COLEGIO F-763 BUENAESPERANZA

Nombre Profesor: Carolina Carrillo

Asignatura: Lenguaje y Comunicación

COMPRENSION LECTORA
Emilia. Cuatro enigmas de verano

Nombre: _____________________________________ Curso: 8°____ Fecha: ___________

Objetivos:
- Expresan por escrito, una postura frente a la acción de un personaje y la fundamentan con ejemplos del texto.
- Explican qué consecuencia tiene determinada acción para un personaje.
- Comparan sus costumbres con las de los personajes.
- Explican por escrito, los problemas a los cuales se enfrentan los personajes y cómo se resuelven.
- Describen a los personajes de acuerdo con las actitudes que toman en el relato y sus reacciones frente a los
problemas.
- Explican qué sentirían ellos si estuviesen en el lugar del personaje.

I.- Lee silenciosamente el siguiente texto y contesta las preguntas desde la 1

hasta la 8.

Enigma de huésped francés

“(…) Camino a Santiago, Tomás propuso pasar a ver a una tía abuela que vivía en
Traiguén.
—Vive en el campo en una casa llena de galerías y con una biblioteca increíble —dijo
para entusiasmar a Diego, fanático lector.
—No sé si será muy atinado que lleguemos cuatro personas, así de improviso —opinó
Emilia.
—Va a estar feliz; me quiere mucho y siempre me está rogando que la vaya a ver y
convide amigos.
— ¿Vive sola? —preguntó Susana.
—Sí. Es viuda y sus hijos viven fuera de Chile. Su marido murió lleno de deudas y ella
tuvo que vender casi todo el fundo; solo se quedó con la casa, que no quiere abandonar
por ningún motivo.
—Si nos aseguras que no va a ser un desatino llegar… —insistió Emilia.
—Te prometo que no, ya verás.
—¿Y la biblioteca? —Diego ya había pisado el palito.
—Era de su padre, que era médico, y fue un gran lector. Me parece que también escribía.

Tres horas más tarde los cuatro amigos tomaban té en una luminosa galería llena de
plantas, que daba a un añoso y agreste (campestre) parque. Mariette era una anciana
delgada y alta, con unos ojos profundamente azules que aún conservaban una mirada de
niña. La visita de su sobrino y amigos la tenía más que encantada e instaba a Rosa, una
mujer baja y gruesa, de piel morena y pelo negro brillante, a servir un trozo grande de
tartaleta de frutillas en cada plato.
—¿No se aburre, aquí tan sola? —quiso saber Susana.
—Primero que todo no estoy tan sola: Rosa me hace compañía —contestó Mariette—.
Luego, como gracias a Dios aún gozo de buena salud, me puedo ocupar de todos mis
animales y de mis plantas, que no te imaginas el trabajo que dan. Tengo gansos, los tres
perros que vieron al llegar, palomas, dos queltehues aguachados (domesticados), dos
caturras y Micha, que acaba de tener crías.
—¿Micha? —preguntó Tomás.
—Sí, mi gata, ¿no te acuerdas de ella? —se extrañó Mariette. Y dirigiéndose a Rosa, le
dijo—: ¿Podrías traernos pan amasado y un poco de mantequilla, por favor?
—Yo le ayudo —dijo Emilia, y siguió a la mujer por un largo pasillo hasta llegar a la
cocina.
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Rosa caminaba de un lado a otro, abriendo y cerrando cajones. Luego comenzó a sacar
unos panecillos del horno y a colocarlos, con mucha parsimonia, en una bandeja de
mimbre. Cada cierto tiempo se enderezaba, miraba el techo, daba unos pequeños
suspiros y seguía con lentitud su tarea. Sin duda, quería decir algo.
—¿Hace mucho tiempo que trabaja aquí? —le preguntó Emilia, para iniciar una
conversación.
—Sí, señorita. Yo no conocí a mi mamá, y doña Mariette me crio. ¡Ella es tan re buena,
usted no sabe…! Por eso me da tanta pena…
—¿Tanta pena?
—Sí, ¡harta pena! —dio un suspiro grande y se quedó callada.
—¿Qué la da pena, Rosa?
—Lo que le pasó.
—¿Qué le pasó?
—No sé si a ella le va a gustar que se lo cuente, señorita…
La mujer volvió al silencio y Emilia no insistió. No había pasado un minuto cuando ya
estaba otra vez hablando:
—Ya que empecé, es mejor que se lo cuente, señorita, para que usted se lo diga a
Tomasito. A ver si pueden hacer algo con el tipo fresco ese.
—¿El tipo fresco?
—Sí, uno que estuvo aquí dos meses de pensionista y que se fue sin pagar una chaucha,
señorita. ¡Ni una chaucha! ¡Y la señora estaba tan ilusionada con esa platita! Decía que
iba a poder arreglar un poco el techo de la casa en la parte que se llueve y también pintar
la cocina, que mire cómo está —dijo mostrando a Emilia las paredes ennegrecidas de
humo.
—¿Se arrancó sin pagar?
—Dejó una carta, no más. ¿Se da cuenta? ¡Una carta! Como si uno pudiera alimentarse
con las cartas. A mí algo me decía que ese hombre no era bueno; se lo pasaba puro
leyendo y escribiendo, y no ayudaba en nada con las cosas de la casa. ¿Para qué sirve
un hombre en el campo si no es capaz de cargar una leña? Pero como a doña Mariette le
hablaba en francés…
—¿En francés?
—Claro, como ella es francesa, él le hablaba en francés. ¡Y se la conquistaba, pues! Le
decía: “bonyur” y cosas así.
—¡Rosa! ¿Qué les pasó, que se demoran tanto? —irrumpió de pronto Mariette en la
cocina.
—Nada, ya vamos, señora, es que con la señorita estábamos conversando —se afanó
Rosa y en un dos por tres tuvo la panera y la mantequilla llenas.
—¡Cuidadito, Rosa, que te conozco! —la retó cariñosamente Mariette.

Intrigadísima con la historia de Rosa, pero sin atreverse a hacer ningún comentario
delante de Mariette, Emilia esperó a estar sola con Tomás para contársela. La buena
señora los convidó a pasar la noche allí con tanto entusiasmo, que aceptaron encantados.
—Ustedes dormirán en la pieza del armario —dijo dirigiéndose a los muchachos—, y
ustedes, niñitas, en la de las cortinas verdes. Rosa, te pasaré sábanas para que hagas las
camas. Estoy segura de que hace muchos días que duermen en el suelo. Y les prepararé
algo rico para cenar. ¿Les gusta la ensalada César?
Mariette estaba tan animada que daba gusto verla. Los muchachos le ofrecieron ayuda,
pero ella se negó terminantemente.
—Déjenme el placer de atenderlos, jóvenes, no siempre tengo visitas. ¿Por qué no
recorren el parque, mientras Rosa y yo nos ocupamos de las cosas domésticas?
Mientras caminaban por el parque admirando las pataguas y los robles, Emilia aprovechó
para contar a su amigo lo del pensionista. Tomás, sin dudarlo un instante, decidió abordar
el tema con Mariette: le tenía la suficiente confianza como para hacerlo y un gran cariño,
como para sentirse responsable. Así, es noche, mientras Emilia, Diego y Susana jugaban
naipes, Tomás partió a interrogar a su tía.
—Esta Rosa es una copuchenta —dijo Mariette, molesta.
—Yo creo, tía, que ella lo hizo por ayudarla.
—¡Se equivocó; fue algo sin importancia!
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—¿Sin importancia? Usted alojó y alimentó de su bolsillo a un tipo durante meses y él se

fue sin pagar. ¿Eso no tiene importancia? Ni que usted fuera millonaria, tía…
—¡Era tan encantador! —suspiró Mariette—. ¡Quién lo iba a decir!
—¿Quién era?, ¿cómo llegó aquí?
—Vincent me llamó primero por teléfono. Se presentó como un escritor, nieto de
franceses. Me dijo que había sabido de mí por alguien de su familia que conoció a mi
padre. Quería aislarse durante un tiempo, para terminar una novela que está escribiendo,
y me preguntó si lo podía recibir como pensionista.
—¿Y usted aceptó de inmediato?
—Le dije que lo iba a pensar y que me llamara al día siguiente. Esa noche, consultándolo
con la almohada, llegué a la conclusión de que no perdía nada acogiéndolo. Al contrario,
parecía un huésped caído del cielo. Tú sabes que no ando muy bien de finanzas…
—Usted es demasiado confiada, tía. ¡Debería haber hecho más averiguaciones! Uno no
mete a un tipo en su casa, fiándose así, solo con su palabra.
—Pensaba darme cuenta al verlo. Yo tengo un sexto sentido; nunca me equivoco con la
gente.
—Mmmmm…
—¡Y en cuánto lo vi me gustó! Eso es lo extraño. Me gustó su mirada franca y directa, su
manera de dar la mano, su amabilidad y discreción.
—¿Parecía tener mala situación?
—No, al contrario, andaba bien vestido, usaba un buen reloj; tenía una cámara fotográfica
estupenda, un regio auto.
—¿Entonces?
—La verdad es que no me lo explico. ¡Si lo hubieras conocido, también te habría gustado!
Es un hombre culto y encantador y los dos meses con él aquí se me pasaron volando. Era
ingenioso y me hacía bromas simpáticas. ¡Me reí tanto! También solía contarme historias,
¡unas historias tan lindas! —suspiró Mariette, con nostalgia.
—¿Y usted tiene cómo ubicarlo?
—Confieso que no se me ocurrió pedirle la dirección. Me dijo que vivía en Santiago. Claro
que después miré en la guía de teléfonos y no aparece nadie con su apellido. ¿Sabes,
Tomasito? ¡Por más que le doy vueltas al asunto, no lo puedo entender! Y lo peor —se le
humedecieron los ojos y bajó la voz —fue cómo se rio de mí. ¡Sí, eso fue lo peor! ¡La nota
que me dejó era para reírse a gritos de mí!
—¿Para reírse?
—Nos habíamos despedido la noche anterior, porque se iría muy temprano a la mañana
siguiente, Me dijo que me dejaría un sobre y yo imaginé que sería el cheque de su pago.
Tratándose de un hombre tan fino, no me habría atrevido a interrogarlo al respecto. Tú
sabes, Tomasito, que a mí me carga hablar de platas: ¡lo encuentro de tan mal gusto! —
acotó Mariette y siguió—: al otro día cuando fui a su cuarto, encontró un sobre bien
grande y visible, encima de la mesa que yo le había arreglado con la sorpresa de que en
vez de dinero había un mensaje. Y el mensaje… ¡era una burla! ¡Después de comer como
un príncipe y dormir en mis mejores sábanas durante dos meses me deja un papel que
es… —y sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas, sin que pudiera terminar la frase.
—Me gustaría ver esa nota —dijo Tomás.
Mariette no se hizo de rogar y partió presurosa a su cuarto para volver con un sobre
grande y cuadrado, que entregó a su sobrino. Este lo abrió con rabia. En un papel hilado,
muy fino, se leía:

Mariette:
Aunque voy huyendo como liebre de marzo, le aseguro que mi intención es que nos
volvamos a encontrar en un maravilloso país.
Nunca acabaré de agradecerle sus atenciones,
Siempre suyo.
Vincent Degove

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—No entiendo nada —dijo Tomás, luego de leer el mensaje y ponerlo en su bolsillo —dijo
Tomás, luego de leer el mensaje y ponerlo en su bolsillo—. Tía, ¿le importa si comento
esto con mis amigos?
—¡Me daría una vergüenza terrible!
—Acuérdese que Emilia se enteró por Rosa de la mitad del sucedo. Ella es muy discreta y
también los demás. ¡Cuatro cabezas piensan mejor dos, tía! Quizás me ayuden a
imaginar cómo encontrar al famoso Vincent (…)”.

Emilia. Cuatro enigmas de verano, Jacqueline Balcells y Ana María Güiraldes.

1. Cuando el grupo de amigos iba de camino hacia Santiago, ¿A quién pasaron a

visitar? Menciona tres características de ella.
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2. ¿Cómo era la casa de Mariette? Descríbela detalladamente mencionando seis

detalles.
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3. ¿Cuál era la razón por la que Rosa estaba tan apenada?

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4. ¿Por qué Mariette recibió a un huésped en su casa?, ¿quién y cómo era este sujeto?
Descríbelo mencionando cuatro características.
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5. ¿Por qué Mariette y Rosa necesitaban tanto el dinero del huésped?, ¿en qué lo
gastarían?
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6. ¿Por qué Mariette no desconfió del pensionista?, ¿por qué no quiso exigir el pago
acordado?
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7. ¿En qué consistía el mensaje dejado por el pensionista? Resúmelo brevemente.

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8. La señora Mariette confió inmediatamente en el hombre que le pidió arrendar una

pieza, sin averiguar acerca de sus antecedentes primero ¿qué te parece su actitud?,
¿por qué? Entrega dos argumentos que justifiquen tu respuesta.

Me parece…
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Porque:

- Argumento 1
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- Argumento 2
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II.- Selección múltiple: Encierra en un círculo la alternativa correcta (1 pto.

c/u).

1. ¿A qué tipo de texto corresponde esta historia? 2. ¿Cómo se llama la mejor amiga de Emilia?
a) Narrativo a) Evelyn
b) Expositivo b) Angelina
c) Descriptivo c) Susana
d) Argumentativo d) Carla
- Enigma del huésped francés - Enigma sobre los rieles

3.- ¿Quién era Mariette? 4. ¿Dónde transcurre esta historia?

a) En un campamento
a) La abuela de Diego b) En un tren
b) Una tía abuela de Tomás c) En un camping
c) Una amiga de Emilia d) En una casa de campo
d) La abuela de Susana

- Enigma bajo las carpas Enigma de medianoche

7. ¿Quién es Angelina?
5. ¿Cuál es el objeto que se pierde? a) La tía de Emilia
a) Un libro de estampillas b) La madre de Susana
b) Un diccionario c) La abuela de Susana
c) Un libro d) La abuela de Emilia
d) Un cofre
8. ¿Qué enigma debe resolver Emilia?
6. ¿Cómo decide Emilia buscar al culpable? a) El robo de dinero
a) Encontrando a alguien asmático b) El robo de joyas
b) Encontrando a alguien tísico c) La pérdida de una persona
c) Encontrando a alguien neurótico d) La pérdida de varias antigüedades
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d) Encontrando a alguien alérgico