396 04 02 Golpeestado
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396 04 02 Golpeestado
p. 23-56
Mario Ramírez Rancaño
La reacción mexicana y su exilio durante la Revolución de
1910
México
Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto de Investigaciones Históricas
Instituto de Investigaciones Sociales/Miguel Ángel Porrúa
2002
472 p.
Cuadros
ISBN 970-701-213-7
Formato: PDF
Publicado en línea: 13 de diciembre de 2019
Disponible en:
http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/396/reac
cion_mexicana.html
[23]
Estados Unidos y la Revolución mexicana, México, Era, 1982, pp. 119-120 y Luis Liceaga,
Félix Díaz, México, Jus, 1958, p. 152.
28E.V. Niemeyer Jr., El general Bernardo Reyes, Monterrey, Gobierno del Estado de
Nuevo León-Centro de Estudios Humanísticos de la Universidad de Nuevo León, 1966,
p. 233 y Michael C. Meyer, Huerta, pp. 51-52.
29 Michael C. Meyer, Huerta, p. 53, De cómo vino Huerta y cómo se fue, p. 19 y Luis
Liceaga, op. cit., pp. 151-152.
30Niemeyer Jr., op. cit., pp. 235-237, Rodolfo Reyes, De mi vida, t. 11, Madrid, 1930,
p. 15, Michael C. Meyer, Huerta, p. 54, De cómo vino Huerta y cómo se fue, p. 19, Eduar
do J. Correa, El Partido católico nacional y sus directores, México, FCE, 1991, p. 138 y
Luis Liceaga, op. cit., pp. 167-170.
Luis Liceaga, op. cit., pp. 170-171 y Rodolfo Reyes, op. cit., pp. 93 y 103.
33 Friedrich Katz, op. cit., t. r, p. 121, Michael C. Meyer, Huerta, p. 57 y De cómo
op. cit., pp. 215-217 y De cómo vino Huerta y cómo se fue, pp. 217-218.
38 Friedrich Katz, op. cit., t. ,, p. 132, Michael C. Meyer, Huerta, 69, Luis Liceaga,
op. cit., pp. 218-219 y De cómo vino Huerta y cómo se fue, pp. 161-167.
39 Felipe Tena Rarrúrez, Derecho constitucional mexicano, México, Porrúa, 1955, p. 73.
40 Michael C. Meyer, Huerta, p. 76, Friedrich Katz, op. cit., t. 1, pp. 132-134, De
cómo vino Huerta y cómo se fue, pp. 172-173 y Rodolfo Reyes, op. cit., p. 88.
41 Michael C. Meyer, Huerta, pp. 77-78, Friedrich Katz, op. cit., t. 1, pp. 134-135, Luis
Liceaga, op. cit., pp. 234-235 y 239 y De cómo vino Huerta y cómo se fue, pp. 189-197.
42 "Plan de Guadalupe", en Francisco Naranjo, Diccionario biográfico revolu
cionario, México, lNEHRM, 1985, pp. 287-288, Friedrich Katz, op. cit., t. 1, pp. 154, l 58 y
179 y De cómo vino Huerta y cómo se fue, pp. 263-266.
EL MÉXICO HUERTISTA
a los diputados que anularan los cinco puntos que habían acordado
en la víspera. A su juicio, este acto constituía una injerencia en las
atribuciones del Poder Judicial. Los diputados, a su vez, exigieron
que la policía y las tropas se retiraran de la Cámara. El secretario se
negó y nadie cedió. En vista de ello, Querido Moheno leyó el decre
to redactado por la mañana, que contemplaba que la Cámara de
Diputados quedaba disuelta. Concluida la lectura, anunció que se
convocaba al pueblo mexicano a elecciones extraordinarias de dipu
tados y senadores para el 26 de octubre. Cuando los diputados se
levantaron para abandonar el recinto, entraron contingentes milita
res y policiacos para arrestarlos. Ochenta y cuatro fueron deteni
dos ahí mismo, y en el curso de las veinticuatro horas siguientes,
otros veintiséis se les agregaron en la penitenciaría. Sólo uno de los
ciento diez diputados detenidos era del Partido Católico. Era un dipu
tado de Chiapas, quien siendo amigo personal de Belisario Domín
guez, se había expresado en términos muy duros contra el gobierno
por el asesinato de su paisano. 54
56EI firme creyente del respeto y de la legalidad, Wilson era todo un espécimen. Pasó
de la rectoría de la Universidad de Princeton, a la gubernatura de Nueva Jersey y luego a la
Presidencia de Estados Unidos. Ya en esta posición, trató con el mismo rasero no sólo a
Huerta sino a los gobiernos de otros países que osaban pensar clistinto a él. Ocupó militar
mente la república de Haití, confirmó la intervención yanqui en Santo Domingo, le exigió
tratados onerosos a Nicaragua y El Salvador y se abrogó el derecho de revisar, esto es, de
hacer las elecciones en Cuba. Su torcida legalidad lo orilló a cometer otro atentado contra
México: bombardear e invadir el puerto de Veracruz. Véase a Nemesio García Naranjo,
Memorias, t. v11, pp. 259-261. Asimismo véase a Michael C. Meyer, Huerta, pp. 215-218
y Friedrich Katz, op. cit., t. 1, pp. 226-229.
tar, más que a un civil, y propuso que el general José Refugio Velas
co se hiciera cargo de ella. Para apoyar su tesis, expresó que se
trataba de un militar valiente y pundonoroso, que sin duda salvaría
al ejército y conseguiría garantías para la población. 74 El general
Velasco, nervioso y exaltado, dijo que había aceptado la cartera
de Guerra porque el presidente Carbajal le había asegurado la exis
tencia de un arreglo con Carranza, gracias a los buenos oficios del
Departamento de Estado estadounidense, el cual implicaba el trán
sito pacífico del poder. Como al parecer no había tal arreglo, cundió
el descontrol y entonces alguien planteó: ¿Qué hacer? No faltaron
quienes propusieron refugiarse en bloque en Veracruz, dejando la
ciudad de México en manos del Ayuntarniento. 75 Serenados los áni
mos, acordaron que el secretario de Guerra, José Refugio Velasco,
el subsecretario de Gobernación, José María Luján, y el gobernador
del Distrito Federal, Eduardo Iturbide, entregaran la ciudad de
México a los constitucionalistas.
Disolver el ejército federal no era una medida fácil de aplicar,
ya que había un número elevado de generales, cuya reacción era
impredecible. Se consideró el riesgo de un golpe de estado al
darse cuenta los generales más ambiciosos que el titular del eje
cutivo los abandonaba, y que tampoco había poder legislativo ni
judicial. También se discutió entre los miembros del gabinete
quién debía ser la persona que firmara la orden de disolución del
ejército. Pero no sólo eso, sino también, si existían los fundamentos
legales para dictar semejante medida. Concluida la reunión, todos se
abocaron a preparar sus maletas y huir a Veracruz. En el ínterin,
Carbajal decidió que José Refugio Velasco disolviera el ejército.
Una de las personas que le transmitió la decisión presidencial fue
Federico Gamboa. Al momento en que le fue comunicada, José
Refugio Velasco puso fuertes objeciones y exigió un documento
escrito y firmado por el propio presidente. 76 Cubiertas las formali-
dades del caso, este general ordenó concentrar a los efectivos milita
res en el Distrito Federal y en otras plazas de la república, sin en
contrar mayores problemas.
Apenas disolvió los poderes, el mismo 12 de agosto por la
noche, Carbajal se dirigió al puerto de Veracruz llegando al día
siguiente por la tarde. Fue recibido por el general Funston quien
le dio la bienvenida y le puso a su disposición un automóvil para
su uso durante el tiempo que permaneciera en el puerto. En prin
cipio se especuló que Carbajal abordaría el vapor María Cristina
el 17 de agosto, rumbo a Europa, pero finalmente no fue así. 77 A
fin de cuenta el ex presidente se dirigió a Galveston. En esos días
llegaron al citado puerto los arzobispos Francisco Orozco y Jiménez
y Francisco Plancarte, además de los obispos Emeterio Valverde,
Francisco Uranga, Ignacio Valdespino y Miguel de la Mora, 78 y
Eduardo Tamariz, miembro connotado del Partido Católico, que
ocupó la secretaría de Agricultura durante el huertismo. 79
86Loc. cit.
s7 Heraldo de Cuba, 12 de septiembre de 1914.