Medios de Salvacion - Angel Peña - TM
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MEDIOS DE SALVACIÓN
Hay varios medios seguros para asegurar la salvación. Por ejemplo, el escapulario
de la Virgen del Carmen. Nuestra Madre la Virgen María se apareció en Inglaterra
el 16 de julio de 1251 a san Simón Stock, general de la Orden de los carmelitas, y
le dio el escapulario como señal y protección, diciéndole: Recibe, hijo mío, muy
amado, el escapulario de tu Orden, privilegio para ti y para todos los carmelitas.
Quien muriere vistiéndolo, no padecerá el fuego del infierno.
Claramente, le dice que quien muera llevando con devoción el escapulario del
Carmen irá al cielo. Y esta devoción del escapulario la han fomentado, desde
entonces, todos los Papas. El Papa Pío XII decía que el escapulario debe ser señal
de nuestra consagración a María.
Por otra parte, vale mucho también la consagración de la familia a Jesús por María,
entronizando el Corazón de Jesús en el hogar. Entronizar significa colocar una
imagen del Corazón de Jesús, como en un trono, en el lugar más honorable de la
casa; de modo que Jesucristo reine visiblemente en el hogar. Es reconocer que
Jesús es el rey de la familia y que todos están a su servicio y disposición.
Para hacer la entronización de modo solemne, se puede ir en familia un día a la
misa, llevando un hermoso cuadro del Corazón de Jesús y otro del Corazón
Inmaculado de María. Todos se confiesan y comulgan y, después de la misa, hacen
bendecir las imágenes por el sacerdote y las llevan a su casa. Si no puede asistir el
sacerdote, la madre de familia puede leer una fórmula de consagración a María y,
después, el padre lee la consagración a Jesús por medio de María.
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El acto de consagración podría ser con estas o parecidas palabras:
CONSAGRACIÓN A MARÍA
Oh María, Madre de nuestra familia, a tu Corazón Inmaculado queremos
consagrarnos en este día. Queremos ponernos bajo tu manto y protección para que
siempre nos defiendas de todo mal y de todo poder del maligno. Madre nuestra,
Virgen María, defiéndenos de los peligros, ayúdanos a superar las tentaciones y
presérvanos de todo mal. Y, cuando lleguen los momentos de dolor, sé Tú nuestro
refugio. Y, en los momentos de alegría, llévanos por el camino que nos conduzca a
Dios para serle siempre agradecidos.
Madre nuestra, recibe nuestro humilde acto de consagración. Tuyos somos y tuyos
queremos ser para siempre. Y danos la gracia de amar a Jesús con todo nuestro
corazón y ofrecerle el homenaje de nuestro amor, especialmente en la Eucaristía.
Todos repiten: Soy todo tuyo, Reina mía, Madre mía, y cuanto tengo tuyo es. Te
entrego mi vida y mi amor, mi pasado, mi presente y mi futuro con todo lo que
tengo y todo lo que soy para que ello se lo presentes a Jesús, que lo recibirá
contento de tus manos. Dulce Corazón de María, sed la salvación mía. Amén.
CONSAGRACIÓN A JESÚS
Pueden estar seguros que Dios bendecirá su hogar, que les dará fortaleza en los
momentos difíciles y les dará mucha alegría y paz en todo momento. Dios no se
deja ganar en generosidad. Por eso, sería de desear que todos los días hicieran
oración en familia, pues la familia que reza unida permanece unida. Igualmente,
orar antes de las comidas y enseñar a los hijos a rezar al levantarse y al acostarse,
sin olvidarse de la devoción al ángel de la guarda, nuestro gran amigo y compañero
para toda la vida. Desde niños, debemos invocarlo, diciendo la oración: Ángel de
mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. No me dejes
solo que me perdería, asistidme en mi última agonía hasta que descanse en los
brazos de Jesús, José y María.
También es recomendable que los padres, cuando nazcan sus hijos los consagren a
Jesús por María. Es una devoción que practican en algunos lugares ante una imagen
de María y que obtiene abundantes bendiciones para ellos. Es como entregarlos a
María como sus hijos, para que ella se los entregue y consagre a Jesús.
Igualmente, el día del matrimonio, se les recomienda a los recién casados que
consagren su hogar a María, y por María a Jesús. Algunos le ofrecen el bouquet
como símbolo de su nuevo hogar para que los cuide y los proteja a lo largo de su
vida, sobre todo en los momentos difíciles, que no faltaran. Además, se
recomienda el rezo diario del rosario tal como lo pide tantas veces nuestra Madre la
Virgen en las apariciones de Lourdes, Fátima, Medjugorje y en otras muchas. Al
menos, recomendar a todos que recen tres avemarías cada día.
En las Revelaciones de santa Matilde se lee que la Virgen María le prometió
asistirla en la hora de la muerte para darle la salvación, si rezaba tres avemarías
cada día. Y esta devoción la han recomendado algunos Papas como el beato Pío IX,
León XIII y otros.
Aquí solo se pide confesar (aunque sea una semana antes) y comulgar el primer
viernes de nueve meses seguidos. Jesús dice TE PROMETO y no podemos dudar
de su palabra. Y habla de que no morirán en mi desgracia y sin haber recibido los
sacramentos. O sea que estarán bien preparados con los sacramentos en los últimos
momentos de su vida.
¿Se puede regalar la salvación de modo más sencillo? ¿Por qué no tomamos en
serio las promesas de Dios?
La Iglesia, con su autoridad, recomienda esta devoción. El que no quiere hacer caso
de estos ofrecimientos tan fáciles, quizás un día muera sin arrepentimiento o quizás
no tenga tiempo para ello. Aprovechemos esta oportunidad y cumplamos esta
devoción, al menos, una vez en la vida. Una recomendación fundamental es no
guardar este tesoro para nosotros solos, sino fomentar estas devociones de los
primeros sábados o de los primeros viernes en todos los amigos, vecinos,
conocidos y por todos los medios posibles de comunicación, para que estos
mensajes lleguen al mundo entero.
EJEMPLO
La Virgen nuestra Madre se le apareció a Bruno Cornacchiola y a sus tres hijos el
12 de abril de 1947 a las afueras de Roma, en el lugar llamado Tre Fontane (tres
fuentes). Había sido bautizado y había hecho su primera comunión, pero no era
católico practicante. En 1936, por insistencia de su novia, aceptó casarse por la
Iglesia, pero en la sacristía de su parroquia y, por supuesto, sin confesarse ni
comulgar. Su esposa consiguió que cumpliera la devoción de los nueve primeros
viernes de mes. Después se fue voluntario a luchar a la guerra civil española, donde
un amigo protestante alemán le inculcó el odio al Papa y a la Iglesia católica. Al
regresar, era un feroz anticatólico y cogió todos los rosarios y libros religiosos,
incluido un crucifijo, y los rompió y los quemó. Después entró a formar parte de la
secta de los adventistas, siendo un miembro muy activo.
El día en que se le apareció la Virgen, estaba preparando un sermón contra la
Inmaculada Concepción, María le dijo: Yo soy la que estoy en la Trinidad divina...
Soy la Virgen de la Revelación. Tú me persigues: ¡Ya basta! Entra en el redil
santo. Te han salvado los nueve primeros viernes de mes del Sagrado Corazón que
hiciste antes de entrar en el camino de la mentira. Obedece la autoridad del Papa
(Tentori Angelo María, La bella Signora delle tre fontane, Ed. Paoline, Milano, 2000, p. 32.)
LA CONVERSIÓN
Todo lo dicho anteriormente no quita la necesidad de convertirnos y de ayudar a los
demás. La conversión personal es un proceso del día a día. Nadie puede decir que
está ya suficientemente convertido y que ya no puede mejorar más. Nadie puede
decir que es suficientemente bueno y que ya no necesita más. No, el camino hacia
Dios es un camino infinito en el que hay que caminar cada día, avanzando hacia
adelante.
Cuanto más santo es uno, más podrá ayudar a los demás con su ejemplo, oraciones
y sacrificios. Y Dios puede darles gracias extraordinarias con las que puedan
conseguir su conversión y arrepentimiento final. Por eso, decía nuestra Madre en
Fátima: Orad y haced sacrificios por los pecadores, porque hay muchas almas que
van al infierno, porque no hay quien se sacrifique ni ore por ellas ( Lucía de Fátima,
Memorias de Lucía, Ed. Sol de Fátima, Madrid, 1974, p. 149.)
El ir a misa todos los días, rezar el rosario y tener momentos de adoración ante el
Santísimo Sacramento, son prácticas importantes para nuestro crecimiento
espiritual. Ahora bien, todos debemos llevar una vida digna de cristianos, evitando
todo pecado grave, porque la mejor garantía de salvación es llevar una vida de
auténticos cristianos. Y toda postergación de conversión es un mentirnos a nosotros
mismos de que queremos salvarnos.
A este respecto, decía muy bien el gran teólogo Ladislaus Boros: Nadie se salva o
se pierde por un acaso. No puede ser que alguien se pierda eternamente por
casualidad, porque durante su vida nunca llegó a saber nada exacto acerca de
Dios, porque nació en el seno de una familia en que nunca experimentó lo que es
amar y que, por lo mismo, tampoco nunca pudo tener una verdadera vivencia del
Dios, que es amor. Tampoco puede perderse para siempre quien no creyó en un
Dios a quien concibió puramente como fruto de una ley o como un tirano que lo
rechazaba... Nadie es condenado sin haberse decidido con todo su ser en total
claridad y en plena conciencia contra Cristo. Pero tampoco nadie se salva sin
haber abrazado a Cristo voluntariamente con todas las hilachas de su espíritu...
¿Qué es lo que nos la seguridad de que en el momento de la muerte habremos de
tomar la decisión verdadera?... No hay otra medida que nuestra sincera
conversión. Lo que quisiéramos ser en la eternidad, debemos comenzar a serlo ya
ahora mismo. Nuestra conversión definitiva debe sembrarse de conversiones
parciales ya desde ahora… Debemos convertirnos ahora mismo, si sinceramente
anhelamos la conversión en el momento de la muerte. Toda postergación de esta
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conversión previa es una mentira existencial (Ladislaus Boros, en revista Misión abierta, Nº 10,
noviembre de 1972, pp. 517-527; puede leerse su libro Meditaciones teológicas.)
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Si estamos conscientes en los últimos momentos, podemos nosotros mismos
aplicarnos la indulgencia plenaria, aunque no hubiera sacerdote, dándonos la
bendición apostólica, si estamos arrepentidos de nuestros pecados, y pidiendo la
gracia de la indulgencia plenaria. La única condición que ponía el Papa Pablo VI es
con tal de que durante la vida hubieran rezado habitualmente algunas oraciones.
Y recomendando que se use una cruz o un crucifijo para darse la bendición.
Con toda seguridad, Dios nos va a cuidar en esos últimos momentos y nos
concederá la gracia de tener un sacerdote para prepararnos al viaje del más allá.
Esto lo he podido comprobar personalmente y era voz común entre nuestros
misioneros agustinos recoletos de la Prelatura de Chota. Se daban casos muy claros
en los que el enfermo llevaba agonizando varios días o semanas. Y el mismo día
que llegaba el sacerdote a su caserío, alejado de la parroquia, ese mismo día,
después de recibir la absolución y la unción de los enfermos con la bendición
apostólica, moría a las pocas horas con mucha paz.
En este sentido, es bueno que los familiares no descuiden, por temor, el llamar al
sacerdote, cuando el enfermo está muy grave, para que le dé los últimos
sacramentos y muera en paz.
- Confesarse (aunque puede hacerse unos días antes), pues, según el documento,
con una sola confesión se pueden conseguir varias indulgencias plenarias.
3. Leer la Palabra de Dios durante media hora delante del Santísimo sacramento.
5. Rezar el Vía crucis ante las 14 estaciones, caminando a cada una, a no ser que lo
haga el que lo dirige; en cuyo caso, lo podemos rezar desde nuestro lugar.
MENSAJE FINAL
A todos los que deseen ser santos les dirijo estas palabras desde lo más profundo de
mi corazón como un amigo y un hermano. Vive cada día, como si fuera el último
día de tu vida. Vive para la eternidad. ¡Vale tanto la vida! No la desperdicies en
vicios y placeres, dale un sentido eterno. Aunque seas joven, piensa que tu vida
es frágil y se puede romper en cualquier momento. No te olvides de Dios ni de
tus obligaciones religiosas. No pienses que Dios no te ve o que puedes
ofenderlo y no pasa nada. Dios tiene paciencia y misericordia, pero también es
justo.
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Haz que en cada momento de tu vida te sientas orgulloso de cómo vives y de
cómo has vivido. Si murieras hoy, ¿estarías preparado para morir? ¿Estás
satisfecho de tu vida? Si hace falta, rectifica el rumbo y comienza hoy una
nueva vida, porque hoy comienza el resto de tu vida. Nunca has sido más viejo
y nunca serás más joven que hoy. El tiempo es inexorable, no se detiene y
pronto te irás haciendo viejo, si llegas a la ancianidad, y llegará el fin… y Dios
como Padre te pedirá cuentas de tu vida. ¿Estás preparado?
¡Cuánto vales para Dios! Jesús murió por ti y derramó su sangre por ti. Y
estaría dispuesto a hacerlo nuevamente. Para Él eres la persona más
importante del mundo. Él te ama tanto que en cualquier momento del día o de
la noche en que desees hablar con Él, te escucha. Está siempre a tu lado y
sigue tus pasos y ve todo lo que haces y dejas de hacer. Recuerda también que
te ha dado una Madre en María para que te cuide y te cubra con su manto y te
proteja de todo mal y de todo poder del maligno, invócala. Y no olvides que
tienes a tu lado un ángel bueno que es tu amigo fiel y leal, que nunca te deja
solo. ¿Alguna vez le has pedido ayuda? ¿Le has agradecido tantos desvelos por
ti? Cuando tengas problemas, pide ayuda, confiésate y vete a contarle tus
problemas a Jesús Eucaristía, el amigo que siempre te espera y nunca te
fallará.
Jesús te ama y te dice con amor: No tengas miedo, solamente confía en Mí (Mc
5, 36). Que seas feliz, es mi mejor deseo para ti. Que seas un buen católico y tu
vida sea fructífera para los demás. Haz siempre el bien a todos y nunca hagas
daño a nadie. Y Dios estará contento de ti, su hijo.
Hermano, amigo, que un día nos encontremos en el cielo para disfrutar eternamente
de la felicidad que no tiene fin, para siempre, para siempre…
Que Dios te bendiga. Saludos de mi ángel. Tu hermano y amigo del Perú.
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