud que, compelida por los esbirros de Falange,
injuria a los detenidos, entre ellos don Gregorio. Primero grita el padre, por ruego de su mujer, y
luego, azuzado por sus progenitores, el alumno dilecto no sólo insulta al maestro, sino que se suma a
los niños que corren tras el camión arrojando piedras a los detenidos 10: “…me empujaba con la
mirada, los ojos llenos de lágrimas y sangre ‘¡Grítale tú también, Monchino, grítale tú también!’”. (LM:
41)
Si la actitud de los padres y del niño hubiera sido heroica, el desenlace sería igualmente
cruento, pero moralmente edificante. Si Moncho hubiera desobedecido la orden de los opresores,
Olivar, diciembre 2015 16(24). ISSN1852-4478
sería una figura por demás frecuente, un niño héroe y víctima. Pero la felonía unida a infancia e
inimputabilidad, introduce una anomalía perturbadora. La indignidad del antihéroe es desestructurante
y sacude al lector/espectador con preguntas sobre la conducta humana en situaciones de violencia
extrema.
¿Cómo se hunde un buen hombre, un ciudadano corriente, un correligionario, en la
abyección? ¿Cómo funciona el miedo, y sobre todo el miedo por los suyos? ¿Qué convierte a un niño
en un traidor?, ¿qué extremo de violencia se llega a ejercer para que la infancia sea un rehén
empujado a reproducir la ignominia de los mayores?, ¿qué grado de perversidad es capaz de ejercer
un sistema que obliga a un inocente a elegir entre la vida –y la muerte– de dos seres queridos?
A la hora de interpretar el abrupto pasaje, el lector queda desarticulado, sin una tabla de
valores cierta ni un esquema firme para atreverse a enjuiciar la conducta de los personajes inermes
en una situación de violencia, amenazas y presión desmesuradas. Una mezcla de repudio y sorpresa
junto a la búsqueda de asideros que permitan inscribir el gesto desesperado en una tabla de
referencias, deja respuestas truncas y una intolerable sensación de vacío.
Juzgar con intransigencia la conducta del padre que doblega al hijo e insulta al maestro con el
propósito de preservar su vida (no sabrá el lector si le sirvió finalmente para salvarse); o condenar a la
madre –las madres en Rivas son figuras fuertes y decisivas 11– que ante el cariz de los
acontecimientos toma las riendas de la familia con un instinto de loba que sólo tiene una meta,
reguardar su territorio, constituyen gestos de suficiencia de quien mira desde la galería.
La lectura opuesta, es decir, la indulgencia y la comprensión, parece un agravio a la memoria
y la fuerza moral que sostuvieron en igual o peores condiciones miles de damnificados.
El lápiz del carcelero
Herbal, el pertinaz vigilante del doctor Da Barca, médico republicano que después del golpe
contra la II República conoce distintas cárceles franquistas, es, en términos coloquiales, un hombre
de pocas luces. Su historia y su conducta hacen pensar en una discapacidad o inhabilidad intelectual
unida a una carencia afectiva, resultado de una infancia mísera y cruel, embrutecida por el medio
familiar.
…su padre blasfemaba porque nadie iba a comprar aquel cerdo tan sucio, y todo por
su culpa […] Habría que venderte a ti, y no al cerdo, murmuraba su padre. Si es que
alguien te quisiera. (LC: 54-44)
En la película el actor Luis Tosar logra componer con maestría el personaje que bascula entre
la conciencia del esbirro inclemente y la sumisión del subalterno instintivo que desde su limitada
comprensión de la realidad, tiene un sitio para la clemencia. 12
Herbal, en castellano ‘herbazal’, sitio poblado de hierbas –en Rivas los nombres no son
casuales– alude a una condición agreste y cerril. El oscuro guardia de LC es una pieza dentro de la
maquinaria de terror del estado para eliminar todo atisbo de oposición. Su trayectoria es la de un
estricto y sumiso empleado de penitenciaría –en la película, guardia civil– que espera las órdenes y
cumple con eficiencia su papel de carcelero de los republicanos detenidos a causa de sus ideas.
Su persona y naturaleza son el polo opuesto al doctor Da Barca, héroe sin fisuras, luminoso,
íntegro, para algunos críticos, excesivamente modélico. Su figura intachable atraviesa con un halo de
santidad toda la novela. Junto a él, como un ángel caído y opaco, Herbal lo acompaña sin descanso
y, no sin cierta contrariedad y desconcierto, lo protege, le salva la vida en dos ocasiones, y termina
admitiendo, al fin de sus días, que la cercanía a la pareja del doctor y la bella Marisa Mallo fue un
oasis en su triste existencia. “Ellos fueron lo mejor que la vida me ha dado”, confiesa a la prostituta
María Visitação. (LC: 185)
Olivar, diciembre 2015 16(24). ISSN1852-4478
No está cargado de odio ni de venganza aunque es capaz de entrar en cólera, maltratar a los
prisioneros y denunciar al doctor Da Barca, el médico protagonista de la novela. Sin embargo, detrás
de su brutalidad y tendencia a la obediencia ciega emerge a veces un sentido compasivo y
humanitario. La fluctuación tiene su origen en la puja que se da en su fuero íntimo entre un hombre de
hierro –cruel e irreflexivo– y la voz de un pintor a quien mató expeditivamente para evitarle los
tormentos con que habían planeado divertirse los falangistas en uno de los tantos siniestros ‘paseos’
nocturnos, en el cual Herbal debió participar en los primeros días del golpe de estado del 18 de
julio.13
El pintor asesinado se convertirá en la voz de la buena conciencia del carcelero. El lápiz de
carpintero que el preso sustrae a su víctima después de muerto –como queda dicho, Herbal le asesta
un tiro para evitarle los suplicios previos que le tenían reservados– será el instrumento a través del
cual el artista se convierte en una suerte de guía y acicate moral. Cuando la voz lo acompaña y
aconseja, Herbal reprime sus tendencias más fieras e interviene secretamente a favor de los presos
republicanos, y en especial, de Daniel Da Barca. Finalmente, el carcelero termina preso y expulsado
del cuerpo, no por participar de ‘sacas’ nocturnas, ni por maltratar o ser cómplice del maltrato
sistemático a los recluidos, sino por cometer un crimen aislado que hasta despierta simpatía en el
lector: el asesinato de Zalo Puga, su cuñado, un falangista enriquecido con las requisas para
abastecimiento, que propina palizas y humilla cotidianamente a su esposa, hermana de Herbal y uno
de los escasos recuerdos felices de su niñez (la película enfatiza los rasgos del maltratador y sicario).
En términos absolutos, Herbal es un miembro de las fuerzas de seguridad que cumple y
ejecuta órdenes, muchas de ellas por fuera de la ley. Si hubiera sido puesto en el banquillo hubiera
tenido que responder, entre otros cargos, de asesinato con alevosía y probablemente, de cometer
delitos de lesa humanidad. Pero, otra vez recogiendo las reflexiones de Giorgio Agamben
En este sentido, el derecho no debe albergar “la pretensión de agotar el problema”, así como
las categorías éticas no se corresponden con las jurídicas. (Id., id.: 16) Porque afortunadamente
literatura no se ocupa de la jurisprudencia, cuando se trata de elaborar y atender a las heridas
abiertas del pasado, el discurso literario se introduce en pliegues recónditos, y ayuda a hacer menos
ininteligible el abismo de los comportamientos humanos.
Continuando con el pensamiento del autor de Lo que queda de Auschwitz, la investigación
histórica y los procedimientos judiciales pueden cerrar, de diferentes modos, el conocimiento y las
deudas con las víctimas de delitos aberrantes contra la humanidad, pero seguirán abiertas las
preguntas que vuelven los episodios traumáticos una materia sensible y actual, esto es, cuando las
indagaciones se topan con la inutilidad de los datos y de las pruebas documentales para lograr “la
simple comprensión humana de lo acontecido”.(Agamben, 2005: 7)
En este sentido, y sin desconocer el componente mágico de la cultura gallega que explica la
faz benevolente del carcelero por la interconexión entre el mundo de los muertos y la realidad
terrenal, trama que el doctor Da Barca define como “realidad inteligente”, Herbal es de la clase de
guardia que puede suavizar el sufrimiento de los reos o de la prostituta en un burdel; su gesto de
descerrajar un tiro a un prisionero para ahorrarle torturas previas, recuerda a los Kapos benevolentes
que describe Primo Levi, cuyos castigos tienen el fin de evitar que caigan extenuados y pasen por ello
mayores desgracias:
…algunos nos golpean por pura bestialidad y violencia, pero otros nos golpean
cuando estamos ya bajo la carga, casi amorosamente, acompañando los golpes con
Olivar, diciembre 2015 16(24). ISSN1852-4478
palabras de exhortación y de ánimo, como hacen los carreteros con los buenos
caballos. (Levi, 2003: 111)
Por su parte, Herbal afirma:
Cometí muchas barbaridades, pero cuando me encontré ante el pintor murmuré por
dentro que lo sentía mucho, que preferiría no tener que hacerlo, y no sé lo que él
pensó cuando su mirada se cruzó con la mía, un destello húmedo en la noche, pero
quiero creer que él entendió, que adivinó que yo lo hacía para evitarle tormentos. (LC:
19)
La coda argentina
Este trabajo fue pensado como una exposición dedicada a Manuel Rivas, y específicamente,
a la relación de su obra con la memoria. Sin embargo, al finalizarlo me pareció que quedaba trunco, y
que se completaría si se consideraba otra situación en torno a la zona gris. Por este razón surge la
coda, un cierre que extienda la reflexión con una novela argentina y su versión fílmica, en las cuales
la figura de la víctima/victimario muestran un rostro no contemplado en las ficciones ya tratadas, aun
a riesgo de romper la unidad de este volumen dedicado a la obra del escritor gallego.
La pregunta de sus ojos, publicada en 2005 por el argentino Eduardo Sacheri, ofrece otro, y
muy distinto ejemplo de inquietante solapamiento y trastrueque entre el bien y el mal, entre víctima y
victimario, contracara de las situaciones de LM y LC ya descriptas. La novela alcanzó mejor fama
gracias a la trasposición cinematográfica de José Campanella, El secreto de sus ojos (2009),
potenciada por los premios Oscar y Goya a la Mejor película extranjera de habla hispana en 2010,
entre otros muchos galardones obtenidos.
El argumento se reparte en tres planos narrativos: un momento autorrepresentantivo, en el
cual Benjamín Chaparro, un fiscal retirado del Poder Judicial, empleado toda su vida en el Palacio de
Tribunales de Buenos Aires, reflexiona sobre las dificultades formales que enfrenta a la hora de
convertir en una novela la historia de un episodio policial que marcó su vida. El segundo plano es la
reconstrucción de dicho episodio y el tercero, la deriva sentimental con una joven abogada devenida
jueza, también imbricada en la intriga detectivesca.
La película introduce algunos cambios argumentales, unos más afortunados que otros, y
modifica ciertas coordenadas espaciales, sin duda para hacer más verosímil y atractivo el guión.
Me centraré en la intriga policial y, fundamentalmente, en el desenlace. A diferencia de los
dos relatos de Manuel Rivas, la novela de Sacheri no se inscribe estrictamente en lo que llamaríamos
narrativas sobre el pasado reciente, pero incorpora de forma decisiva el tema de la violencia
institucional y las consecuencias de la falta de justicia. Sucintamente, la trama que interesa para este
trabajo se inicia en 1968, con la violación y el brutal asesinato de una joven recién casada, Liliana
Colotto de Morales, y continúa con las diferentes estrategias que asume su viudo, Ricardo Morales,
para obtener justicia primero y para concretarla por mano propia cuando termina triunfando la
impunidad.
Mediante una investigación que no es preciso resumir aquí, el culpable del crimen, Isidoro
Gómez, es descubierto y termina en prisión gracias al compromiso personal y a la perseverancia de
Chaparro para esclarecer el crimen y condenar al culpable. Sin embargo, merced a una notoria
capacidad para sobrevivir en el presidio, el asesino logra ser liberado cuando en mayo de 1973 14 en
Argentina se abren las cárceles a los presos políticos sin proceso, detenidos durante el gobierno
militar del general Lanusse. El esposo, obsesionado por el castigo al culpable, averigua que el
asesino, Isidoro Gómez, no sólo está libre sino que, amparado por el funcionario judicial que facilitó la
liberación, ha pasado a integrar las fuerzas parapoliciales organizadas por la ultraderecha del
Olivar, diciembre 2015 16(24). ISSN1852-4478
complicidad del testigo –Chaparro–, por simpatía, por comodidad, o por desconcierto. O debido a la
simple sumisión a los detentadores del poder, heredada de los tiempos en que la simple muestra de
desafección o de indiferencia –el primero se usaba en España, el segundo en Argentina– era pasible
de inimaginables, imprevisibles castigos. Y no se trata de un testigo cualquiera, sino de un jubilado
del poder judicial que además, inicia una relación sentimental nada menos que con una jueza de la
Nación.
Bien se trate de la novela o de la película, Chaparro/Espósito es responsable de graves
delitos: complicidad con la desaparición definitiva del secuestrado y con el plan de sustracción del
cuerpo mediante una inhumación ilegal; o por complicidad con la reclusión clandestina por tiempo
indeterminado en condiciones infrahumanas.
La impunidad de los dos verdugos, del que ejecuta y del que calla, ambos víctimas del
terrorismo de estado en el pasado, sacude al lector si es que no se ha dejado atrapar por el final feliz
de la historia de amor del funcionario de judiciales y la jueza Irene Menéndez Hastings, a la que amó
en silencio tanto tiempo como el transcurrido desde el asesinato de la joven recién casada. 16
Recapitulación
A esta altura del análisis es oportuno volver sobre el testimonio de Primo Levi. Su penetrante
análisis rompe lugares comunes y conceptos establecidos sobre uno de los genocidios más
estudiados. Su perspectiva sobria y descarnada ha dejado enseñanzas insoslayables para abordar el
tema del bien y el mal en las zonas grises. Aunque pueda objetarse que la desmesura y la
excepcionalidad del exterminio orquestado por el nazismo no es parangonable con otros crímenes
contra la humanidad –premisa discutida y revisada– las consecuencias morales y filosóficas son
extrapolables e iluminadoras.
El lector de Rivas debe enfrentarse a un análisis que exige rigor y cautela: el sastre de LM no
es culpable de ninguna muerte ni detención, su conducta no empeora la situación del maestro camino
del paredón, pero produce una profunda herida moral y abre una pendiente por la que es el primero
en ser arrastrado, y con él su hijo, víctima inocente. Su abyección y envilecimiento son tan
insondables como el sufrimiento y la culpa que le produce su propia cobardía a partir del golpe de
estado del 18 de julio de 1936.
En la otra novela de Rivas tratada en el presente estudio, Herbal, como he señalado más
arriba, aunque alegue que sólo cumplía órdenes y dé señales de minusvalía intelectual y emocional,
en caso de haber existido un juicio, seguramente hubiera sido declarado culpable por fusilar
prisioneros sin proceso previo, ni siquiera sumarial. Es fundamental recordarlo: Primo Levi no
concede a los guardias la indulgencia y comprensión que le merecen los prisioneros arrastrados a la
zona gris.
Pero tras la infamia de los actos cometidos por Herbal se vislumbra –la alusión etimológica a
la luz no es aquí inmotivada– una cuota de humanidad que lo lleva a prestar cierto alivio a las
víctimas, pese a no ser muy consciente de ello ni tan siquiera para usarlo a su favor. Este es el arte
del narrador del cual el lector debe tomar testigo. Es la humanidad, no la culpa o la inocencia que en
definitiva, es privativo de jueces y letrados, la gran diferencia que separa a Herbal de la fría, a veces
desafiante impasibilidad de cientos de responsables o subalternos, condenados o no –los derroteros
Olivar, diciembre 2015 16(24). ISSN1852-4478
de la justicia son muy diversos en los distintos países– que nunca expresaron con palabras o gestos,
signos de contrición o piedad17.
Por último, en el relato de Sacheri, el sufrido esposo de Laura Colotto y el escritor en ciernes
Benjamín Chaparro, muestran otros movimientos en la ambigua zona opaca habitada por víctimas y
victimarios: la inclemencia del viudo con el culpable trastoca su estatuto de víctima y lo convierte en el
otro, en un criminal sin piedad, en un ejecutor implacable y rutinario. Bajo su rostro apacible asoma el
de un dios soberbio e implacable, sin señales de misericordia ni de dudas sobre el derecho que lo
asiste. El lector ve cambiar abruptamente su condición de pobre víctima incapaz de concluir su duelo
después del atroz arrebato de su esposa embarazada en 1968. Su impasibilidad, determinación y fría
eficacia recuerda al metódico funcionario que maneja prolijos dispositivos para garantizar el
funcionamiento de la maquinaria destructiva. La imagen burocrática y prolija de Morales, un solícito y
ejemplar empleado de banco, adquiere tintes inquietantes cuando Chaparro lo encuentra por
casualidad en una estación ferroviaria y el viudo le revela que realiza meticulosas e interminables
‘guardias’ en las terminales de trenes porteñas a la espera de ver pasar al asesino de Laura:
“-Los jueves me toca acá. Los lunes y miércoles en Constitución. Martes y viernes,
Retiro. […] Este mes es así. En mayo cambio. Todos los meses lo cambio”. (Sacheri,
2009: 147)
Notas
1 Enzo Traverso (2011) define el nuevo rumbo como la era del testigo. Por su parte, Bruno Groppo en
2000 dejó registro del interés de los investigadores por desmitificar los relatos heroicos de la
resistencia al nazismo e indagar en el silencio o la complicidad de la sociedad civil en los países
ocupados. En los últimos años, el papel de los subalternos y de los actores secundarios de la historia
ocupa el foco de estudios e historias noveladas (Macciuci, 2010). El interés por el testimonio no es
privativo de la memoria, la literatura da numerosas muestras del auge de memorias, relatos
autoficcionales, textos híbridos entre la historia y la ficción que revelan el interés por aspectos
privados y ‘menores’ de la realidad.
2 Ese mismo año el volumen recibió el Premio Gonzalo Torrente Ballester, y en 1996, en su versión
ampliada con seis nuevos relatos, el Premio Nacional de Narrativa.
3 A partir de ahora, LC y LM. La paginación remite a las ediciones en castellano El lápiz del
carpintero y La lengua de las mariposas citadas en la bibliografía.
6 El fenómeno tiene muchos aspectos por profundizar. Cabe preguntarse si la encarnadura (el
término que utilizo es motivado) de ambos lenguajes no depende de la fortuna del maridaje, y si en
algunos casos la fusión no se convierte en un ruido molesto que el lector trata de apartar, como
sucede con LC, cuya trasposición fílmica es menos afortunada según mi entender.
7 Primo Levi establece una tajante divisoria entre los subalternos que gozan de libertad y los
colaboradores de la zona grises, que pertenecen al colectivo de los deportados, prisioneros y
sometidos a vejaciones extremas. (2000: 11ss.)
10 La secuencia fílmica modifica algunos detalles sustantivos respecto del libro; por ejemplo, los
improperios en boca de Moncho en la película de Cuerda y los del cuento, hay una diferencia
cualitativa fundamental que modifica el grado de aquiescencia del chico con las órdenes de sus
padres y con la conducta colectiva. V. un análisis detenido en Macciuci, 2006.
11 V. Vilavedra, 2011.
12 Por el papel de Herbal, Luis Tosar recibió en 2004 el premio al mejor actor en el 19 Festival
Internacional de Cine de Mar del Plata.
13 Vale la pena mencionar que Rivas deja insinuados otros dos personajes que transitan en la zona
gris de los verdugos-víctimas: el director de la prisión de Santiago, “que era un hombre muy
Olivar, diciembre 2015 16(24). ISSN1852-4478
atormentado, dicen que antiguo amigo de algunos de los que estaban dentro” (LC: 25), quien
encomienda a Herbal que evite los tormentos de los falangistas al pintor. El segundo es el doctor
Solans, médico de la prisión de Coruña, que consume morfina para aplacar su mala conciencia por el
puesto que ocupa.
14 La Ley 20.508 de Amnistía del 27 de mayo de 1973, que otorgó libertad a los detenidos por delitos
políticos durante la dictadura precedente, fue la primera ley sancionada por el gobierno del presidente
Héctor José Cámpora que había asumido el 25 de mayo del mismo año.
15 María Estela Martínez de Perón (Isabelita), esposa y compañera de fórmula de Perón. Después de
la muerte del primer mandatario ejerció la presidencia el 1º de julio de 1975 hasta el golpe de estado
del 24 de marzo de 1976.
16 He visitado varias páginas que comentan el libro o la película: son muy pocas las que hacen
mención –somera– a la prisión del asesino, y ninguna profundizaba la cuestión. Sólo encontré una
entrevista a Sacheri en la cual el escritor alude a esa derivación de la trama poco atendida por los
receptores, aunque la define como una “privatización del castigo”, no como un delito de extrema
gravedad desde el punto de vista criminal y moral: -“El dilema que plantea la novela es qué hace
Morales ante la realidad de que al asesino lo soltaron. Confeso y todo, el criminal termina libre.
Quería ir un poco más allá de la justicia por mano propia. No es que yo me ponga en la piel de
Morales y diga: ‘esto es lo que hay que hacer’; pero me gustó jugar con esa posibilidad de la
‘privatización del castigo’, asumiendo las consecuencias personales también” (Friera, 2009). El
énfasis es mío y persigue destacar el eufemismo para disculpar un acto de justicia ilegítima que no se
diferencia de la venganza y conjuga en la misma conducta una reacción atávica de las sociedades sin
garantías jurídicas con un razonado plan propio de agentes de inteligencia de estados totalitarios
modernos. La cuestión no sólo se silencia sino que paradójicamente, la contratapa de la edición de
Alfaguara (2009), entre otros elogios, pondera la novela como ejemplar “historia protagonizada por
hombres que hicieron de la búsqueda de la verdad un destino; de la memoria, un camino
imprescindible, y de la lealtad, un culto que trasciende el tiempo, las distancias y la muerte”.
17 La figura del subalterno, aunque para Levi no merece la condescendencia de las víctimas
arrastradas a la zona gris, en la actualidad atrae la atención de los interesados por la memoria
traumática. La responsabilidad de los subordinados no se sanciona de la misma manera en los
distintos países y es motivo de intensos debates. Baste considerar el éxito de la novela Der Vorleser
(1995) de Bernhard Schlink, y de su versión fílmica, The Reader (Stephen Daldry, 2008). En esta
línea se incluye igualmente la indagación sobre el silencio, la complacencia, o complicidad de la
sociedad civil con los regímenes totalitarios. La novela Una misma noche, de Leopoldo Brizuela,
Premio Alfaguara 2012, bucea en los conflictos que pueden generarse en el seno de una familia. El
autor argentino pone el foco en la figura de su padre, aquiescente con la dictadura y con los
procedimientos del terrorismo de estado que le tocó en suerte presenciar.
Bibliografía
Agamben, Giorgio, 2005 [1999]. Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo, Homo sacer III,
Valencia: Pretextos, 2ª ed. corregida.
Azcona, Rafael, 1999. La lengua de las mariposas, Madrid: 81/2, Sogetel, Las producciones del
escorpión.
Olivar, diciembre 2015 16(24). ISSN1852-4478
Candau, Joël, 2002 [1996]. Antropología de la memoria, Buenos Aires: Nueva Visión.
Friera, Silvina, 9 de agosto de 2009. “Entrevista con Eduardo Sacheri. ‘Escribir es decir siempre algo
que tenés atravesado’”, Página 12. Recuperado de
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-14788-2009-08-03.html
Groppo, Bruno, 2000. “Memoria e Historia”, Políticas de la Memoria, CeDinCi, III, 3, oct., 10-17.
LaCapra, Dominick, 2008. Historia y memoria después de Auschwitz, Buenos Aires: Prometeo.
Levi, Primo, 2000 [1989]. Los hundidos y los salvados, Barcelona: Muchnik Editores, S. A. (Trad. Pilar
Gómez Bedate)
Levi, Primo, 2003 [1958]. Si esto es un hombre, Barcelona: Muchnik Editores, S. A. (Trad. Pilar
Gómez Bedate)
Macciuci, Raquel, 2010. “La memoria traumática en la novela del siglo XXI. Esbozo de un itinerario”,
en Entre la memoria propia y la ajena. Tendencias y debates en la narrativa española actual,
R. Macciuci y Mª Teresa Pochat (Dirs.), La Plata: Ediciones del lado de acá, 17-50.
Macciuci, Raquel, 2006. “La lengua de las mariposas: de Manuel Rivas a Rafael Azcona (o El golpe a
la República de los maestros)”, Espacios Nueva Serie, 2, dic., 186-202. Biblioteca Virtual
Miguel de Cervantes
Rivas, Manuel, 2002[1998]. El lápiz del carpintero, Buenos Aires: Suma de letras. (Trad. de Dolores
Vilavedra. [1998. O lapis do carpinteiro, Vigo: Xerais].
Rivas, Manuel, 2001[1997]. “La lengua de las mariposas”, en ¿Qué me quieres, amor?, Madrid:
Alfaguara, 20ª ed., pp. 21-41. (Trad. de Dolores Vilavedra. [1995. Qué me queres, amor?
Santiago de Compostela: Galaxia].
Schlink, Bernhard, 1995. Der Vorleser. Zürich: Diogenes. [El lector, Barcelona: Anagrama, 2000. Trad.
de Joan Parra Contreras].
Vilavedra, Dolores, 2011. “La obra literaria de Manuel Rivas: Notas para una lectura macrotextual”,
Romance Notes, enero, 51(1), 87-96.
Películas citadas
Bovaira, Fernando (Productor), José Luis Cuerda (Director), Rafael Azcona (Guionista), 1999. La
lengua de las mariposas [película], España: Sogetel.
Herrero, Gerardo (Productor), Campanella, Juan José (Director), José Campanella y Eduardo Sacheri
(Guionistas), 2009. El secreto de sus ojos. Argentina, España: Haddock Films, Tornasol Films.
Olivar, diciembre 2015 16(24). ISSN1852-4478
Daldry, Stephen (Director), David Hare (Guionista), 2008. The Reader. Estados Unidos, Alemania:
The Weinstein Company / Mirage Enterprises / Neunte Babelsberg Film.
Gordon, Juan y Antón Reixa (Productores), Reixa, Antón (Director), Antón Reixa, Xosé Morais
(Guionistas), 2003. El lápiz del carpintero. España: Socine / Morena Films.