10 Fallas Que Desmoronan Un Matrimonio

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10 fallas que desmoronan un

Matrimonio
Un Matrimonio sólo funciona cuando los esposos tienen la capacidad de amarse
mutuamente, con un amor como el de Dios.

El Matrimonio es una vocación para nosotros los católicos. Foto: Cathopic

El Matrimonio es un Sacramento mediante el cual un hombre y una mujer unen


sus vidas para amarse como Dios los ama; buscar su mutua santificación y crear
una familia. Para cumplir con este propósito, los cónyuges se prometen fidelidad,
amor y respeto. Lamentablemente cada vez son más las parejas que faltan a estas
promesas, porque son incapaces de mantener vivo el amor conyugal y de sortear
los problemas diarios de la relación.

¿Cuáles son los problemas más comunes que afectan la relación Matrimonial?


Conocerlos es importante porque permite prevenirlos y en caso de que ya estén
presentes, detectarlos y resolverlos.

1. Falta de preparación
“Creí que ya con casarnos seríamos automáticamente felices…”
Es común observar en los recién casados una falta de preparación para asumir el
compromiso conyugal. Y es que si bien en el noviazgo todo era complacencia, el
Matrimonio provoca cambios profundos y una serie de conflictos que si no se
enfrentan sabiamente pueden romper la relación. Para asumir los deberes del
matrimonio se requiere, además de madurez y disponibilidad, información.

¿Estás listo para el Matrimonio?


Acercarse a su parroquia o acudir a un retiro espiritual puede brindarles la ayuda e
información necesaria para poder decidir de forma responsable si son o no capaces
de cumplir con todo aquello que se esperará de ellos en el Matrimonio.

2. Falta de solidaridad
“¡Ni siquiera lavo mi ropa… hasta crees que voy a lavar la tuya!”

Muchas personas se casan esperando que su cónyuge responda a determinadas


expectativas o pueda satisfacer ciertas necesidades, y si por algo falla, no está
dispuesta a comprender, ayudar, aportar lo que al otro le falta. Esto impide edificar
el Matrimonio como comunidad de vida y de amor en la cual no debe interesar
sólo el propio bien, sino el de la pareja. Es indispensable que cada uno esté
dispuesto a compartir las inquietudes y preocupaciones del otro, apoyarlo cuando
lo necesite y buscar satisfacer las necesidades del cónyuge antes que las propias.

3. Falta de tiempo
“Todo el día estoy trabajando, ¿a qué hora quieres que te atienda?”

El ajetreo de la vida cotidiana provoca que muchas personas se olviden de su


pareja; por ello, una manera de fortalecer el vínculo matrimonial es dedicar tiempo
a la relación para mejorar el diálogo, compartir experiencias laborales,
recreativas y situaciones propias del hogar. Planear con anticipación momentos
para estar juntos ayuda a mantener viva la relación con el cónyuge.
Consejos del Papa Francisco para un Matrimonio feliz.

4. Falta de expresiones de amor


“¡Ya nunca me hace sentir que me quiere, dice que yo ya lo sé…!”
La falta de expresiones de amor es campo de cultivo para muchos conflictos. No
basta con decirlo o con expresarlo a través de regalos, aunque ayuda, se trata de
tener todos los días detalles que hagan que el cónyuge sienta que se le valora,
se le escucha, se le toma en cuenta, se le ama.

5. Falta de diálogo
“¡Tiene una semana que no hablo con ella!”

Los malos entendidos suceden cuando no hay comunicación y cada uno supone o
imagina lo que siente el otro. Hay que partir de que el cónyuge no es telépata, por
lo cual el diálogo es un elemento determinante para enfrentar los conflictos.

Gracias a él los esposos exteriorizan y comparten lo que piensan, sienten y desean.


Esto permite ubicar en su justa dimensión los hechos que motivaron tal o cual
situación difícil. Ello presenta un reto, porque quien descubre ante otro lo que hay
en su corazón se vuelve vulnerable, pero precisamente ahí está el desafío del amor,
que es entregar la propia vida al otro de forma incondicional, con amor y
confianza. Al respecto hay que mencionar que quien recibe el obsequio de la
confidencia, debe asumir una actitud de respeto, pues de lo contrario, puede
provocar una interrupción desastrosa del diálogo.

6. Falta de respeto a su modo de ser


“Yo lo voy a cambiar…”

Hay novios que se casan pensando que podrán cambiar a sus cónyuges a su gusto.
Sus expectativas son falsas y además expresan que no valoran la individualidad y
dignidad de su pareja. Pero parte de la riqueza de la vida conyugal radica en
aceptar que hombre y mujer puedan tener puntos de vista diferentes: sentir, pensar
y amar de modo distinto. Lo importante es valorar y respetar las cualidades,
aptitudes y fortalezas del otro, sin ignorar sus limitaciones y defectos, y siempre
renunciar a la tentación de querer que sea de cierta manera.
La belleza del Matrimonio, según el Papa Francisco.

7. Falta de acuerdos en lo económico


“¡Este dinero es mío, yo lo gané con mi trabajo!”

Cuando dos personas se unen en Matrimonio surge una nueva forma de


pertenencia, pues lo que se tiene ahora se posee en forma comunitaria. Se elimina
lo mío y lo tuyo para que surja lo nuestro. De hecho, la forma jurídica de  contraer
Matrimonio por “bienes separados” es una contradicción para el Matrimonio
como Sacramento, que es signo y expresión de total comunión y total participación
de bienes y recursos. Los cónyuges deben ser conscientes de que lo que tengan –
poco o mucho- es para toda la familia y debe destinarse a lo que -en conjunto y
mediante el diálogo y el entendimiento- se consideren prioridades.

8. Falta de perdón
“¡Ni creas que se me olvida lo que me hiciste!”

Pocas cosas afectan más negativamente a un matrimonio que la soberbia y el


resentimiento. Albergar rencores va creando un ambiente hostil, en el que a la
menor provocación se sacan a relucir conflictos pasados, se agrede al otro, se
busca el desquite.

El perdón es el único camino para resolver las heridas y lastimaduras que llegan
a provocarse los cónyuges en su convivencia cotidiana. Perdonar implica no juzgar
ni condenar al otro sino comprenderlo. Perdonar significa también renunciar a las
venganzas, grandes o pequeñas. Es un acto de liberación que beneficia tanto al que
perdona como al perdonado, y que despeja el camino de todo obstáculo para que
la pareja afiance su relación y edifique un matrimonio sólido y estable.

9. Falta de paz y de respeto


“¡No me grites!”

La violencia en la pareja es un problema gravísimo que afecta a muchos


matrimonios. Violencia verbal, emocional y desde luego física. Nada justifica que
los cónyuges se agredan. Deben aprender a dialogar con serenidad y a expresar
su enojo sin lastimarse mutuamente. Si no lo consiguen es indispensable que
soliciten ayuda profesional.

10. Falta de Dios


“Nos casamos por la Iglesia pero no vamos a Misa”.

Esta es la falla más importante. Muchas parejas desconocen que el Matrimonio


por la Iglesia no consiste sólo en casarse de blanco en una iglesia, sino que es un
Sacramento que les da una gracia divina muy especial para que tengan
la capacidad de amarse mutuamente con un amor como el de Dios, generoso,
entregado, total; abrirse al don de la vida y recibir los dones y virtudes que vayan
necesitando para poder superar todos los obstáculos que se vayan presentando. Si
un matrimonio camina sin Dios se atiene a sus propias pobres fuerzas, pero si invita
a Dios a su hogar, tiene garantizado que Él los mantendrá unidos en Su amor.
¿Por qué sí vale la pena casarse por la
Iglesia? 
Quienes se casan por la Iglesia reciben, de manera especial, la ayuda divina para salir
adelante. 

Si un Matrimonio tiene problemas, puede buscar acompañamiento pastoral. Foto: Pixabay

Un escalador que debe subir una montaña altísima pero no lleva mochila con
provisiones ni instrumentos que le permitan escalar con seguridad, ¿podrá
alcanzar la cima? 

Un buzo que quiere explorar las profundidades del océano, pero no lleva aletas ni
traje térmico, visor o tanque de oxígeno, ¿hasta dónde podrá bajar y cuánto
aguantará sin respirar? 

Un piloto que decide hacer un viaje largo en su avioneta, pero no llena el tanque
de gasolina, ¿podrá llegar a dónde va confiando en que tal vez podrá planear? 

Si en todos estos casos y en cuantos se presentan en la vida cotidiana, no resulta


nada prometedor intentar realizar un proyecto complicado sin contar con todo lo
que se requiere para lograrlo, tampoco cuando se trata de emprender la gran
aventura de unirse a otra persona en una relación de amor que se espera dure para
siempre. 

Y sin embargo hay quienes deciden hacerlo así, parejas que simplemente se van
a vivir juntas (se ‘arrejuntan’ decía mi abuelita), o se casan sólo por el civil, tal vez
pensando que conviene dejar la puerta abierta, para salir corriendo si las cosas no
resultan. No consideran que por una puerta abierta también puede entrar un
ladrón, o se colará un chiflón, que dificultará que en su casa haya verdadero calor
de hogar. 

Cada vez menos parejas se casan por la Iglesia. Algunas piensan que es un mero
convencionalismo social, un rito pasado de moda, sólo un preámbulo a una fiesta,
otras, las vueltas a casar, piensan, equivocadamente, que sólo pueden casarse por
lo civil, siendo que podrían solicitar la revisión de su caso y muy probablemente
obtener una declaración de nulidad de su primer matrimonio, para poder casarse
por la Iglesia. 

¿Vale la pena? ¡Claro que sí! Por una sola y poderosa razón: quienes se casan por la
Iglesia, reciben, de manera especial, particular, abundante, la ayuda divina para salir
adelante. ¿Cómo? A través de tres Sacramentos, es decir, de tres signos sensibles y
eficaces del amor de Dios que intervendrá en sus vidas para bien:

El Matrimonio
Otorga a los esposos las virtudes y capacidades que necesitarán para superar el
desgaste de la convivencia cotidiana y las dificultades que ésta pueda traer. No
dependerán de sus solas frágiles fuerzas, contarán con una gracia sobrenatural que
les ayudará a amarse mejor, comprenderse, tenerse paciencia, disfrutar su relación
y perseverar en ella.  

Claro, no es magia. Deberán cultivar dicha gracia llevando una vida


cristiana: leyendo la Palabra de Dios, orando juntos, asistiendo a Misa, recordando
que Jesús dijo: “Separados de Mí, no podéis hacer nada.” (Jn 15, 5). 

 La Confesión
Cuando alguno de los cónyuges caiga en pecado, sea grande o pequeño, tendrá el
consuelo de poder ir a confesarlo, y recibir de Dios Su perdón y Su gracia para
no volver a cometerlo. Acudir a la Reconciliación ayudará a los esposos a superar
las faltas en las que suelan caer y que podrían afectar gravemente su relación. 
La Sagrada Comunión
Poder comulgar, recibir a Cristo realmente presente en la Eucaristía, fortalecerá a
los esposos interiormente y les dará la gracia sobrenatural para amarse
mutuamente como Él los ama, y para irradiarlo en su vida cotidiana: comunicando
ese amor a sus hijos y a cuantos los rodeen, y ser así testigos Suyos en su
comunidad. 

La vida de pareja no es fácil. Cuando pasa el enamoramiento inicial, llegan los hijos,
las responsabilidades, las rutinas, los problemas, tal vez las enfermedades, se hace
difícil la convivencia, surgen las diferencias, los roces, la relación puede irse al
traste. Para seguir con los ejemplos planteados al inicio, quien se casa por la Iglesia
es como un escalador que recibe una mochila bien surtida con todo lo que
requerirá para la escalada, un buzo al que le dan un equipo completo; un piloto
que lleva más que suficiente combustible.  

¿Garantiza eso que lograrán sus objetivos? Bueno, en este mundo no hay nada
seguro, pero esas ayudas sin duda harán la gran diferencia, y por ello vale la
pena obtenerlas y, sobre todo, aprovecharlas. 
8 consejos del Papa Francisco para un
Matrimonio feliz
El Papa Francisco nos regala unos consejos para construir un Matrimonio fuerte y feliz.

El Papa Francisco con una pareja de recién casados. Foto: Vatican Media

Hace unos meses el Papa Francisco ofreció a varias parejas de novios que llegaron
al Vaticano una serie de consejos para un Matrimonio feliz.

1. Construyan juntos la casa

La casa se construye juntos, no solos, y construir significa favorecer y ayudar el


crecimiento. Queridos novios, ustedes se están preparando para crecer juntos,
construir esta casa, vivir juntos para siempre.

No construyan en la arena de los sentimientos que van y vienen, sino en la roca del
amor auténtico, el amor que viene de Dios. La familia nace de este proyecto de
amor que quiere crecer como se construye una casa, que sea espacio de afecto, de
ayuda, de esperanza, de apoyo.

2. Piérdanle el miedo al “para siempre”


3.

El miedo al “para siempre” se cura día a día, encomendándose al Señor Jesús en


una vida que se convierte en un camino espiritual cotidiano, construido por pasos,
pasos pequeños, pasos de crecimiento común, construido con el compromiso de
llegar a ser mujeres y hombres maduros en la fe. Estar juntos y saberse amar para
siempre es el desafío de los esposos cristianos.

Foto: Vatican Media

3. Practiquen la oración
En este camino es importante y necesaria la oración, siempre. Él para ella, ella para
él, y los dos juntos. Pidan a Jesús que multiplique su amor. En la oración del
Padrenuestro decimos: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Los esposos pueden
aprender a rezar también así: “Señor, danos hoy nuestro amor de cada día”,
porque el amor cotidiano de los esposos es el pan, el verdadero pan del alma, el
que les sostiene para seguir adelante.

4. Practiquen la cortesía
Es necesario aprender a preguntar: ¿puedo hacer esto?, ¿te gusta si hacemos así, si
tomamos esta iniciativa, si educamos así a los hijos?, ¿quieres que salgamos esta
noche? En definitiva, pedir permiso significa saber entrar con cortesía en la vida
de los demás. Sí, la cortesía conserva el amor. Y hoy en nuestras familias, en
nuestro mundo, a menudo violento y arrogante, hay necesidad de mucha más
cortesía. Y esto puede comenzar en casa.

5. Aprendan a decir “gracias”

Decir “gracias” parece fácil, pero sabemos que no es así. En su relación es


importante tener viva la conciencia de que la otra persona es un don de Dios, y a
los dones de Dios se dice ¡gracias!, siempre se da gracias. Y con esta actitud
interior decirse gracias mutuamente, por cada cosa.

El Papa Francisco aseguró que la transmisión de la fe debe empezar desde


casa.

6. Aprendan a pedir perdón

En la vida cometemos muchos errores, muchas equivocaciones. Los cometemos


todos. He aquí entonces la necesidad de usar esta sencilla palabra: “perdón”. En
general, cada uno de nosotros es propenso a acusar al otro y a justificarse a sí
mismo. Acusar al otro para no decir “perdón” es un instinto que está en el origen
de muchos desastres.
Aprendamos a reconocer nuestros errores y a pedir perdón. “Perdona si hoy
levanté la voz”; “perdona si pasé sin saludar”; “perdona si llegué tarde”, “si esta
semana estuve muy silencioso”, etc. Podemos decir muchos “perdón” al día.
También así crece una familia cristiana.

7. Vean el Matrimonio como una fiesta

El Matrimonio es una fiesta, una fiesta cristiana, no una fiesta mundana. Lo que


sucedió en Caná hace dos mil años, sucede en realidad en cada fiesta de bodas: lo
que hará pleno y profundamente auténtico su Matrimonio será la presencia del
Señor que se revela y dona su gracia. Es su presencia la que ofrece el “vino bueno”,
es Él el secreto de la alegría plena, la que calienta verdaderamente el corazón. Es la
presencia de Jesús en esa fiesta. Que sea una hermosa fiesta, pero con Jesús. No
con el espíritu del mundo.

8. Trabajen juntos

El Matrimonio es también un trabajo de todos los días, podría decir un trabajo


artesanal, un trabajo de orfebrería, porque el marido tiene la tarea de hacer más
mujer a su esposa y la esposa tiene la tarea de hacer más hombre a su marido.
Crecer también en humanidad, como hombre y como mujer. Así, los hijos tendrán
esta herencia de haber tenido un papá y una mamá que crecieron juntos,
haciéndose –el uno al otro– más hombre y más mujer.
¿Cómo deben prepararse los novios antes
de casarse por la Iglesia?
El Matrimonio está siendo violentado y vilipendiado en su naturaleza íntima por
grupos de presión y gobiernos, desde hace algunas décadas, pretendiendo cambiar
su esencia natural.

A ello se suma el influjo del contexto actual en que vivimos, de una cultura
marcada por el acentuado subjetivismo y relativismo ético y religioso, de una
mentalidad mundana marcada por el egoísmo, en que sólo se busca el bienestar
personal (Papa Francisco).

Desafortunadamente esta situación produce desorientación, especialmente en los


adolescentes y jóvenes, que son los más vulnerables a los cambios, llevándolos al
error en la concepción misma del Matrimonio natural, con sus fines y propiedades
esenciales, y a ver el Matrimonio como una mera forma de gratificación afectiva
que puede adecuarse según el capricho de cada uno. Así, muchos católicos, sin el
debido conocimiento y discernimiento, piden celebrar el Matrimonio religioso solo
por presiones sociales o familiares o impulsados por la inercia del ambiente en que
viven, poniendo en riesgo la misma celebración válida del mismo.

Ante este panorama, los tres últimos Papas han insistido en la necesidad de ayudar
a los novios a prepararse mejor. Porque “el bien que la Iglesia y toda la sociedad
esperan del Matrimonio, y de la familia fundada en él, es demasiado grande como
para no ocuparse a fondo de este ámbito pastoral específico” (Benedicto XVI).

En este sentido, el Papa Juan Pablo II (1981) urgía la preparación de los jóvenes al
Matrimonio y a la vida familiar (Familiaris consortio, n. 66), con un proceso gradual
y continuo, formado por tres momentos: una preparación remota, una próxima y
otra inmediata. Esta misma propuesta quedó plasmada como norma para los
pastores de almas en el Código de Derecho Canónico (canon 1063). El Papa
Francisco volvió a retomar esta idea, explicando más ampliamente estas tres etapas
de preparación, en Amoris laetitia, nn. 205-216.

La preparación remota exige más tiempo e involucra a las familias, sobre todo de
los novios, y diversos recursos pastorales (grupos de novios, charlas, disponibilidad
de consejeros, sacramentos, etc.). En esta etapa se busca ayudar a los jóvenes a
madurar el amor por la persona con quien quieren compartir toda su vida, con
acompañamiento cercano y el buen testimonio de matrimonios cristianos; a
conocerce mejor mediante el diáologo abierto y sincero: lo que se desea del otro,
lo que se espera de un eventual Matrimonio, lo que entienden del amor y el
compromiso, el tipo de vida común que desearían, sus incompatibilidades y
riesgos, sus virtudes y defectos.

Que comprendan que la mera atracción mutua no es suficiente para sostener la


unión; incluso que sean capaces y honestos para romper la relación si descubren
que no hay amor, o hay vicios arraigados o patologías que previsiblemente los
llevarán al fracaso.

En la preparación próxima se ayuda a los novios a celebrar el Sacramento con las


mejores disposiciones y comenzar con cierta solidez la vida familiar. Antes que
ocupar la atención sólo en invitaciones, vestido, fiesta y otros detalles, dar
prioridad a conocer el Matrimonio, con sus fines (bien de los cónyuges,
procreación y educación de los hijos), propiedades esenciales (unidad e
indisolubilidad), derechos y obligaciones. Pueden prepararse con momentos de
oración, personal o de los dos juntos, consagrar su proyecto a María nuestra
madre, y recibir los sacramentos de la comunión y la confesión.

La preparación inmediata tiene como propósito ayudar a los novios para vivir con
mucho fruto la celebración litúrgica, de tal modo que conozcan y vivan el sentido
de cada signo (el consentimiento, los anillos, las arras, las lecturas bíblicas).

El Matrimonio es el único Sacramento que requiere de dos personas, que se


sustenta en el amor recíproco y que perdura en el tiempo. El amor de uno solo no
puede sostener el matrimonio, pretender redimir o rescatar al otro. Más bien,
significa y hace presente el amor de Dios, Uno y Trino.
Matrimonio por la Iglesia, ¿hay casos
donde la separación es inevitable?
El Sacramento es indisoluble, pero ¿cuándo se puede declarar nula esta unión?

En los últimos meses he celebrado varias Misas de acción de gracias por


cincuenta y hasta sesenta años de matrimonio y contrario a lo que pareciera, los
hijos y los nietos de estas parejas se sienten orgullosos de que sus padres o
abuelos sigan juntos después de tanto tiempo. Estos reconocen que la familia es el
espacio que “crea” personas llenas de valores, capaces de aprender, de amar, y por
qué no, hasta de equivocarse.

Una pareja tan llena de años y de experiencias de vida nos hace reconocer que aun
en una sociedad que ama de una manera “líquida” (que se resbala entre las
manos) basada en la “fragilidad de los vínculos humanos” (Bauman) las Alianzas
para toda la vida, aunque den miedo, son posibles.

El Papa Francisco en su exhortación apostólica la Alegría del Amor, recordó que


“los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no
contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por los sentimientos de
inferioridad frente al descalabro moral y humano. Estaríamos privando al mundo
de los valores que podemos y debemos aportar” (AA, 35) La importancia de la
Institución matrimonial radica en que en ella “se comparten proyectos y fatigas,
deseos y aflicciones; se aprende a cuidarse el uno al otro y a perdonarse
mutuamente” Se “celebran sus momentos felices y se apoyan en los episodios
difíciles de su historia de vida”. Es el espacio donde se aprende a cuidar la vida
“desde los pequeños a los ancianos”. En este sentido la familia es una institución
“única e insustituible… tanto para la Iglesia como para la sociedad” (AA, 88)

La indisolubilidad del Matrimonio cristiano, basada en la enseñanza evangélica:


“lo que Dios ha unido no lo separe el hombre” evoca el amor infinito y eterno que
Dios ha tenido por la humanidad, un amor que sin embargo, como bien ha
subrayado el Papa, “es una obra artesanal”, es decir, se va cuidando todos los días
porque para una pareja de esposos no  basta con decir “sí quiero” el día de la
boda, es necesario trabajar en el “para toda la vida”. Una obra así se cultiva, no solo
por los esposos, sino por todos los miembros de la Iglesia.

Quienes trabajamos en este Tribunal constatamos día a día que los factores
que han provocado la nulidad o el fracaso (que no es lo mismo) de los
matrimonios que aquí atendemos han sido múltiples: una deficiente formación
cristiana, que reduce el matrimonio a un “bonito” “evento social”, deseable incluso
al aire libre, en un jardín o hasta en la playa; una voluntad muy frágil que propone
que “basta una insatisfacción, una ausencia en un momento en que se necesita al
otro, un orgullo herido o un temor difuso” para que el amor se acabe (AA, 238).

Por otra parte hay que reconocer que aunque la Iglesia siempre privilegiará la
defensa del matrimonio y del vínculo conyugal, hay casos donde la separación
es inevitable, y “puede llegar a ser incluso moralmente necesaria, cuando se trata
de proteger al cónyuge más débil, o a los hijos pequeños de las heridas más graves
causadas por la prepotencia y la violencia, el desaliento y la explotación, la ajenidad
y la indiferencia”, aunque queda claro que esto es “un remedio extremo” (AA, 241).
Es urgente una Pastoral familiar que acompañe la preparación al matrimonio (AA,
207-213), en los primeros años de vida matrimonial (AA, 223 -230) a las parejas en
crisis (AA, 235) y ¿por qué no?, a las parejas que, después de las rupturas y
divorcios, necesitan la cercanía de la comunidad cristiana (AA, 243)

Para estos hermanos, para los que conocen a alguna de estas parejas y para todos
los que trabajamos en pastoral familiar está destinada la edición de esta semana.
En ella podrán encontrar los pormenores del llamado proceso de nulidad
matrimonial.
Su lectura nos permitirá conocer ¿qué es un proceso de nulidad matrimonial?,
¿siempre que hay una ruptura matrimonial hablamos de un matrimonio nulo?,
¿cuáles pueden ser las razones por las que se puede iniciar un proceso?, ¿a dónde
hay que acudir si sospecha que el propio matrimonio es nulo?, ¿qué pasos hay que
seguir?
Los siguientes contenidos serán una herramienta valiosa para poder entender que
aunque estos hermanos no pudieron perseverar en el matrimonio “no están
excomulgados y merecen nuestra atención”.

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