Gallardo Gonzalez, Beatriz

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FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y

SOCIALES

EVALUACIÓN DEL RIESGO DE VIOLENCIA EN


ADULTOS: REVISIÓN DE INSTRUMENTOS Y
NUEVAS PERSPECTIVAS.

Autor/a: Beatriz Gallardo González.


Director/a: Víctor Dujo

Madrid
2020

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Primero dar las gracias a la Universidad Pontificia Comillas por darme el privilegio de
realizar este trabajo y haber estudiado la carrera en esta santa sede.

Además, agradecer a:

A mi tutor Víctor Dujo, por dejarme la libertad que necesitaba para elaborar este
proyecto y facilitarme todo lo esencial para ello. Sus consejos y su ayuda han supuesto
una parte muy importante en la realización de este trabajo.

A mi padre, mi hermano y a toda mi familia. Gracias a los que han hecho posible lo que
soy hoy. Solo puedo expresar mi más sincero agradecimiento por apoyarme durante
esta etapa académica que hoy culmina.

A mi pareja, que en todo momento ha sido un apoyo incondicional y ha aguantado


junto a mi todos los vaivenes tanto emocionales como situacionales.

Y, por último, pero no por ello menos importante;

A la estrella cuya luz me guía día a día, sin cesar.

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1. Índice

1.Índice ......................................................................................................................................... 3
2.Resumen .................................................................................................................................... 4
3.Abstract ..................................................................................................................................... 4
4.Introducción.............................................................................................................................. 5
5.Metodología .............................................................................................................................. 7
5.1.Procedimiento ..................................................................................................................... 7
5.2.Estrategias de búsqueda ...................................................................................................... 8
5.3.Criterios de inclusión .......................................................................................................... 8
5.4.Criterios de exclusión .......................................................................................................... 9
6.Capítulos de contenido ............................................................................................................. 9
6.1.Contextualización del término protagonista. Cambio de paradigma entre peligrosidad y
riesgo de violencia..................................................................................................................... 9
6.2.Métodos para la evaluación del riesgo. ................................................................................. 11
6.3.Factores de riesgo y protección frente al comportamiento delictivo..................................... 14
6.4.Parámetros técnicos clave para evaluar las pruebas .............................................................. 16
6.5.Instrumentos más utilizados. ¿Cómo se usan y para quién? Eficacia de los instrumentos en
materia de reincidencia................................................................................................................ 18
6.6.Limitaciones en las predicciones........................................................................................... 24
7.Discusión y conclusiones ........................................................................................................ 24
8.Referencias bibliográficas...................................................................................................... 28
9.Anexo I ................................................................................................................................ 34

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2. Resumen
En las últimas décadas la evaluación del riesgo de la violencia ha ganado importancia en
los contextos psicolegales, jurídico penales y sociales. La importancia que tiene el
resultado que se obtiene de dicha valoración atañe a la imposición de las penas privativas
de libertad, los permisos de grados y el cuidado de las víctimas, es decir a las labores de
prevención y reducción de la violencia. Esta valoración se realiza a partir de nuevos
procedimientos y técnicas específicas para la predicción y gestión del riesgo violencia.
En este trabajo se pretende conceptualizar la valoración y gestión del riesgo y revisar y
analizar brevemente algunos de los instrumentos más utilizados y con mejores
propiedades psicométricas para la valoración del riesgo de violencia en adultos.

Palabras clave: Riesgo de violencia, instrumentos, evaluación del riesgo, factores de


riesgo, factores de protección.

3. Abstract
In recent decades, the assessment of the risk of violence has gained importance in
psycholegal, legal, criminal and social contexts. The importance of the result obtained
from said assessment concerns the imposition of custodial sentences, degree permits and
the care of victims, that is, to the work of prevention and reduction of violence. This
assessment is carried out based on new procedures and specific techniques for predicting
and managing the risk of violence. This paper aims to conceptualize risk assessment and
management and briefly review and analyze some of the most widely used instruments
with the best psychometric properties for assessing the risk of violence in adults.

Key words: Violence risk, instruments, risk assessment, risk factors portective factors

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4. Introducción
La violencia es un problema de salud pública. Desde hace varias décadas es una
de las causas atribuibles a millones de muertes anuales, y otras muchas lesiones de diversa
índole y gravedad que no llegan a fallecimientos (Espín, Valladares, Abad, Presno y
Gener, 2008). Por ello, entre otros motivos, la determinación del riesgo y la predicción
del comportamiento violento son objetivos prioritarios para la psicología y la psiquiatría
forense, especialmente a la hora de implementar las medidas de seguridad
correspondientes, tanto en el ámbito judicial en general, como penitenciario en concreto
(Esbec, 2003; Muñoz y Manzanero, 2016).

La evaluación del riesgo de violencia es una ardua tarea, en primer lugar, porque,
aunque existen métodos para predecir el comportamiento, el ser humano es impredecible
por naturaleza, especialmente cuando además de tener en cuenta las variables personales,
entran en juego las variables del contexto. Además, como seres sociales se ha buscado
siempre una explicación a conductas atroces que se distancian de la norma social y, por
lo tanto, escapan a nuestra comprensión, atribuyendo o asociando en numerosas ocasiones
dichos comportamientos a patologías mentales (Loinaz, 2017).

Es condición indispensable tener bien definido el constructo que queremos


predecir para no incurrir en posibles errores de medida. En este caso sería la violencia el
constructo principal sobre el que pivota la metodología de evaluación del riesgo. (Loinaz,
2017). La violencia es un constructo complejo y difícil de sintetizar de forma consensuada
por su multidimensionalidad, lo que ha dificultado el abordaje científico (Muñoz &
López-Ossorio, 2016).

La violencia según la OMS es definida como “el uso deliberado de la fuerza física
o el poder ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un
grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte,
daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones” (Krug, Dahlberg, Mercy,
Zwi, & Lozano, 2002 p.5).

Más concretamente, el concepto de violencia en la evaluación del riesgo, tomando


de base las afirmaciones de Hart et al., (2003) citado en Loinaz (2017) sería toda conducta
con características violentas que realiza un individuo y acaba o bien en una detención, en
cargos o en una condena firme. Las personas encargadas de evaluar el tipo de conducta y
sus consecuencias deberán guiarse por autoinformes, pero también por informes de

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fuentes colaterales creíbles, así como los posibles antecedentes policiales que el individuo
posea.

Del mismo modo podemos encontrar otras definiciones menos jurídicas como
sería la que aporta Jean Claude Chesnais (1981) que da un significado a la violencia en el
sentido más estricto de la palabra. Chesnais afirma que la única violencia que realmente
se puede medir y constatar de forma objetiva es la violencia física. Este tipo de violencia
es directa contra algo o alguien, mayoritariamente voluntaria y de uso material. Requiere
la interacción de tres elementos, por un lado, la brutalidad, por el otro el carácter doloroso
y por último la forma de exteriorizar (citado en Martínez, 2016).

El ser humano es agresivo por naturaleza y violento por la cultura y los distintos
procesos de socialización (Halty, González y Sotoca, 2017). Partiendo de esta base, en la
valoración de violencia ambos constructos, aunque diferentes, están interrelacionados y
van a ser la base de nuestros sistemas de evaluación.

En resumen, la agresividad es una conducta innata que se da automáticamente


ante un estímulo determinado y que del mismo modo cesa ante la presencia de inhibidores
muy específicos, es puramente biológico. Mientras que la violencia sería una forma de
agresión aprendida, más alterada mayoritariamente por factores socioculturales que le
quitan ese carácter automático, y la convierten en intencional y dañina, perdiéndose el
carácter adaptativo (Sanmartín, 2007).

Según Fazel, Singh, Doll y Grann (2012) los sistemas de evaluación del riesgo de
la violencia no son más que aproximaciones estadísticas que reflejan el grado de riesgo
que posee una persona en un momento concreto y que no puede extrapolarse a largo plazo.
Se entiende, por tanto, que no se debe tomar a la ligera la utilización de estas pruebas, ni
darle más funciones de las que realmente tienen.

Durante años identificar la peligrosidad ha sido clave para predecir la comisión


de actos violentos, pero la experiencia ha puesto en relieve su escasa utilidad (Andrews y
Bonta, 2000). En base a estas carencias en las últimas décadas se ha producido un cambio
de paradigma que deja atrás la peligrosidad para centrarse en la evaluación y gestión del
riesgo. Este cambio de paradigma se ha fundamentado en la ampliación del conocimiento
acerca de los mecanismos que subyacen a la violencia, la transición del constructo
peligrosidad (concepto jurídico, difuso y limitado) hacia el riesgo de violencia y el diseño
de instrumentos específicos para su medición (Andrés-Pueyo y Redondo, 2007).

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Históricamente se han hablado de cinco fases distintas en las que ha ido evolucionando
la valoración del riesgo y la peligrosidad criminal (Esbec, 2003).

En la actualidad, esta valoración es fundamental en el ámbito penitenciario y


forense ya que influyen en la consideración final respecto a la imposición de penas
privativas de libertad o medidas de seguridad, medidas de protección a las víctimas o
incluso regresiones de grado, permisos de salida de prisión, así como la libertad
condicional (Gómez, Muñoz, Vázquez, Gómez-Martín y Mateos, 2012).

Además, en el ámbito social también resulta interesante hacer estas valoraciones


ya que los accesos a los distintos recursos como pueden ser programas de tratamiento
para agresores o acciones de protección para las víctimas son muy escasos y los resultados
obtenidos en dicha evaluación ayudaría a la hora de hacer la selección de participantes
(Gómez, et al., 2012).

En algunos países, concretamente en EE. UU. o Reino Unido, desde hace varios
años se está recomendando la utilización de los ya mencionados sistemas de evaluación
para los pacientes psiquiátricos; ya que consideran que la violencia correlaciona
positivamente con la enfermedad grave (Fazel, Langström, Hjern, Grann, Lichtenstein,
2009).

Los objetivos de esta revisión son retratar el cambio de paradigma hacia la


valoración del riesgo y gestión de la violencia, la descripción de los principales
instrumentos específicos en violencia sexual, violencia de pareja y violencia inespecífica
utilizados en adultos y en el contexto español e internacional. Debido a su relevancia en
el escenario social actual, en el presente escrito se ha abordado la aplicación de este
conjunto de técnicas y procedimientos en el contexto del sistema Vio-Gen, más
concretamente de la valoración policial del riesgo (VPR) y su validez predictiva.

5. Metodología
5.1. Procedimiento
Para la redacción de este trabajo se realizó en primer lugar una revisión
bibliográfica con el objetivo de hacer un primer acercamiento a los conceptos de violencia
y valoración del riesgo y realizar una recopilación de la información sobre el tema en
cuestión actualizada. Por último, se procedió a hacer una selección de las herramientas
más utilizadas en el ámbito psicológico-forense y con mejores valores psicométricos.

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5.2. Estrategias de búsqueda

Para localizar los artículos primarios más adecuados se realizó una primera
búsqueda en Psycinfo (2015- actualidad, texto completo). La búsqueda se realizó con los
siguientes términos “valoración del riesgo”, “predicción”, “violencia”, “factores riesgo”,
“factores de protección”, “sistema VioGén” en español y los siguientes en inglés
“violence” “recidivism”, “review”, “risk factors”, “prevent violent behavior” En segundo
lugar, se utilizó tanto Dialnet como GoogleScholar (2010- actualidad) con los términos;
“Valoración del riesgo de violencia”, “instrumentos” “valoración del riesgo”
“delincuencia”, y “predicción de la violencia” así como el término en inglés “risk
evaluation tools”. Se utilizó el operador “–” delante de “menor” y “youth” (en inglés)
para descartar información en jóvenes o menores infractores. Estos términos se unieron
mediante los operadores booleanos “OR” entre sí y con los operadores “&” para y
GoogleScholar y “AND” para Psycinfo.

Dentro de los criterios formales de búsqueda, aparte de los documentos obtenidos


en las bases de datos indexadas especializadas se utilizaron las referencias más relevantes
incluidas en los artículos primarios con el objetivo de aportar mayor especificidad a la
búsqueda.

En un segundo nivel de análisis se introdujeron los acrónimos de los instrumentos


seleccionados para aumentar la información descriptiva y acerca de la validez predictiva.
En concreto se buscaron los siguientes instrumentos para leer las adaptaciones al español
y la validez predictiva de cada uno; “PCLR -R”, “SARA”, “VRAG”, “HCR-20”, “SVR-
20”, “VRAG”, “LSI-R”, “START”, “SAPROF”, “DA”, “B-SAFER”, “EPV-R”,
“ODARA”, “RVD-Bcn”, “RSVP”, “SVR-20”, “STATIC-99”, “RRASOR” y “SORAG”.

5.3. Criterios de inclusión

El criterio de inclusión para seleccionar los instrumentos se basa en la evidencia


empírica y validez predictiva. Concretamente se incluyeron todos los artículos que
hicieran referencia a un AUC de mínimo 0,70. Puesto que el estudio se centra en adultos,
no se incluyeron los instrumentos o los artículos centrados en la valoración del riesgo de
violencia en menores infractores. Se han incluido los instrumentos más relevantes
encontrados en materia de violencia sexual, violencia inespecífica y violencia en pareja.

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5.4. Criterios de exclusión

Se han descartado aquellos documentos que contenían detalles muy específicos


para la revisión bibliográfica que se está llevando a cabo, por ejemplo, múltiples
evaluaciones del mismo instrumento para las que sería necesario un análisis más
profundo. Igualmente, se han descartado los documentos relativos a instrumentos para la
predicción centrados en enfermedades y/o afectaciones. En concreto se encontró mucha
bibliografía relacionada el riesgo de violencia y conductas sexuales de riesgo,
enfermedades como VIH, sustancias tóxicas y menores. Dado que el objetivo es hablar
de la valoración del riesgo en rasgos generales y en adultos, no se consideró útil esta
bibliografía.

6. Capítulos de contenido
6.1. Contextualización del término protagonista. Cambio de paradigma entre
peligrosidad y riesgo de violencia.

La mayoría de los autores establecen cinco fases en el proceso histórico que ha


seguido la valoración del riesgo de violencia. Sin embargo, el Colegio Oficial de
Psicólogos de Madrid (Gómez et al., 2016) elabora una clasificación distinta, agrupando
estas cinco etapas en tres más concentradas (ver anexo I).

Hace más de un siglo que Healy en 1913 identifica la necesidad de encontrar un


método que ayude a predecir la delincuencia, se preguntó entre otras cosas; en qué medida
el ambiente tenía capacidad para aumentar o disminuir esas conductas, en definitiva, si
las tendencias del ser humano eran modificables (Loinaz, 2017). Con él comenzaría la
primera etapa en torno a 1960 dando protagonismo a tres elementos; la nocividad, la
motivabilidad y la subcultura. Éstas se justificaban en cuestiones meramente subjetivas e
intuitivas basadas en el juicio clínico de distintos profesionales. Sin embargo, con
frecuencia esta valoración queda presa de elementos subjetivos que generan en la
población una sensación de inseguridad jurídica. Para dejar atrás el juicio profesional no
estructurada, la falta de rigor científico y la subjetividad, aparece una segunda fase de
instrumentos más centrada en la evidencia empírica y en las escalas actuariales (fórmulas
estadísticas basadas en un algoritmo). En esta segunda etapa ya tienen presencia los
factores de riesgo estáticos y dinámicos (Andrés-Pueyo y Echeburúa, 2010). A pesar de

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los avances, se pudo comprobar una falta de realismo, ya que esos procesos
metodológicos se fundamentaban en los delitos denunciados sin contabilizar la cifra
negra, además de ignorar la potencialidad del delincuente de forma individual (Esbec,
2003).
Debido a que persistían los problemas metodológicos y las carencias, se pasa a
una tercera fase en los 90 caracterizada por la aparición de instrumentos como la PCL
(Hare,1991). Se produce un choque entre las medidas actuariales y las guías de juicio
clínico estructurado, proponiendo evaluaciones combinadas que darían lugar al diseño de
instrumentos como el HCR-20 o el VRAG (Loinaz, 2017).

Finalmente, la cuarta etapa en el año 2000 nace como una mezcla entre lo
puramente estadístico y los resultados procedentes de las medidas clínicas (Esbec, 2003).
A partir esta época se incluyen los factores de protección y existe una mayor evolución
de las herramientas de juicio estructurado (Loinaz, 2017). Por último, se habla de la quinta
etapa que conocemos como “el árbol de las decisiones”, dónde en base a determinadas
preguntas relacionadas con factores de riesgo asociados a la violencia se va clasificando
al sujeto en una categoría de riesgo u otra (Esbec, 2003).

De manera conjunta con las épocas mencionadas, se ha ido evolucionando la


metodología, desde las herramientas de primera generación donde se hablaba del ojo
clínico sin criterios formales y por tanto poca precisión hasta las herramientas de cuarta
generación también denominados árboles de clasificación. Estos últimos basados en el
enfoque de las teorías de toma de decisiones y de elección de distintas alternativas
(Loinaz, 2017).

En los últimos años se ha dedicado un largo periodo de tiempo en reflexionar


sobre la terminología que abarca la predicción de la conducta violenta, dejando atrás la
influencia de la palabra peligrosidad para dar protagonismo al concepto “evaluación del
riesgo de violencia”.

En la actualidad encontramos según la Real Academia de la Lengua que la palabra


riesgo en su primera acepción, es definida como “contingencia o proximidad de un daño”,
mientras que “peligro” es definido en su primera acepción como “riesgo o contingencia
inminente de que suceda algún mal”.

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Ambas definiciones establecen que va a producirse un daño, pero las diferencia,
sin embargo, en el factor temporal que hace que el peligro sea una posibilidad inmediata
y el riesgo no necesariamente (Lorente, 2012).

En definitiva, aunque existen varias definiciones de lo que se considera violencia


en general, en el caso de la gestión del riesgo que supone una persona, la definición de
violencia dependerá del objetivo y ámbito de la aplicación de las herramientas que se ven
en los siguientes apartados. Por ejemplo, si lo que identifica la conducta violenta es la
intención del agresor (causar daño a una mujer) y los efectos sobre la víctima (lesiones,
daño… por ejemplo, una violación) estaría explicando la violencia de tipo sexual (Loinaz,
2017).
El cambio de paradigma entre otros motivos se da por las limitaciones del término
de peligrosidad, ya que con la nueva terminología “riesgo de violencia” se ofrecen más
acepciones y cada una de ellas con sus respectivos factores de riesgo y de protección
específicos que permite un abanico más grande de posibilidades en la identificación y
clasificación de los tipos de violencia. Además, es importante añadir que la peligrosidad
era condición del agresor, que se considera inherente a su forma de ser o a su estado
psicopatológico (Loinaz, 2017)

6.2. Métodos para la evaluación del riesgo.

Aunque en muchos sitios se utilizan indistintamente las palabras; protocolo, guía,


y formularios, en este contexto es importante diferenciarlas. Por un lado, el concepto de
protocolo se entiende como las distintas fases que tiene el proceso de evaluación
acompañado de un intento de toma de conciencia hacia el perito de la responsabilidad que
conlleva dicha tarea y con una práctica basada en la evidencia. Y por el otro lado, estarían
las guías, escalas o formularios, haciendo alusión a las herramientas o instrumentos en las
que se podrá apoyar todo aquel perito que tenga la necesidad de realizar este tipo de
valoración (Muñoz y López-Ossorio, 2016).
Para implementar cualquiera de los dos existen unos protocolos y unas guías
estandarizadas. Concretamente se escoja uno u otro modelo de actuación se deben seguir
los siguientes cuatro pasos:

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En primer lugar, identificar aquellos factores de riesgo que sean válidos
empíricamente, en segundo lugar, determinar el método más adecuado para medir dichos
factores, en tercer lugar, se debe establecer un procedimiento para combinarlos y por
último, se hace una estimación del riesgo.

Existen dos formas principalmente de proceder a la hora de hacer una valoración


del riesgo de violencia en un individuo, el modelo actuarial y el modelo clínico (Muñoz
y López -Ossorio, 2016). Siendo más rigurosos podemos entender que la valoración del
riesgo de violencia tiene dos polos opuestos metodológicamente hablando, en uno de ellos
se encuentra el juicio clínico del profesional y en el otro el modelo actuarial, y se le añade
el juicio profesional estructurado, que actúa como punto intermedio entre las limitaciones
del juicio clínico y como alternativa al uso excesivamente matemático de los factores de
riesgo del polo actuarial (Andrés-Pueyo y Echeburúa, 2010; Loinaz, 2017)

La diferencia entre los dos métodos validados actuales se concentra en las dos
últimas fases del protocolo, concretamente a la hora de ponderar los factores. En las guías
actuariales cada variable tiene un peso diferente en función de la asociación con la
conducta violenta, sin embargo, en las guías clínicas todos pesan igual, sin jerarquías
(Muñoz y López-Ossorio, 2016).

El modelo actuarial ha resultado muy efectivo y útil a la hora de hacer una


valoración del riesgo rápida que permita actuar de forma casi inmediata para poner en
resguardo, en caso de tener el conocimiento, a la víctima (Canales, Macaulay, McDougall,
Wei & Campey, 2013).

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Tabla 1
Principales características de los distintos métodos de evaluación del riesgo de la
violencia.
Método Fundamento Fortaleza Debilidad
Puede estar sesgado por
las creencias y
percepciones del
profesional. Tiende a
sobreestimar el riesgo
de violencia (falsos
Es ideográfico.
Experiencia del positivos). No tiene en
Relacionado con el
Juicio Clínico profesional. cuenta las tasas base de
individuo concreto que
reincidencia. En
se está evaluando.
general no incluye el
seguimiento para
ofrecer feedback al
profesional.

Normotípico: en
ocasiones puede no ser
Investigación empírica Fundamentado en generalizable al caso
sobre factores de riesgo grandes muestras, evaluado. Puede confiar
Método actuarial con capacidad eliminando sesgos demasiado en factores
predictiva en la muestra subjetivos. estáticos. No tiene en
de estudio concreta cuenta factores de
riesgo raros (poco
frecuentes).

Combinación de la Asentado en factores de Puesto que el


experiencia profesional riesgo empíricos. No se profesional asigna
Juicio estructurado y factores derivados de basa en una muestra pesos y combina
la investigación específica. Puede factores, puede ser
empírica incluir factores de susceptible a sus sesgos
riesgo raros, dinámicos
y de gestión del riesgo.
Fuente: Adaptado de Costanzo y Krauss (2012) por Loinaz (2017)

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6.3. Factores de riesgo y protección frente al comportamiento delictivo.

A pesar de todas las teorías que han ido surgiendo en los últimos años, aún sigue
existiendo el debate de si el ser humano es bueno o malo por naturaleza, posturas que
históricamente defendieron Rousseau y Hobbes respectivamente. Sin embargo, aún sin
tener una respuesta a lo anterior, sí sabemos que existen determinadas circunstancias que
la investigación ha correlacionado de forma positiva con la violencia, antes llamadas
variables explicativas de la conducta violenta (Muñoz y López - Ossorio, 2016) y ahora
conocidos como factores de riesgo.

En general un factor de riesgo como afirma Hein (2000) son todas aquellas
situaciones contextuales o personales que, al solo con su presencia, incrementa la
probabilidad de desarrollar problemas emocionales, conductuales o de salud.

Dependiendo de qué autor, encontraremos unos u otros, pero siempre se han


podido clasificar según su estabilidad temporal, en estáticos o dinámicos. y según su
influencia en motivadores, desinhibidores o desestabilizadores (Loinaz, 2017).

Los factores de riesgo estáticos son todas aquellas condiciones bio-psico-


socioculturales que por mucho que se intente son difíciles de modificar. Y, por otro lado,
se encuentran los factores de riesgo de tipo dinámico, siendo estas condiciones también
bio-psico-socioculturales, pero más susceptibles a cambios (Muñoz, López – Ossorio,
2016).

Tabla 2

Factores de riesgo según temporalidad estáticos y dinámicos

Dinámicos Estáticos

Afrontamiento del estrés Edad de comisión del delito

Soporte social Antecedentes delictivos

Distorsiones cognitivas Abusos en la infancia

Actitudes /Creencias Historia de trastorno mental

Adicción/consumo de sustancias Etc.

Fuente: Loinaz 2017

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En concreto aquellos factores de riesgo que se han relacionado con las
motivaciones delictivas se han denominado “necesidades criminológicas” (Loinaz, 2017).

Tabla 3
Factores de riesgo según su influencia
Motivadores Desinhibidores Desestabilizadores

Justicia/honor Autoconcepto negativo Problemas de atención

Ganancia/beneficio Alienación Problemas de percepción

Estatus/ estima Ausencia de culpa Afectación intelectual

Defensa/distanciamiento Ausencia de insight Comportamiento impulsivo

Activación (arousal) Ausencia de empatía Comportamiento inflexible

Poder/control Ausencia de ansiedad Afectación de la memoria

Fuente: Loinaz 2017

Además de los mencionados, se ha demostrado que según el tipo de violencia hay


unos factores de riesgo más asociados que otros, por ejemplo, en la violencia de pareja,
un factor de riesgo con alta correlación son los celos (Muñoz y López-Ossorio, 2016).
En cuanto a los factores de protección, Clayton (1992) los definió como “aquellos
atributos individuales, condición situacional, ambiente o contexto que reduce la
probabilidad de ocurrencia de un comportamiento desviado” (p. 2, como se citó en
Peñafiel, 2009). Los factores de protección son importantes en la predicción del riesgo de
violencia porque modulan la influencia o el impacto que los factores de riesgo podrían
hacer sobre el individuo.

Estos últimos son relativamente innovadores ya que históricamente se han


centrado más en lo negativo que en los positivo. Escalas como Structured Assessment of
Protective Factors for Violence Risk (SAPROF) ayudan en gran medida a la elaboración
de los programas de tratamiento con la información de los posibles factores de protección
del sujeto a evaluar (Loinaz, 2017)

Es fundamental a la hora de hacer una evaluación de estas características


identificar tanto los factores de riesgo como los de protección. Pero es aún más importante
ver cuál es la dinámica que estos tienen entre sí ya que cada individuo comprende una
específica y única (Muñoz y López-Ossorio, 2016).

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Estos factores pueden determinar distintos tipos de riesgo de forma más o menos
prolongada o circunstanciales, haciendo variable el pronóstico al que se llega en cada
caso. El riesgo de violencia debe realizarse ya que, con el paso del tiempo disminuye la
precisión de la predicción (Gómez, et al., 2016; Andrés-Pueyo y Echeburúa, 2010)

6.4. Parámetros técnicos clave para evaluar las pruebas

Es importante diferenciar estos sistemas de los test psicológicos debido a que no


se corresponden con la evaluación de constructos psicológicos como los rasgos,
habilidades o procesos. Sin embargo, sí comparten algunos niveles de calidad
psicométricos como la fiabilidad y la validez, concretamente la propiedad fundamental
es la validez o capacidad predictiva, también llamada eficacia diagnóstica (Hilton et al.,
2004; Muñoz y López-Ossorio, 2016; Loinaz, 2017).

La tabla 4 resume de forma sistemática todos los parámetros del análisis,


construcción y validación de las herramientas de valoración del riesgo de violencia
(VRV). Igualmente, se procede a la explicación pormenorizada del concepto de eficacia
diagnóstica y sus pormenores para facilitar la comprensión del lector.

En los modelos de predicción se puede acertar o errar. Para saber si es error o no


lo es nos basamos en dos variables, el resultado real (si la persona reincide, agrede o no
lo hace) y la predicción que hacemos los profesionales. Estas dos variables junto con
aciertos y errores forman una tabla de contingencias de 2x2 que tiene los siguientes
resultados:
Una evaluación está siendo efectiva o acertada, cuando tenemos verdaderos
positivos, es decir, predicen que delinquirá en el futuro y efectivamente lo hace, y los
verdaderos negativos, cuando se predice que hay bajo riesgo para volver a delinquir y
efectivamente no lo vuelve a hacer. Por otro lado, se sabrá que la evaluación está fallando
cuando nos aparezcan los falsos positivos, el individuo no emite una conducta para la que
se había previsto un alto riesgo de comisión, y los falsos negativos, cuando no se preveía
un riesgo alto y sin embargo, reincide o acomete la conducta para la que no había
previsión. Siendo este último el más problemático debido a las consecuencias que
conlleva (Loinaz, 2017).

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Los dos tipos de aciertos ya mencionados se llaman técnicamente sensibilidad y
especificidad o también conocida como división de verdaderos negativos. La
combinación de ambos elementos se crea con la curva de ROC (Relative Operating
Characteristic) y da lugar a la eficacia diagnóstica (Loinaz, 2017).

El eje vertical corresponde a los datos de sensibilidad que cuanto más se


aproximen a 1 mejor será la prueba en cuestión. Por el eje horizontal se encuentra los
datos obtenidos de especificidad y que al contrario que la anterior será mejor cuanto más
próxima esté a 0. La curva de ROC es el espacio que queda entre ambos ejes y que nos
dará el AUC (área bajo la curva), y la línea transversal que aparece en la Figura I
representa la puntuación que determinaría un 50% de probabilidad correspondiente al
azar.

Figura I. Representación gráfica de los parámetros referentes a la sensibilidad, la especificidad y


la AUC obtenidos de Loinaz (2017).

Todas las pruebas que obtengan puntuaciones situadas por encima de esta línea
aparentemente serían adecuadas para su utilización. Concretamente se dividen en tres
grupos;

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Competencia ideal AUC igual o superior a 0,80.
Competencia buena AUC entre 0,70 y 0,79.
Competencia marginal AUC menor o igual a 0,69.

Sin embargo, depende del autor habrá otros parámetros más concretos, por
ejemplo, el caso de Gorunescu (2011) que establece los mismos criterios anteriores, pero
con variaciones en las puntuaciones dividiendo categorías entre excelente, buena, regular,
pobre y mala bajando 0,10 puntos porcentuales hasta llegar al azar 0,50 (como se citó en
Loinaz, 2017).

Tabla 4
Descripción de los principales parámetros para la validación de los instrumentos de
valoración del riesgo de violencia (VRV)
Parámetros de discriminación Parámetros de calibración
Sensibilidad: proporción de individuos reincidentes Valor predictivo positivo (VPP): proporción de
que fueron clasificados de alto riesgo. individuos clasificados de alto riesgo y que reinciden.
Valor predictivo negativo (VPN): proporción de
Especificidad: proporción de individuos no
individuos clasificados de bajo riesgo y que no
reincidentes calificados de bajo riesgo.
reinciden.
Área bajo la curva (AUC): probabilidad de que el Número que hace falta detener (NND): número de
instrumento clasifique correctamente como individuos valorados de alto riesgo que precisan ser
reincidente y no reincidente a los sujetos detenidos para prevenir la reincidencia.
Odds ratio (OR): medida de asociación entre un Número que puede ser liberado (NSD): número de
factor o pronóstico de riesgo con el desenlace individuos valorados de bajo riesgo que pueden ser
(reincidencia). descartados.
Fuente: Muñoz y López-Ossorio (2016)

Una parte de la comunidad jurídica se muestra reticente a confiar en estas pruebas


dada la relevancia que tienen en los individuos las conclusiones a las que se llega; más
concretamente cuando los resultados aportan falsos positivos habiendo una restricción de
los derechos del sujeto en cuestión y/o los falsos negativos con el consecuente riesgo de
revictimización a los denunciantes (Muñoz y López -Ossorio, 2016).

6.5. Instrumentos más utilizados. ¿Cómo se usan y para quién? Eficacia de los
instrumentos en materia de reincidencia.

En los últimos años las técnicas para la predicción de la conducta se han visto
modificadas por tres elementos principalmente, en primer lugar, un mejorado
conocimiento de la naturaleza y los procesos que se relacionan violencia. En segundo
lugar, la sustitución como se ha comentado anteriormente del término peligrosidad por el

Página | 18
de riesgo de violencia y por último el desarrollo de los protocolos e instrumentos para la
valoración del riesgo (Horcajo-Gil, Dujo-López, Andreu-Rodríguez, y Marín-Rullán,
2019; López-Ossorio, González- Álvarez, Andrés-Pueyo, 2016). Estos instrumentos
tienen una base científica pero la eficacia diagnóstica hará alusión a distintos aspectos,
según cual sea el objetivo de la aplicación de la herramienta (Loinaz, 2017). Por ejemplo,
si se busca ver si alguien puede ser de nuevo agresivo, ¿se valorará agresión con resultado
de muerte o una agresión sin ser letal? Para aplicar el instrumento debemos convertir estas
respuestas en términos dicotómicos, lo cual complica mucho la labor.

Como se ha comentado anteriormente, para evaluar el riesgo de violencia en un


individuo existen numerosos sistemas estadísticos que ayudan en dicha valoración.
Autores como Fazel, Singh, Doll y Grann (2012) recogieron algunas de las herramientas
más utilizadas en los últimos años que agruparon en función del tipo de delito; delitos
violentos, delitos sexuales y cualquier otra tipología criminal.

Dentro de la evaluación de violencia interpersonal inespecífica encontramos la


VRAG (Violence Risk Appraisal Guide) (Harris, Rice y Quinsey, 1993), el HCR -20
(Historical, Clinical, and Risk Management Scheme) (Webster, Douglas, Eaves y Hart,
1997), el LSI-I (Level of Service Inventory-Revised) (Andrews y Bonta, 2000), el START
(Short-Term Assessment of Risk and Treatability) (Webster, Martin, Brink, Nicholls y
Middleton, 2004, 2009), el SAPROF (Structured Assessment of Protective Factors for
violence risk) (Vogel, de Ruiter, Bouman y de Vries-Robbé, 2007, 2009) y el PCL-R
(Psychopathy Check-List Revised) (Hare, 2003).

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Tabla 5
Instrumentos para la evaluación del riesgo de violencia inespecífica
Área bajo la Autor del es-
Instrumento Descripción Metodología
curva de ROC tudio
Valoración del riesgo
reincidencia violenta en
Harris, Rice y
VRAG muestra forense. In- Actuarial AUC de .80
Cormier, 2002
cluye 12 ítems

Valoración del riesgo


de violencia interperso-
nal en muestra clínica y Arbach y An-
Juicio psicológico
HCR -20 forense. Incluye 20 fac- AUC de .73 drés-Pueyo,
estructurado
tores de riesgo estáticos 2007
y dinámicos

Valoración del riesgo


de reincidencia en ge-
Manchak,
neral en delincuentes
LSI -R Actuarial AUC de .73 Skeem y
adultos. Incluye 54 fac-
Douglas, 2008
tores de riesgo.

Valoración del riesgo


de violencia vinculado
a trastorno mental,
abuso de sustancias y
AUC de .78 (pro-
trastornos de la perso-
Juicio psicológico tección) Chu, Goh y
START nalidad. Incluye 20
estructurado AUC de .75 Chong, 2016
ítems valorados como
(riesgo)
factores de riesgo y al
mismo tiempo de pro-
tección.

Valoración de los facto-


res protectores en el
riesgo de violencia. In- De Vries-
cluye 27 factores que Juicio psicológico Robbé, De
SAPORF AUC de .85
deberían reducir la con- estructurado Vogel, y De
ducta violenta, inter- Spa, 2011
nos, externos y motiva-
cionales.
Andrés -
Evaluación de la psico- Juicio Psicológico
PCL-R AUC de .80 Pueyo y Eche-
patía Estructurado
burúa, 2010
Fuente: Elaboración propia a partir de Loinaz (2017).

En cuanto a violencia sexual se desarrolló el SVR-20 (Sexual Violence Risk)


(Boer, Hart, Kropp y Webster, 1997), el RSVP (Risk for Sexual Violence Protocol) (Hart
et al., 2003), la RRASOR (Rapid Risk Assessment for Sex Offense Recidivism) (Hanson,
1997), el Static-99 (Hanson y Thornton, 1999) y la SORAG (Sex Offender Risk Appraisal
Guide) (Hilton, Harris y Rice, 2010; Harris, Rice, Quinsey y Cormier, 2015).

Página | 20
Tabla 6
Instrumentos para la evaluación del riesgo de violencia sexual
Instrumento Descripción Metodología Área bajo la curva de Autor del es-
ROC tudio
SVR-20 Evaluación del riesgo de Juicio psicológico AUC de .88 Redondo, Pérez
violencia sexual, com- estructurado y Martínez,
puesto por 20 factores de 2007
riesgo.
RSVP Protocolo para la valora- Juicio psicológico AUC de .72 Darjee et al.,
ción del riesgo de violen- estructurado 2016
cia sexual. Incluye 22
factores de riesgo.
RRASOR Evaluación de la reinci- Actuarial AUC entre .55 y .77 Mills, Kroner,
dencia sexual compuesto Morgan, 2011.
por 4 ítems
STATIC-99 Evaluación del riesgo de Actuarial AUC de .71 Hanson y
violencia sexual. Incluye Thornton,
10 ítems estáticos. 2000.
SORAG Predicción de la reinci- Actuarial AUC de .75 Singh, Grann y
dencia en hombres que ya Fazel, 2011
habían agredido física-
mente. Incluye 14 ítems
Fuente: Elaboración propia a partir de Loinaz (2017).

Dentro de la evaluación del riesgo de violencia en pareja encontramos las


siguientes herramientas; DA (Danger Assessment) (Campbell, 1986; Campbell, Webster
y Glass, 2009), la SARA (Spouse Abuse Risk Assessment) (Kropp, Hart, Webster, y
Eaves, 1995; Kropp , P. y Hart, S., 2016), el B-SAFER (Brief Spousal Assault Form for
the Evaluation of Risk) (Kropp y Hart, 2004) y la ODARA (Ontario Domestic Assault
Risk Assessment) (Hilton et al., 2004). Además, se crearon en España la EPV-R
(Echeburúa, Amor, Loinaz y de Corral, 2010) y el protocolo de valoración del riesgo de
violencia de pareja contra la mujer (RVD-Bcn) (Álvarez et al., 2011).

Página | 21
Tabla 7
Instrumentos para la evaluación del riesgo de violencia en pareja
Instrumento Descripción Metodología Área bajo la Autor del
curva de ROC estudio
DA Valoración del riesgo Juicio psicológico AUC de .92 Campbell et al.,
letal en relaciones de estructurado 2009.
pareja. La versión más
reciente incluye 20
ítems de los que se
sacará información en
forma de autorregistro

SARA Valoración del riesgo Juicio psicológico AUC entre Helmus y


de violencia en pareja estructurado de .59 y .77 Bourgon, 2011.
en muestras clínicas y
forenses

B-SAFER Herramienta de uso Juicio psicológico AUC de .76 Loinaz, 2014


policial breve para la estructurado (reincidencia)
valoración del riesgo
de violencia en pareja AUC de .83
(clasificar a los
agresores)

ODARA Evaluación policial del Actuarial AUC de .73 Gerth,


riesgo de violencia en Rossegger,
pareja compuesta por Singh y
13 ítems de respuesta Endrass, 2015
dicotómica.
EPV-R Evaluación policial del Actuarial AUC de .69 Echeburúa,
riesgo de violencia en Amor, Loinaz y
pareja. Incluye 20 de Corral, 2010.
factores de riesgo.
RVD-Bcn Evaluación del riesgo Juicio Psicológico AUC de .72 Arbach y
de violencia contra la Estructurado Andrés-Pueyo,
pareja formado por 16 2014.
factores de riesgo.
Fuente: Elaboración propia a partir de Loinaz (2017).

Dado que uno de los objetivos de esta revisión es ver si estos métodos se utilizan
realmente y son eficaces en la vida diaria, se procederá a explicar con más detenimiento
el protocolo de Valoración del Riesgo Policial (VPR) utilizado en la actualidad por las
fuerzas de seguridad y del estado (FCS) en el ámbito más orientado a la víctima.

La VPR se utiliza de forma sistemática cada vez que llega una denuncia a
comisaría calificada de violencia contra la mujer. Este protocolo tiene como objetivo
hacer un pronóstico de cuál es la probabilidad de que surja un nuevo episodio de violencia
tanto física como sexual contra la denunciante (López-Ossorio, et al., 2016).

Página | 22
En España este delito se contempla en el código Penal como “violencia de género”
en el artículo 148.4º como “si la víctima fuere o hubiere sido esposa, o mujer que estuviere
o hubiere estado ligada al autor por una análoga relación de afectividad, aun sin
convivencia. También Andrés-Pueyo en 2007 (como se citó en López-Ossorio, et al.,
2016) lo explica cómo “es la denominación legal que recibe en España la violencia
ejercida del hombre contra la mujer que es o ha sido su pareja sentimental, y corresponde
a lo que genéricamente se identifica como violencia contra la pareja”.

Para una actuación lo más objetiva, proporcionada y que les permitiera a las FSC
actuar de forma rápida después de que se ponga la denuncia se implantó el sistema ya
mencionado Protocolo de Valoración del Riesgo de Violencia contra la Mujer en los
supuestos de la ley Orgánica 1/2004.

El VPR consiste en un formulario de recogida y análisis de información donde


aparecen 16 factores de riesgo y cada uno de ellos calificable en una escala de cinco
niveles (no se da, baja, media, alta y extrema). Obtienen la información desde cuatro vías
que son; la víctima, el agresor, los testigos y en caso de haberlos, los informes policiales.
Posteriormente el sistema de forma automática ofrece una estimación predictiva, pero en
el caso de que el agente policial no esté conforme puede en base a su “juicio profesional
estructurado” modificar el riesgo justificadamente. Finalmente, el sistema Vio-Gen
ofrece un conjunto de recursos en base al nivel de riesgo (López-Ossorio, et al., 2016).

Podemos confirmar que se trata de un protocolo adecuado ya que se realizó un


estudio longitudinal entre 3 y 6 meses de 406 mujeres que previamente denunciaron haber
sido víctimas de violencia por sus parejas o ex-parejas. Se llegó a la conclusión de que
había un Odds ratio de 6.58 y un AUC de 0,71 (López-Ossorio, et al., 2016).

En los casos de violencia de estas características es importante llevar un


seguimiento de la víctima y por ello se crea a su vez el protocolo de Valoración Policial
de Evolución del Riesgo (VPER) que permite monitorizar los posibles cambios tras
realizar la denuncia (López-Ossorio, et al., 2016; González, 2018).

Como se ha comentado anteriormente, la efectividad de estos programas depende


de la finalidad y/o objetivo para la que son creados, por ejemplo, si lo que se quiere valorar

Página | 23
es el riesgo de homicidio en el contexto de pareja un buen instrumento sería The Danger
Assessment (DA) y no la SARA (López-Ossorio, et al., 2016).

6.6. Limitaciones en las predicciones.

Uno de los principales problemas a la hora de predecir la conducta violenta es la


falta de una definición precisa que abarque las múltiples formas en las que se puede
presentar, o que en su defecto pudiera señalar sus características más notorias (Martínez,
2016).
Si dejamos esto a un lado, en concreto evaluar el riesgo de violencia en los sujetos
tiene parte de voluntariedad por parte de éstos a los que se les realiza dicha evaluación.
Es por esta voluntariedad que se pueden encontrar factores más o menos incontrolables a
la hora de determinar la veracidad de las respuestas.

Por ejemplo, Loinaz (2017) habla de tres; la deseabilidad, la subjetividad y la


relación de causalidad. En concreto se entiende esta deseabilidad por la interpretación de
la sociedad ante la violencia, hasta el momento cargada de connotaciones negativas,
prevaleciendo por tanto una deseabilidad social donde el sujeto no cometería conductas
reprochables. A su vez, cada individuo tiene un concepto diferenciado (subjetivo) de la
violencia y ante una misma situación, una víctima, un agresor o un testigo tendrán
distintas opiniones de, por ejemplo, la gravedad de la agresión. Por último, también
supone una dificultad en el ámbito jurídico principalmente, aquellas ocasiones en las que
se produce un acto violento tipificado cometido por sujetos de los que se duda la
capacidad de ser imputados. Es decir, que además de buscar la relación de causalidad se
deberá valorar si tienen las capacidades volitivas y cognitivas preservadas para conocer
la antijuricidad del hecho (Loinaz, 2017).

Página | 24
7. Discusión y conclusiones

Parece claro que el cambio de paradigma del antiguo termino peligrosidad al


termino actual de riesgo ha provocado un acercamiento más preciso a lo que realmente
se busca medir con las herramientas mencionadas durante el trabajo.

En lo referente a las herramientas y su utilización, puedo decir que comparto la


idea de Fazel, et al., (2012) de que “existe una incertidumbre considerable acerca de cómo
se deben usar estas herramientas y para quién” (p.4).

Del mismo modo, el Colegio Oficial de Psicólogos (COP) también lo refleja


diciendo que la gran variedad de manuales que existen si bien nos ayudan a usar el más
adecuado según lo que buscamos, no hay una formación requerida previa de los mismos
para saber cuál es el que, según nuestro objetivo de valoración, se corresponde en mayor
o menor medida. Además, son públicos lo cual implica que cualquiera puede acceder a
ellos y ejercer un uso inadecuado (Gómez et al., 2012).

A pesar de que el ser humano es impredecible, siempre han existido intentos por
controlar, o al menor anticipar su conducta, sobre todo cuando esta rompe los límites
morales y legales. La psicología ha trabajado en el diseño de técnicas, herramientas y
procedimientos para la evaluación del riesgo con el objetivo de mandar un mensaje social
de cierto control y tranquilidad. Esta necesidad nace del malestar social que genera la
incertidumbre y la impredecibilidad y más aún cuando se trata de temas relacionados con
la justicia.
La violencia sigue siendo una realidad de plena actualidad en nuestros días. No es
necesario alejarse de nuestra sociedad para observar que la violencia está presente en el
día a día de las personas. Tal vez una de las grandes preocupaciones sociales sea la
violencia de pareja que tiene su correlato jurídico en la denominada violencia de género.
Se trata de un fenómeno que por desgracia se mantiene cristalizado, a pesar de las medidas
preventivas, coercitivas, restaurativas y retributivas.

La sofisticación de los instrumentos de valoración del riesgo de violencia y


reincidencia precisamente pretende ser un vehículo para afinar aún más los criterios
orientados a las medidas de protección y el control del victimario, para aportar seguridad

Página | 25
a la víctima y a la sociedad. Es por esto fundamental que se estudie en profundidad entre
otras cosas, los factores de protección que previenen a los individuos de cometer actos
delictivos e inmorales. Del mismo modo, identificar los factores de riesgo para reducirlos.
Sin embargo, es muy costoso en lo que se refiere a tiempo ya que en cada individuo se
corresponde con una dinámica funcional interactiva específica. En caso de no tener en
cuenta esta interacción se estaría haciendo una evaluación pobre e inespecífica hacia el
individuo.

A pesar de todas las limitaciones, el desarrollo de estos instrumentos permite


ajustar las decisiones humanas a unos criterios cada vez más objetivos y empíricos con el
objetivo de crear un amplio marco de prevención y gestión de la violencia, evitando su
cronificación y su permeabilidad en el tejido social.

Estos métodos de valoración del riesgo de violencia tienen una gran importancia
en el ámbito forense. Concretamente se utilizan las pruebas para la gestión y control del
potencial agresor, la imposición de penas, monitorización durante la fase de ejecución de
la sentencia o la imposición de medidas de seguridad. Además, no solo se centra en
evaluar al agresor, sino que también ayuda a tomar medidas sobre la potencial víctima,
más comúnmente en los casos de violencia de pareja.

Como mencionamos al inicio existe una gran dificultad a la hora de hacer dichas
evaluaciones y psicólogos clínicos, forenses, fuerzas de seguridad del estado y demás
colectivos tienen que hacer frente a los malos usos de los sistemas y sus consecuencias.
Esto se traduce en el hecho de que no se ha concretado/consensuado una metodología
estandarizada de trabajo.

Sin embargo, en diciembre de 2018 se iniciaron unas jornadas por parte del
Ministerio del Interior para instruir de forma eficaz en las valoraciones predictivas a los
cuerpos de seguridad del estado en el contexto de la violencia de género. Se han instruido
cerca de 2.800 agentes entre Policías Nacionales, Policías Locales y Guardias Civiles.

Tras la revisión de mucha bibliografía, queda como asignatura pendiente la


valoración del riesgo en las mujeres, ya que históricamente toda la investigación se ha
centrado en hombres.

Página | 26
A pesar de que las pruebas que existen actualmente poseen una gran validez
predictiva (ver tablas 5,6 y7), lo cual demuestra que en base a sus parámetros estamos
siendo efectivos y que los resultados se ajustan bastante a la realidad, no puedo evitar
sentir cierta intranquilidad ante las decisiones que implican los resultados obtenidos.

Como comentario final y personal, he de confesar que me genera incertidumbre y


en cierto grado algo de miedo, la idea de que por una de esas pruebas se tomen decisiones
tan importantes como las mencionadas a lo largo del trabajo. Por este motivo, me parece
que la idea fundamental que quiero transmitir es la necesidad real de un elenco de
profesionales formados en la utilización de los test y demás pruebas para ser lo más
rigurosos posible en la valoración del riesgo de los sujetos.

Igualmente, somos humanos que crecemos y nos desarrollamos continuamente,


además de impredecibles, por ello ser conscientes de que los resultados obtenidos en 2014
no serán los mismos que los del 2020.

Página | 27
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9. Anexo I

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