Tema 14. BARROCO ESCULTURA
Tema 14. BARROCO ESCULTURA
Tema 14. BARROCO ESCULTURA
EL BARROCO 2
Tema 14: La escultura barroca: Bernini
065. Bernini: Apolo y Dafne
066. Bernini: David
067. Bernini: Éxtasis de Santa Teresa
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El barroco © José Mª Fernández Navarrete
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El barroco © José Mª Fernández Navarrete
Bernini es quien mejor definió este "theatrum sacrum" con la sabia simbiosis de
arquitectura, pintura y escultura, sin olvidar la luz y el color como factores
plásticos y simbólicos.
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El barroco © José Mª Fernández Navarrete
BERNINI
Fiel a la tradición de la historia de la escultura universal, Italia ofrece en este
período el artífice de mayor dimensión dentro de lo barroco, Gian Lorenzo Ber-
nini.
7 ► Bernini, arquitecto, escenógrafo, pintor y dramaturgo… se sentía en primer
lugar, escultor. Su trayectoria escultórica arrasó las formas tradicionales. Sus
obras mitológicas, fuentes, retratos, monumentos funerarios… marcaron el de-
venir de la escultura occidental durante más de cien años. Estas obras,
además desprendían el dramatismo y la intensidad emocional afines a la espiri-
tualidad de la Contrarreforma.
Las circunstancias que convivieron con su genio también fueron únicas: imagi-
nación, capacidad de trabajo y maestría en el manejo del mármol, unidas a la
afortunada coyuntura del MECENAZGO y amistad papal (incluso de papas poco
favorables como Inocencio X, que consideraba que la única forma posible de
rechazar sus proyectos era no viéndolos).
Bernini consideraba que todos los elementos de una escultura eran comple-
mentarios. Así pues, COMBINÓ: el PUNTO DE VISTA ÚNICO renacentista, la CAPTA-
CIÓN DEL INSTANTE, la RUPTURA con las restricciones impuestas por el BLOQUE
único de mármol, el REALISMO y el VIRTUOSISMO en la PLASMACIÓN DE LAS TEXTU-
RAS de la piel y de los ropajes.
Pueden sumarse a esta lista dos grandes dones: su capacidad para reflejar la
EMOCIÓN y el MOVIMIENTO, que potenció dramáticamente a partir del magistral
ESTUDIO DE LA LUZ.
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Bernini esculpió entre 1618 y 1625, con poco más de veinte años, cuatro escul-
turas para el cardenal Scipione Borghese. Este había reunido una gran colec-
ción de antigüedades en la lujosa villa de su nombre. Nombró a Bernini restau-
rador y, en su calidad de joven artista, le encargo varias obras. De estos gru-
pos de la galería Borguese emanan una poderosa energía y una clara libertad
con las que superará las pervivencias manieristas y replanteará su concepto de
escultura. El encargo de cuatro grupos monumentales por el cardenal, le da, a
los diecinueve años, la primera ocasión profesional de demostrar su virtuosis-
mo técnico y de afirmar su genio. Conservados aún en la villa suburbana del
cardenal, los grupos son: ( 8 ►) "Eneas, Anquises y Ascanio" (1618-19), el
"Rapto de Proserpina" (1621-22) ( 9 a 12►), "Apolo y Dafne" (1622-25) (13 ►)
y "David" (1623-24). El nacimiento del genio es evidente al observarlas: "Eneas
y Anquises" y el "Rapto de Proserpina" son muestras del virtuosismo manieris-
ta; "David" se aleja ya de Miguel Ángel y, más que exaltar al héroe, capta el
momento en que se produce la acción; "Apolo y Dafne", iniciada antes que
"David" y terminada tras éste, es la plasmación máxima del instante y del mo-
vimiento.
13 a 18 ► El tema es mitológico. Reproduce uno de los pasajes de las Meta-
morfosis de Ovidio, el que describe el mito de Dafne perseguida por Apolo.
Según la mitología clásica, la ninfa Dafne era la hija del dios del río Peneo. Es-
ta se consagró a Ártemis, diosa de la caza, y, como ella, renunció a casarse. El
dios Apolo, al observarla, se enamoró apasionadamente y, a pesar de ver re-
chazados sus requerimientos, la persiguió por el bosque. Dafne, acorralada,
pidió ayuda a su padre, que la transformó en laurel (daphne en griego) en el
preciso momento en que la divinidad la atrapaba. A partir de entonces, Apolo
hizo del laurel su árbol sagrado. La obra nos muestra el preciso instante en que
el impetuoso dios le va a dar alcance, Dafne se estira, trata de esquivar a su
raptor, mientras sus cabellos y los dedos de sus manos se transforman en
hojas, su cuerpo en tronco y sus pies en raíces de laurel.
La agilidad del movimiento es total. Un arco compositivo funde las dos figuras
marcando un punto de máxima tensión en el vientre de Dafne. Ese arco los
impulsa hacia delante y arriba llevándolos en flotación. La captación del mo-
mento fugaz, junto a la expresión del movimiento agitado de Apolo y el gesto
angustiado de Dafne, son aspectos fundamentales. El conjunto se organiza en
diagonal, en una línea que va de los pies de Apolo a la mano derecha de Daf-
ne. Se capta el movimiento en el cuerpo de la ninfa que se detiene por su
transformación, mientras que aún corre Apolo sorprendido. El movimiento, la
diagonal, la captación del instante, así como la cuidadísima ejecución, son no-
tas características del estilo barroco.
Apolo y Dafne parecen modelos de la Antigüedad y están representados de
acuerdo con los criterios de la idealización clásica. Sin embargo, el movimiento
que se desprende de la acción en que están inmersos no puede ser más realis-
ta. Bernini se atrevió a plasmar el movimiento inherente a la propia metamorfo-
sis; y, a la vez, captó magistralmente la fugacidad del instante. No hay más que
fijarse en la sutileza psicológica de las expresiones de los personajes: Dafne se
da la vuelta aterrorizada porque acaba de sentir la mano de Apolo atrapándola,
Apolo, por el contrario, muestra una expresión estupefacta al percibir el cambio
de Dafne, a pesar de que su cuerpo mantiene la inercia de la persecución.
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Aunque se trata de una escultura exenta, Bernini la diseñó para ser observada
desde un punto de vista privilegiado. Esta concepción era eminentemente
pictórica y se atenía al precedente renacentista según el cual una acción debe
representarse desde una perspectiva única. Este principio renacentista estaba,
en cierta manera, supeditado a la voluntad de extraer la escultura del todo indi-
visible que es el bloque de mármol. Bernini nunca se rindió al bloque único y,
siguiendo a los manieristas, utilizó los bloques necesarios para que las figuras -
especialmente a través de sus extremidades- se integraran libremente en su
entorno.
Bernini también estaba profundamente interesado en el potencial dramático de
la luz; así trabajó la apariencia de los cuerpos puliendo unas superficies para
que la luz las acariciara, entretallando otras para que la luz se concentrara y
subrayara la tensión emocional; su preocupación llegó hasta tal punto que
ahueco alrededor de los ojos para crear el sutil efecto azulado de una ojera
apenas insinuada. El cabello de ambos está realizado con la técnica del trepa-
no, al igual que la boca y los ojos.
Cabe destacar, también, la oposición entre la suave piel de la muchacha y la
aspereza de la corteza del árbol del laurel en que se está convirtiendo. En nin-
guna otra escultura Bernini llevaría tan lejos su virtuosismo en el tratamiento de
la piel y de las texturas; años más tarde, todavía mencionó con orgullo la leve-
dad que había conseguido en el cabello de Dafne.
En esta obra Bernini nos ofrece una clara meditación figurada sobre la mutabi-
lidad de la naturaleza y el hombre. Pero soslayando las anotaciones mitográfi-
cas y las lecturas icónicas, lo esencial de esta obra es que aporta una reflexión
plástica sobre las transformaciones de la materia y la forma con esa insólita
valentía con que traslada al mármol los versos ovidianos, trocando en pura
energía dinámica una composición estática, complicada por los gestos en espi-
ral. Con un incomparable virtuosismo técnico y fáctico, le da al mármol la
transparencia del alabastro, confiriéndole la morbidez de la cera.
Al pie de la escultura, el que sería papa Urbano VIII hizo inscribir en latín:
"Quien amante, persigue los placeres de la belleza fugaz llena sus manos de
hojarasca o bien recoge frutos amargos".
Miguel Ángel convierte el bloque de mármol en ideas abstractas, Bernini en
movimiento físico concreto.
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Es evidente el dominio técnico del mármol, pues su dura materia ha sido trans-
formada en energía y movimiento. David, joven y fuerte, se presenta con las
piernas abiertas, el tronco doblado, los brazos tensos y las manos agarrando la
honda; la cabeza fieramente dirigida a su objetivo. Es de notar que la acción
está detenida justo en el momento a partir del cual se va a producir la sacudida
del lanzamiento. Vista la estatua desde cierto ángulo, el que presenta la cabe-
za de frente, se ve que el centro de gravitación del movimiento queda fuera de
la estatua, justamente en la mano que atenaza la piedra. Este desequilibrio
compositivo es lo que permite la existencia de una fuerza centrífuga que hace
a David tan intensamente dinámico.
En comparación con las estatuas precedentes de Donatello y Miguel Ángel,
esta versión plasma un ideal diferente porque resalta el movimiento físico y el
patetismo del rostro frente al reposo y la serenidad clásicos. El enérgico David
de la honda debe asociarse a la idea de combate; debe reflejar el fuego de la
Contrarreforma que San Ignacio de Loyola deseaba extender por la Europa
protestante. Así esa imagen se sitúa en la corriente cultural del Barroco católico.
La captación del instante, la plasmación del devenir y la relación especta-
dor/obra, son tres de los aspectos más destacados de esta obra. La represen-
tación se convierte, de este modo, en obra paradigmática del barroco. La pre-
sencia del espectador en el lugar justo, se interpone entre David y Goliat, nos
hace participes físicamente en la acción. Esta participación intelectual y física
es consustancial al nuevo conceptualismo barroco, del que Bernini es uno de
sus más fieles representantes.
Bernini, por medio de la espiral, capta un instante de la acción en desarrollo,
expresando tanto la inconclusión tensa del gesto como la posibilidad de resolu-
ción en la acción, físicamente con el tiro de la piedra, y psicológicamente resol-
viendo el deseo en acto. Con esta obra magistral, en que subraya los aspectos
realistas y psicológicos, Bernini supera la estática fijeza de la escultura rena-
centista, al proponer la acción en desarrollo, sin fracturas entre el espacio real
del espectador y el ficticio de la estatua en movimiento. De esta manera, el ob-
servador es atraído por el mismo movimiento de la estatua, lo que no significa
que para captar su complejidad compositiva o sus efectos dinámicos sea nece-
saria la multiplicidad de perspectivas y que se deba girar en torno suyo (como
sugiere hoy su ubicación en el centro de una sala). Por el contrario, Bernini
concibió esta obra, y las sucesivas, para ser colocada contra una pared, pro-
porcionando un único punto de vista, el más idóneo para revelar la culminación
de una acción concreta.
Esa tensión previa a la acción inminente no sólo se plasma en la contraposi-
ción pierna/cuerpo/cuello, en el giro de la cabeza y el brazo, sino que también
está presente en el rostro, compendio de tensión y concentración en los labios
contraídos, los músculos rígidos, las fosas nasales hinchadas, el ceño fruncido
y la mirada resuelta.
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sitúa sobre el altar papal, en el cual oficia el sucesor de Pedro, justo detrás del
baldaquino.
Diez años le llevó a Bernini la ejecución de su obra más espectacular y de ma-
yores dimensiones. Para esta obra, el arquitecto-escultor presentó numerosos
bocetos y apuntes que se conservan en diversos museos y, sobre todo, en ar-
chivos del Vaticano. Finalmente surgió este monumental conjunto.
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conjunto escultórico, con las figuras de los ríos sobre las rocas; la inferior ex-
trae su razón de ser del agua en movimiento. Un conjunto de formas, medios y
significados típico de la época.
Todo ello pone de manifiesto el creciente desarrollo del urbanismo, la fuente
vitaliza los espacios vacíos diarios de las plazas, es como un trozo vivo de la
naturaleza en el marco urbano. La fuente, por su valor de elemento arquitectó-
nico, escultórico y urbanístico, que además presenta parcialmente movimiento,
en el agua, constituye tema clave del barroco. Contrariamente a cuanto suced-
ía anteriormente, se concibe como monumento aislado, aunque relacionado
con edificios y espacios urbanos o paisajísticos.
Las esculturas tienen una importancia fundamental son típicamente barrocas
por sus músculos inflados, los cabellos y barbas rizadas y la postura movida.
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