Martin Lutero La Rebeldia Frente Al Papa

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Martin Lutero.

Lutero: las 95 tesis la rebeldía-religiosa y política

Por José Daniel García Sánchez

PhD en filosofía

«He examinado mi conciencia cuidadosamente. Nunca daré el caos por bienvenido, ni


haré saltar puentes por los aires, ni derogaré conceptos. No soy un anarquista» (2).
Para 1926, después de la inmensa aventura del dadaísmo, en el ensayo «El artista y la
enfermedad del tiempo», establece ya la ignición vanguardista: «En tanto intente [el
artista] llegar al fundamento de la Naturaleza sin creer en la figura del Creador, de
acuerdo con la prevalencia de sus emociones o de su intelecto, se verá colmado bajo
un Caos proteico o una abstracción geométrica» Para 1915, el aún idealista Ball no lo
concebía bajo el concepto de «caos», como apunta a propósito del anarquismo en
sus Diarios:
“Lo que escribió Lutero a Staupitz en 1518 “es que los hombres depositen su
confianza, no en oraciones ni en méritos ni en obras propias, sino sólo en Jesucristo,
porque no nos salvaremos sino por la misericordia de Dios En estas palabras Lutero
esboza la la esencia de su 95 tesis, que lo llevó al enfrentamiento con Roma. Doctrina
compuesta de dos partes esenciales: la justificación a través de la fe —sola fieles— y
las Escrituras como única fuente de autoridad religiosa —sola escritura.
En junio de 1505, Lutero entró al convento de los ermitaños–agustinos de Erfurt,
llevando en sus inquietudes religiosas el germen de la Reforma Pues, como apunta De
Lamar Jensen, si bien Lutero justificó su entrada al convento como consecuencia del
voto hecho durante una repentina tormenta eléctrica en la que se sintió cerca de la
muerte; ésta fue, sin embargo, únicamente el catalizador de la gran ansiedad que
sentía respecto a sus convicciones religiosas, específicamente, sobre la dificultad de
obtener la salvación a través de buenas obras. Así que “nadie señaló con el dedo al
agustino de Erfurt y de Wittenberg el camino que había de seguir. Lutero fue el
artesano, solitario y secreto, no de su doctrina, sino de su tranquilidad interior”.
De tal modo que, durante años, su vida monástica consistió en una
constante anfechtung—asaltos de duda y terror por su situación delante de Dios. La
rigidez de su vida en el monasterio, de sus penitencias y exigencias, no bastó para
brindarle la seguridad de la salvación. Sin embargo, gracias al doctor Staupitz, Lutero
fue enviado a la Universidad de Wittenberg, donde se doctoró en teología en 1512 y se
convirtió en lector de teología. Fue entonces que Lutero encontró en el Evangelio y,
después de tanto tiempo, la tranquilidad que buscaba a través de la apropiación de la
doctrina paulina de la justificación por la fe:
Cuando el hombre no encuentra nada dentro de sí que le pueda salvar. Éste es el
momento en el que advierte la promesa y la oferta divina que dice: ‘¿quieres cumplir
todos los mandamientos [...] verte libre de los pecados a tenor de lo exigido por la ley?
Pues mira: cree en Cristo; en él te ofrezco toda gracia, justificación, paz y libertad; si
crees lo poseerás [...la base de la fe’ [... ] Esto significa que la fe, compendio de la ley
entera, justificará a quienes la posean, de forma que no necesitarán nada más para ser

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justos y salvos [...] ‘La fe de corazón es la que justifica y salva’ (Epístola a los Romanos,
cap. 1)
De este modo, satisfacía Lutero no sólo su propia necesidad sino la de la incipiente
sociedad renacentista de una fe fundamentada en las Escrituras; de carácter personal
e interior y centrada en la figura de Cristo. Y, más importante, despojaba a la Iglesia
Romana de la exclusividad de la salvación. Lutero había encontrado en las Escrituras,
en la respuesta a su inquietud individual, un argumento concluyente contra uno de los
principios fundamentales de la hegemonía de la iglesia romana: la salvación sí era
posible fuera de la iglesia, a través de un acto estrictamente personal no
regulable: sola fieles.
Resulta evidente entonces la importancia del segundo principio fundamental de
Lutero: la autoridad suprema de las Escrituras. Pues en ellas se encontraba el único
fundamento a la doctrina de la justificación por la fe, a la posibilidad de la salvación
fuera de la Iglesia Romana. Eventualmente, según las mismas Escrituras, éstas son la
fuente de la fe y, consecuentemente, necesarias para la vida de cualquier cristiano: “Lo
único que en el cielo y en la tierra da vida al alma es la palabra de Dios. Nada más
necesita si posee la palabra de Dios... para actuar y fortalecer esta fe de manera
permanente”. Y más aún:
Nadie está justificado excepto el que cree en Dios, como está dicho en la Epístola a los
Romanos I:17 y en Juan III:18 [...] Por tanto, la justificación de un justo y de su vida
como hombre justo constituye su fe [... ] La fe no es más que creerlo que Dios promete
o dice [...] Cualquier cosa destacable que leemos que sucedió en el Antiguo o en el
Nuevo Testamento, leemos que fueron hechas por la fe, no por las obras, no por una fe
general, sino por una fe dirigida [...] Yo aplaudo y sigo a la Iglesia en todo. Sólo me
opongo aquellos que, en nombre de la Iglesia Romana, quieren construir una
Babilonia para nosotros, como si la Sagrada Escritura ya no existiese.
De este modo, al tiempo en el que Tetzel recorría los territorios aledaños a Sajonia con
su exitosa venta de indulgencias, Lutero ya había resuelto sus inquietudes personales,
y estructurado sus doctrinas en los cursos impartidos en la Universidad de Wittenberg
sobre las epístolas paulinas; doctrina que desafiaba dos de los mayores fundamentos
del poder Romano: la exclusividad de la salvación —al ser ésta ganada personalmente
a través de la fe— y la autoridad papal —al ser la Biblia la única autoridad en asuntos
espirituales—. Entonces, con el asunto de las indulgencias, las ideas de Lutero —cuyas
implicaciones probablemente él mismo desconocía— se hicieron eco a lo largo de
todo el imperio en las aspiraciones nacionalistas del pueblo germano, y llevaron a
Lutero y a su doctrina al rompimiento con Roma.

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ANALISIS
de las indulgencias -análisis de las tesis de Lutero
es “el primer eslabón de una cadena que une a Wittenberg con Worms”. Una cadena
que une el descubrimiento de la teología personalista de Lutero con su papel de
agente de cambio, de maestro y predicador de la Reforma.
Algunas fuentes le dan mucha importancia al papel de Tezel y la venta de indulgencias
realizada en las fechas conforme a la “compra” del Obispado de Maguncia por Alberto
de Hohenzollern y su deuda con la casa de Fugger, como catalizador de la publicación
de las tesis. Sin embargo, otros autores, principalmente Lucien Febvre, consideran que
la acción de Tezel en suma tuvo poca importancia:
¿Así, pues, Tezel? Sin duda. Pero, en primer lugar, fijémonos en la fecha. El 31 de
octubre es la víspera de Todos los Santos. Y el día de Todos los Santos era cuando cada
año los peregrinos acudían [...] a Wittenberg, para ganar los perdones visitando las
reliquias [...] La indulgencia predicada por Tezel: bien. La indulgencia adquirida en
Wittenberg igualmente
Partiendo del análisis del contenido de las Tesis: “Todo cristiano verdaderamente
arrepentido tiene la debida remisión plenaria de la pena y de la culpa, aun sin la
adquisición de las cartas de indulgencia [...] El tesoro verdadero de la Iglesia consiste
en el sacrosanto evangelio”. Lutero “une, con el más estrecho de los lazos, su doctrina
sobre las indulgencias a su doctrina general, a su concepción en conjunto de la vida
cristiana”basada en la fe como único medio de salvación y en la Escritura como única
fuente de autoridad teológica.
Por otro lado, la publicación de las 95 tesis generalmente recibe, para el efecto de
revisar el rompimiento con la Iglesia, una mayor atención de la que requiere. ¿Si
verdaderamente éstas consisten el acto rebelde de Lutero, si realmente éstas
desafiaban en sí la autoridad papal, porqué la respuesta de Roma —la bula papal—
llega hasta 1520? Es más, después de 1517 Lutero no sólo continúa enseñando en la
universidad de Wittenberg, sino que incluso logra hacer triunfar sus tesis en el
capítulo agustino en Heidelberg a principios de 1518 ¿Qué sucedió en esos dos años
en los que las represalias de Roma tardaron en llegar? ¿Cuál fue en realidad el
detonante del rompimiento de Martin Lutero con la Iglesia Romana?
La doctrina de Lutero de la justificación por la fe y la gracia y la importancia de las
escrituras, eventualmente llevaría, como se desarrollará coloquio, a disputar la
autoridad de la Iglesia. Un asunto que, a diferencia de la relativa insignificancia de las
indulgencias, conducía necesariamente al cuestionamiento de la autoridad papal, la
estructura eclesiástica y del statu quo y, consecuentemente, al enfrentamiento directo
con Roma. Aparentemente, Lutero “no comprendió cabalmente las consecuencias de
su interpretación de las Escrituras [el fundamento de su teología]” en un principio.
Esto explicaría su tono conciliador —“Yo aplaudo y sigo a la Iglesia en todo”— de un
principio. ¿Cuándo se dio cuenta de las implicaciones de su teología que hasta
entonces había permanecido inofensiva dentro de los muros universitarios?
En 1518, Lutero es llamado a compadecer en Augsburg frente al cardenal Cayetano. La
respuesta de Lutero fue todavía más contundente: “la Biblia tiene primacía sobre

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todos los decretos [...] Su Santidad abusa de la Escritura. Yo niego que esté por encima
de la Escritura”. La reacción de Cayetano fue simbólica de la posición de la Iglesia
frente a las ideas de Lutero y su teología que rescataba el fundamento de las
Escrituras: “explotó y le gritó a Lutero que no volviese a menos que fuese para
retractarse”. Ante el fracaso del encuentro la situación se torna peligrosa, Staupitz
intenta reunir dinero para mandar a Lutero a París y lo releva de su voto de
obediencia para que pudiera huir libremente. Lutero finalmente regresa a Wittenburg
presintiendo el fin. Entonces, Federico decide protegerlo mientras no se haya
entablado contra él ningún juicio justo y se le declare culpable. Después, Lutero goza
de un breve tiempo de paz que, sin embargo, habría de llevarlo únicamente a una
segunda disputa en la que, esta vez, el rompimiento sería definitivo.
En 1519, Lutero escribe: “Eck, mi hombre astuto, quiere arrastrarme a nuevas
disputas”. Y en efecto, el profesor Johannes Eck de la Universidad de Ingolstad, rival de
Lutero, desafío a Andreas von Karlstadt, uno de sus colegas, a debatir en Leipzig en
julio de 1519. Lutero insistió en acompañarlo y tomar parte en el debate. En la
primera semana del encuentro, Eck fácilmente derrotó al viejo Karlstadt. Cuando
Lutero se unió al debate el 4 de julio, Eck logró desviarlo hacia la exposición de su
doctrina, haciéndolo desafiar públicamente la autoridad papal y de los concilios
eclesiásticos e identificarse con las ideas de Huss —considerado oficialmente como
hereje.
Fue en estas disputas formales, en Augsburgo y en Leipzig, en las que, a los ojos de
Lutero, la intransigencia de Cayetano y de Eck como partidarios del papado, parece
haber llevado a Lutero a apreciar la verdadera naturaleza excluyente de su nueva
teología con la autoridad romana. Así, la resistencia de Roma a aceptar la crítica del
humilde teólogo, en la insignificante cuestión de las indulgencias, despertó al
Reformador nacido del fuego del debate y la disputa, dispuesto a desafiar la autoridad
de Roma hasta la muerte.
En consecuencia, una vez que Lutero comprendió cabalmente las implicaciones de
su nueva teología, y con ello su papel de profeta, y al movimiento que encabezaba
como “la causa de Dios” no tardó en confirmarse en el papel que ya se atribuía de
tiempo atrás: “Dios no sólo me conduce, me arrebata, me empuja”. Entonces y, como
consecuencia de los debates, Lutero emprendió una nueva etapa de escritura
programada. Es el momento de la publicación de sus obras reformadoras, manifiestos
“que eran...declaraciones de guerra”. la libertad del cristiano, a la nobleza cristiana de
la nación alemana sobre la reforma de la cristiandad y la cautividad babilónica de la
Iglesia, fundamentados en su nueva teología En diciembre del mismo año, Lutero
quemó públicamente la bula de excomunión. La ruptura había sido consumada. “Tres
semanas después, León X emitía otra bula en la que [lo] excomulgaba definitivamente
filosofía religiosa luterana
Para nuestros fines, consideramos que exponiendo la teología de Martín Lutero
estamos definiendo, al menos en parte, qué es el protestantismo. Decimos en parte,
porque el protestantismo contiene muchas teologías particulares, que si bien parten
de una base común, con sus diferencias determinaron (y determinan) el origen y la
existencia de numerosas iglesias protestantes. Pero no es nuestro objetivo hacer aquí
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un estudio comparativo de las diferencias doctrinarias que llevaron a la existencia de
las mismas.
Volviendo a nuestro tema en este coloquio la revolución de la fe, nunca insistiremos
demasiado en la enorme alteración y crisis que significó la Reforma. Una clave de
interpretación posible de la teología luterana sería considerarla como un agustinismo
extremo por un lado, y como una simplificación de la teología medieval basada
principalmente en el tomismo, por otro. Como nos dice Wolin respecto a esto último,
para Lutero “la verdad pura sería descubierta eliminando las complicaciones
artificiales acumuladas con el tiempo”.20
Tampoco podemos dejar de tener en cuenta que la teología de Lutero nos va a remitir
siempre a un énfasis puesto en el cristiano individual.
Si tuviéramos que mencionar sintéticamente las ideas-fuerza de la teología luterana,
lo haríamos mencionando cinco puntos claves de la misma, a saber:
1) para Lutero la libertad es algo perteneciente a ala esfera intima de la persona ,al
hombre interior , lo cual implica un sometimiento del hombre exterior , al sistema
de las autoridades terrenales . 2) La separación de la persona respecto de la obra ,
persona y oficio e manifiesta como una doble moral, justificación por la no libertad
real, por lo tanto desigualdad como consecuencia de la libertad e igualdad
interiores .
3 (Es claro y notorio que con la irrupción de las ideas de Lutero en la polémica
religiosa de la época se va a poner en cuestión (no por primera vez por cierto) el papel
de supuesto representante de Dios en la tierra del papa, y la necesaria intermediación
del clero en la relación entre Dios y los hombres. Va a colaborar en ese proceso, y
mucho, el hecho de que el reformador alemán presentará a la Biblia como máxima
autoridad en los asuntos teológicos para el cristiano; relegando a la tradición y la
patrística católica. La historia tradicional considera a Martín Lutero como el hombre
que llevó la Biblia al pueblo llano al traducir el Nuevo Testamento al alemán. Pero
sería injusto no recordar el papel similar que cumplieron otros personajes en esa
labor, incluso con anterioridad, como señalamos en la introducción.
(Martin Lutero genera una nueva interpretación de ciertos textos bíblicos cómo
Lutero llega a la doctrina central, al punto nodal de su teología: el solidísimo o
justificación por la sola fe. Escribe un comentarista que “la piedra angular de la
teología luterana y el punto de partida de todas sus reflexiones, incluidas las políticas,
es la tesis de que sólo la fe en Dios hace justos a los hombres”.22 Por eso consideramos
central esta doctrina no sólo en el contexto de la teología del monje alemán, sino
también para entender algunas de sus posiciones políticas que abordaremos más
adelante. Todo lo que el hombre haga, aunque se trate de buenas obras, son inútiles
para lograr su justificación y salvación. Recordando el título del libro que escribió
como respuesta a El libre albedrío, de Erasmo, en 1525, la voluntad del hombre es
esclava del mal. Sólo por la gracia de Dios se llega a la justificación por la fe. Esto,
aparte del alivio que significó para la vida del angustiado Lutero, va a ser una
afirmación revolucionaria para la cristiandad de la época, que sostenía que las obras
jugaban un papel relevante en la justificación, idea que se reflejaba, entre otras
prácticas, en la vida y disciplina monástica que Martín Lutero terminaría por rechazar

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y condenar. Las obras sólo podían ser consecuencia de la fe. Es el mismo Lutero quien
en uno de sus sermones, en 1538, entre otros escritos que llegaron hasta nosotros,
explicita toda esta doctrina:
En tal sentido hemos oído predicar a menudo que somos hechos justos ante Dios por
medio de la fe, con exclusión de toda obra y mérito propios; pero una vez que nuestra
justificación ha llegado a ser una realidad, no debemos vivir sin hacer buenas obras.24
O en otros términos, como afirma más adelante en el mismo sermón en una frase que
se la puede leer también como crítica con respecto a la vida monástica que él mismo
practicó a la vez que como apoyo a su doctrina de la justificación por la sola fe
(solidísimo) que venimos exponiendo: “Ahora sé con toda certeza: Dios no mirará el
hábito y la tonsura monacales, sino a su Hijo Jesucristo que ha borrado mis pecados”.25
Con la idea de sacerdocio universal de los creyentes queremos definir la concepción
luterana que afirma que todos los creyentes son iguales, en el sentido de que
cualquiera de ellos podría ejercer el sacerdocio o ministerio, o dicho en otros
términos, predicar. A partir del pensamiento luterano cualquier miembro de la
comunidad de creyentes puede cumplir ese rol. Va a ser una cuestión de función, no de
jerarquía.
: “Como destacó Lutero, el sacerdocio no denotaba poder ni autoridad sino <cargo>, es
decir, una función definida”.
Lutero sostenía una idea de iglesia como simple hermandad de creyentes en sus
opiniones tempranas por lo menos, ya que más adelante y producto de la coyuntura
política, tendería a remarcar la necesidad de la iglesia como institución visible y no
como una “sociedad invisible de santos”.
Pero volviendo al tema central propuesto en este coloquio, la relación libertad –
autoridad en Lutero en su proclama de las 95 tesis, de la igualdad de los cristianos,
debemos decir que Lutero, este monje alemán limitaba esta igualdad al interior de la
comunidad de creyentes; considerando a los cristianos como si ocuparan un rango
superior. Esta “concepción radical de la pertenencia cristiana”, , se oponía a la idea de
orden social basada en una jerarquía, que predominaba en su época y que tenía sus
raíces en el pensamiento filosófico griego, desde Platón y Aristóteles.
.

Para iniciar el desarrollo este punto de la teología luterana creemos oportuno citar al
propio Lutero en su manifiesto de 1520 dirigido a la nobleza alemana donde nos dice
al respecto:
Ya que todos nosotros somos igualmente sacerdotes, nadie debe darse importancia y
atreverse a desempeñar ese cargo sin nuestro consentimiento y nuestra elección, pues
todos tenemos igual poder; lo que es común nadie puede tomarlo por sí mismo sin la
voluntad y mandato de la comunidad (…) Por ello, en la cristiandad, un orden
sacerdotal no debería ser otra cosa que un cargo.30
(Y es el mismo Lutero quien en uno de sus sermones en 1538, entre otros, explicita
toda esta doctrina:

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“En tal sentido hemos oído predicar a menudo que somos hechos justos ante Dios por
medio de la fe, con exclusión de toda obra y mérito propios; pero una vez que nuestra
justificación ha llegado a ser una realidad, no debemos vivir sin hacer buenas obras”.32
Aquí también aparece una cuestión doctrinaria distintiva de la teología luterana y que
aún sigue presente en las teologías protestantes: las obras consideradas como la
consecuencia de la fe. Pero dejemos este aspecto de la teología luterana que será trata
a mayor profundidad en la segunda conferencia por el filosofo Jorge Aurelio días
.
Ahora bien, ¿en que consiste la idea luterana de libertad ? pablo, el apóstol cristiano
,afirma epístolas ro ,13,8 el cristiano es libre ,señor de todas las cosas y no esta sujeto
a nadie . el cristiano es servidor de todas las cosas y esta supeditado a todos 1.enla
afirmación de pablo se observara contradicción se es libre ,pero no esta sometido ,
dueño de todas las cosas y no es de nadie, se refiere pablo al hombre interior , ala
libertad como persona, . en la segunda frese sobre la justicia – el hombre cristiano es
servidor de todas las cosas y esta supeditado a todos , aquí se refiere al hombre
exterior , ósea que donde el hombre escribe es libre , no puede hacer nada y donde es
servidor d todos es servidor de todos , debe hacerlo todo.
Lutero por el alma se le llama al hombre espiritual por la carne y la sangre se le llama
corporal. Se establece así claramente el dualismo , separación, que se establece en las
sagradas escritura en dóndes expresa la contradicción entre la libertad y la
servidumbre, pero la contradicción se observa claramente una
LAS POSICIONES sobre el hombre interior
Uno de los méritos de Lutero fue sin duda separar el lenguaje teológico de las
categorías políticas..
Se puede decir que se necesita para ser bueno que el punto de partida de todas las
sobre la libertad es una justificas sostenidas por el monje alemán está dado por la
distinción que establece entre los llamados dos “reinos”: el temporal o secular o reino
del mundo y el espiritual o reino de Dios. Si bien esta distinción ya existía durante
toda la Edad Media, es importante destacar que a diferencia de lo que venían
sosteniendo la mayoría de los teólogos escolásticos, Lutero no va a afirmar la
superioridad del orden espiritual sobre el orden temporal. Las maldades ,son
corporales , externa al ala persona , por el cuerpo el hombre es sano, vigoroso. Pero
Se expresa que el reformador alemán “separó con el máximo rigor el orden espiritual
del temporal”,37 pero como veremos más adelante esta afirmación debe ser matizada
si queremos acercarnos con más precisión al pensamiento ético de Lutero.
En el reino del mundo debe gobernar la espada y en el reino espiritual la palabra de
Dios. En cuanto al gobierno temporal, nos dice que existe por la maldad de los
hombres y para proteger a los buenos. Es indispensable para evitar que el mundo
caiga en el desorden completo: “está bastante claro que es voluntad de Dios que se
emplee la espada y el derecho seculares para el castigo de los malos y para la
protección de los buenos”38 o como dice en uno de sus sermones “es obligación de las

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autoridades castigar a los malos. Esta es la función que Dios asignó a la autoridad
secular; ella lleva la espada”.39
Pero hace una aclaración importante: si todos los hombres fuesen cristianos
consecuentes o verdaderos cristianos no sería necesaria la espada del gobierno
secular: “Si todo el mundo fuese cristiano, es decir, si todos fueran verdaderos
creyentes no serían necesarios ni útiles los príncipes, ni los reyes, ni los señores, ni la
espada ni el derecho… [porque] todos los cristianos tienen una naturaleza por el
espíritu y por la fe para obrar bien y justamente…no necesitan para sí mismos
ninguna ley ni ningún derecho”.40 De esto se infiere que si bien Lutero no consideró
que el orden espiritual y sus instituciones estuvieran, en cuanto a autoridad, sobre el
orden temporal; sin embargo considera a los cristianos, “los verdaderos creyentes”,
por sobre el resto de los hombres. Esto nos sugiere que la supuesta igualdad derivada
de su idea teológica del sacerdocio universal o de la posibilidad de cada hombre de
interpretar libremente la Biblia sólo es aplicable al interior de la comunidad cristiana,
lo cual hace que tengamos que ser prudentes al intentar relacionar estas ideas con la
idea de igualdad entre los hombres tal como va a surgir posteriormente en el
pensamiento occidental.
En definitiva, podemos decir con Lutero establece que la libertad incluye la no libertad
real en un sentido positivo y negativo. “Lutero…rechazaba con vehemencia toda
distinción jerárquica entre creyentes cristianos; sin embargo, presupuso que una
jerarquía social era natural y necesaria…”.41
Una vez establecida la necesidad del gobierno secular, Lutero va a expresar el deber
de obediencia que tienen los hombres hacia las autoridades. Para ello fundamenta su
posición, al igual que en el caso de su teología, en los escritos de Pablo y San Agustín.
Citaremos el texto bíblico clásico sobre estos temas, que va a servir de apoyo a la
posición luterana y que fuera escrito por Pablo en su Epístola a los Romanos:
Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de
parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se
opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean
condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al
que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y
tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo
malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador
para castigar al que hace lo malo. (Romanos 13:1-4)
Es decir, el cristiano debe obedecer a las autoridades porque éstas existen por
voluntad de Dios. Desobedecer a la autoridad es desobedecer a Dios mismo. El
magistrado es el servidor de Dios y “en el uso de la espada el gobernante y sus
hombres actúan como instrumentos de Dios”.42
Por lo tanto, no había ningún motivo o justificación posible para la desobediencia a las
autoridades, ni siquiera cuando se sufre injusticia o maldad por parte de las mismas:
“el que la autoridad sea mala o injusta no excusa el motín o la rebelión”,43 como les va
a escribir a los campesinos rebeldes. Encabezado por Thomas muntser El hecho de
ser gobernados por príncipes injustos sólo sería expresión de la ira de Dios.

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Ahora bien, ¿qué sucede cuando un gobernante ordena algo que está en contra de la
conciencia cristiana de sus gobernados, o aún más, cuando les ordena creer en algo
contrario a su fe o deshacerse de ciertos libros? Sólo en estos casos Lutero va a
justificar la desobediencia basándose en el texto bíblico, que dice: “Es necesario
obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29). Pero va a ser una
desobediencia y resistencia pasiva: “no hay que resistir al mal sino sufrirlo; pero no
hay que aprobarlo ni servirlo ni secundarlo ni dar un paso o mover un dedo para
obedecerlo”.45
Además, en estos casos, el gobernante secular estaría superando los límites
establecidos por Dios para sus funciones. No puede obligar a nadie a creer o no creer.
Sería entrometerse peligrosamente en un terreno que pertenece al reino espiritual, en
el cual la espada secular no puede ni debe entrar en lucha: “[el poder secular] ha de
ocuparse de sus asuntos y permitir que se crea de ésta o aquella manera, como cada
uno quiera y pueda, sin obligar a nadie. El acto de fe es libre y nadie puede ser
obligado a creer”.46
Es hombre interior o espiritual no necesita o precisa ley u obra alguna , para Lutero
la fe es lo que da todo en abundancia y si el cristiano pretende ser justo y bueno
atreves de las obras ,perderá se gran posibilidad que es su fe y con ella todo lo demás
que los errores provienen de la confusión entre los dos órdenes o reinos, cosa que hay
que evitar. Pero esto no quiere decir que una misma persona no pudiera ejercer un
cargo eclesiástico y un cargo político al mismo tiempo (lo cual era muy frecuente en
esa época) ya que Lutero aclaraba que “hay que distinguir entre el oficio y la persona,
y entre la obra y el agente”.47 Sólo que no debían confundir la ley de Dios con la ley
civil. El hombre interior no requiere de obra alguna, encerrado en su libertad interior
no requiere de obra alguna, si no que le basta la fe , es por medio de la fe como el
cristiano dispone de todas las cosas , porque dios lo establece.
el hombre interior esta justificado por la fe y en su posesión de todos cuando
precisa , aunque su fe tendría creciendo . el hombre esta en el mundo o no puede
acudir legítimamente a la rebelión aunque las autoridades sean manifiestamente
malvadas o injustas, ¿quedarán estas autoridades sin castigo y oprimiendo al pueblo
permanentemente? Sólo el tiempo que Dios lo considere necesario, ya que como
dijéramos antes, Lutero pensaba que si gobernaba un tirano era por causa de los
pecados y la maldad del pueblo y, llegado el momento, Dios podía derribarlo, por
ejemplo, despertando “a una autoridad extranjera como los godos contra los romanos
(…) En todas partes hay venganza, castigo y peligro suficientes para los tiranos y para
la autoridad y Dios no les deja ser malos con alegría y en paz”.
Interés por las cuestiones políticas no le faltaron al reformador. Engreimiento
aparte Lutero tenía que poseer una comprensión adecuada de la esfera política para
saber exactamente cómo dicha esfera había desviado a la iglesia y a su mensaje de la
senda original. Su análisis eclesiológico, misiológico y doctrinal se orientó a eliminar
toda referencia a lo político al grado que suele reconocérsele el mérito de haber
elaborado un discurso en tales materias purificado de matices políticos.[3] Lo
inesperado consistió en que este interés por la despolitización de lo eclesial

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terminaría influyendo profundamente el desarrollo posterior del pensamiento
político.
Lo primero y quizás más determinante fue identificar con precisión aquellos
elementos que hacen de lo político lo que es. Tarea irrenunciable para alguien que se
impuso como meta separar el terreno a reformar (la iglesia y su doctrina) de aquel
otro que lo había desfigurado (la política). Efectivamente, la crítica de Lutero al
papado se sostuvo sobre la base de que éste tenía todas las características del poder
político y lo demuestra el lenguaje utilizado por el reformador para demandar un
cambio radical en la institución símbolo de la autoridad eclesial. De la misma manera,
los cambios requeridos en la doctrina y la práctica de la iglesia se justifican por su
asociación con el ámbito político.
Tres escritos programáticos.
La actitud crítica y de rechazo se hizo más aguda a partir de 1520 año que señala
su ruptura con el pensamiento teológico medieval. Esa ruptura y esos embates se
evidencian en los tres escritos que son considerados como los tres tratados definitivos
de reforma y que fueron publicados, en su orden, en agosto, octubre y noviembre de
aquel año: Primero, An den christlichen Adel deutscher Nation von des christlichen
Standes Besserung, A la nobleza cristiana de la nación alemana; segundo, De
captivitate Babylonica Ecclesiae, La cautividad babilónica de la Iglesia; y, tercero, Von
der Freiheit eines Christenmenschen, De la libertad del cristiano.[4]
A la nobleza cristiana de la nación alemana es una carta abierta, un auténtico
llamamiento a los príncipes alemanes –el sentido que le da al término nobleza es
equivalente a autoridades civiles- a participar en el movimiento de reforma que ya
estaba en efervescencia y por ello fue escrito en alemán.[5]
Urge Lutero a las autoridades civiles a que adquieran un compromiso de poner sus
capacidades al servicio de una profunda y sacra reforma que tire por el suelo los tres
muros que mantienen cautiva a la iglesia. Estos muros son, en realidad, tres
postulados en los que está atrincherada Roma que no permiten la liberación de la
iglesia y que hay que destruir: Primero, el reclamo romano de que el poder espiritual
está por encima del poder temporal; segundo, el derecho que Roma se adjudica de ser
la única intérprete de las escrituras sagradas; y, tercero, que sólo el Papa puede
convocar a un concilio.
El reformador propone que uno a uno esos muros caerán si respectivamente se
universaliza el sacerdocio de todos los creyentes, se le concede a cada cristiano
interpretar las escrituras y se acepta que históricamente hubo concilios convocados
sin la anuencia o iniciativa del Papa.
Pero Lutero supo apelar, a la vez, a los sentimientos nacionalistas tanto como a la
autonomía del gobierno terrenal. De hecho desde hacía tiempo algunos de los
príncipes no veían con buenos ojos que el papado extrajera dineros de los bolsillos de
sus gobernados.[6]
Lutero, pues, urge a los príncipes a empezar por resistirse a pagar tributos a Roma
los cuales llegó a considerar completamente innecesarios.[7] De ahí a que se diera la
abolición de otras prácticas e instituciones católico-romanas no había más que un
paso.
El segundo escrito citado, La cautividad babilónica de la Iglesia, es una exposición
más estrictamente teológica por lo que fue originalmente escrita en latín. Su propósito

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fundamental es romper con toda la tradición sacramental de Roma, con el monopolio
romano de la exégesis bíblica, proponer la necesidad de una reforma de la curia y,
finalmente, asentar que de acuerdo con la sagrada escritura no hay sino dos
sacramentos, a saber: el bautismo y la eucaristía.
Lo importante para lo que nos interesa es el enfoque y el tratamiento que da al
asunto. Como puede verse en la Introducción escrita por Lutero confiesa que dos años
atrás había hecho referencia a las indulgencias en un texto de cuya publicación ahora
se arrepiente porque entonces, asegura, me encontraba sumido en una fuerte
admiración supersticiosa por la tiranía romana y pensaba aún que podía cambiar las
cosas dentro de la iglesia, tarea que ahora le parece como el trabajo de Sísifo (inútil).
Hoy está convencido que todo aquello no es más que una imposición arbitraria de los
impostores romanos para destruir tanto la fe como la fortuna de los hombres.
Literalmente afirma que la cuestión sacramental se ha vuelto una especie de feria en
la que se vende y se compra:
Ahí tienes la explicación de las participaciones, dividendos, de las cofradías, de los
sufragios, de los méritos, de los aniversarios, de las memorias; todos esos negocios
que se venden, se compran, se ajustan, se componen en la iglesia, y de los que depende
por entero la subsistencia, la manutención de los curas y
Lutero emplea la figura política de la cautividad para luego proponer una
liberación. De hecho el título de la obra es no sólo un recuerdo sino una actualización
de la experiencia vivida por los judíos -siglo VI antes de Cristo- bajo Nabucodonosor
rey babilónico y conquistador expansionista quien después de tomar Jerusalén
arrancó de su tierra a innumerables judíos que, en condición de cautivos cruzaron
más de mil kilómetros hasta Babilonia donde fueron sometidos durante muchos años
a ignominiosa esclavitud. Así la carta abierta de Lutero refleja un análisis de la
situación de los estados cristianos de corte profundamente jurídico como político.
El tercer texto, De la libertad del cristiano, fue pensado para que cualquier persona
clérigo o laico se enterara de su contenido y se convenciera de la importancia de la
libertad cristiana, por tal motivo fue publicado tanto en latín como en alemán.
Al inicio Lutero coloca una carta dirigida al papa León X en la que explica que nada
tiene contra su persona; que, por el contrario, lo considera un hombre prudente e
inteligente que, lamentablemente, se encuentra atrapado literalmente por la
burocracia eclesiástica incapaz, insolente y reacia a los cambios. Lutero siente mucho
que la situación del papa sea la de Daniel en el foso de los leones o la de una oveja en
medio de lobos.
Se trata de una obra nada confrontativa, como si lo habían sido las dos anteriores,
sino profundamente espiritual en la cual, básicamente, denuncia la justificación por
medio de las obras como un esfuerzo humano totalmente inútil y apuesta por la
justificación en base a la libérrima gracia divina.
Como lo describe Teófanes Egido:
En la Libertad se afronta otra liberación más profunda, y esta vez sin los tonos
violentos anteriores: l liberación universal, interna, espiritual, del cristiano en virtud
de la fe.[8]
De nuevo, no nos interesa aquí la discusión teológica propiamente dicha, sino la
manera de abordarla y el lenguaje utilizado. Para él la justificación basada en la sola

11
gratia, sola fide, sola scriptura, debe ser más que suficiente por lo que el cristiano se
encuentra en libertad. No necesita atarse a yugos institucionales o sacramentales que
son manifestación de una autoridad que ha excedido sus límites y perdido su carácter.
Por esta razón es legítima cualquier resistencia que el individuo presente frente a
todo aquello que amenace su cristiana libertad. La conciencia del cristiano, guiada
exclusivamente por el espíritu y orientada por la escritura sagrada, se basta a sí
misma.
No sólo se ha renunciado al autoritarismo de una iglesia que utilizaba el poder
público para prevalecer sobre los hombres y anularlos sino que también se rechaza
todo poder público que quiera justificar sus abusos con argumentos religiosos o
“espirituales”. Lutero es pues un auténtico monumento a la libertad de conciencia cosa
que demostró hasta la saciedad, en vida, sobre todo en la dieta de Worms en la que
estaba en juego su propia vida y en la que demostró una enorme valentía.
En aquél momento parecía que la libertad no podía encontrarse en otra parte más
que volviéndose hacia la propia vida interior, a la propia subjetividad. Como bien lo ha
entendido –y vivido en carne propia- el famoso teólogo católico de Tubinga, Hans
Küng:
…por propia experiencia sé que esa libertad hay que conseguirla una y otra vez en
la iglesia. Por ello hablo a continuación de la libertad como un don y como tarea, una
tarea notablemente difícil, porque la amenaza de la libertad desde adentro es
realmente más peligrosa que la amenaza desde fuera. Cuando la amenaza viene del
mundo de fuera, el cristiano puede encontrar protección, refugio y libertad en la
Iglesia (por ejemplo, en las Iglesias de la encerrada República Democrática Alemana
pronto se haría eso realidad con toda claridad); pero cuando la amenaza a la libertad
en la Iglesia viene de dentro, el cristiano sólo puede encontrar protección, refugio y
libertad en sí mismo, en el sagrado reducto de su conciencia libre.[9]
La experiencia de Küng fue exactamente la experiencia vivida por el reformador
alemán. Con la gran diferencia de que Lutero vio cómo aquella necesaria libertad
interior se desbordaba a sí misma reclamando y produciendo un entorno histórico-
espacial que le fuera propicio.
De esta manera lo que el reformador consideró grave opresión, reducción del
ámbito de la libertad del creyente y violación de sus derechos condujo a rechazar
la tiranía romana y a presentar viva resistencia a semejantedictadura.
Utilizando ese lenguaje que invita e incita a la acción no es extraño que estos tres
escritos sean considerados desde un punto de vista teológico como el pivote sobre el
que dio un giro completo la historia del cristianismo y de la iglesia. Para motivos de
este trabajo resulta igualmente determinante aquella trilogía literaria. Entre los tres
abarcan igual número de áreas de la vida en sociedad en las cuales el pensar de Lutero
resultó teniendo un impacto innegable y duradero: La función del clero, la iglesia y la
religión; el papel del gobierno civil; y, la importancia de la libertad individual.
Tres principios fundamentales de la vida en sociedad.
Como quedó claro, los objetivos de Lutero no eran de carácter político, eran
eminentemente religiosos, teológicos o espirituales; es más, al principio ni siquiera
quería provocar un cisma dentro de la iglesia ya que aspiraba a su renovación o
rescate. A iniciar todo un movimiento separado de la iglesia es obvio que fue obligado
por las circunstancias. Aún así, las ideas sustentadas por él en torno a la auténtica

12
misión de la iglesia, del clero y del evangelio en el mundo resultaron teniendo una
profunda incidencia en el pensamiento político hasta nuestros días.
El primer principio.
Harto de ver cómo, desde Constantino, la organización eclesiástica había
terminado por imitar al calco la del imperio político, Lutero se dio a la tarea de
impulsar la expulsión de lo político del ámbito eclesial y sin proponérselo contribuyó
a que las esferas del estado y de la Iglesia se mantuvieran separadas. Este primer
principio desarrollado por el pensamiento reformado, al que vamos a hacer referencia
a continuación, no fue ciertamente una propuesta exclusiva y original, como lo hemos
apuntado más arriba, pero lo que si hay que reconocer es que nadie hizo más por
concretar tal ideal que el reformador alemán y el subsecuente pensamiento
protestante.
De nuevo la argumentación no puede ser sino teológica. La experiencia de fe para
Lutero era un asunto completamente personal, íntimo, subjetivo y, en alguna medida,
místico. Lo externo, si mucho, es una ayuda, accesoria y secundaria: La asistencia a la
iglesia, el ministerio de los ministros, el cumplimiento de las obligaciones religiosas,
etc.; por lo tanto la fuerza nada puede hacer por “inducir” o provocar la experiencia
mística.
Es más el descarrío de la fe y el apartarse del camino de la verdad son hechos que
no se pueden enfrentar recurriendo al uso de la espada. La coerción, la amenaza de las
autoridades civiles, o la criminalización de tales procederes jamás podrán provocar en
el alma de los hombres el estado de gracia que produce la fe. De este modo la
autoridad civil deberá quedar confinada a un ámbito estricto separado del entorno de
la vida espiritual.
Ahora bien, es cierto que en algunos lugares el movimiento reformado se alió a los
príncipes como la única manera de prosperar y tener éxito. Al fracasar el intento de
reformar la iglesia por medio de un concilio hubo de buscarse el apoyo de los
monarcas locales quienes hacían causa común contra el papado, aunque por razones
mundanas. En inglaterra, por ejemplo, el movimiento reformado sentó sus reales
gracias a Enrique VIII. En Escocia como en Francia los protestantes calvinistas
emplearon en alguna medida el poder dado que se hallaban en una situación
minoritaria frente al partido dominante que era católico.
Sin embargo, aún en esos casos, se siguió manteniendo el principio de que la
libertad personal y de conciencia era lo más importante y los protestantes estaban
más que dispuestos a oponerse, ya no digamos al Papa, sino al mismo príncipe local de
resultar éste hereje o dispuesto a exigir conductas contra conciencia.
En otras latitudes los protestantes sólo llegaron a convertirse en un grupo
significativo, sin llegar a ser mayoritario, lo cual les ganó el respeto de parte de la
mayoría católica. Eso sucedió, en general, en los países del norte de Europa. Allí los
protestantes llegaron a ser una minoría importante a la que no era recomendable
tratar mal si se deseaba mantener el orden y la paz. La convivencia pacífica, fundada
en la tolerancia, fue la consecuencia. Por supuesto es fácil decirlo. La verdad es que en
ocasiones hubo enfrentamientos, sangrientos algunos, que fueron quedando como
testimonio de la era en que la tolerancia aún no había sido alcanzada. Ejemplo: La
Noche de San Bartolomé –París, noviembre de 1572- en la que fueron masacrados
varios miles de protestantes.

13
No fue fácil pero no puede dejarse de lado que la convivencia de diferentes
confesiones religiosas bajo un mismo gobierno y la separación de la iglesia y el Estado,
fueron efectos saludables derivados de los principios defendidos por la Reforma. No
fue sino hasta el siglo XVII que estas dos ideas de carácter eminentemente político
encontraron una clara defensa, difusión y formulación. Fueron Locke –y
Halifax quienes convirtieron aquellos principios en fundamentos de un buen gobierno
y de un correcto orden social.
Sabine afirma:
Nada hay más claro en el pensamiento político de Halifax y Locke que la pérdida de
importancia de los problemas doctrinales y eclesiásticos en comparación con la
posición de interés predominante que habían tenido antes. Locke había esperado en
su juventud una política de “comprensión” en la propia iglesia anglicana, y cuando
tuvo que desechar esa esperanza elaboró una teoría de tolerancia casi universal y de
separación práctica entre la iglesia y estado.[10]
Esta fue, sin duda una auténtica revolución en el ámbito de la filosofía política
cuyas saludables y fructíferas consecuencias nadie pudo prever. Después de mil años –
el tiempo transcurrido entre la obra de San Agustín y la de Martin Lutero- durante los
cuales se pensó, generalmente, que el poder secular y el sacerdocio eran
complementarios en una república cristiana, en un mundo cristiano, lo único que se
había logrado era un estado de guerra entre coronas y sotanas. Tenía que ser así pues
ambas fuerzas, la civil y la religiosa, pugnaban por tener más control sobre los
hombres, sus vidas y sus actividades.
Por fin la vida de los hombres disfrutaría de un poco más de seguridad y
certidumbre. Los gobernantes no dependerían más de la religión para contar con el
apoyo y el reconocimiento de los súbditos; y la religión no sería más una cuestión de
Estado, impuesta por la fuerza y acatada por el miedo.
Pero las últimas consecuencias de esta visión de los dos reinos continuaría por
mucho tiempo rindiendo frutos admirables. El proceso de secularización que implica
la visión luterana de las cosas terminaría por desencantar el mundo hasta producir la
revolución científica, emancipar los procesos productivos y potencializar el comercio.
En fin contribuyendo a mejorar la vida de los seres humanos dondequiera aquellos
principios fueron acogidos y puestos en funcionamiento. Esta es una verdad que la
historia se ha encargado de hacer valer. En todos aquellos lugares en los que los
hombres mantuvieron la estricta separación de la iglesia y el Estado, de la religión y la
política, se creó un clima propicio para la mejora sustancial de la vida humana.
La solución protestante fue sabia: que la religión se quede dentro del campo que le
corresponde pues no puede una cuestión privada convertirse en asunto público; y que
el poder ejercido por el gobierno se oriente a mantener el orden y garantizar la
armonía y la paz entre los ciudadanos.[11]
El segundo principio.
El segundo principio defendido por el pensamiento reformador fue el de la
libertad individual. Como quedó asentado más arriba, la libertad que le interesaba a
Lutero era aquella referente a la conciencia, a la posibilidad de creer religiosamente
de manera distinta a la manera oficial. Tenía mucho que ver aquella libertad con el

14
hombre interior y su autonomía frente a la autoridad eclesiástica y la civil que al fin y
al cabo, en su día, venían siendo lo mismo.
Por todas partes la mentalidad protestante inculcaba en sus adherentes la idea de
rechazo a la tiranía. Ciertamente los argumentos continuaban siendo religiosos o
teológicos pero su repercusión en la política era cada vez más clara.
En Francia, durante los años que siguieron a la sangrienta Noche de San
Bartolomé, los protestantes franceses (hugonotes) dieron a la luz pública una serie de
obras en las cuales se recordaba que el poder temporal era estrictamente mundano y
temporal. Que surgía de la voluntad popular y para cumplir encargos muy concretos
relacionados con la vida en sociedad por lo que su autoridad no podía jamás ser
absoluta.
Uno de aquellos trabajos que se ha ganado gran fama, aunque la cuestión de quién
fue su autor parece no haber terminado del todo, es Vindiciae contra
tyrannos (1579) que recogió casi todos los argumentos esgrimidos en otros trabajos
durante más de un quinquenio. El aprecio que la obra tuvo hizo que se la imprimiera
cada vez que las relaciones entre el monarca y el pueblo se tornaban difíciles.
No importa dónde sucedieran los hechos. Así vio la luz varias veces en la misma
Francia, en Inglaterra y en otros países.
La Vindiciae trata esencialmente la cuestión que si los súbditos están en la
obligación de obedecer a un príncipe que ataca las creencias religiosas de la población
u ordena algo contrario a la ley divina o, incluso, está haciendo peligrar la vida de la
sociedad con acciones opresivas o destructivas; y por supuesto se pregunta por qué
medios ha de darse la resistencia y a quién corresponde ejercerla y hasta qué punto.
Está claro que el autor de este texto tiene en mente una diferencia entre las
creencias religiosas del gobernante y las de la población. La convicción actual de que
las cuestiones religiosas no deben ser elevadas a la categoría de asuntos públicos es
ajena al pensamiento de ese momento. Aún así queda salvaguardado el principio de
que la sociedad es la depositaria de la soberanía y por lo tanto es legítimo que los
hombres salgan al rescate de la vida en sociedad amenazada por el absolutismo. Se
trata de una especie de contrato por el cual súbditos y gobernante vienen a constituir
un estado, reino, país o nación.
Un párrafo por demás claro tomado de la Vindiciae es el siguiente:
En primer lugar, todo el mundo acepta que los hombres aman por naturaleza la
libertad y odian la servidumbre; que, nacidos más bien para mandar que para
obedecer, no han admitido voluntariamente que les gobierne otro ni han renunciado,
por así decirlo, al privilegio de la naturaleza, sometiéndose al mandato de otros
hombres, sino por algún beneficio grande y especial que esperaban de ello… Y no
imaginemos tampoco que los reyes fueron escogidos para que destinasen a su propio
uso los bienes obtenidos con el sudor de sus súbditos; ya que todo hombre ama y
quiere lo suyo.[12]
El beneficio de vivir en sociedad bajo una autoridad destinada a proteger la
libertad individual y la propiedad ha llevado a los hombres a constituir el gobierno.
Clara la visión utilitarista del autor.
En este punto es importante destacar lo siguiente: Aunque el concepto luterano de
libertad era enfáticamente subjetivo, íntimo y personal era inevitable que pronto se

15
exportara al ámbito de lo externo y, sobre todo, a las relaciones entre gobernados y
gobernantes ya que en esta relación precisamente encontró Lutero las peores
violaciones a aquella libertad interior, espiritual.
Pero quien hizo más por desarrollar la valía de la libertad fue Juan Calvino y el
movimiento encabezado por él diseminado por Europa del que los mencionados
hugonotes eran una expresión en Francia.
El mismo Max Weber encontró en el pensamiento calvinista suficiente material
para las hipótesis contenidas en su célebre obra, La ética protestante y el espíritu del
capitalismo.[13] La cuestión a tener en cuenta es que si bien fue Lutero quien encendió
la chispa de la Reforma Protestante correspondió a Calvino la tarea de madurar y
exponer sistemáticamente las ideas reformadas.
Aunque Lutero aprovechó muy bien la imprenta y sus escritos suman como mínimo
sesenta mil páginas, el reformador alemán escribió frecuentemente respondiendo a
sus detractores y a cuestiones urgentes e impostergables. Siempre teniendo en mente
su principal idea: la emancipación de una Roma corrupta que había pervertido el
espíritu del evangelio. Juan Calvino por su parte recibió una educación más
humanística (París, Orleáns y Burges) y no sólo teológica sino, además, jurídica. Esto
último, particularmente, condujo a Calvino, conciente del derecho y del papel del
gobierno, a ocuparse de lo socio-político de una manera que no lo hizo Lutero.
Ahora bien nada nuevo se afirma cuando se dice que ni a Lutero ni a Calvino
interesó promover las ideas del individualismo político o económico. Es más, en
opinión de Laski:
…cualquiera de los autores de la Reforma habría rechazado una declaración franca
y neta de los principios de la sociedad liberal.[14]
En Lutero, hay que reconocer, había lo que se podría muy bien denominar un
conservadurismo político y, sobre todo, una gran hostilidad hacia la nueva economía.
De Calvino no se puede decir menos. La crítica de Laski es en ese punto, acertada:
…nada se encontrará en aquel coloso autoritario que justifique proclamarlo un
campeón del individualismo. Y la prueba es lo que hizo en Ginebra: aquella maciza
disciplina que llegó hasta la tiranía, aquella subordinación obligada del acto comercial
al precepto religioso, aquel apasionado repudio de la libertad de conciencia. La
esencia del calvinismo es la teocracia. Allí no hay sitio para la personalidad privada del
individuo.[15]
Ya Weber había aceptado el hecho y afirmado algo muy parecido de manera que el
señalamiento que hace Laski no constituye novedad alguna. En la citada obra de
Weber leemos que:
capitalista en el sentido que nosotros le damos ni en otro alguno.[16]
Está claro, pues, que dados los móviles de la Reforma, el pensar reformado no intentó
jamás impulsar la visión económica y política del liberalismo. Pero es un hecho
totalmente innegable que las consecuencias de algunos de los principios reformados –
eminentemente religiosos, espirituales, teológicos- contribuyeron a acentuar y
fortalecer el caudal del pensamiento liberal. Es lo que hemos venido poniendo en
relieve enesta ponencia.

16
Por ello cuando se analiza el ideal de libertad que se buscaba alcanzar en el
movimiento reformado hay que colocar las cosas en la perspectiva correcta. Se trató
más bien de defender la autonomía de la conciencia individual frente a la idea
medieval de que los fieles tenían el deber de confesar sus pecados al ministro
religioso. La conciencia individual resultaba de ese modo controlada por la iglesia
encargada de validar o reprobar sentimientos, ideas y acciones particulares.
Calvino escribió: …esta forma de confesión debe ser libre, y a nadie se puede forzar
a ella…[17]
La razón para seguir practicando la confesión al ministro religioso –opcional y
voluntariamente- era, según se desprende del contexto, por cuestiones meramente
psicológicas y ya no para ser absuelto del pecado en virtud de que únicamente la
relación inmediata con Dios puede ser garante del perdón.
En todo caso ese énfasis en la autonomía de la conciencia individual, tan apreciada
en el día actual en la esfera de la religión y del pensamiento en general, empezó a
rendir frutos en el ámbito de lo político de inmediato. Indirecta pero seguramente la
Reforma impulsó y aceleró el proceso de secularización de la política.
Al referirse a la libertad en materia político-social Calvino afirma tajantemente:
Y como de hecho la mejor forma de gobierno es aquella en que hay una libertad
bien regulada y de larga duración, yo también confieso que quienes pueden vivir en tal
condición son dichosos; y afirmo que cumplen con su deber, cuando hacen todo lo
posible por mantener tal situación. Los mismos gobernantes de un pueblo libre deben
poner todo su afán y diligencia en que la libertad del pueblo del que son protectores
no sufra en sus manos el menor detrimento. Y si ellos son negligentes en conservarla o
permiten que vaya decayendo, son desleales en el cumplimiento de su deber y
traidores a su patria.[18]
Una función atribuida a los gobernantes es la de proteger y garantizar el ejercicio
de la libertad individual. De ese modo la libertad se convirtió en un valor importante
en las sociedades en las cuales el protestantismo destacó. Entre los países
protestantes que destacaron en la defensa de la libertad pueden mencionarse
Alemania, Escandinavia, Escocia, Inglaterra, Suiza, los Países Bajos y posteriormente,
los Estados Unidos de América.
Con el paso del tiempo aquel aprecio por la libertad se consagró en el sistema
constitucional y jurídico de aquellas naciones y a pesar de los múltiples embates de
que ha sido objeto puede afirmarse que ha sobrevivido.
Quizás el ejemplo más claro del impacto que provocó la libertad individual como
valor supremo de la mentalidad protestante sea el caso de John Stuart Mill. Hijo de un
pastor ordenado por la iglesia presbiteriana escocesa, John Stuart fue educado con
rigor por su progenitor heredando y encarnando lo que Max Weber denominó la ética
protestante.
Su famosa obra On liberty,[19] publicada en 1859 es una clara defensa de la libertad
individual y un llamado en alta voz a preservarla.
Aunque mucho se ha dicho sobre las bases sobre las que Mill hace descansar su
reclamo hay quienes sostienen que la razón básica no tenía que ver con su visión
utilitarista sino con su idea del hombre. Porque resulta que como persona criada en
un ambiente familiar y social marcado por el presbiterianismo Mill sostenía que el ser

17
humano se distingue por la capacidad de conformar su existencia de acuerdo a un
modelo, a un ideal personal, en función del cual es capaz de sacrificios, renuncias y
esfuerzo constante. De hecho esta opinión sobre el hombre fue lo que condujo a Mill a
criticar las propuestas de Bentham en materia de moral e intentar superarlas.
. El tercer principio.
El tercer principio a que dio sustentación el pensar protestante fue el de la justicia.
Su sola consideración implica que fue considerada como uno de los valores altamente
estimados por los seres humanos en el contexto de la vida en sociedad.
Hay que comenzar del mismo punto en que partimos con los dos anteriores
principios: Reconociendo que la original importancia que se le dio era
fundamentalmente teológica. De hecho el asunto de la justicia ante Dios y cómo
lograrla constituyó la preocupación existencial de Lutero en los meses previos al
descubrimiento del principio paulino de que el justo por la fe vivirá.
Pero el descubrimiento y la reflexión sobre el asunto no estuvieron alejados de las
cuestiones políticas ni jurídicas. Al contrario, cuando se examina la argumentación
luterana respecto a la justicia no resulta difícil descubrir que se entiende a Dios como
un Juez Supremo que demanda del hombre una explicación o justificación de sus
acciones. Pero el veredicto siempre se hará con la mirada puesta en las leyes dadas
por Dios al hombre. El Gran Legislador, pues, exige el debido castigo de todo acto
contrario a sus leyes. Y en este punto Lutero, al igual que San Pablo y al igual que San
Agustín, reconoce la total condena bajo la cual vive el hombre y su completa
incapacidad para cumplir a plenitud las demandas del Soberano Regidor del universo.
Y al igual que Pablo y Agustín ve el sacrificio efectuado por Jesucristo como la pena
máxima ejecutada de una vez y para siempre, que no sólo cumple la sentencia del
Divino Tribunal sino que se acepta en sustitución de la pena que el creyente merecía
ante ese mismo Tribunal.
Ley, castigo, pena… en fin son vocablos que hablan decididamente de una visión
jurídica de las relaciones hombre-Dios.
Pero lo que Lutero combatía, sin lugar a dudas, es que Roma hubiese tan
fácilmente sustituído la ley divina por las leyes antojadizas de la curia romana; a la
vez, que la cuestión de las indulgencias hubiera suplantado el sacrificio expiatorio de
Jesucristo; y, finalmente, que se dejara en las manos impotentes del ser humano la
cuestión de satisfacer las elevadísimas demandas de la ley divina.
La apelación luterana a la visión jurídica culmina, por supuesto, con una
eclesiología en la cual la iglesia está conformada por todos aquellos que se han
apropiado de la provisión divina y por lo tanto han sido justificados, sin abandonar su
condición de seres pecadores, simul iustus et peccator como afirmó el mismo Lutero.
No hay iglesia, no hay pueblo de Dios, sin personas que se han apropiado de la
justicia divina y viven en conformidad con ella. De la misma manera la sociedad
humana requiere el imperio del orden y de la justicia para que los hombres alcancen
sus metas personales.
En el caso de Lutero quizás no haya un acontecimiento que haya demandado tanto
la atención en ese sentido como la denominada revuelta de los campesinos.
Ciertamente son muchos los factores que tendrían que tomarse en cuenta para
explicar el fenómeno pero no es propio del interés de este trabajo entrar en
semejantes detalles. Lo único que sí no puede obviarse es el reconocer que las

18
condiciones del campesinado no eran las mejores. Contribuyeron a su agravamiento
una serie de cambios como el desaparecimiento de las costumbres y usos feudales, la
radicalización de los llamados derechos señoriales, el alza en el precio de las
mercancías, etc., etc.
Todos los factores mencionados contribuyeron a provocar agudas tensiones en
muchas partes. Los estallidos que siguieron no requerían para nada de las ideas
reformadas como algunos han hecho creer. Los levantamientos violentos de
campesinos se iniciaron en los años 1524-1525 al sur de la Selva Negra, irrumpiendo
en Suiza, la Renania, Suabia, Franconia, Sajonia y los dominios de los Habsburgo.
Las exigencias de los campesinos fueron plasmadas en un documento que se
conoce como Artículos principales de todos los campesinos o como Doce artículos del
campesinado de Suabia. No está claro quién realmente lo redactó: si el pastor
zwingliano Cristóbal Schappeler o el curtidor Sebastián Lotzer. La verdad parece ser la
de que ambos tuvieron las manos metidas en su elaboración.[20]
Puede decirse que fueron tres las razones que obligaron a Lutero a ocuparse del
asunto: Uno, que su nombre era citado en los Doce artículos, lo cual daba la impresión
de que él parte del movimiento; dos, la utilización de las Sagradas Escrituras para
justificar procederes violentos y anticristianos; y, tres, un interés genuino en el
restablecimiento del orden y la solución del conflicto.
El reformador alemán consideró, en general, que las demandas del campesinado
eran correctas y procedentes dadas las circunstancias que se vivían por todos lados en
la campiña. En aras de aportar una solución Lutero escribió dos breves
trabajos: Exhortación a la paz. A propósito de los doce artículos del campesinado de
Suabia y Contra las hordas ladronas y asesinas de los campesinos, ambas de 1525.[21]
En su Exhortación Lutero incluso señala a los mismos señores de haber provocado
los levantamientos campesinos. Claramente apostrofa:
También son justos y equitativos los otros artículos que denuncian los “malos
usos”, los derechos de servidumbre, etc. Porque la autoridad no ha sido instituida para
aprovecharse de los súbditos en beneficio propio, sino para procurar el bien y la
utilidad de éstos. Tantas tasas, tantas exacciones se van haciendo insoportables. ¿De
qué le sirve a un campesino que el grano y la paja de su tierra el proporcionen tantos
florines, si la autoridad le quita la mayor parte para fomentar su fasto creciente, y
malgasta después sus bienes en vestidos, comilonas, borracheras, edificios y otras
cosas parecidas, como si de tamo se tratara?[22]
Gobernantes que destinan al consumo la riqueza y el capital que se genera por el
trabajo honrado son aquí la causa del malestar de la población. Laborar tanto para
mantener una burocracia pública con mentalidad, diríamos hoy, de rent seeker es lo
que ha llevado a los campesinos a la desesperación. Lutero se muestra aquí muy
lúcido aunque en cuestiones económicas mostró mucha ignorancia y falta de
comprensión de lo que ocurría en su entorno.
Las demandas eran todo lo correcto que se quiera pero los métodos recomendados
y empleados por los campesinos no merecieron sino la condena de parte del
reformador. La idea básica podría decirse es que el ser objeto de violencia no justifica
emplear la violencia como respuesta; reclamar derechos que asisten al individuo no
justifica acciones contrarias al derecho.
De manera enfática dice a los campesinos:

19
¿No os dais cuenta, queridos amigos, de que si se tuviera que sancionar vuestro
plan como justo, cada uno se erigiría en juez contra el otro, y que, de ser así, en el
mundo no sobreviviría el poder ni la autoridad, el orden ni la justicia, sino sólo el
asesinato y el derramamiento de sangre? (…) Lo antedicho se refiere al derecho
común divino y natural; a ello deben atenerse incluso los paganos,… pues de otra
forma el mundo no podría disfrutar de paz y de orden.[23]
Terminaba la Exhortación con las palabras:
Mi conciencia es testigo de que os he aconsejado a todos fraternal y lealmente.
Dios quiera que sirva para algo. Amén.[24]
De nada sirvió. Lamentablemente las palabras de Lutero cayeron en oídos sordos y
con el paso de los días y las semanas la tensión se transformó en acciones violentas de
destrucción de la propiedad privada e irrespeto a la vida. En una sola acción de
protesta violenta hubo involucrados hasta 300,000 campesinos, azuzados por
exaltados predicadores que más que líderes eran verdaderos agitadores y a los que
Lutero había ya señalado y condenado en su Exhortación.
Organizados los príncipes y los señores iniciaron una brutal represión en los
meses de abril y mayo de 1525 durante la cual probablemente hayan perdido la vida
unas 100,000 personas. La más conocida de aquellas batallas entre civiles es la de
Frankenhausen en la que murió el más famoso de los predicadores-agitadores del
momento, Thomas Müntzer.
En ese clima sumamente caldeado e inestable escribió Lutero otro breve artículo
en el que abandonaba el espíritu conciliador de la Exhortación y manifestaba una
actitud de condena radical contra el movimiento campesino. Hablamos de Contra las
hordas ladronas y asesinas de los campesinos.
En ese escrito Lutero defendió y promovió la matanza de campesinos como la
única alternativa posible que las mismas turbas incontroladas y sus descerebrados
instigadores habían dejado planteada. El escrito tuvo efectos inmediatos. Se produjo la
violenta represión del movimiento con las consecuencias en víctimas ya señaladas.
Trajo también sobre Lutero consecuencias con las que tuvo que cargar hasta el final
de sus días: La de que un buen núcleo de luteranos se apartara del movimiento
reformado; la de que los católicos hallaran en ello pretextos para los más
insospechados ataques y, quizás lo peor, el destino de su movimiento y el de su propia
vida tuvo que uncirse al de los príncipes y lo señores. Lutero y la reforma se
aburguesaron, término que, aunque anacrónico, viene bien.
Aunque el fundador del Partido Socialista Francés, Jean Jaurés, muerto
trágicamente en los albores de la Primera Guerra Mundial, en su investigación
doctoral titulada Los orígenes del socialismo alemán en Lutero, Kant, Fichte y
Hegel, pretende conectar a Lutero con el socialismo germano y no obstante que el
reformador no tenía claras muchas ideas sobre la economía[25], se puede afirmar que
amigo del colectivismo y la destrucción de la propiedad privada no era. No sólo fue en
parte esto lo que lo llevó a oponerse al movimiento campesino liderado por Müntzer
sino que se pueden hallar expresiones claras y directas sobre estas cuestiones en sus
obras. Por ejemplo, en Contra las hordas ladronas y asesinas de los campesinos dice:
Tampoco el evangelio realiza la comunidad de bienes, a excepción de los casos en
que se quiera hacer espontánea y voluntariamente, como lo hicieron los apóstoles y

20
discípulos (Hech 4); pero no exigían que se pusieran en común los bienes ajenos de
Herodes y Pilato –como vociferan vuestros insensatos campesinos-, sino los suyos
propios. Nuestros campesinos, en cambio, se empeñan en poner en común los bienes
de los demás y en retener para ellos los suyos propios. ¡Vaya cristianos![26]
Y sobre el mismo asunto en las Tischreden o Charlas de sobremesa, se registra la
siguiente afirmación:
La comunidad de bienes no es una cosa natural. No está mandada, sino permitida;
y aunque fuese un mandato, no se podría observar a causa de la corrupción de la
naturaleza: habría muchos más para consumir que para producir, y resultaría gran
confusión.[27]
Asi, pues, si el corazón del socialismo es la supresión de la propiedad privada y su
sustitución por la pública, está claro que Lutero no era simpatizante de la mentalidad
socialista. Tener en claro todo esto es importante pues al ocuparse de la cuestión de la
justicia en la sociedad Lutero tenía en claro que la maquinaria de represión y el
aparato jurídico debería estar al servicio de ese derecho fundamental humano: la
propiedad.
Y aunque parezca inaudito hay expertos en derecho que reconocen influencias
positivas del pensamiento luterano sobre grandes teóricos jurídicos. Ese es el caso del
experto en filosofía del derecho Carl Joachim Friedrich quien registra que:
Podemos apreciar la importancia que la postura protestante tenía para Stammler
por el hecho de que, una y otra vez, particularmente en los puntos decisivos, cita a
Martín Lutero, y lo hace como parte esencial del texto.[28]
Aunque no vamos a buscar los detalles de esa señalada influencia de Lutero en el
pensamiento del jurista liberal Stammler, es de gran relevancia que sea precisamente
en un defensor de la libertad individual y del derecho como anterior y superior al
gobierno como lo es Stammler, en quien Friedrich reconozca una deuda con el pensar
del reformador alemán.
Llevando estas ideas hasta sus últimas consecuencias podría afirmarse que en
cuanto y en tanto Lutero rechaza la propiedad común y defiende la propiedad privada
promueve el ideal político propio de una teoría política fundada en el individuo y sus
derechos.
Pero si es necesario construir una conclusión de todo lo que hemos venido
examinando en este confrencia tendría que ver con el rechazo a construir una
sociedad perfecta en este mundo.
Dicho de otro modo, parece ser que la doctrina reformada no da pie a la
construcción de un modelo utópico de sociedad al estilo de Platón o de Campanella.
Tal empresa podría considerarse como un intento de imitar a Dios, por una parte, cosa
que está muy lejos de la imperfección propia del hombre. Tampoco parece posible
concretar un sueño semejante precisamente por el carácter depravado de la
naturaleza humana que a raíz del pecado original todos hemos heredado.
Especialmente esto último resultó siempre un impedimento a las utopías sociales: el
realismo antropológico reformado no da para confiar que algún día, sobre este suelo,
los hombres se tornen angelicales o salga a la superficie el buen salvaje roussoniano.
De modo que si somos limitados y dados al mal, ninguna sociedad humana podrá
jamás llenar las expectativas que únicamente la comunidad perfecta de los santos
gobernados por Dios podrá satisfacer al final de los tiempos. Incluso la iglesia misma,

21
mientras deambule por este valle de lágrimas, podrá tener jamás visos de
perfección.[29]
Calvino concluye acertadamente en que tanto el sistema jurídico como el gobierno
en general, están al servicio de promover una convivencia y un orden que de otro
modo sufrirían graves amenazas y riesgos:
Si hubiéramos permanecido en el estado de integridad natural, tal como Dios nos
creó primeramente, el orden de la justicia no habría sido necesario, porque entonces
cada uno habría llevado la ley en su propio corazón, de modo que no habría hecho
falta ningún freno que nos contuviera. Cada uno sería su propio gobierno, y haríamos
en un mismo espíritu lo bueno. La justicia es, por consiguiente un remedio para esta
corrupción humana. Y cuando se habla de justicia humana, advirtamos que en ella
tenemos el espejo de nuestra propia perversidad, ya que por la fuerza somos
conducidos a la equidad y la razón.[
Allí están, como lo señalamos arriba, tanto la perversidad humana como la justicia
entendida como un freno a la misma. En cuanto existe la posibilidad real de que con
nuestros actos provoquemos daño a terceros la ley se erige como garantía de que eso
no ocurra y su ocurre es asunto de ver cómo se repara el daño causado y se indemniza
a quien ha sido golpeado en sus intereses personales y derechos.
Señala Calvino:
El fin del gobierno temporal es… hacernos vivir con justicia, según lo exige la
convivencia de los hombres…, mantener y conservar la paz.
Y respecto a los administradores de la justicia, agrega:
…que los jueces no se inclinen a ninguna de las dos partes, ni admitan dones ni
presentes Hacer justicia no es sino:
…resistir el atrevimiento de los malvados; reprimir sus violencias y castigar sus
delitos.
Algo de afinidad existe entre estas ideas calvinistas y la noción de justicia
sostenida por Friedrich Hayek en su trilogía Derecho, legislación y libertad (véase
particularmente el volumen II), obra en la que Hayek insiste en el carácter negativo de
la justicia. No violar las normas de recto comportamiento que tienen que ver con la
vida y la propiedad de los demás; tal es la exigencia que cae sobre todos los que
quieren gozar de las prerrogativas de la vida en cooperación. Evitar que se produzcan
daños a terceros con nuestra conducta es todo lo que la ley, la genuina ley debería
perseguir.
Muchos académicos atribuyen a LUTERO un destino de un pueblo,, Martin un
combate por la libertad, un giro copernicano de la autoridad,, con Lutero cambia la
perspectiva, todo esta en la persona, en el sujeto, , a partir de Lutero no se puede
hablar de realidad, constituida, si no del sujeto constituido,, el que aspira a un
hombre nuevo, el hombre moderno ,Con el tiempo los efectos se sintieron en
1Wittenberg. Los creyentes que pagaban por indulgencias se las mostraban a Lutero

para probarle que ya no necesitaban confesarse, estaban salvados.

22
. El Cuestionamiento al poder y eficacia de las indulgencias desafiaba el statu quo del
poder papal y denunciaba su avaricia y abusos. Además retaba a sus emisarios para
debatir el concepto de las indulgencias desde las escrituras. Los escritos desataron un
movimiento que superó los alcances de su imaginación, una reforma tan poderosa que
cambió la manera como millones de hombres y sociedades interactuaron con la
libertad de examinar , con la mano del libre arbitrio.
Otros habían intentado cuestionar a la Iglesia, pero no habían contado con la imprenta
de Gutenberg. Como asegura Hugo Ball, las tesis de Lutero volaron y lograron un
efecto emancipador las redes de voces informé , lo sintieron en su juventud , toma
Munzer era su representación de la voz hecha carne de rebeldía tuvieron en la
revueltas , los gritos de revolución de un continente, el fenómeno social que estalló en
toda Europa, , la naturaleza fogosa de Lutero, impregna las revueltas , . Sin duda, la
imprenta fue protagonista, ayudó a propagar los
postulados y llevó a la gente a darse cuenta de que sus quejas eran las de muchos
otros. Una vez traducidos al alemán, sus postulados hicieron de Lutero un fenómeno
editorial. Los muchos otros panfletos que escribió luego, en su toma y dame desafiante
con el papado (algunos de los que acompañaba con ilustraciones para los analfabetas),
y otros que incluso componía en forma musical se consumían como pan caliente.
Como si fuera poco, sostenía que la gente debería poder leer la Biblia en su idioma
vernáculo, y comenzó por traducir el texto sagrado al alemán. Con lo cual, sin
quererlo, consolidó ese idioma como la simiente de esa nacionalidad.

La importancia de Lutero no se explica solo por su profunda huella religiosa e


histórica.

Lutero descubrió posibilidades totalmente insospechadas para la lengua literaria,


que, con el correr de los siglos, han continuado explotándose hasta nuestros días,
como, por ejemplo, por Bertolt Brecht, en quien la influencia de los textos de
Lutero se evidencia manifiestamente, y en la filosofía de Ernst Bloch.

Se puede, naturalmente, especular acerca de si los escritos de Lutero habrían


tenido la misma resonancia si Lutero no hubiera vivido en esta región intermedia
de Alemania centro-oriental y si no hubiera utilizado el lenguaje de esa zona.
Evidentemente, esto fue muy provechoso en lo que a la divulgación de sus
escritos se refiere. Pero este hecho no disminuye en absoluto el mérito de Lutero,
pues éste no radica tanto en la medida en que Lutero pudo contribuir a la creación
de la estructura lingüística del alemán moderno -este aspecto fue exageradamente
acentuado anteriormente- como en la fuerza creadora con la que incorporó

23
aquellos vocablos tan gráficos de la lengua hablada y de la tradición oral a su
propio lenguaje para, de este modo, lograr romper las cadenas del academicismo
humanista. Gracias a él, la lengua se sensibilizó, se hizo más exacta, más viva, en
toda la gama que se extiende del patetismo emocional hasta el insulto soez.
Decisivo para que el alemán de Lutero se convirtiera en la base de la lengua
alemana moderna fue su muy temprano reconocimiento entre los gramáticos más
prestigiosos del siglo XVI y XVII, lo que repercutió en los escritores de esta época,
que se sometieron a las normas gramaticales de un Opitz o de un Buchner.

Amanera de colofón
El Cuestionamiento al poder y eficacia de las indulgencias desafiaba el statu quo del
poder papal y denunciaba su avaricia y abusos. Además retaba a sus emisarios para
debatir el concepto de las indulgencias desde las escrituras. Los escritos desataron un
movimiento que superó los alcances de su imaginación, una reforma tan poderosa que
cambió la manera como millones de hombres y sociedades interactuaron con la
libertad de examinar , con la mano del libre arbitrio.
Otros habían intentado cuestionar a la Iglesia, pero no habían contado con la imprenta
de Gutenberg. Como asegura Hugo Ball, las tesis de Lutero volaron y lograron un
efecto emancipador las redes de voces informé , lo sintieron en su juventud , era su
representación de la voz hecha carne de rebeldía tuvieron en la revueltas , los gritos
de revolución de un continente, el fenómeno social que estalló en toda Europa, , la
naturaleza fogosa de Lutero, impregna las revueltas , . Sin duda, la imprenta fue
protagonista, ayudó a propagar los postulados y llevó a la gente a darse cuenta de que
sus quejas eran las de muchos otros. Una vez traducidos al alemán, sus postulados
hicieron de Lutero un fenómeno editorial. Los muchos otros panfletos que escribió
luego, en su toma y dame desafiante con el papado (algunos de los que acompañaba
con ilustraciones para los analfabetas), y otros que incluso componía en forma
musical se consumían como pan caliente. Como si fuera poco, sostenía que la gente
debería poder leer la Biblia en su idioma vernáculo, y comenzó por traducir el texto
sagrado al alemán. Con lo cual, sin quererlo, consolidó ese idioma como la simiente de
esa nacionalidad.
Cuando llegó a Roma, el papa gritó “¡Hereje!” y envió un emisario para aplacar al
disidente. Lutero lo devolvió con el rabo entre las piernas. León X amenazó entonces
con excomulgarlo, una especie de muerte civil en ese punto de la historia. Si no
rectificaba, la Santa Inquisición tendría que pasarlo por la hoguera. Lutero redobló su
apuesta, escribió textos dirigidos a la nobleza alemana, también cansada del yugo de la
iglesia y así encendió una nueva realidad política. Poco a poco se blindó contra el
poder de la Iglesia. Cuando el anuncio de su excomulgación llegó a Wittenberg, Lutero
lo quemó en una hoguera en la que proclamó que debían ir a buscarlo.
Y Federico el Sabio, orgulloso de lo que significaba Lutero para su región, lo protegió.
No solo le salvó la vida en la crucial reunión en Worms, en 1521, en la que los poderes

24
influyentes de Europa le pidieron rectificar sus posiciones, pero solo recibieron
argumentos que fortalecían su postura. También lo escondió luego de esta para evitar
que la Inquisición lo secuestrara. Roma trató de callarlo, pero las ideas y su vuelo
tomaron aún más fuerza.
Lutero desencadenó una revolución alemana a primera vista imposible, pero luego se
arrepintió , se traiciono y renegó contra los campesinos revoltosos y los llamo perros
rabiosos, subversivos.,. Lo único que podía hacer es abandonar los hábitos del
sacerdocio, a relación hombre-Dios, salvar a la Iglesia, no cambiar nada. Pero los
hechos tomaron su propio impulso, y el mundo cristiano cambió para siempre,
mientras el artífice del cambio pasaba al primer plano de la historia luego vinieron
muchos asesinatos en nombre de la autoridad. . el ex monje Lutero fue la protesta del
sano entendimiento humano. Lutero un revolucionario de la fe
Observaciones finales
Consecuencias
La Reforma es considerada como uno de los momentos fundamentales de la historia
moderna, pues
confirma una actitud más libre de las conciencias a partir del movimiento de fuerzas
que condujeron a la
disgregación del feudalismo. El movimiento propugnado por Lutero debe ser
entendido como un intento de
acercamiento del hombre al Creador, y al mismo tiempo como una revisión,
reinterpretación y crítica profunda de
la teología medieval de acuerdo a las exigencias de los nuevos tiempos.
Debemos tener en cuenta que Lutero no fue un pensador político sino un teólogo que
quiso despolitizar a la
religión, y es desde esta perspectiva que hay que inscribir su obra para comprender
las implicancias atinentes a
nuestro tema. Su tesis de la justificación por la fe se convierte en el principal
fundamento de la teología luterana
y en la base de todo su pensamiento, incluido el social y el político.
Lutero finaliza en primer lugar con la idea medieval de una cristiandad unida con su
consiguiente
ordenamiento jerárquico. En segundo lugar, separa tajantemente lo político de lo
religioso. Y finalmente, al negar
toda posibilidad de resistencia activa a la espada temporal, sienta las bases del
absolutismo político pues
refuerza el poder de la autoridad estatal.
En la historia de la teoría política, la importancia de Lutero radica no solamente en su
ataque contra la

25
teología política, disolviendo la alianza entre pensamiento religioso y pensamiento
político, sino además en la
elaboración de un importante conjunto de ideas sobre la autoridad, la obediencia y el
orden, dando lugar a tres
tipos principales de pensamiento político: luteranismo, calvinismo y radicalismo de
las sectas, especialmente la
anabaptista.
Subrayó la necesidad de mantener la separación de las autoridades espirituales y
seculares, porque el
Estado es una autoridad que ejerce el poder al que atañe exclusivamente el orden
temporal, mientras que la
Iglesia es la comunión o el sacerdocio de todos los creyentes que responden al
evangelio del amor de Dios. Los
cristianos movidos por el amor deben participar en el orden social, reformarlo y
mejorarlo para el bien de la
humanidad, dándole así un valor positivo al Estado como un instrumento del amor de
Dios. Instó a los hombres a
que estuvieran agradecidos a él y a que lo apoyaran.
El protestantismo quebró el poder de la institución eclesiástica mediante la ruptura
del dominio único y
universal de la Iglesia, liberando al Estado de toda subordinación a la jerarquía
religiosa, lo cual implicó una
autonomía que no era necesariamente la idea moderna del Estado pero que
indudablemente implicó un
157
incremento de su soberanía y autarquía. El gran debate teórico del Medioevo por el
protagonismo del regimen y
el sacerdotium llega a su fin: es el poder secular el que se hace cargo.
La Reforma confirió a los Estados en los que se implantó el control sobre áreas tan
significativas como la
asistencia social, la enseñanza y la atención pastoral, y transfirió al poder civil los
recursos económicos que el
clero se atribuía para cumplir estas misiones sociales. Además, el poder y las riquezas
perdidas por algunos
nobles y por la jerarquía católica pasaron a manos de la burguesía y los monarcas
protestantes.

26
Al transformar al sacerdote medieval, cuya autoridad surgía de una tradición de
siglos, en un ministro que
exponía y explicaba la Palabra de Dios y cuyo cargo derivaba del consentimiento de
sus pares, y al luchar a
favor de una fe sencilla sin las complicaciones y las sutilezas de los teólogos, Lutero
afirmaba tanto el derecho
como la capacidad de la congregación religiosa para juzgar las enseñanzas. Esto tuvo
vastas implicaciones en el
pensamiento político, sin olvidar que la organización de la iglesia de Calvino se
inspiraba en modelos
democráticos e incorporó ideas de gobierno representativo.
La vertiente calvinista del protestantismo desarrolló la idea democrática en lo
religioso, pero no porque fuese
democrática en el sentido moderno del término (no lo era, ya que ignoraba por
completo la libertad de
conciencia, y más aún, la rechazaba en calidad de escepticismo ateo), sino por su
funcionamiento interno en
aspectos puramente espirituales. La proyección del ámbito religioso en el plano
secular posibilitó el desarrollo del
sentido de responsabilidad individual y colectiva, la afirmación posterior de derechos
individuales, y el
surgimiento de las doctrinas y prácticas democráticas.
El protestantismo es considerado como uno de los progenitores de la cultura
moderna, ya que lucha en
contra de la cultura eclesiástica con una autonomía cuya consecuencia es el
individualismo. Con la Reforma
surge el individualismo religioso, formulado conscientemente como principio y
desvinculándose de un instituto
jerárquico universal. Representa la religiosidad que corresponde a la cultura
individualista moderna.
La traducción de la Biblia dotó a los alemanes de un idioma renovado, unificador de
las variedades
anteriores, creando una obra única por su precisión expresiva, su riqueza y eficacia
lingüística. Esta Biblia
vernácula se tornó un decisivo agente de alfabetización, estimulando la educación
popular con la creación de
nuevas escuelas por parte de protestantes, y contribuyendo notablemente al
desarrollo de la conciencia
27
nacional.
A medida que progresaba la difusión del protestantismo, muchas entidades políticas
europeas elegían
formas específicas de cristiandad como su religión oficial. Esta división de la Iglesia
hizo que el catolicismo
pierda un gran número de fieles y origina una serie de conflictos religiosos y políticos
que continúan hasta
nuestros días como en Irlanda.
El luteranismo favorece políticamente al absolutismo y es en esencia conservador, ya
que fomenta la
resignación ante las injusticias del mundo y considera que las desigualdades sociales y
los poderes autoritarios
son voluntad de Dios.
Interpretaciones
Las interpretaciones sobre la Reforma son innumerables, disímiles y contradictorias, y
los libros escritos
sobre Lutero son varios miles. Existen debates y controversias acerca de las causas y
las consecuencias de la
158
Reforma, la personalidad de Lutero, la relación entre el protestantismo y el
capitalismo, y cuestiones teológicas
de todo tipo. Enumeramos algunas interpretaciones para mostrar la riqueza de la
polémica y ver cómo ante el
mismo hecho histórico-político pueden realizarse diferentes análisis y explicaciones.
La explicación más tradicional es que la Reforma estalló por los abusos de la Iglesia de
Roma, tema que se
remonta al mismo Lutero, quien regresa desengañado de su visita a Roma en 1510-11,
la “falsa ciudad santa”, y
que pocos años después se rebela por el escándalo de las indulgencias. Muchos
historiadores y teólogos
protestantes, sin descuidar las causas políticas, consideran que la reforma de Lutero
fue una reacción ante la
corrupción de la Iglesia y la decadencia del clero. Debido a que la explicación moral
resultaba insuficiente, otros
interpretaron que Lutero realizó una rebelión teológica frente a la crisis religiosa de
su época.
Los autores católicos han insistido en las razones personales y políticas de Lutero y la
Reforma,
28
relacionadas con la intimidad del autor y la avidez de los príncipes alemanes. Para
otros, la Reforma no fue más
que la consecuencia del trastorno de las condiciones económicas y sociales, o el simple
desenlace de una
especie de cadena de herejías.
Muchos pensadores subrayaron el aspecto medieval de las concepciones religiosas e
intelectuales del
reformador, llegando algunos a la conclusión de que Lutero había sido el restaurador
de una teología medieval
agustiniana y paulina y no el creador de una nueva concepción religiosa: por lo tanto,
su perspectiva –incluso la
política- estaba más ligada a la Edad Media. En opinión de Troeltsch, el protestantismo
fue la forma de
cristianismo que correspondía a las necesidades intelectuales del siglo XVI, pese a que
la cultura de los hombres
de la época era todavía ampliamente medieval. La Reforma contenía los gérmenes de
la emancipación posterior
que se daría recién en el siglo XVIII, y la reforma de Lutero, pese a que él era también
un medieval, contenía un
potencial de modernización relacionado con la ruptura de la unidad de la fe cristiana.
Otras interpretaciones ven en el mensaje de Lutero una novedad verdaderamente
revolucionaria, pues
estableció nuevas relaciones entre el hombre y Dios y entre la autoridad secular y la
espiritual. En lo teológico, si
bien partió de San Pablo y de San Agustín los superó ampliamente, siendo un
verdadero innovador. Los que
vinculan a Lutero con la modernidad lo consideran como un precursor de la libertad,
un defensor del
individualismo y un luchador contra la tradición. Actualmente todos, protestantes y
católicos, coinciden en que
Lutero fue un gran pensador y teólogo con una poderosa inteligencia, aunque no haya
expuesto sus doctrinas
con la claridad y el rigor de Santo Tomás o Calvino.
Desde otra perspectiva, Hegel escribió que gracias a la Reforma la religión y el Estado
se encontraban en
armonía, produciéndose la verdadera reconciliación del mundo con la religión. El
principio de la libertad está

29
encarnado en la Reforma, ya que su contenido esencial es que el hombre se determina
por sí mismo a ser libre.
Las leyes y el Estado no serían otra cosa que la realización exterior de la religión en la
realidad.
Existe también un debate acerca de la relación entre el capitalismo y el
protestantismo, considerado por
algunos como un factor de progreso económico, mientras que el catolicismo sería un
factor de estancamiento. El
protestantismo sería responsable de un estado de ánimo que se opone a la mentalidad
tradicional y medieval.
Se han invocado muchos argumentos en cuanto al surgimiento del espíritu capitalista,
especialmente en el
protestantismo de tinte calvinista, que aceptaba el préstamo con intereses rechazado
por la Iglesia católica y por
el mismo Lutero, lo cual habría contribuido al auge del capitalismo en los países
protestantes.
Max Weber, en su clásica obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo, ha
extendido la idea de que
el espíritu capitalista deriva del protestantismo, invirtiendo la teoría de Marx. La
noción protestante de “vocación”
fue utilizada por Lutero, pero influido por las doctrinas escolásticas, fue muy hostil al
comercio. Por el contrario,
159
en los medios calvinistas la “vocación” incluía a todas las actividades lucrativas. De
acuerdo a Weber, la moral
calvinista deriva del dogma de la predestinación, por la cual el elegido vive sólo para
la gloria de Dios poniendo
ardor en el trabajo y siendo el éxito en los negocios una señal enviada por Dios para
indicarle que es uno de los
salvados. Las ganancias se convierten en un fin en sí, pero no para gozar de los
placeres del mundo sino para
acumular riquezas frugalmente. La moral calvinista desprecia a los pobres y
mendigos, pero generaría un
dinamismo y progreso en el cual cada uno puede desarrollar hasta el máximo sus
capacidades.
Los nacionalistas, en la época del pangermanismo, identificaron la Reforma luterana
con el despertar del

30
alma alemana. Para Vicens Vivens la Reforma protestante, además de no ser un
movimiento moderno, pues
“tuvo mucho de medievalista, y Lutero fue un dogmatizante en la recta tradición de la
escolástica”, “echó las
bases del nacionalismo xenófobo y del despotismo principesco” haciendo surgir de allí
el “principio del
todopoderoso Estado moderno, dueño de los resortes políticos y de la intimidad de las
conciencias”.
Siguiendo esta línea de pensamiento político, el teólogo protestante Karl Barth
consideraba que el pueblo
alemán sufrió del “error de Martín Lutero sobre la relación entre la ley y el Evangelio,
entre el poder y el orden
temporal y espiritual”, y que el hitlerismo fue el “sueño maligno de un germano
pagano que se cristianizó primero
de manera luterana”.
Un intelectual francés, Henri Tincq, afirmaba en Le Monde que “aunque una
hagiografía caricaturesca haya
convertido a Lutero en el padre de las libertades modernas -¿no justificó, acaso, la
atroz represión de los
campesinos y avaló la moral de su época sobre los judíos, las mujeres y los humildes?”.
Su sed de libertad
evangélica se contradice con su postura frente al Estado establecido, sometiéndose a
los príncipes alemanes, a
los nacional-socialistas o a los apparatchiks comunistas.
La conclusión general de algunos estudiosos que se ocuparon del desarrollo histórico,
de la organización y
del pensamiento luterano, es que la tendencia de Lutero a minimizar la significación
espiritual del poder político
favorecía el apoyo de la Iglesia luterana al monopolio de todo tipo de poder temporal
por parte de los nacientes
Estados nacionales, así como la aceptación indiscriminada de la autoridad política en
sus formas más negativas
y represivas. Por eso afirma Sheldon Wolin, refiriéndose a Lutero, que “en asuntos
políticos, los hombres debían
obedecer sin discutir”.
Desde una concepción marxista se considera que la guerra de los campesinos de
1524-25 fue el

31
acontecimiento clave de la Reforma, relegando los problemas religiosos a un segundo
plano. Consecuentemente
es Thomas Müntzer, y no Lutero, el protagonista principal. Desde una perspectiva
radical-democrática de
mediados del siglo XIX, la guerra de los aldeanos fue un movimiento de liberación
política, el primer ensayo
importante de una revolución democrática en Europa, insertándose en el marco de la
era de la revolución
burguesa que llega hasta 1789.
Engels enlaza esta perspectiva en La guerra alemana de los campesinos (1850)
aplicando el tema de la
lucha de clases del materialismo histórico, y la Reforma aparece como la primera
etapa de la revolución
burguesa contra el sistema feudal. En 1892 Engels escribe acerca de “tres grandes
batallas decisivas” en las
que “culminaba la gran lucha de la burguesía europea contra el feudalismo”. “La
primera fue la que llamamos la
Reforma protestante alemana. Al grito de rebelión de Lutero contra la Iglesia,
respondieron dos insurrecciones
políticas: primero la de la nobleza baja, acaudillada por Franz von Sickingen en 1523,
y luego la gran guerra
campesina en 1525”.
El problema que se le presentaba a Engels era que los protagonistas de la primera
revolución burguesa no
eran burgueses, sino aldeanos y parientes de los Ritter (baja nobleza alemana). El
fracaso de la guerra de los
campesinos es explicado por la falta de una conciencia revolucionaria necesaria para
llevar a cabo su misión
160
histórica. El primer problema era entonces cómo podía darse una revolución burguesa
sin burguesía, y el
segundo, si existía una burguesía incipiente, cuál fue el motivo de su actitud pasiva
durante la primera fase de la
revolución burguesa. El dilema era el siguiente: ¿revolución burguesa sin burguesía o
con una burguesía que no
había desempeñado el papel que le correspondía?

32
Desde esta perspectiva no existió un movimiento espiritual o religioso, sino que fue
simplemente la
manifestación de los conflictos económicos y sociales de la época. El catolicismo se
reduce a una ideología
reaccionaria de la aristocracia feudal. El protestantismo ortodoxo (luteranismo,
zwinglianismo y calvinismo)
aparece como la reacción ideológica de la burguesía, y Lutero como el primer
representante ideológico de las
nuevas clases. De revolucionario rebelde en contra del papado se convierte, por su
condena de la sublevación
de los campesinos, en un reaccionario vasallo de la autoridad temporal.
Lutero fue descripto por el marxismo ortodoxo como un “reformador burgués” y
Müntzer fue calificado por
Engels como un “procomunista”, cuya ideología había dado expresión a las
aspiraciones de las masas
oprimidas. Como el gran jefe de la guerra de los campesinos y revolucionario social
“ateo” que intentaba fundar
una sociedad sin clases mucho antes de que la dialéctica histórica lo permitiese,
Müntzer fue un precursor muy
anticipado a su época. Ello explica su inevitable fracaso, aunque fue el verdadero
héroe del siglo XVI.
Desde la perspectiva marxista engolosina la Reforma fue el resultado de una
revolución social, y la teología
de Lutero y los restantes reformadores sólo fue el reflejo ideológico de estas
transformaciones de las bases
materiales en la transición del feudalismo al capitalismo. Desde perspectivas no
marxistas está fuera de duda el
origen religioso de la Reforma, aunque hay varias interpretaciones que van desde la
personalidad íntima de
Lutero hasta el hincapié en la importancia del sentimiento religioso colectivo.
Algunos historiadores católicos han insistido en los trastornos nerviosos y psíquicos
de Lutero, habiendo
abandonado la anterior tesis de su corrupción moral. Se lo ha considerado como un
caso patológico muy
complejo. La interpretación psicoanalítica toma elementos –tales como una herencia
alcohólica, amor anormal
por su madre, educación en un clima de temor, tendencia a la melancolía, obsesiones
sexuales- que explican el
33
rechazo de Lutero del valor de las buenas obras, y se lo ha llegado a calificar de
“maníaco depresivo”. Estas
interpretaciones han suscitado numerosas críticas puesto que se apoyan en hechos
insuficientemente
comprobados, y no han sido aceptados por los historiadores. Erikson considera que
una interpretación
meramente psicológica es no entender la cuestión de la Reforma en toda su extensión.
Observaciones finales
Consecuencias
La Reforma es considerada como uno de los momentos fundamentales de la historia
moderna, pues
confirma una actitud más libre de las conciencias a partir del movimiento de fuerzas
que condujeron a la
disgregación del feudalismo. El movimiento propugnado por Lutero debe ser
entendido como un intento de
acercamiento del hombre al Creador, y al mismo tiempo como una revisión,
reinterpretación y crítica profunda de
la teología medieval de acuerdo a las exigencias de los nuevos tiempos.
Debemos tener en cuenta que Lutero no fue un pensador político sino un teólogo que
quiso despolitizar a la
religión, y es desde esta perspectiva que hay que inscribir su obra para comprender
las implicancias atinentes a
nuestro tema. Su tesis de la justificación por la fe se convierte en el principal
fundamento de la teología luterana
y en la base de todo su pensamiento, incluido el social y el político.
Lutero finaliza en primer lugar con la idea medieval de una cristiandad unida con su
consiguiente
ordenamiento jerárquico. En segundo lugar, separa tajantemente lo político de lo
religioso. Y finalmente, al negar
toda posibilidad de resistencia activa a la espada temporal, sienta las bases del
absolutismo político pues
refuerza el poder de la autoridad estatal.
En la historia de la teoría política, la importancia de Lutero radica no solamente en su
ataque contra la
teología política, disolviendo la alianza entre pensamiento religioso y pensamiento
político, sino además en la
elaboración de un importante conjunto de ideas sobre la autoridad, la obediencia y el
orden, dando lugar a tres
34
tipos principales de pensamiento político: luteranismo, calvinismo y radicalismo de
las sectas, especialmente la
anabaptista.
Subrayó la necesidad de mantener la separación de las autoridades espirituales y
seculares, porque el
Estado es una autoridad que ejerce el poder al que atañe exclusivamente el orden
temporal, mientras que la
Iglesia es la comunión o el sacerdocio de todos los creyentes que responden al
evangelio del amor de Dios. Los
cristianos movidos por el amor deben participar en el orden social, reformarlo y
mejorarlo para el bien de la
humanidad, dándole así un valor positivo al Estado como un instrumento del amor de
Dios. Instó a los hombres a
que estuvieran agradecidos a él y a que lo apoyaran.
El protestantismo quebró el poder de la institución eclesiástica mediante la ruptura
del dominio único y
universal de la Iglesia, liberando al Estado de toda subordinación a la jerarquía
religiosa, lo cual implicó una
autonomía que no era necesariamente la idea moderna del Estado pero que
indudablemente implicó un
157
incremento de su soberanía y autarquía. El gran debate teórico del Medioevo por el
protagonismo de la idolología del catolicismo - papal y
el sacerdotium llega a su fin: es el poder secular el que se hace cargo.
La Reforma confirió a los Estados en los que se implantó el control sobre áreas tan
significativas como la
asistencia social, la enseñanza y la atención pastoral, y transfirió al poder civil los
recursos económicos que el
clero se atribuía para cumplir estas misiones sociales. Además, el poder y las riquezas
perdidas por algunos
nobles y por la jerarquía católica pasaron a manos de la burguesía y los monarcas
protestantes.
Al transformar al sacerdote medieval, cuya autoridad surgía de una tradición de
siglos, en un ministro que
exponía y explicaba la Palabra de Dios y cuyo cargo derivaba del consentimiento de
sus pares, y al luchar a

35
favor de una fe sencilla sin las complicaciones y las sutilezas de los teólogos, Lutero
afirmaba tanto el derecho
como la capacidad de la congregación religiosa para juzgar las enseñanzas. Esto tuvo
vastas implicaciones en el
pensamiento político, sin olvidar que la organización de la iglesia de Calvino se
inspiraba en modelos
democráticos e incorporó ideas de gobierno representativo.
La vertiente calvinista del protestantismo desarrolló la idea democrática en lo
religioso, pero no porque fuese
democrática en el sentido moderno del término (no lo era, ya que ignoraba por
completo la libertad de
conciencia, y más aún, la rechazaba en calidad de escepticismo ateo), sino por su
funcionamiento interno en
aspectos puramente espirituales. La proyección del ámbito religioso en el plano
secular posibilitó el desarrollo del
sentido de responsabilidad individual y colectiva, la afirmación posterior de derechos
individuales, y el
surgimiento de las doctrinas y prácticas democráticas.
El protestantismo es considerado como uno de los progenitores de la cultura
moderna, ya que lucha en
contra de la cultura eclesiástica con una autonomía cuya consecuencia es el
individualismo. Con la Reforma
surge el individualismo religioso, formulado conscientemente como principio y
desvinculándose de un instituto
jerárquico universal. Representa la religiosidad que corresponde a la cultura
individualista moderna.
La traducción de la Biblia dotó a los alemanes de un idioma renovado, unificador de
las variedades
anteriores, creando una obra única por su precisión expresiva, su riqueza y eficacia
lingüística. Esta Biblia
vernácula se tornó un decisivo agente de alfabetización, estimulando la educación
popular con la creación de
nuevas escuelas por parte de protestantes, y contribuyendo notablemente al
desarrollo de la conciencia
nacional.
A medida que progresaba la difusión del protestantismo, muchas entidades políticas
europeas elegían

36
formas específicas de cristiandad como su religión oficial. Esta división de la Iglesia
hizo que el catolicismo
pierda un gran número de fieles y origina una serie de conflictos religiosos y políticos
que continúan hasta
nuestros días como en Irlanda.
El luteranismo favorece políticamente al absolutismo y es en esencia conservador, ya
que fomenta la
resignación ante las injusticias del mundo y considera que las desigualdades sociales y
los poderes autoritarios
son voluntad de Dios.
Interpretaciones
Las interpretaciones sobre la Reforma son innumerables, disímiles y contradictorias, y
los libros escritos
sobre Lutero son varios miles. Existen debates y controversias acerca de las causas y
las consecuencias de la
158
Reforma, la personalidad de Lutero, la relación entre el protestantismo y el
capitalismo, y cuestiones teológicas
de todo tipo. Enumeramos algunas interpretaciones para mostrar la riqueza de la
polémica y ver cómo ante el
mismo hecho histórico-político pueden realizarse diferentes análisis y explicaciones.
La explicación más tradicional es que la Reforma estalló por los abusos de la Iglesia de
Roma, tema que se
remonta al mismo Lutero, quien regresa desengañado de su visita a Roma en 1510-11,
la “falsa ciudad santa”, y
que pocos años después se rebela por el escándalo de las indulgencias. Muchos
historiadores y teólogos
protestantes, sin descuidar las causas políticas, consideran que la reforma de Lutero
fue una reacción ante la
corrupción de la Iglesia y la decadencia del clero. Debido a que la explicación moral
resultaba insuficiente, otros
interpretaron que Lutero realizó una rebelión teológica frente a la crisis religiosa de
su época.
Los autores católicos han insistido en las razones personales y políticas de Lutero y la
Reforma,
relacionadas con la intimidad del autor y la avidez de los príncipes alemanes. Para
otros, la Reforma no fue más

37
que la consecuencia del trastorno de las condiciones económicas y sociales, o el simple
desenlace de una
especie de cadena de herejías.
Muchos pensadores subrayaron el aspecto medieval de las concepciones religiosas e
intelectuales del
reformador, llegando algunos a la conclusión de que Lutero había sido el restaurador
de una teología medieval
agustiniana y paulina y no el creador de una nueva concepción religiosa: por lo tanto,
su perspectiva –incluso la
política- estaba más ligada a la Edad Media. En opinión de Troeltsch, el protestantismo
fue la forma de
cristianismo que correspondía a las necesidades intelectuales del siglo XVI, pese a que
la cultura de los hombres
de la época era todavía ampliamente medieval. La Reforma contenía los gérmenes de
la emancipación posterior
que se daría recién en el siglo XVIII, y la reforma de Lutero, pese a que él era también
un medieval, contenía un
potencial de modernización relacionado con la ruptura de la unidad de la fe cristiana.
Otras interpretaciones ven en el mensaje de Lutero una novedad verdaderamente
revolucionaria, pues
estableció nuevas relaciones entre el hombre y Dios y entre la autoridad secular y la
espiritual. En lo teológico, si
bien partió de San Pablo y de San Agustín los superó ampliamente, siendo un
verdadero innovador. Los que
vinculan a Lutero con la modernidad lo consideran como un precursor de la libertad,
un defensor del
individualismo y un luchador contra la tradición. Actualmente todos, protestantes y
católicos, coinciden en que
Lutero fue un gran pensador y teólogo con una poderosa inteligencia, aunque no haya
expuesto sus doctrinas
con la claridad y el rigor de Santo Tomás o Calvino.
Desde otra perspectiva, Hegel escribió que gracias a la Reforma la religión y el Estado
se encontraban en
armonía, produciéndose la verdadera reconciliación del mundo con la religión. El
principio de la libertad está
encarnado en la Reforma, ya que su contenido esencial es que el hombre se determina
por sí mismo a ser libre.

38
Las leyes y el Estado no serían otra cosa que la realización exterior de la religión en la
realidad.
Existe también un debate acerca de la relación entre el capitalismo y el
protestantismo, considerado por
algunos como un factor de progreso económico, mientras que el catolicismo sería un
factor de estancamiento. El
protestantismo sería responsable de un estado de ánimo que se opone a la mentalidad
tradicional y medieval.
Se han invocado muchos argumentos en cuanto al surgimiento del espíritu capitalista,
especialmente en el
protestantismo de tinte calvinista, que aceptaba el préstamo con intereses rechazado
por la Iglesia católica y por
el mismo Lutero, lo cual habría contribuido al auge del capitalismo en los países
protestantes.
Max Weber, en su clásica obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo, ha
extendido la idea de que
el espíritu capitalista deriva del protestantismo, invirtiendo la teoría de Marx. La
noción protestante de “vocación”
fue utilizada por Lutero, pero influido por las doctrinas escolásticas, fue muy hostil al
comercio. Por el contrario,
159
en los medios calvinistas la “vocación” incluía a todas las actividades lucrativas. De
acuerdo a Weber, la moral
calvinista deriva del dogma de la predestinación, por la cual el elegido vive sólo para
la gloria de Dios poniendo
ardor en el trabajo y siendo el éxito en los negocios una señal enviada por Dios para
indicarle que es uno de los
salvados. Las ganancias se convierten en un fin en sí, pero no para gozar de los
placeres del mundo sino para
acumular riquezas frugalmente. La moral calvinista desprecia a los pobres y
mendigos, pero generaría un
dinamismo y progreso en el cual cada uno puede desarrollar hasta el máximo sus
capacidades.
Los nacionalistas, en la época del pangermanismo, identificaron la Reforma luterana
con el despertar del
alma alemana. Para Vicens Vivens la Reforma protestante, además de no ser un
movimiento moderno, pues

39
“tuvo mucho de medievalista, y Lutero fue un dogmatizante en la recta tradición de la
escolástica”, “echó las
bases del nacionalismo xenófobo y del despotismo principesco” haciendo surgir de allí
el “principio del
todopoderoso Estado moderno, dueño de los resortes políticos y de la intimidad de las
conciencias”.
Siguiendo esta línea de pensamiento político, el teólogo protestante Karl Barth
consideraba que el pueblo
alemán sufrió del “error de Martín Lutero sobre la relación entre la ley y el Evangelio,
entre el poder y el orden
temporal y espiritual”, y que el hitlerismo fue el “sueño maligno de un germano
pagano que se cristianizó primero
de manera luterana”.
Un intelectual francés, Henri Tincq, afirmaba en Le Monde que “aunque una
hagiografía caricaturesca haya
convertido a Lutero en el padre de las libertades modernas -¿no justificó, acaso, la
atroz represión de los
campesinos y avaló la moral de su época sobre los judíos, las mujeres y los humildes?”.
Su sed de libertad
evangélica se contradice con su postura frente al Estado establecido, sometiéndose a
los príncipes alemanes, a
los nacional-socialistas o a los apparatchiks comunistas.
La conclusión general de algunos estudiosos que se ocuparon del desarrollo histórico,
de la organización y
del pensamiento luterano, es que la tendencia de Lutero a minimizar la significación
espiritual del poder político
favorecía el apoyo de la Iglesia luterana al monopolio de todo tipo de poder temporal
por parte de los nacientes
Estados nacionales, así como la aceptación indiscriminada de la autoridad política en
sus formas más negativas
y represivas. Por eso afirma Sheldon Wolin, refiriéndose a Lutero, que “en asuntos
políticos, los hombres debían
obedecer sin discutir”.
Desde una concepción marxista se considera que la guerra de los campesinos de
1524-25 fue el
acontecimiento clave de la Reforma, relegando los problemas religiosos a un segundo
plano. Consecuentemente

40
es Thomas Müntzer, y no Lutero, el protagonista principal. Desde una perspectiva
radical-democrática de
mediados del siglo XIX, la guerra de los aldeanos fue un movimiento de liberación
política, el primer ensayo
importante de una revolución democrática en Europa, insertándose en el marco de la
era de la revolución
burguesa que llega hasta 1789.
Engels enlaza esta perspectiva en La guerra alemana de los campesinos (1850)
aplicando el tema de la
lucha de clases del materialismo histórico, y la Reforma aparece como la primera
etapa de la revolución
burguesa contra el sistema feudal. En 1892 Engels escribe acerca de “tres grandes
batallas decisivas” en las
que “culminaba la gran lucha de la burguesía europea contra el feudalismo”. “La
primera fue la que llamamos la
Reforma protestante alemana. Al grito de rebelión de Lutero contra la Iglesia,
respondieron dos insurrecciones
políticas: primero la de la nobleza baja, acaudillada por Franz von Sickingen en 1523,
y luego la gran guerra
campesina en 1525”.
El problema que se le presentaba a Engels era que los protagonistas de la primera
revolución burguesa no
eran burgueses, sino aldeanos y parientes de los Ritter (baja nobleza alemana). El
fracaso de la guerra de los
campesinos es explicado por la falta de una conciencia revolucionaria necesaria para
llevar a cabo su misión
160
histórica. El primer problema era entonces cómo podía darse una revolución burguesa
sin burguesía, y el
segundo, si existía una burguesía incipiente, cuál fue el motivo de su actitud pasiva
durante la primera fase de la
revolución burguesa. El dilema era el siguiente: ¿revolución burguesa sin burguesía o
con una burguesía que no
había desempeñado el papel que le correspondía?
Desde esta perspectiva no existió un movimiento espiritual o religioso, sino que fue
simplemente la

41
manifestación de los conflictos económicos y sociales de la época. El catolicismo se
reduce a una ideología
reaccionaria de la aristocracia feudal. El protestantismo ortodoxo (luteranismo,
zwinglianismo y calvinismo)
aparece como la reacción ideológica de la burguesía, y Lutero como el primer
representante ideológico de las
nuevas clases. De revolucionario rebelde en contra del papado se convierte, por su
condena de la sublevación
de los campesinos, en un reaccionario vasallo de la autoridad temporal.
Lutero fue descripto por el marxismo ortodoxo como un “reformador burgués” y
Müntzer fue calificado por
Engels como un “procomunista”, cuya ideología había dado expresión a las
aspiraciones de las masas
oprimidas. Como el gran jefe de la guerra de los campesinos y revolucionario social
“ateo” que intentaba fundar
una sociedad sin clases mucho antes de que la dialéctica histórica lo permitiese,
Müntzer fue un precursor muy
anticipado a su época. Ello explica su inevitable fracaso, aunque fue el verdadero
héroe del siglo XVI.
Desde la perspectiva marxista engelsiana la Reforma fue el resultado de una
revolución social, y la teología
de Lutero y los restantes reformadores sólo fue el reflejo ideológico de estas
transformaciones de las bases
materiales en la transición del feudalismo al capitalismo. Desde perspectivas no
marxistas está fuera de duda el
origen religioso de la Reforma, aunque hay varias interpretaciones que van desde la
personalidad íntima de
Lutero hasta el hincapié en la importancia del sentimiento religioso colectivo.
Algunos historiadores católicos han insistido en los trastornos nerviosos y psíquicos
de Lutero, habiendo
abandonado la anterior tesis de su corrupción moral. Se lo ha considerado como un
caso patológico muy
complejo. La interpretación psicoanalítica toma elementos –tales como una herencia
alcohólica, amor anormal
por su madre, educación en un clima de temor, tendencia a la melancolía, obsesiones
sexuales- que explican el
rechazo de Lutero del valor de las buenas obras, y se lo ha llegado a calificar de
“maníaco depresivo”. Estas
42
interpretaciones han suscitado numerosas críticas puesto que se apoyan en hechos
insuficientemente
comprobados, y no han sido aceptados por los historiadores. Erikson considera que
una interpretación
meramente psicológica es no entender la cuestión de la Reforma en toda su extensión.
Bibliografía
Los seis textos de Martín Lutero utilizados en el presente trabajo son: “A la nobleza
cristiana de la nación
alemana acerca de la reforma de la condición cristiana” (1520); “Sobre la autoridad
secular: hasta dónde se le
debe obediencia” (1523); “Exhortación a la paz en contestación a los doce artículos del
campesinado de Suabia”
(1525); “Contra las bandas ladronas y asesinas de los campesinos” (1525); “Carta
sobre el duro librito contra los
campesinos” (1525); “Si los hombres de armas también pueden estar en gracia”
(1526). Evitamos engorrosas
citas en estos breves textos de Lutero que pueden encontrarse en una excelente
recopilación:
 LUTERO, MARTIN: Escritos políticos. Madrid: Tecnos, 1986. Estudio preliminar y
traducción de Joaquín
Abellán
 BARTH, KARL: This Christian Cause. New York: Macmillan, 1941
 DELUMEAU, JEAN: La reforma. Barcelona, Labor, 1985
 ELTON, G.R.: Reformation Europe. 1517-1559. New York, Harper & Row, 1963
161
 ERIKSON, ERIK H.: Young Man Luther. New York, Norton, 1958
 HEGEL, G.W.F.: Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. Madrid, Alianza,
1980. Trad. de José
Gaos
 LEONARD, EMILE G.: Historia del protestantismo. México, Diana, 1967
 MARTIN, ALFRED VON: Sociología del Renacimiento. México, FCE, 1946
 MARX, C. y ENGELS, F.: Obras escogidas. Moscú: Progreso, 1974. Tres tomos
 SKINNER, QUENTIN: Los fundamentos del pensamiento político moderno. México,
FCE, 1986. Tomo II,
“La Reforma”
 TINCQ, HENRI: “Martín Lutero: ¿monje blanco o monje negro?” en Clarín, sección
“Cultura y nación”, 4 de
abril de 1996
 TROELTSCH, E.: El protestantismo y el mundo moderno. México, FCE, 1951

43
 VALLESPIN, FERNANDO: (ed.), Historia de la teoría política. Madrid, Alianza, 1990.
Tomo II, pp. 171-208
 VICENS VIVES, J.: Historia general moderna. Barcelona, Vicens-Vives, 1981
 WEBER, MAX: La ética protestante y el espíritu del capitalismo
 WOLIN, SHELDON S.: Política y perspectiva. Continuidad y cambio en el
pensamiento político occidental.
Buenos Aires, Amorrortu, 1973. Pp. 154-178.
Bibliografía
Los seis textos de Martín Lutero utilizados en el presente trabajo son: “A la nobleza
cristiana de la nación
alemana acerca de la reforma de la condición cristiana” (1520); “Sobre la autoridad
secular: hasta dónde se le
debe obediencia” (1523); “Exhortación a la paz en contestación a los doce artículos del
campesinado de Suabia”
(1525); “Contra las bandas ladronas y asesinas de los campesinos” (1525); “Carta
sobre el duro librito contra los
campesinos” (1525); “Si los hombres de armas también pueden estar en gracia”
(1526). Evitamos engorrosas
citas en estos breves textos de Lutero que pueden encontrarse en una excelente
recopilación:
 LUTERO, MARTIN: Escritos políticos. Madrid: Tecno, 1986. Estudio preliminar y
traducción de Joaquín
Abellán
 BARTH, KARL: This Christian Cause. New York: Macmillan, 1941
 DELUMEAU, JEAN: La reforma. Barcelona, Labor, 1985
 ELTON, G.R.: Reformation Europea. 1517-1559. New York, Harper & Row, 1963
161
 ERIKSON, ERIK H.: Young Man Luther. New York, Norton, 1958
 HEGEL, G.W.F.: Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. Madrid, Alianza,
1980. Trad. de José
Gaos
 LEONARD, EMILE G.: Historia del protestantismo. México, Diana, 1967
 MARTIN, ALFRED VON: Sociología del Renacimiento. México, FCE, 1946
 MARX, C. y ENGELS, F.: Obras escogidas. Moscú: Progreso, 1974. Tres tomos
 SKINNER, QUENTIN: Los fundamentos del pensamiento político moderno. México,
FCE, 1986. Tomo II,
“La Reforma”
 TINCQ, HENRI: “Martín Lutero: ¿monje blanco o monje negro?” en Clarín, sección
“Cultura y nación”, 4 de
abril de 1996
 TROELTSCH, E.: El protestantismo y el mundo moderno. México, FCE, 1951

44
 VALLESPIN, FERNANDO: (ed.), Historia de la teoría política. Madrid, Alianza, 1990.
Tomo II, pp. 171-208
 VICENS VIVES, J.: Historia general moderna. Barcelona, Vicens-Vives, 1981
 WEBER, MAX: La ética protestante y el espíritu del capitalismo
 WOLIN, SHELDON S.: Política y perspectiva. Continuidad y cambio en el
pensamiento político occidental.
Buenos Aires, Amorrortu, 1973. Pp. 154-178.

Notas
1 Martin Lutero, “Las 95 tesis”, en Obras. Salamanca, Sígueme, 2001, p. 65.

2 Como anota Jaques Barzun: “lo último que se proponía era escindir su Iglesia, la
católica = (“universal”), y dividir su mundo [...] tampoco estaba realizando un acto
desacostumbrado [...] era común entre los clérigos iniciar un debate de esta
manera. El equivalente actual sería publicar un artículo provocador en una revista
académica”. J. Barzun, Del amanecer a la decadencia. Quinientos años de vida
cultural en Occidente. Madrid, Taurus, 2001, pp. 31 –32. [ Links ]

3 En relación con el análisis de la experiencia religiosa de Martin Lutero y su


descubrimiento de la doctrina de la justificación por medio de la fe, véase el
estudio de William James sobre psicología de la religión. W. James, The variteties
of the Religious Experience. EUA, Touchstone, 2004, caps. 6 y 7. [ Links ]

4 Originalmente fue una concesión hecha a cualquiera que participara en las


cruzadas o que diera dinero para permitir que alguien carente de recursos lo
hiciera. Las indulgencias liberaban a los pecadores de un determinado tiempo de
castigo en el purgatorio antes de que fueran al cielo. En teoría, éstas creaban una
especie de crédito sobre el tesoro de méritos acumulado por Cristo y los santos en
el cielo. Pero ni la teoría ni la conexión con el dinero estaba bien definida, y los
clérigos aprovechaban para simplemente vender indulgencias. M. Chambers et al.,
The Western Experience. EUA, McGraw–Hill College, 1999, p. 438. [ Links ]
5cf. J. W. Zophy, A short History of Renaissance and Reformation Europe. EUA,
Prentice Hall, 1996, pp. 158–159; [ Links ] D. Schwanitz, La cultura. Madrid,
Taurus, 2004, pp. 101–102. [ Links ]
6Lucien Febvre, Martin Lutero: un destino. México, FCE, 2004, p.
82. [ Links ] Véase también P. Collinson, La Reforma. Barcelona, Debate,
2004, pp. 68–70. [ Links ]
7 M. Chambers et al., op. cit., p. 438.
8 “T. Egido”, en M. Lutero, op. cit., p. 19.

45
9 Ante la Dieta de Worms y su negativa a retractarse de estos y otros escritos
frente al Emperador Carlos V, los príncipes electores y autoridades eclesiásticas.
10P. Johnson y J. Mandryck, Operation World. Reino Unido, WEC International,
2001, pp. 2–5. [ Links ]
11 Deaquí en adelante se referirá indistintamente como “la Disputa de Leipzig” o
únicamente como “Leipzig”.
12 DeLamar Jensen, Reformation Europe. Age of Reform and Revolution. EUA,
Heath and Company, 1992, p. 55. [ Links ]
13 P. Collinson, op. cit., p. 65.
14 D. L. Jensen, op. cit., p. 55.
15 El nominalismo fue propuesto por el fraile inglés Guillermo de Occam, sostiene
una acentuada separación entre la razón y la fe —al contrario de lo propuesto por
Tomas Aquino y la escolástica medieval— y concede la primacía a esta última,
junto con un fuerte énfasis en tanto la incognoscibilidad de Dios así como su
omnipotencia. “Los universales —decía— no son cosas reales... sino palabras
(nomina) [...] Nuestro espíritu por su naturaleza, no puede aprehender sino
realidades individuales y contingentes; de donde se deduce que todas las ciencias
que pretenden sobrepasarlas, como la metafísica y la teología, no ofrecen ninguna
seguridad: fallan desde la base”. C. Guignebert, Cristianismo medieval y
moderno. México, FCE, 1957, p. 165. [ Links ] Además de ello, Occam
afirmaba “[...] que la Iglesia debe transformarse según las necesidades de las
edades sucesivas, que ni la primacía del papa ni la jerarquía son en sí necesarias
a su existencia [...] El papa puede equivocarse, el Concilio también [...] la única
regla debe buscarse en las Escrituras”. C. Guignebert, op. cit., pp. 161–162.
16 Un contemporáneo suyo recuerda: “el empezó a estudiar seria y
esforzadamente lógica así como el resto de las artes libres y retóricas [...]
empezaba sus estudios cada mañana con oración y misa. Su regla era
‘Ansiosamente orado es casi estudiado’. Nunca se quedaba dormido o faltaba a
clase, cuestionaba a sus profesores de una manera honorable. Estudiaba con sus
compañeros y el tiempo en que no había clases lo pasaba en la biblioteca”. D. L.
Jensen, op. cit., p. 56.
17 De tal forma que Lucien Febvre afirma en su biografía Martin lutero: un
destino: “Pero si Martin Lutero no se hubiera revestido de ese hábito despreciado
por los burgueses prácticos [...] si no hubiera hecho la experiencia personal y
dolorosa de la vida monástica, no hubiera sido Martin Lutero”. L. Febvre, op.
cit., pp. 17–18.

46
18 Traducción del latín de Teodoro K. Rabb del Prefacio de Lutero a la edición de
1545 de sus escritos apud Otto Scheel, ed., Dokumente zu
lutherEntwicklung. Tubinga, Mohr, 1929, pp. 191–192.
19“[...] hay que señalar que la el movimiento humanístico septentrional dio a la
reforma el armazón técnico y la independencia mental suficientes para construir y
estructurar la verdadera rebelión religiosa”. R. Romano y A. Tenenti, Historia
universal siglo XXI. Los fundamentos del mundo moderno. La Reforma
protestante. México, Siglo XXI, 2002, p. 228. [ Links ]

20 “El deseo de leer la escritura en su más genuina forma era, sin duda, piadoso...
Pero tras ese deseo se ocultaba la exigencia de encontrar la confirmación a una
espiritualidad nueva, todavía no estructurada, pero claramente opuesta a la
tradicional, y, en especial, a la de los últimos siglos de la Edad Media. No es
extraño, ciertamente, que la sanción que se necesitaba fuese encontrada en
seguida, proclamada progresivamente y de un modo cada vez más decidido...
entre 1466 y 1478, habían salido las primeras ediciones en alemán, holandés,
italiano y francés de la Biblia; en 1470 había visto la luz en Augsburgo la primera
de las Biblias ilustradas, más accesibles por su complemente iconográfico. Ya
antes de que Lutero se rebelase contra Roma, las distintas ediciones de la
Escritura no se contaban en Europa por decenas sino por centenares”. Ibid., p.
229.
21 “En esta especie de nueva entrega al contacto directo —es decir, a la búsqueda
del contacto— entre el hombre y Dios, el prestigio perdido por las instituciones
tradicionales y el profundo descontento espiritual por ellas provocado, empujaban
a los creyentes a poner, por lo menos, entre paréntesis a la Iglesia visible, y a
intentar la realización de una renovada experiencia religiosa con sólo las propias
fuerzas”. Ibid., p. 231.
22 D. L. Jensen, op. cit., p. 53.
23Armando Saitta, Guía crítica de la historia moderna. La Reforma
protestante. México, FCE, 1998, pp. 57–59 [ Links ]

24 De tal modo que cuando, años después, las atronadoras prédicas de los
reformadores protestantes resonaron por toda Europa, no encontraron ecos en
España, cf. J. A. Ortega y Medina, Reforma y modernidad. México, Instituto de
Investigaciones Históricas, UNAM, 1999, p. 70. [ Links ]
25 Ibid., p. 72.
26 Entreellas, “a) no convocar el Reichtag [Dieta] fuera del territorio imperio; b) no
penetrar el imperio con tropas extranjeras; c) no emplear otra lengua sino la Latina
o germana”. Ibid., p. 72.

47
27 “El derecho de elección era ejercido por los siete príncipes electores (Maguncia,
Colonia, Tréveris, Sajonia, Palatinado, Brandeburgo y Bohemia); ellos elegían al
‘Rey de Romanos’, el cual requería de la coronación por parte del papa para poder
ostentar el título de emperador”. H. Lutz, Reforma y contrarreforma. Madrid,
Alianza Universidad, 1992, p. 43. [ Links ]
28“Los nuevos campos de conflicto aparejados a la crisis de la Iglesia han de
verse sobre el trasfondo de este antagonismo de principio entre el Emperador y el
Estado territorial de impronta estatamental”. Ibid., p. 45.
29 R. Romano y A. Tenenti, op. cit., p. 231.

30“En cierto sentido [...¡significaba la culminación de una añeja esperanza


mantenida por siglos por todos los pueblos nórdicos: la reivindicación
germanonacional, frente a la latinidad representada por Roma, y el rescate Paulino
del Evangelio, de la influencia tomista”. Ibid, p. 73.
31 H. Lutz, op. cit., p. 53.

32 Véase nota 1.
33Johannes de Staupitz, vicario general del convento agustino de Erfurt, mentor y
amigo de Lutero.
34 “Carta de Lutero a Staupitz. 31 de marzo 1518”, en M. Lutero, op. cit., p. 376.
35 L. Febvre, op. cit., p. 17.
36 Idem.
37 Ibid., p. 56.
38J. Strohl, Luther’s Spiritual Journey en The Cambridge Companion to Martin
Luther, p. 150. [ Links ]
39 Probablemente realizó su descubrimiento ca. 1513, año en el que ya era lector
de Teología en Wittemberg y del que se conserva su escrito más
antiguo: lecciones sobre el salterio. En él, ya se encuentra un avance de su
doctrina de la justificación por la gracia, cf. “T. Egido”, en M. Lutero, op.
cit., p.18. cf. L. Febvre, op. cit., p. 56.
40 “La libertad del cristiano”, en M. Lutero, op. cit., p. 159.
41 R. Romano y A. Tenenti, op. cit., p. 229.
42 Ibid., p. 231.

48
43 D. L. Jensen, op. cit., p. 53.
44 “La libertad del cristiano”, en M. Lutero, op. cit., p. 159.
45 “Luterofrente a Cayetano en Augsburg”, en J. Atkinson, Lutero y el nacimiento
del protestantismo. Madrid, Alianza, 1971, pp. 190–191. [ Links ]
46 cf. L. Febvre, op. cit.; “Egido T”, en op. cit.; P. Collinson, op. cit.
47 L. Febvre, op. cit., p. 77.

48 Véase a Armando Saitta, Patrick Collinson, De Lamar Jensen y Jonathan Zophy.


49 L. Febvre, op. cit., p. 87.
50M. Lutero, “Las 95 tesis”, en op. cit., pp. 68–69. Tesis 36, 62 y 93
respectivamente.
51 Ibid., p. 87.
52 Idem.
53 “Lutero ante Cayetano en Augsburg”, en J. Atkinson, op. cit., pp. 190–191.

54Gracias a la intervención del príncipe Federico, padrino de la Universidad de


Wittenburg, y príncipe elector de Sajonia, quien intercedió por Lutero ante el
emperador Maximiliano pidiéndole que las autoridades romanas escucharan a
Lutero en un lugar neutral.
55“Tommaso de Vito, vicario general de los dominicos que participaba en la Dieta
de Augsburg como legado papal.el teólogo más distinguido de su generación”. P.
Collinson, op. cit., p. 75.
56 Idem.
57 Idem.

58Lutero escribe a Spalatin: “Espero mi excomunión desde Roma cualquier


día...Seré como Abraham, sin saber a dónde voy. Sin embargo, yo estoy más
seguro de a dónde voy, porque Dios está en todas partes”. J. Atkinson, op. cit.
59 Mientras tanto, la política alemana habrá de jugar también en su contra: justo
cuando Roma intenta continuamente sobornara Federico para que ceda a Lutero,
el emperador Maximiliano muere (1519) y resulta evidente que Carlos de España
—su sobrino— lo sucederá en el trono. Federico era uno de sus principales
opositores, de modo que para Roma —quien también se oponía a su elección—

49
una buena relación con Federico era vital. Cuando fue evidente que Carlos
sucedería al emperador, para Roma una buena relación con Federico dejó de ser
importante. De momento Lutero pasó a un segundo plano.
60 “Carta de Lutero a Staupitz. 20 de febrero 1519”, en M. Lutero, op. cit.

61“El polemista más temido de Alemania un erudito por derecho propio, fuere, sin
miedo e independiente”. J. Atkinson, op. cit., 197.
62 D. L. Jensen, op. cit., p. 61.
63 Idem.

64 En el cuestionamiento de las indulgencias, Lutero “no estaba atacando el


Dogma en lo absoluto (con lo que quería decir la doctrina que había sido definida
clara y formalmente por el papa y el Concilio), solamente doctrinas que... como
doctor de la divinidad, estaba autorizado a traer a discusión y a discutir. Incluso,
esta cuestión de las indulgencias aún estaba sub judice técnicamente; estaba
esperando que se concretase la doctrina”. J. Atkinson,op. cit., p. 181.

65Lo que puede observarse en una carta que escribe camino a Augsburg en 1518
para entrevistarse con Cayetano, “las palabras de un hombre consciente por
completo de su situación peligrosa y de las ideas que estaba dispuesto a defender
con su vida”: “Sólo queda una cosa: mi cuerpo débil y quebrantado. Si me quitan
esto, me convertiré en el más pobre durante una hora de mi vida [...] Pero no
podrán quitarme mi alma”. Ibid., p. 185.
66 Ibid., p. 188.
67 “Carta de Lutero a Staupitz. 20 de febrero 1519”, en M. Lutero, op cit., p. 377.
68 D. L. Jensen, op. cit., p. 63.
69 P. Collinson, op. cit., p. 77.

70“[...] una serie de deducciones que se inferían del principio soberano de la


justificación por la fe”. Ibid, p. 79.
71 Idem.

72 A partir de aquí referida únicamente como “Iglesia”.


73M. Wriedt, “Luther’s Theology”, en Donald McKim, ed., The Cambridge
Companion to Martin Luther. Reino Unido, Universidad de Cambridge, 2003, p.
93. [ Links ]

50
74 En el presente trabajo se hace una distinción importante
entre teología y doctrina, términos usualmente confundidos. Así, teología refiere a
la concepción general sobre Dios y el cristianismo. Así, sus ideas sobre la
justificación por la gracia a través de la fe y la supremacía de la Biblia forman parte
de su teología. Por otro lado,doctrina refiere a una aplicación más concreta
contenida dentro de un sistema teológico; de este modo, las diferentes opiniones
sobre las indulgencias, se tratan así de doctrinas.
75 M. Wriedt, “Luther’s Theology”, en D. McKim, ed., op. cit., p. 94.
76R. Plant, Politics, Theology and History. Reino Unido, Universidad de
Cambridge, 2001, p. 92. [ Links ]
77 J. Atkinson, op. cit., p. 187.
78C. Guignebert, El cristianismo medieval y moderno. México, FCE, 1957, p.
204. [ Links ]
79 J. Atkinson, op. cit., p. 202.
80 H.
Oberman, Lutero: un hombre entre Dios y el Diablo. Madrid, Alianza
Universidad, 1992, pp. 232–233. [ Links ]
81 J. Atkinson, op. cit., p. 198.
82 C. Guigneber, op. cit., p. 204.

83“Que la Iglesia [Romana] sea superior a todas las demás se demuestra con
insípidos decretos que han lanzado los papas... durante 400 años. Contra esto,
están la evidencia histórica de 1500 años, el texto de la Divina Escritura y el
decreto del Concilio de Nicea”. M. Lutero apudJ. Atkinson, op. cit., p. 198.
84 Ibid., p. 202.
85 Idem.
86 C. Guignebert, op. cit., p. 204.
87L. Febvre, op. cit., p. 103. Sobre el contexto social, político y económico de la
Reforma véase el extenso estudio de H. Lutz, op. cit.
88 J. Atkinson, op. cit., p. 202.
89 L. Febvre, op. cit., p. 202.

90 Ibid,. p. 131.

51
91 Ibid., p. 129.
92 Ibid., p. 137.
93 H. Oberman, op. cit., pp. 245–246.
94 J.Atkinson, op. cit., p. 189.
95 H. Oberman, op. cit., pp. 239–240.

96 San Pablo, “Epístola a los Gálatas”, capítulo 1, verso 8.


97 L. Febvre, op. cit., pp. 139 y 141.
98 J. Atkinson, op. cit., p. 200
99 P. Collinson, la Reforma. Madrid, Debate, 2004, p. 77.
100 J. Atkinson, op. cit., p. 200.
101 H. Oberman, op. cit., p. 187.

102 En relación con el enfrentamiento Lutero afirma: “Sólo queda una cosa: mi
cuerpo débil y quebrantado. Si me quitan esto, me convertiré en el más pobre
durante una horade mi vida... Pero no podrán quitarme mi alma”. J. Atkinson, op.
cit., p. 185.
103 “Discurso pronunciado en la dieta de Works, 1521”, en M. Lutero, op. cit., p.
175.
104 “Charlas de sobremesa”, en M. Lutero, op. cit., p. 431.

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