Intervención Psicoanalítica Acting Out

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UNIVERSIDAD DE CIENCIAS

EMPRESARIALES Y SOCIALES

“INTERVENCIONES PSICOANALITICAS EN EL ACTING OUT CON


ADOLESCENTES. ANALISIS A PARTIR DE UN CASO CLINICO”

Trabajo final presentado para cumplir con los requisitos finales para la
obtención del título de Especialista en Psicoanálisis con niños.

Directora de la carrera: Lic. Beatriz Janin


Tutor: Dr. Osvaldo T. Frizzera
Alumna: Lic. Cecilia Nadin

Buenos Aires, mayo de 2013


Especialización en Psicoanálisis con Niños
Lic. M. Cecilia Nadín

INDICE

Resumen........................................................................................................................................... 2
Introducción..................................................................................................................................... 3
Desarrollo..........................................................................................................................................6
Marco teórico.................................................................................................................................... 6
1) El Concepto de Acting out
1.a) Antecedentes del concepto de Acting out ............................................................................. 6
1.b) El Acting out desde diferentes autores ................................................................................. 8
1.c) El Acting out según Lacan. Articulación con el concepto de fantasma ............................... 9
2) La voz ....................................................................................................................................... 14
3) La Angustia .................................................................................................................... 15
4) Intervenciones psicoanalíticas.................................................................................................. 16
5) Duelo ............................................................................................................................... 24
6) La adolescencia .................................................................................................................. 27
7) Contexto social y familia ......................................................................................................... 32
Caso clínico ................................................................................................................................ 36
Interrogantes acerca del material clínico y articulación teórica .......... ................................... 44
Conclusión..................................................................................................................................... 51
Bibliografía ................................................................................................................................... 53

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“La vida de todo hombre es un camino hacia sí mismo,


la tentativa de un camino, la huella de un sendero.”
“Todos llevan consigo, hasta el fin, las viscosidades
y cáscaras de huevo de un mundo primordial.”
Hermann Hesse
Resumen

En el presente trabajo propongo abordar algunos interrogantes respecto al acting out en los
adolescentes pensados en relación a como la falta de deseo del Otro, provocarían a modo de
repetición casi idéntica, esta patología del hacer y qué intervenciones del analista -a partir del
análisis de un caso clínico- se mostraron como efectivas para ir desentramando el enigma de esta
formación.

Los modelos teóricos que se gestaron a lo largo del tiempo nos brindaron nuevas herramientas que
modificaron la forma de pensar nuestra labor analítica en ciertos cuadros psicopatológicos, lo cual
conduce a reflexionar acerca de la plasticidad que debería tener el marco analítico - que acontece
entre lo imprevisto y lo sabido- situando el deseo de ser analistas en cada caso en particular.

Palabras clave: intervenciones psicoanalíticas- acting out- adolescencia- angustia- repetición.

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INTRODUCCION

Con este trabajo propongo pensar las intervenciones en el acto analítico con adolescentes que
muestran una problemática del deseo referida a la emergencia del acting out, como descarga de lo
no tramitado, como una forma de recordar lo olvidado y reprimido. Para tal fin expondré una viñeta
clínica de una adolescente de 17 años, quien tiene dificultades para representar psíquicamente los
conflictos, en donde su padecer parecía no poder tramitarse por vía de la palabra, dejando marcas
en la psiquis, generando dificultades en el manejo de la transferencia y por lo tanto del dispositivo
analítico.

La elección del caso clínico, como así también de la temática escogida, provocó en mí el
surgimiento de varios interrogantes tales como: ¿qué quiere mostrar la paciente con su acting?,
¿cómo se vinculan el acting, la repetición y el deseo del Otro?, ¿existe alguna relación entre la
adolescencia, la angustia y los actos?, ¿tiene el acting relación con los duelos patológicos?, ¿
podrían los factores socio-familiares contribuir a los actings?, ¿qué tipos de estrategias analíticas
son las más adecuadas para este tipo de patologías del acto?, ¿es una forma de escapar de la
angustia, del sufrimiento? .

Para poder responder a estas preguntas, en primer lugar debí plantearme los objetivos del trabajo:
a) Objetivos Generales: brindar estrategias que permitan evaluar el acting out en adolescentes y
analizar las posibles formas de intervención analítica.
b) Objetivos Específicos: estudiar el acting out según la posición subjetiva del adolescente en
relación al deseo del Otro.

La razón por la cual decidí investigar en esta temática, se debió a que los analistas trabajamos
muchas veces en la clínica de la urgencia, por ejemplo con los fenómenos de las patologías del
acto; situación que nos lleva a pensar en los límites de la teoría y de la clínica, enfrentándonos a las
variables del método según cada caso en particular. Con este trabajo espero poder contribuir para
ampliar el conocimiento del acting out y sus formas de trabajo e intervención en la terapia analítica
con adolescentes.

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Con el estudio descriptivo del caso único elegido, propongo abordar en profundidad los hechos
que se habían suscitado en los dos meses y medio del tratamiento de una adolescente y su familia,
quienes asistieron a mi consultorio particular. El trabajo analítico consistió en realizar sesiones
familiares, entrevistas con la pareja parental, con la adolescente y sus padres y sesiones
individuales con la paciente.

Es de mi interés relacionar el caso clínico con los conceptos teóricos para posteriormente pensar
su aplicación en casos semejantes.

La revisión de la bibliografía existente acerca del tema a investigar permitió realizar una lectura
del material partiendo de Freud, continuando con textos post freudianos que ampliaban la temática.
Entre ellos cité a Lacan, Laplanche-Pontalis, Winnicott, Fenichel, Greenacre, Aulagnier,
Aberastury, Raimbault-Eliacheff y autores contemporáneos, entre los cuales se encuentran
docentes de la carrera de Especialización en Psicoanálisis con niños.

Para la construcción del marco teórico de este trabajo opté por un criterio psicoanalítico. Para
sustentarlo expuse algunos antecedentes y diferentes referentes teóricos que consideré válidos para
el adecuado encuadre de este estudio. Articulé varios conceptos que permiten entender como se va
definiendo conceptualmente el tema expuesto en el trabajo.

Comencé con el noción de acting out y sus antecedentes, articulándolo con la repetición, el objeto
“a” y el fantasma. Vinculé el objeto “a” con la voz, como un primer modo de relación con el Otro.
La elección de la temática de la voz en este trabajo, se debió a que por medio de la utilización de la
misma, se pudo intervenir eficazmente en una situación de acting con la paciente del caso clínico.

Tanto la posición del analista como del paciente deben ser pensadas para poder armar estrategias
eficaces de trabajo en el espacio analítico. Cuando los terapeutas nos encontramos con los acting de
nuestros pacientes, es de suma importancia comprender de qué se trata y cual es el modo
conveniente de intervención. Al trabajar el concepto de intervenciones psicoanalíticas intenté
exponer las distintas miradas de diversos autores respecto a este tema, aunque pude observar que
con el paso del tiempo las teorías y posicionamientos se fueron cuestionando, complementando e
integrando.

La angustia, el acting, los duelos y la adolescencia están íntimamente relacionados. Profundicé


cada noción por separado pero se podrá ver que se ensamblan entre sí. No quería dejar de
4
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mencionar la correlación entre el contexto socio-familiar actual y la construcción de la subjetividad.


Incluyo el tema de la anorexia, en el desarrollo de algunos conceptos del trabajo, debido a que es el
diagnóstico que traen a la consulta los padres de la adolescente del material clínico elegido.
En el desarrollo o cuerpo del trabajo presento el marco teórico y luego expongo el caso clínico
con su correspondiente articulación teórica. Por último, en la conclusión, se podrán apreciar los
aspectos más relevantes del trabajo.

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DESARROLLO

MARCO TEORICO

1) El concepto de acting out

Laplanche y Pontalis definen el acting out de la siguiente forma: “Término utilizado en


psicoanálisis para designar acciones que presentan casi siempre un carácter impulsivo
relativamente aislable en el curso de sus actividades, en contraste relativo con los sistemas de
motivación habituales del individuo, y que adoptan a menudo una forma auto o heteroagresiva. En
el surgimiento del acting out el psicoanalista ve la señal de emergencia de lo reprimido. Cuando
aparece en el curso de un análisis (ya sea durante sesión o fuera de ella), el acting out debe
comprenderse en su conexión con la transferencia y, a menudo, como una tentativa de desconocer
radicalmente ésta”. 1

La formulación en inglés del término acting out, así como la resistencia que el vocablo ofrece a la
traducción, tienen que ver con que la palabra “out” refiere a un “afuera”. Equivale a un “fuera de sí
mismo” destacándose el carácter de una acción muy enajenada. Cuando el sujeto está así no se le
puede pedir que asocie libremente, siendo ineficaz la interpretación, hasta peligrosa; pudiendo el
paciente tomar nuestras palabras para continuar “haciendo”. Prevalece un padecimiento en el que
predominan las acciones impulsivas y el cuerpo pulsional.

Para el abordaje conceptual de esta patología del acto, es importante tener en cuenta, la noción
del acting out desde diferentes autores y sus antecedentes.

1.a) Antecedentes del concepto de acting out

El término deriva de la traducción que Strachey, uno de los traductores de la obra de Freud,
efectúa de la noción de “agieren”, concepto que se traduce como moverse, actuar y abarca algo del

1
J. Laplanche - J. B. Pontalis, Diccionario de Psicoanálisis, Ed. Labor, S.A , Barcelona, 1974, pág. 5.

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orden de la repetición, en el sentido de reactualizar en la transferencia una acción anterior.


Conservado en lengua alemana bajo la forma “Agieren”, es empleado por Freud, como el término
“Abreagieren” (abreacción), que tiene la misma raíz y que alude al hecho de “pasar al acto” deseos,
fantasmas y pulsiones.
El psicoanálisis brindó la posibilidad de relacionar un acto impulsivo con la dinámica de la cura y
la transferencia2. Freud explicó la propensión de ciertos pacientes a “llevar a la acción” fuera del
análisis las mociones pulsionales descubiertas por la terapia. El autor introduce la idea que el
paciente que lleva a la acción los conflictos fuera del tratamiento sería un individuo que intenta
satisfacer hasta el final sus pulsiones reprimidas, sin tomar conciencia de su carácter repetitivo.

En los textos de Freud el verbo ‘agieren’ esta casi siempre en relación con el verbo ‘erinern’, que
significa “recordar”, ya que la acción esta siempre en el lugar de un recuerdo que, no efectuado, no
permite al paciente comprender el carácter repetitivo de lo que pasa al acto.

A la hora de reflexionar acerca del acting debemos remitirnos a “Recordar, repetir y reelaborar”
(1914) donde Freud habla de momentos en que “...el analizando no recuerda, en general, nada de
lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción”3.
En este artículo señala que el analizante repite sin saber qué repite. El recuerdo como acto sería el
momento en el cual emerge el inconsciente para volver a cerrarse. Esto reprimido alude a algo que
el sujeto nunca supo y que se reproduce en acto en un análisis. En éste texto aparece un primer
acercamiento a lo que el autor denominará posteriormente compulsión a la repetición.

En “Mas allá del principio del placer” (1920) Freud somete a discusión algunos conceptos de su
teoría. Retoma lo que ya había elaborado en 1914 y agrega que los analistas debemos estar
preparados para que el paciente se entregue a la compulsión de repetir que suplanta el impulso de

2
Tansferencia: “proceso en virtud del cual los deseos inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos, dentro de un determinado
tipo de relación establecida con ellos y, de un modo especial, dentro de una relación analítica. Se trata de una repetición de
prototipos infantiles, vivida con un marcado sentimiento de actualidad”. Diccionario de Psicoanálisis Laplanche-Pontalis , Ed.
Labor, S.A., Barcelona 1974, pág. 439.

3
S. Freud, Recordar, repetir y reelaborar (1914), Tomo XII, Buenos Aires, Amorrortu, 1976, pág. 152.

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recordar. Esta repetición se juega en la transferencia y se relaciona con un fragmento de la vida


sexual infantil.
¿De qué se trata eso que insiste -un destino que persigue, un sesgo demoníaco- en la vida? El
padre del psicoanálisis lo denomina “El eterno retorno de lo igual”. La persona parece vivir
pasivamente algo sustraído a su poder. Este retorno, esta compulsión aparece más originaria, más
pulsional que el principio de placer. Una compulsión empuja a la repetición. Son pulsiones que no
obedecen al tipo del proceso ligado, sino al del proceso libremente móvil que empuja, incita para
una descarga. Ya no se trata ahora de la insistencia de lo reprimido sino de algo que está más allá:
lo no ligado, la cara silenciosa de la pulsión de muerte.
Con “Mas allá...” se adelanta la idea según la cual lo que es displacer para un sistema del aparato
psíquico, es placer para otro. En Addenda de “Inhibición, síntoma y angustia” al poder de la
compulsión a la repetición lo llamará resistencia del ello. De esta manera denomina a la inercia
psíquica, a la viscosidad de la líbido, como la fijación de la persona al objeto en el fantasma, lugar
que muestra lo que no puede ser interpretable. Se trata de un elemento no representado en las
asociaciones, quedando a cargo del analista la construcción, una construcción del acontecer
histórico primordial. El tema del fantasma y del objeto lo desarrollaré más adelante.
En “Inhibición, síntoma y angustia”(1926), Freud dice: “Durante la primera infancia no se halla
el sujeto generalmente en situación de dominar psíquicamente grandes magnitudes de excitación
que le llegan del interior o del exterior”. Repite para dominar lo displacentero y lo placentero,
porque la vivencia no la pudo ligar a otras representaciones y significó un desborde pulsional. Si no
pude ser organizado por otro que se instaure como yo, esto desencadenará angustia y desembocará
en un movimiento defensivo primario.

1.b) El Acting out desde diferentes autores

Phyllis Greenacre (1950) en un artículo titulado “Problemas generales del acting out”, señala
que tal vez la primera exposición acerca del acting out apareció en un trabajo Freud denominado
“Psicopatología de la vida cotidiana” (1901) bajo los encabezamientos de “Acciones ejecutadas
erróneamente” y “Acciones casuales y sintomáticas”.

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Greenacre trabaja la descripción que hace Otto Fenichel (1940) de esta temática, quien
proporciona una formulación más precisa del acting out, refiriéndose al mismo como un actuar que
es inconsciente, que implica una descarga de impulsos que disminuyen la tensión interna; siendo el
presente la ocasión para la descarga de las energías suprimidas.

Fenichel supone que la génesis de esta patología del hacer se vincula con la fijación oral, la
intolerancia a la frustración, una excesiva motricidad constitucional y con los traumas tempranos
serios, como factores que provocan tendencias a la acción y contribuyen al acting out. Los
individuos que muestran una propensión al acting, tienden a actuar estando o no en análisis, y
tienen en común una insuficiente diferenciación entre el presente y el pasado.

Greenacre agrega dos factores más en el origen del acting: una marcada sensibilización visual
(necesidad de dramatización) y una creencia inconsciente vinculada con la magia de la acción. La
autora, también propone una relación entre el lenguaje y la acción, siendo el lenguaje, en estos
casos, secundario respecto a la acción, pero participa en la descarga motriz de la tensión (con el
tono, la intensidad), en lugar de crear una comunicación o de invitar a construir algún pensamiento.

Fenichel habla de una disposición constitucional a actuar. Señala que el acting es una forma
especial de recuerdo, del cual el sujeto no tiene conciencia que su actuar está motivado por ese
recuerdo. Sostiene que el análisis puede estimular el acting en individuos predispuestos al mismo y
trabaja las problemáticas del analista ante pacientes actuadores (analistas que tienden al acting y
gozan con sus pacientes.

Retomando lo trabajado por Greenacre, ella propone hacer conocer al paciente su disposición a
actuar, tomando conciencia de su estado de tensión y que ésta es una forma de evitar la ansiedad
oculta por la actividad. Debido a que el acting no es un síntoma, sugiere no interpretarlo, no
reforzar al yo, ni tampoco prohibirlo, ya que poner límites no tiene efecto, en cambio, sí lo tiene
poner en juego el deseo.

1. c) El acting out según Lacan. Articulación con el concepto de fantasma

En relación a la cita del Diccionario Introductorio de psicoanálisis lacaniano, Dylan Evans señala
refiriéndose al acting out:

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“...si bien Lacan sostiene que el acting–out resulta de la imposibilidad de recordar el pasado,
subraya la dimensión intersubjetiva del recuerdo. En otras palabras, el recuerdo no involucra sólo
recordar algo a la conciencia, sino también comunicarlo a un Otro por medio de la palabra. Por
lo tanto, el acting–out se produce cuando la negativa del Otro a escuchar hace imposible el
recuerdo. Cuando el Otro se ha vuelto “sordo”, el sujeto no puede transmitirle un mensaje en
palabras y se ve obligado a expresarlo en acciones. De modo que el acting–out es un mensaje
cifrado que el sujeto dirige a un Otro, aunque el sujeto mismo no es consciente del contenido de
este mensaje, ni siquiera se percata de que sus acciones lo expresan...” (D. Evans, 1997, pág. 29).
Según palabras textuales de Lacan: “El acting out es esencialmente algo, en la conducta del
sujeto, que se muestra. El acento demostrativo de todo acting out, su orientación hacia el Otro,
debe ser destacado.”(J.Lacan, 1962, pág.136) y luego agrega “El acting out es esencialmente la
demostración, la mostración, sin duda velada, pero no velada en sí. Sólo está velada para
nosotros, como sujetos del acting out, en la medida en que eso habla, en la medida en que eso
podría hacer verdad. Si no, por el contrario es visible al máximo y por ese mismo motivo, en un
determinado registro es invisible, al mostrar su causa. Lo esencial de lo que mostrado es aquel
resto, su caída, lo que cae es ese asunto.” (J. Lacan, 1962, pág.138).
Para Lacan el acting out es una acción encuadrada en una escenificación cuya función es mostrar
algo. Se trata de una escena que el paciente realiza o relata frente al analista, que sorprende, donde
el sujeto es el actor y muestra ese algo hacia donde va dirigido su deseo. Expone el objeto “a”
señuelo de su deseo, lo quiere mostrar. Muestra una problemática del deseo que no pasó por los
mecanismos inconscientes de desplazamiento y condensación.
Ahora bien, ¿a quién está dirigido eso que se muestra? Siempre está dirigido a Otro (si el sujeto
está en análisis también se dirige al analista). Un Otro pensado como el lugar donde se constituye el
sujeto, territorio del lenguaje, de la cultura, la sociedad y la familia.

Retomando lo expuesto por D. Evans, es a ese Otro “sordo” que no le escucha, a quien el
paciente quiere decir algo; pero si el paciente “no sabe” que está mostrando en su teatralización, no
puede reconocer su significación verdadera e intenta que el Otro descifre la escena y sus guiones.

Nos encontramos con un sujeto desbordado por la urgencia del acto, como una forma de escapar
velozmente del sufrimiento. Acto incomprensible para la persona, de apariencia inmotivada,
demostrativa y desafiante, que entraña muchas veces un riesgo para sí mismo.

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Estas acciones tendrían otro lenguaje, un lenguaje más primitivo y corporal pero que están al
servicio de la comunicación, de la mostración del objeto que está en la causa, el que está sin
maquillaje. El sujeto muestra, siendo siempre una mostración desafiante, el objeto que el mismo
puede llegar a ser, no el que puede querer o tener. Provoca al otro que se presenta como perfecto,
quien no tiene o no le ofrece un lugar en su deseo. El efecto que producen estos actos en los demás
es de enojo, indignación y rechazo.

Se trata entonces, de pensar al acting out como una problemática que expresa una falta de deseo
del Otro, cuestionando la eficacia de la interpretación simbólica, situación que genera dificultades
en el dispositivo analítico, provocando la salida del analista de su lugar.

Lacan indica que es una conducta sostenida por un sujeto y que se da a descifrar al otro a quien se
dirige, en un rapto de locura destinado a evitar una angustia demasiado violenta. Se trata de una
puesta en escena, tanto del rechazo de lo que podría ser el decir angustiante del otro como del
develamiento de lo que el otro no oye.

Para Lacan el acting out es “la transferencia salvaje.” Y continúa diciendo “la transferencia sin
análisis, es el acting out” (J. Lacan, 1962, pág.139).
En el seminario “La angustia” muestra que una forma de plantear esta cuestión es deliberar
acerca de cómo domesticarla; aquí aparece la dimensión transferencial que gira en relación al
objeto “a”. Articula la responsabilidad que tiene el analista en la domesticación de la transferencia
salvaje en términos de “dejar caer” o “cargar sobre sí el resto” dando por resultado que “a” quede
del lado del terapeuta.
Me detendré brevemente en la definición de objeto “a”, denominado también objeto metonímico.
Es un concepto del psicoanálisis usado por Jacques Lacan que remite a la noción del objeto de
deseo inalcanzable, considerado el “objeto causa del deseo”. El objeto “a” abre la dimensión de lo
que no se desliza en el juego significante y nace de la imposibilidad para el psicoanalista de
responder a la pregunta sobre el goce.
“A ese objeto pequeño a lo he llamado pequeño a porque es la inicial en francés de lo que se
llama lo “autre” (otro): con una salvedad de que justamente no es lo otro, no es el otro sexo, sino

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que es lo otro del deseo”4. Para intentar ampliar esta noción es necesario vincularlo, dentro de las
formulaciones lacanianas, al concepto de fantasma.
Lacan plantea que en el origen no hay Dasein, ser-ahí del niño, sino como un objeto “a” del
fantasma de Otro. Considera en El Seminario, Libro XIV, “La lógica del fantasma” que el camino
en la constitución subjetiva del ser humano es en el campo del lenguaje. La forma de ser y pensar
del sujeto va a estructurarse en relación a la significación que el Otro primordial da.
Para que el sujeto advenga a la existencia, es necesaria su inscripción en el campo del Otro que lo
pre-existe. Esta inscripción supone una condición: que al Otro le haga falta su llegada. Lacan
afirma que el objeto, cuando es deseado por el Otro, es al principio, por un lado el (pre) sujeto en
su real y por otra parte causa del deseo del sujeto. Lacan (1953) define lo real como “lo que se
resiste absolutamente a la simbolización”, lo excluido de nuestra realidad. Sólo se llega a ser sujeto
deseante si previamente ha sido objeto del deseo del Otro.
El niño ya antes de nacer posee un lugar estipulado. ¿Quién podría definir el lugar que el niño
ocupa como objeto en el fantasma del Otro, en especial del Otro materno?; ¿quién podría saber lo
que él mismo, desde que nace, representa en el deseo del Otro? Deberá llegar a representarse su
lugar en el Otro, esto implica que deberá constituirse como sujeto pasando por los significantes que
proceden de ese Otro. En otras palabras, la estructura subjetiva del niño va a depender del fantasma
de la madre, constituyéndose con los significantes con que el Otro primordial lo nombra y
sosteniéndose en los dichos de éste.
Según Lacan, el componente simbólico del fantasma se incluye muy temprano en el marco de la
vida de un niño, porque su madre ha sido un sujeto muchos años antes que el bebé nazca, y su
relación con el niño y con los objetos que él pide, está estructurada en términos de lenguaje. El
lenguaje, como aquello que se encuentra más allá de los dos seres humanos presentes en el
encuentro madre-niño, se introduce tan pronto como la madre habla a su hijo.
¿Cómo se vinculan los enunciados sobre el fantasma con la fórmula del fantasma de Lacan ($◊a),
y los distintos tipos de objetos “a” como la mirada, la voz, el pecho, etc.?. Con este matema
Lacan sugiere que el fantasma presenta al sujeto relacionado de alguna manera con el objeto que
causa el deseo de él o ella. En el fantasma se define la posición del sujeto respecto al Otro. Más

4
J. Lacan, Lacan en Italie, La Salamandra, 1976, pág. 92.

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adelante, en el presente trabajo, articularé la voz con la estructuración psíquica, como una
manifestación sonora del deseo unido a la madre.
“Jacques Lacan advierte que el sujeto se estructura en y por el lenguaje. El niño llega a un
mundo parlante, donde es hablado y significado por el Otro. En la manera de proceder con ese
baño de palabras, se estructurará su manera de ser y de pensar. En ese universo de lenguaje, al
niño le ha sido asignado un lugar desde la fantasía – que Lacan denomina fantasma – del Otro
encarnado por los padres (El Seminario, Libro XIV, “La lógica del fantasma”). En ese sentido, el
fantasma es un guión que antecede a la llegada del niño, es una pequeña historia muy detallada:
hay una escena, un decorado, hay personajes que desarrollan acciones; allí el niño tiene asignado
un papel, en relación con el deseo del Otro, deseo que no es visto directamente sino, en todo caso,
entrevisto.”5
Esta construcción del fantasma puede entonces ser vista como una interpretación del deseo del
Otro. Debido a que el deseo del Otro está articulado en palabras, permite por medio del despliegue
discursivo, ver como se juega en el niño el deseo de la madre y también la relación deseante de los
padres entre sí; revelando la trama edípica en la que el niño está sumergido. El fantasma es de suma
importancia al mediatizar la relación del hombre con el mundo y con el Otro, por consiguiente el
Otro significa al niño desde su fantasma.
En “Dos notas sobre el niño” Lacan describe que: “…el síntoma del niño está en posición de
responder a lo que hay de sintomático en la estructura familiar.” (J. Lacan, 1987, pág. 55).
Tomando las palabras de la Lic. Beatriz Janin: “Los padres tienden a repetir con los hijos las
marcas que sus propios padres dejaron en ellos, fundando en el otro caminos erógenos,
privilegiado vías narcisistas, transmitiendo normas e ideales” y continúa diciendo “La repetición
de padres a hijos, puede ser pensada como el modo en que reaparece en los hijos lo desestimado,
lo desmentido y lo reprimido en los padres”. Lo reprimido retorna, desde el niño, en forma de
síntoma o en funcionamientos que esbozan el armado de un síntoma.”.”Cuando lo que se
presentifica en un niño es algo del orden de lo desmentido en los padres, el niño no ha incorporado

5
Comenta O. Frizzera en “ El lugar de los padres en la violencia del niño”, publicado en la revista Cuestiones de Infancia.

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tanto contenidos como una defensa a ultranza del narcisismo y entonces lo que hace es repetir
ciegamente un mecanismo que lo lleva actuaciones permanentes.”6
La autora sostiene que si prevalece la desestimación en los padres, será el hijo quien representará
lo rechazado por ellos, rellenando agujeros representacionales de los otros, quedando el niño como
representante de lo desestimado, como lo siniestro. Retomaré y ampliaré este tema más adelante.

2) La voz

P. Aulagnier se refiere al término portavoz como la función reservada al discurso de la madre en


la estructuración psíquica.
“...desde su llegada al mundo el infans , a través de su voz, es llevado por un discurso que, en
forma sucesiva, comenta, predice, acuna al conjunto de sus manifestaciones; portavoz también en
el sentido de delegado, de representante de un orden exterior cuyas leyes y exigencias ese discurso
enuncia” (P.Aulagnier,1975, pág.113) .
Barthes define a la voz como “...el espacio privilegiado de la diferencia” y agrega “...toda
relación con la voz es por fuerza amorosa...”, “... el acto de escuchar la voz inaugura la relación
con el Otro”.
Frizzera y Heuser en el artículo “Desde el grito a la melodía. La estructuración de un sujeto”,
refieren que la voz surge del interior del cuerpo, lo atraviesa , ya en el exterior alcanza existencia y
va en búsqueda de Otro, posibilitando una demanda. Dicen los autores “Voz como materialidad
fónica, que transporta deseo...”, “Implica diferencia y unión...”.
La voz acarrea melodía, primer componente del lenguaje como una manifestación sonora del
deseo unido a la madre. La melodía con su ritmo me lleva a pensar en el desarrollo psíquico
temprano y de que forma el bebé va organizando su mundo sensorial, un mundo que capta
frecuencias que armonizan con los ritmos endógenos pulsionales; el bebé se tranquiliza al escuchar
ritmos conocidos, como la voz de su madre.
Lo primordial puede remitir a lo primero, pero también a lo originario. Lo originario ha sido
conceptualizado por Aulagnier como un primer modo de metabolización del encuentro con el Otro,

6
. B. Janin, “Recuerdos,repeticiones y reencuentros de padres a hijos”, pág.2 .

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cuya modalidad de representación es el pictograma, que da cuenta de un modelo relacional en


términos de placer-displacer.7

3) La Angustia

El tema de la angustia está presente en casi todos los trabajos freudianos. Freud va ubicando
progresivamente el tema de la angustia en la teoría de las neurosis. En la primera delimitación
nosográfica establece que las neurosis de angustia, que forman parte de las neurosis actuales,
provienen de una tensión sexual acumulada que se transforma en angustia.
En “Tres ensayos” (1905) habla de una “angustia neurótica” producida por represión.
Observa que debido a un conflicto entre las instancias psíquicas, la líbido es desviada de sus fines
y rehusada su satisfacción; en éste caso aparece el fenómeno de la angustia que denomina angustia
histérica.
En “Lecciones introductorias al psicoanálisis” (1916), define la angustia como un estado
afectivo, queriendo llegar a una comprensión psicológica de la misma, estudiándola a partir de la
economía libidinal; tomando el psicoanálisis un camino diverso al que estudia la medicina. Pero
¿qué significa un estado afectivo?. El afecto sería una descarga que tiene como manifestación final
una sensación.
Freud elabora la teoría traumática de la angustia y considera que la angustia es la repetición de
una vivencia significativa. El nacimiento es el primer momento de angustia que corresponde al
momento en que el bebé es separado del cuerpo de su madre, instante en donde los pulmones
comienzan a funcionar y el circuito cardíaco se modifica.
Generalmente las sensaciones displacenteras aparecen en los órganos de la respiración y del
corazón; la angustia está ligada con alteraciones en la respiración y en el ritmo cardíaco. El término
angustia deriva del latín “angustiae”, que refiere a un angostamiento, poniendo de manifiesto el
carácter de estrechamiento de la respiración.

7
En algunos de los trastornos como la bulimia y anorexia se evocan modos de metabolización que reconducen a lo originario. En
estos casos, la dimensión motriz, jugada en torno al hambre/rechazo, se liga a esa modalidad arcaica de satisfacción pulsional.
Lógica del todo o nada que resulta contrapuesta a las estrategias representacionales, y que abarca tanto la relación con el alimento
como el vínculo con los otros.

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A partir del modelo del acto del nacimiento, la angustia queda unida a un factor traumático,
denominada angustia automática. El afecto de la angustia deriva de la dificultad para resolver una
tensión.
En las dos tópicas Freud relaciona la angustia con una tensión excesiva, con un factor traumático.
En la primera, la angustia provoca que el yo se escape de las exigencias libidinales, que percibe
como peligrosas, convirtiendo un peligro interior en un miedo exterior. Con la segunda tópica
Freud estudia la angustia señal y afirma que el yo es la única sede de la angustia, por lo tanto los
diversos tipos de la angustia pertenecen a las distintas relaciones del yo con las demás instancias.
Es en “Nuevas conferencias de la introducción al psicoanálisis” donde Freud ubica el problema
de la angustia con relación a los conceptos de la segunda tópica (Yo- Ello-Superyo).
En “Inhibición síntoma y angustia” Freud retoma el estudio del historial de Juanito, donde
postula que la angustia de castración es el motor que posibilita la represión y con ello la
formación de síntoma. La angustia es causa de la represión y no la represión el origen de la
angustia. Los síntomas se crean para evitar el desarrollo de angustia.
En los casos de acting out nos encontramos ante una angustia traumática más que a una de
castración. Lo que amenaza procede desde lo real, amenazando inundar la subjetividad con lo
pulsional. En el Seminario X Lacan define a la angustia como un afecto (J. Lacan,1963, pág. 22)
refiriéndose al objeto “a” diciendo “...es lo que ya no se tiene...” (J. Lacan, 1963, pág. 22). Más
adelante continúa diciendo “Freud nos dice que la angustia es un fenómeno de borde, una señal
que se produce en el límite del yo cuando éste se ve amenazado por algo que no debe
aparecer.”. Es el sentimiento de lo siniestro, siendo el fantasma una defensa contra ella.

4) Intervenciones Psicoanalíticas

Nietzsche anticipaba en la función del filósofo y el poeta la del analista cuando decía: “... el
sentido de mi obrar es que yo imagine como un poeta y recomponga en una unidad aquello que es
fragmento y enigma y horrible casualidad...”8

8
F. Nietzsche: Así hablaba Zaratustra. Ediciones Marymar. Buenos Aires, 1980.

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Muchas veces la clínica nos enfrenta a interrogantes acerca de nuestra práctica. En ciertas
ocasiones nos asombramos ante situaciones que tienen un acontecer impensado que nos sorprende
y moviliza los cimientos de nuestro pensamiento.

Sobre la relación entre la teoría y la práctica, me parece interesante tomar unas ideas de Foucault
que se refieren a que todas las teorías llegan a un punto de detención, que se levanta frente a ellas
como un muro. Este muro debe ser atravesado por cierto tipo de prácticas. La clínica es el lugar
donde nos tenemos que dar cuenta de hasta donde nos llega la teoría y hasta donde no. Es hasta
donde la teoría ya no da, que se deba inventar una práctica para movilizar el límite de esa teoría.

En el campo de las terapias psicoanalíticas, es clásica la división hecha por Freud ”per via di
porre , per via di levare”, tomada de una oración de Da Vinci acerca de las técnicas del arte
como la pintura y la escultura. En el texto “Sobre psicoterapias”(1905) compara estas artes con
la sugestión y el psicoanálisis. “Per via di porre”: la sugestión, como en la pintura, agrega colores
sobre la tela donde antes no estaban. “Per via di levare”: el psicoanálisis se asemeja a la escultura,
en donde se quita de la piedra lo que recubre las formas de la estatua contenida en ella. No quiere
agregar o introducir nada nuevo, sino retirar lo que desfigura la significación de los síntomas
patológicos. Pero al igual que en la escultura supone creación (la estatua no estaba ahí) en el
encuentro entre el paciente y el analista, donde se establece un vínculo creativo que posibilita la
apertura a lo nuevo.

En la técnica de tratamiento psicoanalítico la relación entre el psicoanalista y el analizado, por las


particularidades del encuadre analítico, la transferencia y el análisis de la forma específica en que
se presenta, ocupa un lugar central para la cura. . En el “Diccionario de psicoanálisis” los autores
definen la transferencia así:

“(...) el proceso en virtud del cual los deseos inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos,
dentro de un determinado tipo de relación establecida con ellos y, de un modo especial, dentro de
la relación analítica. Se trata de una repetición de prototipos infantiles, vivida con un marcado
sentimiento de actualidad. Casi siempre, lo que los psicoanalistas denominan transferencia, sin
otro calificativo, es la transferencia en la cura. La transferencia se reconoce clásicamente como el
terreno en el que se desarrolla la problemática de una cura psicoanalítica, caracterizándose ésta

17
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por la instauración, modalidades, interpretación y resolución de la transferencia.”( J. Laplanche y


J. B. Pontalis ,1996, pág. 439).

En “El método psicoanalítico” de Freud, el autor refiere que la tarea que el método psicoanalítico
se empeña en solucionar, es suprimir las amnesias:”Deben deshacerse todas las represiones; el
estado psíquico resultante es el mismo que produce el llenado de todas las amnesias”, “se trata de
volver asequible lo inconciente a la conciencia, lo cual se logra venciendo las resistencias” (S.
Freud, 1904, pág.240) y en “Sobre Psicoterapia” se refiere a la terapia analítica diciendo “ la
terapia analítica, en cambio, no quiere agregar ni introducir nada nuevo, sino restar, retirar, y
con ese fin se preocupa por la génesis de los síntomas patológicos y la trama psíquica de la idea
patógena, cuya eliminación se propone como meta” (S. Freud, 1905, pág. 250). Agrega que la tarea
del médico es mover al paciente para comprender y aceptar lo que estaba reprimido.
En “Construcciones en psicoanálisis” (1937) Freud clasifica la materia prima para poder
“producir lo deseado”. Esta materia prima serían los jirones de recuerdos, ocurrencias que surgen
de la asociación libre e indicios de repeticiones dentro o fuera de la situación analítica. El paciente,
dice Freud, “... debe ser movido a recordar algo vivenciado y reprimido por él”. La operación del
analista es colegir lo olvidado, construirlo desde los indicios que quedaron. Sería la forma que el
analista busca; su posición es siempre mover a algo, causar algo para producir lo deseado.
Construye lo que escapa al encuentro. Lo que construye es para reemplazar un imposible de decir
que denomina lo verdadero. Lo importante no es la realidad sino la convicción cierta acerca de la
verdad. Lacan contribuye a pensar que en este punto es lo real lo que aparece como imposible.

Volviendo a Freud, en “Recordar, repetir y reelaborar” (1914) se topa con el “actuar” cuando
lo que busca es el recuerdo, las asociaciones, la palabra. Es un actuar sin saber, que se despliega en
la actualidad de la relación con el analista. Transferencia y repetición. Aparece aquí una nueva
dimensión de la técnica, que ofrece un material distinto que no llega por vía de las asociaciones.
Propone la transferencia como lugar de puesta en escena. La transferencia es vista al principio
como un instrumento para dominar la compulsión de repetición del paciente. Dice Freud “...le
abrimos la transferencia como una palestra donde tiene permitido desplegarse con una libertad
casi total, y donde se le ordena que escenifique para nosotros todo pulsionar patógeno que
permanezca escondido en la vida del analizado.”

18
Especialización en Psicoanálisis con Niños
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Es útil rastrear la trayectoria de las ideas y su génesis en el psicoanálisis siguiendo sus


transformaciones, lo cual deja una base de un gran valor potencial para que nuevas construcciones
teóricas y nuevas modalidades tengan sus efectos cuando aparece una emergencia en la clínica de la
angustia, situación me lleva a pensar en los límites de la citada clínica. Una clínica donde
prevalecen las cuestiones narcisísticas y sus quiebres, por lo tanto el tipo de intervención
terapéutica no debe estar ligada a la interpretación.
Winnicott despliega su posicionamiento partiendo de la repetición en acto que trabaja Freud,
operando como límite a las interpretaciones del analista y avanza con ideas como la de los
fenómenos transicionales que abren la posibilidad de pensar otra dimensión de la subjetividad.
Reflexiona diciendo : “... la tarea de interpretación del analista tenga efecto, se la debe vincular
con la capacidad del paciente para colocar al analista fuera de la zona de los fenómenos
subjetivos. Se trata de la aptitud del paciente para usar al analista”. El rasgo principal del objeto y
los fenómenos transicionales es “la paradoja y la aceptación de la paradoja: el bebé crea al
objeto, pero éste ya estaba ahí, esperando que se lo crease”.9 Crea lo que se halla en torno a él
esperando ser encontrado. Con la construcción del espacio transicional, Winnicott ofrece nuevas
posibilidades al analista para la comprensión, considerando sus propias reacciones para entender las
situaciones paradojales del vínculo transferencial. Así la contratransferencia se convierte en un
instrumento privilegiado para el analista.
La situación analítica funciona como un campo de indagación y puesta a prueba de ideas
novedosas, permitiendo formular nuevas hipótesis para el dispositivo analítico. La dinámica
relacionada con la plasticidad o rigidez del marco terapéutico permiten rescatar la capacidad del
analista para abrir un espacio en un lugar donde la simbolización no se halla presente y la
repetición juega un papel fundamental, me refiero principalmente a los casos de acting out. La
utilización del instrumento interpretativo en estos casos, sobre todo fuera de un contexto analítico
terapéutico, puede ser extremadamente peligroso o incluso inútil. Generalmente la interpretación
hace florecer la rabia del paciente o contra sí mismo o contra otro, pudiendo aparecer los
fenómenos del acting out.
Si el analista soporta la angustia que esa situación provoca en él, si tolera la transferencia en acto,
como repetición de lo innombrable y si se está dispuesto a afrontar las distintas expresiones de la
9
D. W Winnicott, “El uso de un objeto y el relacionarse mediante identificaciones”, 1968 ,en “Exploraciones
psicoanalíticas I”, Paidos.

19
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conjunción vida-muerte; podrá operar dando un sentido, por medio de sus intervenciones,
instaurando nexos y diferencias que posibiliten desplegar el sufrimiento y abrir nuevos caminos.

¿Cómo escucha el psicoanalista las formaciones psíquicas del inconsciente y las formaciones del
objeto? Las manifestaciones del inconsciente son descifrables (desplazamientos y sustituciones
significantes) y el analista participa de ellas; las formaciones del objeto “a” son terminales (no
forman parte ni resultan de combinatoria alguna) y el analista queda en suspenso frente a ellas.
Para poder ampliar la pregunta del párrafo anterior considero importante destacar la relación
entre sueño traumático y compulsión a la repetición con el sueño normal y los síntomas. Freud
expone una diferencia entre el sueño traumático y el sueño.

El sueño traumático es el lugar que más se acerca al núcleo de la compulsión a la repetición y que
indica aquello que empuja en lo que se repite. Junto con la repetición en la transferencia o el
recuerdo en acto se ubica ese “eterno retorno de lo igual”. Si el sueño es el guardián del dormir, en
este tipo de sueños se produce una perturbación que es la que nos despierta, allí donde no hay
representante psíquico.

Cuando escribe “La interpretación de los sueños” Freud señala que los sueños son interpretables
y el trabajo de interpretación produce para el soñante un sentido inesperado. El texto del sueño
(contenido manifiesto) está dado por una escritura cuyos signos no valen por ellos mismos, sino
por su relación. El trabajo de condensación implica una traducción a otra escritura, los elementos
del sueño aparecen múltiplemente determinados. El desplazamiento es obra de la censura y es uno
de los medios para alcanzar la trasposición o desfiguración. Se trata de sustituir una determinada
representación por otra que le era vecina en asociación.

El trabajo del sueño transcribe como un enigma un determinado mensaje. ¿Cuál es la conexión
entre el sueño normal y el síntoma?. Tanto el trabajo del sueño como el síntoma transcriben como
un acertijo un determinado mensaje cifrado portador de un sentido que puede ser develado,
pudiendo ser descifrado por la interpretación, siguiendo las reglas de desplazamiento y
condensación.

En el sentido económico, el síntoma aporta una satisfacción que remplaza al deseo inconsciente;
en el sentido simbólico, sustituye el contenido inconsciente por otro, siguiendo ciertas líneas
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asociativas, producto del desplazamiento y la condensación que determinan la singularidad del


síntoma.

Retomando el tema de la terapia analítica, Lacan en “Variantes de la cura tipo” (1953),


considera que un psicoanálisis, tipo o no, es la cura que se espera de un psicoanalista; invita
justamente a considerar en las variaciones, en el caso por caso, introduciendo interrogantes
fundamentales para la posición del analista en relación a las estructuras clínicas. En este artículo
propone que el objetivo de un psicoanálisis no es llenar de sentido el síntoma, sino por el contrario
operar desde la función del analista frente a la repetición. En las patologías del acto la cura implica
transformar el goce en placer y lo no escrito en escritura. Refiere que la clínica psicoanalítica es
una clínica de la escritura que no cesa de no inscribirse en lo anímico (compulsión a la repetición,
pulsión de muerte).
Ya Freud en “La iniciación del tratamiento” (1913) decía que:

”La extraordinaria diversidad de las constelaciones psíquicas dadas, la plasticidad de todos los
procesos psíquicos y la riqueza de los factores que hemos de determinarse oponen también a una
mecanización de la técnica”.

Lo escrito nos remite a pensar o mejor dicho a repensar la función del analista en determinados
casos, pero sin modificar en ninguno la función del trabajo analítico, que intentará descubrir cómo
se trama en el paciente una historia que lo excede, desplegando lo fantasmático para encontrar
nuevos caminos hacia el placer.

Las estrategias del analista aparecerán en lo particular de cada ocasión. Su función sería escuchar
a su paciente como un sujeto sufriente, comprometiéndose con las búsquedas del analizando,
evitando quedar encerrado en las identificaciones contratransferenciales y abrir caminos posibles
que impulsen un proceso liberador.

La función del analista sería la de abrir el campo del lenguaje del paciente o sea, que éste pueda
ligar un significante con otro. En el acting out hay una imposibilidad del paciente de “hacer
cadena de significantes”, poniendo en juego algo de lo indecible.
Tomaré un párrafo, acerca del comentario que hace Frizzera de la obra “Despertar de
Primavera”, que a mi entender permite reflexionar acerca de la complejidad del lugar del analista
y sus intervenciones con un adolescente:

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“La intervención del enmascarado no fue sólo con palabras. En silencio lo toma del brazo y
lo aparta del cementerio, con lo cual logra sujetar a Melchor. Sujetar en el sentido de hacerlo
sujeto y también en el sentido de tomarlo de la mano para señalarle un camino de salida.”
y agrega:
“Esto confirma lo acertado de la operación como acto analítico. Para terminar una
expresión de deseo: si bien analizar conlleva algo de una tarea imposible me digo y les digo que
bueno sería poder lograr siempre la eficacia del enmascarado. Al menos en esa dirección hemos
de ir.”10
En el análisis de ésta obra, Frizzera ensambla al enmascarado y a la función del analista. Propone
pensar al analista como aquel que hace semblante, aquel que no revela aquello que hace a su ser,
que corta una satisfacción pulsional tanática y vincula el querer con la ley.
Las intervenciones que un terapeuta despliega a lo largo de un tratamiento, exige considerar los
múltiples componentes del tratamiento. Tal es la complejidad que caracteriza al accionar de los
terapeutas, que impone el empleo de variadas estrategias. Desde ésta perspectiva la experiencia de
la clínica no es una, sino que tenemos múltiples dimensiones y direcciones de situaciones de
consulta, por lo tanto nuestros instrumentos, nuestras intervenciones, también serán diferentes en
cada caso en particular.

Se puede pensar en las intervenciones como todo acto verbal de carácter intencional, realizado
por el terapeuta. Para los psicoanalistas es importante examinar qué formas de intervención pueden
resultar más apropiadas para producir el cambio terapéutico, dadas determinadas condiciones del
paciente y de la relación que éste establece con su terapeuta.

En los casos de las patologías del acto, las intervenciones del analista tendrían que mostrar al
paciente que se toleran el vínculo con sus cargas y vicisitudes, ofreciendo de esta forma modelos de
vínculos. Crear un vínculo y desarrollarlo como instrumento terapéutico. En este tipo de trastornos
hay que ir creando condiciones graduales para arribar a un psiquismo que pueda, a posteriori,
trabajar con la interpretación como instrumento.

10
Cuestiones de infancia, “Encrucijadas de la adolescencia”, vol.12, UCES, Bs.As. 2008, pág.58

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Voy a citar a Winnicott nuevamente, ya que el autor destaca la forma en que intentó crear un
vínculo desde el nivel evolutivo, lugar donde estaba instalada la problemática. En las
intervenciones muchas veces lo que se dice está en el tono de voz o en el gesto como
intervenciones organizadoras:
“Si el estado esquizoide surge en la sesión y el terapeuta va a su encuentro mostrando que
él, analista, puede contener, dar holding al paciente, permite que éste pase de la esquizoidía a la
dependencia regresiva, la cual ofrece la ventaja de permitir correcciones asociativas de la
experiencia infantil del paciente.”11
Pensando en el lugar del analista, tomaré la expresión de Winnicott de “madre suficientemente
buena”, como alguien que tolere que el niño (o el paciente) deje marcas en él y que pueda
recuperarse de esas marcas; que no responda en espejo, sino que soporte el despliegue,
devolviéndole de un modo diferente lo que trae.

Es necesario para posibilitar los procesos de desligazón, que el análisis pone en juego, ofrecer el
sostén (holding) necesarios para que los procesos de religazón se activen. Si el espacio analítico es
un lugar en donde se activa lo infantil, sexual, inconsciente; sostener implica sostener los enigmas
del paciente.

La Lic. B. Janin refiere en su artículo “Psicoanalizando niños”, que el analista de niños tiene en
muchas ocasiones una función estructurante, que implica ligar por medio de la contención, gestos,
del poner en palabras, etc., lo que dejó huellas que provocaron la repetición del movimiento
desinscriptor (lugar que denota el accionar de Thánatos). En cambio simbolizar, resignificar,
nombrar los afectos, cualificar la excitación, no silenciar, etc., es tarea de Eros. Es nuestra labor
como analistas, en determinados casos clínicos no sólo de niños, sino también de adolescentes o de
adultos, funcionar como analistas de niños.

Tomando palabras textuales de Mannoni (1971)

“…cuando habla el psicoanalista, lo que constituye su especificidad es su receptividad, su


escucha”.

11
Winnicott, Donald: Holding and Interpretation. Fragment of an Anlysis, London, The Hogart Press and the Institute of
Psychanalysis, 1986.

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No siempre los analistas analizamos, pero tenemos la obligación de saber que hacemos cuando
nuestra práctica se ejercita en los bordes mismos del análisis.

El desafío frente al cual estamos, entonces, es uno de integración. La tarea actual de la


investigación clínica, teórica y empírica, es integrar el abanico de diferentes posibilidades
terapéuticas. Por cierto, la posibilidad de una modificación de la técnica de tratamiento de acuerdo
con las características de cada paciente individual, dependerá de la capacidad del analista de
adaptar sus propias características personales (empatía) y profesionales (estilo terapéutico) de
manera de salir al encuentro de forma terapéuticamente adecuada a lo que el paciente trae a terapia.

5) Duelo

La exposición del tema del duelo está presente en este trabajo ya que al abordar el mismo, se lo
puede vincular con la adolescencia (período de duelos por excelencia), la anorexia y los actings.
La palabra “duelo” etimológicamente proviene del vocablo latino “dolus” que significa dolor.
Laplanche y Pontalis (1976) definen el duelo como:
“Proceso intrapsíquico, consecutivo a la pérdida de un objeto de fijación, y por medio del
cual el sujeto logra desprenderse progresivamente de dicho objeto.” (pág.433)

En “Tótem y Tabú” (1913) ,el creador del psicoanálisis, realiza un estudio antropológico acerca
del tabú de los muertos. En el hombre primitivo anidaba la creencia de que los muertos más
queridos se transforman en demonios. Esto se puede explicar, nos dice Freud, con el estudio de las
psiconeurosis. Los que sobreviven al muerto son víctimas de reproches obsesivos, se preguntan si
no habrán contribuido por alguna negligencia a la muerte de éste. Relaciona las autoacusaciones -
temor a los muertos, temor a la represalia, temor al demonio- con el deseo de muerte del prójimo
relacionada a la ambivalencia de sentimientos de todo deudo hacia el objeto perdido.

En “Estudios sobre la histeria” (1895) Freud relaciona el trabajo de duelo con el de elaboración
psíquica, como una necesidad del aparato de ligar impresiones traumáticas. Define, en “Duelo y
melancolía” (1915), al duelo así:

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“es la reacción frente a la pérdida de una persona amada, o de una abstracción que haga
sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc.”. No se considera un estado patológico, se lo
supera pasado cierto tiempo “... y juzgamos inoportuno y aún dañino perturbarlo”.

Freud advierte que es un estado que le impone al sujeto considerables desviaciones de su conducta
normal. La sustracción de la libido del objeto amado resulta muy dolorosa y sólo puede realizarse
de modo paulatino, con gran gasto de tiempo y energía, continuando mientras tanto la existencia
psíquica del objeto perdido. Es necesario un trabajo intrapsíquico para llevar a cabo un estado de
tales características ya que toda la energía del sujeto está acaparada por su dolor y sus recuerdos.
Este proceso interior puede fracasar como denotan los duelos patológicos.
Freud mostró la relación entre el duelo normal, el patológico y la melancolía. El duelo normal
vence sin duda la pérdida del objeto, la realidad pronuncia su veredicto: el objeto ya no existe más,
y el Yo se deja llevar por las satisfacciones narcisistas que le da el estar con vida y desata su
ligazón con el objeto perdido. En el duelo patológico hay un conflicto ambivalente, el sujeto se
supone culpable de la muerte acontecida, se cree poseído o influido por el muerto, niega el
fallecimiento, cree padecer la misma enfermedad que el difunto, etc. En cambio, en la melancolía,
el yo se identifica con el objeto perdido, se resigna a sí mismo porque se siente odiado y perseguido
por el súper yo, en vez de sentirse amado, se trata de una pérdida producida en la vida pulsional.

Subjetivar, dar un significado a la pérdida, sería lo que permitiría al sujeto “...permanecer


viviendo como ser humano, es decir, con capacidad de representación de sí mismo más allá de
estas ausencias…” (Guyomard, 1996). En la subjetivación del duelo se intentará encontrar una
significación acerca de la pérdida que le permita al deudo no perderse a sí mismo; ya que ante la
muerte de un ser querido lo que se pierde no es sólo al que acaba de morir, sino todo lo que el
sujeto “invirtió” en él haciéndolo especialmente querido.

Tanto Freud como Lacan sostienen que existen duelos “normales” y duelos “patológicos”, aunque
ninguno plantea una correspondencia entre duelo “normal” y subjetivación o duelo “patológico” y
desubjetivación. Ambos autores dicen que el pasaje por la angustia es imprescindible para la
tramitación de los duelos, y que de los avatares por ese acontecer resultará la diferencia entre duelo
normal y el patológico. Es por ello que para Lacan el acting out y el pasaje al acto son las

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respuestas más comunes vinculadas a las pérdidas –dado el encuentro con la angustia- razón por la
que plantea la necesidad de los rituales y del tiempo del duelo.

En ésta oportunidad, en base a lo expuesto en el párrafo anterior me pregunto, entonces, si existe


una relación entre duelo, anorexia y acting.

G. Raimbault y C. Eliacheff en su libro “Las indomables. Figuras de la anorexia” dicen:

“… la anoréxica, precisamente por su rechazo a satisfacer las necesidades fisiológicas del


cuerpo, da cuenta del vacío, de la ausencia de una categoría esencial para el ser humano, que no
es otra que la del deseo.” “Vivir es imposible para ella, pues su única meta, sin que lo sepa, es la
de reemplazar a un muerto; es de ser un muerto en el fantasma de un pariente, a quien el duelo le
resultó imposible.”.

Las autoras se preguntan que lleva a actuar a las anoréxicas de esa forma, cuál es el fin y cuál es
la mitología familiar en la que quedan atrapadas como una forma de existencia. Al exhibir su
síntoma la anoréxica plantea la pregunta: ¿qué significa ser una mujer?, ¿quién soy?, ¿dónde está
mi lugar?.

La dificultad de hacer un duelo, de aceptar una pérdida, obstaculiza el investimento de las


representaciones de las personas, su nombramiento. En otras palabras, la imposibilidad de
renunciar a perder un ser o una cosa va arrasando el conjunto de las representaciones.

Aberastury sostiene que “Hablar de esa muerte no es crear el dolor ni aumentarlo; por el
contrario, la verdad alivia al niño y lo ayuda a elaborar la pérdida. Hay verdades muy difíciles de
aceptar para el adulto; de ahí que al mentir está delegando esa parte infantil en el niño”.12
Resulta llamativo que en las sociedades africanas, en donde se han mantenido las culturas
tradicionales, no se han observado casos de anorexia. En estas sociedades los ritos funerarios están
muy investidos, son muy precisos y muy respetados. Cada muerto posee un determinado estatuto en
la sociedad. Aquí se observa que estas comunidades aceptan la pérdida y aceptan enterrar a sus

12
A.Aberastury, A. “La percepción de la muerte en los niños”, Revista de la APA, Tomo XXX, Nº 3-4, pág. 163

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muertos. Buchan y Gregory (1984) desarrollan la hipótesis según la cual la anorexia mental
encuentra su lugar preferido en la familia nuclear occidental.13
Este planteo sostiene que la anorexia nerviosa tendría una relación con los duelos, la muerte, el
instinto de muerte. ¿Por qué el instinto de muerte? Estos dos términos conducen a pensar el
instinto de muerte como un deseo de muerte, un deseo de destrucción. Freud habla de éste instinto
como un orden simbólico que insiste para ser realizado, un automatismo de repetición. Retorno de
lo reprimido.
La antipulsión de muerte sería el deseo de saber, lo que invita a reconstruir una historia. El
instinto de muerte expresa los límites de la función histórica del sujeto, sería el reverso de lo
simbólico, el ahuecamiento de la palabra.
Tanto Freud como Lacan se ocuparon del tema de la anorexia. “Se trata de comprender la
anorexia mental como: no que el niño no come, sino que come nada”14. La anoréxica no tolera que
cualquier demanda sea interpretada en términos de necesidad. Es vital comer “nada” para así
mantener viva la dimensión del deseo, el cual nace de la separación entre necesidad y demanda.
Por último quería agregar que la etiqueta de “anoréxica” provoca miedo, rechazo a escuchar y
comprender a quien no está preparado en la clínica y trae aparejado el proceso de exclusión. Este
diagnóstico no implica, sino que reduce al sujeto a un síntoma.

6) La adolescencia

La adolescencia puede ser definida desde diferentes puntos de vista, según el lugar desde dónde
se la quiera abordar. Ese período vital empieza siendo un hecho biológico, pero está inmerso en
proceso psicosocial, que se modifica dependiendo de las culturas y los períodos históricos.

La adolescencia impone un pasaje desde la niñez a la adultez, el cual ya está determinado


biológicamente. Siendo un proceso de cambio y transición, para el adolescente y su familia,
representa un momento de la vida en el que aparecen problemas nuevos y con menor tiempo para
poder resolverlos.

13
T. Buchant , L.D. Gregory.” Anorexia nervosa in a Black Zimbabwean”, Br. J. Psychiatry, 1984, 145, 326-330.

14
J. Lacan ., Seminario sobre la relación de objeto, 22 de mayo 1957.

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El adolescente siente, sufre y está expuesto a diversas de situaciones que muchas veces no
entiende: su cuerpo que cambia; su mente, en muchas ocasiones no sabe cómo manejar lo que
pasa en el resto de su cuerpo; su familia (especialmente los padres), que según como hayan
vivenciado su propia adolescencia, lo entienden o están igual de aterrados que ellos.

Para el niño pequeño los padres son, al principio, la única autoridad y la fuente de toda fe. El
deseo de esos años infantiles es el de llegar a ser parecidos a sus progenitores. Pero a medida que
progresa el desarrollo intelectual es inevitable que el niño descubra poco a poco las verdaderas
categorías a las cuales sus padres pertenecen. Conoce a otros padres, los compara con los propios y
llega así a dudar de las cualidades únicas e incomparables que les había adjudicado. Cuando el
individuo crece se va liberando de la autoridad de sus padres, el desasimiento de la autoridad
parental es una de las operaciones más necesarias, pero también más dolorosas, que el curso del
desarrollo acarrea. Es absolutamente necesario que se cumpla, y es lícito suponer que todo hombre
devenido normal lo ha llevado a cabo en cierta medida. Hasta el progreso de la sociedad descansa,
en esa oposición entre ambas generaciones. Por otro lado, existe una clase de neuróticos en cuyo
estado se discierne, como condicionante, su fracaso en esa tarea. Así lo expone Freud (1909) en
“La novela familiar del neurótico”.

Tanto el adolescente como el niño, son individuos en crecimiento y están, con relación a sus
padres, en una situación de dependencia psíquica. Por lo tanto los conflictos de los padres inciden
sobre los procesos de desarrollo del adolescente. El entrecruzamiento de la conflictiva adolescente
con la de los progenitores, enfrenta a los jóvenes con la necesidad del armado de un futuro
exogámico e incierto y, además, con el duelo por la protección y dependencia de sus padres a la
que les cuesta renunciar. Los padres también enfrentan duelos difíciles tales como el paso del
tiempo, lo imposible de recuperar, la renuncia de las propias ilusiones, etc. Los encuentros y
desencuentros entre padres e hijos adolescentes dependerá de la forma en que se haya construido en
cada familia el pasado común, de las posibilidades psíquicas relacionadas con la salud-
enfermedad, la elaboración de los duelos y la capacidad familiar para soportar este proceso de
separación. No hay posibilidad de duelo y separación si el adolescente no se revela ante sus padres.

El hijo, en esta etapa, motoriza cambios para la estructura familiar, la que deberá ir accediendo a
nuevas redes psicosociales y a una “nueva cultura”. Es importante, en la clínica, poder evaluar la

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capacidad de la familia para soportar el proceso de desasimiento. Una mayor rigidez parental
podría conducir al adolescente hacia desenlaces cada vez más patológicos.

En la pubertad se produce un estasis libidinal que permite comprender como se va construyendo


la subjetividad, de que forma esa estructura psíquica móvil se va organizando en el tiempo y se va
plasmando en un interjuego de procesos identificatorios y defensivos.

Diego Moreira dice que:

“la pubertad implica un segundo despertar, que no es sólo de la pulsión o querencia sexual,
sino también la pulsión más pulsionante de todas, la de muerte.”15

Hay adolescentes que soportan los duelos y los cambios enfrentándolos como una pérdida a
elaborar, en cambio otros lo viven como un dolor terrorífico.

El proceso de duelo y la desinvestidura fue propuesto como central por Aberastury y Knobel en el
libro “La adolescencia normal”(1971), en donde especifican que el adolescente se verá sumido en
tres duelos: 1) por el cuerpo infantil, 2) por los padres infantiles, 3) por la identidad (bisexualidad).
En otras palabras, implica varios duelos: duelo por la inmortalidad del yo, la inmortalidad de los
padres, el duelo por la madre fálica, el duelo por el padre nutricio, y por la ilusión de la completud.

La metamorfosis de la pubertad presume un segundo tiempo de la sexualidad. El malestar


asociado al crecimiento, al abandono del cuerpo infantil, de la niñez, a los padres de la infancia
requiere varios procesos de pérdidas, situación asociada con la angustia. Esta época involucra
siempre una muerte (la de la niñez) y el surgimiento de otro lugar psíquico vinculado con la
adultez.

El pasaje a la adultez se caracteriza por el pasaje de un desconocimiento a un conocimiento que


llamamos el saber y en el que quedan comprometidos los procesos de pensamiento. Este saber se
asocia con la sexualidad y el trabajo.

M.C. Rojas (2008) refiere que el adolescente muchas veces es considerado peligroso porque
remueve creencias y acciona en el sentido del cambio. Si el contexto familiar del adolescente es
poco contenedor, el joven para intentar modificar el propio estado de ánimo de deseperación o el

15
Cuestiones de infancia, “Encrucijadas de la adolescencia”, vol.12, UCES, Bs.As. 2008 , pág.73

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contexto familiar, puede dañar su cuerpo, presentar conductas adictivas, intentos de suicidio, etc.,
como formas de expresión de procesos pulsionales tóxicos.

Es una etapa caracterizada por la presencia de caos y de crisis, debido a que en esta fase del
desarrollo, se precipitan la resignificación de lo no significado y traumático de etapas anteriores
para poder acceder al reordenamiento identificatorio y a la confirmación de la identidad. En este
sentido, el período de la adolescencia sería a la vez un punto de llegada y uno de partida. Es a partir
de la adolescencia como punto de llegada, que podemos deducir retroactivamente las inscripciones
y traumas que en un tiempo anterior permanecieron acallados en forma caótica y latente y
adquieren, recién en este período, significación y efectos patógenos, ya que aquello que se
silencia en la infancia suele manifestarse durante la adolescencia. Y como punto de partida, es el
tiempo que posibilita la apertura hacia nuevas significaciones y beneficios a conquistar, dando
origen a nuevas adquisiciones.

En efecto, la adolescencia representa el “segundo apogeo del desarrollo” (Freud, 1926), etapa
resignificación que ofrece al sujeto la opción de poder realizar transformaciones inéditas en su
personalidad. Tiempo recambio estructural en todas las instancias del aparato anímico del
adolescente: el reordenamiento identificatorio en el yo, en el superyó, en el ideal del yo, en el yo
ideal. Momento de elaboración de intensas angustias, que necesariamente deberá tramitar el
adolescente y su familia, para posibilitar el despliegue de un proceso fundamental para acceder a la
formación de la identidad: la confrontación generacional y fraterna. (Kancyper, 1987).

“La adolescencia es una encrucijada en la que se abren nuevos caminos pero también es una
situación de crisis y riesgo. Y los adolescentes dependen, para sublimar sus pulsiones y sostener el
narcisismo, de los aportes del mundo externo. Así, gran parte de la patología que vemos en los
adolescentes de hoy (deserción escolar, intentos de suicidio, uso de alcohol y drogas, fugas
reiteradas, anorexia y bulimia) debe ser pensada en un contexto de falla en la constitución del
Ideal del yo cultural.”(B. Janin, 2008, pág.32).

Recordemos que crisis no equivale a enfermedad. Hay crisis “normales” (mutativas,


transformadoras) indicadoras de que una reorganización se produce en la psiquis, efecto de
exigencias pulsionales que promueven nuevas inscripciones y reordenamientos representacionales
(por ejemplo: el Edipo y la adolescencia). Las crisis adolescentes son más fáciles de tolerar si

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existieron previamente soportes infantiles y que ellos estén firmemente internalizados; en caso
contrario nos encontramos con un dolor excesivo sin procesamiento, del cual intentan huir y
expulsar, con sentimientos de vacío y de inexistencia, con un gran sufrimiento, por la ausencia de
un otro que contenga y calme.

Es interesante plantear el concepto que expone acerca de la adolescencia F.L. Widder:


“El adolescente es ese ser sufriente, que deambula por la vida transitando su historia,
descubriendo enigmas, entretejido con un entorno particular que se configura entre el sueño, el
ensueño y la realidad; entre lo conocido y lo imprevisto, entre la provocación y el repliegue, entre
lo nuevo y lo resignado. También es el terapeuta, quien junto con él, deambula por esa historia,
para juntos, reconstruirla”16.
Tarea difícil la del analista de adolescentes, quien escuchará al paciente y lo acompañará a
construir de a poco una historia, que no tiene que ser la misma que le fue concedida. En el análisis
de niños y adolescentes, al incluir también a los padres, la transferencia pasará por el analista-niño
y también por el analista y los padres. Esto implica que tanto el niño o el adolescente como sus
papás rememorarán acompañados por el terapeuta. El proceso de historización surgirá en la
transferencia, conectando lo que no estaba conectado, descubriendo enigmas que la persona creía
no saber; pudiendo enriquecerse el análisis con el relato directo de los padres, parientes próximos,
mitos y novelas familiares.

La novela familiar posibilitará la creación de la nueva historia, que va a permitir el desasimiento


del niño de los vínculos parentales; siendo su elaboración una forma de suplir la pérdida de los
padres de la infancia, quienes poseían un saber acreditado sobre su historia. Por medio de la novela
familiar el adolescente intentará averiguar acerca del propio origen, pretendiendo adueñarse de la
trama de su historia.

Historizar consiste en unir lo actual con la historia, ligar lo que fue con lo que es, llenar los
vacíos en la estructuración psíquica y vincular pedazos desunidos de la historia. De eso se trata la
tarea del paciente en análisis, pero también, la tarea de todos los seres humanos en un determinado
momento de la vida, la adolescencia.

16
Cuestiones de infancia, “Encrucijadas de la adolescencia”, vol.12 UCES, Bs.As., 2008, pág.121,

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7) Contexto social y familia

La subjetividad no se reduce sólo al psiquismo, modela y es modelada continuamente a lo largo


de la vida. No todas las inscripciones pasan por un tamiz metabolizador que en el inicio es
principalmente con los padres. Algunas marcas vienen de la cultura, de la sociedad. Diversos
discursos y prácticas sociales actuales han contribuido al incremento de las patologías del acto;
asimismo ciertos ideales de la sociedad aparecen como inalcanzables, generando funciones sin un
registro reflexivo, sin discriminación del Otro.

Si la subjetividad se construye a partir de un ser en sociedad que la instituye, el interrogante sería


de que forma lo fantasmático individual queda unido al significante social y cómo las nuevas
significaciones imaginarias sociales producen cambios en la subjetividad. La cultura reclama a los
jóvenes ciertas virtudes. Se puede reflexionar acerca del valor, en determinadas clases sociales o
culturas, que posee la delgadez como sinónimo y supuesta garantía de éxito y aceptación.

Según lo explica la Lic. B. Janin (2008) el contexto social actual está caracterizado por la
acción y la palabra ha perdido valor, prevaleciendo la desmentida de lo dicho. La inmediatez y la
falta de tolerancia a la espera se presentan como características de ésta época.

En la actualidad lo “cibernético”, por ejemplo, ofrece un aumento del progreso y la


comunicación, pero trae aparejado el anonimato y fallas en las redes de contención tanto
comunitarias como desde los adultos progenitores. Estos últimos presentan dificultades en filtrar
lo que llega a sus hijos, un filtrado necesario para abrirles el mundo de a poco, ayudándolos a
armar redes simbólicas que unan argumentos para dar lugar a las fantasmatizaciones. Las tramas
simbólicas necesitan para su construcción un tiempo, no pueden armarse sólo en el tiempo presente
o desde el anonimato (lugar donde se obstruyen los lazos sociales), porque de este modo irrumpe el
exceso y la violencia, produciendo efectos desubjetivantes, anestesiando el espacio mental.

Las características de la época ofrecen las bases sobre las que se organizan los modelos
adolescentes en cada sociedad y tiempo histórico. La sociedad occidental ejerce, sobre los
adolescentes, principalmente, una presión para que éstos “preserven las apariencias” conforme a los
ideales físicos sociales del momento.

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Si pensamos que la organización social ha tenido grandes transformaciones a lo largo del tiempo,
podemos descubrir que esto también implicó un cambio importante en la concepción de familia,
generando cambios en la subjetividad a partir de nuevas significaciones imaginarias sociales. En
otras palabras, las particularidades de la época ofrecen la escenografía que organiza los modelos
adolescentes y de la familia en cada sociedad y tiempo histórico.

Si bien la adolescencia es un momento vital en donde prevalecen las situaciones de crisis,


observamos que en el último tiempo, las patologías han cambiado predominando las patologías del
acto y los trastornos de la alimentación entre otros. Por lo tanto, si la historia de un adolescente ha
estado marcada por sucesos que no han podido encontrar una forma de inscripción en su
fantasmática, veremos en la clínica un vacío de representación.

Mannoni (1982[1967] expresa:

“La sociedad le confiere al niño un status puesto que le encomienda, sin que él lo sepa, la
realización del futuro del adulto: la misión del niño consiste en reparar el fracaso de los padres, e
incluso en concretar sus sueños perdidos. De este modo, las quejas de los padres con respecto a su
descendencia nos remiten ante todo a la problemática propia del adulto. Tales características
vuelven a encontrarse cuando, en el análisis, el adulto nos habla de su pasado.”

Abraham y Torok (1976) hablan de la inclusión de una fantasmática ajena en la vida psíquica de
un sujeto, un lenguaje cifrado inaccesible a la conciencia, un criptograma. Si lo encriptado pasa de
una generación a otra, en un determinado momento alguien puede erigirse como decodificador.
Aquí aparecen actos impulsivos que aparentemente no tienen explicación y que opera a expensas de
su economía pulsional.

La familia se va organizando a lo largo de toda su historia, donde el resultado tendrá que ver con
la articulación de las necesidades individuales, con el interjuego de los roles familiares
“diferenciados” de cada uno de los integrantes de esa familia; la realidad en la cual se hallan
inmersos y un conjunto de valores, tradiciones e ideologías.
A continuación expondré algunos determinantes familiares que contribuyen a ciertos estados
patológicos en los adolescentes (S. Quiroga, 1998):

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a) Los desbordes pulsionales aparecen en familias donde los adultos presentan patologías graves,
siendo lo hijos quienes soportan esta conflictiva familiar sin salida, compulsiva y repetitiva que
desemboca generalmente en situaciones límites con desbordes violentos de maltrato o desbordes
emocionales, donde los hijos son usados como objeto de descarga.

b) En otras familias el adolescente es objeto de un doble discurso, en apariencia el vínculo es


empático pero en realidad es desafectivizado e inconsistente y son los padres quienes buscan la
complicidad del hijo para lograr sus propios fines narcisistas. En estos casos aparece un discurso
especulador y no se exhibe el caos familiar. El adolescente presenta sentimientos de resentimiento
e incomunicación.

c) Cuando en la familia aparecen discursos y mandatos contradictorios, siendo esta falta de


coherencia en los mensajes familiares, el origen de las contradicciones intrapsíquicas que el yo
asume como propias, surgen síntomas de depresión, estados de autoacusación con ideas de suicidio,
sentimientos de desesperación y desesperanza. Cuando los hijos asumen las contradicciones de los
padres a modo de caos interior, aparecen estados de pérdida de conciencia, despersonalización,
disminución de la autoestima y sentimientos de aniquilación del yo.

d) En las situaciones de desamparo parental, aparece en los adolescentes la culpa por estar vivos,
siendo este sentimiento desplazado al contexto social que es vivido y percibido como poco
contenedor y amenazador.

c) Hay otro tipo de familias que expulsan rápidamente a los hijos, porque los consideran
autónomos para lo que a los padres les conviene, pero evitan que sean afectivamente
independientes impidiendo la quiebre de vínculos simbióticos.

d) Existen familias que muestran una fachada de perfección, son padres que se comunican desde el
saber y la censura. Para los padres nunca es suficiente lo que los hijos hacen, exigencia que ataca la
autoestima de los jóvenes, pudiendo tener como desenlace estados de pánico, sentimientos de culpa
y autocastigo o actuaciones autodestructivas.

e) Por último quiero destacar los vínculos de dependencia simbiótica. Son familias que no permiten
ningún tipo de separación o discriminación del hijo, situación que es vivida como una traición a la
familia y se castiga con la expulsión; lo que se traduce como la muerte psíquica o en el peor de los
casos la física.
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Antes de continuar desearía ampliar la temática acerca del funcionamiento vincular simbiótico.
Este se instala de forma silenciosa y es difícil su observación clínica. Este tipo de vínculos es
propio de los cuadros de anorexia nerviosa. Es característico que la niña sea ubicada
paulatinamente por la madre como proveedora de gratificaciones hacia ella, de modo que deberá
ser complaciente, perfecta y sometida; no hay lugar para sentimientos agresivos o de rechazo, los
cuales posiblemente se trasladen a posteriori a la alimentación. Predomina el narcisismo más que
la relación de objeto en la cual se tiene en cuenta al otro y aparecen obstáculos para desarrollar la
individualidad de los miembros, siendo esto una forma de desmentir lo nuevo por peligroso a su
forma de vida. Hay escasa diferencia con la familia de origen y una gran dependencia emocional.

Son familias que intentan alcanzar el modelo de familia ideal, estableciendo severas reglas,
conforme al modelo social dominante. Los padres siempre satisfacen lo visible por el mundo
externo y presionan para que se conserven las apariencias del mundo social.

Se observa que la/el paciente desestima las emociones y sus padres las desmienten. Generalmente
el padre no cumple con el rol de imponer la ley en el grupo y aparecen fallas en la identificación
primaria madre-hija, motivo por cual no saben cómo se comporta una mujer porque no la vieron.

Generalmente aparece en la familia alguien con trastornos y duelos patológicos o poco


procesados por medio de la palabra. Con anterioridad me referí a este tema en el ítem alusivo a los
duelos.

Por todo lo expuesto considero imprescindible considerar la dimensión socio-familiar y lo


transgeneracional para el abordaje de la terapéutica con adolescentes, vinculada o no a ciertas
patologías.

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CASO CLINICO

La paciente de éste material se llama Juana, tiene 17 años y cursa 5° año. Su hermana Ana, 23
años, es estudiante. Los padres: Tomás, dueño de una fábrica y María es profesora. Juana tiene un
novio llamado Cristian.

Primer contacto telefónico


Los papás de Juana me comentan que están muy desesperados, que no saben que hacer con su
hija. Relatan que a los 15 años le diagnosticaron anorexia nerviosa y que hasta hace menos de una
semana estuvo en tratamiento, pero la analista le dijo a Juana que no se iba a curar. Estos padres
dicen ver a la joven cada vez peor y les preocupa que en tres días realizará el viaje de egresados.
Acordamos una entrevista.

Entrevistas con los padres

En el primer encuentro, Tomás y María llegan al consultorio muy angustiados. Es la madre quien
relata que paseando en cuatriciclo con un novio, Juana sufre un accidente y se corta la frente. Este
episodio sucede cuando la joven tenía 15 años. A partir de este momento, sigue narrando la madre,
Juana deja de comer y baja 7 kilos en una semana. Los padres comentan que luego de éste
incidente, tanto aquel novio de su hija, quien no es su actual pareja, como la familia de él,
rechazaban a Juana. Esta situación los afectó a ellos también porque las dos familias eran amigas.

En el lugar donde vivían, Juana comienza un tratamiento grupal en un centro llamado “Centro
de vida”. Era atendida por una psicóloga y un psiquiatra, quien la medicaba. Los padres están
disconformes con el lugar, no ven que su hija mejore y como Juana tampoco quería continuar, la
sacan de tratamiento.
En un segundo intento de análisis, con otra psicóloga, Juana realizó notables mejorías. Pero la
joven decidió no continuar con la profesional argumentando que esta le dijo algo que no le gustó,
sin que los padres nunca se enteraran que fue lo dicho.

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Consultan nuevamente con otra terapeuta, siendo la nueva analista la madre de un amigo de
Juana. En este caso es a los padres a quienes que no les gusta la profesional. María relata: “llamé a
la psicóloga para decirle que descubrí a Juana vomitando. Que comía mucho y luego se provocaba
los vómitos” y su respuesta fue: “no sé nada de eso”. La mamá continúa narrando que la
terapeuta enterada, de una pelea entre Juana y su amigo (hijo de la psicóloga), insta a la joven a
amigarse, diciendo que no debe estar distanciada de él y le expresa que si sigue así no se va a
curar nunca. Juana llega a su casa y repite: “Yo no me .voy a curar, me lo dijo mi psicóloga”. Esto
nuevamente genera que por cuarta vez se cambie de profesional y es que me consultan.

Con relación a Juana el papá dice:” yo no sé como tratarla, a veces me saca tanto que tengo
ganas de pegarle, pero nunca lo hice. Encima está con ese pibe, que le hace peor, él tiene otra
novia y ella lo sabe, la usa...él viene a casa como si nada. El padre de él es chorro, estuvo en
cana, él no me gusta”. Tomás continúa relatando: “...Yo trabajo todo el día, empecé como
operario y ahora tengo la fábrica, pero trabajo desde la madrugada hasta la noche para darles
todo. Hasta cuando me corté un dedo trabajando, y lo perdí, al otro día estaba en la fábrica. Les
compré un auto a cada una, trato que estén bien... y Juana me hace esto” (se agarra el pecho). El
papá de la paciente agrega: “Estoy todo el día mal, a veces tengo ganas de vender todo e irme.
Ahora nos vamos a mudar, compramos otra casa en otro barrio. Donde estamos la gente cree que
somos millonarios por los autos, la fábrica y a veces nos usan a nosotros o a las chicas”.

María está muy informada acerca de la anorexia. Al preguntarle acerca de esto responde que
cuando ella era joven tuvo esta enfermedad, pero luego quiso curarse y nunca más volvió a tener
esos episodios, según dichos textuales de la mujer. Relata que cuando su esposo tuvo que hacer el
servicio militar, ellos estaban de novios y a él lo enviaron muy lejos. María bajó bruscamente de
peso. Al regresar Tomás, la encontró muy delgada. Decidieron casarse y luego de contraer
matrimonio ella comenzó a recuperar su peso.

La madre continúa diciendo: “Cuando Juana comenzó con la anorexia estaba “un palo” y
algunas amigas la rechazaban”. Por este motivo su hija decidió cambiar de colegio y asistió donde
ella dicta clases. Estando en la misma escuela, la mamá controlaba las colaciones y la adolescente
subió de peso. Conjuntamente continuaba con el tratamiento psicológico. Juana, quien siempre fue
una excelente alumna, al sentirse mejor decide volver a su anterior escuela, pero aquí se juntó con

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la peor de las chicas, según palabras de la madre, y bajó las notas. Después que los padres le piden
que se concentre en su estudio, subió las calificaciones pero tenía conflictos con las compañeras de
la escuela. . En el viaje de egresada una compañera la llamó “anoréxica”, y ella reaccionó
golpeándola.

A su regreso del viaje acordamos una sesión .El día anterior a la entrevista pautada con Juana y
sus padres, la mamá de la paciente me llama muy angustiada y dice que su hija se encerró en el
baño y vomitó. La situación que desencadenó esto se debió a que la joven pidió permiso para ver a
su novio y sus padres lo consintieron, lo que provocó en ella un gran enojo, gritos y la decisión de
no salir con él. María dice no saber que hacer, cuando le prohíben salir se enoja y si se lo permiten
también. Sugiero que en la sesión podemos todos conversar y pensar acerca de lo que está
pasando.

Entrevista familiar
Concurren Juana y sus padres. Tomás, es quien comienza a discutir con su hija acerca de la
relación con su novio. Le dice a Juana que él no quiere que la traten mal, que la usen y que ese
chico no es una buena persona. Cuenta que el joven salió en una red social mostrando un arma, que
tiene otra novia y que sus amigos entraron a su casa a robar, esto lo sabe porque lo vio en el video
de las cámaras de seguridad que están en el interior de su vivienda, pero no hizo la denuncia
policial.
Juana dice entre gritos y sollozos que esta con él simplemente porque quiere y no le importa que
Cristian tenga otra novia. Comienzan a discutir nuevamente.

Les hago saber que considero que posiblemente el enojo que sienten es anterior a Cristian y
pregunto cuando creen ellos que comenzó el problema.

La mamá señala que fue cuando Juana tuvo el accidente con la moto y se sintió despreciada por
su novio pero Juana dice que fue cuando la “dejaron de mirar” para prestarle atención a su
hermana que se iba a hacer una lipoaspiración. Los padres coinciden en que Juana siempre tuvo
toda la atención. Cabe destacar que tanto Juana como su hermana son jóvenes delgadas.

Intervengo diciendo que cada uno ubica el inicio de “la enfermedad” en diferentes momentos,
cada uno tiene distintas realidades y que es importante que se enteren lo que pasa en la cabeza del
otro.

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Tomás acota: “Uno le brinda lo que no tiene... estoy anulado... a veces me dan ganas de no ir
más a la fábrica. No recibo lo que brindo...” . Se angustia mucho, llora y le dice a su hija:”... Al
final querés matarme, verme muerto...”. Juana lo mira asombrada y dice que no sabía que él sentía
eso; que ella no busca que sus padres estén enojados.

Comenzamos a hablar de la historia de Tomás. Relata que su familia de origen lo despreció de


pequeño, que su madre nunca le hizo una caricia, solo lo alimentaba y lavaba su ropa. Cuando
conoció a su actual esposa el rechazo fue mayor porque ella pertenecía a una clase social alta.
Tomás comenzó a trabajar en la fábrica del padre de María, actualmente es el dueño. Cuando le
preguntaban por su familia de origen respondía: “...están muertos...”.
María acota que este año su cuñada llamó a Tomás para pedirle perdón por el desprecio y el
rechazo de tantos años.

Sugiero pensar que lo ocurrido con su familia de origen, el dolor, el desprecio y la


desvalorización que sintió quizás reaparezcan en su actual vínculo con Juana, donde él se siente
rechazado por ella y rechaza a su vez, aunque son relaciones y momentos diferentes.

Sesión con Juana


Le pregunto a Juana como se había sentido en entrevista familiar. Dice que le sorprendió que su
papá llorara, sólo lo vio llorar cuando falleció su abuelo materno y al recordarlo en su fiesta de 15
años. Comenzamos a hablar acerca de su abuelo.

Según dichos de Juana su abuelo era perfecto, con él todo estaba en orden. Falleció
sorpresivamente cuando ella tenía 9 años. La paciente recuerda que su abuelo jugaba y estaba
siempre con ella, la mimaba y miraba, tomando las palabras de esta joven. Desde su muerte sintió
que nadie la miraba, que su papá sólo miraba a la fábrica y que su madre únicamente brindaba
atención su hija mayor. También agrega que su ex novio salía a pasear con su propia hermana y con
Juana, nunca estaban solos, salían los tres juntos. Juana se sentía despreciada, acota: “él ya no me
miraba”.

Recuerda tener miedo de ir a la casa de su abuelo por temor a que aparezca su fantasma. Juana
refiere que en la casa donde viven, todos los integrantes de la familia, comenzaron a tener la
sensación de que “algo que molestaba” estaba dentro de la vivienda. Cuando estaban en el interior
se sentían atrapados pero no querían salir, cuando salían no querían volver pero “algo” los

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impulsaba a entrar. Llamaron a 2 brujos para que “limpien la casa”. Juana señala que su hermana
relató a su familia, que una noche sintió que “alguien” le agarraba la muñeca, por la mañana todos
observaron las marcas.

Le digo a Juana que parece que la muerte de su abuelo afectó a todos, como si él continuara
estando entre ellos.

Pasadas algunas sesiones con la joven, la madre se comunica conmigo telefónicamente diciendo
que su hija está muy alterada, que no sabe que hacer porque se han peleado y Juana se quiere ir de
la casa. Hablo con Juana y acordamos reunirnos ese mismo día.

Ya en la sesión la joven relata que compró chocolates para su novio. Su madre, enterada de esto,
se enojó porque fue el día de la madre y Juana no le compró ningún obsequio. La paciente cuenta
que su mamá le dijo: “hacés cualquier cosa por Cristian y nada por mí”. Madre e hija se
pelearon violentamente. Su hermana llamó al padre a la fábrica. Al llegar Tomas, la pelea se
agrava .Le dan una bofetada a Juana, quien gritaba y amenazaba con irse de su hogar.

Le pregunto a Juana si desea que un rato antes de terminar la sesión su madre participe de ésta. .
Está de acuerdo y al ingresar María comienza una fuerte discusión entre las dos. Ya mas calmas
y luego de escuchar cada una lo que sentía la otra, Juana recuerda que tiene que anotarse en la
facultad faltando 2 horas para el cierre de la inscripción, estando todavía en el consultorio. Su
madre se ofrece a llevarla en su auto, habiendo acordado las tres no tratar ningún tema visto en la
sesión.

Por la noche, llama María llorando y muy angustiada me dice: “Juana está en un ataque, se
quiere ir a la casa de su abuela”.
Cuando pregunto que había sucedido, la mamá relata que fueron a la facultad y Juana se había
olvidado el documento de identidad. Llamaron a su padre, éste tomó su moto y velozmente se lo
alcanzó. Se pudo inscribir. Cuando regresaban con su madre en el auto comenzaron a discutir
nuevamente. Juana se bajó del vehículo y volvió a su casa en colectivo, se hizo la valija y quería
irse.
Pido hablar con Juana, quien gritaba y lloraba de tal manera que no podía hablar. Se corta la
comunicación. Vuelve a sonar mi celular, atiendo pero solo escucho gritos muy fuertes, llantos,
nadie hablaba. Me quedo escuchando y me angustio. Los gritos eran como para llamar a la policía.

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Corto. Al rato me llama el padre, quien estaba muy afligido y desesperado, me cuenta que su hija
rompió todos los vidrios del mueble de la cocina. Le digo que todos tienen que calmarse y pido
nuevamente hablar con Juana. La joven gritaba y lloraba tanto que ni me escuchaba. Le digo que se
calme varias veces. Sigue igual, entonces le pregunto que es lo que ella espera que yo haga, en esas
condiciones yo no puedo hacer nada, no me da posibilidades y le comento que yo creo que tiene
posibilidades de trabajar lo que le pasa pero eso depende también de ella, de lo contrario, no deja
opción y no va a quedar otra alternativa que la mediquen o la internen. Manifesté que consideraba
que se podía intentar otra forma y que ella realmente tenía posibilidades (todo esto lo expresé en
un tono de voz más alto que el que acostumbro y de forma imperativa). Comenzó a escucharme.
En éste momento volví a mi tono de voz y le dije que sólo escuche mi voz, que respire tranquila y
que se vaya calmando... que sólo preste atención a mis palabras, nada más, ya que de fondo se
escuchaban gritos de sus padres. Sugiero a Juana, cada vez hablándole más despacio y suave que
busque un sillón cómodo y se siente. Continué hablándole. Dejó de llorar, se calmó, ya su voz era
otra. Juana me dice que se cortó con un vidrio y que le salía sangre. Pregunto como era el corte,
como no era grave, le indico que se lave y se ponga una gasa. Acordamos que se quedaría en su
casa y que cualquier cosa que sintiese o si se angustiase me llamaría. Pasada una hora me
comunico a su casa y su madre dice que Juana estaba tranquila.

Cuando me encuentro con Juana en la sesión posterior a este episodio, hablamos respecto de lo
sucedido y de Cristian. Le pregunto que es lo que a ella le gustó de él. Juana dice no saber, no
encuentra nada excepto que él le olía las manos para saber si había vomitado. Esto la hacía sentir
cuidada. Pregunto quien recuerda que la cuidaba y ella dice que su abuelo. Comenzó a pensar que
sentía cuando él estaba y que sintió cuando murió. Juana lo recuerda como “un dulce”, él la
cuidaba todo el día, la hacía dormir y la llevaba a todos lados en su bici. Ella era su preferida. Le
pregunto si ese lugar lo había ocupado alguien luego del fallecimiento de su abuelo, dice que no.
Indago si ella hubiera deseado que lo ocupe alguien. Responde: “mi mamá, pero no lo ocupó”,
sigo indagando y dice ser Cristian quien la cuida. A partir de aquí cuestiono si estará su novio
ocupando un lugar vacante para no sentir el vacío de los cuidados del que no está.

Sesión familiar

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Se realizó una sesión familiar donde asisten los padres, Juana y su hermana Ana. En un primer
momento todos atacan a Juana, culpándola de la situación familiar tensa que ellos viven. El padre
comienza a imitar al novio de Juana, se levanta su asiento, reproduce posturas, gestos y expresiones
verbales utilizadas por el joven. Las hermanas se ríen y le dicen: “... sos igual a él, hasta como te
parás”. La madre asiente con la cabeza. Tomás dice que él no usa armas como Cristian, que es muy
diferente y que él no tolera los que están fuera de la ley. El padre relata una vivencia en a cual tres
ladrones quisieron robarle, estando una de sus hijas en el auto con él. Comenzó a perseguirlos a pie
y a dos de ellos cuando los atrapó, ya dentro de la villa, les pegó de tal manera que al llegar la
policía debió sacárselos de las manos porque él estaba enceguecido golpeándolos. Al ver su propia
remera manchada de sangre pensó: “¿Estoy muerto? Luego se desmayó.
Juana cuenta que Ana, su hermana, estuvo de novia con un muchacho que está en la cárcel por
asesinato y que luego del ingreso a la penitenciaría ella continuaba conectándose con él. Les digo
que es llamativo que tanto Juana como Ana eligieron parejas que transgredían la ley y que sus
padres rechazaban.
En esta sesión familiar apareció el recuerdo del abuelo materno. Todos se angustiaron mucho, no
podían hablar de él. Tomás dice: “Sentí más la muerte de él que la de mi propio padre, todavía hoy
me pone muy mal y no puedo hablar”. María cuenta que su padre era el que organizaba todo y que
controlaba que todo esté bien. Luego de varios años de su muerte toda la familia llora como si
hubiera sido una situación reciente. Hablamos del lugar que tenía este abuelo en la familia y lo que
sucedió en la misma después de su deceso.

Ultima sesión con Juana


Juana me anuncia que había decidido no asistir más al tratamiento porque ya no vomitaba y se
había peleado con Cristian, ya no lo quería ver más, a pesar de la insistencia de él. Además había
generado un nuevo vínculo de amistad con un grupo de jóvenes del nuevo barrio donde ella se
había mudado. Según palabras de la paciente “todos la miraban y llamaban todo el tiempo”.
También me comenta que la relación con sus padres había mejorado.

Le dije a Juana que respetaba su decisión pero me parecía que era importante que ella continúe
el tratamiento psicológico expresándole los motivos. Le ofrecí estar allí si ella deseaba nuevamente
asistir al análisis. Hacía dos meses y medio había comenzado la terapia.

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Sesión con los padres


Por último cito a los padres. María estaba angustiada porque quería que su hija continúe en
terapia. Tomás, al ver bien a la joven, no comprendía para que prolongar el análisis.

Más allá de la opinión de sus padres y de mi punto de vista profesional acerca de la continuidad
del tratamiento, Juana ya había tomado la decisión.

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Interrogantes acerca del material clínico y articulación teórica

He elegido esta historia clínica porque permite pensar los múltiples entrecruzamientos que se dan
para el surgimiento de las patologías del acto en una adolescente. El caso ilustra los conflictos de
una joven, no sólo los problemas esperables de la adolescencia, sino que expone fallas en la
resolución de los trabajos psíquicos precedentes a ésta etapa, tanto de Juana como de sus padres.

El material, invita a reflexionar acerca del lugar , las intervenciones y la lectura que la analista
hace para intentar develar la problemática de esta joven y su familia.

Juana de 17 años, es derivada con un diagnóstico de anorexia nerviosa. Son sus padres quienes
desesperados ante este diagnóstico inician la consulta.

La escucha de lo que los padres dicen acerca del motivo de consulta, da lugar al surgimiento de
múltiples interrogantes y apertura de vías de significación, que se ponen en juego en la evidencia de
un síntoma situado en un hijo. Los padres ven la manifestación de que algo está pasando en su hija,
y esto que los lleva a consultar a la analista, los implica a ellos como padres, con las historias y con
lo no historizado.

Me pregunto: ¿Cómo se implica esta familia respecto del síntoma situado en esta adolescente?,
¿Están dispuestos a escuchar y reflexionar qué les pasa?, ¿Qué le sucede a cada uno de los padres
con esa hija?, ¿Qué evidencia ese síntoma en esa familia?, ¿Lo sintomático de quién, o de quiénes?.

En la historia de la familia de Juana, aparece en ella y en sus padres un duelo que no se ha


elaborado. Duelo por el abuelo de la paciente, quien ocupaba en la familia un lugar patriarcal, por
lo tanto de protección y ley (un lugar que Tomás no pudo ocupar). Ante la pérdida de éste ser
amado y la angustia desatada frente a ésta, queda vacante el lugar de protección, cuidado y miradas
que él le brindaba a Juana. La partida de su abuelo dejó expuesto un lugar que ella reclama. ¿Estará
buscando por medio de sus actings un lugar como objeto de deseo de sus padres?

Es un aspecto importante el rol psíquico de los abuelos en la evolución del individuo, ya que
serían los primeros organizadores de una situación edípica con variadas ramificaciones, posición
fundante en los lazos inconscientes, que en el transcurso de las generaciones, determinarán la
organización psíquica del sujeto.

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El abuelo de Juana se ha sido perdido en la realidad pero no en sus fantasías. Toda la familia
siente que un fantasma está presente en la casa, es algo que molesta pero que atrapa. Cuando vivía
era él quien mantenía el orden; su ausencia expuso un desorden y funcionamiento familiar que
existía previo a su deceso, pero que su presencia no revelaba. Es en este contexto que me
pregunto acerca de lo no tramitado, del impacto que sufrió la familia luego de la muerte del abuelo
materno que amenazó el equilibrio familiar.

Se puede pensar que en ésta familia aparece una exigencia por mantener una armonía familiar y
bienestar, básicamente negando los conflictos; instalada con una defensa que es la desmentida.
Esta defensa intenta operar contra el reconocimiento de las pérdidas; se evitaría así, explorar las
heridas narcisistas que este reconocimiento conlleva, por ser insoportable.

Se podría decir que al ser todo trabajo de duelo una pérdida en lo real, va a poner en juego lo
simbólico, pero llega un punto donde la palabra no alcanza y se producen momentos de lo
indecible. Me pregunto: ¿será el acting una reacción a la experiencia de pérdida de objeto que no
puede ser elaborada?, ¿esto indecible en Juana se trasladó a su anorexia? No olvidemos que la
adolescencia es una etapa de duelos y conflictos por excelencia. Un duelo siempre remite a otro y
Juana está transitando esta etapa con serias dificultades para la resignificación de lo no significado
y traumático de etapas anteriores, provocando como consecuencia fallas en el reordenamiento
identificatorio y en la identidad. También cabe suponer que la crisis y los duelos propios de la
adolescencia de Juana reactivan situaciones de la propia crisis de los padres.

¿Cuáles podrían ser las consecuencias de que alguien de esa familia asuma la responsabilidad de
recuperar partes de la historia perdida? ¿Podría aparecer una nueva violencia asociada a evitar el
surgimiento de un dolor insoportable e imposible de pensar?.

Tomando las palabras de Lacan que aluden a que el acting out “es algo, en la conducta del sujeto,
que se muestra”. ¿Qué muestra Juana?, ¿a quién?, ¿a la familia?, ¿a la analista?

Respondiendo a las anteriores preguntas, la actuación que muestra se dirige a ambos. Respecto a
la analista, le muestra su goce y la convoca, probando si su terapeuta puede mirarla como un

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sujeto, si puede alojar su angustia y tolerarla. Con relación a su familia, es notorio que lo que
continuamente Juana busca, es ser mirada y reconocida, encontrar “su lugar”, su lugar en esa
familia, su lugar como mujer, un lugar donde ella pueda existir como sujeto deseado por Otro y
deseante.
Juana ubica la génesis de su enfermedad cuando la dejaron de mirar. El abuelo fallece cuando
tenía 9 años. Su abuelo siempre jugaba con ella, la mimaba y miraba. Desde su muerte ella no se
sintió mirada por nadie más, pero intentó ser mirada por personajes que ocupaban un lugar fallido.
Se puede pensar que la partida de su abuelo dejó vacante un lugar que nunca fue ocupado por otro.
Ella reclama esta presencia.
Cuando le pregunto quien le hubiera gustado que ocupe ese lugar, responde: “mi mamá, pero no
lo ocupó”. En este punto me detengo a pensar en la línea materna, en la transmisión de cuidados y
miradas que a Juana le hubiese gustado que su abuelo le transfiera a su madre, que le proporcione
el deseo que él tenía por su nieta, su preferida. La joven siente que su madre sólo se ocupó de su
hermana y no la miró, que no fue deseada por María.
Continuando con la transmisión materna me surge abrir el interrogante acerca de la anorexia de
María cuando Tomás, en ese momento su novio, se fue al servicio militar. Ella también bajó
bruscamente de peso cuando la dejaron de mirar, igual que Juana. Tomás volvió, vió a su novia
muy delgada, se casaron y María recuperó su peso. El abuelo de Juana no volvió, no la miró más.
¿Se habrá transmitido de madre a hija la intolerancia a las pérdidas (del otro como sujeto y de la
mirada del otro)?.
Cabe agregar que también Tomás tiene una historia de duelos y pérdidas no resueltas. Se refiere a
su familia de origen diciendo: “...están muertos...”. Se sintió rechazado por ellos y también
rechaza.
Se puede anudar el rechazo en esta familia con el sufrimiento, las pérdidas, los duelos, la
enfermedad (anorexia) y los actings. La joven se siente rechazada por otros (compañeras, ex novio,
padres, hermana) y también lo genera en sus padres.

Juana dice que Cristian es quien la cuida, él huele sus manos para saber si vomitó. ¿Será que con
sus vómitos la joven intenta expulsar la angustia, el sufrimiento?, ¿será su novio la persona que ella
cree que descifra su dolor?, ¿intentará Juana llenar el espacio que quedó vacío por la muerte de su

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abuelo, quien la miraba y hacía sentir deseada? ¿Se puede pensar que repite elecciones de objeto
que insisten en ponerla en el lugar de no mirada, no mimada?

Se vislumbran en la viñeta clínica varios actings tanto de Juana, como de los padres, quizás
respondiendo a un modo de funcionamiento familiar, pensando en que la muerte del abuelo no solo
fue difícil de elaborar para la paciente, sino para toda la familia y en estos actings el muerto y lo
rechazado están siempre presentes. Esta dinámica familiar informa de condiciones deficitarias de
tramitación psíquica y de la presencia de un ideal del yo tanático.

La partida del abuelo materno dejó un espacio que no fue ocupado por su papá. Ella reclama la
presencia de su progenitor. Para su padre el centro de vida era la fábrica, Juana intenta sacarlo de
allí pero adoptando ciertas conductas que convocan lo rechazado por él. Me pregunto si por medio
del rechazo esta adolescente intenta existir en el deseo y en la cabeza de sus papás, ser mirada por
ellos; si no pudo ser desde el deseo, los convoca desde el rechazo.

En esta familia el muerto no está muerto y el vivo no está vivo. En esta posición Juana con su
anorexia no intenta morir sino estar cerca de morir, encarna el fantasma centrado en el cuerpo
muerto y en la supervivencia. Tanto Juana como su familia tienen que liberar a ese abuelo muerto,
cuya pérdida sería uno de los factores que contribuyen en el desencadenamiento de esta patología.
Al obligarla a comer para que pueda vivir sería como decirle: no te dejaré poner en acto un
fantasma, te prohíbo ser lo que representas. Por lo tanto ella plantea la pregunta de la diferencia que
hay entre un vivo y un muerto: “¿Quién soy?”, “¿Soy un vivo?” “¿Soy un muerto? Pregunta que ya
aparece en el discurso del padre al golpear al ladrón. Nuevamente el muerto y el vivo
indiscriminados.

La característica vincular simbiótica de esta familia requiere que la joven progresivamente quede
ubicada por los padres como proveedora de gratificaciones hacia ellos. Esta oposición de Juana,
someterse a su familia y gratificarlos versus provocarlos, podría ser un intento de diferenciarse de
ellos: sale con un muchacho que se muestra en las redes sociales portando un arma, que tiene otra
novia y que roba. Me cuestiono si Juana en su segundo despertar sexual sustituyó al objeto parental

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por otro que también transgrede las normas; ya que Tomás también muestra actitudes que están
fuera de la ley.

En la familia de Juana las relaciones son a modo narcisista, donde los padres transmiten un
modelo, no reconociendo en el otro a un ser discriminado, sino que cada uno tiene que funcionar
según las aspiraciones del otro.

Siguiendo a la Dra. M. T. Cena “en este interjuego no hay cabida para los sentimientos agresivos
y de rechazo, paulatinamente van siendo transferidos hacia la alimentación. No hay lugar para el
reconocimiento de la angustia o del deseo de la niña, y todo es reenviado al cuerpo”17. Por lo
expuesto en esta cita podemos pensar como Juana desestima de las emociones y sus padres las
desmienten.
Juana esta inserta en una familia que podemos llamar endogámica, cerrada en sí misma, donde la
conexión con el exterior es formal, sin lugar para las investiduras libidinales.
En esta familia se observa una gran preocupación por la estética, donde predomina la apariencia,
donde les cuesta despojarse del ideal y ver la realidad como es. Esta paciente busca inscribir una
marca en su cuerpo que aplaque la angustia de no existencia, la angustia de aniquilamiento. Su
cuerpo, las marcas en su cuerpo, intentan abrir un nuevo discurso que avale su singularidad y su
salida endogámica.

En cuanto a María, se puede pensar que se trata de una madre que no puede hacerse cargo de las
identificaciones proyectivas de la hija, que vehiculizan hostilidad. En algunas ocasiones, las
eclosiones de Juana tienen que ver con el pedido de la madre de ser gratificada, como cuando le
dice: “hacés cualquier cosa por Cristian y nada por mí”. Siendo una madre distante y narcisista,
no pudo generar un afecto tierno en Juana. Funciona como un par y no como una madre
contenedora, abriendo una gran brecha de desconexión afectiva con su hija.
El padre de Juana hace sacrificios: “...Yo trabajo todo el día, empecé como operario y ahora
tengo la fábrica, pero trabajo desde la madrugada hasta la noche para darles todo. Hasta cuando
me corté un dedo trabajando, y lo perdí, al otro día estaba en la fábrica. Les compré un auto a

17
Dr. Jorge Parral, Dra. María T. Cena “Anorexia Nerviosa”

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cada una, trato que estén bien... y Juana me hace esto”. Aquí cabe preguntarse si existe una
relación entre los sacrificios del padre y el cuerpo sacrificado de su hija (sacrificado por estar
sometido a la destrucción). Los padres hacen sacrificios, ella causa preocupaciones. Atrapada en un
mundo sin deseo ni felicidad, provoca a sus padres. Los toma como blanco de una agresividad sin
límites, que intenta decir otra cosa. Los “cortes” que sufría Juana: ¿podrían remitir a los
significantes separación-rechazo-amputación, como algo no simbolizado que deja “agujeros” en
ella y en su familia?

Los padres le ofrecen “todo”, “Uno le brinda lo que no tiene... estoy anulado... a veces me dan
ganas de no ir más a la fábrica. No recibo lo que brindo”. Tomás se angustia mucho, llora y le
dice a su hija:”... Al final querés matarme, verme muerto...” intentando llenar algo... pero se trata
de un vacío en el mundo imaginario interno de sus padres. El alimento es todo...porque no hay nada
más. Mientras tengan trabajo y comida a los padres les basta. Es como si no hubiese nada más,
sobre todo para Tomás, quien repite un modo de vínculo primario como el que su madre le dio a él.

Necesito nada implica no soy un sujeto de necesidad, sino de deseo. Se trata de entender lo que
pide. Le pide al Otro que la desee. Intenta constituir como Otro a su madre, a su padre, a mí como
su analista; como aquel que podrá responder al deseo de ella. Se trata de reconocer sus demandas,
sus rechazos, sus gritos como una llamada al ser. Ella demanda alguien que sea sostén de un
deseo, un deseo de sus padres.

Si pensamos en los episodios violentos y angustiantes que se producen en la casa “Pido hablar
con Juana, quien gritaba tanto y lloraba, que no podía hablar. Vuelve a sonar mi celular, atiendo
pero solo escucho muchos gritos muy fuertes, llantos, nadie habla. Me quedo escuchando y me
angustia. Los gritos eran como para llamar a la policía¨. Se puede señalar el carácter dramático,
teatral que posee esta escena, en la que hasta explícitamente se convoca a la analista. Estos actos
que parecen desafiantes, ponen a prueba la tolerancia de la analista. Ante lo que parece ser una
demanda de simbolización exigida en una transferencia salvaje, la analista le da una vía de acceso
a la palabra, a lo simbólico a partir de una intervención que la aloja, ofreciendo a Juana orientarse
de otra manera y superar ese estancamiento para insertarse nuevamente en un discurso. El trabajo

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analítico ante los acting de esta paciente, consistió en no interpretar, prohibir, ni dar consejos,
tampoco reforzar al yo; sino brindar una escucha atenta dispuesta a servirle; acompañando y dando
continencia al sufrimiento de la paciente.

Juana por medio de sus gritos, nos muestra a sus padres y a mí, su goce, como significante
mortífero y su demanda del deseo del Otro. Intenta buscar otra voz que la auxilie. “En éste
momento volví a mi tono de voz y le dije que sólo escuche mi voz, que respire tranquila y que se
vaya calmando... que sólo preste atención a mis palabras, nada más, ya que de fondo se
escuchaban gritos de sus padres. Sugiero a Juana, cada vez hablándole más despacio y suave que
busque un sillón cómodo y se siente. Continué hablándole. Dejó de llorar, se calmó, ya su voz era
otra.” La intervención de la analista al pedirle que sólo escuche su voz quiebra el llanto unido al
goce y permite la apertura de un nuevo espacio de recuperación de una vivencia placentera unida a
otro. El deseo de Otro moviliza su deseo y se produce un encuentro con el semejante, quien la
reconoce, abriendo un espacio para el surgimiento de ella como sujeto.

Se van restringiendo los momentos de angustia de Juana en un ritmo acorde a las palabras y la
melodía que ellas sostienen. Ritmo que evoca las primeras inscripciones psíquicas y la función
materna.

En esta encrucijada de ritmos, melodías, angustia se intenta inscribir algo para que se desarrolle
cierto desenlace unido al placer, a la existencia subjetiva y al deseo.

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CONCLUSION

Desde el lugar como analistas, nuestra lectura acerca de algunas experiencias o acontecimientos
por los que atraviesa en la vida un paciente, son el reflejo de una expresión conflictiva de un drama
cuyo sentido nos cabe esclarecer, y del cual nos tranquiliza develar el origen.

Tal vez sea esta la razón por la cual no puedo evitar preguntarme ¿de qué modo podía ayudar a
Juana?, ¿podía acaso ser soporte de lo insoportable?, ¿pudo la transferencia, ofrecerle por medio de
la palabra, salir de los actings y permitirle otra mirada de su percepción del mundo?

Por medio del análisis del material clínico, intenté mostrar la multiplicidad de factores que
contribuyen a comprender la génesis de los actings, de la enfermedad y el desarrollo de vínculos
familiares tóxicos en una adolescente y su familia; como así también la relación entre la repetición,
los duelos, la angustia y la adolescencia.

A partir del proceso psicoanalítico iniciado por los padres de Juana, cada uno de los integrantes
de la familia va desplegando sus duelos sin elaborar, manifestando sus secuelas de una manera
hermética, como un mensaje a descifrar. En el tratamiento se fue produciendo un proceso de
elaboración que se interrumpió abruptamente por decisión de la paciente, situación que provoca en
mí la pregunta vinculada a si realmente surgió el placer o ese acontecimiento fue una nueva
estrategia pulsional de Thánatos.

Que ésta adolescente no cumpla con ciertos ideales parentales era vivido como algo terrorífico e
intolerable por los padres, avasallando con gran violencia la singularidad y el funcionamiento
pulsional de Eros. Pienso que el poder armar tramas representacionales, reconstruir la historia,
hablar acerca de la cuestión de la muerte, de los aspectos muertos de cada uno de los integrantes de
la familia, posibilita el armado de conexiones y el surgimiento del deseo como contracara de la
pulsión de muerte, reubicando la temporalidad para promover la palabra allí donde predominaba el
silencio. Las distintas intervenciones en varios momentos del tratamiento apuntaban a eso. Ahí
estaba situado mi deseo como analista, con Juana y su familia.

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No quiero dejar de mencionar que sentí como analista frente a un caso como el expuesto. Mi
deseo estaba en poder acompañar, ayudar y aliviar el sufrimiento de Juana. En varios momentos me
encontré con un sentimiento de angustia y frustración, del cual intentaba sobreponerme, pensando
lo que contratransferencialmente generaban en mí los episodios violentos frente a los cuales era
convocada. Pasados unos años, supe que la joven, luego de dejar el tratamiento, estuvo bien por un
tiempo, situación que paulatinamente se fue modificando, apareciendo nuevamente episodios de
violencia de cierta envergadura.

Por último quiero finalizar este trabajo pensando que el deseo como analistas, la plasticidad y la
formación analítica, pueden ser soporte, como una de las columnas que sostienen una casa, para la
apertura, creación y hábitat de nuevos espacios de libertad y deseo en nuestros pacientes.

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