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LOS PEPINOS

Una vez un campesino fue a robar pepinos a


una huerta. En cuanto se deslizó hasta el
sembrado, pensó:
"Si consigo llevarme un saco de pepinos, los
venderé y con ese dinero compraré una gallina.
La gallina pondrá huevos, incubará y sacará
muchos pollitos. Criaré los pollitos, los venderé
y compraré un lechoncito. Cuando crezca,
tendrá una buena cría. La venderé para
comprar una yegua que, a su vez, me dará
potros. Los criaré y los venderé.
Después compraré una casa y pondré una
huerta. Sembraré pepinos, pero no permitiré
que me roben.
Pondré unos guardianes muy severos para que
vigilen. Y, de cuando en cuando, me daré una
vueltecita y les gritaré: Eh, amigos, vigilen con
más atención".
Sin darse cuenta, el hombre dijo esas palabras
en voz alta. Los guardianes que vigilaban la
huerta se abalanzaron sobre él y le dieron una
pali
EL GALLITO
celoso
Había una vez un gallinero, donde imperaba un gallito rumboso
y busca pleito en medio de un
plantel de gallinas. Pero este
gallito, solitario y dominador,
había logrado vencer a sus
antecesores, arrojando a cuanto
rival se le ponía en el camino.

Así fue como se hizo el amo


del corral. Las gallinas que
conocían sus cualidades, lo
rodeaban, caminaban siempre a su
lado, le cuidaban y hasta lo
mimaban, como al rey del corral.
Lo malo estaba en que este
gallito, tan poderoso y bien
armado era el colmo del celo. Era
muy celoso, hasta la enfermedad.
Un día ocurrió, que paseando
engreído y satisfecho por el gallinero descubrió un pozo.

Llegó al pozo, desde donde miró abajo. Efectivamente allí,


muy bien escondido, había otro gallo, enfurecido por haberlo
descubierto, con la cresta torcida, los ojos echaban fuego y el
pico listo para agredir. Al ver aparecer a un rival, se infló, alargó
el cuello y abrió las alas amenazador. El que se sentía dueño del
corral, erizó las plumas en señal de desafió, alargó el cuello lo más
que pudo y puso el pico en guardia listo para entrar en pelea.
¡Que más quería nuestro gallo! Desplegó las alas y se
lanzó decidido contra su rival, que voló a su vez, contra él con
las alas extendidas. Y naturalmente, perdió el equilibrio, se
hundió en el agua y murió ahogado.
EL SAPO Y
LA MARIPOSA

En el hermoso jardín de una casa de


campo, había un sapo hortelano muy
trabajador, que cuidaba con mucho cariño
aquel lugar.

Saltaba de un lugar a otro y se sentía


muy orgulloso por considerarse dueño de las
plantas y las flores que lucían sus más
brillantes colores.

Las contemplaba feliz; y conversando con el sol le decía: - Señor Sol, no las
castigues con tus rayos demasiado fuertes, porque pueden marchitarse!

Y a la lluvia: -Riégalas con cuidado, ellas necesitan de tus caricias y tu


humedad.

Un día que saltaba muy contento, porque una rosa había abierto su capullo
ofreciendo su color y fragancia, vio que una mariposa se posaba sobre ella y
furioso le dijo: -¡Señora mariposa, fuera de aquí!, ¡no tiene usted derecho
de estropear mis flores!, ¡yo las quiero mucho y me cuesta trabajo
cuidarlas!.

-¿Qué ronquido es ése?, contesta la mariposa.

- ¡Fuera le he dicho, intrusa!, ¡nadie la quiere


por aquí!, replica el sapo. Mientras que la
mariposa aclara: -Yo luzco tan hermosa como
las flores y ellas sin que yo les pida, me
ofrecen alimento.

Diciendo esto inclinó sobre la rosa y sobre las


otras flores para saborear su néctar.

- ¡Qué delicioso, señor sapo! Ya ve, las flores son más generosas
que usted.

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