La Inculturación

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LA INCULTURACIÓN Y LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

EL RELATIVISMO RELIGIOSO

El relativismo se ha convertido en un problema central que la evangelización


tiene que afrontar en nuestros días. Hoy una interpretación relativista de la
religión. Es lo que actualmente conocemos como "teología del pluralismo
religioso". Esta teoría teológica afirma que el pluralismo de las religiones no es
sólo una realidad de hecho, sino una realidad de derecho.
Dios querría positivamente las religiones no cristianas como diversos
caminos a través de los cuales los hombres se unen a Él y reciben la salvación,
independientemente de Cristo. Cristo es sólo uno de los caminos posibles, y
desde luego ni exclusivo ni inclusivo de los demás. Todas las religiones serían
vías parciales, todas podrían aprender de las demás algo de la verdad sobre Dios,
en todas habría una verdadera revelación divina.
Esa posición se basa en la relatividad histórica y cultural de la acción
salvífica de Dios en Jesucristo. La acción salvífica universal de la divinidad se
realizaría a través de diversas formas limitadas, según la diversidad de pueblos y
culturas, sin identificarse plenamente con ninguna de ellas.
Las acciones y las palabras de Cristo estarían sometidas a esa relatividad,
como las acciones y palabras de las otras grandes figuras religiosas de la
humanidad. La figura de Cristo no tendría un valor absoluto y universal. Nada
de lo que aparece en la historia podría tener ese valor .
Para los que sostienen estas teorías es determinante el imperativo ético del
diálogo con los representantes de las grandes religiones asiáticas, que no sería
posible si no se aceptase, como punto de partida, que esas religiones tienen un
valor salvífico autónomo, no derivado y no dirigido a Cristo. También en este
caso el relativismo teórico (dogmático) obedece en buena parte a una
motivación de orden práctico (el imperativo del diálogo).
Se hace necesario aclarar que lo que acabamos de decir en nada prejuzga la
salvación de los que no tienen la fe cristiana. Lo único que se dice es que
también los no cristianos que viven con rectitud según su conciencia se salvan
por Cristo y en Cristo, aunque en esta tierra no le hayan conocido. Cristo es el
Redentor y el Salvador universal del género humano. Él es la salvación de todos
los que se salvan.

UNA NUEVA RELIGIOSIDAD

Junto con la difusión de la indiferencia religiosa en los países más


secularizados, se ha revelado un aspecto nuevo el de la dificultad real para
abrirse a lo infinito, ir más allá de lo inmediato y emprender un itinerario de fe.
Se trata de una forma romántica y difusa de religión, una especie de religión
del espíritu y del «yo», y que nos encierra en el narcisismo.
Se trata de una religión subjetiva, donde el espíritu puede refugiarse y
contemplarse en una búsqueda estética, donde no hay que rendir cuentas a nadie
acerca del propio comportamiento.
Esta nueva religiosidad se caracteriza por un dios que, a menudo, carece de
rostro o de características personales. Muchos responden que creen en la
existencia de una fuerza o de un ser superior, trascendente, pero sin las
características de una persona, mucho menos de un padre. La fascinación por las
religiones orientales, trasplantadas a Occidente, va acompañada de esta
despersonalización de Dios. En contramos también una nueva forma de
panteísmo, donde el universo es concebido como algo divino.
La fe cristiana se funda sobre la revelación del Dios tripersonal, a cuya
imagen, cada hombre está llamado a vivir en comunión. La fe en un Dios en tres
personas es el fundamento de toda la fe cristiana, así como la constitución de
una sociedad auténticamente humana.
La nueva religiosidad se caracteriza porque coloca el «yo» en el centro
fundamentado en el éxito personal y en el logro de las propias iniciativas.
Es aquí donde se halla la diferencia que separa esta religión del yo de la fe
cristiana, que es la religión del «tú» y del «nosotros», de la relación, que tiene su
fuente en la Trinidad, donde las Personas divinas son relaciones subsistentes. La
llamada a la interioridad y a colocar en el corazón de la vida los misterios de la
cruz y la resurrección de Cristo, signo supremo de una relación que va hasta el
extremo don de sí al otro, es una constante de la espiritualidad cristiana.
Otro rasgo característico de esta nueva religiosidad es la falta de interés por
la verdad. En una cultura marcada por el «pensamiento débil», las convicciones
fuertes provocan rechazo: más que creer con el absoluto de la fe, se trataría de
creer dejando siempre una zona de incertidumbre, una especie de «salida de
emergencia». Sucede así que la pregunta acerca de la verdad del cristianismo o
sobre la existencia de Dios es ignorada, considerada irrelevante o sin sentido.
La Verdad en el Cristianismo no es una simple idea abstracta o un juicio
éticamente válido, o una demostración científica. Es una persona, cuyo nombre
es Jesucristo, Hijo de Dios y de María. Cristo se presentó como la Verdad.
Hablar hoy del Evangelio requiere afrontar el hecho de que la Verdad se
manifiesta en la pobreza de Aquel que por amor, ha aceptado de morir en la cruz
por nosotros. En este sentido, verdad y amor son inseparables.
En nuestro tiempo, la verdad es confundida a menudo con la opinión de la
mayoría.
LA INCULTURACIÓN

Sobre la inculturación se ha hablado mucho, incluso las conferencias


episcopales de cada país pensando en nuevos modelos para la nueva
evangelización o como algunos la llaman la nueva inculturación debido a la
desacralización como fenómeno mundial, un fenómeno más que evidente.
Ahora, con más empeño, estamos llamados a trabajar en la re-evangelización
de los pueblos para que alcancen su punto más alto de desarrollo y liberación en
Dios que les da la verdadera libertad.
El término inculturación ha sido uno de los más utilizados en la teología,
sobre todo en el terreno pastoral. Podemos preguntarnos ¿cómo es que si es el
mismo Evangelio el que se predica, no se vive de la misma manera de un
continente a otro, o de un país a otro, incluso de un pueblo a otro? ¿Por qué un
pueblo determinado celebra su fe de una manera especial?
Pero Dios se encarna en una realidad concreta, envuelto en problemas
sociales y políticos concretos, no se presenta como algo extraordinario, sino que
se reviste de la realidad, de un aquí y ahora. Dios ha querido venir como uno
más y se adapta a la cultura de su tiempo, a su realidad espacial y temporal, tiene
rostro, tiene cuerpo, es una persona. Jesús durante su vida, reúne a un grupo
para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar y es precisamente en la
tarea apostólica donde se continúa este proceso que Dios mismo ha empezado,
Él mismo se incultura.
Con la palabra cultura se indica todo aquello con lo que el hombre afina y
desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales, procura
someter su misma tierra con su sabiduría y trabajo, hace más humana la vida
social y a través del tiempo expresa, comunica y conserva grandes experiencias
espirituales y aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos, incluso a todo
el género humano.

¿Qué es la inculturación?

La inculturación es la relación que hay entre la fe cristiana y la cultura, esta


relación se entiende mejor cuando se mantiene un diálogo entre la fe y la cultura
donde la sociedad es animada por el evangelio que practica. La inculturación se
lleva a cabo cuando el Evangelio dirige y guía la cultura de tal modo que hay
una transformación de vida y una conversión de corazón.
No es inculturación la imposición de la fe, prescindiendo de lo que cada
cultura tiene de riqueza propia, no es una relación entre culturas, sino un don
extraordinario del mismo Dios que ha dado inicio a la creación y a la historia.
Si Dios mismo se ha revestido de una cultura particular, el anuncio del
Evangelio no puede ser, en consecuencia, una imposición de una cultura sobre la
otra, inculturación es el proceso de inserción del mensaje evangélico en un
determinado ambiente socio-cultural, respetando los valores que son
conciliables con el Evangelio.

Con la inculturación de la fe, la Iglesia se enriquece con nuevos valores,


manifestando y celebrando cada vez más, el misterio de Cristo, uniendo la fe
con la vida y favoreciendo la cristiandad más plena, geográfica y cultural.
No se trata tampoco de un abajamiento del Evangelio hasta la vulgaridad, o
dejar de lado los valores del Reino para no entrar en conflicto con las diferentes
culturas, se ha de tener cuidado de respetar el mensaje salvífico hasta el
extremo. No es lícito imponerlo, pero tampoco pisarlo para tener paz con las
culturas y naciones.
El proceso de inculturación es un proceso de toma de conciencia respecto al
camino histórico de cada pueblo hacia la libertad en Cristo, es una llamada a
“abrirse” al más allá, llamada a la comunión de dones y de bienes.
Es un hecho que las culturas no siempre aceptan el mensaje de la salvación,
la sociedad experimenta una crisis de interés, nos hemos hecho apáticos y no nos
interesa en realidad nada, ni siquiera un mensaje que nos trae la salvación y la
liberación.
No sé si es más difícil anunciar el Evangelio a una comunidad insatisfechos
e inconformistas o a una multitud de pasivos indiferentes, por eso los
inculturadores han de buscar siempre nuevas técnicas y modos de hacer llegar el
mensaje del Evangelio. Propuestas como la Vía Pulchritúdinis, por ejemplo.
El trabajo de inculturación se hace con la ayuda del Espíritu Santo que
motiva y mueve todos los trabajos apostólicos, que nos da valor para salir y
anunciar el mensaje de la salvación que Dios nos ofrece. Es Dios mismo el que
nos habla, la respuesta que demos es una respuesta al mismo Dios en Jesucristo.
Solo los sencillos y humildes pueden encontrar y aceptar el remedio contra
el vacío existencial que presentan.
La inserción del Evangelio en una cultura no se da de la noche a la mañana,
sino que es un proceso paulatino, una carrera de fondo, dada la magnitud del
mensaje. La medida para ver si un pueblo ha recibido favorablemente el mensaje
del Evangelio es en su vida personal y comunitaria, es la conversión, una vida,
que que esté traspasada por el Evangelio, los valores del Reino.

URGENCIA PASTORAL NECESIDAD DE UN VIGOROSO ANUNCIO DEL


“KERIGMA”

¿Cuál es el contenido del Anuncio? Siempre es el “Acontecimiento


Cristo”. Es invitación a la conversión y a la fe. El Nuevo Testamento da
testimonio del ardor y del impulso de esta acción de predicar, como un grito
lanzado a todo el mundo.
Destinatarios: Los recién convertidos. Características de esa catequesis:
instrucciones más elaboradas, aspecto más didáctico, referencia al Kerigma,
todo (sacramentos, vida moral) a la luz del acontecimiento pascual realizado por
Cristo.
• Vivir como Cristo, siguiendo su estilo.
• No es un moralismo, sino realismo de una vida en Cristo.

Son necesarias una catequesis kerygmática y mistagógica y una pastoral que


cuide el acompañamiento personal de los procesos de crecimiento personal.
En este proceso de inculturación debemos plantearnos que aspectos de
nuestra fe podrían ser “secundarios” y cuales de ellos son inprescindibles e
inamovibles.
Las verdades fundantes de los cristianos católicos están unidas en el Credo.
Y aspectos como la presencia real de Jesucristo bajo las especies de pan y vino,
no pueden ni deben ser adulterados o interpretados libremente en pro de una
comunión con otros credos y maneras de pensar.
A mi parecer es necesaria la comunión con la Iglesia, con los obispos y
Roma. Eso no resta a que la fe sea transmitida de manera diferente en África o
en Australia, teniendo en cuenta la cultura e idiosincrasia propias.
Es un fenómeno inquietante que dentro de una misma diócesis halla grandes
abismos en aspectos celebrativos dentro de la Eucaristía o el Evangelio se tiña
de uno u otro tinte político.
La Iglesia es universal, y debe supeditarse en ocasiones visiones partidistas
que en mi opinión más que favorecer al pueblo de Dios lo dividen.
El mundo avanza en muchos aspectos, entre ellos los sociales, tenemos el
ejemplo de los nuevos modelos de familia que emergen, o de los nuevos
métodos de reproducción de los seres humanos. El Evangelio no es excluyente,
yo diría que lo contrario, pero corremos el peligro de hacer una religión a la
carta, como la televisión a la carta, o un bufet libre donde como hasta al
hartazgo de lo que me gusta y desecho lo que no me apetece.
Quizás hoy más que nunca el hombre precisa de principios sólidos, que
conecten con su vida, y que sean iluminadores de su existencia.
Debemos sembrar esperanza, y el Evangelio es atemporal, un camino para
alcanzar la vida plena del hombre en todas sus dimensiones.
Es posible que sea el momento propicicio para que los propios cristianos
volvamos a redescubrir el Evangelio, volvamos a enamorarnos de Cristo y su
mensaje, volvamos al amor primero.
Sería bueno hacer balance de aquello en lo que podemos haber errado y
recomenzar el camino con una mirada renovada.
Toda evangelización, toda inculturación parte de un encuentro previo con
Cristo resucitado, con la ayuda de los sacramentos y principalmente de la
Eucarístia. Importante recuperar la dimensión comtemplativa y orante del
cristiano.

La vida del orante es un adviento que prepara la encarnación en las almas de


los hombres.

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