La Era Del Guano
La Era Del Guano
La Era Del Guano
Pero sus gobiernos no fueron netamente represivos. Estimularon el primer programa de obras
públicas que gozó el Perú e incluso se invirtió en educación. Esto se debió a que desde 1845 el
país comenzó a experimentar el auge del guano. El clima templado y la ausencia de lluvias en
el litoral hicieron posible que el excremento depositado durante siglos por las aves marinas
quedara acumulado en los diversos islotes de la costa, especialmente en las islas de Chincha.
Los europeos conocieron sus virtudes como fertilizante de la tierra y el guano se convirtió en la
base de nuestra economía hasta 1879.
El problema fue que la “industria” local careció en un inicio de los medios necesarios para
explotarlo. El capital, empresariado y mano de obra vinieron del extranjero, pero la propiedad
del guano, como recurso natural, quedó en manos del Estado, que podía recibir ingresos
directos derivados de su venta y exportación. Castilla se benefició de este dinero y tejió toda
una red de poder que le permitió convertirse en uno de los políticos más exitosos del siglo XIX.
Durante su primer gobierno, Castilla invirtió en defensa nacional en previsión al avance chileno
en el Pacífico, estableció el primer presupuesto, inició el pago o “consolidación” de la deuda
interna, regularizó la deuda externa, puso en práctica el sistema de las consignaciones para el
negocio guanero y permitió la llegada de peones chinos para laborar en las plantaciones de la
costa y extraer el guano en las islas de Chincha. Por último, inauguró el ferrocarril Lima-Callao,
obra emblemática del “castillismo”.
Al término de su gobierno, puso en el poder a Echenique, quien logró la libre navegación por el
Amazonas al firmar un tratado y una convención fluvial con el Brasil; su gobierno, sin embargo,
cayó en desgracia cuando se descubrió todo un sistema de corrupción en el pago de la deuda
interna. Liderando un revolución liberal en 1854, el propio Castilla derrocó a Echenique y se
instaló nuevamente en el poder. Durante su movimiento, el hábil caudillo dictó un par de
medidas populistas para aumentar su prestigio entre las masas: suprimió el tributo indígena y
liquidó la esclavitud de los negros.
Instalado por segunda vez en el poder, Castilla le dio el negocio del guano a los peruanos
“consolidados”. Ahora, convertidos en “consignatarios nacionales”, con el suficiente capital,
pudieron reemplazar a los empresarios extranjeros en la venta del abono en Europa y
obtuvieron enormes ganancias. De esta forma, Castilla quiso utilizar parte del dinero generado
por el guano en formar una clase local con vocación empresarial.
Al mismo tiempo, Castilla se rodeó primero de liberales y luego de conservadores. Entre estos
últimos estuvo el sacerdote Bartolomé Herrera, rector del Convictorio de San Carlos y acérrimo
defensor del gobierno de las élites ilustradas. Herrera, una suerte de ideólogo del castillismo,
hizo abolir la constitución liberal de 1856 por una moderada en 1860.
Ahora Castilla, un poco más politizado que en 1845, impulsó una corriente de solidaridad
continental enviando ayuda económica, por ejemplo, a los mexicanos afectados por una
invasión francesa. Asimismo, enfrentó con éxito al Ecuador en una guerra al firmarse el tratado
de Mapasingue que ponía fin a una ilegal entrega de territorios peruanos que los vecinos del
norte habían hecho a sus acreedores británicos. De otro lado, creó el departamento de Loreto,
promovió la exploración y colonización de la amazonía, e inauguró una serie de obras públicas
para modernizar Lima y otras ciudades del interior.
Luego de dos gobiernos aparentemente fructíferos, Castilla dejó el poder en 1862 y puso en el
gobierno a Miguel de San Román quien tuvo un breve mandato pues falleció en 1863. Pero en
esos meses, San Román puso en circulación una nueva moneda: el Sol en reemplazo del peso
colonial. El vicepresidente Juan Antonio Pezet, también militar, asumió el poder hasta 1865.
Con él se inició un absurdo conflicto con España.
La dictadura de Prado culminó en 1868 con el golpe de estado del coronel José Balta. Pero
Balta encontró un país en crisis: el precio del guano había bajado en Europa, los consignatarios
del guano incumplían sus contratos y la guerra con España había ocasionado enormes gastos.
El presupuesto tenía un enorme déficit. Estando así las cosas, Balta llamó al ministerio de
Hacienda a Nicolás de Piérola. Este hizo firmar el célebre Contrato Dreyfus que despojó a los
consignatarios nacionales del negocio guanero otorgándole a la casa Dreyfus de París el
monopolio de su venta en Europa. Por la firma del contrato, el Perú recibió una fuerte suma de
dinero para invertirla en obras públicas.
Balta y sus asesores entendieron que el dinero de Dreyfus debía ser invertido en la
construcción de ferrocarriles a nivel nacional. El encargado de diseñar y construir los “caminos
de hierro” fue el empresario norteamericano Henry Meiggs. Excediendo las posibilidades
económicas del país, y recurriendo a más crédito externo, Balta quiso imitar los tiempos de
Castilla e impulsó otra fiebre modernizadora: aparte de los ferrocarriles, emprendió
básicamente obras de desarrollo urbano.
Lima fue la ciudad que más se benefició. Se construyó el hospital Dos de Mayo y el puente
Balta sobre el río Rímac; las antiguas murallas coloniales fueron derribadas para permitir la
expansión de la capital; se inauguraron el Palacio de la Exposición (hoy Museo de Arte) y el
Jardín de la Exposición (hoy Parque de la Exposición). La idea era que Lima debía imitar el
modelo de desarrollo de las ciudades europeas, especialmente a París.
Al final de su gobierno, Balta convocó elecciones y el principal candidato fue Manuel Pardo,
quien había fundado el Partido Civil. Este partido, el primero de nuestra historia republicana,
pregonaba el gobierno de los civiles, la modernización del estado y el impulso a la educación.
Las elecciones se celebraron en 1872 y el triunfo le sonrió a los civiles. Pero el sector más
conservador del ejército no aceptó el triunfo ni la prédica antimilitarista de los civiles y se
rebelaron. Los hermanos Gutiérrez encabezaron el levantamiento y secuestraron al presidente
exigiéndole la anulación de las elecciones. Balta no aceptó y fue asesinado por los rebeldes.
Esto enardeció al pueblo limeño que se levantó y ejecutó en la Plaza de Armas a los Gutiérrez.
Superada la crisis, Pardo asumió el gobierno de 1872 a 1876. Sin embargo, los civilistas no
pudieron aplicar su proyecto debido a la situación de bancarrota en la que se encontraba el
país. Las obras públicas de Balta habían elevado irresponsablemente la deuda externa. La
imposibilidad de pagarla hizo que se cerrara para el Perú el crédito internacional. En una
medida extrema Pardo nacionalizó el salitre, otro fertilizante, para reemplazar al guano.
Además, logró crear algunas escuelas técnicas y firmó el tratado de alianza secreta con Bolivia
que, como sabemos, fue el pretexto que presentó Chile para declararle la guerra al Perú y a
Bolivia en 1879.
En 1876, mediante elecciones, asumió por segunda vez la presidencia Mariano I. Prado. La
crisis económica se había profundizado por lo que su gobierno no pudo realizar obra pública
alguna. Como si esto fuera poco, Manuel Pardo, que ahora se desempeñaba como presidente
del senado, fue asesinado. Se trató de un complot militar, largamente madurado, donde
prevaleció el odio a un estadista civil que podía retornar a la presidencia en cualquier
momento. En medio de este cuadro sombrío el Perú ingresaba, en 1879, a la guerra del
Pacífico. El conflicto completó la destrucción iniciada por la crisis económica de la década de
1870.
Bliografía.