Este documento discute el relativismo religioso y la necesidad de la inculturación y la nueva evangelización. Describe la posición del relativismo que afirma que todas las religiones son válidas y que Dios se revela a través de múltiples caminos. También analiza una nueva religiosidad subjetiva centrada en el yo. Finalmente, explica que la inculturación implica insertar el mensaje del Evangelio en las culturas respetando sus valores y transformando vidas a través del diálogo entre fe y cultura.
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Este documento discute el relativismo religioso y la necesidad de la inculturación y la nueva evangelización. Describe la posición del relativismo que afirma que todas las religiones son válidas y que Dios se revela a través de múltiples caminos. También analiza una nueva religiosidad subjetiva centrada en el yo. Finalmente, explica que la inculturación implica insertar el mensaje del Evangelio en las culturas respetando sus valores y transformando vidas a través del diálogo entre fe y cultura.
Este documento discute el relativismo religioso y la necesidad de la inculturación y la nueva evangelización. Describe la posición del relativismo que afirma que todas las religiones son válidas y que Dios se revela a través de múltiples caminos. También analiza una nueva religiosidad subjetiva centrada en el yo. Finalmente, explica que la inculturación implica insertar el mensaje del Evangelio en las culturas respetando sus valores y transformando vidas a través del diálogo entre fe y cultura.
Este documento discute el relativismo religioso y la necesidad de la inculturación y la nueva evangelización. Describe la posición del relativismo que afirma que todas las religiones son válidas y que Dios se revela a través de múltiples caminos. También analiza una nueva religiosidad subjetiva centrada en el yo. Finalmente, explica que la inculturación implica insertar el mensaje del Evangelio en las culturas respetando sus valores y transformando vidas a través del diálogo entre fe y cultura.
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LA INCULTURACIÓN Y LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
EL RELATIVISMO RELIGIOSO
El relativismo se ha convertido en un problema central que la evangelización
tiene que afrontar en nuestros días. Hoy una interpretación relativista de la religión. Es lo que actualmente conocemos como "teología del pluralismo religioso". Esta teoría teológica afirma que el pluralismo de las religiones no es sólo una realidad de hecho, sino una realidad de derecho. Dios querría positivamente las religiones no cristianas como diversos caminos a través de los cuales los hombres se unen a Él y reciben la salvación, independientemente de Cristo. Cristo es sólo uno de los caminos posibles, y desde luego ni exclusivo ni inclusivo de los demás. Todas las religiones serían vías parciales, todas podrían aprender de las demás algo de la verdad sobre Dios, en todas habría una verdadera revelación divina. Esa posición se basa en la relatividad histórica y cultural de la acción salvífica de Dios en Jesucristo. La acción salvífica universal de la divinidad se realizaría a través de diversas formas limitadas, según la diversidad de pueblos y culturas, sin identificarse plenamente con ninguna de ellas. Las acciones y las palabras de Cristo estarían sometidas a esa relatividad, como las acciones y palabras de las otras grandes figuras religiosas de la humanidad. La figura de Cristo no tendría un valor absoluto y universal. Nada de lo que aparece en la historia podría tener ese valor . Para los que sostienen estas teorías es determinante el imperativo ético del diálogo con los representantes de las grandes religiones asiáticas, que no sería posible si no se aceptase, como punto de partida, que esas religiones tienen un valor salvífico autónomo, no derivado y no dirigido a Cristo. También en este caso el relativismo teórico (dogmático) obedece en buena parte a una motivación de orden práctico (el imperativo del diálogo). Se hace necesario aclarar que lo que acabamos de decir en nada prejuzga la salvación de los que no tienen la fe cristiana. Lo único que se dice es que también los no cristianos que viven con rectitud según su conciencia se salvan por Cristo y en Cristo, aunque en esta tierra no le hayan conocido. Cristo es el Redentor y el Salvador universal del género humano. Él es la salvación de todos los que se salvan.
UNA NUEVA RELIGIOSIDAD
Junto con la difusión de la indiferencia religiosa en los países más
secularizados, se ha revelado un aspecto nuevo el de la dificultad real para abrirse a lo infinito, ir más allá de lo inmediato y emprender un itinerario de fe. Se trata de una forma romántica y difusa de religión, una especie de religión del espíritu y del «yo», y que nos encierra en el narcisismo. Se trata de una religión subjetiva, donde el espíritu puede refugiarse y contemplarse en una búsqueda estética, donde no hay que rendir cuentas a nadie acerca del propio comportamiento. Esta nueva religiosidad se caracteriza por un dios que, a menudo, carece de rostro o de características personales. Muchos responden que creen en la existencia de una fuerza o de un ser superior, trascendente, pero sin las características de una persona, mucho menos de un padre. La fascinación por las religiones orientales, trasplantadas a Occidente, va acompañada de esta despersonalización de Dios. En contramos también una nueva forma de panteísmo, donde el universo es concebido como algo divino. La fe cristiana se funda sobre la revelación del Dios tripersonal, a cuya imagen, cada hombre está llamado a vivir en comunión. La fe en un Dios en tres personas es el fundamento de toda la fe cristiana, así como la constitución de una sociedad auténticamente humana. La nueva religiosidad se caracteriza porque coloca el «yo» en el centro fundamentado en el éxito personal y en el logro de las propias iniciativas. Es aquí donde se halla la diferencia que separa esta religión del yo de la fe cristiana, que es la religión del «tú» y del «nosotros», de la relación, que tiene su fuente en la Trinidad, donde las Personas divinas son relaciones subsistentes. La llamada a la interioridad y a colocar en el corazón de la vida los misterios de la cruz y la resurrección de Cristo, signo supremo de una relación que va hasta el extremo don de sí al otro, es una constante de la espiritualidad cristiana. Otro rasgo característico de esta nueva religiosidad es la falta de interés por la verdad. En una cultura marcada por el «pensamiento débil», las convicciones fuertes provocan rechazo: más que creer con el absoluto de la fe, se trataría de creer dejando siempre una zona de incertidumbre, una especie de «salida de emergencia». Sucede así que la pregunta acerca de la verdad del cristianismo o sobre la existencia de Dios es ignorada, considerada irrelevante o sin sentido. La Verdad en el Cristianismo no es una simple idea abstracta o un juicio éticamente válido, o una demostración científica. Es una persona, cuyo nombre es Jesucristo, Hijo de Dios y de María. Cristo se presentó como la Verdad. Hablar hoy del Evangelio requiere afrontar el hecho de que la Verdad se manifiesta en la pobreza de Aquel que por amor, ha aceptado de morir en la cruz por nosotros. En este sentido, verdad y amor son inseparables. En nuestro tiempo, la verdad es confundida a menudo con la opinión de la mayoría. LA INCULTURACIÓN
Sobre la inculturación se ha hablado mucho, incluso las conferencias
episcopales de cada país pensando en nuevos modelos para la nueva evangelización o como algunos la llaman la nueva inculturación debido a la desacralización como fenómeno mundial, un fenómeno más que evidente. Ahora, con más empeño, estamos llamados a trabajar en la re-evangelización de los pueblos para que alcancen su punto más alto de desarrollo y liberación en Dios que les da la verdadera libertad. El término inculturación ha sido uno de los más utilizados en la teología, sobre todo en el terreno pastoral. Podemos preguntarnos ¿cómo es que si es el mismo Evangelio el que se predica, no se vive de la misma manera de un continente a otro, o de un país a otro, incluso de un pueblo a otro? ¿Por qué un pueblo determinado celebra su fe de una manera especial? Pero Dios se encarna en una realidad concreta, envuelto en problemas sociales y políticos concretos, no se presenta como algo extraordinario, sino que se reviste de la realidad, de un aquí y ahora. Dios ha querido venir como uno más y se adapta a la cultura de su tiempo, a su realidad espacial y temporal, tiene rostro, tiene cuerpo, es una persona. Jesús durante su vida, reúne a un grupo para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar y es precisamente en la tarea apostólica donde se continúa este proceso que Dios mismo ha empezado, Él mismo se incultura. Con la palabra cultura se indica todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales, procura someter su misma tierra con su sabiduría y trabajo, hace más humana la vida social y a través del tiempo expresa, comunica y conserva grandes experiencias espirituales y aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos, incluso a todo el género humano.
¿Qué es la inculturación?
La inculturación es la relación que hay entre la fe cristiana y la cultura, esta
relación se entiende mejor cuando se mantiene un diálogo entre la fe y la cultura donde la sociedad es animada por el evangelio que practica. La inculturación se lleva a cabo cuando el Evangelio dirige y guía la cultura de tal modo que hay una transformación de vida y una conversión de corazón. No es inculturación la imposición de la fe, prescindiendo de lo que cada cultura tiene de riqueza propia, no es una relación entre culturas, sino un don extraordinario del mismo Dios que ha dado inicio a la creación y a la historia. Si Dios mismo se ha revestido de una cultura particular, el anuncio del Evangelio no puede ser, en consecuencia, una imposición de una cultura sobre la otra, inculturación es el proceso de inserción del mensaje evangélico en un determinado ambiente socio-cultural, respetando los valores que son conciliables con el Evangelio.
Con la inculturación de la fe, la Iglesia se enriquece con nuevos valores,
manifestando y celebrando cada vez más, el misterio de Cristo, uniendo la fe con la vida y favoreciendo la cristiandad más plena, geográfica y cultural. No se trata tampoco de un abajamiento del Evangelio hasta la vulgaridad, o dejar de lado los valores del Reino para no entrar en conflicto con las diferentes culturas, se ha de tener cuidado de respetar el mensaje salvífico hasta el extremo. No es lícito imponerlo, pero tampoco pisarlo para tener paz con las culturas y naciones. El proceso de inculturación es un proceso de toma de conciencia respecto al camino histórico de cada pueblo hacia la libertad en Cristo, es una llamada a “abrirse” al más allá, llamada a la comunión de dones y de bienes. Es un hecho que las culturas no siempre aceptan el mensaje de la salvación, la sociedad experimenta una crisis de interés, nos hemos hecho apáticos y no nos interesa en realidad nada, ni siquiera un mensaje que nos trae la salvación y la liberación. No sé si es más difícil anunciar el Evangelio a una comunidad insatisfechos e inconformistas o a una multitud de pasivos indiferentes, por eso los inculturadores han de buscar siempre nuevas técnicas y modos de hacer llegar el mensaje del Evangelio. Propuestas como la Vía Pulchritúdinis, por ejemplo. El trabajo de inculturación se hace con la ayuda del Espíritu Santo que motiva y mueve todos los trabajos apostólicos, que nos da valor para salir y anunciar el mensaje de la salvación que Dios nos ofrece. Es Dios mismo el que nos habla, la respuesta que demos es una respuesta al mismo Dios en Jesucristo. Solo los sencillos y humildes pueden encontrar y aceptar el remedio contra el vacío existencial que presentan. La inserción del Evangelio en una cultura no se da de la noche a la mañana, sino que es un proceso paulatino, una carrera de fondo, dada la magnitud del mensaje. La medida para ver si un pueblo ha recibido favorablemente el mensaje del Evangelio es en su vida personal y comunitaria, es la conversión, una vida, que que esté traspasada por el Evangelio, los valores del Reino.
URGENCIA PASTORAL NECESIDAD DE UN VIGOROSO ANUNCIO DEL
“KERIGMA”
¿Cuál es el contenido del Anuncio? Siempre es el “Acontecimiento
Cristo”. Es invitación a la conversión y a la fe. El Nuevo Testamento da testimonio del ardor y del impulso de esta acción de predicar, como un grito lanzado a todo el mundo. Destinatarios: Los recién convertidos. Características de esa catequesis: instrucciones más elaboradas, aspecto más didáctico, referencia al Kerigma, todo (sacramentos, vida moral) a la luz del acontecimiento pascual realizado por Cristo. • Vivir como Cristo, siguiendo su estilo. • No es un moralismo, sino realismo de una vida en Cristo.
Son necesarias una catequesis kerygmática y mistagógica y una pastoral que
cuide el acompañamiento personal de los procesos de crecimiento personal. En este proceso de inculturación debemos plantearnos que aspectos de nuestra fe podrían ser “secundarios” y cuales de ellos son inprescindibles e inamovibles. Las verdades fundantes de los cristianos católicos están unidas en el Credo. Y aspectos como la presencia real de Jesucristo bajo las especies de pan y vino, no pueden ni deben ser adulterados o interpretados libremente en pro de una comunión con otros credos y maneras de pensar. A mi parecer es necesaria la comunión con la Iglesia, con los obispos y Roma. Eso no resta a que la fe sea transmitida de manera diferente en África o en Australia, teniendo en cuenta la cultura e idiosincrasia propias. Es un fenómeno inquietante que dentro de una misma diócesis halla grandes abismos en aspectos celebrativos dentro de la Eucaristía o el Evangelio se tiña de uno u otro tinte político. La Iglesia es universal, y debe supeditarse en ocasiones visiones partidistas que en mi opinión más que favorecer al pueblo de Dios lo dividen. El mundo avanza en muchos aspectos, entre ellos los sociales, tenemos el ejemplo de los nuevos modelos de familia que emergen, o de los nuevos métodos de reproducción de los seres humanos. El Evangelio no es excluyente, yo diría que lo contrario, pero corremos el peligro de hacer una religión a la carta, como la televisión a la carta, o un bufet libre donde como hasta al hartazgo de lo que me gusta y desecho lo que no me apetece. Quizás hoy más que nunca el hombre precisa de principios sólidos, que conecten con su vida, y que sean iluminadores de su existencia. Debemos sembrar esperanza, y el Evangelio es atemporal, un camino para alcanzar la vida plena del hombre en todas sus dimensiones. Es posible que sea el momento propicicio para que los propios cristianos volvamos a redescubrir el Evangelio, volvamos a enamorarnos de Cristo y su mensaje, volvamos al amor primero. Sería bueno hacer balance de aquello en lo que podemos haber errado y recomenzar el camino con una mirada renovada. Toda evangelización, toda inculturación parte de un encuentro previo con Cristo resucitado, con la ayuda de los sacramentos y principalmente de la Eucarístia. Importante recuperar la dimensión comtemplativa y orante del cristiano.
La vida del orante es un adviento que prepara la encarnación en las almas de