Foucault - Freud, Marx y Nietzsche

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Michel Foucault

Nietzsche, Freud, Marx

--Temas relativos a las técnicas de interpretación en Marx, Nietzsche y Freud.

--Quisiera hacer una enciclopedia de todas las técnicas de interpretación que hemos podido conocer
desde los gramáticos griegos hasta nuestros días.

--El lenguaje, en todo caso el lenguaje en las culturas indo-europeas, ha hecho nacer siempre
dos clases de sospechas:

 el lenguaje no dice exactamente lo que dice: El sentido que se atrapa y que es inmediatamente
manifiesto no es, quizás, en realidad, sino un sentido menor, que protege, encierra y, a pesar de
todo, transmite otro sentido; siendo este sentido a la vez el sentido más fuerte y el sentido «de
debajo». Esto era lo que los griegos llamaban la allego ría y la hiponoïa.
 el lenguaje desborda su forma propiamente verbal, y que hay muchas otras cosas en el mundo
que hablan y que no son lenguaje. Ante todo se podría decir que la naturaleza, el mar, el
murmullo de los árboles, los animales, los rostros, las máscaras, los cuchillos en cruz, hablan;
probablemente hay lenguajes que se articulan de una manera no verbal. Esta sería la semaïnon
de los griegos.

Estas dos sospechas que se ve aparecer ya entre los griegos no han desaparecido y nos son aún
contemporáneas, puesto que hemos vuelto a creer, precisamente desde el siglo XIX, que los gestos
mudos, que las enfermedades, que todo el tumulto a nuestro alrededor puede también hablar.

cada forma cultural dentro de la civilización occidental, ha tenido su sistema de interpretación, sus
técnicas, sus métodos, sus formas de rastrear el lenguaje que quiere decir otra cosa que lo que él dice, y
que hay lenguaje fuera del lenguaje.

siglo XVI. En esta época, lo que daba lugar a interpretación, a la vez su sitio general y la unidad mínima
que la interpretación tenía que tratar, era la semejanza. Donde las cosas se parecían, donde eso se
parecía, alguna cosa quería expresarse y podía ser descifrada;

La teoría del signo y las técnicas de interpretación, en aquella época, reposaban sobre una definición
clara de todos los tipos posibles de semejanza y fundamentaban dos tipos de conocimiento
perfectamente distintos: la cognitio, que era el paso, en cierta forma lateral, de una semejanza a otra; y
la divinatio, que era el conocimiento en profundidad, yendo de una semejanza superficial a una
semejanza más profunda.

--Marx, Nietzsche y Freud nos han vuelto a poner en presencia de una nueva posibilidad de
interpretación, han fundamentado de nuevo la posibilidad de una hermenéutica (nueva forma de
interpretar).

MARX El capital
nos ponen en
NIETZ El nacimiento de la tragedia y La genealogía de la moral presencia de técnicas
interpretativas.
FREUD Traumdeutung

Generan efecto de choque. Situación incómoda puesto que estas técnicas de interpretación nos sirven
para interpretar. Con estas técnicas de interpretación, a su vez, debemos interrogar a esos intérpretes
Freud, Nietzsche y Marx y somos perpetuamente reenviados en un perpetuo juego de espejos.

Freud, Nietzsche y Marx, al envolvemos en una tarea de interpretación que se refleja siempre sobre sí
misma, nos han constituido alrededor nuestro, y para nosotros, esos espejos de donde nos son
reenviadas las imágenes cuyas heridas inextinguibles forman nuestro narcisismo de hoy día. No han
multiplicado los signos en el mundo occidental. No han dado un sentido nuevo a las cosas que no
tenían sentido. Ellos han cambiado la naturaleza del signo, y modificado la manera como el signo en
general podía ser interpretado.

siglo XVI, los signos se disponían de una manera homogénea en un espacio que era también
homogéneo. A partir del siglo XIX (Freud. Marx y Nietzsche), los signos se han sobrepuesto en un espacio
mucho más diferenciado, según una dimensión que se podría llamar de profundidad, pero a condición
de no entender por ella la interioridad sino, al contrario, la exterioridad.

Hay en Nietzsche una crítica de la profundidad ideal, de la profundidad de conciencia, que él denuncia
como invención de los filósofos; esta profundidad sería búsqueda pura e interior de la verdad.
Nietzsche muestra cómo ella implica la resignación, la hipocresía, la máscara; tanto es así que el
intérprete debe, cuando recorre los signos denunciados, descender a lo largo de la línea vertical y
mostrar que esta profundidad de la interioridad es realmente cosa distinta de lo que ella manifiesta.

Yo me pregunto si esta espacialidad, este juego de Nietzsche con la profundidad, no pueden


compararse al tratamiento, aparentemente diferente, que Marx ha llevado con la superficialidad. El
concepto de superficialidad en Marx es muy importante; en el comienzo de El capital él explica cómo, a
diferencia de Perseo, debe sumergirse en la bruma para mostrar con hechos que no hay monstruos ni
estigmas profundos porque todo lo que hay de profundidad en la concepción que la burguesía tiene de
la moneda, del capital, del valor, etc., no es en realidad sino superficialidad.

Freud ha formulado reglas para la atención psicoanalítica y el desciframiento por el analista de lo que se
dice durante el curso de la «cadena» hablada (el cómo se dice más que el qué). Especialidad,
eminentemente material, a la que Freud ha concedido tanta importancia, y que expone al enfermo a la
mirada oteadora del psicoanalista.

La interpretación ha llegado a ser al fin una tarea infinita.

A partir del siglo XIX, los signos se encadenan en una red inagotable, infinita, no porque reposen sobre
una semejanza sin límites, sino porque hay una apertura irreductible.

Lo inacabado de la interpretación creo que se encuentra de una manera bastante análoga en Marx,
Nietzsche y Freud, bajo la forma del rechazo del comienzo.

Rechazo de la «Robinsonada» Marx; distinción, muy importante en Nietzsche, entre el comienzo y el


origen; y carácter siempre inacabado de la marcha regresiva y analítica en Freud. Es sobre todo en
Nietzsche y Freud y en un grado menor en Marx, en donde se ve dibujarse esta experiencia que creo tan
importante para la hermenéutica moderna, según la cual cuanto más lejos se va en la interpretación.
tanto más se avecina, al mismo tiempo, a una región absolutamente peligrosa, en donde no sólo la
interpretación va a alcanzar su punto de retroceso sino que va a desaparecer como interpretación,
causando tal vez la desaparición del mismo intérprete. La existencia siempre cercana del punto absoluto
de interpretación sería al mismo tiempo la de un punto de ruptura.

En Freud se conoce bien cómo se ha hecho progresivamente el descubrimiento de este carácter


estructuralmente abierto de la interpretación, cuando Freud analiza sus propios sueños y entonces
invoca razones de pudor o de no divulgación de un secreto personal para interrumpirse. Inagotabilidad
del análisis, en el carácter infinito e infinitamente problemático de la relación del analizado y del
analista.

En Nietzsche es evidente también que la interpretación es siempre inacabada. ¿Qué es para él la


filosofía sino una especie de filología siempre en suspenso? , porque «perecer por el conocimiento
absoluto podría bien hacer parte del fundamento del ser».

Freud, en el fondo, semejante a la de Nietzsche. Lo que está en juego en el punto de ruptura de la


interpretación en esta convergencia de la interpretación hacia un punto que la hace imposible, podría
muy bien ser algo como la experiencia de la locura.

Yo creo que este inacabamiento esencial de la interpretación está ligado a otros dos principios,
también fundamentales y que constituirían con los dos primeros los postulados de la hermenéutica
moderna. Si la interpretación no puede acabarse nunca es porque no hay nada que interpretar. No hay
nada de absolutamente primario que interpretar pues, en el fondo, todo es ya interpretación; cada
signo es en sí mismo no la cosa que se ofrece a la interpretación, sino interpretación de otros signos.

No hay nunca un interpretandum que no sea ya interpretans, la interpretación no aclara una materia
que es necesario interpretar y que se ofrece a ella pasivamente; ella no puede sino apoderarse, y
violentamente de la interpretación ya hecha, que debe invertir revolver, despedazar a golpes de
martillo.

Se ve esto ya en Marx, que no interpreta la historia de las relaciones de producción, sino que interpreta
una relación que se da ya como una interpretación, puesto que ella se presenta como naturaleza.

De la misma manera Freud no interpreta signos sino interpretaciones. Es por esto que Freud no tiene
para interpretar otra cosa en el lenguaje de sus enfermos que aquello que sus enfermos le ofrecen como
síntomas; su interpretación es la interpretación de una interpretación, en los términos en que esta
interpretación es dada.

No hay para Nietzsche un significado original. Las palabras mismas son interpretaciones y a lo largo de
su historia ellas interpretan antes de ser signos, y significan porque son interpretaciones esenciales. Las
palabras han sido inventadas siempre por las clases superiores; ellas no indican un significado:
imponen una interpretación. Por esto también en Nietzsche el intérprete es lo «verídico»; es lo
«verdadero», no porque él se apodere de una verdad en reposo para proferirla, sino porque él
pronuncia la interpretación que toda verdad tiene por función recubrir.

Esta primacía de la interpretación en relación a los signos es lo que hay de más decisivo en la
hermenéutica moderna.
A partir del siglo XIX, a partir de Freud, Marx: y Nietzsche, el signo va a llegar a ser malévolo. Idea de que
la interpretación precede al signo. Los signos son interpretaciones que tratan de justificarse, y no a la
inversa.

Así funciona la moneda como la define Marx en El capital. Es así como funcionan los síntomas en Freud.
Y en Nietzsche, las palabras, la justicia, las clasificaciones binarias del Bien y del Mal, consecuentemente
los signos, son máscaras. El signo, el adquirir esta función nueva de encubridor de la interpretación
pierde su ser simple de significante que poseía aún en la época del Renacimiento, su espesor propio
parece abrirse y entonces pueden precipitarse en la abertura todos los conceptos negativos que eran
hasta entonces extraños a la teoría del signo.

Último carácter de la hermenéutica: la interpretación se encuentra ante la obligación de interpretarse


ella misma al infinito; de proseguirse siempre, dos consecuencias importantes:

 La interpretación será siempre de ahora en adelante la interpretación por el «quién»; no se


interpreta lo que hay en el significado, sino que se interpreta a fondo: quien ha planteado la
interpretación. El principio de la interpretación no es otro que el intérprete y éste es tal vez el
sentido que Nietzsche ha dado a la palabra «psicología»
 La interpretación debe interpretarse siempre ella misma y no puede dejar de volver sobre ella
misma. Por oposición al tiempo de los signos, que es un tiempo del vencimiento, y por oposición
al tiempo de la dialéctica, que es a pesar de todo lineal, se tiene un tiempo de la interpretación
que es circular. r. La muerte de la interpretación consiste en creer que hay signos, signos que
existen originariamente, primariamente, realmente, como señales coherentes, pertinentes y
sistemáticas.

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