Clase 1 Filosofía de La Educación
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AXIOLOGÍA EDUCATIVA
En la década de los noventa, mientras se erguía la globalidad, múltiples
sectores comenzaron a descubrir una fragmentación social decadente, pautada
por la violencia y la intolerancia, factores típicos de una sociedad heterogénea,
plural y atomizada; el andamiaje de sensibilidades sociales, y los lazos de la
tradición referentes a la vecindad, al paseo del parque, a las fiestas patronales
y las expresiones lúdicas más primarias, entre otros factores, comenzaron a
desmoronarse, frente a la fuerza de la tecnología, de la información y de la
competitividad. El marco referencial axiológico ingresaba en un proceso de
entropía; y en este escenario algunos actores reclamaron la educación en
valores como táctica y estrategia reactiva.
Una valoración muy a priori sobre este tema nos lleva a posibles conclusiones
sobre cierta insuficiencia de estos lineamientos, a partir de los siguientes
juicios: en primer lugar, el mundo de lo ético no puede ser tratado como un
contenido curricular más; los valores solo se asimilan y encarnan con la
experiencia; por más que el maestro o la maestra intente un ejercicio de
identificar, jerarquizar y descomponer valores, esta tarea no pasará de un
ejercicio más teórico, lo que se necesita es que el alumno y la alumna participe
en experiencias reales en donde pueda aplicar el juicio ético guiado por el
maestro o la maestra; en segundo lugar, el primer escenario determinante
para la configuración ética de la persona es la familia, y el aula se transforma
en un segundo momento de refuerzo; por sus propios fines y tiempos, la
escuela tiene demasiadas limitaciones para incidir significativamente en un
carácter ético; en tercer lugar, casi todas los programas de valores dejan de
lado el factor antropológico de las “creencias” que es anterior y sustento del
marco axiológico; en efecto, las creencias son un sustrato más profundo de la
personalidad, las personas generalmente conocen los valores, pero sus
creencias tienen un peso más determinante en las acciones cotidianas; en
cuarto lugar, tendríamos que acuñar la autoridad ética de los padres y madres
de familia y del magisterio, la cual se rige en muchos casos por el “hagan lo
que yo digo, no lo que yo hago”, y esto sí es importante en la definición de la
personalidad debido a factores miméticos de modelos; lamentablemente, los
modelos de nuestros niños, niñas y adolescentes son los pseudo héroes de los
efectos especiales de Hollywood.
Pero, profundicemos un poco más sobre las tesis antes expuestas. Al margen
de las diversas concepciones ortodoxas y heterodoxas de los valores, y de la
discusión sobre la necesidad de una moral o de una ética más o menos laica o
religiosa, existe un tema a discutir. Se parte de un presupuesto fundamental
cultural: las creencias. Cada cultura y micro-cultura, antropológicamente
hablando, tiene creencias, es decir, supuestos básicos en donde se apoya el
existencialismo y el historicismo del grupo social familiar, social, empresarial,
etc.; ante todo grupo, por transmisión, se “cree en...”; así la creencia es un
legado, un patrimonio, una base educativa y moral.
Las creencias y los valores generan por coacción, por convicción o por
educación un hábito, o bien ciertas actitudes aprendidas socialmente en el
grupo; cuando un nuevo sujeto se forma en un grupo social comienza a repetir
comportamientos, inicialmente la persona es un ser mimético, repite y así
aprende, va creando un hábito constituido sobre creencias y valores. Por
ejemplo, las costumbres y el urbanismo disponen que los humanos
occidentales tenemos que vestir ropa, esto puede estar basado en un sistema de
creencias que supone que la desnudez, y concretamente la desnudez genital,
no es aceptada por el grupo, y que además es algo indecoroso para la
moralidad pública; luego se generan los valores que disponen una normativa
de vestimentas, diferenciada para hombres y mujeres, finalmente se crea un
hábito de vestirse, sin pensar mucho por qué uno se viste, lo hace sin más ni
más. Sin embargo, en otras culturas, las creencias y valores pueden inhibir
nuestros supuestos occidentales, y les puede preocupar más cubrirse el rostro,
cubrirse la cabeza o bien cubrirse parcialmente.