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1 y 2 Timoteo

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Mientras continuamos hoy con nuestro estudio de las epístolas

del Nuevo Testamento, vamos a examinar brevemente tres


epístolas que son conocidas históricamente como las Epístolas
Pastorales del apóstol Pablo. Las Epístolas Pastorales son las
cartas que Pablo escribió a Timoteo, 1 y 2 de Timoteo (solo hay
un Timoteo, pero existen dos cartas dirigidas a él) y Tito. Se
llaman Epístolas Pastorales porque una de las principales
preocupaciones que el apóstol expresa en estas breves cartas es
la preocupación que tiene por la administración y el liderazgo
organizado de la iglesia local. Pablo, como hemos visto, era un
misionero y a donde iba durante sus viajes misioneros se dedicó
a plantar iglesias. Por ejemplo, cuando establecía una iglesia,
como la que plantó en Éfeso, buscaba gente de la localidad, los
entrenaba, separaba ancianos para que llevaran a cabo el
liderazgo en la iglesia local. La tradición señala que, por
supuesto, Timoteo fue puesto a cargo de la congregación de
Éfeso por un período de tiempo después de que Pablo partió
del lugar. Y la relación que Pablo disfrutó con Timoteo es una
que se destaca en el Nuevo Testamento.

Si alguna vez queremos un ejemplo de mentoreo en la Biblia, lo


veremos en la relación entre Pablo y su amado discípulo
Timoteo. El cuidado personal que Pablo muestra para Timoteo
se presenta muy dramáticamente en estas Epístolas Pastorales,
sobre todo en 2 Timoteo porque en ese momento Pablo está al
borde de su propia ejecución y se da cuenta de que el final de
su vida está cerca y por eso le escribe a su amado discípulo
Timoteo. Tenemos algunas de las más conmovedoras
expresiones de preocupación personal y amor por Timoteo y la
iglesia que provienen de la pluma del apóstol en la última parte
de 2 de Timoteo. Ahora, en las Epístolas Pastorales vemos de
nuevo a Pablo actuar como un teólogo comprometido, y vemos
su lucha constante con los problemas que están afectando a la
naciente iglesia. Uno de los más atroces de esos problemas es
el contagio de las congregaciones con falsa doctrina. Estoy
sorprendido de que en nuestros días queramos prestarle tan
poca atención a los temas de sana doctrina.

Somos quizás la generación de cristianos más orientada a las


relaciones en la historia de la Iglesia. Lo que quiero decir con
esto es que queremos poner tanto énfasis en comunidad,
comunión y relaciones interpersonales, y vemos la tendencia de
la doctrina y las diferencias doctrinales como provocadoras de
debate, peleas y divisiones, que en muchos círculos hemos
llegado al punto de decir: «Bueno, no deberíamos participar en
el estudio de la doctrina en absoluto, porque lo único que hace
es generar controversia y divisiones y cosas así». Pero esa idea
sería totalmente ajena al pensamiento del apóstol Pablo,
porque Pablo siempre veía una relación indisoluble entre una
verdadera comprensión de la Palabra de Dios y las relaciones
correctas. Hubiera sido una falsa dicotomía para el apóstol
hacer una división entre doctrina y práctica. Él estaba muy
preocupado ya la iglesia estaba empezando a crecer en su lugar
original con la invasión de las falsas enseñanzas.

Existe esa tendencia, de forma particular en cualquier nueva


iniciativa que está más o menos en sus etapas formativas,
donde todo el mundo quiere imponer su punto de vista
particular o sus opiniones sobre la institución naciente. Así
vemos que esta preocupación se repite una y otra vez en las
Epístolas Pastorales. Pero también hemos visto que Pablo
estaba preocupado por dar directrices para la administración de
las iglesias locales. En el capítulo 3 de 1 Timoteo, tenemos el
texto clásico de las calificaciones del Nuevo Testamento para el
liderazgo de la iglesia. El Capítulo 3 de 1 Timoteo comienza con
estas palabras: «Palabra fiel es esta: Si alguno aspira al cargo de
obispo, buena obra desea hacer. Un obispo debe ser, pues,
irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, de
conducta decorosa, hospitalario, apto para enseñar, no dado a
la bebida, no pendenciero, sino amable, no contencioso, no
avaricioso. Que gobierne bien su casa, teniendo a sus hijos
sujetos con toda dignidad (pues si un hombre no sabe cómo
gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de
Dios?); no un recién convertido, no sea que se envanezca y
caiga en la condenación en que cayó el diablo. Debe gozar
también de una buena reputación entre los de afuera de la
iglesia, para que no caiga en descrédito y en el lazo del diablo».

Ahora, muchas personas que han leído esta lista particular con
los requisitos o credenciales para ser obispo o anciano de la
iglesia local han sido llevados a un nivel de desesperanza que
los lleva a decir: «Si yo me mido a la luz de estos requisitos,
¿cómo podría ser digno de ocupar un oficio sagrado o una
vocación tan santa». Yo me siento así cuando leí estos
requisitos que allí están establecidos. Si los miramos con
atención, en un sentido absoluto, parecería que todos nosotros
estamos realmente descalificados para servir en posiciones de
liderazgo en la iglesia. Ahora bien, la teoría de algunos
estudiosos del Nuevo Testamento señala que el género literario
que el apóstol utiliza aquí, en este segmento de la carta pastoral
es llamado un panegírico. Un panegírico tiene sus raíces en las
aclamaciones públicas de los héroes o en el contexto de una
oración fúnebre en la que se elogia a alguien y el proceso en
ese tipo de circunstancias cuando honramos a alguien
públicamente ya sea en la muerte o en algún otro evento,
tenemos una tendencia a extrapolar las cualidades más
prominentes que se exhibieron en vida, o que se pusieron de
manifiesto en su vida antes de que falleciera, y en ese sentido
son puestas de forma prominente casi de una forma idealizada
exagerada.

Ahora, si eso es lo que Pablo está haciendo, él está diciendo,


«Aquí están los rasgos de carácter que estamos buscando entre
los líderes de la iglesia». Nadie los tiene de manera absoluta,
pero cuando una persona los manifiesta, en alguna medida, o
en algún grado cualitativo, emerge como un candidato para
este tipo de liderazgo». Ahora, hay controversias que han
surgido en la historia de la iglesia sobre algunos de los
requisitos específicos que se plantean. Por supuesto, el primero:
un obispo o un anciano debe ser intachable. Esta es la primera
señal de que estamos hablando en términos idealistas, porque
ninguno de nosotros es sin culpa. Entonces es obvio que el
apóstol no está hablando en un sentido absoluto. Pero la
segunda característica es la que ha provocado mucha
controversia: marido de una sola mujer. ¿Qué quiso decir con
esto? Bueno, él no explicó lo que quiso decir. Hay varias
posibilidades de lo que el autor podría haber tenido en mente.
Una de ellas es que, si alguien va a ser anciano u obispo, no
puede estar divorciado.

Hay muchas iglesias que han tomado la posición de que los


ancianos, obispos u oficiales de la iglesia no pueden ser
divorciados, incluso si se juzga que son la parte inocente en el
juicio de divorcio. Eso no importa. Ellos no son elegibles para
tener un cargo en una iglesia. como dije, hay muchas iglesias
que tienen esa posición. Pero si el texto significa que solo se
puede ser el marido de una mujer, y descarta a cualquiera que
sea divorciado o divorciado y vuelto a casar, entonces también,
por extensión, tendría que excluir a un viudo que toma una
segunda esposa, lo que hace preguntarnos por qué razón eso
descalificaría a alguien de ocupar un cargo en la iglesia. La otra
opción es la alternativa que yo favorezco, y es que Pablo está
hablando dentro del escenario del siglo 1, y que uno de los
requisitos para el liderazgo de la iglesia es la monogamia, que
un pastor u obispo o anciano no puede escandalizar a la
comunidad cristiana al tener varias esposas. Esta declaración
simplemente prohíbe la poligamia.

Bueno, hay otras preguntas acerca de la capacidad de enseñar,


¿en qué grado un obispo o un anciano debe tener la capacidad
de enseñar? No necesariamente deben tener doctorados o ser
extremadamente dotados, sino que deben ser capaces de
conocer las cosas de Dios y ser capaces de comunicar al rebaño
ese conocimiento de algún modo y con algún grado de
habilidad. Igualmente, leemos en el versículo 8: «De la misma
manera, también los diáconos deben ser dignos, de una sola
palabra, no dados al mucho vino, ni amantes de ganancias
deshonestas, sino guardando el misterio de la fe con limpia
conciencia. Que también estos sean sometidos a prueba
primero, y si son irreprensibles, que entonces sirvan como
diáconos. De igual manera, las mujeres deben ser dignas, no
calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo».

Entonces aquí, así como en la carta a Tito, el apóstol expone los


requisitos para el liderazgo de la iglesia y establece ciertamente
un alto estándar al que todos los que son puestos en una
posición de autoridad y liderazgo en la iglesia deben aspirar.
Ahora, en la segunda carta de Pablo a Timoteo, como había
dicho, esta es escrita cerca del final de la vida de Pablo y el
afecto que siente por su discípulo es casi palpable mientras
leemos este texto. Recuerden que Timoteo había sido reclutado
por Pablo y se le unió en sus viajes misioneros después de que
Pablo tuvo que pasar por la poco envidiable tarea de despedir a
uno de sus compañeros de viaje y asistente en jefe, quien había
trabajado estrechamente con él en su viaje misionero anterior.
Estoy hablando de Juan Marcos. Sabemos que Bernabé y Pablo
tuvieron algunas discusiones acerca de esta relación con Juan
Marcos, porque Juan Marcos simplemente no estaba
funcionando en este campo de trabajo particular.

A menudo pienso en esto cuando escucho de gente que ha


pasado por la dificultad de perder su trabajo o ser despedidos.
Creemos que podría ser una catástrofe cuando una persona
pierde su trabajo, pero en la providencia de Dios, cuando una
persona es despedida de un trabajo particular, podría ser visto
como una catástrofe por ese individuo, o podría ser visto más
adecuadamente como un acto providencial con el que Dios está
redirigiendo la energía y la labor de ese individuo a una tarea
más apropiada para esa persona y para el propósito de Dios.
Aquí está el ejemplo de esto. Juan Marcos es un fracaso abismal
como misionero. Él tiene que ser despedido por el apóstol
Pablo.

Bueno, este despido tiene como resultado dos cosas. La primera


de ellas es la aparición de Timoteo, que reemplaza a Juan
Marcos y que viene a ser alguien de una importancia gigantesca
para el desarrollo de la iglesia primitiva. La segunda tiene que
ver con el propio Juan Marcos. Él no tiene nada que hacer, por
lo que se va a casa, toma su pluma y en conjunto con el apóstol
Pedro escribe el Evangelio según San Marcos, que es una labor
que ha edificado a la Iglesia de todos los tiempos. Así Dios
redirigió el trabajo de Juan Marcos y lo usa de una manera
magnífica como una bendición para toda la Iglesia. De nuevo en
esta segunda epístola cuando Pablo, en esta segunda epístola
mientas Pablo está enfrentando su ejecución inminente, se
observa como él concentra la energía de su preocupación y su
pasión a su discípulo Timoteo. Casi podríamos leer esto como
su última voluntad y testamento, donde Pablo dice a Timoteo:
«Timoteo, estoy a punto de partir. Vas a tener más y más
responsabilidad y liderazgo en la iglesia. Estas son las cosas
principales de las que necesitas tener cuidado. Estas son las
cosas que debo advertirte».

De nuevo vemos la tremenda preocupación de Pablo por la


verdad. Dice en el capítulo 3 de 2 de Timoteo, «Pero debes
saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles.
Porque los hombres serán amadores de sí mismos, avaros,
jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres,
ingratos, irreverentes, sin amor, implacables, calumniadores,
desenfrenados, salvajes, aborrecedores de lo bueno, traidores,
impetuosos, envanecidos, amadores de los placeres en vez de
amadores de Dios; teniendo apariencia de piedad, pero
habiendo negado su poder». El apóstol no está hablando aquí
acerca de la degeneración del mundo pagano, sino que está
hablando de lo que ocurrirá en medio de la iglesia, cuando
todavía habrá una muestra exterior de religión. Habrá un
espectáculo y la gente todavía abrazara los credos, Pero todo va
a ser de forma externa, y la verdadera sustancia de realidad se
perderá. Y dice que «a los tales evita».

Luego, en el versículo 10, dice: «Pero tú has seguido mi


enseñanza, conducta, propósito, fe, paciencia, amor,
perseverancia, persecuciones, sufrimientos… Y de todas ellas me
libró el Señor. Y en verdad, todos los que quieren vivir
piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos. Pero los
hombres malos e impostores irán de mal en peor, engañando y
siendo engañados. Tú, sin embargo, persiste en las cosas que
has aprendido y de las cuales te convenciste, sabiendo de
quiénes las has aprendido». Lo que Pablo está haciendo es
enfatizar la importancia de la tradición bíblica, o lo que es
llamado en el griego, la para dosis, que literalmente significa
una entrega. En este caso se trata de una entrega, una
transmisión del cuerpo de verdad que debe ser transferido de
una generación a la siguiente. Vimos esto cuando estudiamos el
Antiguo Testamento y cómo Dios fue celoso por su pueblo
Israel para asegurarse de que los preceptos que había
comunicado a su pueblo fueran transferidos a las siguientes
generaciones – Que se esperaba que los padres las enseñen a
sus hijos.

En este sentido, la Escritura es profundamente conservadora,


pero no conservadora, en un sentido reaccionario, sino
conservadora en el sentido clásico de hacernos responsables de
preservar o conservar el cuerpo de verdad que no tiene sus
raíces en la tradición humana, en opinión o el conocimiento
humano, sino en la fuente de toda verdad: en Dios mismo. De lo
que Pablo está hablando aquí es lo que llamamos la tradición
apostólica. Entonces Pablo le dice a Timoteo, «Aférrate a ella.
Presérvala. Recuerda de quién la has aprendido». Luego le habla
de la fe de su madre y su abuela. Entonces va a la fuente final
de esta tradición: las mismas Escrituras, donde entrega esta
magnífica declaración acerca de las Escrituras. «Toda Escritura
es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios
sea perfecto, equipado para toda buena obra».

Este se ha convertido en un texto clásico para el testimonio


propio de la Biblia, esto es, la afirmación de que la Biblia es la
Palabra inspirada por Dios – que toda la Escritura es dada por el
aliento de Dios. Es de su origen de lo que Pablo está hablando
aquí. Que no proviene de habilidad humana, sino que viene de
la misma mente de Dios. Luego Pablo termina esta carta y las
Epístolas Pastorales con un solemne encargo personal, capítulo
4, «Te encargo solemnemente, en la presencia de Dios y de
Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, por su
manifestación y por su reino: Predica la palabra; insiste a tiempo
y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con mucha
paciencia e instrucción. Porque vendrá tiempo cuando no
soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de
oídos, acumularán para sí maestros conforme a sus propios
deseos; y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a
mitos. Pero tú, sé sobrio en todas las cosas, sufre penalidades,
haz el trabajo de un evangelista, cumple tu ministerio».

Una vez más, ¿En qué se centra la urgencia de este encargo


apostólico que es puesto sobre Timoteo? En la proclamación de
la Palabra con fidelidad, con valor, con perseverancia, y con
paciencia, sabiendo que aquel que es fiel a esa verdad sufrirá
persecución necesariamente. Y como los profetas la soportaron
en el Antiguo Testamento, siempre estarán en competencia con
los falsos profetas que predican y enseñan lo que la gente
quiere escuchar. Lo peor que podemos tener ante Dios es una
oreja con comezón. Un oído con picazón que es descrito aquí
es un oído que tiene un anhelo, un deseo de escuchar las cosas
que distorsionan la verdad de Dios.

Por último, las palabras de despedida de Pablo, en el verso 6,


«Porque yo ya estoy para ser derramado como una ofrenda de
libación, y el tiempo de mi partida ha llegado. He peleado la
buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el
futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el
Juez justo, me entregará en aquel día; y no solo a mí, sino
también a todos los que aman su venida». Poco después de
esto, bajo los mandatos del emperador Nerón, Pablo fue
ejecutado con espada en Roma y así cumplió esta profecía. Él
fue derramado en libación y así es como él vio toda su vida.
Recuerden que en su carta a los Romanos dijo que debemos
presentarnos como sacrificios vivientes a Dios, que es nuestro
servicio racional». Y el apóstol Pablo no solo lo predicó, y lo
vivió, sino que murió. Dio su vida como una ofrenda de
alabanza a Cristo. Oh, cuánto desearía ser capaz de decir al final
de mi vida, y al final de mi ministerio, que he peleado la buena
batalla, y he terminado la carrera, y he guardado la fe.

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