10 Fallas Que Desmoronan Un Matrimonio
10 Fallas Que Desmoronan Un Matrimonio
10 Fallas Que Desmoronan Un Matrimonio
Matrimonio
Un Matrimonio sólo funciona cuando los esposos tienen la capacidad de amarse
mutuamente, con un amor como el de Dios.
1. Falta de preparación
“Creí que ya con casarnos seríamos automáticamente felices…”
Es común observar en los recién casados una falta de preparación para asumir el
compromiso conyugal. Y es que si bien en el noviazgo todo era complacencia, el
Matrimonio provoca cambios profundos y una serie de conflictos que si no se
enfrentan sabiamente pueden romper la relación. Para asumir los deberes del
matrimonio se requiere, además de madurez y disponibilidad, información.
2. Falta de solidaridad
“¡Ni siquiera lavo mi ropa… hasta crees que voy a lavar la tuya!”
3. Falta de tiempo
“Todo el día estoy trabajando, ¿a qué hora quieres que te atienda?”
5. Falta de diálogo
“¡Tiene una semana que no hablo con ella!”
Los malos entendidos suceden cuando no hay comunicación y cada uno supone o
imagina lo que siente el otro. Hay que partir de que el cónyuge no es telépata, por
lo cual el diálogo es un elemento determinante para enfrentar los conflictos.
Hay novios que se casan pensando que podrán cambiar a sus cónyuges a su gusto.
Sus expectativas son falsas y además expresan que no valoran la individualidad y
dignidad de su pareja. Pero parte de la riqueza de la vida conyugal radica en
aceptar que hombre y mujer puedan tener puntos de vista diferentes: sentir, pensar
y amar de modo distinto. Lo importante es valorar y respetar las cualidades,
aptitudes y fortalezas del otro, sin ignorar sus limitaciones y defectos, y siempre
renunciar a la tentación de querer que sea de cierta manera.
La belleza del Matrimonio, según el Papa Francisco.
8. Falta de perdón
“¡Ni creas que se me olvida lo que me hiciste!”
El perdón es el único camino para resolver las heridas y lastimaduras que llegan
a provocarse los cónyuges en su convivencia cotidiana. Perdonar implica no juzgar
ni condenar al otro sino comprenderlo. Perdonar significa también renunciar a las
venganzas, grandes o pequeñas. Es un acto de liberación que beneficia tanto al que
perdona como al perdonado, y que despeja el camino de todo obstáculo para que
la pareja afiance su relación y edifique un matrimonio sólido y estable.
Un escalador que debe subir una montaña altísima pero no lleva mochila con
provisiones ni instrumentos que le permitan escalar con seguridad, ¿podrá
alcanzar la cima?
Un buzo que quiere explorar las profundidades del océano, pero no lleva aletas ni
traje térmico, visor o tanque de oxígeno, ¿hasta dónde podrá bajar y cuánto
aguantará sin respirar?
Un piloto que decide hacer un viaje largo en su avioneta, pero no llena el tanque
de gasolina, ¿podrá llegar a dónde va confiando en que tal vez podrá planear?
Y sin embargo hay quienes deciden hacerlo así, parejas que simplemente se van
a vivir juntas (se ‘arrejuntan’ decía mi abuelita), o se casan sólo por el civil, tal vez
pensando que conviene dejar la puerta abierta, para salir corriendo si las cosas no
resultan. No consideran que por una puerta abierta también puede entrar un
ladrón, o se colará un chiflón, que dificultará que en su casa haya verdadero calor
de hogar.
Cada vez menos parejas se casan por la Iglesia. Algunas piensan que es un mero
convencionalismo social, un rito pasado de moda, sólo un preámbulo a una fiesta,
otras, las vueltas a casar, piensan, equivocadamente, que sólo pueden casarse por
lo civil, siendo que podrían solicitar la revisión de su caso y muy probablemente
obtener una declaración de nulidad de su primer matrimonio, para poder casarse
por la Iglesia.
¿Vale la pena? ¡Claro que sí! Por una sola y poderosa razón: quienes se casan por la
Iglesia, reciben, de manera especial, particular, abundante, la ayuda divina para salir
adelante. ¿Cómo? A través de tres Sacramentos, es decir, de tres signos sensibles y
eficaces del amor de Dios que intervendrá en sus vidas para bien:
El Matrimonio
Otorga a los esposos las virtudes y capacidades que necesitarán para superar el
desgaste de la convivencia cotidiana y las dificultades que ésta pueda traer. No
dependerán de sus solas frágiles fuerzas, contarán con una gracia sobrenatural que
les ayudará a amarse mejor, comprenderse, tenerse paciencia, disfrutar su relación
y perseverar en ella.
La Confesión
Cuando alguno de los cónyuges caiga en pecado, sea grande o pequeño, tendrá el
consuelo de poder ir a confesarlo, y recibir de Dios Su perdón y Su gracia para
no volver a cometerlo. Acudir a la Reconciliación ayudará a los esposos a superar
las faltas en las que suelan caer y que podrían afectar gravemente su relación.
La Sagrada Comunión
Poder comulgar, recibir a Cristo realmente presente en la Eucaristía, fortalecerá a
los esposos interiormente y les dará la gracia sobrenatural para amarse
mutuamente como Él los ama, y para irradiarlo en su vida cotidiana: comunicando
ese amor a sus hijos y a cuantos los rodeen, y ser así testigos Suyos en su
comunidad.
La vida de pareja no es fácil. Cuando pasa el enamoramiento inicial, llegan los hijos,
las responsabilidades, las rutinas, los problemas, tal vez las enfermedades, se hace
difícil la convivencia, surgen las diferencias, los roces, la relación puede irse al
traste. Para seguir con los ejemplos planteados al inicio, quien se casa por la Iglesia
es como un escalador que recibe una mochila bien surtida con todo lo que
requerirá para la escalada, un buzo al que le dan un equipo completo; un piloto
que lleva más que suficiente combustible.
¿Garantiza eso que lograrán sus objetivos? Bueno, en este mundo no hay nada
seguro, pero esas ayudas sin duda harán la gran diferencia, y por ello vale la
pena obtenerlas y, sobre todo, aprovecharlas.
8 consejos del Papa Francisco para un
Matrimonio feliz
El Papa Francisco nos regala unos consejos para construir un Matrimonio fuerte y feliz.
El Papa Francisco con una pareja de recién casados. Foto: Vatican Media
Hace unos meses el Papa Francisco ofreció a varias parejas de novios que llegaron
al Vaticano una serie de consejos para un Matrimonio feliz.
No construyan en la arena de los sentimientos que van y vienen, sino en la roca del
amor auténtico, el amor que viene de Dios. La familia nace de este proyecto de
amor que quiere crecer como se construye una casa, que sea espacio de afecto, de
ayuda, de esperanza, de apoyo.
3. Practiquen la oración
En este camino es importante y necesaria la oración, siempre. Él para ella, ella para
él, y los dos juntos. Pidan a Jesús que multiplique su amor. En la oración del
Padrenuestro decimos: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Los esposos pueden
aprender a rezar también así: “Señor, danos hoy nuestro amor de cada día”,
porque el amor cotidiano de los esposos es el pan, el verdadero pan del alma, el
que les sostiene para seguir adelante.
4. Practiquen la cortesía
Es necesario aprender a preguntar: ¿puedo hacer esto?, ¿te gusta si hacemos así, si
tomamos esta iniciativa, si educamos así a los hijos?, ¿quieres que salgamos esta
noche? En definitiva, pedir permiso significa saber entrar con cortesía en la vida
de los demás. Sí, la cortesía conserva el amor. Y hoy en nuestras familias, en
nuestro mundo, a menudo violento y arrogante, hay necesidad de mucha más
cortesía. Y esto puede comenzar en casa.
8. Trabajen juntos
A ello se suma el influjo del contexto actual en que vivimos, de una cultura
marcada por el acentuado subjetivismo y relativismo ético y religioso, de una
mentalidad mundana marcada por el egoísmo, en que sólo se busca el bienestar
personal (Papa Francisco).
Ante este panorama, los tres últimos Papas han insistido en la necesidad de ayudar
a los novios a prepararse mejor. Porque “el bien que la Iglesia y toda la sociedad
esperan del Matrimonio, y de la familia fundada en él, es demasiado grande como
para no ocuparse a fondo de este ámbito pastoral específico” (Benedicto XVI).
En este sentido, el Papa Juan Pablo II (1981) urgía la preparación de los jóvenes al
Matrimonio y a la vida familiar (Familiaris consortio, n. 66), con un proceso gradual
y continuo, formado por tres momentos: una preparación remota, una próxima y
otra inmediata. Esta misma propuesta quedó plasmada como norma para los
pastores de almas en el Código de Derecho Canónico (canon 1063). El Papa
Francisco volvió a retomar esta idea, explicando más ampliamente estas tres etapas
de preparación, en Amoris laetitia, nn. 205-216.
La preparación remota exige más tiempo e involucra a las familias, sobre todo de
los novios, y diversos recursos pastorales (grupos de novios, charlas, disponibilidad
de consejeros, sacramentos, etc.). En esta etapa se busca ayudar a los jóvenes a
madurar el amor por la persona con quien quieren compartir toda su vida, con
acompañamiento cercano y el buen testimonio de matrimonios cristianos; a
conocerce mejor mediante el diáologo abierto y sincero: lo que se desea del otro,
lo que se espera de un eventual Matrimonio, lo que entienden del amor y el
compromiso, el tipo de vida común que desearían, sus incompatibilidades y
riesgos, sus virtudes y defectos.
La preparación inmediata tiene como propósito ayudar a los novios para vivir con
mucho fruto la celebración litúrgica, de tal modo que conozcan y vivan el sentido
de cada signo (el consentimiento, los anillos, las arras, las lecturas bíblicas).
Una pareja tan llena de años y de experiencias de vida nos hace reconocer que aun
en una sociedad que ama de una manera “líquida” (que se resbala entre las
manos) basada en la “fragilidad de los vínculos humanos” (Bauman) las Alianzas
para toda la vida, aunque den miedo, son posibles.
Quienes trabajamos en este Tribunal constatamos día a día que los factores
que han provocado la nulidad o el fracaso (que no es lo mismo) de los
matrimonios que aquí atendemos han sido múltiples: una deficiente formación
cristiana, que reduce el matrimonio a un “bonito” “evento social”, deseable incluso
al aire libre, en un jardín o hasta en la playa; una voluntad muy frágil que propone
que “basta una insatisfacción, una ausencia en un momento en que se necesita al
otro, un orgullo herido o un temor difuso” para que el amor se acabe (AA, 238).
Por otra parte hay que reconocer que aunque la Iglesia siempre privilegiará la
defensa del matrimonio y del vínculo conyugal, hay casos donde la separación
es inevitable, y “puede llegar a ser incluso moralmente necesaria, cuando se trata
de proteger al cónyuge más débil, o a los hijos pequeños de las heridas más graves
causadas por la prepotencia y la violencia, el desaliento y la explotación, la ajenidad
y la indiferencia”, aunque queda claro que esto es “un remedio extremo” (AA, 241).
Es urgente una Pastoral familiar que acompañe la preparación al matrimonio (AA,
207-213), en los primeros años de vida matrimonial (AA, 223 -230) a las parejas en
crisis (AA, 235) y ¿por qué no?, a las parejas que, después de las rupturas y
divorcios, necesitan la cercanía de la comunidad cristiana (AA, 243)
Para estos hermanos, para los que conocen a alguna de estas parejas y para todos
los que trabajamos en pastoral familiar está destinada la edición de esta semana.
En ella podrán encontrar los pormenores del llamado proceso de nulidad
matrimonial.
Su lectura nos permitirá conocer ¿qué es un proceso de nulidad matrimonial?,
¿siempre que hay una ruptura matrimonial hablamos de un matrimonio nulo?,
¿cuáles pueden ser las razones por las que se puede iniciar un proceso?, ¿a dónde
hay que acudir si sospecha que el propio matrimonio es nulo?, ¿qué pasos hay que
seguir?
Los siguientes contenidos serán una herramienta valiosa para poder entender que
aunque estos hermanos no pudieron perseverar en el matrimonio “no están
excomulgados y merecen nuestra atención”.